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martes, 9 de septiembre de 2025

Conflictos africanos: La batalla de Kinshasa


La batalla de Kinshasa


En nuestras latitudes, la imagen de los combatientes africanos suele reducirse a la de milicianos drogadictos y sanguinarios que se enfrentan por oscuras rivalidades étnicas. Sin duda, películas como El Señor de la Guerra o Diamante de Sangre reflejan la realidad; el Frente Unido Revolucionario de Foday Sankoh en Sierra Leona o el Ejército de Resistencia del Señor de Joseph Kony en Uganda no son invenciones de cineastas occidentales necesitados de clichés. Sin embargo, un vistazo a las guerras que han azotado el África subsahariana también revela la existencia de instituciones militares capaces de llevar a cabo operaciones complejas y ambiciosas. La batalla de Kinshasa, durante la cual se enfrentaron tropas de varios países africanos, es reveladora en este sentido.

Adrián Fontanellaz || L'Autre Cote de la Colline



De una guerra a otra

El genocidio de Ruanda en 1994 envió ondas de choque que finalmente llevaron a la caída de uno de los últimos dinosaurios de la política africana: Mobutu Sese Seko. En mayo de 1997, la Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo (AFDL) entró en la capital zairense mientras el podrido edificio de la dictadura de Mobutu se derrumbaba. Liderado por Laurent-Désiré Kabila, un hombre entonces prácticamente desconocido, el movimiento AFDL enmascaró una coalición de actores congoleños y extranjeros cuyo denominador común era el deseo de deshacerse del dictador zaireño. De hecho, la caída del viejo leopardo habría sido imposible sin el Ejército Patriótico Ruandés (APR), que proporcionó la columna vertebral de las fuerzas de la AFDL. Ruanda había intervenido en Zaire con el objetivo inicial de desmantelar los campos de refugiados que servían de retaguardia para las antiguas Fuerzas Armadas Ruandesas (FAR) y la Interahamwe, quienes se infiltraban en Ruanda con el objetivo final de recuperar el poder perdido tras su derrota en 1994. Con Mobutu apoyando a las fuerzas del antiguo gobierno ruandés, los líderes de Kigali decidieron derrocar al mariscal zaireño. Uganda y Angola se apresuraron a participar en la operación, aprovechando la oportunidad para atacar las bases de retaguardia de sus respectivas oposiciones armadas. Las Fuerzas Armadas Zairenses (FAZ) no fueron inmunes a la decadencia generalizada característica del Zaire de Mobutu y se mostraron incapaces de detener, o incluso frenar, a la AFDL, a pesar del reclutamiento de último minuto de mercenarios franceses y serbios. Kinshasa cayó menos de un año después del inicio de las hostilidades, y Zaire se convirtió en la República Democrática del Congo (RDC).



Soldados de la AFDL poco antes de entrar en Kinshasa (Reuters)


Tras llegar al poder, Laurent-Désiré Kabila pronto se vio en el centro de un mar de demandas contradictorias provenientes de la opinión pública congoleña, sus aliados extranjeros, la antigua oposición política a Mobutu, pero también de la AFDL, también dividida en tendencias diversas y antagónicas, mientras las arcas del Estado estaban vacías. Las nuevas Fuerzas Armadas Congoleñas (FAC) fueron un buen ejemplo de esta complejidad en este sentido. Gran parte de la cúpula estaba compuesta por oficiales ruandeses, mientras que algunas unidades estaban integradas por soldados banyamulenge, tutsis procedentes de varias oleadas sucesivas de emigración a Kivu, que habían mantenido estrechos vínculos con su patria. Pero las FAC también habían reintegrado a antiguos soldados de Mobutu y a unidades katanguesas, herederos lejanos de los Tigres de Katanga que se habían refugiado en Angola durante la década de 1960. En resumen, los cimientos del nuevo poder eran inestables. Sin embargo, las contradicciones entre las expectativas de Kigali y Kampala, por un lado, y las de Laurent-Désiré Kabila, por otro, pronto se hicieron evidentes. Este último, un nacionalista sincero, resultó ser un aliado mucho menos dócil de lo que el primero esperaba. Sintiéndose amenazado, el jefe de Estado congoleño se acercó a sus partidarios katangueses en detrimento de los ruandeses y los banyamulenge. Las tensiones se intensificaron durante el verano de 1998, en un contexto de descontento popular con los ruandeses. El comandante James Kabarebe, oficial ruandés de origen congoleño y antiguo hombre de confianza de Paul Kagame, entonces vicepresidente ruandés, fue destituido de su cargo como jefe de Estado Mayor de las FAC el 13 de julio de 1998. Posteriormente, el 27 de julio, se ordenó a los militares ruandeses y ugandeses abandonar el país, y el presidente congoleño anunció el fin de la cooperación militar con estos países. Dos días después, los soldados ruandeses presentes en Kinshasa, con el comandante Kabarebe a la cabeza, abandonaron la capital congoleña a bordo de seis aviones de transporte. Finalmente, el 1 de agosto, los miembros del gobierno de origen banyamulenge fueron destituidos y reemplazados por katangueses. Al mismo tiempo, Laurent-Désiré Kabila logró el compromiso de Robert Mugabe, el autócrata de Zimbabue. Este último había acordado apoyar al presidente congoleño por razones que combinaban depredación económica y afinidad ideológica. Sobre todo, este país contaba, con las Fuerzas de Defensa de Zimbabue (ZDF), con uno de los ejércitos más profesionales del continente, resultado de la fusión del antiguo ejército rodesiano y las guerrillas del Ejército Africano de Liberación Nacional de Zimbabue.


Soldados zimbabuenses en entrenamiento (vía zimbabwedefence.com)

La reacción al cambio radical de postura de Laurent-Désiré Kabila no se hizo esperar. Los soldados de origen banyamulenge que aún se encontraban en la capital congoleña se rebelaron, imitados, ya el 2 de agosto de 1998, por sus camaradas de las brigadas 2.ª, 10.ª y 12.ª de las FAC, con base en Goma, Kisangani y Bukavu, respectivamente. Si bien sería una simplificación excesiva resumir el papel de los banyamulenge como meros auxiliares de Kigali, también es cierto que esta comunidad contribuyó con hombres y recursos a la conquista de Ruanda por parte del Frente Patriótico Ruandés (FPR) entre 1990 y 1994. Además, Laurent-Désiré Kabila, al anunciar a principios de año su intención de distribuir soldados tutsis por las FAC, también contribuyó a la rebelión de estas unidades. Al mismo tiempo, las tropas del EPR entraron en territorio congoleño y cruzaron a Goma, mientras que el ejército ugandés, a su vez, entró en la provincia de Ituri. Esta nueva guerra involucraría a los ejércitos de una docena de países africanos y causaría cientos de miles de muertes.

