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jueves, 4 de abril de 2013

Malvinas: Un caso de estudio (2/3)

Malvinas: un caso de estudio 
Viene de Parte 1 - sigue en Parte 3
Parte 2/3
Por
Harry Train,
Almirante USN 


Análisis crítico del Conflicto de Malvinas. Abarca cronológicamente desde los incidentes previos hasta la finalización de la batalla por Puerto Argentino. Estratégicamente comprende los niveles de estrategia general, militar y operacional. El análisis considera los conceptos de la operación desde la óptica de cada bando. 




Directivas argentinas para la acción 

Las directivas argentinas para la acción derivaban de la errónea esperanza mantenida por la Junta de obtener una solución diplomática. 
La directiva para la ocupación de Malvinas el 2 de abril establecía "no derramar sangre británica ni dañar propiedad británica". 
Entre el 2 y 30 de abril, las directivas fueron "hacer fuego sólo si se es atacado". Cuando los comandantes operativos fueron observados por la Junta por haber dado órdenes que violaban esta directiva, esas órdenes fueron anuladas. Un ejemplo fue la revocación por la Junta de la orden del comandante de operaciones navales a los ARA Drummond y ARA Granville de interceptar al Endurance si éste sacaba a los trabajadores de Georgias del Sur. Otro ejemplo es el retiro de autorización para utilizar sus armas al Submarino ARA San Luis cuando se le ordenó ingresar en la zona de exclusión. El ARA San Luis patrulló en la zona de exclusión desde el 20 al 30 de abril sin autorización para usar sus armas. 
La autorización para empleo de las armas fue dada a las fuerzas argentinas el 30 de abril. En esa oportunidad se informó a las fuerzas argentinas que cualquier buque en la zona de exclusión debía ser considerado británico. Esta orden no tuvo en cuenta el hecho de que había pesqueros rusos en la zona de exclusión. 
La autoridad de decisión sobre directivas para la acción fue tan vigorosamente retenida en los más altos niveles políticos en Argentina como lo fue en el Reino Unido. 

Directivas británicas para la acción - La estructura política en Londres 

El Gabinete de Guerra creó un Comité de Directivas para la Acción integrado por oficiales que debían efectuar previsiones y dotar a los comandantes con las directivas que necesitaban, en forma que pudieran ser perfectamente entendidas. Este comité se reunía todos los días a 1800 horas y se planteaba preguntas como las autorizaciones que debían ser concedidas en el momento en que la Fuerza de Tareas cruzara el ecuador; qué aprobación previa debían recibir los aviones de patrullaje marítimo de largo alcance para el caso de encuentro con fuerzas argentinas. Las decisiones de este comité siempre fueron aprobadas porque ellos se adelantaron a los acontecimientos. 
La zona marítima de exclusión definió un área en la que los comandantes de buques británicos y los pilotos podían atacar. Era esa un área en que el comando argentino sabía que sus unidades iban a ser atacadas. Esa zona proveyó o por lo menos así pensaron, a los comandantes británicos, de un área de amortiguamiento suficientemente profunda como para evitar sorpresas tácticas a los buques de la Fuerza de Tareas, desprovistos de aviones de reconocimiento táctico basados en buques y de aviones de alta performance. 
El paso siguiente en la evolución de las disposiciones para la acción y la zona marítima de exclusión fue el decreto de una Zona Total de Exclusión el 30 de abril. 
Una complicación se produjo el 23 de abril cuando la orden de libre uso de las armas fue dada. Esto se aplicaba en todas partes, contra cualquier fuerza que se supusiera significaba un peligro. Una advertencia de que había sido dada la orden de libre uso de las armas fue difundida en ese momento. La zona marítima de exclusión permaneció sin modificaciones. 
En la escena del conflicto, las directivas para la acción británica contenían una lista de reglas numeradas que cubrían las situaciones previsibles, descripciones de blancos y zona en la que la regla era aplicable. Las reglas -y había muchas- fueron hechas efectivas en forma selectiva en tiempo y lugar de acuerdo con lo que aconsejaba la situación política y militar. 
El propósito fundamental de las directivas para la acción era proveer información política y militar a los comandantes en el teatro de operaciones, con normas establecidas cuando correspondía una política de mantenimiento de status quo o una política de desescalada o de escalada. Las directivas numeradas no dejaban de tener ambigüedades y frecuentemente requerían interpretación vía satélite. La definición de "intención hostil" en vista de la existencia de armas que requerían rápida reacción, tales como el Exocet creó problemas que fueron en definitiva resueltos definiendo como "intento hostil" la mera presencia física de una plataforma argentina. 
Los británicos también modificaron las disposiciones para la acción autorizando atacar cualquier contacto submarino no previsto como amigo, operando en las proximidades de la fuerza propia. 
Crucial para la estructuración y ejecución de las directivas para la acción fueron las 200 Millas náuticas de la zona de exclusión que los británicos declararon en torno de las Islas Malvinas y Georgias y Sandwich del Sur. Dentro de las zonas hubo muy pocas restricciones. 
La estructuración y cambios en las directivas para la acción fueron hermética y centralizadamente controladas desde White Hall. Los cambios normalmente requirieron coordinación entre las fuerzas de tierra, mar y aire y aprobación a nivel ministerial. Hubo procedimientos expeditivos para cambios urgentes como el que permitió el ataque al ARA Belgrano fuera de la zona de exclusión. 

