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lunes, 22 de enero de 2024

Guerra de la independencia: ¿Quién fue María Remedios del Valle?

Quién fue María Remedios del Valle, la heroína que estará en los billetes de $10 mil


Los soldados la llamaban “la madre de la Patria”
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La Brújula 24
 




María Remedios del Valle estará en el billete de $10 mil que comenzará a comenzar a circular en junio, junto con Manuel Belgrano, en un reconocimiento al rol que jugó durante la independencia del país.

El historiador Oscar Larrosa relató en el programa Nunca es Tarde los hechos claves de la vida de esta mujer, a quien en su tiempo se le llamó “La Madre de la Patria”, por su rol esencial para la emancipación de Argentina.

María Remedios del Valle, de tez morena y esposa de un militar, no solo desempeñó un papel destacado en las luchas independentistas, sino que se convirtió en una figura central en el ejército del norte. A pesar de la pérdida de su esposo e hijos en la Batalla de Huaqui, María Remedios continuó sirviendo, atendiendo a los heridos y cumpliendo múltiples roles cruciales.

Su valentía la llevó a ser nombrada capitana del ejército por Manuel Belgrano después de su destacada participación en la Batalla de Salta.

“Todos escuchamos hablar de las Niñas de Ayohuma. Pues bueno, María Remedios del Valle y dos adolescentes morenas eran esas niñas. Ellas estuvieron toda la batalla, llevándole agua en unas tinajas a los soldados y curando a los heridos. En el medio del combate en medio de los cañonazos y los tiros”, precisó Larrosa.

El historiador señaló que la mujer fue herida de bala y cayó prisionera con algunos oficiales, entre ellos Ramón Estomba, el fundador de Bahía Blanca. Allí ayuda a los oficiales a escapar y los realistas la castigan con azotes en público por nueve días.

“En cuanto tuvo la oportunidad y hubo un descuido, se fugó y se volvió a incorporar al Ejército del Norte y retrocedió con el ejército hasta Salta. Y así se puso a las órdenes del general Martín Miguel de Güemes. Una mujer que en ese momento tendría 40 años”, explicó Larrosa.

Los últimos días de María Remedios del Valle estuvieron marcados primero por la pobreza y luego por el reconocimiento de su labor. “Ella retorna a Buenos Aires de donde era originaria y vive en un estado de miseria. Vendía pastelitos en la plaza mayor, lo que es ahora la plaza de Mayo”.

Después de décadas viviendo en la pobreza finalmente recibió reconocimiento cuando el general Juan José Viamonte la identificó como “La Madre de la Patria” y la nombra sargento mayor del ejército con una pensión de 216 pesos por mes.



viernes, 11 de noviembre de 2022

Guerra de la Independencia: La hazaña de los tres sargentos

La hazaña de los tres sargentos en la "Acción de Tambo Nuevo"






El 24 de octubre de 1813 se produce la "Acción de Tambo Nuevo". La Sorpresa de Tambo Nuevo, conocida como "Hazaña de los Tres Sargentos" fue una exitosa acción de caballería llevada a cabo por una partida de Dragones del Ejército del Norte entre el 23 y el 25 de octubre de 1813, en el curso de la Segunda expedición auxiliadora al Alto Perú durante la guerra de la Independencia Argentina. Los jinetes incursionaron en primer lugar el cuartel general del coronel realista Saturnino Castro en Yocalla, para luego atacar el puesto avanzado de Tambo Nuevo. Mientras reorganizaba sus fuerzas en Macha, Belgrano ordenó a sus mejores oficiales diversas tareas de reconocimiento del campamento realista. En la noche del 23 al 24, La Madrid y sus hombres escalaron una cuesta detrás de la posta de Tambo Nuevo. A la cabeza iban tres soldados como exploración avanzada. Ellos fueron los primeros en llegar a la posición realista. Allí se toparon con un rancho de adobe donde pastaban 50 caballos, mientras que otro rancho estaba custodiado por un centinela. Entre los tres dominaron al custodio y penetraron en el edificio, donde sorprendieron a otros diez hombres durmiendo. Los once fueron tomados prisioneros, aunque más tarde uno de ellos -un sargento- logró escabullirse y dar la alarma. El resto de la sorprendida compañía, pensando que estaban siendo atacados por fuerzas superiores, permanecieron dentro de su refugio, a la vez que intercambiaban disparos con los atacantes. Al amanecer, La Madrid inició el regreso a Macha con los 10 prisioneros y las armas capturadas. Los tres soldados fueron ascendidos a sargentos por Belgrano, con el título honorífico de Sargentos de Tambo Nuevo. Como consecuencia de esta acción, los soldados Gómez, Albarracín y Salazar fueron ascendidos a sargentos, conociéndoselos en adelante como “los sargentos de Tambo Nuevo”. También el general Belgrano les obsequió con los mejores caballos que tenía, especialmente a Gómez, a quien le regaló un hermosísimo caballo blanco.

