
El incidente en Golfo Nuevo en 1960
Adaptado de Sean Eternos los Laureles
El 30 de enero de 1960, unidades de la Armada Argentina detectaron un contacto submarino en el Golfo Nuevo, dando inicio a una cacería que se prolongaría por casi un mes para expulsar a los intrusos. En la operación se emplearon medios aéreos y navales que hoy ya no existen en una Armada transformada en una fuerza de guardia costera.
(Del libro "Testimonios de Tiempos Difíciles", e imágenes de Benjamin Cosentino y archivo Histarmar, publicado por el prestigioso sitio Fundación Histarmar y que se puede conseguir en el Instituto de Publicaciones Navales)
A principios de 1960, un incidente naval de gran magnitud tuvo lugar en el Golfo Nuevo, en la Península de Valdés, provincia de Chubut, Argentina. A diferencia de otros episodios previos relacionados con avistamientos y contactos de diversa índole, este caso involucró la detección de un submarino desconocido, desencadenando una operación de gran escala.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa, en 1945, se habían registrado varios episodios vinculados a submarinos en aguas argentinas. En abril de ese año, la flota submarina alemana remanente recibió la orden de autohundimiento, conocida como "Regenbogen" (arco iris), aunque días después se revocó para ordenar la rendición ante las fuerzas aliadas. Sin embargo, los submarinos alemanes U-530 y U-977 optaron por entregarse a las autoridades argentinas, arribando a Mar del Plata el 10 de julio y el 17 de agosto de 1945, respectivamente.
Durante los años siguientes, en plena Guerra Fría, se denunciaron varios avistamientos y detecciones de posibles submarinos en aguas argentinas, destacándose los casos en el Golfo Nuevo (1958), San Jorge (1959) y nuevamente el Golfo Nuevo (1960). De estos, los dos incidentes más relevantes ocurrieron en el Golfo Nuevo, en la Península de Valdés.
El primer episodio significativo, registrado el 21 de mayo de 1958, fue analizado por el Contraalmirante Pablo Arguindeguy en su obra Apuntes sobre los buques de la Armada Argentina (Tomo VI, Buenos Aires, 1972) y posteriormente publicado en el prestigioso sitio Histarmar. A esta operación se la ha denominado "Golfo Nuevo I", para diferenciarla de la que se desarrollaría en 1960, cuya descripción se abordará con mayor detalle en este capítulo.
La
fragata antisubmarina P-31 ARA "Hércules" originalmente era la PF-1USS
"Asheville" de la US Navy botada durante la Segunda Guerra Mundial, y
sirvió con la Armada Argentina de 1946 a 1961, para pasar a operar como
guardacostas en la Prefectura Naval Argentina bautizada GC-11 PNA "Juan
B. Azopardo" entre 1961 a 1973.
Operación Golfo Nuevo II: Un relato testimonial
La segunda operación, conocida como "Operativo Comodoro Rivadavia", tuvo lugar entre el 20 y el 29 de octubre de 1959 e inauguró el uso de los aviones P2V Neptune en tareas antisubmarinas.
En el caso que aquí desarrollaré, la "Operación Golfo Nuevo II" (enero de 1960), las detecciones y contactos realizados por unidades de la Armada Argentina dieron lugar a un operativo prolongado que involucró numerosas unidades de la Flota de Mar, la Aviación Naval, la Infantería de Marina y la Escuadrilla de Instrucción de la Escuela Naval.
Mi participación en estos eventos se debió a mi rol como asesor antisubmarino del Oficial en Comando Táctico (OCT), en ese entonces Capitán de Navío Mario Lanzarini, quien se desempeñaba como Comandante de la Fuerza de Destructores de la Flota de Mar. Lanzarini operaba embarcado en la fragata ARA "Hércules", donde enarbolaba su insignia.
