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sábado, 13 de febrero de 2021

Armamentismo: La carrera naval entre Argentina, Chile y Brasil

 Las carreras armamentistas navales entre Argentina, Chile y Brasil (1891-1923)

Cristián Garay
cristian.garay@usach.cl


Historia Crítica || Print version ISSN 0121-1617
hist.crit. no.48 Bogotá Sep./Dec. 2012



RESUMEN

La perspectiva bilateral ha obstaculizado una visión de conjunto del problema de la competencia naval sudamericana entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Con base en una percepción del poder duro, la competencia naval no se interpreta como un episodio restringido al caso chileno-argentino o al argentino-brasileño sino como una determinación política regional inducida por la creencia de que ello aumentaría las expectativas de éxito en el sistema internacional. Esa búsqueda de prestigio concluyó por razones culturales en la década del veinte, por el wilsonismo, el descrédito de la vía de la seguridad colectiva tras la Primera Guerra Mundial y el clima pro-desarme en el mundo.

PALABRAS CLAVE
Historia latinoamericana, paz, seguridad internacional, carrera de armamentos, control de armamentos.



"Sólo se habla de armamentos, de acorazados y pertrechos bélicos, dependiendo, al parecer, la salud de la nación de la contratación de empréstitos que permitan invertir millones en la adquisición de blindados, cañones y elementos de combate"1.


INTRODUCCIÓN: EL EQUILIBRIO COMO TEMA

Una tradición nacional en las historiografías regionales ha descrito las competencias armamentistas en claves bilaterales, aisladas del proceso de equilibrio de poder sudamericano. En este caso, dicha cuestión alude al hecho de que tanto la historiografía chilena como la argentina han hablado de la carrera armamentista entre ambos países sin mencionar a Brasil o sin conectar unas con otras2.

Esta interpretación reductivista no se compadece con el hecho de que la competencia fue un instrumento de ascenso internacional. Argentina fue el primero en usarlo contra Chile y luego contra Brasil en una secuencia interrumpida por la postulación fallida del pacto ABC, como un medio de canalizar las capacidades bélicas de los tres países. En este sentido, la Guerra del Pacífico cambió la valoración estratégica del medio naval, debido a que hasta hacía poco -piénsese en la Guerra de la Triple Alianza- incluso Brasil y Argentina estaban estructuradas sobre marinas fluviales, antes que océanicas. La disputa chilena-peruana por el dominio del mar colocó para argentinos y brasileños el acento en el papel de las Armadas en el equilibrio de poder sudamericano.


Al abordar una cuestión teórica precedente se plantea la pregunta por ¿qué es una carrera armamentista? En forma breve, puede decirse que una carrera armamentista es una competencia entre dos o más contendores que se perciben como amenazados para alcanzar un nivel de seguridad a través de la adquisición de armas y equipos. Para un actor puede ser un objetivo alcanzar la superioridad, y para otro, la equiparidad, o bien ambos pueden estar empeñados en obtener la ventaja. La paradoja es que las carreras armamentistas suelen ser estériles, ya que, de acuerdo con el Dilema de Seguridad, se resuelven en una competencia que es tan intensa e incontrolable que los equipos y armas adquiridos se vuelven insuficientes para procurar la seguridad, y pueden generar un gasto tal que terminan incentivando un enfrentamiento como el que ocurrió entre Chile y Argentina entre 1895 y 1902.

El otro problema teórico es que se suele confundir el equilibrio militar con la noción de equilibrio de poder. La adquisición de armas y equipos responde, según los conceptos examinados, a una categoría que un autor militar español ha denominado el equilibrio de fuerzas en presencia, y que es distinto al concepto de equilibrio3. El equilibrio militar consistiría en la compensación de armas y equipos existentes, hasta lograr la capacidad de confrontar en igualdad de condiciones, al menos, al eventual competidor.

Pero el equilibrio de poder es otra cosa. Aunque existen muchas definiciones, se podría decir que es la forma como se reparte el poder en el sistema internacional, de modo que resulte adecuado para mantener los privilegios de algunos actores en detrimento de otros, sin perjudicar ni afectar el estatus y supervivencia de los Estados con menos poder en él4. Cuando el equilibrio se rompe del todo, surgen la absorción, la guerra y la derrota.

El equilibrio de poder no supone un reparto equitativo o justo del poder, sino que consagra cierta limitación a la acumulación de éste. De ahí las virtudes "morales" que algunos han atribuido al equilibrio, especialmente entre los tratadistas ingleses del siglo xix. Pero desde nuestra perspectiva, con una mirada más escéptica, no atribuimos a dicho equilibrio ningún sentido moral, sino que reconocemos la existencia de una política tal cual es, la realpolitik. En ese sentido, el equilibrio opera como un mecanismo regulador de las relaciones de poder, y en ciertos momentos construye constelaciones de alianzas escritas y no escritas, para limitar el poder, obtener la seguridad y potenciar la capacidad más allá de los propios medios.

Estos elementos nos permiten proponer como hipótesis de trabajo que la carrera armamentista en América del Sur se dio de la mano de los tres países que podían bregar por la superioridad militar, y que ésta perdió su utilidad cuando el equilibrio militar no fue capaz de comprender el cambio del poder internacional. De modo que el equilibrio militar, al fin de cuentas, terminó siendo rehén del cambio de equilibrio: si Argentina se impuso frente a Chile, se frustró ante Brasil.

Para entender esta cuestión hay que precisar que el equilibrio de poder supone en sí mismo una disparidad en la distribución del poder militar, que es sólo un fragmento del poder nacional en juego. Nadie pensaría, por ejemplo, que el equilibrio o paridad militar entre Chile y Bolivia sería significativo para la paz en América del Sur y ni siquiera necesario, porque las capacidades de Bolivia no amenazan a Chile. Lo mismo se puede decir de Paraguay y Uruguay. De modo que los equilibrios militares se deben ver en el juego de la distribución internacional del poder, y sólo amenazan este equilibrio general cuando se desorbitan de la capacidad interna de un Estado, es decir, cuando se adquiere tal cantidad de poder militar que se convierte en amenaza para el equilibrio político, o cuando induce a una confrontación militar.

