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martes, 25 de junio de 2024

Malvinas: Veterano paracaidista británico recuerda el horror del conflicto

Rothwell, veterano de la Guerra de las Malvinas, recuerda las realidades "sombrías", "tristes" y "aterradoras" del conflicto  

La Guerra de las Malvinas fue un conflicto de diez semanas entre Argentina y el Reino Unido en 1982 por dos territorios dependientes de Gran Bretaña en el Atlántico Sur.

Por Alison Bagley
|| The Telegraph



Un veterano de la Guerra de las Malvinas en Rothwell ha rendido homenaje a sus camaradas que perdieron la vida en la lucha para liberar las islas de la invasión argentina en el 40 aniversario del fin de la guerra.

Como parte de los Ingenieros Reales del Escuadrón de Paracaidistas de la Tropa 9, Joseph Smyth fue uno de los "zapadores" adscritos al 2 Para y participó en la batalla más sangrienta del conflicto: el Monte Longdon.
Las tropas argentinas estaban atrincheradas en la cima de la montaña y los soldados británicos tuvieron que avanzar poco a poco hasta la cima, capturando posiciones defensivas, centímetro a centímetro, en la oscuridad.


Joseph Smyth frente al Memorial de Guerra de Kettering

La batalla nocturna vio algunas de las mayores bajas de la guerra: 23 soldados británicos y 31 argentinos murieron y Smyth, que entonces tenía 19 años, dice que estaba asustado pero que su entrenamiento hizo efecto.

Rothwell, veterano de la Guerra de las Malvinas, recuerda las realidades "sombrías", "tristes" y "aterradoras" del conflicto
La Guerra de las Malvinas fue un conflicto de diez semanas entre Argentina y el Reino Unido en 1982 por dos territorios dependientes de Gran Bretaña en el Atlántico Sur.
Por Alison Bagley Dijo: “No me malinterpretes, me estaba jodiendo. Fue una pelea a corta distancia. En un momento me agaché: había una granada disparada a mi derecha y disparada por encima de mi cabeza.

"Mientras vayas cuesta arriba, irás en la dirección correcta, escuchando las órdenes todo el tiempo y avanzando. En un momento vi a un tipo que no se movía. Lo estaba sacudiendo y sacudiendo, pero estaba muerto. .”
Smyth llegó a las islas tras un viaje de tres semanas. Su tropa finalmente llegó a San Carlos en las Islas Malvinas el 20 de mayo de 1982, después de ser trasladada a una lancha de desembarco del tipo utilizado en el asalto del Día D.


2 Troops preparándose para las batallas nocturnas alrededor de Port Stanley. Fueron asignados al 3 PARA para la batalla nocturna en el Monte Longdon. El señor Smyth es el segundo desde la izquierda.

Con el agua hasta la cintura, los soldados llegaron a la playa y fueron recibidos por un ataque aéreo argentino.

El hombre de 59 años dijo: “Fue como en Salvar al soldado Ryan. Estaba muy asustado. Cuando aterrizamos había una pelea y pudimos ver el fuego trazador. Pensé 'Esto es real'.

"Fue emocionante. No pensé que la guerra progresaría y podría haber terminado cuando llegáramos allí. Se escuchó un grito: 'ataque aéreo rojo, ataque aéreo rojo'. Todos en la playa se tiraron a la arena. Recuerdo que me tapé la cabeza con las manos a pesar de que llevaba casco”.
Los Ingenieros Reales estaban allí para construir, demoler y limpiar minas y luchar como infantería. Marchando a través de las islas durante 50 millas con todo su equipo que pesaba hasta 80 libras, el Sr. Smyth solo durmió un par de horas. Las condiciones eran tan húmedas que muchos soldados desarrollaron pie de trinchera.


Tropas en el MV Norland zarpando hacia las Islas Malvinas; luego, 2 Ingenieros Reales del Escuadrón de Paracaidistas de la Tropa 9 se incorporaron al 2 Para. El señor Smyth está en la segunda fila, segundo desde la izquierda.

Mientras esperaban en la oscuridad sus órdenes, el señor Smyth podía oír la batalla que se desarrollaba a su alrededor.

Dijo: “Estábamos en lo que se llamaba el 'callejón de las bombas'. Los aviones argentinos vendrían por las montañas. Un buen número de barcos fueron alcanzados. Vi cómo atacaban al HMS Antelope. La experiencia fue surrealista”.

Fue el 12 de junio cuando comenzó la Batalla por el Monte Longdon. A medida que avanzaban montaña arriba, las habilidades de español del Sr. Smyth se utilizaron para hablar con los prisioneros de guerra argentinos.
Dijo: “Los soldados argentinos no querían estar allí. Fueron enviados allí. No tengo nada malo que decir sobre ellos. Fue simplemente desafortunado”.


Después de la rendición. Sr. Smyth, primero a la derecha, pasando Moody Brook Barracks hacia Port Stanley

Mientras él y sus camaradas esperaban dos días por la inevitable rendición, todavía estaban siendo bombardeados por armas argentinas.

"Ser bombardeado es una de las cosas más aterradoras. Puedes escuchar el silbido pero no sabes dónde va a caer. Nuestro cabo, Scott Wilson, fue asesinado por un proyectil. Era un tipo realmente encantador.

