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viernes, 19 de abril de 2024

ARA: Entrenamiento de tripulaciones en el ARA Salta

El personal del submarino ARA “Salta” se adiestró en técnicas y procedimientos

Gaceta Marinera



Llevaron a cabo ejercitaciones de control de averías, escape, supervivencia en el mar, atención sanitaria, comunicaciones y conducción de las operaciones de rescate.

jueves 18, abril 2024

Mar del Plata – En cumplimiento con el Plan Anual del Comando de la Fuerza de Submarinos respecto al adiestramiento y alistamiento de sus unidades dependientes, se llevó adelante un ejercicio simulado de escape y rescate desde un submarino, denominado “SMEREX I”.



Del mismo, el cual se dividió en tres fases (incidente, escape y supervivencia), participaron diferentes destinos con asiento en la Base Naval Mar del Plata: Comando de la Fuerza de Submarinos, submarino ARA “Salta”, Escuela de Submarinos, Escuela de Buceo, Arsenal Naval Mar del Plata y División Patrullado Marítimo.

La finalidad fue la de adiestrar al personal que interviene en una operación de asistencia en un submarino en emergencia, con el objetivo de cumplir con los procedimientos establecidos en los planes vigentes.



Cabe destacar que esta actividad es de relevancia e interés internacional, y la misma tuvo seguimiento a través de la Oficina Internacional para el Rescate y Escape de Submarinos (ISMERLO).



Entre las actividades de ISMERLO se incluyen la organización de ejercicios internacionales de entrenamiento, la promoción de la investigación y el desarrollo de tecnologías relacionadas con el escape y rescate en un submarino, y el intercambio de mejores prácticas entre las distintas Marinas del mundo. Su trabajo es fundamental para garantizar la seguridad de las tripulaciones de submarinos y para mejorar la capacidad de respuesta en caso de emergencia en ese ámbito.



El ejercicio

Durante la primera fase, la tripulación del submarino ARA “Salta” al mando del Capitán de Fragata Pablo David Isla, efectuó procedimientos de control averías y rol de abandono de la Unidad. También se utilizaron bengalas de mano.



Esta fase se desarrolló en el Adiestrador de Control de Averías para Submarinos (ACASUB) de la Escuela de Submarinos, donde se simuló una falla en el interior del submarino. En esta acción se pudo constatar la destreza técnica, la coordinación y el trabajo en equipo de la tripulación, como así también comprobar la efectividad de los protocolos y procedimientos establecidos.



La segunda fase, tuvo como escenario principal la Escuela de Buceo (ESSU). La dotación ingresó al Tanque N°1, allí se simuló un escape desde un submarino siniestrado asentado en el fondo a 50 metros durante 30 minutos. Luego ingresaron a la cámara hiperbárica, donde un equipo médico efectuó una descompresión y atención médica simulada. Por su parte, el gabinete psicológico de la ESSU hizo un abordaje psicológico a los tripulantes.



La última fase incluyó el abandono de la Unidad, el despliegue de balsas salvavidas y la activación de una radiobaliza EPIRB.



Durante la supervivencia en el mar, frente a la Playa de la Base Naval Mar del Plata, se realizaron diversas maniobras destinadas a simular situaciones de emergencia y a evaluar la respuesta de la tripulación. Se activaron señales luminosas para recrear la señalización del sector de balsas y practicaron técnicas de desplazamiento hacia la costa.



Frente al submarino ARA “Salta”, se dio por finalizado el SMEREX I. Al respecto, el Comandante de la Fuerza de Submarinos, Capitán de Navío Daniel Alfredo Corvalán, dirigiéndose a la tripulación expresó: “Este ejercicio no solo sirvió como una oportunidad para poner a prueba los protocolos de emergencia, sino también como un recordatorio del valor del trabajo en equipo y la preparación constante del personal que integra esta Unidad».




martes, 18 de octubre de 2022

Argentina: Encuentran restos de submarino nazi en Quequén

¿Un submarino nazi en el Mar Argentino? Sorpresivo hallazgo a la altura de Quequén

La estructura fue encontrada por el grupo de investigación Eslabón Perdido, comandado por el especialista en el nazismo en la Argentina Abel Basti
Infobae
La Nación
Se trata de una investigación del Grupo Eslabón Perdido, que busca submarinos nazis

Un grupo de investigación especializado en la búsqueda de submarinos en las profundidades de las aguas argentinas asegura que en el transcurso del 2022 fue hallado un submarino que pudo pertenecer a las altas jerarquías del nazismo a pocos kilómetros de la costa de la ciudad balnearia de Quequén.

El equipo de investigación denominado Eslabón Perdido y comandado por Abel Basti, periodista e investigador especializado en la presunta llegada de Adolf Hitler a la Argentina, llevó a cabo una búsqueda de casi un año y en el mes de marzo denunció ante la Prefectura Naval Argentina el hallazgo de restos de lo que podría ser una embarcación, a casi 30 metros de profundidad en el Mar Argentino.

“En el año 2021 conformé un grupo de investigación al que puse el nombre de Eslabón Perdido, con el fin de buscar los submarinos de Hitler que arribaron a la Argentina en 1945, cuando estaba terminando la Segunda Guerra Mundial”, afirmó Basti en un video publicado en su canal de Youtube, donde brinda detalles de la investigación.

Basti afirmó que el último 9 de marzo realizó junto a su equipo la denuncia ante Prefectura y que el Servicio de Hidrografía Naval reconoció que el casco hallado no estaba registrado. Por ende, se procedió a incorporarlo en las Cartas Náuticas.

El presunto periscopio de ataque del submarino, captado por el ROV de Prefectura (Captura video)

Según el propio Basti, la embarcación encontrada se hallaba a unos 28 metros de profundidad y a unos 4 kilómetros de la costa, entre las layas de Costa Bonita y Arenas Verdes.

Asimismo, fuentes autorizadas le confirmaron a Infobae que la Prefectura Naval Argentina corroboró el hallazgo de la estructura e inició su propia investigación para intentar determinar el origen y el tipo de estructura encontrada.

El objeto hallado se encontraba en la posición de coordenadas Lat. 38° 35.840 S - Long. 058° 35846´ W y, de acuerdo a los primeros análisis, se trataba de restos navales que no corresponderían a ningún naufragio conocido o declarado formalmente (ver mapa inserto debajo).




El punto de naufragio, de reciente incorporación a las cartas náuticas a partir de esta investigación, está a unos 4 kilómetros de la costa, justo frente del sector de playas que marca el límite entre los partidos de Lobería y Necochea. Coincide con los fondos de la estancia Moro Mar, mismo punto donde —según registros periodísticos de época— pobladores y navegantes habían advertido movimientos de desembarcos. “Hay testimonio de un comisario de apellido Mariotti, que acude al lugar y debe retirarse cuando lo reciben hombres rubios armados con ametralladoras”, recuerda Basti a LA NACION de relatos que, con más detalles, describe en sus libros.

De acuerdo a la Ley 25.743 Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico, el hallazgo fue puesto en conocimiento del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación (INAPL) y del Centro de Registro del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico de la Provincia de Buenos Aires (CREPAP).

Así, para la constatación e investigación de la estructura hallada, la Prefectura montó un operativo en el lugar, donde también participaron su guardacostas del Servicio de Salvamento, Incendio y Protección Ambiental SB-15 Tango, tripulado por buzos y dotado de tecnología apropiada para este tipo de búsquedas.

Para la investigación se usó un ROV (Vehículo operado en forma remota) e inmersiones de al menos 12 buzos de profundidad. Allí se confirmó el hallazgo del naufragio, ubicado a una profundidad que oscilaba entre los 25 y los 30 metros y disperso en una zona que contemplaba 80 metros de largo y unos 10 metros de ancho.



Abel Basti, integrante de Eslabón Perdido

Un periscopio, la torreta, la escotilla y cubierta, sumados a las extensiones de eslora y manga de la embarcación, coinciden con el perfil de los denominados U-Boot que Adolf Hitler movilizó primero para defensa y combate y luego, según refieren y dan por firme quienes siguieron de cerca los pasos en fuga de algunos de los jerarcas nazis, escapar hacia aguas lejanas que los acercaran a tierras que consideraban refugios seguros.

Una vez detectada la estructura, comenzaron a aparecer las discrepancias entre el análisis de los especialistas que respondían a la propia Prefectura y los especialistas consultados por los miembros del grupo Eslabón Perdido.

Según le confirmaron fuentes autorizadas a Infobae, debido a que los restos presentaban un alto grado de deterioro, incrustaciones, enterramiento y acumulación de sedimentos y a las características del lugar, que generaban escasa visibilidad por la presencia de materia inorgánica en suspensión en constante movimiento por la acción de corrientes y el oleaje, la Prefectura Naval no pudo detectar otros indicios que permitan determinar tipo ni origen de los restos náufragos del navío.

La entidad naval derivó parte del análisis a base a peritos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL). A raíz de un estudio sobre el material audiovisual recogido por el ROV, el INAPL elaboró un informe técnico y concluyó que los restos corresponden a un conjunto de estructuras y objetos metálicos, principalmente ferrosos y posiblemente asociados a algún tipo de plataforma flotante o embarcación de uso portuario. Sus características y estado de conservación permitieron estimar su período de construcción y uso en la segunda mitad del siglo XX.

Un modelo de submarino similar al que siempre se dijo que había llevado a Hitler a la Argentina y que fue hallado en Dinamarca

Por su lado, el equipo Eslabón Perdido también obtuvo acceso al material audiovisual recogido por el ROV, el cual fue elevado a los ingenieros navales Juan Martín Canevaro y Andés Cuidet. Según el grupo de investigación, los especialistas confirmaron que se trataba de un submarino debido al hallazgo del periscopio de ataque de la embarcación.

Eslabón Perdido también solicitó ayuda a la Liga Naval Italiana, especializada en el hallazgo de submarinos de la Segunda Guerra Mundial.

“El Perito Fabio Bisciotti ratificó los registros de un periscopio, parte de la torreta y escotillas. Además, identificó la estructura de la cubierta del submarino”, indicó Abel Basti en el video publicado en su canal de Youtube.

Y Basti agregó, para sumar más misterio a la incógnita sobre la embarcación: “La pericia italiana agrega además un dato inquietante: el caso presenta signos de haber sido deliberadamente explotado, posiblemente con la finalidad de borrar evidencias”.

Por el momento, la Prefectura no tiene planificado realizar una nueva investigación sobre la estructura naval hallada, con el fin de determinar si se trata de los restos de un buque o de un submarino nazi.

Relatos de un desembarco

“Un muchacho, lector de los libros de Basti, da la primera pista a partir de relatos de su abuelo sobre un desembarco nazi en el sector de playas que está entre Costa Bonita y Arenas Verdes, cerca de Quequén”, cuenta a LA NACION Carlos Palotta, otros de los miembros de Eslabón perdido.

Entonces, con aportes adicionales de navegantes que admitían en esa ubicación registros de sonda sobre algún elemento no presente en cartas náuticas, se aventuraron en confirmarlo. Fueron ellos quienes hicieron la denuncia ante Prefectura de restos de naufragio, con ubicación exacta, que luego la fuerza de seguridad ratificaría con el informe técnico rotulado 2022- 63270731, documento al que accedió LA NACION.

Eslabón Perdido aportó esas imágenes en video a los peritos Andrés Miguel Cuidet y Juan Martin Canevaro, al que Basti destaca por tratarse del presidente del Consejo Profesional de Ingeniería Naval. “Pudieron detectar una pieza que no deja dudas, como es un periscopio”, afirmó, entre otras propias de un submarino. “También puntualizaron que se ve lo que resulta compatible con una torreta de los U-Boot”, acota a LA NACION sobre la denominación que tenían los submarinos alemanes de la Segunda Guerra Mundial.




Ahora se aguarda el informe definitivo de la LNI, especializada en análisis de naufragios durante la Segunda Guerra Mundial. “Que los submarinos alemanes estuvieron por aquí está confirmado con la presencia del U-530 y U-977 que, en el tramo final de aquellas batallas, se rindieron en la Base Naval de Mar del Plata”, recuerda el investigador para convencer a quienes creían imposible que ese tipo de buques pudiera cruzar en aquella época el océano Atlántico de punta a punta. Aquel acontecimiento se dio entre junio y agosto de 1945, entre uno y tres meses después de la rendición alemana.  