Los enfoques bilaterales han predominado en la interpretación del sistema internacional sudamericano5, desconectando los casos de la configuración y estabilización del equilibrio de poder regional que duró hasta fines del siglo XX. El origen es fácil de prever. Al ser estudios de conflictos fronterizos, de historia diplomática, ha sido fácil centrarse en enfoques bilaterales. Esta falencia es estructural a todas las perspectivas que la desagregan convencionalmente en sus partes chileno-argentina y brasileño-argentina, sin darle jamás un significado común. Sin embargo, la competencia naval argentina es un fenómeno de mediano plazo, centrado en la obstrucción del ascenso de Brasil como potencia naval.

1. LA PRIMERA FASE: ARGENTINA-CHILE

Primero que todo, hay que advertir que el tema de la competencia naval es parte de la competencia política chileno-argentina acentuada tras la Guerra del Pacífico. Pablo Lacoste, por su parte, hace notar que en la época la noción de potencia militar implicaba una serie de conceptos culturales, como el vigor de la raza, el prestigio de las naciones y, sobre todo, la convicción de que en el terreno naval "la seguridad del Estado era directamente proporcional a su flota de guerra. La disponibilidad de una armada poderosa era, sin duda, un tema clave de la época"6. Un testimonio de esta línea de pensamiento se encuentra en el diputado conservador Malaquías Concha, en 1900, cuando defiende la instalación del servicio militar:

    "Los gobiernos más retrógrados concluirán por comprender que el choque de dos ejércitos sobre un campo de batalla, se reduce en ultimo análisis, al choque de inteligencias. La lucha elimina despiadadamente a las sociedades más ignorantes y retrogradas. La primera medida de seguridad es la instrucción"7.

Para iniciar la carrera naval Argentina requirió apoyo externo y lo encontró en 1896 en el rey Humberto i de Italia, quien ordenó a los astilleros Ansaldo y Orlando construir cruceros de más de 7.000 toneladas. Además, los acorazados Garibaldi y Varese ondearon bandera argentina, y se inició la construcción del Pueyrredón y del Belgrano. De acuerdo con Lauro Nono y Fabián Brown, ese año "La supremacía naval chilena quedó anulada"8.

De todas maneras, si en 1895 la escuadra chilena todavía superaba a la argentina, en 1898 se consigna la equiparidad con el conteo de las naves y del tonelaje realizado por el almirante argentino Juan A. San Martín9. De cierta manera, en 1898 empezó propiamente la carrera armamentista. En Chile se encendieron las alarmas, debido a que el pedido de cuatro cruceros de la clase Garibaldi suponía un cambio profundo en el balance de fuerzas con Argentina. Y ante la perspectiva de una nueva adquisición chilena, el presidente Roca advirtió a Subercaseaux, el embajador chileno en Buenos Aires, que "la Argentina estaba dispuesta a contrabalancear cada adquisición naval chilena con la compra del doble de barcos de guerra que el gobierno de Santiago decidiera incorporar"10.

A la compra de la Chacabuco por Chile, Argentina respondió con la adquisición de dos naves de la clase Garibaldi, más grandes y rápidas que las anteriores: el Rivadavia y el Moreno. La diplomacia chilena intentó moverse en el mercado de buques sin mucho éxito, tratando de comprar los defectuosos y desfasados cruceros de la clase Indiana a Estados Unidos, pero no le fueron vendidos. En 1898, el Gobierno chileno usó sus reservas de oro y ordenó la compra de dos buques de 11.000 toneladas, que fue superada al instante por Argentina con dos pedidos de 15.000, y seis destructores de la clase Nembo. Con ello la superioridad naval argentina era manifiesta. A esto se unía el deseo de bolivianos y peruanos de incluir a Argentina como un eventual aliado en un conflicto, de lo que resultó también el alineamiento tripartito en la Conferencia Panamericana de México (1901-1902), que intentó introducir un arbitraje obligatorio respecto de conflictos armados pasados y futuros, y que fue bloqueado por las diplomacias chilena y colombiana11.

En Chile cundía la alarma. El ex embajador chileno en La Paz, Abraham Kõnig, transcribió en su diario el 11 de mayo de 1898: "Carlos Walker publica un reportaje en La Tarde en que habla de que es preciso prepararnos para la guerra y que hasta vendería la Plaza de Armas para ello si fuese necesario. Esto, y la compra de buques de la Armada, hace que tengan lugar sesiones secretas en la Cámara de Diputados los días 3 y 4 de junio"12. Por su parte, el ministro de Hacienda, Zañartu, reconocía que "ha encontrado cerradas las puertas en Europa para contratar un empréstito", con el fin de seguir comprando armas y buques13. Para sortear la dificultad, el Ministro contrató con el Banco de Tarapacá un préstamo de 400 mil libras, y como esto derrumbaba el crédito de Chile en el exterior, se disimula la situación declarando que se trataba de una operación interior, y no de un empréstito. Dos días después se reunió el Senado chileno y trató sobre los pactos con Perú y Bolivia.

En esta circunstancia, y potenciando su situación, Argentina apostó por apoyar las demandas de Perú y Bolivia para contrastar el poder bélico chileno. Argentina contactó a Alemania y adquirió ingentes cantidades de fusiles -el famoso Mauser argentino-, ametralladoras y cañones. El sentido de estas adquisiciones está magníficamente expuesto en una carta del coronel Pablo Riccheri dirigida al presidente Roca, fechada en Karlsruhe (Alemania) el 29 de octubre de 1895: "hoy más que nunca la Patria necesita plata, y más plata para completar sus armamentos"14.

