Mostrando las entradas con la etiqueta Crisis del Beagle. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Crisis del Beagle. Mostrar todas las entradas

domingo, 1 de septiembre de 2024

Crisis del Beagle: Los T-28 Fennec que iban a atacar a los Hunter aterrizando en Chabunco


Los Fennec navales yendo a atacar Chabunco

Escuela de Aviación Naval en la Operación Tronador


La semana pasada fue noticia un scramble (despegue priotario de urgencia de un caza interceptor para responder a una amenaza inmediata) de dos F-5E Tiger III de la FACh para identificar una "amenaza desconocida" en la boca del estrecho de Magallanes. Obviamente no encontraron nada, pero las aeronaves despegaron desde la base Chabunco (Aeropuerto Internacional Presidente Carlos Ibañez) en Punta Arenas. En 1978 ese aeropuerto, de haber habido una guerra producto de la crisis del Beagle, iba a ser blanco de un ataque destinado a inutilizar los principales aviones chilenos que operaban en la zona: los Hawker Hunter. Esa osadía se le había encomendado a unos aviones de motor radial, rechonchos, biplazas de entrenamiento y ataque ligero del Comando de Aviación Naval de la Armada Argentina: los T-28 Fennec. Escondidos en un pista de dispersión a 50km de Río Grande, estos aviones iban a dedicarse a apoyar el desembarco helitransportado a las islas en disputa así como hundir embarcaciones pequeñas. Su misión más osada: atacar a los Hunter cuando se disponían a aterrizar. Veamos esta historia apasionante.

La Escuela de Aviación Naval va a la guerra

A finales de 1977, la Escuela de Aviación Naval contaba con un número reducido de solo nueve aviones T-28 en servicio, de un total de 20 asignados. En ese periodo, se planificó la última navegación de estos aviones entre Punta Indio y Ushuaia, denominada "Operación Austral," que implicó el traslado de los nueve aviones operativos en ese momento.


T-28P 0628/3-A-208 en la base aérea de Ushuaia, 11 Agosto de 1978. El es el Guardiamarina Goñi y el Suboficial Segundo Ruiz.

Inicialmente concebida como la despedida de estos aviones, la misión se convirtió involuntariamente en el preludio de la Operación Tronador para la Escuela. Ante la creciente tensión en la Zona Austral, el Comando de la Aviación Naval (COAN) recibió instrucciones de aumentar el nivel de alistamiento debido a la posible ocurrencia de un conflicto armado. Como parte de estas medidas, se suspendió la desactivación de los T-28.


B-80 usados como apoyo al despliegue de los Fennec

A principios de 1978, una división de cuatro aviones de la Escuela de Aviación Naval fue destacada a la Base Aeronaval Río Grande, donde permaneció durante todo el año, con los aviones siendo reemplazados periódicamente.


T-28F 0581/1-A-250 durante una escala en la BAM Tandil hacía la Base Aeronaval de Río Grande.

A medida que aumentaba la tensión en noviembre, la Escuadrilla de la Escuela de Aviación Naval alcanzó un total de 19 T-28 en condiciones operativas, aumentando también el número de pilotos disponibles. El Teniente de Fragata Hugo Ortiz quedó a cargo del grupo, compuesto por varios oficiales.



Pista de dispersión de 1.2km de la Estancia La Sara donde operaron los T-28 Fennec

En el marco de la Operación Tronador, a la Escuadrilla de T-28 se le asignaron misiones de apoyo aéreo cercano, ataque a embarcaciones menores en Bahía Inútil y la arriesgada tarea de atacar a los aviones Hunter de la Fuerza Aérea de Chile durante su fase de aterrizaje en Punta Arenas. Se llevaron a cabo prácticas de tiro, ataques con cohetes y bombardeos a 30º, usualmente en cooperación con las tropas del Batallón de Infantería de Marina Nº5 (BIM-5). Se estableció una base operativa avanzada en la pista de la estancia "La Sara," donde se mantuvo una división de T-28 en alistamiento permanente, mientras que el resto se concentró en Río Grande.


Foto tomada por el Teniente de Fragata Urberti al Guardiamarina Goñi a bordo del T-28P 0588/3-A-203. Se ve la pequeña característica pintada en los T-28 camuflados. Estancia La Sara, Diciembre de 1978.

Durante este periodo, se realizaron vuelos de reconocimiento, incluso sobre el espacio aéreo chileno. En uno de estos vuelos, el 13 de agosto de 1978, una sección de T-28 descubrió un aeródromo de campaña con presencia de tropas y un C-47 de la Fuerza Aérea de Chile, a solo 15 millas al noroeste de la estancia "La Sara."

La pista donde se encontraba este C-47 es la que corresponde al complejo fronterizo San Sebastián, con una pista muy similar en tamaño a la de la Estancia La Sara. Abajo en el mapa se aprecia la distancia (son poco más de 20 millas, unos 38km al NO en realidad)


Pistas de dispersión de la FACH y el COAN en la zona norte de Tierra del Fuego

Finalmente, poco antes del 22 de diciembre, se completó el alistamiento y la Escuadrilla quedó a la espera de las órdenes de ataque, las cuales nunca llegaron. La Escuadrilla de T-28 fue una de las últimas en replegarse, haciéndolo el 27 de enero de 1979, volando desde La Sara hacia Punta Indio. A pesar de las precarias condiciones operativas y el desgaste de los aviones, no se registraron mayores inconvenientes. En junio de 1979, se dispuso la baja operativa de los últimos T-28F, que fueron desguazados y chatarreados.


Restos de los T-28F de la ESAN


La región comprendida por esta historia se aprecia en este mapa debajo. Desde la pista improvisada de la Estancia La Sara se debía volar un recorrido directo de 185km para realizar un ataque a la base área Chabunco y de 100km para patrullar y acosar navíos en la Bahía Inútil. La pista se halla a unos 50km al NNO de Río Grande, donde operaba otra sección de T-28 Fennec de la ESAN. Finalmente, desde la pista a Ushuaia sólo hay 155 km.




Conclusiones

En la vasta extensión del sur argentino, en medio de la gélida y desolada región de la Tierra del Fuego, los valientes pilotos e instructores de la Escuela de Aviación Naval se preparaban para lo impensable. A bordo de sus robustos y rechonchos T-28 Fennec, aviones que eran considerados obsoletos por muchos, estos hombres no solo enfrentaron el desafío de operar en las condiciones más extremas, sino que lo hicieron con una audacia que aún hoy inspira admiración.

Cuando la tensión en la crisis del Beagle alcanzó su punto máximo, estos pilotos recibieron una misión que parecía sacada de un relato épico: atacar a los temidos Hawker Hunter chilenos justo en el momento en que aterrizaban en Punta Arenas. Imagina el valor necesario para enfrentarse a un enemigo más moderno y mejor armado, sabiendo que las posibilidades estaban en contra. Sin embargo, estos hombres, desde una pista de dispersión camuflada en Estancia La Sara, se mantuvieron listos, con el rugido de sus motores radiales como único compañero en la espera tensa de la orden que nunca llegó.

El espíritu de estos pilotos argentinos, capaces de desafiar lo imposible con ingenio y determinación, es un legado de coraje y dedicación que trasciende el tiempo. Siguiendo la misma impronta de Owen Crippa en Malvinas cuatro años después, estos pilotos iban a atacar con entrenadores un blanco bien defendido y a los activos más valiosos del enemigo. No se trataba solo de máquinas, sino de hombres que, en sus T-28 Fennec, demostraron al mundo que la verdadera fuerza de una nación reside en la valentía de sus defensores. Hoy, su ejemplo es un faro de orgullo para todo argentino, un recordatorio de que, cuando la patria llama, su gente responde con valor inquebrantable.

Fuentes

Adaptación y ampliación de North American T-28 Fennec, Serie Aeronaval Nº28.









sábado, 24 de agosto de 2024

Crisis del Beagle: La inteligencia argentina doma a Pinochet


El arte de la doma: Cuando Argentina le quitó los SK-105 a Chile

Esteban McLaren para FDRA


Imagine que usted tiene un problema grave con un vecino. Compra un rifle para defenderse. Luego, se entera que su vecino comprará una escopeta con el mismo propósito. Aprovecha esa información y desbarata esa operación ofreciéndole más dinero al armero y se queda también con la escopeta. La situación es doblemente peor para su vecino: no solamente no tiene arma, sino que ayudó a que su vecino duplique las armas que posee. Así fue como Argentina convirtió la provisión de protección blindada a la Patagonia Austral en un juego de suma cero: lo que Chile perdió, lo ganó Argentina. ¡Una domada histórica!




La operación de inteligencia para re-adquirir los tanques ligeros Steyr SK-105 Kürassier es una de las historias más interesantes de inteligencia militar en Sudamérica, involucrando a Argentina y Chile durante un período de alta tensión en sus relaciones bilaterales. Los tanques Steyr SK-105 Kürassier adquiridos por el Ejército Argentino a principios de los 1980s provenían de un lote originalmente construido para Chile. En 1981, estos tanques llegaron rápidamente a unidades acorazadas en la Patagonia, una región de alta tensión. Para asegurarse estos vehículos, las autoridades argentinas tuvieron que pagar un precio superior, lo que no solo reforzó inmediatamente su capacidad blindada, sino que también impidió la modernización militar de Chile. Aunque más onerosos, la maniobra colocó a Argentina en una posición de clara superioridad mecanizada.

Contexto histórico

En la década de 1970, las relaciones entre Argentina y Chile se encontraban en un estado de tensión extrema, en parte debido a disputas territoriales como la del Canal de Beagle. En 1978, la situación se agravó al punto de casi estallar en un conflicto armado. En este contexto, ambos países comenzaron a reforzar sus capacidades militares.

Esa situación suena como una pesadilla geopolítica y militar, un escenario donde la planificación meticulosa se ve frustrada por factores fuera del control de los expertos. Imaginar a esos técnicos chilenos analizando cada detalle del terreno del sur de Chile—con sus montañas escarpadas, ríos, canales y caminos difíciles—y luego seleccionar cuidadosamente un tanque ligero que prometía cumplir con todas sus necesidades, sólo para descubrir que su adquisición ha sido frustrada por una jugada estratégica de último momento, añade un nivel de complejidad emocional e histórica.


