Mostrando las entradas con la etiqueta IAé.24 Calquín. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta IAé.24 Calquín. Mostrar todas las entradas

sábado, 3 de noviembre de 2018

FAA: Maniobras con Meteors, Calquines y Lincoln en los 50s

Maniobras aéreas en la BAM Morón



Participan Gloster Meteors, IAé2.4 Calquín y Avro Lincoln. Los bombarderos ligeros Calquín simulan un ataque a Morón y son interceptados 20 km antes del objetivo mientras que los Lincoln lo son a 70km.

 
Carreteando en pista
  
Despegan los Meteor para intercepción
  
 Calquines sobre Morón

  
Avro Lincoln hacia Morón 

domingo, 5 de junio de 2016

Aviones argentinos: IAé.24 Calquín

"IAé.24 Calquín" 
Grupo Experimental de Vuelo 
por Com (R) Jorge A. López 

El "Grupo Experimental de Vuelo", creado con el fin de realizar las comprobaciones operativas de la pre-serie Calquín, desempeñó un rol fundamental en la concreción del proyecto de este bimotor de combate de diseño y construcción nacional. En 1945 una de las principales preocupaciones de la entonces Secretaría de Aeronáutica era fomentar las actividades de la industria del sector en forma tal que permitieran el desarrollo progresivo y continuado de las actividades aéreas, tendiendo al logro de la autonomía total, y así poder asegurar permanentemente los intereses políticos-sociales, económicos e industriales de la Nación. 

 

La segunda contienda mundial dejaba en evidencia la importancia de la Fuerza Aérea como elemento fundamental para lograr el éxito de las operaciones militares. Merced a esta política y para cubrir necesidades operativas, la División Planes y Ensayos del Departamento Servicios Técnicos del Instituto Aerotécnico completó en el curso del año 1945/46 la documentación del diseño, evaluación del proyecto y construcción de un avión de ataque y bombardeo liviano empleando maderas nacionales. Este avión lleva el número de estudio 24 del Instituto Aerotécnico (IAé.24), apodado "Calquín" (Aguila Real). 

Entre el 25 Feb y 8 Jun '46 se realizaron ensayos en vuelo con resultados satisfactorios. Habiéndose terminado con la fabricación del primer prototipo, se inició la producción de una serie de 10 aviones. Se habilitó para este fin el Pabellón 90 como planta principal de ensamblaje en el Instituto Aerotécnico, facilitándose de esta forma la producción en serie con la centralización de los trabajos de montaje: entelado, tapizado, electricidad e instalación del instrumental. 

En May '47 se constituyó el "Grupo Experimental de Vuelo" con el propósito de realizar las comprobaciones operativas de la pre-serie de 10 Calquín identificados con las matrículas Ex-01 al Ex-10. Estaba integrado por: Cap. Ernesto Arturo Boatti - Jefe de Grupo (promoción 6), 1er Ten. Alfonso Zumel (promoción 7), Ten. Washington Ramos (promoción 10), Alféreces Luis Antonio Cochella, Jorge Oscar Naveiro, Ernesto Axel Niethardt, Teodoro Adam Goette, Federico Guillermo Mühlemberg y Eduardo Stagnaro (promoción 11). 

 

Todo el personal asignado a este grupo estaba destinado al Regimiento I de Bombardeo dotado de aviones Glenn Martin 139 y Avro Lincoln, y la unidad de alojamiento de las operaciones era la Base Aérea Militar "Coronel Pringles" (Provincia de San Luis). 

El 3 de Set '47 el Calquín identificado con la matrícula Ex-05 tripulado por el Alférez Niethardt y el Cabo Principal Alonso despegó del Instituto Aerotécnico de Córdoba con destino a la Base Aérea Militar "Coronel Pringles". Así se iniciaba en forma efectiva el programa de comprobación y evaluación experimental en vuelo para el primer bimotor de combate proyectado, diseñado y construido íntegramente en nuestro país. 

Accidentado en la Base Aeronaval Comandante Espora

Los Calquín del "Grupo Experimental" fueron dados de alta el 7 Oct '47 siendo sus matrículas Ex-01, Ex-02, Ex-03, Ex-04, Ex-05, Ex-07 y Ex-10. El Ex-06 había sufrido un accidente durante el aterrizaje en la pista del Instituto Aerotécnico que lo dejó inutilizado. Los aparatos faltantes de esta pre-serie no alcanzaron a integrar el Grupo Experimental y recibieron las matrículas A-08 y A-09 y fueron incorporados con los restantes aviones de pre-serie, a partir del 31 Mar '48 a la dotación de los primeros 30 Calquín del Regimiento 3 de Ataque en la Base Aérea Militar "El Plumerillo", provincia de Mendoza, que reemplazarían definitivamente a los Northrop 8A-2, adquiridos a EE.UU. en 1937. 

En los vuelos del programa se emplearon un total de 298 h 20 min que posibilitaron al Grupo Experimental evaluar las operaciones de control preventivo en cada una de las fases de empleo del "Calquín" en condiciones normales y en emergencia. Esta actividad complementó la ya desarrollada por el Instituto Aerotécnico y aportó nuevos conocimientos y experiencia, además de elaborar informes que fueron considerados en la confección definitiva del manual y guías de instrucciones para el piloto en la operación del "Calquín". 

 

Aeroespacio 538

sábado, 19 de marzo de 2016

Armas Argentinas: Bomba voladora A.M.1 Tábano

La primera stand-off de Latinoamérica
Bomba voladora Tábano 

Por Orden del Día Nro. 1115 de fecha 12 de agosto de 1947 se crea la División Proyectos Especiales Nro. III; la Jefatura fue ejercida por el Ing. Ricardo B. Dyrgalla y como responsable de la Sección Cálculos se encontraba el Proyectista Guido Galán. Tenían la misión de estudiar y desarrollar vehículos teledirigidos y motores cohetes. Se terminó de construir en 1950 la primera bomba voladora A.M.1 #59, de uso avión-avión, autoguiada y propulsada por un motor cohete. 

 
Un IAé.24 Calquín lanzando una A.M.1 Tábano. Autor: Marcelo Morard 

TÁBANO 
Entre 1947 y 1948, a cargo de la División Proyectos Especiales Nro. III, se desarrolla un motor cohete de combustible líquido destinado a impulsar proyectiles científicos y militares. Para probar el propulsante más allá del banco de pruebas se construye un cohete apodado TÁBANO que es disparado desde un avión. El 20 de octubre del 1949 el motor fue probado nuevamente con el agregado de una cámara de combustión con camisa de refrigeración regenerativa, obteniendo mayor rendimiento y una actividad más prolongada. Se diseñaron y construyeron diversos motores cohetes a combustible líquido. Más tarde, a partir de 1959, se desarrollaron tecnologías con propulsantes sólidos. La investigación y desarrollo de aeromóviles era asignada al IIAE y gran parte de los proyectos se realizaron junto a la Dirección de Fabricaciones Militares. 

 
Motor cohete perteneciente a la bomba voladora TÁBANO. 
 
Bomba teledirigida TÁBANO accionada por un pulsorreactor desarrollado por la División Proyectos Especiales y la dirección de Fabricaciones Militares. 1949. 
 
