Soldados argentinos rechazan el desembargo inglés en Comodoro Rivadavia
Malvinas secreto: el día que Inglaterra invadió la Patagonia
A más de cuatro décadas del conflicto, el olvido oficial sobre los combatientes que defendieron objetivos en el continente refleja una deuda histórica que persiste
Por Cynthia Castro || Infobae
El 21 de mayo de 1982, comandos británicos pisaron suelo argentino, no en Malvinas, sino en el continente. La Base Aérea Militar (BAM) de Comodoro Rivadavia, pieza clave en la logística de defensa argentina, fue el objetivo de una incursión enemiga que quedó sellada como “secreto de Estado”. Esa noche, la amenaza de un ataque británico sobre el territorio patagónico fue real, y el alerta roja encendió la posibilidad de un conflicto aún más amplio.
Según el testimonio del excombatiente Antonio González, “pretendían atacar la BAM (Base Aérea Militar) comodorense que funcionaba en ese momento como base de operaciones militares, como búnker de la Fuerza Aérea Argentina... ese episodio provocó que se disparara una alerta roja que afectó a toda la ciudad de Comodoro Rivadavia, en Chubut.”
A lo largo de la costa patagónica, desde Puerto Madryn hasta Ushuaia, las Fuerzas Armadas argentinas desplegaron a miles de soldados para garantizar la defensa del territorio continental. Eran jóvenes, la mayoría con escasa preparación militar y sin experiencia en condiciones extremas. Sin embargo, su misión era clara: proteger la soberanía del país ante cualquier intento de invasión. Y la amenaza británica era tangible.
Las incursiones británicas en el continente no son una teoría conspirativa ni un rumor infundado. Excombatientes, historiadores e incluso exmilitares británicos han reconocido que hubo múltiples ataques en el continente. Edward Denmark, integrante de la Task Force británica, lo admitió en una carta enviada al exmiembro de la Fuerza Aérea Sur, Julio Herrera Vidal.
Herrera
Vidal, quien participó en la defensa del continente, respaldó esa
afirmación con su propio testimonio: “Se está desclasificando todo y
gracias a Dios se va a hacer justicia. Hubo muchos ataques en el
continente. De hecho, el 23 de mayo de 1982 a las 19:00 entramos en
combate aéreo con un avión que no se identificó. Fue en la base aérea militar Santa Cruz, ubicada al sur de (Puerto) San Julián”, sostuvo en declaraciones a Noticias Argentinas.
El
reconocimiento de estos hechos por parte de un exmilitar británico y el
testimonio directo de un excombatiente argentino ponen sobre la mesa un
hecho incómodo para la Argentina: mientras el Reino Unido desclasifica
información y admite la magnitud de su intervención en el continente,
nuestro país sigue negando a sus propios soldados.
No todo pasó en Malvinas
El 2 de abril de 1982 se crea el Teatro de Operaciones Malvinas (TOM) como comando estratégico operacional para la recuperación de las Islas.
El
7 de abril las operaciones del comando TOM se extiende a todos los
espacios aéreos y marítimos del litoral atlántico argentino, creando el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS),
con unidades militares en la Patagonia Austral , en el sur del paralelo
42º, donde se cumplían tareas de logística, comunicaciones,
inteligencia, protección de la población civil y costera, transporte de
víveres y se protegía la seguridad de las bases desde las que partían
las aeronaves.
De las 649 argentinos que murieron en el conflicto bélico,
el 9% fueron argentinos caídos con órdenes de operaciones en bases
aéreas y costas patagónicas en defensa de la Patagonia Austral. Estos
son, 39 pilotos de combate y tripulación abatidos en el aire en misión
de combate que habían partido de las Bases Aéreas Militares (BAM) y 17
caídos con órdenes de operaciones en las costas patagónicas.
Un
ejemplo de ello fue cuando, el día 30 de abril de 1982 en la zona entre
Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia, en una misión de combate en el
continente, un helicóptero argentino fue en búsqueda de un grupo comando
británico que habría desembarcado cerca de Caleta Olivia, refugiándose
en una estancia. El helicóptero fue interceptado y murieron 10
argentinos. El 1º de mayo de 1982, se descubre ese grupo comando
británico, dos submarinos ingleses detectados en las cercanías de las
costas patagónicas, en las cercanías a Caleta Olivia, con rumbo a Puerto
Argentino.
Da
cuenta de las invasiones a la Patagonia en el Libro Histórico y el
Diario de Guerra del Liceo Militar General Roca de Comodoro Rivadavia
que contiene documentación archivada por el Coronel Fabian Brown, jefe
del Servicio Histórico del Ejercito.
La batalla por el reconocimiento
Aquellos
soldados que protegieron el continente bajo órdenes de combate,
agrupados en lo que se conoce como el Teatro de Operaciones del
Atlántico Sur (TOAS), enfrentaron no solo la amenaza británica, sino
también el desprecio de su propio país. Más de cuatro décadas después, siguen
luchando para que se les reconozca lo que la historia y la ley les
concedieron: la condición de excombatientes de Malvinas.
Desde
la inmediata posguerra, la cuestión del reconocimiento a los veteranos
de Malvinas estuvo envuelta en arbitrariedades y omisiones. Las primeras
normativas, como la Ley 22.674/82 y la Ley 23.118/84, incluyeron a los
soldados del TOAS entre los excombatientes. Sin embargo, en 1988, un
decreto presidencial modificó ese criterio y los excluyó sin más.
Esa
decisión no solo contradijo las leyes vigentes, sino que violó la
propia Constitución Nacional, que prohíbe al Poder Ejecutivo derogar
leyes mediante decretos. No obstante, la omisión persiste hasta el día
de hoy: los soldados del TOAS siguen fuera del reconocimiento oficial,
mientras que Gran Bretaña ya ha comenzado a desclasificar archivos sobre
los ataques continentales durante la guerra.
El
argumento oficial para negar el reconocimiento a los soldados del TOAS
es que no participaron directamente en el combate en las islas. Sin
embargo, este criterio resulta arbitrario e inconsistente con la propia
normativa nacional e internacional. La Ley 23.379 define como
combatiente a todo aquel que contribuye militarmente a un mismo
objetivo, ya sea en funciones de combate o defensivas. Los soldados del
TOAS cumplían órdenes de guerra en bases militares estratégicas,
protegían la retaguardia y garantizaban la operatividad de las Fuerzas
Armadas en el conflicto.
