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lunes, 26 de noviembre de 2018

Biografía: Churchill huye de Sudáfrica en la guerra de los Boers

La salvaje fuga del joven Churchill que no cuenta la película de Gary Oldman

En 1899, el futuro primer ministro británico recorrió 500 kilómetros en seis días sin agua ni comida, saltando de trenes en marcha, tras fugarse de un campo de prisioneros en Sudáfrica

Israel Viana - ABC
@Isra_Viana



Ahora que la magnifica interpretación de Gary Oldman —ganador del Globo de Oro al mejor actor dramático— ha vuelto a poner en boca de todos la figura de Winston Churchill, es probable que los críticos e historiadores pasen por alto uno de los hechos más impresionantes y desconocidos de su vida. Sucedió en 1899, mucho antes de que el mundo conociera al enérgico primer ministro que manejó los hilos de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, en cuyos inicios está ambientado el filme dirigido por Joe Wright.

ABC retrocede medio siglo, hasta sus años mozos, cuando protagonizó una de las aventuras más memorables de la Guerra de los Bóers que, a finales del siglo XX, enfrentó en Sudáfrica a los ingleses con los colonos holandeses. Hablamos de la épica huida de Churchill de un campo de prisioneros en Pretoria, cuando era corresponsal del diario «The Morning Post», y su periplo a lo largo de 500 kilómetros hasta Durban, sorteando todo tipo de peligros durante varios días sin agua ni comida.

El futuro primer ministro tenía 25 años cuando vivió esta particular «odisea», según la calificaron algunos periódicos de la época, que le ayudó posteriormente a lanzar su carrera política. Él mismo envió el relato que fue reproducido en España por el «El Imparcial», en el que no faltaban peripecias propias de los héroes de guerra: escaladas por la valla de la prisión, saltos encima de trenes en marcha, caminatas interminables sin un trozo de pan que llevarse a la boca, peligrosos acantilados, policías, buitres... Todo digno de las mejoras novelas.

«Las balas llovían como granizo»

Todo comenzó el 15 de noviembre de 1899, cuando Churchill se dirigía en un tren blindado, junto a la expedición de Aylmer Haldane, a reforzar el avance británico hacia la ciudad de Estcourt. En ese momento, su locomotora fue atacada por los bóers hasta que descarriló. Aquello no amilanó al joven periodista, que, a pesar de ser el hijo de un ilustre diputado de la Cámara de los Comunes, ya había cubierto la Guerra de Cuba en 1895, la rebelión pastún de la India en 1897 y los conflictos en Sudán en 1898.

Churchill, en 1895, cuando fue enviado a la
Guerra de Cuba - ABC

Según contó «La Ilustración Artística» un par de semanas después, el futuro primer ministro se llenó de valor y cogió el mando de un ejército amedrentado en medio del fuego cruzado. «Una vez volcados los primeros vagones, llamó al capitán Wylee para pedirle voluntarios con el objetivo de sacar los coches fuera de la vía. Las balas llovían sobre el tren como si fueran granizo. Churchill, con el teniente Frankland, se abalanzó sobre la vía descubierta para dar ejemplo a los otros soldados de la expedición. Fue entonces cuando estos entraron en combate con el enemigo. Y cuando la locomotora estuvo libre, el maquinista, que estaba herido, quiso abandonar la máquina. Sin embargo, exhortado por Churchill, volvió a ocupar su puesto y ambos partieron hacia Frere», puede leerse en el periódico.

La suerte parecía estar del lado del joven corresponsal, que consiguió liberar la vía y los vagones en los cuales se transportaba a los heridos hasta que estuvieron en zona segura. Según contaba esta publicación, Churchill cogió después el fusil de uno de los soldados y se puso en marcha convencido de que debía regresar al lugar donde se había producido la escaramuza con los boers, en busca de los posibles supervivientes.

¿Disfrazado de mujer?

Esta vez Churchill no tuvo tanta fortuna y fue detenido. Los periódicos pronto se hicieron eco de que el joven corresponsal de «The Morning Post» había desaparecido. Acabó, junto a varios soldados y oficiales británicos, en un campo de prisioneros en Pretoria. Pasó allí varios días en condiciones infrahumanas, hasta no pudo soportarlo más e ideó una plan para huir con algunos de sus compañeros. Al ver que la fecha prevista era pospuesta varias veces, nuestro protagonista se creció y escapó solo.

Churchill, en 1941, durante la Segunda
Guerra Mundial - ABC

El mismo Churchill contó en «La Época» que se había fugado disfrazado de mujer en los últimos días de 1899. El 2 de enero de 1900, otro diario español, «El Imparcial», sorprendía a sus lectores publicando un telegrama en el que el corresponsal inglés describía al detalle su épica huida, bajo el titular «La evasión de un prisionero inglés». Una decisión que tomó después de que los responsables del campo de prisioneros le comunicaran que había «muy pocas posibilidades» de que se le concedieran la libertad por su condición de periodista.

«La noche del 12, aprovechando un descuido de los centinelas, salté por la vallas de la prisión, atravesé algunas calles de Pretoria, donde me crucé con algunas personas que no se fijaron en mí atención, y me dirigí después a la estación de ferrocarril», podía leerse en el periódico, que continuaba después con todo tipo de detalles: «A las once de la noche salió un tren de mercancía y, cuando aún llevaba poca velocidad, salté a una de las plataformas y me escondí entre unos sacos de carbón».


«Chocolate crudo»

El valor se fue imponiendo poco a poco al miedo en el enjuto cuerpo de Churchill, que no tenía intención de mirara atrás, costase lo que costase. «Antes del amanecer —continuaba— salté del tren y pasé el día escondido en un bosque en compañía de un enorme buitre (...) muchas veces durante mi marcha nocturna tuve que superar todo tipo de arroyos y barrancos, salvándome sólo por la lentitud y precaución con que caminaba (...) Así continué cinco días, ocultándome al amanecer y volviendo a emprender mi peregrinación cerrada la noche. Mi alimento durante todo este tiempo fue solamente chocolate crudo».