"los tanques que solicitaron y fabricaron para nosotros quedaron del otro lado de la frontera"


Este tipo de situaciones no solo representa una derrota técnica, sino también una derrota moral, ya que esos tanques, diseñados para enfrentar desafíos similares en terrenos duros, están ahora en manos de una nación vecina con quien hay tensiones históricas. Además, podría verse como un reflejo de las dinámicas geopolíticas de la región, donde las decisiones de compra de armamento no solo dependen de las capacidades técnicas, sino también de las alianzas y rivalidades internacionales.

La ironía de que todo ese esfuerzo técnico y logístico haya terminado beneficiando indirectamente al "enemigo" sería devastadora para los involucrados. Además, esa situación pone en evidencia la fragilidad de la seguridad nacional cuando se depende de proveedores externos para equipos de defensa, y cómo un cambio inesperado puede alterar significativamente el equilibrio de poder en una región tan volátil como la del Cono Sur de América.

Por otro lado, también subraya la importancia de la diplomacia y la inteligencia en la adquisición de equipo militar, donde no solo se evalúan las capacidades del material, sino también la confiabilidad de los socios comerciales y las posibles consecuencias geopolíticas de tales adquisiciones.


La decisión de Chile de adquirir el tanque ligero austríaco SK-105 Kürassier en la década de 1980 se enmarca dentro de un contexto geopolítico y militar complejo, influenciado por diversas restricciones y necesidades operativas específicas del país.

Contexto de restricciones y sanciones

Durante los años 70 y 80, Chile, bajo la dictadura de Augusto Pinochet, enfrentaba importantes restricciones internacionales para la compra de armas, en gran parte debido a sanciones impuestas por varios países occidentales y la ONU debido a las violaciones a los derechos humanos cometidas por el régimen. Estas restricciones limitaban las opciones de Chile para adquirir material bélico de países con los que tradicionalmente había mantenido relaciones comerciales en defensa, como Estados Unidos y algunos países europeos. Por ejemplo:

  1. Estados Unidos: Impuso un embargo de armas a Chile tras el golpe de Estado de 1973, lo que impidió la adquisición de material bélico de origen estadounidense.
  2. Reino Unido: Si bien hubo ventas a Chile, también existían tensiones y restricciones debido a la política interna y la presión internacional.
  3. Otros países europeos: Algunos países europeos también adoptaron una política restrictiva en relación con las ventas de armas a Chile debido a las sanciones por violaciones a los derechos humanos. Austria terminó adhiriendo también debido a fuertes presiones internas.

Elección de Austria y el SK-105 Kürassier

En este contexto, Austria emergió como una opción viable para Chile, dado que no estaba alineada con los bloques de poder que imponían sanciones. Austria, siendo un país neutral y no perteneciente a la OTAN, no tenía restricciones políticas significativas para la venta de armas a Chile en ese momento. Además, la industria de defensa austríaca buscaba expandir sus mercados y el SK-105 Kürassier representaba una oportunidad para ellos.

Características del SK-105 y su adecuación a las necesidades chilenas

El SK-105 Kürassier fue diseñado por Austria como un tanque ligero destinado a la defensa territorial, particularmente adaptado para operar en terrenos montañosos y accidentados, lo cual coincidía con las necesidades geográficas de Chile, un país con extensas zonas montañosas en la Cordillera de los Andes. 

Aunque muy similar al AMX-13, el SK-105 Kürassier es 4 toneladas más pesado, con una presión sobre el suelo de 0,78 kg/cm². Su chasis es más grande que el del tanque francés, y está equipado con un motor más potente de 320 HP, refrigerado por agua. La transmisión es manual, con 6 velocidades hacia adelante y una marcha reversa. Estas mejoras permiten que el vehículo alcance una velocidad máxima de 70 km/h en carretera.

El sistema de rodadura consta de cinco pares de ruedas de rodamiento, tres rodillos de apoyo, y dos ruedas dentadas: una tensora y otra tractora. La primera rueda de rodamiento está equipada con un amortiguador y un resorte para mejorar la suspensión.

El vehículo cuenta con un tanque de combustible interno de 350 litros de gasoil, lo que le otorga una autonomía de 520 km en asfalto. Su cañón principal de 105 mm, el mismo utilizado en la versión AMX-13 105, es capaz de penetrar 360 mm de blindaje y está montado en una torreta oscilante.

Entre las características que hicieron al SK-105 atractivo para Chile están:

  • Movilidad en terreno montañoso: Su peso ligero (alrededor de 17 toneladas) y su capacidad de operar en terrenos difíciles lo hacían ideal para las zonas montañosas del país. Este vehículo está diseñado específicamente para el terreno montañoso y tiene una capacidad mejorada para subir, en comparación con los tanques de combate más pesados.
  • Armamento: Equipado con un cañón de 105 mm, el SK-105 ofrecía un poder de fuego significativo para un tanque ligero, adecuado para enfrentar amenazas blindadas en el contexto sudamericano.
  • Torreta oscilante: El cañón montado en una torreta oscilante (o basculante) permite disparar en ángulos más pronunciados que una torreta tradicional. La torreta oscilante presenta tres ventajas principales: una alta posición del cañón que mantiene la capacidad de depresión del arma, un bajo perfil que mejora la discreción en el campo de batalla, y un cargador automático que incrementa la cadencia de tiro. Sin embargo, estas ventajas se ven eclipsadas en la práctica por el bajo rendimiento del cargador automático. Además, el cañón principal experimenta un retroceso reducido, una ventaja menor atribuida a la mayor masa involucrada en la disipación de la energía durante el disparo. En terreno montañoso ello otorga una ventaja.
  • Costo y mantenimiento: Comparado con otros tanques más pesados, el SK-105 era más económico de operar y mantener, lo que lo hacía una opción práctica en términos logísticos y financieros para Chile.

 



Desarrollo de la operación

En los anales de la historia militar, pocas operaciones han sido tan cargadas de intriga y controversia como la que involucró a Chile, Austria y, finalmente, Argentina. La historia, digna de un thriller cinematográfico, comienza con un pedido ambicioso: Chile ordena a la Steyr austríaca una lista de 100 cazatanques SK-105 Kurassier, seis tanques de recuperación, tres vehículos de combate de infantería Saurer, tres vehículos de combate de infantería de mando, 360 metralletas y 124 ametralladoras. Todo ello, a un costo de unos 2.075 millones de chelines austríacos, lo que se traduce en unos 148.1 millones de dólares de 1978, o cerca de 721 millones de dólares a valores de 2024 (Pilz, 1982, págs. 125-127).

Chile, en medio de su dictadura militar, estaba a punto de recibir estos tanques Steyr SK-105 Kürassier cuando un giro inesperado cambió el rumbo de la historia. Bajo una presión política abrumadora, el gobierno austríaco canceló el envío. Este pedido, desde el principio, había sido una fuente de intensa controversia. En una Austria democrático, vender armamento a un régimen acusado de violaciones sistemáticas a los derechos humanos resultaba impensable. Exiliados chilenos y movimientos políticos de izquierda se movilizaron con fuerza, exigiendo al gobierno austríaco que bloqueara la exportación, aunque los vehículos ya estaban listos para ser enviados (Kabl, 2022).



Las justificaciones morales se convirtieron en el eje de las protestas: ¿Cómo podía Austria, un país comprometido con la defensa de los derechos humanos, vender armas a un dictador como Pinochet, señalado por la represión y las ejecuciones extrajudiciales? Por otro lado, existían un dilema de reputación que enfrentaba Austria al incumplir un contrato tan significativo. Ello se "mitigaba" al señalar que Chile podría adquirir vehículos similares en otros mercados, como el AMX-13 francés. También se había buscado que Chile firmara un condicionante con la compra, difícilmente controlable a posteriori: los tanques no podían ser usados para reprimir a la población, solo para la defensa en caso de ataque exterior. Así y todo, el envío fue cancelado, y los tanques fueron enviados a depósito, lo que desató una nueva polémica en Austria, pues la cancelación de la operación amenazaba con pérdidas económicas y la eliminación de puestos de trabajo.

En medio de este escándalo, la inteligencia militar argentina, siempre atenta a las oportunidades, vio la ocasión de convertir la desgracia de Chile en una victoria para Argentina. Con una astucia digna de una novela de espionaje, los servicios de inteligencia argentinos orquestaron un plan para desviar esos tanques a su propio país. El 15 de junio de 1981, el New York Times (haga clic aquí) reveló la audaz maniobra: Argentina había adquirido los vehículos austríacos por un sobrecosto de 32 millones de dólares respecto al pedido original de Chile. La noticia sacudió al mundo.

La operación no estuvo exenta de drama en su fase final. Manifestantes se congregaron a las puertas de Steyr-Werks, la fábrica donde se construyeron los tanques, con la intención de impedir su salida hacia Argentina. Sin embargo, la historia tomó un giro violento cuando los propios trabajadores de la planta, furiosos por la posible pérdida de sus empleos, arremetieron contra los manifestantes, dejando a 60 de ellos malheridos y allanando el camino para que los tanques partieran.

La historia culminó con un giro irónico: al año siguiente, Steyr, que había estado en una delicada situación económica, pasó de tener un déficit a un superávit, gracias en gran parte a esta operación. Así, lo que comenzó como una disputa moral en Austria terminó con un beneficio económico inesperado, recordando al mundo que, en el intrincado juego de suma cero de la política y la guerra, siempre hay vencedores y vencidos.

En el mundo de la diplomacia y la venta de armas, nada es lo que parece, y la historia de cómo Argentina logró desviar los tanques destinados a Chile es un ejemplo perfecto de intriga y corrupción. Es casi seguro que el plan argentino incluyó sobornos a funcionarios y personas clave involucradas en el proceso de entrega de los tanques. No hay que olvidar que todo el proceso de venta de armas en Austria estaba profundamente politizado, un terreno fértil para maniobras bajo la mesa.