"No pensé si iba a morir, sólo pensé que quería salir de esto de una sola pieza".

El 14 de junio de 1982, mientras se producía la rendición final, el señor Smyth marchó hacia Port Stanley. Las tropas fueron recibidas con apretones de manos y ofrecimientos de bebidas. Smyth ayudó a limpiar de minas la Casa de Gobierno y logró apoderarse de algunas uvas que crecían en el invernadero oficial.

Los Ingenieros Reales permanecieron en las islas limpiando minas y ayudando a las tropas argentinas a recuperar a sus camaradas apresuradamente enterrados para su repatriación.

Dijo: “Fue horrible. Los prisioneros hicieron un espectáculo lamentable pero fue muy respetuoso”.

Cuando Smyth regresó a casa, sus vecinos salieron a recibirlo con una fiesta callejera.
Dijo: “Fue una victoria fantástica para las fuerzas británicas. Es triste y nunca debería haber sucedido, pero necesitábamos tomar medidas. Envió un mensaje claro de que no se toleraría la agresión”.

Después de una carrera de 15 años en el ejército, el señor Smyth trabaja para una empresa de logística. Además de servir como concejal del Consejo de North Northants y del Ayuntamiento de Rothwell, es sobre Burt, Jonathon Crow, Peter Heddicker, Ian McKay VC, David Scott, Ian Scrivens, Richard Absolon, Stephen Hope, Craig Jones y Christopher Lovett.


sábado, 13 de enero de 2024

COAN: Operación Bandera, los SuE califican para el V2 "25 de Mayo"

Operación Bandera

Los pilotos de Super Étendard veteranos de Malvinas califican para apontajes en el portaaviones ARA 25 de Mayo un año después del conflicto bélico

Casi un año después de finalizada la guerra de Malvinas, la aviación naval argentina se prepara para operar sus SUE en el portaaviones “25 de Mayo”. Para esta operación decisiva, y que es la finalidad de la operación “Hook”, es decir, la compra de los Super Étendard, quedan tres tareas a realizar. Es necesario entrenar y calificar a los pilotos para el apontaje, asegurar que las performances de las catapultas sean suficientes para el SUE, y entrenar al personal de la cubierta de vuelo en las maniobras del SUE sobre la misma.
La aviación naval argentina pide la asistencia de un oficial de apontaje (específicamente pide al TN Ramon Josa) para el entrenamiento de sus pilotos de SUE y un director jefe para el entrenamiento del personal de cubierta de vuelo. El ingeniero de armamento Pierre Changeur, especialista en catapultas, completará esta asistencia técnica.
El 17 de febrero de 1983 somos oficialmente designados con el MP Lucien Hareau para esta misión que tiene el nombre en código de “Bandera”. Nuestro desplazamiento se efectuará del 2 al 22 de abril de 1983 para mi en la base de los SUE y para el MP Heareau sobre el portaaviones. El entrenamiento ASSP para los pilotos se llevará a cabo en la Base Aeronaval Comandante Espora, cerca de Bahía Blanca, donde se encuentra la escuadrilla de Super Étendard. Las calificaciones a bordo del ARA 25 de Mayo deberán llevarse a cabo en los alrededores de Península Valdés. El ingeniero de armamento Changeur se nos sumará ocho días más tarde.
El 2 de abril, el CC Colombo nos vino a buscar al aeropuerto de Ezeiza. Un placer volver a vernos, con un recibimiento caluroso.
Colombo me acompañó hasta el portaaviones donde me esperaba el CN Lavezzo.
Al día siguiente, decolamos de Ezeiza en un LearJet de la Armada rumbo a Bahía Blanca. El MP Lucien Hareau se quedó en el portaaviones para entrenar al personal argentino de la cubierta de vuelo. Al efecto, la Armada había trasladado por ruta desde Ezeiza dos Super Étendard, y habían sido subidos a bordo gracias a una grúa del puerto. Cuando aterrizamos en la base Espora, todos los pilotos de SUE que habían estado en Landivisiau nos estaban esperando. Esa noche nos reunimos todos alrededor de un suntuoso asado, estando presente el almirante que comandaba la aviación naval.
Al día siguiente a la mañana, comenzó verdaderamente lo importante, mi primer briefing ASSP. Comencé las sesiones de ASSP el mismo día. Establecí un ritmo de vuelos para ocho pilotos de tal manera de arribar a su calificación pista en quince días. Esta cadencia me dejaba una semana de evaluación antes de embarcar. Yo contaba igualmente utilizar esta semana para reentrenar como oficiales de apontaje (OA) a Curilovic y Mayora, ya calificados para apontaje en el portaaviones Foch.
Los ASSP y la obtención de la calificación para cada uno se realizarían sin problemas como sucedió con las sesiones de este tipo que hicimos en Francia. El CC Curilovic por su parte controló algunas sesiones de ASSP para entrenarse y así asegurar los apontajes de los pilotos de la escuadrilla. El programa de calificaciones a bordo preveía que yo controlaría la calificación de Colombo, Bedacarratz y Curilovic, porque este último conduciría bajo mi responsabilidad las otras calificaciones…

