jueves, 30 de agosto de 2018

PGM: La Campaña en el África Oriental (Parte 3)

La Campaña en el África Oriental





Parte 1 | Parte 2 | Parte 3 | Parte 4 | Parte 5 | Parte 6





La bandera del gobernador del Africa Oriental Alemana



Tanga: II Parte 
Gracias a periódicos y correspondencia inglesa capturados Von Lettow supo que una fuerza expedicionaria de 10.000 hombres estaba siendo alistada para un ataque en gran escala en las proximidades a Tanga. Von Lettow observa en sus memorias: 


"Me dirigí al puerto a fines de Octubre, y fuimos por todas parte en un automóvil que traje. Discutí el tema, allí, en la campaña con el Capitán Adler, comandante de la 17a. Compañía de Askaris y con el Comisionado del Districto Auracher. Me agrado que este último opinaba que si Tanga estaba realmente amenazada, la necesidad primordial sería la unidad de acción Le asegure que, por supuesto me haría responsable de cualquier consecuencia que pudiera ocurrir. Esto era de suma importancia, en especial porque según las ordenes del gobernador, debería evitarse que Tanga fuese bombardeada bajo cualquier circunstancia."

Poco después que el convoy inglés había zarpado hacia Tanga, dos de los buques de guerra sufrieron serios desperfectos, dejando sólo como escolta al crucero H.M.S. Fox. Aún si los cañones del viejo buque y las fuerzas disponibles eran consideradas adecuadas, la marcha era lenta y penosa del convoy a través de las olas del mar en dirección Sud. A la distancia se apreciaban columnas de humo elevándose sobre la costa; quizás éstas fueran señales de las tribus nativas que observaban el progreso del convoy.



Una postal alemana de Tanga

Von Lettow-Vorbeck y Schnee


A unas 15 millas al Este de Tanga, el convoy hizo ensamble con cuatro remolcadores que arrastraban barcazas que traían abordo 2.000 portadores de Zanzíbar. Ningún ejército podría avanzar en el Africa sin una fuerza de portadores nativos de al menos un cuarto el total de sus efectivos, ya que los caminos eran prácticamente inexistentes. Poco después el convoy se detuvo y el H.M.S. Fox procedió por si solo hacia el canal fuera del puerto de Tanga, bajo una bandera blanca de parlamento. La madrugada brumosa prometía un día realmente caluroso.

El Fox atracó en el puerto con su dotación lista para abrir fuego. Su capitán, F.W. Caulfield envió un mensaje al Comisionado Alemán del Distrito a subir a bordo. Todas las piezas de artillería del crucero apuntaban a la villa. El Comisionado subió abordo inmediatamente. Este funcionario intenso y patriótico era uno de los pocos alemanes en el Africa Oriental que desde el principio admiraban a von Lettow. Cauldfield le pidió que rindiera la ciudad, advirtiéndole que en caso que su respuesta fuera negativa Tanga sería bombardeada, al mismo tiempo preguntó si las cercanías del puerto habían sido minadas

Esta posibilidad preocupaba a Caulfield de sobremanera, y esta preocupación se convirtió en obsesión para el el capitán R. Meinertzhagen, Jefe del Servicio de Inteligencia británico en el África Oriental, anotó en su diario:


"(Caulfield) parecía estar nervioso aunque pomposo, de ojos traicioneros y nada dispuesto a ayudar. Me dio la impresión que definitivamente tenía miedo, y hacia continuas referencias a la seguridad de su maldito buque, ignorando el simple hecho de que era su deber protegernos, aun si llegase a perder su buque"

La voz de Caulfield denotaba tensión al mencionar las minas. El Comisionado se sobresaltó, debido a un error de traducción, que le hizo creer que sería fusilado si no revelaba esa información. Esta es, de todas maneras la versión oficial de esta entrevista. A pesar de todo, el Comisionado no reveló información alguna y le hizo saber al susceptible oficial naval que Tanga era una villa abierta, sin defensas y por lo tanto no podía ser bombardeada. En cuanto a la demanda de rendición, hizo saber a Caulfield que debería consultar con autoridades superiores. Se le concedió un plazo de una hora.


La amenaza sobre Tanga
El Comisionado fue llevado en bote a la costa,. Al tocar tierra corrió hacia su oficina, de donde telegrafió a von Lettow, quien se hallaba en Moshi y precavió a la gente del pueblo que un cañoneo era inminente.

Una vez cumplido su deber civil, vistió el uniforme de teniente de reserva y procedió a reunir a todos los policías disponibles, y los formó con la tropa. La población civil evacuó el pueblo y la compañía de infantería, reforzada por la policía tomó posiciones defensivas en las afueras del pueblo. Todo este proceso tomó menos de media hora.

Mientras tanto, el Fox, con el agua verde obscura lamiéndole y meciendo la obra muerta color gris de la nave. El Sol ardiente comenzaba a surgir en esa mañana azul y diáfana. Las banderas alemanas sobre los techos de los edificios gubernamentales ondeaban lentamente con la brisa. El pueblo parecía haber sido abandonado, los únicos sonidos que se percibían eran el batir de las olas y cantos de pájaros.

Caulfied contactó al General Aitken por radio, detallando la situación y pidiendo naves rastreadoras de minas. Luego de aguardar una hora y diez minutos envió un nuevo mensaje: "¡No se rinden! ¡Regreso al convoy!"

Hacia eso del mediodía, el crucero Fox se había reintegrado al convoy. De esta forma los alemanes habían sido informados del ataque pendiente con medio día de anticipación. Las operaciones de rastreo comenzaron de inmediato, y el Capitán Caulfield se transfirió a uno de los rastreadores, haciéndose cargo personalmente de la operación. Aitken y Caulfield se devanaban los sesos tratando de determinar donde podría efectuarse el desembarco. El puerto parecía irradiar peligro. Varios puntos fueron considerados. A la larga, una playa en un promontorio, a 1,6 km del puerto fue seleccionado. El General Aitken dio órdenes de ocupar a Tanga por la noche, mientras que los transportes se aproximaban a la playa.