Poco tiempo después, el sargento Mariano Gómez ofreció al general Belgrano, “traerle los mejores caballos o mulas del ejército enemigo”. La Madrid relata también este episodio en sus Memorias: “La noche los favoreció porque se puso muy nebulosa, pues al rayar el siguiente día se presentó Gómez al general con sus dos compañeros (los sargentos de Tambo Nuevo, Albarracín y Salazar) y le entregó once hermosas mulas de jefes y oficiales que logró sacar del campamento enemigo, cortando con sus cuchillos los lazos en que estaban amarradas a las estacas de las tiendas, mientras sus compañeros velaban montados y teniéndole su caballo; para comprobante de esa verdad traían atadas todas ellas al pescuezo pedazos de lazos. Al salir con ellas fueron sentidos por un centinela y perseguidos, sufriendo una descarga al pasar descendiendo la cuesta por cerca de la guardia, y cuyos tiros se sintieron en nuestro campo; pero ellos se salvaron con su presa y el general les regaló once onzas de oro”. El Sargento Gómez, tucumano, murió fusilado por los realistas en Humahuaca en 1814; el Sargento Salazar murió en combate ese mismo año y el Sargento Albarracín murió en 1840, con el grado de Comandante de milicias, ambos eran cordobeses . Una calle de Buenos Aires los recuerda con el nombre de Tres Sargentos.

lunes, 21 de enero de 2019

Guerra de la Independencia: La batalla de Salta

Combate de la Quebrada de Salta

Revisionistas




Combate de la Quebrada de Salta - 21 de Enero de 1814

Luego de la derrota de Ayohuma, acaecida el 14 de noviembre de 1813, el general Manuel Belgrano, después de una peregrinación con mil penurias por entre sierras y montañas, encerrado en un largo mutismo, llegó a Potosí con 700 hombres; pidió enseguida se le trajeran a marchas forzadas los cañones que había en Jujuy, tal vez con mira de fortificarse; pero noticiado a los dos días que el enemigo, esta vez perseguidor implacable, estaba próximo, continuó la retirada, llevando la infantería a sus inmediatas órdenes y la caballería a las de su mayor general, que marchó a retaguardia.

Alvear renunció a su candidatura de jefe del Ejército del Norte cuando supo que de éste no quedaban sino reliquias, por cuyo motivo se pensó en el coronel José de San Martín, que se había distinguido en la Capital como organizador del regimiento de Granaderos a Caballo con que diera la bizarra sableada de San Lorenzo, hoy famosa como las grandes batallas, a causa de la nombradía conquistada en el Pacífico por el jefe vencedor. San Martín se trasladó al norte con refuerzos para Belgrano, pero suspendiendo su aceptación del nombramiento de general en jefe, lo cual creía necesario para trazar un plan de campaña, aunque él fuese sólo defensivo. Suceder a Belgrano era dejarse ceñir una verdadera corona de espinas.

El nombre de Manuel Dorrego no estaba olvidado en la Capital, por más que no es imaginable se supiera allí toda la importancia del papel que había desempeñado en Tucumán y Salta, quien lo llevaba. El doctor Alvarez Jonte, conocedor de las glorias que aquél había conquistado en Chile, y amigo consecuente, pertenecía al partido dominante, había formado parte del gobierno anterior y conservaba prestigios en las esferas oficiales; el mismo Gervasio Antonio Posadas, el más caracterizado de los personajes que formaban el Triunvirato de entonces, tenía relación con el jefe titular de los “Cazadores”, según resulta de sus cartas a San Martín: ello explica que mientras salían los auxilios de Buenos Aires, Dorrego fuese encargado por el Gobierno General de reunir en la provincia de Salta los dispersos que llegaron del Alto Perú, reclutar nuevos soldados y acumular todos los artículos de guerra que pudiese, enviándosele pliegos reservados cuyo contenido no se han podido conocer. (1) Tratábase, como se ve, de una misión de alta confianza que pudo darse al coronel Chiclana, y que revela no se le consideraba moralmente deprimido a Dorrego por el sumario que le instruían y del que Belgrano había dado cuenta en su oportunidad. (2)

Dorrego se desenvolvió con buen éxito. En quince días solamente reunió 250 dispersos, alistó 500 soldados nuevos con los cuales organizó un nuevo regimiento que llamó de “Partidarios”, plantel de las heroicas huestes que había de realizar una de las resistencias más célebres y fructíferas de América, requisó 1.000 caballos y algún ganado vacuno; hizo fabricar lanzas, fornituras y municiones. (3) ¡Jefe extraordinariamente laborioso y pueblo extremadamente patriota! Chiclana facilitó en los primeros momentos la acción de Dorrego, y luego (el 8 de diciembre) se trasladó a Humahuaca para apreciar mejor la situación desde allí, transfiriendo el mando político de la provincia de Salta al Cabildo de su Capital, y el militar a Dorrego. (4)

Chiclana debió conferenciar con Belgrano en cada ocasión, preparando la vuelta de Dorrego al ejército con el relato de lo que hacía éste por orden del Gobierno General, reforzado por un consejo amistoso; pues coincidió con el viaje del gobernador de Salta el envío hecho por el general en jefe a su coronel suspendido, de una justiciera y reparadora carta, en la cual le pedía se le incorporase, diciéndole que atribuía a su ausencia los dos grandes descalabros sufridos. (5) Cualesquiera sean los antecedentes del llamamiento a Dorrego, aún cuando entre ellos deba contarse alguna indicación directa hecha desde la Capital, que estaría en la lógica de las cosas, nada desmerece la nobleza del acto de Belgrano, realizado en tal forma que era un sacrificio de vanidades de que ningún hombre está exento, y una hermosa expansión del alma.

