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sábado, 6 de julio de 2024

Malvinas: Capitán Eduardo Villarruel, comando de la CC 602


El capitán Eduardo Villarruel en Malvinas

“Quería seguir peleando”. La campaña de Eduardo Villarruel, el padre de la vicepresidenta, en Malvinas: combates y misiones de inteligencia


Los 19 días de guerra del padre de Victoria Villarruel en Malvinas: dos combates “cuerpo a cuerpo” con las fuerzas especiales británicas y más de 15 misiones de inteligencia

Eduardo Villarruel aterrizó en Puerto Argentino el 27 de mayo de 1982 a las 19.30 horas. Tenía 35 años, era capitán en el Ejército Argentino y se había formado como Comando. Era un soldado de élite, el segundo jefe de la Compañía de Comandos 602, que dirigía el mayor Aldo Rico.

Durante los 19 días de guerra que vivió en Malvinas, Villarruel participó en dos combates “cuerpo a cuerpo” con las fuerzas especiales británicas y en más de 15 misiones de inteligencia. Fue uno de los últimos argentinos en abandonar las islas, luego de permanecer prisionero de los ingleses, tras la rendición argentina.

Días antes de embarcarse rumbo a Malvinas, su única hija, Victoria Villarruel, actual vicepresidente de la Argentina, había cumplido 7 años.


Eduardo Villarruel en una imagen del álbum personal, tomada en el Aeropuerto de El Palomar el día que se embarcó rumbo a las Islas Malvinas

“Las olas salpicaban en el avión”

El coronel Horacio Lauría (VGM), miembro de la Compañía de Comandos 602, recuerda cómo fue el viaje de los Comandos al archipiélago: " Fuimos todos los comandos en el mismo avión, un Hércules C-130. Volamos a 10 metros del agua para no ser detectados por los radares. Tuve la oportunidad de entrar un segundo a la cabina de mando y me impresioné: las olas salpicaban en el avión”.


Eduardo Villarruel con su hija bebé, Victoria

En el aeropuerto, al llegar a la plataforma asignada, la tropa descendió por las escaleras. Rico y sus hombres fueron alojados en un gimnasio que los comandos de la Compañía 601 bautizaron “la halconera”. Procuraron descansar, pero sin mucho éxito. Esa misma noche, cuando todos dormían, una fuerte explosión sacudió al edificio. Hubo pedazos de cielo raso que cayeron sobre ellos mientras los incesantes estallidos iluminaban las paredes.

Los Comandos se incorporaron velozmente y se prepararon para combatir. Pero sus compañeros de la Compañía 601 los contuvieron. “¡Tranquilos, no pasa nada, permanezca todo el mundo en su lugar! Es fuego de desgaste, de perturbación”, dijo un jefe de sección. Todos intentaron recuperar la calma. El lugar estaba repleto de armas y municiones, era tremendamente inflamable. Algunos hombres matizaron el momento haciendo bromas.

-Hay dos cosas que me molestan en esta vida: los mosquitos y el cañoneo naval inglés, dijo el teniente primero Luis Brun.

El chiste fue festejado por sus compañeros de arma. Unas horas después, los disparos cesaron y los efectivos se dispusieron a dormir un poco más. Fue el primer contacto que Villarruel y sus colegas tuvieron en Malvinas.

Los comandos, una fuerza capacitada para todo

Los Comandos son el cuerpo de combate élite del Ejército Argentino. “Son soldados profesionales de operaciones especiales capacitados para conducir y ejecutar tareas de alta complejidad, en cualquier ambiente geográfico y bajo cualquier condición meteorológica, integrando fracciones reducidas que operaran normalmente aisladas”, dice el historiador Isidoro Ruiz Moreno, que recopiló todas las misiones de las Compañías 601 y 602 en el libro “Comandos en acción”.


Eduardo Villarruel en "la halconera", recibiendo la visita del teniente coronel Mohamed Alí Seineldín

Sus integrantes reciben la instrucción más rigurosa y exigente. Durante meses son llevados física y mentalmente al límite de sus posibilidades. Aprenden a orientarse en los entornos más extremos, donde la ayuda pocas veces llega, donde solo ellos pueden salvarse a sí mismos. Son soldados, pero con un grado de autonomía mayor al de un combatiente regular.

En la Guerra de Malvinas, las Compañías 601 y 602 de los Comandos tuvieron un rol destacado. Fueron los únicos que tomaron prisioneros y le arrebataron una bandera al enemigo. Siempre combatieron a las SAS (el grupo Special Air Service), su equivalente en el ejército británico.

El comienzo de la guerra fue duro para el capitán Villarruel: dos días después de su llegada, en su primera misión, perdió a dos compañeros.

Cuenta el Coronel Lauría: “El 29 de mayo, por la tarde, los Comandos salieron en helicópteros hacia el monte Kent”.

-¿Cuál era su misión?

-Teníamos que ir y enterrar nuestros suministros para luego infiltrarnos en territorio ocupado por los ingleses y realizar acciones como emboscadas, tomar prisioneros, recoger información sobre el enemigo. La noche del 29 salió mi patrulla, la 3ra Sección de Asalto, de la cual yo era el segundo jefe. En otro grupo salió Villarruel con la misma misión. Los helicópteros nos dejaron al pie del monte Kent. A Villarruel lo habrán dejado a unos 500 metros. Yo fui con dos hombres a hacer una exploración nocturna. Cuando estábamos a 40 metros de la cima del monte, nos abrieron fuego desde tres posiciones distintas con ametralladoras. Pensé que quizás era Villarruel que nos confundió, porque nuestros uniformes eran muy parecidos a los de los ingleses, hasta que los escuché hablar en inglés. “Nos mandaron a la boca del lobo”, pensé. Era una emboscada.


Eduardo Villarruel con su hija bebé, Victoria

-¿Tuvieron bajas?

-Ese día tuvimos un herido: el sargento Viltes, a quien le dispararon en un talón. El grupo de Villarruel tuvo dos muertos, Rubén Márquez y Oscar Humberto Blas. Estuvimos combatiendo durante más de 14 horas: yo, en un lugar, con 12 hombres, y Villarruel, a 500 metros, probablemente con un grupo de no más de 10 hombres.

A Villarruel le pasó lo mismo que a nosotros, los estaban esperando. Sufrió esa emboscada... En situaciones así, no te queda otra que replegarte. Villarruel decidió replegarse a otra posición en monte Estancia con su gente. Al día siguiente llegué a donde estaba Villarruel, nos dimos las novedades, y él dijo que había que avisarle a Rico que no viniera porque también iba a caer en la emboscada.

Combate en el Monte Dos Hermanas

La noche del 9 de junio, con las últimas horas de luz, la Compañía 602 partió hacia el monte Dos Hermanas. Minutos más tarde se desataría una de las batallas más intensas de la guerra de Malvinas. A continuación, el recuerdo de Lauría:

“Ahí no esperábamos que el comando superior nos diera inteligencia, porque la primera que nos dieron nos hizo pelota, con la emboscada en el monte Kent. Así que nos basamos en información conseguida por nosotros en las tareas de infiltraciones que habíamos hecho previamente. Llegamos a la conclusión de que lo conveniente era tenderles a los ingleses una emboscada en el monte Dos Hermanas.

Salimos de Puerto Argentino a eso de las 7 de la tarde y llegamos al monte a las 9 de la noche. Nos organizamos de la siguiente forma: un escalón de asalto, cuya finalidad de encerrar y maniobrar a los ingleses; un escalón apoyo, en el cual estaba yo; y luego el escalón de recepción, cuya misión era recibir a cualquier herido, más allá de apoyar con el fuego y combatir. En ese estaba Villarruel.

En un momento dado, somos sorprendidos por una pequeña fracción inglesa que ataca a los argentinos que estaban a cargo de la ametralladora: Jorge Vizoso y Mario Cisnero. Abren fuego sobre ellos, matan a Cisnero y hieren a Vizoso. Y se desata la pelea... Fue un combate violento, con mucho intercambio de fuego, en medio de la oscuridad y el frío”.



Victoria Villarruel bebé, abrazada por su padre Eduardo

En un testimonio que dio para el libro Comandos en Acción, de Isidoro Ruiz Moreno, Villarruel supo decir: “Noté la superioridad del intenso fuego de los ingleses: las balas pasaron por encima de mi cabeza y prácticamente no me podía levantar; entonces, por un momento, pensé que íbamos a ser sobrepasados”.

Pero resistieron. Los argentinos, cada uno desde sus posiciones, y con la desventaja de contar con un muerto y un herido, se sobrepusieron rápidamente. “Abrimos fuego y les pegamos una paliza muy grande”, asegura Lauría.

“Diría que les ganamos. Aprecio que esa noche tienen que haber muerto muchos ingleses porque el fuego de nuestra artillería era tremendo”, escribió, años atrás, Hugo Ranieri, también miembro de la Compañía 602.

Sigue Lauría: “Luego Rico me ordena que junte a la gente y la repliegue, porque creía que los ingleses, para cubrir el repliegue de ellos, iban a abrir fuego de artillería contra nosotros. Villarruel recibe a Vizoso mientras combatía c. Es más, él no quería replegarse cuando Rico lo ordenó.

-¿Qué le dijo?

-Se quería quedar combatiendo... y de hecho lo hizo durante un rato, hasta el momento en que los ingleses empezaron a tirar con artillería. Recuerdo que pasé por su posición y le dije: “Vamos”. Y él respondió: “Sigan, yo después voy”. Lo que hizo Villarruel fue clave para que todos pudieran retirarse tranquilos”.


La Compañía de Comandos 602 antes de subir al Hércules que los trasladaría a Malvinas

“Era duro, estricto en el mejor sentido de la palabra”

El General Mauricio Fernández Funes (VGM), que también formó parte de la Compañía 602, conoció a Eduardo Villarruel siete años antes de la guerra de Malvinas, en 1975.

“Fue mi instructor en el curso de Comandos. Él era 3 años más antiguo que yo: Villarruel era de la promoción 99 y yo de la 102. El recuerdo que tengo es el de un hombre muy duro, muy estricto, en el mejor sentido de la palabra. Una persona a la que uno miraba como un muy buen profesional. Después, bueno, el entrenamiento era tan duro que queríamos que pasara rápido (ríe). Pasábamos días y noches sin dormir, con el agua a la cintura en medio de pantanos y ciénagas. El campo de entrenamiento era durísimo. Era en una isla en el delta. Le llamaban ‘El paraíso’, irónicamente.”, dice a LA NACION.



Recién llegados: los comandos reunidos en su cuartel, un gimnasio requisado a los kelpers que bautizaron como La Halconera

-¿Qué les enseñaba Villarruel?

-Él estaba a cargo de dos materias: navegación terrestre y acción psicológica. La primera consistía en saber orientarse solo, con la ayuda de las estrellas, la naturaleza y cálculos geométricos. No había GPS. El curso en sí duraba unos 3 meses. Pero en esa materia, pasamos entre 10 y 15 días con el agua a la cintura; vivíamos y dormíamos en las ciénagas.

-Al año siguiente, tuvo la oportunidad de ser instructor usted mismo y, entiendo, compartir con él la oportunidad de enseñar juntos. ¿Qué impresiones le dio entonces?

-Ya trabajando con él, encontré a un hombre que me dio su afecto y su confianza. Lo reconozco por el rigor con el que preparaba los ejercicios, un hombre con un culto al detalle, muy exigente y riguroso.