Finalizada la operación, fui destinado a la Escuela de Guerra Naval para redactar el informe final bajo las órdenes del Almirante Lanzarini, quien había sido nombrado su director. Dicho informe fue posteriormente elevado al Estado Mayor General Naval. Basándome en mis apuntes, en los testimonios de muchos protagonistas aún vivos y en diversas consultas realizadas, he podido reconstruir los hechos de la manera más fiel posible.
Al leer este informe, puede llamar la atención la magnitud de las fuerzas desplegadas y la cantidad de ataques realizados, tanto desde la superficie como desde el aire, con pocos o nulos resultados visibles. Para un observador sin experiencia en la materia, esto podría generar una percepción errónea sobre la efectividad de los esfuerzos o la calidad de las fuerzas intervinientes.
En aquellos años, tras haber realizado un curso de Oficial de Guerra Antisubmarina en Gran Bretaña, era consciente de que el nivel tecnológico de la época estaba mucho más avanzado que el disponible en nuestro país. En lo que respecta a los avances de la posguerra, tanto en submarinos como en los medios para su detección y destrucción, nuestra Armada tenía un retraso estimado de al menos 20 años en medios de superficie y 10 en medios aéreos. No obstante, persisten muchas incógnitas que merecen ser aclaradas.
Cincuenta años después, este informe busca dimensionar correctamente los eventos y explicar las razones detrás de los aparentes resultados limitados. Apelo a la responsabilidad y sentido común del lector, recordando que para juzgar hechos del pasado de manera justa, es fundamental situarse en su contexto histórico y comprender su entorno y circunstancias.
El peso inicial de las operaciones recayó en una escuadrilla de adiestramiento para cadetes de la Escuela Naval, integrada por:
- ARA "Cervantes" (D-1): un antiguo destructor de origen español, botado en Cádiz en 1925, carente de los sistemas de detección modernos.
- ARA "Murature" (P-20) y ARA "King" (P-21): dos patrulleros construidos en Río Santiago en 1943 y 1945, de baja velocidad y con medios mínimos para la guerra antisubmarina.
- ARA "Ingeniero Iribas" (Q-21): un buque taller que permaneció en Puerto Madryn durante toda la operación.
Las tripulaciones estaban compuestas mayoritariamente por cadetes, salvo en los puestos clave, que requerían la presencia de personal especializado de la Armada. Además, muchos de estos cadetes eran jóvenes inexpertos, realizando su primer embarco.
Este es el contexto en el que se desarrollaron los eventos que seguirán en este relato.
Destructor
(origininalmente clasificado como torpedear en la Armada Argentina)
Clase "Churruca" de origen español D-1 ARA "Cervantes". Botado en 1925,
fue asignado en 1928 y operó hasta 1961.
Desarrollo de la Operación Golfo Nuevo II
A medida que las operaciones se prolongaban, todas las unidades disponibles de la Armada Argentina fueron incorporadas al operativo. Los detalles completos sobre las dotaciones de los tres buques iniciales, así como la lista de las unidades navales y aeronavales intervinientes, sus características y sus respectivos comandos, se encuentran en el apartado 3.1.
La acción antisubmarina en Golfo Nuevo II se llevó a cabo entre el 30 de enero y el 26 de febrero de 1960, desarrollándose en cuatro fases bien diferenciadas:
Primera fase: Contacto inicial
El 30 de enero de 1960 a las 09:10, los patrulleros de la Escuadrilla de Instrucción detectaron un submarino desconocido en aguas interiores del Golfo Nuevo, cerca de su boca. Pese a los intentos de comunicación y los reiterados pedidos de identificación, no hubo respuesta alguna.
Autorizada la persecución, el submarino fue atacado por los patrulleros ARA "Murature" y ARA "King". Durante la maniobra, la nave enemiga aparentó facilitar el contacto, pero exhibió una notable superioridad en maniobra y velocidad, arrastrando a sus perseguidores mar adentro. La persecución llevó a los patrulleros más allá de las 12 millas de la costa.