En total fueron seis días con sus noches las que duró la fuga de Churchill hasta llegar a Lorenzo Marques, a casi 500 kilómetros de distancia. Durante su odisea tuvo que burlar varias veces a los gendarmes y la vigilancia de las estaciones, dando rodeos de kilómetros. Llegó a perder hasta 10 kilos. Todas estas experiencias le valieron para gozar de gran notoriedad durante una época y publicar, en 1930, «My Early Life», donde recoge estas y otras aventuras de su estancia en Sudáfrica.

sábado, 1 de abril de 2017

Malvinas: Crónica de una operación casi perfecta

2 de abril de 1982: las 17 grandes fotos de un día histórico
Estas son las imágenes exclusivas que el fotógrafo Rafael Wollann hizo del desembarco argentino y la rendición de los ingleses en Puerto Argentino
Infobae


La orden para los comandos argentinos que llevaron a cabo la Operación Rosario fue clara: no se debían producir bajas en las tropas británicas (57 infantes de marina, 11  Royal Marines y 40 miembros de la Fuerza de Defensa de las Islas). A primera hora de la mañana del 2 de abril llega la rendición

En Ross Road, Puerto Argentino, los marines deponen sus armas frente a los comandos anfibios de la Armada Argentina. En los enfrentamientos cae el Capitán Pedro Edgardo Giachino y resultan heridos de gravedad el Teniente de Fragata Diego García Quiroga y el Cabo Primero Ernesto Urbina

Tras la rendición, los anfibios argentinos llevan a los Royal Marines hasta los jardines ubicados frente a la casa del gobernador Rex Hunt, quien se resistió a dejar su residencia

Los comandos argentinos recolectan las armas de los soldados británicos y las juntan a un costado de la casa de Hunt, durante la larga mañana del 2 de abril

Desde una ventana de la casa del chofer del Gobernador, con las primeras luces de la mañana, el fotógrafo argentino Rafael Wollmann capta el momento en que los anfibios argentinos obligan a rendirse a los ingleses

Luego de vencida la custodia de la casa del gobernador Hunt, el vicecomodoro Héctor Gilobert se acerca a la residencia. Según contó años más tarde Hunt, el argentino le dice que debe ordenar a sus soldados deponer las armas si no quiere más muertos. El funcionario británico lo insulta, pero finalmente acepta

El contraalmirante Carlos Büsser recorre Ross Road. Los ingleses acaban de rendirse y él se dirige hacia donde está Rex Hunt, a quien le dice: “Hemos recuperado lo que nos pertenece por derecho y vamos a permanecer aquí para siempre”

Un rato más tarde Sir Rex Hunt se viste con su traje de gala y se entrega a las tropas argentinas, a quienes les dice que el desembarco es ilegal. Ese mismo día es enviado a Montevideo y el 5 a la mañana llega a Londres, justo para dar un informe a los soldados que salían hacia el Sur

Los anfibios argentinos ordenan todo el armamento quitado a la resistencia inglesa, en el  momento de mayor distensión tras el enfrentamiento de la madrugada

Antes del 2 de abril, un vuelo semanal conectaba el continente con Malvinas. La relación era respetuosa pero no cordial. En el aeropuerto, este cartel pegado por los isleños advertía: “Serán bienvenidos a nuestro país cuando dejen caer su reclamo de soberanía y reconozcan nuestros derechos a la autodeterminación”

A los 24 años, el correntino Horacio  “Cachiyuyo” Núñez es uno de los buzos tácticos que se embarca en el Santísima Trinidad -creyendo que iba a una operación relacionada con el conflicto con Chile- y desembarca en Malvinas el 2 de abril

Büsser se asoma por un tanque anfibio estacionado sobre Ross Road en Puerto Argentino, a metros de la casa del gobernador Rex Hunt

Los soldados argentinos toman todos los edificios públicos de Puerto Argentino, un marino anfibio custodia una escuela haciendo guardia sobre su techo

Parte de la tropa especial argentina se relaja tras desembarcar y lograr la rendición de la resistencia inglesa. Horas más tarde volverán al continente con su misión cumplida

El tanquista argentino Eduardo Parada en su vehículo anfibio Amtrac. De fondo, la torre de la iglesia anglicana de la ciudad

El comandante Büsser da la orden de quitar del mástil de la casa del gobernador Hunt la bandera del Reino Unido, que es custodiada como trofeo de guerra por un soldado argentino

Cerca del mediodía del 2 de abril las tropas argentinas izan por primera vez la bandera argentina. Tres días más tarde la flota británica parte de Portsmouth y Plymouth hacia el Atlántico Sur

domingo, 10 de agosto de 2014

Corresponsal: La madurez para mirar a la guerra a los ojos

La foto de la guerra que nadie publicaría 
Cuando Kenneth Jarecke fotografió a un hombre iraquí quemado vivo, pensó que iba a cambiar la forma de estadounidenses vio la Guerra del Golfo. Pero los medios de comunicación no correrían el cuadro. 
Torie Rose DeGhett - The Atlantic
Fotos por Kenneth Jarecke / Contact Press Images


El soldado iraquí murió tratando de ponerse en pie sobre el tablero de su camioneta. Las llamas envolvieron su vehículo e incineraron su cuerpo, convirtiéndolo en cenizas y polvo de hueso ennegrecido. En una fotografía tomada poco después, la mano del soldado llega a través del parabrisas destrozado, que enmarca el rostro y el pecho. Los colores y las texturas de la mano y los hombros parecen a las del metal quemado y oxidado a su alrededor. El fuego ha destruido la mayor parte de sus características, dejando tras de sí un rostro esquelético, fija en un rictus final. Se quedó sin ojos.