Mientras tanto, a muchos kilómetros de distancia, el Coronel von Lettow-Vorbeck, con 1.000 de sus mejores tropas procedía hacia Tanga a bordo de un tren del FFCC de Usambara, a toda velocidad. Los vagones del tren estaban repletos de Askaris. Las bayonetas y los rifles destellaban bajo el sol, mientras que el pito pululante de la locomotora resonaba en cada curva del trayecto.



Caulfield regresó al Fox alrededor de las 15.00 hrs y procedió a reorganizar el convoy mas a su manera, esto a su vez resultó en nuevas demoras, ya que los capitanes de los transportes y buques mercantes tenían poca experiencia en estas tareas y causaron un mar de dificultades. Mientras tanto, los rastreadores proseguían su tarea. Más de dos horas habían transcurrido y el desembarco aun no había comenzado.
 

Askari del Africa Oriental Alemana 

 

A bordo del Fox, Caulfield creó divisar tropas alemanas cerca de la costa y una granada de 152 mm fue disparada contra el monte, que luego se supo, estaba desierto. El sol se puso, y al anochecer las tropas procedieron de los transportes hasta las barcazas. Los remolcadores arrastraron a las barcazas recibieron una larga serie de órdenes contradictorias y los primeros contingentes de tropas con ametralladoras emplazadas en la proa de las barcazas enfilaron hacia la costa a las 22.00 hrs. A unos 300 metros de la costa, las barcazas encallaron en aguas poco profundas. Allí quedaron, incapaces de moverse en dirección alguna, y claramente visibles en una moche de luna.

Si bien las aguas eran poco profundas para las barcazas, eran demasiado altas para la tropa, que sobrecargada con sus equipos marchaba con el agua a la cintura. Las tropas indias debieron aguardar hasta que un oficial logro vadear hasta la costa y regresara para poder intentarlo. Las tropas que vadearon a tierra a través de la noche, eran presas del terror según un observador. Lámparas de señales centellaban mensajes de un buque al otro y con las tropas en tierra. El Brigadier General Tighe y su estado mayor desembarcaron. Abordo de la nave donde había instalado su cuartel general, Aitken aguardaba la captura de Tanga con impaciencia, dando su opinión de vez en cuando, y expresando, según uno de sus oficiales su "supremo desprecio" por las tropas nativas empleadas por los alemanes. Al rayar el alba, el grueso de las tropas de Tighe estaban en las orillas del mar, aunque totalmente exhaustas, ya que habían dormido mal o poco, además de haber sufrido mareos por un mes entero y faltos de ejercicio. Una patrulla que fue enviada a reconocer al bosque y logró alcanzar el perímetro de la villa, desde la que fueron recibidos por el fuego de dos ametralladoras. La patrulla regresó rápidamente, aunque sus informes fueron recibidos con escepticismo.



Todos quedaron sorprendidos por lo espeso que era el bosque, que en partes consistía de palmeras, zarzas y pastizales que a veces solían medir casi dos metros de altura. Los ingleses no volvieron a enviar patrullas, ya que la tropa estaba algo nerviosa, imaginando ver, detrás de cada mata al enemigo.

El Teniente Coronel de uno de los tres batallones de Tighe, ya que no tenía el mas mínimo conocimiento del terreno, donde se hallaba (¿si se hallaba?) el enemigo fue con su ayudante y otro oficial hasta un montículo para poder poder observar el terreno desde un punto ventajoso. El enemigo abrió fuego y dos de estos oficiales cayeron muertos, el tercero fue herido. La brigada de Tighe, compuesta por aprensivas tropas indias comenzó a desplazarse lentamente a través de la maleza. En ese preciso momento, puesto que habían sido advertidos con 24 horas de anticipación del ataque, el primer tren alemán desde Moshi llegó y se detuvo en las afueras de Tanga, donde los Askaris desembarcaron de los vagones playos y corrieron a tomar posiciones, e inmediatamente lanzaron un contra-ataque.

Estupefactos, los portadores de Zanzibar, que llevaban las ametralladoras del 13o. Batallón de Rajputs, abandonaron los bultos apresuradamente, y se echaron a correr hacia la playa. El 13o. Batallón de Rajputs hizo otro tanto, y luego la brigada entera se dispersó presa del pánico, sólo para ser fusilados y ametrallados. Los alemanes, bien versados en esta clase de entreveros habían situado francotiradores y ametralladoras en las copas de los arboles. Debido a la falta absoluta de apoyo de aquellos grupos aislados que trataron de resistir, como el que estaba al mando del Capitán B.E.A. Manson, bravo oficial del 61o. de Ingenieros, fueron aniquilados. Afortunadamente para los ingleses, los alemanes no persiguieron a los derrotados, y el fuego fue amainando, con la excepción de la ocasional granada disparada por el H.M.S. Fox. A eso de las 10.00 hrs de la mañana, la brigada se había reconcentrado cerca de la playa, luego de haber perdido un alto porcentaje de los oficiales británicos. En un batallón, cinco de los 12 oficiales murieron, mientras que otro batalló perdió 25% de sus tropas. Los sobrevivientes quedaron sorprendidos al ver que llegaban dos compañías, las últimas tropas de la brigada. Estas eran las tropas que habían quedado abandonadas a su suerte cuando la barcaza que los transportaba encalló entre los muertos, se hallaba un oficial de inteligencia, el único hombre en la expedición que tenía ciertos conocimientos sobre Tanga y la disposición de la villa.

Transporte de ametralladoras a lomo por los cerros del Africa Oriental Alemán 

 

¿Qué le había pasado a ese "pasito fácil" hacia Tanga? Algo sacudido por lo sucedido, Tighe se reportó a Aitken. Se decidió desembarcar la brigada de Wapshare, y de esta forma con dos brigadas, que incluían un batallón totalmente británico, la extraordinaria resistencia alemana sería desbordada por el pánico.