(Nota del Autor: En 1960, Argentina establecía el límite de sus aguas territoriales en 3 millas náuticas. Según las normativas internacionales, el "paso inocente" de submarinos exige navegación en superficie, y el ingreso a aguas interiores está prohibido salvo en circunstancias excepcionales.)
Al salir el submarino del mar territorial argentino, las autoridades navales ordenaron suspender la persecución y regresar al Golfo Nuevo.
Esa misma noche, mientras la escuadrilla navegaba de regreso a Puerto Madryn, se obtuvo un nuevo contacto dentro del golfo, lo que generó sospechas de la presencia de otro submarino. En respuesta, se realizaron varios ataques, con apoyo de un avión P-2V Neptune, que fue enviado en respaldo de los patrulleros. Durante estos enfrentamientos, la embarcación detectada pareció perder capacidad de maniobra, lo que indicaría que sufrió daños ya sea en persecuciones anteriores o en los ataques recientes.
En ningún momento el submarino utilizó sus armas ni intentó identificarse.
Tras perder el contacto, la escuadrilla retomó el patrullaje en la boca del golfo durante la noche, con el apoyo de un avión PBM-Martin Mariner. En este punto se registraron nuevos contactos y ataques, marcando el inicio de la siguiente fase.
Segunda fase: Maniobras evasivas
En esta etapa, el operativo se intensificó con la incorporación de mayor cantidad de unidades de superficie y aéreas. Se registraron numerosos contactos de corta duración, lo que llevó a los comandantes de los patrulleros a suponer la presencia de dos submarinos.
Uno de ellos parecía averiado, intentando por todos los medios romper el contacto y evadir a las fuerzas argentinas. El otro realizaba maniobras de distracción, aparentemente con el propósito de aliviar la presión sobre el primero.
Los comandantes interpretaron esta fase como una operación evasiva, posiblemente con el objetivo de recuperar al submarino dañado o permitirle permanecer en aguas protegidas hasta encontrar el momento propicio para su escape.
En varias oportunidades, el submarino emergió parcialmente a la superficie, permitiendo su clasificación como un contacto positivo.
Tercera fase: Intento de escape
Durante esta fase, las acciones se trasladaron fuera de la zona utilizada en la Segunda Fase. La actividad registrada sugiere un intento de escape del incursor, lo que llevó a un reajuste en las estrategias de persecución.
Cuarta fase: Ausencia de contacto
Hacia el final del operativo, los contactos fueron cada vez más esporádicos, hasta volverse indeterminados o nulos. Se realizaron extensos rastrillajes en la zona para confirmar la ausencia de submarinos en el Golfo Nuevo.
El Teatro de Operaciones: Golfo Nuevo
El Golfo Nuevo es un cuerpo de agua protegido, con fuertes mareas patagónicas que afectan las aguas superficiales, pero impactan poco en las profundidades.
Su forma es elíptica, con una extensión este-oeste de 37 millas náuticas, entre Puerto Madryn y su boca, que lo conecta con el Océano Atlántico a través de un estrecho de apenas 8,5 millas náuticas.
El ancho máximo del golfo es de 26 millas náuticas, presentando una geografía similar a una gran batea plana. En su centro, alcanza una profundidad máxima de 159 metros, mientras que en su boca el fondo marino tiene aproximadamente 50 metros de profundidad, coincidiendo con las profundidades de la zona costera mar afuera.
Debido a las fuertes mareas de 4 a 5 metros, las aguas del golfo suelen ser turbulentas y difíciles de navegar, especialmente en superficie.
Patrullero P-20 ARA "Murature", cabeza de serie de la Clase homónima.