Dorrego se unió con las fuerzas que tenía, a sus antiguos compañeros en Jujuy, y Belgrano lo recibió afectuosamente “colmándolo de distinciones”, según un testigo presencial (6); no tuvo reparo alguno para repetir a presencia de jefes y oficiales el juicio que había consignado en su carta y dando públicas satisfacciones a su talentoso amigo, recordó que las discrepancias en materia religiosa lo arrastraron a escandalizarse demasiado por un duelo, y dijo repetidas veces: “Más me valiera tener al lado mío a Dorrego que al Papa”. (7)

El general oyó con la mayor deferencia a Dorrego, que le expresó sus puntos de vista para contener al enemigo ensoberbecido, y accedió a la reorganización del batallón de “Cazadores” realizada con los mejores soldados que quedaban. Al saber la proximidad de San Martín, Belgrano entabló correspondencia con él, acogiéndolo como a un maestro, con olvido de su papel de rival desairado. (8) En una de sus cartas al jefe que, ya debía colegir, venía a sucederle, fechada el 25 de diciembre en Jujuy, el infortunado general se expresaba de esta manera: “Estoy meditando montar los “Cazadores” y sacar cuantos sean buenos de los cuerpos para aumentarlos y ponerlos al mando del coronel Dorrego, único jefe con quien puedo contar por su espíritu, resolución, advertencia, talentos y conocimientos militares, para que en caso de una retirada me cubra la retaguardia y acaso pueda sostenerse en esta parte del Pasaje o río Juramento, a fin de que el paso, en caso de creciente, nos sea más fácil conseguirlo sin pérdida o la menor posible”. (9)

Con los salvados de Ayohuma y el contingente aportado por Dorrego, Belgrano veíase al frente de 1.800 hombres, pero ellos en gran parte estaban vencidos ya por la fatiga, y sin espíritu.

Deseaba el Triunvirato que San Martín aceptara el nombramiento de mayor general para ascenderlo a general en jefe después que Belgrano, obedeciendo a un llamado, se pusiera en viaje a la Capital, donde debía explicar sus derrotas; pero San Martín se resistía, pretextando ser aquello desagradable a las tropas que volvían del Alto Perú, por cuyo motivo Posadas le escribió confidencialmente el 27 de diciembre: “Tenemos el mayor disgusto por el empeño de usted en no tomar el mando en jefe, y crea que nos compromete mucho la conservación de Belgrano. El ha perdido hasta la cabeza, y en las últimas comunicaciones ataca de un modo atroz a todos sus subalternos, incluso a Díaz Vélez, de quien dice que para cuidar de la recomposición de armas será bastante activo, y a eso lo ha destinado”. (10) Le adjuntaba una carta de Tomás Guido, diciéndole contener la explicación más circunstanciada, sobre el desastre de Ayohuma, que se había podido lograr, previniéndole que este patriota lo vería pronto y estaba encargado de convencerlo de que no debía insistir en sus renuncias.

Del campo de Ayohuma los realistas salieron muy poco dañados, y por eso la persecución que hicieron fue tan activa que Belgrano tuvo que designarse a evacuar el Alto Perú, dando por terminada la campaña, aun cuando allí quedaban muchos amigos dispuestos a resistirse.

Pezuela lanzó tras los argentinos que se replegaban –con instrucciones de invadir la provincia de Salta, dominarla y establecerse en la ciudad de Tucumán, donde combinaría operaciones con la plaza de Montevideo- una división de 1.500 hombres mandada por el general Juan Ramírez, que traía de jefe de vanguardia al coronel Saturnino Castro.

Al acercarse esta fuerza a Jujuy, Belgrano desalojó la población confiriendo el mando de su retaguardia a Dorrego, que con 300 hombres mal armados, compuestos por una compañía de infantería y un cuerpo de caballería, disputó el terreno “palmo a palmo”, según la expresión del honorable cronista. (11)

El mismo día del desalojo de Jujuy, la retaguardia patriota sostuvo un fuerte tiroteo y después hubo otros choques; el más importante y que ha merecido grato recuerdo, fue el de Quebrada de Salta. Desgraciadamente, aquí tenemos que dejar una laguna que no hemos podido llenar, por el resultado negativo de muchas diligencias en procura de la documentación necesaria; ésta debe haberse destruido o estar en poder de algunos de esos coleccionistas que creen consiste el mérito de sus papeles en que no los conozca nadie más que ellos y la polilla, que poco a poco se los va engullendo. (12)

El combate

Dorrego contuvo el paso de la fuerza que avanzaba, pero cediéndolo; y en enero de 1814, Belgrano no había hecho el pasaje del río Juramento, y Castro se aproximaba a la ciudad donde hallaría la novia adorable que se mantenía fiel al traidor y perjuro, porque nada hay más indulgente que un corazón de mujer ilusionado.

Cerca de la ciudad existen cuatro lomas que se extienden en líneas paralelas “en forma de anfiteatro” y que a Dorrego parecieron trincheras que le brindaba la naturaleza para realizar hazaña digna de Leónidas; el paraje se llama “Quebrada de Salta”, y allí el 21 de enero de 1814, se situó la retaguardia patriota reforzada con un escuadrón de Granaderos a Caballo, para impedir el avance de castro, mientras Belgrano atravesaba el río Juramento.