La brigada de Bangalore, al mando de del Major General R. Wapshare desembarcó por la tarde, bajo un torrencial aguacero. Las tropas y materiales comenzaron a llegar a la playa y en la costa. Algo después, esa tarde desembarcó el General Aitken, quien no estaba de buen talante, por cierto. Aitken y su estado mayor trataron infructuosamente de resolver los problemas que afectaban el desembarco, problemas causaban demoras. Tan ocupado estaba el estado mayor con estos problemas que a nadie se le ocurrió despachar patrullas para reconocer el terreno, durante esa confusa tarde o durante la noche.

Esto probó ser un error colosal, pues si se lo hubiesen propuesto, los ingleses podrían haber caminado hasta Tanga en esos momentos sin oposición alguna, ya que los alemanes, por temor a la artillería del crucero H.M.S. Fox, y el tamaño de la fuerza invasora habían abandonado sus posiciones y se habían replegado tras de las vías del tren. Von Lettow aun no había llegado

La confusión en la playa fue agravada por una muchedumbre de portadores indisciplinados. Poco a poco, las tropas improvisaron un campamento, utilizando cajones y bultos para dormir. Un cipayo disparó su fusil por error y los demás hindúes de la brigada de Tighe corrieron muy de prisa hasta la playa. Solo con gran dificultad lograron los oficiales y jefes que la tropa regresara al campamento

"¡Fantásticos tipos para ir a guerrear con los alemanes!" anotó sarcásticamente Meinertzhagen en su diario. El desembarco de las tropas indias finalizó a la puesta del sol. Uno de los batallones recibió órdenes de regresar a los transportes, sólo para ser enviado otra vez a la playa en la madrugada. Poco durmieron estas tropas ese dia...

Aitken se hizo cargo personalmente de las preparaciones para un ataque. Su plan consistía de tácticas convencionales, sin tomar para nada en cuenta las condiciones excepcionales y el terreno donde este ataque tomaría lugar. La fuerza expedicionaria avanzaría, en un flaco frente a la playa. De esta manera esperaba desbordar a los defensores alemanes, que Aitken presumía estaban alineados en las afueras del pueblo. Las unidades que se habían desbandado el día anterior prestarían apoyo.



Fin de Parte 3

martes, 28 de agosto de 2018

Arma de fuego: Cómo se cargaba y disparaba los arcabuces españoles

Así se disparaba un arcabuz de los Tercios españoles

El proceso de recarga solía durar de 3 a 5 minutos y podía verse afectado por la climatología

Manuel P. Villatoro | ABC




En plena era moderna estamos acostumbrados a ver (en la gran pantalla, eso sí) como un militar no tarda ni 10 segundos en cambiar el cargador de su fusil de asalto y continuar arrojando plomo al enemigo. Y es que, tras siglos de evolución, esta es una de las principales ventajas de las armas de nuestra época: su capacidad de disparar cientos de balas sin más dificultad que la de apretar el gatillo (o «cola del disparador», que dicen los expertos) con el dedo índice. Sin embargo, no sucedía lo mismo en los siglos XVI y XVII, donde los soldados de los Tercios españoles debían recargar sus arcabuces en un proceso que duraba de tres a cinco minutos y que podía verse entorpecido por la climatología adversa de la región en la que estuviesen batallando. Todo ello, para disparar un único proyectil.

Tampoco ayudaba al arcabucero la escasa precisión que tenía su arma, la cual –según decía el Duque de Alba- había que disparar cuando el enemigo se hallaba a poco más del doble de la distancia de una pica (unos 15 - 20 metros) para que fuese efectiva y aumentasen las posibilidades de hacer blanco. Finalmente, estos soldados debían costearse la pólvora y las balas que arrojaría al contrario, las cuales no les sufragaba la Corona. Demasiadas penurias para unos hombres que, atendiendo a su buen o mal hacer, podían provocar que sus compañeros aplastasen al enemigo en grandes y gloriosas contiendas como la de Pavía, o que fuesen derrotados en estrepitosas luchas como la de Cerisoles. Sea como fuere lo cierto es que estos hombres y su rapidez a la hora de recargar y disparar era clave a la hora de determinar el resultado de una batalla.

Los primos lejanos del arcabuz


Aunque el término arcabucero nos transporta irremediablemente a la época en la que los Tercios trataban de dominar Europa a base de pica, rodela y armas de fuego, lo cierto es que una versión primigenia suya comenzó a utilizare ya en el siglo XIV en tierras españolas. «La primera vez que aparece documentado el uso de armas de fuego en España es en el sitio de Algeciras por Alfonso XI de Castilla. En esa ocasión, abril de 1343, los sitiadores recibieron bolas de hierro y proyectiles ardientes disparados desde piezas de artillería a las que denominaron truenos. Pronto utilizaron también los cristianos la pólvora, dando lugar a distintas piezas artilleras, como las bombardas», explica José Javier Labarga Álava (autor de varios escritos relacionados con los Tercios) en su obra: «La arcabucería en España de 1500 a 1870. Origen y evolución de la técnica y el arte de la fabricación de armas de fugo en España».


Un arcabucero de «Imperial Service» limpia su arma

A pesar de que aquellas armas no eran más que unos tubos en los que se introducía pólvora y una bola metálica, lo cierto es que su gran utilidad -tanto a nivel letal, como a nivel psicológico- no tardó en quedar patente. Por entonces sus principales desventajas eran la puntería (no era sencillo pegar un buen zambombazo al enemigo con ellos) y su considerable tamaño, que en una gran mayoría de los casos, provocaba que fueran disparados desde los muros de las fortalezas. Sin embargo, ya se destacaban por aquella época algunos que podían ser transportados por un infante de forma mucho más cómoda. Aquellos eran, en definitiva, los precursores de los arcabuces que portarían, solo dos siglos más tarde, los soldados de los Tercios españoles

«Es seguro que entre ellas ya se encontraban algunas portátiles como los cañones de mano o los hachabuses. Los hachabuses tenían cañones de azófar o de bronce de unos cinco o seis palmos de largo y disparaban pelotas de plomo de dos hasta cinco onzas», explica el experto. Con todo, todavía era necesario apoyarse en una superficie consistente para poder disparar sobre el contrario de una forma más segura y lograr una mayor puntería, lo que aún hacía que su carácter portátil no fuese total.