Los peritos argentinos convocados para analizar los registros de este relevamiento del naufragio creen conveniente recurrir a un sonar multihaz para lograr un mapeo total y más detallado del casco allí hundido, que se encuentra muy deteriorado. Y en la medida de las posibilidades, avanzar con el rescate de algunas piezas que puedan ser analizadas en origen para conocer con precisión si son del mismo material con el que se construían submarinos en Alemania y si efectivamente son piezas utilizadas en ese tipo de embarcaciones.

Basti recuerda que el proyecto Eslabón Perdido está declarado de interés municipal en Necochea y Lobería y que en esta última comuna hay predisposición para que, en caso de que se rescate alguna parte de la investigación, permanezca allí en custodia para el tramo de análisis y peritajes. Confían, anticipa, que puede ser puntapié de un nuevo atractivo cultural y turístico para ese distrito.

sábado, 30 de abril de 2022

Argentina: Mar del Plata antes y después de la conquista del Desierto



Foto restaurada y colorizada 1874 - Mar del Plata
Antigua foto del saladero vista desde la loma de Santa Cecilia.
Año de la fundación. Trabajo sobre imagen enviada por Carlos Alberto de Ada para Fotos de Familia del Diario La Capital 


1889 - Mar del Plata

miércoles, 13 de septiembre de 2017

SGM: La rendición de submarinos alemanes en Mar del Plata

Submarinos alemanes en el Mar del Plata.

La rendición de Alemania

A las 8,30 hs. del 5 de mayo de 1945 cesaron su resistencia en el teatro de operaciones europeo las Fuerzas Armadas alemanas. El Gran Almirante Doenitz, que había conducido hasta el borde del éxito total la campaña submarina alemana y que ahora -por mandato de Hitler- asumía la responsabilidad de la rendición, comunicó mediante mensaje especial (núm. 0953/4) a sus preciados submarinistas la dramática nueva: Alemania había sido vencida. Conocida la capitulación automáticamente entró en vigor la operación "Arco Iris": el grueso de la flota germana se hundía a sí misma. Ello provocó la inmediata reacción del Alto Comando Aliado, que exigió a Doenitz pusiera fin a la destrucción de buques en cumplimiento de las cláusulas de rendición. El 6 de mayo, por Radio Flensburgo, Doenitz recordó al personal naval "...la prohibición de hundir los barcos o dejarlos inservibles mediante la destrucción de toda o parte de sus maquinarias o instalaciones".

Efectuada la capitulación de Reims el 8 de mayo, ese mismo día el Almirantazgo Británico radió un mensaje a los submarinos alemanes en alta mar, advirtiéndoles que, bajo el riesgo de quedar fuera de la ley, "...deberán subir a la superficie; izando una bandera o pendón negro, informando respecto a su posición en lenguaje claro a la estación inalámbrica más cercana y seguirán navegando en superficie hacia aquellos puertos que les sean indicados, con torpedos desarmados y el cañón en crujía ".
El 8 de mayo se registraron las últimas acciones bélicas de los submarinos germanos; frente a las costas del noroeste europeo fueron hundidos el vapor inglés "Avondale Park" y también un carguero noruego.
El 9 de mayo, a 50 millas del Cabo Lizard , emergió izando un paño negro el "U-249", en acatamiento a las instrucciones de rendición de este submarino en los siguientes días más de sesenta submarinos se entregaron en puertos de Escocia, Irlanda, Gibraltar y Noruega; cinco lo hicieron en aguas norteamericanas y uno en Canadá.
El 11 de mayo la agencia informativa "United Press" difundió una noticia que causó sensación en Chile y Latinoamérica: el jefe del Distrito Naval Norte de Chile "habría" anunciado que un submarino alemán navegaba frente a Iquique. La misma agencia informó más tarde de una "conversación entre la tripulación alemana que pedía permiso para rendir el submarino en el puerto de Tocopilla y el Jefe de la Base que accedía a lo solicitado". No obstante ésta y otras minuciosas "informaciones" de la U.P. al respecto, no se tuvieron en día posteriores más noticias del presunto sumergible alemán.
El 20 de mayo el "U-963" emergió cerca de la costa portuguesa y después de abrir los grifos de inundación, su tripulación abandonó la nave en botes neumáticos. Con la presencia de este último submarino, todo parecía indicar que finalmente el Atlántico estaba libre de submarinos alemanes.
Para fines de mayo el Almirantazgo Británico tenia en su poder a las más altas autoridades navales del Reich, como así también a los proyectistas de la guerra submarina. A ello había que agregar los testimonios de los jefes de flotillas; la información de los astilleros; el diario de operaciones del comando de submarinos y toda la documentación secreta; en resumen, la Kriegmarine no tenía ya secreto alguno que no estuviera en poder de los ingleses. Así, éstos estaban en condiciones de establecer la cantidad de submarinos alemanes en alta mar al final de la guerra.
"Sobre la base de la información disponible, fue que en la noche del 28 al 29 de mayo de 1945 el almirantazgo comunicó a todos los países que "... los buques que naveguen en el Atlántico podrán hacerlo con las luces encendidas". No obstante su laconismo , en nada disminuyo la tremenda fuerza del anuncio ingles: después de casi 6 años, el Atlántico podría ser navegado sin temor a los "lobos grises". Cierto era que aun se desconocían el paradero de algunos pocos submarinos, pero resultaba posible que sus tripulaciones hubieran destruido las naves y desembarcado secretamente en Noruega u otro lugar para intentar el regreso al hogar; también resultaba posible que submarinos considerados "averiados" en realidad estuvieran hundidos.
Cuando el 3 de Junio otro submarino germano se presento ante Leixoes, Portugal, el periodismo de las potencias vencedoras difundió la teoría de "Hitler huyendo en submarino hacia alguna remota base secreta" y el de la "colaboración con Japón". Si bien la Inteligencia naval de los Estados Unidos e Inglaterra no era influida por tales fantasías periodísticas, no dejo por cierto de llamarles la atención la presencia de un sumergible a casi un mes finalizada y las declaraciones de los jefes navales prisioneros. Una vez hecho esto y para tranquilizar la opinión publica, el 13 de junio el Departamento de marina de los Estados Unidos hizo conocer la siguiente declaración : "si bien se desconoce la suerte de 4 ó 6 submarinos alemanes en el Atlántico, se cree que han sido hundidos... por otra parte se tiene la seguridad de que (en caso de que hubiera alguno) no operan ya en el atlántico y no es de creer que alguno tenga el suficiente radio de acción para llegar a Japón".
En tanto la marina norteamericana emitía tal declaración, dos submarinos germanos, con armamento completo, se deslizaban a máxima velocidad bajo las aguas del Atlántico Norte eludiendo todo contacto con naves de superficies.
El 9 de julio una dramática noticia conmovía a América latina; el crucero brasileño "Bahía" había naufragado en las cercanías de las rocas de San Pedro y San Pablo. El siniestro había ocurrido el 4 de julio, pero recién se tomo conocimiento cinco días mas tarde cuando el carguero ingles "Belfa" comunico haber recogido una balsa con 33 sobrevivientes del "Bahía".
En un primer momento las autoridades de la Armada Brasileña consideraron que la tragedia pudo ocasionarla una mina a la deriva, dada la seguridad de las pólvoras modernas que hacia muy improbable la explosión de la santa bárbara del buque por combustión espontánea. Pero 24 horas después de conocido el hundimiento del bahía, una noticia sensacional vendría a agitar al Brasil: Un submarino se rendía en la Argentina.