El 28 de febrero de 1991, Kenneth Jarecke se paró frente al hombre calcinado, estacionado en medio de los cuerpos carbonizados de sus compañeros, y lo fotografió. En un momento, antes de morir esta dramática muerte en el medio de la retirada, el soldado había tenido un nombre. Él había luchado en el ejército de Saddam Hussein y tenía un rango y una misión y una unidad. Podría haber estado dedicado al dictador que lo envió para ocupar Kuwait y combatir a los estadounidenses. O podría haber sido un joven de mala suerte, sin perspectivas, reclutados en las calles de Bagdad.

Jarecke tomó la foto justo antes de un alto el fuego que terminó oficialmente la operación Desert Storm-la acción militar liderada por Estados Unidos de desierto de operación que llevó a Saddam Hussein y sus tropas de Kuwait, que se habían anexado y ocupado el mes de agosto anterior. La imagen y su sujeto anónimo podrían haber llegado a simbolizar la Guerra del Golfo. En su lugar, no fue publicado en los Estados Unidos, no a causa de la obstrucción militar sino por decisiones editoriales.

Es difícil calcular las consecuencias de la ausencia de una fotografía. Pero las imágenes desinfectadas de la guerra, pero Conor Friedersdorf de The Atlantic argumenta, hacen que sea "más fácil ... aceptar el idioma sin derramamiento de sangre", como 1.991 referencias a los "ataques quirúrgicos" o terminología moderno, como es la "guerra cinética." La guerra de Vietnam fue notable por su catálogo de la chillante e icónica fotografía de guerra; Algunas imágenes, como las imágenes de Ron Haeberle de la masacre de My Lai, se mantuvieron inicialmente fuera del público. Pero la escena de otras imágenes- las violentas imágenes de niños víctimas de napalm de Nick Ut y foto de la ejecución de un hombre del Vietcong de Eddie Adams -ganadora de premios Pulitzer-y tuvieron un tremendo impacto en el resultado de la guerra.

No todas las fotos horripilantes revelan una verdad importante acerca de los conflictos y el combate. El mes pasado, The New York Times decidió-por válidas razones éticas- borrar las imágenes de los pasajeros muertos de una historia en línea del vuelo MH-17 en Ucrania y reemplazarlos con fotos de restos mecánicos. A veces sin embargo, la omisión de una imagen significa proteger a la población de los desordenados, imprecisos consecuencias de una guerra de decisiones de la cobertura incompleta, e incluso engañosa.

En el caso del soldado iraquí carbonizado, la fotografía hipnotizante y terrible iba en contra del mito popular de la Guerra del Golfo como una "guerra de videojuegos" conflicto: un hecho humano a través de bombardeos de precisión y equipos de visión nocturna. Al decidir no publicarlo, la revista TIME y la Associated Press negado al público la oportunidad de enfrentar a este enemigo desconocido y considerar sus últimos momentos insoportables.

La imagen no se perdió del todo. El observador del Reino Unido y Libération en Francia, tanto lo publicó después de que los medios de comunicación estadounidenses se negaron. Muchos meses después, la foto también apareció en American Photo, donde se alimentó cierta controversia, pero llegó demasiado tarde para tener un impacto significativo. Todo esto sorprendió a los fotógrafos, que habían asumido los medios de comunicación estarían más que dispuestos a desafiar la narrativa popular de una guerra limpia, sin complicaciones. "Cuando se tiene una imagen que refuta ese mito", dice hoy, "entonces usted piensa que va a ser ampliamente publicado."


"Él estaba luchando para salvar su vida hasta el mismo final, hasta que fue completamente quemada," Jarecke dice del hombre que fotografió. "Estaba tratando de salir de ese camión." 

"Permítanme decir desde el principio que no me gusta la prensa," un oficial de la Fuerza Aérea declaró, a partir de una conferencia de prensa de enero de 1991 una nota contundente. La amargura de los militares hacia los medios de comunicación fue en gran parte un legado de las décadas de cobertura Vietnam antes. En el momento de la Guerra del Golfo comenzó, el Pentágono había desarrollado políticas de acceso que sacaban sobre restricciones a la prensa se ​​utilizan en las guerras de Estados Unidos en Grenada y Panamá en la década de 1980. En virtud de este sistema denominado "pool", los militares agrupados impresos, televisión y reporteros de radio junto con camarógrafos y reporteros gráficos y envió a estos pequeños equipos en giras de prensa orquestadas, supervisados ​​por oficiales de asuntos públicos (PAOS) que mantenían una estrecha vigilancia sobre su cargos.

Para el momento en la Operación Tormenta del Desierto comenzó a mediados de enero de 1991, Kenneth Jarecke había decidido que ya no quería ser un combate el fotógrafo-una profesión, dice, que "domina su vida." Pero después de la invasión de Saddam Hussein de Kuwait en agosto de 1990 , Jarecke desarrolló una mala opinión del fotoperiodismo que sale de Escudo del Desierto, la operación antes de la guerra para construir tropas y equipo en el Golfo. "Fue una imagen tras otra de un atardecer con camellos y un tanque", dice. La guerra se acerca y Jarecke dice que vio una clara necesidad de un tipo diferente de cobertura. Él sentía que podía llenar ese vacío.

Después de la ONU del 15 de enero, fecha límite de 1991 para la retirada de Irak de Kuwait llegó y se fue, Jarecke, ahora seguro que debe andar, la revista TIME convencido de que le enviara a Arabia Saudita. Él empacó sus cámaras y enviado hacia fuera de la base Andrews de enero de 17 el primer día de la campaña de bombardeos aéreos contra Irak.

