Mostrando las entradas con la etiqueta Guerra del Paraguay. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Guerra del Paraguay. Mostrar todas las entradas

lunes, 19 de agosto de 2024

Guerra del Paraguay: La desastrosa campaña paraguaya de Corrientes

Guerra del Paraguay: Los errores militares paraguayos en la campaña de Corrientes




 

Introducción

La campaña de Francisco Solano López en la provincia de Corrientes en 1865 es un episodio crucial en la Guerra de la Triple Alianza, un conflicto que enfrentó a Paraguay contra Brasil, Argentina y Uruguay. A lo largo de esta campaña, se cometieron diversos errores estratégicos y tácticos que resultaron en una serie de derrotas devastadoras para el ejército paraguayo. Este análisis se centrará en desentrañar esos errores y sus consecuencias.

1. La división de las fuerzas paraguayas

Francisco Solano López decidió dividir sus fuerzas en dos columnas, una siguiendo el río Paraná y otra siguiendo el río Uruguay. Este movimiento buscaba varios objetivos estratégicos: por un lado, pretendía dispersar a las fuerzas enemigas, obligándolas a dividir sus propias tropas; por otro lado, López esperaba asegurar rutas de suministro y comunicación cruciales para mantener su campaña. Sin embargo, esta decisión resultó ser un error estratégico significativo.

La división de las fuerzas paraguayas en dos columnas dispersó su poder militar en lugar de concentrarlo. Enfrentarse a un enemigo más poderoso y mejor abastecido, como lo eran las fuerzas aliadas de la Triple Alianza, requería una concentración de fuerzas para maximizar el impacto. Al dividir sus tropas, López debilitó su capacidad ofensiva y defensiva, facilitando a los aliados la derrota de las fuerzas paraguayas en sucesivas batallas.



2. Errores tácticos cometidos por los generales paraguayos

Los generales paraguayos cometieron varios errores tácticos durante esta expedición. Entre los más notables se encuentran:

  • Subestimación del enemigo: Los comandantes paraguayos no calcularon correctamente la capacidad de respuesta y la coordinación entre las fuerzas aliadas.
  • Falta de reconocimiento adecuado: Muchas decisiones tácticas se tomaron sin un conocimiento preciso del terreno o de las posiciones enemigas.
  • Comunicación deficiente: La separación de las columnas dificultó la coordinación y la comunicación entre las diferentes unidades paraguayas.

Estos errores se manifestaron en una serie de derrotas que se analizarán a continuación.


Combate de Sao Borja

3. Análisis de batallas clave

3.a) Combate de Paso de Cuevas

En el Combate de Paso de Cuevas, el 12 de agosto de 1865, las fuerzas paraguayas comandadas por el general Wenceslao Robles fueron derrotadas por las tropas argentinas bajo el mando del general Wenceslao Paunero. Este combate se caracterizó por una serie de errores tácticos críticos.

El general Robles subestimó la capacidad de las fuerzas argentinas para organizar una defensa efectiva en terreno favorable. Además, la falta de reconocimiento adecuado del terreno llevó a las fuerzas paraguayas a una emboscada, donde fueron superadas por la artillería argentina y la superioridad numérica enemiga.

Las tropas paraguayas también se vieron afectadas por una logística deficiente, lo que resultó en una falta de municiones y suministros durante el combate. La mala comunicación entre las unidades paraguayas impidió una respuesta coordinada, lo que permitió a los argentinos explotar las debilidades en las líneas paraguayas.

3.b) Combate de Paso de Mercedes

El Combate de Paso de Mercedes, librado el 25 de agosto de 1865, fue otro enfrentamiento desastroso para las fuerzas paraguayas. El general paraguayo, Vicente Barrios, no logró coordinar eficazmente sus fuerzas, lo que permitió a las tropas aliadas, lideradas por el general Venancio Flores, aislar y destruir las unidades paraguayas una por una.

Uno de los errores tácticos más graves fue la elección del lugar de la batalla. El terreno abierto de Paso de Mercedes favoreció la movilidad y la superioridad numérica de las fuerzas aliadas. La falta de cobertura y posiciones defensivas hizo que las tropas paraguayas fueran fácilmente superadas por la caballería y la artillería enemiga.

Además, la falta de preparación y entrenamiento adecuado de las tropas paraguayas se evidenció en su incapacidad para mantener sus posiciones y responder a los ataques coordinados de las fuerzas aliadas. La retirada desordenada de las fuerzas paraguayas resultó en numerosas bajas y en la pérdida de equipo militar esencial.

3.c) Batalla de Pehuajó

La Batalla de Pehuajó, ocurrida el 31 de diciembre de 1865, fue una de las confrontaciones más sangrientas de la campaña. El general paraguayo, Bernardino Caballero, enfrentó una feroz resistencia por parte de las fuerzas aliadas, comandadas por el general brasileño José Luís Mena Barreto.

El principal error táctico de Caballero fue intentar un asalto frontal contra posiciones fuertemente fortificadas sin apoyo adecuado de artillería. Las fuerzas paraguayas se encontraron con una defensa bien organizada y fueron aniquiladas en sucesivas oleadas de ataques mal coordinados.

La falta de reconocimiento y planificación táctica resultó en que las tropas paraguayas quedaran atrapadas en un terreno desfavorable, expuestas al fuego cruzado de la artillería y fusilería aliada. La incapacidad de Caballero para adaptar su estrategia a las condiciones del campo de batalla y la superioridad tecnológica de las fuerzas aliadas llevaron a una derrota catastrófica.



3.d) Batalla del Riachuelo

La Batalla del Riachuelo, librada el 11 de junio de 1865, fue un enfrentamiento naval decisivo que selló el destino de la flota paraguaya. El almirante Ignacio Meza, al mando de la flota paraguaya, cometió varios errores estratégicos y tácticos que resultaron en una derrota total frente a la flota brasileña comandada por el almirante Francisco Manuel Barroso.

Meza subestimó la capacidad y el entrenamiento de la flota brasileña. Además, la falta de inteligencia y reconocimiento adecuados llevó a una mala elección del campo de batalla. El Riachuelo era un lugar estrecho y poco favorable para las maniobras de la flota paraguaya, que se vio atrapada y superada por la artillería de largo alcance de los brasileños.

La coordinación deficiente y la falta de una estrategia clara por parte de Meza resultaron en una serie de errores tácticos. Las embarcaciones paraguayas se encontraron en desventaja, incapaces de maniobrar eficazmente bajo el fuego enemigo. La pérdida de los buques insignia y la alta moral de las fuerzas brasileñas resultaron en una desmoralización y derrota completa de la flota paraguaya.




3.e) Sitio de Uruguayana

El Sitio de Uruguayana, que se desarrolló entre el 5 de agosto y el 18 de septiembre de 1865, fue un esfuerzo paraguayo para capturar una posición estratégica en territorio brasileño. El general Francisco Isidoro Resquín, al mando de las fuerzas paraguayas, cometió varios errores críticos que llevaron al fracaso de esta operación.

El principal error fue la falta de preparación logística. Las fuerzas paraguayas se encontraron rápidamente sin suministros adecuados, lo que debilitó su capacidad de mantener el sitio durante un período prolongado. Además, la subestimación de la capacidad de las fuerzas brasileñas para organizar un contraataque efectivo resultó en una posición insostenible para los paraguayos.

La comunicación deficiente y la falta de coordinación con las fuerzas aliadas en la región resultaron en una incapacidad para recibir refuerzos o apoyo logístico. La rendición de las fuerzas paraguayas en Uruguayana fue un golpe devastador para la moral del ejército paraguayo y resultó en la captura de numerosos soldados y equipos.

3.f) Batalla de Yatay

La Batalla de Yatay, librada el 17 de agosto de 1865, fue otra confrontación crucial en la campaña paraguaya. El general paraguayo, José Díaz, cometió varios errores tácticos significativos que llevaron a una derrota aplastante por parte de las fuerzas aliadas comandadas por el general Venancio Flores.

Uno de los errores más graves fue la elección del terreno. Díaz seleccionó una posición que favorecía las maniobras de la caballería y la artillería aliada. La falta de defensas naturales y la exposición al fuego enemigo resultaron en una alta tasa de bajas entre las tropas paraguayas.

La coordinación deficiente y la falta de un plan táctico claro también jugaron un papel crucial en la derrota. Las unidades paraguayas fueron superadas en número y equipamiento, y la incapacidad de Díaz para adaptar su estrategia a las condiciones cambiantes del campo de batalla resultó en una retirada desordenada y una derrota decisiva.

Contabilidad aproximada de las bajas paraguayas por batalla

La campaña de invasión a la provincia de Corrientes y las batallas que siguieron resultaron en numerosas bajas para las fuerzas paraguayas. A continuación, se presenta una contabilidad aproximada de las bajas paraguayas en cada una de las batallas clave mencionadas anteriormente.

3.a) Combate de Paso de Cuevas

En el Combate de Paso de Cuevas, las fuerzas paraguayas sufrieron aproximadamente 500 bajas entre muertos, heridos y prisioneros. La emboscada y la falta de suministros contribuyeron significativamente a estas pérdidas.

3.b) Combate de Paso de Mercedes

El Combate de Paso de Mercedes resultó en alrededor de 700 bajas para las tropas paraguayas. La derrota en terreno abierto, sumada a la falta de coordinación, llevó a una alta tasa de bajas.

3.c) Batalla de Pehuajó

La Batalla de Pehuajó fue particularmente sangrienta, con las fuerzas paraguayas sufriendo alrededor de 1,000 bajas. El asalto frontal contra posiciones fortificadas y la falta de apoyo adecuado resultaron en pérdidas significativas.

3.d) Batalla del Riachuelo

La Batalla del Riachuelo fue una derrota naval devastadora para Paraguay, con aproximadamente 800 bajas entre muertos, heridos y prisioneros. La destrucción de varios buques y la captura de otros aumentaron estas cifras.

3.e) Sitio de Uruguayana

El Sitio de Uruguayana culminó con la rendición de las fuerzas paraguayas, resultando en unas 5,500 bajas, en su mayoría prisioneros. La falta de suministros y la presión constante de las fuerzas brasileñas obligaron a la rendición masiva.

3.f) Batalla de Yatay

La Batalla de Yatay fue otra confrontación decisiva con aproximadamente 1,500 bajas paraguayas. La mala elección del terreno y la superioridad numérica y tecnológica de las fuerzas aliadas fueron factores determinantes en estas pérdidas.

Conclusión

La campaña de invasión a la provincia de Corrientes y las batallas subsiguientes resultaron en pérdidas devastadoras para el ejército paraguayo. A continuación se presenta una contabilidad aproximada de las bajas paraguayas totales:

  • Combate de Paso de Cuevas: 500 bajas
  • Combate de Paso de Mercedes: 700 bajas
  • Batalla de Pehuajó: 1,000 bajas
  • Batalla del Riachuelo: 800 bajas
  • Sitio de Uruguayana: 5,500 bajas
  • Batalla de Yatay: 1,500 bajas

Total aproximado de bajas paraguayas: 10,000

Estas pérdidas incluyeron muertos, heridos y prisioneros, debilitando significativamente la capacidad militar de Paraguay y afectando gravemente su capacidad para continuar la guerra. Las consecuencias de estos errores estratégicos y tácticos fueron catastróficas, dejando a Paraguay en una posición extremadamente vulnerable frente a la alianza enemiga.

Conclusión

La campaña de invasión a la provincia de Corrientes en 1865 estuvo marcada por una serie de errores estratégicos y tácticos que llevaron a una serie de derrotas devastadoras para el ejército paraguayo. La decisión de dividir las fuerzas, la subestimación del enemigo, la falta de reconocimiento adecuado, y la deficiente comunicación y coordinación fueron factores clave en estos fracasos.