A través de un intermediario astuto, los argentinos ofrecieron a Austria un precio mayor que el acordado con Chile. De este modo, los tanques, que originalmente debían ser enviados a Santiago, terminaron en Buenos Aires. Pero aquí surge una pregunta incómoda: ¿por qué Austria prohibió la venta al régimen de Pinochet, pero no aplicó el mismo criterio a la junta militar argentina? La respuesta sigue siendo esquiva para los historiadores, aunque es probable que los problemas económicos de Steyr, que amenazaban con llevar a la empresa a la quiebra, hayan influido significativamente en la decisión de permitir esta segunda operación. Cabe aquí mencionar que de no haber presentado
Argentina la oferta, esos tanques hubiesen quedado en depósito, produciendo costos de almacenamiento y hubiesen sido el recordatorio de una mala decisión. La oferta de Buenos Aires fue una segunda oportunidad para Viena para entender que era un negocio y no una lucha por principios.

¿Por qué se aceptó la venta a Argentina? Primero, a
pesar de las similitudes en cuanto a violaciones de derechos humanos, la relación diplomática entre Austria y Argentina era diferente. Austria consideraba a Argentina un mercado estratégico en Sudamérica y, en parte, la decisión de vender los Kürassier fue influenciada por el interés económico y las relaciones comerciales entre ambos países. En segundo lugar, aunque Argentina también estaba bajo una dictadura militar, la percepción internacional de su situación de derechos humanos, aunque también condenada, no tuvo el mismo nivel de escrutinio que Chile en algunos círculos europeos en ese momento. Esto facilitó que la venta pudiera justificarse de manera diferente ante la comunidad internacional.

El desenlace de esta historia tuvo lugar en 1981, cuando, en el puerto francés de Le Havre, se embarcaron los primeros 57 cazatanques austriacos SK 105 Kürassier a bordo de un buque argentino, con destino a Argentina. Este envío inicial formaba parte de un pedido mayor de 120 unidades. Para noviembre de 1982, los últimos 27 cazatanques completaron el lote. Pero la relación entre Argentina y Steyr no terminó ahí; en 1985 se enviaron diez vehículos de recuperación adicionales, y en 2006, cuatro SK-105 más.

Hoy en día, estos tanques están en servicio en el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 11 “Coronel Juan Pascual Pringles,” con cuartel general en Rospentek Aike, y en el Regimiento de Caballería de Tanques 11, con sede en Puerto Santa Cruz. Curiosamente, Rospentek Aike está ubicado a pocos kilómetros de la frontera con Chile, un recordatorio silencioso de las tensiones que alguna vez llevaron a esta compleja danza de poder y engaño.



Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 11 “Coronel Juan Pascual Pringles” (Rospentek Aike) y Regimiento de Caballería de Tanques 11 (Puerto Santa Cruz)

Es importante destacar que la operación no solo implicó un acto de inteligencia y potencial soborno, sino también una táctica de desinformación para asegurarse de que las autoridades chilenas no descubrieran lo que estaba ocurriendo hasta que ya fuera demasiado tarde. Chile, descubrió con la nota del New York Times, que "sus" tanques pasaban al otro lado de la frontera, que habían sido desviados a Argentina, y con ello se vio obligado a buscar una solución alternativa para reforzar su capacidad militar en medio de una escalada de tensiones con su vecino.

Así, lo que comenzó como una simple transacción comercial se convirtió en una obra maestra de intriga internacional, donde la necesidad económica de una empresa se encontró con la ambición militar de un país. Y en este juego de suma cero, Argentina salió ganando, dejando a Chile con las manos vacías y a Austria con una conciencia pesada, pero con las arcas llenas.

Impacto y repercusiones

La operación tuvo un impacto considerable en las relaciones diplomáticas y militares entre Argentina y Chile. Si bien no desencadenó un conflicto abierto, precisamente porque jamás Chile podía haber resistido un conflicto en el Teatro de Operaciones Austral con este desbalance militar, aumentó la desconfianza entre ambos países y evidenció las tensiones subyacentes en una época de dictaduras militares y rivalidades regionales.

Desde un punto de vista militar, Argentina logró reforzar su flota de tanques en un momento crítico, aunque a un costo considerable debido al sobreprecio pagado y al riesgo involucrado en la operación. Chile, por su parte, tuvo que reevaluar sus estrategias de adquisición de armamento y la seguridad de sus operaciones internacionales.

Razones por las que es fascinante este caso

Esta historia es fascinante por varias razones:

  1. El engaño y la audacia: La operación fue un acto de espionaje y negociación encubierta que involucró una serie de movimientos rápidos y arriesgados. La capacidad de Argentina para ganar de mano y comprar un cargamento de tanques destinados a su enemigo potencial y adquirirlos para su propio ejército demuestra un nivel de audacia y habilidad en operaciones encubiertas que es digno de mención.

  2. Las repercusiones geopolíticas: El evento exacerbó las tensiones en una región ya volátil. Aunque no llevó directamente a una guerra, contribuyó al clima de desconfianza y paranoia que caracterizó las relaciones entre los dos países durante esa época.

  3. El costo de la operación: Desde un punto de vista económico y estratégico, el hecho de que Argentina pagara un sobreprecio para adquirir estos tanques muestra hasta qué punto estaba dispuesta a llegar para mantener una ventaja militar sobre Chile, subrayando la importancia que ambos países otorgaban al poder militar en su relación bilateral.

En resumen, la operación para re-adquirir los tanques Steyr SK-105 Kürassier es un ejemplo de la compleja y a menudo oscura interacción entre espionaje, diplomacia y estrategia militar en América del Sur durante la Guerra Fría. Es una historia que resalta cómo los países pueden recurrir a métodos extraordinarios para asegurarse una ventaja estratégica en situaciones de alta tensión.

Referencias

  • Knabl, Leonhard Lorenz, Österreichische Waffenexporte in den Globalen Süden. Der Diskurs um Panzerexporte im öffentlich-rechtlichen Rundfunk, in: Historia.Scribere 14 (2022), S. 229–255. DOI 10.15203/historia.scribere.14.614
  • Pilz, Peter, Die Panzermacher. Die österreichische Rüstungsindustrie und ihre Exporte, Wien 1982.


sábado, 17 de agosto de 2024

Crisis del Beagle: Asalto blindado a Punta Arenas


Inicio del asalto a posiciones chilenas en la frontera con el monte Aymond de fondo.

Asalto blindado a Punta Arenas

Por Esteban McLaren



El 22 de diciembre de 1978, conocido como el Día D, se habrían iniciado de manera coordinada a lo largo de las fronteras con Chile diversas acciones militares dentro del marco de la operación Soberanía. Es muy difícil determinar con certeza cuál de todas las acciones planificadas hubiera iniciado propiamente la guerra, pero está claro que habría sido un asalto simultáneo en, al menos, cuatro frentes. El foco principal habría sido la batalla naval y el desembarco en el canal de Beagle, donde la Infantería de Marina de la Armada de la República Argentina (IMARA) intentaría desembarcar parte de sus tropas en las islas Lennox, Nueva (ya ocupada por tropas del Cuerpo de Infantería de Marina chileno, CIM) y Picton, mientras otras tropas buscarían ocupar el resto de la isla. Este frente será objeto de análisis futuro. Sincronizadamente, existiría una avance terrestre en el frente Austral partiendo desde Río Gallegos (con potencial segundo linea de avance desde Rospentek Aike) con objetivo final Punta Arenas. El propósito de este artículo es ensayar un escenario de historia alternativa. La guerra nunca ocurrió, pero ¿cómo hubiese ocurrido si Argentina no aceptaba la mediación papal? Ese será nuestro punto de divergencia con la historia real. Apelemos a la racionalidad y la prospectiva en un ejercicio que siempre será incompleto y cuyo resultado final pertenece a otro espacio-tiempo.




Contexto y desarrollo de la invasión

En el invierno austral de 1978, la tensión entre Argentina y Chile por la disputa del canal Beagle alcanza su punto más álgido. Es la madrugada del 21 de diciembre cuando las tropas argentinas, apostadas en Río Gallegos, Rospentek y otras localidades fronterizas, reciben la orden de iniciar la invasión de Chile. Desde julio, las fuerzas chilenas han estado preparándose para este enfrentamiento, conscientes de que la diplomacia puede no ser suficiente para resolver el conflicto.



Las Fuerzas Argentinas

Argentina moviliza una formidable fuerza, incluyendo la 1ª División de Infantería, reforzada por elementos de la XI Brigada de Infantería Mecanizada y la IX Brigada de Infantería. La X Brigada de Infantería Mecanizada se despliega en Río Gallegos, lista para cruzar la frontera. Todas las unidades se encontrarían reforzadas en la medida de las circunstancias. En el aire, los aviones de combate A-4 Skyhawk, Mirage Dagger y Nesher y se sabe que también estaban estacionados F-86 Sabre (que ya habían violado el espacio aéreo chileno semanas antes) están listos para proporcionar apoyo aéreo, mientras que la armada argentina, con sus destructores y fragatas, patrulla las aguas cercanas.

Fuerzas Argentinas:

  •  V Cuerpo de Ejército —general José Antonio Vaquero—. Misión asignada: Ofensiva estratégica a partir de las 24:00 (H+2), partiendo desde Santa Cruz, con el objetivo, probable, de conquistar Puerto Natales y Punta Arenas. Luego, apoyaría al Cuerpo de Ejército III en su avance por Puyehue hacia Chile, cortando las comunicaciones de la zona central con el sur del territorio chileno.
  • 1ª División de Infantería (con elementos de la XI Brigada de Infantería Mecanizada y la IX Brigada de Infantería)
  • X Brigada de Infantería Mecanizada (con sede en Río Gallegos)
  • XI Brigada de Infantería Mecanizada
  • Gendarmería Nacional Argentina: Fuerzas de guardias de frontera
  • Fuerzas Aéreas con aviones de combate A-4 Skyhawk, F-86-F Sabre y Mirage III
  • Fuerzas Navales: la IMARA junto a los T-28 Fennec en casi 20 unidades se encontraban en la isla de Tierra del Fuego.



