viernes, 24 de noviembre de 2017

SGM: La red Gehlen (Parte 2)

La Red Gehlen 

(Segunda Parte) 

Está convencido de que estos hombres son oficiales S.S. que se esconden para no ser detenidos por los aliados. Kreidl baja un día a Schliersee para comprar la comida de la semana. En la carretera encuentra un jeep del ejército norteamericano y lo detiene. Intenta explicar, por medio de gestos, al sargento que conduce, que hay S.S. escondidos en un chalet, arriba en la montaña. El sargento lo escucha muy interesado. Sabiendo que los más importantes dignatarios del IIIer Reich se esconden en la región, transmite la información a su comandante de compañía. Cuatro días más tarde, dos soldados norteamericanos, el sargento Kinghofer, que habla alemán, y el cabo Hickson suben al «Pasto de la Miseria». Bastante sorprendidos de ver llegar a los norteamericanos hasta su refugio, los oficiales alemanes aceptan seguirlos. El estado mayor del F.H.O. se reúne en una sala del ayuntamiento de Fischausen, transformada en prisión, con unos cien oficiales a los que los norteamericanos han capturado en la región. Los militares aliados, de hecho, desconfían mucho de las identidades proporcionadas por los prisioneros alemanes. La mayoría de los hombres detenidos llevaban uniformes de simples soldados sin ningún galón. Es el propio caso de Reinhardt Gehlen y sus colaboradores. Pasan varios días antes de que nadie se preocupe de la suerte del jefe del F.H.O. Finalmente, una mañana, Gehlen es interrogado por un capitán del C.I.C. (Cuerpo de Contrainteligencia del Ejército Norteamericano). 
-Soy general y jefe del servicio de información del alto mando del ejército alemán –le declara Gehlen-. Guardo informaciones de la máxima importancia para su comandante en jefe, el general Eisenhower y para el gobierno de los Estados Unidos. ¡Demando que se informe inmediatamente al general Patch de mi arresto!- 
El oficial norteamericano, ofendido por recibir de este modo órdenes de un oficial alemán, responde a Gehlen con una sonrisa burlona: -Era usted general..., lo era. ¡Me parece que ahora ya no manda mucho! ¡En adelante le ruego se abstenga de darme consejos sobre lo que debo hacer!- 
La mediocridad y estupidez de este capitán es interrumpida por un joven sargento, también del C.I.C., Víctor de Guinzbourg, quien está encargado de tomar nota de los interrogatorios. En cuanto Gehlen abandona la habitación, le habla al capitán. 
-Escuche –le dice-, ya he oído hablar de este Gehlen. Creo que es sincero cuando dice que es alguien importante- 
-¡Bien! –le responde el capitán-. ¿Le interesa este tipo? Ocúpese entonces de él y de sus hombres- 
La intervención de Víctor de Guinzbourg es providencial para Gehlen. El joven sargento se entrega a su tarea con mucha eficacia. Guinzbourg no comparte la opinión de su jefe: «El prisionero –escribe- me ha hablado de archivos y de documentos muy importantes que ha podido salvar y que ha escondido en la región. Su rendición puede considerarse esencial para nuestro servicio». 
Unos días más tarde, Gehlen es transferido a la prisión de Augsburgo, centro de reunión de todos los hombres que se considera han jugado un papel más o menos importante en el seno del IIIer Reich. El jefe del F.H.O. se pierde en medio de generales de la Wehrmacht, de los pilotos de la Luftwaffe, de los comandantes S.S. y de los jefes de la Gestapo. Estos hombres sufren largos interrogatorios. Cada declaración debe ser objeto de una verificación minuciosa. Pero Gehlen no intenta disimular en absoluto. El hombre al que los norteamericanos tienen como prisionero parece estar seguro de sí mismo, hasta el borde de la arrogancia. Durante este tiempo, el informe de Guinzbourg es estudiado detenidamente por el jefe del G.2, el servicio de información militar norteamericano del VII ejército. El coronel W. Quinn conoce bien a Gehlen. Allen Dulles, el jefe de la O.S.S. en Berna durante la guerra, le ha hablado a menudo sobre él. Dulles recibía frecuentemente informaciones sobre las actividades del F.H.O. De este modo había oído hablar del fantástico proyecto de Gehlen llamado «Werwolf». Ante el rápido deterioro de la situación en el frente, Gehlen, previendo la invasión de los rusos, había tenido la idea de formar un ejército secreto en el interior de Alemania: ese plan consistía en la creación de una fuerza que ayudaría a la Wehrmacht en la defensa de Alemania, por medio de una guerra de guerrillas contra las tropas rusas. El término «Werwolf» significa «hombre lobo». Ciertamente, Gehlen no es un general cualquiera al que se puede enviar a un campo de reclusión. Es un personaje de primer plano al que hay que reservar un tratamiento especial. 
Poco tiempo después el coronel Quinn tiene ante sus ojos el informe y expediente personal de Gehlen que le ha proporcionado la O.S.S. La breve biografía que recorre le confirma que, efectivamente, este personaje es fuera de lo común. Reinhardt Gehlen nació el 3 de Abril de 1902 en Erfurt, Turingia (entonces enclave prusiano). Fue educado en un ambiente burgués, extremadamente patriota, militarista y respetuoso del orden establecido. Su padre, Benno Gehlen, fue consejero gubernamental del reino prusiano y después, a partir de 1908, director de una editorial en Breslen: las «Ediciones Ferdinand Hirt». Escribió manuales escolares de historia y geografía y las tesis sobre los alemanes (que Hitler va a utilizar después) de «Pueblo sin Espacio» y sobre los pueblos del Este de «Espacio sin Pueblo», presentados ya como un principio histórico y una realidad política. A partir de 1930, la casa «Ferdinand Hirt» edita un gran número de libros pronazis. En 1919 Reinhardt Gehlen termina brillantemente el Abitur (bachillerato). Ingresa en 1920 en la «Reichswerh» (o «Defensa Imperial», que fue la estructura militar alemana desde 1919 hasta 1935, cuando el gobierno de Hitler la rebautiza como Wehrmacht), donde se le destina al VIº Regimiento de Artillería, en la frontera polaca. Sin duda, en esta época, tuvo contactos con los «Freikorps» o «Cuerpos Francos», unidades irregulares de la Reichswehr que hacen incursiones en territorio polaco (Los Freikorps fueron una organización paramilitar de extrema derecha que surgió en Alemania luego de la derrota en la Primera Guerra Mundial. Contaron con el apoyo del Ministro de Defensa alemán Gustav Noske, que los usó para combatir a la Liga Espartaquista durante el sublevamiento de 1919. Los Freikorps se destacaron por la violencia de sus métodos y fueron responsables de los asesinatos de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo). 

