
Una bala, un rosario y un milagro: la historia de un tucumano en la Guerra de Malvinas
El teniente Jorge Vizoso Posse
fue víctima de una emboscada inglesa junto a su compañero, el sargento
Mario Antonio Cisnero que terminó muerto tras el impacto de un cohete en
su pecho. “Yo no me rendí ante los ingleses”, asegura el mayor que fue
condecorado con la Cruz al Heroico Valor en Combate.
No todos conocen las
historias de guerra que los soldados argentinos pasaron entre el 2 de
abril y el 14 de junio de 1982, tiempo que duró el conflicto de Malvinas
entre Argentina e Inglaterra.
Uno de los grandes protagonistas de esos relatos fue el teniente del Ejército Argentino,
Jorge Vizoso Posse
-soldado de elite, paracaidista, montañista y buzo- un tucumano que el
24 de mayo, en medio del conflicto bélico, pisó las islas para sumarse a
la
Compañía de Comandos 602 (CC602), liderada por el mayor
Aldo Rico
y creada especialmente para repeler, mediante operaciones especiales
minuciosamente planificadas, distintos núcleos en la avanzada británica.
El teniente del Ejército Argentino Jorge Vizoso Posse.-
Según
relata la periodista Loreley Gaffoglio para Infobae,
la compañía, golpeada por numerosas bajas, planificaba el montaje de
una emboscada cerca del río Murrell, entre los montes Kent y Dos
Hermanas.
Durante dicha tiempo, Vizoso Posse entabló una relación de amistad con el sargento catamarqueño
Mario Antonio Cisnero.
Apodado El Perro,por la lealtad a su principios y camaradas, era
querido y respetado como uno de los cuadros más sobresalientes dentro de
la fuerza. Pero también se le encomiaba su conducta moral y solidaria.
Un
10 de junio, bajo el mando de Rico, la patrulla de 18 comandos se
dividieron en cuatro grupos estratégicos: apoyo, de asalto, de seguridad
y de recibimiento.
En la primera de ella se
encontraban Vizoso Posse y Cisnero. Cerca de la 1 de la madrugada, el
sargento vio que una patrulla, de unos 8 marines ingleses, había logrado
penetrar la zona vigilada por el grupo de apoyo, por lo que abrieron
fuego sin dudarlo. La respuesta fue un cohete Law de 66mm que pegó de
lleno tórax a Cisnero. La onda expansiva revoleó por el aire a Vizoso
Posse y que cayó sobre las rocas a metros de él.
Herido
y aturdido, el tucumano logró cerciorarse de que su compañero había
muerto. Sin pensarlo se acomodó al lado del cadáver fingiendo estar su
muerte ante la inminente llegada de sus agresores extranjeros.
Al
llegar al lugar de la explosión, los hombres que servían a la Reina
decidieron comprobar que sus enemigos habían muerto rematando los
cuerpos. Los disparos en automático de las armas inglesas acribillaron
al teniente.
Contrariando la estrategia militar, en
vez de continuar a la vanguardia, los enemigos descendieron por el mismo
lugar por donde habían venido algo que fue aprovechado por el soldado
tucumano que milagrosamente aún respiraba. Aturdido, con alguna
dificultad para respirar e incrédulo por estar vivo, Vizoso Posse buscó
su fusil y agotó un primer cargador hacia sus verdugos en retirada.
Extrajo otro más del chaleco de su compañero caído y también lo vació
con furia. Recién en ese instante un hilo de sangre le advirtió que
estaba herido.
La contraofensiva permaneció acallada
desde aquel sector. Si bien no pudo corroborar con sus ojos la
efectividad de sus disparos, por la ausencia de fuego pensó que había
acabado, o al menos magullado, a algunos de ellos.
Sin
cobertura, aferrado a su Fal, El Yanqui, como le decían sus compañeros,
trotó hasta donde estaba su jefe. Le comunicó que su sargento dilecto
yacía muerto, que él estaba herido y que debía cambiar de posición.
Tras
constatar que sus heridas eran grandes pero no letales, Vizoso Posee
volvió al combate, que se extendió unos 30 minutos hasta que cesó la
resistencia enemiga. Del pelotón argentino, además del Perro, sucumbió
el sargento R
amón Gumersindo Acosta y una esquirla lesionó al gendarme
Pablo Daniel Parada, del grupo Alacrán.
La herida y el milagroTras
caminar seis horas, ya en el hospital de campaña de Puerto Argentino,
el médico al desvestirlo halló, enredado entre sus ropas, el rosario que
portaba, desprendido de su nuca. Ninguno reparó en ese momento que le
faltaba una cuenta.
Al revisarlo, el médico, sin otro
instrumental que su mano, le extrajo cerca de la clavícula un proyectil
de 2cm de largo. Como la munición era trazante al ingresar por el
omóplato derecho fue cauterizando la carne en un recorrido ascendente y
oblicuo hasta quedar alojada a la altura del cuello, del lado izquierdo.
Fue ahí, cuando al observar el proyectil, el médico habló,
literalmente, de un milagro.
La
munición había impactado primero en una de las cuentas plásticas del
rosario y se mantenía todavía fundida y adosada al acero. Ese obstáculo,
a corta distancia, no solo amortiguó el impacto; también ralentizó y
desvió el recorrido. El rosario—aseguraron los médicos—le salvó la vida
o, al menos, de quedar cuadripléjico.
Vizoso Posse fue
evacuado de Malvinas hacia el continente en el último Hércules el 13 de
junio, un día antes de la caída de Puerto Argentino. Por eso asegura
que él nunca se rindió ante los ingleses.