Mostrando las entradas con la etiqueta ARA San Luis. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta ARA San Luis. Mostrar todas las entradas

domingo, 9 de noviembre de 2025

Malvinas: Torpedos, fallas y lecciones

Cuando la tecnología falla: torpedos y las lecciones de la guerra de las Malvinas


Torpedo Tigerfish Mk.24 Mod.2

Por José Luiz Antônio || Poder Naval

El arma submarina de la Royal Navy, con sus buques de guerra de propulsión nuclear, fue la opción inicial de respuesta británica después de que las fuerzas armadas argentinas tomaran el control de las Islas Malvinas en 1982. Los submarinos nucleares británicos fueron los primeros activos en llegar al teatro de operaciones, lo que permitió la imposición de un bloqueo, conocido como la Zona de Exclusión Total, alrededor del archipiélago en disputa.

Mucho se ha hablado del impacto de los submarinos nucleares británicos en el conflicto del Atlántico Sur, de cómo neutralizaron a la Armada Argentina, obligándola a retirarse del teatro de operaciones, con sus principales buques refugiándose en puertos y limitándose a patrullar las aguas menos profundas cerca de la costa con unidades más pequeñas. Sin embargo, poco se ha escrito sobre los torpedos británicos que aportaron a la guerra.

Por ejemplo, un torpedo moderno de dudosa eficacia limitaba el armamento de los submarinos de la Royal Navy. Esto generó la paradoja de que los modernos submarinos nucleares de la Guerra Fría tuvieran que depender de torpedos antiguos de trayectoria recta de la Segunda Guerra Mundial para su potencia de fuego, así como de la observación visual mediante periscopio para disparar estas armas. Esta desventaja era desconocida para la Armada Argentina durante el conflicto.

Este artículo tratará sobre los torpedos británicos, específicamente los dos modelos utilizados en el conflicto: el torpedo Mk.8, más antiguo y de trayectoria recta (sin guía), y el torpedo Mk.24 Tigerfish, guiado, que en 1982 fue considerado uno de los más modernos del mundo.

Torpedo Mk.8

El torpedo Mk.8 fue diseñado antes de la Segunda Guerra Mundial, en 1925, con un diámetro estándar de 21 pulgadas (533 mm), una longitud de 6,579 m y un peso de 1,566 kg. Al ser un torpedo de trayectoria rectilínea, es decir, sin guiado, su trayectoria se mantenía mediante un giroscopio que, girando a gran velocidad, le permitía mantenerla recta; otros dispositivos mantenían una profundidad constante y nivelaban el torpedo. Una vez lanzado desde el tubo, no existía control alguno sobre su trayectoria, ni por parte del submarino lanzador ni por el propio torpedo, ya que carecía de cualquier tipo de sensor capaz de rastrear el objetivo.

La ojiva contenía 365 kg de explosivo Torpex, un explosivo un 50 % más potente que el TNT, compuesto por una mezcla de 40,5 % de RDX, 40,5 % de TNT, 18 % de polvo de aluminio y 1 % de cera. Su detonación se aseguraba mediante una espoleta magnética de tipo CCR (Compensated Coil Rod), una bobina con amplificador, que se convirtió en el estándar para esta arma después de 1945.

Su propulsión corría a cargo de un motor radial Brotherhood de cuatro cilindros, de ciclo de combustión, que utilizaba queroseno y aire comprimido como combustible. La presión provenía de un tanque de 2500 psi, la cual se reducía a 550 psi en la entrada de combustible, donde también se calentaba, generando una mezcla de aire y gas que producía la ignición en el cilindro, en el punto muerto superior del pistón. Los gases se expulsaban a través del eje de la hélice. El motor producía una potencia de 550 hp, impulsando el torpedo a velocidades de hasta 45,5 nudos, con una autonomía a esta velocidad de 4570 metros. Existía la opción de utilizar una velocidad menor de 41 nudos, aumentando la autonomía a 6400 metros.

El Mk. 8 mod. 4, una versión mejorada, se conectaba al submarino mediante un cable umbilical, no un cable de guiado, ya que era un torpedo de propulsión a la carrera. El cable permitía ajustar la profundidad antes del lanzamiento. Tuvo un uso muy extendido durante la Segunda Guerra Mundial, con aproximadamente 3730 lanzamientos hasta septiembre de 1944, y se consideraba a la par del G7 alemán o el Mk. 14 estadounidense.

Torpedo Tigerfish Mk. 24

El Tigerfish era un torpedo acústico guiado por cable, cuya guía inicial la proporcionaba un fino cable que se desenrollaba tras el lanzamiento a través del tubo y lo conectaba al submarino.

Mediante este control, el torpedo iniciaría su carrera a una velocidad más lenta, disminuyendo la distancia al objetivo y corrigiendo su trayectoria durante la carrera según las transmisiones por cable desde el submarino, que realizaba cambios en la trayectoria del torpedo basándose en los datos del objetivo obtenidos por su sonar superior.

El torpedo aceleró en la fase final al usar su propio sonar para atacar el objetivo. Sin embargo, esta tecnología aún no estaba desarrollada en la década de 1970, y el torpedo Tigerfish tenía tendencia a sumergirse y romper su cable de guiado durante el trayecto.

La versión inicial Mod.0 era un torpedo antisubmarino; su ojiva, debido a limitaciones tecnológicas, no estaba diseñada para usarse contra objetivos de superficie y no superó las pruebas de aceptación. La versión Mod.1, sin embargo, fue rediseñada para corregir algunos de los defectos del modelo original.

Tablas comparativas

Tipo Diámetro Longitud Peso Ojiva
Mk.8 21 pulgadas – 533 mm 6,57 m 1,566 kg 365 kg
Mk.24 21 pulgadas – 533 mm 6,46 m 1,551 kg 340 kg

 

Tipo Velocidad máxima Alcance
Mk.8 45,5 nudos 4.570 metros
Mk.24 35 nudos 21.000 metros

 

Tipo Velocidad Alcance máximo
Mk.8 41 nudos 6.400 metros
Mk.24 24 nudos 27.400 metros

 

Nombre Propulsión Clase
Armas
HMS Spartan Nuclear Swiftsure
Torpedos: Mk 8 mod 4 y

Tigerfish mod. 0 *

HMS Splendid Nuclear Swiftsure
Torpedos: Mk 8 mod 4 y

Tigerfish mod.0 *

HMS Conqueror Nuclear Churchill
Torpedos: Mk 8 mod 4 y

Tigerfish mod.1

HMS Valiant Nuclear Valiant
Torpedos: Mk 8 mod 4 y

Tigerfish mod.1

HMS Courageous Nuclear Churchill
Torpedos: Mk 8 mod 4 y

Tigerfish mod.1

HMS Onyx Convencional Oberon
Torpedos: Mk 8 mod 4 y

Tigerfish mod.1

 

Observaciones: Tenga en cuenta que, debido a que solo portaban la versión inicial mod.0 del Tigerfish, limitada a su uso contra objetivos submarinos, las unidades HMS Spartan y HMS Splendid dependían exclusivamente del Mk.8 de trayectoria recta para su uso contra barcos.

Así pues, los submarinos nucleares británicos zarparon hacia el sur con una combinación de torpedos de trayectoria recta y misiles guiados desde buques. Los dos primeros submarinos en partir solo llevaban torpedos Tigerfish Mk.24 mod.0 de primera versión, sin capacidad antibuque, estando totalmente limitados al uso del Mk.8 contra objetivos de superficie.

