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domingo, 7 de julio de 2024

SGM: Caza Macchi M.C.205 Veltro (Italia)



Macchi M.C.205





El Macchi C.205 (también conocido como M.C.205, "MC": por "Macchi Castoldi") Veltro (‘galgo’ en italiano) fue un caza italiano de la Segunda Guerra Mundial, construido por la compañía Macchi Aeronautica y operado por la Regia Aeronautica (RA, Real Fuerza Aérea Italiana). Junto con el Reggiane Re.2005 y el Fiat G.55, fue uno de los tres cazas italianos de la llamada "Serie 5", construidos con el poderoso motor alemán Daimler-Benz DB 605. Este avión fue un desarrollo basado en el caza C.202 Folgore.2



TipoCaza
FabricanteBandera de Italia Aeronautica Macchi
Diseñado porMario Castoldi
Primer vuelo19 de abril de 1942
IntroducidoFebrero de 1943
Retirado1947 (Italia)
1950 (Egipto)
EstadoRetirado
Usuario Regia Aeronautica
  Aeronautica Nazionale Repubblicana
Usuarios principales Luftwaffe
  Real Fuerza Aérea Egipcia
ProducciónSeptiembre de 1942 - Mayo de 1944
N.º construidos2621
Desarrollo delMacchi M.C.202 Folgore



El MC.205, equiparable en condiciones de velocidad y maniobrabilidad a los cazas aliados, no influyó mucho en la contienda por llegar tarde a ella.1 Debido a la falta de capacidad industrial de los italianos, sólo se fabricó una pequeña cantidad de estos cazas antes de finalizar la guerra, ya que al igual que el Spitfire, el Veltro requería un proceso de fabricación muy complicado y por tanto muy lento.3



Con una velocidad máxima de 642 km/h y equipado, en las alas con un par de cañones de 20 mm y con ametralladoras Breda de 12,7 mm en el morro, el MC 205 fue un caza muy respetado, tanto por los pilotos de la Luftwaffe como por los de los aliados. En combate demostró ser altamente eficaz, destruyendo un gran número de bombarderos aliados y enfrentándose con éxito al formidable P-51D Mustang estadounidense. El as de la aviación italiano con mayor número de derribos, Adriano Visconti, logró once de sus veintiséis victorias en las pocas semanas que pudo pilotar un Veltro, al igual que ocurrió con el piloto con mayor número de derribos realizados pilotando uno de estos cazas, el sargento mayor Luigi Gorrini, que derribó catorce aviones enemigos con él y dañó seis más.4


C.202 Folgore, sobre el que se basó el diseño del Macchi C.205.

Desarrollo

La Regia Aeronautica, decidió en 1941 mejorar el rendimiento del caza C.202, y para conseguirlo optó por fabricar en Italia, con licencia alemana, el motor V12 sobrealimentado y refrigerado por líquido DB 605 de 1.100 kW (1.475 CV), que fue denominado Fiat RA.1050 RC58 Tifone (Tifón). Los fabricantes de aviones de caza italianos fueron invitados a incluir este motor en los nuevos diseños de los llamados caccia della serie 5 (caza de la serie 5) y se les proporcionaron algunos motores DB 605 importados para que los utilizasen en los prototipos.



Este caza, básicamente, fue un desarrollo realizado a partir del C.202, con un fuselaje similar y un nuevo motor más potente. Todos los diseños incluyeron el número 5 en el nombre, por eso el caza Macchi se llamó C.205 en lugar de C.202bis o C.203.



Macchi M.C.205 Serie I 360-3 (MM9291) perteneciente a la 353ª escuadrilla del 51 Stormo. Africa del Norte, 1943.

Diseño

La primera versión de producción del Veltro, denominada C.205V, voló por primera vez el 19 de abril de 1942,2 y se consideró un modelo de transición al definitivo C.205N Orione.5 Su rendimiento en las pruebas fue menor que el de los nuevos cazas G.55 Centauro y Re.2005 Sagittario. Sin embargo, el rendimiento del Veltro fue similar al de los diseños alemanes con mayor carga alar, y era mejor a alturas medias, donde podía alcanzar los 642 km/h, por ello se comenzó a fabricar a la espera de que el G.55 y el Re.2005 estuviesen disponibles.



Los primeros 100 Veltro Serie I iban armados sólo con ametralladoras, pero muchos también fueron equipados con el cañón MG 151. No se fabricó la serie II, pero de la serie III se encargaron 150 unidades que iban equipadas de modo estándar con ametralladoras en las alas.



La necesidad de rediseñar la parte delantera del fuselaje llevó mucho tiempo, pero al final, con varios meses de retraso, el "205N" estuvo listo. El primer C.205N1 voló el 1 de noviembre de 1942, con un armamento que consistía en un cañón de 20 mm que disparaba a través del buje de la hélice, y cuatro ametralladoras Breda-SAFAT de 12,7 mm en las alas; para estas llevaba 1.400 balas y entre 300 y 400 proyectiles para el cañón. Esta configuración le permitía un mayor techo de vuelo pero menos velocidad (629 km/h), sin embargo, la mejor aerodinámica (con un fuselaje trasero más largo y que ofrecía una menor resistencia al aire) le proporcionó una ventaja con respecto al Macchi C.205V/MG151(620 km/h).



El vuelo inaugural del segundo avión, el C.205N2, tuvo lugar el 19 de mayo de 1943, y en las pruebas llegó a 628 km/h, solo ligeramente más lento que el C.205N1 pero necesitando más tiempo para llegar a su altitud operacional. Fue equipado con un cañón de 20 mm que disparaba entre los cilindros del motor, dos cañones de 20 mm montados en las alas y dos ametralladoras de 12,7 mm montadas en el fuselaje. La carga de municiones estaba compuesta por 600 o más cartuchos de 12,7 mm y un máximo de alrededor de 900 proyectiles de 20 mm, esto le hacía mucho más pesado que el C.205N1, y no mucho más que el Reggiane y el Fiat que cargaban 490-550 y 650 proyectiles de 20 mm, respectivamente. Aunque inicialmente se hizo un pedido de 1.200 aviones, el diseño fue abandonado debido a la firma del armisticio.