Nace el arcabuz


Por entonces su funcionamiento era sumamente sencillo. Aquel que quisiera disparar debía poner el tubo en posición vertical e introducir en él pólvora y una bola metálica. Una vez preparado, solo había que apuntar hacia el objetivo y acercar una mecha (cuerda) encendida hasta el denominado «oído» del arma (un agujero que taladraba el metal). Cuando la llama entraba en contacto con el contenido interior, este estallaba liberando el proyectil. Simple, pero efectivo. Su utilidad y su capacidad de persuasión fueron tan claras que el arma se fue perfeccionando con el paso de los años. Sin embargo, hubo que esperar hasta mediados del siglo XV hasta que se produjo el gran avance que provocó el nacimiento del arcabuz como tal.

Este se produjo con la llegada de la denominada «llave de mecha». «Era un mecanismo para sujetar la mecha encendida […]. Estaba situado en el costado derecho del arma, llevaba una pieza en forma de “S”, el serpentín, que sujetaba la mecha encendida lejos del fogón y permitía disponer el arma dispuesta para disparar en el momento oportuno. Oprimiendo con la mano derecha una palanca situada debajo, el serpentín acercaba la mecha a la cazoleta destapada previamente y el arcabuz se disparaba», explica Álava en su dossier. A pesar de lo sencillo que podía parecer, lo cierto es que fue toda una revolución, pues permitía a aquellos armados con un arcabuz tenerlo dispuesto en cualquier momento para arrojar plomo sobre el enemigo con un solo «click».


Los recreadores históricos, listos para combatir

El siguiente salto cualitativo se vivió en la Conquista de América  por parte de los españoles, Y es que, los 13 arcabuces que llevó Hernán Cortés a Cuba en 1519 eran considerablemente avanzados. Así lo afirman Juan Sánchez Galera y José María Sánchez Galera en su obra «Vamos a contar mentiras», donde señalan que el arma consistía simplemente en un tubo de acero apoyado sobre un tablón.

«Dicho tubo se encontraba cerrado en el extremo que daba a la parte de […] la culata, y, casi al final del tubo, por el lado en el que estaba cerrado, se hallaba un pequeño agujero que atravesaba la pared del tubo (oído) y sobre el cual coincidía el final del recorrido de una palanca que en su extremos sostenía una mecha de algodón. Por simple que parezca la descripción del arma, contiene todo lo que se puede decir de un arcabuz», explican. De ahí, hasta los Tercios españoles con el consiguiente salto temporal.

Su importancia en los Tercios


A pesar de toda la evolución anterior, la época en la que se dio a conocer realmente nuestro protagonista fue durante los siglos XVI y XVII, momento en que este arma fue utilizada en masa por los Tercios españoles. Estas unidades habían sido creadas entre los años 1534 y 1537 por Carlos I (V de Alemania) para proteger varios territorios clave de su Imperio (Milán, Nápoles y Sicilia, concretamente). Su principal característica es que eran unidades permanentes. Es decir, que tenían una organización militar concreta y no se disolvían después de cada contienda.

«Tras establecerse, el ejército estable comenzó a desdoblarse en un mayor número de unidades para poder atender los diferentes terrenos con los que contaba el Imperio español. Estos iban –entre otros- desde la Península, hasta Italia», explica, en declaraciones a ABC, José Miguel Alberte, presidente de la Asociación Española de Recreación Histórica «Imperial Service» (la cual ha colaborado en la exposición itinerante del Ejército de Tierra «El Camino Español. Una cremallera en la piel de Europa»).

Un arcabucero de «Imperial Service» (totalmente equipado) revisa que todo está listo para hacer fuego

En los Tercios el arcabuz tenía una importancia vital, pues un tercio de los soldados que lo formaban debían ir armados con él o con mosquetes (un arma similar que contaba con un calibre mayor y necesitaba de una horquilla para dispararse). A su vez, una segunda parte debían portar picas y una tercera, rodelas (escudos) y espadas cortas. «No está claro de dónde viene la denominación tercio porque no se explica de forma clara. Algunos afirman que había tres unidades, otros que estaban por tres mil hombres y, finalmente, la última dice que se denominaban de esta forma porque estaban formadas por un tercio de rodeleros, otro de piqueros y otro de arcabuceros», completa Alberte en declaraciones a este diario.

El sistema de combate de estas unidades era sumamente sencillo. En primer lugar, los mosqueteros (cuyo mosquete disparaba a una distancia mayor) lanzaban una lluvia de proyectiles sobre el enemigo. Posteriormente, y según se acercaba los contrarios, los arcabuceros se adelantaban y les rociaban a una distancia que solía oscilar los 15 y 20 metros. Finalmente, cuando el aliento de los enemigos de España podía sentirse en el aire, toda tropa preparada para atacar a distancia se introducía en el cuadro de picas. Era entonces cuando los piqueros comenzaban a hacer bailar los aceros contra el enemigo. Finalmente, los arcabuceros se unían en pequeños grupos llamados «mangas», que se dedicaban a proteger los flancos de la unidad (la parte más débil de la misma).

Así se recargaba un arcabuz


Cuando el arcabucero se preparaba para disparar contra el enemigo, necesitaba tener encima varios utensilios. Entre ellos destacaba la mecha (una cuerda con la que se prendía fuego y se iniciaba la ignición); dos polvoreras; el morral (un bolsillo en el que portaba los proyectiles, que consistían en pequeñas bolas metálicas) y los denominados «12 Apóstoles». «Los “apóstoles” eran pequeños frasquitos que llevaba colgados de su torso y que contenían la cantidad precisa de pólvora que se debía incluir en cada disparo. De esta forma, el soldado se ahorraba mucho tiempo a la hora de cargar», completa Alberte. Si llevaba aquella ingente cantidad de trastos encima podía proceder a la recarga, la cual constaba de varios pasos.

1-En primer lugar, el arcabucero debía poner su arma en posición vertical, pues era imposible cargar el arcabuz mientras se apuntaba al enemigo.

2-Acto seguido, abría uno de los «12 apóstoles» que portaba y vaciaba la pólvora que éste incluía en el interior del cañón o tubo. Esta sustancia era la que, posteriormente, entraba en contacto con el fuego y explotaba.