En este caso, el HMS Spartan , el primero en dirigirse al Atlántico Sur, transportaba una carga de cuatro torpedos Mk.8 y ocho torpedos Tigerfish Mk.24 mod.0. Tras atracar en la base británica de Gibraltar, recibió otros siete torpedos Mk.8, seguido por el HMS Splendid, que partió directamente de su base en Escocia con una carga de nueve torpedos Mk.24 mod.0 y doce torpedos Mk.8. Otras unidades ya habían incorporado el Mk.24 mod.1 a su armamento.

Modelo Tigerfish Mk.24

El hundimiento del crucero ARA General Belgrano

El hundimiento del crucero argentino ARA General Belgrano fue un hito histórico, ya que fue el primer, y hasta ahora único, buque en servicio alcanzado y hundido en combate por un submarino de propulsión nuclear, además del segundo buque de superficie hundido por un submarino después de la Segunda Guerra Mundial. El primero fue la fragata india INS Khukri, hundida por el submarino pakistaní PNS Hangor durante la guerra indo-pakistaní de 1971.

El ARA General Belgrano (C-4) fue un crucero de la clase Brooklyn que sirvió en la Armada de los Estados Unidos como USS Phoenix CL 46, participando activamente en la Segunda Guerra Mundial. Este tipo de crucero, considerado ligero para los estándares de la Armada estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, tenía una eslora de 185,4 metros, una manga de 18,8 metros y un calado de 5,9 metros, con un desplazamiento en vacío de 9.575 toneladas, que alcanzaba las 12.242 toneladas a plena carga, convirtiéndolo en el mayor buque de guerra del conflicto, con la excepción de los portaaviones.

En la década de 1960, los argentinos llevaron a cabo una importante modernización de los sistemas de radar del buque, instalando radares modernos, entre los que destacaba el LW 01 neerlandés, caracterizado por su enorme antena situada en lo alto del mástil mayor. Este equipo le permitió al buque detectar objetivos aéreos a altitudes de hasta 30 000 m dentro de un impresionante radio de 259 km. Además de este equipo, se añadieron otros radares de origen norteamericano.

En 1967, tras la incorporación de radares, se instalaron dos lanzadores cuádruples de misiles Sea Cat en sustitución de dos montajes Bofors L/60 de 40 mm. El Sea Cat, un misil antiaéreo de corto alcance británico ampliamente utilizado en la época, contaba con una buena cantidad de recargas, entre 50 y 70, en el pañol de municiones. Sin embargo, el buque presentaba problemas con sus turbinas, lo que le impedía alcanzar velocidades superiores a los 18 nudos, muy por debajo de los 32 nudos para los que estaba diseñado.

Como crucero diseñado para el combate de superficie contra buques o defensa antiaérea, el ARA General Belgrando carecía de sonar propio y armas antisubmarinas, dependiendo enteramente de su escolta para su defensa. A pesar de contar con un helicóptero Alouette III a bordo, no estaba equipado para transportar torpedos antisubmarinos ni poseía sensores o equipos para tal fin, estando destinado únicamente a tareas de enlace y reconocimiento visual.

En la operación del 2 de mayo de 1982, el crucero argentino formó parte del Grupo de Tareas 79.3, que también incluía dos destructores, el ARA Bouchard D 26 y el ARA Piedrabuena D 29, ambos de la clase Allen M. Sumner. Al igual que el crucero, provenían de la Armada de los Estados Unidos y eran buques con capacidades antisubmarinas, aunque limitadas.

Como se ha informado ampliamente, este Grupo de Tareas 79 formaba parte de una maniobra de pinza de la Armada Argentina, que contenía otros elementos como el Grupo de Tareas 79.4 con tres corbetas clase A 69 y el Grupo de Tareas 79.1.2 con el buque insignia argentino, el portaaviones ARA 25 de Mayo , y dos destructores antiaéreos clase Tipo 42, el ARA Santíssima Trindade y el ARA Hércules.

Ambas unidades principales eran seguidas por submarinos nucleares británicos fuera de la zona de exclusión. En el caso específico del crucero argentino, su perseguidor era el HMS Conqueror , que empleaba una estrategia de persecución a gran profundidad y a la deriva. Esta consistía en navegar a gran velocidad, un rendimiento excepcional solo posible con propulsión nuclear, alcanzar la profundidad del periscopio a una velocidad baja y silenciosa de 5 nudos para actualizar la posición del objetivo, y luego sumergirse nuevamente a las profundidades para realizar la persecución a alta velocidad. Esto dificultaba el seguimiento por sonar debido a la distorsión en la propagación de las ondas sonoras causada por las capas térmicas. Mientras tanto, su presa, el crucero ARA General Belgrano, navegaba lentamente a solo 13 nudos en un suave zigzag, con sus escoltas ARA Bouchard y ARA Piedrabuena navegando por delante con los sonares apagados.

En el alto mando británico existía el temor de que el crucero y sus escoltas entraran en la zona donde se encuentra el banco "Burdwood", una elevación submarina que reduce la profundidad, debilitando así las ventajas de velocidad y maniobrabilidad del HMS Conqueror en profundidad , lo que hacía urgente que el submarino tomara la iniciativa.


HMS Conqueror

Los seis tubos lanzatorpedos del HMS Conqueror estaban cargados con tres torpedos Mk. 8 y tres torpedos Mk. 24 Tigerfish mod. 1 guiados por cable, que también tenían capacidad antibuque. Sin embargo, su comandante decidió atacar con los torpedos de trayectoria recta. Para ello, el HMS Conqueror necesitaba realizar una maniobra de aproximación y posicionamiento para disparar los tres torpedos en una salva en abanico e impactar al crucero. Si se hubieran elegido los torpedos guiados por cable, el ataque, en teoría, se habría producido a mayor distancia, eliminando la necesidad de la aproximación y la exposición del HMS Conqueror al alcance de los torpedos antisubmarinos Mk. 44 que portaban las escoltas.

Finalmente, el HMS Conqueror se aproximó al crucero a gran velocidad, adelantándolo en profundidad para posicionarse a su otro lado a profundidad de periscopio, donde inició la maniobra de tiro, lanzando los tres torpedos a una distancia muy corta, de aproximadamente 1200 metros. Dos torpedos lograron impactar en el crucero; uno de ellos alcanzó la proa, provocando una violenta explosión que la destrozó, dejando al buque completamente inutilizado. Sin embargo, la robusta construcción permitió que los mamparos blindados de la proa contuvieran la fuerza de la explosión, preservando los pañoles de munición de los cañones y evitando así una detonación catastrófica.


El submarino británico HMS Conqueror disparó el primero de sus torpedos Mk.8, que impactaron en la proa y la popa del crucero. La imagen fue tomada por el teniente Martín Sgut desde una de las barcazas.

El fatídico torpedo impactó en la sala de máquinas de popa, y la fuerza de la detonación también afectó al comedor donde parte de la tripulación estaba comiendo. Esta detonación causó la muerte de doscientos marineros. La explosión también dañó el sistema eléctrico del General Belgrano, impidiéndole enviar una señal de socorro por radio.

El agua que entró por el enorme agujero causado por la detonación de la ojiva Mk.8 no pudo ser bombeada debido al fallo eléctrico. Además, aunque el buque estaba en posición de combate, navegaba con las escotillas estancas abiertas. Como resultado, pronto comenzó a escorarse a babor y a hundirse hacia la proa. Veinte minutos después del ataque, el capitán del crucero ordenó a la tripulación abandonar el barco. Se lanzaron botes salvavidas inflables y la evacuación comenzó sin pánico; 770 tripulantes sobrevivieron al naufragio en aguas heladas con una temperatura ambiente de diez grados bajo cero, vientos de más de cien kilómetros por hora y olas altas.