El
olvido no es solo una cuestión burocrática. Es una herida abierta en la
historia argentina. Negar el reconocimiento a estos soldados implica
desconocer su sacrificio y despojarles del honor de haber servido a la
Patria en tiempos de guerra.
Una deuda con la historia
Negar
el reconocimiento a los miembros del TOAS es una traición a la memoria
nacional. Sin ellos, la Patagonia pudo haber caído bajo el control
británico. Sin ellos, las bases militares en el continente, esenciales
para el desarrollo de la guerra, no habrían resistido.
El Estado argentino todavía tiene una deuda con los hombres que defendieron su soberanía.
La sociedad, que durante años les dio la espalda a los combatientes,
tiene el deber moral de exigir justicia. No puede haber reclamo de
soberanía sobre Malvinas si la Argentina no es capaz de honrar primero a
todos aquellos que la defendieron.
El
reconocimiento de los soldados del TOAS no es solo una cuestión de
derechos adquiridos. Es una cuestión de justicia histórica. Y en esa
batalla, el olvido no puede ser la última palabra.
Propuesta de cambio de toponimia en Argentina: Reivindicación de los pueblos originarios auténticos ante la apropiación Araucana/Mapuche
Resumen
El presente informe analiza la propuesta de modificación de la toponimia en Argentina para reemplazar los nombres de origen mapuche o araucano por denominaciones en lenguas de los pueblos ancestralmente asentados al oriente de la cordillera de los Andes, como los tehuelches o aonikenk. Se fundamenta en la evidencia histórica y lingüística que demuestra que los mapuches son un pueblo originario de la vertiente occidental de los Andes, en lo que hoy es Chile, y que su presencia en la Patagonia argentina es producto de una expansión relativamente reciente, ocurrida a partir del siglo XVII. Se revisarán los estudios del antropólogo Rodolfo Casamiquela sobre este fenómeno, así como la influencia de organizaciones extranjeras, como Mapuche International Links, que sostienen reclamos sin fundamentos históricos sólidos y con un notable sesgo ideológico.
1. Introducción
La toponimia en Argentina refleja la historia de los pueblos que han habitado su territorio. Sin embargo, en las últimas décadas ha surgido un movimiento que busca imponer una narrativa en la que el pueblo mapuche es presentado como el único pueblo originario de la Patagonia, lo que contradice las investigaciones arqueológicas, antropológicas y lingüísticas. Dada la importancia de la identidad histórica y territorial, este informe plantea la necesidad de reivindicar los nombres tradicionales vinculados a los pueblos auténticamente preexistentes en la Patagonia argentina, principalmente los tehuelches (aonikenk y gününa küne) y los pampas, desplazando los topónimos impuestos por la expansión mapuche desde Chile.
2. Origen transcordillerano de los araucanos y su expansión hacia el Este
2.1 Evidencia histórica y antropológica
La evidencia arqueológica y etnohistórica indica que los mapuches no habitaban la Patagonia oriental antes del siglo XVII. Rodolfo Casamiquela, en su obra "¿Quiénes eran los Tehuelches? Una etnia en vías de extinción" (1969), refuta la idea de que los mapuches sean los habitantes originarios del territorio argentino y documenta su avance desde Chile a través de un proceso de aculturación y sometimiento de los pueblos indígenas preexistentes. Casamiquela señala que el término "araucanización" define la imposición cultural, lingüística y política de los mapuches sobre los tehuelches y otros pueblos que habitaban la región oriental de los Andes.
Los tehuelches, que incluían a los grupos aonikenk y gününa küne, ocupaban extensas áreas de la Patagonia argentina desde tiempos prehispánicos. Su presencia ha sido confirmada por estudios arqueológicos en la meseta del centro y sur del país. En cambio, los mapuches aparecen en la región en tiempos relativamente recientes, como resultado de migraciones y conflictos interétnicos.
2.2 Pruebas lingüísticas y culturales
Casamiquela también destaca la desaparición progresiva de las lenguas tehuelches debido al proceso de mapuchización. Antes del siglo XVII, la Patagonia argentina estaba poblada por grupos que hablaban lenguas diferentes al mapudungun. Sin embargo, con la expansión mapuche, estas lenguas fueron reemplazadas y hoy solo sobreviven vestigios en la toponimia y en los registros etnográficos.
El lingüista Viegas Barros (1998) refuerza esta idea al señalar que el idioma tehuelche (aonikenk) tiene raíces propias y diferenciadas del mapudungun, lo que refuerza la evidencia de que los aonikenk fueron los habitantes originarios de la región antes de la llegada de los mapuches.
2.3 La presencia histórica de los Aonikenks y la llegada tardía de los mapuches
Los aonikenks, comúnmente conocidos como tehuelches o patagones, fueron los habitantes originales de la región patagónica argentina. Sus primeros registros datan de la llegada de expediciones europeas, como la de Magallanes en 1520 y la de Fitz Roy y Darwin en el siglo XIX. Estudios antropológicos y lingüísticos han confirmado su presencia en el territorio desde tiempos precolombinos.
El antropólogo e historiador Rodolfo Casamiquela (1978) fue uno de los principales exponentes en demostrar la existencia previa de los tehuelches en la Patagonia oriental. En su obra "Las áreas tecno-culturales del sur de Argentina y Chile", argumenta que la migración mapuche hacia el este de los Andes es un fenómeno relativamente reciente y que la araucanización de los tehuelches fue un proceso forzado de asimilación cultural y lingüística (Casamiquela, 1978).
Casamiquela sostiene que los mapuches eran originarios del lado occidental de la cordillera y que cruzaron a territorio argentino en busca de nuevos recursos y oportunidades comerciales, aprovechando la introducción del caballo traído por los españoles. Este proceso, que se intensificó entre los siglos XVII y XIX, generó un reemplazo lingüístico y cultural que, con el tiempo, derivó en la errónea concepción de que los mapuches eran los habitantes ancestrales de la Patagonia.
Por otro lado, registros coloniales y testimonios de viajeros europeos corroboran que hasta mediados del siglo XVIII no se documenta presencia mapuche en la región pampeana y patagónica. En cambio, sí se registran asentamientos tehuelches en vastas zonas del actual territorio argentino (Bridges, 1948; Borrero, 2001).