3-A continuación, el arcabucero buscaba un proyectil. «Lo cogía de su bolsillo lateral. Normalmente ya lo tenía preparado e incluía un trozo de estopa o de tela, el cual permitía que los gases no se escapasen hacia delante durante la ignición y el disparo fallase», determina el recreador histórico.


Un miembro de «Imperial Service» sopla la mecha de su arcabuz antes de disparar

4-El siguiente paso era extraer la baqueta (una extensa vara que iba enganchada a la parte inferior del arcabuz) y «atacar» con ella el arma. De esta forma, el arcabucero apretaba con fuerza el proyectil, la tela y la pólvora contra la parte inferior del cañón. «Baquetear era muy importante para conseguir que la bala y la estopa llegaran a la recámara, donde se iba a producir la explosión,. Pero también servía para darle presión al contenido del cañón. Así pues, a mayor presión, más longitud de disparo tendría el arma», completa Alberte.

5-Una vez estaba la carga preparada, el arcabucero debía poner su arma en ristre y apuntar con ella al enemigo. «A continuación, con la polvorera lateral se vertía una cantidad de pólvora de mejor calidad en la cazoleta [una pieza que se ubicaba cerca del oído del cañón y servía para acumular la pólvora que conectaría después con el interior del tubo] y se cerraba para evitar un disparo accidental», destaca el experto.

6-Con el arcabuz listo para ser disparado, entraba en acción la mecha, previamente encendida. «Las mechas eran trozos de maroma impregnados en salitre, sustancia que hacía que se consumiera de la forma más lenta posible. La mecha debía estar siempre encendida, un trabajo muy arduo y muy difícil de llevar a cabo en los países del norte de Europa, donde se humedecía y se podía apagar debido a la climatología. Las mechas se mantenían encendidas por los dos extremos para, así, poder seguir disparando si uno se apagaba», confirma Alberte.

7-Era entonces cuando el arcabucero soplaba la mecha para avivar el fuego que había en su extremo. Posteriormente, se dirigía hasta la primera línea del frente, apuntaba al enemigo, abría la cazoleta y apretaba el gatillo. En ese momento se liberaba el serpentín del arma, que lanzaba la mecha encendida hasta la cazoleta y hacía que chocase contra la pólvora. En ese momento se generaba una explosión que hacía que el proyectil saliese disparado hacia el exterior.

8-Tras haber hecho fuego, el arcabucero no se detenía para saber si había causado baja, sino que se retrasaba hasta una segunda línea e iniciaba de nuevo el proceso de carga.
Lento y problemático

A pesar de que fue utilizado durante casi tres siglos por los Tercios españoles, el arcabuz contaba con varios problemas que, seguramente, provocaron más de una palabra malsonante entre los soldados que lo portaban. Para empezar, acertar con uno de ellos al contrario era sumamente complicado.

«Tenía una precsión terriblemente limitada. Por ello, con el paso de los años se le fueron añadiendo diferentes elementos ergonómicos que permitieron al tirador disparar con una mayor confortabilidad y una mayor puntería. Por ejemplo, se alargaron los cañones con el objetivo de dar más estabilidad a la bala. Sin embargo, como los tubos eran artesanales, eran de ánima lisa y tenían muchas imperfecciones, el proyectil no salía de forma limpia, lo que reducía la precisión», destaca Alberte.

Por otro lado, era necesario dedicar mucho tiempo (entre 3 y 5 minutos) para recargar el arcabuz, lo que reducía la cadencia de fuego. «Para solucionar este problema, así como el de la precisión, a mediados del siglo XVI y XVII los arcabuceros luchaban en grandes líneas con el objetivo de hacer el mayor número de disparos sobre el enemigo y causar más bajas», destaca el experto.

lunes, 27 de agosto de 2018

Recontraespionaje: Cuando la CIA usó putas y drogas como armas

La operación de la CIA 'Climax de Medianoche' fue exactamente como sonaba

Agentes atrajeron clientes a burdeles para encuentros con drogas



'Au Salon de la rue des Moulins' de Henri de Toulouse-Lautrec. Ilustración a través del Proyecto Yorck Arriba - 

Darien Cavanaugh | War is Boring


Esta historia apareció originalmente el 17 de septiembre de 2016.

El 13 de abril de 1953, el director de la CIA Allen Dulles autorizó el Proyecto MKULTRA, la controvertida serie de experimentos destinados a desarrollar técnicas de control mental y descubrir una "droga de verdad".

Los agentes dosificaron a los sujetos con LSD y otros narcóticos psicotrópicos, los hipnotizaron y los expusieron a la terapia de radiación y electroshock. Algunos de los participantes se ofrecieron como voluntarios, pero otros lo hicieron de manera involuntaria e involuntaria.

La CIA intentó destruir todos los registros del programa, dejando atrás solo siete cajas de archivos oficiales que se pasaron por alto durante la purga del documento. Pero algunas historias sobrevivieron. Uno de los más extraños gira en torno a una serie de experimentos descontrolados llamada Operation Midnight Climax.

Agentes de la CIA involucrados con Midnight Climax contrataron prostitutas en San Francisco para atraer clientes a burdeles. Una vez allí, los agentes drogaron secretamente a sus objetivos y los vieron participar en actividades sexuales desde detrás de un espejo bidireccional.

Los espías de Estados Unidos comenzaron a buscar sustancias para controlar la mente durante la Segunda Guerra Mundial. A medida que el conflicto arreciaba, la Oficina de Servicios Estratégicos, precursora de la CIA, implementó un programa de drogas con la verdad con la esperanza de descubrir un medio para obligar a los prisioneros de guerra a revelar sus secretos durante los interrogatorios.

El OSS jugó inicialmente con una forma concentrada de marihuana líquida en lugar del recién descubierto LSD, según el periodista Gary Kamiya, quien escribió en el San Francisco Chronicle. George White, un capitán del OSS y ex agente federal de narcóticos, dio la primera dosis a un mafioso de Nueva York en 1943.