La guerra en el mar 

El conflicto de Malvinas incluye la primera verdadera confrontación naval desde la campaña del Pacífico en la Segunda Guerra Mundial. El precio cobrado por la Fuerza Aérea Argentina y la Aviación Naval durante la guerra en el mar, incluye los destructores británicos HMS Sheffield y Coventry; las fragatas HMS Ardent y Antelope; el buque de desembarco HMS Sir Galahad y el buque mercante Atlantic Conveyor. A estos hay que agregar dos destructores británicos, catorce fragatas y dos buques de desembarco dañados durante el conflicto, todos ellos por ataques aéreos argentinos con bombas, misiles cohetes y cañones, excepto el destroyer Glamorgan que fue dañado por un misil Exocet lanzado desde tierra. Treinta y siete aviones británicos fueron perdidos por causas diversas. 
Las catorce bombas sin explotar en los cascos de buques británicos pudieron fácilmente hacer que las pérdidas de buques fueran el doble si las espoletas hubieran sido correctamente graduadas. 
Los británicos emplearon virtualmente toda arma submarina existente en la Fuerza de Tareas en falsos contactos submarinos. 
A la Fuerza de Tareas británica le faltó defensa en profundidad. Ellos no tuvieron la clase de apoyo que la cubierta de un portaaviones grande puede proveer con sus aviones embarcados de reconocimiento táctico y de alerta temprana. Se vieron forzados a confiar por otra parte en pequeños, y baratos buques de combate cuyo inferior armamento los hacía más vulnerables que grandes, bien acorazados buques cuya única contra es su elevado precio.
Nosotros tendemos a pensar sobre la campaña naval de Malvinas sólo en términos de pérdidas de unidades y del impacto que esas pérdidas produjeron en el resultado final. Para una nación que observe los hechos atentamente, existe también una discusión adicional. La guerra naval en Malvinas incluye también: 

- El primer empleo de misiles crucero modernos contra buques de una marina de primera categoría. 
- La primera oportunidad desde la Segunda Guerra Mundial, en que sostenidos ataques aéreos fueron hechos contra una fuerza naval. 
- El primer uso en combate de submarinos de propulsión nuclear. 
- El primer uso de que se tenga noticias de aviones de decolaje y aterrizaje vertical/corto en combate. 
- Una pequeña fuerza de submarinos de propulsión diesel-eléctrica argentina, produjo una enorme preocupación a las autoridades navales británicas y determinó por lo menos en la misma medida que la amenaza aérea, la conducción de las operaciones navales británicas, causando el gasto de una gran cantidad de armas antisubmarinas. 
- Una igualmente pequeña fuerza de submarinos nucleares de ataque británico determinó las decisiones de los jefes navales argentinos y mantuvo las unidades de superficie argentinas en aguas protegidas contra esta amenaza. Asimismo determinó algunas de las primeras decisiones políticas hechas al comienzo de las hostilidades. 