Los fondos marinos son en general favorables para el asentamiento de submarinos (limo, arcilla y pedregullo). En el centro del golfo, la zona de más de 100 mts. de profundidad ocupa alrededor del 75% de la superficie navegable. Posee tres grandes cañadones (o valles) submarinos en el extremo oeste de la zona y un cuarto sobre la boca, que permiten -no sin riesgo- el ocultamiento de unidades submarinas y su salida al exterior. Este dato permitiría interpretar el porqué de las zonas preferidas por el submarino para ocultarse y la concentración de contactos, ataques y avistajes en superficie cercanos a la costa oeste. Los he bautizado como cañadones ALFA, BRAVO, CHARLIE Y DELTA.
Patrullero P-21 ARA "King" Clase "Murature" navegando en aguas del Río de La Plata.
Características del fondo marino y zonas de ocultamiento
El lecho marino del Golfo Nuevo presenta condiciones favorables para el asentamiento de submarinos, con una composición de limo, arcilla y pedregullo que facilita la maniobra y el ocultamiento.
En el centro del golfo, las áreas con profundidades superiores a 100 metros abarcan aproximadamente el 75% de la superficie navegable, proporcionando un amplio espacio para operaciones submarinas.
El golfo cuenta con tres grandes cañadones submarinos en su extremo oeste y un cuarto cañadón en la boca del golfo, los cuales ofrecen posibles rutas de escape y zonas de ocultamiento, aunque su uso no está exento de riesgos.
Estos accidentes geográficos explicarían la predilección del submarino por determinadas áreas para ocultarse, así como la concentración de contactos, ataques y avistamientos en superficie en las proximidades de la costa oeste del golfo.
Para una mejor referencia operativa, he designado estos cañadones con los nombres:
ALFA, BRAVO, CHARLIE y DELTA.
Lockheed
P-2V-5 Neptune de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Exploración del
Comando de Aviación Naval de la Armada Argentina, que operó 16 unidades
de diferentes subtipos.
Evaluación de contactos y medios de combate
Finalizadas las operaciones, y ante la gran cantidad de contactos registrados en un contexto donde la persecución antisubmarina fue llevada a cabo inicialmente por buques poco aptos y tripulados por personal sin adiestramiento especializado, se decidió establecer en tierra una Oficina de Evaluación de Contactos A/S.
Este equipo estuvo compuesto por oficiales con amplia experiencia en guerra antisubmarina, quienes definieron los criterios para clasificar los contactos detectados durante la operación:
- POSITIVO: Confirmación visual del submarino mediante la observación de parte de su superestructura, snorkel, periscopios o mástiles.
- PROBABLE: Datos sónicos o electromagnéticos que indican con alta certeza la presencia de un submarino.
- POSIBLE: Contacto que, tras descartar fenómenos de transmisión subacuática (ejemplo: cardúmenes, ballenas, accidentes geográficos submarinos), podría corresponder a un submarino.
- NO-SUB: Contactos descartados debido a la falta de evidencia concluyente.
Medios de detección
El SONAR fue el principal sistema de detección empleado. El equipo utilizado emitía ondas sonoras subacuáticas de 2.000 ciclos de frecuencia, generadas por un transductor orientable protegido por un domo retráctil, diseñado para minimizar la interferencia de los flujos de agua.
El principio de operación se basaba en la medición del tiempo transcurrido entre la emisión de las ondas y la recepción de su eco, lo que permitía calcular la distancia del blanco. La orientación del transductor proporcionaba el azimut del objetivo, es decir, su dirección relativa.
Además, los equipos contaban con capacidad de escucha de ruidos subacuáticos (hidrofonía), aunque su efectividad era muy limitada.
Para la planificación y ejecución de los ataques, la posición del submarino se representaba en una mesa de ataque (plotting), donde se actualizaba en tiempo real la ubicación del blanco.
El modelo de sonar estándar utilizado por los buques intervinientes fue el QCTA/SA, de fabricación estadounidense. Posteriormente, algunos equipos fueron equipados con un indicador electrónico de azimut, cuya fiabilidad era baja y que, en la mayoría de los casos, no estaba instalado en los buques participantes.