...Dos días después, un LearJet nos trasladó a Curilovic y a mi a la base de Trelew situada en la Patagonia, es cerca de esta base que se desarrollarán las calificaciones.
La plataforma continental de la costa argentina es de poca profundidad, aún a más de 60 u 80 millas náuticas de la costa. Esta poca profundidad, 10 metros incluso menos, perjudica la performance en velocidad del portaaviones. Esta limitación en velocidad, en el caso de un viento débil o nulo, puede conducir al portaaviones a quedar fuera de servicio, haciendo las maniobras de la aviación imposibles. Para efectuar las calificaciones al apontaje, el portaaviones no debe encontrarse a más de 50 millas náuticas de un terreno para desvío. Esta distancia corresponde para los SUE con peso para el apontaje, el máximo que puede aceptar para desviarse después de haber realizado tres o cuatro intentos para engancharse. En nuestro caso, en Argentina, esas condiciones se hallaban en el sur, en los alrededores de la base de Trelew que serviría como pista de desvío.
Aterrizamos casi al mediodía, nuestro embarque estaba previsto para el día siguiente en helicóptero. Permanecimos en la base hasta la mañana siguiente que nos vino a buscar un helicóptero del portaaviones. El tránsito hasta el portaaviones dura hasta 45 minutos por encima de un mar de aceite, sin el menor soplo de viento y una visibilidad mediocre debido a una bruma continua. Yo pensaba que esas condiciones no serían las ideales para las calificaciones, aunque fuera posible de llevarlas a cabo.


Siempre acompañado por Curilovic, comencé a conocer este portaaviones, aunque no ignoraba sus características generales.

Era un buque de la clase Colossus como nuestro Arromanches. Los argentinos lo habían adquirido a la Marina holandesa en 1968 para reemplazar al ARA Independencia, retirado del servicio el mismo año por obsoleto. Era del mismo tipo que su predecesor, pero había sido modernizado y había servido en la marina de los Países Bajos bajo el nombre de Karel Doorman. Tuvo una modernización en 1980 con vistas a la llegada de los SUE. Esta modernización conllevaba en particular la instalación de talleres propios para Super Étendard (ATEC, Armamento, RPA, etc). El ARA 25 de Mayo estaba equipado con catapultas a vapor del tipo BS4 como sobre nuestros Foch y Clemenceau. Es sobre las catapultas que intervino muy eficazmente el ingeniero en armamento Changeur, obteniendo una ganancia de 10 nudos de velocidad de salida de catapulta.
La pista oblicua medía 160,5 metros de largo y tenía un ancho de 15,80 metros, en un ángulo de 8º con respecto al eje del casco.
El sistema de detención de los aviones se componía de 6 lingas acopladas de a dos sobre una misma prensa de frenado. Este sistema corregía hacia el eje durante la desaceleración a un avión que se posó descentrado. La zona de lingas comenzaba a 21,7 metros del borde de la popa y 23,80 metros separaban la linga Nº 1 de la Nº 6. En medio de la zona de lingas se encuentra el ascensor central, no es un emplazamiento ideal pero no quedaba otra. La óptica de apontaje de concepción Sagem tipo OP2 era idéntica a la que utilizamos sobre nuestros portaaviones, el punto de impacto teórico se encontraba a 37,50 metros del borde de la popa, 1,50 metros antes de la linga Nº 4. Noté instantáneamente el lado crítico de esta configuración de la cubierta de vuelo: para un SUE perfectamente sobre la pendiente de 3,40º, el gancho de apontaje debía pasar el borde de la popa con un cuidado dos veces menos importante que sobre nuestros PA, es decir, 1,5 metros. Yo entonces no debía tolerar movimientos de la plataforma, incluso mínimas, para las calificaciones. Para los pilotos en aproximación, yo debía ser inflexible sobre la forma de la trayectoria ideal, y no tolerar una señal baja cerca del borde de la popa. Sin embargo, un punto positivo, la posición que yo tendría en la plataforma de los oficiales de apontaje, muy sobre la popa, permitiendo una buena estimación del cuidado en la trayectoria de un SUE en aproximación.
Los vuelos comenzaron a la tarde con el catapultage de Augusto Bedacarratz. El ingeniero Changeur estaba en la catapulta con los argentinos, no pudieron escatimar sobre la presión del lanzamiento porque se vio que Augusto salió intempestivamente del puente. Le hice hacer una presentación "go around", y a continuación hizo sus tres TAG (touch and go) de manera satisfactoria y luego el apontaje final. Siguió un debriefing y el turno de Curilovic. El mismo programa, hizo sus tres TAG y le pedí finalmente sacar el gancho de apontaje. La aproximación es buena, tengo una tendencia a pedir que pasen bajo para escuchar el motor: -Turco, un poco de potencia.
Él lo corrige, pasa aún un poco más bajo por el borde de la popa, pero no es para inquietarse, es una buena aproximación. Engancha la linga Nº 2, el esfuerzo máximo de desaceleración se produce cuando las tres ruedas están sobre el ascensor. A la masa del avión se le suma el componente vertical de frenado, los dos asociados provocan un hundimiento del ascensor de una quincena de centímetros. El amortiguador, antes de impactar por el frenado, choca contra el borde de la fosa, el eje de la rueda delantera se rompe y la rueda vuela a través de ka cubierta antes de caer por la borda. El avión que se detuvo sin otros daños será llevado a pie a la isla y será puesto sobre elevadores. Los mecánicos van a proceder al recambio de la parte del tren de aterrizaje dañado en el mismo lugar. Los ensayos de funcionamiento serán hechos en plena noche a la luz de reflectores. Apenas pasaron 21 horas y el avión es declarado disponible. En cuanto al ascensor, será bloqueado en posición alta, lo que impedirá su utilización hasta que se vuelva a puerto. Al día siguiente se retoman los vuelos, termino las calificaciones de Bedacarratz y Curilovic. Nos encomendamos sobre las calificaciones de los otros pilotos. Es Curilovic el que toma las riendas, yo le hago un debriefing si es necesario entre dos pasadas, pero el se maneja muy bien y al final de tres días todos los pilotos están calificados.
Todos los aviones son catapultados hacia Bahía Blanca, mientras Curilovic y yo nos trasladamos en helicóptero. Al día siguiente en la base, luego del debriefing general, es orgullo, alegría y buen humor los que reinan en la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque.
La operación “Bandera” ha terminado, puedo volver a Francia. Es para mi el fin de una historia enriquecedora que viene desde hace tres años. Pude conocer otros hombres con mi mismo métier, con otros medios y con otros métodos y que habían combatido. Ellos habían hecho con los mismos aviones que los nuestros, misiones que eran también como las nuestras, contra adversarios de una gran experiencia marítima dotados de medios modernos muy actuales.
Yo gané aquí una experiencia única, y amigos.