Afuera, en el campo con las tropas, Jarecke recuerda, "nadie podría cuestionar que," sin embargo absurda y sin razón. Recuerda alejarse 30 metros de distancia de su PAO y que tiene una corteza de soldado a él, "¿Qué estás haciendo?" Jarecke replicó, "¿Qué quieres decir lo que estoy haciendo?"

Haciendo un recuento de la escena dos décadas más tarde, Jarecke todavía suena exasperado. "Algunas primer teniente que me dice, ya sabes, donde voy a pie. En el medio del desierto ".

"Fue una imagen tras otra de un atardecer con camellos y un tanque." 
A medida que la guerra tomó a principios de febrero, PAOs acompañado Jarecke y varios otros periodistas que atribuían a la XVIII Cuerpo Aerotransportado del Ejército y pasaron dos semanas en la frontera saudí-iraquí haciendo casi nada. Eso no significaba nada estaba sucediendo-sólo que no tenían acceso a la acción.

Durante el mismo período, fotoperiodista militar Lee Corkran fue la incrustación con 614o Escuadrón de caza táctico de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en Doha, Qatar, y la captura de sus campañas de bombardeos aéreos. Él estaba allí para tomar fotografías para el Pentágono de utilizar, ya que tuvo a bien-no principalmente destinado a la prensa. En sus imágenes, los pilotos miran por encima del hombro para comprobar en otros planos. Bombas cuelgan de las alas de los Jets, su oscuridad afilado contraste con los colores suaves de las nubes y el desierto de abajo. A lo lejos, la curvatura de la tierra es visible. En las misiones, el avión de Corkran menudo sería voltear boca abajo a gran velocidad como los pilotos esquivaron misiles, dejando vetas plateadas en el cielo. Las fuerzas gravitacionales multiplican el peso de sus cámaras-tanto es así que si alguna vez había tenido que expulsar del avión, su equipo podría haber roto el cuello. Esta fue la guerra aérea que compone la mayor parte de la misión de combate en el Golfo que el invierno.

Las escenas Corkran testigo no eran sólo fuera de los límites a Jarecke; también eran invisibles para los espectadores en los Estados Unidos, a pesar del aumento de los informes de 24 horas durante el conflicto. Cobertura televisiva Guerra del Golfo, como Ken Burns escribió en ese momento, sintió cinematográfica ya menudo sensacional, con "teatro de distracción" y "golpeando nuevo tema musical", como si "la guerra en sí podría ser una subsidiaria de propiedad total de la televisión."

Algunas de las imágenes más ampliamente visto de la guerra aérea fueron fusilados no por los fotógrafos, sino más bien por las cámaras no tripulados adjuntos a aviones y bombas guiadas por láser. Fotos granuladas y secuencias de vídeo de los techos de los edificios destinados, momentos antes del impacto, se convirtió en una firma visual de una guerra que estaba profundamente asociado con frases como "bombas inteligentes" y "ataque quirúrgico." Las imágenes fueron tomadas a una altura que borró la la presencia humana en la tierra. Eran tomas en blanco y negro y, algunas de ellas con elencos azulados o verdosos. Uno de febrero de 1991, publicado en el libro de fotos En El Ojo de la Tormenta del Desierto por la agencia de fotografía ahora extinta Sygma, mostró un puente que estaba siendo utilizado como una ruta de suministro iraquí. En otro, los penachos de humo negro de las bombas francesas cubrieron una base de la Guardia Republicana iraquí como manchas de tinta. Ninguno de ellos parecía especialmente violento.

La cobertura de hardware-centrado de la guerra elimina la empatía que Jarecke dice es crucial en la fotografía, especialmente fotografía que está destinado a documentar la muerte y la violencia. "Un fotógrafo sin empatía", comenta, "es sólo ocupando espacio que podría utilizarse mejor."


El camión incendiado, rodeado de cadáveres, en la "carretera de la muerte" 

A finales de febrero, durante las últimas horas de la guerra, Jarecke y el resto de su pool de prensa llevó a través del desierto, cada uno de ellos turnándose al volante. Ellos habían estado despiertos durante varios días seguidos. "No teníamos idea de donde estábamos. Estábamos en un convoy, "Jarecke recuerda. Él se quedó dormida.

Cuando despertó, se habían estacionado y el sol estaba a punto de levantarse. Eran casi las seis de la mañana. El grupo recibió la noticia de que un alto el fuego era de unas pocas horas de distancia, y Jarecke recuerda otro miembro de su piscina engatusar el jefe de prensa a abandonar el convoy y con dirección a la ciudad de Kuwait.

El grupo pensó que estaban en el sur de Irak, en algún lugar en el desierto a unos 70 kilómetros de distancia de la ciudad de Kuwait. Comenzaron conducir hacia Kuwait, golpeando la carretera 8 y parar para tomar fotos y grabar video. Se encontraron con una escena chocante: quemado convoyes militares iraquíes y los cadáveres incinerados. Jarecke sentado en el camión, a solas con Patrick Hermanson, un oficial de asuntos públicos. Se trasladó a salir del vehículo con sus cámaras.

Hermanson encontró la idea de fotografiar la escena desagradable. Cuando le pregunté acerca de la conversación, recordó pidiendo Jarecke, "¿Qué es lo que necesita para tomar una imagen de eso?" Implícita en su pregunta era una sentencia: Había algo deshonroso fotografiar a los muertos.

"No estoy interesado en él tampoco", recuerda Jarecke responder. Él le dijo al oficial que él no quería que su madre al ver su nombre al lado de fotografías de cadáveres. "Pero si yo no tomo fotos como estas, la gente como mi madre pensará que la guerra es lo que ven en las películas." Como recuerda Hermanson, Jarecke añadió, "Es lo que vine a hacer aquí. Es lo que tengo que hacer ".

