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miércoles, 23 de abril de 2025

Proyección de poder aéreo: China puede atacar desde el espacio con cazas cohetes

Avión cohete chino ataca prácticamente desde el espacio: es muy posible

Roman Skomorokhov || Revista Militar





El 26 de diciembre de 2024, China sorprendió al mundo al lanzar al aire no uno, sino dos nuevos prototipos de cazas que encarnan su visión de los sistemas aéreos de próxima generación: el Chengdu J-36 y el Shenyang J-XX/J-50.

 

A través de una cadena de filtraciones cuidadosamente dosificadas —porque, seamos sinceros, si alguien sabe guardar secretos militares, es el Imperio Celestial—, China ha dejado entrever una jugada que nadie vio venir. Dos aeronaves, completamente nuevas, salieron a la luz: un enorme avión sin cola y con ala en forma de diamante, identificado como J-36 (fuselaje número 36011), fabricado por Chengdu, y otro de menor tamaño —aunque igualmente imponente— de ala lambda, desarrollado por Shenyang, conocido de forma extraoficial como J-XX o J-50.

Que China estuviera trabajando en su propia visión de un sistema de combate aéreo de sexta generación era un secreto a voces. Pero nadie esperaba que dieran este paso tan pronto. Y mucho menos, que lo hicieran con semejante contundencia.

Primero, porque todos asumían que Estados Unidos marcaría el rumbo en este terreno. Su programa NGAD (Next Generation Air Dominance) había dominado el discurso sobre los cazas del futuro, y parecía cuestión de tiempo hasta que los norteamericanos se llevaran el primer aplauso. Pero China se adelantó.

Segundo, porque no se trató de una única plataforma experimental. China reveló dos programas distintos, desarrollados por dos fabricantes competidores, que avanzan en paralelo en investigación, desarrollo y producción. Chengdu y Shenyang, ambos trabajando al unísono, pero por caminos separados, hacia una misma meta: redefinir el dominio aéreo.

Y así, de un momento a otro, China no solo presentó su primer caza de sexta generación. Presentó también el segundo. Con apenas unas horas de diferencia.

No hay otra forma de decirlo: 2025 arrancó con China en el centro del escenario de la aviación militar global. Mientras otros hablaban del futuro, ellos lo pusieron a rodar por la pista.

Hoy, todas las miradas están puestas en una sola silueta: la del Chengdu J-36. No porque sepamos exactamente qué es —todo lo contrario—, sino porque lo que rodea a esta máquina está envuelto en una neblina de misterio, lo que, en tiempos como estos, es casi una invitación a imaginar. Diseño, capacidades, propósito… el J-36, creación inesperada de Chengdu Aerospace Corporation (CAC), nos deja espacio para especular, y eso lo hace aún más fascinante.

Lo que sí se ha filtrado —en fotos y videos cuidadosamente controlados— revela un avión con diseño de ala en diamante, sin superficies de cola. Un auténtico “ala volante” futurista. En sus primeras apariciones, el J-36 estaba propulsado por dos motores turbofán, pero luego surgieron imágenes que mostraban un tercer motor, algo que abrió una cascada de preguntas.

En cuanto a su tamaño, el J-36 es considerablemente más grande que el ya imponente J-20, también desarrollado por Chengdu. Algunos analistas estiman una longitud de 23 metros y una envergadura de 19,2 metros, lo que lo ubica por encima del J-20, que mide 20,3 m de largo con una envergadura de 12,88 m. A partir de eso, se proyecta un peso máximo al despegue (MTOW) de entre 50 y 60 toneladas.

¿Y qué clase de caza necesita ese tonelaje? Para ponerlo en contexto, el Su-34 ruso, que es más un bombardero táctico que un caza puro, tiene un peso bruto al despegue de 45 toneladas. Y aquí estamos hablando de un supuesto caza de superioridad aérea, con una masa comparable —o incluso superior— a la de un bombardero pesado.

Y no olvidemos los tres motores. Una decisión que ha generado tanto desconcierto como teorías. Algunos apuntan a la falta de empuje suficiente de los propulsores chinos más avanzados, como los WS-15, que, según datos disponibles, generan unos 16.000 kgf de empuje cada uno. En comparación, los motores del Su-34 —AL-31F-M1— entregan alrededor de 13.000 kgf. Sobre el papel, los WS-15 superan esa cifra. Pero claro, está el eterno talón de Aquiles de la ingeniería china: la fiabilidad.

Si el J-36 necesitara realmente tres motores para alcanzar su rendimiento esperado, algo no cuadra con la idea de un caza ágil y maniobrable. Con dos WS-15 debería poder despegar… pero no necesariamente combatir con la agilidad que exige el dogfight moderno. Y sin maniobrabilidad, ¿sigue siendo un caza? O estamos, tal vez, ante un nuevo tipo de plataforma, más cercana a un bombardero sigiloso, un lanzador de armas hipersónicas, o incluso un nodo aéreo de guerra electrónica o control de enjambres.

Lo cierto es que, por ahora, el J-36 no despeja las dudas. Las multiplica.
Y eso lo hace aún más intrigante.


La elección de tres motores en el diseño del J-36 no es un simple capricho de ingeniería. Es, en muchos sentidos, una anomalía en el mundo de la aviación de combate moderna, donde la eficiencia, la maniobrabilidad y la reducción de peso mandan. Pero China, una vez más, parece estar jugando con sus propias reglas.

Una posibilidad es que Chengdu esté apostando al desarrollo definitivo del WS-15, el motor de quinta generación chino que promete empuje suficiente para mantener vuelo supersónico sostenido y mejorar radicalmente la relación empuje-peso. Pero lo interesante aquí no es solo el empuje. La adición de un tercer motor podría tener objetivos mucho más ambiciosos.

Más allá de mover una estructura pesada, tres motores significan también una enorme generación de energía eléctrica. Y eso podría ser la clave. Porque un caza de sexta generación no solo debe volar: debe ver más, procesar más, comunicarse más y defenderse más. Sistemas de guerra electrónica avanzados, sensores multifrecuencia, radares AESA, enlaces de datos de alta capacidad, e incluso armamento defensivo de nueva generación —como láseres de alta energía (HEL) o microondas de alta potencia (HPM)— requieren una cantidad colosal de energía y refrigeración.

Visto así, la configuración del J-36 parece mucho menos una rareza y mucho más una pieza central del concepto chino de guerra aérea del futuro. Un sistema de combate aéreo en red, donde el J-36 no es solo un avión de combate, sino el cerebro aéreo que coordina enjambres de UAVs, guía misiles inteligentes, y opera de forma autónoma junto a otras aeronaves, tripuladas o no.

Incluso si su rol se limitara únicamente a actuar como nodo de mando y control, el J-36 necesitaría una capacidad de procesamiento de datos y transmisión en tiempo real sin precedentes. Eso implica potencia bruta, capacidad de enfriamiento, redundancia, y arquitectura electrónica avanzada. Porque controlar un enjambre aéreo no es simplemente cuestión de presionar botones: es gestionar inteligencia, amenazas, objetivos, y trayectorias múltiples en fracciones de segundo.

Por eso, uno o dos motores quizá serían suficientes para una plataforma especializada en tareas limitadas, como el despliegue de drones. Pero China parece querer más: que cada J-36 sea un centro de mando volador, un sistema multirole de largo alcance, capaz de operar por sí solo o en conjunto, y hacer todo eso con autonomía operativa y sostenida.

Y en ese camino, no se descarta que futuras versiones del J-36 estén propulsadas por motores de ciclo variable (VCE), una tecnología emergente que permite que las turbinas operen a velocidades distintas según la necesidad. Esto no solo mejora la eficiencia del combustible, sino que permite gestionar de forma más inteligente el flujo de energía a los distintos subsistemas electrónicos del avión.

Con un peso estimado al despegue de entre 50 y 60 toneladas, el J-36 se sitúa en un terreno poco habitual para un caza. Esa envergadura se traduce en una enorme capacidad interna de combustible y espacios generosos para armamento, lo que le da alcance estratégico y capacidad de carga pesada.

Pero aquí surge la pregunta inevitable: ¿sigue siendo esto un caza? Porque todo en el J-36 —su tamaño, sus motores, su misión, sus sistemas— apunta más bien a una nueva categoría híbrida, algo entre caza, bombardero, centro de mando y lanzador estratégico.

Tal vez no estamos viendo el futuro de los cazas…
Sino el nacimiento de otra cosa completamente distinta.

Por ahora, todo lo que sabemos sobre el alcance y la capacidad de carga del J-36 está cubierto por una neblina de especulación. Pero, incluso en ausencia de cifras oficiales, hay pistas suficientes para armar el rompecabezas.

El objetivo estratégico parece claro: cubrir la primera cadena de islas —Japón, Taiwán, Filipinas e Indonesia— sin depender del reabastecimiento en vuelo. Para ello, el J-36 debería contar con un alcance significativo, lo bastante amplio como para entrar y salir del espacio aéreo hostil con autonomía plena. Y si se incorpora armamento de largo alcance, como misiles de crucero o armas aire-superficie de precisión, el radio de acción se extendería hasta la segunda cadena de islas, abarcando buena parte del sudeste asiático.

En cuanto a su carga útil, se espera que el J-36 esté equipado con una bahía interna de grandes dimensiones, capaz de alojar una variada gama de municiones. Entre ellas, destacan los nuevos misiles aire-aire de ultra largo alcance, como el PL-17, con un alcance estimado de más de 300 kilómetros, además de bombas guiadas por precisión y misiles de crucero lanzados desde el aire.

Pero insistimos: el J-36 no debe entenderse como un caza convencional. Su papel está diseñado para ser el centro de gravedad de un ecosistema aéreo mucho más amplio, que incluiría enjambres de drones, algunos quizás del tamaño de pequeños cazas tripulados, integrados y controlados en tiempo real desde esta plataforma.

Y aquí es donde empiezan a surgir las teorías sobre su enigmático tercer motor.
Tres versiones. Tres formas de intentar entender el propósito de esa decisión poco ortodoxa.

Versión 1: el motor adicional es necesario para mover al gigante.
Con un peso estimado cercano a 60 toneladas, el J-36 requeriría un empuje considerable solo para maniobrar como lo haría un Su-35, uno de los cazas más ágiles de gran tamaño. Pero incluso así, la física es inflexible: la maniobrabilidad del J-36 es, como mínimo, cuestionable. Su tamaño, su masa y su configuración aerodinámica no apuntan a una plataforma diseñada para el combate cercano. Velocidad y alcance, tal vez. ¿Agilidad? Difícil.

Versión 2: el tercer motor es una fuente de energía, no de velocidad.
Más allá de la propulsión, este motor adicional podría estar diseñado para alimentar sistemas de alta demanda energética: radares de largo alcance, sensores múltiples, enlaces de datos de gran ancho de banda, sistemas de guerra electrónica, e incluso armas de energía dirigida como láseres o microondas, necesarias para defensa activa o control de drones en enjambre.