Combate urbano en el Barrio 18 de Septiembre, Punta Arenas

La Defensa Chilena

En respuesta, Chile ha posicionado a su III División de Ejército en Punta Arenas, reforzada por la 4ª Brigada Acorazada "Coraceros" y la 6ª División de Ejército, con elementos de la 5ª Brigada de Infantería. El general encargado de la defensa siempre expresó que en esta fase los guardias fronterizos (Carabineros) sería su tropa de elección. La Fuerza Aérea de Chile, equipada con aviones 12 A-37 Dragonfly y 6 Hawker Hunter, está en alerta máxima, y la marina chilena, con sus buques y submarino, está lista para interceptar cualquier avance naval argentino.

Fuerzas Chilenas:

  • III División de Ejército (con sede en Punta Arenas)
  • 4ª Brigada Acorazada "Coraceros"
  • 6ª División de Ejército (con elementos de la 5ª Brigada de Infantería)
  • Carabineros: Guardia fronteriza que en este frente tuvo una importancia desmedida debido al conocimiento de la frontera. El general a cargo de la defensa de Punta Arenas recalcó siempre su importancia en la defensa pero como toda policía militarizada no era infantería propiamente dicha y su único "enfrentamiento" con fuerzas argentinas la había dejado muy mal parada.
  • Fuerza Aérea de Chile con aviones de combate Hawker Hunter y A-37
  • Fuerzas Navales (CIM abocados a las islas del canal)



Rutas de invasión

Las fuerzas argentinas planifican su avance hacia Punta Arenas utilizando dos rutas principales. La ruta norte, partiendo de Río Gallegos, cruza la frontera a través de Monte Aymond, siguiendo la Ruta CH-255 hacia el sur hasta Punta Arenas. Este camino, aunque relativamente plano, presenta desafíos naturales como ríos y colinas que pueden ralentizar el avance.


La ruta alternativa, partiendo de Rospentek, cruza la frontera siguiendo la Ruta CH-40 y luego se dirige hacia el sur por la Ruta CH-9 hasta Punta Arenas. Este camino es más difícil, con terreno montañoso y boscoso que complicará el avance de las formaciones blindadas.

1) Ruta Principal Norte:

  • Punto de inicio: Río Gallegos
  • Puntos principales: Avanzar a través del paso fronterizo de Monte Aymond, siguiendo la Ruta CH-255 hacia el sur hasta Punta Arenas.
  • Características: Terreno relativamente plano pero con posibles barreras naturales como ríos y colinas. 
  • Lugar abierto en muchas secciones para una batalla de blindados y el despliegue de fuerzas en línea, cuña o V.






2) Ruta Alternativa Oeste:

  • Punto de inicio: Rospentek
  • Puntos principales: Cruce fronterizo de la Ruta CH-40, luego seguir hacia el sur por la Ruta CH-9 hasta Punta Arenas.
  • Iniciaría con la captura y aseguramiento de Puerto Natales, lugar de acumulación de fuerzas chilenas.
  • Características: Terreno montañoso y boscoso, más difícil para el avance de grandes formaciones blindadas. Lugar apto para emboscadas.
  • Los puentes a lo largo de la ruta serían volados (Puente Rubens, Río Pendiente, por ejemplo) con la consecuente necesidad de equipos de ingenieros.
  • Poco apto para formaciones blindadas amplias (sólo columnas o diamante)





Ambas rutas convergen en la Laguna Cabeza de Mar donde, de partir de dos fuerzas de invasión de coordinadas, podrían agruparse y proseguir a Punta Arenas. El camino a Punta Arenas por la CH-9 es una ruta costera muy vulnerable a ataques aéreos y emboscadas o ataques tipo hit-and-run. La ruta dirige la fuerza al núcleo de poder militar regional chileno: la base aérea de Chabunco y, enfrente, el cuartel general de la III División del Ejército.

Líneas defensivas chilenas

Chile habría adoptado una estrategia de defensa en profundidad, declarado por el general a cargo de división de ejército (Teatro de Operaciones Austral). La primera línea de defensa podría ya estar situado en Monte Aymond y sus alrededores, bien en la frontera. Esa línea era, por las pocas fotos recopiladas, un rejunto de pozos de zorro y trincheras, con soldados mal armados. Sin dudas carne de cañón para ir debilitando el avance.

Cuando se produce una penetración como esta, la teoría de guerra nos hace pensar en tres fases a seguir por quién enfrenta a la misma:

  1. Contención: Contener la penetración al terreno. Es decir que la misma sea detenida o ralentizada y no pueda moverse más en penetración (en términos generales).
  2. Flanqueo: Comenzar a desplazar fuerzas a los “flancos” de la penetración, básicamente al sector de los mismos próximo al lugar donde se inició la penetración. Esto para simultáneamente operar sobre esos flancos de forma de “estrangular” al mismo, cortando así la comunicación del enemigo con su retaguardia  
  3. Aniquilación: Destrucción en detalle de las tropas que fueron cercadas (muerte o captura)


Aquí, las tropas chilenas habrían construido posiciones avanzadas para ralentizar el avance enemigo. Cañones antitanque y artillería de campaña tradicional, no en cantidad ni en variedad, es observada en las fotos y documentales. Probablemente el mejor armamento trasandino en esta fase era el despliegue de minas antitanque. Una segunda línea de defensa se encontraría en San Gregorio, con fortificaciones y trincheras listas para resistir un asalto. De allí hasta la capital regional, diversos puntos podrían estar fortificados La defensa final está alrededor de Punta Arenas, donde se concentran las tropas, artillería de largo alcance y las mejores defensas antitanque.



Observe debajo la "línea Maginot" que habían desarrollado los estrategas chilenos. Simples trincheras y pozos de zorro. El soldado en primera línea utiliza un viejo rifle a cerrojo Máuser 1909 de la Primera Guerra Mundial.

Foto de un "pozo de zorro" con un infante chileno armado con un fusil a cerrojo Máuser cerca de Monte Aymond


La defensa en profundidad chilena probablemente incluiría:

  • Primera línea de defensa: Posiciones avanzadas en Monte Aymond y zonas aledañas.
  • Segunda línea de defensa: Fortificaciones y trincheras alrededor de San Gregorio por la CH-40 y emboscadas desde zonas boscosas desde Laguna Arauco hasta Primavera. Trincheras en Laguna Cabeza de Mar (Arancia Clavel y Bulnes Serrano, 2017:164). A todos los puentes se les instaló cargas  explosivas, se adelantaron  unidades de caballería armadas con cohetes antiblindaje y se
    prepararon  campos de tiro nocturno debidamente “jalonados” y pintados para evitar confusiones.
      (AC&BS, 2017: 141)
  • Defensa final: Fortificaciones y tropas concentradas en las cercanías de Punta Arenas, incluyendo artillería de largo alcance y defensas antitanque (escasas y antiguas en el inventario del ECh de ese período). Muchos civiles colaboraron activamente en la movilización. Así, gran parte de los vehículos y maquinaria pesada que se usó en la construcción  de  trincheras, refugios, puestos de vigilancia y zanjas antiblindados, fue facilitada por empresarios de la zona. A su vez, los estancieros pusieron a disposición de los uniformados galpones donde  alojar a las tropas y almacenar equipos y pertrechos. (AC&BS, 2017: 114)

 

El estancamiento del avance

El avance argentino se enfrenta a su primera gran prueba en San Gregorio, donde las defensas chilenas estarían bien preparadas y el terreno favorecía a los defensores. Aquí, el avance se ralentizaría considerablemente, convirtiéndose en una batalla de desgaste. La zona aparentemente más fortificada era el camino en la zona de laguna de Cabeza de Mar.

Desde Rospentek, se deben superar los ataques de desgaste y el montaje de puentes en los cursos de río donde se hayan volado los puentes. Una vez unido a las fuerzas desde Río Gallegos debieran reagruparse y evaluar los daños y la reorganización del avance.

Contrarrestando la defensa chilena

Para superar este obstáculo, Argentina podría desplegar la XI Brigada de Infantería Mecanizada para penetrar y desorganizar las defensas iniciales. La artillería argentina bombardearía las posiciones chilenas, mientras que las unidades aerotransportadas y la aviación realizan maniobras de flanqueo y proporcionan apoyo aéreo crucial.

  • La XI Brigada de Infantería Mecanizada debe penetrar y desorganizar las defensas iniciales.
  • Fuerzas de Artillería para bombardear posiciones defensivas.
  • Unidades Aerotransportadas y Aviación para flanqueo y apoyo aéreo.
  • La base aérea Chabunco debía ser inutilizada para el éxito del avance.



Soldados trasandinos disparando el fusil SIG en servicio

Asalto aerotransportado a Punta Arenas

En el marco de este conflicto, las fuerzas argentinas planificó un audaz asalto aerotransportado a Punta Arenas. Los objetivos principales de este asalto incluyen capturar el aeropuerto Presidente Carlos Ibáñez del Campo, asegurando una cabeza de puente vital para el flujo continuo de tropas y suministros. También se enfocaría en destruir las instalaciones de comando y control chilenas para desorganizar sus defensas y tomar el puerto y las principales instalaciones logísticas, cortando así los suministros y refuerzos enemigos. Esto podría conseguirse a posteriori de un ataque ABA (Airbase Attack) sorpresa de la Fuerza Aérea Argentina con A-4 Skyhawk y BAC Canberra en la Hora H+2 de la invasión.

Objetivos principales:

  • Capturar el aeropuerto Presidente Carlos Ibáñez del Campo para asegurar una cabeza de puente y permitir el flujo continuo de tropas y suministros.
  • Destruir instalaciones de comando y control para desorganizar las fuerzas chilenas.
  • Tomar el puerto y principales instalaciones logísticas para cortar suministros y refuerzos.


Entrada a Punta Arenas

Los blindados y la infantería mecanizada argentinas se movilizarían rápidamente por la Ruta 9, avanzando con una precisión letal. Los vehículos blindados adoptarían formaciones en línea para maximizar la potencia de fuego frontal, mientras que las unidades de infantería seguirían de cerca, listas para desembarcar y asegurar las calles. Una columna secundaria avanzaría por la carretera Y-505, flanqueando a las defensas chilenas y dividiendo su atención.