Hacia 1899 la carrera armamentista entre Chile y Argentina empezaba a afectar financieramente a ambas naciones15. En la disyuntiva Chile trató de compensar el esfuerzo argentino, pero siempre a destiempo y con adquisiciones que minaron su capacidad de competir con el vecino. En ese momento aconteció el problema de Puna del Desierto, cuando Bolivia entregó el territorio que supuestamente iba a ser ocupado por Chile a cambio de congelar las reclamaciones argentinas por Tarija. Pero el inconveniente entre Chile, Argentina y Bolivia estuvo a punto de degenerar en conflicto y a duras penas se solucionó. A ojos argentinos, en "1901, Chile reinició la carrera armamentista con la compra de seis cazatorpederos y la creación de la Guardia Nacional. La Argentina contestó con la sanción de la Ley del Servicio Militar Obligatorio. A fines de año, las relaciones alcanzaron el mayor grado de tensión"16.

Esto además se dio por el incremento de los incidentes fronterizos entre 1899 y 1900, los reclamos por la fundación de San Martín de los Andes y la ocupación del lago Lácar, y en 1901, las incursiones policiales argentinas en Última Esperanza. Incluso, tras el Abrazo del Estrecho en 1899 entre los presidentes Errázuriz de Chile y Roca de Argentina, se temía la guerra cuando ya las cajas de ambos países estaban al borde del colapso17. Y fue esta escalada la que provocó la derrota de los maximalistas tanto en Argentina como en Chile. La situación era evidente para los más lúcidos en ambos lados de la frontera pero la prensa "patriotiotera" de uno y otro lado no cedía a razones.

La carencia de respaldos para nuevos créditos produjo que en "marzo de 1902, se sumaron otros actores que ejercerían decisiva influencia en las negociaciones de paz: las bancas Baring y Rothschild. La primera fuerte en Buenos Aires y la segunda, en Santiago de Chile"18. La oposición de los banqueros al conflicto tuvo tal fuerza que terminaron presionando al Gobierno inglés para que detuviera las compras de buques. Sin el crédito y sin el apoyo de Gran Bretaña el resultado fueron los compromisos de 28 de mayo, también llamados Pactos de Mayo, que consagraron la superioridad naval argentina. Esto no fue gratis: Buenos Aires reconocía la esfera del Pacífico como el área de influencia chilena19. Esta negociación perjudicó las aspiraciones irredentistas de Perú y Bolivia y da un nuevo giro, necesariamente más amistoso, a sus relaciones con Chile, que emergíó con la capacidad de dirimir sus problemas sin el fantasma de Argentina en los "asuntos del Pacífico".

Para ese entonces la competencia naval había superado con creces las capacidades financieras y estratégicas de ambos países. Chile era el país que tenía más tonelaje por habitante y Argentina estaba en otro lugar destacado por encima de Gran Bretaña, dueña de la primera flota del globo. Ocupaban el 6° y 7° lugar en tonelaje entre las diez grandes flotas, contabilizando entre ambos un total de 39.000 toneladas. Pero ninguno desarrolló industria ni tecnologías propias20.

La banca británica cerró el ciclo de las intimidaciones, pues atemorizada por el default de ambos Estados presionó más el partido de la paz en cada país, para negociar y firmar el Tratado de 1902, que contenía cuatro partes: 1) el Acta Preliminar, 2) el Tratado general de Arbitraje, 3) la convención sobre Limitación de Armamentos Navales y 4) el acta de arbitraje sobre los hitos demarcatorios en terreno. En el Acta Preliminar, Chile afirmó su derecho a expansiones sancionadas por tratados, en contra de Argentina, que la rechazaba de modo expreso e incondicional.

En cuanto a la Limitación de Armamento Naval se estipuló su cumplimiento en el plazo de un año, prohibiéndose adquirir embarcaciones por cinco años. Las disposiciones de limitación naval consagraban la superioridad naval oceánica de Argentina21. El cierre de la competencia trae también la delimitación naval y ésta se cumple inexorablemente, pese a los temores expresados en la prensa chilena de un aprovechamiento argentino. Por ejemplo, una crónica realizada en noviembre de 1903 afirmaba: "Dícese que el ministro de marina se opone al traspaso hasta que Chile no venda los acorazados que construye en Inglaterra"22, y posteriormente se informa que se firmó el contrato de venta de los acorazados Rivadavia y Moreno, y en caso de que Chile no vendiera el suyo, Argentina estaría dispuesta a comprarlo sin romper el equilibrio23.

2. UN INTERLUDIO DE COOPERACIÓN, EL ABC

La firma del Tratado de 1902 tenía de parte de Argentina otro interés adicional: el de aislar a Brasil, que incrementaba su poderío internacional bajo la mano del Barón de Rio Branco, en cierta alianza con Estados Unidos. Chile buscaba también crear una entente sudamericana ABC que pudiera contestar a la creciente influencia estadounidense. Tras la eclosión belicista y nacionalista en Chile dominaba el partido de la paz y americanista, y en 1903 presentó ante el Gobierno argentino un texto para crear "alianzas internacionales, de la necesidad de acuerdos entre las republicas sudamericanas para defenderse contra posibles agresiones, y de un concepto o acuerdo de las potencias regionales para mantener la paz en el continente"24.

En este contexto surgió el tema del apoyo a Colombia, debido a la crisis de Panamá. Para La Prensa de Buenos Aires el interés de Chile por Colombia surgía del rechazo de Ecuador al establecimiento de una alianza categórica contra Perú, y recordó supuestas divergencias entre el Ecuador de Leónidas Plaza y Chile25.