Freikorps 
 
 
En Diciembre de 1923 obtiene el grado de teniente. Durante cinco años consagra todo su tiempo a estudiar la historia de Europa Central y a leer numerosas obras sobre la Unión Soviética y sobre la Armada Roja. Consigue así una buena documentación sobre la administración y el funcionamiento del aparato estatal ruso. Comienza a impartir conferencias, donde expone a los oficiales de la Reichswehr, sus puntos de vista políticos encaminados a tomar medidas contra Rusia. En 1925, Gehlen es destinado a la Escuela de Caballería de Hannover, que sirve de camuflaje a un centro de instrucción para los jóvenes oficiales. En 1931 se casa con Charlotte von Seydlitz-Kurzbah, descendiente de la vieja aristocracia prusiana. Nombrado oficial de Estado Mayor en 1933, colabora en la restauración del Reich, en la proclamación de Hitler y en la conferencia de Ginebra. Sale en las primeras promociones de la Escuela de Guerra con el grado de capitán. Este vertiginoso avance no ha podido llevarse a cabo más que con la ayuda eficaz de algunos influyentes miembros del partido nazi. A partir de 1938, en el seno de la oficina de operaciones, participa en la elaboración de todos los planes militares de invasión: el «Plan Blanco» contra Polonia; el «Plan Amarillo» contra Bélgica y Francia; el «Plan María» sobre la invasión de los Balcanes y la «Operación Barbarroja» de ataque e invasión de la U.R.S.S. Gehlen es condecorado con la Cruz de Hierro y nombrado teniente coronel el 1º de Julio de 1941. En Marzo de 1942, Gehlen toma la dirección del F.H.O., uno de los servicios del O.K.W. Desde ese cargo, Gehlen es el promotor del llamado «ejército de liberación ruso». Este ejército, constituido por prisioneros de guerra y obreros deportados, está comandado por generales desertores del Ejército Rojo. Uno de sus mayores éxitos es el reclutamiento del general Vlassov, seguido de la creación de las «Osttruppen» (Tropas del Este). Después de la supresión de la Abwehr en 1944, Gehlen aparece como el mejor especialista militar de información. En cuanto al F.H.O., es considerado como uno de los servicios mejor organizados del IIIer Reich. Sus archivos sobre la Unión Soviética presentan un interés capital. Una potente red de agentes infiltrados en territorio ruso, ha sido organizada por Gehlen, durante los dos últimos años y los enlaces por radio funcionan perfectamente. 
Después de leer la biografía de Gehlen, el coronel Quinn lee la ficha característica preparada por los agentes del O.S.S.: «Bajo, delgado, cara demacrada y pálida. Frente desarrollada, cabellos rubios. Lleva gafas negras con frecuencia. Vegetariano. No bebe jamás alcohol. Gran dominio de sí mismo. Voz fría y pausada. Personalidad, competencia, actividad y celo muy por encima de la media. Excelentes cualidades de decisión, de previsión y de intuición. Ningún vicio conocido. Casado y padre de cuatro hijos. Muy importante: incorruptible. Pero en caso de derrota de la Alemania hitleriana, su anticomunismo puede ser hábilmente utilizado por nuestros servicios». 
Unos días más tarde, el coronel Quinn encuentra en su despacho de Augsburgo a este famoso general Gehlen. Observa con curiosidad al hombre menudo que está sentado frente a él. Está sorprendido por la apariencia anodina del jefe del F.H.O. Pero esta impresión de insignificancia desaparece en cuanto Gehlen comienza a hablar. Este deslumbra al oficial norteamericano por su energía. Con un aplomo notable, hace una exposición precisa y rigurosa de sus actividades bajo el mando de Hitler, de sus proyectos, de sus efectivos dispersos ahora en diversos campos y de sus preciosos archivos escondidos en lugar seguro. El jefe del F.H.O. es puesto, después, en manos de un profesional de la información, de un hombre que habla el mismo lenguaje que él y con el que va a poderse entender. El general mayor Edwin Luther Sibert, jefe del G.2 del XII grupo de ejércitos, salido de West Point, ha sido profesor en la Academia de Guerra norteamericana. Quinn le ha hecho observar que Gehlen estima mucho el título de general que Hitler le ha concedido en Febrero de 1945. Los dos hombres se reúnen a menudo. Ante el general Sibert, Gehlen se encuentra a gusto. A lo largo de estas entrevistas el general alemán va a exponer con detalle el gran proyecto que le apasiona: crear un servicio de informaciones cuyo objetivo esencial sea el espionaje antisoviético. Un servicio que trabajará tanto para Alemania nueva como para los Estados Unidos. Sin descanso, Gehlen vuelve sobre el mismo punto. 
