lunes, 5 de mayo de 2014

Guerra Antisubversiva: La locura de la contraofensiva terrorista

Richard Gillespie
"La contraofensiva fue una locura de los comandantes montoneros"
El autor inglés habla de su libro Soldados de Perón, que acaba de ser reeditado, donde traza una historia crítica de la violencia política de los setenta. Además dice que, algún día, con la información no comprobada escribirá una novela
 


 
Richard Gillespie. / Gentileza Sudamericana 
Por Jorge Urien Berri 
De la Redacción de LA NACION 

La principal satisfacción que le deparó a Richard Gillespie la publicación, en 1987, de la primera edición en español de Soldados de Perón. Historia crítica sobre los Montoneros (Sudamericana) fueron las cartas que recibió de ex combatientes de ese grupo que le confesaban que, gracias a su rigurosa y objetiva investigación, habían terminado de comprender con espíritu autocrítico qué les había ocurrido durante los años del terror. "Para mí, esas cartas tienen más valor que cualquier reseña del libro", admite el investigador inglés en una entrevista con adnCULTURA realizada por correo electrónico cuando está por publicarse la tercera edición en español de esta obra que, ya desde sus primeras páginas, muestra mediante un exhaustivo rastreo histórico las semillas del futuro fracaso de la trágica experiencia montonera. 
Profesor en varias universidades inglesas, Gillespie nació hace 56 años en Lancashire y tras su debut con la investigación sobre la guerrilla montonera, que es en parte una historia del peronismo, publicó John William Cook: El peronismo alternativo (1989) antes de investigar el socialismo español. Hoy estudia la política mediterránea de la Unión Europea. En 1996 fundó la revista académica Mediterranean Politics que publica artículos sobre las relaciones euromediterráneas. 
-¿Cuándo decidió investigar y escribir sobre los montoneros? 
-Yo había estudiado ciencias políticas en la Universidad de Liverpool a partir de 1971, y durante esos años empezó mi fascinación por la política latinoamericana, sobre todo debido a los procesos de conflicto y cambio en el Cono Sur. Lo que más me llamó la atención en el caso de la Argentina fue la fuerza y la gran capacidad de movilización política de la juventud, especialmente de la Juventud Peronista, por la cual la llamada "tendencia revolucionaria" intentaba transformar el peronismo y, finalmente, la sociedad argentina. Fueron unos años en los que me parecía que cualquier cosa podía ocurrir. Mi interés fue en parte académico, siendo la política latinoamericana mi módulo favorito en el programa de bachillerato. Pero también tenía mucho interés político, como miembro en aquel entonces de las Juventudes Socialistas del Partido Laborista. Al graduarme en la universidad me permitieron registrarme para el programa de doctorado. Fui el primer alumno en la historia de mi departamento que recibió una clasificación de primera clase con honores, y eso me permitió prescindir de una maestría, pasar directamente al doctorado y competir por una beca pública que financiaría una investigación durante tres años. 
-¿Por qué eligió los montoneros? 
-Elegí como tema los grupos radicales en la Argentina y su relación con el movimiento peronista. El resultado fue una tesis muy larga sobre la "Izquierda Peronista" en la Universidad de Liverpool, en 1979, y después de terminarla tomé una tercera parte como base para el libro sobre los montoneros. Más tarde usé otro capítulo como base para el librito sobre Cooke que publicó Cántaro en 1989. 
-Y en 1975 vino a la Argentina a continuar la investigación. 
-Sí, la había empezado en septiembre de 1974 y mi deseo fue, por supuesto, pasar el máximo tiempo posible en la Argentina haciendo el trabajo de campo. Primero, necesitaba trabajar en Liverpool empleando fuentes secundarias mientras intentaba aprender español. Finalmente, viajé a Buenos Aires en junio de 1975. No era el mejor momento para establecerme en la Argentina, ya que llegué en vísperas del rodrigazo, cuando la huelga general paralizó el país entero durante más de una semana y circularon rumores de un golpe militar. Además, pronto me di cuenta de que mi español era totalmente inadecuado, sobre todo para comunicarme con gente. Afortunadamente, encontré mucho apoyo de una familia generosa de origen alemán-austríaco que hablaba inglés y era muy amiga del supervisor de mi tesis. 