3. Toponimia y la necesidad de un cambio
La toponimia en Argentina ha sido profundamente alterada por la expansión mapuche. Muchos nombres de origen tehuelche han sido reemplazados por términos en mapudungun debido a la imposición cultural sufrida por estos pueblos. Ejemplos claros son:
Chubut, originalmente Tchubut, un término aonikenk que significa "transparente", aunque ha sido reinterpretado bajo una fonética mapuche.
Neuquén, un término mapuche que se superpuso a denominaciones previas de los pueblos indígenas del área.
Río Negro, cuya región estaba poblada por pampas y gününa küne antes de la llegada de los mapuches.
Un proceso de restitución de nombres ancestrales sería un acto de justicia histórica, permitiendo recuperar la identidad real de los pueblos que habitaron Argentina antes de la expansión mapuche.
Ciudades y regiones de la Provincia de Buenos Aires con nombre araucano que podrían cambiar a su correspondiente aonikenk (o castellano)
4. Interferencia externa: Mapuche International Links y su rol en la distorsión histórica
4.1 Origen y composición de la organización
Una de las principales fuentes de apoyo a la narrativa de la ancestralidad mapuche en la Patagonia es la organización Mapuche International Links, cuya página web (https://www.mapuche-nation.org/) promueve una versión sesgada de la historia. Llamativamente, esta organización tiene su sede en el Reino Unido y está financiada por fuentes británicas, lo que genera interrogantes sobre sus verdaderos intereses en la región.
Además, su composición es altamente irregular: si bien se presenta como una organización defensora del pueblo mapuche, solo uno de sus miembros es de origen chileno, mientras que el resto son ciudadanos británicos. Esta desproporción sugiere que la organización podría estar operando con una agenda geopolítica encubierta más que con un genuino interés por los derechos indígenas.
4.2 Falta de evidencia en sus reclamos
Mapuche International Links basa sus reclamos en la tradición oral sin respaldo arqueológico o documental. Las fuentes históricas argentinas y chilenas, incluyendo las crónicas de misioneros y viajeros del siglo XVIII y XIX, confirman que los mapuches no habitaban la Patagonia oriental antes del proceso de araucanización. Su llegada se debió a una serie de movimientos migratorios que, en muchos casos, implicaron la conquista y absorción de pueblos locales.
La insistencia en una supuesta "ancestralidad" mapuche en la Patagonia argentina carece de fundamento y parece responder más a intereses políticos y económicos que a la realidad histórica.
5. Conclusión y recomendaciones
La revisión de la toponimia en Argentina es una cuestión de justicia histórica para los pueblos realmente originarios del territorio. Dado que la presencia mapuche en la Patagonia argentina es el resultado de una expansión reciente y no de una ocupación ancestral, es necesario restaurar los nombres de origen tehuelche, aonikenk y pampa, en detrimento de las denominaciones impuestas por la influencia mapuche.
Asimismo, es crucial visibilizar la injerencia de organizaciones extranjeras como Mapuche International Links, cuya agenda parece estar más alineada con intereses externos que con la realidad histórica de los pueblos indígenas de Argentina. La identificación y el estudio de estos actores permitirán entender mejor el trasfondo político de la manipulación histórica que buscan imponer.
La restitución de la toponimia auténtica no solo corrige una distorsión histórica, sino que también refuerza la identidad nacional y la memoria de los verdaderos pueblos originarios de la Patagonia argentina. Lamentablemente, la Universidad Nacional de Buenos Aires,
auto-proclamada como si fuese una institución privada Universidad de
Buenos Aires (UBA), fortalece esta posición de invasión cultural
enseñando el idioma del invasor entre sus opciones. La Universidad Nacional del Comahue también participa en esta invasión cultural e indigenismo promoviendo el izamiento de la bandera araucana y adhiriendo a absurdas festividades precolombinas.
Dado el análisis expuesto, es razonable plantear una revisión de la toponimia actual en Argentina con el fin de restaurar nombres que reflejen con mayor precisión la identidad histórica y cultural de la región. Esto implicaría:
Sustituir nombres mapuches por denominaciones aonikenks/tehuelches, en reconocimiento de su presencia anterior en la Patagonia y la Pampa.
Promover estudios históricos y lingüísticos que rescaten los nombres originales de ríos, montañas y localidades antes de la araucanización.
Generar conciencia pública sobre la historia real de los pueblos indígenas argentinos, evitando manipulaciones ideológicas o intereses extranjeros en la construcción de identidades artificiales.
Referencias
Borrero, L. (2001). Los Tehuelches: Historia y Arqueología de un Pueblo Nómade.
Bridges, L. (1948). Uttermost Part of the Earth.
Casamiquela, R. (1969). ¿Quiénes eran los Tehuelches? Una etnia en vías de extinción. Buenos Aires: Eudeba.
Viegas Barros, J. (1998). Estudios sobre la lengua tehuelche. Universidad de Buenos Aires.
Mandrini, R. (2006). Los pueblos originarios de la Argentina: su historia desde los primeros pobladores hasta la conquista europea. Buenos Aires: Eudeba.
Crónicas de viajeros y misioneros del siglo XVIII y XIX sobre los tehuelches y mapuches.
Este informe propone una acción concreta para la recuperación de la identidad histórica de la Patagonia, basada en la evidencia arqueológica, lingüística e histórica disponible. Abajo se presentan una serie de lugares nombrados con términos de la lengua araucana/mapuche en columna "Mapuche", luego las columnas "Castellano" y "Aonikenk" traducen de una manera aproximada los términos a cada lenguaje. Se propone realizar la sustitución de la toponimia araucana al castellano o aonikenk. Como parte de la guerra cultural contra el falso indigenismo que victimiza al pueblo araucano, es necesario tomar la senda de la evidencia histórica para reponer la herencia cultural de los pueblos que poblaron realmente la Patagonia.
Lugares con toponimia araucana y su traducción, cuando es factible, al idioma aonikenk
Equipo MACV-SOG en Vietnam siendo extraído por un helicóptero CH-53 Sea Stallion via SPIE, 1970.