Quien recuerda muy bien la segunda materia es Lauría, quien también había tenido como instructor a Villarruel.: “Hice el curso de Comandos en 1976. La exigencia más dura es la psicológica, y él era precisamente el instructor de acción psicológica. Villarruel se transformaba en algo insoportable (ríe), en el buen sentido de la palabra. Realmente era un fenómeno, brillante, brillante. Pero había que soportarlo (ríe). Gracias a él, y a lo exigente que era, yo, en la guerra de Malvinas, pude sobrellevar las situaciones difíciles salvando mi vida y la de mis compañeros”, dice Lauría.


La Compañía de Comandos 602: Villarruel es el más alto, al fondo, a la izquierda

Malvinas: “Los comandos nunca nos rendimos”


El 13 de junio de 1982, un día antes de la rendición, los Comandos recibieron la orden de darle seguridad a la casa del gobernador. “Rico estaba enojado, no era una tarea que debieran hacer los Comandos, pero cumplimos con las órdenes”, dice Lauría.

Combatieron hasta el último minuto. “En la mañana del 14, nos estaban tirando con todo. Nos atacaban con artillería para que sus tropas de pie se pudieran acercar con cobertura. Eso habrá durado 5 minutos, hasta que los ingleses que venían hacia nosotros pararon el avance. Nosotros estábamos listos para sacudirlos. Pero se ve que ahí hubo negociaciones del alto al fuego. A los 10 minutos recibimos la orden de replegarnos 100 metros atrás. Estuvimos 4 horas esperando. Luego nos mandaron a una casa en Puerto Argentino. Al día siguiente, nos tocó la puerta un soldado inglés y nos dio la noticia. Nos dieron la orden de marchar hacia el aeropuerto. Allá estaba uno de los campos de prisioneros. Villarruel estuvo en el centro de prisioneros de San Carlos. No nos pusieron a todos en el mismo lugar. Estábamos calientes, todavía con la adrenalina alta, con ganas de seguir luchando. Pero no se podía hacer nada. Quizás suene como una fanfarronada, pero quiero destacar que nosotros no nos rendimos nunca, simplemente seguimos órdenes”.


Eduardo Villarruel

Tras la guerra, el accionar de los Comandos fue reconocido y destacado por los ingleses: “Cuando combatíamos contra unidades de conscriptos el asunto era relativamente fácil, pero cuando enfrentábamos soldados profesionales el asunto era difícil, y nos causaron serios problemas”, expresó tiempo después John Jeremy Moore, el comandante de las fuerzas terrestres británicas durante la guerra de Malvinas.

Sobre el final de la charla con LA NACION, el coronel Lauría vuelve sobre su compañero de armas Eduardo Villarruel: “Creo que su hija, la vicepresidenta, está muy orgullosa por lo que él demostró en la guerra, así como él también estaría orgulloso de verla en el lugar en el que está ahora”, arriesga.



sábado, 13 de noviembre de 2021

Malvinas: Rescatando al comando Sargento Viltes en Monte Kent

Catorce horas en la oscuridad bajo la nieve y el fuego enemigo: el heroico rescate del sargento Viltes en la guerra de Malvinas

Herido en una emboscada inglesa en Monte Kent, el sargento ayudante no podía caminar. A riesgo de su propia vida, el oficial Lauría lo cargó en medio de la noche y el avance enemigo hacia Puerto Argentino. Juntos lograron alcanzar las líneas argentinas. Ambos recuerdan aquella dramática jornada
Al rescate del sargento Viltes: una historia de heroismo y supervivencia en la guerra de Malvinas"


“¡Ayúdeme, ayúdeme!”, escuchó el teniente primero Horacio Lauría, en medio de un feroz tiroteo. El oficial de la Compañía Comando 602, estaba con una sección en las inmediaciones de Monte Kent con la misión de establecer una base de patrulla y operar detrás de las líneas enemigas.

Habían sido emboscados por los ingleses desde tres puntos distintos.

El que pedía ayuda era el sargento primero Raimundo Viltes. “Me hirieron, me hirieron”. Era la noche del sábado 29 de mayo de 1982 y ambos comandos protagonizarían un hecho dramático en la guerra de Malvinas.

Horacio Lauría, a medida que descubría su vocación de soldado, sintió que cumplía con los anhelos de su padre diplomático, que había visto con desilusión cómo otro de sus hijos abandonaba el Colegio Militar para seguir abogacía. Deseaba que uno de sus hijos siguiese la carrera de las armas. Hasta le entregó el sable de cadete cuando egresó.

"Una de las pocas fotos que conservo de la época de la guerra", se lamenta Horacio Lauría, uno de los protagonistas de esta historia.

Hoy es un coronel retirado que recibió a Infobae para relatar su experiencia en Malvinas y para brindar los detalles de la odisea que vivió junto al sargento primero Viltes entre las rocas del Monte Kent.

La Compañía Comando 602, armada rápidamente para esta guerra con oficiales y suboficiales comandos, llegó a Malvinas el 27 de mayo, después de un intento frustrado de cruzar desde el continente. Lauría estaba en Salta cuando se enteró que había sido incluido en la nueva unidad. Se despidió de su esposa Graciela y de sus hijos María Paula, Carolina y Gonzalo, de meses, como si no fuera a volver nunca más -“estaba dispuesto a todo”- tomó su mochila, fusil y el resto del equipo y vestido de combate viajó a Buenos Aires en un vuelo regular de Aerolíneas Argentinas.

Documento inédito. El listado que refleja cómo se armó la Compañía Comando 602 para ir a Malvinas.

El vuelo a Malvinas fue accidentado. El piloto del Hércules estuvo por dar la vuelta por el líquido hidráulico que la máquina perdía. Pero el Mayor Aldo Rico, jefe de la compañía comando, se negó a regresar -ya se había frustrado un vuelo- y encomendó a los capitanes Mauricio Fernández Funes y Andrés Ferrero a turnarse para reponer el líquido que se perdía y así llegaron a Puerto Argentino.

“Sentí una emoción única cuando pisé Malvinas. Fue la primera vez que lloré”, expresó.

Las dos compañías se reunieron en un galpón en Puerto Argentino y se planificaron las operaciones. Para el 29 tuvieron la primera misión: ir a Monte Kent, establecer una base de patrulla y operar detrás de las líneas enemigas. El jefe de la sección de Lauría era el capitán Andrés Ferrero que con el capitán Mauricio Fernández Funes, y los tenientes primero Enrique Rivas y Francisco Maqueda eran grandes amigos.

Monte Kent

Fueron llevados al lugar en helicópteros. Ferrero decidió adelantarse con el teniente primero Francisco Maqueda y el sargento primero Arturo Oviedo y le ordenó a Lauría que avanzase en cuanto viera la señal que le haría con su linterna. Luego de minutos interminables vieron la señal y comenzaron a subir la cuesta del monte.

La Compañía Comando 602 que combatió en Malvinas en distintos puntos de las islas.

Fueron sorprendidos por fuego trazante luminoso de ametralladora de tres puntos distintos. Los británicos habían esperado que se fueran los helicópteros. Lauría recuerda que era una intensa e incesante lluvia de fuego de todas las direcciones. En un primer momento, creyó que se trataban de argentinos que los habían confundido, pero cuando escuchó órdenes en inglés, comprendió que estaba en su primer combate.

“¿Puede arrastrarse a mi posición?”, le preguntó Lauría a Viltes. “Nos tiraban de frente, del costado; el que me hirió fue el que estaba atrás; yo estaba disparando rodilla a tierra. El proyectil entró justo abajo del talón, en el calcáneo”, explicó el hoy suboficial mayor retirado desde Tucumán, donde vive. Solo había sentido un ardor pero cuando se quiso incorporar, se desplomó. Ahí tomó conciencia de su herida.

Casi 40 años después, ambos protagonistas pudieron conversar a través de la web. Viltes lucía su vieja boina de comando: “Así nos vemos como antes”, explicó.

Cuando los dos estuvieron juntos, dejaron sus fusiles y mochila. Y entre un fuego incesante fueron retrocediendo y tirándose cuerpo a tierra cuando los ingleses arrojaban una bengala.

Eran las 11 de la noche y Lauría no sabía dónde estaba. La brújula la había dejado en su mochila. El cielo, poblado de nubarrones de pronto se despejó y pudo fijar un punto de referencia, y así se orientó para encaminarse a Puerto Argentino.

Y empezó a nevar.

Lauría cargaba a Viltes, un tucumano corpulento de 80 kilos. El próximo escollo fue un río de piedras, muchas de ellas filosas. Providencialmente se encontraron con el sargento primero José Núñez y entre los dos cruzaron al herido, mientras los ingleses les disparaban. Milagrosamente, ninguno fue alcanzado.

Raimundo Viltes fue herido en el combate de Monte Kent y fue cargado por Lauría por 14 horas hasta alcanzar las líneas argentinas.

Viltes, que perdía sangre, nunca se quejó. “Si usted tiene fe, rece a todos y al Puchi Lauría, que de acá lo saco”, lo alentaba.

Durante 14 horas cargaron a Viltes. Al llegar a un reparo, Lauría salió a recorrer la zona. Ignoraba donde se encontraba. Cuando volvieron a salir divisaron una patrulla de una docena de hombres. Y se prepararon para un enfrentamiento. El sería el primero en abrir fuego, sabía que eran hombres muertos. “Pero les iba a costar caro”, aclaró.

Antes de disparar gritó “¡Viva la Patria!” y le respondieron “¡Argentina!”. Era una sección de comandos.

Había sido una jornada trágica. Esa noche habían muerto el teniente primero Rubén Márquez y el sargento primero Oscar Blas, que estaban en otra patrulla. Y también había caído la patrulla completa del capitán José Vercesi en Top Malo House.

En Monte Estancia, Lauría y otros comandos pasaron la noche, “mi peor noche”, confesó. No podía quitarse de la cabeza el haber sido emboscados. Recordó que esa noche compartió la bolsa de dormir con alguien que no recuerda.

Parado, segundo desde la derecha se lo ve a Viltes junto a los suboficiales de la Compañía Comando.

A la mañana Ferrero ordenó continuar camino a Puerto Argentino. Viltes estaba muy débil, un enfermero le había hecho las primeras curaciones y quedaría al cuidado del sargento Aguirre. Lauría protestó: “No lo podés dejar, lo traje cargado 14 horas. Me quedo yo si es necesario”. Y así fue como el teniente primero Lauría vio alejarse a la patrulla. Prometieron volver por ellos. Además Ferrero debía cumplir el pedido de la esposa de Lauría: “Traemelo vivo”.

Lauría y Viltes emprendieron la marcha y encontraron refugio en una cueva. Nevaba y el sargento primero seguía perdiendo sangre. Lauría le ajustaba y aflojaba el tornique. El herido consumió el agua de su cantimplora y la del oficial. Este, sin que los ingleses lo vieran porque estaban por todos lados, derretía la nieve en un jarro, y le daba de tomar. “Agüita, agüita…” pedía.

Pasó esa primera noche y no fueron a buscarlos. En la segunda noche, con sus anteojos de campaña ubicaba otro posible refugio y hasta allí iban. El único alimento que tenían, un arroz con leche, lo comió Viltes.

Luego de dos días sin probar bocado, Lauría ya no tenía fuerzas para cargarlo. Tendría que ir gateando a su lado. Con el forro de su chaquetilla improvisó rodilleras y le dio a Viltes sus guantes y le aplicó una dosis de morfina. Así ambos fueron desplazándose, mientras veían a helicópteros enemigos transportando armamento y municiones en redes. Desde Monte Kent los ingleses los observaban pero no les dispararon.