-Estoy persuadido de que el enfrentamiento entre Este y Oeste no es más que una cuestión de tiempo. Debe estallar indefectiblemente un conflicto de intereses entre los dos campos. De esto se desprenderán las más graves consecuencias para Europa y los Estados Unidos. En estas condiciones, ¿por qué no buscar un entendimiento con mis hombres y conmigo para sentar las bases de una colaboración eficaz?- 
Gehlen, sin embargo, se niega a comunicar a Sibert el lugar en que están depositados los archivos del F.H.O. Para hacerse una idea del valor de las informaciones retenidas por su prisionero, Sibert le pide que redacte un informe sobre la artillería rusa. Gehlen aprovecha la ocasión para añadir una exposición detallada sobre la actividad de los agentes rusos que han franqueado las líneas aliadas al final de la guerra. Esta infiltración ha tomado tales proporciones, que Gehlen está persuadido de que los aliados occidentales tendrán serias dificultades en un próximo futuro. Sibert está conmovido por el rigor y la seriedad del estudio presentado por Gehlen. La experiencia de este general alemán de inteligencia, decididamente puede rendir grandes servicios a los occidentales. Dos acontecimientos van a precipitar el arreglo del caso Gehlen. Primero, en ese mismo momento los norteamericanos inician negociaciones con el jefe del servicio Walli, el coronel Baun. Este último ha entregado ya una parte de los expedientes secretos de su servicio, proporcionando informaciones muy precisas sobre el funcionamiento de sus grupos y de las emisoras establecidas en la zona soviética de Alemania, en Polonia y en la U.R.S.S. Hace, igualmente, una oferta de colaboración con los norteamericanos. Forzado a descubrir sus cartas, Gehlen revela el secreto del «Pasto de la Miseria». Tres días más tarde los expedientes confidenciales del F.H.O. están en el despacho de Sibert. El segundo acontecimiento es la intervención de los rusos. En el mes de Agosto de 1945, las zonas de ocupación están definitivamente delimitadas entre los aliados. Sin embargo, van a surgir numerosos conflictos a propósito de la administración de estas zonas y de la persecución de los criminales nazis. En Flensburgo estallan discusiones tumultuosas en la sede de la comisión interaliada para la información. Primera exigencia de los rusos: ¡que les entreguen a los jefes del F.H.O.! El general Sibert, temiendo perder a un elemento tan importante, decide inmediatamente alejar a su prisionero. Le advierte de la inminencia de su salida hacia Estados Unidos, ofreciéndole la posibilidad de llevar con él a tres de sus colaboradores. Gehlen escoge al coronel Herre, ex oficial de enlace en el ejército Vlassov; al comandante Schoeller y al comandante Hans Norst von Hiemenz, especialista en asuntos industriales soviéticos. Para que el transporte se efectúe de un modo discreto, Sibert pide a los cuatro oficiales que se vistan con uniformes del ejército norteamericano. Gehlen acepta con una condición: ¡llevar el uniforme correspondiente a su grado! El 22 de Agosto de 1945, Gehlen y sus tres adjuntos abandonan Alemania, en secreto, a bordo de un avión militar. Su «exilio» va a durar un año. 
Desde su llegada al territorio de los Estados Unidos, los oficiales del F.H.O. son conducidos a Fort Hunt, cerca de Washington, en un campo donde son interrogados prisioneros de guerra alemanes, italianos y japoneses. Fort Hunt es un espantoso edificio gris, frío y triste, en medio de un terreno rodeado de alambradas, con miradores en las cuatro esquinas. 