Dentro de las Misiones Atrevidas de MACV-SOG, Fuerzas Especiales Estadounidenses en Vietnam
El vigésimo escuadrón de operaciones especiales de la Fuerza Aérea fue apodado los "avispones verdes". Volaron los Sikorsky CH-3C y CH-3E y Bell UH-1F/P Huey.
por Stavros Atlamazoglou || The National Interest
Esto es lo que debe recordar:
algunas misiones notables de SOG incluyen Operation Tailwind, una
operación de Hatchet Force en Tailandia y una de las misiones más
exitosas en la historia de SOG; la
operación de Acción de Gracias, cuando el equipo de seis hombres del
operador SOG John Stryker Meyer encontró y evadió a 30.000
norvietnamitas; la misión
de Navidad, cuando el equipo de Meyer fue a Laos para destruir un
oleoducto de combustible, pero casi fue quemado vivo por rastreadores
norvietnamitas que incendiaron la jungla; Operation
Thundercloud, en la que SOG reclutó y entrenó a tropas norvietnamitas
capturadas y las envió a operaciones de reconocimiento al otro lado de
la frontera vestidos como sus antiguos camaradas; y la misión de octubre de 1968 de Recon Team Alabama, que causó la friolera de 9.000 norvietnamitas muertos o heridos en acción.
Si alguna vez un conflicto en la historia de EE. UU. vino con equipaje, tiene que ser la Guerra de Vietnam. Aunque
el servicio y las acciones de los millones de estadounidenses que
lucharon en el sudeste asiático han sido lentamente reconocidos, la
impopularidad de la guerra en ese momento, y durante muchos años
después, dejó una cicatriz en la sociedad estadounidense. Esta
impopularidad también significó que hombres y unidades extraordinarios,
como el Grupo de Estudios y Observaciones de Vietnam del Comando de
Asistencia Militar (MACV-SOG), han caído en las grietas de la conciencia
de Estados Unidos, y solo son conocidos por algunos viejos camaradas,
sus familias, y un puñado de entusiastas de la historia militar.
El
MACV-SOG, que suena inocuo, es una de esas organizaciones, aunque su
oscuridad también tiene que ver con su naturaleza altamente reservada.
Los operadores de SOG llevaron a cabo algunas de las operaciones especiales más impresionantes de toda la guerra; incluyendo algunos que parecían desafiar la lógica misma. Como
las sucesivas administraciones estadounidenses afirmaron que no había
tropas estadounidenses fuera de Vietnam del Sur, varios cientos de
tropas de operaciones especiales lucharon contra todo pronóstico y
contra un enemigo que siempre disfrutó de una ventaja numérica que a
veces excedía una proporción de 1:1000.
La unidad más secreta de la que nunca has oído hablar
Activada
en 1964, MACV-SOG era una organización de operaciones especiales
conjuntas encubiertas que realizaba operaciones transfronterizas en
Laos, Camboya, Tailandia y Vietnam del Norte.
Compuesto por operadores de las Fuerzas Especiales del Ejército, Navy SEAL
, Recon Marines y Air Commandos, SOG también trabajó en estrecha
colaboración con la Comunidad de Inteligencia, a menudo ejecutando
misiones a pedido de la CIA.
Durante
su guerra secreta de ocho años (1964-1972), SOG llevó a cabo algunas de
las operaciones especiales más atrevidas en la historia de EE. UU. y
plantó la semilla para la creación del Comando de Operaciones Especiales
de EE. UU. (SOCOM) y el Comando de Operaciones Especiales Conjuntas
(JSOC).
El
principal campo de batalla y enfoque de SOG fue el infame sendero Ho
Chi Minh, un complejo que se extiende por cientos de millas por encima y
por debajo del suelo, desde Vietnam del Norte a través de Laos y
Camboya hasta Vietnam del Sur, que los norvietnamitas y el Vietcong
usaron para impulsar su lucha en el sur. .
Lo peculiar de las operaciones SOG fue el hecho de que ocurrieron donde se suponía que las tropas estadounidenses no debían estar . Las
sucesivas administraciones estadounidenses habían insistido en que no
había tropas estadounidenses operando fuera de Vietnam del Sur.
Los
comandos SOG, por lo tanto, no usaban etiquetas de nombre, rango o
cualquier otra insignia que pudiera identificarlos como estadounidenses.
Incluso sus armas no tenían números de serie.
El deber en SOG era voluntario y estrictamente confidencial. A
las tropas SOG no se les permitía revelar su ubicación, misiones o
cualquier otro detalle relacionado con su equipo encubierto y no podían
tomar fotografías, como todos los buenos comandos. Sin embargo, SOG rompió esa regla con frecuencia, como sugieren las numerosas imágenes de la época. Pero
en lo que respecta al público en general, cada uno de ellos era solo
otro soldado estadounidense que luchaba contra el comunismo en Vietnam.
SOG
estaba comandado por un coronel del Ejército, llamado "Jefe SOG", que
reflejaba el predominio de los Boinas Verdes en la organización, y se
dividía en tres secciones geográficas: Comando y Control Norte (CCN),
Comando y Control Central (CCC) y Comando y Control. Control Sur (CCS).
El servicio en la unidad fue muy selectivo . No
solo reclutó únicamente de unidades de operaciones especiales, sino que
el riesgo inherente requería que todos tuvieran que ser voluntarios. Aproximadamente 3,2 millones de estadounidenses sirvieron en Vietnam. De ese número, alrededor de 20,000 eran Boinas Verdes, de ellos, solo 2,000 sirvieron en SOG, con solo 400 a 600 ejecutando operaciones de reconocimiento y acción directa.
El servicio en SOG vino con un acuerdo tácito de que recibirías un Corazón Púrpura o una bolsa para cadáveres. SOG tuvo una tasa de bajas del 100 por ciento : todos los que sirvieron en SOG resultaron heridos, la mayoría varias veces, o murieron. Y hasta el día de hoy, 50 SOG Green Berets siguen desaparecidos en acción.
Nuestra “Gente Pequeña ”
Lo
que permitió las operaciones de SOG fue un suministro constante de
combatientes locales leales y feroces que odiaban apasionadamente a los
norvietnamitas y, a veces, entre sí. Estos guerreros locales trabajaron con los comandos estadounidenses como mercenarios. La
"gente pequeña", como los llamaban cariñosamente los estadounidenses,
demostró su valía en el campo, contra viento y marea, una y otra vez.