"Cada (sujeto) excepto uno, y él no fumaba, nos dio más información de la que teníamos antes", recordó uno de los colegas de White. Sin embargo, los resultados finalmente se consideraron "inconclusos", escribió Kamiya.

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial y se intensificó la Guerra de Corea, la CIA y el Pentágono comenzaron a preocuparse por los informes de que las agencias de inteligencia extranjeras habían desarrollado sus propios métodos de lavado de cerebro. Estos rumores inspiraron la película clásica The Manchurian Candidate de la Guerra Fría.

MKULTRA fue, al menos en parte, una respuesta a esta amenaza percibida.


Director de la CIA Allen Dulles. Foto del gobierno de los EE. UU.

Sidney Gottlieb, el jefe de la División Química de la División de Servicios Técnicos de la CIA, instó a Dulles a aprobar la prueba del LSD como posible sustancia de control mental o lavado de cerebro.

Dulles estuvo de acuerdo.

Según una cuenta, Gottlieb trajo a White, un "policía de rock and em, que no se deja llevar por el espectro del juego" en el programa como "asesor".

White comenzó en Greenwich Village, donde administró "LSD, gotas nocivas y marihuana a sus 'invitados' involuntarios usando comida, bebidas y cigarrillos, y luego trató de que hablaran", escribió Kamiya.

A White no le costó mucho tiempo desviar los experimentos hacia el sexo ilícito. Se trasladó a San Francisco en 1955 y estableció un burdel en el barrio de Telegraph Hill de la ciudad. Quería que el lugar tuviera "una apariencia de prostituta francesa", agregó Kamiya.

El operativo decoró las paredes con grabados de Toulouse-Lautrec, fotos de bailarines de cancán e imágenes de mujeres en situaciones de esclavitud y S & M. Para completar la configuración, instaló espejos de dos vías para que los agentes se sienten detrás y observen.

"Se suponía que debía verse rico, pero estaba como una porquería", dijo un agente de narcóticos que frecuentaba el lugar a John Marks, autor de La búsqueda del "candidato manchuriano": "La CIA y el control mental".

Las prostitutas recogieron a los clientes en los bares locales y los trajeron de vuelta al burdel improvisado. White, sus compañeros agentes preferían a los hombres de la clase trabajadora o de entornos financieramente desfavorecidos. La idea era que los sujetos con un estatus social limitado atraerían la menor atención, y serían menos propensos a causar problemas.

"Un john desprevenido pensaría que había comprado una noche de placer, volvería a un apartamento extraño y terminaría zoncándose", escribió Marks.

Por supuesto, los documentos oficiales empleaban un lenguaje vago y burocrático al retratar los encuentros. Un informe escrito por Gottlieb que sobrevivió a la purga describió el proceso de la siguiente manera: "Ciertos individuos [las prostitutas] administrarían encubiertamente este material [las drogas] a otras personas [los clientes] de acuerdo con las instrucciones de [White]".

White pagó a las mujeres con fondos y fichas de la agencia "que podrían usar para favores como salir de la cárcel", agregó Kamiya.



Un informe redactado de MKULTRA. Foto a través de Wikimedia

Gottlieb sabía que el plan financiero podría ser peligroso. "Debido a la naturaleza altamente poco ortodoxa de estas actividades y al considerable riesgo en el que incurren estas personas, es imposible exigir que proporcionen un recibo de estos pagos o que indiquen la manera precisa en que se gastaron los fondos", escribió en su informe. informe.

Pero el equipo de MKULTRA consideró la primera casa segura de San Francisco un éxito tal que abrieron una segunda a través del puente Golden Gate en el condado de Marin. Blanco también supervisó esta operación.

"Podrías invitar a la gente a tomar algo rápido después del almuerzo", dijo un agente de MKULTRA a Marks sobre la dirección de Telegraph Hill.

La ubicación suburbana del condado de Marin, por otro lado, proporcionó una mayor sensación de aislamiento y secretismo, permitiendo experimentos más elaborados y ridículos.

Marks escribió:

"Allí, los científicos del TSS [Technical Services Staff] probaron tales especialidades de MKULTRA como bombas fétidas, picazón y polvos para estornudar, e inductores de diarrea. Ray Treichler de TSS, el químico de Stanford, envió estas sustancias de acoso a California para que White las probara, junto con sistemas de entrega como un lanzador mecánico que podía arrojar objetos malolientes de 100 metros, ampollas de vidrio que podían pisarse en una multitud para suelte cualquiera de los polvos de Treichler, una aguja hipodérmica fina para inyectar drogas a través del corcho en una botella de gimoteo, y varillas hinchables recubiertas de medicamentos ".

Los experimentos secretos de dopaje no terminaron allí, ni la elección de drogas y objetivos por parte de los operarios permaneció confinada a los clientes. "Si estábamos lo suficientemente asustados de un medicamento como para no probarlo nosotros mismos, lo enviamos a San Francisco", le dijo una fuente de la CIA a Marks.

Wayne Ritchie, un diputado estadounidense Marshal, bebió sin saberlo una bebida contaminada con LSD en una fiesta de Navidad. Fuera de su mente, intentó robar una barra a punta de pistola, de acuerdo con una inquietante cuenta en S.F. Semanal. Renunció al Servicio de Alguaciles, pero evitó la cárcel.

El diario de White indicó que también estaba en la fiesta. Ritchie demandó al gobierno de los EE. UU., pero no pudo probar que la CIA lo haya administrado.

La agencia cerró MKULTRA a fines de la década de 1960 después de que John Vance, de la oficina del inspector general de la CIA, descubriera los experimentos. Sin embargo, dos programas relacionados, MKSEARCH y Project OFTEN, continuaron hasta 1972 y 1973, respectivamente.

Hubo víctimas humanas reales como resultado de estos programas, incluida al menos una muerte. Numerosos sujetos sufrieron una degradación mental y psicológica permanente.

Como mínimo, Operation Midnight Climax fue un fracaso y una vergüenza para la CIA. Proporcionó resultados poco concluyentes y poco científicos con aplicaciones de inteligencia poco procesables. Manchó la reputación de la CIA, tanto en términos de ética como de practicidad, y afectó negativamente las vidas de cientos de personas.