El tercer torpedo, programado en el lanzamiento para viajar dos grados a la izquierda, falló su objetivo, pasando por delante de la proa del crucero y detonando posteriormente, causando daños menores en la popa del destructor argentino ARA Bouchard debido a la onda expansiva de la explosión cercana, probablemente causada por la espoleta magnética.

Tras el fin del conflicto, el único submarino convencional británico en el Atlántico Sur, el HMS Onyx, recibió la orden de hundir el casco del RFA Sir Galahad , que había sufrido graves daños en un ataque de la Fuerza Aérea Argentina. Las condiciones para el lanzamiento de los torpedos eran ideales; el Sir Galahad estaba inmóvil. Sin embargo, ninguno de los dos torpedos Tigerfish Mk. 24 mod.1 alcanzó el objetivo, y se informó que el fallo se debió a problemas con las baterías. Finalmente, el Sir Galahad se hundió con un torpedo Mk.8 bien dirigido.

El torpedo Tigerfish en Brasil

El torpedo Tigerfish Mk.24 recibió gran publicidad como arma moderna y de alta tecnología. Inicialmente, se desconocían sus problemas, por lo que pronto se exportó a Brasil y Chile, ambos países que operaban submarinos de la clase Oberon, diseñados y construidos en Gran Bretaña. En la Armada brasileña, los torpedos Tigerfish incluso se integraron en los submarinos de la clase Tupi, que reemplazaron a los de la clase Oberon.

En Brasil, el torpedo Tigerfish también causó problemas, según una entrevista con un comandante de submarino brasileño publicada en el sitio web Poder Naval el 23 de noviembre de 2023, durante un ejercicio de lanzamiento con un torpedo disparado por el submarino Humaitá: “Salió a la superficie y el comandante del submarino continuó navegando hacia él. Como estaba a profundidad de periscopio, terminó impactando en la vela, pero no hubo explosión porque el torpedo no estaba cargado de explosivos”. No hay más información sobre el incidente, pero en un escenario real, el arma podría haber destruido el propio submarino que lo lanzó.

Posteriormente, la Armada brasileña retiró el controvertido Tigerfish, reemplazándolo con el Mk. 48 estadounidense, considerado uno de los torpedos más fiables en la historia de la guerra submarina.

El submarino ARA San Luis y los torpedos alemanes SST-4 defectuosos.

ARA San Luis

Durante la guerra de las Malvinas en 1982, el submarino argentino ARA San Luis desempeñó un papel importante como una de las principales amenazas navales de Argentina contra la flota británica. Sin embargo, su eficacia se vio seriamente limitada por problemas técnicos con sus torpedos SST-4, lo que comprometió su capacidad de influir en el conflicto.

El ARA San Luis , un submarino de la clase Tipo 209 de fabricación alemana, era una nave moderna y una de las pocas plataformas de ataque naval argentinas capaces de operar sigilosamente contra las fuerzas británicas. Su misión principal era realizar ataques submarinos contra buques británicos que transportaban tropas y suministros a las Islas Malvinas, así como desestabilizar las operaciones de la fuerza naval del Reino Unido.

Tras el inicio de las hostilidades, el San Luis operó en la zona de exclusión marítima establecida por los británicos, buscando objetivos de alto valor como destructores, fragatas y portaaviones. Gracias a su capacidad para permanecer sumergido durante largos periodos y a su bajo perfil acústico, el submarino logró evadir la detección por parte de los aviones de patrulla y los modernos sistemas antisubmarinos de la flota británica.


SST-4


Diagrama de los ataques del ARA San Luis contra barcos británicos.

El armamento principal del ARA San Luis era el torpedo eléctrico SST-4, diseñado para ser silencioso y altamente efectivo en ataques a submarinos. Sin embargo, durante la campaña, el submarino sufrió fallos crónicos en este sistema de armas. Los torpedos SST-4 no funcionaron como se esperaba debido a problemas técnicos relacionados con un mantenimiento inadecuado, una calibración defectuosa y fallos en el sistema de guiado.

En varias ocasiones, el San Luis lanzó torpedos contra buques británicos, pero ninguno alcanzó su objetivo. Los informes indican que los torpedos sufrieron desviaciones inesperadas de su trayectoria o no lograron activar sus sistemas de detonación. Estos fallos provocaron la pérdida de oportunidades cruciales para atacar a la flota británica e infligirle daños significativos.

A pesar de su sigilo y capacidad para evitar ser detectado, la ineficacia de los torpedos SST-4 limitó considerablemente la capacidad del ARA San Luis para influir en el curso de la guerra. El submarino siguió representando una amenaza psicológica para los británicos, obligando a la flota a destinar importantes recursos a operaciones antisubmarinas. Sin embargo, al carecer de torpedos operativos, la amenaza no se tradujo en un impacto directo.

Arte 3D: ARA San Luis lanzando un torpedo

Por otro lado, los británicos invirtieron fuertemente en operaciones para localizar y neutralizar al San Luis , empleando fragatas, helicópteros Sea King equipados con sonar y aviones de patrulla marítima. A pesar de estos intentos, el San Luis logró seguir operando sin ser destruido, regresando a puerto al final del conflicto.

El desempeño del ARA San Luis en la Guerra de las Malvinas ejemplifica cómo la tecnología y el mantenimiento pueden influir directamente en el éxito de las operaciones militares. Si bien demostró la eficacia de su tripulación y del propio submarino para evitar ser detectado, las fallas en sus torpedos SST-4 impidieron que el submarino realizara ataques exitosos contra la flota británica. Esta experiencia puso de relieve la importancia de contar con sistemas de armas fiables y una logística de mantenimiento adecuada en los escenarios de guerra modernos.

Evolución de los torpedos SUT

Fuentes consultadas

Sitios

 

Libro

  • La guerra (que fue posible) por las Malvinas – César Augusto Nicodemus de Souza – Biblioteca del Ejército, 2013. ISBN 978-85-7011-542-3


domingo, 28 de septiembre de 2025

Malvinas: El ARA San Luis debajo del enemigo

El enemigo desde abajo: la patrulla de guerra del ARA San Luis durante la Guerra de las Malvinas de 1982

El impacto que tuvo el ARA San Luis en la Marina Real Británica

Por el subteniente Grant T. Willis, USAF || Naval Institute

Después de 1945, el uso de submarinos en operaciones de combate se ha limitado al juego del gato y el ratón de la Guerra Fría, con su introducción como plataforma de ataque sumergida guiada con precisión. En 1982, el submarino volvería a hacerse a la mar para hundir buques de guerra enemigos en una batalla convencional, pero estos submarinos no luchaban en nombre de las dos superpotencias de la época. La junta militar argentina, bajo el liderazgo del general Leopoldo Gualtieri, buscó unir a la nación y distraer a su gente de la agitación interna recurriendo a la causa nacional para recuperar las Malvinas, o, como las conocían los británicos, las Islas Malvinas.