Selección del lugar del desembarco 

A partir de la zarpada de la Flota hacia Malvinas, una de las principales decisiones que enfrentaron los responsables de la planificación fue la determinación del lugar para efectuar el asalto inicial. El pensamiento británico sobre el lugar y oportunidad para efectuar el primer desembarco de la campaña, era guiado por muchas consideraciones. Algunas de las más importantes eran: 

- Conveniencia política La percepción por parte del Gobierno británico de la necesidad de entrar en combate con los argentinos para apaciguar a la opinión pública británica ansiosa de acción. 
- La proximidad del invierno en el hemisferio sur, con su cortejo de problemas ambientales. 
- El efecto en el adiestramiento moral y estado físico general de la fuerzas terrestres sujetas a prolongadas estadías en tierra, soportando las ya duras condiciones climáticas. 
- Los problemas logísticos previsibles para el mantenimiento por un prolongado período a una gran fuerza terrestre en operaciones. 
- Los problemas de transporte para desplazar una gran fuerza terrestre y su apoyo a cualquiera distancia sobre el áspero terreno en Malvinas. 
- La falta de informes de inteligencia sobre la moral y adiestramiento de los soldados argentinos en Malvinas. 
- Por fin, los estados mayores británicos debieron decidir entre dos conceptos diametralmente opuestos para la conducción del asalto inicial a Malvinas; llevar a cabo un desembarco en fuerza, mediante un ataque masivo con todos los recursos disponibles efectuando esa audaz operación en el mismo Puerto Argentino, o en sus proximidades, tan cerca como para que el objetivo principal de la campaña pudiera ser atacado en forma inmediata por las fuerzas terrestres o llevar a cabo un desembarco más o menos administrativo en un lugar no defendido, suficientemente alejado de Puerto Argentino como para que los argentinos tuvieran dificultad para utilizar sus propias fuerzas terrestres ubicadas principalmente en Puerto Argentino, para atacar la frágil cabeza de playa. 



Los sitios considerados por los británicos como potencialmente aptos para el asalto inicial fueron: 

- Stevely Bay-Gran Malvina: El más alejado del objetivo y el menos sujeto a posibles contraataques argentinos con fuerzas terrestres. En algún momento se analizó la posibilidad de construir allí una pista de aterrizaje para reemplazar a los portaaviones. 
- San Carlos-Isla Soledad: Más cercano al objetivo y aún en una ubicación que dificultaba el contraataque argentino. 
- Bluff Cove-Isla Soledad: Todavía más cercano, pero también más al alcance de un contraataque argentino. 
- Berkeley Sound-Isla Soledad: Más próximo aún a Puerto Argentino, pero también tan al alcance que un contraataque de fuerzas terrestres argentinas era casi seguro. 
- Puerto Argentino-Isla Soledad: Rechazado casi inmediatamente por los riesgos que llevaba implícito. 

En principio se convino en efectuar el desembarco en un lugar donde no fuera a encontrarse resistencia inicial. El plan de las Fuerzas bajo el comando de brigadier general Julian Thompson consistiría en la consolidación de la cabeza de playa, a la espera de que sus efectivos de incrementaran con el aporte de unidades en viaje desde Gran Bretaña. A partir de la llegada de esos refuerzos, el comando de toda la operación terrestre sería asumido por el mayor general Jeremy Moore. 
Los pro y contras que analizaron los planificadores cuando seleccionaron San Carlos como punto inicial de desembarco fueron: 

- La protección que las aguas restringidas del fondeadero ofrecían contra submarinos. 
- La protección natural que las tierras altas de los alrededores ofrecían a los buques de desembarco contra ataques aéreos y su excelente capacidad potencial para ubicar baterías antiaéreas de misiles Rapier. 
- Los informes. de inteligencia indicaban falta de presencia enemiga en el área a no ser la de poco frecuentes patrullas. 
- Los informes de los SBS (Special Boat Squadron - unidades especiales para incursiones en costas enemigas) indicaban la ausencia de minas en las playas y falta de actividad de minado en el mar vecino. 
- La demora que podía esperarse en la respuesta por parte de las fuerzas argentinas, dada la distancia, aproximadamente cincuenta millas de terreno abrupto, desde Puerto Argentino. 
- La distancia y terreno abrupto entre el lugar de desembarco y el objetivo principal, Puerto Argentino, que tendría que ser atravesado de algún modo por las fuerzas terrestres. 
- La proximidad de una fuerte guarnición argentina en Goose Green a trece millas del lugar y hacia el sur. 
- La falta de playas adecuadas para desembarcar grandes cantidades de hombres y equipos. 
- La proximidad de tierras altas en el contorno que podían ser usadas por el enemigo ventajosamente para repeler y desalojar a las fuerzas de desembarco. 
- Aunque no había sido verificado por las patrullas SBS, la posibilidad de que los argentinos hubieran o tuvieran la intención de minar los accesos marítimos del lugar, dado su obvia aptitud para el desembarco. (Por lo menos en la mente de los planificadores británicos, esto era obvio. Ahora sabemos que los planificadores argentinos en un estudio previo al conflicto, habían considerado imposible que se usara exitosamente el lugar para efectuar un desembarco anfibio). 