Una media hora después, cuando las fuerzas los abandonaban, llegaron a rescatarlos. En una moto llevaron a Viltes a Puerto Argentino. El sargento pensó que lo curarían rápidamente y que volvería a la acción. “Pero mi herida no era fácil”, le dijo a Infobae. Recuerda que entró al hospital el 1 de junio por la tarde y al primero que vio fue a su hermano enfermero. Este, también herido por la onda expansiva de una bomba, se había negado a que lo evacuaran cuando se enteró de que había un comando herido. Su hermano no lo reconoció. Estaba lleno de barro. “Llegué hecho una desgracia”. Lo primero que le dijo fue “hola, hermano, vine para que me cures”. Lo enyesaron y lo mandaron al Bahía Paraíso.

Ahí esperó a que lo operasen. El 3 de junio entró al quirófano y los médicos tuvieron mucho trabajo en poder quitarle los restos de munición que tenía incrustado en el hueso. De la fecha no se olvida, ya que el 4 su hija María Inés cumplía tres años.

Lauría participaría de otras acciones. Como la emboscada que montaron en el Monte Dos Hermanas, donde se tomó revancha de lo ocurrido en Monte Kent. O cuando lograron hacer replegar a los ingleses, capturando sus equipos. Luego de una inexplicable orden de custodiar la casa del gobernador, les ordenaron cruzar la bahía en Puerto Argentino y evitar que un regimiento inglés tomase una altura.

Portada del diario La Prensa del 8 de junio de 1982. En la foto aparece un joven Lauría con equipos capturados a los ingleses en uno de los enfrentamientos que hubo con las fuerzas especiales enemigas.

Una vez en posición, vieron cómo los ingleses los envolvían y, si bien la artillería empezó a tirarles, sorpresivamente cambiaron de blanco y concentraron su fuego sobre Puerto Argentino. Fueron cinco minutos de un nutrido fuego terrestre y naval.

Y luego el silencio.

En la noche del 14 de junio, ocuparon una casa vacía en Puerto Argentino y al día siguiente los mandaron prisioneros al aeropuerto. Debió desprenderse de su pistola que tenía desde que había egresado. La desarmó y tiró las piezas por cualquier lado. Los interrogaban y algunos eran enviados a San Carlos. Ya era de noche cuando lo embarcaron en el Canberra. Ahí consumió la primera ración de los últimos siete días: sopa de tomate servida en un vaso de plástico.

En la base naval de Punta Alta, a Viltes debieron amputarlo a la altura del tobillo, pero el muñón lo lastimaba y dolía. Con los años convenció a los médicos de que le efectuaran una nueva amputación de unos cincuenta centímetros. “Quiero caminar y si puedo correr, mejor”, les pidió.

Desde que la guerra terminó, Lauría y Viltes se vieron en un par de oportunidades, una de ellas en un desfile donde el veterano suboficial marchó orgulloso con su prótesis.

Para Lauría, cuando regresó al continente, lo más fuerte fue el reencuentro con su padre. Recuerda mientras que su progenitor lo abrazaba y lloraba, él sentía que debía haber quedado en Malvinas, que era mejor que volver derrotado. “No quería rendirme. Me emocioné cuando desembarcamos y vi a la gente, con banderitas, vivándonos. Pero sentía vergüenza por haber defraudado a mis padres, a mis hijos, a mi país”. El, sin saberlo, al rescatar a Viltes, no se había rendido. Lo que no es poco.



sábado, 15 de mayo de 2021

Malvinas: La campaña terrestre (2/2)

Los últimos fuegos de un sol poniéndose sobre el Imperio

Parte 1 || Parte 2

L'autre côté de la colline (original en francés)


La campaña terrestre de las Malvinas

Finales de mayo de 1982. Con la cabeza de puente de la bahía de San Carlos asegurada y la primera posición argentina de Goose Green tomada, las tropas británicas se dirigen hacia la capital, Puerto Stanley. En su mayoría a pie y cargados, los Royal Marines y los paracaidistas se sumergen en un paisaje turbio bañado por el invierno austral. Los argentinos tuvieron mucho tiempo para preparar posiciones defensivas bien equipadas, y muchos oficiales están ansiosos por demostrar su valía para ser notados por la junta gobernante ...

(Este artículo sigue al relativo al desembarco británico en las Malvinas)

Por Jérôme Percheron


¡Dirección Port Stanley! (fuente: http://www.militariarg.com/task-force.html)



El dispositivo argentino y el acercamiento de la 3a Brigada de Comando



Situación al 30 de mayo de 1982 (fuente: el autor)

Como muestra el mapa, los medios argentinos están restringidos alrededor de Port Stanley en varias líneas de defensa, apoyados en los pequeños montes y colinas escalonadas al oeste de la capital:

  • Se está evacuando una primera línea de puestos de avanzada, que dependen del monte Kent (el punto más alto de la isla a 333 m) y del monte Challenger. De hecho, perforadas en beneficio de los refuerzos sumergidos en Goose Green, estas posiciones son demasiado débiles y los restos del 2º Regimiento de Infantería que las ocupaba refuerzan las líneas principales.
  • Dos líneas principales de defensa que descansan en las montañas Two Sisters y Harriet para la primera, así como las montañas Longdon, y William para la segunda. Están provistos principalmente por el 4º y 7º Regimientos de Infantería, apoyados por parte del 5º Batallón de Infantería de Marina, así como por algunas unidades de fuerzas especiales.
  • Finalmente, una línea final de alturas, apoyada por Mount Tumbledown y las colinas de Wireless Ridge y Sapper Hill, está firmemente sostenida por la mayoría del 5º Batallón de Infantería de Marina y mantiene el acceso directo a Port Stanley.

Las posiciones están respaldadas por una red de fuertes y búnkeres en la ladera de la montaña, construidos con turba y piedra, revestidos con ametralladoras de 12,7 mm, morteros de 81 y 120 mm y 106 cañones sin retroceso. Los accesos están muy minados [1]. Recientemente se adquirieron lanzadores de misiles antiaéreos portátiles SA-7 soviéticos ... Para protegerse de los ataques nocturnos, supuestamente la especialidad de los soldados ingleses, se instalaron algunos radares de vigilancia de campo de batalla RASIT [2] y se distribuyeron sistemas de visión nocturna individuales.

En las mismas afueras de Port Stanley, se concentra la mayor parte de la artillería de los regimientos desplegados en las montañas: 32 cañones de 105 mm y 4 de 155 mm, este último destinado a compensar el déficit de alcance de los 105 mm argentinos frente a sus homólogos. Británico. 3 regimientos están apostados en reserva alrededor de la capital: el 3º y 6º Regimientos de Infantería Mecanizada, así como una unidad de élite: el 25º Regimiento de Infantería Mecanizado Independiente, que custodia el aeropuerto. 12 Los vehículos blindados ligeros Panhard AML, de fabricación francesa, armados con un potente cañón de 90 mm, están destinados a ser transportados rápidamente a cualquier "punto caliente" ...

Una fuerza laboral de alrededor de 9000 hombres, incluidos 5000 combatientes [3] en la línea del frente, comandados por el general Jofre (subordinado del general Menéndez) se está preparando para recibir el impacto de unos 3700 hombres de la 3.a Brigada de Comando, que se aproxima en pinza. , con el fin de sortear las líneas opuestas del sur y el norte, mientras un batallón de Royal Marines permanecía custodiando la bahía de San Carlos, ante una posible ofensiva de retorno de las tropas argentinas que permanecían en la isla de West Malouine (alrededor de 1700 hombres [4]). La pinza sur está formada por el 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas, que acaba de obtener la victoria de Goose Green. La pinza norte, 2 batallones de Royal Marines y el 3er batallón de paracaidistas, acompañados por 8 tanques ligeros Scorpion y Scimitar [5], ya ha pasado la aldea de Teal Ilnet, desde la que se ven las estribaciones del monte Kent.


Blindado ligero Scimitar (primer plano) sobrevolada por un helicóptero Sea King cerca de San Carlos (fuente: http://www.thinkdefence.co.uk/2014/06/story-fres-eighties/)

La marcha de aproximación británica se realizó en condiciones muy difíciles, con viento, lluvia y frío. El suelo de turba es inestable, lo que provoca tensiones frecuentes. Por la noche, los soldados duermen bajo las estrellas en sacos de dormir mojados, intentando lo mejor que pueden protegerse del viento. El calzado reglamentario resultó ser totalmente inadecuado, manteniendo la humedad en el interior desde el desembarco, y provocando así muchos "pies de trinchera [6]".

Las débiles defensas del monte Kent, despojadas a favor de Goose Green, no se ha escapado del SAS. El general Thomson planea su captura como una prioridad, con el fin de instalar una batería de artillería que amenace a Port Stanley. Después de haber limpiado los alrededores de la presencia de fuerzas especiales argentinas [7], los primeros elementos del Comando 42 son transportados en helicóptero por 3 Sea Kings en la montaña durante la noche del 30 al 31 de mayo, el Chinook superviviente del Atlantic Conveyor (ver primera parte) llevando un cañón de 105 mm bajo eslingas en cada rotación. En la madrugada del 31 de mayo, la cumbre, evacuada por los argentinos, fue ocupada por 200 Royal Marines y 3 x 105 cañones cuyo fuego logró llegar a las afueras de la capital a 18 km. La posición, débilmente defendida y dependiente de helicópteros para su abastecimiento, queda a merced de una contraofensiva argentina, que no llegará.


Las diferentes alturas sobre las que se asientan las líneas de defensa argentinas, vistas desde la bahía de Puerto Argentino/Stanley (fuente: http://www.raf.mod.uk/history/Actions,lossesandmovementsonlandandsea.cfm)

Misión Invincible

Los argentinos cuentan con el último misil Exocet en su versión Air-Mer (AM39). Obsesionados con la destrucción de portaaviones enemigos, deciden una vez más intentar hundir uno de ellos. Se planea una incursión de 2 Super-Etendards para el 30 de mayo. Uno está equipado con el misil, el otro proporciona soporte de radar para la detección de objetivos. La FAA [8], que no quiere dejar que la Armada (de la que dependen los Super-Etendards) se cubra solo de gloria, exige que 4 SkyHawks sigan al misil para completar el trabajo utilizando bombas convencionales ... Habiendo permitido la propaganda argentina Para zanjar la idea de que el otro portaaviones, el Hermes, había sido alcanzado el 25 de mayo, el Invencible es, por tanto, el objetivo de la nueva incursión [9]. Los Super-Etendards logran pasar por alto la pantalla de los barcos antiaéreos que protegen la flota. Sin embargo, se detectó la actividad de los radares de los dos aviones, que inmediatamente giraron tras lanzar el misil, y la flota se puso en orden de defensa, lanzando señuelos. Los siguientes 4 SkyHawks pagarán el precio: dos de ellos serán pulverizados por los misiles Sea Dart del destructor HMS Exeter. Los otros dos, rodeados por el fuego de la fragata HMS Avenger, estrellan bombas sobre lo que creen que es el Invencible, se ahogan en un denso humo y logran escapar.

Este es uno de los episodios más controvertidos del conflicto hasta el día de hoy. El testimonio de los dos pilotos argentinos sobrevivientes indica que siguieron el rastro del Exocet en el Invencible, que, emitiendo mucho humo, pareció impactado. Afirman haber arrojado sus bombas y haber golpeado el portaaviones una vez más. Ningún otro testimonio viene a corroborar estas afirmaciones, pero varias pistas parecen confirmarlas: en los días que siguen, la actividad de la aviación británica disminuirá notablemente. Además, el Invincible no regresó a Gran Bretaña hasta 3 meses después del final de la guerra, con reparaciones visibles en el islote (pintura nueva) [10]. Por su parte, los británicos indican que el portaaviones nunca fue atacado, porque estaba ubicado a 30 millas del lugar del combate, y que fueron los destructores Exeter y la fragata Avenger solos los que se enfrentaron a los SkyHawks argentinos, y llegaron. fuera ileso. No se sabe qué pasó con el Exocet, posiblemente derribado por el fuego del Avenger, como afirma su capitán. Sin embargo, si el Invencible hubiera sido alcanzado, sabiendo que tiene una tripulación de más de 1,000 marineros, parece muy poco probable que alguno de ellos haya tenido la tentación de hablar desde entonces, aunque solo sea para vender libros ...