Esa idea motivó el envío de un crucero chileno a la crisis de Panamá en 1903 y también la respuesta de Washington de impedir toda acción naval en contra de la revuelta separatista. Los diarios recogieron la advertencia: "Washington, 11. - el crucero Boston ha recibido orden de dirigirse a Buenaventura. Su comandante lleva instrucciones para significar a las autoridades colombianas que es completamente inútil que piensen enviar fuerzas a Panamá, pues los Estados Unidos les impedirán desembarcar"26. El fracaso de la maniobra chilena de respaldar a Colombia en ese trance, ampliamente descrita por Emilio Meneses, fue consecuencia de las estipulaciones del Tratado de 1902 que redujeron el poder naval chileno e incentivaron la cooperación entre los entonces rivales sudamericanos27.

No obstante, el tema de la proyección del poder naval más allá del horizonte vecinal persistió. En 1903 Gregorio Santa Cruz, teniente 1° de la Marina, presentó una memoria con el título de La Defensa Naval del País, donde sostenía: "No puede, en realidad, existir problema más interesante que el de su defensa naval para un país como Chile que tiene 2,500 millas de litoral marítimo, a lo largo de los cuales hallamos centros de producción tan valiosos como la zona salitrera y puertos como Valparaíso, Talcahuano, Lota, Valdivia y Punta Arenas"28. Desvelado por la cuestión de Panamá, pensaba en una base que permitiera una proyección en todo el Pacífico Sur:

    "[...] insinúa la idea de que la apertura del Canal de Panamá producirá una alteración completa en las condiciones estratégicas de nuestro país, por lo cual cree que debiéramos entrar en una arreglos con alguna nación amiga para obtener un punto de apoyo en el Pacífico Equinoccial"."Un puerto en las Galápagos serviría [...] admirablemente este propósito y nos ayudaría a ser más efectiva nuestra defensa en el Pacífico, aumentando nuestro radio de acción"29.

La búsqueda de un equilibrio a toda costa se concretó en el Tratado "secreto" Abadía Méndez-Herboso entre Colombia y Chile, motivo por el cual se interpeló al Ministro de Relaciones Exteriores en el Congreso del primer país. En efecto, el conservador colombiano Miguel Antonio Caro pidió, en medio de la discusión en el Senado sobre la ratificación del Tratado del Canal y la crisis de Panamá, que se conociera el informe "acerca de un tratado celebrado entre Colombia y Chile, por el cual se arreglaban los límites entre Colombia y Ecuador"30. El Ministro de Relaciones Exteriores colombiano respondió incómodo que existían tratados secretos entre otros países como Francia y Rusia, pero eludió reconocer como verdadero el texto chileno-colombiano publicado en París, Londres y otras capitales31.

Consistente con esta visión, en 1908 el Canciller chileno propuso a su par argentino, Estanislao Zeballos, la firma de un tratado de este tipo con una cláusula de alianza defensiva y otra de limitación de armamento naval, que fue rechazado por Buenos Aires para no incluir a Brasil. Pero en 1914 los tres países actuaron en la crisis mexicana a petición de Estados Unidos en las Conferencias del Niagara Falls32. Como consecuencia de lo anterior, en mayo de 1915 se firmó el Tratado del ABC para solucionar problemas no previstos por acuerdos anteriores. El tratado no fue ratificado en la Cámara de Diputados argentina ni en la chilena. Brasil lo ratificó pero no lo aplicó.

El fracaso se puede explicar de varias maneras. Una de ellas, que la pretensión de ser un eje de poder fue demasiado para los tres países, y especialmente para Argentina, que trataba de contrabalancear a Chile con la inclusión de Perú. Tampoco Brasil, seguro de su poder, se esforzaba mucho, y por eso en la historiografía brasileña chocan dos interpretaciones: "de um lado, Bueno e Ricupero, que não o identificam como expressão de uma política contrária aos eua; de outro, Bandeira, que vê no projeto uma tentativa de resistir à penetração dos eua na América do Sul"33. Más específicamente,

    "A partir dessas leituras, torna-se plausível a hipótese de que o projeto de 1909 contemplava o estabelecimento de uma hegemonia compartilhada entre o Brasil, a Argentina e o Chile sobre a América do Sul: ao ABC caberia, portanto, desempenhar o papel de garante da ordem na região. [...] Tampouco se sustenta a idéia de que representava uma tentativa de limitar a penetração imperialista no subsistema sul-americano, pois, na verdade, limitava-se a complementar os tratados bilaterais de arbitramento"34.

En abril de 1922 el diplomático chileno Bertrand Matthieu insistió ante el presidente Alessandri en reflotar la idea de un desarme y de paso aliviar la deuda externa35. En 1923 Chile insistió en el tema, pero fue desechado por el presidente Marcelo T. de Alvear, quien manifestó que podía despertar susceptibilidades en países más pequeños. Alessandri quería un liderazgo moral para América Latina, pero su discurso cayó en el vacío de una Argentina a la que no le interesaba el asunto, y de un Brasil que, inquieto por las aparentes señales de simpatía chilena por Argentina, se inclinaba por aliarse con Estados Unidos36.

3. LA SEGUNDA FASE: ARGENTINA-BRASIL

Al igual que la génesis de la competencia argentina, la brasileña se inició con la constatación de que el poderío naval chileno y argentino era mayor que el propio y se acrecentó con la humillación provocada por el Caso Panther37. En 1904 Brasil encargó tres acorazados del tipo Dreadnoughts de 12.000 a 15.000 toneladas, tres cruceros, seis cazatorpederos, tres submarinos, y navíos auxiliares38.

En 1905 Argentina decidió responder al reto, y en marzo del año siguiente anunció sus compras: "Confirmase el rumor de que los nuevos acorazados serán de 14 mil toneladas. El gobierno propónese además adquirir 10 destroyers de 400 toneladas y del maximum de andar conocido con éxito. Estos costarían 70 mil libras esterlinas cada uno"39.