Estrategia general terrestre argentina 

La estrategia terrestre argentina fue explicada luego del conflicto por el comandante de Malvinas, diciendo: 

- El primero y principal objetivo militar era Puerto Argentino. Era la pieza clave de la campaña, porque allí estaba asentado el poder político, era el asiento de la mayor parte de la población y allí estaban ubicados el principal puerto y aeropuerto. 
- El concepto inicial de la operación, fue defender Puerto Argentino de ataques directos con el aeródromo y los aviones. 
- La segunda fase fue erigir defensas con un asalto anfibio directo. Tres batallones adoptaron un dispositivo para rechazar ataques de el sur y otros tres para defender el norte y el oeste. 
- Con respecto a ataques del oeste, el perímetro defensivo fue determinado no sólo por el terreno sino también teniendo en cuenta la dificultad para mantener emplazamientos de tropas distantes, dado lo limitado de los elementos de movilidad disponibles. 
- Había puntos altos que dominaban la parte interior del perímetro, los que debieron ocuparse y defenderse, pero había mejores puntos altos más alejados, que aún así podían también dominar el interior del perímetro, pero los comandantes de las fuerzas terrestres consideraron que disponían de la movilidad necesaria para ocupar y mantener esos puntos más distantes con el personal y medios a su alcance. 
- Este plan, probablemente desalentó a los británicos de efectuar un asalto helitransportado a Puerto Argentino y es muy posible que ocurriera otro tanto con el proyecto de efectuar un asalto anfibio directo en ese lugar. Esto dio tiempo a las fuerzas terrestres argentinas para reforzar y ajustar sus defensas por que los británicos tuvieron que buscar otro lugar para desembarcar. 

El tiempo ganado por esta disposición de las fuerzas en Puerto Argentino, no fue aprovechado, porque los dirigentes políticos en Buenos Aires no pudieron lograr una solución política para evitar la guerra. La conducción de las fuerzas terrestres argentinas, cree que de este modo dio a la conducción política quince días adicionales para encontrar la deseada solución diplomática. El aspecto negativo de esto es que la Junta a pesar de lo ocurrido con el ARA Belgrano y la HMS Sheffield, continuó pensando fundamentalmente en una solución negociada como opuesta al desarrollo de la estrategia militar. Los jefes militares vieron el hundimiento del ARA Belgrano y la HMS Sheffield como el punto de no retorno de la guerra. La dirigencia política, en cambio, pensaba que el "intercambio de sangre" ofrecía una oportunidad para reabrir negociaciones. 
En el enfoque que de ello hacía el Ejército, este estado de espíritu de parte de la Junta restringía la acción y privaba a la fuerza terrestre, de sus principales armas, sobre todo, el poder aéreo. 
Las fuerzas navales británicas rodearon las islas y condujeron una guerra de desgaste contra las fuerzas terrestres argentinas, mientras se preparaban para efectuar el desembarco. Desembarcaron con sus fuerzas de desembarco intactas. Los jefes del Ejército creen que esto ocurrió por que las autoridades políticas en Buenos Aires retuvieron a la Fuerza Aérea y a la Armada impidiéndoles actuar con toda su capacidad. El Ejército piensa que si la Armada y Fuerza Aérea hubieran persistido en sus ataques contra los transportes navales y portaaviones, el 30 de mayo, lo que ocurrió luego pudo ser diferente. Pero el ataque llegó sumamente tarde. La cabeza de playa había sido formada y las tropas británicas se movían con total libertad 
Cuando los británicos desembarcaron, el Ejército comenzó a considerar la modificación de sus posiciones defensivas, reforzando las que defendían a Puerto Argentino de ataques 
desde el oeste. Este realineamiento de las fuerzas comenzó cinco días tarde. Fueron reforzadas las posiciones del oeste con armas, pero fue imposible desplazarlas más al oeste por limitaciones de movilidad y distancia. Se intentó cubrir la distancia entre Puerto Argentino y San Carlos con patrullas de comandos, pero cuando esta decisión fue tomada, los británicos habían ocupado las posiciones altas exteriores. Los comandos combatieron en varias oportunidades con mucha eficiencia, pero no pudieron disminuir en forma significativa el ritmo del avance. 
Mucho antes de que el primer soldado británico pusiera el pie en San Carlos, se habían adoptado decisiones y habían ocurrido cosas que influenciaron y en algún modo dictaron el curso de los acontecimientos y el resultado del conflicto. 