Armamento antisubmarino: Cargas de profundidad
Las cargas de profundidad fueron el armamento principal utilizado en la operación. Estas armas, empleadas desde la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y ampliamente utilizadas en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), consistían en tambores con aproximadamente 100 kg de explosivo que podían ser lanzados de dos maneras:
- Por la popa, mediante rampas o rieles.
- Por los costados, mediante lanzadores fijos con morteros de carga.
Los buques de la época solían contar con dos o más lanzadores por banda.
Cada carga de profundidad estaba equipada con una espoleta hidrostática ajustable, permitiendo su detonación a profundidades programadas en intervalos de 50 pies (aproximadamente 15 metros), con un máximo de 300 pies (aproximadamente 100 metros).
Sin embargo, considerando que el 75% del área navegable del Golfo Nuevo tenía profundidades superiores a 100 metros, gran parte de la zona operativa quedaba fuera del rango efectivo de estas armas. (Cabe recordar que la profundidad central del golfo alcanzaba los 150 metros.)
Las cargas de profundidad eran más efectivas cuando explotaban por debajo del submarino, ya que la onda expansiva se combinaba con la formación de una burbuja de gases, generando un efecto de martinete que podía colapsar el casco del objetivo.
Buque Taller Q-21 ARA "Ingeniero Iribas".
Limitaciones de las armas antisubmarinas y uso de tecnología aérea
Es importante destacar que los submarinos convencionales de la Segunda Guerra Mundial tenían una profundidad máxima de inmersión de aproximadamente 130 metros. Sin embargo, los modelos más avanzados desarrollados en la posguerra superaban ampliamente esta cifra, lo que reducía significativamente la efectividad de las cargas de profundidad utilizadas en la operación.
Para complementar estos medios, se incorporó un arma más moderna: el "Erizo", que entró en acción tras la llegada al teatro de operaciones de las fragatas ARA "Hércules", ARA "Sarandí" y ARA "Santísima Trinidad", que contaban con este sistema.
El "Erizo" era una plataforma metálica instalada en la proa del buque, capaz de lanzar simultáneamente 24 cargas explosivas de aproximadamente 35 kg, con una forma hidrodinámica que facilitaba su trayectoria bajo el agua. A diferencia de las cargas de profundidad tradicionales, estas detonaban por contacto directo con el blanco.
Al impactar el agua, las cargas formaban un patrón circular de aproximadamente 60 metros de diámetro. El alcance máximo del sistema era de 120 metros, lo que permitía al atacante disparar desde la proa, aumentando las posibilidades de impactar un submarino detectado.
Armamento y tecnología aérea
Los aviones navales que participaron en la operación disponían de sistemas de armas más modernos que los buques.
Los PBM Mariner y P-2V Neptune, recién incorporados a la Aviación Naval Argentina, estaban equipados con:
- Radar de exploración: más eficaz en la detección de periscopios y schnorkels debido a su menor longitud de onda.
- Sistema de sonoboyas con receptor: permitía detectar sonidos subacuáticos y transmitir la señal al operador en la aeronave.
- Sistema de detección magnética (MAD): capaz de registrar anomalías en el campo magnético terrestre, indicando la posible presencia de un submarino.
No obstante, una limitación clave de estos aviones era la ausencia de torpedos buscadores, indispensables para aprovechar al máximo sus sistemas de detección.
En cuanto al armamento, podían lanzar bombas antisubmarinas de 200 libras equipadas con espoletas hidrostáticas, diseñadas para detonar a cierta profundidad bajo el agua. (1 libra = 0,450 kg).
Por su parte, los F4U Corsair estaban equipados con:
- Radar de navegación.
- Miras para lanzamiento de bombas antisubmarinas de 200 libras.
- Cohetes de 5” con espoletas retardadas, cuya efectividad bajo el agua era limitada a 10-15 metros de profundidad.
Estos aviones eran guiados por radio desde los buques que contaban con capacidad de detección submarina, optimizando la coordinación en el ataque.