En 1906 ya se preveía el fin de las limitaciones navales con Chile y, por tanto, Argentina se sentía liberada para competir con Brasil40. Así se inició la segunda carrera. Para la perspectiva argentina, ella fue consecuencia natural del desafío brasileño y de la expansión del poder del canciller Rio Branco41. Una nueva fase se inició con el encargo de Brasil hacia 1908 de dos acorazados, dos cruceros, diez destructores y tres submarinos. Y que eran consecuentes con otros aspectos de un "plan de política exterior que tuvo por objetivo el engrandecimiento brasileño. Otros aspectos de este plan fueron la expansión territorial, el estrechamiento de las relaciones con el gobierno de Estados Unidos, el ascenso de las misiones diplomáticas brasileñas al nivel de embajada y la obtención del primer cardenal sudamericano"42.

En 1908 parecía que la guerra sobrevenía de manera inminente y Brasil evaluaba su propia defensa insatisfactoriamente. A esta maniobra de fortalecimiento se opuso el canciller argentino Estanislao Zeballos, alentado por el presidente Figueroa Alcorta. Este último afirmaba: "no podemos permitir que otro país sudamericano nos aventaje en poder naval. Ningún sacrificio nos debe detener"43. Paradójicamente, ahora Argentina planteaba como tesis la equivalencia naval, cuando en 1902 consagró la de la superioridad naval frente a Chile. Ese año el Congreso argentino denunció el Acta de Limitación Naval con Chile para rearmarse ante Brasil.

En 1909 Rio Branco dio un golpe maestro: presentó a Puga Borne un tratado de cordial entente que, aunque abandonado casi al instante, precipitó a los argentinos a una relación amistosa, so pena de un entendimiento brasileño-chileno. En marzo de 1911 el presidente argentino Sáenz Peña envió a su agente Ramón J. Cárcamo para poner fin a la carrera armamentista, quedando ambos comprometidos en un acuerdo de caballeros a renunciar a un tercer acorazado. De todas maneras, el argentino rechazó la propuesta de Rio Branco de incluir en la paridad naval a Chile, argumentando que ello ofendería al Perú44.

La consecuencia natural de esta competencia era que Argentina pretendía impedir a Brasil la equiparación con su flota, una aspiración que para los observadores externos era inviable. En 1910 Argentina solicitó, para responder en un conflicto con Brasil, dos nuevos acorazados tipo Dreadnoughts, el Moreno y el Rivadavia, que llegaron en 1915. Sobrepasado el equilibrio naval, el Gobierno de Chile ordenó el Plan del Centenario, y en 1910 encargó dos acorazados a Inglaterra, de los cuales sólo se concreta el acorazado Almirante Latorre pero con demora porque primero participa en la Primera Guerra Mundial45. Respecto del segundo, como coincidió con la Primera Guerra Mundial, nunca se fabricó, pero en compensación Reino Unido entregó una partida de buques y submarinos a bajo precio, dándose Chile el lujo de desechar la incorporación de un portaaviones a la flota. Entregado a Chile en 1922, el Almirante Latorre se incorpora de lleno como el último gran acorazado de la región, el único super Dreadnoughts. Afortunadamente, por la demora en llegar y porque no le siguieron nuevas adquisiciones ni de Chile ni de los restantes países, no fue origen de una nueva carrera naval.




4. EL DESGUACE, EL DESARME, LA DESIDIA

La Primera Guerra Mundial produjo un cambio no sólo en el mercado de buques, sino en la valoración social de las adquisiciones navales. Era impensable lo que le transmitía el embajador chileno, Irarrázabal, a su gobierno en 1914, a propósito de la supuesta venta del Almirante Latorre: "El Ministro de la República Argentina me ha manifestado anoche confidencialmente que su Gobierno desea vender buques actuales porque han resultado malos y desea encargar otros mejores a Inglaterra"46.

Con todo, en 1914 los escarceos de Chile, Argentina y Brasil por encontrar un acomodo a su rivalidad se plasman en la idea del ABC y su intervención conjunta en el conflicto mexicano-estadounidense47. La idea de una cooperación naval en el ABC se discutía intermitentemente sobre todo en relación con Brasil. El diario chileno El Porvenir de Santiago de Chile comentó acerca de la firma del Tratado de Navegación entre Chile y Brasil, firmado el 10 de enero de 1896, que era la fórmula para avanzar en una flota combinada, "pudiendo [Chile y Brasil] disponer en cualquier momento, además de sus buques de línea, de 30 ó más cruceros de guerra con tripulaciones y personal de oficiales adiestrados"48.

En una carta del Ministro a la legación en Brasil, éste pone de relieve el peligro de guerra y que ha sostenido una conversación

    "[...] con Embajador Brasil i el Ministro de la República Argentina sobre conveniencia de que en estos momentos i para evitar guerra desastrosa nuestros respectivos Gobiernos ofrezcan inmediatamente sus buenos oficios sobre bases que conciliasen amor propio nacional tres contendientes [Estados Unidos y los líderes mexicanos Carranza y Huerta] i antes de que se produzcan situaciones irrevocables"49.

En este panorama se entiende el rechazo a un artículo periodístico del general Jorge Boonen sobre la influencia del transandino por Salta (Argentina), cuando insinuó que el ABC debía ser con Bolivia, y no con Brasil50. El tema empieza a circular en la Cancillería chilena. Este panorama global explica la insistencia de Chile para tratar con Brasil y Argentina una limitación naval. Hay motivos de toda índole, pero principalmente económicas, expresados en telegrama a nombre del Ministro al Embajador chileno en Río de Janeiro:

    "Sabe V.S. [Vuestra Señoría, el Embajador en Brasil] no hemos colocado aún empréstito pagar segundo Dreadnougth i las perspectivas de pronta colocación no son halagüeñas. Rentas aduaneras últimos semestres han disminuido considerablemente i baja precio salitre hace temer no podrá verificarse remate terrenos salitreros. Tomando todos estos antecedentes en consideración, Consejo de Ministros acordó ayer sondear opinión Argentina i Brasil para una entente de limitación de armamentos, en la idea de conservar un Dreadnougth cada país. Hemos creído conveniente esplorar [sic] previamente Gobierno Brasil, para cuyo efecto he manifestado a Lorena Ferreira que Gobierno desearía saber confidencialmente si Brasil estaría dispuesto a aceptar en principio idea limitación armamentos navales tres Repúblicas ABC, poniéndose de acuerdo con Chile previamente i en seguida entenderse ambos con la Argentina. Agregué sugería esta idea en vista situación financiera difícil tres países i manifestaciones opinión pública"51.