Los aviones de la serie N tenían mejores prestaciones que el C.205V, pero el piloto de pruebas Carestiano Macchi señaló que sus características de vuelo eran inferiores a las del modelo C.205 Veltro que era más ligero y ágil. Los aviones de las últimas series también sufrían sobrecalentamiento en los ascensos.



Detalles técnicos

El C.205, también conocido inicialmente como C.202bis, era similar al anterior Folgore, pero con muchas diferencias en el fuselaje: la cola era más grande, la cabina de vuelo y su cubierta fueron rediseñadas, el mástil de la antena era más grande y si hicieron algunas modificaciones a las alas.

Era un caza monoplaza, monoplano, totalmente metálico, diseñado principalmente como un interceptor pero también con capacidades de ataque a tierra y de escolta. En su largo morro alojaba el motor DB605 que impulsaba una hélice de metal tripala de velocidad constante, con el depósito principal de combustible situado entre el motor y la carlinga. El sistema de radiadores para la refrigeración del motor se encontraba bajo la sección central del fuselaje, bajo la carlinga del piloto, mientras que en la corta parte posterior alojaba los equipos de radio, un balón de oxígeno y un tanque de combustible de reserva de 80 l. Las alas estaban fabricadas de acero y aleaciones ligeras, con dos largueros y tres secciones, en las que se alojaban dos depósitos de combustible y la tercera sección estaba ocupada el tren de aterrizaje retráctil. Todos los flaps de las alas eran de metal, y el resto de superficies de control estaban construidas con entramados metálicos recubiertos de tela. Llevaba tanques de combustible autosellantes, y de serie contaba con blindaje en el asiento y en el parabrisas. La estrechez de la carlinga hacía que el piloto tuviese un campo de visión limitado, motivo por el cual se llegó a dotar a algunas unidades con espejos retrovisores.



Los 827 kg de carga útil se distribuían en el peso y equipo del piloto (85 kg), combustible (307 kg), dos ametralladoras Breda-SAFAT y dos cañones Mauser (60 y 84 kg respectivamente), 740 cartuchos de 12,7 mm (76 kg), 500 proyectiles de 20 mm (100 kg), y otros artículos diversos, como el aceite (33 kg), el cilindro de oxígeno (12 kg) y los equipos de radio. Adicionalmente podía llevar un depósito de combustible de 100 l o 160 kg de bombas sujetos bajo las alas.

Rendimiento relativo

Los siguientes son datos sobre las características y el rendimiento relativo de las tres versiones del C.205.7
CARACTERÍSTICAS / MODELOC.205VC.205N/1C.205N/2
Peso mínimo (kg)2.5812.6952.759
Peso máximo (kg)3.4083.6213.794
Carga útil (kg)827926935
Techo de vuelo (m)11.20011.50011.800
Alcance (km)9501.020950
Velocidad máxima (km/h)642/620 (a 7.500 m)[1]629 (a 6.500 m)628 (a 6.500 m)
Tiempo hasta 5.000 m de altitud4 min 47 s5 min 46 s6 min 14 s
Tiempo hasta 6.000 m de altitud5 min 53 s[2]6 min 07 s7 min 38 s
Tiempo hasta 7.000 m de altitud7 min 06 s[2]7 min 45 s9 min 07 s
Tiempo hasta 8.000 m de altitud9 min 09 s[2]9 min 25 s10 min 47 s
Notas:
[1] Series I/III
[2] En condiciones ideales


Aunque estas cifras proporcionan una indicación del rendimiento relativo de cada variante y muestran que el Orione, en especial el N2, se vio penalizado como consecuencia del aumento de peso (sobre todo ascendiendo), no son verdaderamente representativas, ya que se obtuvieron en diferentes condiciones de ensayo. A diferencia de las dos versiones N, el Veltro se puso a prueba en condiciones ideales, por ejemplo, aligerado de peso (3.250 kg) y con toda la potencia de emergencia (2.750 rpm). Para realizar una subida a 6.000 m, un Veltro de la serie III, totalmente equipado y utilizando solo la potencia de combate (sin usar la de emergencia) a 2.600 rpm, necesitó 7 minutos.

Variantes

A este aparato, al haber tenido una producción limitada y un tiempo en servicio no muy largo, se le hicieron solo unas pocas modificaciones. Después de los primeros 100 ejemplares, las ametralladoras de 7,70 mm montadas en el ala fueron sustituidas por un par de cañones MG 151.


M.C.205
Un único prototipo, dotado con el armamento normalizado en los últimos M.C.202 ( dos ametralladoras de 12,7 mm y dos de 7,70 mm).
M.C.205V
Versión de serie, similar por lo general al prototipo; se construyeron 262 ejemplares de serie.
M.C.205S
Caza de escolta de larga distancia, un depósito adicional de combustible de 200 litros sustituyó a las ametralladoras montadas en el fuselaje, fueron convertidos 18 en la línea de producción.
M.C.205N Orione
Proyecto basado en el motor DB-605, se hizo una importante revisión del diseño, más significativa que la realizada para pasar del C.202 al C.205V. El avión tenía una nueva ala con un aumento de su envergadura hasta los 11,25 metros y su superficie aumentó a 19 m², los cambios en el fuselaje lo alargaron hasta los 9,65 m. Esto hizo que su forma, en general, fuese mucho más delgada, a pesar de tener un gran morro. Además, el fuselaje fue adaptado para instalar en él un cañón MG 151.
M.C.205N-1
Prototipo de caza interceptor a gran altura. Armado con cuatro ametralladoras de 12,7 mm montadas en el fuselaje y un cañón de 20 mm montado detrás del motor.
M.C.205N-2
Prototipo de caza interceptor a gran altura. Armado con tres cañones de 20 mm y dos ametralladoras de 12,7 mm.
M.C.206
Similar en armamento al C.205N/1, con un ala más grande y un motor Daimler-Benz DB 603. El único prototipo que se construyó fue destruido por los bombardeos aliados antes de estar terminado.
M.C.207
Similar al C.206, pero armado con cuatro cañones de 20 mm, no se construyó ninguno.






sábado, 6 de julio de 2024

Malvinas: Capitán Eduardo Villarruel, comando de la CC 602


El capitán Eduardo Villarruel en Malvinas

“Quería seguir peleando”. La campaña de Eduardo Villarruel, el padre de la vicepresidenta, en Malvinas: combates y misiones de inteligencia


Los 19 días de guerra del padre de Victoria Villarruel en Malvinas: dos combates “cuerpo a cuerpo” con las fuerzas especiales británicas y más de 15 misiones de inteligencia

Eduardo Villarruel aterrizó en Puerto Argentino el 27 de mayo de 1982 a las 19.30 horas. Tenía 35 años, era capitán en el Ejército Argentino y se había formado como Comando. Era un soldado de élite, el segundo jefe de la Compañía de Comandos 602, que dirigía el mayor Aldo Rico.