El U530
En la mañana del 10 de julio el puerto de mar del plata registraba sus tareas habituales. La bruma del invierno marplatense obligaba a las barcas de los pescadores a realizar sus tareas no lejos de la costa; a 2 kilómetros, la base de submarinos de la marina de guerra Argentina desarrollaba su rutina, hasta que el personal de vigilancia advirtió a las 7:30 horas que, 4 ó 5 Km mar adentro, una nave efectuaba señales luminosas; minutos antes de que en la base de submarinos se advirtiera los destellos luminosos 2 barcas que estaban en plena faena vieron surgir a menos de 100 metros la torreta de un submarino que en pocos segundos emergió totalmente.
Altamente familiarizados con las siluetas de los sumergibles nacionales, los pescadores comprendieron inmediatamente, que se trataba de una nave extranjera, lo que confirmaron cuando el puente de la misma se pobló de gente rubia "que hablaban en idioma complicado". Mientras los pescadores estaban absortos ante la sorprendente aparición, desde el puente del submarino una lámpara comenzó a transmitir un mensaje luminoso que fue el advertido desde la base.
Notificado el comandante de la misma de la novedad, éste inmediatamente se hizo presente en la sala de observación dando personal lectura al mensaje. Su sorpresa no pudo ser mayor, el mismo decía: "German Submarine".
Por más de quince minutos intercambiaron mensajes el comandante germano y el jefe accidental de la base Mar del Plata, capitán de corbeta Ramón Sayús. Luego de identificar a su nave como el "U-530", el comandante alemán informo que deseaba rendirla pacíficamente. Aceptada la solicitud, el U-530 reanudó lentamente la marcha para finalmente atracar, al costado del guardacostas General Belgrano. Cumplidas las maniobras de amarre y luciendo sus condecoraciones de guerra, el comandante alemán, Teniente de navío Otto Vermouth, formó a sus hombres en cubierta para recibir a las autoridades argentinas. Una vez éstas a bordo, el teniente Vermouth arengó a sus subordinados, siendo a continuación notificado que él y sus hombres debían abandonar la nave en calidad de prisioneros de guerra.
Finalizo así, la larga travesía del U-530, si bien aun, debía afrontar dos graves sospechas: la presencia de Hitler o colaboradores suyos a bordo y el presunto torpedeamiento del "Bahía".
Botado el 28 de julio de 1942 en los astilleros "Deutsche Werft" de Hamburgo, el "U-530" pertenecía a la clase IX C, con un desplazamiento de 1.144/1.247 t. Con carga completa de fuel-oil (214 t.), su autonomía era de 11.400 Km, pudiendo desarrollar una velocidad de superficie de 18 nudos y en inmersión de 7 nudos. El armamento consistía en un cañón de 10,5 cm.; un cañón A/A de 3,7 cm. y 2 ametralladoras A/A de 20 mm , seis tubos lanzatorpedos de 21 pulgadas -cuatro en proa y dos a popa- con 21 torpedos a bordo. También podía transportar 33 minas y estaba equipado con Snorkel. Al mando del teniente Vermouth que realizaba su primer viaje como comandante y 54 tripulantes, el "U-530" zarpó de Kiel el 19 de febrero de 1945 con rumbo a Noruega. Reaprovisionado en Christiansand, el sumergible marchó hacia su zona de operaciones en el Atlántico Norte, donde recibió la noticia de la capitulación. Reunidos en consejo, oficiales y tripulantes decidieron ignorar la orden de emerger dada por los aliados, intentando en cambio el viaje hacia Argentina.
Este acto de desobediencia a la determinación final de su gobierno y a la orden de las potencias vencedoras, puso a un puñado de hombres en una situación extraordinaria, inédita en la historia, que les confería absoluta libertad de decisión en una poderosa unidad de ataque. Pero tal condición, con sus falsos atractivos, llevaba implícita grandes riesgos, uno de los cuales era la falta de autoridad oficial que sirviera de respaldo al teniente Vermouth para imponer castigos a bordo.
Comenzó así a deteriorarse la disciplina, abandonándose las tareas de mantenimiento y limpieza, lo que explica el aspecto del submarino al llegar a Mar del Plata: sin rastros de pintura y carcomido por la herrumbre el casco, en tanto que los compartimientos interiores ofrecían un aspecto "desconcertante" -al decir de un oficial argentino- por la suciedad y confusión que en ellos reinaba. Poco antes de llegar a la costa Argentina, fueron desmontados y arrojados al mar el cañón de cubierta y el A/A de 3,7 cm., junto con toda la munición. Siguieron el mismo camino los torpedos, las cartas de navegación, los libros de claves y el cuaderno de bitácora; también se destruyeron los aparatos y sistemas considerados "secretos".
Casi agotado el combustible y sin víveres, dos meses después de finalizada la guerra en Europa llegaba a Mar del Plata el 9 de julio de 1945 -día de la independencia Argentina- la nave alemana, provocando asombro y comentarios en todo el mundo. En la tarde del 12 de julio la cubierta del: "U-530" fue escenario de una sencilla ceremonia: el teniente Vermouth firmaba el acta de rendición, izándose a continuación la bandera Argentina en el puente de la nave.
Con tal acto, concluyó oficialmente la vida bélica del submarino germano, que en su larga travesía final había establecido un "record" de larga distancia para tal tipo de naves y, además el de navegación con Snorkel. Sin embargo, pronto ambas marcas serían batidas por otro submarino alemán.
Dadas las circunstancias, la primera pregunta que individualmente se le formuló a Vermouth y sus hombres era por demás inevitable: ¿estuvo Hitler o algún otro dirigente del Reich a bordo? Las rotundas negativas de los marinos germanos a tal presunción la respaldaron con el argumento de que el fin de la guerra les había sorprendido en alta mar y que entonces habían decidido viajar hasta la Argentina con el fin de eludir el duro cautiverio de los vencedores. Cierto era que en la Argentina también había declarado la guerra al Reich pero ellos consideraban que era un acto producido por especiales circunstancias diplomáticas.
Las declaraciones de los prisioneros eran complementadas con minuciosas pericias técnicas a bordo del sumergible y, además, con la información que enviaba el alto comando aliado. La posibilidad de una confabulación de silencio entre los 54 tripulantes pronto quedó también descartada, ya que resultaba imposible, y se emplearon varios métodos para comprobar que secretos de trascendencia pudieran ser guardados con éxito por tantas personas.
Otro de los aspectos que llamó la atención de los investigadores fue la juventud del comandante alemán. Sólo 25 años, y de la tripulación. -edad promedio 23 años- comprobándose posteriormente que ello era causa directa de la campaña anti-submarina de los aliados, que obligó al mando alemán a reemplazar las bajas con personal cada vez más joven. Por otra parte submarinistas con mayor experiencia eran retirados del frente hasta que estuvieran en servicio los nuevos submarinos tipo XXI y XXIII.
En lo que se refería al "Bahía" los alemanes manifestaron desconocer lo que pudo ocurrirle a dicha nave, ya que ellos habían pasado con anterioridad al 4 de julio y a más de 150 millas de las rocas de San Pedro y San Pablo. No obstante tales afirmaciones, lo que sacó de dudas a los investigadores sobre la responsabilidad del "U-530" en el desastre fueron las 3.500 millas existentes entre las rocas de San Pedro y San Pablo y Mar del Plata, distancia ésta que no podía ser salvada por el submarino en escasos cinco días de navegación. De haber demorado dos o tres días más su entrada a Mar del Plata el "U-530", su comandante se habría visto en graves aprietos, pues las pruebas a su favor como eran el libro de bitácora y las cartas de navegación con la ruta seguida, las había arrojado al mar.
Teniendo en cuenta las declaraciones de los prisioneros, las comprobaciones que se efectuaron y los informes enviados por los aliados, el 13 de julio la Armada Argentina emitió un comunicado en el que se informaba al público "que ningún dirigente político o militar de Alemania viajó a bordo del "U-530" y que tal nave era por completo ajena al desastre del "Bahía".
La prensa internacional dedicó amplios comentarios al "U-530", deslizando hipótesis que, en algunos casos, resultaron ser verdaderas creaciones de "ciencia-ficción". El diario soviético "Izvestia'' en su edición del 12 de julio, consideró "que seria interesante saber quién ha viajado oculto" en dicho sumergible y también "quién pudo abastecer a esa nave pirata con alimentos y combustible durante los dos últimos meses".
También la prensa brasileña se mostró agresiva -31 mercantes de Brasil fueron hundidos por submarinos germanos- no vacilando en señalar al "U-530" como autor de la tragedia del "Bahía. Lo notable del caso es que altas autoridades navales de Brasil avalaron públicamente tal posibilidad, sin tener en cuenta detalles técnicos y sin esperar el resultado de las investigaciones que se efectuaban en la Argentina. Así es como el jefe del Distrito Naval Río de Janeiro -al que pertenecía el "Bahía"- almirante Dodswort Martins, pocas horas después de conocerse la presencia del submarino alemán en Argentina declaró al periodismo, que "según mis cálculos de navegación el U-530 pudo haber estado en el sitio del desastre del Bahía en la mañana del 4 de julio".
Pocos días después, el mismo oficial volvió sobre el tema, señalando la "posibilidad de que el corsario nazi que se rindió en Mar del Plata haya pasado por el lugar del desastre y colocado minas...desde el lado moral del asunto el comandante nazi se hallaba en un estado de latente agresividad contra Brasil, en virtud de que, pudiendo elegir un puerto brasileño para rendirse, no lo hizo así".
"Por otra parte", agrega el marino brasileño, "resulta inadmisible la explosión espontánea de la santabárbara del Bahía". Ya fuere por las pasiones propias de la época y/o por transferir responsabilidades, las arriesgadas afirmaciones del almirante Martins fueron contestadas por el dictamen oficial de la comisión Investigadora del caso "Bahía": la nave fue destruida por la explosión del pañol de municiones.
La presencia del submarino alemán a más de dos meses de finalizada la guerra, era capaz de convertirse en otro elemento perturbador de las ya difíciles relaciones entre Argentina y los Estados Unidos.
La renuencia Argentina a declarar la guerra al Eje (recién se verificó esto el 27/3/45); la negativa campaña de medios políticos y periodísticos de la Unión contra el gobierno argentino y la desembozada actividad "extra diplomática" del embajador Sprullle Braden, ya de por sí factores de tensión suficientes como para que la sospecha que se admitía a dirigentes del III Reich en la Patagona u otro lugar del territorio nacional, sirviera de nuevas justificaciones para quienes estaban empeñados en deteriorar la posición internacional de Argentina.
Así es como se dio rápida respuesta afirmativa a la solicitud que el 10 de julio presentaron los agregados navales de Norteamérica e Inglaterra, para inspeccionar la nave rendida, Posteriormente se cursaron invitaciones a los agregados navales de varios países sudamericanos para visitar el "U-530", proporcionándoseles toda la información técnica que requirieron. Lo fundamental sin embargo era el destino final del "U-530": ¿quedaría incorporado como legítima presa de guerra a la Armada Argentina y sujeta a sus leyes la tripulación? Atento a la delicada situación Internacional, el gobierno ordenó que se formara una comisión especial encargada de estudiar el caso y elevar al Ejecutivo las correspondientes recomendaciones.
En sólo48 horas se expidió la mencionada comisión, que en su dictamen señaló".. .que el submarino (U-530) ha violado, voluntaria o involuntariamente los compromisos contraídos en el acta de rendición de Reims..., de los términos de la rendición no se supone otra cosa que la entrega en forma incondicional, a las fuerzas aliadas y la forma y la oportunidad de su entrega está establecida en el acta de rendición del 8 de mayo, por lo que el comandante del submarino debió emerger izando una bandera negra..., rendida a las fuerzas argentinas, en una base Argentina, cumple a su gobierno poner el submarino (U-530) a disposición de los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra, juntamente con su tripulación y las actuaciones que hayan realizado nuestras fuerzas navales. Buenos Aires, julio 13 de 1945".
Aceptada tal conclusión -de innegables fallas- el 18 de julio el gobierno argentino -presidente ; General Edelmiro J. Farrel ; vicepresidente y ministro de Guerra, Coronel Juan D. Perón- notificó a Londres y Washington la decisión de entregar al submarino y sus tripulantes. De común acuerdo los aliados decidieron que la marina norteamericana se hiciera cargo del "U-530", enviando para tal efecto una dotación de 35 hombres a la Argentina. Vanos pues, habían sido los esfuerzos de Vermouth y sus hombres por eludir los campos de concentración y fallidas resultaron las esperanzas de los marinos argentinos que querían para su bandera tan moderna unidad de ataque.
Casi sin tener en cuenta los comunicados oficiales, la Imaginación popular forjaba sus propias teorías y levantaba sospechas de toda clase en torno al "U-530". Por cierto contribuía a ello en gran medida la prensa sensacionalista y además, el aura que rodeaba a los submarinos germanos que eran considerados con poderes poco menos que mágicos.
En este contexto, no es de extrañar que a partir del "U-530" se produjera una psicosis colectiva en ciudades y poblados de litoral marítimo argentino, sucediéndose las denuncias sobre "submarinos alemanes merodeando cerca de las costas". El 16 de julio más de una docena de vecinos de San Clemente del Tuyu, comunicaron a las autoridades haber observado dos submarinos alemanes a 5 ó 6 kilómetros de la costa". Los testimonios de tantos "observadores" movilizaron a la Marina y el Ejército, que inmediatamente dispusieron un intenso patrullaje, aeronaval de la zona y el registro de las playa para buscar indicios de desembarcos.
En días sucesivos se efectuaron nuevas denuncias, llegando un "observador" a declarar que la identificación de uno de los sumergibles era "U-124". Sin embargo, el submarino alemán con tal número había sido hundido el 2 de abril de 1943 al oeste de Oporto. Lo notable del caso es que la psicosis de los submarinos, por así llamarlo, se extendió hasta Brasil y Uruguay, donde también se denunciaron "avistajes" de tales naves. ¡Tal parecía que toda una manada de "lobos grises" navegaba por el Atlántico sur con rumbo e intenciones desconocidas bajo el mando directo del Querer! Las noticias provenientes de Sudamérica hallaron amplio eco en los servicios de inteligencia aliados que, a más de estar ya ocupados por la extraña presencia del "U-530", debían ahora tener en cuenta la posibilidad de que varios submarinos germanos estuvieran navegando hacia metas desconocidas.
Los investigadores contaron una vez más con la colaboración de los ex altos jefes navales alemanes presos, a los que posteriormente se les permitió efectuar declaraciones públicas con el fin de disipar los peligrosos rumores que corrían por el mundo. Así es como el 19 de julio el almirante Godt señaló a los periodistas "no creer que Hitler hubiera huido de Alemania, ya que es imposible para un hombre como el Fuehrer vivir como un señor X. Si Hitler no ha muerto en Berlín, es imposible que no lo sepamos Doenitz y yo".
Por su parte el. vicealmirante Helmuth afirmó que "si se hubiesen hecho preparativos (para sacar a Hitler de Alemania) yo hubiera tenido que estar enterado".
El Senado norteamericano también se ocupó del tema, manteniendo una larga reunión Informativa con representantes de la Armada. Al término de la reunión el senador Mendell Rivers anuncio a los periodistas "que si bien la Armada de los Estados Unidos trata de localizar lo que quede de submarinos alemanes por medio de aviones y buques de superficie, no es de creer que alguno aun esté en el mar". Complementando tantas declaraciones y desmentidas, el 18 de julio la agencia U.P. informó que "en círculos oficiales del Departamento de Marina (norteamericano) se considera poco probable que alguno de los cuatro submarinos cuyo paradero se desconoce esté cerca de la costa Argentina, siendo indudable que debe haber un error en la noticia de que han visto submarinos nazis cerca de ese país..."