-¿Mario Firmenich y los otros jefes montoneros fueron los responsables del fracaso de la Segunda Contraofensiva, en 1979? 
-Sin duda. Fue una locura lo que los comandantes montoneros ordenaron. Así demostraron su incapacidad de reformarse y de superar el militarismo ciego en el que habían caído. 
-Martin Edwin Andersen escribió que Firmenich era miembro o informante de Inteligencia del Ejército. ¿Es verdad? 
-No tengo información suficiente para entrar en ese debate. A veces pienso escribir una novela sobre militantes montoneros en los años 70, porque de esa manera podría aprovechar las teorías especulativas y no quedaría atado a la evidencia más o menos probada. 
-¿Escribirá esa novela? 
-No lo sé. Hoy el trabajo de un catedrático británico no deja tiempo para escribir novelas, por eso quizá tendría que ser un proyecto para después de la jubilación. Mi objetivo sería captar algo del ambiente de Buenos Aires durante la violencia, y a la vez el micromundo cerrado de los grupos de insurgentes en la clandestinidad. Hace muchos años me impresionó mucho la obra de Albert Camus Los justos , y más recientemente he podido entender mejor la vida interna de los montoneros a partir de libros de académicos argentinos como María Matilde Ollier. 
-¿En esa futura novela habrá montoneros informantes de los servicios de Inteligencia? 
-Lo que me interesa más que la infiltración por parte del enemigo es la cultura de la organización. 
-¿Por qué sobrevivieron más montoneros que miembros de otros grupos guerrilleros como el ERP? 
-Por varias razones. Contaban con más efectivos y simpatizantes que los otros grupos, estaban más metidos en las estructuras políticas y sociales del país, se relacionaron mejor con las tradiciones históricas argentinas, fueron más pragmáticos en algunos sentidos y también sacaron a muchos de sus dirigentes del país a tiempo al endurecerse la guerra sucia. También, hay que recordar que tenían mucho más dinero que los demás, dinero producto de los secuestros. 
-¿Qué opina sobre la teoría de los dos demonios, que dice que las acciones de los grupos guerrilleros y la represión militar fueron igualmente perversas? 
-A mí siempre me ha parecido una teoría poco científica. Es más bien un juicio moral, una condena a los extremos violentos. "Los dos demonios" puede ser legítimo como valoración moral, pero no sirve para explicar el recurso a la violencia. El caso histórico argentino no es el de una democracia liberal consolidada que fue subvertida por extremistas violentos. Su punto de partida era un régimen bastante autoritario en el cual los militares frustraron esporádicamente los intentos de democratización. Quiero decir que la violencia de la izquierda, tanto peronista como no peronista, a partir de los años 60 fue esencialmente reactiva. Esta observación es fundamental para entender el apoyo bastante extendido con el cual la guerrilla contaba en sectores de la sociedad argentina que habían conocido experiencias como la represión de los estudiantes después del golpe de Onganía en 1966. 
 -Muy lentamente se empezó a juzgar a algunos de los militares que cometieron graves violaciones a los derechos humanos durante la represión. ¿También debería juzgarse a los ex guerrilleros? 
-Hay que reconocer que los valores de cualquier sociedad van evolucionando. En cuanto a los derechos humanos y los procesos de Justicia, creo que los representantes de un Estado tienen una responsabilidad especial de defender y respetar los derechos de los ciudadanos, y por eso yo no pondría una fecha límite a la Justicia para enjuiciar a los que atacaron al pueblo desde el Estado. Creo que la actitud a adoptar con los antiguos insurgentes, igual que con los represores, debería decidirse en el parlamento. 