Objetivos en la Ciudad

El Puerto de Punta Arenas era uno de los principales objetivos. Controlar el puerto permitiría a las fuerzas argentinas asegurar una línea de suministros vital y recibir refuerzos marítimos. Comandos especializados y unidades de infantería mecanizada fueron desplegados para tomar los muelles y las instalaciones portuarias, enfrentándose a una feroz resistencia chilena.

El Aeropuerto Presidente Carlos Ibáñez del Campo y su anexo, la base aérea Chabunco también serían crucial. Controlar el aeropuerto garantizaría una cabeza de puente aérea, permitiendo el transporte continuo de tropas y suministros. Las unidades aerotransportadas y de asalto rápido argentinas, ya familiarizadas con el terreno desde su operación en Chabunco, se lanzarían en una ofensiva rápida para asegurar las pistas y neutralizar cualquier resistencia. Existiría una alta probabilidad de voladura de pistas e instalaciones para su negación de uso para los incursores.

Los edificios gubernamentales y de comunicaciones serían igualmente estratégicos. Fuerzas forjadas en el combate argentinas se infiltrarían en el centro de la ciudad para capturar la Intendencia de Magallanes y el cuartel de la policía, buscando desorganizar las defensas chilenas y establecer el control administrativo.



La captura de Punta Arenas

Resistencia Urbana

A medida que las tropas argentinas se adentraban en Punta Arenas, se encontrarían con una tenaz resistencia en varios puntos clave. El Área del Centro Cívico, con sus edificios gubernamentales y comerciales, sin dudas se convertiría en un campo de batalla. Las tropas chilenas, atrincheradas en edificios, ofrecerían una defensa organizada, ralentizando el avance argentino.

En el Barrio 18 de Septiembre, un denso barrio residencial de casas mayormente de madera, las fuerzas chilenas adoptarían tácticas de guerrilla urbana. Emboscadas, francotiradores y barricadas improvisadas hicieron que cada calle y cada casa se convirtieran en un punto de resistencia. Los combates se intensificaron, con las tropas argentinas luchando casa por casa para despejar el área. También resultaría un área muy fácil de destruir con fuego debido a la preeminencia de madera en su construcción.


Entrada de tanques al barrio 18 de Septiembre

La zona industrial al norte de la ciudad también podría ser un foco de resistencia. Las defensas chilenas, utilizando equipos industriales y vehículos pesados como barricadas, convertirían a fábricas y almacenes en fortificaciones improvisadas. Las tropas argentinas deberían plantear el despliegue de unidades de asalto especializadas para superar estas defensas.


Soldados trasandinos armados con fusil SIG desfilando

Estrategias argentinas

Para contrarrestar la resistencia chilena, las fuerzas argentinas desplegaron una combinación de tácticas y recursos. El uso de la artillería y el apoyo aéreo fue crucial para debilitar las defensas antes del asalto terrestre. Bombardeos precisos desorganizaron las líneas chilenas, facilitando el avance de las unidades terrestres.


Paracaidistas de la Compañía Leopardo del Regimiento de Infantería Aerotransportada 2 "General Balcarce", Ejército Argentino, Ushuaia, Noviembre de 1978

Las operaciones de comandos (Halcón 8 recién creado) y paracaidistas jugarían un papel fundamental. Unidades de élite infiltraron la ciudad para neutralizar puntos estratégicos, capturando objetivos clave rápidamente y con el menor número de bajas posibles. Estos comandos realizarían ataques quirúrgicos contra las defensas chilenas, facilitando el avance de las fuerzas principales.


La guerra urbana se convertiría en el escenario principal. Patrullas mecanizadas, equipos de asalto y unidades especializadas en combate urbano avanzarían sistemáticamente, enfrentándose a una resistencia feroz pero logrando asegurar áreas clave. La coordinación y la comunicación fueron esenciales para mantener el impulso del avance.

Control de población y estabilización

Finalmente, para mantener el control de la ciudad y evitar actos de sabotaje, las fuerzas argentinas establecieron puntos de control y patrullas regulares. La presencia constante de tropas ayudó a estabilizar la situación y asegurar que la ciudad permaneciera bajo control argentino tras la captura de los objetivos principales.


Asalto a los edificios del gobierno chileno

La caída

La captura de Punta Arenas sería una operación compleja y sangrienta, que pondría a prueba la capacidad y determinación de las fuerzas argentinas. La superioridad numérica y material les daría una ventaja significativa, pero la resistencia chilena, aprovechando su conocimiento del terreno y sus defensas bien preparadas, convertiría cada avance en una lucha encarnizada. La ciudad finalmente caería, pero a un costo humano significativo para ambos bandos.

 

Análisis de Probabilidades de Éxito

La superioridad numérica y material argentina es evidente: una relación de 5:1 en blindados, 2,5:1 en aviones y 3:1 en infantería. Estas ventajas, junto con la planificación estratégica y la ejecución táctica, sugieren una alta probabilidad de éxito para Argentina en la captura de Punta Arenas. Sin embargo, la preparación y la estrategia defensiva chilena, que aprovecha el conocimiento del terreno y la defensa en profundidad, también tienen posibilidades de éxito.

Probabilidad de éxito para Argentina: 70% Probabilidad de éxito para Chile: 40%

Argentina:

  • Probabilidad de éxito: Alta, debido a la superioridad numérica y material (blindados, aviones e infantería), aunque enfrentará dificultades significativas en el terreno y defensas bien preparadas.
  • Éxito estimado: 70%

Chile:

  • Probabilidad de éxito: Moderada, considerando la defensa en profundidad y conocimiento del terreno, aunque superado en número y equipamiento.
  • Éxito estimado: 40%



Estimación de Bajas

Las bajas en este conflicto serían significativas para ambos bandos, reflejando la intensidad de los combates y las defensas bien preparadas.

Bajas estimadas para Argentina: mínimo de 15.000-20.000 (incluyendo muertos, heridos y prisioneros) Bajas estimadas para Chile: mínimo 15.000-40.000 (incluyendo muertos, heridos y prisioneros y civiles dependiendo de su grado de involucramiento)

Estas estimaciones subrayan el costo humano de un conflicto que, aunque hipotético, refleja la gravedad de una escalada militar entre dos naciones vecinas.

 

Citas

Patricia Arancibia Clavel, Francisco Bulnes Serrano. La escuadra en acción. 1978: el conflicto Chile-Argentina visto a través de sus protagonistas. Santiago, Chile: Catalonia, 2017. ISBN: 978-956-324-298-0


sábado, 10 de agosto de 2024

Crisis del Beagle: Combate aéreo sobre Santiago

Fuego sobre Santiago

Esteban McLaren



Imagina un mundo donde, el 22 de diciembre de 1978, las negociaciones entre Argentina y Chile fracasan y estalla una guerra feroz por el conflicto del Beagle. Las tropas argentinas lanzan una maniobra en la Patagonia Austral para desviar la atención de las fuerzas chilenas, mientras que el verdadero golpe, un asalto blindado a Santiago, se prepara en las sombras. En esta historia alternativa, se desarrolla una batalla aérea épica que enfrenta a dos titanes de la aviación: el F-5 Tiger II y el Mirage III.

Este ensayo te lleva al corazón de ese conflicto, comenzando con una narrativa ficticia que sigue a dos pilotos imaginarios, sus emociones, decisiones y enfrentamientos en el cielo. A medida que avanzas, te sumergirás en un análisis detallado y técnico de lo que habría sido este duelo aéreo, explorando las capacidades y limitaciones de ambos aviones. Un viaje que mezcla la adrenalina de la ficción con el rigor de la táctica militar.

1. Introducción

Una fresca mañana de diciembre de 1978, el cielo de Santiago estaba despejado y brillante, y los primeros rayos de sol proyectaban largas sombras sobre la bulliciosa ciudad. Sin embargo, bajo la serena fachada, bullía una tensión que amenazaba con desbordarse y convertirse en un conflicto a gran escala. La crisis del Beagle había llevado a Chile y Argentina al borde de la guerra y ahora, cuando las fuerzas militares de ambas naciones se enfrentaban, los cielos sobre la capital chilena pronto se convertirían en un campo de batalla.

Para el capitán Benito Calfukelen, un experimentado piloto de la Fuerza Aérea chilena, el día comenzó como cualquier otro, con el estridente sonido de un despertador que lo despertaba de golpe. Pero hoy era diferente. Mientras sacaba las piernas de la cama y se ponía el traje de vuelo, el peso de lo que le esperaba le oprimía los hombros. El embargo de la administración Carter había dejado a los aviones F-5E Tiger II de su escuadrón en mal estado de mantenimiento y todos los pilotos sabían que sus máquinas no estaban a la altura de las circunstancias. Sólo 3 se hallaban en condiciones plenamente operativas. Sin embargo, no había lugar para la duda. Los informes sobre aviones argentinos que se dirigían a Santiago habían llegado apenas unos minutos antes, y la unidad de Calfukelen se apresuraba a interceptarlos.




Al otro lado de los Andes, en la ciudad argentina de Mendoza, el teniente Joaquín Olazábal estaba sentado en la sala de preparación de la base aérea El Plumerillo, preparándose mentalmente para la misión. A diferencia de su homólogo chileno, el avión de Olazábal, un elegante y poderoso Mirage III, estaba en óptimas condiciones, un símbolo de la industriosidad francesa y la destreza de los mecánicos argentinos. Se le había encomendado una misión crítica: proteger una oleada de A-4 Skyhawks que descendían sobre Santiago para atacar objetivos militares clave. Había mucho en juego, y Olazábal sabía que cualquier falla podría tener consecuencias nefastas para la posición estratégica de Argentina en el conflicto.

2. Los personajes

La historia del capitán Benito Calfukelen comenzó en un pequeño pueblo del sur de Chile, de fuerte ascendencia araucana, donde las montañas y los cielos abiertos lo atrajeron desde una edad temprana. Hijo de un maestro de escuela local, Calfukelen fue el primero de su familia en dejar atrás la vida rural, atraído a la Academia de la Fuerza Aérea por el deseo de servir a su país y su amor por volar. En 1978, ya se había ganado un lugar entre los mejores pilotos de Chile, pero las frustraciones de volar el nuevo pero dificultosamente mantenido F-5E lo agobiaban. A pesar de estos desafíos, la determinación de Calfukelen se mantuvo inquebrantable. Había aprendido a arreglárselas con lo que tenía y hoy, más que nunca, su ingenio se pondría a prueba.