Después de mucha presión diplomática de Argentina y reconocidas tensiones económicas y políticas en Gran Bretaña para recortar su gasto militar, la junta lanzó su invasión del archipiélago del Atlántico Sur el 2 de abril de 1982. La primera ministra británica Margaret Thatcher envió una fuerza de tarea naval, cuyo tamaño no se había visto desde la Crisis de Suez de 1956. Los argentinos, después de asegurar las islas con poca resistencia de una unidad ligera de 69 infantes de marina reales, tuvieron que preparar su defensa contra un posible intento de Gran Bretaña de recuperar las islas.

La probabilidad de guerra aumentó a medida que la fuerza de tarea de la Marina Real avanzaba más hacia el sur. Los tres submarinos británicos de propulsión nuclear estacionados en el área dieron la alarma para la flota argentina del almirante Jorge Isaac Anaya. La marina argentina estaba bien armada y era una de las mejores fuerzas navales de América del Sur. El almirante Anaya y su personal habían elaborado el plan para lanzar la invasión y lo presentaron a la junta y al general Leopoldo Gualtieri para su aprobación en 1981. La introducción de los submarinos nucleares de la Marina Real en el Atlántico Sur requirió la implementación inmediata de la invasión el 2 de abril.

Orden de batalla

Muchos de los que estudian la Guerra de las Malvinas de 1982 entienden las hazañas del ARA Santa Fe, un antiguo submarino de la clase Guppy de la Marina de los EE. UU. de la Segunda Guerra Mundial que sufrió graves daños y encalló durante el asalto británico a la isla de Georgia del Sur el 25 de abril. Sin embargo, el Santa Fe no fue el único submarino argentino que participó en combate durante el conflicto de las Malvinas.

Argentina también poseía varios otros submarinos, incluido un nuevo submarino diésel-eléctrico de ataque rápido Tipo 209 construido en Alemania Occidental, el ARA San Luis. El servicio submarino argentino tendría que combinar sus activos de flota y sus camaradas de la Fuerza Aérea y la fuerza aérea naval para intentar cortar la sangre vital de Gran Bretaña y recuperar con éxito las Malvinas en un asalto anfibio. Debido al mantenimiento y la falta de preparación para el mar, solo el San Luis y el Santa Fe estaban listos para el combate durante la Guerra de las Malvinas.1 Si el ARA Salta y el Santiago del Estero hubieran estado listos para el mar a tiempo para la Operación Rosario, tal vez hubieran podido aplicar más tensión y presión sobre los activos de guerra antisubmarina (ASW) de la fuerza de tareas británica.

Muchos de los mejores comandantes de submarinos de la flota argentina en ese momento estaban siendo entrenados en Alemania Occidental, lo que obligó a los oficiales de menor rango y menos experimentados a capitanear sus barcos en el conflicto más importante que los argentinos lucharían en su historia desde su declaración de guerra a la Alemania nazi en 1945.2 Aunque la historia militar de las fuerzas armadas argentinas ha sido ligera, los recursos que Buenos Aires podía aplicar a una guerra en el Atlántico Sur le dieron una ligera ventaja a un ejército argentino que podría, si se hacía correctamente, aplicar sus fuerzas con el máximo efecto en la fuerza de tarea entrante. La aplicación de estos recursos se vería obstaculizada por motivaciones políticas entre sus comandantes superiores y una falta de estándares de entrenamiento y mantenimiento.

Acerca de enfrentar a la flota

Para mantener el poder político en el continente y dentro de la junta, el almirante Anaya regresó su flota de batalla a su puerto de origen en la Base Naval de Puerto Belgrano. 3 Después del hundimiento del General Belgrano, sintió que retener sus buques de guerra restantes mantendría su posición política para ejercer influencia, en lugar de lanzarse a la situación más importante que la Armada Argentina haya enfrentado en su historia. Es fácil decir que la Marina Real hubiera aniquilado a la flota argentina; sin embargo, la combinación de aviones de ataque argentinos con base en tierra, misiles Exocet aéreos, marítimos y terrestres y un portaaviones, la fuerza de tareas de Thatcher, podría haber tenido un resultado mucho más costoso para la recuperación de las Malvinas de lo que experimentó. La fuerza submarina del almirante Anaya parecía ser el único activo de la flota que estaba dispuesto a utilizar en acciones ofensivas de la flota contra la Marina Real.

La patrulla de guerra del San Luis en la guerra del Atlántico Sur ha estado marcada por la controversia. Durante el conflicto, Gran Bretaña perdió seis barcos por bombas y misiles lanzados o lanzados por aviones de ataque argentinos con base en tierra. Estos impactos y hundimientos son, no obstante, notables si se considera la falta de entrenamiento o conocimiento de tácticas antibuque de los pilotos argentinos que volaron contra estos buques fuertemente defendidos. Sin embargo, la guerra en el mar no se limitó completamente al hundimiento del ARA Belgrano (Clase Brooklyn) por el HMS Conqueror (SSN clase Churchill). Después del hundimiento del Belgrano, el resto de la flota argentina fijó un nuevo rumbo hacia su base de origen en Mar del Plata, temiendo nuevos ataques de submarinos nucleares de la Marina Real y pérdidas de más buques capitales que podrían dañar el prestigio y los limitados activos de la junta.

La patrulla de guerra

El San Luis comenzó su patrulla para atacar a la fuerza de tarea al norte de las Islas Malvinas. Durante su única patrulla continua, reivindicó tres ataques con torpedos contra buques británicos. Afirmó haber disparado dos torpedos antisuperficie SST-4 de fabricación alemana y un torpedo antisubmarino Mark 37 estadounidense. Su primer ataque fue contra el HMS Yarmouth (fragata Tipo 12) y el HMS Brilliant (fragata Tipo 22). El ataque del San Luis no tuvo impactos y el buque sostuvo una batalla ASW decidida durante 20 horas, sobreviviendo a cargas de profundidad y un torpedo. El San Luis rompió el contacto y comenzó su segunda incursión el 8 de mayo contra un submarino británico. Doce minutos después de disparar su torpedo, el San Luis escuchó una explosión en el mismo rumbo de su objetivo; sin embargo, la Marina Real no afirmó haber sufrido pérdidas de submarinos durante el conflicto, y se especula que el torpedo del San Luis pudo haber tocado fondo. Su última incursión se llevó a cabo el 10 de mayo contra otros dos buques de guerra, disparando un torpedo contra el HMS Arrow (fragata Tipo 21) y el HMS Alacrity (fragata Tipo 21). Después de seis minutos, se escuchó una pequeña explosión en el rumbo de la fragata, y cuando el HMS Arrow recuperó su contramedida remolcada, fue evidente que había sido alcanzado.4

¿Qué salió mal?

Hubo muchos problemas con el rendimiento de los torpedos SST-4 que había disparado la tripulación del San Luis. Según un análisis de posguerra realizado por el Departamento de la Marina de los EE. UU. en septiembre de 1983:

La principal Fuerza de Tareas británica fue localizada y atacada sin éxito por el Tipo 209, San Luis. Ese submarino estuvo en el mar, y a veces en el área de la fuerza británica, durante aproximadamente 36 días. La amenaza de los submarinos argentinos fue una preocupación constante para el comandante de la Fuerza de Tareas británica, y se realizaron numerosos ataques contra presuntos contactos submarinos, con un gran número de armas ASW que se gastaron. En cualquier caso, el San Luis sobrevivió a todos los esfuerzos ASW británicos, pero al mismo tiempo no pudo infligir daño a la fuerza británica debido a problemas materiales.