El sector argentino 

El plan argentino de invasión, había sido concebido enteramente como una corta y pacífica ocupación de las Malvinas por una relativamente pequeña fuerza, no como sostenidas operaciones de una gran fuerza, preparándose para y últimamente comprometida en combate. 
El Operativo Rosario fue planeado e inicialmente ejecutado como una "invasión diplomática". Como un aguijón de las atascadas negociaciones con los británicos sobre la soberanía de las Islas. La Operación nunca fue intentada como operación de combate. 
La reacción británica ante la invasión que consistió en la rápida formación y envío de una gran fuerza de tarea naval, incluyendo unidades de asalto anfibio, fue inicialmente imprevista por los argentinos. La reacción argentina ante la idea de que se debería combatir con los británicos en Malvinas, fue un refuerzo en gran escala de las islas, una alternativa que el plan original no preveía y que originó una pesadilla logística para el sistema de aprovisionamiento argentino, que probablemente hubiera afrontado dificultades teniendo que apoyar la operación inicial de muy inferiores alcances. 
La situación logística argentina en Malvinas fue aún empeorada por la decisión del Comité Militar de no usar buques para el refuerzo o reequipamiento después del 10 de abril, como resultado de la declaración de la zona marítima de exclusión por los británicos a partir del 12 de abril. Esta decisión forzó a los argentinos a descansar totalmente en el transporte aéreo y el posible usando buques pesqueros para 

Frontera con Chile 

Aún con los problemas logísticos señalados previamente, la fuerza argentina que había sido reunida y encargada de la defensa de Malvinas, pudo haber estado integrada por tropas mejor entrenadas y equipadas de no haber retenido Argentina mucha de su tropa más eficiente en el continente. Esta decisión se explica diciendo que era militarmente prudente conservar esas tropas a retaguardia como reserva contra un posible ataque a Argentina por Chile. 
La Fuerza argentina convocada con el plan original y usada en la fase inicial del conflicto era suficiente para una "invasión diplomática" de corta duración. Inicialmente sin amenaza militar británica presente en el teatro, el concepto básico argentino pareció ser poner un suficiente número de cuerpos con uniforme militar en las islas, para demostrar que el territorio estaba bajo control argentino y de ese modo forzar la herrumbrada rueda de la diplomacia a comenzar a girar de nuevo. Infortunadamente para los argentinos, cuando el peligro británico de hecho se materializó, su pensamiento no cambió y sus esfuerzos para reforzar las islas de cara al peligro fueron nuevamente una extensión del concepto original: por ejemplo, más cuerpos para reforzar la ilusión de control, para acicatear una solución diplomática de la situación. 
Los argentinos admiten que en ningún momento durante la planificación de la invasión de Malvinas ellos pensaron que podían vencer si los británicos decidían pelear por ellas. Infortunadamente este preconcepto prevaleció influyendo en las decisiones y en la capacidad militar argentina lo largo del conflicto. 

La defensa estática 

El concepto básico argentino para la defensa de las Islas Malvinas parece reflejar el mencionado preconcepto. El plan no preveía una agresiva campaña terrestre para combatir y rechazar fuerzas británicas de invasión, cualquiera fuera el lugar en que hubieran desembarcado. En vez de ello, la defensa argentina de las Malvinas se basaba en una serie de puntos fuertes estáticos alrededor de Puerto Argentino, los que se esperaba habrían de parecer tan formidables que los británicos no intentarían la invasión; si invadían, no intentarían hacerlo en las proximidades de Puerto Argentino; y si los británicos desembarcaban en cualquier lugar de las islas, ellos iban a optar por una solución diplomática antes de intentar atacar Puerto Argentino. 
Siguiendo la línea de este concepto defensivo, los argentinos a lo largo de todo el conflicto concentraron casi todas sus fuerzas terrestres alrededor de Puerto Argentino y simplemente esperaron que el ataque británico llegara. Nunca hubo ningún serio intento de la parte argentina para salir de sus atrincheradas posiciones y ganar la iniciativa en la guerra terrestre al enemigo. 