Extracto de “Marin et pilote. Servir en mer et dans les airs" del CF Ramon Josa
Un remerciement spécial à Laurent (BG)
Traducción: Lic. Hernán Favier

Malvinas data: La guerra y la diplomacia

sábado, 9 de octubre de 2021

Malvinas: Roy Fonseca y Altamirano se encuentran para recordar la escaramuza de Puerto Howard

Se enfrentaron en Malvinas y se reencontraron 35 años después


El santotomesino Francisco Altamirano y Roy Fonseca, de Sri Lanka, combatieron a tiros durante la guerra que Argentina y Gran Bretaña libraron en 1982. Se volvieron a ver hace unos meses en las islas Seycheles, en un encuentro que fue conmovedor y sanador.


Roy y Francisco, durante el reencuentro que protagonizaron el año pasado, en las Islas Seycheles. El inglés había conservado durante 35 años la boina de combate que Francisco le obsequió al terminal la guerra. Crédito: Gentileza Eduardo Rotondo


Agustín Vázquez || El Litoral (www.ellitoral.com)

Los soldados argentinos que combatieron en las Islas Malvinas en 1982 ejemplifican la imagen viviente de los centinelas que ofrendaron sus cuerpos frente a un enemigo que vino a quitarles un pedazo de soberanía, de tierra y de vida. Desde el 2 de abril hasta el 14 de Junio, dos países lucharon con valiente determinación y resolución. Balas argentinas y británicas cruzaron por los aires con destinos fatales, aunque en muchos casos un azaroso destino cuestionó los tiempos de la muerte.

Hace treinta y cinco años, una mañana del 10 de junio de 1982, dos enemigos se encontraron en el campo de batalla, dando lugar a una hermandad que nació entre la pólvora y la sangre. El relato que sigue es una muestra de los caóticos momentos de un enfrentamiento que devino en un abrazo muchas décadas después. Los protagonistas son dos jóvenes soldados, uno santotomesino y otro de Sri Lanka. Francisco Altamirano y Roy Fonseca. Cuando conocí la historia, decidí intentar propiciar el reencuentro de ambos veteranos.

Primer encuentro

Esa mañana de junio, una patrulla de la Compañía de Comandos 601 se aproximaba cautelosamente por una ladera rodeada por formaciones rocosas en la zona denominada “Many Branch Point”, un puesto de observación al norte de Port Howard (Puerto Mitre), el mayor establecimiento de la isla Gran Malvina. Al mando del teniente primero José Duarte, un grupo de cuatro hombres retornaba de una misión de observación. Detrás le seguían el sargento primero Eusebio Moreno, el sargento ayudante Francisco Altamirano y el cabo primero Roberto Ríos. De repente oyeron voces; durante unos segundos dudaron si eran civiles Kelpers. Hasta que Altamirano observó un movimiento unos metros adelante. Un gorro de lana marrón -parecido al que usaban los marinos argentinos- se elevó por entre las piedras.

-“¡Alto!, ¿son argentinos?”, gritó Altamirano con todas sus fuerzas.

La distante cabeza volvió a perderse entre las piedras, para dar rienda suelta a una agresiva respuesta. Ráfagas de calibre 5.56 despejaron cualquier duda para los comandos argentinos, quienes se vieron envueltos en un feroz intercambio de fuego con el enemigo inglés. La intensidad del enfrentamiento fue descomunal, atroz... se entrecruzaban voces en español e inglés. “Fueron minutos donde no hubo miedo, ansiedad, nada... solo cargar y disparar”, confiesa Altamirano. La potencia de fuego confundió al enemigo, quien pensó que se trataba de un grupo mayor. Esto produjo un cambio mortal para el esquema británico; se movieron (mientras continuaban disparando) en busca de mejores posiciones o resguardo. Dos figuras fueron divisadas, corriendo hacia abajo. De repente uno de ellos cayó hacia adelante, contorsionando su cuerpo en clara evidencia de haber recibido varios disparos. Su compañero, levantó las manos en señal de rendición.