La tirada de dados de Ruanda

La operación para rescatar al régimen de Laurent-Désiré Kabila, apodada Legitimidad Soberana y ordenada por Robert Mugabe, inicialmente recayó en las fuerzas especiales de las Fuerzas de Defensa de Zimbabue, compuestas por el Regimiento de Paracaidistas, el Regimiento de Comandos y el Servicio Aéreo Especial. Los primeros elementos zimbabuenses desembarcaron en Kinshasa el 2 de agosto de 1998, alcanzando el contingente un total de 900 hombres dos días después, e inmediatamente se encontraron enfrentados a los mil soldados banyamulenge y ruandeses presentes en la capital. Los zimbabuenses lucharon junto a las FAC y los comités de autodefensa compuestos por voluntarios de Kinshasa. Estos últimos, equipados con machetes o armas improvisadas, comenzaron a dar caza a los tutsis que residían en la ciudad. Los combates se centraron en dos bases militares a las afueras de la ciudad. Una de ellas fue sitiada rápidamente por las FAC, y los 300 defensores rebeldes fueron ejecutados tras quedarse sin munición. Tras varios días de combates, los zimbabuenses lograron asegurar el aeropuerto de N'Dolo y luego el aeropuerto internacional de N'Djili, ubicados a 15 kilómetros de la capital. Incapaces de mantener la ciudad, los elementos ruandeses y banyamulenge restantes se retiraron a la selva que rodea Kinshasa.

Los ruandeses se apresuraron a iniciar una operación diseñada para poner fin al conflicto rápidamente, evitando un largo avance por rutas terrestres idénticas a las utilizadas en la guerra anterior. De haber tenido éxito, también habría permitido desestabilizar a los aliados africanos de Kinshasa, derrocando al régimen antes de que tuvieran tiempo de desplegar tropas. El plan ruandés era audaz y consistía en establecer un puente aéreo que conectara Goma con la base aérea de Kitona, en la provincia del Bajo Congo, ubicada a 320 kilómetros al oeste de Kinshasa, y luego tomar la capital tras cortarle el acceso al mar. El 2 de agosto de 1998, una fuerza de avanzada de 163 soldados, liderada por el comandante Kabarebe, abordó un Boeing 727 y aterrizó en Kitona, tras recorrer los 1500 kilómetros que separaban ambos aeropuertos, para tomarla sin oponer resistencia. Miles de soldados congoleños estaban estacionados en los alrededores, pero se trataba de antiguos miembros de las FAZ o la Guardia Pretoriana del presidente Mobutu, la DSP (División Presidencial Especial), de quienes el régimen de Kabila desconfiaba y que habían sido enviados allí para ser reeducados antes de su reintegración a las FAC. Estos hombres, ya desfavorecidos desde la llegada de la AFDL al poder, llevaban semanas sin recibir su paga cuando llegaron los ruandeses. Finalmente, es probable que existieran relaciones interpersonales entre los soldados congoleños y ruandeses, ya que el entrenamiento de los primeros se había confiado a los segundos antes de la ruptura entre Kinshasa y Kigali. En cualquier caso, el destacamento del comandante Kabarebe logró convencer a los oficiales congoleños para que se unieran a ellos, con la ayuda de la distribución de bonificaciones en dólares. Así, pudo contar con el refuerzo de unos diez mil hombres y hacerse con un arsenal que incluía, además de grandes reservas de munición, cañones antiaéreos ligeros, vehículos y una docena de tanques T-55 y T-69. Además, gracias a las rotaciones realizadas por dos Boeing 727 y un Boeing 707 entre Goma y Kitona durante las noches siguientes, a la vanguardia del comandante Kabarebe pronto se unieron refuerzos de la APR del tamaño de una pequeña brigada, acompañados por una sección de artillería ligera ugandesa de 31 hombres.

Estas fuerzas entraron rápidamente en acción; el 5 de agosto, los puertos de Banana y Moanda, en la costa atlántica, fueron capturados, aislando Kinshasa del océano. Cinco días después, también cayó el puerto fluvial de Matadi, terminal del ferrocarril y oleoducto que une Kinshasa con el río Congo. Finalmente, el 13 de agosto, los ruandeses tomaron la inmensa presa hidroeléctrica de Inga, cuya producción abastecía a la capital, y aprovecharon la situación para cortar el suministro eléctrico al día siguiente. Hasta entonces, el EPR había superado con facilidad la débil resistencia de los elementos de las FAC presentes en la provincia. Los ruandeses aplicaron con éxito su táctica preferida: preceder al grueso de su fuerza con una vanguardia encargada de infiltrarse en la posición enemiga y sembrar el pánico, dejando a este último una ruta de retirada abierta para evitar que el cerco provocara una férrea defensa de los elementos atrapados.

El asalto a Kinshasa.

Antes de lanzar su operación, el ejército ruandés había intentado prevenir una posible intervención angoleña, que podría comprometer toda la maniobra. El coronel Patrick Karegeya, director de los servicios de inteligencia exterior, se había reunido con los generales Manuel Helder Vieira Dias y Fernando García Mialia. Estos dos oficiales, cercanos al presidente José Eduardo Dos Santos, le habían asegurado al coronel ruandés que las poderosas Fuerzas Armadas Angolanas permanecerían preparadas en caso de un derrocamiento del régimen de Laurent-Désiré Kabila por parte del EPR. Sin embargo, ya el 17 de agosto, los presidentes de Angola, Zimbabue y Namibia anunciaron su apoyo a Kinshasa. Ya el 20 de agosto, surgieron informes de la presencia de tropas angoleñas en territorio congoleño. De hecho, una columna motorizada y blindada, compuesta por 2.500 hombres pertenecientes a los Regimientos 5.º y 18.º, entró en la República Democrática del Congo desde el enclave angoleño de Cabinda, avanzando por la carretera que une esta última con Kinshasa. La columna contaba con el apoyo de seis Su-25 del 25.º Regimiento Aéreo de Cazas-Bombardeiros y seis Let-39 del 24.º Regimiento de Instrucción de Aviación Militar, con base en Cabinda, acompañados por un destacamento mixto de helicópteros Mi-24 y Mi-17. En los días siguientes, los dos regimientos llegaron al aeropuerto de Kitona y expulsaron a la débil retaguardia del comandante Kabarebe, aislando a los ruandeses de su base de retaguardia. Para él, la última oportunidad para completar la operación era tomar Kinshasa lo antes posible sin dar tiempo a sus defensores a reforzarse.