La misiva contestaba a una nota manuscrita, del 8 de junio, un mes antes, en que el embajador chileno transmitía al canciller Müller de Brasil acerca de que "[...] desearía saber confidencialmente si Gobierno Brasil estarían dispuesto aceptar en principio idea limitación armamentos"52. Pero en octubre todo era menos auspicioso. En vísperas de una Conferencia Panamericana en noviembre de 1914, a la cual Estados Unidos anunciaba su inasistencia por la Guerra Europea, y México no tenía gobierno reconocido, Brasil y Argentina sugirieron la suspensión del evento53. En este nuevo escenario, la mirada del embajador Salinas fue escéptica, sobre todo considerando que el canciller brasileño no había siquiera contestado la propuesta.

El triangulo chileno-argentino-brasileño fue el eje central de esta disputa, que llegó en su primera fase a situar a fines del siglo xix a las escuadras chilena y argentina entre las diez mayores del mundo, y al cual entra a tallar, a comienzos del siglo XX, la brasileña. Desde el punto de vista de los actores estatales, la doctrina del equilibrio sirvió para ratificar el ascenso de Argentina y luego de Brasil en el escenario regional. El hecho de que se incurriera en una competencia naval tenía que ver con la pretensión -frustrada, de Chile primero, y de Argentina después- de reducir la cantidad de atributos de poder.

La tensión naval terminó tan abruptamente como había empezado. Así como en su inicio era una búsqueda de prestigio, hacia 1920 el militarismo venía en descenso. En 1923, durante la V Conferencia Panamericana de Santiago de Chile, los Estados accedieron a tratar el tema del desarme, que era la lógica consecuencia del armamentismo. Ello, y el cambio relativo de poder en Chile, vino a comprometer la amistad imperecedera entre Río de Janeiro y Santiago de Chile, pues se pasó de la "estrecha amistad" o de "amistad sin parangón" a las dudas, cuando en la v Conferencia Internacional Americana, realizada en Santiago, la delegación chilena cuestionó el rol de Brasil en los programas de desarme y concordó una limitación de tonelaje de los navíos por cinco años, pese a que Brasil "reservava-se libertade de ação quanto aos navios defensivos e à defesa da costa"54. Esto en el marco de la Tesis Xiii, que pregonaba la limitación o reducción de los gastos militares y navales en el continente. Con esta implosión, los países del ABC seguían cada cual su propio camino, las más de las veces bajo el paraguas estadounidense, y otras desafiantes, como Argentina.

CONCLUSIONES

Como se dijo al principio, el equilibrio de poder es mucho más que el equilibrio militar. En el caso de los ejemplos descritos, podemos ver cómo Argentina, Chile y Brasil desarrollaron sendos instrumentos militares a partir de sus desafíos bélicos. Se puede observar que el triunfo chileno en 1879 sobre Perú y Bolivia alarmó de tal manera a Argentina, que esta última concentró sus esfuerzos en obtener, primero, la equiparidad y, luego, la superioridad de sus medios (sobre todo navales) ante Chile. En 1902 se procedió al desarme, dado que la explosión de recursos financieros en ambos países se hizo insostenible no sólo para éstos sino principalmente para su acreedora principal, la banca británica. Pero esta serie no concluyó, y a pesar de que hubo un interludio en que estos medios militares respaldaron la presión conjunta del ABC en 1914 para generar un polo de poder regional, la carrera se reanudó con Argentina empeñada en limitar el poder de Brasil.

En este caso, se ve que la carrera armamentista fue usada como un medio de control para obtener equilibrio político con Chile, pero fracasó con Brasil. Ningún discurso del equilibrio militar podía inhibir el ascenso de Brasil a situaciones de mayor poder, y menos limitar su potencial futuro. En el largo plazo Argentina no pudo sostener su idea de un aparente equilibrio militar y naval que aplicó luego de superar el equilibrio con Chile.

Respecto del rol del proceso, si bien Chile tenía aspiraciones de potencia media55, y su primer ascenso ocurrió al desplazar a Perú, su fracaso en la competencia naval con Argentina cambió su idea de una flota disuasiva y dio paso a una más realista de tipo defensivo56. El primer ciclo se cerró con el desarme naval contenido en algunos artículos de los Pactos de Mayo (1902) entre Chile y Argentina, que también incluían la separación de las áreas de influencia en el Pacífico para el primero, y en el Atlántico para el segundo.

Finalmente, ambas carreras armamentistas argentinas no tuvieron por fin la estabilidad regional, sino alterar el statu quo existente, y se disolvieron porque el ambiente anexo al belicismo despareció en 1918. A partir de ahí se explica la prevalencia del Desarme, que, con un sentido positivo de contribuir a la construir de un mundo pacificado, dio origen a una etapa de completo desentendimiento en el sector defensa y que en Chile, particularmente, dio paso a una completa indefensión y a la búsqueda más tarde del subsidio estadounidense para poder garantizar su seguridad.


Comentarios

1 "La Paz Armada", El Diario Ilustrado, Santiago, 2 de abril, 1902.

2 Una presentación preliminar de este tema en Cristián Garay "Una carrera armamentista. La competencia naval entre Argentina, Chile y Brasil 1891-1922" (ponencia presentada en el seminario Una Dimensión de la Seguridad Regional: Armamentismo, Gasto e Inversión en Defensa, Santiago, Chile, 13 de enero de 2010).

3 Fernando de Bordeje Morencos, Diccionario militar estratégico y político. Guía para el lector (Madrid: Editorial San Martín, 1981).