Dorrego, que tenía como segundo al mayor Máximo Zamudio, que se distinguió muy señaladamente en la retirada de Ayohuma, y como oficiales a Manuel Rojas y Rudecindo Alvarado, dividió sus tropas en piquetes de cincuenta hombres que escalonó tras las lomas, ingeniosamente diseminados, y al aproximarse al enemigo hizo sonar incesantemente los clarines para engañarlo y atraer destacamentos a distintos sitios, a fin de hacerlos pedazos. Pero Castro, que se presentó con toda su división a las 11 de la mañana, atemorizado, creyendo que todas las fuerzas patriotas se le oponían, no separó ni un hombre de su línea, y a vivo fuego atacó en masa las posiciones de su hábil adversario, quien, haciendo aparecer en una altura cincuenta tiradores que inmediatamente se ocultaban, apareciendo otros tantos en otra, según los movimientos de los realistas, sostuvo el combate durante todo el día, fusilando por todos los flancos a la vanguardia enemiga, hasta que al morir el crepúsculo, agotadas sus municiones y conseguido lo que se había propuesto –pues Belgrano ya estaba en la otra margen del Juramento- después de replegarse de loma en loma muy lentamente, desalojó la última de éstas y muy luego se ocultó a los ojos de sus contrarios en una serranía. Los “Granaderos a Caballo” no dispararon un tiro en este combate, -después del cual, según la frase de Paz, “el enemigo se hizo más circunspecto”-, por haber servido de reserva. No existe cálculo, ni aún aproximado, de las bajas sufridas por los realistas en la acción; pero Dorrego afirma haberles causado “un gran daño”, no teniendo él, en cambio, más que 3 muertos y 2 heridos.

Esa misma noche la retaguardia patriota vadeó el río Arias para establecerse en Guachipas, desde donde, según estaba convenido anticipadamente con el general, comenzó a hacer la guerra de recursos por medio de partidas sueltas, sólidamente apoyadas por el vecindario. El audaz guerrillero había sido nombrado gobernador de Salta, y tenía instrucciones escritas de Belgrano, en que éste le transfería sus facultades, al norte del Juramento.

Castro entró, después de la acción de la Quebrada, a su ciudad nativa; pero la encontró casi desierta, porque una gran cantidad de vecinos había emigrado, llevándose casi todo aquello que podía serle útil.

Referencias


(1) Se ignora qué se hayan hecho los papeles de Dorrego. En documentos originales del Archivo General de la Nación, consta que los pliegos fueron recibidos, pero nada más.

(2) Manuel Dorrego – Cartas apologéticas.

(3) Manuel Dorrego – Cartas apologéticas.

(4) Así lo dice Chiclana en nota al Gobierno General que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.

(5) Manuel Dorrego – Cartas apologéticas.

(6) José María Paz – Memorias.

(7) Cornet – Memoria

(8) “Empéñese usted en valorar si es posible –escribía Belgrano a San Martín- y en venir no sólo como amigo sino como maestro mío, mi compañero y mi jefe si quiere, persuadido de que le hablo con mi corazón, como lo comprobará la experiencia”.

(9) Original en el Museo Mitre.

(10) Original en el Museo Mitre.

(11) José maría Paz – Memorias.

(12) Las operaciones de la retaguardia mandada por Dorrego, constan de las vagas referencias del general Paz, de las poco más explícitas en esa parte, contenidas en las “Cartas apologéticas” y de algunas cartas de Belgrano a San Martín, cuyos originales están en el Museo Mitre. Hasta el parte del combate de la Quebrada de Salta no aparece; en el Museo Mitre se halló la carta con que Belgrano lo envió a San martín, pero nada más.

Fuente


Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Paz, José María – Memorias póstumas.
Portal www.revisionistas.com.ar
Uteda, Saturnino – Vida Militar de Dorrego – La Plata (1917).

martes, 30 de mayo de 2017

Argentina: La bandera es más azul

Dos tonos de azul
Una fila sobre los colores en la bandera argentina
Poniendo la incomodidad a la vexilología
The Economist




Los colores nacionales de ARGENTINA son reconocibles al instante. Las rayas azul cielo de la bandera y el sol de oro adornan todo desde las camisetas de fútbol a los imanes del refrigerador. Un monumento enorme en Rosario, ciudad portuaria, marca el sitio donde Manuel Belgrano, padre fundador de la Nación, levantó la primera bandera en 1812. En el aniversario de su muerte, el 20 de junio, los escolares se comprometen a honrar el "blanco y azul cielo" colores.

¿Pero están saludando la sombra derecha del azul? Un estudio publicado en una reciente edición de Chemistry Select, una revista revisada por pares, sugiere que no. Investigadores del Consejo Argentino de Investigación Científica (CONICET) y de la Universidad Federal de Juiz de Fora de Brasil analizaron hilos de seda de lo que se cree es la bandera más antigua, la bandera de San Francisco. El sorprendente descubrimiento: su azul era ultramarino, un pigmento mucho más oscuro.

Esto es más que simplemente obtener el matiz correcto. Años de guerra civil siguieron a la independencia de Argentina de España en 1816. Los federales, encabezados por Juan Manuel de Rosas, un autócrata sangriento, lucharon por un gobierno descentralizado con provincias bajo la bandera con fuertes colores azul oscuro. Los Unitarios, que querían un gobierno central fuerte en Buenos Aires, se unieron con un tono más claro. Los federales de color oscuro gobernaron desde 1831 hasta 1852, pero finalmente fueron derrotados por los unitarios azul cielo. La guerra del color nunca terminó realmente. "Estas dos visiones del país aún persisten", dice Francisco Gregoric, un vexillólogo.

