Después de 1945, el uso de submarinos en operaciones de combate se ha limitado al juego del gato y el ratón de la Guerra Fría, con su introducción como plataforma de ataque sumergida guiada con precisión. En 1982, el submarino volvería a hacerse a la mar para hundir buques de guerra enemigos en una batalla convencional, pero estos submarinos no luchaban en nombre de las dos superpotencias de la época. La junta militar argentina, bajo el liderazgo del general Leopoldo Gualtieri, buscó unir a la nación y distraer a su gente de la agitación interna recurriendo a la causa nacional para recuperar las Malvinas, o, como las conocían los británicos, las Islas Malvinas.
Después de mucha presión diplomática de Argentina y reconocidas tensiones económicas y políticas en Gran Bretaña para recortar su gasto militar, la junta lanzó su invasión del archipiélago del Atlántico Sur el 2 de abril de 1982. La primera ministra británica Margaret Thatcher envió una fuerza de tarea naval, cuyo tamaño no se había visto desde la Crisis de Suez de 1956. Los argentinos, después de asegurar las islas con poca resistencia de una unidad ligera de 69 infantes de marina reales, tuvieron que preparar su defensa contra un posible intento de Gran Bretaña de recuperar las islas.
La probabilidad de guerra aumentó a medida que la fuerza de tarea de la Marina Real avanzaba más hacia el sur. Los tres submarinos británicos de propulsión nuclear estacionados en el área dieron la alarma para la flota argentina del almirante Jorge Isaac Anaya. La marina argentina estaba bien armada y era una de las mejores fuerzas navales de América del Sur. El almirante Anaya y su personal habían elaborado el plan para lanzar la invasión y lo presentaron a la junta y al general Leopoldo Gualtieri para su aprobación en 1981. La introducción de los submarinos nucleares de la Marina Real en el Atlántico Sur requirió la implementación inmediata de la invasión el 2 de abril.
Orden de batalla
Muchos de los que estudian la Guerra de las Malvinas de 1982 entienden las hazañas del ARA Santa Fe, un antiguo submarino de la clase Guppy de la Marina de los EE. UU. de la Segunda Guerra Mundial que sufrió graves daños y encalló durante el asalto británico a la isla de Georgia del Sur el 25 de abril. Sin embargo, el Santa Fe no fue el único submarino argentino que participó en combate durante el conflicto de las Malvinas.
Argentina también poseía varios otros submarinos, incluido un nuevo submarino diésel-eléctrico de ataque rápido Tipo 209 construido en Alemania Occidental, el ARA San Luis. El servicio submarino argentino tendría que combinar sus activos de flota y sus camaradas de la Fuerza Aérea y la fuerza aérea naval para intentar cortar la sangre vital de Gran Bretaña y recuperar con éxito las Malvinas en un asalto anfibio. Debido al mantenimiento y la falta de preparación para el mar, solo el San Luis y el Santa Fe estaban listos para el combate durante la Guerra de las Malvinas.1 Si el ARA Salta y el Santiago del Estero hubieran estado listos para el mar a tiempo para la Operación Rosario, tal vez hubieran podido aplicar más tensión y presión sobre los activos de guerra antisubmarina (ASW) de la fuerza de tareas británica.
Muchos de los mejores comandantes de submarinos de la flota argentina en ese momento estaban siendo entrenados en Alemania Occidental, lo que obligó a los oficiales de menor rango y menos experimentados a capitanear sus barcos en el conflicto más importante que los argentinos lucharían en su historia desde su declaración de guerra a la Alemania nazi en 1945.2 Aunque la historia militar de las fuerzas armadas argentinas ha sido ligera, los recursos que Buenos Aires podía aplicar a una guerra en el Atlántico Sur le dieron una ligera ventaja a un ejército argentino que podría, si se hacía correctamente, aplicar sus fuerzas con el máximo efecto en la fuerza de tarea entrante. La aplicación de estos recursos se vería obstaculizada por motivaciones políticas entre sus comandantes superiores y una falta de estándares de entrenamiento y mantenimiento.
Acerca de enfrentar a la flota
Para mantener el poder político en el continente y dentro de la junta, el almirante Anaya regresó su flota de batalla a su puerto de origen en la Base Naval de Puerto Belgrano. 3 Después del hundimiento del General Belgrano, sintió que retener sus buques de guerra restantes mantendría su posición política para ejercer influencia, en lugar de lanzarse a la situación más importante que la Armada Argentina haya enfrentado en su historia. Es fácil decir que la Marina Real hubiera aniquilado a la flota argentina; sin embargo, la combinación de aviones de ataque argentinos con base en tierra, misiles Exocet aéreos, marítimos y terrestres y un portaaviones, la fuerza de tareas de Thatcher, podría haber tenido un resultado mucho más costoso para la recuperación de las Malvinas de lo que experimentó. La fuerza submarina del almirante Anaya parecía ser el único activo de la flota que estaba dispuesto a utilizar en acciones ofensivas de la flota contra la Marina Real.
La patrulla de guerra del San Luis en la guerra del Atlántico Sur ha estado marcada por la controversia. Durante el conflicto, Gran Bretaña perdió seis barcos por bombas y misiles lanzados o lanzados por aviones de ataque argentinos con base en tierra. Estos impactos y hundimientos son, no obstante, notables si se considera la falta de entrenamiento o conocimiento de tácticas antibuque de los pilotos argentinos que volaron contra estos buques fuertemente defendidos. Sin embargo, la guerra en el mar no se limitó completamente al hundimiento del ARA Belgrano (Clase Brooklyn) por el HMS Conqueror (SSN clase Churchill). Después del hundimiento del Belgrano, el resto de la flota argentina fijó un nuevo rumbo hacia su base de origen en Mar del Plata, temiendo nuevos ataques de submarinos nucleares de la Marina Real y pérdidas de más buques capitales que podrían dañar el prestigio y los limitados activos de la junta.
La patrulla de guerra
El San Luis comenzó su patrulla para atacar a la fuerza de tarea al norte de las Islas Malvinas. Durante su única patrulla continua, reivindicó tres ataques con torpedos contra buques británicos. Afirmó haber disparado dos torpedos antisuperficie SST-4 de fabricación alemana y un torpedo antisubmarino Mark 37 estadounidense. Su primer ataque fue contra el HMS Yarmouth (fragata Tipo 12) y el HMS Brilliant (fragata Tipo 22). El ataque del San Luis no tuvo impactos y el buque sostuvo una batalla ASW decidida durante 20 horas, sobreviviendo a cargas de profundidad y un torpedo. El San Luis rompió el contacto y comenzó su segunda incursión el 8 de mayo contra un submarino británico. Doce minutos después de disparar su torpedo, el San Luis escuchó una explosión en el mismo rumbo de su objetivo; sin embargo, la Marina Real no afirmó haber sufrido pérdidas de submarinos durante el conflicto, y se especula que el torpedo del San Luis pudo haber tocado fondo. Su última incursión se llevó a cabo el 10 de mayo contra otros dos buques de guerra, disparando un torpedo contra el HMS Arrow (fragata Tipo 21) y el HMS Alacrity (fragata Tipo 21). Después de seis minutos, se escuchó una pequeña explosión en el rumbo de la fragata, y cuando el HMS Arrow recuperó su contramedida remolcada, fue evidente que había sido alcanzado.4
¿Qué salió mal?