4 Cristián Garay Vera y José Miguel Concha, "La alianza entre Chile y Bolivia entre 1891 y 1899. Una oportunidad para visitar la teoría del equilibrio", Enfoques. Ciencia Política y Administración Pública VII: 10 (2009): 205-234.

5 Como excepción destacamos a Seward W. Livermore, "Battleship Diplomacy in South America, 1905-1925", The Journal of Modern History 1: 16 (1944): 31-48.

6 Pablo Lacoste, La imagen del otro en las relaciones de la Argentina y Chile (1534-2000) (Santiago de Chile: FCE, 2003), 315.

7 "Discurso del Diputado Dn. Malaquías Concha en la discusión del Servicio Militar Obligatorio (Sesión del 23 de julio de 1900)", El Ferrocarril, Santiago de Chile, 25 de julio, 1900.

8 Lauro Nono y Fabián Brown, Riccheri, el Ejército del siglo XX (Buenos Aires: Editorial María Girlhanda, 1999), 124.

9 Juan A. San Martín, "Nuestra Marina al iniciarse la segunda presidencia del General Julio A. Roca", Boletín del Centro Naval 637 (1957): 435-469. Otros autores sugieren que la escuadra argentina en 1898 era superior tanto en tonelaje como en poder de fuego, si se agregaba el recién llegado Pueyrredón. Ver Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Tomo VII (Buenos Aires: CARI /Nuevo Hacer, 1999), 45.

10 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 45.

11 Sobre la sintonía entre Santiago y Bogotá, Mauricio E. Rubilar Luengo, "Guerra y diplomacia: las relaciones chileno-colombianas durante la guerra y postguerra del Pacífico (1879-1886)", Universum 19: 1 (2004): 148-175.

12 Abraham Kõnig, Memorias íntimas, políticas y diplomáticas de don Abraham Kónig. Ministro de Chile en La Paz, comp. Fanor Velasco (Santiago: Imprenta Cervantes, 1927), 26.

13 Kõnig, Memorias íntimas, 26.

14 Citado por Rosendo Fraga, La amistad Roca Riccheri a través de su correspondencia (Buenos Aires: Círculo Militar, 1996), 236.

15 Mario Barros Van Buren, Historia diplomática de Chile 1541-1938 (Santiago: Editorial Andrés Bello, 1990), 577-578.

16 Lauro Nono y Fabián Brown, Riccheri, el Ejército, 120.

17 En 1890 diez años de carrera desataron una crisis económica, la Crisis Baring, llamada así por la crisis de Baring Brothers. Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 47, y Roberto Dante Flores, Gran Bretaña entre Argentina y Chile. Su influencia económica (1879-1999) (Buenos Aires: Ediciones Cooperativas, 2008), 185-190.

18 Lauro Nono y Fabián Brown, Riccheri, el Ejército, 123.

19 Lauro Nono y Fabián Brown, Riccheri, el Ejército, 123. Desde luego, esto rebate la interpretación de estos autores, que afirman que la paz era producida por el armamentismo argentino. La guerra, no la paz, era el objetivo de Riccheri. En Chile ocurría algo similar.

20 Pablo Lacoste, La imagen del otro. Ello no era imposible; Chile, por ejemplo, desarrolló una industria ferrocarrilera de avanzada.

21 Se argumenta que la reducción fue mal negociada, ya que la flota chilena, muy dispareja, podía deshacerse de varios cruceros rápidos (Prat, OHiggins, Zenteno, Pinto y Errázuriz) con 23.200 toneladas, y conservar los dos acorazados nuevos y una flota que navegara a 22 nudos, que aunque más liviana en tonelaje era más potente que la argentina. Pero ello nos parece imposible de negociar en forma aceptable para Argentina. Véase, Rodrigo Fuenzalida Bade, La Armada de Chile. Desde la alborada al sesquicentenario (1813-1968). vol. 4. Desde el comienzo de la Guerra Civil (1891) hasta el sesquicentena-rio de la Marina (1968) (Valparaíso: Editorial Revista de Marina, 1988).

22 "Venta de acorazados", El Mercurio, Valparaíso, 13 de noviembre, 1903, 5.

23 "Venta de acorazados", 3.

24 Anexo a la memoria de 1903, Min. de RR.EE. y de Culto de Bolivia, La Paz, 1903, 233, citado por Robert Burr, By Reason or Force. Chile and the Balancing of Power in South America, 1830-1905 (Los Ángeles: University of California Press, 1967), 256.

25 "Diplomacia chilena (Telegrama de Buenos Aires)", El Mercurio, Valparaíso, 11 de noviembre, 1901, 3.

26 "Estados Unidos impedirá todo ataque a Panamá. Notificación a Colombia", El Mercurio, Valparaíso, 11 de noviembre, 1903, 4.

27 Emilio Meneses, El factor naval en las relaciones entre Chile y los Estados Unidos (1881-1951) (Santiago: Ediciones Pedagógicas Chilenas S.A./Hachette, 1989), 101-110.

28 "La Defensa Naval del País. Una memoria del Teniente Santa Cruz. Bases de Operaciones para la escuadra", El Mercurio, Valparaíso, 12 de noviembre, 1903, 5.

29 "La Defensa Naval del País", 5. Efectivamente, el Gobierno chileno buscó establecerse en las islas Galápagos en un acuerdo de venta con Ecuador, Ferenc Fischer, "¿La Guantánamo del océano Pacífico?", en El modelo militar prusiano y las Fuerzas Armadas de Chile 1885-1945 (Pécs: University Press, 1999), 71-87.

30 "Chile y Colombia. Tratado secreto. Interpelación al gobierno en el Senado", El Mercurio, Valparaíso, 15 de noviembre, 1903, 4, tomado de El Relator, Bogotá, 19 de septiembre, 1903.

31 "Chile y Colombia. Tratado secreto", 4.

32 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 54-55.