El U977
17 de agosto de 1945. La Argentina rendía homenaje a su héroe máximo, el General José de San Martín, con motivo de cumplirse un nuevo aniversario de su muerte. Por tal causa la actividad en la base naval Mar del Plata era casi nula, siendo lo único destacable el anuncio que regresaban a sus apostaderos el rastreador "Py" y el submarino "Salta", luego de cumplir una misión de patrulla, ya a unas ocho millas de la base y siendo las 9,15 horas, ambas unidades argentinas advirtieron, en superficie, a un submarino extranjero que inmediatamente empezó a emitir con el destellador un mensaje cuyo texto fue instantáneamente presentido por los marinos argentinos: "German Submarine".
Identificándose como el "U-977" al mando del capitán de fragata Heinz Schaeffer, el comandante alemán aceptó que una dotación de presa se hiciera cargo de su nave.
Luego de recibir en la cubierta al teniente de fragata Rodolfo Sáenz Valiente, que al mando de 8 hombres le comunico que su misión era la de impedir que el submarino fuera hundido o averiado, el capitán Schaeffer solicitó autorización para dirigir la entrada a puerto.
Flanqueado por los barcos argentinos ingresó en la rada de Mar del Plata a las 11 horas el "U-977", provocando su presencia (38 días después que lo hiciera el "U-530") una verdadera conmoción en Argentina y América. Botado el 2 de marzo de 1943 en los astilleros "Blohm & Voss" de Hamburgo, el "U-977" pertenecía a la clase VII-C, con un desplazamiento de 769/871 toneladas. Su autonomía era de 10.000 Km, pudiendo desarrollar una velocidad máxima en superficie de 17 nudos y en inmersión de 7 nudos. Armado con cinco tubos lanzatorpedos -cuatro en proa y uno en popa- con 10 torpedos de 21 pulgadas., disponía además de 4 A/A. de 3,7 cm. y 4 ametralladoras A/A. de 20 mm. Estaba equipado con Snorkel y equipo FU-M-B (para detectar ondas de radar), disponiendo de los sistemas más avanzados para burlar a las naves anti-submarinas. El 24 de diciembre de 1944 se hizo cargo del "U-977" el capitán Hemz Schaeffer, que abandonaba el mando de un submarino costero del tipo D-II.
Las reparaciones del submarino que ahora comandaba Schaeffer se fueron demorando, debido a los bombardeos aliados que paralizaban el trabajo en fábricas y astilleros.
Ello hizo que recién el 26 de abril de 1945 el "U-977" zarpara con rumbo a Noruega para completar el alistamiento, y el 2 de mayo emprendiera la marcha hacia la misión encomendada: permanecer frente a Southampton y, de ser posible, entrar en el puerto. A poco de partir se averió irreparablemente el periscopio principal, decidiendo Schaeffer continuar el viaje, ya que si regresaban, con seguridad serían enviados a combatir en tierra.
Pocos días después el "U-977" recibió el mensaje de Doenitz con el anuncio de la capitulación y posteriormente la orden de emerger dada por los aliados. De inmediato el capitán Schaeffer reunió a sus hombres para informarles de la situación internacional, anunciándoles que si bien a partir de ese momento no efectuaría acción ofensiva alguna contra el enemigo, tampoco acataría sus órdenes. Más aun: habla meditado un plan que consistía en viajar hasta la Argentina, país con el que Alemania siempre había mantenido cordiales relaciones, siendo un buen ejemplo de ello el trato que se les dispensara a los tripulantes del "Graff Spee"; por otra parte uno de los suboficiales tenía parientes en dicho país y les podía informar con detalles lo que era la Argentina.
Dada la trascendencia del asunto, era algo que debían decidir entre todos. De los 48 tripulantes 30 votaron por el viaje a la Argentina, dos lo hicieron por España y otros 16 sólo querían volver junto a sus familias, eran los casados. Se decidió que los casados serian desembarcados en Noruega, cerca de Bergen, lo que se efectuó en la noche del 10 de mayo.
Luego de acordar que en caso de ser descubiertos declararían pertenecer a un submarino hundido, desembarcaron los hombres, sucediendo el primer contratiempo: el submarino había varado cerca de las baterías noruegas. Luego de muchas horas, ya de día, pudo zafar la nave su posición no sin que antes le fueran disparadas varias salvas desde la costa. Superada con felicidad la dramática situación el "U-977" emprendió su sensacional viaje hasta la Argentina.
El intenso patrullaje de los aliados en el Atlántico Norte, obligó a que gran parte del viaje se efectuara en inmersión, empleando el Snorkel para cargar los acumuladores. Al cumplirse los dos meses de navegación submarina el interior de la nave estaba cubierta de moho; los hombres con rostros macilentos y ojos hundidos sufrían las consecuencias del prolongado encierro en un submarino que navegaba constantemente a 80 metros de profundidad, en una experiencia jamás intentada hasta el momento.
Si a ello se agregan las condiciones técnicas de la nave, que tornaban imposible el desplazamiento de los hombres sin solicitar antes permiso era por demás lógico que el carácter de la tripulación sufriera paulatinas alteraciones pasando desde el hosco mutismo hasta la agresión verbal y/o física por cualquier nimiedad. Se puso así a prueba la capacidad del comandante, que no obstante carecer de respaldo oficial supo salir airoso de tan difícil prueba. Pese a sus 25 años de edad Schaeffer, dominó la situación en todo momento, llegando incluso a separar de su cargo al primer oficial que había cuestionado su autoridad legal.
A los 66 días navegación submarina, alejados ya de la peligrosa zona de Gibraltar, Schaeffer anunció a sus hombres que esa noche subirían a la superficie. La emoción de la tripulación es fácil de imaginar.
Habían establecido un récord mundial absoluto de navegación en inmersión en una nave que no estaba preparada para ello. A partir de ese momento la situación a bordo se normalizó, cumpliéndose las tareas señaladas por los reglamentos. Así, al contrario del "U-530", este submarino alemán llegó a Mar del Plata en perfectas condiciones de cuidado y limpieza.
Hacia el final del viaje se planteó un nuevo problema: la mayoría quería destruir la nave y desembarcar secretamente. Convencidos por su comandante que en caso de ser descubiertos se supondría que con ellos también habían desembarcado personajes del Reich todos aceptaron una vez más el acertado razonamiento del joven capitán que con tanto éxito les había conducido en una travesía tan peligrosa.
17 de agosto de 1945. El "U-977" ha llegado a destino. Formados en la cubierta del submarino la tripulación aguarda, expectante, la palabra del comandante. También están presentes oficiales la Armada Argentina. El capitán Schaeffer inicia su última arenga recordando a sus hombres las vicisitudes de la guerra y la hazaña que representaba haber realizado tan largo viaje hacia la Argentina. Luego de comprometer a sus hombres "a no olvidar que somos soldados alemanes, sobrevivientes de la más temida arma de esta cruenta guerra", Schaeffer concluyó: "por nuestro camarada de acero, el fiel e indestructible U-977, un triple hurra!". Con el último hurra concluía la primera fase de la novelesca aventura del "U-977". Se iniciaba inmediatamente la menos espectacular pero igualmente riesgosa, de los interrogatorios.

El “Bahía”
Construido en Inglaterra durante 1910 y modernizado en 19Z6, el " Bahía " era el tercer buque de la armada brasileña que llevaba tal nombre. Con un desplazamiento de 3.150 t. estaba armado con 10 cañones de 4 pulgadas; 4 de 3 pulgadas y 4 tubos lanzatorpedos de 21 pulgadas.

Al mando del capitán de fragata García D Ávila Pieres de Carvalho Albuquerque, el 3 de julio de 1945, el "Bahía" era parte del sistema de seguridad establecido para recibir al primer contingente de la Fuerza Expedicionaria Brasileña que regresaba de Italia. Para ello ocupaba la estación Nº 13 a 1.200 Km al noroeste de Pernambuco, en las cercanías de las rocas de San Pedro y San Pablo, de acuerdo con un plan que además establecía la comunicación entre buques a horas fijas.

El día 4 por la mañana el "Bahía" no cumplió con el plan de transmisiones lo que causó alarma, si bien el día 5 un avión norteamericano afirmó haberlo avistado. Entretanto había sido despachado al lugar el crucero "Río Grande Do Sul", que llegó al sitio el 7 sin hallar rastros del "Bahía". El misterio se aclaro 48 horas mas tarde, -cuando el carguero inglés "Belfa"- comunicó haber recogido una balsa con 33 sobrevivientes del Bahía.
Si bien en un principio se considero que el naufragio obedeció al choque con una mina a la deriva y más tarde a la acción hostil de un submarino alemán, la Comisión Naval encargada de la investigación finalmente determinó que la tragedia fue ocasionada por la explosión espontánea de la santabárbara del buque, que se partió en dos y hundió en solo tres minutos. De sus 427 tripulantes, 367 hallaron la muerte, incluido el comandante de la nave
La ola de conjeturas, comentarios y acusaciones que desató la inusitada presencia del "U-977" en la Argentina, a tanto tiempo de finalizada la guerra, rebasó a la opinión publica y al periodismo de América para atrapar -y con justicia- a los medios políticos y militares de las potencias vencedoras.
El 18 de agosto la Marina Argentina inició las actuaciones sobre la presencia del submarino alemán en aguas argentinas, debiendo su comandante responder a tres cuestiones fundamentales: el hundimiento del "Bahía", la tardía aparición de la nave luego de la capitulación y la eventual presencia de personajes políticos del Reich en el submarino. Además había muchas preguntas conexas que debían ser claramente respondidas por el comandante alemán.
En lo que se refería al barco brasileño "Bahía", Schaeffer negó toda participación en el siniestro, aportando como pruebas las cartas de navegación con la ruta seguida, el libro de bitácora y las anotaciones meteorológicas del día correspondiente al hundimiento del "Bahía". Además, no faltaba ningún torpedo del submarino y por otra parte, resultaba absurdo emprender acciones ofensivas que carecían de todo sentido.
Quedaba pues perfectamente en claro que el "U-977" era ajeno al siniestro del buque brasileño quedando en firme el dictamen de la comisión naval de Brasil. Cuando debió responder el por qué de la preferencia por Argentina, el comandante alemán sostuvo "...el botín técnico de la guerra queda ahora en poder de los vencedores, incluidos los soviéticos que indudablemente han de tener los últimos modelos de submarinos alemanes. Dada las relaciones con Argentina, he considerado cumplir las órdenes de Doenitz de modo tal que implicará una ventaja para la Argentina... por otra parte también había pensado en mi tripulación que en ninguna nación podría recibir trato mejor que aquí, en la Argentina". Schaeffer concluyó su exposición revelando un oculto pensamiento -similar al de muchos oficiales alemanes- de misterioso sustento: "...y además, señor capitán, he tenido la secreta esperanza de que mientras navegábamos hacia estas acogedoras playas, tal vez ocurrirían cambios fundamentales en la alta política".
"Lamentablemente he esperado en vano". En lo que a "los personajes políticos" se refería, ninguno había estado a bordo del submarino, si bien él no podía probar sus afirmaciones.
Por cierto que tampoco los investigadores pudieron efectuar comprobaciones contrarias. Finalmente, era un asunto que sólo el tiempo se encargaría de dilucidar. A fines de agosto llegaron a Mar del Plata miembros del Servicio de Inteligencia Naval norteamericano, con la intención de "profundizar" las investigaciones en torno al "misterioso" caso del U-977.
No obstante que para entonces, ya los gobiernos aliados habían dado una versión oficial de la muerte del Fuehrer, "por las dudas" los norteamericanos apenas tuvieron en su poder a Schaeffer empezaron a dispararle preguntas: "usted ocultó a Hitler " "Díganos ya, dónde está! ". Finalmente el capitán Schaeffer y sus hombres fueron trasladados a Estados Unidos, permaneciendo por meses en un campo de concentración "para prominentes" en las cercanías de Washington. Agotadas las instancias, finalmente los norteamericanos enfrentaron, imprevistamente, en una habitación cuajada de micrófonos ocultos a Schaeffer y Vermouth con la esperanza que en el "reencuentro", alguno de los oficiales deslizara alguna infidencia sobre el "convoy fantasma".
Fracasado también tal intento, el capitán Schaeffer fue puesto en manos de los ingleses que, por supuesto, también intentaron suerte en los interrogatorios. Finalmente se le concedió la libertad y a mediados de 1946 Schaeffer estaba otra vez en Alemania. Luego marchó hacia la Argentina donde formó familia y vivió por muchos años.

La leyenda
Pese a los anuncios oficiales con el resultado de las investigaciones que efectuaron los gobiernos de Argentina, Norteamérica e Inglaterra el asunto de los submarinos "U-530" y "U-977" fue tema por largo tiempo para los diarios del continente. "El Día" de Montevideo, ejecutó toda una campaña al respecto, con la afirmación que Hitler, Bormann y otros personajes -con los tesoros del III Reich- estaban en la Argentina. También los aventureros de la pluma encontraron en el tema una veta que les sustrajera del anonimato, pergeñando historias sensacionalistas que se publicaron en diarios, libros y folletos.
Entre estos "escritores" un tal Szabo escribió un libro donde luego de afirmar que en 1938 el buque alemán "Schwabenland" había viajado a la Antártida con el fin de preparar un nuevo "Berchtesgaden", afirmaba que los submarinos rendidos en la Argentina eran parte del "convoy fantasma" que custodiaba a Hitler y sus íntimos hacia la nueva base donde empezarían la conquista del mundo. Indudablemente hoy, a casi 60 años de la llegada de las submarinos alemanes a la Argentina, y apagados en cierta medida los odios y sus absurdos de la última guerra mundial, resulta ocioso detenerse a comentar las posibilidades de que otras circunstancias, que no fueran las comprobadas oficialmente, impulsaran la llegada de los submarinos alemanes a la Argentina.
Sin embargo, quien llegue a Mar del Plata y hable hoy con antiguos vecinos de la ciudad sobre el tema, no dejarán éstos de deslizar alguna sospecha sobre los submarinos alemanes que llegaron a puerto, y le referirán algo sobre "los otros", que no entraron a puerto. Como sucede con episodios de tal naturaleza, la realidad se ve en parte suplantada por la fantasía, quedando la leyenda como epílogo o conclusión más vistosa y agradable para el entendimiento popular.
Sin embargo, a fuer de cumplir con la información sobre el caso, cabe consignar que después de la presencia del "U-977", el Departamento de Marina norteamericano no emitió comunicado alguno desmintiendo la posibilidad de que otros submarinos alemanes estuvieran en alta mar.