Después del triunfo de los Unitarios, la mayoría de los argentinos asumieron que la bandera de Belgrano debía de ser de color azul claro, a pesar de su renuencia a respaldar a la facción. Esa creencia fue sacudida cuando los investigadores examinaron de cerca la bandera de San Francisco, que dicen que se hizo en Europa en 1814. Aunque ha sido blanqueada por la edad y por el polvo agitado por décadas de cosechas de caña de azúcar, los científicos usaron el análisis químico , Rayos X y espectroscopia para determinar que el pigmento en sus rayas azules se hizo de lapislázuli, que produce la sombra más oscura.

Carlos Della Védova, investigador del CONICET, dice que los hallazgos sólo se aplican a la bandera de San Francisco (que, a diferencia de los modernos, no lleva el "sol de mayo" de 32 puntas). Sin embargo, piensa, el original de Belgrano era probablemente del mismo color que el de la bandera de San Francisco. La bandera más reciente fue un regalo para el Templo de San Francisco, una escuela en la provincia norteña de Tucumán, de Bernabé Aráoz, un compañero de armas de Belgrano. El señor Della Védova duda que los dos soldados tomaron diferentes puntos de vista sobre el tono. "Aráoz era consciente de las ideas de Belgrano sobre la bandera", dice.

Algunos historiadores detectan en el cambio de color un intento furtivo de rehabilitar la reputación de De Rosas. Juan Pablo Bustos Thames, autor de un libro sobre la bandera de San Francisco y propietario de una réplica a gran escala (azul cielo), dice que los científicos ignoraron los documentos contemporáneos que dan fe de un color más claro. Manuel Belgrano, descendiente del héroe de la independencia, dice que es impensable que su antepasado hubiera favorecido el ultramar. "No hay duda sobre el color", le dijo a Clarín, un periódico.

Sea cual sea la verdad, los argentinos pronto no tendrán banderas ultramarinas. En 2002 IRAM, la agencia nacional de normalización, confirmó el color más claro especificando sus coordenadas en el sistema de color Lab. También estableció el espesor de las rayas debe ser y cómo el sol debe mirar. Un decreto en 2010 de la entonces presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, consagró esas normas en la ley. Los argentinos no están a punto de cambiar sus rayas, como dicen los químicos.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Historia argentina: La batalla de Tucumán (1812)

La batalla de Tucumán

El 24 de septiembre se conmemora el día de la Virgen de la Merced. En Tucumán y en 1812 fue un día memorable. Ese día un pueblo pobre y sometido pero fiel a sus sentimientos y a su destino, guiados por un general que de general solo tenía el coraje y el amor a su pueblo (nada menos); libraron una de las más memorables batallas de la historia argentina. Tan admirable fue que cambió el rumbo extraviado que el Triunvirato porteño le había dado a la revolución y se ganó para los tucumanos el honor de ser la tierra donde se declararía la independencia nacional.



El abogado, político y periodista Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, puesto a general simplemente porque no sabía decir que no cuando la Patria reclamaba sus servicios, se había hecho cargo de los restos del Ejercito del Norte luego de la desastrosa campaña de su primo Castelli y del interregno de Pueyrredón. Desde Jujuy venían retrocediendo por órdenes del Triunvirato que era dominado por la ominosa figura de su secretario, el nefasto Bernardino Rivadavia. Las órdenes eran abandonarlo todo y retroceder hasta Córdoba para crear una barrera que protegiera a Buenos Aires.
El noble pueblo jujeño había seguido en su retirada a éste jefe rubio y de maneras elegantes cuya presencia física era más razonable en una tertulia porteña que en la dura guerra del norte, pero cuya voluntad y patriotismo eran inquebrantables. Política de tierra arrasada, igual a la que contemporáneamente le imponían a Napoleón los rusos, fue la estrategia para contener el avance del ejercito de Juan Pío Tristán y Moscoso, el hombre que con el correr de los años sería el último virrey del Perú.
Perseguido a pocos kilómetros de distancia por la avanzada del ejército del rey, llega Belgrano a Tucumán con la idea fija de desobedecer las directivas porteñas. Para ello había hecho adelantar a Balcarce, para que reuniera a todos los vecinos en condiciones de combatir y hacer frente al avance realista. Sabía que seguir retrocediendo era traicionar a los pueblos que se habían pronunciado por la libertad. Decidió jugarse a la suerte de las armas y triunfar o morir junto a los suyos. El 12 de septiembre escribe al triunvirato informándoles su decisión de desobedecer las órdenes y culmina su oficio con éstas palabras “Acaso la suerte de la guerra nos sea favorable, animados como están los soldados. Es de necesidad aprovechar tan nobles sentimientos que son obra del cielo, que tal vez empieza a protegernos para humillar la soberbia con que vienen los enemigos. Nada dejaré por hacer; nuestra situación es terrible, y veo que la patria exige de nosotros el último sacrificio para contener los desastres que la amenazan”
A partir de ese momento todo fue febril actividad para formar cuerpos de combate y conseguir armamento. Se armaron barricadas en las calles, se improvisaron escuadrones de lanceros que suplían experiencia y disciplina con decisión y coraje. Era la caballería gaucha que hacía su aparición en la escena revolucionaria. Se echó mano a la inventiva para convertir a la ciudad en una fortaleza. Belgrano con un ejercito improvisado de unos mil ochocientos hombres debía hacer frente a mas de tres mil veteranos fuertemente pertrechados y organizados. Su plan era salir a enfrentar al enemigo fuera de la ciudad para sorprenderlo y si era derrotado, atrincherarse en ella para “concluir con honor”.