33 Guilherme Frazão Conduru, "O subsistema americano, Rio Branco e o ABC", Revista Brasileira Política Internacionais 41: 2 (1998): 78.

34 Guilherme Frazão Conduru, "O subsistema americano", 79.

35 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (AMRE), Fondo Histórico General. Correspondencia de Matthieu a Barros, N. 73, Washington, 12 de abril de1922, y Barros a Matthieu, N. 54, Santiago de Chile, 18 de abril de 1922.

36 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 78-79; Frederic W. Granzert, "The Baron do Rio Branco, Joaquim Nabuco, and Growth of Brazilian-American Friendship, 1900-1920", HAHR 22 (1942): 432-451; y Francisco Fernando Monteoliva Doratioto, "A Política Platina do Barão do Rio Branco", Revista Brasileira da Política Internacionais 43: 2 (2000): 136.

37 En 1905, durante una visita del cañonero alemán Panther, marineros de ese país bajaron a un puerto brasileño a detener a unos desertores alemanes. No se pudo impedir la violación del territorio, y aunque mediante gestos diplomáticos se solucionó el incordio, quedó en claro la falta de poder para impedir el hecho. José Joffily, O caso Panther (Río de Janeiro: Editora Paz e Terra, 1988).

38 Francisco Fernando Monteoliva Doratioto, "A Política Platina", 137.

39 "Los nuevos acorazados", Diario Ilustrado, Santiago, 13 de marzo, 1906, 2.

40 "La adquisición de buques", Diario Ilustrado, Santiago, 2 de marzo, 1906, 2.

41 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 119-120.

42 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 119. En 1905 la legación en Washington se transforma en Embajada e inmediatamente el diario afín a Zeballos, La Prensa, se alarma por este hecho, ver Amado Luiz Cervo y Clodoaldo Bueno, História da Política Exterior de Brasil (Brasilia: Instituto Brasileiro de Relações Internacionais/Editora da Universidade de Brasilia, 2002).

43 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia General, 119.

44 Francisco Fernando Monteoliva Doratioto, "A Politica Platina", 141.

45 Juan Ricardo Couyoumdjian, "El Programa Naval del Centenario y el Acorazado Latorre", en Actas del iv Simposio de Historia Marítima y Naval Iberoamericana (Madrid: Instituto de Historia y Cultura Naval, 1999), 199-221.

46 "Telegrama 22, al Ministro de Chile en el Brasil", 13 de mayo de 1914, en AMRE, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

47 Cristián Guerrero Yoacham, Las Conferencias del Niagara Falls: la mediación de Argentina, Brasil y Chile en el conflicto entre Estados Unidos y Méjico en 1914 (Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello, 1966). El punto de vista brasileño en: Guilherme Frazão Conduru, "O subsistema americano", 59-82.

48 "Notas Sudamericanas", El Porvenir, Santiago, 9 de noviembre, 1898.

49 "Telegrama 11, del Ministro de Relaciones Exteriores al Embajador en Brasil", 24 de abril de 1914, en AMRE, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

50 Por este hecho el Ministro comunicó que "A causa de este incidente, Gobierno acordó prohibir en lo futuro publicaciones de esta índole a funcionarios civiles o militares, sin que estuvieran previamente visados por superior responsable". "Telegrama 25, del Ministro de Relaciones Exteriores al Embajador en Brasil", 22 de mayo de 1914, en AMRE, Fondo Histórico General, vol. 47: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

51 Añadía como colofón que si Brasil no aceptaba, no se insistiese en la idea. "Telegrama 43, del Ministro de Relaciones Exteriores al Embajador en Brasil", 9 de julio de 1914, en AMRE, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

52 Nota manuscrita de Embajador confirmando al Ministro, texto original Villegas por el Ministro de Relaciones Exteriores a Embajador en Brasil al de carta al Canciller Müller, en "Telegrama enviados por el Ministro de Brasil al Canciller", 8 de junio de 1914, en AMRE, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

53 "Telegrama 67, Salinas a Embajador en Brasil", 5 de octubre de 1914, en AMRE, Fondo Histórico General, vol. 472: Telegramas cambiados con la Legación en Brasil, s/f.

54 Luiz Cervo y Clodoaldo Bueno, História da Política, 202.

55 Empleamos el concepto aplicado a la realidad de fines del siglo XIX, cuando Chile y Argentina tenían la octava y la novena flota mundial. Luis V. Pérez Gil, "Las potencias medias en el sistema internacional. Estudio de un modelo histórico: España en el primer tercio del siglo XX", Anales de la Facultad de Derecho 1: 18 (2001): 215-240.

56 En este sentido véase: Fernando Wilson Laso y Rodrigo Moreno, "Evaluación de la capacidad táctica del Acorazado Almirante Latorre con relación a los Dreadnoughts en el Cono sur de América", Archivum 2-3 (2001): 29-33; Emilio Meneses, El factor naval; Emilio Meneses "Coping with the Decline, Chilean Foreing Policy during the Twenthieth Century 1900-1972" (Tesis de Doctorado en Relaciones Internacionales, Universidad de Oxford, 1988); William Sater, Chile and the United States: Empires in Conflict (Atenas y Londres: The University of Georgia Press, 1990). Y en una perspectiva de largo plazo, Joaquín Fermandois, Mundo y fin de mundo. Chile en la política mundial 1900-2004 (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2005).


Referencias

Fuentes primarias

Archivos:
Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (amre). Santiago, Chile. Fondo Histórico General.         [ Links ]

Publicaciones periódicas:

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  • El Mercurio. Valparaíso, 1901, 1903.         [ Links ]
  • El Relator. Bogotá, 1903.         [ Links ]
  • La Prensa. Buenos Aires, 1906.         [ Links ] El Porvenir. Santiago, 1898.         [ Links ]

Fuentes secundarias

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1 comentario:

  1. a esta altura de la historia, esa carrera la hemos perdido por goleada

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