Anclaje ventral del Aeromóvil TÁBANO en el bombardero I.Ae.24 CALQUÍN. 
 
Dispositivo para el armado de la carga explosiva de la bomba TÁBANO. 

Datos generales del motor cohete: 
empuje 500 Kg; 
consumo 1,923 Kg/s; 
empuje específico 174,2 Kg/s; 
presión de combustión 15 Kg/cm²; 
temperatura de combustión 2753 °C; 
combustible 98 Kg; 
tiempo de funcionamiento 40 s; 
guía por rayos infrarrojos; 
envergadura 2,5 m; 
largo 2,45 m; 
diámetro 0,45 m; 
peso vacío 100 Kg; 
peso total 198 Kg; 
velocidad máxima 900 Km/h; 
carga útil 32 Kg; 
propulsante oxidante ácido nítrico (98,5%); 
combustible anilina; 
relación mezcla oxidante/combustible (en peso) 3 a 1. 

 
MINCYT Córdoba

sábado, 30 de enero de 2016

Aviones argentinos: El Aguilucho Patagónico

Los mosquitos de la Argentina (II)



Obsoleto para el éxito: el Ñancú 
En el "Águila Real" para llevar a cabo el trabajo de desarrollo poco después de la Fuerza Aérea Argentina comenzó a buscar un caza para proporcionar escolta a los bombarderos pesados "Lancaster" y "Lincoln" lo que condujo directamente al desarrollo de caza de última generación IAe .30 "Ñancú" (Aguilucho patagónico). El diseñador del IAe.30 es el profesor italiano Cesare Pallavecino de la empresa Caproni de Italia quien durante la Segunda Guerra Mundial fue el responsable de bombardero ligero y caza nocturno Ca331. El gran potencial de las aeronaves debido a la rendición de Italia a detener el desarrollo. Pallavecino comenzó en noviembre de 1946 como el principal arquitecto de aviación del Instituto de Investigaciones Tecnológicas, y al final, presentó tres diseños: uno con motor de pistones, mientras que los otros dos eran impulsados por motores a reacción. Cuando la moda no estaba lo suficientemente madura como para trabajar seguro con los motores a reacción, el programa del diseño impulsado por motores a pistón fue aprobado finalmente por el Instituto de Diseño del Ministerio. El famoso diseñador de aviones alemán Dr. Kurt Tank también proporcionó orientación sobre el diseño del IAe.30. 

Si el "Mosquito" fue el modelo a seguir por el IAe.24, a continuación, el De Havilland "Hornet" fue el modelo que inspiró al IAe.30 "Ñancú". La configuración aerodinámica del "Ñancú" y del "Hornet" básicamente eran la misma. Sin embargo, el último tenía estructura de madera/metálica híbrida diferente, mientras que el "Ñancú" era un avión totalmente metálico de un solo asiento. La doble estructura longitudinal del ala, el lapso longitudinales, y con la aleta era tipo partida. El fuselaje de sección era triangular. Todo el fuselaje se componía de dos partes, que separaba la superficie del ala en el resto del fuselaje. La parte trasera del fuselaje y la cola vertical eran una sola pieza. Puesto en estabilizador horizontal de gran cola, y el timón se divide en dos partes. Están instalados en los ajustes del elevador y el timón de los balances, por la manipulación artificial, también de forma automática. Las aeronaves, armas y equipo se encuentra instalado en la nariz a la parte inferior de los seis (hay datos que eran cuatro) cañones de 20 mm "Hispano Suiza" 804. Pero el prototipo, la nariz no tenía instalada las armas, sustituida por un tubo pitot con la nariz transparente. También puede ser montado bajo el fuselaje una bomba de 250 kg y debajo de cada ala podían ser montados en cada lado cinco cohetes de 83 mm. 

 
Prototipo IAe.30 

domingo, 3 de enero de 2016

Aviones argentinos: El Águila Real argentina

Los mosquitos de la Argentina 

Publicado en enero de 2007 en el número "Aviación Mundial" 

 

Para los amigos interesados en la historia de la aviación, sentirán la foto de arriba muy familiar. ¿Es el famoso "Mosquito" con un motor refrigerado por aire? Quizás, en cierto modo, tenemos razones para pensar así. Sin embargo, esto no viene de la planta británica De Havilland sino que viene del continente de América del Sur, alguna una vez voló sobre los Andes. Partamos del inicio para entender la historia de dos aviones poco conocidos. 

"Águila Real" 
El 10 de octubre 1927, se crea la Fábrica Militar de Aviones (FMA) en Argentina. Como muchas de las empresas de aviación emergentes, la FMA se estableció por primera vez la producción principal de las aeronaves y motores de bajo licencia. Desde 1932 en adelante, la FMA comenzó a intentar el desarrollo de aviones. A través de la exploración continua y la experiencia, a mediados de los años 40, FMA desarrolló el DL22, AeT1 y una serie de aviones ligeros. Mientras tanto, en 1940, la fábrica produce 20 aviones de combate bajo licencia Curtis 75 "Eagle" , que en un principio les permitió acumular cierta experiencia en la producción de aviones de combate. Con base en estos, FMA comenzó a tratar de desarrollar su propio avión de combate. Desde 1944 a 1945, de acuerdo a las necesidades de la Fuerza Aérea Argentina, FMA comenzó a desarrollar un bombardero de ataque ligero, el avión fue nombrado el IAe .24 Calquín "Aguila Real" (de 1943 a 1952, FMA pasó a llamarse Instituto de Tecnología de Aviación IAe), para sustituir al equipo adquirido en 1938, los Northrop 8A-2 de la Fuerza Aérea Argentina. El diseño del "Águila Real" estuvo inspirado en el De Havilland "Mosquito" británico (el éxito de los aviones Mosquito durante la Segunda Guerra Mundial dejó una profunda impresión en la Argentina) el cual eran aeronaves que usaban extensamente materiales de madera. El diseño original preveía motores Rolls Royce "Merlin", por lo que se esperaba que alcanzara una velocidad máxima de 615 kilómetros por hora. Sin embargo, debido a la falta de acceso al motor "Merlín", el diseñado tuvo que utilizar motores Pratt & Whitney R-1830-SC-G "Double Wasp" de 14 cilindros refrigerado por aire. Los cambios en la planta de energía hicieron que el centro de gravedad de la aeronaves prevista en el cálculo y diseño tuviera una serie de cambios, en última instancia, las prestaciones de vuelo y cualidades de manejo del "Águila Real" sufrieron un impacto negativo pequeño. 