Un T-55 angoleño, fotografiado en 1999 (vía militaryphotos.net)

El contingente zimbabuense en Kinshasa estaba, de hecho, creciendo rápidamente en número. A partir del 2 de agosto, un primer destacamento mixto de helicópteros Alouette III y AB-412 pertenecientes a los escuadrones 7 y 8 de la Fuerza Aérea de Zimbabue se destacó en la capital. La potencia de fuego de la fuerza expedicionaria aumentó considerablemente el 20 de agosto con la llegada al Aeropuerto Internacional de N'Djili de cuatro FTB-337 Lynx del 4.º escuadrón, seguidos dos días después por cuatro Hawks del 2.º escuadrón. Finalmente, mil hombres del Regimiento de Paracaidistas aterrizaron por turnos en el aeropuerto el 24 de agosto de 1998. Mientras tanto, la vanguardia ruandesa avanzaba rápidamente hacia la capital desde el suroeste, con dos días de ventaja sobre el cuerpo principal. El 18 de agosto, este destacamento fue emboscado por una sección del SAS zimbabuense y una compañía de la FAC cerca de la ciudad de Kasangalu, a 45 kilómetros de Kinshasa. La vanguardia sufrió 18 bajas en el ataque y se vio obligada a esperar a la fuerza principal del comandante Kabarebe. Esta llegó a la ciudad de Mbanza Ngungu, a 120 kilómetros de la capital, el 20 de agosto, y dos días después a Kisantu, donde su avance fue detectado por el SAS, que, actuando como controladores aéreos avanzados, guió los ataques aéreos de los Hawks del 4.º escuadrón con bombas de racimo. Tras sufrir grandes pérdidas, las tropas ruandesas-congoleñas se reagruparon y reanudaron su avance, llegando a Kasangalu el 24 de agosto. Ese día, una de sus columnas, que incluía los diez tanques recuperados de Kitona tres semanas antes, fue avistada por un Lynx en patrulla. El piloto destruyó el vehículo blindado de vanguardia con un cohete, mientras que el resto de los tanques fueron aniquilados por otros ataques lanzados por aviones zimbabuenses llamados al rescate, y durante una emboscada del SAS, trasladado en helicóptero al lugar en Alouette III. Este combate no detuvo el avance del comandante Kabarabe, pero le costó todo su equipo pesado, pues a sus soldados solo les quedaban unos pocos morteros para apoyar el asalto a Kinshasa. Mientras tanto, los zimbabuenses concentraron sus fuerzas en torno a N'Djili, cuya defensa fue confiada a los paracaidistas, mientras que el SAS erigió una serie de campanarios semicirculares que cubrían los accesos al aeropuerto internacional.


Un Hawk del 2.º Escuadrón de la Fuerza Aérea de Zimbabue (vía xairforces.com)

Columnas ruandesas asaltaron Kinshasa la mañana del 26 de agosto. Precedidos por sus aliados congoleños, que se hicieron pasar por miembros de las FAC en plena retirada, los ruandeses rodearon la capital y se infiltraron en los barrios marginales adyacentes al Aeropuerto Internacional de N'Djili antes de lanzar su ataque. Gracias a esta estratagema, los defensores detectaron la primera oleada de asalto a tan solo cien metros de la terminal principal. Consiguieron repeler al enemigo in extremis gracias al apoyo de un vehículo blindado EE-9 Cascavel. Sin embargo, los otros dos ataques casi simultáneos que siguieron permitieron a los hombres del comandante Kabarabe tomar la torre de control, varios hangares y el extremo sur de la pista. En los días siguientes, los ruandeses lanzaron una serie de decididos ataques para tomar el control del aeropuerto, pero todos fueron repelidos por los zimbabuenses. La longitud de la pista, de 4,7 kilómetros, permitió a estos últimos seguir utilizando sus aviones, cuya intervención resultó decisiva. De hecho, los Hawks y los Lynxes inundaron las posiciones enemigas con un aluvión de bombas, cohetes y proyectiles, a un ritmo de una docena de misiones diarias y por avión. Para acelerar el ritmo, algunos aviones se rearmaron entre dos salidas sin siquiera apagar los motores. En la tarde del 29 de agosto, los zimbabuenses lanzaron un contraataque que obligó a un enemigo ya debilitado a retirarse a los barrios marginales al sur de Kinshasa, donde los combates continuaron durante varios días más. Diezmadas y agotadas de municiones, las tropas ruandesas-congoleñas finalmente se retiraron de la ciudad, perseguidas por las Fuerzas de Defensa de Zimbabue.


ZDF Cascavel (a través de zimbabwedefence.com)

La retirada ruandesa.

Tras el fracaso del asalto a Kinshasa, la situación del contingente ruandés-ugandés y de los soldados congoleños que lo acompañaban se volvió precaria. Sufrían de escasez de suministros y estaban aislados de su retaguardia por la intervención angoleña en el Bajo Congo, mientras las fuerzas enemigas convergían sobre ellos. Para evitar la aniquilación, el comandante Kabarebe emprendió una larga retirada hacia el norte de Angola. Esta zona llevaba mucho tiempo bajo la influencia de la UNITA de Jonas Savimbi y, por lo tanto, seguía estando mal controlada por el gobierno de Luanda. Tras coordinarse con los rebeldes angoleños, los ruandeses llegaron a la provincia tras recorrer 360 kilómetros, manteniendo a raya a sus perseguidores mediante acciones de retaguardia. A mediados de septiembre de 1998, durante un ataque nocturno, lograron sorprender y obligar a huir a la guarnición angoleña de 400 efectivos del pequeño aeropuerto de Maquela do Zombo. La pista de 1.400 metros era demasiado corta para el uso de grandes aviones de transporte. Por ello, una parte del contingente tuvo que ampliar su longitud en 400 metros, mientras otras unidades establecían posiciones defensivas.


 Su-25K de las Forças Armadas Angolanas (vía xairforces.net)
 
La toma del aeropuerto no se produjo sin la reacción de las Fuerzas Armadas Angoleñas. Una columna mecanizada, apoyada por veintiséis vehículos blindados, avanzó por la única carretera que conducía al aeropuerto, pero se encontró bloqueada a unos cien kilómetros por elementos de la APR. Los hombres del comandante Kabarebe lograron resistir los dos meses necesarios para ampliar la pista. Una vez finalizadas las obras, fueron repatriados gracias a una treintena de vuelos realizados por aviones rusos alquilados para la ocasión. Los últimos soldados embarcaron hacia Kigali el 25 de diciembre de 1998, dejando atrás a los antiguos miembros de las FAZ y la DSP que se habían unido a Kitona, quienes permanecieron en Angola y unieron fuerzas con la UNITA. 

Conclusión

El fracaso de la operación ruandesa contra Kinshasa condujo a un estancamiento estratégico, ya que ninguna de las coaliciones involucradas en la guerra tenía los medios para derrotar a la otra. Si bien las ganancias derivadas de la explotación de los recursos del Congo permitieron a los beligerantes financiar su esfuerzo bélico, la inmensidad del territorio en disputa y, por consiguiente, la influencia estratégica de ambos bandos dificultaron cualquier operación decisiva posterior. Además, el conflicto se complicó con el tiempo, en particular cuando la alianza entre Uganda y Ruanda se fracturó y los ejércitos de ambos países se enfrentaron en torno a Kisangani.