En la mañana del 24, sus tropas que estaban ocultas en un bosque de naranjales al norte de la ciudad salieron a enfrentar al enemigo en el lugar que se conoce como Campo de las Carreras.
La soberbia le jugó una mala carta a Pío Tristán. En la seguridad de que el ejercito criollo huiría hacia Córdoba, esa mañana ordenó a sus tropas bordear la ciudad para alcanzarlos al sur de Tucumán. En esas maniobras estaba cuando lo sorprendió el ataque criollo.
Tres columnas de infantería apoyadas por la caballería atacaron a los realistas. La izquierda al mando de Superí, el centro comandado por Ignacio Warnes y la derecha por Carlos Forest. La caballería era dirigida por Juan Ramón Balcarce y la artillería por el barón Holmberg; la reserva estaba a cargo de Manuel Dorrego.
El sorpresivo ataque patriota produjo un descalabro en la columna izquierda de los realistas al punto que Forest y Balcarce arrasaron al regimiento Abancay y produciendo un giro, atacaron a la retaguardia hispana. En el centro, luego de soportar un fuerte fuego enemigo, las tropas de Warnes se recompusieron y apoyadas por Manuel Dorrego comenzaron a superar a las tropas del rey.
Distinta era la situación para Superí, quién tuvo que soportar a la infantería ligera de Tristán y fue desbordado a pesar del apoyo del comandante de húsares Bernaldes Palledo.
Se dio entonces la peculiaridad de que el ejercito de Belgrano triunfaba en una parte del campo y el de Tristán en la otra. La confusión fue tremenda y nadie sabía muy bien donde estaba parado. Como contribución a ese pandemónium, una manga de langostas atravesó el campo de batalla.
Belgrano, al encontrarse con la fuerza de Superí y Palledo que retrocedía y recibir informes del coronel Moldes que el centro se había desbandado retrocedió hacia el sur creyéndose derrotado.
Tristán había recompuesto sus líneas e inició después del mediodía un ataque a la cuidad. En los arrabales de la misma, chocó con las tropas acantonadas en la ciudad al mando de Eustoquio Díaz Vélez, quien tenía en su poder seiscientos prisioneros realistas y las banderas de los regimientos Cochabamba, Abancay y Real de Lima.
El jefe realista intimó la rendición a Díaz Vélez amenazando prender fuego a la ciudad, lo cual el jefe criollo contestó diciendo que si incendiaban un solo rancho mandaría a degollar a los seiscientos prisioneros y lo invitó a seguir combatiendo.
La llegada de la noche frenó los ímpetus guerreros y al amanecer, Belgrano que ya tenía conciencia de las ventajas adquiridas logró reunir quinientos hombres dispersos y unirse a Díaz Vélez. Entonces intimó la rendición a Tristán proponiéndole la paz en nombre de la confraternidad americana. Podría haber atacado, pero el ejercito de Tristán, a pesar de la derrota, todavía era poderoso y se podía perder todo lo ganado. Se produjo una tregua de hecho, que duró todo el día.
En la madrugada del 25 al 26 de septiembre, el ejercito realista inició una sigilosa retirada hacia el valle de Lerma, pues las ordenes de Goyeneche a Tristán eran las de hacerse fuerte en Salta y éste las había excedido.
Dejaban en el campo de batalla 453 muertos, 687 prisioneros, 13 cañones, armas y bagajes. Los patriotas habían tenido 65 muertos y 187 heridos.

La victoria de Tucumán salvó al norte del país y precipitó la caída del Triunvirato mediante la revolución del 8 de octubre de 1812, que fue encabezada por San Martín y libró al país por varios años de la fatídica influencia política de Rivadavia. Fueron justamente los años en que se definió la libertad de Sudamérica.




Pocos días después, los integrantes de la Sociedad Patriótica (precursores de Herminio Iglesias) quemaban públicamente un ataúd que simbolizaba al 1º Triunvirato. En el dorado salón de Mariquita Sánchez de Thompson se realizaba una fiesta en honor de Belgrano y por la caída del triunvirato, a la que asistió San Martín con su esposa y varios patriotas más.
Esta revolución puso en el poder a los hombres de la Logia Lautaro y fue el primer paso político para llevar adelante el Plan Continental; la gran epopeya sanmartiniana que llevaría la libertad a los pueblos de Sudamérica.
Cuando se pudo realizar la procesión en honor de la Virgen de la Merced, que había sido suspendida el día de la batalla, el General Belgrano acercándose a la imagen de la Virgen depositó en sus manos el bastón de mando en agradecimiento por el triunfo.
La Virgen se había apiadado al ver tanto sacrificio y tanto coraje, y los había protegido en el peor momento. Los ruegos de Manuel Belgrano habían sido escuchados.