 
IAe.24 número A72 

jueves, 8 de mayo de 2014

Revolución Libertadora: La guerra en Córdoba capital



Ruinas y desolación en Alta Córdoba


Córdoba bajo fuego


Soldados y civiles en una posición frente al Cabildo (Fotografía. Jorge R. Schneider)


Con las primeras luces del día, se reanudaron los combates en la capital cordobesa. Francotiradores civiles apostados en los techos de los hoteles Savoy, Italiano y Albéniz comenzaron a hostigar desde las primeras horas a las tropas que el general Iñiguez tenía acantonadas en la estación de Alta Córdoba, recibieron a su vez fuego de armas automáticas y ametralladoras. Los civiles, a quienes se había intimado a rendición, no se amedrentaron y siguieron disparando, obligando a Iñiguez a desplegar sus morteros frente a los edificios y abrir fuego.
Las descargas destruyeron parte de los frentes y obligaron a los milicianos a capitular, desbordados por la intensidad del fuego enemigo.
Iñiguez ordenó que los prisioneros fueran conducidos al pasadizo subterráneo que unía los andenes de la estación, a efectos de resguardarlos del cañoneo enemigo proveniente del observatorio astronómico.
Mientras tanto, la artillería leal seguía disparando.
Los subtenientes Saturnino Huici y Osvaldo Fernández Anca que tenían a cargo los cañones rebeldes, devolvían el fuego batiendo el sector de galpones, sin precisar sus consecuencias. Uno de los proyectiles se fue largo e impactó en las azoteas del domicilio particular del eminente médico Dr. Gumersindo Sayago, renombrado especialista en Fisiología que, de esa manera, sufría en “carne propia” los rigores de la guerra. Otro proyectil explotó en el anden contiguo a las boleterías, donde el general Iñiguez y el teniente coronel Alberto R. Nadale habían instalado su comando, causando daños considerables en el edificio. Pero lo peor fue cuando una esquirla alcanzó a este último, hiriéndolo de gravedad.
Nadale cayó al suelo, herido en el pecho, mientras sus asistentes y el propio Iñiguez se apuraban a sujetarlo. Lo colocaron sobre una manta y lo llevaron hasta un jeep, a bordo del cual, fue evacuado velozmente hacia un hospital.



Vivienda particular destruida por un impacto de artillería en Alta Córdoba

Después del combate, dos niños observan la destrucción en inmediaciones del Hotel Savoy

Otra vivienda destruida en Alta Córdoba

Un impacto de artillería ha destruido parcialmente el frente del Hotel Savoy en Alta Córdoba

Interior del Hotel Savoy después de la batalla


En su apresurada carrera, el vehículo debió internarse en territorio rebelde bajo intenso fuego enemigo, en especial, el de los milicianos civiles que no alcanzaban a distinguir que conducía a un herido1.
En momentos en que Nadale era evacuado, se presentó en la estación un individuo vestido de civil, enviado a parlamentar por el general Videla Balaguer. Se trataba del capitán de la Fuerza Aérea Gigena Sasía quien, según informó al presentarse en el comando leal, portaba un mensaje. Sospechando de su persona, Iñiguez lo hizo detener y procedió a leer la nota. En la misma, Videla Balaguer manifestaba profundo aprecio por su persona (la de Iñiguez), a quien respetaba por saberlo un general íntegro y decidido y le solicitaba recapacitar, invitándolo a unirse a la revolución.
En esas se hallaba el jefe gubernamental cuando repentinamente aparecieron sobre sus posiciones los Gloster Meteor rebeldes al mando del capitán Jorge Lisandro Suárez.
Los aviones se abalanzaron sobre el 12 de Infantería ametrallando el área inmediata a la estación, mientras recibían nutrido fuego antiaéreo. Ahí quedó demostrado, una vez más que el armamento de los veloces cazas de fabricación inglesa era deficitario ya que, después de los primeros disparos, sus cañones tendían a trabarse.
Maldiciendo entre dientes, Suárez siguió su aproximación y arrojó sobre las tropas enemigas sus tanques suplementarios, repletos de combustible, desencadenando incendios de proporciones. El efecto, muy similar al de las bombas de napalm, causó una impresión tremenda.
A Suárez le siguieron los cazas restantes, imitando su accionar y a estos los Calquin de bombardeo liviano que descargaron sus bombas con gran precisión. Las explosiones sacudieron con fuerza Alta Córdoba, obligando a sus pobladores a permanecer encerrados en sus casas o en lugares cubiertos.
“Prosigue la lucha en Alta Córdoba…Nuevamente interviene la fuerza aérea, hostigando incesantemente la zona ocupada por las tropas santafesinas. Continúa el bombardeo con ‘Napalm’ y al mismo tiempo, las fuerzas de tierra revolucionarias prosiguen la operación de ‘limpieza’. Observadores aéreos informan que una columna de vehículos, proveniente de Alta Gracia, avanza por la ruta de acceso a Córdoba. Ubicados estos efectivos con exactitud, desde el aire, actúa la artillería y bate completamente a la columna, observándose notable precisión en el tiro. En horas de la mañana se produce el ataque de bombarderos Avro Lincoln, provenientes del Comando de Represión de Buenos Aires: la pista del I.A.M.E. es alcanzada. No obstante, en medio de las explosiones y el humo, decolan aviones Gloster, que interceptan a los atacantes, y aunque no logran batirlos, por haberse interrumpido sus cañones a la primera ráfaga, realizan una notable labor de intercepción, obligándolos por fin a regresar con algunas averías de importancia” (“Parte de Guerra”, Revista “Cielo”).            
Mientras se desarrollaban estos ataques, las tropas del general Iñiguez se obstinaban en consolidar sus posiciones a este lado del Río Primero con el objeto de avanzar con mayor seguridad sobre el grueso de las posiciones revolucionarias. Sus patrullas adelantadas chocaron con pelotones enemigos en el Puente Centenario, a solo ocho cuadras de la estación del ferrocarril, siendo contenidas con gran vigor desde el otro lado, por una muralla de autos, ómnibus y camiones desplegados a lo ancho de las avenidas Vélez Sárfield y General Paz, baluarte principal de las defensas rebeldes desde donde efectivos de paracaidistas, cadetes de Aeronáutica y comandos civiles disparaban intermitentemente, impidiéndoles el acceso al centro de la ciudad. Sin embargo, para entonces, pelotones de exploración de las fuerzas gubernamentales habían descubierto que el puente inmediato al Mercado de Abasto, al sudeste de Alta Córdoba, se hallaba despejado y hacia allí despachó Iñíguez parte de sus fuerzas (11.50), después de recibir los refuerzos del recientemente llegado Regimiento 11 de Infantería al mando del teniente coronel Enrique Guillermo Podestá. Podestá detuvo sus tropas en Alem al 400, pleno barrio Firpo y se adelantó con su Estado Mayor para subordinarse al general Iñiguez.



Daños en la estación ferroviaria



Un vagón alcanzado por la bomba de un I.Ae-24 Calquin en Alta Córdoba

Otro vagón destruido en la estación del Ferrocarril Gral. Bme. Mitre


Las tropas de Podestá, se tirotearon con efectivos rebeldes parapetados en los edificios vecinos y recibieron disparos desde vehículos civiles que, osadamente, aparecían a alta velocidad para sorprenderlas, resultando gravemente herido el sargento ayudante Arnaldo Gregorutti de las fuerzas leales.
El 11 de Infantería no pudo llegar en mejor momento. El general Iñiguez lo desplazó hacia la izquierda, en dirección al puente del Mercado de Abasto, mientras su artillería batía las posiciones que defendían Puente Centenario. La idea era cruzar todo el regimiento hacia el Mercado y lanzarlo velozmente hacia el centro, para tomar el Cabildo, sede del Departamento de Policía.
El plan fue transmitido al general Sosa Molina y aquel lo aprobó.
Cuando el enfrentamiento arreciaba, Sosa Molina, completamente convencido del triunfo, llamó al Comando de Represión en la Capital Federal y le comunicó que Córdoba estaba rodeada y que las tropas que respondían al gobierno se hallaban listas para el asalto final.
Mientras el alto oficial pasaba su informe, proyectiles de morteros y fuego de armas automáticas caían sin cesar sobre las posiciones del 12 de Infantería en un desesperado y heroico esfuerzo por contener su avance.