Se ha identificado al submarino como alguien que disparaba sus municiones a demasiada profundidad, con un sistema de control de fuego obsoleto que requería que la tripulación calculara sus soluciones manualmente; cables rotos después de que se dispararan los torpedos, lo que impidió la capacidad de dirigir a los peces hacia sus objetivos; la falta de preparación de los SST-4 en los tubos de la sala de torpedos, que no permitían que los torpedos se armaran solos después de dispararse, y una tripulación inexperta.5 Todos estos factores se combinaron para permitir que los buques objetivo escaparan de los ataques del San Luis. Los ataques fueron pobres, pero el hecho de que el San Luis pudiera hacer estas aproximaciones contra lo mejor de la Royal Navy muestra cuán diferente podría haber sido el resultado si el San Luis hubiera estado completamente aprovisionado y preparado para operaciones de combate.

Sin embargo, es significativo que estos ataques y batallas ASW tuvieran lugar. Un submarino de diseño y fabricación alemana había disparado torpedos reales en señal de ira contra buques de guerra de la Royal Navy de Su Majestad por tercera vez en el Atlántico durante el siglo XX. Esta vez, los submarinistas de esta versión latinoamericana de Das Boot habían tenido un golpe de suerte, ya que lograron eludir los decididos ataques con cargas de profundidad y torpedos de la Royal Navy y regresaron a casa sin un rasguño.

Resultados

El 14 de junio de 1982, la Union Jack volvió a ondear sobre Puerto Stanley mientras la guarnición argentina bajo el mando del general Menéndez se rendía. La conmoción y el daño al orgullo nacional argentino dieron como resultado el regreso de la democracia a Buenos Aires, el rechazo del régimen militar y la aplicación por parte del gobierno de la “guerra sucia”, o reinado del terror contra los disidentes del régimen de la junta. Aunque Argentina perdió la guerra, había recuperado su democracia. Para el gobierno de la primera ministra Thatcher, su supervivencia política estaba asegurada y la guerra provocó un aumento del orgullo y el prestigio británicos.6 Lo que comenzó como una humillación nacional había resultado en éxito y redención. La Marina Real sobrevivió y los recortes a sus capacidades y tamaño terminaron debido a la demostración cinética de su importancia para mantener el poder internacional de Gran Bretaña.
Lo que podría haber sido

El resultado de la Guerra de las Malvinas habría sido muy diferente si los torpedos del San Luis hubieran funcionado y golpeado correctamente solo se puede especular. Si las bombas de la fuerza aeronaval y aérea argentina hubieran que impactaron hubieran detonado, tal vez más de nueve barcos podrían haberse hundido. Si el portaaviones ligero ARA Veinticinco de Mayo hubiera podido lanzar un ataque contra los portaaviones británicos con sus diez A-4Q Skyhawks en lugar de abortar debido al mal tiempo y si los torpedos del San Luis hubieran funcionado como se esperaba, la Marina Real podría haber sufrido una humillante derrota a manos de los argentinos. Todos estos factores coincidieron con el hecho de que los británicos tenían poco o ningún avión de alerta temprana y tuvieron que depender de fuerzas especiales, submarinos y radares a bordo de los barcos para detectar aviones que se acercaban en vuelo bajo.

Muchas situaciones contrafácticas posibles podrían resultar en la derrota de un intento británico de recuperar las islas, pero la lucha fue decidida por hombres dispuestos a hacer un esfuerzo extraordinario a pesar del terreno difícil, el clima y las largas distancias. La guerra en el mar puede parecer una cosa de película con capitanes tranquilos y calculadores que atraviesan el periscopio, como cazadores que acechan a sus presas en alta mar, pero guerras como la de las Malvinas aún muestran el papel clave que los submarinos y sus intrépidas tripulaciones pueden desempeñar en la guerra moderna. Hoy, mientras miramos hacia el futuro del combate sumergido, las grandes potencias y sus armadas pueden aprender lecciones valiosas del Atlántico Sur y las hazañas de sus veteranos como el San Luis.

Mirando hacia el futuro desde las Malvinas

En el futuro, los submarinos seguirán desempeñando un papel fundamental en la guerra de expedición, así como en entornos de antiacceso/denegación de área (A2/AD). La combinación de poder aéreo naval y terrestre en un entorno de expedición es un componente clave de las amenazas que enfrentan hoy Estados Unidos y sus aliados del Pacífico. Los oficiales militares estadounidenses deben ser conscientes de la importancia de comprender e integrar todos los dominios de la guerra para mantener la superioridad en los puntos calientes. El Mar de China Meridional, el Pacífico occidental y las aguas del Golfo Pérsico pueden brindar futuras oportunidades para que los buques diésel eléctricos, junto con los submarinos submarinos más modernos, demuestren la importancia de mantener en perfecto estado los procedimientos de guerra antisubmarina, logística, mantenimiento y alerta temprana en tiempos de paz para prepararse para posibles acciones de enfrentamiento y conflictos de mayor alcance. Tal como el Duque de Wellington describió su victoria sobre Napoleón Bonaparte en Waterloo, la Guerra de las Malvinas fue, en efecto, “una cosa condenadamente buena, la más reñida que hayas visto en tu vida”.


Referencias

1. Steven R. Harper,  “Submarine Operations during the Falklands War,” Department of Operations Paper, Naval War College, 1994.

2.Harper, “Submarine Operations during the Falklands War.”

3. Maciej Jonasz “Falklands War: Why Did Argentina Fail?” Modern War, n.d.

4. Harper, “Submarine Operations during the Falklands War.”

5. Harper, “Submarine Operations during the Falklands War.”

6. Bogdanor, Vernon. “The Falklands War, 1982 .” Gresham College, 6 April 2016.




sábado, 24 de mayo de 2025

Malvinas: Los submarinos enfrentados

Submarinos en la Guerra de las Malvinas

Poco después de que Argentina invadiera la isla de Georgia del Sur a finales de marzo de 1982 y al mismo tiempo que llevaba a cabo la Operación Rosario a principios de abril para apoderarse de las islas Malvinas, Inglaterra envió sus primeros submarinos de ataque de propulsión nuclear al Atlántico Sur para ejercer una zona de exclusión marítima (ZET) de 200 millas alrededor de las islas.

En 3 semanas, los submarinos ya estaban en la zona de operaciones y llegaron mucho antes que los demás barcos, incluido el transporte de fuerzas especiales del SBS.

El primer submarino nuclear británico enviado a las Malvinas fue el HMS Spartan, el 1 de abril, que zarpó de Gibraltar, donde recibió una recarga de torpedos.

Dos submarinos nucleares más partieron de Faslane en Escocia, el HMS Splendid y el HMS Conqueror. El HMS Splendid fue asignado a cazar al portaaviones argentino ARA 25 de Mayo.

Según el comandante del submarino, el portaaviones argentino estaba “en sombra” y estaba en la mira de su periscopio. La única razón por la que no fue hundido fue porque no hubo tiempo suficiente para confirmar la posición del objetivo en relación a la zona de exclusión y obtener autorización para el ataque y terminó perdiendo contacto.



HMS Conqueror

El submarino HMS Conqueror, que zarpó el 4 de abril, fue el responsable del hundimiento, el 2 de mayo de 1982, del crucero argentino ARA General Belgrano, que navegaba fuera de la zona de exclusión marítima impuesta por Londres.


Mapa que muestra la zona de exclusión marítima y la ubicación del ARA Belgrano cuando fue detectado por primera vez y luego hundido

El submarino argentino ARA San Luis, un IKL-209 de construcción alemana, dio problemas a las fuerzas británicas, al punto de que agotaron sus reservas de armamento antisubmarino en falsos contactos.