La llegada de la Quinta Brigada y el golpe de fuerza de la II Para

El 1 de junio desembarcó en San Carlos la 5ª Brigada, parte del Reino Unido el 12 de mayo. La precede el general Jeremy Moore, que toma el mando de todas las tropas terrestres allí y, por lo tanto, supervisará las dos brigadas. La nueva unidad está formada por batallones de guardias (1º de la Guardia Galesa, 2º de la Guardia Escocesa y los Rifles Gurkha), unidades de élite del ejército, más acostumbradas en los últimos años a los desfiles que al duro entrenamiento de tropas de la intervención exterior como los Royal Marines. y paracaidistas. Inmediatamente es enviado para reforzar la pinza sur, y debe unirse al 2º Batallón de Paracaidistas lo más rápido posible, avanzando hacia Fitzroy. Los guardias galeses fueron los primeros en irse, tomando la ruta Goose Green utilizada unos días antes por sus compañeros paracaidistas. Pero su resistencia física no es la misma y, a medio camino, agotados después de 12 horas de caminata con su pesada mochila, renuncian a seguir adelante. Por tanto, el eje sur de la ofensiva se retrasa preocupantemente ...


Los Gurkhas de la 5ta Brigada desembarcan en San Carlos (fuente: http://edition.cnn.com/2013/06/14/world/asia/nepal-gurkha-malklands-war/)

El mismo día, un buque portacontenedores, el Atlantic Causeway, finalmente trajo los elementos de un aeródromo de campaña para reemplazar los que yacían en el fondo del mar después del desastre del Atlantic Conveyor el 25 de mayo (ver parte 1). En una semana, se desarrolló un campo en San Carlos, lo que permitió a los Harriers aterrizar allí con regularidad para repostar, aumentando el tiempo de patrulla en tres [11].

Mientras tanto, el 2do Para llega a Swan Inlet House vacío de argentinos y, simplemente usando una línea telefónica civil sobrante, se entera de los residentes de Fitzroy que los argentinos también han evacuado esa localidad. El general Wilson, comandante de la 5ta Brigada a la que estaba adscrito el batallón de paracaidistas, de inmediato aprovechó la oportunidad: requisó el helicóptero Chinook para llevar munición para transportar en pocas rotaciones 2 compañías de paracaidistas y el puesto de mando del batallón hasta Fitzroy, lo que le permitió Evite 5 días de caminata. El general Moore no aprecia para nada esta iniciativa tomada sin que él haya sido advertido, porque expone tropas muy por delante, sin apoyo de artillería, ni defensa antiaérea, ni vínculo directo con el resto de la brigada que no sea aérea. Además, el retraso del cuerpo principal de la 5ª Brigada en el 2º Para, que ya era preocupante, ahora se vuelve imposible de llenar por tierra en un tiempo razonable ...

Los guardias galeses en la confusión

La única forma de permitir que la 5.ª Brigada llegue rápidamente a Fitzroy es transportarla por mar utilizando los porta-helicópteros de aterrizaje (LSD [12]) HMS Fearless e Intrepid. Pero los SAS infiltrados detectaron la instalación cerca de Puerto Stanley de una batería terrestre improvisada para disparar misiles MM38 Exocet (versión de mar a mar), tomados de un barco de la flota argentina. Por tanto, será necesario mantener los dos preciosos edificios fuera del alcance de este peligro mortal y hacer el resto del viaje en barcaza, de noche. El traslado de los guardias escoceses y galeses se inició la noche del 5 de junio, con vientos de 70 nudos que sacudieron violentamente las barcazas que tardaron 5 horas en llegar a la costa. La noche siguiente, la operación continuó, y en la mañana del 7 de junio solo quedaba por enviar la mitad de los guardias galeses. Fue en este punto que el Estado Mayor de Londres, apoyado por el contralmirante Woodward, ordenó que ya no se arriesgara el precioso LSD al este de San Carlos. En cambio, aconseja utilizar los barcos logísticos Sir Galahad y Sir Tristam, del Auxiliar de la Flota Real, por lo tanto con tripulación civil, pero más lentos y mucho menos defendidos que los LSD.

La operación tiene lugar el 8 de junio. Sir Tristam desembarca equipo pesado y suministros, mientras que Sir Galahad llega durante la noche para desembarcar a los 470 guardias galeses restantes. Pero las operaciones toman mucho tiempo y amanece un día soleado con los barcos aún anclados, con los soldados adentro. Prefieren esperar para desembarcar directamente en Bluff Cove, ahora asumido por los ingleses, para evitar un viaje de 25 km a pie, mientras que la precaución es evacuar los barcos lo más rápido posible ante el riesgo de un accidente. ataque aéreo ... Para empeorar las cosas, ese día, la cobertura aérea se redujo al mínimo: el aeródromo de campo fue dañado por un Harrier en el despegue, por lo que no estuvo disponible para el día, y el portaaviones Hermes se alejó para realizar el mantenimiento de sus calderas [13].

Los dos barcos anclados fueron avistados por los argentinos en el monte Harriet. Se lanza un ataque aéreo: Mirage III atrae a los Harriers, lo que permite que Daggers y SkyHawks bombardeen los barcos. Tres bombas impactaron de frente a Sir Galahad. Su explosión enciende el tanque de combustible y la sentina. Sir Tristam fue alcanzado a su vez, provocando un incendio que, por suerte, no alcanzó ningún órgano vital y pudo controlarse. El barco aún tendrá que ser remolcado a Gran Bretaña para su reparación, ya que sus superestructuras se han derretido. Los aviones argentinos, dañados por el fuego de armas pequeñas, todos regresaron a sus bases. Una segunda oleada de SkyHawks completa la obra, pero esta vez los Rapiers y los Sea Harriers los esperan, y solo regresará un avión argentino, no sin haber hundido la barcaza que transportaba los equipos de transmisión del personal de la brigada ...


Evacuación de Sir Galahad, en llamas al fondo (fuente: http://www.iwm.org.uk/collections/item/object/205064262)

A bordo del Sir Galahad en llamas, el horror está en su apogeo: los guardias galeses, hacinados en los camarotes, tienen todas las molestias para llegar a la cubierta en el horno y el humo acre, en medio de las explosiones en las cadenas que continúan sacudiendo el barco ... Muchos no lo harán. Una vez que se complete la evacuación, o hay 48 muertos (incluidos 7 civiles en la tripulación) y más de 150 heridos, la mayoría de ellos con quemaduras graves. Al final, 2 compañías de guardias galeses están fuera de acción. Los argentinos creen que todo el batallón galés está aniquilado y, por lo tanto, creen que la ofensiva británica desde el sur se pospondrá, si no se cancelará. El personal de Londres decide entonces no comunicar por el momento sobre la realidad de las pérdidas, para mantenerlos en esta idea. De hecho, este revés, aunque amargo, no es probable que retrase la ofensiva por más de 2 días, hasta que dos compañías del Comando 40 que hacen guardia en San Carlos sean transportadas en helicóptero para reemplazar a las tropas perdidas. Al mismo tiempo, el último batallón de la 5ª Brigada (Gurkhas), comienza a ser transportado en helicóptero en pequeños bultos, y se mantiene en reserva para el ataque final.

Mientras tanto, en el ámbito diplomático, los estados de América del Sur apoyan cada vez menos la intervención de una potencia europea en su región: el 29 de mayo, la Organización de Estados Americanos, con excepción de Chile, Colombia y Trinidad y Tobago, condena la Intervención británica y pide a Estados Unidos que ponga fin a su apoyo. El 10 de junio, Perú cede oficialmente 10 Mirage III a Argentina. Para el gabinete de guerra en Londres, el mensaje es claro: tendremos que poner fin a esta campaña lo antes posible.

Asalto a la principal línea de defensa

El general Moore prevé el ataque simultáneo de las dos principales líneas de defensa de Argentina desde el norte y el sur: las montañas Two Sisters, Longdon (North clamp) y Harriet (South clamp) serán atacadas la noche del 11 de junio. Una vez ocupadas las cumbres, las dos pinzas se unirán para forzar las últimas defensas y conducir a la capital.


En la cima del monte Longdon, al amanecer del 12 de junio (vista del artista, fuente: http://4chanarchive.net//threads/k/Falklands-War/21535189)

Atacar el monte Longdon no es una hazaña pequeña: protegido en el sur por las posiciones del monte Tumbledown y vastos campos de minas, no se puede girar desde el este porque el pasaje está bajo el fuego de los argentinos instalados en Wireless Ridge. Como el acceso norte es empinado y poco práctico, la única solución que queda es un asalto frontal desde el oeste, donde las defensas son más densas. En un intento por reducir las pérdidas, el 3er Pará planea un silencioso avance nocturno de dos compañías de asalto por pasillos desminados, hasta llegar a las posiciones argentinas. Entonces éstos, con el apoyo de 6 cañones de 105 y el cañón de 114 de la fragata HMS Avenger, se precipitarán al interior ... Los paracaidistas efectivamente llegan cerca de las defensas argentinas sin ser detectados. Pero uno de ellos salta sobre una mina y se dispara la alerta. Por tanto, los ingleses se están preparando para el combate cuerpo a cuerpo. Los soldados argentinos escuchan entonces con angustia el chasquido de cientos de bayonetas disparadas simultáneamente a pocos metros de ellos, pero rápidamente se recuperan: un fuerte fuego de morteros y ametralladoras procedente de los fuertes clava a los sorprendidos ingleses en el suelo, bloqueado abajo. Se reorganizan y mueven los dos pelotones menos expuestos, que, aprovechando la atención argentina centrada en sus desafortunados compañeros, determinan un nuevo eje de ataque y alcanzan rápidamente la parte noreste de la loma. Uno a uno, eliminan los atrincheramientos enemigos con bayonetas y granadas. Los paracaidistas varados, víctimas además de francotiradores equipados con sistemas de visión nocturna, pueden reanudar su avance y, beneficiándose de un fuego de artillería muy preciso, repeler a sus oponentes. Estos últimos siguen sin querer soltarse de la cumbre e incluso lanzar un contraataque de infantería, en vano. Amanece después de 10 horas de intensos combates y las posiciones ahora en manos británicas son tomadas bajo fuego de artillería enemiga, guiados por observadores estacionados en el Monte Tumbledown. Fue la batalla más costosa de la guerra para los británicos: 23 muertos y 65 heridos de su lado, 31 muertos, 50 heridos y 420 prisioneros entre los argentinos [14], de los cuales casi la misma cantidad lograron retirarse.

En la misma noche, poco después del inicio del ataque al Monte Longdon, el asalto a las montañas Two Sisters y Harriet fue lanzado, respectivamente, por los Batallones de Comando 45 y 42 de los Royal Marines, todavía de acuerdo con las tácticas del acercamiento de la noche. . Los misiles de Milán se utilizan ampliamente para silenciar los fuertes [15], guiándose por los puntos de partida de las balas trazadoras enemigas. Las posiciones del monte Harriet se tomaron al revés después de una atrevida aproximación de derivación realizada cerca de las líneas enemigas. Con el apoyo preciso de su artillería (incluida la naval), los británicos eliminaron las últimas posiciones con granadas de fósforo y bayonetas. Al amanecer, se limpian, como en Mount Longdon, el fuego de la artillería argentina, pero siguen siendo dueños de estas alturas. La conquista de este último costó 6 muertos y 28 heridos a los ingleses, que hicieron más de 340 prisioneros.