La batalla también reveló las capacidades desarrolladas por ciertas instituciones militares africanas. El número de tropas y aeronaves desplegadas por las Fuerzas de Defensa de Zimbabue fue ciertamente limitado, pero se compara favorablemente con los despliegues occidentales considerados sustanciales. Además de este despliegue a corto plazo de miles de hombres bien entrenados, el ejército zimbabuense también demostró su capacidad para librar una batalla aeroterrestre contra un adversario formidable. De hecho, el Ejército Patriótico Ruandés demostró una vez más su dominio de las tácticas de infiltración y ataque nocturno, ya demostradas por soldados franceses durante la Operación Turquesa en 1994. Más allá de esta dimensión táctica, el propio diseño del ataque a Kinshasa demuestra una verdadera inteligencia operativa y estratégica, ya que el Schwerpunkt de la operación era, de hecho, el corazón mismo del régimen de Laurent-Désiré Kabila. Recordemos brevemente que, de facto, la facción que controla la capital de un país tiende, en poco tiempo, a convertirse en su poder legítimo frente al mundo exterior. El ataque a Kinshasa ciertamente presentó un alto riesgo, pero uno justificado por las posibles ganancias. Los servicios de inteligencia de Kigali ciertamente no supieron prever la reacción angoleña, pero parece difícil creer que la concentración de soldados congoleños en torno a Kitona o la cooperación con la UNITA durante la retirada a Maquela Do Zombo fueran totalmente improvisadas.

Finalmente, la mera existencia de los tres puentes aéreos realizados por ruandeses y zimbabuenses da testimonio de un fenómeno frecuentemente mencionado: la privatización del ámbito militar. De hecho, ninguno de estos puentes aéreos habría sido posible sin los servicios de aerolíneas con flotas de aviones de transporte táctico o estratégico. Estos últimos, aunque ciertamente menos publicitados que empresas mercenarias como Executive Outcomes, permitieron a estados con recursos financieros limitados acceder a capacidades de proyección previamente reservadas a las grandes potencias. 

Lista de abreviaturas

  • AFDL, Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo.
  • APR Ejército Patriótico de Ruanda
  • FAR Fuerzas Armadas de Ruanda
  • FAZ Fuerzas Armadas de Zaire
  • FAC Fuerzas Armadas Congoleñas
  • Frente Patriótico Ruandés (RPF)
  • ZDF Fuerzas de Defensa de Zimbabue
  • División Especial Presidencial del DSP
  • UNITA União Nacional para a Independência Total de Angola

Bibliografía

  • Colette Braeckmann, La cuestión congoleña , Fayard, 1999.
  • Tom Cooper y Peter Weinert, con Fabian Hinz y Mark Lepko, African MiGs Vol. 1 - Angola a Costa de Marfil - MiG y Sukhoi en servicio en el África subsahariana , Harpia Publishing, LLC, 2010.
  • James Stejskal, Operación Kitona: La apuesta de Ruanda por capturar Kinshasa y la interpretación errónea de un «aliado» , en Joint Force Quarterly 68, primer trimestre, enero de 2013.
  • Tom Cooper, Pit Weinert, Jonathan Kyzer y Albert Grandolini, Zaire/RD Congo 1980 – 2001 en acig.info, versión del 17.02.2011.
  • Corner Plummer, La Operación Kitona: La odisea africana de Ruanda , en www.militaryhistoryonline.com, consultado el 15 de enero de 2013

lunes, 18 de agosto de 2025

Confederación Argentina: Soldados de la batalla de Caseros

Batalla de Caseros


El 3 de febrero de 1852 la Patria Triunfo, el Ejercito Grande al mando del Gral Justo Jose de Urquiza vence a las tropas del tirano cipayo de Juan Manuel de Rosas, logrando asi el fin de la tiranía por mas de 20 años y logrando el comienzo de la Organización Nacional del país.
El cobarde de Juan Manuel de Rosas escaparía del campo de batalla abandonado a sus esclavos; estaba todo arreglado, el tirano se embarcaría en el Buque de guerra Ingles rumbo a su patria, La Inglaterra, donde morirían toda su cipaya vida.



¡Soldados! ¡Hoy hace 40 días que en el Diamante cruzamos las corrientes del río Paraná y ya estabais cerca de la ciudad de Buenos Aires y al frente de vuestros enemigos, donde combatiréis por la libertad y por la gloria!.
¡Soldados! ¡Si el tirano y sus esclavos os esperan, enseñad al mundo que sois invencibles y si la victoria por un momento es ingrata con alguno de vosotros, buscad a vuestro general en el campo de batalla, porque en el campo de batalla es el punto de reunión de los soldados del ejército aliado, donde debemos todos vencer o morir!.
Este es el deber que os impone en nombre de la Patria vuestro general y amigo.
Justo José de Urquiza

miércoles, 6 de agosto de 2025

Guerra del Paraguay: La batalla de Tuyutí

Guerra de la Triple Alianza: 24 de mayo de 1866, en suelo paraguayo se produce la decisiva batalla de Tuyutí, la más grande librada en Sudamérica

Basado en Sea Eternos los Laureles



El 24 de mayo de 1866, en el contexto de la Guerra de la Triple Alianza, el Ejército paraguayo enfrentó con el grueso de sus tropas a las fuerzas aliadas de Argentina, Brasil y Uruguay, tendiéndoles un cerco con el objetivo de vencerlas decisivamente y poner fin al conflicto. Sin embargo, la operación fracasó debido a la inferioridad numérica de los paraguayos, la falta de coordinación entre sus columnas atacantes y la alta eficacia de la artillería brasileña.

Tras la invasión paraguaya a territorio argentino y la derrota sufrida en la Batalla Naval del Riachuelo, el 11 de junio de 1865 —que otorgó a los Aliados el control del río Paraná—, y más tarde, el 18 de septiembre del mismo año, con la rendición de la columna del teniente coronel Estigarribia en Uruguayana frente a una abrumadora superioridad enemiga, el Ejército paraguayo pasó a adoptar una postura defensiva.

El mariscal Francisco Solano López decidió entonces concentrar sus principales fuerzas en Paso Pucú, dejando al sur, en la ribera paraguaya del Paraná, la posición de Tuyutí, un terreno rodeado de pantanos que dificultaban seriamente cualquier movimiento ofensivo. Su estrategia consistía en inducir a los Aliados a ocupar ese punto durante su avance, para así poder enfrentarlos en condiciones más ventajosas y forzar una batalla decisiva que le permitiera cambiar el curso de la guerra a su favor.


•32: El General Francisco Solano López, en una de las últimas imágenes tomadas, sin lugar a dudas fue un patriota paraguayo, tal vez el más grande en su historia, y debió afrontar difíciles determinaciones durante los aciagos años de la Guerra de Triple Alianza. Sin embargo, su decisión de atacar, invadir a la Argentina, entonces militarmente más débil que Paraguay, era abusiva y totalmente injustificada, lo que conllevo una demoledora respuesta argentina que, además, permitió resolver parte de los reclamos argentinos por territorios que siempre consideró propios, obteniendo sólo la mitad de ellos por medio del correspondiente laudo una vez terminada la guerra.


En Estero Rojas, al norte de Tuyutí, Solano López comenzó a organizar una línea defensiva y ordenó al teniente coronel José Díaz realizar un reconocimiento ofensivo hacia el sur de Estero Bellaco, con el propósito de atraer al Ejército Aliado hacia el terreno elegido para el combate.


•38: Plan de operaciones del Mariscal Francisco Solano López en Tuyutí: ataque simultáneo de las columnas de infantería y de caballería sobre el campamento de los Aliados, con apoyo de la artillería emplazada en El Boquerón, con una acción envolvente sobre los flancos de los Cuerpos I y II argentinos y de las Divisiones brasileñas.