Esta hipótesis tiene lógica. El avión se convierte así en una plataforma de comando, un servidor aéreo en red con capacidades ofensivas y defensivas que trascienden el combate tradicional. Pero incluso esta versión tiene puntos débiles: la complejidad, la fiabilidad, el mantenimiento en combate… todo eso se multiplica con un motor adicional.

Y luego está la versión 3. La más atrevida. La más difícil de comprobar, pero imposible de descartar del todo: el tercer motor no es lo que parece.

Tal vez no sea un motor en el sentido clásico. Tal vez sea una cubierta para otro sistema, un contenedor modular, una bahía adicional camuflada, un emisor de energía, o incluso una plataforma de lanzamiento para drones miniaturizados o sistemas hipersónicos. En un avión diseñado para engañar radares y desinformar al enemigo, nada puede descartarse por completo.

Porque si algo queda claro con el J-36, es que no se trata simplemente de un caza más. Es una declaración estratégica envuelta en incógnitas técnicas. Un enigma de tres motores, dos alas y una función que, quizás, aún no entendemos del todo.

Y es en este punto donde todos se acomodan en sus asientos, tal vez con palomitas en mano, y la película realmente comienza. Porque sí: el tercer motor es un motor… pero no en el sentido tradicional. O al menos, no con la función que todos estamos esperando. Lo que estamos viendo hoy, esa estructura con tres salidas y líneas futuristas, podría no ser más que una ilusión funcional.

Vale la pena recordar que lo que se ha mostrado hasta ahora no es el modelo final. Es un prototipo, un banco de pruebas, un laboratorio volador. Una plataforma pensada para ensayar ideas, validar sistemas, jugar con límites. Lo que salga al otro lado del túnel de desarrollo podría parecerse… o podría ser algo radicalmente distinto.

Y luego está ese detalle que ha empezado a circular en algunos medios especializados: una tercera toma de aire supersónica, ubicada en la parte superior del fuselaje. Un elemento que no encaja del todo con la lógica de un diseño convencional, y que abre nuevas preguntas sobre lo que realmente alimenta ese supuesto tercer motor.

¿Qué es, entonces?
¿Una fuente de energía secundaria?
¿Una entrada para un sistema oculto de propulsión o refrigeración?
¿O simplemente un señuelo, una pieza colocada adrede para confundir a los observadores y analistas occidentales?

Nada puede descartarse. Porque si hay algo que China ha demostrado con el J-36, es que no está jugando bajo las reglas conocidas. Está diseñando algo más. Tal vez una nave polivalente. Tal vez una plataforma modular con funciones intercambiables. Tal vez un caza que no quiere parecerse a ningún caza.

Y ese supuesto tercer motor puede ser la clave o la cortina de humo.
Pero lo más intrigante es esto: el misterio, por ahora, parece completamente intencional.

Le planteé esta hipótesis a un veterano de VASO —un hombre con más de 32 años de experiencia en construcción aeronáutica— y su respuesta fue inmediata: “Es una idea más que interesante.” Según él, lo primero que llama la atención en el diseño del J-36 es el enorme espacio interno disponible. Los chinos, al parecer, tomaron la decisión desde el principio: construir una aeronave con volumen sobrado. Pero lo curioso no es eso. Lo curioso es cómo eligieron usarlo.

En teoría, si se tratara simplemente de alimentar un tercer motor convencional, habría sido mucho más sencillo rediseñar las dos tomas de aire principales, recalcular sus secciones transversales y desviar parte del flujo hacia el tercer motor. Fácil de calcular. Más simple de construir. Menos complicado en el taller.

Pero no. Los ingenieros chinos decidieron hacerlo a su manera. Y ahí es donde aparece la posibilidad más audaz de todas: ¿y si ese tercer motor no es un turborreactor, sino un motor cohete de propulsante líquido?

Parece ciencia ficción, pero no lo es.

El clásico par oxígeno-queroseno ha sido utilizado durante décadas en cohetes como la Soyuz-2 o el Falcon 9. Es un sistema probado, eficiente y relativamente seguro. El oxígeno líquido, aunque frío y volátil, es mucho menos peligroso que oxidantes como el flúor o el amilo. Además, este tipo de motor ofrece un impulso específico altísimo, del orden de los 3.500 m/s, algo que ningún turborreactor podría soñar alcanzar.

Claro que hay obstáculos. Para encender un motor cohete de estas características, se necesita un sistema de ignición externo que sincronice perfectamente el suministro de oxígeno y queroseno a la cámara de combustión. En los cohetes espaciales, se usan arrancadores eléctricos o químicos desechables. Pero en aviación, ya se está empezando a trabajar con encendidos por plasma, sistemas más complejos pero reutilizables, capaces de funcionar a cualquier altitud.

Y aquí entra en juego esa extraña toma de aire superior que tanto ha dado que hablar. Si no está diseñada para alimentar un turborreactor, podría servir como sistema auxiliar para iniciar la ignición del motor cohete, o incluso como parte del sistema de enfriamiento y ventilación interna para el almacenamiento de oxígeno líquido.

Las grandes dimensiones del J-36 no solo lo hacen ideal para transportar más combustible o armamento: también permiten instalar tanques criogénicos de oxígeno líquido dentro del fuselaje, sin comprometer el centro de gravedad ni la distribución estructural. Y como en los motores cohete el oxígeno se bombea hacia la cámara de combustión, no se necesitan tanques de presión excesiva ni paredes ultra reforzadas.

¿El resultado? Un avión con dos motores turborreactores y uno cohete. Una bestia híbrida capaz de funcionar como una aeronave convencional… hasta que necesite un impulso brutal en altitud, velocidad o energía, y entonces active su carta oculta.

Es una idea radical. Pero el J-36, desde el principio, no ha seguido ninguna regla convencional.
Y si la especulación acierta, podríamos estar ante el primer caza-cohete táctico del siglo XXI.


Cualquier persona normal se preguntaría: ¿para qué necesita una cabra un acordeón si ya está alegre? Y para alegrarla aún más.


Los propios desarrolladores chinos no han sido tímidos al describir el J-36: lo han presentado como un prototipo capaz de atravesar cualquier defensa y golpear donde más duele. Una afirmación audaz. Pero que, inevitablemente, lleva a una pregunta fundamental:
¿Cómo se atraviesa una defensa aérea moderna?

La respuesta, en realidad, no ofrece muchas opciones. Y cada una de ellas tiene sus propios límites —teóricos, prácticos o simplemente físicos.

La primera posibilidad es la más popular en la doctrina moderna: la invisibilidad ante el radar. El santo grial de la guerra aérea del siglo XXI. Utilizando diseño furtivo, materiales absorbentes, formas anguladas. El problema es que, con cada año que pasa, la eficacia de esta teoría es más discutida. Porque, a fin de cuentas, la baja observabilidad no significa invisibilidad, y lo que antes era tecnología de vanguardia, hoy empieza a enfrentarse a radares de banda múltiple, algoritmos adaptativos y sensores pasivos. ¿Funciona? A veces. ¿Garantiza atravesar "cualquier defensa"? Muy dudoso.

La segunda opción es más atrevida y, en ciertos contextos, muy efectiva: volar por debajo del radar. Literalmente. Rozando el terreno, aprovechando pliegues del paisaje y obstáculos naturales para esconderse del haz del radar. Lo vemos hoy en Ucrania, con drones y misiles de crucero deslizándose entre colinas y bosques. Pero esto, llevado a un avión del tamaño y peso del J-36 —un ala de 15 toneladas danzando a 50 metros sobre el suelo— es otra historia.
Aquí la física se impone: la inercia, el volumen, el margen de error. Tarde o temprano, un giro mal calculado termina en impacto. Y un sistema tan complejo no puede arriesgarse a un simple bache en el terreno.

Entonces queda una tercera opción. La menos explorada. La más radical:
no esquivar la defensa aérea, sino sobrevolarla completamente.
Romper el tablero y jugar desde otro plano.

Estamos hablando de operar a altitudes estratosféricas, 50, 60 kilómetros, quizás más. Por encima de todos los “paraguas” conocidos de defensa aérea. Y aquí, los números hablan por sí solos.

Tomemos el S-400 ruso, uno de los sistemas de defensa más avanzados del planeta. Su misil más potente, el 40N6E, tiene un techo de interceptación de 30 kilómetros.
El sistema Patriot estadounidense, tan temido como extendido, no supera los 20 kilómetros.
Y aunque Estados Unidos dispone de sistemas navales como el Standard Missile, incluso su versión avanzada, el SM-6, se queda en 33 km de altitud máxima.

Solo una excepción sobresale en este mapa de cifras: el SM-3, un interceptor diseñado no para el combate aéreo convencional, sino para interceptar misiles balísticos en la estratósfera. Un misil cinético, más cercano a un proyectil espacial que a una defensa aérea tradicional.

¿Y si el J-36, con su motor adicional y diseño masivo, no está pensado para evadir… sino para volar más alto que nadie?

Una plataforma que se eleva por encima del alcance de los radares, de los misiles, del ruido del combate.
Un atacante desde las alturas, descendiendo como un cometa en el momento preciso.
Un avión que, literalmente, vuela por fuera de las reglas.

En resumen, estamos hablando de un misil capaz de volar a muy grandes altitudes y velocidades extremas. El SM-3, misil interceptor de tres etapas, puede alcanzar hasta 250 km de altitud y guía su trayectoria mediante un buscador infrarrojo, lo que lo convierte en una plataforma de intercepción extremadamente sofisticada. Pero también tiene sus límites.

Porque el SM-3 fue diseñado con una misión muy concreta: destruir objetos que no maniobran, como la ojiva de un misil balístico o incluso un satélite en órbita baja. Objetivos que siguen una trayectoria perfectamente predecible. Y aquí está el problema: nadie sabe cómo respondería este misil frente a un objetivo que maniobra activamente. Las pruebas necesarias para comprobarlo simplemente no se han realizado.

Además, Estados Unidos no tiene muchos misiles de este tipo. Son caros —muy caros—: cada unidad cuesta entre 18 y 24 millones de dólares, según su variante. Y por eso se emplean con cuenta gotas, solo en escenarios de máxima prioridad estratégica.

Así que si el escenario es un avión que opera a 50 o 60 kilómetros de altitud, justo donde la atmósfera aún permite cierto uso aerodinámico, pero muy por encima del alcance de casi todas las defensas, las posibilidades de interceptarlo son mínimas. Si además lleva un motor cohete, y no depende de oxígeno ambiental, puede alcanzar esa altitud con relativa facilidad.

Y no hablamos de un ataque a territorio continental. Porque China no necesita ni pretende atacar el territorio estadounidense. Lo que le preocupa está más cerca.
Hablamos del Océano Pacífico. De Taiwán. Y de los grupos de ataque de portaaviones (AUG) estadounidenses que se aproximan para defenderlo.

Ahí es donde este tipo de aeronave —una plataforma estratosférica armada, rápida y precisa— entra en juego.

Porque lanzar un misil balístico contra un AUG es una solución limitada. Sí, su ojiva es veloz, difícil de interceptar, pero poco precisa. Por diseño, su guiado final es tosco, y cualquier corrección de trayectoria es difícil debido a la alta velocidad de descenso y la resistencia atmosférica. La física pone sus reglas, y la precisión (CEP) se resiente seriamente.