Pero el ARA San Luis no pudo realizar ningún ataque exitoso debido a fallas de los torpedos.

El único otro submarino argentino operativo, el ARA Santa Fe clase “Balao” de la Segunda Guerra Mundial, fue alcanzado por fuerzas británicas frente a la isla Georgia del Sur y luego se hundió en el muelle.


ARA San Luis y el portaaviones ARA 25 de Mayo al fondo

sábado, 10 de mayo de 2025

Malvinas: La cacería del ARA San Luis

La guerra submarina en las Malvinas: el día que los ingleses quisieron 'cazar y destruir' al ARA San Luis

ARA San Luis

Los 36 hombres del submarino argentino vivieron las horas más tensas y difíciles cuando fragatas y helicópteros británicos buscaban su hundirse. El contacto de los sonares, el torpedo lanzado por el San Luis contra la fragata HMS Brilliant y la orden del contralmirante Woodward: 'Encuéntralo y tráeme su sombrero'

Por Mariano Sciaroni

Domingo de Resurrección, 11 de abril de 1982 . En la Base Naval de Mar del Plata, el submarino ARA San Luis aprovechó la oscuridad y la densa niebla para deslizarse hacia mar abierto y dirigirse a la guerra.

El submarino, aunque era un barco moderno, tenía algunas deficiencias y problemas, que se agravarían a los pocos días, cuando quedó fuera de servicio, entre otras cosas, el ordenador de control de tiro que automatiza los cálculos de disparo de torpedos.

Lo mejor que tuvo el ARA San Luis fueron sus 36 hombres. Si bien algunos roles carecían de experiencia, a ninguno le faltaba dedicación y coraje. Estos grandes hombres, de hecho, estaban bajo el mando de un líder indiscutible: el comandante Fernando María Azcueta.

Aunque se reforzaron las medidas de seguridad y la salida se produjo en un momento de poca visibilidad, los movimientos del ARA San Luis no eran un secreto para las fuerzas británicas que se acercaban a las Malvinas.

Sabían perfectamente cuándo iba a zarpar y, a los pocos días, sabrían hacia dónde se dirigía: hacia la zona de MARIA, una zona de patrullaje al norte de las Islas Malvinas.



Zonas de patrullaje del ARA San Luis

La información posiblemente provenía de espías del CGHQ (Government Communications Headquarters o Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno Británico) en los suburbios de Cheltenham, Inglaterra, quienes habían descifrado los códigos argentinos con ayuda de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) de Estados Unidos.

De hecho, todas las máquinas de cifrado Crypto AG de la Armada Argentina fueron “intervenidas” por los servicios de inteligencia y, por lo tanto, cada comunicación secreta fue leída sin mayores problemas. Pero nadie lo sabía en ese momento.

A su vez, la comunicación pudo haber sido captada por alguna de las estaciones de escucha terrestres (Ascension, Chile o incluso, según rumores, dentro de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires), por el barco “antártico” HMS Endurance, o por un satélite estadounidense conocido con el nombre en clave Vortex (fue el tercero de la serie), cuya misión original era interceptar las comunicaciones estratégicas de las fuerzas armadas soviéticas.

Con estos datos se planeó destruir el ARA San Luis antes de que se acercara a las islas, ordenando al submarino nuclear HMS Spartan que lo encontrara y lo hundiera. Esa era la principal tarea para la que fueron diseñados estos submarinos “Hunter-Killer”: destruir otros submarinos. Pero no pudo. San Luis logró escapar.


El capitán Fernando María Azcueta habla con sus hombres. La barba denota que el submarino ya llevaba muchos días en el mar.

El 1 de mayo el San Luis navegaba sumergido a muy baja velocidad, casi en el centro del Área MARÍA. Durante varias horas estuvo navegando de este a sureste, con su tripulación alerta a lo que pudiera suceder.

A las 7:55, el teniente de fragata Alejando Maegli se encontraba de servicio en el submarino cuando el sonar le informó: “Señor, tengo un contacto”. San
Luis se preparaba para la acción.

En el sonar se escuchó un “ruido lejano”, provenía del azimut 079 y fue clasificado como un helicóptero. Poco después, en un sentido similar, se empezaron a captar las emisiones de sonar, el famoso “ping” que se ve en las películas.

Todo era tensión dentro de San Luis .

A las 9:40 apareció otro contacto y comenzó a seguirlo. Posteriormente, utilizando el audio del sistema, se clasificó como fragata Tipo 21 o Tipo 22. Se estimó que el barco utilizaba un sonar Tipo 184, que los marineros argentinos no eran ajenos, ya que los destructores ARA Hércules y ARA Santísima Trinidad tenían equipos similares. Se observó que el barco navegaba a 18 nudos. Asimismo, desde distintas direcciones se detectaron otras emisiones de sonar.

Afuera había mucha actividad.

Luego, el comandante ordenó al objetivo que se acercara, aumentando temporalmente la velocidad para acortar la distancia. Intentaría destruirlo utilizando uno de los torpedos alemanes SST-4 (inteligentes) que llevaba.


ARA San Luis (S32) en su base, con el portaaviones ARA 25 de Mayo al fondo

Azcueta y su tripulación, con esa actitud, se unieron por la puerta grande a un selecto número de héroes militares de la nación argentina: en un barco en apuros, en aguas poco profundas, decidieron ir en busca de los peores enemigos de los submarinos, fragatas y helicópteros. No rehuyeron la pelea, pero, aunque sabían que probablemente no saldrían con vida, entraron en la guarida de los leones.

Cuando Azcueta estimó que podía impactar contra la nave enemiga, expuso el periscopio de ataque por segundos, pero no vio absolutamente nada porque había una niebla que hacía borrosa la visión.

Como explica el comandante del submarino:

“Sólo expuse el periscopio una vez, durante un período muy corto, durante la aproximación previa al lanzamiento. Una mirada sin detectar el objetivo. Fui muy conservador con el periscopio porque la superficie del mar era como un lago (Mar 0), las peores condiciones para exponer los mástiles. No vi el objetivo, pero el alto valor de velocidad de marcado (3 grados por minuto) me llevó a la conclusión de que estaba cómodamente dentro del alcance de los torpedos. En ningún momento transmití con sonar activo, esto hubiera revelado mi posición”.

A las 10:05 am, cuando se estimaba que el objetivo estaba a una distancia de poco menos de 9.500 yardas (unos 8,7 km), ordenó que se lanzara un torpedo SST-4 manualmente y en modo de emergencia (la única forma posible, de hecho). En ese momento, el submarino se encontraba a una profundidad de 30 metros, con un rumbo de 040° y un acimut objetivo de 015°.


Arte 3D: ARA San Luis lanzando torpedo

Azcueta explicó en Diario de Guerra el motivo de un lanzamiento a tal distancia:

“Decidí realizar este lanzamiento a larga distancia considerando que… el recorrido del torpedo se reducirá considerablemente (dado que el objetivo y el submarino se estaban acercando) y que, dada la proximidad del helicóptero, sería necesario iniciar maniobras evasivas. en cualquier momento."

Para facilitar el guiado del torpedo, el capitán Azcueta ordenó entonces que se pararan los motores (el submarino tenía una velocidad de 4 nudos). Cuando el torpedo se alejó, el silencio dentro y fuera del San Luis fue total.