Durante los 19 días de guerra que vivió en Malvinas, Villarruel participó en dos combates “cuerpo a cuerpo” con las fuerzas especiales británicas y en más de 15 misiones de inteligencia. Fue uno de los últimos argentinos en abandonar las islas, luego de permanecer prisionero de los ingleses, tras la rendición argentina.

Días antes de embarcarse rumbo a Malvinas, su única hija, Victoria Villarruel, actual vicepresidente de la Argentina, había cumplido 7 años.


Eduardo Villarruel en una imagen del álbum personal, tomada en el Aeropuerto de El Palomar el día que se embarcó rumbo a las Islas Malvinas

“Las olas salpicaban en el avión”

El coronel Horacio Lauría (VGM), miembro de la Compañía de Comandos 602, recuerda cómo fue el viaje de los Comandos al archipiélago: " Fuimos todos los comandos en el mismo avión, un Hércules C-130. Volamos a 10 metros del agua para no ser detectados por los radares. Tuve la oportunidad de entrar un segundo a la cabina de mando y me impresioné: las olas salpicaban en el avión”.


Eduardo Villarruel con su hija bebé, Victoria

En el aeropuerto, al llegar a la plataforma asignada, la tropa descendió por las escaleras. Rico y sus hombres fueron alojados en un gimnasio que los comandos de la Compañía 601 bautizaron “la halconera”. Procuraron descansar, pero sin mucho éxito. Esa misma noche, cuando todos dormían, una fuerte explosión sacudió al edificio. Hubo pedazos de cielo raso que cayeron sobre ellos mientras los incesantes estallidos iluminaban las paredes.

Los Comandos se incorporaron velozmente y se prepararon para combatir. Pero sus compañeros de la Compañía 601 los contuvieron. “¡Tranquilos, no pasa nada, permanezca todo el mundo en su lugar! Es fuego de desgaste, de perturbación”, dijo un jefe de sección. Todos intentaron recuperar la calma. El lugar estaba repleto de armas y municiones, era tremendamente inflamable. Algunos hombres matizaron el momento haciendo bromas.

-Hay dos cosas que me molestan en esta vida: los mosquitos y el cañoneo naval inglés, dijo el teniente primero Luis Brun.

El chiste fue festejado por sus compañeros de arma. Unas horas después, los disparos cesaron y los efectivos se dispusieron a dormir un poco más. Fue el primer contacto que Villarruel y sus colegas tuvieron en Malvinas.

Los comandos, una fuerza capacitada para todo

Los Comandos son el cuerpo de combate élite del Ejército Argentino. “Son soldados profesionales de operaciones especiales capacitados para conducir y ejecutar tareas de alta complejidad, en cualquier ambiente geográfico y bajo cualquier condición meteorológica, integrando fracciones reducidas que operaran normalmente aisladas”, dice el historiador Isidoro Ruiz Moreno, que recopiló todas las misiones de las Compañías 601 y 602 en el libro “Comandos en acción”.


Eduardo Villarruel en "la halconera", recibiendo la visita del teniente coronel Mohamed Alí Seineldín

Sus integrantes reciben la instrucción más rigurosa y exigente. Durante meses son llevados física y mentalmente al límite de sus posibilidades. Aprenden a orientarse en los entornos más extremos, donde la ayuda pocas veces llega, donde solo ellos pueden salvarse a sí mismos. Son soldados, pero con un grado de autonomía mayor al de un combatiente regular.

En la Guerra de Malvinas, las Compañías 601 y 602 de los Comandos tuvieron un rol destacado. Fueron los únicos que tomaron prisioneros y le arrebataron una bandera al enemigo. Siempre combatieron a las SAS (el grupo Special Air Service), su equivalente en el ejército británico.

El comienzo de la guerra fue duro para el capitán Villarruel: dos días después de su llegada, en su primera misión, perdió a dos compañeros.

Cuenta el Coronel Lauría: “El 29 de mayo, por la tarde, los Comandos salieron en helicópteros hacia el monte Kent”.

-¿Cuál era su misión?

-Teníamos que ir y enterrar nuestros suministros para luego infiltrarnos en territorio ocupado por los ingleses y realizar acciones como emboscadas, tomar prisioneros, recoger información sobre el enemigo. La noche del 29 salió mi patrulla, la 3ra Sección de Asalto, de la cual yo era el segundo jefe. En otro grupo salió Villarruel con la misma misión. Los helicópteros nos dejaron al pie del monte Kent. A Villarruel lo habrán dejado a unos 500 metros. Yo fui con dos hombres a hacer una exploración nocturna. Cuando estábamos a 40 metros de la cima del monte, nos abrieron fuego desde tres posiciones distintas con ametralladoras. Pensé que quizás era Villarruel que nos confundió, porque nuestros uniformes eran muy parecidos a los de los ingleses, hasta que los escuché hablar en inglés. “Nos mandaron a la boca del lobo”, pensé. Era una emboscada.


Eduardo Villarruel con su hija bebé, Victoria

-¿Tuvieron bajas?

-Ese día tuvimos un herido: el sargento Viltes, a quien le dispararon en un talón. El grupo de Villarruel tuvo dos muertos, Rubén Márquez y Oscar Humberto Blas. Estuvimos combatiendo durante más de 14 horas: yo, en un lugar, con 12 hombres, y Villarruel, a 500 metros, probablemente con un grupo de no más de 10 hombres.

A Villarruel le pasó lo mismo que a nosotros, los estaban esperando. Sufrió esa emboscada... En situaciones así, no te queda otra que replegarte. Villarruel decidió replegarse a otra posición en monte Estancia con su gente. Al día siguiente llegué a donde estaba Villarruel, nos dimos las novedades, y él dijo que había que avisarle a Rico que no viniera porque también iba a caer en la emboscada.