Sonoboyas: Tecnología de detección acústica
Las sonoboyas fueron otro recurso clave en la operación. Estos dispositivos consistían en equipos flotantes con receptores hidrofónicos, lanzados desde aeronaves para detectar ruidos subacuáticos, incluyendo las señales acústicas de submarinos en movimiento.
Una vez desplegadas, las sonoboyas transmitían señales de radio con la información captada, permitiendo a los operadores aéreos monitorear y triangular la posición del objetivo.
A pesar de la tecnología empleada, las limitaciones en armamento y detección hicieron que la operación se desarrollara en un contexto de alta incertidumbre táctica, con un enemigo evasivo y con tecnología potencialmente superior.
Martin
PBM-5 Mariner de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Patrulla del
Comando de Aviación Naval de la Armada Argentina que llegó a operar 8
aeronaves de este tipo.
Desarrollo de la Primera Fase y evaluación de contactos
El uso de sonoboyas permitió obtener una ubicación aproximada del blanco, suficiente para realizar ataques con torpedos buscadores lanzados desde el aire. Sin embargo, los torpedos recién fueron provistos hacia finales de la Fase III, gracias a una operación de asistencia de los Estados Unidos.
En esta instancia, se lanzaron dos torpedos Mk-43, aunque sin resultados concluyentes. A pesar de ello, las sonoboyas fueron clave para guiar a los buques de superficie, permitiéndoles intentar obtener contacto con sus sonares y confirmar detecciones del sistema MAD (Magnetic Air Detection, detección magnética aérea).
El MAD fue empleado con éxito por los P-2V Neptune, aunque su efectividad se vio limitada por la falta de experiencia y entrenamiento del personal en su uso. Se carecía de cartas de falsos blancos, lo que dificultaba la diferenciación entre contactos reales y anomalías naturales, como concentraciones de hierro en el lecho marino o restos de buques hundidos.
A pesar de estas dificultades, el MAD generó varios contactos posibles, que a su vez facilitaron la detección y confirmación de blancos mediante los sonares de los buques de superficie.
Duración y desarrollo de la Primera Fase
La Primera Fase se extendió por 36 horas y 40 minutos, desde las 09:10 del 30 de enero de 1960 hasta las 21:50 del 31 de enero.
Durante este período se registraron aproximadamente 40 contactos de sonar, tanto activo como pasivo (escucha hidrofónica), lo que derivó en 21 acciones antisubmarinas por parte de los patrulleros ARA "Murature" y ARA "King".
En estas acciones se realizaron:
- 6 ataques con rosa completa de cargas de profundidad.
- 4 ataques con rosa reducida.
- 5 lanzamientos de cargas intimidatorias.
Adicionalmente, intervinieron un avión antisubmarino P-2V Neptune y un PBM Mariner, que realizaron 11 ataques con bombas antisubmarinas.
La Armada de los EE.UU. envió un avión de transporte Globemaster, con una comisión de 13 expertos en guerra antisubmarina y equipamiento especializado. Lamentablemente, esta misión tuvo un desenlace trágico: en su viaje de regreso, el avión colisionó con una aeronave comercial a la entrada de Río de Janeiro, causando la muerte de 8 de sus ocupantes. El jefe de la misión, el Capitán USN Ray Pitts, logró sobrevivir.
Situación táctica y fuerzas intervinientes
Los contactos y ataques registrados en la mañana del 30 de enero llevaron a la escuadrilla fuera del Golfo Nuevo, más allá de las 12 millas náuticas, lo que hizo suponer que el submarino había abandonado la zona. Sin embargo, durante la noche, las detecciones se reanudaron dentro del golfo, lo que indicaba la posible presencia de otro submarino o el regreso del mismo.
Durante toda esta fase operaron las unidades que habían realizado la primera detección:
- Patrulleros: ARA "Murature" y ARA "King".
- Destructor: ARA "Cervantes".