En cambio, un avión de gran altitud puede detectar, rastrear y elegir su objetivo en tiempo real. Puede lanzar bombas guiadas o cohetes desde 50 km de altitud, sin entrar jamás en el alcance efectivo de los sistemas de defensa aérea de los buques.

Pensemos en eso: una bomba guiada, con bajo perfil radar, lanzada desde el borde de la estratósfera. Su caída sería limpia, rápida, difícil de interceptar, con un perfil térmico reducido. No es un proyectil que desciende como un meteorito desde el espacio, sino algo más controlado, más inteligente. Y si hablamos de municiones pequeñas y sigilosas, el radar del AUG tendrá problemas para verlas llegar… y más aún para detenerlas.

¿Imposible? Tal vez no tanto.
Basta recordar al mayor Bernhard Jope, que el 9 de septiembre de 1943, a bordo de un bombardero alemán, lanzó dos bombas guiadas Fritz X sobre el acorazado Roma de la marina italiana. Dos impactos. Un buque insignia hundido. Una lección temprana de lo que puede hacer un ataque guiado, preciso y desde arriba.

Hoy, casi un siglo después, la historia podría repetirse. Solo que esta vez, a 50 kilómetros de altitud, y con una tecnología que ni siquiera soñaban en 1943.

Un avión cohete estratosférico, armado con bombas guiadas o cohetes precisos, no es ciencia ficción. Es una respuesta táctica elegante y brutal para un problema real: cómo romper un grupo de combate naval sin entrar en su alcance.
Y si el J-36 apunta en esa dirección, no es solo un caza más.
Es un cambio de paradigma.

Dos bombas con un peso de 1.570 kg enviaron al fondo el nuevo acorazado con un desplazamiento de 46 toneladas.



No es difícil predecir lo que dos bombas de este tipo harán a un barco moderno, que prácticamente no tiene blindaje en comparación con los barcos de la Segunda Guerra Mundial.


Un avión cohete como el J-36 tiene una ventaja que cambia las reglas del juego: es reutilizable.
A diferencia de un misil balístico o de crucero, que es por definición un sistema de un solo uso —un billete de ida sin retorno—, un avión puede adaptarse. Puede cambiar de objetivo sobre la marcha, puede retirarse si la situación cambia, puede esperar el momento adecuado para atacar. Y si es pilotado —ya sea por un humano o por una IA autónoma avanzada—, tomará decisiones mucho más complejas que las de cualquier computadora a bordo de un proyectil.

Un misil, por su parte, solo tiene una opción: ser disparado y seguir su trayectoria. Sin corrección. Sin repliegue. Sin margen de maniobra táctica. Solo avanzar… o autodestruirse.

Y cuando hablamos de costos, el panorama es revelador.
Un misil balístico Bulava cuesta alrededor de 10 millones de dólares.
Un Iskander, unos 3 millones.
Incluso un misil de crucero Kalibr ronda el medio millón.
En cambio, una bomba guiada por láser o por satélite, lanzada desde gran altura y con precisión quirúrgica, cuesta una fracción de eso. Y en condiciones ideales, puede ser igual o más efectiva, sobre todo cuando el blanco es móvil y las circunstancias cambian en segundos.

Pero eso no es todo. Las bodegas del J-36 podrían no estar llenas de bombas o misiles. Podrían estar cargadas de drones asesinos. Vehículos autónomos de ataque, lanzables desde la estratósfera, capaces de dispersarse en formación, saturar sensores enemigos, confundir defensas y golpear desde múltiples ángulos. Y si hay un país con los medios para hacerlo, es China. El desarrollo de drones en enjambre, algoritmos de control distribuido y miniaturización armada está muy avanzado en sus laboratorios.

¿Controversial? Tal vez.
¿Audaz? Sin duda.
Pero todo concepto revolucionario comienza con una idea que desafía lo conocido.

El J-36 no es todavía una realidad consolidada. Es un prototipo, una visión, una pieza de ingeniería especulativa que apunta hacia lo que China imagina como el avión de ataque del futuro. Y como dice el proverbio chino:
“El viaje de mil millas comienza con el primer paso.”
Este podría ser ese paso.

La teoría puede parecer atrevida, pero no por eso carece de fundamento.
Y como ocurre siempre con los nuevos desarrollos militares chinos de alto perfil, las imágenes y los vídeos aumentarán. Veremos al J-36 rodar, despegar, maniobrar, tal vez entrenar. Poco a poco, el rompecabezas irá tomando forma, y con él, las respuestas a muchas de las preguntas que hoy solo podemos plantear.

Pero una cosa ya es clara:
China no está imitando el pasado. Está diseñando su propia versión del futuro.


domingo, 29 de diciembre de 2024

Innovación militar y proyección de poder en Israel

Proyección de poder e innovación militar

La Ley de Autorización de Retirada de Tecnologías de la Información y sus implicaciones para Israel


Esteban Peter Rosen || Centro Dado

Introducción

Muchos factores han determinado el carácter y la intensidad de la intervención de Estados Unidos en Oriente Medio. Entre ellos figuran los esfuerzos de las potencias regionales por establecer su hegemonía, las percepciones estadounidenses de la legitimidad de las políticas israelíes, la necesidad de petróleo de Oriente Medio y las rivalidades con otras grandes potencias. Quiero centrarme en un factor que también es importante: la capacidad de Estados Unidos para proyectar su poder militar en Oriente Medio y participar en combates que tienen efectos decisivos. El argumento que deseo presentar es que, a partir de finales de los años 80, Estados Unidos logró una capacidad nueva e inusual para participar en combates en Oriente Medio, a unos 10.000 kilómetros de Estados Unidos, y derrotar a todas las potencias regionales de Oriente Medio. Esta capacidad fue el resultado de una asimetría favorable a Estados Unidos en la utilización de la tecnología de la información para la conducción de operaciones militares. Esta nueva capacidad se conoce a menudo como Revolución en Asuntos Militares o RMA, y complementó una asimetría en las capacidades de armas nucleares, también favorable a Estados Unidos, ya que Estados Unidos tenía armas nucleares mientras que los rivales regionales a los que se enfrentaba no las tenían. Durante los últimos 30 años, Estados Unidos siguió disfrutando de los beneficios de estas dos asimetrías, pero la primera está llegando a su fin y la segunda podría llegar a su fin dentro de diez o quince años. El resultado puede ser un Oriente Próximo en el que las capacidades militares regionales sean mayores que en la actualidad, de modo que a Estados Unidos le resulte más difícil desempeñar un papel militar directo. Por lo tanto, Estados Unidos podría tener que hacer cambios importantes en su forma de proyectar su poder si desea mantener sus niveles actuales de influencia militar en Oriente Próximo. Por lo tanto, Israel y Estados Unidos pueden tener incentivos para repensar su relación militar.

En este ensayo se desarrollará este argumento esbozando la historia de las asimetrías históricas previas en las capacidades militares creadas por la distribución asimétrica de las capacidades militares pasadas, para mostrar cómo las capacidades militares pasadas afectaron la capacidad de las naciones para proyectar poder. Luego se abordarán las condiciones cambiantes en el Medio Oriente y se analizarán las consecuencias de esos cambios. Finalmente, se intentará pensar en las posibles respuestas políticas a esos cambios.

Será útil definir primero dos términos: ¿qué es una RMA y qué es la proyección de potencia?
Se puede pensar en una RMA como un cambio en los conceptos militares de operaciones, a menudo, pero no siempre, acompañado de la introducción de nueva tecnología militar, que aumenta el poder de combate de un número determinado de soldados y un gasto de dinero dado en un orden de magnitud, un factor de diez. Vemos, por ejemplo, los ejércitos de la República Holandesa en el siglo XVII , empleando los conceptos de infantería de operación de la primera RMA moderna contra las tropas del imperio español de los Habsburgo. Los holandeses pudieron derrotar a ejércitos de los Habsburgo diez veces más grandes que ellos que no emplearon esa RMA. Los ejércitos británicos en el sur de Asia en el siglo XVII, empleando los mismos conceptos de operaciones, pudieron derrotar de manera similar a ejércitos mogoles diez veces más grandes que ellos que no emplearon esa RMA.

La proyección de poder es otro término importante que necesita ser definido. La proyección de poder es la capacidad de llevar a cabo operaciones militares a grandes distancias de las bases de operaciones o llevarlas a cabo en un lapso de tiempo mucho más corto. ¿Qué es una “larga distancia”? Podemos utilizar como punto de referencia las operaciones militares ordinarias y emplear el mismo factor de diez como nuestro discriminador. Entonces podemos afirmar que las operaciones que tienen lugar a un orden de magnitud más distante y más rápidamente que las operaciones ordinarias constituyen una proyección de poder. Si las operaciones ordinarias se llevan a cabo a 100 kilómetros de una base, la proyección de poder implica operaciones a 1000 kilómetros o más de una base. Si mover fuerzas a grandes distancias normalmente lleva diez días, la proyección de poder implica operaciones a la misma distancia en un día.

En los últimos 25 años hemos visto un cambio en el carácter de la guerra tan grande como el causado por las dos revoluciones en asuntos militares que tuvieron lugar en Europa en los siglos XVII y XIX . Esta RMA fue el resultado de la aplicación de tecnologías de procesamiento de información digital a los asuntos militares, y por eso se la puede llamar la RMA de TI. Esto ha producido la revolución en la precisión que está asociada con las armas de ataque de precisión que utilizan información de objetivos de sofisticados sistemas de Inteligencia-Vigilancia-Reconocimiento (ISR). Las armas combinadas con los sistemas ISR que las respaldan se conocen como complejos de reconocimiento-ataque. Esta RMA de TI se ha difundido de manera lenta y desigual, pero esta difusión está haciendo que la proyección de poder, como se lleva a cabo actualmente, de los Estados Unidos a Eurasia o viceversa, sea más difícil. Esto sucederá independientemente del partido político que controle el gobierno estadounidense.

Como resultado, Estados Unidos tendrá que hacer frente a algunas opciones: puede renunciar a la misión de proyectar su poder intercontinental y concentrarse en la defensa de su territorio o tal vez en la defensa del hemisferio occidental, o puede desarrollar formas radicalmente nuevas de proyectar su poder militar. No se trata de opciones excluyentes, sino de decisiones sobre cómo aplicar estas alternativas por separado o en paralelo.

Introducción

Aunque el término “Revolución en Asuntos Militares” nos resulta familiar, las implicaciones de las RMA para la proyección de poder no son tan ampliamente apreciadas.