Díaz organizó sus fuerzas en dos agrupamientos: un “grupo de ataque” compuesto por 4 batallones de infantería y 4 regimientos de caballería, y una “reserva” formada por 3 batallones y un regimiento. Con esta disposición, lanzó un ataque sorpresivo en Estero Bellaco contra los batallones de vanguardia brasileños, obligándolos a retroceder junto a los batallones uruguayos que se hallaban más atrás. Sin embargo, un contraataque de la 6ª División brasileña, junto con una maniobra envolvente del Regimiento Rosario y la rápida intervención del Batallón Corrientes —respaldados por tropas tucumanas y catamarqueñas—, logró frenar el avance paraguayo. Ante esta situación, Díaz se replegó hacia el norte, llevándose consigo cuatro piezas de artillería capturadas a los brasileños. Las bajas reportadas ascendieron a 2.500 paraguayos y 1.552 aliados, además de 300 prisioneros paraguayos.


•35: Oficiales del Exercito Brasileiro.

La ratonera de Tuyutí

Pese a haber perdido el 50% de sus fuerzas comprometidas en la acción de Estero Bellaco, los paraguayos lograron su objetivo estratégico: atraer al Ejército Aliado hacia Tuyutí. El 9 de mayo, el general Bartolomé Mitre, comandante en jefe de las fuerzas aliadas, envió a la 1ª División de Caballería correntina, bajo el mando del general Cáceres, a realizar un reconocimiento en la zona. Allí encontraron una resistencia débil por parte de las avanzadas paraguayas, lo que reforzó la idea de establecer un campamento en Tuyutí como base para planificar un ataque masivo hacia el interior del Paraguay.


•46: Bartolomé Mitre (Buenos Aires, Argentina; 26 de junio de 1821-Ibídem; 19 de enero de 1906) fue un político, militar, historiador, escritor, periodista y estadista argentino. Fue dos veces presidente de la Nación Argentina entre 1862 y 1868 (la primera vez de facto) y gobernador de la Provincia de Buenos Aires entre 1860 y 1862. Fue uno de los líderes del Partido Unitario, el cual proponía la hegemonía de la ciudad de Buenos Aires sobre el resto de las provincias. Fue vencedor en la decisiva batalla de Pavón durante las Guerras civiles argentinas. Fue fundador y líder del Partido Nacionalista, de la Unión Cívica —con la que organizó la Revolución del Parque— y de la Unión Cívica Nacional. En 1870 fundó el diario La Nación, uno de los más antiguos del país, el cual continúa activo. Sus libros de historia conformaron la llamada «historia mitrista», considerada como «La historia oficial» de la visión liberal-conservadora.

El 20 de mayo de 1866 se estableció finalmente el campamento. El I y II Cuerpo del Ejército argentino se ubicó en el flanco derecho y hacia el norte; la División Oriental (uruguaya) y las 6ª y 3ª Divisiones brasileñas se posicionaron a la izquierda; más atrás, formando una segunda línea al sur, se dispusieron la 1ª y 4ª División, y detrás de ellas, la 2ª y 5ª División brasileña. En total, las fuerzas aliadas reunían 32.000 hombres. Aunque contaban con escasa caballería, su artillería disponía de cañones de ánima rayada, de gran alcance y notable precisión.


•24: Infantería del Ejército Argentino en 1864. Básicamente este fue el uniforme empleado durante la Guerra de la Triple Alianza por la infantería argentina, aunque había variantes entre las diversas unidades y, desde ya, en el campo de batalla la desprolijidad era acentuada en la medida que transcurría la campaña, llegando a vestir la tropa verdaderos harapos muchas veces, e incluso valerse de prendas tomadas a paraguayos abatidos, las pocas veces que los muertos del bando paraguayo tenían alguna prenda aprovechable, pues padecían peores condiciones de suministro que el bando aliado.


•25: Infante argentino, posiblemente del 1 de Línea.


•26: Artillería argentina durante la Guerra de Triple Alianza


•33: Infantería argentina en la Guerra de Triple Alianza.  

Los ejércitos enemigos se encontraban desplegados a muy poca distancia entre sí, separados únicamente por terrenos pantanosos que ofrecían algunos pasos practicables. Según el plan táctico de Solano López, estos pasos serían utilizados como puntos clave para lanzar un ataque en profundidad con sus tropas.

El Ejército paraguayo estaba compuesto por un total de 24.000 hombres, de los cuales 8.500 formaban parte de los Regimientos de Caballería. La relación de fuerzas entre atacantes y defensores era de 0,75 a 1. Aunque los paraguayos contaban con una caballería numerosa, los defensores disponían de una marcada superioridad en artillería. Es claro que esta desproporción favorecía a las fuerzas defensoras, a pesar de que los atacantes contaban con el elemento sorpresa a su favor.



•28: Infantería y caballería paraguaya


•29: Infante paraguayo en Tuyutí.


•30: Infantería y caballería paraguaya en Tuyutí.

El plan del mariscal Francisco Solano López consistía en lanzar un ataque simultáneo con tres columnas dirigidas contra el centro y los flancos del campamento aliado. Las columnas de los flancos debían dividirse para envolver al enemigo por la retaguardia, encerrándolo en una especie de bolsa con el fin de aniquilarlo. Tanto las maniobras previas para ocupar las posiciones de partida como el avance sobre las fuerzas enemigas requerían una coordinación precisa, ya que cualquier retraso permitiría a los defensores reorganizarse, aferrarse al terreno y repeler el ataque.

Las fuerzas paraguayas fueron organizadas en cuatro columnas:

  • Columna del Centro: integrada por 4 batallones de infantería y 2 regimientos de caballería, sumando 4.200 hombres bajo el mando del comandante Marcó. Su objetivo era atacar a las divisiones oriental y brasileña.

  • Columna de la Derecha: formada por 5 batallones de infantería, 2 regimientos de caballería y 4 obuses, con un total de 5.000 hombres al mando del coronel Díaz. Su misión consistía en atacar el flanco izquierdo de la División Oriental.

  • Columna de la Extrema Derecha: compuesta por 10 batallones de infantería y 2 regimientos de caballería, con 8.700 efectivos comandados por el general Barrios. Debía atacar a las divisiones brasileñas por el flanco izquierdo y la retaguardia, desbordarlas y luego unirse a la Columna de la Izquierda.

  • Columna de la Izquierda: integrada por 2 batallones de infantería y 8 regimientos de caballería, con un total de 6.300 hombres al mando del general Resquín.

La artillería paraguaya fue posicionada estratégicamente para apoyar con su fuego el avance de todas las columnas y, si fuera necesario, cubrir su retirada.


  Para su estudio, la batalla de Tuyutí puede dividirse en tres fases:
▪️1ª Fase (ver diagrama foto 39). Casi simultáneamente, las columnas de la Derecha, al mando del coronel Díaz, y la de la Izquierda, bajo el mando del general Resquín, se lanzaron al combate. La columna de Díaz logró arrollar a los dos batallones orientales, y su caballería avanzó en dirección a la batería central de los Aliados. Sin embargo, fue detenida por la intervención de la 6ª División brasileña y dos batallones orientales que acudieron en apoyo.