Combate en el Monte Dos Hermanas

La noche del 9 de junio, con las últimas horas de luz, la Compañía 602 partió hacia el monte Dos Hermanas. Minutos más tarde se desataría una de las batallas más intensas de la guerra de Malvinas. A continuación, el recuerdo de Lauría:

“Ahí no esperábamos que el comando superior nos diera inteligencia, porque la primera que nos dieron nos hizo pelota, con la emboscada en el monte Kent. Así que nos basamos en información conseguida por nosotros en las tareas de infiltraciones que habíamos hecho previamente. Llegamos a la conclusión de que lo conveniente era tenderles a los ingleses una emboscada en el monte Dos Hermanas.

Salimos de Puerto Argentino a eso de las 7 de la tarde y llegamos al monte a las 9 de la noche. Nos organizamos de la siguiente forma: un escalón de asalto, cuya finalidad de encerrar y maniobrar a los ingleses; un escalón apoyo, en el cual estaba yo; y luego el escalón de recepción, cuya misión era recibir a cualquier herido, más allá de apoyar con el fuego y combatir. En ese estaba Villarruel.

En un momento dado, somos sorprendidos por una pequeña fracción inglesa que ataca a los argentinos que estaban a cargo de la ametralladora: Jorge Vizoso y Mario Cisnero. Abren fuego sobre ellos, matan a Cisnero y hieren a Vizoso. Y se desata la pelea... Fue un combate violento, con mucho intercambio de fuego, en medio de la oscuridad y el frío”.



Victoria Villarruel bebé, abrazada por su padre Eduardo

En un testimonio que dio para el libro Comandos en Acción, de Isidoro Ruiz Moreno, Villarruel supo decir: “Noté la superioridad del intenso fuego de los ingleses: las balas pasaron por encima de mi cabeza y prácticamente no me podía levantar; entonces, por un momento, pensé que íbamos a ser sobrepasados”.

Pero resistieron. Los argentinos, cada uno desde sus posiciones, y con la desventaja de contar con un muerto y un herido, se sobrepusieron rápidamente. “Abrimos fuego y les pegamos una paliza muy grande”, asegura Lauría.

“Diría que les ganamos. Aprecio que esa noche tienen que haber muerto muchos ingleses porque el fuego de nuestra artillería era tremendo”, escribió, años atrás, Hugo Ranieri, también miembro de la Compañía 602.

Sigue Lauría: “Luego Rico me ordena que junte a la gente y la repliegue, porque creía que los ingleses, para cubrir el repliegue de ellos, iban a abrir fuego de artillería contra nosotros. Villarruel recibe a Vizoso mientras combatía c. Es más, él no quería replegarse cuando Rico lo ordenó.

-¿Qué le dijo?

-Se quería quedar combatiendo... y de hecho lo hizo durante un rato, hasta el momento en que los ingleses empezaron a tirar con artillería. Recuerdo que pasé por su posición y le dije: “Vamos”. Y él respondió: “Sigan, yo después voy”. Lo que hizo Villarruel fue clave para que todos pudieran retirarse tranquilos”.


La Compañía de Comandos 602 antes de subir al Hércules que los trasladaría a Malvinas

“Era duro, estricto en el mejor sentido de la palabra”

El General Mauricio Fernández Funes (VGM), que también formó parte de la Compañía 602, conoció a Eduardo Villarruel siete años antes de la guerra de Malvinas, en 1975.

“Fue mi instructor en el curso de Comandos. Él era 3 años más antiguo que yo: Villarruel era de la promoción 99 y yo de la 102. El recuerdo que tengo es el de un hombre muy duro, muy estricto, en el mejor sentido de la palabra. Una persona a la que uno miraba como un muy buen profesional. Después, bueno, el entrenamiento era tan duro que queríamos que pasara rápido (ríe). Pasábamos días y noches sin dormir, con el agua a la cintura en medio de pantanos y ciénagas. El campo de entrenamiento era durísimo. Era en una isla en el delta. Le llamaban ‘El paraíso’, irónicamente.”, dice a LA NACION.



Recién llegados: los comandos reunidos en su cuartel, un gimnasio requisado a los kelpers que bautizaron como La Halconera

-¿Qué les enseñaba Villarruel?

-Él estaba a cargo de dos materias: navegación terrestre y acción psicológica. La primera consistía en saber orientarse solo, con la ayuda de las estrellas, la naturaleza y cálculos geométricos. No había GPS. El curso en sí duraba unos 3 meses. Pero en esa materia, pasamos entre 10 y 15 días con el agua a la cintura; vivíamos y dormíamos en las ciénagas.

-Al año siguiente, tuvo la oportunidad de ser instructor usted mismo y, entiendo, compartir con él la oportunidad de enseñar juntos. ¿Qué impresiones le dio entonces?

-Ya trabajando con él, encontré a un hombre que me dio su afecto y su confianza. Lo reconozco por el rigor con el que preparaba los ejercicios, un hombre con un culto al detalle, muy exigente y riguroso.

Quien recuerda muy bien la segunda materia es Lauría, quien también había tenido como instructor a Villarruel.: “Hice el curso de Comandos en 1976. La exigencia más dura es la psicológica, y él era precisamente el instructor de acción psicológica. Villarruel se transformaba en algo insoportable (ríe), en el buen sentido de la palabra. Realmente era un fenómeno, brillante, brillante. Pero había que soportarlo (ríe). Gracias a él, y a lo exigente que era, yo, en la guerra de Malvinas, pude sobrellevar las situaciones difíciles salvando mi vida y la de mis compañeros”, dice Lauría.


La Compañía de Comandos 602: Villarruel es el más alto, al fondo, a la izquierda

Malvinas: “Los comandos nunca nos rendimos”


El 13 de junio de 1982, un día antes de la rendición, los Comandos recibieron la orden de darle seguridad a la casa del gobernador. “Rico estaba enojado, no era una tarea que debieran hacer los Comandos, pero cumplimos con las órdenes”, dice Lauría.