La revolución del siglo XVII asociada con Mauricio de Nassau y Gustavo Adolfo de Suecia es bien conocida como resultado del libro de Geoffrey Parker, La revolución militar . Antes de esa revolución, los ejércitos europeos eran grandes, mal entrenados e indisciplinados grupos de campesinos armados. Los soldados eran empujados hacia adelante en formaciones sueltas y llevaban a cabo combates singulares descoordinados. Esta era la forma de guerra que era dominante en China y la India, así como en Europa occidental. La RMA del siglo XVII reintrodujo la disciplina legionaria imperial romana y la maniobra organizada en el campo de batalla para que los piqueros y mosqueteros defensivos pudieran presentar grupos entrelazados de soldados cuyas líneas no pudieran romperse con un asalto de infantería descoordinado o con cargas de caballería. Estos grupos entrelazados de soldados podían maniobrar en el campo de batalla sin romper la formación, para avanzar y cambiar de dirección. El poder de esta revolución fue aumentar el poder militar de las unidades que empleaban estos métodos en un orden de magnitud, es decir, podían prevalecer con éxito contra ejércitos desorganizados diez veces más grandes. Lo que ahora son los Países Bajos podían defenderse contra el ejército mucho más grande del estado europeo más poderoso de la época, los ejércitos de los Habsburgo españoles, y cuando los ejércitos británicos y franceses se desplegaron en la India para luchar contra los ejércitos mogoles mucho más grandes. Una vez que se demostró esta RMA, se extendió por toda Europa en 100 años, y a Asia en un período de 200 años. Esto es bien sabido.



Lo que no se aprecia tanto, pero que fue documentado por David Kaiser en su libro, La política de la guerra , es que esta revolución también revolucionó la proyección de poder. Antes de la profesionalización de los ejércitos, no tenía mucho sentido y era muy difícil enviar ejércitos a largas distancias para luchar junto a los aliados. No tenía mucho sentido porque enviar una multitud de soldados sin entrenamiento no te daba mucha ventaja contra los enemigos que podían reclutar multitudes de soldados localmente. Tenía más sentido enviar dinero, con el que podías alistar y alimentar a las multitudes reclutadas localmente. Era difícil porque las multitudes indisciplinadas enviadas a largas distancias necesariamente huirían en busca de comida y botín porque no tenían logistas profesionales que las mantuvieran abastecidas. Una vez que todos los países tenían soldados profesionales, enviar un ejército a largas distancias para luchar contra otro ejército profesional tampoco tenía sentido, ya que la fuerza de proyección de poder operaría en desventaja en relación con las fuerzas locales. Hombre por hombre, la fuerza de proyección de poder no tenía una ventaja en poder de combate, y tenía que abastecer a su ejército a una distancia mucho mayor que el ejército local.

Pero si la fuerza de proyección de poder utilizaba la primera RMA contra un adversario que no la tenía, podía derrotar a un ejército local mucho más grande. Entonces podía luchar en tierra y ganar contra fuerzas locales mucho más grandes. La asimetría en la adopción de las primeras RMA por parte de los ejércitos europeos y los del sur de Asia hizo posible la proyección de poder a larga distancia y el imperialismo europeos.



La segunda revolución armamentística se produjo en el siglo XIX , cuando los ferrocarriles y los fusileros aumentaron el poder de los ejércitos compactos al introducir fusiles de infantería de repetición y carga por recámara con pólvora sin humo, y posibilitaron el despliegue y el suministro de esos ejércitos por tierra a largas distancias mediante ferrocarril. Esto también hizo posible movilizar y concentrar soldados dispersos a grandes distancias dentro de grandes naciones, y desplegarlos a largas distancias estratégicamente en diferentes frentes. En la Guerra Civil estadounidense, después de la Batalla de Chickamauga en el otoño de 1863, 20.000 tropas de la Unión se desplazaron 1.200 millas desde Virginia hasta Tennessee en 12 días. Las dos revoluciones hicieron posible la proyección de poder moderno contra potencias militares que no las habían adoptado, porque las bases de movilización y las líneas de comunicación ferroviarias y marítimas no eran fáciles de atacar. Sin embargo, si ambos bandos opuestos las adoptaban, se produciría un punto muerto, como se vio en Europa en 1914.

Fue necesaria una tercera revolución asimétrica, la revolución blitzkrieg, para que la proyección de poder volviera a ser posible. En lugar de los avances de 50-60 kilómetros en unos pocos días, como los alemanes lograron en las ofensivas de la primavera de 1918, las ofensivas blitzkrieg podían avanzar diez veces esa distancia en el mismo tiempo. La aviación redujo el tiempo necesario para realizar ataques a una distancia de 600 kilómetros a unas pocas horas, pero sólo después de que se lograra una ventaja asimétrica conocida como superioridad aérea.

La RMA de Tecnología de la Información

La RMA de TI, inicialmente era asimétrica y en un principio facilitaba la proyección de poder estadounidense, pero la difusión de la tecnología de ataque de precisión a larga distancia basada en información digital ahora está cambiando las condiciones y dificultando la proyección de poder.

Antes de que la información digital se introdujera ampliamente en los sensores militares, las comunicaciones y los sistemas de procesamiento de datos, los ataques efectivos a larga distancia eran muy difíciles. Los bombarderos imprecisos causaban pocos daños a los sistemas de transporte industrial y ferroviario, y sufrían grandes pérdidas, a menos que el atacante tuviera una superioridad aérea completa y pudiera enviar cientos de bombarderos en cada ataque para compensar su imprecisión.

La tecnología de la información digital, que utiliza silicio y comunicación inalámbrica, hizo posible la utilización fiable de datos sobre los sistemas de objetivos enemigos para facilitar los ataques contra ellos. El aspecto de la fiabilidad es crucial, como lo demuestra la investigación realizada por Barry Watts, pero a menudo se pasa por alto. La tecnología de ataque de precisión basada en tubos de vacío analógicos se empleó por primera vez en la guerra en 1944 y 1945, y Estados Unidos empleó miles de esas armas en los primeros años de la guerra de Vietnam. Sus índices de fiabilidad, medidos en términos del porcentaje de armas que funcionarían como estaban diseñadas en batalla, eran de un solo dígito. La electrónica digital de estado sólido basada en chips y microchips tenía índices de fiabilidad que eran aproximadamente diez veces mejores. Los circuitos integrados basados ​​en silicio hicieron posible ataques de precisión fiables a largas distancias, cientos o miles de millas, contra objetivos indefensos, no ocultos, objetivos fijos o con movilidad limitada. Los ataques de precisión también redujeron los requisitos logísticos, ya que se requerían menos cantidades de armas precisas en relación con las armas "tontas" para lograr los mismos niveles de daño infligido. Se necesitaba menos combustible para transportarlas. Esto se combinó para facilitar la proyección del poder de Estados Unidos contra Irak en 1991 y 2003.

Pero, ¿qué sucede cuando se elimina esta asimetría, cuando ambos bandos en una guerra pueden emplear la RMA digital para realizar operaciones de precisión a largas distancias? Es probable que la eliminación de esta asimetría elimine la ventaja de la que disfruta la nación que proyecta poder y dé a las defensas locales la ventaja en relación con las fuerzas de proyección de poder convencionales. ¿Por qué? La defensa local emplea complejos de ataque de reconocimiento de precisión de menor alcance y, por lo tanto, más pequeños, que pueden ocultarse más fácilmente en terrenos urbanos o no urbanos complejos. Se pueden colocar bajo tierra con mayor facilidad y pueden maniobrar con mayor facilidad, nuevamente porque son más pequeños. Como tienen un alcance más corto, dependen de comunicaciones de menor alcance que pueden estar en la línea de visión y, por lo tanto, son más difíciles de interrumpir. Finalmente, en igualdad de condiciones, es más fácil ocultar un sistema militar en la superficie del océano que en el aire, más fácil ocultarlo bajo el agua que en el agua y más fácil aún ocultarlo en terreno complejo en tierra. Pensemos en las fuerzas de misiles de Hezbolá en el Líbano. Además, las fuerzas de proyección de poder existentes deben utilizar grandes sistemas de transporte. Recorren largas distancias y, por lo tanto, necesitan mucho combustible y alimentos. Son más difíciles de ocultar una vez que aterrizan porque ahora deben utilizar grandes puertos y aeródromos. Tienen menos movilidad dentro del teatro de operaciones porque los propios activos de movilidad dentro del teatro de operaciones son grandes y difíciles de transportar y necesitan mucho combustible para funcionar. Tanto las fuerzas locales como las fuerzas de proyección de poder pueden tener defensas activas, pero las defensas locales activas se ven potenciadas por la movilidad, el ocultamiento y las medidas de endurecimiento que pueden adoptar con mayor facilidad. Como resultado, es probable que las defensas locales basadas en tierra tengan ventajas sobre las fuerzas de proyección de poder que avanzan hacia el área de batalla en el aire o en el mar.

Aunque la guerra cibernética está fuera del alcance de este ensayo, cabe señalar que los ataques cibernéticos, así como otras formas de sabotaje, también podrían utilizarse para perturbar los sistemas de transporte civil que apoyan la proyección de poder. Los escritos del EPL, como la publicación de 2002, Studies of Island Warfare/Operations, han estado analizando este tema durante casi 15 años, criticando a Argentina por atacar a las fuerzas británicas sólo en las proximidades de las islas, no en el Reino Unido o el Atlántico Norte.

Las capacidades de ataque de precisión y cibernéticas se han difundido por todo el mundo en los años posteriores a su espectacular demostración en la Guerra del Golfo de 1991. El gobierno de Irán, por ejemplo, afirma que tiene misiles balísticos de alcance limitado Fateh con una precisión de 10 metros y misiles balísticos de alcance limitado Zolfaquar/Zulfiqar con una precisión de 50 a 150 metros o mejor. Si, o más realistamente, cuando esta supuesta capacidad se haga realidad, esto significará que las bases militares en un radio de 600 a 700 kilómetros que no sean móviles, estén fuertemente defendidas, dispersas, reforzadas o las cuatro a la vez serán vulnerables.

La revolución nuclear

También se produjo la mayor revolución en materia militar de todas: la RMA de las armas nucleares. A menudo se piensa que las armas nucleares son distintas de las fuerzas de proyección de poder, aunque en realidad pueden utilizarse para proyectar poder por sí mismas o como elementos disuasorios del empleo de fuerzas de proyección de poder no nucleares.

Estados Unidos y la Unión Soviética consideraban que las capacidades de armas nucleares asimétricas, que también podrían denominarse “superioridad estratégica”, podían ser útiles como sustitutos de fuerzas no nucleares desplegadas en la vanguardia. La “represalia masiva” y el “nuevo enfoque” de Eisenhower se basaban en la abrumadora superioridad nuclear estadounidense. Es posible que la superioridad nuclear estadounidense haya resurgido a fines de la Guerra Fría, aunque todavía no tenemos la información necesaria para comprender plenamente esa interacción. Los líderes soviéticos afirmaron que sus amenazas nucleares contra un Reino Unido armado con pequeñas cantidades de armas nucleares obligaron a la retirada de las fuerzas británicas de la zona del Canal de Suez en la crisis de Suez de 1956, aunque los estadounidenses creen firmemente que fueron las amenazas financieras de Eisenhower las que obligaron a los británicos a retirarse.

Cualquiera que sea la realidad sobre la utilidad política de las asimetrías nucleares, ¿qué sucede con la proyección de poder cuando ambas partes tienen armas nucleares?