"Me dejó ir," Jarecke relata. "Él no trató de detenerme. Podría haberme detenido porque técnicamente no estaba permitido bajo las reglas de la piscina. Pero él no me detuvo y me acerqué allí ".

"Si yo hubiera pensado en cuán horrible el chico lucía, yo no habría sido capaz de hacer la fotografía." 
Más de dos décadas después, Hermanson señala que la imagen resultante de Jarecke era "muy especial." Él no tiene que ver la fotografía de resucitar la escena en su mente. "Ha grabado a fuego en mi memoria", dice, "como si hubiera sucedido ayer."

El hombre incinerado le devolvió la Jarecke través del visor de la cámara, el brazo ennegrecido llegar sobre el borde del parabrisas del camión. Jarecke recuerda que él podía "ver claramente cuán precioso era la vida a este hombre, porque él estaba luchando por ello. Él estaba luchando para salvar su vida hasta el final, hasta que fue completamente quemada. Él estaba tratando de salir de ese camión ".

Él escribió más tarde ese año en la revista American Photo que él "no estaba pensando en absoluto acerca de lo que estaba allí; si yo hubiera pensado en cómo horrible el tipo parecía que no habría sido capaz de hacer la fotografía. "En cambio, mantuvo su remove emocional atendiendo a los elementos más prosaicos y técnicos de la fotografía. Se mantenía constante; se concentró en el foco. El sol brillaba a través de la parte trasera del camión destruido y retroiluminada su tema. Otro cuerpo quemado yacía justo en frente del vehículo, bloqueando un disparo de primer plano, así que Jarecke utiliza la lente de 200mm zoom completo en su EOS-1 de Canon.

En sus otras tomas de la misma escena, es evidente que el soldado nunca podría haber sobrevivido, incluso si se hubiera tirado a sí mismo fuera del asiento del conductor y por la ventana. La arena del desierto alrededor del camión se quemó. Los cuerpos están apilados detrás del vehículo, indistinguibles unos de otros. Un quemado hombre solo acostado boca abajo delante de la camioneta, todo incinerado excepto las plantas de los pies descalzos. En otra fotografía (ver abajo), un hombre se acuesta abierto como un águila en la arena, con el cuerpo quemado hasta el punto de la desintegración, pero su rostro casi intacto y extrañamente serena. Un zapato de vestir se encuentra al lado de su cuerpo.



El grupo continuó a través del desierto, pasando por más tramos de carreteras llenas de los mismos cuerpos y vehículos devastadas por el fuego. Jarecke y su piscina eran posiblemente los primeros miembros de los medios de comunicación occidentales a venir a través de estas escenas, que aparecieron a lo largo de lo que finalmente se hizo conocido como la Carretera de la Muerte, a veces referido como el camino al infierno.

Los soldados iraquíes en retirada habían quedado atrapados. Ellos se congelaron en un atasco de tráfico, bloqueado por los estadounidenses, por Mutla Ridge, por un campo de minas. Algunos huyeron a pie; el resto fue ametrallado por aviones norteamericanos que revoloteaban por encima, pasando una y otra vez para destruir todos los vehículos. Furgonetas de leche, camiones de bomberos, limusinas, y un bulldozer aparecieron en los restos del avión junto con vehículos blindados y camiones, y tanques T-55 y T-72. La mayoría de los vehículos estaban cargados pleno, pero oxidados, variantes de Kalashnikov. De acuerdo con las descripciones de los periodistas como The New York Times 'de RW Apple y Colin Smith de The Observer, en medio de las minas de plástico, granadas, municiones, y máscaras de gas, un cañón antiaéreo cuádruple cañón se quedó sin tripulación y que siguen apuntando hacia el cielo. Artículos personales, como una fotografía de la fiesta de cumpleaños de un niño y lápices rotos, cubrían el suelo junto a las armas y partes del cuerpo. El número de muertos nunca parece haber sido determinado, aunque la BBC pone en los "miles".

"En un camión", escribió Colin Smith en un despacho 03 de marzo para el Observer, "la radio había sido noqueado del salpicadero pero seguía cableado y débilmente coger un poco de aire lastimero árabe que sonaba tan completamente desamparada que pensé al principio debe ser un grito de ayuda ".


Prisioneros de guerra iraquíes capturados por el ejército estadounidense en su camino a Bagdad 

Tras el 28 de febrero de alto el fuego que puso fin a la Tormenta del Desierto, rollo de película de Jarecke con la imagen del soldado incinerados llegado a la Oficina Conjunta de la Información en Dhahran, Arabia Saudita, donde los militares coordinadas y acorraló a la prensa, y donde los editores piscina recibió y presentó historias y fotografías . En ese momento, con la operación más, la fotografía no habría tenido necesidad de pasar por un control de seguridad, dice Maryanne Golon, que fue el editor en el lugar de la foto para TIME en Arabia Saudita y es ahora director de fotografía de The Washington Post. A pesar del contenido obviamente impactante, ella me dice que ella reaccionó como un editor en modo de trabajo. Ella lo seleccionó, sin debate o controversia entre los editores de la piscina, que se analizarán y se transmite. La imagen hizo su camino de regreso a las oficinas de los editores en Nueva York.

Jarecke también hizo su camino desde Arabia Saudí a Nueva York. Al pasar por el aeropuerto de Heathrow en una parada, compró un ejemplar de la edición del 3 de marzo al Observador. La abrió para encontrar su fotografía en la página 9, impreso en la parte superior a través de ocho columnas bajo el título, "El verdadero rostro de la guerra."