El teniente Joaquín Olazábal, por otro lado, tenía una historia diferente. Nacido en una familia militar en Buenos Aires, su camino hacia la cabina de mando estuvo pavimentado con tradición y privilegio. Su padre, un general condecorado, le había inculcado un profundo sentido del deber y la importancia de mantener la supremacía militar de Argentina. Las habilidades de Olazábal en el Mirage III, un caza de última generación capaz de alcanzar velocidades de Mach 2, lo habían convertido rápidamente en una estrella en ascenso en la Fuerza Aérea Argentina. Mientras se preparaba para la misión que tenía por delante, Olazábal sintió el peso del legado de su familia sobre sus hombros. Su papel hoy era más que una misión; era una continuación del servicio de su familia a la Argentina.




3. Preparativos militares y contexto

A finales de 1978, cuando la situación política entre Chile y Argentina se deterioró, ambas naciones se prepararon para la posibilidad de un conflicto militar por la disputa del Canal Beagle. El canal, rico en potenciales reservas de petróleo y valor estratégico, se había convertido en un punto de conflicto que ninguna de las partes estaba dispuesta a ceder. Para Argentina, la junta militar que había llegado al poder en 1976 veía el control del canal como un medio para reforzar el orgullo nacional y distraer la atención de los disturbios internos. En Chile, el gobierno militar del general Augusto Pinochet estaba igualmente decidido a defender lo que consideraba un territorio soberano.

Ambas naciones comenzaron a movilizar sus fuerzas armadas, y las fuerzas aéreas argentina y chilena desempeñaron papeles cruciales en sus respectivos planes de guerra. La Fuerza Aérea Argentina (FAA) tenía la tarea de establecer la superioridad aérea y proporcionar apoyo aéreo cercano a las fuerzas terrestres. La Fuerza Aérea de Chile (FACh), por otro lado, era responsable de defender el espacio aéreo chileno, en particular alrededor de objetivos estratégicos clave como Santiago.

Fuerza Aérea de Chile

Entre los cazas de primera línea de la Fuerza Aérea de Chile se encontraba un escuadrón de aviones Northrop F-5E Tiger II, adquiridos a principios de los años 1970. Sin embargo, en 1978, estos aviones mostraban signos de desgaste. El mantenimiento de los F-5E se había visto gravemente afectado por las sanciones militares de los EE. UU., como resultado de las preocupaciones de la administración Carter por las violaciones de los derechos humanos en Chile. Las piezas de repuesto eran escasas y la FACh luchaba por mantener la flota operativa. A pesar de estos desafíos, los pilotos chilenos, incluido el capitán Benito Calfukelen, se entrenaron rigurosamente, centrándose en tácticas defensivas y misiones de intercepción.

La estrategia de la FACh se basó en el número limitado de F-5E para contener los ataques argentinos el tiempo suficiente para que las defensas terrestres pudieran actuar. Dado el mal estado de sus aviones, los pilotos chilenos recibieron instrucciones de evitar enfrentamientos prolongados y, en cambio, centrarse en ataques rápidos seguidos de maniobras evasivas.

Fuerza Aérea Argentina

En contraste, la Fuerza Aérea Argentina estaba en una posición relativamente fuerte. La FAA había invertido mucho en la modernización de su flota a principios de los años 70, adquiriendo interceptores Mirage III de Francia. Estos aviones estaban bien mantenidos, equipados con sistemas de radar avanzados y capaces de transportar una variedad de misiles aire-aire, incluidos el Matra R530 y el R550 Magic. Los pilotos argentinos, como el teniente Joaquín Olazábal, se entrenaron intensivamente en misiones de superioridad aérea, perfeccionando sus habilidades tanto en intercepciones de alta velocidad como en combate aéreo.

Para el conflicto que se avecinaba, la FAA desarrolló una estrategia para lograr una rápida superioridad aérea sobre objetivos chilenos clave, incluido Santiago. El plan implicaba utilizar cazas Mirage III para proteger oleadas de A-4 Skyhawks, que lanzarían ataques de precisión sobre aeródromos e instalaciones militares chilenas. El objetivo era paralizar la capacidad de Chile de montar una defensa aérea eficaz, allanando así el camino para una invasión terrestre.

4. La mañana del despegue


Benito Calfukelen

La mañana del 22 de diciembre de 1978 comenzó como muchas otras, con el capitán Benito Calfukelen levantándose antes del amanecer. La base del Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez en Santiago ya era un hervidero de actividad. Los equipos de tierra se apresuraron a preparar los pocos F-5E que todavía estaban operativos, mientras los pilotos recibían sus últimas instrucciones.

Mientras Calfukelen se ponía el traje de vuelo, no podía quitarse de encima la sensación de inquietud. La noche anterior, le habían informado de los últimos informes de inteligencia que indicaban que los aviones argentinos se preparaban para un ataque a primera hora de la mañana. El mando chileno había previsto un ataque de ese tipo, dada la importancia estratégica de Santiago, y el escuadrón de Calfukelen estaba en alerta máxima.

El avión de Calfukelen, aunque desgastado y cansado, había sido reparado a toda prisa para esta misión. Conocía cada peculiaridad de su F-5E, desde el ligero retraso en los controles hasta el chisporroteo del motor izquierdo a altas velocidades. Pero también sabía que en un combate aéreo, cualquier falla mecánica podría significar la diferencia entre la vida y la muerte.

Cuando sonó la alarma de despegue, el entrenamiento de Calfukelen entró en acción. Corrió hacia su avión, trepó a la cabina mientras el personal de tierra le daba un rápido visto bueno. El rugido de los motores J85 llenó sus oídos mientras rodaba hacia la pista y, en cuestión de momentos, estaba en el aire, ascendiendo hacia el cielo de la mañana.



Joaquín Olazábal

Mientras tanto, al otro lado de los Andes, el teniente Joaquín Olazábal ya estaba en el aire, liderando un vuelo de Mirage III desde la base aérea El Plumerillo en Mendoza. La oscuridad previa al amanecer había dado paso a la primera luz del día mientras su formación cruzaba el espacio aéreo chileno, volando bajo para evitar ser detectado.

La misión de Olazábal era clara: proteger a los Skyhawks a toda costa. Los A-4 llevaban una carga letal de bombas y cohetes, destinados a instalaciones militares alrededor de Santiago. Como piloto principal, Olazábal era responsable de mantener a raya a los interceptores chilenos, lo que permitía que los Skyhawks atacaran sin obstáculos.

El Mirage III, con su potente motor SNECMA Atar, respondió perfectamente a las órdenes de Olazábal. El avión había recibido un mantenimiento meticuloso y él confiaba plenamente en él. A medida que se acercaban a su objetivo, el radar de Olazábal detectó varios contactos: los F-5E chilenos que se apresuraban a interceptarlos.

Su corazón se aceleró. Había llegado el momento. El enfrentamiento para el que todos se habían estado preparando. Hizo una señal a sus compañeros de ala para que cerraran la formación y se prepararan para el combate.



5. Enfrentamiento: el combate aéreo

El cielo sobre Santiago se convirtió rápidamente en una escena caótica a medida que los F-5E chilenos se acercaban a la formación argentina que se acercaba. Para Calfukelen, la visión de los Mirage y los Skyhawks a lo lejos provocó una oleada de adrenalina. Aceleró al máximo su F-5E, sintiendo la tensión en el viejo avión mientras luchaba por mantener el ritmo de los cazas enemigos que se acercaban.

Primer contacto

Los momentos iniciales del enfrentamiento fueron frenéticos. Olazábal, con su radar superior y su avión en mejor estado, tenía la ventaja de detectar primero a los chilenos. Rompió la formación y dirigió su escuadrón en un ascenso pronunciado para ganar altitud, una táctica diseñada para maximizar la velocidad y la maniobrabilidad del Mirage III. Desde esta posición más alta, Olazábal podía lanzarse en picado sobre los F-5E, utilizando la gravedad para aumentar su velocidad y atacar con el elemento sorpresa.

Calfukelen, consciente de las capacidades del Mirage, intentó mantener su F-5E bajo y rápido, con la esperanza de evadir a los aviones superiores utilizando el terreno a su favor. El paisaje urbano de Santiago proporcionaba cierta cobertura, con edificios altos y colinas que podían interrumpir los bloqueos de misiles y los barridos de radar. Sin embargo, el estrés en su avión era evidente. El motor tosía y chisporroteaba mientras maniobraba con fuerza, y Calfukelen sabía que tendría que ser conservador con sus maniobras para evitar una falla catastrófica.



Comienza el combate aéreo

Cuando Olazábal se lanzó en picado hacia el vuelo de Calfukelen, desató una ráfaga de sus cañones DEFA de 30 mm, obligando a los pilotos chilenos a romper la formación y dispersarse. Los primeros momentos del combate aéreo fueron una confusión de advertencias de misiles y maniobras evasivas rápidas. Calfukelen logró evadir el ataque inicial, sus instintos y su entrenamiento tomaron el control mientras hacía girar su avión a través del laberinto del espacio aéreo de Santiago.

Los F-5E chilenos, aunque superados, no estaban indefensos. Calfukelen y sus compañeros de ala confiaron en su menor tamaño y mayor agilidad para esquivar los Mirage más pesados. Uno de los compañeros de ala de Calfukelen, un joven piloto llamado Francisco, logró ponerse detrás de uno de los Mirage, perdiendo un misil Sidewinder en un intento desesperado por derribar al enemigo. El misil se dirigió a toda velocidad hacia su objetivo, pero el compañero de Olazábal, un piloto veterano, lanzó bengalas y realizó un viraje cerrado, evitando por poco la explosión.

