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miércoles, 11 de septiembre de 2013

SGM: El raid del corsario Atlantis

Las hazañas del corsario «Atlantis» 



 

El buque corsario alemán «HSK Atlantis» (originalmente bautizado como «HSK Goldenfels») fue botado en Diciembre de 1937 como barco mercante, y pertenecía a la compañía naviera alemana Hansa. Desplazaba 7.862 toneladas. Su tamaño era de 146,40 metros de eslora. Fue transferido a la Kriegsmarine el 19 de Diciembre de 1939 y convertido en nave corsaria (crucero auxiliar pesado) por la empresa Deschimag, siendo rebautizado con el nombre de «Atlantis». Tenía una dotación de 347 hombres. Su armamento consistía en 6 cañones de 150 mm.; 1 cañón de 75 mm.; 4 cañones (o dos cañones gemelos) de 37 mm.; 4 cañones antiaéreos de 20 mm.; 4 tubos lanzatorpedos, 92 minas submarinas de tipo magnético y contaba con un hidroavión Arado para reconocimiento. La nave estaba equipada con dos motores diesel de 6 cilindros y una potencia de 7.600 HP. Su velocidad máxima era de 17,5 nudos. Su comandante era el capitán de fragata Bernhard Rogge y el primer oficial era el teniente Ulrich Möhr. En su travesía como buque corsario hundió o capturó a 22 barcos enemigos. 


Corsario «Atlantis» (disposición de su artillería)
 
Cuando el vigía del «City of Exeter», transatlántico inglés que navegaba por el Atlántico meridional, denunció la presencia de un mástil desconocido en el horizonte, el capitán entró en sospecha. Esto ocurría en Mayo de 1940, cuando ya Alemania se había lanzado a la guerra. Los temores del capitán se desvanecieron, sin embargo, media hora después, al advertir que el buque con el cual iba a cruzarse era el «Kasii Maru», de 8.400 toneladas y bandera japonesa. Esto es, de una nación neutral (para esa fecha, aún no se había producido el ataque a Pearl Harbor). 
En la cubierta del «Kasii Maru» paseaba una mujer empujando el cochecito de un niño. Indolentemente recostados, aquí y allá, había varios tripulantes, hombrecillos de tez oscura que llevaban los faldones de la camisa fuera del pantalón. Los dos buques se cruzaron sin disminuir el andar ni ponerse al habla. 
La verdad del caso era que en el cochecito no había ningún niño, que la «mujer» no era tal mujer, y que los marineros japoneses se llamaban Fritz, Klaus o Karl. Los restantes hombres de la dotación (un total de 347 entre técnicos y combatientes) habían permanecido escondidos bajo cubierta. El barco mismo ocultaba su identidad bajo un camuflaje de tubos de ventilación de madera laminar, chimeneas de lona, pintura, y no era otro que el corsario alemán «Atlantis», uno de los más temibles que hayan surcado jamás los mares. 

Corsario «Atlantis» 
 


 

Durante la Segunda Guerra Mundial, Alemania armó en corso nueve barcos. El total de las embarcaciones hundidas por ellos fue de ciento treinta y seis. El «Atlantis» se distinguió entre todos por el mayor número de barcos enemigos hundidos o capturados, por lo prolongado de su crucero y por las dotes excepcionales de su comandante. Llevaba a bordo, además de su armamento, todo lo necesario para disfrazar la superestructura y hacerse pasar, de ese modo, por no menos de una docena de diversos buques mercantes de inofensiva apariencia. La historia de sus hazañas correrá de boca en boca mientras haya hombres de mar. 
En Marzo de 1940, disfrazado de barco soviético y al mando del capitán Bernhard Rogge, el «Atlantis» bordeó la costa de Noruega y ganó el Atlántico septentrional. Su misión era navegar rumbo al sur de África y atacar, tan de sorpresa como fuese posible, a los barcos que doblaban el Cabo de Buena Esperanza. El 25 de Abril, al rebasar la línea del Ecuador, arrió el «Atlantis» la bandera soviética y, mediante un disfraz puesto a la chimenea, quedó convertido en el vapor «japonés» que se cruzó con el «City of Exeter», al cual el capitán Rogge se abstuvo de atacar por el gran número de pasajeros que el transatlántico inglés llevaba a bordo. 
El 3 de Mayo de 1940, el «Atlantis» se topó con su primera víctima: el «Scientist», vapor británico de 6.199 toneladas. La intimación de detener la nave y no hacer uso de la radio inalámbrica, tomó por sorpresa a ese barco inglés, pero su radiotelegrafista tuvo el suficiente ánimo como para lanzar un desesperado llamado de auxilio: «Mercante enemigo armado en guerra pretende detenernos». El «Atlantis» abrió fuego de inmediato y, pegando de través en la cubierta del «Scientist», le desarboló el inalámbrico. Los 77 hombres de la tripulación, dos de ellos gravemente heridos, arriaron los botes salvavidas. El «Atlantis» los recogió a todos a bordo, torpedeó al «Scientist» y dobló a toda máquina el Cabo de Buena Esperanza. El 10 de Mayo sembró las 92 minas a 26 millas del Cabo Agulhas, en la costa sudafricana, ruta obligada del tráfico marítimo. Dos semanas después, el capitán Rogge interceptó un mensaje en el cual los ingleses avisaban que un crucero auxiliar alemán, disfrazado de mercante japonés, navegaba probablemente por el Mar de las Indias. Cambiando al instante de disfraz, el «Atlantis» pasó a ser entonces la motonave «Abbekerk», de bandera holandesa.[/b] 