Ese fin de semana en marzo, cuando los editores del Observer tomaron la decisión final a imprimir la imagen, todas las revistas en América del Norte tomó la decisión contraria. Fotografía de Jarecke ni siquiera aparecía en los escritorios de la mayoría de los editores de periódicos de Estados Unidos (con la excepción de The New York Times, que tenía una suscripción de servicio de cable de la foto, pero sin embargo se negó a publicar la imagen). La fotografía era totalmente ausente de los medios de comunicación de América hasta mucho más allá de la época en que era pertinente a tierra informando desde Irak y Kuwait. Golon dice que ella no se sorprendió por esto, a pesar de que ella había elegido para transmitirlo a la prensa estadounidense. "No pensé que había alguna posibilidad de que habían publicarlo", dice ella.

Aparte de The Observer, el único medio de comunicación importante para ejecutar la fotografía del soldado iraquí en el momento fue la noticia de diario parisino Libération, que lo pasó el 4 de marzo Ambos periódicos se abstuvieron de poner la imagen de la primera página, a pesar de que corrían un lugar destacado dentro. Pero Aidan Sullivan, el editor de fotos para el periódico británico Sunday Times, dijo al diario británico de Fotografía el 14 de marzo que había optado en su lugar por un plano general de la carnicería: una carretera del desierto lleno de escombros. Desafió al Observer: "Nos hubiera pensado nuestros lectores podrían trabajar que mucha gente había muerto en esos vehículos. ¿Tiene que mostrar a ellos? "

"No pensé que había alguna posibilidad de que lo publicaran", dice el editor que envió la foto de Jarecke a Nueva York. 
"Había 1.400 [soldados iraquíes] en ese convoy, y cada imagen transmitida hasta que uno llegó, dos días después del evento, era de escombros, trozos de equipos," Tony McGrath, imágenes editor del Observer, según fue citado en el mismo artículo. "Sin la intervención humana en ella en absoluto; que podría haber sido un depósito de chatarra. Eso fue un poco de censura terrible ".

Los medios de comunicación se encargaron de "hacer lo que la censura militar no hizo", dice Robert Promesa, el jefe de la agencia Prensa Contacto Imágenes fotoperiodismo que ha representado Jarecke desde la década de 1980. La noche en que recibieron la imagen, Juramento me dice, editores de la Associated Press 'oficinas de la Ciudad de Nueva York sacaron la foto por completo de la agencia de noticias, mantenerlo fuera de los escritorios de la práctica totalidad de los directores de periódicos de Estados Unidos. No se sabe con precisión cómo, por qué o por quién la decisión de la AP fue dictada.

Vicente Alabiso, quien en ese momento era el editor de fotos ejecutivo de la AP, más tarde se distanció de la decisión de la agencia de noticias. En 2003, admitió a American Journalism Review que la fotografía debía haber salido en el cable y argumentó que una foto como lo haría hoy.

Sin embargo, la reacción de la AP se repitió en el tiempo y la vida. Ambas revistas consideró brevemente la foto, extraoficialmente llamado "Crispy", para su publicación. Los departamentos de fotos incluso elaboraron planes de diseño. TIEMPO, que había enviado Jarecke al Golfo, en primer lugar, prevista para la imagen para acompañar una historia sobre la Autopista de la Muerte.

"Hemos luchado como locos para conseguir nuestros editores permitirnos publicar esa foto", el director anterior foto Michele Stephenson me dice. Como ella recuerda, Henry Muller, el jefe de redacción, le dijo: "El tiempo es una revista familiar." Y la imagen era, cuando llegó el momento, demasiado perturbador para la toma de publicar. Fue, a su recuerdo, el único caso durante la Guerra del Golfo, donde el departamento de fotografía luchó pero no pudo conseguir una imagen en la impresión.

James Gaines, el jefe de redacción de la VIDA, asumió la responsabilidad de la decisión final de no correr la imagen de Jarecke en las páginas de su propia revista, a pesar de empuje del director Peter Howe foto para darle una doble página. "Pensamos que esta era la materia de pesadillas", dijo Gaines Ian Buchanan de la revista British Journal of Photography de marzo de 1991 "Tenemos un número bastante considerable de niños que leen la revista LIFE", agregó. Aun así, la fotografía fue publicada a finales del mes en uno de los temas especiales de la vida dedicados al material de lectura Guerra del Golfo-que no es típico para el conjunto de la escuela elemental.

Stella Kramer, quien trabajó como editor de fotos freelance para la vida en cuatro temas de edición especial en la Guerra del Golfo, me dice que la decisión de no publicar la foto de Jarecke era menos sobre la protección de los lectores de la preservación de la narrativa dominante de la buena, guerra limpia. Hojeando las cuestiones de 23 años de edad, Kramer expresa desagrado claro en la calidad editorial de lo que ella ayudó a crear. Las revistas "fueron muy saneados," dice ella. "Así que, por eso estos temas son, básicamente, sólo propaganda." Ella señala la foto en la portada de la edición del 25 de febrero: un muchacho rubio joven empequeñecido por la bandera de Estados Unidos que está sosteniendo. "En lo que a los estadounidenses les preocupaba", observa, "nadie se ha muerto."

The Associated Press sacó la foto del todo, sacándolas de los escritorios de prácticamente todos los editores de periódicos estadounidenses. 
"Si las imágenes cuentan historias," Lee Corkran me dice, "la historia debe tener un punto. Así que si el punto es la aniquilación total de las personas que estaban en retirada y todos los cuerpos carbonizados ... si ese es su punto, entonces eso es cierto. Y que así sea. Quiero decir, la guerra es fea. Es horrible. "Para Corkran, que fue galardonado con la Estrella de Bronce por su Guerra del Golfo combate fotografía, foto como contar historias importantes de Jarecke sobre los efectos del poder aéreo estadounidense y aliado. Incluso Patrick Hermanson, el oficial de asuntos públicos que originalmente protestó la idea de tomar fotografías de la escena, ahora dice que los medios de comunicación no deberían haber censurado la foto.