El camino hacia la cima del monte Longdon estaba pavimentado con víctimas (fuente: http://1982militariaforum.forumcommunity.net/?t=47987414)

El destructor HMS Glamoran, que se había acercado durante la noche para apoyar el ataque en Mount Two Sisters, fue alcanzado por un Exocet disparado desde la batería terrestre improvisada cerca de Port Stanley. El misil golpea el hangar de helicópteros, encendiendo combustible, haciendo volar el helicóptero y los hombres cercanos. El fuego se extendió a la cocina y la sala de turbinas de gas, pero finalmente se controló antes del amanecer. Este ataque costó la vida a 13 marineros e hirió a otros 14, pero el barco finalmente no estuvo disponible durante 36 horas.

Durante esta "noche más larga" de la campaña terrestre, los soldados de la 3a Brigada de Comando demostraron su superioridad sobre los argentinos: capaces de mostrar iniciativa ante el fuego enemigo para adaptarse a los vaivenes de la batalla, sabiendo manejar el apoyo del fuego terrestre. así como desde los barcos, no dudaron en tomar las posiciones de cuerpo a cuerpo argentinas cuando fue necesario. Sus adversarios, capaces de resistir seriamente en posiciones bien preparadas, resultaron indefensos cuando tuvieron que maniobrar.

Las alturas de la última oportunidad

Una última línea de crestas controla el acceso a Port Stanley: Tumbledown y William Mountains, y Wireless Ridge Hill, cuyos defensores recibieron los restos de las unidades derrotadas la noche anterior como refuerzos. La Quinta Brigada, que ahora inclina las fuerzas a favor de los británicos, finalmente participará directamente en los combates: la Guardia Escocesa debe tomar el Monte Tumbledown desde el sur, ocupado por la sólida infantería de marina argentina, y abrir el camino para la Gurkhas que tendrán que explotar tomando el monte William con calma. El segundo para, el de la batalla de Goose Green, debe conquistar Wireless Ridge desde el norte. Se abrirá así el camino a la capital. El ataque está programado para la noche del 13 de junio. El general Jofre, no ajeno a que el próximo ataque también tendrá lugar de noche, pretende aguantar hasta el amanecer para utilizar su numerosa artillería en ese momento, más fácil de coordinar durante el día, y así obligar a los británicos a retirarse.


Asalto a Wireless Ridge. En primer plano, lanzadores de misiles de Milán (vista del artista, fuente: http://www.naval-history.net/FxDBMissiles.htm)

En el lado británico se están utilizando todos los medios para aplastar literalmente estos últimos puntos de resistencia con un mínimo de pérdidas. Los 24105 obuses disponibles y la artillería de la flota disparan continuamente frente a la infantería. Los pocos vehículos blindados ligeros Scorpion y Scimitar apoyan a la infantería lo más cerca posible, con sus cañones de 76 y 30 mm, respectivamente, así como sus sistemas de visión nocturna, comportándose finalmente muy bien en el suelo inestable de las Malvinas, aunque en su mayoría están inmovilizados. por campos de minas. Los misiles Milán, los lanzacohetes y los cañones ligeros Karl Gustav sin retroceso debían utilizarse ampliamente. A pesar de esto, los argentinos mantendrán sus posiciones e incluso intentarán contraataques rápidos de infantería con grandes pérdidas. Las cumbres no serán conquistadas por completo hasta el amanecer en cuerpo a cuerpo y granada, luego de 11 horas de combate, a costa de 10 muertos y unos cincuenta heridos del lado inglés, y más de 50 argentinos muertos y 200 heridos. La explotación hasta Mount William ya no es posible durante el día. Pero no será necesario, porque, en esta mañana del 14 de junio, filas de soldados argentinos desmoralizados abandonan sus posiciones y descienden hacia Port Stanley ...

Rendición - balance

Tres regimientos argentinos en su totalidad, estacionados en las afueras de Puerto Argentino/Stanley, aún no se han comprometido, pero no pueden maniobrar en la avalancha de soldados que se retiran hacia la capital. Algunos de los oficiales argentinos no se oponen a esta derrota, al ver que ya no sirve sacrificar nuevas vidas. El aeropuerto está ahora bajo constante fuego de artillería británica y, por lo tanto, no es posible ninguna conexión con el continente.


Soldados argentinos bajo fuego de de bombarderos británicos cerca del aeropuerto (fuente: http://www.mirror.co.uk/news/world-news/falkland-war-30-years-on-886626)

Los paracaidistas británicos se acercan a las primeras casas en Port Stanley y se les ordena que se detengan. De hecho, al darse cuenta del avanzado estado de descomposición del dispositivo argentino, el general Moore esperaba una rendición, en lugar de participar en costosas peleas callejeras, que no dejarían de causar nuevas víctimas civiles (3 civiles ya han sido asesinados por un misil británico). Las conversaciones están en marcha. El general Menéndez tiene grandes dificultades para lograr el acuerdo del general Galtieri, el líder de la junta argentina, para aceptar la rendición, este último no parece darse cuenta de que la situación es desesperada. Para empeorar las cosas, Londres está ansioso por ver aparecer las palabras "rendición incondicional" en el acto final, una humillación que los argentinos habrían prescindido. El documento fue finalmente firmado fuera de las cámaras a las 21:15 horas, con Menéndez tachando la palabra "incondicional" [16], con el acuerdo tácito del general Moore.
Rápidamente se hicieron los arreglos para repatriar a los prisioneros argentinos, con quienes los británicos no sabían qué hacer: su logística ya estaba tensa al extremo y los pocos recursos de las islas no permitían que fueran atendidos. Sufriendo la vergüenza de la opinión pública en su país, los argentinos regresarán discretamente y quedarán despreciados, excluidos de la sociedad, cuando la mayoría, simples reclutas, no habían pedido nada. El general Galteri dimitió en los días siguientes, lo que permitió el advenimiento de la democracia en este país. Sin embargo, la suerte de los veteranos no mejorará. Mientras tanto, la Primera Ministra Margaret Thatcher está saboreando su victoria ... y pronto su reelección.
El número de pérdidas es muy elevado durante dos meses y medio de guerra. 225 muertos (incluidos 3 civiles) y 777 heridos entre los británicos, 655 muertos y más de 1.500 heridos del lado argentino. A esto hay que añadir que, como ya sabemos, los veteranos ya no pueden soportar los trastornos psicológicos debidos al estrés postraumático derivado de luchas de una ferocidad rara, y que se suicidarán en los años siguientes: 264 en Inglaterra (más de pérdidas en combate) y 454 en Argentina [17]. Qué desperdicio de vida humana por unos pocos arpetos de tierra pelada ... especialmente porque eso no solucionó nada. A pesar de una reanudación gradual de las relaciones diplomáticas en la década de 1990, Argentina continúa reclamando el archipiélago y los británicos han establecido una base militar allí para prohibir cualquier invasión sorpresa adicional.


El 2nd Para ingresa a Puerto Argentino/Stanley (fuente: http://www.nam.ac.uk/exhibitions/online-exhibitions/falklands-war-1982)

Análisis

Las lecciones relativas a la parte aerotransportada naval y anfibia ya se han mencionado en la primera parte, también los otros aspectos de este conflicto muy específico, donde dos ejércitos convencionales equipados con equipos muy similares, o incluso idénticos en algunos casos (rifles FAL por ejemplo) , chocan principalmente en una isla (Malouine Est) casi deshabitada y aislada de los principales problemas territoriales internacionales. Los británicos aún no habían planeado ninguna fuerza expedicionaria de esta magnitud desde Suez en 1956, y los argentinos simplemente no tenían referencia en el asunto, su ejército estaba preparado para conflictos fronterizos o contrainsurgencia. La determinación de los líderes de los dos beligerantes, que han permanecido sordos a todos los intentos diplomáticos de mediación o solución amistosa, solo podría conducir inevitablemente a la derrota final de uno de ellos.

Dejando de lado los pocos armamentos más recientes, como los misiles antitanques de Milán, los sistemas de visión nocturna y el uso extensivo de helicópteros en las maniobras y los asaltos, los enfrentamientos terrestres, que parecen de otra época, muy bien podrían haber tenido lugar durante el Mundial. La Segunda Guerra, si no la primera. La infantería es la punta de lanza de las ofensivas, y se encuentra masivamente en contacto, siendo muy limitados los medios de apoyo y movilidad. Las pérdidas son cuantiosas y, sobre todo, asumidas, lo que parece impensable estos días. De hecho, las dificultades logísticas y la lejanía del teatro de operaciones, las difíciles condiciones climáticas y la inestabilidad del terreno restringen los medios desplegados para ambos campamentos, dejando más espacio al factor humano que en un conflicto convencional convencional. Aquí es donde los británicos marcan la diferencia. Aquí, no hay grandes atracciones mecanizadas, ni batallas masivas aire-tierra para las que se prepararon dentro de la OTAN contra los soviéticos, sino enfrentamientos cuerpo a cuerpo, dirigidos por guerreros profesionales bien entrenados y perfectamente supervisados ​​por oficiales capaces de adaptarse al curso. de la batalla, e incluso para repensar completamente sus tácticas bajo el fuego enemigo (caso de Mount Longdon). Los argentinos demostraron una gran tenacidad en la defensa, pero los conscriptos, que constituían el grueso de la tropa, no estaban preparados para enfrentarse a combates tan intensos y, como su estado mayor, no tenían la flexibilidad para adaptarse a los caprichos de la batalla. Una vez fuera de sus posiciones preparadas, demostraron ser incapaces de llevar a cabo contraataques efectivos. Sus oficiales prefirieron enviarlos a una muerte segura, atrapados entre el miedo a decepcionar a la dictadura y la obediencia ciega a su mando superior, salvo, para una parte de ellos, tras la caída de la última línea de cordilleras, al ver que no había forma de hacerlo. afuera.

Los 12 vehículos blindados ligeros Panhard ni siquiera se utilizaron, el terreno esponjoso para nada apto para el uso de vehículos blindados de ruedas, a diferencia de los vehículos blindados ingleses, cuya distribución de peso es mucho más uniforme gracias a las orugas. Por otro lado, probablemente no habrían podido resistir mucho tiempo contra los misiles antitanques de Milán ... Los británicos han demostrado que su reputación de combate nocturno, heredada de la Segunda Guerra Mundial, no estaba sobrevalorada. Incluso lograron coordinar el fuego de su artillería terrestre, muy móvil gracias a los helicópteros, y navales sobre objetivos ubicados casi en contacto con su infantería, en medio de la noche. Esto resultó totalmente fuera del alcance de los argentinos: estaban esperando el amanecer para disparar sus armas. En última instancia, para estos últimos, una doctrina y una organización inadecuadas, al servicio de un mando superior ciego a las realidades sobre el terreno, resultó en un desperdicio innecesario de vidas humanas.