Estas fuerzas socias locales incluían montañeses, vietnamitas del sur y nungs chinos, entre otras tribus y etnias. De
hecho, los mercenarios locales componían la mayoría de los equipos de
reconocimiento SOG y las Fuerzas Hatchet (más sobre ellos más adelante).
Por ejemplo, la mayoría
de los equipos de reconocimiento realizarían operaciones
transfronterizas con entre dos y cuatro estadounidenses y entre cuatro y
nueve mercenarios locales. Los lugareños tenían una extraña habilidad (algunos operadores SOG dirían un sexto sentido ) para detectar el peligro. Esta habilidad los convertía en hombres clave perfectos durante las operaciones de reconocimiento.
Por
lo general, al iniciar una operación de reconocimiento transfronteriza,
los equipos SOG entrarían en una "cuarentena" previa a la misión, al
igual que lo hacen los destacamentos operativos de las Fuerzas
Especiales del Ejército de hoy en día antes de desplegarse. Durante
este período de cuarentena, comían la misma comida que los
norvietnamitas, principalmente arroz y pescado, por lo que ellos, y sus
desechos humanos, podían oler como el enemigo mientras estaban en la
jungla.
Hoy
en día, donde las bebidas antes del entrenamiento y las energéticas son
casi obligatorias, incluso en operaciones activas, tales medidas pueden
sonar extravagantes. Pero
en una noche sin luna, en medio de la jungla camboyana, rodeado de
miles de rastreadores y tropas norvietnamitas, algo tan trivial como tu
olor podría marcar la diferencia entre que un equipo SOG sea aniquilado o regrese a casa.
Las
tropas locales, que tenían un gran conocimiento del entorno operativo,
fueron cruciales para la supervivencia de muchos equipos de
reconocimiento SOG. Cuando terminó la guerra, algunos de ellos, como el legendario “Cowboy”, lograron escapar a Occidente y venir a EE.UU.
Operaciones especiales que desafían a la muerte
SOG se especializó principalmente en reconocimiento estratégico, acción directa, sabotaje y búsqueda y rescate en combate.
Aunque
el conjunto de misiones principal de SOG era el reconocimiento
estratégico a través de sus equipos de reconocimiento, también se
especializó en operaciones de acción directa, como incursiones y
emboscadas. Para estas operaciones más grandes, había diferentes equipos dentro de SOG.
Las
"Fuerzas Hacha" se especializaron en redadas y emboscadas, pero también
actuaron como una fuerza de reacción rápida para los equipos de
reconocimiento. Por lo
general, las Fuerzas Hacha eran del tamaño de un pelotón y estaban
compuestas por cinco estadounidenses y 30 tropas indígenas. A
veces, varias fuerzas de hacha se combinaban para crear un elemento del
tamaño de una empresa, llamado "Havoc" o "Hornet", que podía ser muy
eficaz contra los centros logísticos o los cuarteles generales enemigos
conocidos.
Además
de las Fuerzas Hacha, también estaban las compañías “SLAM”, que
significan Buscar, Localizar, Aniquilar, Monitorear/Misión, que eran
compañías SOG de tamaño completo con unas pocas docenas de
estadounidenses en roles de liderazgo y unos cientos de mercenarios
indígenas que SOG había reclutado.
Los primeros equipos de reconocimiento SOG se llamaron "Equipos Spike" (ST), por ejemplo, ST Idaho , con el término "Equipos de reconocimiento" (RT), por ejemplo, RT Ohio, que se hizo más popular más adelante en la guerra. Por
lo general, los comandos SOG nombraron a los equipos según los estados
de EE. UU., pero también usaron otros títulos, como "Bushmaster",
"Adder" y "Viper". El número de equipos de reconocimiento activos fluctuó a lo largo de la guerra, reflejando bajas y una demanda creciente. Por ejemplo, en un momento, CCC dirigió casi 30 equipos de reconocimiento.
Algunas
misiones notables de SOG incluyen Operation Tailwind, una operación de
Hatchet Force en Tailandia y una de las misiones más exitosas en la
historia de SOG; la
operación de Acción de Gracias, cuando el equipo de seis hombres del
operador SOG John Stryker Meyer encontró y evadió a 30.000
norvietnamitas; la misión
de Navidad, cuando el equipo de Meyer fue a Laos para destruir un
oleoducto de combustible, pero casi fue quemado vivo por rastreadores
norvietnamitas que incendiaron la jungla; Operation
Thundercloud, en la que SOG reclutó y entrenó a tropas norvietnamitas
capturadas y las envió a operaciones de reconocimiento al otro lado de
la frontera vestidos como sus antiguos camaradas; y la misión de octubre de 1968 de Recon Team Alabama, que causó la friolera de 9.000 norvietnamitas muertos o heridos en acción.
Lo que destaca de SOG es cuánta responsabilidad se asignó a sus jóvenes operadores. El legendario operador SOG John Stryker Meyer , por ejemplo, estaba ejecutando reconocimiento como One-Zero (líder de equipo) a la edad de 22 años y solo como E-4. Y
las reglas de enfrentamiento eran bastante diferentes, con menos
burocracia que obstaculizaba a los muchachos sobre el terreno.
“Las
misiones Bright Light [búsqueda y rescate de combate] rara vez se
desplegarían bajo las Reglas de enfrentamiento actuales”, dijo Meyer a
Sandboxx News.
“Y,
hoy, no pueden creer que los humildes E-4 dirigieran ataques aéreos,
control total sobre el terreno, y tropas experimentadas tenían la última
palabra sobre los equipos, independientemente de su rango. Experiencia sobre rango.
Meyer ha escrito extensamente sobre SOG y sus espeluznantes experiencias en la unidad.
Aunque
las técnicas, tácticas y procedimientos fueron generalmente los mismos
entre los tres subcomandos SOG, los equipos SOG ajustaron sus enfoques
de acuerdo con su área geográfica. Laos, por ejemplo, tiene más montañas y selva que Camboya, que es más plana y abierta.
Salvadores desde arriba: Comandos Aéreos de SOG
Un
elemento fundamental para el éxito y la eficacia de las operaciones
MACV-SOG a través de la frontera fueron varios escuadrones de aviones de
todos los servicios y también de Vietnam del Sur.