El ejército estadounidense ha abandonado el sistema de la piscina se utiliza en 1990 y 1991, y el Internet ha cambiado la forma de fotos llegan al público. Incluso si la AP se negó a enviar una foto, tiendas en línea sin duda lo dirige, y no jefe de redacción sería capaz de evitar que sea compartida a través de diversas plataformas sociales, o ser objeto de un extenso artículo de opinión y el blog de comentarios. En todo caso, las controversias actuales a menudo se centran en la gran abundancia de fotografías inquietantes, y la dificultad de ponerlos en un contexto significativo.

Algunos han argumentado que muestra el derramamiento de sangre y el trauma repetidas veces y sensacionalmente pueda entendiendo emocional aburrido. Pero nunca mostrando estas imágenes en el primer lugar garantiza que tal comprensión nunca se desarrollará. "Traten de imaginar, aunque sólo sea por un momento, lo que su mundo intelectual, político y ético sería como si nunca hubiera visto una fotografía," autor Susie Linfield pide en Los Resplandores Crueles, su libro sobre la fotografía y la violencia política. Fotos como Jarecke está no sólo muestran que las bombas caen sobre la gente real; que también hacen que el público se sienta responsable. Como David Carr escribió en The New York Times en 2003, la fotografía de guerra tiene "una habilidad no sólo para ofender al espectador, pero a él o ella implicar también."

Como un enojado joven de 28 años Jarecke escribió en American Photo en 1991: "Si somos lo suficientemente grande como para luchar en una guerra, deberíamos ser lo suficientemente grande como para mirarla."

miércoles, 18 de abril de 2012

Malvinas: Testimonio de Nicolás Kasanzew

Nicolás Kasanzew, la cara de la TV en la guerra
Fue el periodista que cubrió para ATC y quiso luchar en las islas; "Los kelpers me querían matar", señaló; imágenes emblemáticas
 
Por Mauricio Caminos | LA NACION 




El día que la Argentina recuperó las islas Malvinas a Nicolás Kasanzew le cambió la vida. "Fue una alegría nacional, pero una depresión personal. La guerra estaba por comenzar y yo me la había perdido", recuerda que pensó cuando su amigo Víctor Sueiro lo despertó para contarle la noticia. Su sueño era estar ahí. Como argentino, como periodista o como soldado, pero estar ahí. Sin embargo, el transcurso del día le daría una sorpresa mayor. 



De traje y corbata, Kasanzew se presentó la mañana del 2 de abril de 1982 en el edificio del por entonces llamado ATC (Argentina Televisora Color), como lo habían citado. "Reconocieron mi talento", se dijo a sí mismo el periodista de origen ruso, que trabajaba en la televisión desde hacía cuatro años y ya había pasado por esa señal en 1980. Estaba convencido de que iba a grabar el anuncio de su regreso al canal. 

"El productor me recontrató a sabiendas de lo que se venía, pero yo no. Me dijo que tenía que ir a Malvinas en ese momento", explica Kasanzew. 

"Fue el pico de mi vida como profesional y como argentino. Pagué y seguiré pagando un alto precio por ello", dice en esta entrevista con LA NACION, a 30 años de la guerra, el hombre que fue conocido como "la cara de Malvinas". 

Cuando llegué a Malvinas pedí armas para luchar. Antes que periodista, yo era argentino. 
Kasanzew vive hoy con su mujer y sus hijos en Miami, donde es productor de televisión freelance porque -según dice- en la Argentina fue "prohibido" después de la guerra. Defiende a los soldados (publicó dos libros sobre la guerra y editó dos discos con canciones titulados "Quijotes de Malvinas"), critica a los generales de la dictadura y asegura que el material periodístico que recogió en el archipiélago fue censurado en un "90 por ciento". 

LLEGAR A MALVINAS 

Kasanzew no fue el único periodista que cubrió la guerra (la agencia Télam envió a dos cronistas y a dos fotógrafos), pero sí el único a quien los argentinos vieron por televisión. 

"Luego de hablar con el productor de ATC, me fui a Comodoro Rivadavia con lo que tenía puesto. Allá me compre una camperita, me morí de frío hasta que el coronel [Mohamed Alí] Seineldín me regaló una campera que era de un soldado inglés. Todavía la tengo", acota. 

-¿Por qué cree que lo eligieron a usted para ir a la guerra? 
-Puedo decir que fue una causalidad. Todo lo que uno desea se cumple. Yo quería cubrir una guerra, aunque desde chico soñaba con ser almirante de la flota que recuperara las islas. Digamos que se combinaron ambas cosas. 

-Usted no sabía que iba a ir a la guerra, pero terminó convirtiéndose en "la cara de Malvinas".
-Yo no hubiera trascendido tanto si hubieran ido más periodistas. [El gobernador en las islas, Mario Benjamín] Menéndez pidió que haya mucha gente: tenía decidido que no iba a pelear en serio y quería testigos. Y el 3 de abril llegamos a ser 40 periodistas, pero después se volvieron. Cuando cerraron los viajes, el 29, yo decidí que no iba a volver al continente y me quedé. 

-¿Qué fue lo primero que hizo cuando llegó a las islas? 
-Con mi camarógrafo, Alfrelo Lamela, pedimos armas para luchar. Antes que periodista, yo era argentino. Pero se nos rieron en la cara. "Si a vos te dan armas, yo me entierro y no salgo más", me dijo un oficial. 