Vehículos blindados Panhard AML-90 abandonados por los argentinos en Puerto Argentino (fuente: http://www.nam.ac.uk/exhibitions/online-exhibitions/falklands-war-1982)

Este conflicto ha demostrado que una potencia media, con intereses esparcidos por el mundo, puede ser conducida a desplegar una importante fuerza de intervención aeronaval y aeromóvil (equivalente aquí a 2 brigadas reforzadas) muy lejos de sus bases, en muy poco tiempo. hora. Por lo tanto, esta enseñanza no es ajena a la constitución de fuerzas de despliegue rápido en los años siguientes, como por ejemplo la Fuerza de Acción Rápida francesa (FAR) 1983. En términos generales, durante estos años, todos los países occidentales reunirán fuerzas aeromóviles proyectables en el proceso de profesionalización en lo que se puede llamar “puntas de lanza”. Esto demostrará su utilidad durante la Guerra del Golfo de 1991. Sin embargo, queda una constante, reafirmada durante este conflicto y posteriormente: la infantería, la única capaz de ocupar el terreno y entrar en contacto, sigue allí. batallas ".


Bibliografía

Martin Middlebrook, La lucha por las Malvinas, Londres, Viking, 1989
Julian Thompson, Tercera Brigada de Comando en las Malvinas, No Picnic, Pen & Sword Military, Barnsley, 2008

(contiene una descripción y mapas detallados de las batallas de Longdon, Two Sisters, Harriet, Tumbledown y Wireless Ridge)
Douglas N. Hime, The 1982 Falklands-Malvinas Case Study, The United States Naval War College, Newport, Rhode Island
Gordon Smith, Atlas de batalla de la guerra de las Malvinas, Ian Allan, 1989, rev. 2006 por Naval-History.Net.

(de libre acceso en pdf en el sitio http://www.radarmalvinas.com.ar/informes/libro%20g%20smith%20ct.pdf)
Coronel Richard D. Hooker Jr., La ira de Aquiles, Ensayos al mando en la batalla, Prensa del instituto de estudios de combate, Centro de armas combinadas del Ejército de los Estados Unidos, Fort Leavenworth, Kansas.
William Flower, Batalla por las Malvinas: Fuerzas terrestres, Hombres de armas Serie 133, Londres, Osprey, 1983, 2005
Nicholas VAN DER BIJL, fuerzas argentinas en las Malvinas, Londres, Águila pescadora, 1992
Henri Masse, Una guerra por las Malvinas, tesis doctoral en historia, Universidad de Metz

(accesible en pdf en esta dirección: ftp://ftp.scd.univ-metz.fr/pub/Theses/1997/Masse.Henri.LMZ9710.pdf)

Notas al final

  1. [1] Todavía lo encontramos regularmente hoy
  2. [2] Radar RASIT: desarrollado en Francia por Thomson-CSF, puede detectar y diferenciar personal, vehículos y helicópteros con un alcance de 20 km. En última instancia, los argentinos no lo usarán por temor a ser detectados y atacados por fuego de contrabatería ...
  3. [3] Martin Middlebrook, The fight for the Malvinas, London, Viking, 1989, p.216
  4. [4] Selon http://www.naval-history.net/F26-Falklands-%201982_Argentine_Defences.htm
  5. [5] Scorpions et Scimitar : vehículos blindados ligeros de reconocimiento de orugas, que comparten el mismo chasis y el mismo tren de rodaje, principalmente diferenciados por su armamento: un cañón de 76 mm para el primero, un disparo rápido de 30 mm para el segundo (90 disparos / minuto)
  6. [6] Pie de trinchera: Infección necrótica ulcerativa de los pies, resultante de la exposición prolongada a la humedad, las condiciones insalubres y el frío. Los casos más graves pueden requerir una amputación.
  7. [7] Para más detalles, vea el compromiso de Top Malo House en Henri Masse, Une guerre pour les Malouines, p. 386 (enlace a pdf en la biografía)
  8. [8] Fuerza Aérea Argentina : Force Aérienne Argentine
  9. [9] Expuesto por Rodney A. Burden et al., Falklands, the air war, British association research group, London, 1986, p.36
  10. [10] Middlebrook, The fight for the Malvinas, London, Viking, 1989, p.273-279
  11. [11] 3. Ethel et Price, Air War South Atlantic, London, Sidgwick and Jackson, 1983, p. 185.
  12. [12] Landing Ship Dock
  13. [13] Southby Tailyour,Reasons in Writing, London, Leo Cooper, 1993, p. 300
  14. [14] Douglas N. Hime, The 1982 Falklands-Malvinas Case Study, The United States Naval war College, Newport, Rhode Island, p. 45.
  15. [15] Gordon Smith, Battles of the Falklands, Shepperton,Ian Allan, 1989, p.103
  16. [16] Henri Masse, Une guerre pour les Malouines, Thèse de doctorat en histoire, Université de Metz, p. 427 
  17. [17] Chiffres de 2002 : Raphaël Schneider, La guerre des Malouines, in : Champs de Bataille n°33, Avril-Mai 2010, p.

sábado, 2 de enero de 2021

Malvinas: El asalto a Monte Kent y la emboscada de Top Malo

Batalla del monte Kent y la casa Top Malo

Conservapedia


Vista desde Monte Kent hacia el Oeste, lugar del asalto británico

El 27 de mayo de 1982, el 3er Batallón, el Regimiento de Paracaidistas (3 PARA) y el Comando 45 (45 CDO), Royal Marines habían dejado la cabeza de playa británica en San Carlos hacia Estancia Mountain y Bluff Cove Peak. El 2do Batallón, el Regimiento de Paracaidistas (2 PARA) recibió la orden de atacar la Fuerza de Tarea Argentina Mercedes el 28 de mayo ubicada en el Istmo de Darwin durante la Batalla de Darwin y Goose Green, eliminando cualquier amenaza futura de la guarnición argentina. El Escuadrón D del Mayor Cedric Delves, 22 ° Regimiento de Servicio Aéreo Especial, embarcado en helicópteros Sea King tomaría el Monte Kent, mientras que 19 Comandos de la Marina Real del Cuadro de Guerra de Montaña y Ártico (M & AWC) al mando del Mayor Rod Boswell, embarcados en un helicóptero Wessex, capturar y despejar la patrulla de avanzada de las Fuerzas Especiales Argentinas ubicada en la Casa Top Malo, permitiendo a los 600 paracaidistas del 3 PARA capturar la Montaña Estancia y la Casa Estancia. Se esperaba que la Kilo Company of 42 Commando (42 CDO) del capitán Peter Babbington aterrizara en el monte Kent la noche del 29 de mayo. Los retrasos y las ventiscas de nieve significaron que estos refuerzos en helicóptero solo llegarían la noche del 31 de mayo, peligrosamente cerca de un tiroteo .

Terreno clave

El Monte Kent con sus colinas circundantes es un área de terreno elevado en la isla Soledad, aproximadamente a cinco millas al oeste de Port Stanley. Se eleva a poco menos de 1.100 pies y dominaba el eje central de avance desde San Carlos a Stanley. Dado su dominio y proximidad a la capital de las Islas Malvinas, la montaña era un área de especial interés para las Fuerzas Especiales británicas y argentinas.

Primer contacto

El primer enfrentamiento durante las Batallas de Mount Kent y Top Malo House ocurrió durante el 27 de mayo, cuando el Subteniente Marcelo Llambías Pravaz, el Sargento Ramón Valdez, el Cabo Walter Pintos y el Soldado Daniel Castillo de la Compañía C del 4 ° Regimiento, mientras patrullaban la vertiente occidental bajo la cubierta. de oscuridad y fuertes lluvias, fueron sobrevolados por un helicóptero británico. Después de enviar esta información por radio al cuartel general del regimiento, el pequeño escuadrón poco después detectó un escondite británico y abrió fuego. Al día siguiente, inspeccionaron de cerca la escena, pero solo encontraron raciones británicas vacías que tuvieron que ser extraídas del suelo [1].

Al día siguiente, el Teniente Guillermo Enrique Anaya del Batallón de Aviación de Combate 601 visitó la Finca Casa Estancia y su helicóptero Bell UH-1H aterrizó dos veces el 28 de mayo. El teniente Anaya pensó que había comandos británicos escondidos en un establo, por lo que lo ametralló. [2]

En los días que siguieron hubo varios enfrentamientos breves pero extremadamente violentos entre las Fuerzas Especiales de ambos bandos.

Incursión de comandos argentinos

Unos 40 hombres de la 602ª Compañía de Comando (Ejército Argentino) del Mayor Aldo Rico, de 39 años, estaban originalmente programados para realizar un aterrizaje de asalto en seis helicópteros Bell UH-1H del 601º Batallón de Aviación de Combate. Una fuerza de seguimiento, el Escuadrón de Fuerzas Especiales de la Gendarmería Nacional 601 de 65 hombres al mando del Mayor José Ricardo Spadaro, reforzaría la posición de Mount Kent. Los mapas argentinos habían confirmado que la ruta terrestre estaba obstruida con campos de minas y trampas explosivas. Esto significaba que las Fuerzas Especiales de la Gendarmería Nacional tendrían que llegar en un helicóptero Puma al día siguiente, expuestas a los Harriers GR-3 de la Royal Air Force en sus recorridos matutinos de bombas. Hubo un retraso adicional cuando las Fuerzas Especiales de la Marina de la Primera Agrupación de Comando Anfibio Mayor Guillermo Sánchez-Sabarots en el avión C-130 Hércules líder de Comodoro Rivadavia en el continente argentino, tuvieron que abortar el aterrizaje en el aeropuerto de Stanley. Una tormenta de nieve se sumó a la confusión cuando las Fuerzas Especiales argentinas prepararon apresuradamente sus mochilas y equipo para las inserciones.



En Mount Kent y Bluff Cove Peak, el escuadrón D del comandante Cedric Delves, apenas extendido, no recibió ninguna advertencia de la Operación Autoimpuesta y se sorprendieron momentáneamente cuando escucharon el sonido de helicópteros del ejército argentino acercándose desde el río Murrell, de hecho un Puma y cuatro Helicópteros Huey que traen 29 Boinas Verdes del Ejército Argentino que consisten en la Sección de Cuartel General de 5 hombres del Capitán Eduardo Villarruel y las Secciones de Asalto de Capitán Tomás Fernández 2 y 3 de Asalto del Capitán Andrés Ferrero, ambas patrullas de 12 hombres. [3]

Monte Kent

La noche del 29 de mayo de 1982, la 3ª Sección de Asalto del Capitán Andrés Antonio Ferrero de la 602ª Compañía de Comando se topó con la Tropa de Barcos del Escuadrón D, 22º Servicio Aéreo Especial en las laderas orientales de la montaña. [4] Los británicos tomaron el control de la situación. , pero a costa de dos soldados del SAS gravemente heridos. El capitán Andrés Ferrero recuerda:

“La Guerra de las Malvinas es tan lejana ahora que es difícil recordarla, más aún ordenar los detalles lo suficiente como para comparar la experiencia allí con Comandos en Acción. Sin embargo, leer la historia oficial de Isidoro Ruiz-Moreno, una y otra vez, para refrescar mi flaqueante recuerdo ha resultado ser una experiencia saludable. Nuestro informe de misión nos dijo poco más de lo que debíamos ponernos en tierra, enfrentarnos a cualquier oposición lo mejor que pudiéramos y esperar a los Comandos de la Gendarmería Nacional. Nuestra tarea era bloquear el avance de la Tercera Brigada de Comando.
Nos habían dividido en dos oleadas. No me gustó la idea de estar separado del resto de los comandos, pero podía ver por qué teníamos que hacerlo. Volar en la turbulencia entre los picos era una forma segura de perder más helicópteros. Se había pronosticado mal tiempo. Nubes oscuras en el horizonte soplaban en dirección a Puerto Argentino. Para agravar el problema, solo había cuatro helicópteros disponibles. El mayor Aldo Rico había acordado que la segunda ola se pospusiera para el día siguiente y como él y otros en la empresa no habían logrado enganchar un helicóptero, para pasar el tiempo esa noche, logró su objetivo de aprender a conducir una motocicleta. Rico le había preguntado al mayor Mario Castagneto si pensaba que se podía llegar al monte Kent a pie, pero, debido a los nuevos campos de minas, se dio cuenta de que no sería posible. En cualquier caso, ese día era demasiado tarde para hacer algo por tierra.
Nos entregaron granadas, bandoleras y municiones, y dos ametralladoras MAG, además de lanzacohetes antitanques y mochilas de ratas. Estábamos cansados ​​después de una noche de insomnio. El primer teniente Horacio Fernando Lauria, un carismático ingeniero-comando de unos treinta y pocos años, en un intento de recordar lo que le esperaba, había estado estudiando mapas de la zona del monte Kent e informes de inteligencia ... Abordamos un Unimog, que el capitán Fernando de la Serna nos dijo que nos llevaría a nuestro helicóptero. Estábamos vestidos con trajes de camuflaje blancos reversibles. Se quitaron los cascos, se pusieron las boinas y la 602 fue conducida al campo de fútbol. Eran alrededor de las 4 de la tarde y más oscuro de lo habitual porque el cielo estaba nublado. El periodista Eduardo Rotondo nos estaba filmando y tomando fotos. Este fue un período único para el Ejército; estar en una zona de guerra acompañado de periodistas.