Fuerzas Especiales: Paracaidistas franceses (3/3)

Paracaidistas Franceses 
Por Joan Manuel


Parte 1 | Parte 2 | Parte 3


Tercera parte 

3.- Europa 

Entrenado en el seno de la 82 división aerotransportada americana, el 1° RCP será transportado a Trapani en Sicilia el 7 de abril de 1944, luego en Valence el 4 de septiembre de 1944, cuando se reunirá con el 1° Ejército Francés Libre, del que se hará uno de las unidades de choque. 

Es sorprendente que el 1° RCP nunca llega a saltar para una operación como unidad constituida. Dos veces estará a punto de hacerlo. Una es con ocasión de la toma de la isla de Elba, confiada a los comandos del comandante tuerto Gilles, y algunos meses más tarde con ocasión del desembarco en Provenza en el sur de Francia, pero desgraciadamente para él, las operaciones aerotransportadas son canceladas. 

En cambio el 2° y 3° RCP tendrán saltos operacionales, especialmente en Francia. 

El 2° y 3° RCP, habían estado preparándose para la invasión, y algunas de sus patrullas serán lanzados horas antes de la invasión, con el objetivo de realizar algunas operaciones de sabotaje, voladuras de líneas y puentes ferroviarios, y la eliminación de líneas telefónicas y telegráficas. 

El 5 de junio casi todo el 2° RCP ( quinientos efectivos ), son lanzadas en patrullas, en Bretaña. Su misión consiste en preparar el terreno al regimiento, poner equipos de comunicaciones, tomar contacto con la Resistencia para, juntos, intentar bloquear a los ciento cincuenta mil alemanes de Bretaña, con el fin de evitar que vayan a aumentar los efectivos que intentan oponerse al desembarco aliado en Normandía. 

Se lanzan dieciocho patrullas sobre Bretaña. En la mayoría de los casos, las misiones son vagas, con vistas a entorpecer los movimientos alemanes. De todas formas, tampoco serviría de mucho confiarles objetivos precisos, ya que la inmensa mayoría de las veces las informaciones eran imprecisas o simplemente falsas. La misión era “objetivo caos”, los paracaidistas deberían improvisar. 

El teniente Camaret y su patrulla, destruyen un tren con artillería y tanques dentro del túnel Corbinere, la vía queda bloqueada por muchas semanas. 

El teniente Cochin destruye otro túnel cerca de Messac. 

Los alemanes están sorprendidos. No saben el número de paracaidistas largados sobre Bretaña. Visto el número de y la multiplicidad de los atentados, sabotajes y emboscadas que se producen, piensan que pudiera tratarse de una división. 

En pequeños grupos, de norte a sur, los paracaidistas atacan, sabotean y se repliegan. Establecen contacto con las formaciones de la Resistencia, que los toman a su cargo, les dan de comer y a veces los esconden. A cambio, los paracaidistas arman a los partisanos y los instruyen. 

Dos bases de la Resistencia son pasadas bajo el control de los paracaidistas. 

Las patrullas de los tenientes Leblond y Botella, que habían sido largados en la noche entre el 5 y 6 de junio, se establecen en el bosque de Duault, en las Costas del Norte, cerca de Guingamp. 

Toman contactos con la Resistencia, y poco a poco se van reuniendo los partisanos en el lugar, que son incorporados por los paracaidistas, y se forma una base que se denomina “Samwest”. 

El 11 de junio son descubiertos por los alemanes. Al día siguiente, los paracaidistas tienen frente a ellos numerosas tropas alemanas que se despliegan y realizan un cerco que abarca casi todo el bosque. Los paracaidistas hacen una emboscada, y se produce una verdadera carnicería. Los paracaidistas estrechan el dispositivo, y al final son cercados en un minúsculo cuadrado de maleza. 

Leblond con los pocos hombres que le quedan ilesos logra salir del bosque, y alcanzar en pequeños grupos la base que los tenientes Marianne y Deplant han organizado cerca de Ploërmel, en el pueblo de Saint Marcel. 

Saitn Marcel está situado en el páramo de Lanvauz. Fue considerado por el teniente Marianne, que ha llegado el 10 de junio, como un lugar idóneo para reunir e instruir a las numerosas formaciones de partisanos, ya que cuando se ha sabido la noticia del desembarco, el jefe de los partisanos de Bretaña, ha dado una orden de movilización general. Sain Marcel son quinientas hectáreas de bosques. Llegan al campamento de Saint Marcel numeroso partisanos, casi en forma inmediata. 

El teniente Deplant es menos entusiasta, ya que entiende que su misión era de sabotaje y no de ofensiva general, pero ya no se puede echar marcha atrás, además que para atacarlos los alemanes deberán encuadrar una fuerza muy numerosa, quizá un cuerpo de ejército. 

El campamento llega a tener dos mil partisanos armados. La base crece y prospera, y se solicitan diariamente el lanzamiento de armas y municiones. Bajo la presión del coronel Bourgouing, los aliados lo hacen. El propio coronel salta el 12 de junio con paracaídas tricolor ( bandera francesa ). Bourgouing, el coronel manco, llega a poner orden en el campamento. 

El 17 de junio, llega la patrulla del subteniente De la Grandiere, con cuatro jeeps armados con ametralladoras de aviación gemelas, los mismos de Libia. 

Los alemanes analizan la situación, con la poca e imprecisa información disponible, y deciden el ataque para el 20 de junio. 

Un incidente hace que los alemanes ataquen dos días antes, el 18. Son muy numerosos. Bourgouing dispone de poco más de dos mil hombres, los alemanes cinco veces más. Las emboscadas iniciales hacen estragos en ellos. Los paracaidistas resisten toda una noche, y el día siguiente, pero el gran número de los alemanes con sus tanques y sus ataques incesantes, hacen que el coronel manco ordene la dispersión. Los paracaidistas hacen saltar cuatro toneladas de explosivos y municiones, y se retiran. 

Cuando llegan los alemanes sólo quedan allí una treintena de paracaidistas y partisanos heridos, son tomados prisioneros y fusilados. 