El 20º Escuadrón de Operaciones Especiales de la Fuerza Aérea fue apodado los “Avispones Verdes”. Volaron los Sikorsky CH-3C y CH-3E y Bell UH-1F/P Huey. El
primer teniente James P. Fleming, un piloto de Green Hornet, ganó la
Medalla de Honor por salvar a un equipo de reconocimiento SOG de una
muerte segura en 1968.
Los
Hueys de los Green Hornets venían repletos de una variedad de armas,
incluidas ametralladoras M-60, miniguns GAU-2B/A y cápsulas de cohetes
de 2,75 pulgadas. Si se acababa la munición, los artilleros de las puertas lanzaban granadas o disparaban con sus rifles individuales.
Además de los Green Hornets, el Escuadrón 219 de la Fuerza Aérea de Vietnam del Sur , que volaba H-34 Kingbees, era un partidario dedicado de las operaciones SOG. Estos
pilotos y tripulaciones de Vietnam del Sur eran realmente intrépidos y
siempre acudían al rescate de los equipos de reconocimiento
comprometidos, independientemente del peligro. El capitán Nguyen Van Tuong, un piloto legendario, destaca por su frialdad y mano firme bajo el fuego.
Otras
unidades notables de ala giratoria que apoyaron las misiones SOG fueron
el Escuadrón 367 de helicópteros de ataque ligero del USMC, que voló el
ataque AH-1 Viper y los helicópteros de transporte UH-1 Venom; la 189ª Compañía de Helicópteros de Asalto “Ghost Riders”, que voló variantes de asalto y transporte del helicóptero UH-1 Huey.
Los
comandos SOG en tierra también podrían confiar en el apoyo aéreo
cercano de ala fija, siendo el turbohélice A-1 Skyraider una plataforma
favorita para el apoyo aéreo cercano y el F- 4 Phantom una buena opción en un día determinado.
“La
política militar siempre interfirió, y nuestro liderazgo tuvo que
luchar con recursos de apoyo aéreo cercano, como los escuadrones A-1
Skyraider”, dijo Meyer a Sandboxx News.
“Por ejemplo, los jefes del SOG tuvieron que luchar para mantener el Ala de Operaciones Especiales 56 , operando desde la Ubicación Alfa en Da Nang.
“Los
SPAD [A-1 Skyraiders] de esa unidad fueron consistentes e intrépidos y
fueron considerados la columna vertebral de CAS durante la Operación Tailwind . En
el día 4, por ejemplo, el NVA estaba a punto de invadir el HF [Hatchet
Force] cuando Tom Stump hizo disparos devastadores que rompieron la
parte posterior de esos ataques frontales, dando tiempo a McCarley para
sacarlos de la LZ y fuera del objetivo como el tiempo cerró.”
El apoyo aéreo cercano fue vital y probablemente el factor más importante en la supervivencia de numerosos equipos SOG. Sin
embargo, aunque los comandos SOG disfrutaron de la superioridad aérea y
los aviones norvietnamitas nunca representaron un peligro, los Air
Commandos que apoyaban a SOG tuvieron que enfrentarse a las capacidades
antiaéreas extremadamente potentes de los norvietnamitas, que incluían
desde ametralladoras ligeras hasta cañones antiaéreos pesados. a los
misiles tierra-aire. Cada
extracción en caliente obligaba a una sanción de helicópteros y cazas/ o
bombarderos derribados, o al menos unos cuantos acribillados a balazos.
Los comandos SOG solicitaron apoyo aéreo cercano, generalmente mediante el uso de una brújula y botes de humo. Los
controladores aéreos avanzados, apodados "Covey", volaron por encima y
ayudaron a coordinar con el equipo en tierra y controlar todos los
activos aéreos y el apoyo aéreo cercano. En CCS, Covey generalmente volaba solo, haciendo ambas tareas mientras volaba su avión. En
CCN, sin embargo, Covey era un asunto de dos hombres, lo que
generalmente implicaba que un operador SOG experimentado se uniera al
piloto y lo ayudara con su experiencia única, habiendo estado en el
extremo receptor del apoyo aéreo cercano de numerosos equipos.
Años
después de que terminara la Guerra de Vietnam, se descubrió que había
un topo en la sede de SOG en Saigón que había estado pasando información
sobre las misiones y ubicaciones del equipo al enemigo.
Los
operadores de SOG, incluidas leyendas de operaciones especiales como el
coronel Robert Howard y el sargento mayor Roy Benavidez, obtuvieron 12
medallas de honor durante el conflicto.
Aunque
el servicio en SOG vino con el acuerdo tácito de una vida peligrosa
llena de peligros y riesgos, también vino con un sentido inquebrantable
de lealtad y confianza entre los hombres que sirvieron allí. Un
sentido de lealtad y confianza que los operadores SOG demostraron una y
otra vez a través de su compromiso de no dejar a nadie atrás, vivo o
muerto. Ese esfuerzo, ese compromiso, continúa hasta el día de hoy.
En el oscuro escenario de la Guerra de Malvinas, se tejió una trama que podría haber salido de una novela de espionaje, un episodio olvidado pero cargado de intriga y tensión. A principios de 1982, mientras el gobierno militar argentino lidiaba con una crisis interna que amenazaba con desmoronar el régimen, sus líderes decidieron lanzar un golpe audaz contra el Reino Unido, no en las islas disputadas en el Atlántico Sur, sino en Europa, en el corazón de la base naval británica en Gibraltar. Una operación global al estilo Mossad, ni más ni menos.
El protagonista de esta misión secreta, denominada Operación Algeciras, fue Máximo Nicoletti, un hombre con un pasado turbulento. Nicoletti no era un soldado ordinario; había sido miembro de los Montoneros, una guerrilla peronista que había surgido en los años 70. Ganó su apodo, "el buzo experto", por su participación en un acto de sabotaje en 1974, cuando colocó explosivos bajo la línea de flotación de un destructor argentino en el puerto de Puerto Belgrano. Este acto de terrorismo le ganó una reputación temible y, según él mismo, un linaje de sangre, pues afirmaba ser hijo de uno de los comandos submarinos de Mussolini que hundieron el HMS Valiant y el HMS Queen Elizabeth en el puerto de Alejandría en 1941. Si esta historia era cierta o no, era algo que Nicoletti repetía con frecuencia, quizás para mantener viva su imagen de guerrillero implacable.