-“¡Se rinden!, no tiren más!”, gritó Altamirano a Duarte, quien a su vez alzó la voz pidiendo un alto al fuego.
Sin bajar sus fusiles, los comandos de la 601 avanzaron rápidamente hacia donde estaba el enemigo. El soldado inglés comenzó a caminar hacia los argentinos, con sus manos levantadas. Cara a cara, respirando aceleradamente, dos historias chocaron por primera vez. Altamirano lo revisó, lo desarmó y lo llevó prisionero. Era el cabo primero Roy Fonseca, de ascendencia srilanqués, quien integraba las filas del Special Air Service (SAS).

Al llegar a la compañía, Altamirano contó: -“Matamos a un soldado, tuvimos un combate y matamos a un hombre, matamos un soldado”, repitió, intentando no quebrarse.

Posteriormente, una patrulla de reconocimiento argentina volvió a la zona del combate para llevarse el cadáver del capitán John Hamilton, también del SAS (encontraron la chapa de identificación dentro de la chaqueta). Su cuerpo fue llevado en una camilla hasta Puerto Howard, donde se le asignó cristiana sepultura en una ceremonia religiosa efectuada al resguardo de una improvisada capilla. Moreno y Altamirano pasaron a rezar y darle un último adiós al hombre que enfrentaron en combate. No obstante, cuando ingresaron vieron una imagen que no esperaban: dos bultos (envueltos en sacos plásticos negros), uno grande y otro más chico, acaparaban la escena. El otro cuerpo que esperaba sepultura era de un joven soldado argentino del Regimiento de Infantería 5 (RI 5) que había muerto de inanición. La memoria golpea una vez más: -“Hasta el día de hoy recuerdo con tristeza y dolor esa imagen. Ver soldados argentinos deambulando buscando algo de comida, flacos como zombies, desesperados revolviendo la basura. Es incomprensible como los altos mandos o jefes de sección no fueron capaces de velar por sus hombres”, sentencia Francisco Altamirano, casi llorando de bronca e impotencia. “Hubo 15 casos de desnutrición severa en el hospital de Puerto Yapeyú, mientras unos galpones llenos de suministros estaban reservados y nunca fueron repartidos.”

La sepultura de Hamilton fue llevada a cabo con honores militares en el cementerio local. Una bandera del Reino Unido cubrió el féretro y una guardia argentina acompañó el proceso hasta el lugar del descanso final.


Francisco Altamirano (primero desde la izquierda) previo a una misión durante el conflicto bélico por las Islas Malvinas. 

La rendición argentina

Unos días después, el 14 de junio, fue declarada la rendición argentina en Puerto Argentino. Una valerosa pero costosa campaña había llegado a su fin.

El 15 de junio comenzó con una orden urgente para Altamirano y Moreno. Debían armar una pequeña pista para helicópteros ya que volaría hasta Puerto Howard un aparato inglés trayendo oficiales enviados para la rendición definitiva de la guarnición argentina.

El coronel Mabragaña aguardaba a la comitiva británica al lado de la pista, acompañado por Roy Fonseca a su derecha. El saludo entre el jefe del Regimiento 5 y el oficial enemigo se hizo de manera cordial, casi ceremonial, y le presentó al prisionero que había sido capturado cinco días antes.

Poco a poco, numerosos efectivos británicos coparon Puerto Howard, con pequeñas tanquetas “Scorpion” acechando desde las colinas e ingresando al asentamiento. La rendición argentina se había consumado y las armas fueron puestas sobre el terreno. Casi 1000 soldados (conscriptos, suboficiales y oficiales) marcharon al cautiverio del enemigo.

“Nos informaron que debíamos dejar el armamento en un lugar determinado, pero nosotros decidimos desactivar nuestros fusiles, retirar los percutores o partes importantes del interior de las armas. Dejar inactivo la mayor cantidad de nuestros elementos para que no sirviera a los ingleses. Creo que ahí fue cuando tomamos consciencia plena de que todo había terminado. Un manto de tristeza se posó sobre nosotros y pensé ¿de que sirvió todo esto?”, recuerda Altamirano sobre aquellas horas finales.

La labor restante de destrucción del equipo transcurrió en una escuelita cercana que obraba de alojamiento a los comandos. Metódicos y serenos, cada uno de ellos estaba a solas con sus pensamientos, con sus demonios y sus tristezas. La moral de la tropa sangraba de dolor por lo que vendría, lo que no fue y por el retorno a casa sin victorias. Altamirano miraba en los rostros de sus camaradas la desazón y la congoja de ya no poder hacer nada más.