El fin de los “lobos grises”
Navegando por sus propios medios, en septiembre de 1945 fueron llevados a la Unión el "U-530" y el "U-977". Una vez quitados los equipos más delicados de ambas naves, el Departamento de Marina norteamericano ordenó que se les hundiera, por torpedeamiento, en el Atlántico Norte. En enero de 1946 se cumplía tal decisión, poniéndose fin a los "últimos lobos grises" de la temida flota que dirigiera Doenitz.
Se reunían en el fondo del mar los submarinos alemanes con otros 700 navíos que habían desarrollado la campaña submarina más temeraria de todos los tiempos. Pero estos dos submarinos, el "U-977" Y el "U-530" habrían de permanecer con una aureola distinta a la de sus camaradas: el largo viaje hasta la Argentina después de finalizada la guerra y ser los últimos "lobos grises" en libertad.

De la revista: “Todo es Historia” nº 72, Abril 1973 – Fotografías gentileza de “elSnorkel.com”–
Agradecemos al "Comandante Frodo” el envío del articulo.

sábado, 14 de enero de 2017

SGM: La rendición de submarinos en Mar del Plata

Éstos eran los últimos dos barcos U alemanes a rendirse en la SGM

Elly Farelly - War History Online


Submarino U-36 alemán, en entrenamiento en 1936. Crédito de la foto

Durante la Segunda Guerra Mundial, los U-boats jugaron un papel crítico en la estrategia de guerra de Alemania. Esto fue especialmente así durante la Batalla del Atlántico, que duró toda la duración de la guerra. Una de las razones por las que Alemania dependía tanto de los submarinos era que, como resultado del Tratado de Versalles, el número de embarcaciones marítimas que podían tener era limitado. Las restricciones impuestas después de la Primera Guerra Mundial les impidieron construir una marina fuerte.

Bajo los términos del tratado sólo se les permitía tener seis acorazados de no más de 10.000 toneladas cada uno, seis cruceros y 12 destructores. Como los submarinos no se mencionaban específicamente en el tratado, éstos se convirtieron en la manera de Alemania de ganar una cierta ventaja en el mar.

Los U-boats generalmente llevaban un revólver junto con sus torpedos. La pistola podía utilizarse mientras estaba en la superficie, pero era el torpedo que más se asociaba con la guerra submarina, y la principal razón por la que eran tan temidos por los enemigos de la Alemania nazi. Incluso el propio Winston Churchill admitió que el submarino alemán era lo único que temía. Los U-boats tuvieron mucho éxito en su misión de interrumpir las operaciones marítimas aliadas incluyendo la interrupción de los suministros de alimentos. De casi 3.000 buques hundidos por los submarinos, 2.845 eran buques mercantes. Menos de 200 eran acorazados.

El destino del U-530




U-530 después de rendirse (Wikipedia)

El U-530 fue uno de los últimos submarinos alemanes que se rindió al final de la Segunda Guerra Mundial. El U-530 era un submarino de Tipo IXC / 40, y era una mejora en los modelos más pequeños que habían sido utilizados previamente.

El submarino tenía seis tubos de torpedo y llevaba 22 torpedos. También tenía una pistola naval SK C / 32 con 180 municiones y un arma antiaérea. El buque fue manejado por un equipo de 48. Una característica inusual de la U-530 fue que había FuMO 61 Hohentwiel U Radar Transmisor. El U-530 comenzó a entrenar con la 4ta flotilla del U-barco antes de ensamblar primero la 10ma flotilla y más adelante la 33ta Flotilla. Fue activo a través de varias patrullas de guerra, donde hundió dos barcos y dañó gravemente a otro. La tripulación se rindió en julio de 1945.

Rendición y viaje final

Al final de la guerra, el U-530 fue ordenado a rendirse por el Almirante Karl Donitz, que ahora estaba a cargo después de la muerte de Hitler. La tripulación desafió la orden y se dirigieron hacia Argentina donde se entregaron el 10 de julio en Mar del Plata.

Todavía no se sabe por qué el capitán tomó este curso de acción. Varios misterios sin resolver rodean el viaje final y la rendición del submarino. El viaje a la Argentina tardó dos meses más de lo esperado y cuando el U 530 llegó finalmente a su destino, no sólo la tripulación carecía de identificación, sino que el tronco del submarino había desaparecido y el cañón de la cubierta había sido desechado.

Esto provocó inevitablemente rumores, incluyendo una sugerencia de que el U-530 había hecho un desvío clandestino para llevar a Hitler y Eva Braun a un lugar secreto. También fue acusado de hundir un crucero brasileño (al igual que el U-977 que llegaría a Argentina un mes más tarde). El hundimiento fue encontrado más tarde debido a un accidente de artillería en el crucero.

sábado, 26 de abril de 2014

Revolución Libertadora: La FLOMAR bombardea Mar del Plata


Mar del Plata. Depósítos de combustible en llamas (Fotografía: Isidoro Ruiz Moreno, La Revolución del 55, Tomo II)


La Flota de Mar al ataque


El crucero "9 de Julio" bombardea posiciones en Mar del Plata

Hasta la noche del día 18, nadie sabía donde se encontraba la Flota de Mar. La misma, que al momento del estallido se hallaba fondeada en Puerto Madryn, estaba formada por los cruceros “17 de Octubre” y “La Argentina”, los destructores “Buenos Aires”, “San Luis”, “ Entre Ríos” y “San Juan”; las fragatas “Hércules”, “Heroína” y “Sarandí”, el buque de salvamento “Charrúa” y el buque taller “Ingeniero Iribas”, de los que eran comandantes los capitanes de navío Fermín Eleta y Adolfo Videla; los capitanes de fragata Eladio Vázquez, Benigno Varela, Aldo Abelardo Pantín, Mario Pensotti, Pedro Arhancet, Leartes Santucci y César Goria, el capitán de corbeta Marco Bence y el capitán de fragata Jorge Mezzadra respectivamente.
El vicealmirante Juan C. Basso comandaba la Flota desde su nave insignia, el “17 de Octubre”, asistido por el contralmirante Néstor Gabrielli, comandante de la Fuerza de Cruceros, a bordo de “La Argentina”, el capitán de navío Raimundo Palau, comandante de la Escuadrilla de Destructores, a bordo del “Entre Ríos” y el capitán de navío Agustín Lariño, comandante de la División de Fragatas, a bordo del “Hércules”. En el “17 de Octubre”, viajaban también el jefe de Operaciones, capitán de fragata Enrique Gunwaldt y el capitán de navío Raúl Elsegood, jefe del Estado Mayor.
La primera señal del alzamiento llegó a la Flota a las 08.22 del 16 de septiembre, cuando el vicealmirante Basso recibió un comunicado del Comando de Operaciones Navales imponiéndolo de los últimos acontecimientos. Dos horas y media después (11.00), oficiales rebeldes encabezados por el capitán de navío Agustín P. Lariño y el capitán de fragata Aldo Pantín, se reunieron a bordo del “Hércules” para iniciar el amotinamiento y hacerse cargo de la Flota.
De acuerdo a lo planeado, Grunwaldt, secundado por el capitán Manuel Rodríguez, el jefe de Comunicaciones, capitán Félix E. Fitte y el teniente de navío Rodolfo Fasce, se trasladó hasta el “17 de Octubre” con la misión de reducir a su comandante y a los capitanes Raúl Elsewood y Fermín Eleta, quienes a punta de pistola, fueron encerrados en un camarote, bajo la custodia del teniente Ricardo Bustamante. Refiere Ruiz Moreno que en esos momentos, el teniente de navío José A. Lagomarsino procedió a arrancar los cables de los teléfonos internos, incomunicando de ese modo a los elementos leales que se encontraban a bordo.
Minutos después, el capitán de fragata Carlos A. Borzone informaba desde “La Argentina” que la situación en el buque se hallaba bajo control, al igual que en el “Buenos Aires”, el “Entre Ríos” y el resto de las unidades. En el primero, el contralmirante Gabrielli fue reducido por el capitán Videla; en el “Entre Ríos” su comandante, el capitán Vázquez detuvo a su segundo y a un teniente y en el último, el capitán Pantín hizo lo propio con el capitán Palau, jefe de la Escuadrilla de Destructores.
Un hecho confuso se produjo en la nave insignia cuando se hizo presente el capitán Lariño procedente del “Hércules”. Sospechando de su persona, el capitán Grunwaldt mandó detenerlo, ignorando que se trataba de un declarado partidario de la revolución y lo hizo encerrar en el camarote del comandante. El capitán Alberto Tarelli debió interceder para aclarar el asunto, logrando su inmediata liberación. Como explica Ruiz Moreno, Lariño permaneció a bordo del “17 de Octubre”, como oficial de comando táctico y ya no regresó al “Hércules”.
 Antes de zarpar, Lariño ordenó trasladar a los oficiales detenidos al “Ingeniero Iribas”, que en esos momentos se hallaba amarrado en el muelle de Puerto Madryn y sumamente apenado por la situación de su superior, el vicealmirante Basso, a quien estimaba y respetaba profundamente ordenó que, al momento de abandonar la nave, le fueran rendidos honores de comandante.
Basso era un hombre leal, un verdadero caballero, esclavo del reglamento y de las disposiciones superiores, razón por la cual, mantuvo su lealtad al gobierno pese a que discrepaba con él en muchos aspectos. Fueron numerosos los oficiales que se conmovieron cuando lo vieron abandonar la embarcación, entre ellos el propio Lariño, que se quedó observando de lejos cuando el vicealmirante ordenó arriar su insignia[1].
Poco después de sublevada la flota, aterrizó en Puerto Madryn el avión Catalina que transportaba a los oficiales que los comandantes Perren y Rial habían enviado para hacerse cargo: capitanes de navío Carlos Bruzzone, Mario Robbio y Luis Mallea; capitanes de fragata Raúl González Vergara y Recaredo Vázquez y teniente de navío Benjamín Oscar Cosentino. Una vez en tierra, fueron llevado a bordo y allí se los impuso de los últimos acontecimientos.
Robbio fue designado jefe del Estado Mayor, Vázquez y González Vergara sus asistentes, Mallea, jefe de la Escuadrilla de Destructores y Bruzzone comandante del “17 de Octubre”. Como comandante de la Armada continuó al mando Lariño y el resto de la oficialidad siguió ocupando sus cargos.
Tras ordenar a la Escuadra de Destructores su inmediato regreso a Puerto Madryn, el comando de la flota procedió a informar a las tripulaciones que todo aquel que se sintiera obligado a mantener su lealtad al gobierno nacional y no quisiera luchar en su contra, podía desembarcar con la tranquilidad de que no se tomarían medidas en su contra. De 6000 efectivos embarcados, solo 85 lo hicieron, la mayoría de ellos conscriptos. Dos oficiales, Félix Darquier y Alcides Cardozo, siete cabos y dos marineros, se hallaban entre ellos y en esa postura abandonaron la flota, cuando un remolcador especialmente designado para esa tarea, pasó a recogerlos por cada una de las unidades navales.
La Flota estaba sublevada y en tales condiciones, levó anclas y zarpó hacia el norte, dividida en dos grupos. El grueso de la misma enfiló hacia el Río de la Plata con el “17 de Octubre” a la cabeza y el resto, los destructores “San Luis”, “Entre Ríos”, “Buenos Aires” y “San Juan”, rumbo a Puerto Belgrano.