Era el Día del Ejército Argentino. Un día para estar orgullosos de nuestro Ejército. Fue aún más importante para el Mayor Rico, ya que era el cumpleaños de su hijo. El helicóptero que abordamos - Huey AE 418 - estaba desnudo por dentro y nos sentamos en el suelo ... Por fin, alrededor de las 5 de la tarde llegó la orden de partir. También venían los capitanes Eduardo Villarruel y Jorge Durán. El piloto levantó su helicóptero en un vuelo estacionario bajo, a unos 3 pies del suelo. El zumbido de los motores era ensordecedor. Estábamos en el aire, y esta vez no fue un ejercicio de entrenamiento. El piloto bajó el morro del helicóptero y aceleró. Fue un vuelo de 6 o 7 minutos, algo así. Cuando empezamos a acercarnos, el ruido era increíble. Cuando aterrizamos, no pude bajar lo suficientemente rápido. Tan pronto como nos alejamos de las cuchillas, comenzamos a descargar las armas y el equipo. El helicóptero estaba cargado hasta el techo con munición de repuesto, misiles Instalaza y paquetes médicos. Observamos el ascenso del helicóptero hasta que desapareció.

Como era de esperar, algunas inserciones estaban muy dispersas: el grupo del cuartel general del capitán Eduardo Villarruel estaba tan perdido que no se reincorporó a la 602 hasta el día siguiente. Aterrizamos 500 metros fuera de curso, al noreste del monte Kent. La noche había caído como hielo en un vaso, cortante y fría. Con el primer teniente Francisco Maqueda, un montañista experimentado, al frente, subimos la montaña. Era un terreno espantoso, con afloramientos rocosos por todo el lugar. Fue extremadamente difícil avanzar, mientras que las laderas de la montaña no eran escarpadas, eran muy empinadas y estaban formadas por rocas. Una cosa que todos teníamos en común era que estábamos en una forma razonable.
La edad promedio en el 602º era entre 28 y 33. De lo contrario, mi patrulla de combate no podría haber emprendido las seis extenuantes misiones de patrulla que tenía por delante. La idea de toparme con una patrulla británica, o peor aún, caer en una emboscada, era lo más importante en mi mente. Esta era la guarida del León. Habíamos avanzado 500 metros cuando señalé una parada. "Puedo oír el agua", dije. Me puse nervioso. Me volví hacia Lauria, quien me alcanzó cuando me detuve y me preguntó: '¿Por qué no nos dejamos a Mucked ya mí hacer un reconocimiento para ver qué hay alrededor?' Lo pensé un momento y luego dije: 'Está bien, pero que yo junto con Maqueda iríamos, con Oviedo'. El resto era quedarse detrás de unos cantos rodados y esperar a que hiciéramos la señal con la antorcha ... Cuando habíamos recorrido unos 50 metros estalló el infierno. El resto de la patrulla bajo el mando de Lauria, fue objeto de disparos precisos de ametralladoras y morteros.

Sin embargo, solo un hombre resultó herido: el sargento primero Raimundo Maximiliano Viltes. Recibió una bala en un talón. Durante unos segundos reinó el pandemonio. Solo unos pocos lograron hacer rondas. Lauria pensó que eran parte del Equipo de Combate Solari que se sabía que había sido excavado en el área. Cuando me explicó lo que pasó, fue obvio que estaba muy sorprendido. Regresando el fuego con su rifle FAL, Lauria logró golpear a algunos comandos del Servicio Aéreo Especial ... Para ahora eran alrededor de las 7 de la tarde y escuché dos helicópteros volando sobre mi cabeza, regresando con la segunda sección de asalto de la 601 desde Big Mountain, pero vi nada debido a las nubes bajas. Tuve que tranquilizarme. Ya había experimentado el combate, siendo atacado por las guerrillas del Ejército Revolucionario del Pueblo. Yo era un Comando desde 1975 y había servido en la provincia de Tucumán. Traté de averiguar cómo devolver el golpe. Nos arrastramos hacia ellos, oímos que eran británicos y decidimos llevarlos nosotros mismos. El problema era que teníamos que correr hacia la cima, al estilo de la Primera Guerra Mundial. Tenía pocas esperanzas de que alguien pudiera haber sobrevivido a esa emboscada. Estaba lleno de confusión y desesperado por la ansiedad. Para entonces, las bengalas de mortero estaban encendidas, iluminando partes del área. Más tarde supe que al primer sonido de fuego de mortero la mayoría había huido. No fue exactamente la reacción que Lauria había deseado. Lauria y Viltes, que fueron los últimos en irse, tuvieron una sombría retirada bajo fuego de mortero durante todo el camino. El primer sargento José Núñez ayudó a Viltes.

Esa noche, Lauria se quedó escuchando la tormenta de fuego mientras la loma de Kent ardía bajo el fuego del Escuadrón "D" del Regimiento del Servicio Aéreo Especial. Empecé a rezar. Me puse en manos de Dios y sé que esto va a sonar cursi, pero empezó a nevar muy fuerte. No nos atrevimos a esperar demasiado. La señal en la que habíamos acordado era una, dos, luego vete. Cuando finalmente estuvimos lo suficientemente tranquilos, levanté un dedo, luego dos, e hicimos nuestro movimiento. Ahora estábamos corriendo cuesta abajo. Estaba resbaladizo, peligroso. Nos deslizamos por la ladera de la montaña sobre nuestras espaldas y traseros, enviando pequeñas avalanchas de piedra gris que caían en cascada por la montaña. Durante la escapada perdimos Oviedo. Los comandos británicos no siguieron. Eran unos 20 de ellos con dos ametralladoras pero también huyeron. Esto no es infrecuente en la guerra. Más tarde se supo que los comandos británicos, pensando que estaban a punto de ser flanqueados por Maqueda, Oviedo y yo, decidieron retirarse. Al darse cuenta de su error, regresaron a la cordillera de Kent justo cuando la patrulla del capitán Tomas Fernández se acercaba al pico Bluff Cove. [5]"


Escuadrón D de SAS 22 realizando limpieza en el Monte Kent

Mientras tanto, según su informe de patrulla, el capitán Eduardo Marcelo Villarruel también había aterrizado en las laderas orientales del monte Kent y, evitando el contacto, se retiró a las rocas del norte. Después de discutir con el brigadier Thompson la importancia de mantener Mount Kent y la opción de retirarse a Estancia House Farm, el teniente coronel Mike Rose, quien comandaba el 22 ° Regimiento de Servicio Aéreo Especial, instruyó al Mayor Cedric Delves que era fundamental mantener la posición él para reunir los elementos principales de 3 PARA hasta que llegó 42 Commando. [6]


42 Commando en Monte Kent

3 PARA había capturado Teal Inlet (Caleta Trullo) Settlement el 29 de mayo en su marcha hacia Estancia House, uno de los paracaidistas británicos de la Compañía D del Capitán Matthew Selfridge había sido evacuado sufriendo una herida autoinfligida. [7]

Pico de Bluff Cove

Mientras tanto, la Segunda Sección de Asalto de la Compañía de Comando 602, comandada por el Capitán Tomás Víctor Fernández, luego de una breve pausa, continuó su avance hasta el Pico Bluff Cove. Fue aquí donde Teniente 1º Rubén Eduardo Márquez y Sargento 1º Oscar Humberto Blas obtuvieron póstumamente la Medalla Heroico Valor en Combate en un enfrentamiento de patrullas en el que hirieron con granadas de mano a dos Comandos del Servicio Aéreo Especial. [8] [ 9] No había nada más que meter a tantos como fuera posible en cuevas cerca de la cima de Bluff Cove Peak ", admite el capitán Fernández.

Esa misma mañana, antes del amanecer, cuando el capitán Eduardo Marcelo Villarruel conducía a su grupo de cuartel general de regreso a las líneas argentinas, se topó con una patrulla británica fuertemente armada en las laderas neblinosas del monte Kent que se dirigían a Estancia House. Las Fuerzas Especiales argentinas fueron a tierra y se desplegaron en una línea de escaramuza lista para abrirse. El sargento Mario Antonio Cisnero, tenía la ametralladora de cinta de 7,62 milímetros y se emocionó mucho. Villarruel, por alguna razón le dijo a Cisnero que no disparara. Fue un error de juicio grave y probablemente les costó a los argentinos la batalla por el monte Kent. Más tarde se supo que la patrulla británica eran miembros del Escuadrón 'D', 22º Regimiento de Servicio Aéreo Especial en retirada con sus dos heridos. Desafortunadamente, debido a la tormenta de nieve, las comunicaciones se perdieron en ambos lados. Pero por primera vez, el 22º Regimiento del Servicio Aéreo Especial del Teniente Coronel Mike Rose estaba en control de la situación después de la confusión inicial. A las 17.00 hora local del 30 de mayo, cuando el operador de radio del capitán Tomás Fernández, el Sargento Mayor Alfredo Flores, por fin salió al aire, pasó el dramático mensaje "Estamos en problemas" y 40 minutos después, "hay ingleses a nuestro alrededor. . Será mejor que te des prisa. "

La ofensiva argentina en helicóptero había sido controlada, y el Servicio Aéreo Especial mantuvo con éxito sus posiciones en Mount Kent y Bluff Cove Peak. El mayor Aldo Rico fue puesto a cargo de todas las operaciones posteriores de las Fuerzas Especiales. A regañadientes canceló el despliegue de la 601ª Compañía de Comando del Mayor Mario Castagneto e instruyó a Castagneto para que rescatara a la 602ª Compañía de Comando, que debía reunirse en la Montaña Estancia. [10]

El capitán Andrés Ferrero reagrupó a sus hombres en la Estancia de la Montaña y esperó refuerzos. Alrededor de las 1100 hora local del 30 de mayo, el comandante de la patrulla argentina observó con horror cómo dos Royal Air Force Harriers (XZ963 y XZ789) pasaban por encima del Puma con refuerzos del 601 Escuadrón de Fuerzas Especiales de Gendarmería Nacional, disparando mientras avanzaban. El Puma se estrelló en el suelo e inició un incendio en el que resultaron muertos seis Comandos de Gendarmería de la patrulla de combate del Capitán Jorge San Emeterio: Teniente Ricardo Julio Sánchez, Subteniente Guillermo Nasif, Cabo Marciano Verón, Víctor Samuel Guerrero, Carlos Ismael Pereyra y Lance-Cabo Juan Carlos Treppo. Los comandos de la gendarmería que pudieron saltar, algunos de ellos desafiaron el fuego y explotaron municiones para rescatar a ocho colegas heridos.