Deplant sigue con sus misiones, equipando partisanos, para posteriormente se une a la ofensiva general. Marianne es traicionado y muerto por milicianos franceses el 12 de julio. Bourgouing logra escapar y se reúne con los aliados. 

En agosto de 1944, el 3° RCP, no había sido lanzado en Francia. El 7 de agosto el 3° empieza a llegar a Francia. Su misión, ninguna específica, sólo se les pide atacar a todas las unidades alemanas, que puedan y, que se encuentren más allá del Loira. Se les fracciona en escuadrones de quince jeeps artillados. Son trescientos hombres. 

Los escuadrones se dispersan por Francia en grupos de tres a cuatro jeeps. 

De esta forma, los paracaidistas son encargados de reconocer el valle del Loira y de quitar la orilla sur al enemigo. Sus patrullas son enviadas hacia Sologne y alcanzan a Châteauroux, Limoges, Burdeos, Angoulême, Santas, Rochefort, Poitiers y Périgueux. 

Dos puentes de Nevers son salvados de la destrucción por los hombres del 3° RCP que prosiguen hasta Saona y en Franche-Comté. 

El 10 de agosto, el escuadrón del capitán de Roquebrune, su objetivo es llegar Lyon. Durante diez días recorren Francia, sabotean las vías férreas, atacan a destacamentos aislados, en ocasiones incluso blindados, convoyes de municiones y pertrechos. 

Pasan por Laval, Le Mans, Orleans y Monargis, franqueando las líneas alemanas y dirigiéndose hacia el sur. 

El 1° de septiembre llega a Sâone et Loire, e instala su P.C. en el castillo de Taillant, cerca de Sennecey le Grand. 

El 3 de septiembre es informado que cerca de Sennecey le Grand, han sido matado dos alemanes por la Resistencia, los alemanes ocupan la ciudad y están llevando a cabo realizando represalias. 

Decide atacar en conjunto con la resistencia. Entra en la ciudad y se enfrenta a fuerzas alemanas muy poderosas. De Roquebrune muere en el ataque, sólo tres paracaidistas sobreviven a drama. 

Dos patrullas ( de los capitanes Porot y Rouan ), son lanzadas en paracaídas cerca de Montceau les Mines, que había sido tomado por la Resistencia. 

Los paracaidistas taponean la carretera y la vía férrea, en conjunto con la resistencia, ante en temor de una ofensiva alemana. Vuelan la vía férrea y mediante engaños consiguen la rendición de dos trenes con tropas y de un convoy motorizado en la carretera. Logran capturar quinientos soldados enemigos, dos trenes con tres locomotoras, dos carros “Renault” armados con cañones de 75, dos cañones de 20 milímetros sobre plataforma blindada, cuatro morteros de 120 milímetros, ametralladoras y una enorme cantidad de armas ligeras. Sin contar los quince camiones del convoy rodado. 

El balance de los ataques del 3° es elocuente, 2.500 soldados enemigos fuera de combate, 2.976 heridos, 1.400 prisioneros, 11 trenes y 382 vehículos destruidos. 

Después de Francia, en el momento de la ofensiva alemana en las Ardenas Belgas, el 2° RCP es comprometido en Bélgica para ayudar a la 101 División Aerotransportada Americana en la región de Bertrix. Liberan Saint-Hubert el 11 de enero de 1945 y Limerlé el 21 de enero. 

 

Por la noche del 7 al 8 de abril 1945, elementos del 3° y 2° RCP, bajo las órdenes del teniente coronel París de Bollardière y del comandante Puech-Samson respectivamente, son lanzados en paracaídas al norte por Holanda para crear el máximo de confusión tras las líneas del enemigo, en la zona de Zwolle y Griningue. 

En principio, el 2° de Puech-Samson debía ser lanzado en paracaídas el este de la vía férrea Gronigue-Assel, y el 3° de De Bollardière al oeste, pero el mal tiempo y los radares en número insuficiente, hacen que las patrullas se dispersen por todas partes. 

Un grupo aterriza en bloque sobre la carretera Beilen-Assen, directamente sobre un convoy alemán, mientras otro grupo llega directamente sobre el pueblo de Beilen. Otros caen en un campo de entrenamiento de suboficiales, la mayoría son hecho prisioneros. 

En el bosque de Zwolle, una patrulla se enfrenta a un batallón de instrucción de paracaidistas alemanes, después de tres horas de desigual combate, los paracaidistas franceses se rinden. 

Los paracaidistas hacen lo que se puede. El día 8 intentan reunirse, pero la verdad es que la situación es un caos. 

El día 9 algunos supervivientes están en condiciones de llevar a cabo algunas misiones. Los alemanes creen que los paracaidistas son muchos, ya que los aliados han lanzado tantos paracaidistas como maniquíes. 

En Todjik, la patrulla del teniente Nicol, se apodera de un convoy de pertrechos, los que reparte entre la población. Es atacada por una unidad blindada, y salvada, por unidades blindadas polacas, que llegaron en su auxilio. 

 

Los alemanes ven paracaidistas por todas partes, esto hace incluso que dos compañías alemanas se ataquen entre sí, pensando que son paracaidistas. 

Las patrullas de los sargentos Hartmann y Perles atacan a un batallón completo de alemanes que se retira en la carretera Sconhoord-Schonloo, derrotándolo. 

Hubo paracaidistas que estuvieron “paseando” ocho días por Holanda, sin haber llegado a tener contacto con los alemanes. 

El 2° y 3° RCP vuelven a Inglaterra, para luego ser trasladados a Francia, donde ambos regimientos son fundidos en una sola unidad que toma el nombre de 2° RCP. 

4.- Conclusión 

Los paracaidistas franceses, en todos los teatros de operaciones en que actuaron, ya sea como paracaidistas propiamente tales, como equipos de comandos o como fuerzas de tierra demostraron ser unidades elite, aspecto que continúa hasta el día de hoy, en que el orgullo de Les Paras es todavía palpable. 

 
Fuente de esta tercera parte : 

Los Paras ( Erwan Bergot ) 

Fuente