jueves, 2 de octubre de 2014

Guerra Antisubversiva: La facción FAL

Un trabajo que echa luz sobre las FAL, la "guerrilla invisible"

Una investigación sobre la historia de la organización que hizo el primer operativo de la guerrilla urbana.


Pintada. La "expropiación" de material de una clínica privada, en 1973 - Foto Diario Clarín

Protagonizaron algunos de los hechos más audaces de las décadas del 60 y 70: el robo del arsenal del Instituto Geográfico Militar y el secuestro del cónsul del Paraguay, Waldemar Sánchez. Pero fueron, también, invisibles. Una organización revolucionaria sin palabras, sin texto, sin proclamas. Fueron las Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL) –muchas veces ese “Argentinas” se convierte en “Armadas”– y ahora un libro, La guerrilla invisible , de Ariel Hendler, periodista de Clarín , busca respuestas para una historia que nunca fue del todo develada. “No conté con casi ningún tipo de fuente bibliográfica porque no existía prácticamente nada escrito. La forma de enterarme de los hechos fue a través de las entrevistas a los propios protagonistas, que me fueron derivando unos a otros hasta llegar a más de 50, y chequeando los relatos orales con los diarios de la época y otros documentos. Fue como armar un rompecabezas sin saber qué figura se iba a formar”, dice Hendler.

¿Por qué escribiste “La guerrilla invisible” en un tono que se asemeja a una historia de aventuras? Me interesaba contar historias de vida, transmitir vivencias de mis biografiados en situaciones concretas. Creo que es la mejor vía que tenemos para atrapar una experiencia tan especial, situada en una época tan distinta.

En tu libro decís que las FAL era la organización guerrillera menos conocida. ¿Quiénes eran? Las FAL nacieron a fines de 1969, al unirse unos cinco o seis grupos que venían de la izquierda marxista independiente, o desencantados del Partido Comunista. Fue la primera organización revolucionaria que se dio a conocer públicamente, en marzo de 1970, cuando secuestraron a un cónsul paraguayo para reclamar que la policía reconociera que había detenido a dos de sus militantes. Lo liberaron a los pocos días sin conseguir nada porque el rehén era insignificante, y esa anécdota inspiró la novela El cónsul honorario , de Graham Greene. Pero lo más importante de este caso olvidado es que uno de los dos detenidos, Alejandro Baldú, jamás apareció y es el primer detenido-desaparecido de la lucha armada.

Según contás, antes de eso había una especie de proto-FAL sin nombre, palabra ni texto, tres cuestiones que para las organizaciones y para la época eran fundamentales...

El grupo fundador original, que se había desprendido del MIR Praxis de Silvio Frondizi, se caracterizó por ser una organización secreta que no tenía nombre ni presencia pública. Para darse una idea, en abril de 1962 robaron el armamento del Instituto Geográfico Militar, en lo que fue el primer operativo de guerrilla urbana en la Argentina, y jamás lo publicitaron. Ellos reclutaban a sus aspirantes en forma personal, uno por uno. Pero esa forma de actuar se volvió insostenible hacia 1970, cuando el país entró en el vértigo revolucionario.

Cónsul. Waldemar Sánchez después de su secuestro y liberación - Foto Diario Clarín

¿Qué tomaron de las FAL las otras organizaciones armadas? Veo más diferencias que similitudes. Las FAL jamás consideraron que estuvieran en guerra abierta contra el poder del Estado. Su estrategia siempre fue de acumulación de fuerzas y propaganda armada, con una gran dosificación en el uso de la violencia. Y se diluyeron después de 1973.

En la historia de las FAL hay dos hechos muy violentos, como el asesinato de una chica secuestrada porque su familia no pagó rescate, o la bomba que mató a los policías que intentaban desarmarla… Los dos hechos ocurrieron en la misma época, la primera mitad de 1972, y fueron los únicos de ese tipo. Me interesa destacar que los responsables fueron jóvenes que en realidad no tenían una inclinación natural por la violencia, sino que la vieron como la única forma posible de actuar políticamente frente a la dictadura.

por Nora Viater


Fuente:
Diario Clarín 8/1/2011

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