-En el prólogo a la nueva edición de su libro usted afirma que en los piqueteros hay influencia de Montoneros. 
 -Es la impresión que obtengo al leer informes periodísticos sobre los piqueteros. No quiero sugerir algún vínculo importante entre los antiguos Montoneros y los activistas de la generación de los piqueteros, pero bien se sabe que todos los movimientos sociales y formaciones de la izquierda estudian la historia de la rebeldía para procurar obtener lecciones de la historia de su país o, menos felizmente, de un modelo extranjero. No puedo probarlo, pero creo que existen elementos que indican que los piqueteros han usado algunos métodos de protesta que emplearon los grupos de la izquierda peronista en sus primeros años y que, además, han planificado su actividad pensando en cómo hacer frente a la fuerza del Estado para minimizar el impacto de la represión. Es decir, aparte de imitar ciertas tácticas de los Montoneros y otros grupos contemporáneos, intentan evitar el destino de ellos y también intentan evitar el militarismo y el aislamiento respecto de la sociedad. 
-¿Aún le interesa la política argentina? 
-Mis intereses han evolucionado mucho con el tiempo, primero hacia la política española y luego hacia la europea. Hoy estoy dedicado a la política europea en la región mediterránea. Conservo un interés general por la política argentina y leo lo poco que aparece en la prensa inglesa y española sobre ella. También, de vez en cuando, recibo libros de la Argentina que tratan hechos y personajes de la época que yo estudiaba, y siempre me interesan mucho. Pero claro, no me considero de ninguna manera experto en la política argentina de hoy. 
-¿Qué piensa de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina? Ellos se consideran parte de la generación de Montoneros. 
-Prefiero no opinar sobre los gobiernos recientes, incluidos los de los Kirchner, porque la información que tengo no es muy completa. 
-¿Cree que aplican políticas inspiradas en algunas ideas de Montoneros? 
-No creo que se puedan relacionar sus políticas con las ideas de Montoneros. Por supuesto, dentro de un marco muy amplio, se podría identificar a todos con el nacionalismo, pero la distancia de treinta años es importante debido a los grandes cambios en el sistema político, al impacto de la globalización, etcétera. Creo que, con todos sus defectos, la democracia en la Argentina hoy está bastante consolidada y que la disminución de una amenaza militar ha cambiado mucho las percepciones públicas de cómo se debería responder a los problemas y las potencialidades del país. Los planteamientos políticos de los años 70 ya no tienen capacidad de ilusionar a los movimientos de masas. Al mismo tiempo, la sensibilidad por los derechos humanos es mucho más fuerte. 
-¿Sabe algo de los ex montoneros que están en el Gobierno o cerca de él? 
-Tampoco estoy informado sobre los antiguos montoneros en el gobierno. La evolución política de los personajes es de cierto interés, pero el enfoque del análisis de Soldados de Perón fue más bien la guerrilla urbana como estrategia insurreccional. Aunque la editorial original decidió presentarlo como un libro de historia, no soy historiador. Más bien, mis publicaciones son trabajos de un politólogo dentro de las ciencias sociales, y por eso la historia de los diferentes militantes montoneros fue un elemento secundario en mi análisis. 
-¿Algún ex montonero o militar se puso en contacto con usted después de las primeras ediciones del libro? 
-Me contactó un fiscal cuando se preparaba el juicio contra Firmenich. Este señor dijo querer usar el libro en el juicio y para hacerlo necesitaba organizar un especie de juramento en alguna embajada para confirmar legalmente que yo era su autor. En aquel momento decidí no colaborar en ningún proceso judicial, sobre todo porque nunca había tenido entrevista o contacto con Firmenich y no quería usar lo que había aprendido en mi investigación para otro propósito que no fuera un fin académico. Evidentemente, todos los que colaboraron en la investigación lo hicieron al entender que fue para un proyecto de tesis y luego un libro. Además, no tenía mucha confianza en las instancias judiciales argentinas durante aquel período. Por lo general, habían sido muy pasivas durante la guerra sucia y ahora, de la noche a la mañana, parecían descubrir los derechos humanos cuando las peores violaciones y las juntas militares ya habían pasado. Se pusieron en contacto conmigo algunos ex montoneros, especialmente los que habían intentado rebelarse contra la conducción nacional, Miguel Bonasso, por ejemplo, y varios miembros totalmente desconocidos que habían pasado algún tiempo en la cárcel y me escribieron para decir que el libro les había ayudado a entender lo ocurrido en sus vidas. Para mí, esas cartas, escritas por jóvenes que empezaban a valorar su actuación pasada y la experiencia montonera con un espíritu de autocrítica, tenían más valor que cualquier reseña del libro.

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