•27: Caballería paraguaya a la carga en Tuyutí.

La columna recibió la orden de replegarse, aunque algunos escuadrones de caballería se unieron a la columna de la Izquierda. Esta última había lanzado un ataque contra las fuerzas argentinas, logrando desorganizar a los escuadrones correntinos. Sin embargo, la caballería paraguaya, que debía continuar hacia el sur para enlazarse con la columna de la Extrema Derecha al mando del general Barrios, se desvió en una persecución que la condujo directamente al centro de las fuerzas argentinas. Allí, la infantería y la artillería aliadas lograron detener el avance y aniquilar a la caballería enemiga.

  "Los Regimientos paraguayos, con ardor temerario, se consumen inútilmente en cargas sucesivas contra los cuadros de la Infantería argentina y contra sus cañones, que los aniquilan a boca de jarro. La caballería de Resquín resultó totalmente destruida en una acción estéril, y la ausencia de una dirección consciente hizo fracasar el éxito que hubiera podido tener la aparición de los Regimientos paraguayos sobre las espaldas de los aliados en circunstancias en que éstos no estaban en condiciones de contrarrestar rápidamente su acción" señala el Coronel Juan Beverina (Coronel Expedicionario al Desierto Juan Beverina; "La Guerra del Paraguay (1865-1870) Resumen Histórico"; Institución Mitre, Bs. As. 1973).


La infantería del General Resquín, mientras tanto, avanzó lentamente hasta ser detenida por la tenaz defensa de los argentinos. Cuando Resquín advirtió que su Caballería había sido aniquilada, ordena la retirada.


•39: Primera fase: ataque de las columnas del Centro, de la Derecha y de la Izquierda sobre las posiciones de los batallones orientales y de los argentinos, mientras la columna de la Extrema Derecha aún se encontraba en camino hacia el objetivo. Aniquilamiento de la caballería paraguaya de la columna del General Resquín por el II Cuerpo de Ejército argentino.

  Por su parte, la columna del Centro (Comandante Marcó) ataca con la Caballería "sable en mano" y la infantería "a la bayoneta", llegándose a pelear casi sobre los cañones de los aliados y en tres oportunidades es rechazado, decidiéndose la reorganización de las fuerzas para emprender un cuarto e infructuoso ataque.
▪️2ª Fase (ver diagrama foto 40). Reorganizada la columna de la Derecha del Coronel Díaz, inicia una nueva carga. La posición aliada había sido reforzada con infantería y artillería gracias a una rápida decisión tomada por el Mariscal Osorio y el jefe de la artillería brasileña, Coronel Emilio Luis Mallet, lo que les permite contener y rechazar el ataque del Coronel Díaz. El contraataque aliado es de gran efectividad.


•40: Segunda fase: Reforzamiento de las posiciones aliadas del centro gracias a un rápido movimiento de la artillería brasileña al mando del Coronel Mallet y envío a la retaguardia de los batallones orientales. Contraataque de los Aliados en todas las líneas del frente.

▪️3ª Fase (ver diagrama foto 41). La llegada de la columna de la Extrema Derecha del General Barrios para atacar a las fuerzas brasileñas se produce sobre el final de la batalla. Los brasileños, emplazados en tres líneas rechazan el ataque y lo obligan a retroceder. En este punto, los paraguayos se baten en retirada en toda la línea del frente sin que se cumpliera el plan del Mariscal Solano López.


•34: Infantería argentina avanza en formación de batalla.

  Al término de la batalla y tras cinco horas de encarniza dos combates, los paraguayos tuvieron 14.000 bajas (7.000 muertos e igual cantidad de heridos), mientras que los aliados tuvieron 4.000 bajas (3.000 brasileños, 600 argentinos y 300 uruguayos), fue, sin dudas, la batalla más sangrienta de la historia de América Latina.


•41: Tercera fase: Llegada de la columna de la Extremia Derecha de los paraguayos (General Barrios), que es rechazada y diezmada por las divisiones brasileñas. Las fuerzas del Mariscal López se baten en retirada en todo el frente.
 

El mariscal Francisco Solano López cometió el grave error de comprometer la totalidad de su ejército en una batalla decisiva sin contar con tropas de reserva. Ordenó el ataque contra un enemigo numéricamente superior, atrincherado y alerta ante su proximidad.

En relación con esto, el coronel Beverina señaló que “mucho se ha criticado el plan del mariscal López de lanzar casi todo su ejército contra un enemigo superior, atrincherado en su campo y completamente prevenido por la proximidad misma de su adversario, concibiendo una maniobra tan vasta como un ataque frontal combinado con un doble envolvimiento de los flancos; una operación solo viable en condiciones muy favorables y con superioridad numérica. Además, el ataque debía ejecutarse atravesando un obstáculo serio, que algunas columnas debían franquear prácticamente bajo fuego enemigo, con el agravante de que, por la naturaleza del terreno, no era posible mantener una conexión constante ni organizar una retirada eficaz en caso de fracaso”.


•9: Cadáveres de paraguayos.

Los brasileños atribuyeron su victoria al liderazgo del mariscal Osorio, comandante de sus divisiones, y a la habilidad táctica del jefe de artillería, coronel Mallet. Por el contrario, criticaron al general Mitre por su falta de energía. La batalla de Tuyutí fue calificada como “la victoria sin cabeza”. No era la primera vez que Mitre quedaba sin claridad sobre el resultado de una batalla, como ya había sucedido en Pavón. En esta ocasión, decidió no arriesgar sus tropas persiguiendo al enemigo en retirada. Según Beverina, esta actitud respondió a la escasez de regimientos de caballería disponibles.


•21: Más imágenes de paraguayos muertos.

La batalla de Tuyutí resultó decisiva. Paraguay no solo perdió a la mayor parte de sus soldados, sino también a sus tropas mejor entrenadas. Las causas de la derrota se atribuyen a la débil planificación y a la falta de coordinación entre las unidades. Solano López moriría tiempo después, en el combate de Cerro Corá, proclamando “muero con mi patria”. La Guerra de la Triple Alianza concluiría en 1870 con la victoria de los aliados.

Las consecuencias para Paraguay fueron catastróficas. Perdió gran parte de su territorio, incluyendo zonas que Argentina ya reclamaba legítimamente desde antes del conflicto (vale destacar que Argentina no fue el país agresor). Además, sufrió un colapso demográfico: estudios recientes estiman que entre el 60% y el 80% de los varones adultos paraguayos murieron durante la guerra, lo que generó serios problemas de natalidad y crecimiento en las décadas siguientes.

Un hecho de gran valor histórico es que esta fue la primera guerra en Latinoamérica documentada fotográficamente. Para entonces, la tecnología del daguerrotipo ya estaba bastante desarrollada, y hubo quienes tuvieron la visión —y el coraje— de registrar la contienda.