El 2 de abril de 1982, cuando Argentina invadió las Islas Malvinas, el gobierno militar buscaba no solo una victoria territorial, sino también un medio para distraer a la población de los problemas internos que amenazaban con desbordar al régimen. La ocupación de las islas unió a los argentinos en un fervor patriótico que, momentáneamente, silenció las protestas contra la brutal represión y las penurias económicas. Sin embargo, la invasión no se desarrolló como esperaban. Lejos de ceder, Gran Bretaña, bajo el liderazgo de Margaret Thatcher, reaccionó con fuerza. Organizó la mayor operación militar desde la Segunda Guerra Mundial, enviando una armada imponente para recuperar las islas.
En Buenos Aires, mientras las primeras escaramuzas se sucedían en el Atlántico Sur, el director del Servicio de Inteligencia Naval argentino, el almirante Eduardo Morris Gerling, comenzó a considerar formas alternativas de golpear a los británicos. Fue entonces cuando decidió convocar a Nicoletti. Capturado por los militares en 1977, Nicoletti, junto a su camarada Nelson Latorre, había cambiado de bando justo antes de enfrentar las torturas que la dictadura reservaba para sus enemigos. Esta conversión no solo fue una traición a sus antiguos compañeros, sino también un acto de desesperación y supervivencia. De guerrillero peronista, Nicoletti pasó a ser un ferviente colaborador del régimen militar, dispuesto a servir en cualquier misión que se le asignara.
Operación Algeciras se presentó como una oportunidad perfecta para Nicoletti de aplicar sus habilidades como buzo y saboteador. El plan era simple en teoría: infiltrarse en la base naval de Gibraltar y hundir un buque de guerra británico. La operación, aunque arriesgada, tenía un precedente en la mente de Nicoletti: su exitoso ataque en Puerto Belgrano. Pero esta vez, el objetivo era mucho más ambicioso y, sin duda, más peligroso.
El grupo encargado de ejecutar la misión estaba compuesto por Nicoletti, Latorre, y un tercer hombre, conocido solo por su apodo, "el marciano". Los tres habían sido Montoneros y ahora, ironías del destino, servían al mismo régimen que había intentado eliminarlos. Su viaje comenzó el 22 de abril de 1982, cuando partieron hacia París, escoltados por el capitán de navío Héctor Rosales, quien actuaba como enlace con los altos mandos militares y encargado de supervisar la misión. Desde París, los tres exguerrilleros cruzaron la frontera hacia España y se dirigieron a Málaga en dos autos alquilados. Rosales, mientras tanto, se trasladó a la embajada argentina en Madrid para recoger una maleta muy especial: en su interior, dos minas italianas cargadas con 25 kilogramos de explosivos, diseñadas para adherirse al casco de un buque y provocar una devastadora explosión.
La operación parecía destinada al éxito, pero desde el principio se vio afectada por una serie de improvisaciones y errores que, en retrospectiva, parecían inevitables. Al llegar a España, el grupo se instaló en una casa alquilada en Estepona, una tranquila localidad costera a unos 18 kilómetros de Gibraltar. Sin embargo, a pesar de la gravedad de su misión, los argentinos cometieron errores de principiante. Carecían de planos actualizados de la base naval y se vieron obligados a comprar mapas turísticos de Gibraltar en una tienda de El Corte Inglés. Además, tuvieron que adquirir un bote de goma para acercarse al puerto, lo que incrementó la posibilidad de ser descubiertos.
Durante días, los tres hombres actuaron como si fueran turistas comunes, aunque sus actividades resultaban cada vez más sospechosas. Paseaban por la costa, observando el puerto militar británico con binoculares en lugar de dedicarse a la pesca, como afirmaban. Su comportamiento no pasó desapercibido para las autoridades locales, especialmente en un tiempo de guerra donde cualquier actividad inusual podría ser interpretada como un acto de espionaje.
Finalmente, después de días de vigilancia, el grupo identificó su objetivo: la fragata británica HMS Ariadne, que entraba y salía del puerto en intervalos irregulares. Nicoletti, ansioso por cumplir la misión, solicitó permiso para atacar un viejo remolcador que parecía más accesible, pero desde Buenos Aires le ordenaron que tuviera paciencia. El 3 de mayo, recibieron la orden de pasar a la acción, fijando el 16 de mayo como la fecha para ejecutar la Operación Algeciras.
Sin embargo, el destino tenía otros planes. El 15 de mayo, un día antes del ataque, todo se desmoronó. El capitán Rosales fue a renovar el alquiler de los autos en previsión de una fuga apresurada, pero su comportamiento levantó sospechas. El empleado de la oficina de alquiler de autos, al notar algo extraño, lo hizo esperar mientras avisaba a la policía. Cuando los oficiales llegaron, Rosales no tuvo más remedio que revelar su verdadera identidad. "Soy el capitán Fernández de la Armada Argentina y estoy en una misión secreta. Desde este momento me considero su prisionero, no diré una palabra más", declaró, poniendo fin a la operación.
Resumen de las Biografías: Operación Algeciras
La Operación Algeciras fue una misión encubierta llevada a cabo por la Armada Argentina durante la Guerra de las Malvinas en 1982, con el objetivo de sabotear un buque británico en la Base Naval de Gibraltar. La operación, que nunca se concretó, tenía la intención de alterar la disposición de la flota británica en el conflicto y de presionar a las fuerzas europeas para que retiraran sus buques del Atlántico Sur.
Máximo Nicoletti fue el principal ejecutor de la misión. Exintegrante de la organización Montoneros, Nicoletti había adquirido experiencia en sabotajes al participar en la voladura de la fragata ARA Santísima Trinidad en 1975. Esta experiencia lo hizo útil para la Armada, que lo contactó en 1978 durante las tensiones con Chile por el Canal de Beagle. Aunque ese conflicto fue evitado por la mediación papal, la capacidad de Nicoletti quedó registrada, lo que llevó a la Armada a recurrir nuevamente a él durante la Guerra de las Malvinas.
Máximo Nicoletti
En 1982, cuando estalló el conflicto, Nicoletti estaba en Miami. La Armada lo reclutó para liderar la Operación Algeciras, cuyo propósito era hundir un buque británico en Gibraltar utilizando minas submarinas. Esta acción sería un mensaje a Europa sobre los riesgos de mantener sus fuerzas navales tan lejos de sus costas.