Las consecuencias de estos errores fueron catastróficas para Paraguay. Las pérdidas de equipos y personal fueron enormes, debilitando significativamente la capacidad militar del país y afectando gravemente su capacidad para continuar la guerra. La campaña de Corrientes se convirtió en un ejemplo clásico de cómo la mala planificación y la ejecución deficiente pueden llevar a resultados desastrosos en una guerra.


sábado, 13 de mayo de 2023

Guerra del Paraguay: La batalla de Yatay


Batalla de Yatay





Batalla de Yatay - 17 de agosto de 1865


La Guerra del Paraguay puede dividirse en cinco campañas: la de Matto Grosso, la del Uruguay, la de Humaitá, la de Pikysyry y la de las Cordilleras. En la campaña de Matto Grosso los paraguayos se apoderaron de la fortaleza de Coimbra, Alburquerque, Corumbá, Miranda y Dorados. La segunda tuvo por objetivo el Uruguay, hacia donde se dirigieron dos columnas del ejército paraguayo, por Corrientes y Río Grande, para expulsar a los brasileños y sostener la soberanía de ese país. El objetivo de la tercera -para los aliados- era la toma de la plaza fuerte que fue el centro de la resistencia paraguaya. La cuarta se llama así porque se desarrolló sobre la línea fortificada del arroyo Pikysyry, segundo centro de la resistencia del Paraguay. La quinta fue la que se llevó a cabo después de la batalla de las Lomas Valentinas, al otro lado de las Cordilleras, hasta Cerro Corá.

Al iniciarse la segunda campaña, abandonó Solano López la capital, para ir a ponerse al frente de sus ejércitos. Dejaba así la Asunción para siempre. Nunca más entraría en ella, no permitiéndole los azares de una guerra a muerte ni siquiera volver a contemplarla a la distancia.

En realidad, en aquel momento -8 de junio de 1865- empezaba su agonía, que era la de su patria, como él condenada a una muerte cruel e irremediable. Antes de partir dirigió al pueblo una proclama, en el que daba a entender que iba resuelto a abandonar “el seno de la Patria”, para incorporarse “a sus compañeros de armas en campaña”

Pero llegó a Humaitá y cambió de opinión, bajo la influencia de insinuantes cortesanos, como el obispo Palacios, que acabaron por convencerle de que no debía imponerse ese inútil sacrificio, teniendo a su lado tantos hombres capaces que podían muy bien reemplazarle… Instaló, pues, allí su cuartel general, estableciendo una activa comunicación telegráfica con la ciudad de Corrientes, donde José Berges ejercía su representación.

El general Wenceslao Robles había reunido, entretanto, 30.000 hombres de las tres armas y estaba en condiciones de marchar, sin dificultad alguna, arrollando los pequeños obstáculos que encontrase en su camino. En aquellos momentos aún no se había establecido el campamento general de los aliados en Concordia, ni éstos disponían de tropas capaces de contrarrestar la acción del Paraguay. Ningún paraguayo dudaba del éxito de la empresa confiada a Robles, experimentado militar, que había dado tantas pruebas de sus aptitudes de brillante organizador. Pero los hechos desvanecieron bien pronto tan optimistas esperanzas.

Al frente de aquella poderosa columna, Robles se sintió inferior a su cometido, no atinando a obrar con la resolución y la pericia que le imponían las circunstancias. Perdió su tiempo con fútiles pretextos, avanzando con lentitud extrema, distraído por pequeñas guerrillas sin importancia. Así perdió la oportunidad única que se le brindaba, dando todas las ventajas a los oponentes. Finalmente, entró en tratos con los aliados, pagando con su vida los graves errores cometidos.

Lo reemplazó el general Francisco Isidoro Resquín, quien hizo contramarchar a su ejército, regresando con él a territorio paraguayo. El fracaso de la expedición de Robles determinó el fracaso de la expedición de Estigarribia. Este, al frente de 12.000 hombres, invadió el Estado de Río Grande del Sud, siguiendo la línea del Uruguay, para ir a encontrarse con la otra columna expedicionaria en la frontera de la República Oriental.

La llegada oportuna de Robles debió impedir la formación del ejército aliado que salió a batirle permitiéndole someter holgadamente a los brasileños. Pero no sucedió así. Robles no llegó nunca a la frontera oriental, no pasando más allá de los límites de Corrientes. Gracias a esto, Mitre pudo organizar el ejército hasta encontrarse en situación de batir a los paraguayos.



Realmente Estigarribia debió retroceder al ver que había fracasado el plan convenido. Pero lo empujaron adelante, los numerosos jefes orientales que lo acompañaban, los cuales le aseguraban que, al llegar a la frontera de su país, contaría con el franco apoyo de todos los compatriotas uruguayos.

Entrar en Uruguayana fue para él entrar en una ratonera. Pronto fue allí rodeado por el ya poderoso ejército aliado, teniendo que sucumbir, vencido por el hambre y por la muerte. Una parte de su ejército, que marchaba por la orilla derecha del río Uruguay, a las órdenes del mayor Pedro Duarte, sucumbió también, aplastado por fuerzas muy superiores.

En efecto, el 17 de agosto de 1865 libraron batalla 3.500 paraguayos, de caballería e infantería, con 11.000 aliados de las tres armas, a las órdenes del general Venancio Flores.

Pese a la abrumadora superioridad enemiga, Estigarribia rechazaba con ironía la propuesta de rendirse a los “libertadores de su patria”. “Si VV.EE. (decía a los jefes aliados) se muestran tan celosos por dar libertad al pueblo paraguayo, ¿por qué no empiezan por dar libertad a los infelices negros del Brasil, que componen la mayor parte de la población, y gimen en el más duro y espantoso cautiverio para enriquecer y estar en la ociosidad a algunos de cientos de grandes del Imperio?”

Luego de la derrota de los paraguayos, Flores declaró: “Los paraguayos son peores que salvajes para la pelea, prefieren morir antes que rendirse…”

La mayor parte de los prisioneros fueron pasados a cuchillo (se calcula que eran alrededor de 1.400) y los soldados sobrevivientes fueron alistados en los batallones del ejército aliado, obligándoseles así a ir contra su patria. Decía Flores: “Los batallones orientales han sufrido en Yatay una gran baja, y estoy resuelto a reemplazarla con los prisioneros paraguayos, dándole una parte al general Paunero para aumentar sus batallones, que están pequeños algunos¨. Mientras tanto el vicepresidente argentino Dr. Marcos Paz agrega: “El general Flores ha adoptado por sistema incorporar a sus filas a todos los prisioneros, y después de recargar sus batallones con ellos ha organizado uno nuevo de 500 plazas con puros paraguayos”.

El gran publicista oriental, Carlos María Ramírez protestó en 1868, contra la repetición sistemática del mismo hecho: “Los prisioneros de guerra –decía- han sido repartidos entre los cuerpos de línea y, bajo la bandera y con el uniforme de los aliados, compelidos a volver sus armas contra los defensores de su patria. ¡Jamás el siglo XIX ha presenciado un ultraje mayor al derecho de gentes, a la humanidad, a la civilización!.

En la Quinta Sección, chacra el Ombucito, existe un monolito que evoca la Batalla de Yatay. Este sitio fue declarado Lugar Histórico el 4 de febrero de 1942, por la Ley 12665, según consta en “Monumentos y Lugares Históricos” de Hernán Gómez. Allí serpentea un arroyo, entre arbustos y pajonales, que se vuelca en el río Uruguay. Este paisaje está adornado con elegantes palmeras Yatay (Yatay significa Palmera en guaraní). Ellas dieron su nombre al arroyo y al lugar. El topónimo dio el nombre a la batalla.

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
O’Leary, Juan E. – El Mariscal Solano López – Asunción (1970).
Portal www.revisionistas.com.ar
Rosa, José María – La Guerra del Paraguay y las Montoneras Argentinas – Buenos Aires (1985).
Turone, Gabriel O. – La Batalla de Yatay – (2007)

Fuente: www.revisionistas.com.ar





sábado, 30 de julio de 2022

Vida militar: Soldado viejo

Soldado viejo

Revisionistas




Mangrullo del Fortín Heredia


Hechos así, perdidos en el traquear del tiempo, los hubo en aquella rápida campaña. El ideal guerrero arrastraba….después del Paraguay, después de López Jordán, los indios. Al inmenso Sur, abierto, había que convertirlo en estancias y chacras; asegurar la frontera internacional, barrer obstáculos salvajes a la expansión civilizadora de Buenos Aires.

Nunca se vio en los soldados del ejército acuerdo más unánime. El primero y el último vibraban al unísono; avanzar, suprimir el indio. No era cristiano, pero probablemente fue lo único posible; y en el fondo de los veteranos, el viejo afán de pelea, en esas postrimerías de su predominio en el país, renació ardiente, abnegado, dispuesto al heroísmo.

Hoy nada sabemos de esas cosas, y sólo a título de curiosidad, como se contempla una armadura medieval, consentimos en oír un cuento parecido al del teniente Soria, del 7º de Línea.

Era el principio de la batida. El general Roca ordenaba al coronel Lagos que a los trece días se pusiera en marcha desde Trenque Lauquen. Dentro de ese plazo recibiría equipo, caballos, y, lo que era muy interesante, la visita del Comisario pagador. ¡El viejo sistema!. ¡Otra cosa era cumplir! La división salió como pudo; y a lo largo de la línea quedaron los destacamentos desamparados, sin más medios de que valerse que la industria criolla para comer y seguir tirando con el arma en ristre.

Soria, encargado del Fortín Heredia, al frente de unos cuantos soldados, a las pocas semanas, consumido todo lo alimentable de las inmediaciones: yeguas, caballos, peludos, avestruces, etc., se quedaría mirando la desolada inmensidad de la pampa hacia el Este, como Robinson el mar.

El hambre surgió pavorosa, intolerable, y, sin embargo, ni un murmullo, ni un rezongo se oyeron. Como sombras cumplían su deber los centinelas, mientras los demás, rebuscando sin tregua, veían siempre la misma llanura, igual. Despiadada en su indiferencia infinita, por aquella agonía. ¿Desertar? Nadie pensó ello. ¡No valía la pena! Mejor era aguantar. Por algún lado vendría el remedio.

Y vino, en efecto, el Comisario pagador, mucho después. Al galope, seguido de su escolta avanzó hasta el foso, sorprendido de que nadie saliera a recibirlo. ¡Estaba tan acostumbrado a su papel de providencia! Ni ira, ni motín, ni enredo resistían. Como con la mano se aplacaba todo a su sola vista. Y aquella vez, cuando Soria, el catamarqueño Soria, su amigo, era el que esperaba, nadie acudía. ¿Qué habría pasado? Por fin, escudriñando con la vista en lo alto del mangrullo, distinguió un cuerpo, vio un rostro de sonrisa petrificada, y dos ojos vidriosos, semidormidos, que lo miraban sin verlo.

-¡He teniente! ¿No me ha oído? ¿Qué hace ahí, echado? ¡Pedazo de guarango! Gritó en tono de broma.

Pero Soria no se movió. Con una voz lenta, velada, casi imperceptible, murmuró:

-¡Qué he de bajar! ¡Hace siete días que no como!