El impulsor de esta iniciativa fue George Thomas Bate, un estadounidense de origen irlandés que había fundado en 1859 una tienda de fotografía en Buenos Aires, llamada Casa Bate & Cía.. En 1861, se trasladó a Montevideo, donde abrió una nueva sede.

Al estallar la guerra contra Paraguay, Bate, que había presenciado el auge de la fotografía de guerra durante la Guerra de Secesión en Estados Unidos, vio una oportunidad. En aquel país, las familias de los soldados pagaban por obtener imágenes de los campos de batalla donde combatían sus seres queridos.

En 1866, un año después del inicio de la Guerra de la Triple Alianza, Bate solicitó permiso al gobierno uruguayo para enviar un fotógrafo al frente. Contrató entonces a un uruguayo llamado Javier López, quien viajó a la zona de operaciones —una franja de unos 100 kilómetros en el sur de Paraguay, en la frontera con Argentina—.

Así fue como Javier López, en representación de Bate & Cía., se convirtió en el primer fotógrafo en registrar en tiempo real una guerra en Sudamérica.


•4: Representación artística (1876-1885) de la batalla de Tuyutí, por Cándido López.

Son célebres las pinturas del argentino Cándido López (Buenos Aires, 29 de agosto de 1840 – Baradero, 31 de diciembre de 1902), quien se inició como daguerrotipista en 1858. Debido a las limitaciones técnicas de ese método —que exigía una cuidadosa composición y preparación previa—, comenzó a desarrollar esbozos y bocetos que lo llevarían, con el tiempo, a dedicarse por completo a la pintura. Fue así como se convirtió en un artista clasificado dentro del estilo naïf, reconocido mundialmente por sus representaciones históricas de la Guerra de la Triple Alianza.

Durante los años 1859 a 1863, recorrió diversas localidades de la provincia de Buenos Aires y el sur de Santa Fe, realizando una gran cantidad de retratos fotográficos, entre ellos al propio Bartolomé Mitre. Estaba planeando un viaje de perfeccionamiento artístico a Europa cuando estalló la guerra con Paraguay. Como muchos argentinos, se enroló en el Ejército como teniente, incorporándose al Batallón de Infantería de San Nicolás, bajo las órdenes del coronel Juan Carlos Boerr, dentro de la división comandada por el general Wenceslao Paunero.

Participó en los combates de Paso de la Patria e Itapirú. Durante los períodos de inactividad de su regimiento, que no estuvo involucrado en operaciones ofensivas en ese momento, López aprovechó para pintar paisajes de los campamentos militares. Estas obras fueron enviadas a Buenos Aires, donde se vendieron con rapidez y generaron gran interés, ya que la ciudadanía deseaba conocer detalles del frente de batalla.

Posteriormente, participó en las batallas de Estero Bellaco, Yataytí Corá, Boquerón y Sauce. En la batalla de Curupayty, en septiembre de 1866, una granada le destrozó parte del brazo derecho, por lo que fue dado de baja como inválido de guerra. Luego de una larga convalecencia en Corrientes, regresó a San Nicolás.

Al borde de la indigencia, Cándido López comenzó a aprender a pintar con la mano izquierda. Recién en 1869 retomó plenamente su actividad artística. Desde entonces, se dedicó casi exclusivamente a plasmar en sus lienzos los campos de batalla y campamentos de la Guerra del Paraguay, obras que lo consagraron y que hoy siguen siendo mundialmente reconocidas. Su trabajo llegó incluso a competir en importancia con la fotografía, y varios de sus cuadros pueden verse en colecciones públicas y privadas.

Para los argentinos, la Guerra contra el Paraguay —como se la conoció en su momento, y posteriormente como la Guerra de la Triple Alianza— generó fuertes controversias, sobre todo por su prolongación y violencia inesperadas. Estas críticas surgieron, en parte, de las tensiones políticas internas del país. Sin embargo, desde el comienzo, el conflicto fue percibido como una cruzada patriótica, ya que Argentina había sido agredida con la invasión paraguaya a la provincia de Corrientes y con el ataque a los buques de guerra 25 de Mayo y Gualeguay. Estas acciones estuvieron acompañadas de saqueos, actos de violencia contra la población civil y destrucción de propiedades, lo que generó una ola de indignación.

En ese contexto, el presidente Bartolomé Mitre hizo un llamado enérgico a la defensa nacional, convocando a los ciudadanos con la arenga: “En veinticuatro horas a los cuarteles, en quince días en campaña, en tres meses a Asunción”. La frase, aunque entusiasta, resultó errónea: se subestimó tanto la capacidad de resistencia paraguaya como el alcance del conflicto.

El mariscal Solano López llevó adelante una resistencia prolongada desde un país mediterráneo y aislado, enfrentando a tres potencias con recursos superiores. Esta decisión terminó arrastrando a su población al desastre. En los últimos años de la guerra, la situación fue tan crítica que incluso se reclutaron niños para combatir en el frente. La tragedia fue aún mayor cuando, desde el gobierno paraguayo, se intentó responsabilizar al enemigo por las consecuencias de esa desesperada estrategia.

Con el paso del tiempo, el sentimiento patriótico que despertó en Argentina la necesidad de defenderse ante una agresión injusta fue cediendo espacio a una visión crítica y, en muchos casos, una fuerte deslegitimación del rol argentino en la Guerra de la Triple Alianza. Esta reinterpretación, en parte, surgió por la fuerte victimización del Paraguay, una postura comprensible dadas las devastadoras consecuencias humanas y materiales que el conflicto tuvo para su población. Sin embargo, por trágica y demencial que sea toda guerra, no debería dejarse de lado, al menos desde la perspectiva argentina, el contexto que dio origen al conflicto, las causas forzadas por la acción paraguaya, y el desarrollo inicial de los hechos.

Argentina no realizó ninguna provocación que justificara una invasión armada. La ocupación de la provincia de Corrientes por fuerzas paraguayas se caracterizó por actos de violencia, pillaje y maltrato hacia civiles y prisioneros. Estas acciones generaron una profunda indignación en Buenos Aires, que respondió con firmeza, aunque sin recurrir a los mismos niveles de brutalidad que marcaron la agresión inicial paraguaya. Aun cuando posteriormente la guerra se trasladó casi por completo al territorio paraguayo, las consecuencias para ese país fueron inevitables, en buena medida como resultado del curso que sus propios dirigentes decidieron tomar desde el inicio del conflicto.

Uno de los episodios que marcó un cambio en la percepción histórica del accionar argentino ocurrió durante el gobierno del entonces presidente Juan Domingo Perón. En un gesto de acercamiento hacia el régimen paraguayo liderado por el general Alfredo Stroessner, Perón no solo devolvió a Paraguay los trofeos de guerra capturados por el Ejército argentino durante el conflicto, sino que también ofreció disculpas por la participación argentina en la guerra. Si bien es posible que su intención haya sido la reconciliación y el fortalecimiento de la hermandad latinoamericana, este acto fue visto por muchos como una afrenta al sacrificio de miles de soldados argentinos que lucharon en defensa del país.