Una posición de ametralladora se dispone a disparar sobre las fuerzas leales que avanzan sobre Alta Córdoba


En los alrededores de la ciudad también hubo acciones. A las 03.00 un Beechcraft AT-11 que había decolado minutos antes de la Escuela de Aviación Militar, arrojó bengalas sobre Malagueño para realizar observaciones sobre las posiciones enemigas. Horas después (08.00) el general Aquiles Moschini envió desde Juárez Celman al Regimiento 15 de Infantería con órdenes precisas de apoderarse del aeródromo de Pajas Blancas, punto de vital importancia desde el que los aviones rebeldes habían llevado a cabo ataques a partir de las 06.40 de esa mañana. A muchas de aquellas máquinas se les ordenó mantenerse en vuelo, en espera de nuevas instrucciones.
Alcanzado el objetivo, el 15 de Infantería desplegó los cañones de sus dos secciones de artillería e inició la ofensiva. Las escasas tropas que defendían el aeródromo, integradas por cadetes de la Fuerza Aérea y milicianos civiles al mando de oficiales de Aeronáutica, opusieron una férrea resistencia pese a encontrarse mal armados. En los combates cayó muerto el soldado Ernesto Chaves y fue herido un oficial de apellido Mansilla, ambos integrantes de las tropas defensoras.
A poco de iniciado el cañoneo, la Escuela de Aviación Militar recibió desde Pajas Blancas un desesperado pedido de auxilio. El poder de fuego al que estaba siendo sometido el aeródromo era impresionante y de continuar, resultaría imposible mantener la posición.
A las 08.50 decoló desde la Agrupación Aérea un DL-22 que diez minutos después ametralló a las tropas leales forzándolas a buscar cobertura en el terreno. El avión se retiró acosado por el fuego de las baterías antiaéreas en el mismo momento en que un monomotor Fiat de observación hacía reglaje de tiro de artillería para la Escuela de Aviación Militar. Veinte minutos después un aparato de iguales características arrojó volantes sobre Río Segundo, La Cruz, Río Tercero y Alta Gracia, e informó a la torre de control que acababa de detectar una importante concentración de vehículos en la plaza principal de la última ciudad.
El piloto efectuó un amplio viraje hacia el norte, dejando a su izquierda el Dique Los Molinos; cruzó el río Anizacate y cuando sobrevolaba las Sierras Bajas avistó una extensa columna motorizada integrada por ómnibus, camiones y jeeps, que se desplazaba hacia la Escuela de Aviación Militar, poniendo en peligro la posición rebelde. Eso decidió al comando del general Lonardi a lanzar un nuevo ataque para detenerla y para ello fueron alistados dos Gloster Meteor y tres Beechcraft AT-11 que decolaron a las 09.30 para embestir con bombas y metralla.



Comandos civiles revolucionarios toman ubicación en las inmediaciones de la estación del ferrocarril


Después de que pilotos y mecánicos efectuasen los últimos controles, los cazas se ubicaron juntos en la cabecera de la pista y cuando la torre ordenó despegar, iniciaron el carreteo elevándose al mismo tiempo a gran velocidad. Le siguió la sección de los Beechcraft, que decolaron uno detrás de otro para perderse en la lejanía con rumbo sudoeste. Diez minutos después, la escuadrilla divisó al objetivo cuando se desplazaba por detrás de las sierras en dirección a la capital.
A través de la radio, el líder advirtió a los otros aviones y les ordenó iniciar corrida de bombardeo, lanzándose él en primer lugar.
El Gloster Meteor abrió fuego con sus cañones acribillando a varios vehículos de la columna y luego arrojó sus bombas seguido inmediatamente después por el aparato Nº 2.
Los efectivos leales detuvieron la marcha y corrieron en busca de cobertura sin responder la agresión. Lo hicieron recién cuando llegaron los AT-11 pero escasos fueron sus resultados. Los tres bombarderos lanzaron sus cargas y se elevaron para perderse en la lejanía, volando hacia el noreste.
Cuando se desarrollaban esas acciones, un cuarto Beechcraft bombardeó nuevamente al 15 de Infantería cuando sus unidades de desplazaban frente a Pajas Blancas, ataque que se repitió veinte minutos después (09.40), con resultados relativos. Las mismas tropas fueron ametralladas por un DL-22 a las 09.55 y a las 10.00 un Beechcraft volvió a bombardearlas en momentos en que ingresaban en el perímetro del aeródromo, desbordando sus líneas defensivas. Los estallidos sacudieron la región y los tableteos de las ametralladoras y las baterías antiaéreas incrementaron la sensación de guerra sumiendo en angustia y temor a los habitantes del sector norte de la capital provincial.
A las 09.30 el comodoro Krausse se comunicó con el teniente Raúl Barcalá para ordenarle que destruyera el radio-faro Córdoba, ubicado en una pequeña edificación a escasos 500 metros del edificio principal de Pajas Blancas. La operación era imperiosa porque, de caer el objetivo en manos leales, radio “La Voz de la Libertad” quedaría bloqueada.
Barcalá, experimentado piloto, instructor de bombarderos livianos y ganador de todas las pruebas de tiro y bombardeo desde la creación de la Fuerza Aérea, trepó a su Calquin, carreteó y tomando velocidad, despegó hacia el aeródromo virando hacia el norte para cubrir los 12 kilómetros que lo separaban de él. Durante su aproximación, observó que en una de las cabeceras de la pista las fuerzas de ambos bandos combatían intensamente, comprendiendo que eso le permitiría llegar al objetivo sin demasiados inconvenientes.
El piloto se acercó en línea recta, calculó la distancia y arrojó su bomba, alcanzando la casilla del radio-faro. Para alivio del comodoro Krause, el mismo quedó completamente destruido, media hora antes de que las tropas gubernamentales se apoderasen del sector.
La llegada de las fuerzas leales obligó a sus defensores a retirarse hacia Arguello, después de dos horas y media de combate.
Ya en poder del aeródromo, el Regimiento 15 de Infantería fue atacado con proyectiles de morteros, bombas y metralla y a las 10.50 bombardeado por aviones Beechcraft, Calquin y Gloster Meteor que repitieron sus incursiones cincuenta minutos después (11.40). Sin embargo, la posición permaneció en poder de las fuerzas leales, convirtiendo ese punto en una amenaza para la revolución.