Cabo Primero José Claudio Tureo (izquierda) sentado frente a la computadora de control de fuego (rota) y Cabo Primero Oscar Alberto Serrano frente a la consola de sonar pasivo Atlas AN-525 A6, durante operaciones de combate en 1982

Dos minutos más tarde, Fernando Azcueta se dio cuenta de que el objetivo se había movido y ordenó corregir suavemente la trayectoria del torpedo hacia su derecha. El torpedo recibió la orden pero, momentos después, se recibió la señal de “cable cortado” en el ordenador de disparo. El equipo de sonar también corroboró esta información, indicando que se escuchó un “golpe en el casco”.

Esto no quiere decir que el torpedo se haya perdido, ya que a partir de ahí sigue su trayectoria programada (que es la que el submarino puede modificar con el cable guía) y, al llegar a su destino, comienza a utilizar su propio sonar para el ataque final, como explicó el entonces Teniente de Armada Ricardo Alessandrini, Jefe de Armamento del submarino:

“El torpedo tiene un sonar en la proa… esto significa que si se corta la comunicación entre él y el submarino, el objetivo no se perderá. Si el cálculo se hace correctamente, el torpedo también debería ir al objetivo y los datos eran buenos para nosotros, pero podrían haber sido mil factores. Lo real y concreto es que no hubo ninguna explosión.



Torpedo SST-4 siendo cargado en un submarino argentino Tipo 209

Precisamente, transcurridos 44 minutos, el recorrido máximo esperado del torpedo, no se produjo ninguna explosión.

El problema de la guía afectó a los lanzamientos del San Luis durante el conflicto y también a los lanzamientos de entrenamiento de su barco gemelo, el ARA Salta. Los estudios de posguerra determinaron que “el torpedo debe salir del tubo con un mando de profundidad igual o mayor que la profundidad de la quilla del submarino.

Lo que pasa es que si sales a menos profundidad, el barco pasa por encima del cable y lo corta”.

Sin embargo, como al disparar en situación de guiado de emergencia (como hizo el San Luis ), el torpedo automáticamente se prepara para navegar a 12 pies de profundidad, lo cierto es que siempre en estos casos, y al cabo de unos minutos, el cable se corta. Nadie en la Armada Argentina conocía esta información.


Portaaviones HMS Hermes

Poco después, el comandante del submarino cambió de rumbo hacia el suroeste a baja velocidad. Los contactos del sonar se hacían más fuertes, al igual que los ruidos típicos de los helicópteros que sumergían su sonar. Cabe señalar que el objetivo sobre el que se había lanzado se había perdido enmascarado por los sonidos del propio torpedo del submarino.

El San Luis había lanzado el torpedo contra barcos cuya misión, nuevamente, era encontrarlo y destruirlo.

Desde el portaaviones HMS Hermes, el contralmirante John Foster “Sandy” Woodward, comandante de la Task Force, había encargado la fragata Tipo 22 HMS Brilliant (con sus dos helicópteros Lynx HAS.2) y la más antigua fragata Tipo 12 HMS Yarmouth (con sus dos helicópteros Lynx HAS.2) y la más antigua fragata Tipo 12 HMS Yarmouth (con un solo helicóptero Wasp HAS.1) para abandonar el núcleo del Task Force y dirigirse al área de MARIA. La orden de Woodward a los barcos fue inusual pero específica: "Vayan a buscarlo y tráiganme su sombrero".

A esta misión antisubmarina también se asignaron tres helicópteros Sea King HAS.5 del Escuadrón Aéreo Naval 826, también con base en el Hermes.

Los Sea Kings, anticipando un largo día de operaciones, llevaron cada uno una tripulación de reemplazo de cuatro hombres, quienes desembarcaron las dos fragatas. Se repostarían desde barcos: al no poder aterrizar en ellos (debido al tamaño del vuelo), volarían cerca de ellos y estarían conectados con una manguera para pasar el combustible.


La orden de Woodward a los barcos fue inusual pero específica: "Vayan a buscarlo y tráiganme su sombrero".

Dos fragatas y seis helicópteros para encontrar un submarino en una zona pequeña y poco profunda.

El primer ataque fue desde el submarino. Pero ineficaz. Ahora fue el turno de los ingleses.

La Royal Navy se especializaba en la guerra antisubmarina y era sin duda el líder mundial en este campo. Su desventaja era que estaba preparado para luchar contra submarinos soviéticos grandes y relativamente ruidosos en un entorno geográfico que le resultaba familiar.

En este caso, su oponente era un pequeño y silencioso submarino, comandado por expertos en las extrañas aguas del Atlántico Sur. Para empeorar las cosas, las aguas alrededor de las islas estaban llenas de viejos naufragios, que confundían a los sonares y detectores de anomalías magnéticas.

Por tanto, las frustraciones británicas aumentaron. Se decidió investigar cada contacto, ya fuera con los sonares de las fragatas (el HMS Brilliant tenía uno de los más modernos de la flota) o con los detectores de anomalías de los helicópteros Sea King (dos de ellos los tenían instalados) y cada objetivo que pareciera como un submarino sería al por mayor.

Por lo tanto, comenzaron a caer explosivos cerca del San Luis.


Un helicóptero británico Sea King HAS.5 del Escuadrón Aéreo Naval 820) lanza un torpedo antisubmarino durante los ejercicios.

A las 12:00 horas, en plena tensión (ruidos de helicópteros, detonaciones, pitidos de sonar), se escuchó lo que nadie quería escuchar, cuando el operador del sonar, el Suboficial Ernesto Errecalde, gritó “Torpedo en el agua”. Un helicóptero (posiblemente uno de los Lynx HAS.2) había lanzado un torpedo contra el San Luis.

Azcueta, sin dudarlo, ordenó “máxima velocidad de avance”, lo que provocó que el submarino comenzara a vibrar.

Mientras tanto, el operador del eyector de señales, cabo mayor González, lanzó dispositivos productores de burbujas para distraer y desorientar al torpedo, conocido popularmente como Alka-Seltzer en la Armada Argentina. Después de lanzar los dos señuelos (el San Luis llevaba una carga de 24), el capitán ordenó que se pararan los motores y que el submarino virara a babor.

Sin embargo, mientras completaba esta maniobra, el operador del sonar informó algo que detuvo a todos en seco: “Torpedo cerca de popa”.

En ese momento, el torpedo fue escuchado claramente por toda la tripulación: “Lo escuchamos como si fuera el motor de una moto, pero bajo el agua”, dijo el entonces teniente de fragata Jorge Fernando Dacharry, jefe de electricidad del San Luis .

El cabo mayor Alberto Fernando Poskin descansa en su puesto de combate, durante una pausa en las operaciones

Todo indicaba que el torpedo impactaría en el San Luis, lo que generó un enorme ambiente de tensión en el interior. Todos morirían. El cabo principal Alberto Fernando Poskin recuerda estos momentos:

“Por unos segundos me dediqué a disfrutar del miedo. Un sentimiento que había tenido muchas veces antes, pero esta vez tenía el potencial de ser el último. Y quisiera decirles que fue el mejor y más memorable de todos mis miedos porque es como si el alma se relajara, tomara una actitud diferente y se dejara llevar por el momento. El momento de la entrega final”.

Sin embargo, diez segundos después, el operador del sonar (que se encontraba a pocos metros del cabo Poskin) informó: “El torpedo pasó al otro lado”. El arma enemiga había fallado.

Y todos dieron un suspiro de alivio. Tenían otra oportunidad.