La guerra terrestre - El lado británico 

Los ingleses también tuvieron problemas y afrontaron algunas difíciles decisiones antes de la real invasión de las Malvinas en San Carlos. 
Aunque el deterioro de la situación en el Atlántico Sur había sido seguida de cerca por los británicos la invasión de Malvinas fue una verdadera sorpresa. No es posible poner en duda que los británicos demostraron gran ingenio y resolución al juntar una Fuerza de Tareas de treinta y seis buques y hacerla zarpar rumbo a Malvinas dos días después de la invasión. No obstante, dado lo apresurado de su partida, los buques de la Fuerza de Desembarco no fueron cargados tácticamente en Gran Bretaña, por lo que los elementos no pudieron ser desembarcados en el orden adecuado, según eran requeridos por la Fuerza de Desembarco cuando esta hizo pie en tierra. Esta situación fue rectificada en alguna medida mientras la fuerza estuvo demorada en Isla Ascensión embarcando equipos adicionales e inventariando los que ya tenían. Este período fue también usado para hacer algún reordenamiento en las bodegas para facilitar la descarga en el área de combate. De cualquier modo, no hay duda de que la descarga de los buques demoró el aprovisionamiento de equipo en tierra en el área de desembarco de San Carlos. 

El desembarco en San Carlos 

A pesar de todas las dudas en la elección del lugar de desembarco y la preocupación por la multitud de cosas que podían ir mal, el desembarco británico en San Carlos, fue completamente sin incidentes en términos de transporte de tropa a tierra. La Fuerza de Tarea Anfibia británica se aproximó y arribó al área del objetivo sin ser detectada, con la ayuda de la cobertura dada por la oscuridad, pobres condiciones meteorológicas y operaciones de diversión llevadas a cabo en Goose Green, Fanning Head y otros lugares en la Isla Soledad. Las tropas británicas desembarcaron en las primeras horas del 21 de mayo, no encontraron resistencia de tropas terrestres argentinas y pudieron moverse sin demora a las posiciones defensivas previstas alrededor del área. A medida que el tiempo pasaba, la amenaza argentina prevista para el desembarco, nunca se materializó. La batalla militar que se combatió en San Carlos pasó a ser entre las Fuerza Aérea y la Aviación Naval argentinas y los buques de la Fuerza de Tareas Anfibia. Para su frustración, las fuerzas británicas en tierra, se vieron obligadas a cumplir el rol de espectadores de estas acciones. Mientras esperaban las órdenes para seguir avanzando, los principales enemigos enfrentados por las fuerzas de asalto en tierra, fueron el medio ambiente, el pobre apoyo logístico y el aburrimiento. 

Aunque no tomaban parte directamente de la batalla aire-mar que se desarrollaba en San Carlos, las fuerzas en tierra fueron de todos modos afectadas por el resultado de esta acción. El primer día de asalto a San Carlos los británicos perdieron una fragata y recibieron daño en otras cuatro por ataques aéreos. Durante los días que siguieron al desembarco las pérdidas británicas en buques continuaron a alarmante promedio. Enfrentados a la amenaza aérea argentina, los británicos se vieron forzados a cambiar su Plan Logístico Básico, para apoyar a la fuerza de tierra, pasando de un concepto basado en depósitos a flote a otro de desembarco masivo de equipos a tierra. Este cambio de planes estaba asociado con la posibilidad de mover los buques solamente de noche y el grave error en la estimación de los helicópteros necesarios para transportar equipos por lo que el crecimiento de la logística en tierra se produjo con dolorosa lentitud. Un percance casi fatal para el progreso de la campaña en tierra fue la pérdida el 25 de Mayo, del Atlantic Conveyor que transportaba tres helicópteros Chinook cuya gran capacidad de carga era vital para el cumplimiento oportuno de los planes logísticos y operativos. Esta pérdida significó una más pesada carga para los helicópteros remanentes que terminaron siendo casi totalmente empleados para el transporte de equipos durante el resto de conflicto. 

Plan británico de maniobra 

Notable por su ausencia en la planificación del desembarco en San Carlos fueron las consideraciones y discusión de lo que esa fuerza terrestre debía hacer cuando estuviera en tierra. 
La operación era un plan de desembarco no una campaña terrestre. 
Como alguien graciosamente señaló, se asumía que una vez en tierra, las fuerzas simplemente avanzarían y vencerían. 
Tal vez sea más propio decir que los británicos fuera consciente o inconscientemente, esperaban que los argentinos reaccionarían rápidamente para oponerse al desembarco con fuerzas terrestres y que el uso de las fuerzas británicas en tierra, iba a ser en mayor o menor grado guiado por lo menos en el corto plazo, por las acciones y reacciones defensivas requeridas durante esta confrontación. 
Cuando la oposición argentina al desembarco no se concretó, los británicos se vieron como perdidos con respecto a lo que debían hacer con sus fuerzas terrestres. 


Boletin del Centro Naval 748 (1987)

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