Pasado el medio día del 18 de septiembre, la Armada navegaba hacia el norte a máxima velocidad y en silencio de radio. Sus tripulantes experimentaban una emoción indescriptible y mucha confusión también. La Marina de Guerra se hacía a la mar para entrar en conflicto por primera vez en lo que iba del siglo, ya que no lo hacía desde la revolución de 1893, cuando el combate de “El Espinillo” y eso tenía su significado. Era el momento esperado por todos, pese a que había algo que no los terminaba de convencer: el conflicto era entre hermanos y eso repercutía en el ánimo de los marinos. Había muerto mucha gente a esa altura y muchos se preguntaban cuantos más sucumbirían.
Hasta la noche del día 18, nadie sabía donde se encontraba la Flota de Mar. La misma, que al momento del estallido se hallaba fondeada en Puerto Madryn, estaba formada por los cruceros “17 de Octubre” y “La Argentina”, los destructores “Buenos Aires”, “San Luis”, “ Entre Ríos” y “San Juan”; las fragatas “Hércules”, “Heroína” y “Sarandí”, el buque de salvamento “Charrúa” y el buque taller “Ingeniero Iribas”, de los que eran comandantes los capitanes de navío Fermín Eleta y Adolfo Videla; los capitanes de fragata Eladio Vázquez, Benigno Varela, Aldo Abelardo Pantín, Mario Pensotti, Pedro Arhancet, Leartes Santucci y César Goria, el capitán de corbeta Marco Bence y el capitán de fragata Jorge Mezzadra respectivamente.
El vicealmirante Juan C. Basso comandaba la Flota desde su nave insignia, el “17 de Octubre”, asistido por el contralmirante Néstor Gabrielli, comandante de la Fuerza de Cruceros, a bordo de “La Argentina”, el capitán de navío Raimundo Palau, comandante de la Escuadrilla de Destructores, a bordo del “Entre Ríos” y el capitán de navío Agustín Lariño, comandante de la División de Fragatas, a bordo del “Hércules”. En el “17 de Octubre”, viajaban también el jefe de Operaciones, capitán de fragata Enrique Gunwaldt y el capitán de navío Raúl Elsegood, jefe del Estado Mayor.
La primera señal del alzamiento llegó a la Flota a las 08.22 del 16 de septiembre, cuando el vicealmirante Basso recibió un comunicado del Comando de Operaciones Navales imponiéndolo de los últimos acontecimientos. Dos horas y media después (11.00), oficiales rebeldes encabezados por el capitán de navío Agustín P. Lariño y el capitán de fragata Aldo Pantín, se reunieron a bordo del “Hércules” para iniciar el amotinamiento y hacerse cargo de la Flota.
De acuerdo a lo planeado, Grunwaldt, secundado por el capitán Manuel Rodríguez, el jefe de Comunicaciones, capitán Félix E. Fitte y el teniente de navío Rodolfo Fasce, se trasladó hasta el “17 de Octubre” con la misión de reducir a su comandante y a los capitanes Raúl Elsewood y Fermín Eleta, quienes a punta de pistola, fueron encerrados en un camarote, bajo la custodia del teniente Ricardo Bustamante. Refiere Ruiz Moreno que en esos momentos, el teniente de navío José A. Lagomarsino procedió a arrancar los cables de los teléfonos internos, incomunicando de ese modo a los elementos leales que se encontraban a bordo.


Madrugada del 19 de septiembre. El crucero "9 de Julio" abre fuego sobre los depósitos de combustible del puerto de Mar del Plata (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)

Minutos después, el capitán de fragata Carlos A. Borzone informaba desde “La Argentina” que la situación en el buque se hallaba bajo control, al igual que en el “Buenos Aires”, el “Entre Ríos” y el resto de las unidades. En el primero, el contralmirante Gabrielli fue reducido por el capitán Videla; en el “Entre Ríos” su comandante, el capitán Vázquez detuvo a su segundo y a un teniente y en el último, el capitán Pantín hizo lo propio con el capitán Palau, jefe de la Escuadrilla de Destructores.
Un hecho confuso se produjo en la nave insignia cuando se hizo presente el capitán Lariño procedente del “Hércules”. Sospechando de su persona, el capitán Grunwaldt mandó detenerlo, ignorando que se trataba de un declarado partidario de la revolución y lo hizo encerrar en el camarote del comandante. El capitán Alberto Tarelli debió interceder para aclarar el asunto, logrando su inmediata liberación. Como explica Ruiz Moreno, Lariño permaneció a bordo del “17 de Octubre”, como oficial de comando táctico y ya no regresó al “Hércules”.
Antes de zarpar, Lariño ordenó trasladar a los oficiales detenidos al “Ingeniero Iribas”, que en esos momentos se hallaba amarrado en el muelle de Puerto Madryn y sumamente apenado por la situación de su superior, el vicealmirante Basso, a quien estimaba y respetaba profundamente ordenó que, al momento de abandonar la nave, le fueran rendidos honores de comandante.
Basso era un hombre leal, un verdadero caballero, esclavo del reglamento y de las disposiciones superiores, razón por la cual, mantuvo su lealtad al gobierno pese a que discrepaba con él en muchos aspectos. Fueron numerosos los oficiales que se conmovieron cuando lo vieron abandonar la embarcación, entre ellos el propio Lariño, que se quedó observando de lejos cuando el vicealmirante ordenó arriar su insignia1.
Poco después de sublevada la flota, aterrizó en Puerto Madryn el avión Catalina que transportaba a los oficiales que los comandantes Perren y Rial habían enviado para hacerse cargo: capitanes de navío Carlos Bruzzone, Mario Robbio y Luis Mallea; capitanes de fragata Raúl González Vergara y Recaredo Vázquez y teniente de navío Benjamín Oscar Cosentino. Una vez en tierra, fueron llevado a bordo y allí se los impuso de los últimos acontecimientos.
Robbio fue designado jefe del Estado Mayor, Vázquez y González Vergara sus asistentes, Mallea, jefe de la Escuadrilla de Destructores y Bruzzone comandante del “17 de Octubre”. Como comandante de la Armada continuó al mando Lariño y el resto de la oficialidad siguió ocupando sus cargos.
Tras ordenar a la Escuadra de Destructores su inmediato regreso a Puerto Madryn, el comando de la flota procedió a informar a las tripulaciones que todo aquel que se sintiera obligado a mantener su lealtad al gobierno nacional y no quisiera luchar en su contra, podía desembarcar con la tranquilidad de que no se tomarían medidas en su contra. De 6000 efectivos embarcados, solo 85 lo hicieron, la mayoría de ellos conscriptos. Dos oficiales, Félix Darquier y Alcides Cardozo, siete cabos y dos marineros, se hallaban entre ellos y en esa postura abandonaron la flota, cuando un remolcador especialmente designado para esa tarea, pasó a recogerlos por cada una de las unidades navales.
La Flota estaba sublevada y en tales condiciones, levó anclas y zarpó hacia el norte, dividida en dos grupos. El grueso de la misma enfiló hacia el Río de la Plata con el “17 de Octubre” a la cabeza y el resto, los destructores “San Luis”, “Entre Ríos”, “Buenos Aires” y “San Juan”, rumbo a Puerto Belgrano.

Pasado el medio día del 18 de septiembre, la Armada navegaba hacia el norte a máxima velocidad y en silencio de radio. Sus tripulantes experimentaban una emoción indescriptible y mucha confusión también. La Marina de Guerra se hacía a la mar para entrar en conflicto por primera vez en lo que iba del siglo, ya que no lo hacía desde la revolución de 1893, cuando el combate de “El Espinillo” y eso tenía su significado. Era el momento esperado por todos, pese a que había algo que no los terminaba de convencer: el conflicto era entre hermanos y eso repercutía en el ánimo de los marinos. Había muerto mucha gente a esa altura y muchos se preguntaban cuantos más sucumbirían.
Para no ser detectada, la flota navegó en el más completo silencio de radio en tanto a bordo, más de un marino especulaba con varias hipótesis, le peor que al pasar de largo por Puerto Belgrano, se decidiese un ataque masivo sobre Bahía Blanca, Punta Alta y las bases rebeldes.


Puente de mando del crucero "17 de Octubre" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)

Lo que preocupaba a sus mandos era la imposibilidad de establecer contacto con la Escuadra de Ríos debido a que los códigos se habían extraviado y sin ellos, las comunicaciones iban a ser descifradas y el plan de operaciones descubierto.
Dos días después, la Flota de Mar llegaba al pontón “Recalada”, y se unía a la Escuadra de Ríos.
Una vez dentro del estuario, el rastreador “Robinson” se aproximó al “17 de Octubre” llevando a bordo al capitán de navío Carlos Sánchez Sañudo quien se apresuró a pasar a su cubierta, para saludar alborozado a su comandante, el capitán Bruzzone. Desde el puente de mando, Sánchez Sañudo llamó al almirante Rojas y minutos después, el gran crucero, nave insignia de la Armada Argentina, pasó frente al “Murature” con su tripulación formada en cubierta, disparando las diecisiete salvas de saludo en honor a quien, a partir de ese momento, asumía el mando total de la Flota unificada. Detrás del gran crucero hizo lo propio “La Argentina”, también con sus tripulantes en cubierta, mientras arrojaba gruesas columnas de humo, por sus chimeneas.
Como relata Ruiz Moreno, “…17 secos estampidos de cañón afirmaban la subordinación de la Flota a su nuevo comandante”.
Rojas, emocionado, contemplaba la escena desde el patrullero, acompañado por el general Uranga y su plana mayor de oficiales de Marina y Ejército, viviendo lo que, según sus palabras, fue el momento más sublime de su vida y el punto más alto de su carrera. El orgullo lo embargaba y la emoción insuflaba nuevos bríos a su persona.
Esa misma mañana, con el viento azotando las cubiertas de las embarcaciones, el almirante Rojas pasó al “17 de Octubre”, izando su insignia en el palo mayor y a las 11.45, emitió el siguiente comunicado: “Se ha efectuado reunión de la Flota de Mar con la Escuadra de Ríos. Asumo comando en Jefe”. Quince minutos después, anunció por radio el bloqueo de los puertos y el estado de beligerancia de la escuadra.

Eran las 18.00 del 16 de septiembre, los destructores “San Luis” y “Entre Ríos” entraron en Puerto Belgrano y atracaron junto al muelle principal. Muy cerca, el “9 de Julio” terminaba su alistamiento para zarpar al día siguiente y unirse a la Flota. A las 22.00 hicieron su arribo el “Buenos Aires” y el “San Juan” y poco después hicieron lo propio otras unidades.
En el “Entre Ríos” viajaba detenido el capitán Palau, que una vez en puerto, fue conducido al “Moreno” junto al cabo principal Aníbal López, de conocida filiación peronista, quedando ambos encerrados junto al resto de los prisioneros.
De los destructores mencionados se descargaron torpedos y cargas de profundidad y, acto seguido, se los proveyó de munición adecuada y víveres. En plena noche, después de seis horas de intenso trabajo, los operarios navales finalizaron la provisión de combustible, mientras el “9 de Julio” era dotado de la munición necesaria para abastecer a cada una de las unidades de la Flota. Puesta a prueba su maquinaria, la central de tiro y la antena del palo, todo estuvo listo para partir. El comando de la unidad quedó a cargo del capitán de navío Bernardo Benesch, con el capitán de fragata Alberto M. de Marotte como su segundo y el capitán de fragata Raúl Francos como jefe de Artillería.

La Base Naval de Mar del Plata también fue blanco de la flota rebelde (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Fragata "Sarandí"  (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Fragata "Hércules" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Destructor "San Juan" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Destructor "San Luis" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Crucero "La Argentina", nave insignia del almirante Rojas hasta su trasbordo al "17 de Octubre" la madrugada del 19 de septiembre (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Destructor "Buenos Aires" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Buque taller "Ingeniero Iribas" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Enterado el gobierno de la reunión de la Armada en el Río de la Plata, se dispuso un ataque a cargo de la Fuerza Aérea, dado su exitosa acción sobre la Escuadra de Ríos el día 16. Por ese motivo, almirante Luis J.
Cornes, ministro de Marina, tomó contacto con el capitán de fragata Crexell, imponiéndolo de la decisión. El ministro ordenó al aviador se dirigiese inmediatamente a la Base Aérea de Morón desde la que operaban los Avro Lincoln, donde un amigo suyo, el comodoro Luis A. Lapuente, lo esperaba para planificar la misión.
Se le propusieron a Crexell dos alternativas: atacar la Base Espora, neutralizando de ese modo a la Aviación Naval que operaba desde allí sobre unidades del Ejército o hacer lo propio contra la Flota, todo un símbolo en manos rebeldes. Crexell no lo dudó, porque creía que la Escuadra representaba un peligro mucho mayor, con su poder de fuego amenazando a la misma Buenos Aires. Según su opinión, era mucho más conveniente preservar intacta la base del sur y hostigar a los buques que amenazaban a la capital.
Crexell y Lapuente se encontraron en la base, donde el segundo estudiaba un plan de ataque y se pusieron de acuerdo en que lo más acertado era incursionar sobre la flota. Estaban seguros del éxito porque los buques de gran calado se habían internado demasiado en aguas del Plata y ello les impediría maniobrar adecuadamente cuando estuviesen bajo ataque. Un hecho de importancia vino a confirmar que las unidades de mar eran el blanco adecuado cuando el Servicio de Informaciones Navales descifró las claves de Puerto Belgrano poniendo al tanto al Comando de Represión al tanto de las comunicaciones rebeldes.
Por entonces, las radios insurrectas propalaban la noticia de que a las 12.00 de ese día, la Armada iba a bombardear Buenos Aires, y eso obligó a las emisoras estatales a desmentir apresuradamente la noticia, minimizando el poder de las fuerzas enemigas.