Comandos civiles revolucionarios se aprestan a entrar en combate en la Escuela de Aviación Militar

Un vivac rebelde en la Escuela de Aviación Militar. Civiles y militares velan sus armas en espera
de nuevos enfrentamientos

Civiles y militares rebeldes en la Escuela de Aviación


La situación se había tornado extremadamente confusa en Alta Gracia, donde el gobernador Luchini había llegado al frente de un pelotón policial con el que había salido de Córdoba 48 horas antes, para dirigir la represión. Luchini no terminaba de comprender la actitud pasiva del general Morello, que no se decidía a iniciar la ofensiva sobre la capital provincial y liquidar el alzamiento de una vez por todas. Según su parecer, el comandante de la IV División disponía de tropas suficientes para apoyar a Iñiguez y acabar con la revolución, opinión que compartían el general Arnaldo Sosa Molina, el jefe de la Escuela Mecanizada, coronel Ercolano y el general José Alejandro Falconier, que desde su comando en Río Cuarto, despachó al mayor Alfonso Mauvecín con la “sugerencia” de iniciar la embestida a la mayor brevedad posible.
Como explica Ruiz Moreno, las fuerzas de Morello ya no eran la masa informe y desorganizada del primer día de combate, duramente hostigada por la aviación y la artillería rebeldes, sino una fuerza considerable compuesta por unidades poderosas como el Regimiento 14 de Infantería de Río Cuarto, dos batallones de la Escuela Mecanizada de Buenos Aires, el Grupo de Artillería Liviana de San Luis y otras fuerzas oriundas de Córdoba. Sin embargo, su gente no se decidía y continuaba a la defensiva, sin lanzar la acometida final.


Fotografías de Jorge R. Schneider obtenidas durante los sucesos que tuvieron lugar entre el 16 y el 21 de septiembre de 1955 en la ciudad de Córdoba


Notas


  1. Los regimientos peronistas carecían de equipos sanitarios como para atender casos graves.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Revolución Libertadora: Calquines y Lincolns bombardean Río Santiago




Las acciones en Río Santiago


Base Naval de Río Santiago, astilleros y Escuela (Fotografía: Isidoro Ruiz Moreno, La Revolución del 55, Tomo II)

En la Base Naval de Río Santiago todo era agitación en la mañana del 16. El personal iba y venía mientras la oficialidad transmitía órdenes y procedía a hacerlas cumplir.
Desde las primeras horas del día, un importante número de oficiales había comenzado a llegar a la unidad militar con la idea de sumarse al movimiento, destacando entre ellos el capitán de corbeta Eduardo Davidou, comandante del patrullero “King”; su jefe de artillería, el capitán de fragata José Fernández y el comandante del “Murature”, capitán de corbeta Francisco Pucci. Una vez allí, se encontraron con las instalaciones en pleno estado de alerta y adoptando precauciones en espera de un ataque.
La defensa del área quedó a cargo del capitán de corbeta Carlos Schliemann, asistido por el capitán del Ejército Juan Carlos Ríos y los tenientes Roberto Wulff de la Fuente y Jorge Osvaldo Lauría.
Los cadetes, que habían sido conducidos a la parte posterior del edificio principal, fueron armados con viejos fusiles Mauser de instrucción y varios automáticos, destacándose pelotones de patrulla hacia las islas y piquetes defensivos sobre la línea perimetral de la base y la plaza de armas, con los que se formó un efectivo cordón defensivo.
La línea de vanguardia, compuesta íntegramente por elementos del Regimiento 3 de Infantería de Marina al mando del teniente Juan A. Plaza, fue ubicada en la zona de los silos y elevadores de granos, frente a la isla principal, río Santiago de por medio, reforzada por una sección de marinería a las órdenes del teniente de corbeta Carlos Büsser1, oficiales de la Armada y alumnos de la Escuela Superior de Guerra.
El mando de las operaciones fue asumido por el general Juan José Uranga, oficial valeroso y decidido se había subordinado al almirante Rojas, con quien tenía un trato más que cordial. Su principal preocupación, era la carencia de armamento para enfrentar a las fuerzas gubernamentales y la necesidad de recurrir a los depósitos de reserva en los que se guardaban las carabinas semiautomáticas Ballester Molina calibre 45 con doble cargador junto a otros fusiles.



Patrullero ARA "King" (P.21) amarrado en puerto (Imagen: gentileza Fundación Histarmar. Historia y Arqueología Marítima)

A poco de recibir la orden de alistamiento, los 120 conscriptos de la compañía que mandaba Büsser, secundado por un oficial y un cabo, abordaron las lanchas y cruzaron el riacho en dirección a los elevadores de granos. A ellos se le agregaron efectivos de Ejército recientemente incorporados, entre ellos el teniente Ibérico Saint Jean, que pese a tener más alto grado que el marino, se puso a sus órdenes sin dudarlo.
Mientras se completaba la movilización, el almirante Rojas ordenó a los patrulleros “King” y “Murature”, anclados en el canal lateral, ubicarse frente a la Escuela Naval a efectos de que, en caso de ser atacados, repeliesen la acción con sus poderosos cañones. De esa manera, pensaba compensar la falta de artillería y brindar, por ende, una cobertura adecuada. Impartida la directiva, dos remolcadores se les acercaron lentamente, para engancharlos y trasladarlos a su nueva posición, tarea en la que trabajaron aceleradamente las dotaciones de ambas embarcaciones.
Mientras tanto, desde La Plata, las fuerzas leales se movilizaban tan rápido como les era posible, adoptando disposiciones para avanzar sobre la base naval.
El gobernador de la provincia, mayor de Intendencia (RE) Carlos Aloé, había abandonado el palacio gubernamental para dirigirse a la cercana Jefatura de Policía para hacerse cargo de sus 700 efectivos, sustrayendo de paso su persona a un posible golpe de mano por parte de comandos insurgentes. La medida era acertada porque las dos unidades militares de la capital provincial, el Regimiento 7 de Infantería y el Batallón 2 de Comunicaciones, se hallaban de maniobras en Magdalena, 70 kilómetros al sur y no llegarían a tiempo para iniciar el avance y contener a las tropas sublevadas.
Conociendo la situación, el ministro Lucero dispuso urgentes medidas defensivas, ordenando el inmediato regreso de las unidades, lo mismo el Regimiento 2 de Artillería que se hallaba con ellas, movilizando además al Regimiento 6 de Infantería con asiento en Mercedes y al 1 de Artillería con base en Junín, todos ellos a las órdenes del general Heraclio Ferrazzano, comandante de la II División de Ejército a quien secundaba el coronel Norberto Ugolini, jefe de Estado Mayor de la División.
Tanto Uranga como Rojas comprendían la necesidad de apoderarse de La Plata a efectos de sustraer de manos gubernamentales tan importante plaza. Y a tal efecto, encomendaron al teniente Büsser embarcar su tropa en varios camiones y prepararse para avanzar.
En base a ese plan, se despachó un jeep para inspeccionar el área, cuyo conductor debía transportar a un oficial para reconocer la zona. Así se hizo y a su regreso, se tuvo la certeza de que tanto en la cercana localidad de Ensenada como en el camino de acceso a La Plata se habían apostado nidos de ametralladoras y gran número de tropas. Uranga quiso cerciorarse personalmente de ello y partió a bordo de un automóvil particular acompañado por su ayudante, el capitán Luis A. Garda y sus dos sobrinos, quienes lo habían conducido esa mañana hasta Río Santiago.
El vehículo se puso en marcha y a solo tres kilómetros de la base se topó con dos puestos de ametralladoras apostados a ambos lados del camino frente a los cuales pasaron sin inconvenientes porque Uranga vestía su uniforme y eso hizo suponer a las fuerzas policiales que se trataba de un oficial leal. Ignoraban todavía, que hubiera elementos del Ejército se habían unido a las fuerzas sublevadas.
Pese a ello, el general decidió regresar porque sabía que de seguir adelante, podía quedar aislado, con las tropas leales bloqueándole el camino. El automóvil dio la vuela y regresó por calles de tierra paralelas a la ruta.
Uranga ofreció al alto mando un panorama de la situación, razón por la cual, se decidió suspender el avance sobre La Plata para adoptar posiciones defensivas, asegurando el sector del Astillero Naval y los elevadores de granos.