- Aeronaves:
- PBM Mariner.
- P-2V Neptune de la Base Aeronaval Comandante Espora.
- Escuadrilla de F4U Corsair, incorporada al final de la fase.
Los cadetes que participaron en estas acciones enfrentaron condiciones adversas, operando con equipamiento deficiente y sin entrenamiento especializado en guerra antisubmarina. A pesar de ello, lograron obtener mejores resultados en la fase siguiente, a medida que se optimizaban los procedimientos y se reforzaban los medios disponibles.
La
fragata antisubmarina P-33 ARA "Sarandí", era una unidad Clase
"Tacoma", la PF-65 USS Uniontown ex-US Navy que operó brevemente al
servicio norteamericano, entre 1944 y 1945, antes de ser transferida a
la Armada Argentina en 1947 para permanecer operativa hasta 1967.
Aquí tienes el texto reescrito con una redacción más clara, objetiva y estructurada, eliminando juicios de valor y manteniendo el enfoque técnico e histórico.
Desarrollo de la Fase III y evaluación de contactos
La tercera fase de la operación tuvo una duración de 9 días, desarrollándose entre las 07:58 del 11 de febrero y las 06:00 del 19 de febrero de 1960. Durante este período, se registraron aproximadamente 35 contactos submarinos, la mayoría en las mismas dos áreas clave de la fase anterior:
- Costa sur del Golfo Nuevo, entre Punta Este y Punta Ambrosetti.
- Boca del golfo, con algunas detecciones dudosas en la zona norte.
Se llevaron a cabo 31 acciones antisubmarinas, que incluyeron:
- 17 ataques con cargas de profundidad.
- 5 ataques con "Erizo" (armamento antisubmarino de proa).
- 1 ataque con artillería Bofors 40/60.
- 4 ataques con bombas antisubmarinas lanzadas desde el aire.
- 2 ataques con torpedos buscadores Mk-43.
Unidades que Intervinieron en la Fase III
Durante este período, la Fuerza de Tareas 23 quedó conformada por un importante refuerzo de unidades de superficie y aeronaves antisubmarinas:
Unidades de superficie:
- Patrulleros: ARA Murature, ARA King.
- Corbeta: ARA República.
- Fragatas: ARA Azopardo, ARA Hércules, ARA Sarandí, ARA Santísima Trinidad.
- Destructores: ARA Buenos Aires, ARA Entre Ríos, ARA Santa Cruz, ARA San Juan, ARA San Luis.
- Buque de abastecimiento: ARA Punta Ninfas.
Unidades aeronavales:
- Aviones de patrulla marítima:
- P-2V Neptune (2-P-102, 103, 105, 107).
- PBM Mariner (2-P-302, 304).
- PBY Catalina (2-P-202).
- Aviones de combate:
- F4U Corsair (2-A-203, 205, 206, 211, 212, 215, 217, 221).
- Helicópteros:
- S-55B (2-H-12).
Evaluación de contactos y efectividad operativa
Durante esta fase, la incorporación de buques más modernos y mejor equipados para la guerra antisubmarina permitió realizar un análisis más preciso de los contactos y de la efectividad de las acciones llevadas a cabo.
Sin embargo, se mantuvieron algunos factores negativos que ya habían afectado la evaluación en la fase anterior:
- Acción en zonas de baja profundidad, lo que dificultaba la maniobra y el uso de ciertos equipos.
- Poca precisión cartográfica y desconocimiento detallado del relieve submarino.
- Condiciones batitérmicas adversas, con una napa térmica entre 15 y 42 metros de profundidad, lo que afectaba la propagación del sonido.
- Fenómeno de "canalización" acústica, que limitaba la efectividad de la detección por sonar. (Nota: La canalización del sonido ocurre cuando las ondas acústicas quedan atrapadas en una capa de agua debido a diferencias de temperatura o la presencia de fondos marinos duros, dificultando la localización precisa del blanco.)