Oscar Fernando Larrosa (h).







viernes, 21 de febrero de 2014

Historia Argentina: Batalla de Salta

Batalla de Salta - 20 de Febrero de 1813 


A principios de enero de 1813 el ejército se pone en marcha desde Tucumán hacia el norte. Ya para el 11 de febrero el grueso de las tropas había cruzado el río Pasaje. Allí decide Belgrano que las tropas presten el juramento de fidelidad a la Asamblea General Constituyente que, con ; gran pompa, ha inaugurado sus sesiones en Buenos Aires el 31 de enero. 

En momentos en que el ejército comandado por el general Belgrano avanzaba hacia Salta con intención de vencer a las fuerzas españolas que bajo el mando del general Pío Tristán se encontraban a la sazón, acantonados en la ciudad de Salta; se encontró con un fuerte impedimento: la desmesurada fortificación que había realizado el general español del único paso de acceso a la ciudad, el portezuelo; lo que planteaba a su jefe una disyuntiva de hierro: entablar un combate en circunstancias desventajosísimas o desistir del propósito y retroceder. 



En tales circunstancias, el 17 de febrero de 1813, el capitán Apolinario Saravia, ayudante del Gral. Belgrano comenta el General Paz en sus memorias- "se ofreció para conducir al ejército y salvarlo, avisando al General que, como salteño y habitante de por allí, tenía conocimiento de una senda extraviada y así por nadie conocida que, pasando por el escabroso laberinto de las montañas, pues los cerros se suceden unos a espaldas de otros, y poblada de vegetación, conducía en su prolongación hacia el norte, por cosa de dos leguas entre el seno de los montes, hasta dar con una pequeña quebrada llamada de chachapoyas que desembocaba en la estanzuela de castañares, que estaba precisamente en el campo norte y lindero con la tablada de Salta, al opuesto lado de la sierra". 

El general Belgrano tras recorrer pormenorizadamente el itinerario propuesto dió órdenes de como proceder para que el ejército avancen por él. Esa noche, azotados por una lluvia espantosa, se inició la marcha de las fuerzas patriotas a través del fracturado terreno cubierto de espeso malezal, portando cincuenta carretas con pertrechos y doce piezas de artillería. La estrechez del camino y lo torrencial de la caída de las aguas por las laderas circundantes, agudizaban las dificultades que la quebrada presentaba de por si para semejante tránsito, más, la decisión, el fervor, el Ansia de libertad que todos y cada uno de los componentes de la fuerza llevaban en su corazón, los impulsaba para que la suma de dificultades no los arredraran en su empeño e hicieran que en el amanecer del día 18 arribaran a la finca de Castañares donde permanecieron hasta las 11 de la mañana del día 19, cuando iniciaron su marcha a la chacras de Gallinato. 

El general Belgrano pernoctó el día 18 en una de las habitaciones de la casa de campo del Coronel Saravia, progenitor del capitán, su ayudante, que tan acertadamente había servido de guía. 

Haciendo uso eficaz del color tostado de su piel, este leal oficial a quien llamaban "Chocolate Saravia", ansioso por conocer la cantidad y calidad de las fuerzas de Tristán, tanto como las posiciones que ocupaban; vistiendo ropas similares a la de los aborígenes, arreando una recua de burros cargados de leñas marcha hacia la casa de sus padres sita en la calle Buenos Aires de la ciudad de Salta. Su disfraz le posibilitó cruzar frente al ejército realista y llegar a destino, donde entregó la carga de leña y regresar después a castañares para informar al General y posteriormente combatir junto a él. 

El ataque comenzó el día 19, a las 11 de la mañana, en la pampa de Castañares con el ataque a la posición realista por la retaguardia. Belgrano, seriamente enfermo, había preparado un carro para efectuar en él los desplazamientos, pero a último momento pudo reponerse y montó a caballo. 

LA BATALLA: 

El general Paz en sus Memorias póstumas describió el orden de batalla: 

"Nuestra infantería estaba formada en seis columnas de las que cinco estaban en línea y una en reserva, en la forma siguiente: 1° principiando por la derecha, el Batallón de Cazadores a las ordenes del comandante Manuel Dorrego, 2° y 3° eran formadas del Regimiento N° 6 que era el mas crecido, una á las órdenes del comandante Carlols Forest, y la otra, aunque no puedo asegurarlo á las del comandante Ignacio Warnes, 4° del Batallón de Castas á las órdenes del comandante José Superi, 5° de las compañías del N° 2 venidas últimamente de Buenos Aires, al mando del comandante D. Benito Alvarez, 6° y última compuesta del Regimiento N° 1 al mando del comandante D. Gregorio Perdriel. La artillería que consistía en doce piezas, si no me engaño, estaba distribuida en los claros, menos dos que habían quedado en la reserva" 



A las nueve de la mañana del día 20 se desplazó el Ejército Nacional cubriendo todo el ancho de la planicie que en leve plano inclinado lleva a la ciudad. Marchaba compacto sobre el centro con la caballería e infantería, separada por sectores, reserva plegada y dos columnas de caballería en ambos flancos. Tristán lo esperaba fortaleciendo el lado izquierdo de su formación, pues el flanco derecho se apoyaba sobe el cerro San Bernardo, donde había distribuido una columna de tiradores que obstaculizaran las cargas sobre ese sector. Precisamente esta disposición posibilitó al español controlar los ataques porque además de prevalecer en el llano rechazaba los avances sobre el flanco derecho por la eficaz acción de los tiradores del cerro y porque el terreno dificultaba las operaciones de caballería. 