Combatieron hasta el último minuto. “En la mañana del 14, nos estaban tirando con todo. Nos atacaban con artillería para que sus tropas de pie se pudieran acercar con cobertura. Eso habrá durado 5 minutos, hasta que los ingleses que venían hacia nosotros pararon el avance. Nosotros estábamos listos para sacudirlos. Pero se ve que ahí hubo negociaciones del alto al fuego. A los 10 minutos recibimos la orden de replegarnos 100 metros atrás. Estuvimos 4 horas esperando. Luego nos mandaron a una casa en Puerto Argentino. Al día siguiente, nos tocó la puerta un soldado inglés y nos dio la noticia. Nos dieron la orden de marchar hacia el aeropuerto. Allá estaba uno de los campos de prisioneros. Villarruel estuvo en el centro de prisioneros de San Carlos. No nos pusieron a todos en el mismo lugar. Estábamos calientes, todavía con la adrenalina alta, con ganas de seguir luchando. Pero no se podía hacer nada. Quizás suene como una fanfarronada, pero quiero destacar que nosotros no nos rendimos nunca, simplemente seguimos órdenes”.


Eduardo Villarruel

Tras la guerra, el accionar de los Comandos fue reconocido y destacado por los ingleses: “Cuando combatíamos contra unidades de conscriptos el asunto era relativamente fácil, pero cuando enfrentábamos soldados profesionales el asunto era difícil, y nos causaron serios problemas”, expresó tiempo después John Jeremy Moore, el comandante de las fuerzas terrestres británicas durante la guerra de Malvinas.

Sobre el final de la charla con LA NACION, el coronel Lauría vuelve sobre su compañero de armas Eduardo Villarruel: “Creo que su hija, la vicepresidenta, está muy orgullosa por lo que él demostró en la guerra, así como él también estaría orgulloso de verla en el lugar en el que está ahora”, arriesga.

viernes, 5 de julio de 2024

Crisis del Beagle: Análisis de la preparación de las Fuerzas Armadas de Chile (1960-1978)


Análisis de la preparación de las Fuerzas Armadas de Chile (1960-1978)


El período comprendido entre 1960 y 1978 fue una época crucial para las fuerzas armadas chilenas, marcada por importantes acontecimientos políticos y militares. Este ensayo examina la preparación del ejército de Chile antes del conflicto de Beagle en 1978, centrándose en el gasto militar, la inversión en equipos e infraestructura, la moral de las tropas, el entrenamiento de reclutas, las capacidades de movilización y una evaluación del Orden de Batalla (ORBAT) en comparación con las fuerzas argentinas.


Gastos militares

El gasto militar de Chile durante este período estuvo influenciado por una serie de factores internos y externos. La década de 1960 vio un gasto moderado debido a limitaciones económicas y prioridades políticas centradas en el desarrollo social bajo las administraciones del presidente Jorge Alessandri y el presidente Eduardo Frei Montalva. Sin embargo, el panorama geopolítico de América del Sur, incluidas las tensiones fronterizas con Argentina y Bolivia, requirió una inversión básica en defensa. Recordemos que para la década de los 1960 Chile registraba niveles de pobreza "africana" en la población, producto de las malas administraciones democráticas. Esos pobres inundarían las villas miseria argentinas durante finales de los 1970 y principios de los 1980.

El golpe militar de 1973, que llevó al poder al general Augusto Pinochet, marcó un punto de inflexión en el gasto militar. El régimen de Pinochet dio prioridad a la fuerza militar para consolidar el poder a nivel interno y prepararse para posibles conflictos externos. El gasto militar aumentó significativamente, alcanzando aproximadamente el 4% del PIB a mediados de los años setenta. Este aumento del gasto tenía como objetivo modernizar las fuerzas armadas y garantizar la preparación para cualquier disputa territorial, como el inminente conflicto con Argentina por el Canal de Beagle.


Inversión en equipamiento e infraestructura

El ejército chileno llevó a cabo importantes esfuerzos de modernización entre 1960 y 1978, centrándose en actualizar equipos y mejorar la infraestructura. El Ejército de Chile invirtió en nuevo armamento y vehículos, pasando de equipos obsoletos de la Segunda Guerra Mundial a armas más modernas. Este período vio la adquisición de tanques AMX-30 de Francia, vehículos blindados de transporte de personal M113 estadounidenses y varios sistemas de artillería, mejorando la potencia de fuego y la movilidad del ejército. Durante este período también se vivió la humillación de la fallida compra de cazatanques SK-105 Kurassier austríacos, frustrada por la inteligencia argentina en uno de los casos históricos más notables de desarmar al enemigo utilizando el material adquirido para atacarte. Los SK-105 fueron originalmente pagados por el Ejército de Chile (ECh) y luego recomprados por el Ejército Argentino (EA) a un precio mayor, invirtiendo como nunca en su propia supervivencia: esos cañones de 105mm que iban a abatir los Sherman argentinos ahora apuntaban a sus dueños iniciales.



La Fuerza Aérea de Chile (FACh) también priorizó la modernización, adquiriendo aviones avanzados como el Hawker Hunter y el F-5E del Reino Unido y USA, respectivamente. Para ejemplificar la pobreza extrema de recursos que detentaba el poder militar chileno podemos analizar la Operación Atlante de 1974. En ella se trasladó seis cazas Hawker Hunter desde el Reino Unido hacia Chile, marcando un supuesto hito por ser la primera vez que un avión monomotor a reacción cruzó el Atlántico sin reabastecimiento en vuelo. Se cubrieron 13,577 km en once etapas, destacando el tramo de 1985 km entre la isla de Ascensión y Recife, Brasil. Este evento permitió a los 500 habitantes de la isla presenciar el primer aterrizaje de un reactor monomotor. El riesgo potencial de accidente o directamente de perder toda esa escuadrilla en un impredecible cambio climático en el Oceáno Atlántico es completamente irresponsable, cercano al infantilismo. Sin embargo, este evento es anotado en el historial de la FACh como una épica cuando simplemente no se tenía presupuesto para embarcarlos y derivarlos sin riesgo alguno para las tripulaciones hacia su destino final. Ese era el nivel de la FACh que esperaba ser destrozada por la FAA en un potencial conflicto tal como lo sugeriría Matthei treinta años después. Posteriormente en los 80s llegarían los Mirage 50 de Francia, los que fueron adquiridos también con sobreprecio debido a las sanciones internacionales. Estas adquisiciones tenían como objetivo establecer la superioridad aérea y proporcionar un apoyo eficaz para las operaciones terrestres. La Armada también recibió importantes inversiones, incluida la adquisición de submarinos, fragatas y sistemas de misiles, que fueron cruciales para mantener el control marítimo en la disputada región del Canal de Beagle.