El «Atlantis» con sus cañones de 150mm.: 
 
La segunda víctima del «Atlantis» fue la nave noruega «Tirrenia», cargada de pertrechos para las tropas australianas en Palestina. El capitán Rogge colocó algunos hombres a bordo del «Tirrenia» y la obligó a navegar varias semanas, como barco prisión, tras la estela del «Atlantis». La mitad de las víctimas del corsario alemán alcanzaron a hacer uso de la radio antes de entregarse. Aquel disparó contra la mayoría de los barcos y les ocasionó a veces crecidas bajas. Sin embargo, la solitaria campaña marítima del capitán Rogge fue «civilizada», hasta donde puede serlo la guerra. Disponía él a bordo de su nave de suficiente espacio para alojar prisioneros, y embarcó en el «Atlantis» a todos cuantos pudo salvar. Fueron muchas las personas de todas las edades, hombres y mujeres de varias nacionalidades, que viajaron con él durante gran parte del tiempo en que duró su travesía. Los prisioneros recibían raciones iguales a las de los tripulantes. Les estaba permitido permanecer en cubierta de sol a sol, excepto cuando se tocase zafarrancho de combate. Tenían asimismo acceso a la piscina de lona. A los capitanes prisioneros se les daba alojamiento especial. Los oficiales noruegos e ingleses organizaron un club al cual invitaban con frecuencia a los alemanes. En esas reuniones (según cuenta uno de ellos), hablaban de la «tierra, del mar, de mujeres bonitas». La política era tema vedado. Cuando llegaba el momento de transbordar los prisioneros a otro barco, el capitán Rogge ofrecía un agasajo de despedida a los capitanes. 

El otoño de 1940 comenzó mal para el «Atlantis»: apenas dos barcos en 40 días. Pero la suerte cambió de pronto: el 11 de Julio de 1940 capturó al «SS City of Bagdad». Esta captura fue muy provechosa porque fue hallada una copia del código British Allied Merchant Shipping (que era la clave empleada por la Marina Mercante inglesa en los mensajes cifrados) y un juego de instrucciones de navegación del Almirantazgo Británico para la marina mercante aliada. El 13 de Julio hundió al «SS Kemmendine» de 7.770 toneladas. Unos días más tarde, el 2 de Agosto, fue capturado y hundido con cargas explosivas el «MV Talleyrand», nave gemela del «Tirrenia». El 24 de Agosto fue hundido, con impactos de cañón, el mercante británico «MV King City», de 4.745 toneladas. El 9 de Septiembre fue hundido, con aproximadamente 100 disparos de cañón, el «MV Athelking». Al día siguiente, interceptó al mercante británico «MV Benarty», del cual pudieron apropiarse de códigos de navegación actualizados. El «Atlantis» prosiguió con su cacería y, el 20 de Septiembre, hundió al barco francés «SS Commissaire Ramel». A esa altura, el capitán Rogge tenía ya 327 prisioneros, por lo que se decidió a efectuar un transbordo de los mismos en cuanto fuese posible. El 22 de Octubre interceptó al carguero yugoslavo «Durmitor» y transfirió a 312 prisioneros. El 8 de Noviembre capturó al petrolero noruego «SS Teddy», de 6.738 toneladas y con 10.000 toneladas de combustible diesel a bordo. Otro petrolero noruego, el «SS Ole Jacob», con 10.000 toneladas de gasolina de aviación, también fue capturado. El 11 de Noviembre avistó al «SS Automedon». El «Atlantis» le ordenó detenerse, pero el buque comenzó a radiar una señal de auxilio. El capitán Rogge ordenó abrir fuego y 18 rondas de sus cañones de 150 mm. silenciaron toda resistencia. Como consecuencia del ataque murió el capitán McEwen. Asimismo, viajaba a bordo el capitán Evans de la marina mercante que, en ese viaje, se desempeñaba como correo del Almirantazgo Británico, llevando documentación secreta del Gabinete de Guerra al Alto Mando del Extremo Oriente. En vista de la importancia de la documentación secuestrada, Rogge hundió al «Automedon» y se dirigió al puerto de Kobe, en Japón, donde arribó el 4 de Diciembre, para poner en mano de los japoneses el correo capturado. Después de la caída de Singapur, en 1942, el Emperador Hiroito hizo entrega al capitán Bernhard Rogge de una espada samurai katana como reconocimiento por el resultado obtenido al abordar al «Automedon». En el mes de Enero de 1941, el «Atlantis» estaba navegando nuevamente. El día 24 se cruzó con el «SS Mandasor», carguero británico que respondió con disparos de ametralladoras antiaéreas al ataque con bombas del hidroavión de reconocimiento. El corsario alemán abrió fuego e hizo blanco en 8 oportunidades, por lo que el carguero se incendió y, finalmente, fue hundido con cargas explosivas. 