Al promediar el combate Belgrano cambió su táctica inapropiada. Movilizó la reserva, dotando de más efectivos de infantería y caballería y ordenó a Manuel Dorrego, que había reemplazado al segundo jefe Díaz Vélez, gravemente herido, atacar vigorosamente ("... lléveselos por delante..."). Dispuso cargar simultáneamente con artillería y, luego de cruzar el campo, condujo él mismo la avanzada contra las barricadas del cerro. 



Al mediodía la situación varió. La furibunda carga de Dorrego arrasó el flanco izquierdo junto a las columnas de Cornelio Zelaya, Francisco Pico, Carlos Forest y José Superí (compartieron el honor de ser los primeros oficiales triunfantes de la ciudad) sostenían la persecución de las calles. En tanto el centro y el ala izquierda patriota fue quebrando inexorablemente la resistencia. 

Con la retirada cortada, los realistas vencidos retrocedieron desordenadamente quedando entrampados en el corral que circunda la ciudad, denominado Tagarete del Tineo, donde fueron diezmados por los criollos. El tramo final de la lucha se concentró alrededor de la Plaza Mayor, mientras el desbande y la persecución eran confusos y cruentos. 

La calma llegó cuando desde la iglesia de La Merced doblaron campanas por la patria anunciando la rendición incondicional del invasor. 



Quedó acordado que al día siguiente los soldados realistas salgan de la ciudad con los honores de la guerra, a tambor batiente y con las banderas desplegadas, y que a las tres cuadras rindan las armas y entreguen los pertrechos de guerra, quedando obligados por juramento, desde el general hasta el último tambor, a no volver a tomar las armas contra la Provincias Unidas hasta los límites del Desaguadero. Belgrano devolverá todos los prisioneros, a cambio de igual actitud por parte de los realistas, quienes deberán entregar los prisioneros patriotas que tiene Goyeneche en el Alto Perú. 

Así desfilan 2.786 hombres. La caballería echa pie a tierra y rinde sus sables y carabinas; la artillería entrega sus cañones, carros y municiones. Belgrano dispensa al general Tristán de la humillación de entregarle personalmente la espada, y lo abraza ante todos los presentes. 


Tres banderas son los trofeos de esta victoria. Diecisiete jefes y oficiales fueron hechos prisioneros en el campo de batalla; hubo 481 muertos, 114 heridos, 2.776 rendidos. En total, 3.398 hombres que componían el ejército de Tristán, sin escapar uno solo. Además, diez piezas de artillería, 2.188 fusiles, 200 espadas, pistolas y carabinas y todo el parque y la maestranza. 

Luego de enterrar a los héroes del 20 de febrero de 1813, el General Manuel Belgrano colocó una humilde cruz de madera en la fosa común de los 600 guerreros muertos de ambos lados. El Gobernador Feliciano Antonio Chiclana la reemplazó, a pedido del mismo Belgrano, por otra cruz pintada de verde, con la leyenda cristiana ``A los Vencedores y Vencidos''. 

Las capitulaciones firmadas con Tristán, permitían a los realistas volver a sus casas, previo el juramento de no tomar nuevamente las armas contra las Provincias Unidas. Esta lenidad en las condiciones, desató, contra Belgrano, las críticas de los partidarios de una acción enérgica. "Siempre se divierten - le escribía a Chiclana: los que están lejos de las balas y no ven la sangre de sus hermanos... También son esos los que critican las determinaciones de los jefes. Por fortuna dan conmigo que me río de ellos, y hago lo que me dicta la razón, la justicia y la prudencia y no busco glorias sino la unión de los americanos y la prosperidad de la patria. . . ". 

La Asamblea Constituyente. con fecha 8 de marzo, dispuso premiar a Belgrano con 40.000 pesos y un sable con guarnición de oro por el brillante triunfo obtenido. 

Generosamente declinó el obsequio Manuel Belgrano. Y al hacerlo, comprometió para siempre la gratitud de Tarija, Jujuy, Tucumán y Salta, para quienes dispuso, con ese dinero, la creación de cuatro escuelas. 

Detalle del parte de batalla enviado por el General Belgrano al Superior Gobierno: (El parte es muchísimo mas extenso) 

La acción duró tres horas y media, y ha sido muy sangrienta tanto en el campo como en las calles de la ciudad: los enemigos se han comportado con mucha energia y valor; pero tubieron qe. ceder al ardor fuego y en-tuciasmo patriotico del Exercito de mi mando qe. sin desordenarse llevaba la destrucion, y la muerte pr. do quiera qe. acometia: no hallo Exmo Sr., expresioes. bastantes pa. elogiar á los Gefes, offes., Soldados Tambores y Milicia qe. nos acompañó del Tucuman al mando de su Coron Dn. Bernabe Araoz, como igualmte. los hijos de Salta al mando del Coron. de la Milicia urbana, creada pr. mi, Dn. Apolinar Figueroa, cuio ardor lo conduxo á tanta inmediacion. del enemigo qe. se encontró envuelto con él, recibió un zablaso del Gral Tristan, qe. solo rompió su casaca; y este á merced del buen caballo qe. montaba logró escaparsele, segun q. el mismo Tristan me lo ha referido.

Oscar Fernando Larrosa (h)