Fuente

Correa Luna, Carlos – Soldado viejo
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Revista Caras y Caretas – Buenos Aires, (1901)

miércoles, 6 de octubre de 2021

Guerra del Paraguay: Nueva literatura y gráfica sobre el conflicto

Guerra de la Triple Alianza: cuando el arte y la historia narran una masacre olvidada

La novela gráfica “Guaraní”, de Diego Agrimbau y Gabriel Ippóliti, y la investigación “La brasa ardiente contra la cuádruple infamia”, de Juan Godoy, aportan nuevas miradas al gran conflicto bélico del siglo XIX
(Imagen del libro “Guaraní”)

La Guerra de la Triple Alianza fue el conflicto bélico provocado por Brasil contra Paraguay, al que pronto se sumaron la Argentina y el Uruguay que, en seis años (desde 1864 a 1870), diezmaron la población paraguaya matando al 90% de la población masculina y conquistando territorios que se incorporaron a la Argentina —como Misiones y la hoy llamada Formosa— y otros tantos para Brasil. La causa del conflicto se debía al desarrollo autónomo paraguayo del Imperio Británico —que no excluía un gobierno de mano de hierro— y la intervención del país guaraní en los problemas de la región, como el conflicto entre blancos y colorados, en los que tomaba parte por el Partido Blanco. Sin embargo, no es exagerado referirse al conflicto como un exterminio planificado de la población masculina del Paraguay. (alerta de zurdo: 😅😆😂😁😃😄)

Asalto de la 1ra columna brasileña a Curupaytí (al mando de Cnel. Augusto Fco. Caldas), de Cándido López. 1897. Museo Nacional de Bellas Artes

Quienes combatieron fueron testigos de matanzas y del uso masivo de las flotas brasileña y argentina (que gobernaba Bartolomé Mitre y que luego continuaría la conflagración Domingo F. Sarmiento) armadas con cañones contra la población. Esa experiencia de la violencia debió ser el motivo de las pinturas monumentales (por sus motivos) de Cándido López, que no eran celebratorias de la guerra.

El Dr. Francia, en Paraguay, se había hecho con la suma del poder público. Lo sucedió su sobrino Carlos Antonio López, que había abierto las fronteras internacionales fomentando las exportaciones a Europa mediante el monopolio del Estado, además de la construcción del ferrocarril, la siderurgia y la educación pública obligatoria, entre otros. A la vez, la fortuna de la familia López no dejaba de crecer. Luego de la muerte de Carlos Antonio López, su hijo Francisco Solano López fue designado presidente. El imperio británico apoyó firmemente la guerra, y el embajador en Buenos Aires Edward Thornton estuvo durante la firma de la alianza entre la Argentina y Brasil.

“La brasa ardiente contra la cuádruple infamia” de Juan Godoy

No sólo los dibujos de Cándido López sirven para apreciar la contienda, con todo lo que ello implica. La novela gráfica Guaraní, con guión de Diego Agrimbau e ilustraciones de Gabriel Ippóliti (publicada por Hotel de las Ideas y que ya hubiera sido publicada en Francia hace unos años), da cuenta de manera dramática del episodio del asesinato de los niños soldados paraguayos, reclutados a la fuerza cuando las fuerzas de los adultos mayores y los ancianos menguaban.

A través de la historia de Pierre Duprat, un fotógrafo “antropológico” llega a Montevideo con el fin de arribar a las tierras selváticas paraguayas para poder fotografiar la legendaria belleza de las mujeres guaraníes. Junto a la ayuda de dos asistentes, uno de los cuales insiste en repudiar la salvaje matanza de los paraguayos, se hacen en un navío argentino con el fin de llegar a Paraguay. Ni bien van llegando son testigos de los horrores de la guerra: el castigo mortal a los desertores, los cuerpos de los combatientes en la superficie del Paraná. Deciden tomar las fotos del salvajismo de los soldados, que las fotografías sean documento de historia. Duprat y sus ayudantes llegan a Asunción, y luego, a la tierra guaraní, donde las mujeres viven como hacía siglos. Llegan también al momento más dramático del episodio bélico: los niños son reclutados, vestidos, armados y, luego, mandados a pelear en un enfrentamiento para el que no tienen posibilidades.

Guaraní es una gran novela gráfica que muestra, con sus propias artes, a la guerra.

“Guaraní” de Diego Agrimbau y Gabriel Ippóliti

Sin embargo, no debería asumirse que los batallones argentinos concurrían henchidos de heroísmo al campo de batalla. Juan Godoy, en La brasa ardiente contra la cuádruple infamia (Editorial Ciccus), hace un racconto de las resistencias de tropas e intelectuales antimitristas. La Rioja era donde más que un reclutamiento se producía una cacería para ir al frente.

Los caudillos Aurelio Salazar y Carlos Ángel y un grupo de gauchos atacan y sublevan al contingente de Catuna. Ante las rebeliones llegaban vejados, humillados, bestializados al Paraguay. En San Luis, frente a la rebelión de un contingente, se fusila a 97 sublevados. En Córdoba se desbanda un contingente de 500 soldados. Emilio Mitre afirmaba: “lo que es por la guerra hay una completa apatía”. En el Litoral la guerra era repudiada. En 1865 se desbandan 3000 hombres. Ricardo López Jordán le escribe al Gral. Urquiza: “Usted nos llama para combatir al Paraguay. Nunca, general, ese pueblo es nuestro amigo. Llámenos para pelear a porteños y brasileños, esos son nuestros enemigos”.

(Imagen del libro “Guaraní”)

Guido Spano escribía: “la Alianza es de los gobiernos, no de los pueblos. No es, pues, extraño que la alianza fuese contrariada por una repulsión general”. José Mármol señalaba: “ha producido un descontento general en todo el país”. Una canción popular decía: “A la bandera de Mitre, a ella no me he de rendir. Si viviera Peñaloza por él si he de morir”. Cuando llega a la canción popular, expresa un sentido sentimiento.

De este modo, la salvaje Guerra de la Triple Alianza que asesinó a miles, que diezmó a una nación y asesinó a sus niños tuvo una contraparte, pequeña pero contraparte al fin, de las milicias argentinas que se negaban a participar de la masacre —ni ser llevadas a la fuerza—. Episodios del pasado que siguen enseñando a las nuevas generaciones.

martes, 26 de febrero de 2019

Historia: Brasil, desde la guerra contra Brasil hasta la PGM

Brasil: finales del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial

Weapons and Warfare





El imperio de Brasil, c. 1889. La provincia Cisplatina se perdió desde 1828 y desde entonces se crearon dos nuevas provincias (Amazonas y Paraná).


La guerra paraguaya y la "cuestión militar"


La participación brasileña en la guerra paraguaya de 1864–70 tuvo graves consecuencias para el país. Es una guerra que se ha hecho notoria por causar más muertes en proporción al número de personas que lucharon en ella que cualquier otra guerra en la historia. También creó una nueva generación de oficiales subalternos que diferían de los que habían ido antes. Eran hombres educados, muy a menudo habiendo asistido a universidades en el extranjero, que tenían menos respeto por la monarquía que sus antecesores.

Uruguay nació en 1828 después de tres años de conflicto entre Argentina, Brasil y la facción que buscaba la independencia de la región. Los británicos, con intereses financieros y comerciales en el estuario del Río de la Plata, estaban muy contentos de ver la creación de un país que esperaban traería estabilidad a la región. Sin embargo, el siglo XIX trajo malestar, ya que los dos partidos políticos de Uruguay -el Colorado, vinculado a los intereses comerciales y de Europa, y el Blanco, formado por terratenientes rurales que se oponían a la influencia europea- competían por el poder, a menudo violentamente. Mientras tanto, los habitantes de la antigua provincia española de Paraguay habían derrocado a su administración española en 1811. En 1842, el presidente Carlos Antonio López (1792–1862) se declaró dictador y en 1862 su hijo, Francisco Solano López (1827–70), llegó. al poder tras la muerte de su padre. Ese año formó una alianza con el Partido Blanco que gobernaba Uruguay en ese momento. Los combates estallaron entre los Blancos y los Colorados y se extendieron a Rio Grande do Sul, en el sur de Brasil, incitando a los brasileños a invadir Uruguay para ayudar a los Colorados a tomar el poder. Los uruguayos capturaron un barco brasileño y luego invadieron la región de Mato Grosso en el oeste de Brasil. En 1865, los paraguayos planearon invadir Uruguay, pero esto los involucraría en cruzar el territorio argentino. Posteriormente, el 1 de mayo, Argentina, Brasil y Uruguay entraron en una Triple Alianza y declararon la guerra a Paraguay. Los paraguayos no atacaron a Uruguay como estaba previsto y todos los combates tuvieron lugar en el propio Paraguay.

Brasil no estaba preparado para la guerra, aunque su armada, formada por unos pocos buques de guerra, derrotó fácilmente a la diminuta armada paraguaya. Su ejército, formado por solo 18,000 hombres de combate mal entrenados, había sido descuidado durante mucho tiempo. El gobierno brasileño desesperado les prometió a los esclavos su libertad si se alistaban. Finalmente, en 1866, el ejército brasileño invadió Paraguay, pero fue derrotado en su primer combate en la Batalla de Curupayty. Sin embargo, en el verano de 1867, el duque de Caxias dirigió el asedio y la captura de la importante fortaleza de Humaitá, en el sur de Paraguay. La capital fue tomada poco tiempo después. Brasil ocuparía Paraguay hasta 1878.

La guerra fue costosa para Brasil. Provocó un fuerte aumento de la inflación y aumentó la deuda externa del imperio. La consecuencia más reveladora fue el efecto sobre el ejército. Su prestigio e influencia, así como su tamaño, aumentaron considerablemente con el conflicto. Los oficiales, cuyo número aumentó de 1,500 a 10,000, ahora estaban politizados pero se sentían incómodos con lo que parecía ser una postura anti-militar que emanaba del emperador. De hecho, él había evitado deliberadamente el caudilho, el estilo de liderazgo militar que era popular entre muchos gobernantes hispanoamericanos y tenía cuidado de no nombrar a militares para cargos políticos de alto rango. La inquietud del cuerpo de oficiales se vio incrementada por la renuncia forzada del Primer Ministro liberal, Zacarías de Góis e Vasconcelos (1815–77), cuya dirección del esfuerzo de guerra había sido de su agrado. Solo el hecho de que el comandante militar Caxias permaneciera leal a Pedro alivió sus sentimientos de descontento. Su muerte en 1880, por lo tanto, fue un golpe no solo para el emperador, sino que tuvo graves implicaciones para el futuro de la monarquía.

La irritación de los oficiales subalternos por el hecho de que el gobierno no haya mejorado el salario y las condiciones del ejército se convirtió en un sentimiento de desencanto político y en el comienzo de un movimiento para reformar el sistema político de Brasil. A los oficiales se les prohibió la actividad política, pero en 1879 un grupo de oficiales criticó públicamente una propuesta ante la Asamblea General para reducir el tamaño del ejército. No se tomaron medidas contra ellos, pero en los próximos años, cuando los oficiales volvieran a participar en el debate político, serían disciplinados.

La "cuestión militar", como se la conocía, se convirtió en una fuente de creciente tensión entre el ejército y el gobierno. Los disturbios pronto se extendieron a los oficiales superiores que demostraron su apoyo a sus colegas más jóvenes. El portavoz principal fue el mariscal Manuel Deodoro da Fonseca (1827–92), quien, en 1887, fue elegido primer presidente del Club Militar de Brasil, una sociedad creada para defender los derechos de los soldados. La tensión aumentó cuando, en junio de 1889, el emperador Pedro nombró a un liberal, el vizconde de Ouro Preto (1836–1912), como primer ministro. Ouro Preto no perdió tiempo en antagonizar a Deodoro nombrando a un oponente suyo como presidente de Rio Grande do Sul.