El comandante de la operación fue el almirante Jorge Isaac Anaya, un miembro de la Junta Militar argentina y uno de los arquitectos de la recuperación de las Malvinas. Anaya, convencido de la necesidad de una acción en Europa, convocó al almirante Eduardo Morris Girling, jefe del Servicio de Inteligencia Naval, para planear la misión. Girling formó un equipo con Nicoletti y otros dos exmontoneros, quienes serían los encargados de ejecutar la operación.
Alte Jorge Anaya
Los exmontoneros tenían la ventaja de no estar formalmente vinculados a la Armada, lo que permitía a las autoridades argentinas negar cualquier conexión oficial con la operación en caso de fracaso. Además, estos exguerrilleros contaban con formación militar y experiencia en operaciones clandestinas, lo que los hacía idóneos para la misión.
El plan consistía en que Nicoletti y su equipo viajaran a Gibraltar, se sumergieran en el puerto utilizando equipo de buceo y colocaran minas submarinas en un buque británico. Sin embargo, desde el principio enfrentaron dificultades. Tras llegar a París, los servicios de inteligencia franceses sospecharon de ellos debido a la mala calidad de los pasaportes falsos proporcionados por Víctor Basterra, un exmontonero conocido por sus habilidades como falsificador. Aunque los argentinos lograron continuar su viaje, siempre quedó la sospecha de que los franceses alertaron a las autoridades británicas y españolas sobre su presencia.
Ya en España, el equipo se estableció en Algeciras, desde donde llevaron a cabo misiones de reconocimiento en la costa. Observaron que las medidas de seguridad en la base de Gibraltar eran mínimas, lo que hacía factible la operación. Sin embargo, las condiciones climáticas y la presencia de un blanco adecuado fueron obstáculos continuos. Nicoletti, impaciente por actuar, propuso varios objetivos, como un buque minador y un supertanque de bandera liberiana, pero ambos fueron rechazados por Anaya, quien consideró que los objetivos eran inapropiados o que las consecuencias de atacarlos serían desastrosas.
Finalmente, según Nicoletti, cuando por fin se dieron las condiciones perfectas para realizar la operación, Buenos Aires ordenó suspenderla debido a las negociaciones diplomáticas en curso para poner fin a la guerra. Estas negociaciones, lideradas por el canciller argentino Nicanor Costa Méndez y el secretario de Estado estadounidense Alexander Haig, eran cruciales para el futuro del conflicto.
La Operación Algeciras, aunque nunca se concretó, representa un capítulo poco conocido de la Guerra de las Malvinas, en el que un pequeño grupo de exguerrilleros, dirigidos por la Armada Argentina, estuvo a punto de llevar a cabo una acción que podría haber tenido repercusiones internacionales significativas. La operación demuestra la desesperación y la audacia de Argentina en un conflicto que, desde el principio, parecía estar en su contra.
La policía se trasladó rápidamente a la casa de Estepona, donde arrestaron al resto del grupo. En los primeros interrogatorios, los argentinos se mantuvieron en silencio sobre el propósito de los explosivos que encontraron en la casa. Pero, una vez en la comisaría de Málaga, confesaron sus identidades y el objetivo de su presencia en España. La Operación Algeciras había fracasado antes de siquiera comenzar.
Para el gobierno español, la captura de este comando argentino fue una situación incómoda. La guerra en Malvinas había exacerbado el sentimiento nacionalista en ciertos sectores de la sociedad española, que veían en las Malvinas y Gibraltar símbolos similares de la política colonial británica. No querían involucrarse en un conflicto que podría poner en riesgo las relaciones diplomáticas con el Reino Unido. Por orden del presidente Leopoldo Calvo Sotelo, los prisioneros argentinos fueron subidos a un avión y llevados a Madrid, y desde allí, enviados de vuelta a Buenos Aires en un vuelo sin escalas, bajo la custodia del servicio secreto español. El incidente fue sepultado en silencio.
Oficialmente, la captura del comando argentino se atribuyó a un golpe de suerte. Según la versión oficial, la policía española estaba tras la pista de un grupo de estafadores uruguayos y los argentinos, que se movían con grandes cantidades de dólares en efectivo, llamaron la atención. Sin embargo, hay quienes creen que esta historia fue una cortina de humo para encubrir la intervención de la inteligencia británica, que habría detectado a los argentinos desde que presentaron sus pasaportes falsos en París. Estos documentos, confeccionados por un prisionero de la Escuela de Mecánica de la Armada en Buenos Aires, eran buenos, pero no lo suficiente como para engañar a los agentes franceses. Esta teoría parece más plausible para explicar cómo la Operación Algeciras fue frustrada justo un día antes de que el grupo pudiera ejecutar su ataque.
¿Qué hubiera pasado si la Operación Algeciras hubiera tenido éxito? Un buque de guerra británico hundido en aguas europeas por un grupo de exguerrilleros que, apenas unos años antes, se habían enfrentado entre sí en la violencia interna de Argentina. El ataque habría sido un golpe devastador para la moral británica y habría añadido una dimensión completamente nueva al conflicto de Malvinas. Sin embargo, en lugar de convertirse en héroes o villanos de una operación de alto riesgo, Nicoletti y su equipo fueron devueltos a Argentina en silencio, sus nombres perdidos en las sombras de la historia.
Así, la Operación Algeciras se convierte en un recordatorio de los extremos a los que llegó la el gobierno argentino en su esfuerzo por ganar la guerra y cómo el destino, la suerte y quizás la incompetencia conspiraron para evitar que este capítulo se convirtiera en un incidente internacional. Esta historia, casi olvidada, es un fascinante testimonio de cómo la Guerra de Malvinas no solo se libró en el Atlántico Sur, sino que sus ecos resonaron en rincones inesperados de Europa, dejando tras de sí un rastro de lo que pudo ser, pero nunca fue. Ello también muestra que los militares argentinos pensaban llevar la guerra al corazón enemigo, con una audacia inusitada para el escenario iberoamericano y, de hecho, como todo militar de ley debe planear cuando enfrenta a un enemigo tan poderoso como la segunda potencia de la OTAN.