Hubo muchos problemas con el rendimiento de los torpedos SST-4 que había disparado la tripulación del San Luis. Según un análisis de posguerra realizado por el Departamento de la Marina de los EE. UU. en septiembre de 1983:
La principal Fuerza de Tareas británica fue localizada y atacada sin éxito por el Tipo 209, San Luis. Ese submarino estuvo en el mar, y a veces en el área de la fuerza británica, durante aproximadamente 36 días. La amenaza de los submarinos argentinos fue una preocupación constante para el comandante de la Fuerza de Tareas británica, y se realizaron numerosos ataques contra presuntos contactos submarinos, con un gran número de armas ASW que se gastaron. En cualquier caso, el San Luis sobrevivió a todos los esfuerzos ASW británicos, pero al mismo tiempo no pudo infligir daño a la fuerza británica debido a problemas materiales.
Se ha identificado al submarino como alguien que disparaba sus municiones a demasiada profundidad, con un sistema de control de fuego obsoleto que requería que la tripulación calculara sus soluciones manualmente; cables rotos después de que se dispararan los torpedos, lo que impidió la capacidad de dirigir a los peces hacia sus objetivos; la falta de preparación de los SST-4 en los tubos de la sala de torpedos, que no permitían que los torpedos se armaran solos después de dispararse, y una tripulación inexperta.5 Todos estos factores se combinaron para permitir que los buques objetivo escaparan de los ataques del San Luis. Los ataques fueron pobres, pero el hecho de que el San Luis pudiera hacer estas aproximaciones contra lo mejor de la Royal Navy muestra cuán diferente podría haber sido el resultado si el San Luis hubiera estado completamente aprovisionado y preparado para operaciones de combate.
Sin embargo, es significativo que estos ataques y batallas ASW tuvieran lugar. Un submarino de diseño y fabricación alemana había disparado torpedos reales en señal de ira contra buques de guerra de la Royal Navy de Su Majestad por tercera vez en el Atlántico durante el siglo XX. Esta vez, los submarinistas de esta versión latinoamericana de Das Boot habían tenido un golpe de suerte, ya que lograron eludir los decididos ataques con cargas de profundidad y torpedos de la Royal Navy y regresaron a casa sin un rasguño.
Resultados
El 14 de junio de 1982, la Union Jack volvió a ondear sobre Puerto Stanley mientras la guarnición argentina bajo el mando del general Menéndez se rendía. La conmoción y el daño al orgullo nacional argentino dieron como resultado el regreso de la democracia a Buenos Aires, el rechazo del régimen militar y la aplicación por parte del gobierno de la “guerra sucia”, o reinado del terror contra los disidentes del régimen de la junta. Aunque Argentina perdió la guerra, había recuperado su democracia. Para el gobierno de la primera ministra Thatcher, su supervivencia política estaba asegurada y la guerra provocó un aumento del orgullo y el prestigio británicos.6 Lo que comenzó como una humillación nacional había resultado en éxito y redención. La Marina Real sobrevivió y los recortes a sus capacidades y tamaño terminaron debido a la demostración cinética de su importancia para mantener el poder internacional de Gran Bretaña. Lo que podría haber sido
El resultado de la Guerra de las Malvinas habría sido muy diferente si los torpedos del San Luis hubieran funcionado y golpeado correctamente solo se puede especular. Si las bombas de la fuerza aeronaval y aérea argentina hubieran que impactaron hubieran detonado, tal vez más de nueve barcos podrían haberse hundido. Si el portaaviones ligero ARA Veinticinco de Mayo hubiera podido lanzar un ataque contra los portaaviones británicos con sus diez A-4Q Skyhawks en lugar de abortar debido al mal tiempo y si los torpedos del San Luis hubieran funcionado como se esperaba, la Marina Real podría haber sufrido una humillante derrota a manos de los argentinos. Todos estos factores coincidieron con el hecho de que los británicos tenían poco o ningún avión de alerta temprana y tuvieron que depender de fuerzas especiales, submarinos y radares a bordo de los barcos para detectar aviones que se acercaban en vuelo bajo.
Muchas situaciones contrafácticas posibles podrían resultar en la derrota de un intento británico de recuperar las islas, pero la lucha fue decidida por hombres dispuestos a hacer un esfuerzo extraordinario a pesar del terreno difícil, el clima y las largas distancias. La guerra en el mar puede parecer una cosa de película con capitanes tranquilos y calculadores que atraviesan el periscopio, como cazadores que acechan a sus presas en alta mar, pero guerras como la de las Malvinas aún muestran el papel clave que los submarinos y sus intrépidas tripulaciones pueden desempeñar en la guerra moderna. Hoy, mientras miramos hacia el futuro del combate sumergido, las grandes potencias y sus armadas pueden aprender lecciones valiosas del Atlántico Sur y las hazañas de sus veteranos como el San Luis.
Mirando hacia el futuro desde las Malvinas
En el futuro, los submarinos seguirán desempeñando un papel fundamental en la guerra de expedición, así como en entornos de antiacceso/denegación de área (A2/AD). La combinación de poder aéreo naval y terrestre en un entorno de expedición es un componente clave de las amenazas que enfrentan hoy Estados Unidos y sus aliados del Pacífico. Los oficiales militares estadounidenses deben ser conscientes de la importancia de comprender e integrar todos los dominios de la guerra para mantener la superioridad en los puntos calientes. El Mar de China Meridional, el Pacífico occidental y las aguas del Golfo Pérsico pueden brindar futuras oportunidades para que los buques diésel eléctricos, junto con los submarinos submarinos más modernos, demuestren la importancia de mantener en perfecto estado los procedimientos de guerra antisubmarina, logística, mantenimiento y alerta temprana en tiempos de paz para prepararse para posibles acciones de enfrentamiento y conflictos de mayor alcance. Tal como el Duque de Wellington describió su victoria sobre Napoleón Bonaparte en Waterloo, la Guerra de las Malvinas fue, en efecto, “una cosa condenadamente buena, la más reñida que hayas visto en tu vida”.