El golpe militar de 1889

Durante algún tiempo, los políticos republicanos habían estado cultivando amistades con los militares, dándose cuenta de que ni las elecciones ni la Asamblea General podrían poner fin al imperio, se necesitaría el apoyo del ejército para hacerlo. En 1887, el mariscal Deodoro le escribió al emperador, advirtiéndole sobre su actitud hacia los militares brasileños y le indicó que no podía garantizarse el apoyo continuo del ejército. Mientras tanto, sus compañeros oficiales estaban ansiosos por reemplazar el imperio con una república, entre ellos hombres como Benjamin Constant (1836–1891), como Deodoro, un veterano de la guerra paraguaya. Mientras tanto, Pedro II sufría de diabetes y, aunque solo tenía 64 años, estaba cada vez más frágil. Parecía haber perdido interés en el negocio del gobierno y se ha sugerido que ya había aceptado que el imperio no sobreviviría a su muerte. El hecho de no tener herederos varones sugería que tenía buenas razones para temer por la supervivencia del imperio. Su hija, la princesa Isabel (1846–1921), que ya había cortejado la controversia con su apoyo al abolicionismo, era la heredera legal, pero era muy poco probable que una sociedad dominada por hombres como Brasil estuviera preparada para aceptar a una mujer en el trono. . Como si no fuera lo suficientemente malo como para ser mujer, su marido, el príncipe Gaston, conde de la UE (1842–1922), era francés.

Había un sentimiento creciente en Brasil de que el emperador, el Senado y el Consejo de Estado tenían demasiado poder, ninguno de los cuales, después de todo, había sido elegido. A medida que crecía el clamor republicano, Ouro Preto introdujo medidas para reducir el poder del Consejo de Estado, la Asamblea General y los presidentes provinciales, pero fueron rechazados por la Asamblea General. El emperador respondió a este revés de la manera habitual, disolviendo la Asamblea General y pidiendo que se celebraran nuevas elecciones en noviembre de 1889. Era obvio que era probable que nada cambiara. Los militares respondieron ordenando a Benjamin Constant, en concierto con republicanos como Quintino Bocaiúva (1836–1912) y Rui Barbosa (1849–1923), que diseñaran planes para un golpe de estado. Temprano en la mañana del 15 de noviembre de 1889, las tropas comandadas por Deodoro, quien había aceptado ser el líder del golpe, rodearon los edificios gubernamentales en Río de Janeiro. Inicialmente se suponía que la acción estaba destinada simplemente a cambiar el gabinete, pero esa tarde Deodoro declaró que Pedro II había sido derrocado y que Brasil sería una república en adelante.

Ese día, Pedro estaba en su palacio de verano en Petrópolis, a las afueras de Río de Janeiro. Después de regresar apresuradamente a la capital, se le ordenó abandonar Brasil en un plazo de veinticuatro horas, llevándose al resto de la familia real con él. El 17 de noviembre, zarpó al exilio en Portugal y Francia, eligiendo este destino en lugar de someter a Brasil a una inevitable guerra civil. Todos procedieron pacíficamente, aunque muchos observadores estaban asombrados por la falta de apoyo a la monarquía. Robert Adams Jr (1849–1906), ministro de los Estados Unidos en Brasil en el momento del golpe, escribió que era “el más notable jamás registrado en la historia. Totalmente inesperado por el gobierno o la gente, el derrocamiento del Imperio se ha logrado sin derramamiento de sangre, sin procedimientos desenfrenados o interrupciones a las habituales vocaciones de la vida ".

Estados Unidos do Brasil

Los líderes del golpe de 1889 establecieron inmediatamente su régimen como un gobierno "provisional", declarando a Brasil una república federal. Emitieron proclamaciones que justificaban su acción, alegando que habían emprendido el golpe en nombre del pueblo brasileño. Deodoro estaba a cargo como "jefe del gobierno provisional" y varios políticos prominentes se unieron rápidamente a su causa, entre ellos Rui Barbosa, Quintino Bocaiúva y Benjamin Constant, quienes fueron recompensados ​​con un puesto en el nuevo gobierno. Rui aceptó el puesto de Ministro de Finanzas, Constant fue nombrado Ministro de Guerra y Quintino asumió el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores. El nombre formal del país se cambió de Imperio de Brasil a la República de los Estados Unidos de Brasil y se diseñó una nueva bandera nacional. Se comenzó a trabajar en una nueva constitución, con el objetivo de transformar a Brasil en una democracia moderna e industrial.
La nueva constitución abogaba por un sistema político federal, cumpliendo los objetivos de un manifiesto republicano de 1870 que había exigido la transferencia de poder del centro a las regiones, un movimiento bien recibido por la influyente industria del café, especialmente en São Paulo. Sin embargo, como en los días del Imperio, todavía habría una administración central ejecutiva, con una legislatura nacional con sede en Río de Janeiro. Los liberales consideraron que esta era la mejor manera de mantener la unidad nacional y los comerciantes y empresarios esperaban que ayudara a crear un mercado interno. Se decidió seguir el modelo político de los Estados Unidos, con un presidente y un gobierno federal compuesto por órganos ejecutivos, legislativos y judiciales. El presidente sería elegido por el pueblo por un período de cuatro años y se le prohibiría cumplir mandatos consecutivos. La franquicia se limitaba a hombres alfabetizados mayores de veintiún años, que representan alrededor del 17 por ciento de la población. Una gran mayoría de los brasileños todavía no pudieron participar en la elección de su gobernante. El resto del mundo estaba expandiendo la franquicia, pero Brasil, todavía temeroso de la voluntad de la gente, se mostró reacio a seguir la tendencia.

El poder legislativo se puso en manos de un Congreso Nacional que, como su antecesor imperial, la Asamblea General, estaría compuesto por una Cámara de Diputados y un Senado. A cada estado se le asignaron tres senadores, cada uno de los cuales serviría nueve años antes de postularse para la reelección. Los diputados servirían por un período de tres años y serían elegidos sobre la base de la población, los estados más poblados se beneficiarían más de esto, por supuesto. Inevitablemente, las elecciones fueron amañadas. Los votantes de las zonas rurales se vieron obligados a votar por los candidatos elegidos de la oligarca local, un abuso conocido como coronelismo. Si todo lo demás fallara, los resultados de las elecciones aún podrían ser modificados por la Comisión de Verificación de Poderes del Congreso, ya que las autoridades electorales en la República Velha (Antigua República) no eran independientes del poder ejecutivo y de la legislatura y, por supuesto, estaban controlados por el elite gobernante.

Las veinte provincias que habían existido bajo el imperio se convirtieron en veintiuno con la creación del nuevo Distrito Federal de la ciudad de Río de Janeiro. A cada uno se le permitió crear su propia constitución y ser autónomo, con gobernadores elegidos directamente y sus propias asambleas legislativas y tribunales. Se les otorgó autonomía financiera con el poder de imponer impuestos a las exportaciones, esto fue particularmente bien recibido por São Paulo y Minas Gerais, dos estados con economías de exportación lucrativas. A los estados se les permitió establecer sus propias milicias o fuerzas policiales y São Paulo incluso tenía su propio ejército que estaba tan bien equipado como el ejército nacional.

La iglesia y el estado estaban separados, lo que significa que Brasil ya no tenía una religión estatal. El estado asumió muchas de las responsabilidades que anteriormente tenía la iglesia: solo los matrimonios civiles serían reconocidos oficialmente y los cementerios fueron tomados por los municipios. Estas medidas fueron un reflejo de las creencias de los líderes republicanos, pero también trajeron a los muchos inmigrantes luteranos en Brasil al redil nacional. Para abrazar aún más a su población inmigrante, el gobierno aprobó una medida que decretaba que, a menos que expresaran su deseo de otra manera, todos los extranjeros que habían estado en Brasil el 15 de noviembre cuando se creó la República Brasileña serían automáticamente considerados ciudadanos brasileños.

En términos generales, el poder recaía no solo en la nueva clase militar profesional politizada sino también en manos de la élite sembradora basada principalmente en las regiones productoras de café de São Paulo y los intereses comerciales y bancarios concentrados en las ciudades de Río de Janeiro. São Paulo y Minas Gerais. Para la mayoría de las personas, poco cambió, pero los oficiales del ejército probablemente se beneficiaron más que la mayoría con salarios más altos y nombramientos lucrativos para cargos gubernamentales. La elite, junto con los militares, por lo tanto, todavía controlaban la maquinaria del gobierno y, aunque algunos liberales, como Rui Barbosa, intentaron persuadir al gobierno para que introdujera reformas en la educación y las condiciones de trabajo y de pago y considerara el tema de la tierra. Reforma, nada cambiaría realmente hasta bien entrado el próximo siglo.

En efecto, por supuesto, lo que ocurrió fue un golpe militar. El ejército gobernó como una dictadura militar durante los primeros cinco años después del golpe en lo que se conoció como la "República de la Espada". Inevitablemente, hubo enfrentamientos entre los políticos y los oficiales del ejército recientemente politizados, especialmente Deodoro, que era autoritario por naturaleza. Finalmente, en enero de 1891, el gabinete renunció. Mientras tanto, la constitución exigía la elección del primer presidente de la República que serviría hasta 1894. Deodoro era la opción obvia, pero los opositores a la participación de los militares en el gobierno presentaron un candidato rival, Prudente de Morais (1841–1902), presidente de la Asamblea Constituyente y ex gobernador de São Paulo. Como se anticipó, Deodoro ganó, por 129 votos contra 97, y fue juramentado como el primer presidente de la República de Brasil el 26 de febrero de 1891. El margen de victoria fue lo suficientemente pequeño como para sugerir que el nuevo presidente no era la opción más popular. , pero, como todos sabían, si hubiera perdido, el ejército casi seguramente habría intervenido y declarado una dictadura.

Deodoro asumió el cargo en medio de la agitación, en gran parte causada por la crisis económica, el Encilhamento, una palabra tomada de las carreras de caballos y que sugiere esfuerzos para enriquecerse rápidamente. Su manejo de esta situación fue calamitoso y le ganó la animosidad del Congreso al igual que su falta de control sobre sus ministerios. El Congreso lo obstruyó en cada oportunidad. Los republicanos del sur finalmente retiraron su apoyo de él y del gobierno provisional. Cuando el gobierno fue acusado de corrupción en noviembre de 1891, Deodoro disolvió el nuevo Congreso Nacional, declarando un "estado de emergencia" y asumiendo un poder dictatorial virtual, algo por lo que fue muy criticado y que perdió mucho apoyo, incluso dentro El ejercito. El vicepresidente, el mariscal Floriano Peixoto (1839–1895), conspiró con otros oficiales, lo que llevó a la incautación de buques de guerra en la bahía de Guanabara por parte del almirante Custódio José de Melo (1840–1902). De Melo amenazó con abrir fuego en Río de Janeiro a menos que Deodoro recordara el Congreso. Deodoro respondió renunciando el 23 de noviembre de 1891 y Floriano, como se le conocía popularmente a Peixoto, asumió la presidencia, recordando inmediatamente al Congreso.


 Riachuelo (1883) - Visita presidencial a Buenos Aires en 1900.