Las inversiones en infraestructura incluyeron la construcción de nuevas bases, la mejora de las instalaciones existentes y el desarrollo de redes logísticas para apoyar el rápido despliegue y el mantenimiento de operaciones militares. Estas mejoras fueron cruciales para mantener un estado de preparación y garantizar que las fuerzas armadas pudieran responder eficazmente a cualquier amenaza.

En la Armada de Chile, particularmente el astillero Asmar en Talcahuano, se preparó para un posible conflicto. La reparación y reacondicionamiento de buques, afectados por restricciones de importaciones militares impuestas por EE.UU. bajo la Enmienda Kennedy, fueron esenciales. La narración incluye anécdotas de la interacción con altos mandos y la innovación de ingenieros y técnicos para superar las limitaciones y preparar la flota naval chilena en una época de pésimos presupuestos de defensa. La colaboración con la industria nacional y el ingenio para mantener y mejorar la capacidad militar de Chile subraya la importancia del esfuerzo colectivo en tiempos de tensión.

Durante la década de 1960, la Armada de Chile adquirió varios buques y submarinos que reforzaron significativamente su capacidad naval. Entre ellos se incluyeron dos destructores de la Clase Almirante del Reino Unido, dos submarinos de la Clase Fleet, dos destructores de la Clase Fletcher y cuatro destructores escolta tipo APD de los Estados Unidos.

A partir de 1954, la Aviación Naval chilena experimentó un renacimiento, operando activamente con helicópteros en misiones de guerra antisubmarina, exploración y rescate. Esta integración de la aviación con las unidades de superficie marcó un avance importante en las capacidades operativas de la Armada.

Un hito destacado de esta década fue la incorporación de sistemas de misiles antiaéreos en los destructores de la Clase Almirante. En 1962, en el Arsenal Naval de Talcahuano, se les instalaron montajes cuádruples para lanzar misiles SAM Sea Cat de fabricación británica, convirtiendo a Chile en la primera nación latinoamericana en equipar sus buques con misiles.

En la década de 1970, la flota chilena incluía dos cruceros de la clase Brooklyn y dos destructores de la clase Almirante, con la adición ocasional de destructores APD. En 1974, llegaron desde Estados Unidos dos destructores de la clase Sumner. Además, Chile adquirió el crucero “Latorre” de Suecia, consolidando una flota poderosa y diversificada.

El uso de misiles en tácticas navales adquirió relevancia global en 1967, durante la Guerra de los Seis Días, cuando una lancha rápida egipcia hundió un destructor israelí con misiles de largo alcance. Esto impulsó a Chile a equipar sus naves con misiles franceses MBDA Exocet MM-38, asegurando su competitividad tecnológica.

Durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, se encargó a astilleros británicos la construcción de dos fragatas de la clase Leander y la modernización de los destructores de la clase Almirante. Entre 1968 y 1970, estos barcos fueron equipados con lanzadores de misiles Exocet MM-38 y modernos sistemas de detección submarina. Estos avances tecnológicos exigieron una capacitación intensiva del personal naval en electrónica y sistemas digitales, mejorando así la competencia y preparación de la Armada.

El 11 de septiembre de 1973, la Armada de Chile, junto con las otras ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros, participó en el golpe de Estado que derrocó al gobierno de Salvador Allende. El Almirante José Toribio Merino se integró a la Junta Militar de Gobierno que se formó.

A mediados de la década de 1970, la situación con los países vecinos empeoró, especialmente con Argentina debido al Conflicto del Beagle. La Armada, al mando del Vicealmirante Raúl López Silva, movilizó la flota a la zona del Cabo de Hornos y desplegó a la Infantería de Marina en las Islas Picton, Lennox y Nueva para contrarrestar la Operación Soberanía de la Flota del Mar Argentina. Interesante cómo una flota cuyo principal buque era un crucero ligero de la SGM sin capacidad submarina efectiva podría derrotar a otra flota con portaaviones y capacidad submarina completa.

Durante este período, Chile adquirió aviones de exploración marítima Embraer P-111 de Brasil y helicópteros Alouette de Francia, fortaleciendo así su capacidad de vigilancia y defensa marítima. Estos equipos y las nuevas adquisiciones reforzaron significativamente la capacidad operativa y de respuesta de la Armada de Chile frente a posibles amenazas regionales.



Moral y preparación de las tropas

La moral de las tropas es un factor crítico en la efectividad militar, y durante el período previo al conflicto de Beagle, las fuerzas armadas chilenas enfrentaron desafíos y oportunidades en este sentido. El golpe militar de 1973 tuvo un profundo impacto en la moral y la estructura de las fuerzas armadas. La purga de los supuestos opositores políticos y el establecimiento de un gobierno militar condujeron a un ejército más políticamente alineado e ideológicamente unificado. Sin embargo, la naturaleza represiva del régimen también generó miedo y desconfianza dentro de las filas.

A pesar de estos desafíos internos, el enfoque en el profesionalismo y la capacitación mejoró la moral general. El gobierno militar invirtió fuertemente en programas de capacitación, tanto a nivel nacional como a través de asociaciones internacionales. Los oficiales chilenos recibieron capacitación en Estados Unidos y Europa, aportando conocimientos y experiencia valiosos para mejorar los programas de capacitación nacionales. Este énfasis en el profesionalismo y la preparación ayudó a fomentar un sentido del deber y la capacidad entre las tropas.

Capacidades de movilización y entrenamiento de reclutas

La dependencia de Chile del servicio militar obligatorio jugó un papel importante en su preparación militar. El servicio militar obligatorio aseguró un flujo constante de personal hacia las fuerzas armadas, lo que permitió el mantenimiento de un gran ejército permanente y reservas. El entrenamiento de los reclutas era riguroso y se centraba en la aptitud física, la disciplina y las habilidades técnicas necesarias para la guerra moderna. La formación básica se complementó con cursos especializados, garantizando que los reclutas estuvieran bien preparados para sus funciones dentro de la estructura militar.