Efectivos de la policía de la provincia de Buenos Aires, reforzados por Prefectura Naval y militantes civiles de las agrupaciones sindicales y unidades básicas de la capital provincial, se pusieron en marcha hacia Río Santiago, siguiendo indicaciones directas del Ministerio de Guerra. Una vez frente a la base, tomaron posiciones cerca de los accesos y comenzaron a disparar, desatando un intenso tiroteo que se escuchó a varios kilómetros a la redonda.
La batalla dio comienzo cuando las fuerzas leales se movilizaron para envolver a la vanguardia rebelde desplazándose hacia la izquierda, cubierta por los edificios, mientras se internaba en los pantanos circundantes.
Eran las 10.00 de aquella fría mañana de septiembre cuando el general Heraclio Ferrazzano y el coronel Hermenegildo Barbosa, este último jefe del Regimiento 7 de Infantería, llegaron a la zona para imponerse de la situación. Una hora después, cuando los 450 infantes de marina y sus aliados del ejército consolidaban una cabeza de puente en tierra firme, Ferrazzano ordenó atacarlos, para obligarlos a retroceder al otro lado del río Santiago.
Barbosa dividió sus fuerzas en dos secciones, enviando la primera a ocupar la estación ferroviaria y la segunda a hacer lo propio con la Plaza Belgrano, mientras el Regimiento 2 de Artillería, reforzado por una batería del Regimiento Motorizado “Buenos Aires” y el Batallón 2 de Comunicaciones, iniciaba su avance por el centro.
Al verlos venir, los efectivos apostados en el Astillero abrieron fuego, frenando a las fuerzas que se les venían encima y conteniéndolas hasta el medio día.
Mientras se producían los primeros enfrentamientos, un Avro Lincoln procedente de Morón bombardeó los polvorines de la base sin causar daños. Las bombas cayeron en el agua y el avión se alejó, repelido por la artillería de los patrulleros amarrados junto a la Escuela Naval.
Mientras estos hechos tenían lugar en tierra firme, desde la isla Martín García, las unidades de desembarco BDI Nº 6 y Nº 11, navegaban hacia la base llevando a bordo tropas de Infantería de Marina integradas por tres compañías de aspirantes y personal de la Escuela de Marinería con asiento en la isla más la Compañía Nº 2 de Infantería de Marina a las órdenes del capitán de fragata Juan Carlos González Llanos, a bordo de la segunda.


Un Avro Lincoln se aproxima a vuelo rasante. (Imagen: Blog de las Fuerzas de Defensa de la República Argentina - http //fdra.blogspot.com.ar)

Los lanchones habían partido a las 10.50 y dos horas después se hallaban frente a La Plata, dispuestos a ingresar en puerto. Cuatro cazas gubernistas Gloster Meteor y cinco bombarderos Calquin, detectaron su presencia y los atacaron, ametrallándolos primero y arrojándoles sus bombas inmediatamente después. El BDI Nº 11, piloteado por el teniente Federico Roussillon, recibió toda la furia del fuego.
Las bombas de los Calquin estallaron cerca, sacudiendo las embarcaciones con fuerza. Le siguieron a baja altura los Gloster Meteor que acribillaron indiscriminadamente sus cubiertas, carentes de defensas antiaéreas. Las lanchas  efectuaron maniobras en zigzag y prosiguieron su avance cuando los atacantes, tras consumir su munición, emprendieron el regreso a Morón.
El ataque provocó dos muertos y nueve heridos, a bordo de la BDI Nº 11, que solo respondió con fuego de fusilería, nada efectivo, por cierto. Un proyectil le había destrozado el regulador del motor, provocando su detención. Su posterior varadura dejó parcialmente bloqueado en canal2. Pese a los daños, la embarcación sería reparada y continuaría navegando durante el resto del día.
Los lanchones atracaron junto al destacamento de Prefectura y desembarcaron a la tropa bajo el fuego de los efectivos leales. Las compañías se desplegaron por los pantanos en dirección a la Escuela Naval, intentando cubrirse en los montes. La Compañía Nº 2 de Infantería de Marina, al mando del teniente Oscar López intentó unirse a la defensa del edificio principal del establecimiento. Los recibió el encargado de vigilancia, teniente de navío Roberto Wulff de la Fuente, quien les ordenó formar para distribuirlos inmediatamente después hacia diferentes sectores.
Los infantes se hallaban conmocionados por los ataques aéreos y por eso se desbandaron cuando un Gloster Meteor pasó sobre ellos, sin efectuar disparos. Alejado el peligro, los volvieron a formar y marcharon directamente hacia el frente.
Pasado el mediodía, el “King” y el “Murature”, arrastrados por los remolcadores, se ubicaron junto al muelle, frente a la Escuela Naval. Desde la lengua de tierra próxima a los elevadores de granos, en la orilla opuesta, recibieron intenso fuego, sufriendo las primeras bajas. Un impacto alcanzó el puente del “King” provocando algunos destrozos y a punto estuvo de alcanzar a su comandante. Los que no tuvieron la misma suerte fueron el marinero Mateo Viña, muerto por un disparo calibre 7,65 en el pecho y el cabo primero Raúl Torres, gravemente herido en el rostro, junto a al cañón Bofors que servía.
En el “Murature” la metralla alcanzó de lleno al cabo Balsante, también herido en el rostro; al suboficial artillero Victorio Rodríguez y al marinero Luis Palena, que cayó sobre un reloj Rokord desde el puente de señales,  manchando con su sangre al comandante. Los remolcadores también fueron alcanzados pero sin mayores consecuencias y pudieron seguir avanzando en dirección a los muelles.
Inmediatamente después de atracar, los patrulleros desembarcaron muertos y heridos mientras sus comandantes se dirigían al edificio del Liceo para presentarse ante su director, capitán de navío Carlos M. Bourel y recibir directivas. Bourel los puso al tanto del lugar en el que se hallaban ubicadas sus tropas y les ordenó abrir fuego sobre las posiciones enemigas.
Los patrulleros dispararon con tanta violencia, que al batir el área, las fuerzas leales se vieron obligadas a evacuar el sector mientras sufrían considerables bajas en sus filas. Mientras eso ocurría, la gente de Büsser, cuerpo a tierra, las tiroteaba desde los astilleros.