Referencias
1. Steven R. Harper, “Submarine Operations during the Falklands War,” Department of Operations Paper, Naval War College, 1994.
2.Harper, “Submarine Operations during the Falklands War.”
3. Maciej Jonasz “Falklands War: Why Did Argentina Fail?” Modern War, n.d.
4. Harper, “Submarine Operations during the Falklands War.”
5. Harper, “Submarine Operations during the Falklands War.”
6. Bogdanor, Vernon. “The Falklands War, 1982 .” Gresham College, 6 April 2016.
La clase Fridtjof Nansen es una serie de cinco fragatas construidas por Navantia, España para la Armada Real de Noruega.
Génesis del proyecto
KNM Roald Amundsen (F311) junto al USS Harry S. Truman (CVN-75).
En 1999, Noruega, quería dotarse de una fuerza homogénea de buques de alta mar, para ello convocó concurso internacional en el mes de mayo del año de 1999, al que acudieron presentando sus proyectos doce astilleros de otros tantos países, después de ir descartando se quedaron en tres, alemanes, holandeses y españoles, precisamente los tres países que estaban construyendo fragatas, con muy parecidas características a las deseadas por la Armada noruega.
País productor España
Datos generales
Astillero Navantia, Ferrol Países en servicio Armada Real Noruega Autorización 23 de junio de 2000 Tipo Fragata Rápida FFG
Estadísticas
Primera unidad Fridtjof Nansen (F-310) Última unidad Thor Heyerdahl (F-314) Clase anterior Clase Oslo Clase posterior N/A Periodo servicio 5 de abril de 2006 - actualidad Unidades planteadas 5 Unidades concluidas 5 Unidades activas 4 Unidades hundidas 1
Características de la clase
Desplazamiento 5121 t a plena carga Eslora 132,00 m Manga 16,80 m Calado 4,90 m
Armamento
• 1 cañón de 76 mm OTO Melara super rapad • 4 ametralladoras de 12,70 mm • 2 lanzadores dobles de torpedos antisubmarinos Mk 46 • 1 sistema de lanzamiento vertical Mk.41 con 8 celdas para: • Misiles superficie-aire Standard SM-2MR Bloque IIIA (1 misil por celda) • Misiles superficie-aire RIM-162 Evolved Sea Sparrow (4 misiles por celda) • Capacidad para lanzar misiles de crucero superficie-superficie RGM-109 Tomahawk (Noruega no cuenta con estos misiles) • O cualquier combinación de los anteriores.
Guerra electrónica
• Radar multifunción Lockheed Martin AN/SPY-1F 3-D • Reutech RSR 210N • Sagem Vigy 20 • sonar de casco MRS 2000 • sonar activo/pasivo Captas MK II V1 • 2 radares de directores de tiro Mark 82
Propulsión
CODAG • 2 Bazán Bravo 12V 4.5 MW diésel para velocidad de crucero • 1 turbina de gas GE LM2500 21,5 MW para alta velocidad • 2 hélices de paso valiable • 1 motor eléctrico retráctil • 4 generadores diésel MTU 396 Serie 12 V 1250 kVA Velocidad 27 nudos Autonomía 4500 nmi a 16 nudos Tripulación 120 hombres Aeronaves 1 Helicóptero medio NH-90 Notas Es un desarrollo ASW de la Clase Álvaro de Bazán
Al abandonar España el tripartito, por no estar a punto el sistema electrónico para los buques y pasar a elegir el sistema AEGIS norteamericano, la entonces Izar presentó su último proyecto incorporando un sistema igual, aunque algo disminuido en sus prestaciones, por ser incorporado a un buque de menores dimensiones y así ser acoplado aún más a las necesidades de Noruega, lo que le permitió llevarse el contrato, por ello se confirmó el contrato el 29 de febrero de 2000 por un importe de 2375 millones de euros e incluyó un Acuerdo de Cooperación Industrial (ACI), por el cual Navantia se comprometió a generar retornos industriales, económicos y tecnológicos en Noruega.
El ACI alcanzó un valor aproximado de 1325 millones de euros por cinco barcos, resultando su coste por unidad de 564 millones de euros con mantenimiento y adiestramiento de las tripulaciones incluido. Igualmente se añadió un compromiso de compra de material militar noruego cercano a 375 millones de euros. Cerca de 250 empresas noruegas se vieron favorecidas por la firma de este acuerdo, el cual fue cumplido por Navantia con tres años de antelación a lo previsto inicialmente, confirmándose el contrato definitivo de construcción el día 23 de junio del mismo año, comenzando su construcción en el año 2002.
Los buques
Sus nombres rinden honor a distintos célebres exploradores noruegos: Fridtjof Nansen, Roald Amundsen, Otto Sverdrup, Helge Ingstad y Thor Heyerdahl.
Tienen un desplazamiento de 5121 t, con una eslora máxima de 132 m y de 120,39 m entre perpendiculares, por una manga máxima de 16,80 m en la cubierta principal y de 15,90 m en la línea de flotación, con un calado de 4,90 m.
KNM Fridtjof Nansen (F310) en el Puerto de Oslo.
Su motorización está compuesta por dos motores diésel Bazán Bravo de 12 cilindros, con una potencia de 12 000 Cv y una turbina de gas General Electric LM2500 con 28 832 Cv pudiéndose acoplar los dos sistemas o navegar independientemente, lo que le da una potencia total de 40 832 Cv, que se transmiten a dos hélices, llevando una auxiliar retráctil movida por un motor de 1134 Cv para uso en emergencias o a muy baja velocidad, en torno a 4 nudos, tiene una velocidad máxima de 27 nudos. Utilizando la turbina de gas le permite alcanzar en velocidad de crucero los 20 nudos y con los diésel 16, con estos tiene una autonomía de 4500 mni.
Además para que no le falte energía en ningún momento, lleva en cuatro puntos distintos del buque, cuatro grupos electrógenos diésel MTU 12V 396 de 900 kW cada uno, lo que le hace tener una potencia de reserva de 3600 kW.
Su sistema de defensa es el AEGIS, en su versión de SPY-1F 3-D, aparte de los radares para navegación y directores de tiro, tanto para la artillería como para la dirección de los misiles.
KNM Otto Sverdrup (F312).