Segundo encuentro

Un suave golpe en su hombro lo despertó del leve transe que lo había poseído. “Che Mono, te busca Roy”, le dijeron. El cabo primero Fonseca recordaba el nombre de Francisco luego de una visita que él y Moreno le habían hecho en la improvisada celda de prisión que lo retuvo desde el 10 de junio hasta el final de las hostilidades. Fonseca tampoco olvidó la generosidad de Altamirano, que le proveyó de un par de medias secas, cigarrillos y un pulover que tenía en su mochila para combatir mejor el frío. Un gran corazón, un inmenso espíritu de humanidad era palpable en las pequeñas y grandes acciones de solidaridad que su captor tuvo con el prisionero.

“¡Francis, Francis!”, oyó a sus espaldas. Altamirano volteo y miró a su antiguo enemigo. Lo que escuchó en ese momento lo guardó por mucho tiempo cerca del corazón, asimilando un antídoto para contrarrestar el virus de la derrota y el dolor.

“Very good Francis, very good. Don’t worry, war is politics, only politics. Goodbye”

Se saludaron, pero mientras Roy se alejaba a la distancia, Francisco lo llamó. Se sacó su boina de comando y se la entregó con lágrimas en sus ojos. “For you, souvenir”, alcanzó a decir Altamirano en un inglés entrecortado por la emoción.

“Nunca más supe nada de él”, dijo Francisco Altamirano al concluir la entrevista. Era el 11 de enero de 2017 y en unos meses se conmemorarían treinta y cinco años desde aquella despedida.


Uno de los protagonistas de la historia es de la ciudad de Santo Tomé. En la fotografía, Francisco Altamirano es uno de los que está parado, el segundo desde la izquierda. Foto: Gentileza

Vuelta de página

La posguerra fue un camino tortuoso para los veteranos de Malvinas. De más está decir la total y absoluta falta de contención psicológica, económica y política que sobrevoló cada día de sus vidas por muchos años. Cientos de suicidios dieron evidencia de ello.

Altamirano, Moreno, Ríos y Duarte siguieron sus carreras en el Ejército Argentino, luchando como pudieron con las visiones del pasado, las preguntas sin responder o los incontables interrogantes tras el enfrentamiento con Hamilton y Fonseca. La culpa de haber matado un hombre es una mochila que llevan a cuesta, aunque se entiendan las circunstancias de una guerra y el paso de los años.

En marzo del año 2000, el suboficial mayor Francisco “Mono” Altamirano pasó a retiro del Ejército tras treinta y cinco de servicio a la patria. Era tiempo de dar una vuelta de página en un capítulo que cerraba sus puertas, aunque una figura del pasado estaba presente de tanto en tanto, revoloteando entre dudas y misterios. ¿Qué habrá pasado con aquel soldado inglés?

Fonseca, en las Seychelles

La República de las Seychelles es un grupo de 115 islas ubicadas en el océano Índico, al noreste de Madagascar. Lejos del frío malvinense y de la dura turba de Puerto Howard, un hombre mira el atardecer desde el balcón su casa. Su pelo gris y un sendo bigote le confieren una peculiar imagen. Él también tiene recuerdos que lo absorben y le impiden cicatrizar heridas que todo combatiente posee.

Roy Fonseca se alejó del Special Air Service muchos años después de finalizada la guerra y tras haber luchado en diversos frentes de combate. Prefirió continuar su vida en el sector privado, aventurándose en diversos rubros tales como fundar una compañía de seguridad privada en 1993 y en la gestión de su restaurante familiar “Marie-Antoinette”, establecido en 1972 por su madre Kathleen. Se casó y tuvo dos hijos.

Todo ha cambiado para este viejo soldado; playas paradisíacas lo acompañan cada día y reemplazan antiguos campos de batalla por aguas cristalinas y verdes palmeras. Ha sentido la presencia de la muerte en varias oportunidades, de cerca respirándole o en camaradas que han caído en combate. Cierra los ojos y puede ver al capitán Hamilton tendido a su lado, desangrándose rápidamente y sin posibilidad de hacer nada por él. Las balas silbando alrededor y rebotando en las piedras cercanas. Roy Fonseca siente una dolorosa carga por no haber podido hacer nada por su compañero. A pesar de ello, sintió un alivio reparador cuando logró retornar, luego de varios años, al lugar donde murió Hamilton.

Tercer encuentro

Larga y extensa fue la búsqueda del veterano inglés y antiguo miembro del SAS, pero tras unos meses pude contactarme con Roy Fonseca. Lo primero que hice fue relatarle el encuentro que mantuve con Francisco Altamirano a comienzos del año pasado. Su sorpresa fue total; estaba asombrado de saber que su antiguo enemigo y captor se hallaba con vida. Las maravillas de la tecnología dieron cabida a un contacto más personal que se materializó a través del Whatsapp. El celular estalló de mensajes y, a miles de kilómetros de distancia, en la localidad de Santo Tomé (Provincia de Santa Fe) esas noticias llegaron al oído del veterano argentino dispuesto a poner en marcha una travesía que le permitiese cerrar memorias oscuras de un pasado atado a Malvinas.

La ayuda de otro gran amigo, Elio Musuruana, fue fundamental para concretar el reencuentro en las Islas del Océano Índico. Elio es instructor de buceo y, desde la Escuela de Buceo del Club Regatas de Santa Fe, habían elegido Seychelles como destino para la expedición anual. Hacia allí partió Francisco, junto a 40 buzos santafesinos que formaron parte de la delegación. Ninguno de ellos sabía la increíble historia de la que serían testigos.