Debemos considerar los dos efectos posibles, pero contradictorios, de la paradoja estabilidad-inestabilidad. Una disuasión nuclear estable, en la que las armas nucleares disuaden del uso de armas nucleares, puede permitir acciones militares provocadoras en un nivel inferior al del uso de armas nucleares. Por otra parte, los países pueden verse disuadidos de acciones provocadoras, como ataques militares no nucleares contra un Estado con armas nucleares, debido al riesgo de escalada a una guerra nuclear.

Además, las armas nucleares podrían crear santuarios en el territorio nacional. Los antecedentes observables son que la adquisición de armas nucleares no ha disuadido de ataques al territorio nacional de los Estados con armas nucleares, pero los ataques a los Estados con armas nucleares se han limitado a penetraciones superficiales. Considérense los casos, por lo demás dispares, de los enfrentamientos fronterizos chino-soviéticos de 1969, los ataques a Israel en 1973 y después, y la guerra de Kargil entre la India y Pakistán de 1999. En todos estos casos, las incursiones militares en esos países se limitaron en profundidad de maneras que eran claras para el país invadido, y tuvieron una duración limitada.

Esto no quiere decir que no se produjeran penetraciones más profundas o provocadoras en Estados con armas nucleares, pero no se trataba de penetraciones con el propósito de llevar a cabo ataques militares cinéticos. Información desclasificada recientemente muestra que Estados Unidos estaba dispuesto y era capaz de llevar a cabo penetraciones clandestinas en el Pacto de Varsovia y la Unión Soviética, con bombarderos, submarinos y otras fuerzas clandestinas, en operaciones de disuasión en situaciones de crisis. También se produjo el posicionamiento avanzado de sistemas de armas nucleares marítimas: las bases submarinas Polaris en España y Escocia, así como la Estrategia Marítima que utiliza submarinos de ataque y portaaviones con armas nucleares. 

También se produjo una proyección del poder de las armas nucleares, en forma de armas nucleares desplegadas en territorio aliado. A fines de la década de 1950, Estados Unidos se mostró más dispuesto a poner armas nucleares en manos de sus aliados de la OTAN. Marc Trachtenberg, en su libro A Constructed Peace, documentó la transferencia virtual de armas nucleares estadounidenses a la República Federal de Alemania (RFA) o Alemania Occidental a fines de la década de 1950, cuando se desplegaron armas nucleares estadounidenses bajo el control nominal de los Estados Unidos en cazabombarderos de la RFA. Es posible que se hayan hecho acuerdos similares con otros aliados de la OTAN. Además, Richard Ullman ha documentado cómo el presidente Nixon brindó asistencia al programa de armas nucleares francés a partir de 1970.

Por supuesto, la Unión Soviética desplegó armas nucleares en Cuba. Tanto para Estados Unidos como para la Unión Soviética, el despliegue avanzado de armas nucleares se asoció con un aumento del riesgo: los sistemas más cercanos al enemigo se colocaron en una posición de “úsalos o piérdelos”. Por otra parte, este posicionamiento avanzado enfrentó a la Unión Soviética con un aumento de las capacidades estadounidenses de ataque preventivo al reducir el tiempo de vuelo, los tiempos de reacción y los indicadores de ataque inminente. La vulnerabilidad de las armas desplegadas en la vanguardia podría reducirse hoy, si se desea, tomando medidas adicionales para dispersarlas, protegerlas, ocultarlas o moverlas.

La adquisición de armas nucleares aumentó los riesgos de la proyección de poder, pero el posicionamiento avanzado de las armas nucleares también se utilizó para crear amenazas adicionales e imponer costos a los Estados con armas nucleares. El adversario puede haberse visto obligado a desviar más de sus fuerzas a defensas estratégicas o a misiones de contrafuerza. El atacante o el defensor pueden haber mejorado su posición, según las circunstancias.

¿Qué hacer hoy?

La RMA de TI ya ha moldeado y limitado la proyección de poder estadounidense en el Pacífico occidental y ha aumentado los incentivos estadounidenses para permitir o habilitar a sus aliados para que adquieran capacidades adicionales para defenderse. Este es un resumen aproximado del impacto del despliegue de armas de ataque de precisión de largo alcance chinas, como el DF-21D, para la misión china de antiacceso y denegación de área en el Pacífico occidental. Una línea de acción para Estados Unidos sería hacer menos proyección de poder y al mismo tiempo aumentar las capacidades militares de sus aliados ubicados más cerca del adversario común.

Como alternativa, Estados Unidos podría abandonar por completo la misión de proyección de poder y aprovechar las nuevas tecnologías de TI RMA para defender a Estados Unidos y al hemisferio occidental de manera más efectiva y eficiente, tal vez con el uso de algunas ubicaciones avanzadas desde las cuales podríamos defender al hemisferio occidental.

O Estados Unidos podría empezar a pensar en la proyección de poder de otra manera. Si en tiempos de guerra no puede proyectar fuerzas en zonas donde el enemigo pueda detectarlas y atacarlas, en tiempos de paz podría desplegarlas, dispersarlas, enterrarlas y ocultarlas de otras maneras. Estados Unidos podría pensar en crear nuevas unidades que pudieran ocultarse más fácilmente haciéndolas parecer operadores civiles. Esto ya lo han hecho los rusos y los chinos, que han empleado fuerzas militares ambiguas, “hombrecitos verdes” para los rusos y un “capitán de barco pesquero borracho” para los chinos. Estados Unidos podría pensar en cómo podría tomar acciones análogas, aunque hacerlo plantearía cuestiones de cumplimiento de las leyes de la guerra.

Estados Unidos también podría pensar en conceptos de operaciones de proyección de poder que hicieran un mayor uso de la movilidad, la dispersión y el terreno complejo, tanto físico como social. Esto probablemente significaría unidades más pequeñas, tripuladas o no tripuladas, o mixtas, que, en igualdad de condiciones, llevarían consigo menos potencia de fuego en comparación con las fuerzas de proyección de poder existentes, como los grupos de batalla de portaaviones o las formaciones de guerra anfibia. Esta reducción de la potencia de fuego orgánica por plataforma podría compensarse utilizando un mayor número de sistemas más pequeños y menos capaces y aumentando el uso de armas de largo alcance para apoyarlos. Los sistemas no tripulados pueden surgir como una forma de proyectar poder contra las defensas de ataque de precisión, con sistemas tripulados grandes, furtivos y bien defendidos que se quedan atrás para lanzar bandadas de "naves nodriza" no tripuladas más pequeñas, más numerosas y parcialmente furtivas en el mar o en el aire, que a su vez lanzan enjambres de sistemas no tripulados más pequeños.

¿Qué pasa con la cuestión de proyectar poder contra los Estados que adquieren armas nucleares? ¿Cuáles podrían ser, por ejemplo, las implicaciones de la adquisición iraní de nuevos sistemas de RMA y la posible adquisición de armas nucleares para los Estados Unidos? A los efectos del debate, cabe preguntarse qué sucedería si los iraníes reanudaran su búsqueda de armas nucleares, continuaran su búsqueda de sistemas de ataque guiados de precisión de mayor alcance y continuaran con su actual política exterior expansionista. O bien, ¿qué sucedería si Rusia desplegara armas nucleares en Oriente Medio?

De ser así, las capacidades de proyección de poder de Estados Unidos podrían cambiar de enfoque y concentrarse en la neutralización de las armas nucleares iraníes o rusas como objetivo prioritario de sus operaciones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (IAV) y de ataque de precisión. Es probable que la RMA iraní se utilice para limitar el ejercicio de operaciones navales de superficie de Estados Unidos en la región del Golfo Pérsico y el Mar Arábigo, y las operaciones aéreas desde grandes bases fijas en la región. Si Estados Unidos quisiera seguir siendo capaz de desplegar importantes sistemas de armas en Oriente Medio en este nuevo entorno, tal vez desee explorar los nuevos conceptos de proyección de poder analizados anteriormente, posiblemente incluyendo el uso de múltiples bases bien defendidas y de baja firma propiedad de sus aliados en la región.

Opciones para Israel

No es apropiado que un extranjero diga qué debe hacer Israel en este nuevo entorno. Sin hacer sugerencias inapropiadas, es posible observar que, aparentemente, Israel se enfrentará a algunas opciones. Israel podría tratar de acercarse a Estados Unidos desarrollando el tipo de estructura de base que acabamos de analizar en conjunto con Estados Unidos.

¿Qué papel podrían desempeñar las fuerzas de proyección de poder estadounidenses si Rusia o Irán amenazaran los intereses estadounidenses en la región? En una crisis en la que Rusia o Irán amenazaran con atacar los intereses israelíes y estadounidenses, Estados Unidos podría suprimir temporalmente la inteligencia, vigilancia y seguridad del enemigo y utilizar ese intervalo para enviar las fuerzas de proyección de poder estadounidenses existentes (por ejemplo, aviones de combate) a Israel, donde podrían desplegarse en bases dispersas, ocultas y defendidas. Los grupos navales de guerra de superficie estadounidenses podrían desplegarse en el Mediterráneo oriental, donde podrían beneficiarse del paraguas de defensa aérea proporcionado por las defensas aéreas israelíes en tierra.

Israel estuvo dispuesto a participar en una cooperación estratégica con Estados Unidos a fines de los años 1970 y en los años 1980, pero incluso países tan amigos como Estados Unidos e Israel pueden tener diferentes entendimientos de cómo responder a los desafíos. Israel no se ha sentido cómodo con una postura de defensa en la que su seguridad dependa de las acciones de otros. Por lo tanto, Israel podría continuar con sus políticas actuales para mejorar sus propias capacidades. La RMA de TI se ha utilizado para hacer más robustas las defensas aéreas y antimisiles integradas (IAMD) israelíes y para utilizar ataques de precisión para neutralizar los esfuerzos clandestinos por cambiar el equilibrio de fuerzas en las fronteras de Israel. Incluso sin un nuevo acuerdo de defensa, estos programas también tendrían el efecto de crear una zona de bastión de facto hacia la que podrían fluir las fuerzas estadounidenses.

Un desafío muy diferente vendría de la introducción de armas nucleares hostiles en las zonas que rodean a Israel. El peligro no vendría tanto de un ataque nuclear contra Israel, que se vería disuadido por el temor a una represalia nuclear israelí, sino más bien de la forma en que la presencia real o presunta de armas nucleares alrededor de Israel podría inhibir a Israel de realizar el tipo de ataques de precisión no nucleares contra objetivos en la frontera de Israel. Atacar instalaciones de armas nucleares, deliberada o inadvertidamente, podría conducir al uso de esas armas y a una escalada hacia un conflicto nuclear. La presencia real o presunta de armas nucleares podría crear una zona de ambigüedad dentro de la cual las fuerzas enemigas podrían realizar más fácilmente operaciones no nucleares contra Israel. Esto parecería no ser incompatible con la actual doctrina rusa de coerción en todos los dominios, tan hábilmente descrita por Dima Adamsky. Podemos entender mejor cómo se podría manejar este problema estudiando la historia de las operaciones de disuasión nuclear durante la Guerra Fría. Sin embargo, eso necesariamente sería tema de un debate aparte.


sábado, 30 de marzo de 2024

Malvinas: La interacción de poder aéreo y naval (1/2)

Poder aéreo x poder naval: lecciones del conflicto de las Malvinas

Fuerzas de Defensa



A-4B C-226 siendo repostado en vuelo por un KC-130 en ruta a las Malvinas. El avión lleva en su hangar central tres bombas españolas BR-250. Esta fue la configuración más común en la segunda mitad del conflicto. El Skyhawk de la foto fue derribado durante una misión el 8 de junio por un misil AIM-9L mientras atacaba barcos británicos al norte del puerto de Fitz Roy. Su piloto, el teniente Juan Arrarás ("Mazo 2"), salió expulsado, pero murió en la oportunidad.