Su armamento consiste un cañón de 76,2 mm OTO Melara super rapid capaz de efectuar 120 disparos por minuto, que es posible sea sustituido por uno de 127 mm. Para defensa cercana cuenta con cuatro ametralladoras pesadas de 12,75 mm, y un grupo de ocho celdas de lanzador vertical Mk 41VLS, con 32 misiles Sea Sparrow avanzado, aunque puede en su momento, pueden ser cambiados cuatro de estos por un Standard SM-2, más dos lanzadores dobles de torpedos contrasubmarinos Mk 46, el hangar y cubierta de vuelo está preparada para operar un helicóptero medio NH90.
Su tripulación está compuesta por 50 oficiales, 40 tripulantes profesionales y 30 de reemplazo.
La Fridtjof Nansen está considerada de forma no oficial como el buque insignia de la Armada Noruega.
Accidentes
El KNM Helge Ingstad varado tras el choque.
La noche del 8 de noviembre de 2018, el petrolero Sola TS tuvo una colisión con la fragata KNM Helge Ingstad. La fragata resultó gravemente dañada mientras que el petrolero perdía su ancla de estribor después de que uno de los brazos dejara un boquete tras la protuberancia del escobén.
Buques de la clase
Nombre
Numeral
Astillero
Iniciado
Botado
Entregado
Indicativo de llamada
Imagen
KNM Fridtjof Nansen
F 310
Navantia Ferrol
9 de abril de 2003
3 de junio de 2004
5 de abril de 2006
KNM Roald Amundsen
F 311
Navantia Ferrol
3 de junio de 2004
25 de mayo de 2005
21 de mayo de 2007
KNM Otto Sverdrup
F 312
Navantia Ferrol
28 de marzo de 2005
28 de abril de 2006
30 de abril de 2008
KNM Helge Ingstad †
F 313
Navantia Ferrol
28 de abril de 2006
23 de noviembre de 2007
29 de septiembre de 2009. Dada de baja el 24 de junio de 2019 tras un accidente el 8 de noviembre de 2018 en unas maniobras que la dejaron semihundida y vendida para desguace en 2021.
KNM Thor Heyerdahl
F 314
Navantia Ferrol
10 de marzo de 2008
11 de febrero de 2009
18 de enero de 2011
KNM Thor Heyerdahl
KNM Helge Ingstad
KNM Otto Sverdrup
KNM Fridtjof Nansen
Reemplazo futuro
En junio de 2023, el Ministerio de Defensa noruego publicó el Consejo Militar del Jefe de Defensa 2023 , en el que el General Eirik Kristoffersen (Jefe de Defensa) recomendó que Noruega reemplazara las fragatas clase Fridtjof Nansen
en servicio de la RNoN y aumentara la dotación a seis buques. La
entrega de una nueva fragata probablemente será fundamental para el plan
a largo plazo del gobierno de construir una nueva estructura de fuerza
de superficie dentro de un programa más amplio de renovación de la
flota. Es probable que el gobierno enfatice la necesidad de entregar la
futura fragata mediante la colaboración con aliados cercanos.
En
el Nuevo Plan Noruego a Largo Plazo de Defensa de abril de 2024, se
propone reemplazar la clase con cinco nuevas fragatas con el mismo
enfoque (ASW) que la clase Nansen.
En agosto de 2025, después de una competencia entre el F126, clase Constellation, y el FDI, se anunció que la fragata británica Tipo 26 sucedería a la clase, y las entregas comenzarían en 2030.
El 30 de enero de 1960, unidades de la Armada Argentina detectaron un contacto submarino en el Golfo Nuevo, dando inicio a una cacería que se prolongaría por casi un mes para expulsar a los intrusos. En la operación se emplearon medios aéreos y navales que hoy ya no existen en una Armada transformada en una fuerza de guardia costera.
(Del libro "Testimonios de Tiempos Difíciles", e imágenes de Benjamin Cosentino y archivo Histarmar, publicado por el prestigioso sitio Fundación Histarmar y que se puede conseguir en el Instituto de Publicaciones Navales)
A principios de 1960, un incidente naval de gran magnitud tuvo lugar en el Golfo Nuevo, en la Península de Valdés, provincia de Chubut, Argentina. A diferencia de otros episodios previos relacionados con avistamientos y contactos de diversa índole, este caso involucró la detección de un submarino desconocido, desencadenando una operación de gran escala.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa, en 1945, se habían registrado varios episodios vinculados a submarinos en aguas argentinas. En abril de ese año, la flota submarina alemana remanente recibió la orden de autohundimiento, conocida como "Regenbogen" (arco iris), aunque días después se revocó para ordenar la rendición ante las fuerzas aliadas. Sin embargo, los submarinos alemanes U-530 y U-977 optaron por entregarse a las autoridades argentinas, arribando a Mar del Plata el 10 de julio y el 17 de agosto de 1945, respectivamente.
Durante los años siguientes, en plena Guerra Fría, se denunciaron varios avistamientos y detecciones de posibles submarinos en aguas argentinas, destacándose los casos en el Golfo Nuevo (1958), San Jorge (1959) y nuevamente el Golfo Nuevo (1960). De estos, los dos incidentes más relevantes ocurrieron en el Golfo Nuevo, en la Península de Valdés.
El primer episodio significativo, registrado el 21 de mayo de 1958, fue analizado por el Contraalmirante Pablo Arguindeguy en su obra Apuntes sobre los buques de la Armada Argentina (Tomo VI, Buenos Aires, 1972) y posteriormente publicado en el prestigioso sitio Histarmar. A esta operación se la ha denominado "Golfo Nuevo I", para diferenciarla de la que se desarrollaría en 1960, cuya descripción se abordará con mayor detalle en este capítulo.
La
fragata antisubmarina P-31 ARA "Hércules" originalmente era la PF-1USS
"Asheville" de la US Navy botada durante la Segunda Guerra Mundial, y
sirvió con la Armada Argentina de 1946 a 1961, para pasar a operar como
guardacostas en la Prefectura Naval Argentina bautizada GC-11 PNA "Juan
B. Azopardo" entre 1961 a 1973.
Operación Golfo Nuevo II: Un relato testimonial
La segunda operación, conocida como "Operativo Comodoro Rivadavia", tuvo lugar entre el 20 y el 29 de octubre de 1959 e inauguró el uso de los aviones P2V Neptune en tareas antisubmarinas.
En el caso que aquí desarrollaré, la "Operación Golfo Nuevo II" (enero de 1960), las detecciones y contactos realizados por unidades de la Armada Argentina dieron lugar a un operativo prolongado que involucró numerosas unidades de la Flota de Mar, la Aviación Naval, la Infantería de Marina y la Escuadrilla de Instrucción de la Escuela Naval.