Fort Hunt 
 
 


Cada hombre está encerrado en una habitación confortable, ¡pero cuyo picaporte interior ha sido suprimido! Para los cuatro hombres esto supone un nuevo encarcelamiento. A principios del mes de Septiembre, Gehlen y sus hombres son reunidos en el Pentágono. Los oficiales superiores de la Defensa van a hacer pasar, al general de Hitler, el examen más duro, sin duda, de su carrera. Al cabo de tres horas de interrogatorios desaparecen todas las reticencias. Gehlen ha deslumbrado a los expertos norteamericanos por sus conocimientos sobre la U.R.S.S. Los hombres del Pentágono han comprendido el interés capital que este hombre representa para la seguridad de los Estados Unidos. Algunos oficiales superiores le creen cuando afirma no haber sido jamás nazi. Además, en esta época, marcada por los comienzos de la «guerra fría», el anticomunismo virulento de Gehlen constituye su mejor baza y una razón suficientemente amplia para su absolución. En estos momentos críticos en que la Unión Soviética lanza sus tentáculos sobre toda Europa, nadie en el Pentágono tiene el menor deseo de profundizar en el pasado nazi del prisionero. Ya no es el momento para una moral inflexible, sino para la eficacia. Los tratos entre Gehlen y los norteamericanos pueden empezar. Van a durar prácticamente un año. Un año de discusiones, de negociaciones, de concesiones, de compromisos. 

(continúa)

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