 
SS Automedon 

El 31 de Enero capturó al mercante británico «MV Speybank» y el 2 de Febrero hizo lo propio con el petrolero noruego «Ketty Brövig». El 17 de Abril de 1941, se encontró con el barco de pasajeros egipcio «Zam Zam» El capitán Rogge lo confundió con un barco de transporte de tropas y lo atacó. Cuando descubrió su error, el buque comenzaba a hundirse. El «Atlantis» rescató a todos los pasajeros y tripulantes que viajaban a bordo. Finalmente, estos fueron transferidos al barco de suministros «Dresden» y desembarcados en Francia. Entre los pasajeros del «Zam Zam» viajaba David Scherman, fotógrafo de la revista Life, quien tomó varias fotografías. Pese a que los alemanes le decomisaron algunos rollos, logró ocultar otros y, cuando pudo regresar a Nueva York, las publicó en Life el 23 de Junio de 1941. El 14 de Mayo torpedeó y hundió al mercante británico «SS Rabaul» que había desobedecido la orden de detención. El 24 de Mayo persiguió al «SS Trafalgar», que transportaba 5.000 toneladas de carbón y dos aviones. Algunas andanadas de sus cañones de 150 mm. detuvieron al mercante que, inmediatamente, comenzó a incendiarse por el fuego iniciado en los aviones y luego en la carga de carbón. Fue hundido con un torpedo. El 17 de Junio abrió fuego contra el mercante británico «SS Tottenham», carguero que transportaba hacia Alejandría, material bélico diverso como municiones, armamento en general, repuestos para aviones. Los impactos de los cañones de 150 mm. provocaron una explosión y un incendio, pero el mercante no se hundió. Continuó navegando a la deriva y, dos semanas más tarde, encalló próximo a Río de Janeiro. El 22 de Junio interceptó y abrió fuego contra el carguero británico «MV Balzac», de 5.372 toneladas y que transportaba una carga de 4.200 toneladas de arroz. El 10 de Septiembre de 1941 el «Atlantis» se toparía con su vigésimo segunda y última presa: la motonave noruega «MV Silvaplana» de 4.790 toneladas. El buque fue capturado y, luego de apropiarse de su carga de café, especias, caucho, entre otras cosas, fue enviado al puerto de Burdeos con una tripulación mínima. 


Capitán de Fragata Bernhard Rogge (comandante del «Atlantis»)
 