Mi participación en estos eventos se debió a mi rol como asesor antisubmarino del Oficial en Comando Táctico (OCT), en ese entonces Capitán de Navío Mario Lanzarini, quien se desempeñaba como Comandante de la Fuerza de Destructores de la Flota de Mar. Lanzarini operaba embarcado en la fragata ARA "Hércules", donde enarbolaba su insignia.
Finalizada la operación, fui destinado a la Escuela de Guerra Naval para redactar el informe final bajo las órdenes del Almirante Lanzarini, quien había sido nombrado su director. Dicho informe fue posteriormente elevado al Estado Mayor General Naval. Basándome en mis apuntes, en los testimonios de muchos protagonistas aún vivos y en diversas consultas realizadas, he podido reconstruir los hechos de la manera más fiel posible.
Al leer este informe, puede llamar la atención la magnitud de las fuerzas desplegadas y la cantidad de ataques realizados, tanto desde la superficie como desde el aire, con pocos o nulos resultados visibles. Para un observador sin experiencia en la materia, esto podría generar una percepción errónea sobre la efectividad de los esfuerzos o la calidad de las fuerzas intervinientes.
En aquellos años, tras haber realizado un curso de Oficial de Guerra Antisubmarina en Gran Bretaña, era consciente de que el nivel tecnológico de la época estaba mucho más avanzado que el disponible en nuestro país. En lo que respecta a los avances de la posguerra, tanto en submarinos como en los medios para su detección y destrucción, nuestra Armada tenía un retraso estimado de al menos 20 años en medios de superficie y 10 en medios aéreos. No obstante, persisten muchas incógnitas que merecen ser aclaradas.
Cincuenta años después, este informe busca dimensionar correctamente los eventos y explicar las razones detrás de los aparentes resultados limitados. Apelo a la responsabilidad y sentido común del lector, recordando que para juzgar hechos del pasado de manera justa, es fundamental situarse en su contexto histórico y comprender su entorno y circunstancias.
El peso inicial de las operaciones recayó en una escuadrilla de adiestramiento para cadetes de la Escuela Naval, integrada por:
ARA "Cervantes" (D-1): un antiguo destructor de origen español, botado en Cádiz en 1925, carente de los sistemas de detección modernos.
ARA "Murature" (P-20) y ARA "King" (P-21): dos patrulleros construidos en Río Santiago en 1943 y 1945, de baja velocidad y con medios mínimos para la guerra antisubmarina.
ARA "Ingeniero Iribas" (Q-21): un buque taller que permaneció en Puerto Madryn durante toda la operación.
Las tripulaciones estaban compuestas mayoritariamente por cadetes, salvo en los puestos clave, que requerían la presencia de personal especializado de la Armada. Además, muchos de estos cadetes eran jóvenes inexpertos, realizando su primer embarco.
Este es el contexto en el que se desarrollaron los eventos que seguirán en este relato.
Destructor
(origininalmente clasificado como torpedear en la Armada Argentina)
Clase "Churruca" de origen español D-1 ARA "Cervantes". Botado en 1925,
fue asignado en 1928 y operó hasta 1961.
Desarrollo de la Operación Golfo Nuevo II
A medida que las operaciones se prolongaban, todas las unidades disponibles de la Armada Argentina fueron incorporadas al operativo. Los detalles completos sobre las dotaciones de los tres buques iniciales, así como la lista de las unidades navales y aeronavales intervinientes, sus características y sus respectivos comandos, se encuentran en el apartado 3.1.
La acción antisubmarina en Golfo Nuevo II se llevó a cabo entre el 30 de enero y el 26 de febrero de 1960, desarrollándose en cuatro fases bien diferenciadas:
Primera fase: Contacto inicial
El 30 de enero de 1960 a las 09:10, los patrulleros de la Escuadrilla de Instrucción detectaron un submarino desconocido en aguas interiores del Golfo Nuevo, cerca de su boca. Pese a los intentos de comunicación y los reiterados pedidos de identificación, no hubo respuesta alguna.
Autorizada la persecución, el submarino fue atacado por los patrulleros ARA "Murature" y ARA "King". Durante la maniobra, la nave enemiga aparentó facilitar el contacto, pero exhibió una notable superioridad en maniobra y velocidad, arrastrando a sus perseguidores mar adentro. La persecución llevó a los patrulleros más allá de las 12 millas de la costa.
(Nota del Autor: En 1960, Argentina establecía el límite de sus aguas territoriales en 3 millas náuticas. Según las normativas internacionales, el "paso inocente" de submarinos exige navegación en superficie, y el ingreso a aguas interiores está prohibido salvo en circunstancias excepcionales.)
Al salir el submarino del mar territorial argentino, las autoridades navales ordenaron suspender la persecución y regresar al Golfo Nuevo.
Esa misma noche, mientras la escuadrilla navegaba de regreso a Puerto Madryn, se obtuvo un nuevo contacto dentro del golfo, lo que generó sospechas de la presencia de otro submarino. En respuesta, se realizaron varios ataques, con apoyo de un avión P-2V Neptune, que fue enviado en respaldo de los patrulleros. Durante estos enfrentamientos, la embarcación detectada pareció perder capacidad de maniobra, lo que indicaría que sufrió daños ya sea en persecuciones anteriores o en los ataques recientes.
En ningún momento el submarino utilizó sus armas ni intentó identificarse.
Tras perder el contacto, la escuadrilla retomó el patrullaje en la boca del golfo durante la noche, con el apoyo de un avión PBM-Martin Mariner. En este punto se registraron nuevos contactos y ataques, marcando el inicio de la siguiente fase.
Segunda fase: Maniobras evasivas
En esta etapa, el operativo se intensificó con la incorporación de mayor cantidad de unidades de superficie y aéreas. Se registraron numerosos contactos de corta duración, lo que llevó a los comandantes de los patrulleros a suponer la presencia de dos submarinos.
Uno de ellos parecía averiado, intentando por todos los medios romper el contacto y evadir a las fuerzas argentinas. El otro realizaba maniobras de distracción, aparentemente con el propósito de aliviar la presión sobre el primero.
Los comandantes interpretaron esta fase como una operación evasiva, posiblemente con el objetivo de recuperar al submarino dañado o permitirle permanecer en aguas protegidas hasta encontrar el momento propicio para su escape.
En varias oportunidades, el submarino emergió parcialmente a la superficie, permitiendo su clasificación como un contacto positivo.
Tercera fase: Intento de escape
Durante esta fase, las acciones se trasladaron fuera de la zona utilizada en la Segunda Fase. La actividad registrada sugiere un intento de escape del incursor, lo que llevó a un reajuste en las estrategias de persecución.
Cuarta fase: Ausencia de contacto
Hacia el final del operativo, los contactos fueron cada vez más esporádicos, hasta volverse indeterminados o nulos. Se realizaron extensos rastrillajes en la zona para confirmar la ausencia de submarinos en el Golfo Nuevo.