Calfukelen se vio envuelto en un duelo con Olazábal, los dos aviones dando vueltas uno alrededor del otro en una danza mortal. La velocidad superior del Mirage III le permitió a Olazábal dictar los términos del enfrentamiento, pero Calfukelen era un oponente astuto. Mantenía sus maniobras ajustadas e impredecibles, lo que dificultaba que Olazábal consiguiera un tiro limpio.

Desafíos técnicos

La disparidad en las condiciones de sus aviones pronto comenzó a notarse. Mientras que el Mirage de Olazábal respondía impecablemente a sus órdenes, el F-5E de Calfukelen tenía problemas. El motor tartamudeaba bajo la tensión del combate aéreo y los controles se sentían lentos. Calfukelen podía sentir el sudor corriendo por su espalda mientras luchaba por mantener su avión en la pelea.

Olazábal, percibiendo la dificultad del piloto chileno, aprovechó su ventaja. Cambió sus cañones por un misil Matra R550 Magic, un arma de corto alcance diseñada precisamente para este tipo de enfrentamiento. Mientras alineaba el disparo, el tono de bloqueo del misil sonó en sus auriculares y apretó el gatillo.

El misil se lanzó y se dirigió hacia el F-5E de Calfukelen. En un movimiento desesperado, Calfukelen hizo que su avión se lanzara en picado, en dirección a la ciudad que se encontraba debajo. El misil lo siguió sin descanso, pero en el último momento, Calfukelen desechó los tanques de combustible que le quedaban y se elevó con fuerza. El misil explotó sin causar daño en el aire, a unos cientos de metros detrás de él y sabía que Calfukelen estaba al límite de sus fuerzas. Las maniobras del chileno se estaban volviendo lentas, las respuestas ágiles del F-5E ahora eran letárgicas. Era solo cuestión de tiempo antes de que Olazábal pudiera alinear el tiro perfecto.

Pero el tiempo se estaba agotando para ambos pilotos. Abajo, los A-4 Skyhawks ya habían comenzado sus bombardeos sobre las instalaciones militares de Santiago. Las explosiones sacudieron la ciudad mientras caían bombas, incendiando depósitos de combustible y hangares. La misión de Olazábal estaba casi completa; solo necesitaba acabar con este interceptor chileno antes de regresar a su formación.

Calfukelen sabía que solo le quedaba una opción. Su avión estaba casi sin combustible y no tenía más opción que intentar una maniobra de alto riesgo o enfrentarse a una destrucción segura. Mientras Olazábal se acercaba para matarlo, Calfukelen tomó una decisión rápida. Niveló a baja altitud, usando el poco combustible que le quedaba para acelerar, dirigiéndose directamente al corazón de Santiago. Su plan era arriesgado: si lograba acercarse lo suficiente a la densa infraestructura de la ciudad, tal vez los sistemas de orientación del Mirage tendrían dificultades para apuntar, lo que le daría una pequeña posibilidad de sobrevivir.

Olazábal, percibiendo la desesperación del chileno, lo siguió, manteniendo su objetivo. Mientras rozaban los tejados, Olazábal armó su último misil, un Matra R530. Sonó el tono de fijación y se preparó para disparar.

Pero justo cuando estaba a punto de apretar el gatillo, una repentina columna de humo surgió de un edificio de abajo: un misil tierra-aire disparado apresuradamente desde una batería de defensa chilena. No estaba dirigido a él, pero la interrupción fue suficiente. El misil pasó a toda velocidad junto a ambos aviones, lo que obligó a Olazábal a desviarse momentáneamente para evitar ser alcanzado.

Un escape por los pelos

La distracción le dio a Calfukelen el respiro que necesitaba. Lanzó su F-5E hacia el centro de la ciudad, los rascacielos y las calles se difuminaron a su paso mientras buscaba desesperadamente un lugar para cubrirse. Olazábal, que aún mantenía la compostura, intentó recuperar el avión chileno, pero la confusión causada por el lanzamiento del misil y el denso entorno urbano lo hicieron difícil. Cuando recuperó la orientación, Calfukelen había desaparecido en el laberinto de la ciudad, con su F-5E alejándose a baja altitud.

Al darse cuenta de que la persecución era inútil y de que su misión de proteger a los Skyhawks era más importante que arriesgar su vida en una persecución prolongada, Olazábal se detuvo a regañadientes. Inclinó su Mirage III hacia su formación y ordenó por radio a sus compañeros de ala que se reagruparan y se prepararan para regresar a la base. Los Skyhawks habían completado sus bombardeos y el ataque a Santiago había logrado sus objetivos.

Mientras tanto, Calfukelen logró llevar su F-5E dañado hasta un aterrizaje de emergencia en una pista de aterrizaje improvisada en las afueras de la ciudad. Su avión, que apenas se mantenía unido, patinó hasta detenerse, con humo saliendo de su motor. Mientras se desabrochaba el cinturón y salía tambaleándose de la cabina, supo lo cerca que había estado de la muerte. La batalla había terminado, pero la guerra apenas había comenzado.

6. Resultado y consecuencias

La batalla aérea sobre Santiago, aunque breve, marcó un momento significativo en el conflicto que se estaba desarrollando entre Chile y Argentina. Para los pilotos involucrados, fue un bautismo de fuego, una prueba de que la guerra no sería un ejercicio teórico sin sangre, sino un conflicto brutal y real en el que habría vidas en juego.

La perspectiva de Benito Calfukelen

Sus camaradas aclamaron la fuga de Calfukelen como una pequeña victoria. A pesar de las abrumadoras probabilidades y la condición inferior de su avión, había logrado sobrevivir a un encuentro con uno de los mejores pilotos de Argentina y regresar a la base. Su habilidad y determinación fueron celebradas, pero Calfukelen sabía que las probabilidades estaban en su contra. La batalla había expuesto las debilidades de la Fuerza Aérea chilena: el mal mantenimiento, la falta de repuestos y el equipo envejecido. También comprendió que su supervivencia se había debido tanto a la suerte como a la habilidad, y temía la idea de enfrentarse de nuevo a los Mirage en circunstancias similares.

El bombardeo de las instalaciones militares de Santiago había causado daños importantes. Los depósitos de combustible ardían y varios aviones habían quedado destruidos en tierra. Sin embargo, la ciudad no había sido devastada y las defensas chilenas habían logrado repeler lo peor del ataque.

A pesar del daño infligido por el ataque argentino, la infraestructura crítica de Santiago permaneció prácticamente intacta, gracias en parte a las respuestas apresuradas pero efectivas de las defensas terrestres chilenas y a los valientes esfuerzos de pilotos como Calfukelen. Sin embargo, el ataque aéreo había dejado en claro al gobierno chileno y a los líderes militares que sus capacidades de defensa aérea estaban gravemente comprometidas. El embargo de la administración Carter había pasado factura y la capacidad de la FACh para sostener operaciones aéreas prolongadas estaba en serias dudas.



Los pensamientos de Calfukelen en los días posteriores al combate aéreo eran una mezcla de orgullo y temor. Había sobrevivido a un encuentro con uno de los mejores pilotos de Argentina, pero sabía que el próximo enfrentamiento podría no terminar tan favorablemente. Las limitaciones del F-5E ahora eran dolorosamente obvias para todos en su escuadrón. Hubo conversaciones susurradas entre los pilotos sobre cómo podrían resistir si el conflicto se intensificaba aún más, pero la moral se mantuvo cautelosamente optimista. Los chilenos estaban luchando en su propio territorio, y eso les daba una ventaja psicológica que tendrían que aprovechar al máximo si querían sobrevivir.

La perspectiva de Joaquín Olazábal:

Para el teniente Joaquín Olazábal, el combate aéreo sobre Santiago fue una mezcla de frustración y satisfacción. Si bien había logrado proteger a los Skyhawks y garantizar que sus bombardeos fueran exitosos, el hecho de que Calfukelen hubiera logrado evadir la destrucción lo carcomía. Olazábal se enorgullecía de su precisión y habilidad, y dejar que un enemigo se escapara lo sentía como un fracaso personal.

Sin embargo, sus superiores vieron la misión como un éxito. Los objetivos principales se habían logrado: las defensas aéreas de Santiago se habían debilitado y se había enviado el mensaje de que Argentina estaba dispuesta y era capaz de atacar profundamente en territorio chileno. Olazábal recibió elogios por su desempeño, pero en privado, analizó cada aspecto del combate aéreo, decidido a mejorar sus tácticas para el próximo encuentro. Sabía que esto era sólo el comienzo de un conflicto potencialmente largo y agotador, y estaba ansioso por demostrar su valía en los cielos una vez más.



El ejército argentino, animado por el exitoso ataque, comenzó a planificar más operaciones aéreas. Reconocieron que las defensas aéreas chilenas eran vulnerables, pero también sabían que el elemento sorpresa no se lograría tan fácilmente en ataques posteriores. Los chilenos estarían más preparados y la Fuerza Aérea Argentina necesitaba adaptarse rápidamente para mantener su ventaja.

Implicaciones estratégicas

El ataque aéreo sobre Santiago tuvo implicaciones de largo alcance tanto para Chile como para Argentina. Para el gobierno chileno, fue una llamada de atención de que sus capacidades de defensa aérea necesitaban atención urgente. A pesar del embargo, se hicieron esfuerzos para buscar fuentes alternativas de repuestos y acelerar los esfuerzos de mantenimiento y producción nacionales. Los chilenos también comenzaron a repensar sus estrategias defensivas, poniendo mayor énfasis en los sistemas de defensa aérea descentralizados y móviles que podrían sobrevivir mejor a una campaña aérea argentina.

En Argentina, el exitoso ataque a Santiago envalentonó al liderazgo militar. Los argentinos creían que podían mantener la superioridad aérea, especialmente si lograban mantener a la fuerza aérea chilena a la defensiva. Sin embargo, también eran conscientes de que los chilenos se adaptarían y que la guerra podría convertirse en un asunto prolongado y costoso si no se manejaba con decisión. La estrategia argentina comenzó a centrarse en una serie de ataques rápidos y abrumadores diseñados para paralizar la infraestructura chilena y forzar una rápida conclusión del conflicto.