El capitán Rogge era muy hábil para comandar y para captarse la simpatía de sus subordinados. Los pocos artículos de lujo que hallaba en los buques apresados (cerveza, golosinas, cigarrillos) los hacía repartir por igual entre todos. En sustitución de permisos para bajar a tierra (algo imposible para una nave corsaria), daba dispensas de servicio por una semana, en turnos de 12 hombres, que pasaban a disfrutar de descanso en una cámara destinada a ese efecto. A menos que se les llamara para ocupar sus respectivos puestos de combate, los hombres con «licencia», disponían libremente de su tiempo para hacer lo que mejor les pareciese. El resultado de esa semana de completo descanso, en medio de las rudas faenas de a bordo, era reconfortante y muy apreciado por los tripulantes. Nieto de un clérigo protestante que había figurado en la corte del Kaiser Guillermo II, el capitán exigía, a todos los oficiales, puntual asistencia a los servicios religiosos del domingo; pero a la salida, invariablemente, los invitaba a todos a tomar una copas: «el cóctel de la iglesia», según decía. 
Para ese entonces, el Almirantazgo Británico había ordenado que todo buque que avistase a una nave sospechosa, diese inmediatamente aviso por radio sin reparar en las consecuencias. En vista de ello, se ordenó al «Atlantis» que, a la vista de buque enemigo, hiciese fuego primero y preguntase después. Es que los aliados se veían perjudicados, no solamente por las embarcaciones apresadas o hundidas, sino también por el terror que ese corsario alemán esparcía en los mares. Inglaterra hubo de distraer, para darle caza, naves que la Armada necesitaba en otros lugares. Los buques mercantes se vieron obligados a navegar en zigzag, alargando la ruta y desperdiciando tiempo y combustible, lo cual incidía en los costos. Asimismo, se hizo más difícil el enganche de tripulaciones, y también más oneroso, por el sobresueldo que había que pagarles por navegar en zonas peligrosas. La correspondencia oficial sufrió frecuentes retrasos o extravíos. Subió la prima del seguro de guerra. Se apagaron las luces de puertos y faros. Era una necesidad para los aliados, entonces, hundir a este corsario. 
En la mañana del 21 de Noviembre de 1941, el hidroavión de reconocimiento del «Atlantis» quedó inutilizado al tratar de acuatizar a su regreso de un vuelo. Ocurrió este contratiempo cuando más falta hacía al corsario ese avión, tan necesario para él como los ojos para un hombre. Porque precisamente, el día siguiente era el señalado para que el submarino U-126 lo reabasteciese de combustible, operación arriesgada, durante el cual el barco alemán quedaría indefenso. Las dos embarcaciones se encontraron en el lugar convenido, a igual distancia de las costas de Brasil y África. Desde muy temprano, en la mañana, comenzaron a funcionar las bombas que trasvasaban el petróleo del submarino al corsario. Asimismo, en este último se estaba efectuando el cambio de un pistón del motor de babor. De pronto, los vigías dieron la voz de alarma, habían avistado primero la punta de un mástil y luego tres chimeneas que delataban un buque de la Clase London. Se trataba del crucero pesado «HMS Devonshire», al mando del capitán R.D. Oliver, que puso proa hacia las naves alemanas. Dejando a su capitán a bordo del «Atlantis», el submarino se sumergió sin pérdida de tiempo. Un hidroavión había sido lanzado desde el crucero y el capitán Rogge viró la nave para presentar la popa al buque enemigo y para tratar de ocultar el submarino a la vista del avión. ¿Se habrían dado cuenta los ingleses de su presencia? Las mangueras, desenchufadas a toda prisa y dañadas por tan inesperada maniobra, habían dejado en la superficie del agua manchas iridiscentes, delatoras de petróleo derramado y, además, el piloto del hidroavión británico alcanzó a ver al submarino en el momento en que se sumergía. Sólo una esperanza de salvación restaba al «Atlantis»: engañar al enemigo, ponerse al habla con él, ganar tiempo, y atraer al «Devonshire» hasta ponerlo a tiro de los tubos lanzatorpedos del submarino. 


Crucero «HMS Devonshire»