El Teatro de Operaciones: Golfo Nuevo
El Golfo Nuevo es un cuerpo de agua protegido, con fuertes mareas patagónicas que afectan las aguas superficiales, pero impactan poco en las profundidades.
Su forma es elíptica, con una extensión este-oeste de 37 millas náuticas, entre Puerto Madryn y su boca, que lo conecta con el Océano Atlántico a través de un estrecho de apenas 8,5 millas náuticas.
El ancho máximo del golfo es de 26 millas náuticas, presentando una geografía similar a una gran batea plana. En su centro, alcanza una profundidad máxima de 159 metros, mientras que en su boca el fondo marino tiene aproximadamente 50 metros de profundidad, coincidiendo con las profundidades de la zona costera mar afuera.
Debido a las fuertes mareas de 4 a 5 metros, las aguas del golfo suelen ser turbulentas y difíciles de navegar, especialmente en superficie.
Patrullero P-20 ARA "Murature", cabeza de serie de la Clase homónima.
Los fondos marinos son en general favorables para el asentamiento de submarinos (limo, arcilla y pedregullo). En el centro del golfo, la zona de más de 100 mts. de profundidad ocupa alrededor del 75% de la superficie navegable. Posee tres grandes cañadones (o valles) submarinos en el extremo oeste de la zona y un cuarto sobre la boca, que permiten -no sin riesgo- el ocultamiento de unidades submarinas y su salida al exterior. Este dato permitiría interpretar el porqué de las zonas preferidas por el submarino para ocultarse y la concentración de contactos, ataques y avistajes en superficie cercanos a la costa oeste. Los he bautizado como cañadones ALFA, BRAVO, CHARLIE Y DELTA.
Patrullero P-21 ARA "King" Clase "Murature" navegando en aguas del Río de La Plata.
Características del fondo marino y zonas de ocultamiento
El lecho marino del Golfo Nuevo presenta condiciones favorables para el asentamiento de submarinos, con una composición de limo, arcilla y pedregullo que facilita la maniobra y el ocultamiento.
En el centro del golfo, las áreas con profundidades superiores a 100 metros abarcan aproximadamente el 75% de la superficie navegable, proporcionando un amplio espacio para operaciones submarinas.
El golfo cuenta con tres grandes cañadones submarinos en su extremo oeste y un cuarto cañadón en la boca del golfo, los cuales ofrecen posibles rutas de escape y zonas de ocultamiento, aunque su uso no está exento de riesgos.
Estos accidentes geográficos explicarían la predilección del submarino por determinadas áreas para ocultarse, así como la concentración de contactos, ataques y avistamientos en superficie en las proximidades de la costa oeste del golfo.
Para una mejor referencia operativa, he designado estos cañadones con los nombres: ALFA, BRAVO, CHARLIE y DELTA.
Lockheed
P-2V-5 Neptune de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Exploración del
Comando de Aviación Naval de la Armada Argentina, que operó 16 unidades
de diferentes subtipos.
Evaluación de contactos y medios de combate
Finalizadas las operaciones, y ante la gran cantidad de contactos registrados en un contexto donde la persecución antisubmarina fue llevada a cabo inicialmente por buques poco aptos y tripulados por personal sin adiestramiento especializado, se decidió establecer en tierra una Oficina de Evaluación de Contactos A/S.
Este equipo estuvo compuesto por oficiales con amplia experiencia en guerra antisubmarina, quienes definieron los criterios para clasificar los contactos detectados durante la operación:
POSITIVO: Confirmación visual del submarino mediante la observación de parte de su superestructura, snorkel, periscopios o mástiles.
PROBABLE: Datos sónicos o electromagnéticos que indican con alta certeza la presencia de un submarino.
POSIBLE: Contacto que, tras descartar fenómenos de transmisión subacuática (ejemplo: cardúmenes, ballenas, accidentes geográficos submarinos), podría corresponder a un submarino.
NO-SUB: Contactos descartados debido a la falta de evidencia concluyente.
Medios de detección
El SONAR fue el principal sistema de detección empleado. El equipo utilizado emitía ondas sonoras subacuáticas de 2.000 ciclos de frecuencia, generadas por un transductor orientable protegido por un domo retráctil, diseñado para minimizar la interferencia de los flujos de agua.
El principio de operación se basaba en la medición del tiempo transcurrido entre la emisión de las ondas y la recepción de su eco, lo que permitía calcular la distancia del blanco. La orientación del transductor proporcionaba el azimut del objetivo, es decir, su dirección relativa.
Además, los equipos contaban con capacidad de escucha de ruidos subacuáticos (hidrofonía), aunque su efectividad era muy limitada.
Para la planificación y ejecución de los ataques, la posición del submarino se representaba en una mesa de ataque (plotting), donde se actualizaba en tiempo real la ubicación del blanco.
El modelo de sonar estándar utilizado por los buques intervinientes fue el QCTA/SA, de fabricación estadounidense. Posteriormente, algunos equipos fueron equipados con un indicador electrónico de azimut, cuya fiabilidad era baja y que, en la mayoría de los casos, no estaba instalado en los buques participantes.
Armamento antisubmarino: Cargas de profundidad
Las cargas de profundidad fueron el armamento principal utilizado en la operación. Estas armas, empleadas desde la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y ampliamente utilizadas en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), consistían en tambores con aproximadamente 100 kg de explosivo que podían ser lanzados de dos maneras:
Por la popa, mediante rampas o rieles.
Por los costados, mediante lanzadores fijos con morteros de carga.
Los buques de la época solían contar con dos o más lanzadores por banda.
Cada carga de profundidad estaba equipada con una espoleta hidrostática ajustable, permitiendo su detonación a profundidades programadas en intervalos de 50 pies (aproximadamente 15 metros), con un máximo de 300 pies (aproximadamente 100 metros).
Sin embargo, considerando que el 75% del área navegable del Golfo Nuevo tenía profundidades superiores a 100 metros, gran parte de la zona operativa quedaba fuera del rango efectivo de estas armas. (Cabe recordar que la profundidad central del golfo alcanzaba los 150 metros.)
Las cargas de profundidad eran más efectivas cuando explotaban por debajo del submarino, ya que la onda expansiva se combinaba con la formación de una burbuja de gases, generando un efecto de martinete que podía colapsar el casco del objetivo.
Buque Taller Q-21 ARA "Ingeniero Iribas".