Las capacidades de movilización fueron otro aspecto crítico de la preparación. El ejército chileno desarrolló sistemas eficientes para la rápida movilización de reservistas, lo cual fue esencial para responder a la amenaza potencial planteada por Argentina. Se llevaron a cabo simulacros y ejercicios periódicos para garantizar que los planes de movilización pudieran ejecutarse sin problemas y de manera efectiva. Estos preparativos incluyeron el establecimiento de reservas y el mantenimiento de reservas estratégicas de equipos y suministros.

Orden de batalla comparativo (ORBAT)

Un análisis del Orden de Batalla (ORBAT) de Chile y Argentina revela importantes ideas sobre las fortalezas y debilidades relativas de las dos fuerzas militares. En 1978, el Ejército de Chile estaba compuesto por varias divisiones bien equipadas, centrándose en unidades mecanizadas y blindadas capaces de moverse y desplegarse rápidamente. La Armada tenía una flota equilibrada con submarinos, destructores y fragatas modernos, lo que proporcionaba una sólida capacidad de defensa marítima. La Fuerza Aérea estaba equipada con una combinación de aviones interceptores y de ataque a tierra, capaces de apoyar operaciones tanto defensivas como ofensivas.

El Ejército de Chile estaba estructurado en divisiones y brigadas con un enfoque defensivo en caso de invasión. Las unidades estaban distribuidas estratégicamente a lo largo del país, particularmente en las zonas fronterizas. Sin embargo, se enfrentaban a desafíos significativos, como la falta de equipamiento moderno y suficientes suministros para una guerra prolongada. A pesar de esto, se destacaba la alta moral y el entrenamiento de las tropas, quienes estaban preparadas para defender el territorio nacional con determinación.

En 1952, Chile recibió 21 tanques M-24 Chaffee que fueron asignados al Destacamento Blindado N.º 2 en Antofagasta, unidad que se convertiría en la Escuela de Blindados en 1969, funcionando como tal hasta 1975. Durante su servicio en la Escuela de Blindados, estos tanques experimentaron un desgaste considerable debido a su uso intensivo en los cursos de formación de oficiales, suboficiales y clases. Se revelaron sus principales deficiencias: los motores acoplados y el giro estabilizador.

En 1975, la Escuela de Blindados se trasladó a Santiago, específicamente al cuartel de Santa Rosa. Este traslado incluyó una redistribución del material entre las unidades blindadas, por lo que todos los M-24, incluidos aquellos en desuso o que estaban exhibidos como monumentos, fueron transportados a Santiago para ser repotenciados. Este proceso incluyó la recuperación de motores Cadillac, sistemas eléctricos y cañones, permitiendo que los M-24 volvieran a ser utilizados como tanques de entrenamiento en la Escuela de Blindados y en los Cursos de Alféreces Blindados de la Escuela Militar.

Sin embargo, poco tiempo después se decidió sustituir los motores Cadillac por motores diésel. Se evaluaron tres prototipos: Mercedes Benz, Cummins Diesel y Maco con Detroit Diesel, sometiéndolos a pruebas rigurosas de movilidad, funcionamiento en altura y autonomía. Finalmente, se seleccionó el prototipo Maco Detroit Diesel. A pesar de estas mejoras, los M-24 Chaffee llegaron al final de su vida útil, ya que su cañón de baja presión de 75 mm y su delgado blindaje solo los hacían aptos para entrenamiento, no para enfrentar amenazas contemporáneas.

En 1964, a través del Pacto de Ayuda Militar (PAM), Chile recibió 10 tanques M-41 A1, asignados a la Escuela de Mecanizados de Santiago. Estos tanques se destacaron en la Parada Militar de ese año, impresionando tanto a los espectadores por su apariencia como a los profesionales por sus avances tecnológicos, incluyendo su capacidad de girar rápidamente sobre su eje, su freno de boca y la cámara evacuadora de gases, además de un moderno sistema de control de fuego con mandos hidráulicos precisos. En comparación con los tanques M-3, M-4 y M-24, los M-41 A1 representaban un avance significativo.


Tanque M-24 Super Chaffee con su nuevo cañón de 60 mm, Peldehue, 1989

En 1970, llegó una segunda partida de 40 tanques M-41 A1/A3 a Chile, distribuidos al Regimiento Granaderos de Iquique y al recién creado Batallón Blindado N.º 5 en Punta Arenas. Gracias a su versatilidad y confiabilidad, estos tanques se emplearon exitosamente en diversos terrenos y escenarios rigurosos en Arica, Iquique, Antofagasta, Santiago, Concepción, Punta Arenas y Puerto Natales. Las tripulaciones apreciaban los M-41 por su amplitud, comodidad, buena movilidad y rapidez, alcanzando velocidades de hasta 70 km/h en caminos. A pesar de ser clasificados como tanques de reconocimiento, durante muchos años fueron los mejores tanques del Ejército chileno, hasta la llegada de los AMX-30.

Los M-41 podían enfrentar a la mayoría de los tanques enemigos potenciales, excepto el T-54/55 soviético, para el cual debían acercarse más para aumentar la efectividad de sus proyectiles antitanque. Sin embargo, debido al alto consumo de su motor Continental y su baja autonomía, entre 1987 y 1989, se reemplazó su motor por uno Detroit Diesel más eficiente. Pese a esta actualización, la llegada de los tanques Leopard 1-V los dejó obsoletos, al igual que a la mayoría de los otros modelos de tanques. Eventualmente, los M-41 fueron relegados a los pelotones de exploración blindados y finalmente retirados del servicio en 2005, con la nostalgia de muchas generaciones de militares.


M-41 en Punta Arenas en los 70s

Los tanques M-24 y M-41 jugaron roles significativos en la formación y operaciones del Ejército chileno a lo largo de varias décadas. A pesar de sus limitaciones y eventual obsolescencia, contribuyeron al desarrollo de las capacidades blindadas de Chile, marcando una era de transición y modernización en las fuerzas armadas del país. La evolución de estos tanques refleja no solo los avances tecnológicos y tácticos, sino también los desafíos y adaptaciones necesarias para mantener la eficacia operativa frente a amenazas cambiantes y condiciones exigentes.