Debido a estas limitaciones, la mayoría de los contactos fueron clasificados como "POSIBLES", con pocos registros "PROBABLES". No obstante, se confirmaron cuatro contactos "POSITIVOS", lo que sugiere que varios de los "POSIBLES" podrían haber sido efectivamente submarinos.
Uno de los eventos más relevantes de la fase fue la Acción N° 37, en la que se observaron impactos de artillería en la torreta de un submarino, lo que podría haber causado daños en su snorkel, periscopios, radar o antenas de contramedidas.
Análisis estratégico de la Fase III
La fase se caracterizó por:
- Refuerzo de las unidades de la Flota de Mar, con la incorporación de fragatas modernas.
- Cambio en la distribución de contactos, con un aumento en la boca del golfo, posiblemente debido a ecos de fondo o maniobras evasivas del submarino.
- Aumento de detecciones en aguas someras, lo que sugiere que el submarino buscaba autoprotección en cañadones submarinos. (Aunque esta táctica es poco común, ya que operar en bajas profundidades representa un alto riesgo para un submarino, según expertos en la materia.)
- Reducción de la velocidad en inmersión, pasando de más de 17 nudos a alrededor de 10 nudos, lo que podría indicar averías en el sistema de propulsión o en el snorkel.
- Incorporación de sistemas de detección más avanzados, como:
- Sonoboyas.
- Detección magnética (MAD) en aviones P-2V Neptune y PBM Mariner.
- Lanzadores "Erizo" en las fragatas.
- Primeras señales de posibles averías en el submarino, incluyendo:
- Manchas de aceite en la superficie.
- Burbujas de aire o "falsos blancos", que podrían haber sido resultado de averías o una estrategia para confundir a los atacantes.
Las detecciones en zonas de poca profundidad, descartando la presencia de cetáceos, reforzaron la hipótesis de la presencia de dos submarinos:
- ALFA: Detectado repetidamente cerca de Puerto Madryn, operando a 10 nudos.
- BRAVO: Maniobrando en la boca del golfo, con una velocidad de 17 nudos.
Si bien esta hipótesis nunca fue confirmada con certeza, la distribución de los contactos y las maniobras evasivas sugerían la posibilidad de dos unidades trabajando en conjunto.
Logística y sostenimiento de la operación
El alto consumo de combustible y municiones obligó a reforzar la logística de la Fuerza de Tareas 23. Se adoptaron las siguientes medidas:
- Incorporación del buque tanque ARA "Punta Ninfas" para el reabastecimiento de las unidades navales.
- Puente aéreo con la Base Naval de Puerto Belgrano para el reabastecimiento de cargas de profundidad.
- Abastecimiento de víveres y agua en Puerto Madryn.
Como anécdota, ante la escasez de alimentos, los cadetes idearon un improvisado método para hacer más comestibles las galletas marineras, mojándolas en agua salada y tostándolas. (Según el testimonio de un cadete de la época, hoy almirante retirado, el resultado era sorprendentemente bueno.)
Conclusión de la Fase III
El esfuerzo sostenido de los patrulleros Murature y King, junto con la fragata Sarandí, requirió reparaciones de emergencia, lo que los obligó a retirarse momentáneamente de la acción.
A partir del análisis de la operación y la concentración de contactos en ciertas áreas, se definieron tres prioridades tácticas:
- Patrullar la boca del Golfo Nuevo ante una posible evasión del submarino.
- Cubrir la costa sur y oeste del golfo, en las proximidades de Puerto Madryn, con dos buques.
- Reforzar con la fragata Hércules a los patrulleros Murature y King, debido a sus limitaciones de armamento.
El conocimiento actual sobre los cañadones submarinos refuerza la validez de estas decisiones tácticas.
La operación continuaría con la Fase IV, la cual marcaría el desenlace de esta compleja y extensa cacería antisubmarina en aguas argentinas.