Limitaciones de las armas antisubmarinas y uso de tecnología aérea
Es importante destacar que los submarinos convencionales de la Segunda Guerra Mundial tenían una profundidad máxima de inmersión de aproximadamente 130 metros. Sin embargo, los modelos más avanzados desarrollados en la posguerra superaban ampliamente esta cifra, lo que reducía significativamente la efectividad de las cargas de profundidad utilizadas en la operación.
Para complementar estos medios, se incorporó un arma más moderna: el "Erizo", que entró en acción tras la llegada al teatro de operaciones de las fragatas ARA "Hércules", ARA "Sarandí" y ARA "Santísima Trinidad", que contaban con este sistema.
El "Erizo" era una plataforma metálica instalada en la proa del buque, capaz de lanzar simultáneamente 24 cargas explosivas de aproximadamente 35 kg, con una forma hidrodinámica que facilitaba su trayectoria bajo el agua. A diferencia de las cargas de profundidad tradicionales, estas detonaban por contacto directo con el blanco.
Al impactar el agua, las cargas formaban un patrón circular de aproximadamente 60 metros de diámetro. El alcance máximo del sistema era de 120 metros, lo que permitía al atacante disparar desde la proa, aumentando las posibilidades de impactar un submarino detectado.
Armamento y tecnología aérea
Los aviones navales que participaron en la operación disponían de sistemas de armas más modernos que los buques.
Los PBM Mariner y P-2V Neptune, recién incorporados a la Aviación Naval Argentina, estaban equipados con:
Radar de exploración: más eficaz en la detección de periscopios y schnorkels debido a su menor longitud de onda.
Sistema de sonoboyas con receptor: permitía detectar sonidos subacuáticos y transmitir la señal al operador en la aeronave.
Sistema de detección magnética (MAD): capaz de registrar anomalías en el campo magnético terrestre, indicando la posible presencia de un submarino.
No obstante, una limitación clave de estos aviones era la ausencia de torpedos buscadores, indispensables para aprovechar al máximo sus sistemas de detección.
En cuanto al armamento, podían lanzar bombas antisubmarinas de 200 libras equipadas con espoletas hidrostáticas, diseñadas para detonar a cierta profundidad bajo el agua. (1 libra = 0,450 kg).
Por su parte, los F4U Corsair estaban equipados con:
Radar de navegación.
Miras para lanzamiento de bombas antisubmarinas de 200 libras.
Cohetes de 5” con espoletas retardadas, cuya efectividad bajo el agua era limitada a 10-15 metros de profundidad.
Estos aviones eran guiados por radio desde los buques que contaban con capacidad de detección submarina, optimizando la coordinación en el ataque.
Sonoboyas: Tecnología de detección acústica
Las sonoboyas fueron otro recurso clave en la operación. Estos dispositivos consistían en equipos flotantes con receptores hidrofónicos, lanzados desde aeronaves para detectar ruidos subacuáticos, incluyendo las señales acústicas de submarinos en movimiento.
Una vez desplegadas, las sonoboyas transmitían señales de radio con la información captada, permitiendo a los operadores aéreos monitorear y triangular la posición del objetivo.
A pesar de la tecnología empleada, las limitaciones en armamento y detección hicieron que la operación se desarrollara en un contexto de alta incertidumbre táctica, con un enemigo evasivo y con tecnología potencialmente superior.
Martin
PBM-5 Mariner de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Patrulla del
Comando de Aviación Naval de la Armada Argentina que llegó a operar 8
aeronaves de este tipo.
Desarrollo de la Primera Fase y evaluación de contactos
El uso de sonoboyas permitió obtener una ubicación aproximada del blanco, suficiente para realizar ataques con torpedos buscadores lanzados desde el aire. Sin embargo, los torpedos recién fueron provistos hacia finales de la Fase III, gracias a una operación de asistencia de los Estados Unidos.
En esta instancia, se lanzaron dos torpedos Mk-43, aunque sin resultados concluyentes. A pesar de ello, las sonoboyas fueron clave para guiar a los buques de superficie, permitiéndoles intentar obtener contacto con sus sonares y confirmar detecciones del sistema MAD (Magnetic Air Detection, detección magnética aérea).
El MAD fue empleado con éxito por los P-2V Neptune, aunque su efectividad se vio limitada por la falta de experiencia y entrenamiento del personal en su uso. Se carecía de cartas de falsos blancos, lo que dificultaba la diferenciación entre contactos reales y anomalías naturales, como concentraciones de hierro en el lecho marino o restos de buques hundidos.
A pesar de estas dificultades, el MAD generó varios contactos posibles, que a su vez facilitaron la detección y confirmación de blancos mediante los sonares de los buques de superficie.
Duración y desarrollo de la Primera Fase
La Primera Fase se extendió por 36 horas y 40 minutos, desde las 09:10 del 30 de enero de 1960 hasta las 21:50 del 31 de enero.
Durante este período se registraron aproximadamente 40 contactos de sonar, tanto activo como pasivo (escucha hidrofónica), lo que derivó en 21 acciones antisubmarinas por parte de los patrulleros ARA "Murature" y ARA "King".
En estas acciones se realizaron:
6 ataques con rosa completa de cargas de profundidad.
4 ataques con rosa reducida.
5 lanzamientos de cargas intimidatorias.
Adicionalmente, intervinieron un avión antisubmarino P-2V Neptune y un PBM Mariner, que realizaron 11 ataques con bombas antisubmarinas.
La Armada de los EE.UU. envió un avión de transporte Globemaster, con una comisión de 13 expertos en guerra antisubmarina y equipamiento especializado. Lamentablemente, esta misión tuvo un desenlace trágico: en su viaje de regreso, el avión colisionó con una aeronave comercial a la entrada de Río de Janeiro, causando la muerte de 8 de sus ocupantes. El jefe de la misión, el Capitán USN Ray Pitts, logró sobrevivir.
Situación táctica y fuerzas intervinientes
Los contactos y ataques registrados en la mañana del 30 de enero llevaron a la escuadrilla fuera del Golfo Nuevo, más allá de las 12 millas náuticas, lo que hizo suponer que el submarino había abandonado la zona. Sin embargo, durante la noche, las detecciones se reanudaron dentro del golfo, lo que indicaba la posible presencia de otro submarino o el regreso del mismo.
Durante toda esta fase operaron las unidades que habían realizado la primera detección:
Patrulleros:ARA "Murature" y ARA "King".
Destructor:ARA "Cervantes".
Aeronaves:
PBM Mariner.
P-2V Neptune de la Base Aeronaval Comandante Espora.
Escuadrilla de F4U Corsair, incorporada al final de la fase.