En 1970, llegaron a Chile 60 APC M-113 Al, los que fueron desembarcados en Iquique y Punta Arenas para complementar las compañías de tiradores blindados dotadas de semiorugas M-3 de los Regimientos Blindados N° 1 Granaderos, N° 8 Exploradores y N° 5 Punta Arenas. Los EE-9 también fueron movilizados desde el Norte a Punta Arenas y, en otra prueba de desesperación extrema, los mismos fueron tripulados y "comandados" por jóvenes conscriptos que ni siquiera llegaban a suboficiales. Algo así estamos viendo hoy en Ucrania de parte de rusos que montan a cualquier soldado al frente de sus blindados y terminan siendo más que carne de cañón para videos de streaming.


EE-9 Cascavel chileno


En comparación, el ejército argentino era más grande y estaba mejor financiado. El Ejército argentino contaba con un mayor número de unidades blindadas y mecanizadas, apoyadas por amplios sistemas de artillería y defensa aérea. La Armada Argentina también fue formidable, con un número importante de combatientes de superficie y submarinos. La Fuerza Aérea Argentina tenía una flota de aviones más grande y diversa, incluidos cazas y bombarderos modernos capaces de realizar operaciones de largo alcance.

A pesar de estas disparidades, la estrategia militar de Chile enfatizó la calidad sobre la cantidad, enfocándose en mantener una fuerza altamente profesional y bien entrenada. El énfasis estratégico en defender puntos geográficos clave, como la Cordillera de los Andes y los puntos de estrangulamiento marítimos críticos, tenía como objetivo compensar la superioridad numérica de Argentina. Las inversiones de Chile en equipos modernos y entrenamiento tenían como objetivo garantizar que sus fuerzas pudieran operar eficazmente en el terreno y las condiciones desafiantes de las posibles zonas de conflicto.

Los preparativos y estrategias del ejército chileno en la víspera de un potencial conflicto con Argentina durante la crisis del Canal de Beagle en 1978 fueron ingentes. El estado de alerta máxima y la disposición de las fuerzas armadas chilenas, que incluían el despliegue de tropas y material bélico en puntos estratégicos a lo largo de la frontera con Argentina fue algo presente en la población. Los planes de contingencia abarcaban tanto la defensa de territorio nacional como la realización de operaciones ofensivas, mostrando la determinación de Chile de proteger su soberanía ante cualquier agresión.

Uno de los puntos destacados es la coordinación y comunicación entre las distintas ramas de las fuerzas armadas chilenas. La planificación detallada y el establecimiento de una cadena de mando clara fueron cruciales para garantizar una respuesta efectiva y coordinada en caso de ataque. El liderazgo militar, encabezado por altos mandos con experiencia y conocimiento táctico, jugó un papel vital en la preparación de las tropas y en la implementación de estrategias defensivas y ofensivas. Esta preparación incluyó ejercicios militares, simulacros de combate y la movilización de reservas para fortalecer las posiciones defensivas.

Debe tenerse en cuenta siempre las limitaciones y desafíos enfrentados por las fuerzas armadas chilenas, como la falta de equipamiento moderno y la dependencia de suministros extranjeros, afectados por embargos y restricciones internacionales. A pesar de estas limitaciones, el ingenio y la determinación de los militares chilenos fueron destacados, mostrando cómo lograron superar obstáculos mediante la adaptación y el uso eficiente de los recursos disponibles. La moral y el compromiso de las tropas, junto con el apoyo de la población civil, fueron elementos clave para mantener la defensa del país en un momento de alta tensión. Existe, de todos modos, evidencia de una logística paupérrima a tropas convocadas en el Sur: los oficiales realizaron maltratos excesivos a sus conscriptos y la provisión de munición no superaba las pocas decenas de cartuchos. Para una paralelo, unos pocos años después en Malvinas se agotaron municiones reservadas para meses de operaciones en unas pocas noches.

Finalmente, una reflexión merece siempre las consecuencias de la crisis y cómo la resolución pacífica del conflicto evitó una guerra que podría haber tenido resultados devastadores para ambas naciones. La intervención de mediadores internacionales y la voluntad de ambas partes de buscar una solución diplomática subrayaron la importancia de la negociación y el diálogo en la resolución de disputas territoriales. La crisis del Canal de Beagle se convierte en un ejemplo de cómo la preparación militar y la diplomacia pueden coexistir y conducir a la paz, evitando el sufrimiento y la destrucción que conlleva una guerra. Para Chile, fue un susto del que aprendería: el financiamiento de las fuerzas armadas quedaría supeditada a un porcentaje fijo de las exportaciones cobre. Los altos mandos chilenos entendieron claramente que estuvieron a punto de perder todo lo extraído de sus vecinos en el siglo 19.

Conclusión

El período comprendido entre 1960 y 1978 vio avances significativos en la preparación de las fuerzas armadas chilenas. El aumento del gasto militar, las inversiones sustanciales en equipo e infraestructura, la mejora de la moral de las tropas y el entrenamiento efectivo de los reclutas y las capacidades de movilización contribuyeron a un estado de preparación para un conflicto potencial. Si bien Chile enfrentó desafíos, incluida la agitación política interna y las limitaciones inherentes de una fuerza militar más pequeña, su enfoque estratégico en la modernización y el profesionalismo proporcionó un elemento disuasorio creíble contra la agresión.

En el contexto del conflicto de Beagle de 1978, las fuerzas armadas de Chile estaban al límite preparadas para defender los reclamos territoriales. Las inversiones estratégicas y los preparativos realizados durante este período fijaron dentro de sus limitaciones que Chile pudiera mantenerse cierta firmeza frente a Argentina, aprovechando sus fortalezas en conocimiento del terreno y posicionamiento estratégico. El ejército argentino era más grande y estaba mejor financiado, el énfasis de Chile estaba en su defensa desesperada y la defensa estratégica proporcionó algún contrapeso equilibrado que, en última instancia, contribuyó a evitar un conflicto abierto a través de medios diplomáticos.

El conflicto de Beagle sirve como un estudio de caso sobre la importancia de la preparación militar y la planificación estratégica, demostrando que incluso las naciones mal gestionadas pueden defender eficazmente sus intereses mediante una cuidadosa inversión en sus fuerzas armadas. La capacidad de Chile para prepararse y gestionar la amenaza de guerra durante este período subraya el valor de un ejército profesional y bien preparado para mantener sus consideraciones respecto a la soberanía y la seguridad nacionales.

J.L.