Patrullero ARA "Murature" (P-20) gana aguas abiertas en el Río de la Plata. Fue nave insignia del almirante Rojas hasta su trasbordo al crucero "La Argentina" el 18 de septiembre de 1955.
 (Imagen: gentileza Fundación Histarmar. Historia y Arqueología Marítima)

Se combatía intensamente en Río Santiago cuando la Base Aérea de Morón partió un Avro Lincoln piloteado por el vicecomodoro Islas. La aeronave llevaba al capitán Hugo Crexell como apuntador y su misión consistía en intimidar a los rebeldes y mostrarles la capacidad destructiva de la que disponía el gobierno.
El aparato se aproximó volando alto sobre las destilerías de Dock Central y una vez sobre el objetivo abrió sus compuertas y dejó caer sus bombas iniciando inmediatamente maniobras de evasión. Las cargas se fueron largas y cayeron en aguas del canal, sin consecuencias.
En previsión de este tipo de ataques, los edificios principales fueron acondicionados, cubriéndose sus aberturas con colchones y todo tipo de elementos, a efectos de evitar las esquirlas y las astillas de los vidrios destrozados.


Un I.Ae-24 Calquin se dispone a atacar Río Santiago

A las 14.30 dos Avro Lincoln y un Calquin, volvieron a atacar, pero sin éxito. Al darse la alarma, la oficialidad, que había hecho de la Dirección de la Escuela Naval su cuartel general, se al suelo, bajo de mesas y escritorios, mientras las explosiones sacudían la tierra.
El almirante Rojas, en cambio, mantuvo una actitud serena, elogiada por sus asistentes al término del conflicto. Según cuenta Isidoro Ruiz Moreno, mientras duró el bombardeo permaneció de pie, bromeando con sus subalternos que lo observaban incrédulos desde el piso en especial, el teniente Jorge Isaac Anaya y el ayudante del almirante, teniente de navío Oscar Carlos Ataide, a cubierto ambos bajo un escritorio que había pertenecido al general Justo José de Urquiza. Desde esa posición, mantenía contacto telefónico con el capitán Adolfo Grandi, que comandaba las tropas que combatían en el Astillero, siguiendo las alternativas del combate.
Las primeras bombas cayeron en el agua sin estallar porque debido a la baja altura a la que volaban los aviones, sus espoletas no tuvieron tiempo de armarse. Le siguieron nuevas incursiones, todas ellas repelidas por fuego cruzado del “King” y el “Murature” que, a esa altura, se habían convertido en los principales bestiones de la defensa antiaérea. Una bomba estalló cerca del primero alcanzando su casco con las esquirlas en tanto dos de los aparatos atacantes recibieron impactos de distinta consideración: el Calquin uno que le atravesó de lado a lado el ala derecha, cerca del fuselaje y el Avro Lincoln otro en la torreta inferior. El primero se estrelló cerca del Club de Regatas de la Plata, pereciendo el piloto y su acompañante y el segundo se alejó echando humo en dirección al frigorífico “Armour”.

Mientras tenían lugar estas acciones, una escuadrilla de seis Calquin al mando del capitán Jorge Costa Peuser, desertó hacia las filas rebeldes. La integraban los capitanes Valladares, Marcilese, Pérez, Abdala y Crespo, quienes habían aterrizado ese mismo día en Morón, provenientes de El Plumerillo, provincia de Mendoza para reforzar a la Fuerza Aérea leal.
Recibida la orden de bombardear Río Santiago, los aviones arrojaron sus bombas al agua y siguieron vuelo hacia Tandil, para unirse a las filas revolucionarias. El hecho no pasó desapercibido en Morón donde, en horas de la tarde, Crexell y sus asistentes comenzaban a preocuparse por las defecciones, el potencial de fuego de los patrulleros y la impericia de los pilotos gubernistas durante los ataques.
Y no era para menos ya que un detenido análisis de la situación pudo determinar que ninguna de sus bombas había logrado impactos, dos aviones habían sido alcanzados al menos media docena había desertado, incluyendo los recién llegados de El Plumerillo.
El Comando de Represión dispuso una misión de bombardeo sobre las posiciones rebeldes en Córdoba y en cumplimiento de esa directiva, el jefe de la FAA, brigadier Juan Fabri, despachó los dos Avro Lincoln piloteados por los capitanes Ricardo Rossi y Orlando Cappellini a los que nos referimos en el capítulo 9.
Los pilotos decolaron a las 12.30 y una vez en el aire, hicieron una pasada rasante sobre la pista y cortaron comunicación con la torre. Una hora después se hallaban sobre la Escuela de Aviación Militar, en la provincia de Córdoba, solicitando autorización para aterrizar.
Dos horas después harían lo propio otros tres aparatos comandados por el capitán Fernando González Bosque y los primeros tenientes Manuel Turrado Juárez y Dardo Lafalce que como se ha dicho, incrementaron considerablemente el poder de fuego de las fuerzas revolucionarias.

Las acciones en Río Santiago se prolongaron hasta bien entrada la noche. Las fuerzas leales, al mando del general Ferrazzano habían hostigado la base y sus instalaciones durante toda la jornada, disparando sus poderosos cañones y morteros sobre los patrulleros y los principales edificios.
A las 17.00, la Infantería de Marina, siguiendo instrucciones directas de Rojas, comenzó a cruzar el brazo de agua que separa el Astillero de la Escuela. Allí se encontraba el teniente Carlos Sommariva, soportando sobre su posición, dentro de los galpones la presión de las fuerzas de Ferrazzano cuando llegó el capitán Grandi para transmitirle la orden de que debía dirigirse al ferry y cruzar a la Escuela. En el momento en que ambos oficiales hablaban una bala dio de lleno en Grandi y lo arrojó al piso. Sommariva pensó que lo habían matado pero grande fue su sorpresa cuando lo vio ponerse de pie y seguir hablando. El proyectil había impactado en un botón de su chaqueta, salvándole milagrosamente la vida.