Desde entonces, sectores identificados con el peronismo más incondicional intentaron justificar esa decisión, reinterpretando los hechos históricos y, en ocasiones, deslegitimando a figuras clave del conflicto, como el general Bartolomé Mitre. En ese contexto, incluso se llegó a afirmar que Mitre nunca ganó una batalla, a pesar de que fue precisamente bajo su mando que se libró y se ganó la Primera Batalla de Tuyutí —la mayor confrontación militar en suelo latinoamericano—, una victoria decisiva de las fuerzas aliadas.

En homenaje a ese episodio histórico, una de las subunidades del Regimiento de Artillería 1 "Brigadier General Tomás de Iriarte" del Ejército Argentino lleva el nombre "Tuyutí". Esta unidad tiene como misión principal la participación en ceremoniales militares, la prestación de honores fúnebres, así como brindar seguridad y cumplir funciones protocolares vinculadas al Ministro de Defensa de la Nación.




•48 al 53: La Batalla de Tuyutí hoy da nombre a una de las subunidades del Regimiento de Artillería 1 "Brigadier General Tomás de Iriarte" del Ejército Argentino, cuya misión principal es la de cumplir con el ceremonial militar, participar de todas las formaciones y encargada de efectuar la rendición de honores fúnebres, y que también brinda seguridad y el ceremonial pertinente al Ministro de Defensa argentino.



Imágenes



•1: Batería de artillería aliada en acción en Tuyutí. La rápida maniobra de la artillería al mando del Coronel Mallet y sus fuegos de gran precisión fue definitorio en la batalla. Por las dificultades de sacar las fotos, esta imagen es la única de un campo de batalla en acción (Foto: Esteban García, Bate & Cía, col BNU: Blibioteca Nacional de Uruguay).
 


•2: Carros de municiones de la artillería brasileña en el campamento de Tuyutí (E. García, Bate & Cía, col BNU)


•3: Campamento argentino en Tuyutí, antes del ataque del Ejército Paraguayo (E. García, Bate & Cía, col BNU)


•5: Soldados uruguayos en una trinchera durante la Guerra de Triple Alianza.


•6: Oficiales del Batallón 1 de Corrientes del Ejército Argentino.



•7: Niños soldados paraguayos junto a un militar. Así fueron forzados a luchar por la dirigencia paraguaya.


•8: Hospital paraguayo.




•10: Soldados argentinos mateando.


•11: Soldados argentinos en un momento de descanso, que aprovecharon para retratarse.


•12: Gauchos integrados en el Ejército Argentino. 


•13: Tropas, presumiblemente argentinas, en uno de los insalubres campamentos de campaña, responsables de más bajas que el fuego enemigo.


•14: Niño soldado, Tambor del Ejército Argentino.



•15 y 16: Niños paraguayos víctimas de la guerra. La imagen de estos niños aun hoy conmueve al mundo, sin embargo fueron los propios mandos paraguayos quienes los enviaron al combate, y en el caso de los niños no combatientes que fueron víctimas, hay que resaltar que en principio fueron víctimas de los paraguayos los niños argentinos, pero debido a que no fueron retratados y las tornas de la guerra pronto se volvieron contra Paraguay (los daguerrotipistas comenzaron a llegar al frente mucho después, ya más avanzado el conflicto), la mayoría de la lucha se dió en territorio paraguayo, y por ello hubo muchos más civiles, incluidos niños y niños soldados paraguayos víctimas de la guerra, pero como se evidencia hubo niños soldado en ambos bandos ya que era bastante habitual en aquellas épocas, aunque no tan expuestos al enemigo ni en tanta cantidad por lo menos en el bando argentino.


•17: Javier López viajó dos veces al campo de batalla en 1866. En uno de sus viajes capturó esta imagen del general Mitre, líder de Argentina, y su Estado mayor (Javier López,  Bate & Cía, col BNU).


•18: Algunos de los prisioneros paraguayos capturados por Uruguay. Más de la mitad de la población paraguaya falleció en esta guerra (Javier López,  Bate & Cía, col BNU).


•19: Iglesia empleada como improvisado hospital militar (Javier López,  Bate & Cía, col BNU).


•20: Procesión en un campamento brasileño.


•22: Tropas, presumiblemente argentinas, aunque también podrían ser brasileñas, operando piezas de artillería.


•23: Prisioneros paraguayos tomados por Venancio Flores, militar y político uruguayo, presidente de la República en los períodos de 1853-1855 y 1865-1868. Asumió la jefatura del Estado uruguayo con el título de «gobernador provisorio» durante casi cuatro años. Se involucró, conjuntamente con el Imperio de Brasil y los unitarios de Buenos Aires, en la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay (Javier López,  Bate & Cía, col BNU).




•31: En la desesperación del conflicto, los niños paraguayos fueron utilizados como carne de cañón por los mandos paraguayos durante la Guerra de Triple Alianza, siendo el Presidente paraguayo, General Francisco Solano López el mayor responsable de este abuso.






•36: Prisioneros paraguayos en manos de tropa brasileña a la izquierda, y de tropa argentina a la derecha.


•37: Fotografía tomada en 1866 y publicada por la Biblioteca Nacional de Uruguay que representa a un grupo de sodados del 26 Corpo de Volun­tarios da Patria brasileño de Ceará, durante un simulacro en Paraguay durante la Guerra de la Triple Alianza 1864-70 (Javier López,  Bate & Cía, col BNU).


•42: Soldados argentinos del Batallón San Nicolás durante la Campaña del Paraguay.


•43: La brutalidad del conflicto se dio en ambos bandos, aunque la historia suele apuntar sólo contra el bando aliado, en especial el brasileño; los paraguayos fueron bestiales en el trato a prisioneros y contra la población civil en los territorios que ocupaban, pero como la suerte de la guerra muy rápidamente se tornó en su contra y casi toda la guerra se luchó luego en suelo paraguayo, terminaron llevando la peor parte por obvias razones y consecuencia de la brutalidad con que se condujeron desde un principio. Su incursión en Argentina, al invadir Corrientes, fue bestial, dedicándose las tropas paraguayas al pillaje, la violación y el asesinato, lo que despertó la ira en Buenos Aires y la famosa, y trágica, frase de Bartolomé Mitre “En veinticuatro horas a los cuarteles, en quince días en campaña, en tres meses a la Asunción”. En la imagen advertimos a un sacerdote brasileño (adelante, a la izquierda, parado) con refugiados de la ciudad de San Pedro, Paraguay, en su mayoría mujeres y niños, en 1869 o 1870. El grupo de personas atrás a la derecha pertenece al bando Aliado.


•44: Décadas más tarde de terminada la Guerra con Paraguay, luego conocida como Guerra de la Triple Alianza, vemos a veteranos de guerra argentinos, Jefes y Oficiales de la Campaña del Paraguay con el Presidente Carlos Pellegrini de Argentina.


•45: Durán, veterano de la Guerra de la Triple Alianza, uno de los primeros en llegar al entierro del General Bartolomé Mitre, en 1906 (AGN_DDF/ Caja 544, inv: 25886).




•47: Medallas de la Guerra de la Triple Alianza.