El avión pisó el Aeropuerto de Mahé la noche del 10 de noviembre. Un caluroso descenso dio la bienvenida al grupo de argentinos. Entre la multitud, unas manos se alzaron a la vista de Francisco. El encuentro, postergado por tres décadas, estaba a escasos pasos de distancia.

“Sentí una enorme emoción. Lo vi parado y acelere mis pasos para darle un abrazo que tenía guardado por 35 años. Fue inexplicable”, afirma Altamirano.

Los días que siguieron en Seychelles estuvieron cargados de momentos imborrables. El más significativo fue el 12 de noviembre durante el denominado “Remembrance Day” (Día del Recuerdo o, también, Día de la Amapola), una conmemoración por los muertos de todas las guerras (especialmente la Primera Guerra Mundial). Ese domingo en Seychelles, la solemne jornada comenzó con una misa en St Paul’s Cathedral y finalizó en el cementerio de Mont Fleuri, el más grande de Victoria. Allí se dio lugar a una ofrenda para los caídos, acompañado por significativos discursos de Roy y Francisco, ambos recordando la memoria de los veteranos, sin olvidarse del capitán John Hamilton.

Ante la vista de todos los presentes, Roy detuvo sus palabras por unos instantes, se acercó a Francisco y sacó un objeto que dejó sin aliento al suboficial argentino. Como en una máquina del tiempo, unas lágrimas cayeron por sus mejillas al ver lo que sus manos ahora sostenían: era la boina de comando que 35 años atrás le había entregado como “souvenir” tras la rendición argentina en Puerto Howard. El “Mono” intentó hablar pero no pudo, solo dio una frágil explicación para sus compañeros de buceo que lo miraban: “Esta era mi boina...”.

Algo del pasado estaba concluido; una actitud que lo ayudó a cerrar heridas y encontrar respuestas muy lejos de casa, en una isla perdida en la inmensidad del Océano Indico.

Esa fue también mi misión, desde un humilde lugar, intentan ayudar a que dos partes puedan formar un todo nuevamente. Atestiguamos una historia de superación y resiliencia, de tabúes y fantasmas, de muerte y perdón. Sin embargo, la verdad final la conocen solo ellos dos, sus protagonistas, y está bien que así sea. Un gran relato solo se ve completo si dejamos algo en el aire, en el infinito de la imaginación y la duda. Eso nos permitirá seguir buscando, como Francisco y Roy, que impulsaron sus vidas en pos de un abrazo sanador.


miércoles, 22 de septiembre de 2021

Malvinas: Bajas y compensaciones económicas a combatientes británicos

¿Ha aprendido Gran Bretaña sus lecciones de la Guerra de las Malvinas?

Ahmed Al-Nahhas - Jefe del equipo de reclamaciones militares y socio

Bolt - Burdon - Kemp Law Firm



El 2 de abril de 1982, Argentina recuperó las Islas Malvinas, iniciando una amarga guerra de diez semanas con Gran Bretaña. Más de 900 militares británicos y argentinos perdieron la vida durante el conflicto y cientos quedaron gravemente heridos. Al conmemorar el 35º aniversario de la guerra, es difícil creer que una de las mayores causas de bajas no relacionadas con el combate fue el frío. Exploramos el verdadero alcance de las lesiones por frío tanto entonces como ahora, y preguntamos por qué el Ministerio de Defensa (MoD) no está haciendo más para proteger a los soldados vulnerables.

 


Una turbia guerra británica

Las Islas Malvinas están ubicadas en el Océano Atlántico Sur y tienen un clima particularmente húmedo, frío y ventoso. Esto dificultó la navegación de las tropas británicas cuando aterrizaron en el archipiélago en el ‘82. Durante la campaña para recuperar la pequeña colonia del Reino Unido, los soldados británicos tuvieron que atravesar humedales pantanosos, lo que provocó una gran cantidad de heridos por frío. Una encuesta del personal de las fuerzas armadas que sirvió en la guerra encontró que el 64% de los soldados en las unidades de infantería habían experimentado síntomas de lesiones por frío no helador.1 Estas lesiones tuvieron un impacto duradero en sus carreras y vida familiar.
 

Más que un resfriado común

Las lesiones por frío no helador generalmente ocurren al aire libre, cuando las personas están expuestas al frío y la humedad durante un período prolongado. Conocido como "pie de trinchera" durante la Primera Guerra Mundial, la afección afecta las manos y los pies y, a veces, los genitales. Los NFCI, como se les llama comúnmente, pueden causar dolor crónico, entumecimiento e hinchazón en las partes del cuerpo afectadas y pueden afectar permanentemente la capacidad de una persona para usar sus manos y pies. También es más común en personas de ascendencia africana negra y caribeña negra. Sin cura disponible, los analgésicos son la única fuente de alivio temporal para los soldados con la condición.


¿Fácilmente prevenible?