‘Los pilotos argentinos fueron los héroes que se ofrecieron en holocausto para salvar el honor de la Patria’


Por Fábio Sahm Paggiaro[1]

Hace cuarenta años, el 14 de junio de 1982, las fuerzas argentinas se rindieron a los británicos en las Malvinas[2]. Setenta y cuatro días antes, el 2 de abril del mismo año, Argentina había sorprendido al mundo con la invasión de esas islas. Un país sudamericano desafiaba al poderoso Reino Unido, tercera potencia militar y uno de los siete países más ricos del mundo. También formó parte de la OTAN y fue el mayor aliado de Estados Unidos, en plena Guerra Fría.

Luego de largas e infructuosas negociaciones diplomáticas para la recuperación de las Islas Malvinas, el plan inicial argentino era ocuparlas, asumir la administración respectiva, retirar las tropas y sentarse a la mesa de negociaciones. Sin embargo, el Reino Unido optó por no negociar, comenzó a movilizar su flota, estableció una zona de exclusión de 200 millas náuticas[3] alrededor del territorio insular y exigió la rendición de las tropas de ocupación antes del 1 de mayo.

Así, la situación inicialmente imaginada cambió por completo. La disputa se extendió del ámbito político al militar. En lugar de negociaciones diplomáticas, las fuerzas argentinas se enfrentarían a la famosa, tradicional y poderosa Marina Real. La OTAN y los países europeos, como Francia, como era de esperar, impusieron un embargo al país sudamericano, que también fue condenado a nivel de la ONU.

Argentina, a pesar de haber apostado por la posibilidad de negociaciones diplomáticas, estaba lista para luchar, embriagada por el entusiasmo patriótico y el apoyo popular al gobierno, luego de la invasión. El Reino Unido, por su parte, estimó que la llegada de su flota sería suficiente para una rendición rápida. Ambos cometieron un error y, inesperadamente, surgió el mayor conflicto aeronaval tras la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, además de estos errores de valoración, este conflicto dejó lecciones inequívocas sobre la eficiencia y eficacia de las Potencias Aéreas y Navales en la defensa costera de países con grandes extensiones marítimas. El análisis[4] de estas lecciones se basará en doctrinas de empleo de las fuerzas contendientes, geografía del teatro de operaciones, medios disponibles, principales combates y pérdidas, e identificará los factores que determinan los resultados del conflicto.



Doctrinas de empleo


Fuerzas Argentinas

La doctrina del empleo conjunto de las fuerzas armadas argentinas definió la responsabilidad primordial de la Armada Argentina como el apoyo aéreo directo a las operaciones aeronaval. La Fuerza Aérea Argentina (FAA) sólo era responsable del apoyo indirecto, que se definía vagamente como superioridad aérea, reconocimiento avanzado e interdicción. Este Ejército del Aire tampoco podría adquirir medios específicos para misiones en un entorno aeronaval.

Sin embargo, debido al tamaño del grupo de trabajo contrario y la falta de medios aéreos de la Armada Argentina (AA), cuando la guerra se hizo inevitable, la FAA fue llamada a llevar a cabo todas las misiones aéreas navales. Sin embargo, debido a la mencionada doctrina, no estaba equipado ni entrenado para ello, debiendo improvisar conceptos de empleo y operativos entre la fecha de la invasión (2 de abril de 82) y su bautismo de fuego, ocurrido el 1 de mayo de 82.

Fuerzas británicas

A diferencia de los argentinos, los británicos tenían su doctrina laboral muy bien definida y entrenada. Todos los activos navales, aéreos, anfibios y terrestres estaban subordinados al contralmirante John Woodward (CA Woodward), comandante de la flota. Sus aviones, helicópteros, radares y sistemas antiaéreos le permitieron realizar control del espacio aéreo, misiones antisubmarinas, ataques, reconocimiento, defensa aérea y antiaérea, así como búsqueda y salvamento.

Conclusiones parciales

  1. La doctrina argentina del empleo conjunto relegó al Poder Aéreo a un plano secundario, no permitiendo estructurarlo para la defensa de la costa, de aproximadamente 5 mil kilómetros de longitud.
  2. Los británicos, según los conocimientos de la época y los recursos disponibles, en teoría, estaban muy bien estructurados para la recuperación de las islas.

Sin embargo, independientemente de aciertos y errores, tanto argentinos como británicos tendrían que aplicar y validar sus doctrinas en un amplísimo teatro de operaciones, cuyas acciones se concentrarían en islas alejadas de las bases de apoyo continentales.


Geografía del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur

La base de apoyo británica más cercana a su flota estaba ubicada en la Isla Ascensión, aproximadamente a 6.200 km de las Malvinas (Mapa 1).



Las Malvinas, a su vez, carecían de infraestructura aeroportuaria y de una logística mínima para apoyar las operaciones militares, contando sólo con un aeródromo asfaltado, de 1.250 metros de largo, en Puerto Stanley[5]. Esta condición obligó a la Fuerza Aérea Argentina (FAA) a operar desde aeródromos continentales, estando los más cercanos a las Islas entre 690 km y 1.040 km de distancia.


Conclusiones parciales


a) Las distancias impusieron una limitación inicial a los británicos: sus fuentes de abastecimiento estaban en Ascensión. Por lo tanto, tomaría tiempo recibirlos, además del riesgo de ataques en el camino.

b) Además, su objetivo era desembarcar en las islas, lo que los hacía predecibles, ya que tendrían que acercarse a ellas. Esto, en general, liberó a los argentinos de la necesidad de buscar objetivos, ya que sus adversarios se los presentarían voluntariamente.

c) La FAA, por su parte, debido a la distancia de sus bases y a la capacidad operativa de sus aviones de combate, no contaba con combustible para permanecer sobre las islas más de unos minutos, salvo cuando se realizaba repostaje en vuelo, que era bastante limitado.

d) Las distancias, de diferentes formas, limitaron las capacidades operativas de los activos de ambos contendientes.

Medios de los contendientes


Medios británicos




Para recuperar las Malvinas, el Reino Unido activó la Task Force 317. Contaba con aproximadamente 120 buques entre destructores, fragatas, buques de asalto anfibio, apoyo logístico, dragaminas, 6 submarinos (5 nucleares) y dos portaaviones. También había aproximadamente 213 helicópteros distribuidos entre los buques para misiones de ataque, búsqueda y salvamento, antisubmarinos, apoyo logístico y transporte de tropas.

Los sistemas antiaéreos del Task Force 317 incluían misiles y cañones antiaéreos. Entre los misiles se encontraban: el viejo Seacat de corto alcance; el Sea Wolf de corto alcance, que entró en servicio en 1979; y los Sea Darts de largo alcance y gran altitud, que entraron en servicio en 1973. Los dos últimos se utilizaron por primera vez en las Malvinas.

Los portaaviones eran el HMS Hermes y el HMS Invincible, con 12 cazabombarderos Harrier cada uno[6], que fueron reabastecidos en función de las pérdidas. Estos aviones estaban equipados con misiles AIM-9L (Sidewinder), los más modernos y eficaces en ese momento, capaces de realizar ataques frontales. Sus sistemas de radar y navegación y ataque podrían rastrear y atacar objetivos en el aire (en cualquier momento) y en tierra.



Sea Harriers regresando de una misión en tiempos de guerra. Observa los misiles AIM-9L Sidewinder


Sea Harrier despegando del HMS Hermes en la Guerra de las Malvinas en 1982


Disponían de contramedidas electrónicas para desviar misiles y disparar radares, y es probable que recibieran bibliotecas electrónicas de radares y armas aéreas y antiaéreas importadas por Argentina desde otros países de la OTAN. Sus pilotos se entrenaron previamente en combate contra aviones Mirage, versiones III y V, junto a los franceses[7].

Los recursos británicos no se limitaron a su flota. Desplegaron bombarderos Vulcan, aviones de reabastecimiento de combustible en vuelo y de reconocimiento marítimo en la Isla Ascensión. Los Vulcan llevaban bombas y misiles antirradar Shrike.

El Grupo de Trabajo 317 (FT 317) se posicionó inicialmente al noreste de las islas.

Medios argentinos

Cuando comenzaron las acciones bélicas, el 1 de mayo de 82, la composición de las Fuerzas Armadas Argentinas era la siguiente: Guarnición Militar Malvinas, Fuerza Aérea del Sur, Grupo de Tareas 79 y Fuerza de Submarinos.

En las propias islas se activó la Guarnición Militar de Malvinas y, bajo su subordinación, también se activaron dos Bases Aéreas Militares (BAM): BAM Malvinas (Puerto Argentino) y BAM Cóndor (Goose Green). (Mapa 3)



En términos de Poder Aéreo, fracciones de las tres fuerzas argentinas fueron desplegadas en el Cuartel Militar de Malvinas. La FAA envió un Grupo de Control y Vigilancia Aérea, un Grupo de Artillería Antiaérea (AAAE), helicópteros y aviones. La Armada, aviones. Los sistemas antiaéreos y helicópteros del Ejército Argentino (EA) (Tabla 1).

Tabla 1 – Medios Aéreos y Antiaéreos Argentinos en las Islas Malvinas.

MEDIOS AÉREOS Y ANTIAÉREOS ARGENTINOS EN LAS ISLAS MALVINAS
FUERZA MEDIO CANT
FINALIDAD LOCALIDAD
FAA AVIONES PUCARÁ 10+ ATAQUE AIRE-SUELO BAM CONDOR
FAA HELICÓPTEROS

BELL 212

02 TRANSPORTE

Y RESCATE

BAM MALVINAS
EA HELICÓPTEROS CH-47/UH-1H/

AGUSTA

10+ TRANSPORTE

Y RESCATE

JUNTO ÀS TROPAS BAM MALVINAS
FAA RADAR WESTINGHOUSE TRS 43 02 VIGILANCIA Y CONTROL AÉREO BAM MALVINAS
FAA RADAR SUPERFLEDERMAUS 01 DIRECTOR DE TIRO AAAE BAM MALVINAS
FAA RADAR ELTA 01 DIRECTOR DE TIRO AAAE BAM CONDOR
EA RADAR ALERTA MK 2 01 DIRETOR DE TIRO BAM CONDOR
FAA CAÑONES OERLIKON

CAÑONES RHEINMETTALL

MISILES SAM PORTATILES

02

09

10

DEFENSA AAAE BAM MALVINAS

E CONDOR

EA MISILES SAM PORTATILES ? DEFENSA AAAE JUNTO TROPA
ARMADA AVIONES MENTOR T-34 04 ATAQUE AIRE-SUELO/HELICÓPTEROS BAM MALVINAS
ARMADA AVIONES AERMACCHI MB 339 05 ATAQUE AIRE-SUELO BAM MALVINAS

Fuente: La Guerra Inaudita II y Probado em Combate. Adaptado por el autor.
Nota: estas cifras pueden variar según la fuente, sin embargo, dichas variaciones no son significativas.