Pero el capitán Oliver recelaba del barco que había avistado. Salvo por las mangueras de ventilación y otros pormenores, la apariencia de esa nave, a la cual acababa de sorprender derramando petróleo en la superficie del mar, coincidía con la que, según la descripción del Almirantazgo, debía tener el corsario fantasma. Decidió, pues, cruzar frente al «Atlantis» y, desde una distancia que dejara al crucero fuera del alcance de tubos lanzatorpedos, disparó dos proyectiles, uno a babor y otro a estribor del buque sospechoso. En tal situación, el capitán Rogge decidió comunicarse por radio sin tardanza y tratar de engañar al enemigo. El teniente Wenzel, a cargo de las comunicaciones, lanzó la señal RRR y se identificó como el mercante holandés «Polyphemus». Pero al momento de emitir la señal, el teniente cometió el error de enviar tres R en vez de cuatro, que era la nueva norma establecida. El capitán Oliver sospechó. No obstante, actuó con serenidad: radió un mensaje al comando del Atlántico Meridional para asegurarse que fuese el «Polyphemus». Casi por espacio de una hora el «Atlantis» se mantuvo en posición frente al «Devonshire» a una distancia de unas 17.000 yardas. Aún quedaba la remota posibilidad de que el U-126 se aproximase al crucero inglés para torpedearlo, pero el segundo comandante del submarino había optado por conservar su posición. 
A las 9,34 hs, el capitán Oliver recibió la respuesta del comando del Atlántico Meridional, que decía: «No. Repetimos: ¡No!». Un minuto después el «Devonshire» abrió fuego con sus cañones de 203 mm. Varias andanadas impactaron en el «Atlantis» y la nave comenzó a incendiarse. El capitán Rogge ordenó abandonar el barco. Pero él y el teniente Fehler descendieron al depósito de municiones y activaron las cargas explosivas de tiempo, para después abandonar el barco ellos también. A las 9,58 hs. una enorme explosión terminó con el buque corsario que comenzó a hundirse. Los hombres, para quienes ese barco fuera hogar por 20 meses, lo despidieron con una aclamación, mientras el capitán Rogge, de pie en una de las lanchas, permanecía silencioso, en actitud de saludo. «Ferry», el perro del capitán, montaba guardia al lado de su dueño. El capitán Oliver, sospechando que el submarino estaba por los alrededores, decidió no detenerse a efectuar el salvamento de los náufragos y se alejó del lugar a máxima velocidad. 
A voz y con silbato fueron reuniéndose los hombres de la dotación del «Atlantis». Sólo siete de ellos habían muerto bajo el fuego del enemigo. El submarino U-126 emergió para rescatar a los náufragos: 55 hombres, entre heridos y personal técnico irremplazable, fueron llevados a bordo; 52 hombres más, a los cuales se los proveyó de mantas y chalecos salvavidas, quedaron en la cubierta. Los restantes 201 tripulantes fueron remolcados en seis lanchas. En la tarde de ese mismo día emprendió viaje la extraña flotilla. Dos veces por día se lanzaba del submarino un bote de goma que, yendo de lancha en lancha, repartía comida caliente. A los tres días de navegación, el U-126 hizo contacto con el «Python», buque de suministros que estaba reabasteciendo a los submarinos U-68 y al UA. De pronto apareció el crucero pesado «Dorsetshire» (gemelo del «Devonshire») El buque británico abrió fuego y, tras recibir varios impactos, el «Python» se incendió. El U-68 disparó cinco torpedos, pero el crucero británico, maniobrando velozmente, huyó de la escena. En once botes y siete balsas salvavidas, unos 414 hombres aguardaban la ayuda de los submarinos. Se transportó a los mismos la máxima cantidad posible y el resto continuó a remolque. En la primer semana de Diciembre, llegaron al lugar el U-129 y el U-124. En apenas dos semanas más, los submarinos italianos «Luigi Torelli», «Enrico Tazzoli», «Giuseppe Finzi» y «Pietro Calvi», se sumaron al rescate. A finales de Diciembre de 1941, todos los náufragos del «Atlantis» arribaron a salvo al puerto francés de Saint-Nazaire. Desde allí continuaron hacia Berlín, adonde llegaron después del Año Nuevo de 1942. 

 
Esta foto del Atlantis salió en la revista LIFE. La sacó un reportero que viajaba en un barco y que fue capturado y posteriormente liberado por el capitán Rogge. Esta foto fue decisiva para la identificación y posterior captura del buque corsario 
 
Momento del rescate por un submarino alemán de la tripulación del Atlantis. 

Ascendido al contralmirante, Bernhard Rogge pasó a estar al frente de la instrucción de los cadetes de la Marina; pero, al descubrir que no era partidario de la ideología nazi, fue relegado a un puesto secundario. Ninguna otra medida se tomó contra este hombre porque, al igual que el Mariscal Erwin Rommel, era una figura muy apreciada por el pueblo alemán. 
Es de destacar que, después de una guerra tan enconada y larga, no pocos de los que vieron sus barcos apresados o hundidos por el «Atlantis», se han sentido amistosamente dispuestos para con Bernhard Rogge. El capitán White, del «SS City of Bagdad», manifestó por escrito su agradecimiento por el trato que recibió mientras estuvo prisionero. Cuando el capitán Woodcock, en otro tiempo al mando del «SS Tottenham», tocó puerto al frente del barco que comandaba en ese momento, invitó a bordo al contralmirante Rogge. En los años de escasez, durante la posguerra, muchos de los que habían estado prisioneros en el «Atlantis», enviaron «paquetes de socorro» a los ex tripulantes del corsario alemán. 

 
Oficiales del Atlantis con el capitán Rogge. 


Los veteranos del «Atlantis» siempre han recordado con cariño al barco y a su comandante. El teniente Dehnel ha explicado alguna vez: «Hizo de la dotación de nuestro barco una verdadera familia»; para luego agregar: «Si en Alemania volviésemos a tener Marina de Guerra nuevamente, tal vez volvería yo al servicio. Pero si Rogge me llamara, lo seguiría como una bala, fuese cual fuese la Marina en la que hubiera de servir». 

Fuente: Historias Secretas de la Última Guerra.

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