El 17 por la mañana, el crucero “9 de Julio” y los destructores “Buenos Aires”, “San Luis”, “San Juan” y “Entre Ríos” se hicieron a la mar, poniendo proa directamente hacia el Río de la Plata. A la mañana siguiente, el almirante Rojas dialogaba en la sala de mando con el capitán de corbeta Andrés Tropea, cuando un comunicado urgente del general Lonardi lo impuso de la difícil situación que atravesaban las tropas revolucionarias en Córdoba.
Comprendiendo la gravedad, Rojas convocó a su Estado Mayor y después de ponerlo al tanto de lo que acontecía, dispuso llevar a cabo una medida de fuerza tendiente a aliviar la presión sobre las posiciones rebeldes. Se decidió bombardear los tanques de combustible de Mar del Plata, la Base de Submarinos y el Regimiento de Artillería Antiaérea de Camet si aquellas unidades no aceptaban plegarse a la revolución, medida solicitada oportunamente por Puerto Belgrano.
A las 17.11 del 18 de septiembre el crucero “17 de Octubre” cursó la siguiente directiva a su gemelo, el “9 de Julio”: “Destruir depósitos de petróleo y nafta de Mar del Plata, previo aviso a la población”. Dos horas después (19.02), la Escuadra de Destructores recibió un nuevo despacho: “… destruir tanques de petróleo de Mar del Plata y bombardear Regimiento antiaéreo”.
Encabezando al grupo de destructores, el “9 de Julio” desvió su rumbo y enfiló hacia los objetivos.


A poco de recibida la orden, ocurrió un hecho inesperado que vino a tensionar los ánimos en el “9 de Julio”. El cabo principal Miguel Spera, sabiendo que la flota atacaría Mar del Plata, intentó amotinar a la tripulación, atacando a un oficial. Fue muerto de un disparo cuando el reloj de a bordo daba las 22.30 y mientras su cuerpo era sacado de la Sala de Máquinas, diez efectivos sospechosos fueron arrestados y encerrados en un camarote, severamente custodiados por una guardia armada.
Casi enseguida, otro hecho descabellado desconcertó a los integrantes del  alto mando: el capitán Bernardo Benesch se negaba a abrir fuego sobre Mar del Plata demostrando con su actitud que todavía había gente que no asumía que estaba en guerra.
Benesch manifestó que no pensaba disparar y se encerró en su camarote. Si esa era su postura, debió haberse pronunciado antes, descendiendo en Puerto Belgrano cuando el comando dispuso que aquel que no estuviese de acuerdo con la revolución. El que hubiera permanecido embarcado para finalmente, obrar de esa manera, fue una clara señal de que su actitud fue de mera especulación debía abandonar las unidades ahí mismo.
Lo cierto es que el capitán Alberto de Marotte se hizo cargo del mando y la misión de ataque siguió su marcha.
Para ese momento, la escuadra encabezada por el “9 de Julio”, se hallaba frente a Mar del Plata. A las 21.15, el destructor “Entre Ríos” cursó un despacho a la Base de Submarinos, notificando que de no pronunciarse por la revolución, al amanecer sería bombardeada; en su cable indicó también que se debía dar aviso a la población civil y que se atacaría a todas aquellas tropas que opusieran resistencia. En el comunicado se especificaba evacuar la zona de la explanada, desde Paya Bristol hasta Playa Grande, con una profundidad mínima de cinco cuadras de fondo, “Para evitar mayor destrucción exijo presentación a bordo de inmediato del director de la Escuela Antiaérea y comandante de la Fuerza de Submarinos. Si antes de la medianoche no se ha escuchado a las emisoras locales propalar la orden de evacuación, se incluirá entre los objetivos a bombardear a esa Base Naval”.

Mientras se desarrollaban estos acontecimientos, navegaban hacia el Río de la Plata el buque taller “Ingeniero Gadda” y el submarino “Santiago del Estero”, este último al mando del capitán Juan Bonomi después de abandonar sublevado la Base de Mar del Plata.
Estas dos embarcaciones cumplieron con eficiencia tareas de bloqueo y vigilancia, e incluso el segundo, entró en acción ante la amenaza de aviones no identificados.
Los hechos acontecieron a primeras horas de la tarde cuando el sumergible y el buque taller cumplían la orden de iniciar aproximación a Montevideo, impartida por el almirante Rojas a las 08.50 de la mañana. El “Ingeniero Gadda” ocupó posiciones en Cabo Polonio mientras el submarino se aproximaba aún más al punto indicado. A las 13.10 el radar del “Santiago del Estero” detectó aviones no identificados, razón por la cual, el capitán Bonomi mandó sonar las alarmas y cinco minutos después ordenó a sus artilleros abrir fuego con su cañón Bofor 40 mm, abrir fuego. “He repelido ataques de aviones enemigos” fue el escueto mensaje que irradió a las 13.20. Imposibilitado de sumergirse por la poca profundidad del río, el submarino, que de ese modo ofrecía un blanco sumamente vulnerable, no tuvo más remedio que disparar.
El “Santiago del Estero” fue sobrevolado, primeramente por dos aviones de la Fuerza Aérea Uruguaya que se le aproximaron en misión de patrullaje y en segundo lugar por un aparato de la aviación leal que pasó sobre su posición a baja altura. Fue entonces que disparó, sin alcanzar a ninguno, aunque obligó a los primeros a mantener distancia y al segundo a alejarse rumbo a Buenos Aires sin perpetrar ningún ataque. De ese modo, por primera vez en la historia argentina, los submarinos de la Armada entraban en acción.

“Los submarinos son buques especialmente vulnerables en superficie; su protección reside en tomar profundidad y, cualquier avería de poca importancia en su casco, puede impedirle sumergirse y, dejarlo sin defensa ante ataques aéreos. La audacia y valor eran condiciones conocidas del Capitán de Corbeta Bonomi, comandante del ‘Santiago del Estero’, y una vez más lo demostraba, internándose, bajo la amenaza de los aviones del gobierno, en las aguas poco profundas del Río de la Plata, donde resultaba imposible tomar inmersión. Repeler los ataques aéreos con su único cañón Bofors 40 mm. implicaba una serie de condiciones que todo oficial de marina podía valorar debidamente, y pude apreciar con claridad los sentimientos que animaban a quienes estaban conmigo, cuando me trajeron el escueto mensaje de referencia”, refiere en su obra el contralmirante Jorge E. Perren2.

En la mañana del 18, el capitán de fragata Enrique Plater, comandante de la Base de Submarinos, embarcó en una lancha para dirigirse a la corbeta “República”, a bordo de la cual, mantuvo una entrevista con el capitán Miguel Mauro Gamenara. Aquel intentó convencerlo de que se plegase a las fuerzas rebeldes, pero Plater mantuvo su postura y se retiró para entrevistarse secretamente con el coronel Francisco Martos, jefe del Regimiento Antiaéreo de Camet, a quien intentó convencer de no ofrecer resistencia.
Las alternativas de ese encuentro y otro posterior que tuvo lugar en la rotonda de acceso a la ciudad, muy cerca del cuartel de Bomberos, están muy bien relatadas en la obra de Ruiz Moreno. Lo cierto es que Martos, argumentando que la amenaza de bombardeo eran puras patrañas, se negó a anunciar a la población que debía evacuar la zona y suponiendo a Plater partidario de la revolución, intentó detenerlo.


El destructor "Entre Ríos" fue uno de los buques que atacó Camet (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)

Desde el puente de mando del “Entre Ríos” se estableció comunicación con la base para exigir la presencia de Plater y la de su segundo, el capitán de corbeta Francisco Panzeri, bajo pena de iniciar acciones en caso de no hacerlo. El hecho dejó bien claro que ninguno de los dos oficiales estaba con los sublevados y por ese motivo, Martos los liberó.
Plater y Panzeri regresaron a la base, a la vista de numerosos efectivos de la Policía Federal que Martos había desplegado a lo largo de la costa reforzados por civiles armados del partido justicialista.
A las 03.10 Plater se dirigió nuevamente al “Entre Ríos”, acompañado por el capitán de corbeta Rafael González Aldalur y media hora después, abandonó la nave, sumamente acongojado por no haber logrado un acuerdo. Había discutido acaloradamente con el capitán Pantín, quien le recriminó duramente no haber evitado el derramamiento de sangre y regresaba confundido, sin saber que actitud adoptar.
La Base Naval de Mar del Plata se hallaba en grave situación, amenazada desde el mar por la flota rebelde y cercada en tierra por el Ejército leal. Con su ánimo sumamente abatido, Plater solicitó a Panzeri que enarbolase un género blanco en señal de rendición y se aprestase a deponer las armas, pero aquel se negó.
A las 05.30 de la mañana, Plater llamó a reunión e impuso a sus oficiales la situación imperante. Su estado de ánimo era tal, que su segundo, el capitán de fragata Mario Peralta, lo recriminó enérgicamente y le exigió adoptar la actitud correspondiente a un oficial de su rango, instándolo además, a decidiese por uno u otro bando. Como no lo logró, el mismo Peralta tomó el mando, se pronunció a favor del alzamiento y llamó al Regimiento de Artillería Antiaérea y a la Policía Federal para que alertaran a la población civil sobre la inminencia del ataque. Diez minutos después, el “9 de Julio” tocaba a zafarrancho de combate y apuntaba sus cañones hacia el objetivo.

Eran las 06.10 del 19 de septiembre cuando un avión Martín Mariner que regresaba a Puerto Belgrano tras una frustrada misión de ataque a las destilerías de Dock Sud, estableció contacto con el “9 de Julio”, solicitando autorización para bombardear los depósitos de combustible del puerto de Mar del Plata. Concedida la misma, el avión naval se aproximó a los grandes tanques y aún de noche arrojó sus bombas, alejándose inmediatamente en dirección sur.
Si bien ninguno de los proyectiles alcanzó el blanco, la maniobra sirvió para demostrar a las fuerzas locales, que la cosa iba en serio.
Las detonaciones sobresaltaron a la población que a esa hora, todavía dormía y muchas fueron las personas que saltaron de sus camas para observar lo que ocurría a través de sus ventanas. La obscuridad de la noche impedía ver algo aunque el resplandor de las llamas iluminaba fantasmagóricamente el techo de nubes que cubría la ciudad.
En el “9 de Julio”, las órdenes iban y venían. En el Centro de Control de Tiro, el jefe de Artillería, capitán de fragata Raúl Francos, se aprestaba a abrir fuego mientras la embarcación se sacudía  por el intenso oleaje.
Eran las 06.15, cuando el comandante De Marotte, comunicó por los altavoces que, cumpliendo las directivas del Comando de la Flota en Operaciones, se aprestaba a abrir fuego sobre el primer objetivo: los depósitos de combustible de Mar del Plata. Anunció también que los destructores harían lo propio sobre las instalaciones del Regimiento de Artillería Antiaérea en Camet y llevando tranquilidad a los tripulantes, aclaró que esos objetivos eran puramente militares y que en esos momentos, la población civil abandonaba el sector, alertada por las autoridades de la ciudad. “El objeto de estas acciones es demostrar a aquellos que han envilecido al país, pisoteando la libertad, las leyes y los más caros sentimientos argentinos”. Inmediatamente después, agregó que las fuerzas de la revolución estaban decididas a hacer desaparecer a los autores de tales infamias y que si era necesario, también se atacaría el puerto de Buenos Aires. Sus últimas palabras sirvieron para inflamar los ánimos y levantar la moral. “Como argentinos nos duele inmensamente el tener que hacer fuego sobre lo nuestro, pero la ceguera de los que han injuriado la justicia y nos han llevado a la ruina moral nos obliga a tomar esta determinación extrema. La Nación lo espera todo de nuestro valor y del estricto cumplimiento del deber. Dotación del crucero ‘9 de Julio’: ¡a sus puestos de combate!”.
Además de la arenga, Ruiz Moreno reproduce las órdenes transmitidas desde el puente a la central de informaciones. Con rumbo 180, velocidad 5, revoluciones 0-5-1 y una distancia de 9-1, 9-1, el crucero entró en sector y a las 07.14 comenzó el ataque.
Los tres cañones de cada una de las cinco torres de artillería, dispararon una primera descarga sacudiendo a la embarcación. Le siguieron cuatro salvas más, disparando cada torre un cañón por vez y los tres al mismo tiempo a  partir de la cuarta.
El blanco fue alcanzado de lleno. Tres tanques volaron envueltos en llamas, desprendiendo gruesas lenguas de fuego que iluminaron tenebrosamente la noche. Pese a la obscuridad, los vigías de a bordo distinguieron varios depósitos sin destruir, por lo que el cañoneo se reanudó. Otra andanada de proyectiles cayeron sobre el sector, transformo la zona en un infierno. Los estallidos provocaron una gruesa nube de humo que comenzó a desplazarse en línea horizontal hacia Miramar, impulsada pos los vientos a gran velocidad.
Todavía de noche, la población civil abandonaba el área presurosamente, bajo una persistente lluvia.