Con el objetivo de proporcionar control aéreo y defensa antiaérea de las Malvinas, allí se activó un Centro de Información y Control que fusionó información de los distintos radares, así como de Observadores Aéreos, y coordinó acciones.


Mirage IIIEA, FA Argentina, 1982


IAI Dagger de la Fuerza Aérea Argentina, fotografiada después de la guerra, con marcas de barcos británicos impactados


A-4C del Grupo 4 armado con una bomba británica MK-17 en el hangar central siendo repostado por un KC-130 camino al combate. Probablemente fue tomada el 9 de mayo. Pilotado por el primer teniente Casco (“Truento 3”), el control aéreo argentino en las islas perdió contacto por radar con la aeronave cerca de las islas Sebaldes.


La Fuerza Aérea Argentina, en términos de aviones de combate, contaba, en total, con 9 bombarderos Canberra, 19 Mirage III, 26 Dagger, 68 A-4 Skyhawk y 45 Pucará. Sin embargo, tenían muy pocos misiles aire-aire obsoletos (Matra 530), Matra 550 Magic y Shafrir; no tenían misiles antibuque ni defensas electrónicas (paja y bengalas) contra los misiles. Tampoco disponían de sistemas de navegación inercial, lo que impedía una navegación precisa sobre el mar en condiciones climáticas adversas: nubes, lluvia y fuertes vientos. Los sistemas de ataque no permitían operaciones nocturnas ni en cualquier condición meteorológica.

La FAA no contaba con aviones de Reconocimiento Marítimo ni información satelital que le permitiera localizar embarcaciones a grandes distancias, ni monitorear sus movimientos. Tampoco disponían de aviones de Alarma Aérea Temprana, lo que les impedía detectar en vuelo incursiones enemigas contra sus aviones, ni realizarlas contra los asaltantes.

Otra deficiencia crítica fue la del número de aviones de reabastecimiento de combustible. Sólo disponía de 2 KC-130, lo que no le permitía lanzar muchos ataques más allá de las islas ni mantener patrullas aéreas de combate sobre ellas. De esta forma, y ​​debido a esta deficiencia inicial, ya era imposible que la FAA obtuviera la superioridad aérea.

Para integrar el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS), la Fuerza Aérea del Sur se activó y desplegó sus activos en el continente, en las localidades de Trelew, Comodoro Rivadavia, San Julián, Santa Cruz, Río Gallegos y Río Grande (Mapa 4).



La Armada Argentina, a su vez, lanzó al mar la Task Force 79 y la Fuerza de Submarinos, las cuales se dividieron en Grupos de Tarea (GT) más pequeños y se posicionaron alrededor de la Zona de Exclusión, de la siguiente manera:

  1. GT 79.1, integrado por el portaaviones ARA 25 de Mayo y cuatro destructores, al este de Puerto Deseado y al norte de Malvinas;
  2. GT 79.3, integrado por el crucero ARA Belgrano y dos destructores, al norte de Ilha dos Estados y al suroeste de Malvinas; Es
  3. GT 79.4, compuesto por tres corbetas, al este de Comodoro Rivadavia y al norte de Malvinas.

La Submarine Force tenía un submarino clase Guppy (antiguo) y un Tipo 209 más moderno. El segundo Guppy no estaba operativo y el segundo Tipo 209 estaba en reparaciones.


ARA 25 de Mayo

Pilotos y mecánicos de la 3ª Escuadrilla de Caza y Ataque preparando los aviones a bordo del portaaviones ARA 25 de Mayo para atacar a la flota británica. Observe la bomba “dirigida” al HMS Invincible

El portaaviones ARA 25 de Mayo había embarcado el grupo aeronaval compuesto por 8 aviones A-4Q (caza-bombardero), 4/6 S-2 Tracker (patrulla marítima) y algunos helicópteros. En la base de Rio Grande se desplegaron cinco aviones Super Ètendard recién adquiridos. La Armada también desplegó 5 MB 339 y 4 Mentor en BAM Malvinas. Y también había unos aviones de Reconocimiento Marítimo, P-2V Neptune, también operando desde bases continentales.

Los Super Ètendard eran los aviones más modernos de la Argentina. Estaban equipados con misiles AM-39 Exocet que podían lanzarse más allá del alcance de los sistemas antiaéreos de los barcos. También podrían transportar bombas, otros misiles y cohetes. Sin embargo, sólo había cinco aviones y cinco misiles.


Super Étendard argentino armado con misil Exocet AM39

Los MB 339 también podían transportar misiles aire-aire y aire-tierra, además de bombas y cohetes, pero no hay noticias de que tuvieran alguno de este tipo de misiles.

Dos destructores Tipo 42 estaban equipados con Sea Darts, los mismos que usaban los británicos. Esto fue utilizado por la FAA para entrenar y definir tácticas y técnicas para atacar barcos.

Es importante resaltar que las Fuerzas Armadas Argentinas, a excepción del Pucará y municiones para armas portátiles, dependían de equipos importados, cuyo suministro fue embargado cuando invadieron las Islas.

Conclusiones parciales

  1. En términos cuantitativos, Argentina tenía una ventaja considerable en cazabombarderos, sin embargo, también era considerable la ventaja cualitativa de los Harrier y, presumiblemente, de las defensas antiaéreas de los barcos.
  2. Las ventajas cuantitativas y cualitativas de la Task Force 317 (británica) en relación con la Task Force 79 (argentina) eran insuperables. Si hubiera un enfrentamiento entre ellos, estos últimos serían aniquilados.
  3. Las fuerzas argentinas tendrían que luchar con lo que tenían en stock, ya que no podrían reponer ningún material importado.


Considerando estos medios y sus posiciones, la configuración inicial del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS) fue la del Mapa 5.



Al parecer, al comparar medias, la Task Force 317 vendría al Atlántico Sur para realizar una gira y recibiría la rendición argentina. Sin embargo, los combates demostraron otra realidad.

COMBATES


Vulcan B2 XM607 frente a la costa de Brasil al regreso del Black Buck 2 fotografiado desde un petrolero Victor del Escuadrón 57 | Foto de : Norman Curtis-Christie

Los combates comenzaron el 1 de mayo de 1982, de acuerdo con el ultimátum británico. El primer ataque fue suyo y una sorpresa estratégica. En las primeras horas de la mañana, los bombarderos Vulcan de la Royal Air Force (RAF) lanzaron bombas en el aeródromo de Port Stanley. Despegaron de la Isla Ascensión, a 6.200 kilómetros de las Malvinas, y volaron 17 horas de ida y vuelta. Una operación completamente inesperada y audaz, dados los riesgos inherentes a múltiples repostajes en vuelo.

Esta misión fue una gran demostración de las capacidades de proyección de poder dada la distancia y el tiempo involucrados. De ahí, los argentinos dedujeron la posibilidad de ataques similares contra Buenos Aires y sus alrededores, ya que albergaban su gobierno, así como los centros financieros e industriales del país. Así, parte de los cazas Mirage III y sus escasos misiles regresaron desde bases del sur a la capital del país.

Posteriormente los Harriers atacaron al BAM Malvinas y al Cóndor. En el primero destruyeron poco y, según los argentinos, cuatro de ellos fueron abatidos, lo que los ingleses desmienten. El lunes los argentinos fueron sorprendidos, con muertes y la destrucción de un depósito de combustible y un Pucará.

El mismo día, buques británicos se acercaron a Puerto Stanley para realizar ataques con cañones, además de infiltrar y exfiltrar algunas tropas en helicóptero. Probablemente pusieron a prueba las defensas y la resistencia argentinas o, tal vez, ya hayan intentado iniciar un desembarco, dependiendo de la resistencia.



Mirage IIIEA con dos misiles infrarrojos Matra M-550 encuentra un Sea Harrier del Sqdn 801. Isla Borbón, Malvinas.
Arte de Pablo Albornoz

La FAA, a su vez, tuvo su bautismo de fuego. Hubo combates aéreos y los Harriers derribaron dos Mirage III y un Canberra. Sin embargo, uno de sus escuadrones atacó y dañó gravemente a un destructor y causó daños menores a dos fragatas que bombardeaban Puerto Stanley. Los británicos negaron daños graves.

Ese primer día quedaron claras algunas situaciones: a) los argentinos no se dejarían intimidar por la flota británica y no se rendirían; b) a pesar de la distancia, la FAA podría apuntar a buques en las proximidades de las islas; yc) las defensas antiaéreas argentinas eran letales.

Al día siguiente, 2 de mayo de 82, ocurrieron dos de los hechos más significativos del conflicto: la Armada Argentina se retiró de la zona de combate. En las primeras horas de este día, al conocer que el Task Force 317 había localizado al GT 79.1, integrado por el portaaviones ARA 25 de Mayo, el comando del TOAS decidió retirar a todo su Task Force 79 a aguas someras, donde estarían protegidos. de la amenaza submarina.

En la tarde del mismo día, confirmando esta valoración, el crucero ARA Belgrano fue hundido por el submarino nuclear británico HMS Conqueror, matando a 323 marineros. Hay indicios de que este hundimiento se produjo para quebrar la resistencia argentina y alentar la rendición, ya que las reacciones del día anterior demostraron lo contrario.

El caso es que, al segundo día del conflicto, las fuerzas navales de superficie argentinas abandonaron la guerra que comenzaba a librarse entre aviones con base en el continente y la Royal Navy.


HMS Sheffield tras ser alcanzado por un misil Exocet AM39 lanzado por un jet Super Étendard de la Aviación Naval Argentina

El 4 de mayo del 82, una nueva sorpresa con repercusión mundial. El avión Super Ètendard lanzó dos misiles Exocet contra el destructor Tipo 42 HMS Sheffield, el más moderno de la flota británica. Un impacto y los daños provocados provocaron su hundimiento. Este suceso desencadenó una intensa búsqueda argentina de más misiles de este tipo en el mercado negro y, aún más intensa, una acción de los servicios de inteligencia británicos para neutralizarlo, lo que lograron.

Ese mismo día, por la mañana, dos Harrier fueron abatidos cuando atacaban al BAM Condor. Se confirmó la letalidad de las fuerzas aéreas y antiaéreas argentinas. Por lo tanto, CA Woodward decidió mover su flota al este de las islas – fuera del alcance de la FAA – para atacarlas sólo de noche. También suspendió las operaciones Harrier a baja altitud contra aeródromos defendidos por las AAe. Y así esperó la llegada de refuerzos para la invasión. Hasta el 12 de mayo sólo se produjeron escaramuzas menores.

El 12 de mayo de 82 llegaron y los británicos nuevamente corrieron el riesgo de bombardear Port Stanley durante el día. La FAA respondió. El destructor HMS Glasgow quedó fuera de combate y devuelto al Reino Unido. Su escolta, la fragata HMS Brilliant, derribó tres A-4B con sus primeros misiles Sea Wolf de corto alcance. Fue el segundo destructor inutilizado y Woodward suspendió definitivamente los bombardeos navales diurnos, ya que al hacerlo sus barcos se situaban dentro del alcance de los aviones argentinos. Esta decisión indicó que no podían obtener la superioridad aérea.