Los cadetes que participaron en estas acciones enfrentaron condiciones adversas, operando con equipamiento deficiente y sin entrenamiento especializado en guerra antisubmarina. A pesar de ello, lograron obtener mejores resultados en la fase siguiente, a medida que se optimizaban los procedimientos y se reforzaban los medios disponibles.
La
fragata antisubmarina P-33 ARA "Sarandí", era una unidad Clase
"Tacoma", la PF-65 USS Uniontown ex-US Navy que operó brevemente al
servicio norteamericano, entre 1944 y 1945, antes de ser transferida a
la Armada Argentina en 1947 para permanecer operativa hasta 1967.
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Desarrollo de la Fase III y evaluación de contactos
La tercera fase de la operación tuvo una duración de 9 días, desarrollándose entre las 07:58 del 11 de febrero y las 06:00 del 19 de febrero de 1960. Durante este período, se registraron aproximadamente 35 contactos submarinos, la mayoría en las mismas dos áreas clave de la fase anterior:
Costa sur del Golfo Nuevo, entre Punta Este y Punta Ambrosetti.
Boca del golfo, con algunas detecciones dudosas en la zona norte.
Se llevaron a cabo 31 acciones antisubmarinas, que incluyeron:
17 ataques con cargas de profundidad.
5 ataques con "Erizo" (armamento antisubmarino de proa).
1 ataque con artillería Bofors 40/60.
4 ataques con bombas antisubmarinas lanzadas desde el aire.
2 ataques con torpedos buscadores Mk-43.
Unidades que Intervinieron en la Fase III
Durante este período, la Fuerza de Tareas 23 quedó conformada por un importante refuerzo de unidades de superficie y aeronaves antisubmarinas:
Unidades de superficie:
Patrulleros: ARA Murature, ARA King.
Corbeta: ARA República.
Fragatas: ARA Azopardo, ARA Hércules, ARA Sarandí, ARA Santísima Trinidad.
Destructores: ARA Buenos Aires, ARA Entre Ríos, ARA Santa Cruz, ARA San Juan, ARA San Luis.
Durante esta fase, la incorporación de buques más modernos y mejor equipados para la guerra antisubmarina permitió realizar un análisis más preciso de los contactos y de la efectividad de las acciones llevadas a cabo.
Sin embargo, se mantuvieron algunos factores negativos que ya habían afectado la evaluación en la fase anterior:
Acción en zonas de baja profundidad, lo que dificultaba la maniobra y el uso de ciertos equipos.
Poca precisión cartográfica y desconocimiento detallado del relieve submarino.
Condiciones batitérmicas adversas, con una napa térmica entre 15 y 42 metros de profundidad, lo que afectaba la propagación del sonido.
Fenómeno de "canalización" acústica, que limitaba la efectividad de la detección por sonar. (Nota: La canalización del sonido ocurre cuando las ondas acústicas quedan atrapadas en una capa de agua debido a diferencias de temperatura o la presencia de fondos marinos duros, dificultando la localización precisa del blanco.)
Debido a estas limitaciones, la mayoría de los contactos fueron clasificados como "POSIBLES", con pocos registros "PROBABLES". No obstante, se confirmaron cuatro contactos "POSITIVOS", lo que sugiere que varios de los "POSIBLES" podrían haber sido efectivamente submarinos.
Uno de los eventos más relevantes de la fase fue la Acción N° 37, en la que se observaron impactos de artillería en la torreta de un submarino, lo que podría haber causado daños en su snorkel, periscopios, radar o antenas de contramedidas.
Análisis estratégico de la Fase III
La fase se caracterizó por:
Refuerzo de las unidades de la Flota de Mar, con la incorporación de fragatas modernas.
Cambio en la distribución de contactos, con un aumento en la boca del golfo, posiblemente debido a ecos de fondo o maniobras evasivas del submarino.
Aumento de detecciones en aguas someras, lo que sugiere que el submarino buscaba autoprotección en cañadones submarinos. (Aunque esta táctica es poco común, ya que operar en bajas profundidades representa un alto riesgo para un submarino, según expertos en la materia.)
Reducción de la velocidad en inmersión, pasando de más de 17 nudos a alrededor de 10 nudos, lo que podría indicar averías en el sistema de propulsión o en el snorkel.
Incorporación de sistemas de detección más avanzados, como:
Sonoboyas.
Detección magnética (MAD) en aviones P-2V Neptune y PBM Mariner.
Lanzadores "Erizo" en las fragatas.
Primeras señales de posibles averías en el submarino, incluyendo:
Manchas de aceite en la superficie.
Burbujas de aire o "falsos blancos", que podrían haber sido resultado de averías o una estrategia para confundir a los atacantes.
Las detecciones en zonas de poca profundidad, descartando la presencia de cetáceos, reforzaron la hipótesis de la presencia de dos submarinos:
ALFA: Detectado repetidamente cerca de Puerto Madryn, operando a 10 nudos.
BRAVO: Maniobrando en la boca del golfo, con una velocidad de 17 nudos.
Si bien esta hipótesis nunca fue confirmada con certeza, la distribución de los contactos y las maniobras evasivas sugerían la posibilidad de dos unidades trabajando en conjunto.
Logística y sostenimiento de la operación
El alto consumo de combustible y municiones obligó a reforzar la logística de la Fuerza de Tareas 23. Se adoptaron las siguientes medidas:
Incorporación del buque tanque ARA "Punta Ninfas" para el reabastecimiento de las unidades navales.
Puente aéreo con la Base Naval de Puerto Belgrano para el reabastecimiento de cargas de profundidad.
Abastecimiento de víveres y agua en Puerto Madryn.
Como anécdota, ante la escasez de alimentos, los cadetes idearon un improvisado método para hacer más comestibles las galletas marineras, mojándolas en agua salada y tostándolas. (Según el testimonio de un cadete de la época, hoy almirante retirado, el resultado era sorprendentemente bueno.)
Conclusión de la Fase III
El esfuerzo sostenido de los patrulleros Murature y King, junto con la fragata Sarandí, requirió reparaciones de emergencia, lo que los obligó a retirarse momentáneamente de la acción.
A partir del análisis de la operación y la concentración de contactos en ciertas áreas, se definieron tres prioridades tácticas:
Patrullar la boca del Golfo Nuevo ante una posible evasión del submarino.
Cubrir la costa sur y oeste del golfo, en las proximidades de Puerto Madryn, con dos buques.
Reforzar con la fragata Hércules a los patrulleros Murature y King, debido a sus limitaciones de armamento.
El conocimiento actual sobre los cañadones submarinos refuerza la validez de estas decisiones tácticas.
La operación continuaría con la Fase IV, la cual marcaría el desenlace de esta compleja y extensa cacería antisubmarina en aguas argentinas.