¿Son las heridas por frío solo otro peligro de guerra, como la pérdida de una mano o una extremidad? La respuesta corta es no. Las lesiones son totalmente prevenibles y el Ministerio de Defensa tiene su propia guía sobre cómo reducir las lesiones por frío durante los ejercicios al aire libre. Esto incluye pasos simples como:

  • Proporcionar el equipo, el refugio y la ropa adecuados para el clima frío
  • Remitir inmediatamente a los que presentan síntomas a un médico.
  • Monitorear las condiciones climáticas, las temperaturas y cancelar los ejercicios cuando aumentan los riesgos
  • Capacitar a todo el personal de servicio y particularmente a los oficiales que organizan ejercicios al aire libre


Pero en lugar de seguir la guía, a los soldados a menudo se les dice que ignoren el problema y se pongan de pie, lo que generalmente solo empeora los síntomas. Ahmed Al-Nahhas, socio del equipo militar de Bolt Burdon Kemp, comentó:

“Las NFCI son causadas y empeoran con la exposición prolongada al frío. Los soldados generalmente son duros y no se quejan, particularmente cuando están en cursos promocionales que pueden ser cruciales para el desarrollo de su carrera. Cuando se quejan; sus superiores necesitan escuchar. Incluso la propia guía del Ministerio de Defensa y los expertos médicos recomiendan la evacuación inmediata del campo una vez que se identifican los síntomas de NFCI. Sin una buena comunicación y una acción inmediata, lo que puede comenzar como una reacción leve al frío puede convertirse en algo debilitante e incurable ".


Las estadísticas aleccionadoras

Más de tres décadas después de la Guerra de las Malvinas, es impactante que las lesiones por frío sigan siendo un problema importante en las fuerzas armadas del Reino Unido, a pesar de ser totalmente prevenibles. En 2015/2016, el gobierno pagó más de £ 1,48 millones2 a los militares por lesiones por frío no helador en virtud del Plan de Compensación de las Fuerzas Armadas, un aumento del 20% con respecto al año anterior3. gobierno por las lesiones.4 Y el número de veteranos que reclaman una indemnización por las lesiones también ha aumentado. El año pasado se registró un aumento del 16,7% en el número total de personal de servicio que recibió compensación por lesiones por frío en el marco del Plan de Compensación de las Fuerzas Armadas.5 Está claro que el problema no va a desaparecer.



El impacto en la carrera, la familia y el trabajo

Para los soldados que lucharon en la Guerra de las Malvinas y los que sirven hoy, los efectos a largo plazo de los NFCI pueden ser devastadores. Los soldados casi siempre son degradados médicamente o dados de baja del servicio, ya que ya no pueden participar en actividades al aire libre debido a la pérdida de sensibilidad en sus manos. La naturaleza de la lesión significa que la mayoría de los militares ya no pueden trabajar al aire libre. Y los efectos suelen ser tanto mentales como físicos. Muchos continúan desarrollando depresión y ansiedad debido al impacto de la lesión en su carrera y vida familiar.


El impacto en las minorías étnicas

Jacob Anum y Abdoulie Jallow son veteranos que sufrieron heridas por frío durante los cursos de entrenamiento militar de rutina. Anum experimentó un NFCI moderado en sus manos y pies mientras servía en Alemania, mientras que Jallow resultó herido por las gélidas condiciones en las que durmió una noche de servicio. Lo que Jacob y Abdoulie también tienen en común es que ambos son veteranos de ascendencia africana. Los soldados negros tienen un 30% más de probabilidades6 de sufrir lesiones por frío que sus homólogos caucásicos. Los datos obtenidos de una solicitud de Libertad de Información muestran que los militares negros sufrieron el 40,1% de las lesiones por frío registradas en el ejército en 2014.7 Este porcentaje es sorprendente si se considera que los militares negros solo representan el 0,1% del personal de las fuerzas armadas del Reino Unido.8 El Ministerio de Defensa no solo está fallando a sus soldados. Está fallando especialmente a nuestros soldados de la Commonwealth.

 

Opciones para soldados heridos

Para veteranos como Jacob y Abdoulie, que sufrieron una lesión por frío que les cambió la vida, el gobierno ofrece una compensación. El Ministerio de Defensa proporciona compensación a través del Plan de Compensación de las Fuerzas Armadas, pero los pagos suelen ser pequeños y no abordan las implicaciones a largo plazo de la condición. La mayoría de los veteranos encuentran que demandar al Ministerio de Defensa a través del Tribunal Civil es la única forma de obtener la cantidad que realmente merecen debido a su pérdida de ingresos y el impacto en su vida y carrera. Aunque estas mayores cantidades de compensación nunca aliviarán el dolor físico, son un paso en la dirección correcta y pueden ayudar a los soldados a reconstruir sus vidas nuevamente.

Soy socio de Bolt Burdon Kemp especializado en reclamaciones militares. Si sufrió una lesión mientras estaba en las fuerzas armadas, puede tener derecho a reclamar una compensación. Póngase en contacto con nuestro equipo de abogados especialistas en reclamos militares para discutir su caso y averiguar si podemos ayudarlo a presentar un reclamo. Puede ponerse en contacto conmigo de forma gratuita y confidencial en ahmedal-nahhas@boltburdonkemp.co.uk o en el 020 7288 4818. Como alternativa, puede completar este formulario y uno de los abogados del equipo se pondrá en contacto con usted. ¿Confundido sobre el proceso de reclamos? Hemos creado un diagrama de flujo simple para ayudarlo a comprender los pasos clave en un proceso de reclamación civil y de AFCS.