Los depósitos de combustible del puerto de Mar del Plata arden tras el bombardeo naval

Llegado a una distancia de 289 grados y 9700 yardas, el “9 de Julio” efectuó su último ataque, disparando nuevamente sobre los depósitos (07.23). Se dispararon en total 68 granadas de 6 pulgadas cada una, que destruyeron nueve de los once tanques de petróleo, averiando de consideración el décimo. Los proyectiles cayeron con impresionante precisión, dentro de un área de 200 metros de largo por 75 de ancho, impactando fuera de ella solo cinco, no más allá de 200 metros de su límite. Ningún civil resultó herido.
Tras 10 minutos de cañoneo, el “9 de Julio” se retiró, a los efectos de brindar protección antiaérea a los destructores que entraban en operaciones.


En momentos en que la Flota atacaba los depósitos de petróleo, la Base de Submarinos era rodeada por efectivos leales de la Policía Federal, por efectivos del Regimiento de Artillería Antiaérea que había instalado sus cañones Bofors de 40 mm en las lomas que rodeaban al Campo de Golf y civiles peronistas fuertemente armados. Por ese motivo, el capitán Peralta, comandante interino de la base, solicitó auxilio urgente a la Escuadra de Destructores para que aquella le proveyera cobertura: “Estimo que estoy a punto de ser atacado. Solicito apoyo artillero”. La respuesta no tardó en llegar.
-Daré apoyo de fuego inmediatamente. Debe designar spotter terrestre y establecer ligazón en el canal GAS-1.

Los destructores “Entre Ríos”, “Buenos Aires” y “San Luis”, apoyados por la corbeta “República”, iniciaron su aproximación a 12 nudos, en el preciso momento en que el “9 de Julio” dejaba de disparar.
En el “Buenos Aires”, su comandante, Eladio Vázquez, ordenó al jefe de Artillería, teniente de navío Gonzalo Bustamante, abrir fuego.

Regimiento de Artillería Antiaérea de Camet víctima del fuego naval (Imágen: Diario "La Capital" de Mar del Plata, Album de Familia http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/8054)


Submarino ARA "Santiago del Estero" (S-2) (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Destructor "Juan de Garay" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Orientado desde tierra por el teniente de navío Jorge A. Fraga, el “Buenos Aires” hizo un primer disparó que se fue largo, por encima del objetivo. Sus proyectiles sobrevolaron el cementerio e impactaron en plena avenida Juan B. Justo (frente a un negocio de pesca), provocando serios daños en las edificaciones del sector.
Fraga indicó bajar 500 milímetros las bocas de fuego y la segunda andanada dio de lleno en un de los cañones que amenazaban la Base Naval desde las alturas de la cancha de golf. El spotter (teniente Fraga), notificó por radio que los proyectiles habían hecho blanco e incentivado por el éxito, indicó bajar las piezas todavía más, para lanzar una nueva descarga. La misma arrasó las posiciones sobre las barrancas del campo de juego, disparando intermitentemente cada 10 segundos.
Soldados y milicianos se alejaron a todo correr, dejando a sus espaldas varios muertos y heridos. Los que se mantuvieron firmes en sus puestos, fueron los milicianos de la CGT, que una vez más demostraban estar dispuestos a vender caras sus vidas. En otro punto, sobre Playa Grande, partidarios a la revolución agitaban banderas, vivando a la Marina y la Patria sin saber exactamente, el peligro que corrían.
Detrás del “Buenos Aires” llegaron el “Entre Ríos” y el “San Luis”, los dos navegando en línea y disparando sobre las posiciones peronistas. Eso no impidió que tropas del Ejército y elementos sindicales abrieran fuego contra las instalaciones de la base y que el mismo continuase, aún después de finalizado el cañoneo (09.30).
Se produjo entonces un desordenado desbande cuando oficiales y efectivos de la Base Naval corrieron hacia las lanchas y los botes amarrados en los muelles y hacia tres barcos pesqueros que el capitán Panzeri había hecho traer especialmente. Y mientras algunos marinos arrojaban las armas al agua para evitar que cayesen en manos del enemigo, la gran mayoría trepó a bordo y se hizo a la mar, mientras era tiroteada desde tierra por las fuerzas peronistas. Desde las lanchas y los pesqueros se respondió el ataque, generándose un intercambio de disparos que se prolongó por espacio de varios minutos.
En pleno enfrentamiento a varios de los botes, que eran remolcados por las lanchas, se les cortaron las cuerdas quedando a la deriva, a merced de los disparos y el sacudir de las aguas.
Fue en medio de ese pandemonium que un oficial del Cuerpo Técnico, siguiendo instrucciones del capitán Peralta, izó bandera de parlamento y el intercambio de disparos comenzó a disminuir. Minutos después, el cónsul uruguayo en Mar del Plata, que había sido expresamente convocado, envió un comunicado a la Flota a través de la Base Naval, informando que la ciudad capitulaba. Hubo júbilo y algarabía a bordo, momento que aprovechó el capitán De Marotte, para hablar por los altavoces.
El comandante felicitó a la tripulación por el éxito obtenido y agregó que el mismo se debió al esfuerzo y el entusiasmo en el cumplimiento del deber que habían demostrado las tripulaciones y a continuación exhortó a seguir adelante, hasta la victoria final. La Marina no había sufrido bajas, a excepción del suboficial amotinado horas antes de las acciones pero sí el Ejército, cuando un proyectil del “9 de Julio”, impactó de lleno en el cañón sobre el campo de golf, referido anteriormente.


El comandante de la Escuadrilla de Destructores, capitán Luis Mallea, no se confiaba demasiado de la rendición de las fuerzas leales y por esa razón, mandó llamar a los comandantes del Regimiento de Artillería Antiaérea de Camet y del Destacamento de Aeronáutica, aclarando que, de no hacerlo, abriría fuego sobre sus instalaciones, de acuerdo a las instrucciones impartidas el día anterior por el almirante Rojas.
En espera de tales resoluciones, dispuso el desembarco de un pelotón de Infantería de Marina con la misión de ocupar la Base de Submarinos para reforzar sus defensas, al mando del capitán de fragata Carlos López.
Destacado para apoyar la operación, el destructor “Buenos Aires” entró lentamente en el puerto, rumbo a la dársena de submarinos, mientras civiles partidarios de la revolución saludaban desde tierra, bajo la intensa lluvia, saltando y agitando banderas patrias.
En el sector norte, frente a las costas de Camet, los destructores “Entre Ríos” y “San Luis” con la corbeta “República”, se aprestaban a entrar en acción ante el total silencio que mantenían los jefes del Ejército convocados a dialogar y por el temor que infundía el Regimiento de Artillería de Tandil que, según versiones, avanzaba en esos momentos sobre la ciudad.
A las 11.00 de aquel agitado 19 de septiembre, los buques de la Armada tomaron posiciones y abrieron fuego desde 6000 metros de distancia, lanzando 175 proyectiles que destruyeron las instalaciones del regimiento, entre ellas el tanque de agua que sostenía la antena del radar. Varios edificios quedaron en llamas pero afortunadamente, no hubo que lamentar víctimas porque menos de una hora antes, sus tropas habían sido evacuadas hacia la vecina localidad de Cobo, dejando vacías las dependencias.
El ataque finalizó a las 11.30 y a continuación, los buques enfilaron hacia el puerto, encabezados por el “San Luis”, navegando bajo un cielo plomizo y sobre aguas agitadas. Cuando se disponían a ingresar, la base era atacada por civiles peronistas que habían llegado al lugar en varios camiones.
Se generó entonces, un violento tiroteo que finalizó cuando a la altura de Playa Grande, los destructores dispararon sus Bofors 40 mm, apoyados por el fuego de armas de repetición de los efectivos navales en tierra. Los civiles, duramente hostigados, se retiraron en diversas direcciones llevando a la rastra a algunos heridos.
Los destructores solicitaron refuerzos al “9 de Julio”, para reforzar las posiciones de quienes defendían la base. Su comandante retransmitió el pedido al almirante Rojas y este lo autorizó, agregando que una vez concluida la operación y se hubiese establecido la calma, partiese de inmediato hacia el norte para reunirse con el grueso de las unidades en el Río de la Plata[3].
Con el “San Luis” frente a Playa Grande y el “Buenos Aires” patrullando los accesos al puerto, el “9 de Julio” se aproximó a la costa mientras aún se escuchaban disparos aislados. Dos de los pesqueros requisados se le acercaron por babor para recibir una compañía de infantes de Marina compuesta por 5 oficiales y 120 efectivos, que fue conducida inmediatamente a tierra, para ocupar la base y sus alrededores.
Reducidos y rechazados los milicianos peronistas, Mar del Plata fue ocupada sin mayores inconvenientes y una hora después los cuatros destructores junto al “9 de Julio” pusieron proa hacia el norte con el objeto de reunirse a la Flota de Mar, pronta a entrar en acción contra La Plata y la misma Buenos Aires.


Para entonces, en las bocas del gran estuario, el almirante Rojas, el general Uranga y su Estado Mayor pasaban a “La Argentina”, fondeada en el pontón “Recalada” frente a Punta Indio. La nave insignia, el “17 de Octubre”, fue enviada a encabezar la denominada Fuerza de Tareas Nº 7 que debía llevar a cabo el ataque a las destilerías de Dock Sud. Pese a que lo bajo de las nubes, la lluvia y los vientos dificultaban cualquier tipo de operaciones, el comando de la flota temía que de un momento a otro la Fuerza Aérea iniciase incursiones de hostigamiento desde Morón y por esa razón, era imperioso iniciar las acciones lo antes posible.
Bajo una lluvia torrencial, en un día de truenos y relámpagos, sacudidas las aguas por los fuertes vientos de fines de invierno, la Fuerza de Tareas Nº 7 puso proa al objetivo con órdenes precisas de iniciar acciones a las 13.00 horas en punto.
A las 11.26, el capitán de navío Carlos Sánchez Sañudo cursó a las autoridades leales un comunicado en el que se instaba al gobierno a advertir a la población, a través de las radios oficiales, que estaba pronto a comenzar el ataque y que se debían adoptar los recaudos necesarios para poner la misma a cubierto. Aquel funcionario que no cumpliese con la directiva, sería juzgado como criminal de guerra al finalizar el conflicto.
Según cuenta Ruiz Moreno, el Comando de Operaciones Navales en tierra, acusó recibo del mensaje, pero las radios gubernamentales mantuvieron un hermetismo absoluto.

Puerto Belgrano. Escalón de Comunicaciones (Fotografías: Miguel Ángel Cavallo: Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva)


Central de Comando. Puerto Belgrano (Fotografías: Miguel Ángel Cavallo: Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva)


Control de Radares. Base Naval Puerto Belgrano (Fotografías: Miguel Ángel Cavallo: Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva)


Crucero "17 de Octubre", (luego "General Belgrano"), nave insignia del almirante Rojas (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


El crucero "9 de Julio" abandona Puerto Belgrano (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Crucero "9 de Julio", gemelo del "17 de Octubre" navegando en aguas abiertas (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)

Cuarto de máquinas del "17 de Octubre" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)


Comercio del barrio portuario en Mar del Plata alcanzado por un proyectil naval (Imágen: Nair Miño, Diario "La Capital" de Mar del Plata, Álbum de Familia [http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/8054])


Notas

  1. El vicealmirante consideraba una humillación que la misma flameara en el mástil de un buque sublevado.
  2. Jorge E. Perren, Puesto Belgrano y la Revolución Libertadora, p. 197.
  3. Ese fue el momento en que desembarcaron los efectivos de Infantería