El segundo presidente de la república, conocido como el "Mariscal de Hierro", se ganó la reputación de defensor de la constitución, pero aunque se dice que tenía un mejor entendimiento de la gente común que su predecesor y logró consolidar la república, En realidad, no es tan diferente. Cada vez más defendía la centralización del poder y el nacionalismo, pero enfrentaba grandes desafíos. Algunos afirmaron que su presidencia era inconstitucional porque Deodoro no había cumplido los dos años de mandato estatutario y, por lo tanto, Floriano debería convocar una elección presidencial. Su solución a este problema fue simplemente retener el título de "Vicepresidente". También se enfrentó a la oposición de altos oficiales de la marina brasileña que se ofendieron por el poder y el prestigio del ejército. Los disturbios civiles ocurrieron en varios estados del norte al sur del país y en 1893 los revolucionarios ocuparon Santa Catarina y Paraná en Rio Grande do Sul, capturando la ciudad de Curitiba. En última instancia, sin embargo, estaban mal equipados para una guerra abierta. En 1893, el almirante de Melo también actuó contra Floriano, una vez más amenazando con bombardear la capital, pero el presidente se negó a seguir el ejemplo de Deodoro al renunciar. Para 1895, había sofocado la revuelta en Rio Grande do Sul y también había logrado pacificar a los rebeldes navales.



En marzo de 1894, Floriano convocó una elección presidencial, luego de la presión de los republicanos que dirigían São Paulo que le brindaban un apoyo financiero, militar y político vital. Trataron de salvaguardar la estabilidad y la unidad nacional y proteger a su estado de una afluencia de inversión extranjera e inmigrantes. Los paulistas habían ayudado a Floriano al fundar el Partido Republicano Federal o PRF en 1893, pero, por supuesto, la Constitución lo excluyó de presentarse a las elecciones para un segundo mandato. Ahora deseosos de reemplazar el gobierno militar con un líder civil de sus propias filas, esta coalición de senadores y diputados de varios estados propusieron a Prudente de Morais Barros como su candidato presidencial. Esto marcó el final de la actividad política del ejército por el momento y la muerte posterior de Floriano ayudó a alejarlos más de la política. El candidato a la presidencia de Minas Gerais en 1894, Afonso Augusto Moreira Pena (1847–1909) perdió fuertemente ante Prudente, por 277,000 votos contra 38,000 el 1 de marzo de 1894. Vale la pena señalar, sin embargo, que con la agitación en Río de Janeiro en ese momento. El desorden civil en tres de los estados del sur del país y la naturaleza severamente restringida de la franquicia, solo el 2.2 por ciento de la población brasileña votó en esta elección.

El boom del caucho 1879–1912

Desde mediados del siglo XIX hasta el colapso del mercado en 1910, el caucho fue de vital importancia para la economía brasileña, y trajo enormes beneficios a los involucrados. El caucho natural proviene de un fluido blanco lechoso llamado látex drenado del árbol Hevea brasiliensis que se encuentra en abundancia en el estado brasileño de Pará, en la selva tropical del Amazonas. El látex, que se encuentra en la savia extraída del tronco del árbol a través de un pequeño agujero aburrido en él, había sido explotado por los pueblos nativos durante siglos, fumado sobre un fuego y moldeado en objetos. A fines del siglo dieciocho, el gobierno colonial les estaba pidiendo botas hechas de látex, pero, hasta alrededor de 1830, nadie consideraba que tuvieran ningún potencial comercial real. Hacia el final de esa década, sin embargo, los científicos británicos y norteamericanos idearon el proceso de vulcanización, en el cual la savia en bruto podría estabilizarse por calentamiento. Pronto, el caucho se estaba utilizando en una variedad de productos como neumáticos para bicicletas y automóviles y dispositivos de aislamiento eléctrico. La demanda se disparó y en poco tiempo los empresarios e inmigrantes inundaron la región del Amazonas. Estos extractores de caucho extrajeron la savia antes de convertirla en grandes bolas de caucho que se vendieron en los puestos comerciales locales. Luego fue transportado a la costa antes de ser enviado a puertos extranjeros.

Como resultado del auge de la demanda de caucho, varios pueblos y ciudades crecieron sorprendentemente rápido, poblados por "barones del caucho" que habían amasado grandes fortunas. Un ejemplo fue la ciudad portuaria amazónica de Manaus, que creció de unos pocos colonos a una bulliciosa ciudad de 100,000 en 1910. Su famosa casa de ópera fue construida en 1881 por un político local, Antonio José Fernandes Júnior, quien imaginó una "joya" en El corazón de la selva amazónica. Fue la segunda ciudad brasileña, después de Campos dos Goytacazes en el estado de Río de Janeiro, en tener electricidad. Se invirtió capital extranjero en la región para crear casas comerciales y empresas, entre las cuales se encontraba la que construyó el ferrocarril Madeira-Mamoré, que se completó en 1912, que unía Brasil y Bolivia. Se dice que 6,000 trabajadores perdieron la vida durante su construcción.

Para 1910, la preeminencia de Amazon en la producción de caucho estaba llegando a su fin. Varias décadas antes, el Royal Botanical Gardens en Kew en Inglaterra había sacado de contrabando algunas semillas de caucho de Brasil y había producido árboles en sus invernaderos en Londres. Luego se enviaron semillas a las colonias británicas de Ceilán (actual Sri Lanka) y Malaya (actual Malasia) donde, a diferencia de la variedad brasileña, demostraron ser resistentes a las enfermedades. También produjeron una cosecha más abundante. La American Ford Motor Company intentó replicar lo que habían hecho los británicos al crear plantaciones de caucho en un lugar que llamaban Fordlandia cerca de la ciudad de Santarém en Pará, pero la falta de inmunidad de los árboles sudamericanos a las enfermedades llevó al fracaso y los británicos, con su Las plantaciones asiáticas eficientes y rentables se dejaron en control del mercado mundial del caucho. El desarrollo de un sustituto sintético para el caucho natural durante la Primera Guerra Mundial causó un mayor daño a la industria del caucho en Brasil. Solo cuando los Aliados fueron separados de sus suministros asiáticos durante la Segunda Guerra Mundial, el caucho amazónico vio un breve resurgimiento.

Los presidentes paulista y café-com-leite

Se podría decir que la Primera República brasileña fue poco más que una búsqueda del mejor tipo de gobierno para tomar el lugar de la monarquía, alternando el argumento entre la centralización y la devolución del poder a los estados. La inestabilidad y la violencia entre facciones de la década de 1890 fue el resultado de la falta de acuerdo entre las diversas élites sobre el modelo de gobierno más apropiado. La Constitución de 1891 otorgó a los estados una considerable autonomía y, hasta la década de 1920, el gobierno federal estuvo dominado por una combinación de los estados más poderosos de la República: Minas Gerais, Río de Janeiro, Río Grande do Sul y, por supuesto, Sao Paulo.

El primer año en el cargo de Prudente vio el final de la revuelta naval y el levantamiento en Rio Grande do Sul, aunque fue criticado por ser demasiado indulgente con los rebeldes de Rio Grande do Sul. En algunos sectores todavía había un anhelo por la monarquía y los defensores de la República, como los jacobinos ultranacionales, que habían formado milicias para defender a Río durante la revuelta naval, advirtieron sobre conspiraciones monárquicas. Sus advertencias parecían haber sido justificadas en 1896 cuando las noticias llegaron a la capital de un predicador carismático, Antônio Vicente Mendes Maciel (1830–97), apodado Conselheiro, quien en 1893 había reunido una comunidad en un rancho abandonado en Canudos, un asentamiento Millas al norte de salvador en bahia. Conselheiro predicó el regreso de la monarquía, describiendo a los republicanos como ateos. En 1896, se involucró en una disputa con funcionarios locales por el corte de madera que resultó en el envío de una fuerza policial a Canudos. Fueron enviados a empacar, liderando al gobernador de Bahía, Luís Viana (1846–1920), para solicitar tropas federales. A pesar de estar armados con artillería y ametralladoras, ellos también fueron derrotados y su comandante fue asesinado. La disputa local se había convertido rápidamente en lo que se conoció como la Guerra de Canudos, que amenazaba a la república incipiente. Hubo protesta y un estallido de violencia en Río de Janeiro antes de que se enviara una fuerza militar aún mayor al noreste, que consta de 10,000 soldados dirigidos personalmente por el Ministro de Guerra, el mariscal Carlos Machado Bittencourt (1840–97). Durante el asedio que siguió, Conselheiro murió, probablemente de disentería, y Canudos fue arrasado, y más de la mitad de sus 30,000 habitantes murieron en la lucha y sus consecuencias. Esta "amenaza monárquica" había sido derrotada, pero a costa de la reputación y el prestigio del ejército y de Prudente. La impopularidad del presidente quedó clara cuando un joven soldado, Marcelino Bispo (1875–98), trató de asesinarlo el 5 de noviembre de 1897. Bittencourt, el Ministro de Guerra, murió luego de ser apuñalado protegiendo al presidente. Cuando se supo que Bispo había sido alentado en su intento de asesinato por el editor del periódico jacobino, O Jacobino, Prudente utilizó toda la fuerza de los poderes asignados a la presidencia por la Constitución de 1891 al derribar con fuerza a Río de Janeiro, especialmente al El Club Militar, lugar de los oficiales del ejército jacobino, que fue clausurado.

El próximo presidente, el Dr. Manuel Ferraz de Campos Sales (1841–1913), gobernador de Sâo Paulo, fue un paulista, como Prudente, destacando el dominio que la elite política de los principales estados tenía en el país. Para combatir el creciente malestar en los estados y las luchas entre facciones, Campos Sales ideó una estrategia conocida como la "política de los gobernadores" mediante la cual los delegados parlamentarios de un estado estarían conectados a la agrupación política dominante en ese estado. Además de poner fin a la lucha entre facciones, también esperaba que esto aumentara el poder del poder ejecutivo del gobierno. Agregó esto haciendo que la Cámara de Diputados sea más sumisa al ejecutivo. Desafortunadamente para él, solo fue parcialmente efectivo.



La "política de los gobernadores" también resultó útil para tratar con la economía brasileña. La deuda externa heredada de la monarquía siguió siendo un gran problema y los gastos militares durante la década de 1890 no ayudaron a la situación. Entre 1890 y 1897, la deuda nacional aumentó en un 30 por ciento, lo que resultó en un endeudamiento aún mayor para los bancos extranjeros. No fue ayudado por una caída en el precio del café causada por las abundantes cosechas en 1896 y 1897 que significó que menos divisas entraran al país. Campos Sales organizó un préstamo de financiamiento que impuso muchas condiciones difíciles en Brasil: todos los ingresos de aduanas del puerto de Río de Janeiro se destinaron a sus acreedores y se prohibieron más préstamos hasta 1901. También se tuvo que implementar un programa de deflación. emprendido En un intento por equilibrar los libros, Campos Sales incrementó los impuestos federales e introdujo medidas de austeridad, haciendo a su gobierno muy impopular. Por medios tan desesperados, a Brasil se le impidió la quiebra, pero el país se vería obstaculizado por estas decisiones durante muchos años. Para que todo esto sucediera se necesitaba el apoyo de la legislatura y, como las lealtades de los congresistas se relacionaban con el líder político de su estado y sus partidos, el presidente se dirigió directamente a los gobernadores estatales y las elites gobernantes. Campos Sales prometió no intervenir en los asuntos internos de los estados y los gobernadores hicieron que todo funcionara utilizando el sistema del coronelismo. Proporcionaron puestos y favores a los coroneles locales quienes, a su vez, emitieron votos en las elecciones municipales y federales.