7. Conclusión

El combate aéreo sobre Santiago fue un microcosmos de la crisis más amplia del Beagle: un conflicto intenso y de alto riesgo en el que ambos bandos luchaban por el orgullo nacional, la integridad territorial y la supervivencia. Para los pilotos involucrados, fue una prueba de habilidad, coraje y resistencia, que se desarrolló en el implacable entorno del combate aéreo.

El capitán Benito Calfukelen y el teniente Joaquín Olazábal representaban lo mejor de sus respectivas fuerzas aéreas: experimentados, decididos y dispuestos a exigirse a sí mismos y a sus aviones hasta el límite. Sin embargo, su enfrentamiento también puso de relieve las disparidades entre las dos fuerzas: el Mirage III, moderno y bien mantenido, contrastaba marcadamente con el viejo y escaso apoyo del F-5E. La batalla no era sólo entre dos pilotos, sino entre dos naciones, cada una luchando con sus propias fortalezas y debilidades ante una guerra potencialmente devastadora.

A medida que se desarrollaba la crisis del Beagle, las lecciones del enfrentamiento de Santiago se hicieron evidentes. La importancia de un equipo bien mantenido, el valor de la ventaja de jugar en casa y el papel fundamental del entrenamiento y la adaptabilidad de los pilotos quedaron subrayados por este encuentro. Si bien el resultado inmediato no fue concluyente (ninguno de los pilotos fue derribado, ambas fuerzas quedaron ensangrentadas pero intactas), las implicaciones fueron profundas.

Para Chile, el enfrentamiento enfatizó la necesidad de reforzar las defensas aéreas y mejorar la capacidad de respuesta de los pilotos.en el enfrentamiento aéreo entre Calfukelen y Olazábal fue un gran logro para ambas naciones, ya que demostró que sus fuerzas estaban preparadas a pesar de las limitaciones internacionales. Para Argentina, esto reforzó la creencia de que podían aprovechar su tecnología y entrenamiento superiores para mantener la presión sobre las defensas chilenas. Sin embargo, ambas partes también reconocieron que la superioridad aérea por sí sola no decidiría el resultado del conflicto. Las operaciones terrestres, la logística y la diplomacia internacional desempeñarían papeles cruciales en los próximos días y semanas.

El combate aéreo entre Calfukelen y Olazábal sería recordado como uno de los momentos decisivos de la crisis del Beagle: un choque no solo de máquinas, sino de voluntades, en los cielos de Santiago. A medida que la crisis se prolongaba, el espectro del duelo de esa mañana se cernía sobre las mentes de ambas naciones, un recordatorio de la delgada línea entre la victoria y la derrota en el brutal escenario de la guerra aérea.

Finalmente, la crisis del Beagle se resolvió diplomáticamente, evitando una guerra a gran escala que habría traído una devastación incalculable a ambos países. Sin embargo, las experiencias de esa mañana de diciembre de 1978 dejaron una marca indeleble en quienes participaron. Para pilotos como Benito Calfukelen y Joaquín Olazábal, fue un momento de la verdad: un testimonio de su entrenamiento, su coraje y su compromiso duradero con sus naciones.



¿Cómo hubiese sido un combate aéreo entre un Mirage III y un F-5 II sobre Santiago?

En un escenario de historia alternativa en el que la crisis del Beagle de 1978 se hubiera convertido en un conflicto aéreo, un combate de corto alcance (combate aéreo) entre un Mirage III argentino y un F-5E chileno sobre el aeropuerto de Santiago sería un encuentro de alto riesgo con varios factores críticos a tener en cuenta.


Capacidades de la aeronave:

Mirage III:

  • Velocidad y maniobrabilidad: El Mirage III, diseñado para interceptar a gran velocidad y gran altitud, intentaría aprovechar su velocidad superior en este enfrentamiento. Sin embargo, su diseño de ala delta, si bien es beneficioso para la estabilidad y el rendimiento a alta velocidad, limita su capacidad de giro, especialmente a velocidades y altitudes más bajas donde podría tener lugar el combate.
  • Armamento: Armado con dos poderosos cañones DEFA de 30 mm y misiles como el como el Matra R530 o el R550 Magic de corto alcance, el Mirage III intentaría participar en el combate a una distancia ligeramente mayor o en un ataque cortante antes de ascender, utilizando su ventaja de velocidad.
  • Radar y aviónica: El radar Cyrano proporciona una detección adecuada de objetivos, pero podría tener dificultades en el desorden urbano de Santiago. El Mirage III tendría que depender de señales visuales y posiblemente del control terrestre para apuntar con eficacia en un entorno tan complejo.





F-5E Tiger II:

  • Velocidad y maniobrabilidad: El F-5E es muy maniobrable, con una relación empuje-peso que favorece los giros rápidos y la agilidad a baja altitud. Esto permitiría al piloto chileno superar potencialmente al Mirage III en un combate aéreo, particularmente en el espacio aéreo restringido sobre Santiago.
  • Armamento: Equipado con dos cañones de 20 mm y misiles AIM-9 Sidewinder, el F-5E es letal en combate cuerpo a cuerpo, especialmente si puede entrar en el círculo de giro del Mirage III.
  • Radar y aviónica: Si bien el radar AN/APQ-159 es menos potente que el Cyrano del Mirage, es suficiente para el entorno de corto alcance y alto riesgo sobre Santiago. Los sistemas del F-5E permiten tiempos de reacción rápidos, lo que podría ser crucial en un escenario de este tipo.


Consideraciones tácticas


Altitud y entorno urbano:

  • Restricciones urbanas: La lucha sobre Santiago limitaría severamente el uso de maniobras verticales de alta velocidad típicas de los enfrentamientos al aire libre. El paisaje urbano obligaría a ambas aeronaves a un plano de combate horizontal, donde la capacidad de giro y el manejo a baja velocidad se vuelven críticos.
  • Ventaja del F-5E: La agilidad superior a baja velocidad del F-5E sería particularmente ventajosa aquí. La capacidad de girar con precisión podría permitir al piloto del F-5E permanecer en la cola del Mirage III, lo que podría obligar al piloto argentino a adoptar una postura defensiva en la que la velocidad por sí sola podría no ser suficiente para escapar.
  • Tácticas del Mirage III: El piloto del Mirage III necesitaría explotar cualquier ventaja de altitud y posiblemente utilizar tácticas de golpe y fuga. Una maniobra de auge y zoom bien ejecutada podría permitir al Mirage atacar y luego retirarse, evitando un enfrentamiento prolongado en el que las capacidades de giro del F-5E dominarían.


Normas de combate y seguridad civil:

  • Preocupaciones por los daños colaterales: Ambos pilotos deberían ser muy conscientes de los riesgos para las zonas civiles. Esto podría limitar el uso de ciertas armas o maniobras que podrían provocar daños colaterales, lo que enfatiza la importancia de enfrentamientos precisos y controlados.
  • Implicaciones para la estrategia: El F-5E, al ser más adecuado para combates cuerpo a cuerpo, podría tener una ventaja en este aspecto, ya que sus armas son adecuadas para ataques de alta precisión y corto alcance. El Mirage III, aunque potente, podría ver sus puntos fuertes mitigados por la necesidad de evitar sobrevuelos arriesgados y a alta velocidad sobre zonas urbanas.


Consideraciones tácticas

  • Altitud y entorno: El combate sobre el aeropuerto de Santiago estaría limitado por el terreno urbano, lo que limitaría el uso de tácticas de alta velocidad y largo alcance. La mayor agilidad y maniobrabilidad del F-5E podría ser más ventajosa en este contexto, ya que le permitiría explotar su capacidad de girar rápidamente y mantenerse en la cola del Mirage III.
  • Reglas de enfrentamiento: dada la proximidad a Santiago, ambos pilotos tendrían que tener en cuenta la seguridad de los civiles, posiblemente evitando ciertas maniobras o sistemas de armas que podrían causar daños colaterales. Esto podría jugar a favor de las fortalezas del F-5E en el combate cuerpo a cuerpo, donde los cañones y los misiles de corto alcance son más efectivos.
  • Experiencia y doctrina del piloto: el resultado podría depender en gran medida de la experiencia de los pilotos y de sus doctrinas de entrenamiento. Si el piloto chileno está bien entrenado en explotar las capacidades de giro del F-5E, podría superar en maniobras al Mirage III. Por el contrario, el piloto del Mirage III podría confiar en tácticas de subida y picada, lanzándose sobre el F-5E desde arriba antes de ascender fuera de alcance, un método que podría ser más desafiante en un paisaje urbano.


Experiencia y entrenamiento del piloto:

  • Doctrina chilena: Si el piloto chileno es experto en explotar las capacidades de giro y baja velocidad del F-5E, podría obligar al Mirage III a participar en un combate con giros en el que el F-5E tenga la ventaja. 
  • Doctrina argentina: Por el contrario, el piloto del Mirage III podría centrarse en utilizar la velocidad a su favor, intentando atacar al límite del alcance de los misiles o utilizando tácticas de energía para mantenerse fuera del alcance de giro del F-5E. Sin embargo, ejecutar tales tácticas en el espacio aéreo restringido de Santiago sería un desafío.

Posibles resultados

  • Victoria del F-5E: En un combate aéreo prolongado y cerrado, la maniobrabilidad del F-5E podría permitirle obtener la ventaja, manteniéndose detrás del Mirage III y eventualmente preparando un tiro con sus cañones o Sidewinder.
  • Victoria del Mirage III: Si el piloto del Mirage III puede mantener la velocidad y evitar la tentación de participar en un combate en giro, podría ser capaz de ejecutar un ataque rápido con un misil o una ráfaga de cañón y luego ascender fuera del alcance, retirándose efectivamente antes de que el F-5E pueda contraatacar.


Conclusión final

El encuentro sobre el aeropuerto de Santiago sería un choque de doctrinas y capacidades de las aeronaves, donde la velocidad y potencia de fuego superiores del Mirage III se pondrían a prueba frente a la agilidad y la destreza a baja altitud del F-5E. El resultado probablemente dependería de la capacidad de los pilotos para adaptarse a las limitaciones únicas del entorno urbano, con el F-5E teniendo una ligera ventaja en el escenario de combate a corta distancia que sería claves.


Mirage vs Tiger