Sin embargo, el 3er Pelotón de Fusileros argentino al mando del Subteniente Marcelo Llambías Pravaz en el Monte Challenger, se vengó rápidamente y el Harrier XZ 963 de la Royal Air Force, pilotado por el líder de escuadrón Jerry Pook, fue derribado.



Refuerzos de Royal Marines

El trabajo de apoderarse de la montaña de 1.300 pies recayó en la Kilo Company del capitán Peter Babbington de 42 CDO, que volaría en helicópteros. Se le dijo al Escuadrón D del Mayor Cedric Delves que localizara y asegurara una zona de aterrizaje adecuada debajo de la cumbre del Monte Kent, pero la falta de helicópteros, junto con las condiciones de ventisca, significó que se necesitaron cinco noches para el transporte aéreo en los 120 Royal Marines de Babbington.

El alto mando británico a 13.000 kilómetros de distancia en Northwood, impaciente por las victorias, cuestionó la necesidad de gastar un tiempo valioso en el reconocimiento. Afortunadamente, el comandante británico en las Malvinas ignoró sus órdenes, porque cuando los Royal Marines aterrizaron en las laderas más bajas del Monte Kent, descubrieron que fuertes patrullas enemigas de las fuerzas especiales todavía estaban tratando de penetrar las líneas británicas.

El brigadier Julian Thompson, quien comandaba la Tercera Brigada de Comando, escribió más tarde que sin la presencia del SAS en el Monte Kent, las patrullas argentinas "habrían disparado un pavo a los vulnerables helicópteros y a las tropas cuando saltaron, temporalmente desorientadas en la oscuridad; la operación habría sido un desastre ". [11]


Observador avanzado británico armado con una Bren observa a las tropas argentinas desde Monte Kent

Cuando la punta de lanza 42 CDO sobrevoló la noche del 30/31 de mayo, presenciaron la emboscada del SAS a la Sección 2da de Asalto del Capitán Tomás Fernández cerca del lugar de aterrizaje. Sin embargo, afortunadamente para los refuerzos de la Marina Real, la patrulla argentina se retiró después de haber perdido antes a dos muertos en Bluff Cove Peak.

También estuvo muy involucrado en esta acción el único helicóptero Chinook superviviente de la Fuerza de Tarea, Bravo November. El teniente de vuelo Andy Lawless, copiloto del Chinook, participó en la misión de entregar armas de artillería y municiones al SAS y describe el accidente del helicóptero (posiblemente como resultado del fuego de armas pequeñas) poco después:

“Sabíamos que las SAS estaban superadas en armamento. Nuestro trabajo consistía en aterrizar obuses de 105 mm] del 29 Regimiento de Artillería Real. Rose (Loadmaster) me dijo que el lugar de aterrizaje era plano y seguro. La misión era volar de noche con gafas de visión nocturna. Teníamos tres cañones de 105 mm en el interior y paletas de municiones debajo. Entonces intervino la niebla de la guerra. El suelo no era plano y estaba cubierto de rocas. No pudimos encontrar ningún lugar para aterrizar y pasamos un tiempo maniobrando para dejar las cargas colgadas. Tuvimos que ponerlos exactamente donde querían los artilleros porque no podían hacer rodar los cañones muy lejos por el terrible terreno. Puedo recordar claramente a las tropas que se movían bajo el rotor y disparaban sus armas; esto no era parte del plan. Llegaron rondas de artillería. Una vez que dejamos las armas, regresamos directamente a San Carlos para traer más armas y municiones. Entonces golpeamos el agua. Tuvimos suerte porque si hubiéramos golpeado tierra firme estaríamos muertos. Golpeamos a 100 nudos. La ola de proa pasó por la ventana de la cabina cuando nos acomodamos y los motores se apagaron parcialmente. Sabía que nos habíamos abandonado, pero no estaba seguro de si nos habían alcanzado. Dick (piloto) dijo que pensaba que nos había alcanzado un fuego terrestre. Cuando el helicóptero se posó, la ola de proa disminuyó. Teníamos el colectivo todavía encendido y el motor se paró cuando salimos del agua como el corcho de una botella. Estábamos subiendo. [12]


Top Malo House

Habiendo rodeado la casa Top Malo, el capitán Rod Boswell ordenó a su grupo de asalto de 12 hombres que arreglara bayonetas y disparara una bengala verde, la señal para que el grupo de apoyo de 7 hombres en un montículo cercano desatara una descarga de seis cohetes antitanques en la casa del pastor remoto.

El teniente mayor Ernesto Emilio Espinosa de guardia en la ventana superior de la escalera dio la alarma y fue asesinado a tiros por el cabo Steve Groves armado con un rifle de francotirador y momentos después el edificio estalló en llamas.

Mientras Boswell y su grupo de asalto cargaban hacia adelante, dos cohetes más de 66 mm se estrellaron contra la casa y las Fuerzas Especiales argentinas que se habían puesto a cubierto allí durante la noche huyeron a Mullows Stream a 200 metros de distancia.

En el feroz tiroteo que siguió, el Sargento Seniort Mateo Domingo Sbert murió mientras cubrían su retirada al arroyo y el segundo al mando argentino, el Teniente Mayor Horacio Losito perdió el conocimiento por pérdida de sangre antes de que el resto arrojara sus armas y se rindiera.

La batalla de Top Malo House, a pocas millas de Teal Inlet, el 31 de mayo costó la vida a dos miembros de la Sección de Asalto del Capitán José Arnobio Vercesi de la 602a Compañía de Comando. Los 10 sobrevivientes argentinos, seis de ellos heridos, fueron hechos prisioneros.

Cuatro comandos de la Marina Real (los sargentos Doyle, Groves, McLean y el cabo Stone) resultaron heridos [13] [14] [15], un testimonio del profesionalismo y la habilidad de las Fuerzas Especiales de Gran Bretaña. Sin embargo, sin que los hombres de Boswell lo supieran, la pelea de 45 minutos había sido observada por los puestos de observación de la Fuerza Aérea Argentina (OP) que manejaban OP en colinas cercanas. Tan asombrados estaban por el asalto de los libros de texto, que 14 de ellos se rindieron a los paracaidistas y los Royal Marines que se dirigían a Estancia Mountain y Bluff Cove Peak.

La 1.a Sección de Asalto del Capitán José Arnobio Vercesi de la 602a Compañía de Comando y la 2.a Sección de Asalto del Capitán José Ramón Negretti de la 601a Compañía de Comando del Mayor Mario Luis Castagneto habían estado usando Mount Simon y Big Mountain para informar y hostigar el avance británico hacia Mount Kent, la primera de varios picos que custodiaban el acceso a Port Stanley.

Secuelas

Las batallas de Mount Kent y Top Malo House a fines de mayo de 1982 costaron la vida a once miembros de las Fuerzas Especiales de Argentina. Sólo diez fuerzas especiales británicas resultaron heridas, pero cinco pronto murieron como resultado del fuego amigo. (Datos que deben corroborarse en el caso de las bajas británicas)



Referencias

  1. Marcelo Llambias Pravaz (Malvinas Corazón De Mi Patria)
  2. Entrevista a Guillermo Anaya, Top Gun de los helicopteristas
  3. En el Monte Kent, el Escuadrón D, escasamente extendido, no recibió ninguna advertencia de la Operación Autoimpuesta y no estaban preparados para el sonido, alrededor de las 6 de la tarde, de helicópteros acercándose desde el este, de hecho un Puma y cuatro helicópteros Huey que traían veintinueve comandos compuestos por La Sección del Cuartel General de cinco hombres del Capitán Eduardo Villarruel y la Sección de Asalto del Capitán Tomás Fernández 2 y 3 del Capitán Ferrero, ambas de doce hombres. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 147, Pen & Sword, 2014
  4. La sección de Ferrero aterrizó en las laderas orientales del monte Kent y pronto se vio envuelta en una confusa batalla a corta distancia con la Tropa de Barcos de granadas explosivas, tiroteos repentinos con furia cercana y el abrupto deslizamiento de botas sobre las rocas. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 147, Pen & Sword, 2014
  5. Comandos en Acción: El Ejercito en Malvinas, Isidoro J. Ruiz Moreno, Emecé, 1986
  6. Mientras tanto, según su informe de patrulla, Villarruel también había aterrizado en el monte Kent y, evitando el contacto, se retiró al terreno elevado al norte de la colina. Después de discutir con el brigadier Thompson la importancia de tomar Mount Kent y la desventaja de reagruparse en Estancia, el teniente coronel Mike Rose, quien comandaba el SAS, instruyó al mayor Delves que era fundamental mantenerlo y ponerlo al mando de todas las fuerzas en el área hasta que Llegó el Comando 42. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 148, Pen & Sword, 2014
  7. Desafortunadamente, esta fue una 'descarga negligente' originada por una de las armas más peligrosas en el inventario militar británico, la metralleta de 9 mm. No estaba bien cuando Nick Morgan, John Williams y Malcolm Jowitt se pusieron a trabajar. Más tarde, este paciente se quejaba de los tres tubos insertados en su pecho, pero esas vías de drenaje hicieron un trabajo vital para llevarse la sangre que se escapaba del largo camino de la bala. Era un chico bastante afortunado, otro superviviente, y muy contra todo pronóstico. Doctor for Friend and Foe: Britain's Frontline Medic in the Fight for the Falklands, Rick Jolly, p. 89, Bloomsbury Publishing, 2012
  8. Dos hombres más resultaron heridos, pero el SAS seguía controlando sus posiciones principales en la mañana del 30 de mayo. Twilight Warriors: Inside the World's Special Forces, Martin C. Arostegui, pg 181, St. Martin's Press, 1997
  9. La sección de Fernández pasó la noche librándose de la emboscada y aunque dos SAS más resultaron heridos, perdió al sargento Alfredo Flores, quien quedó inconsciente al caer y fue hecho prisionero. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 149, Pen & Sword, 2014
  10. La Operación Autoimpuesta, hasta el momento, no iba bien y con los británicos ahora ocupando Mount Kent, el Mayor Rico recibió el mando de las operaciones de las Fuerzas Especiales. Canceló el despliegue de la 601 Commando Company y ordenó al Mayor Castagneto que rescatara al 602 Commando, que debía reunirse en el Monte Estancia. Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, pg. 149, Pen & Sword, 2014
  11. Key battles at Top Malo and Mount Kent
  12. 16 Air Assault Brigade: The History of Britain's Rapid Reaction Force, Tim Ripley, pp. 45-46, Casemate Publishers, 2008
  13. Remembering The Falklands Day By Day
  14. "El sargento McLean resultó herido en la mano cuando una bala alcanzó el LAW de 66 mm que estaba a punto de disparar". Nine Battles to Stanley, Nick Van Der Bijl, Pen & Sword, 2014
  15. "El grupo de fuego destruyó rápidamente la casa objetivo, pero los argentinos salieron disparados, contraatacaron y muy rápidamente dos marines, el sargento Terry Doyle en el grupo de asalto y el sargento Rocky Stone del grupo de fuego, recibieron disparos y resultaron heridos. Luego, el cabo Steve Groves recibió un disparo en el pecho. El grupo de asalto casi se había abalanzado sobre Top Malo, disparando desde la cadera y con Boswell a la cabeza ". Commando, David Reynolds, p. 146, Sutton, 2001