Los gobernadores tenían un gran interés en mantener este sistema, pero eso dependía de que el hombre adecuado ocupara el cargo de presidente. Se reunieron antes de cada elección, por lo tanto, para seleccionar un candidato adecuado y luego se aseguraron de que recibiera suficientes votos. Naturalmente, los estados más poderosos, especialmente São Paulo y Minas Gerais, siendo los más ricos y también con más ciudadanos que cumplieron con el requisito de alfabetización, fueron los más influyentes en este proceso. Además, sus partidos políticos estatales estaban mucho mejor organizados que los de los otros estados. Esta forma de manipular la máquina política llegó a ser conocida como café-com-leite (café con leche) debido a la conexión de São Paulo con la industria del café y Minas Gerais con la leche. Como resultado, sus candidatos a menudo obtuvieron más del 90 por ciento de los votos. Esto se vio favorecido por el hecho de que la boleta rara vez era privada y que se abordó sumariamente la oposición. De esta manera, Brasil no logró desarrollar un sistema político multipartidista saludable. Pero la "política de los gobernadores" sin duda tuvo el efecto deseado, produciendo estabilidad política y garantizando que el ejército se mantendría al margen de la política. Sin embargo, como sistema, difería poco del sistema político corrupto que había prevalecido durante el gobierno militar y el Imperio.
Durante su mandato, Campos Sales logró mantener la paz y el orden y mejorar la situación económica de la nación, pero las medidas de austeridad que impuso al pueblo brasileño llevaron a un aumento en el costo de la vida e hicieron a su gobierno extremadamente impopular. No obstante, la "política de los gobernadores" logró entregar un tercer presidente paulista en 1901 cuando Francisco de Paula Rodrigues Alves (1848–1919), gobernador de São Paulo, se enfrentó a la elección presidencial por 592,000 votos contra los 43,000 de Quintino Bocaiúva. Rodrigues Alves fue elegido porque se esperaba que continuara con las políticas de Campos Sales. Se había desempeñado como Ministro de Finanzas en los gobiernos de Floriano y Prudente y tenía una reputación de experiencia financiera. También se distinguiría a sí mismo como urbanista y lanzaría una importante empresa para modernizar Río de Janeiro.

Hacia el final de su mandato, Rodrigues Alves propuso a otro gobernador de São Paulo, Bernardino de Campos (1841–1915), como su sucesor, pero esta vez hubo resistencia de los estados más pequeños. En ese momento, Rio Grande do Sul había aumentado en riqueza y estatus político y uno de sus senadores era el carismático y poderoso José Gomes Pinheiro Machado (1851–1915). Durante más de una década, Pinheiro Machado, vicepresidente del senado, dominó la política brasileña. Dirigió un grupo de congresistas conocido como Bloco, muchos de ellos de los estados menos poderosos del norte y noreste, que ganaron voz a través de su liderazgo. Machado se convirtió en algo así como un "hacedor de reyes", como se demostró en 1905 cuando pasó los votos de su bloque detrás de Afonso Pena, de Minas Gerais, ex vicepresidente a Rodrigues Alves. Alfonso Pena ganó la elección por 288,000 votos a solo 5,000, poniendo fin a la candidatura de los presidentes paulistas. Cuando llegó el momento de decidir quién lo sucedería, Pinheiro Machado lanzó su bloque de votación detrás del mariscal Hermes Rodrigues da Fonseca (1855–1923), conocido como "Hermes", sobrino del primer presidente de la República, Deodoro. El actual presidente Peña eligió como su candidato a su ministro de finanzas, Davi Campista, otro político de Minas Gerais a quien la elite paulista creía que continuaría con las políticas del gobierno de Peña. La candidatura de Campista se detuvo abruptamente, sin embargo, con la muerte de Peña en junio de 1909. El vicepresidente Nilo Procópio Peçanha (1867–1924) se puso en su lugar y luego apoyó a Hermes como candidato presidencial para la elección de 1910, ante la desilusión de paulistas

La elección de 1910 fue la primera elección presidencial en la historia de la República Velha que no se decidió desde el principio. La razón fue la elección de los paulistas del destacado estadista liberal brasileño, Rui Barbosa, como candidato para competir contra Hermes. Después de muchos años de languidecer en el desierto político, el ex Ministro de Finanzas había llamado la atención nacional e internacional con sus discursos en apoyo de los derechos de las naciones más pequeñas del mundo en la Conferencia de La Haya sobre la Paz Internacional de 1907, donde obtuvo el apodo de "Águila". de La Haya '. Barbosa se opuso a las oligarquías corruptas que habían estado dirigiendo Brasil y también estaba profundamente preocupado por la candidatura de Hermes, al verlo como un intento del ejército por recuperar la influencia en el gobierno. Basó su campaña en la simple elección entre el gobierno civil y el gobierno militar, afirmando que si el mariscal ganaba, Brasil "se hundiría para siempre en la servidumbre de las fuerzas armadas". (Citado en Documentary History of Brazil, E Bradford Burns, Nueva York, Alfred A Knopf, 1967) La elección fue muy reñida, Rui Barbosa viajó ampliamente para difundir sus ideas para la reforma liberal. Los partidarios de Hermes confiaban en la victoria, ya que solo São Paulo y Bahía se alinearon a favor de Barbosa. Los oficiales del ejército, preocupados por la postura anti-militar de Barbosa, hicieron una campaña enérgica por Hermes y al final ganó 233,000 votos, mientras que Rui solo logró 126,000. Los paulistas habían sido derrotados en una elección por primera vez desde 1894, a pesar de que el margen de victoria era el más estrecho hasta la fecha.
Parecía que todos los presidentes militares estaban destrozados por una revuelta naval y la versión de Hermes ocurrió en noviembre de 1910, apenas unos días después de haber asumido el cargo de presidente. El motín a bordo de dos acorazados brasileños pronto fue anulado, pero era evidente que la paz relativa de la última década había terminado, un hecho enfatizado por una serie de disturbios civiles en todo el país. Al ser un militar, Hermes estaba más preparado para enviar tropas que los presidentes civiles antes que él, lo que puso rápidamente bajo control a los manifestantes.

Estaba decidido a vengarse de los miembros de las élites regionales que habían apoyado a Rui Barbosa en la elección de 1910 reemplazándolos por sus propios partidarios. Los oficiales del ejército que envió para derrocar a estos regímenes describieron su trabajo como política da salvacão (política de salvación) y hubo cierto grado de ironía en el hecho de que al eliminar a los oponentes de Hermes, a menudo también trataban con los elementos reaccionarios. Rui había criticado durante su campaña electoral. Hubo graves combates durante este proceso, incluido el bombardeo y la invasión de Salvador.

Para estas fechas, el Partido Republicano Conservador de Pinheiro Machado o el PRC, creado para ocupar el lugar del Bloco en 1910, había comenzado a desmoronarse. También había sufrido durante el período de la política de salvación porque muchos de los suyos eran los mismos objetivos del ejército. Mientras tanto, la élite paulista estaba decidida a evitar que Pinheiro se convirtiera en presidente en 1914. Cuando los oligarcas de Minas Gerais propusieron a su ex gobernador Venceslau Brás (1868–1966), actualmente vicepresidente, como candidato, los paulistas le dieron su apoyo incondicional de inmediato. Al darse cuenta de que todo estaba perdido, Pinheiro le dio su apoyo a Brás, pero se aseguró de que su candidato preferido, el senador de Maranhão Urbano Santos, fuera seleccionado como candidato a la vicepresidencia. Brás fue elegido con un abrumador 90 por ciento de los votos. Los días de Pinheiro como hacedora de reyes habían terminado y su brillante carrera política fue interrumpida bruscamente por su asesinato en septiembre de 1915.

La presidencia de Brás se vio ensombrecida por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Brasil inicialmente se mostró reacio a ir a la guerra. Después de todo, había un gran número de inmigrantes alemanes en el sur de Brasil, muchos de los cuales todavía eran leales a su tierra natal. El canciller brasileño, Lauro Müller, también tenía antecedentes alemanes. Sin embargo, cuando Alemania declaró la guerra submarina sin restricciones en el Atlántico, Brasil, como nación comercial del Atlántico, se involucró. El 5 de abril de 1917, el barco brasileño Paraná se hundió en la costa de Francia y tres tripulantes perdieron la vida. Cuando las noticias del hundimiento llegaron a Brasil, estallaron disturbios, una multitud enojada atacando a empresas alemanas en Río de Janeiro. Brasil finalmente declaró la guerra el 26 de octubre, después del despido de Müller, barcos brasileños que patrullaban el Atlántico Sur y se dedicaban a barrer minas en la costa de África Occidental. Una Fuerza Expedicionaria se estaba preparando cuando se firmó el armisticio.

Las elecciones de 1918 siguieron las pautas habituales de café-com-leite y el ex presidente paulista, Rodrigues Alves se juntó con el 99% del voto popular. Sin embargo, la enfermedad impidió que el presidente recién elegido tomara el cargo y murió al año siguiente. Se decidió celebrar una elección especial, pero la decisión sobre quién reemplazaría a Rodrigues Alves fue un tema de debate entre las elites de Minas Gerais y São Paulo. Finalmente, se seleccionó a Epitácio Pessôa (1865–1942), un senador de Paraíba y Ministro de Justicia en la administración de ventas de Campos. Pessôa fue un delegado en la Conferencia de Paz de Versalles que siguió al final de la Primera Guerra Mundial. De hecho, todavía estaba en camino de regreso a Brasil desde la conferencia cuando se llevaron a cabo las elecciones. Una vez más, Rui Barbosa se puso de pie y, una vez más, a pesar de recibir casi el 30 por ciento de los votos, fue golpeado por el candidato de las élites, por 286,000 votos contra 116,000.

Pessôa se convirtió en enemigo y antagonizó a los militares tan pronto como nombró a su gabinete, nombrando a civiles para los ministerios de guerra y la marina. Para entonces, Hermes, que había estado viviendo en Europa, había regresado a Brasil, donde fue elegido presidente del Club Militar en Río de Janeiro. Se convirtió en un importante crítico de Pessôa, especialmente cuando el nuevo presidente vetó el presupuesto militar. Pessôa enfrentó aún más críticas cuando parecía que estaba dando un tratamiento preferencial a su propia región del noreste, asignando el 15 por ciento del presupuesto federal para ayudar a instalar proyectos de riego para enfrentar la sequía allí.

Pero Pessôa no era más que un presidente interino. Para las elecciones de 1922, las elites de São Paulo y Minas Gerais eligieron al gobernador de Minas Gerais, Artur da Silva Bernardes (1875–1955). Sin embargo, una vez más, café-com-leite causó enojo entre los demás estados, Pernambuco, Río de Janeiro y Rio Grande do Sul, que nunca tuvieron la oportunidad de nominar a uno de los suyos. Formaron una coalición, la Reação Republicana (Reacción Republicana) y apoyaron a Nilo Peçanha, quien había servido brevemente como presidente de Brasil desde 1909 hasta 1910 después de la muerte del Presidente Afonso Pena. Su campaña se basó en afirmaciones de que, bajo el sistema de café-com-leite, los otros estados de Brasil sufrieron de negligencia. Por supuesto, había pocas posibilidades de derrotar al candidato "oficial", pero aparecieron algunas cartas en el periódico Correio da Manhã que supuestamente fueron enviadas por Bernardes a un político en Minas Gerais. Hablaban despectivamente de Peçanha, lo describían como un "mulato" y llamaban a Hermes da Fonseca un "sargento exagerado". También se mencionó la corrupción entre los oficiales del ejército. Aunque las cartas resultaron ser falsificaciones, el ejército en ese momento las aceptó como genuinas y puso todo su apoyo detrás del oponente de Bernardes, Peçanha. En la elección más cercana en la historia de la república, Bernardes logró el 56 por ciento del voto popular. La elite había ganado de nuevo.