Cañones del Regimiento 7 de Infantería abren fuego sobre
los patrulleros "King" y "Murature"
A una indicación de Sommariva los infantes de Marina corrieron hacia el ferry atravesando las rampas en las que se construía la fragata “Libertad”. Lo hicieron por secciones, muy profesionalmente, primero los conscriptos, después los suboficiales y finalmente los oficiales, quienes permanecieron hasta último momento cubriendo la retirada mientras el fuego se intensificándose en torno a ellos. El ferry cruzó y depositó a los conscriptos en la orilla opuesta mientras la oficialidad contenía al Ejército como mejor podía.
Entre los combatientes de primera línea se hallaba el teniente Menotti Alejandro Spinelli, veterano del 16 de junio, que durante el repliegue pasó junto al casco de la “Libertad”, cuando varios disparos enemigos perforaban su estructura. En plena construcción, la soberbia embarcación, orgullo de la Armada Argentina, recibía su bautismo de fuego.
A las 18.00, el ferry que guiaba el teniente Julio Santoianni regresó al Astillero para recoger a la oficialidad. La embarcación se arrimó al extenso espigón norte y la tropa comenzó a embarcar presurosamente, cubierta por el fuego de los patrulleros.
Cuando todo el personal estuvo a bordo la nave se alejó del muelle y regresó a la Escuela, posibilitando que las avanzadas del Ejército al comando del mayor Horacio Rella, cumpliendo órdenes directas del general Ferrazzano, alcanzara los accesos al astillero. Una hora después, la artillería se ubicaba a retaguardia, en el sector de descampados del Ferrocarril General Roca, guiada desde los puestos de observación y reglaje apostados en las torres de la iglesia y el Palacio Municipal de Ensenada.
Eran las 20.00 horas cuando los cañones comenzaron a ser acondicionados para apoyar el asalto de las tropas que se había planificado para el día siguiente. La Base Aérea de Morón, por su parte, dio por finalizadas las operaciones de ese día debido a la imposibilidad de operar de noche.
Cuando los relojes señalaban las 21.00, el capitán Crexell se encaminó hasta un automóvil ubicado en la playa de estacionamiento de la unidad para dirigirse al Ministerio de Marina a presentar su informe al almirante Cornes. Lo acompañaban los vicecomodoros de Marotte y Síster, con quienes comentaba las alternativas de la jornada cuando, repentinamente, desde un Calquin estacionado frente a ellos, alguien abrió fuego.
Los oficiales se arrojaron a tierra en el preciso momento en que el avión carreteaba hacia la pista para remontar vuelo salvando providencialmente sus vidas porque en el momento de disparar, el aparato se hallaba apoyado sobre el patín de cola y eso hizo que la ráfaga pasara sobre sus cabezas, sin alcanzarlos.

Las antiaéreas del "King" y "Murature" responden
(Imagen: Blog de las Fuerzas de Defensa de la República Argentina)
Pasado el susto, Crexell se incorporó, se despidió de sus acompañantes, abordó el rodado y partió hacia la capital. En el Ministerio lo recibieron su titular, el almirante Cornes y otros altos funcionarios a quienes brindó el informe correspondiente, que se prolongó durante la cena y finalizó cerca de medianoche. Fue allí donde percibió, con cierta preocupación, que las autoridades gubernamentales daban por desbaratado el alzamiento y eso le produjo preocupación porque, a esa altura, no se podía asegurar nada.
Mientras tanto, en Río Santiago el almirante Rojas efectuaba un análisis de la situación.
Carente de artillería, sabía que las fuerzas del general Ferrazzano acabaría por imponerse, reduciendo a cenizas las instalaciones navales. Era necesario evacuar el lugar y alejar a las tropas mar adentro si lo que se quería era evitar una masacre.
La decisión contrarió al capitán de navío Luis M. García quien protestó enérgicamente porque, según sus palabras, estaba allí para combatir hasta el fin y no para retirarse. Rojas lo tranquilizó, explicándole que la situación era insostenible y que para seguir la lucha, había que embarcar y hostigar al enemigo desde el mar. García comprendió y Rojas pasó a explicar el plan.


Con la llegada de la noche, el combate cesó. Las tropas del ejército cambiaron posiciones, evacuaron a los heridos y procedieron a recobrar energías distribuyendo el rancho entre la tropa. Por el lado rebelde, se impartieron las órdenes pertinentes al embarque de los efectivos mientras en la Dirección de la Escuela, el almirante Rojas, ayudado por los tenientes Jorge Isaac Anaya, Oscar Carlos Ataide y Jorge Osvaldo Lauría, procedía a quemar la documentación para evitar que cayese en manos del enemigo.
Rojas escribió una nota al general Ferrazzano, que dejó sobre su escritorio. La misma decía, entre otras cosas, que las instalaciones y edificios de la Base Naval y su Escuela eran patrimonio de la Nación y por ende, propiedad del pueblo argentino: “Abrigo la esperanza de que en esta ocasión no se repitan los hechos bochornosos que ocurrieron cuando fuerzas del Ejército ocuparon el 16 de junio pasado el Ministerio de Marina, el que fue saqueado como botín de guerra, no distinguiéndose entre bienes del Estado y bienes privados”.
Cerca de las 20.00, cuando las fuerzas leales procedían a acondicionar la artillería para apoyar el asalto final, el “Murature” terminaba de embarcar a la tropa y a la tripulación de su gemelo “King”, imposibilitado de navegar a causa de las reparaciones a las que estaba siendo sometido al momento de estallar la revolución.
Cuando todo estuvo listo, la nave aligeró amarras y con el personal en sus puestos de combate enfiló hacia el Río de la Plata en silencio total de radio, apuntando sus cañones hacia las posiciones enemigas. La embarcación encaró hacia el canal de acceso con el propósito de escoltar a los lanchones BDM y BDI en los que seguía embarcando el personal de la base y con un solo motor encendido, maniobró para abandonar el puerto alejándose lentamente aguas adentro, sin ser atacado.
El almirante Rojas fue el último en embarcar. Lo hizo en el BDI Nº 11, acompañado por el general Uranga y su estado mayor integrado por los capitanes Abel Fernández, Luis Miguel García, numerosos oficiales y su asistente del crucero “9 de Julio”, el suboficial Alfredo Bavera. La embarcación debía ser la última en zarpar pero como el BDT Nº 6 presentó fallas técnicas, debió hacerlo antes.
A las 21.00 horas Rojas ordenó zarpar. El guardiamarina Adolfo Arduino, a cargo del timón, estaba tan nervioso por su presencia que tuvo cierta dificultad en alejarse del muelle. Primero se separó un poco pero al cabo de unos minutos, chocó contra él. Volvió a repetir la maniobra y por segunda vez volvió a embestir contra el apostadero, lo mismo una tercera vez hasta que el capitán Jorge J. Palma, preocupado, solicitó hacerse cargo. Su par, el capitán Sánchez Sañudo lo contuvo recordándole que Arduino era el comandante en esos momentos y que era él, el encargado de efectuar la maniobra y así lo entendió aquel.
Finalmente zarparon. La embarcación se alejó de la costa y con las luces apagadas navegó por el canal para introducirse en la rada y ganar la inmensidad del río, rumbo al Pontón “Recalada”. Fue en ese momento cuando extenuado y aún tenso, Rojas bajó a los camarotes, se acostó sobre una litera y se quedó profundamente dormido.
El BDT 6 tardó dos horas en reparar sus desperfectos y una vez subsanados, partió también (23.00 horas), dejando completamente vacía a la Base Naval.

Notas


  1. En 1982 el almirante Carlos Büsser condujo las fuerzas de ocupación del archipiélago malvinense durante la Operación Rosario.
  2. Jorge E. Perren, Puerto Belgrano y la Revolución Libertadora, p. 187.


1955 Guerra Civil. La Revolucion Libertadora y la caída de Perón

viernes, 1 de marzo de 2013

FAA: El ataque de los Calquín

Un día de gloria para las "Águilas Reales"

Ezequiel Martinez nos ilustra un ejercicio cuando los Calquin eludieron el radar volando a la altura de la copa de los árboles y atacaron la cuna de los "dioses de guante blanco", los pilotos de Gloster, en la BAM Morón. Las bombas eran simuladas con bolsas de harina y la sorpresa fue total sin que los Gloster pudieran interceptarlos.