EL TRABAJO PERIODÍSTICO 

Kasanzew no consiguió pelear en la guerra, pero sí participó a su manera. En una oportunidad, el 12 de junio, estaba filmando un combate de artillería cuando el jefe de la Batería A del grupo de Artillería 3, Luis Antonio Caballero, le permitió disparar un cañón. "Fue el momento más feliz en mi vida -asegura-. Creo que fue un disparo simbólico por los 200.000 voluntarios que se anotaron para ir a la guerra, aunque dejaron ir a muy pocos". 

Malvinas fue el pico de mi vida como profesional y como argentino. Pagué y seguiré pagando un alto precio por ello 
Dos semanas antes, el 30 de mayo, Kasanzew trasmitió en vivo por la televisión local la noticia de que la Argentina había atacado el portaaviones inglés "Invencible". "Leí un cable de Télam, primero en español y después en inglés. Los kelpers me querían matar". 

-Ellos no lo querían en Malvinas. 
-Vivía en una posada kelper y entrevisté a varios, pero la relación era hostil. Ellos colaboraban con los soldados ingleses: tenían radios, armas y estaban en contacto con su flota. 

-¿Cómo fue cubrir una guerra para la televisión? 
-Sentía mucha adrenalina. Cuando había una alerta roja, todo se metían adentro del pozo y nosotros salíamos para filmar. Me sentía tremendamente vivo. 

-¿Podía filmar lo que quería? 
-Era muy difícil y frustrante lidiar con la censura militar que me habían impuesto. No se podía filmar libremente, y lo que grababa en gran parte me lo borraban. Como teníamos un oficial del Ejército que siempre nos seguía, íbamos al aeropuerto, donde la Fuerza Aérea nos dejaba mover sin problemas. 

-¿Cuánto de lo que filmó fue censurado? 
-El 90 por ciento de lo que grabamos y enviamos al continente nunca se emitió y fue destruido. No teníamos retorno de lo que mandábamos y tampoco podíamos leer los medios. 

"ATERRORIZAJE" 

Kasanzew se fue de las islas la noche del 13 junio, horas antes de la capitulación argentina. No quería ver la bandera británica flamear en Malvinas. 

Cuando se enteró de que Menéndez firmaría la rendición pidió subir al buque Almirante Irízar, pero se lo negaron. No sabía qué hacer, hasta que un suboficial de la Fuerza Aérea le contó que un avión Hércules estaba por partir del aeropuerto. 

El periodista y su camarógrafo consiguieron subir a bordo, mientras la aeronave encendía sus motores. Volaron al ras del agua, bajo fuego enemigo, y cuando las luces se encendieron a las dos horas, en el piso del Hércules había vómitos. Al lado de Kasanzew, un suboficial sostenía un arma, dispuesto a suicidarse si el avión caía al mar. "Nunca recé con tanto fervor el Padre Nuestro y el Ave María -admite-. Todos los pilotos del Hércules deberían ser reconocidos como héroes: funcionaban como señuelos para atraer a los Harriers, y aterrizar en Malvinas generó un nuevo vocablo: aterrorizaje". 

-¿Cómo vio a los soldados? 
-Los soldados combatieron contra un enemigo formidable y contra elementos climáticos durísimos, y no se los ha reconocido. Se siguen agitando ideas falaces como la de los famosos "chicos de la guerra", que la Argentina fue la agresora o que todo fue culpa de un general borracho [por el entonces presidente, Leopoldo Galtieri]. Así se mata el autoestima de los ex combatientes. 

-¿Ir a la guerra no fue decisión de la Junta Militar? 
-Los generales no quisieron la guerra, hicieron un amague, un "toco y me voy"... Y por eso mandaron tropas mal preparadas. El pueblo plebiscitó la guerra en la Plaza [de Mayo] y los militares pisaron el palito de la provocación de Inglaterra. El Proceso saboteó el esfuerzo bélico argentino: coincidió cronológicamente con la guerra, pero fue su antítesis. 

-¿Cuál fue el papel de los altos mandos en Malvinas? 
-Ningún general se jugó para pasar a la historia. Ninguno murió porque no visitaban ni las trincheras. Menéndez jamás pisó la turba y los soldados nunca le vieron la cara. 

-¿Sufrieron los soldados? 
-Pasaban hambre, frío y desabastecimiento. En parte por las condiciones de la guerra, y en parte por la desidia de Menéndez, que les prohibió carnear a las ovejas de los kelpers o comprar en los supermercados. Yo los ayudaba como podía y los sentía como hermanos menores. 

-¿Usted fue acusado de venderles cigarrillos? 
-Fue una difamación lanzada por el servicio de inteligencia del Ejército cuando empecé a escribir un libro. Como creían que iba a dejarlos muy mal parado a los generales, me pintaron como un canalla. Yo cobraba el equivalente a 10.000 dólares por mi trabajo, así que es irrisorio pensar que me importaba quedarme con las pocas monedas de algunos soldados. 

-Pero cuando volvió al continente, ¿pudo trabajar? 
-Con altibajos, hasta que debí irme en 1990. Malvinas fue el pico de mi vida como profesional y como argentino, y pagué y seguiré pagando un precio alto por ello. Cuando volví de la guerra, el gobierno militar me prohibió y luego [Raúl] Alfonsín me negó el derecho a trabajar. Todos los canales eran del Estado y mi cara recordaba lo que fue Malvinas. 

-¿El gobierno quería ocultar la guerra? 
-Aquel gobierno y todos los gobiernos que vinieron después. Se oculta porque hay una necesidad política e ideológica de seguir demonizando a las Fuerzas Armadas en pleno. Una guerra es lo peor que le puede pasar a un pueblo, pero hay que tener Fuerzas Armadas justamente para no ir a la guerra. 

-A casi 30 años, ¿volvería a las islas? 
-No me interesa volver y que me sellen el pasaporte como extranjero. Si tengo que hacerlo, que sea en una lancha de desembarco

La Nación