Los militares descontentos ahora actuaron contra los deseos de la presidencia. Pessôa había tenido la costumbre de ordenar al ejército donde había problemas con las elecciones estatales, que Hermes creía que era un abuso de poder, y usaba al ejército para fines políticos. Envió un telegrama al comandante de la guarnición en Recife, sugiriéndole que se resistiera a cualquier directiva presidencial para intervenir en situaciones relacionadas con la política local. Cuando se le informó de esto, Pessôa estaba furioso, de inmediato puso a Hermes bajo arresto domiciliario y cerró el Club Militar durante seis meses. Un par de días después, hubo un motín en Fort Copacabana, en Río de Janeiro, que según sus participantes apuntaba a "rescatar el honor del ejército". Las fuerzas del gobierno sitiaron el fuerte y lo bombardearon por mar y por aire. Al día siguiente, la mayoría de los amotinados se rindieron, pero un grupo de dieciocho había resuelto luchar hasta la muerte. Hicieron su última parada en la playa donde murieron dieciséis de ellos. Posteriormente, se declaró el estado de emergencia, cientos de cadetes fueron expulsados ​​de la escuela del ejército y los oficiales que habían participado en el motín fueron enviados a guarniciones remotas.
La revuelta de 1922 fue la base de un movimiento que involucró a oficiales subalternos del ejército brasileño que se conoció como tenentismo, ya que la mayoría de los involucrados eran tenientes (tenentes). Creían que la República nunca alcanzaría su pleno potencial como nación bajo un gobierno civil y exigieron una reforma radical, tanto económica como socialmente, para aliviar la pobreza en Brasil. Al mismo tiempo, sin embargo, los tenentes se dieron cuenta de que había pocas esperanzas de acabar con las oligarquías regionales y los jefes de partidos sin el uso de la fuerza y ​​sin que su movimiento nunca progresara realmente hacia una entidad política en toda regla. La política brasileña continuó como antes.

Cuando Bernardes asumió el cargo, Brasil estaba en un estado lamentable, envuelto en crisis económicas y políticas. Se sumó a los problemas al intervenir en la política estatal, alegando que simplemente estaba tratando de mantener la ley y el orden, y que a menudo instalaba a sus propios hombres donde podía. Se vengó de la prensa al introducir la censura y se negó a conceder una amnistía a los implicados en la revuelta de 1922. Él cortejó una impopularidad aún mayor con una política fiscal estricta y conservadora, que se demostró más vívidamente en su retiro del apoyo financiero para la valorización (manipulación del precio) del café. También retiró los fondos para los proyectos de riego que Pessôa había lanzado durante su mandato. Tan impopular se convirtió Bernardes que rara vez abandonó el palacio presidencial.

Finalmente, se enfrentó a una gran crisis con lo que se conoce como el "segundo Quinto de julio". En esa fecha, dos años después de la revuelta de 1922, hubo un levantamiento mejor preparado de jóvenes oficiales en São Paulo con el objetivo de derrocar al gobierno de Bernardes. El líder era un oficial retirado de Rio Grande do Sul, el general Isidoro Dias Lopes (1865–1949) y entre otras destacadas figuras militares involucradas estaban Eduardo Gomes (1896–1981), Newton Estillac Leal (1893–1955), João Cabanas (1895– 1974) y Miguel Costa (1885–1959), este último un oficial importante en la Fuerza Pública de São Paulo. Exigieron la restauración de las libertades constitucionales y denunciaron lo que describieron como el uso excesivo de la autoridad presidencial por parte de Bernardes. Lograron tomar el control de la ciudad durante veintidós días hasta que se vieron obligados a retirarse. Otras rebeliones estallaron en Sergipe, Amazonas y Rio Grande do Sul. Los rebeldes de São Paulo abandonaron la ciudad y se dirigieron al oeste, estableciendo su base en el oeste de Paraná y esperando otra fuerza, encabezada por el capitán Luís Carlos Prestes (1898–1990), que marchaba hacia el norte desde Río Grande do Sul. Los dos grupos se unieron y marcharon hacia el interior del país, con la esperanza de persuadir a los campesinos a unirse a ellos para derribar a Bernardes. Durante dos años, la Coluna Prestes (Columna Prestes), como se conocía, marchó por el Norte y el Noreste, luchando varias batallas en ruta a Bolivia, donde llegaron y finalmente se disolvieron en 1927. La 'Columna Prestes' falló en su objetivo principal de derribar al gobierno, pero obtuvo una gran cantidad de publicidad y ayudó a que las personas tomen conciencia de la pobreza rural. Prestes se convirtió en marxista en 1929, visitó la Unión Soviética en 1931 y, en 1943, después de varios años en prisión, se convirtió en líder del Partido Comunista de Brasil. El tenentismo continuó, buscando el desarrollo económico como una forma de crear un cambio social y político en Brasil.

Café-com-leite continuó sin tregua y, en 1926, fue el turno de los paulistas para presentar un candidato. Después de todo, el último presidente paulista, Rodrigues Alves, aunque elegido en 1918, se había enfermado antes de asumir el cargo, lo que significaba que el último paulista en realidad para servir como presidente había sido el mismo político durante su primer período de 1902 a 1906. Washington Luís (1869 –1957), gobernador de São Paulo, fue debidamente nombrado por una reunión de gobernadores estatales, con Fernando de Melo Viana (1878–1954) de Minas Gerais como su candidato a la vicepresidencia. Con Rui Barbosa ahora muerta, hubo poca oposición y fue una elección marcada por la apatía general. No hace falta decir que Washington Luís ganó el 98 por ciento de los votos.

Uno de los nombramientos del nuevo presidente en el gabinete tuvo una importancia inmensa para el futuro de Brasil: el de Getúlio Dornelles Vargas (1882–1954) como Ministro de Finanzas. El político de cuarenta y tres años de Rio Grande do Sul se convertiría en una de las figuras más significativas de la historia brasileña.

sábado, 2 de febrero de 2019

Guerra del Paraguay: El conflicto más sangriento de la historia latinoamericana

Guerra de la Triple Alianza, (1864-1870)

Weapons and Warfare





La guerra más larga y violenta de Sudamérica. La guerra comenzó en noviembre de 1864, cuando Brasil se entrometió en los asuntos internos de Uruguay, una acción que provocó una respuesta inmediata del dictador belicoso de Paraguay, el presidente del mariscal Francisco Solano López. López estaba convencido de que el dominio brasileño de Uruguay alteraría el equilibrio de poder en la región y reaccionó bloqueando el río Paraguay e invadiendo la provincia brasileña de Matto Grosso. No contento con Brasil como enemigo, provocó a Argentina al cruzar la Provincia de Missiones para atacar a Brasil desde el oeste. El 1 de mayo de 1865, en respuesta a los ataques de López, Argentina, Brasil y Uruguay formaron una alianza y declararon la guerra a Paraguay. Los embates iniciales de Paraguay en Brasil y Argentina pronto se vieron frustrados, y López se vio obligado a defenderse por el resto del conflicto. Aunque ampliamente superado en número, el ejército de Paraguay era moderno y bien disciplinado.

López comenzó a enviar grupos de asalto de 100 a 200 hombres a través de la Paraña para hostigar a los campos aliados. Después de algunas semanas de estos ataques, a mediados de abril, los paraguayos hicieron un importante intento en canoa por recuperar una posición de batería en un banco de arena en Itapiru; esto fue rechazado, y de la fuerza de asalto inicial de 800 personas, solo 300 regresaron a sus líneas. Después de este éxito, los Aliados comenzaron una importante operación de cruce de ríos cerca de la confluencia de los ríos Paraguay y Paraña, y comenzó la invasión de Paraguay.

Durante un período de dos semanas, un ejército de 57,000 tropas aliadas (42,000 de infantería y 15,000 de caballería) fue transportado a través del Río Paraña en dos olas principales. Los cruces fueron apoyados por guardias de hierro de la Armada brasileña y, a pesar de algunos ataques paraguayos, toda la operación transcurrió sin problemas significativos. Esto fue algo así como un milagro logístico para los estándares del día: durante la guerra en general, los soldados de ambos ejércitos fueron transportados, alimentados y abastecidos muy mal. Todo el sistema logístico todavía estaba basado en caballos, con trenes que apenas se usaban para el transporte de tropas y solo por los paraguayos. De las cuentas de los participantes sabemos que uniformes, armas y municiones. se suministraron de forma irregular, y solo los brasileños lograrían una mejora gradual de su sistema de suministro antes del final de la guerra.





El retiro paraguayo se detuvo en Estero Bellaco, donde tenían los dos ríos Paraguay y Paraña protegiendo sus flancos derecho e izquierdo. En los márgenes de las vías fluviales, un terreno carrizal de lagunas, marismas y bancos de arena estaba dominado aquí y allá por hummocks y acantilados altos, desde los cuales la artillería podía disparar contra la infantería que luchaba en el lodo de abajo. En Estero Bellaco, el 2 de mayo, el General José E. Díaz con unos 6,000 paraguayos atacó a unos 8,000 soldados aliados, y en particular a la vanguardia, compuesta principalmente por los uruguayos de Gen Flores. Los batallones de infantería uruguayos formaron plazas defensivas y repelieron a los atacantes; Los paraguayos perdieron 2,300 hombres, pero la vanguardia aliada fue más o menos destruida. Después de esta acción de castigo, los Aliados se movieron una corta distancia hacia el norte hasta el área alrededor de Tuyuti, donde construyeron un inmenso campamento parcialmente defendido con atrincheramientos y fortificaciones de campo.

López ahora reunió a todas las tropas a su disposición, incluidos sus mejores regimientos de caballería y batallones de infantería; esta fuerza de alrededor de 24,000 veteranos fue la mejor que Paraguay ha desplegado nunca. El plan de López era simple: un ataque general sorpresa contra las posiciones aliadas, con cuatro columnas de ataque cada una liderada por la caballería. Los más de 35,000 soldados aliados en los campos (cerca de 22,000 brasileños, 11,800 argentinos y 1,200 uruguayos u “Orientales”) se estaban reorganizando para un mayor avance en Paraguay.

La primera batalla de Tuyuti comenzó en la mañana del 24 de mayo de 1866, cuando las columnas de ataque fueron ordenadas (de derecha a izquierda) por Gen Barrios, Col Díaz, Col Marco y Gen Resquin. La primera columna que avanzó fue la de Marco, apuntando al centro del ejército aliado; después de haber derrotado a la principal infantería uruguaya, fue rechazado por las brigadas brasileñas, en parte gracias a la protección inteligente de la artillería del Maj Emilio Mallet con una gran zanja húmeda. La columna de Díaz atacó a la derecha de Marco, donde tuvo que dividirse para pasar alrededor de una laguna. Al golpear a los aliados en el centro de la izquierda, fue derrotado por la mayoría de los uruguayos y por las unidades brasileñas traídas de la reserva, y fue completamente destruida. El gancho retrasado del general Barrios en el flanco izquierdo aliado barrió las pocas unidades brasileñas en su camino y casi llegó a los campos antes de ser contrarrestado por la caballería de la reserva brasileña. Las columnas pesadas de caballería de Gen Resquin atacaron a los argentinos en el ala derecha aliada. Una cuenta declara que la caballería argentina fue derrotada cuando lucharon desmontados; cualquiera que sea la verdad de eso, la infantería argentina ciertamente formó plazas y rechazó a la caballería paraguaya con gran pérdida. Los paraguayos presionaron sus ataques con valentía, pero fueron rechazados gradualmente y, en algunos casos, rodeados de contraataques aliados, antes de abandonar el campo.