Hasta el 21 de mayo poco o nada pasó, debido a la severidad de las condiciones climáticas. En esa fecha se inició el desembarco británico en el Estrecho de San Carlos (Mapa 6), sugestivamente llamado Bomb Alley. Fue el mayor duelo aeronaval desde la Segunda Guerra Mundial. Duró hasta el 29 de mayo, cuando se consolidó la cabeza de playa.



Por aquellos días, la FAA realizó 142 incursiones desde tierra firme y 20 al Pucará estacionado en la Isla, habiendo perdido veinte aviones: 10 Dagger, 6 A-4 y 4 Pucará. La Aviación Naval realizó 13 incursiones desde tierra firme y una desde la Isla, perdiendo cuatro aeronaves: 3 A-4 y 1 MB 339.

La Task Force 317 sufrió pérdidas: un destructor y dos fragatas hundidas; tres fragatas, un buque de desembarco de tropas, un desembarco logístico y un asalto anfibio averiados; y un destructor y una fragata fuera de combate. También perdió un Harrier por un misil tierra-aire.

Los días 26 y 27 las condiciones meteorológicas no permitieron la acción. Posteriormente, los Canberra llevaron a cabo algunos ataques nocturnos contra las tropas, sin resultados significativos.

Parece, por tanto, que la FAA no pudo impedir el desembarco, ni la fuerza aérea naval británica estableció superioridad aérea, ni siquiera local, aun considerando que este desembarco fue el acontecimiento más importante del conflicto.



IAI Dagger en ataque en el Estrecho de San Carlos en 1982

Probablemente, la proximidad entre los buques británicos en Beco das Bombas dificultaba el funcionamiento de sus sistemas antiaéreos, ya que los aviones atacantes circulaban entre ellos. Por lo tanto, un barco podría chocar contra otro al intentar derribar a los cazas atacantes.

Respecto al 21 de mayo de 1982, CA Woodward, en sus memorias, The Hundred Days, escribiría lo siguiente:

Sería inútil sugerir que no me preocupaban los éxitos de aquel 21 de mayo. Habíamos sido atacados ferozmente por cazabombarderos argentinos... De los siete barcos de escolta que habían sido enviados al estrecho la noche anterior, sólo el Plymouth y el Yarmouth habían escapado ilesos... El primer día del desembarco, había hundido una escolta, otras dos fueron puestas fuera de combate y además, otras dos resultaron dañadas... Si los argentinos pueden continuar a este ritmo, por sólo dos días más, mi fuerza de destructores y fragatas quedará devastada... La situación era ahora claro. A esta altura de los hechos se había producido el combate entre la Marina Real y la Fuerza Aérea Argentina. ¿Quién estaría ganando en ese preciso momento? Me temo que no fuimos nosotros.



25 de mayo, Día Nacional Argentino. La Fuerza Aérea Argentina realizó un ataque con A-4B Skyhawks del Grupo 5 de Caza que tenía como tarea atacar al destructor HMS Coventry y a la fragata HMS Broadsword, dos buques británicos en servicio al noroeste de las Islas Malvinas. Malvinas.
Los A-4 Skyhawk volaron unos metros sobre el agua para evitar la detección de los radares, como se muestra en la fotografía histórica de arriba, que muestra al capitán Pablo Carballo (en el avión de la izquierda) y al teniente Carlos Rinke (a la derecha, apenas visible bajo el horizonte). ) atacando al HMS Broadsword.
Tanto el capitán Carballo como el teniente Rinke (que volaba como “Vulcan Flight”) sobrevivieron al ataque (al igual que el HMS Broadsword del que se tomó la foto), supuestamente porque el sistema de misiles Sea Wolf no puede elegir entre sus A-4 cuando se vuelven visibles en el radar. después de esconderse detrás de West Falkland y Pebble Island al sur.
Los dos aviones lanzaron una bomba cada uno, uno de ellos falló el objetivo mientras que el otro logró alcanzar el Broadsword a pesar del intenso fuego antiaéreo. Pero la bomba Mk.17 no explotó.
Pronto siguió el “Vuelo Zeus”, dos A-4 pilotados por el teniente Mariano A. Velasco y Alférez Leonardo Barrionuevo, armados con tres bombas más ligeras. Velasco disparó sus cañones y luego arrojó sus tres bombas que impactaron y dañaron gravemente el destructor HMS Coventry, que se hundió en 20 minutos.
– Crédito de la imagen: Ministerio de Defensa (RN)

El 25 de mayo, Día de la Independencia Argentina, mientras la atención se centraba en el Estrecho de San Carlos, la Armada sorprendió a la Task Force 317. Dos Super Ètendard despegaron de Río Grande, bordearon las Islas y atacaron a la flota por el norte. Recorrieron un recorrido de aproximadamente 1.300 km, repostándose en vuelo (Mapa 7). En esta misión hundieron el Atlantic Conveyor, un buque portacontenedores que traía helicópteros y repuestos para activos aéreos, además de Harriers adicionales, entre otro tipo de suministros.


El 30 de mayo del 82 tuvo lugar la misión más precisa y atrevida del conflicto. El objetivo era atacar el portaaviones HMS Invincible, situado aproximadamente a 160 kilómetros al este de Puerto Stanley. Lo llevó a cabo un escuadrón mixto con 2 Super Ètendard, uno de ellos armado con el último misil Exocet disponible, más 4 A-4 (FAA), armados con bombas. Despegaron desde Río Grande, a 1.560 kilómetros del objetivo. Dos A-4 fueron derribados. Los pilotos afirmaron haber impactado al HMS Invincible, pero los ingleses atribuyeron los daños a una fragata.



Foto tomada durante el ataque al HMS Invincible

Independientemente de las versiones, se caracterizó que las fuerzas aéreas argentinas podían atacar a la flota desde cualquier distancia, siempre y cuando contaran con reabastecimiento de combustible en vuelo.



El último gran enfrentamiento entre la FAA y la Royal Navy se produjo el 8 de junio de 82. Los británicos iniciaron un desembarco anfibio en Port Pleasent (mapa 9) para el asalto final a Puerto Argentino. Una vez más juzgaron mal la determinación y ferocidad de la FAA. Y la respuesta, nuevamente, fue letal. Hundieron un barco de desembarco logístico y una lancha de desembarco; dejaron fuera de servicio otro aterrizaje logístico; y dañó una fragata. También hubo graves bajas entre las tropas que desembarcaron. Los argentinos perdieron 3 A-4.



El 10 de junio del 82, los Pucaras llevaron a cabo su última misión brindando apoyo de fuego a sus propias fuerzas terrestres contra las tropas británicas. Estas misiones, combinadas con el hecho de que, después de la rendición (14 de junio de 82), 10 de estos aviones fueron capturados, demuestran la incapacidad de la Task Force 317 para destruir pistas de aterrizaje y aviones en el aire o en tierra. Esto cobra importancia teniendo en cuenta que los medios aéreos desplegados en las islas eran las amenazas más cercanas a las tropas desembarcadas.

La Armada tuvo su última participación en el conflicto el 12 de junio del 82, con base terrestre. Transportaron a la isla dos misiles Exocet MM38, una versión mar-mar, y los adaptaron para lanzarlos desde tierra. Uno falló y otro impactó a un destructor causando grandes daños y muertes, dejándolo fuera de combate. Este suceso confirma la letalidad de los misiles Exocet, además de reforzar la idea de la eficacia de la defensa costera por medios aéreos terrestres.

El A-4 y el Dagger tuvieron su último combate el 13 de junio del 82, realizando ataques diurnos contra puestos de mando. Estos mismos puestos también fueron atacados, de noche, por Canberras escoltados por Mirages III. Fueron 3 de estos ataques, siendo el último a las 00:02 del 14 de junio de 82, día de la rendición. Uno de los bombarderos fue derribado por un misil antiaéreo. Una nueva confirmación de la incapacidad británica de obtener la superioridad aérea.

Durante el conflicto también hubo algunas otras operaciones aéreas, además de los ataques propiamente dichos, a saber:



Boeing 707 de la FAA

  1. Boeing 707 (aviones de transporte) argentinos fueron utilizados en algunas misiones de reconocimiento visual y utilizando radares meteorológicos -una dudosa improvisación- para localizar la llegada de la flota británica, cerca de Río de Janeiro. En una ocasión, la aeronave fue interceptada por un Harrier, lo que la obligó a cambiar de ruta, sin atacarla. En un segundo, se lanzó un misil Sea Dart. Incluso a gran altura, el avión logró escapar, lo que lleva a cuestionar la eficacia de esta arma, ya que fue lanzada en condiciones ideales.
  2. Desde la invasión de las islas el 2 de abril de 82, se ha establecido un puente de suministro aéreo que las conecta con el continente. Operó hasta la noche del 13 de junio de 82, víspera de la rendición argentina, demostrando, una vez más, la incapacidad de los británicos para obtener la superioridad aérea.
  3. Aviones militares y civiles Lear Jet operaban desde Comodoro Rivadavia realizando incursiones hacia las islas. Su objetivo era simular aviones de combate para desviar ataques reales y saturar las defensas aéreas y antiaéreas. Uno de estos Lear Jets fue derribado por un misil Sea Dart. Nueva demostración de la incapacidad británica para obtener la superioridad aérea.
  4. Los británicos llevaron a cabo algunos ataques contra la pista de aterrizaje de Puerto Argentino y los radares con los Vulcans, desde Ascension, pero los resultados fueron inocuos. La pista permaneció intacta y sólo un radar de disparo fue destruido por un misil Shrike, pero rápidamente reemplazado. Demostraron, sin embargo, una enorme capacidad de proyectar poder, considerando las distancias y el tiempo involucrados.

Al final del conflicto, el balance de pérdidas de ambos bandos era elevado y, lógicamente, las cuentas eran discrepantes. Sin embargo, estas discrepancias no influyeron en los resultados finales del conflicto, por lo que tampoco impactan estos análisis y sus conclusiones.

Según fuentes argentinas las bajas británicas habrían sido las siguientes:

  • 9 buques hundidos o destruidos irreparablemente: 2 destructores, 2 fragatas, 2 desembarcos logísticos, 1 portacontenedores y un petrolero.
  • 12 gravemente dañados y requirieron abandonar la zona de combate para su reparación y posterior regreso: dos portaaviones (los británicos lo niegan), 4 destructores, 4 fragatas y un submarino por accidente.
  • 11 con daños menores, recuperadas en la zona de combate y regresadas al combate: 4 fragatas, 1 de desembarco de tropas y 6 logísticas.

En total son 32 buques, 28 de los cuales fueron alcanzados por ataques aéreos y 4 por otras causas.
En cuanto a los aviones, fuentes británicas informaron de la pérdida de 11 Harriers y 24 helicópteros de diversos tipos. Los argentinos hablan de 14 aguiluchos confirmados y 7 probables.