El Capitán Azcueta recuerda estos momentos y explica el por qué de sus órdenes:

“Ante la información sobre el torpedo, ordené a las máquinas avanzar a Flanco (máxima potencia) en una maniobra denominada “batería por batería”. Esto significa oponer la batería del barco a la batería del torpedo, con la esperanza de que el torpedo se quede sin energía antes de llegar al submarino. En estas condiciones, era poco probable que mi intento fuera efectivo, aunque me permitiría abrir cierta distancia. Inmediatamente lanzamos blancos falsos para intentar seducirlo. Al cabo de unos minutos ordené que se detuvieran las máquinas, giré a estribor, cambiando de profundidad, silenciosamente, en una especie de espiral descendente. Tampoco había mucho margen en relación al fondo, ya que navegábamos en aguas poco profundas. Creo que, sobre todo, tuvimos suerte”.

Desde allí se escuchaban constantes explosiones. El submarino cambió su rumbo varias veces, pero su sonar ya estaba escuchando la presencia de barcos cercanos. Su comandante, sin muchas opciones, decidió aterrizar en el fondo, lo que hizo a las 4:25 p.m. Fue en aguas poco profundas (unos 50 metros) a pocos kilómetros al norte de las Malvinas.


Arte 3D – ARA San Luis escapa de un torpedo que le lanzaron

El cabo Poskin recuerda:

“En cierto momento, el Comandante ordena que las máquinas se detengan y que “aterricemos” al fondo. Cuando la velocidad disminuyó (aproximadamente 6 nudos) tocamos el fondo del mar con la proa, pero el barco empezó a elevarse nuevamente, en el momento de “tocar”. El cabo primero Damián Washington Riveros, sin orden alguna e iluminado por Dios, hizo que en el momento exacto del impacto en el fondo, abriera las válvulas de compensación del tanque de torpedos de proa, provocando que se inundaran. Esto provocó que el submarino quedara “pesado” en la proa, produciendo una serie de 4 o 5 rebotes en el fondo marino, evitando ciertos daños en la hélice y los timones. Si eso sucediera, nunca nos hubiéramos ido de allí”.

El submarino permaneció en el fondo hasta las 21:05 horas. Para ahorrar oxígeno y también para descansar a sus hombres, el comandante ordenó que, mientras estuvieran en el fondo, la tripulación abandonara sus puestos de combate y permaneciera en sus camas.

Las explosiones continuaban por todas partes, el comandante sabía que muchas de las explosiones que se escuchaban eran cargas de profundidad o fuego de mortero antisubmarino, pero otras eran pequeños explosivos, lanzados con fines disuasorios. “Pero no nos disuadieron”, como filosofó el capitán Azcueta después de la guerra.



HMS Brilliant – F90

Sin embargo, el Brilliant, el Yarmouth y los helicópteros ya no se encontraban en las proximidades del San Luis, sino unos kilómetros al norte. A las 8:45 pm, después de decenas de ataques, se ordenó a ambos barcos que regresaran a la seguridad de la flota principal. Los helicópteros ya habían regresado un poco antes.

El comandante John Coward de
Brilliant (fallecido en mayo de 2020) recuerda ese largo día:

“Sabía que estaba en el fondo y que todo el lugar estaba lleno de viejos barcos balleneros. Si encontráramos algo, volaríamos en un helicóptero equipado con un detector magnético. Pero no tenía suficientes bombas y muy pocos helicópteros con detectores de anomalías magnéticas. El lugar también estaba lleno de ballenas, que emitían enormes ecos en el sonar. De vez en cuando aparecía una ballena, soplaba y una bandada de gaviotas se reunía a su alrededor, apareciendo como un rápido destello en el radar. Todo el mundo decía: "Dios, debe ser un submarino", y lanzamos algunos torpedos a cosas así. En definitiva, fue una frustración total, pero mirando hacia atrás tengo la sensación de que uno de esos naufragios fue el San Luis”.


Submarino argentino ARA San Luis emerge a la superficie

Posiblemente uno de estos naufragios fue el San Luis . Pero no pudieron hacer nada al respecto.

Fuerzas británicas utilizadas en total:

  • HMS Brilliant : un torpedo Mk.46 y un torpedo Mk.44
  • HMS Yarmouth : Siete salvas de mortero antisubmarino Limbo
  • Helicóptero Lynx (del HMS Brilliant , finalmente solo participó uno de ellos): Dos torpedos Mk.46
  • Helicóptero Wasp (del HMS Yarmouth ): una carga de profundidad Mk.11
  • Tres helicópteros Sea King: dos torpedos Mk.44 y tres cargas de profundidad Mk.11

A las 23.45 horas, el San Luis , que ahora navegaba muy lentamente en dirección Este-Sureste, fuera del Área MARIA, tuvo su última detección, que se consideró que se trataba de helicópteros. Había emisiones de sonar hacia el sur, que su comandante estimó que procedían de barcos de superficie, y también hacia el norte, pero estas últimas eran distantes y débiles.

Se ordenaron nuevamente los “puestos de combate” y se inició un acercamiento a los objetivos del sur. Sin embargo, poco después se consideró que a esa velocidad nunca se alcanzarían los objetivos, salvo que hubiera una carrera de alta velocidad. Pero las baterías estaban al 73% y el nivel de dióxido de carbono alcanzaba un peligroso 2%.

Por lo tanto, el intento de llegar hasta ellos fue abandonado, sobre todo, como señaló el comandante, “con una tripulación cansada del acoso”.


El teniente de fragata Maegli responsable de las comunicaciones del submarino, en el periscopio junto al capitán de fragata Fernando Azcueta, comandante del San Luis

Se acabó el día. El submarino aterrizó nuevamente en el fondo, donde continuó detectando emisiones de sonar y, a las 5:15 horas del día 2, expuso su snorkel y sus antenas, para renovar el aire, cargar las baterías, recibir información y reportar los resultados de sus ataques. Dentro de San Luis, el enfermero de Cabo Primero, Rafael Guaraz, escribió en su diario personal:

“…Creo que el 1 de mayo de 1982 quedará grabado en mi mente y en la de todos los que estamos aquí como el día más largo, más angustioso, infeliz y desesperado de cuantos hemos vivido hasta ahora. Nunca hasta ahora me había sentido tan cerca del final como ayer. Esta cacería duró todo el día y se prolongó hasta la madrugada de hoy (2 de mayo). Estábamos muy cerca de la costa y rogamos a los aviones de Malvinas que nos ayudaran, pero no sabíamos que allí también había feroces combates, aunque era una de nuestras suposiciones por la falta de apoyo. Nos enteramos de todo lo que pasó esta mañana cuando fuimos a bucear y escuchamos las noticias en la radio”.

Aunque el submarino no pudo hundir ningún barco, tampoco pudieron encontrarlo.

El capitán Azcueta aún conserva hoy su gorro de submarinista. Ningún británico podría jamás encontrar el San Luis , y mucho menos robarle el sombrero de comandante.

FUENTE : Infobae (texto reproducido con autorización del autor)

NOTA DEL EDITOR : El artículo anterior resume los hechos descritos en el excelente libro “Ve a buscarlo y tráeme su sombrero”, del estudioso argentino Mariano Sciaroni y el británico Andy Smith. La obra proporciona información inédita sobre las operaciones de caza del submarino argentino ARA San Luis durante la Guerra de Malvinas en 1982, los equipos utilizados por ambos bandos e informes de los militares involucrados. Para completar el trabajo, los autores tuvieron acceso a numerosos documentos desclasificados por los británicos a través de la Ley de Libertad de Información. Haz clic en la imagen del libro para comprarlo en Amazon.