Batalla de Tuyutí

La batalla más importante de la guerra, en Tuyuti el 24 de mayo de 1866, fue la más grande jamás peleada en suelo sudamericano, involucrando a unos 24,000 paraguayos contra 35,000 tropas aliadas. Las cifras de siniestros son aproximadas y, dada la atención médica rudimentaria disponible, los números enumerados para heridos sin duda ocultan muchas muertes adicionales. Sin embargo, con estas reservas, Tuyuti probablemente le costó a Paraguay unas 13,000 víctimas (casi el 55 por ciento), de las cuales al menos la mitad murió, y los Aliados alrededor de 2,400 muertos y 3,000 heridos (cerca del 15 por ciento), una proporción combinada de bajas del 31 por ciento de Los comprometidos en ambos lados. Para poner esas cifras en contexto: en "Bloody Antietam", en septiembre de 1862, los Confederados sufrieron alrededor del 30.4 por ciento de bajas y los Federales alrededor del 17.7 por ciento, dando una proporción combinada de 22.7 por ciento.

Después de pérdidas tan severas e insustituibles en este "Waterloo sudamericano", los paraguayos nunca más pudieron organizar una gran operación ofensiva contra los Aliados con alguna posibilidad de victoria. Su derrota final fue simplemente una cuestión de tiempo, sin importar la determinación con la que López defendió el territorio nacional. Comenzó a retirarse lentamente, y emborronó la búsqueda de los aliados el 18 de julio en Boqueron. Aquí quizás 6.000 paraguayos bajo el Gen Elizardo Aquino atacaron a un número similar de argentinos y uruguayos liderados por el Gen argentino León de Pallejas; las bajas fueron muy pesadas en ambos bandos, y ambos comandantes fueron asesinados. Al reanudar su retirada, los paraguayos construyeron baterías fortificadas en muchos puntos estratégicos; cuando los aliados los alcanzaron, los defendieron obstinadamente antes de que los sobrevivientes intentaran escapar. Un ejemplo típico fue el fuerte en Curuzu, atacado del 1 al 3 de septiembre; apoyados por disparos navales, unos 8,000 soldados brasileños y 1,000 argentinos fueron desembarcados y tomaron el fuerte de 2,500 defensores. El costo incluyó al buque de guerra brasileño Río de Janeiro, que se hundió después de golpear dos minas paraguayas.

Curupayti

Las tácticas paraguayas fueron reivindicadas espectacularmente el 22 de septiembre de 1866, cuando unos 17,000 soldados aliados atacaron a 5,000 paraguayos defendiendo una doble línea defensiva de baterías fortificadas ancladas en la ribera alta del Río Paraguay en Curupayti. Hubo una discusión entre los comandantes brasileños y argentinos sobre el plan de ataque y, a pesar de apoyar el fuego de los barcos brasileños, los asaltos aliados fueron rechazados con terribles pérdidas. Los paraguayos habían concentrado 50 piezas de artillería y siete batallones de infantería para defender la posición; después de atravesar la primera línea, la infantería aliada quedó atrapada en un terreno bajo y abierto bajo los cañones de la segunda línea dominante, y fue asesinada. Los paraguayos perdieron sólo 92 muertos; Las bajas aliadas fueron reportadas como 4,000 muertos, con un número aún mayor de heridos y abandonados cuando los Aliados retrocedieron. Las tropas argentinas sufrieron particularmente mal, y sus sobrevivientes recordaron la acción como mal planeada y condenada desde el principio. Esta derrota aseguró que la guerra duraría quizás un año más de lo necesario. Una larga pausa en las operaciones activas seguiría antes de que los Aliados pudieran reanudar la guerra de maniobras.

Después de esta costosa y desmoralizante derrota, el ejército aliado tuvo que reagruparse y reorganizarse durante muchos meses durante los cuales permaneció acampado alrededor de Tuyuti, aunque continuaron las sondas menores, las incursiones y el bombardeo de los objetivos del río. Este largo período de inactividad vio la propagación de enfermedades en todos los campos, causando miles de muertes, particularmente entre los argentinos y uruguayos. A principios de 1867, el presidente Mitre de Argentina y el presidente Flores de Uruguay se vieron obligados a regresar a sus capitales para enfrentar a la oposición interna, y el mando aliado supremo pasó en febrero al general brasileño Luis Alves de Lima e Silva (más tarde creado duque de Caxias) Hasta que Mitre regresó en agosto de 1867.

Desde su nombramiento como comandante del ejército brasileño en octubre de 1866, Caxias comenzó a instituir reformas que mejoraron notablemente su calidad; reemplazó a los oficiales inadecuados, supervisó el reentrenamiento y el reequipamiento y mejoró, al menos en cierta medida, el sistema de suministro y los cuerpos médicos crónicamente inadecuados. A fines de julio de 1867, un diplomático británico informó que el ejército tenía 5,000-6,000 enfermos, pero 45,000 brasileños, 7,000-8,000 argentinos y 1,000 uruguayos en el campo. Cada mes llegaba un flujo constante de aproximadamente 2,000 refuerzos para mantener estos números.

Lopéz usó este período para concentrar sus últimas tropas alrededor de su cuartel general y la principal fortaleza del río en Humaita, y para reclutar nuevos soldados de la milicia. Esto no parece haber tenido resultados impresionantes, según el mismo corresponsal británico, GZ Gould: sus informantes le dijeron que de un total de 20,000 soldados paraguayos, solo 12,000 en el mejor de los casos eran de calidad adecuada, el resto eran ancianos, inválidos y niños. Desde los 12 años de edad. Aunque los paraguayos habían capturado previamente un número de rifles Minié, la mayoría todavía llevaba pedernales de ánima lisa. El ejército carecía de caballos, y los que tenían estaban en malas condiciones.



Durante la segunda mitad de 1867, los Aliados quedaron básicamente paralizados por el formidable obstáculo de la gran fortaleza de Humaita, que era el corazón de la defensa de López. Después de volver a reanudar el comando aliado en general, Mitre se mostró a favor de un viaje directo por el río llevado y apoyado por la armada brasileña, pero los comandantes brasileños no estaban dispuestos a arriesgar buques de guerra y transportes de tropas contra la poderosa artillería de Humaita. Construido en un magnífico sitio defensivo al mando de una pronunciada curva en S del Río Paraguay, este "Sebastopol paraguayo" era un extenso complejo de bastiones y casamatas de piedra que montan 114 piezas de artillería distribuidas en 12 baterías, la mayoría de ellas dominando los estrechos protegidos por tres Cadenas de barreras, dos líneas de minas explosivas y una estacada de chicane. Antes de intentar forzar este pasaje, los brasileños insistieron en operaciones terrestres alrededor del flanco izquierdo de los paraguayos, para cortar las líneas de comunicación y suministro de la fortaleza desde Asunción. Durante un período de relativa inactividad en noviembre de 1867, los paraguayos lanzaron un ataque contra los campamentos atrincherados Aliados en Tuyuti. Aunque esto logró algunas penetraciones, fue numéricamente demasiado débil para tener éxito, y fue rechazado después de que cada lado sufriera unas 2,400 bajas.
En enero de 1868, el presidente Mitre se vio obligado a regresar una vez más a Buenos Aires para tratar con los opositores políticos. Caxias fue nombrado definitivamente comandante en jefe aliado, obteniendo la libertad de conducir la campaña según su propia visión. Aisló a Humaita por operaciones en sus aproximaciones terrestres, y el 19 de febrero su flota se movió río arriba. Los acorazados bombardearon las baterías, y después de algunos contratiempos y una gran cantidad de daños forzaron un pasaje; algunos luego hicieron el gesto de humear hasta llegar a Asunción. Alarmado, el vicepresidente Domingo Sánchez ordenó la evacuación del gobierno paraguayo de Asunción a Luque, y en las próximas semanas muchos otros ciudadanos también huirían de la capital. Aunque siempre se requería una batalla para hacerlo, la flota brasileña ahora podía pasar de Humaita, bombardear y aterrizar tropas.

Cortada por todos lados y quedándose sin comida y municiones, la guarnición de Humaita finalmente se rindió el 24 de julio de 1868. En septiembre, López abandonó una línea defensiva a lo largo del Río Tebicuary y volvió a acercarse a la capital. Su ingeniero británico George Thompson construyó una línea defensiva fortificada a 22 millas (35 km) al sur de Asunción, que se extiende desde las fuertes baterías del río en Angostura, a lo largo del arroyo Pikysyry y 6 millas (10 km) hacia el este, hacia los pantanos de la Laguna Ypoa. Mientras tanto, los aliados avanzaron hacia el norte por el río Paraguay, acompañados por la flota brasileña, continuaron lenta pero constantemente.

Para diciembre de 1868, la línea Pikysyry, suministrada desde Villeta, estaba en manos de unas 12,000 tropas paraguayas con 85 cañones; En lugar de intentar ataques frontales, Caxias mostró su talento. Envió una parte fuerte de su fuerza a través de la orilla oeste; Pídales que construyeran una carretera de “pana” de madera por algunos kilómetros a través de las marismas para llevarlos al norte; y el 4 de diciembre los envió de vuelta a la orilla este de San Antonio, muy por detrás de la línea defensiva paraguaya. Caxias luego dirigió su ejército hacia el sur, derrotando en detalle a las mucho más débiles fuerzas paraguayas del Gen Bernardino Caballero en Ytororo el 6 y Avay el 12 de diciembre. El 24 de diciembre, López rechazó los términos de rendición ofrecidos por los Aliados y huyó a Cerro León. Después de otra victoria aliada en Ypacarai el día de Navidad, López lideró personalmente 10,000 hombres contra más del doble que muchos aliados en un ataque sin esperanzas en Lomas Valentinas (Yta-Ibate) el 27 de diciembre.

El 1 de enero de 1869, las tropas brasileñas entraron en Asunción, que fue completamente ocupada el 5 y sometida a saqueos. Dos semanas después, Caxias renunció a su mando, aparentemente debido a su mala salud; parece haber argumentado en contra de gastar más vidas y fondos persiguiendo a López hasta el amargo final, pero para el emperador Pedro II esto ahora era un asunto personal.

El ejército paraguayo se retiró al noreste, pero fue derrotado en las batallas en Caacupé y Piribebuy el 15 de agosto de 1869. La victoria aliada en Piribebuy bajo el Conde d’Eu, Gaston Luis Felipe d'Orleans, destruyó al ejército paraguayo como una fuerza de combate efectiva. Sin embargo, López fue capaz de reunir los restos de su fuerza y ​​librar la guerra de guerrillas desde el norte. El 1 de marzo de 1870, una unidad de caballería brasileña acorraló al presidente del mariscal Francisco Solano López y su banda en el cerro Cora. López y su hijo fueron asesinados, y la guerra terminó.

La guerra demostró la capacidad de las repúblicas latinoamericanas para librar una guerra moderna en gran escala. Paraguay exhibió extraordinarios recursos, improvisando según fue necesario, construyendo barcos y armamentos con sus propios recursos y continuando la guerra en las circunstancias más adversas. Brasil y Argentina organizaron grandes ejércitos y resolvieron problemas de comandos aliados.

La guerra devastó a Paraguay, que perdió entre el 8,6 y el 18,5 por ciento de su población, así como el 38 por ciento de su territorio nacional. Además, la vibrante economía de la preguerra de Paraguay fue destruida y el país se hundió en un período de inestabilidad política. Sin embargo, Argentina logró importantes ganancias territoriales con relativamente poca perturbación de su economía o estabilidad política. El impacto de la guerra en Brasil fue mixto: se ganó territorio y los militares obtuvieron un nuevo respeto, pero el costo de la guerra en vidas y fondos brasileños fue alto.