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sábado, 25 de mayo de 2024

Georgias del Sur: El accionar heroico del Tte. Astiz

Alfredo Astiz, héroe de las Georgias

Lo nuestro no es la apología de Alfredo Astiz sino difundir 
la verdad, una verdad que ha sido ocultada incluso hasta
por sus mismos camaradas, temerosos de represalias. En 
las Georgias se luchó, se defendió la bandera y se mantuvo
en alto el honor nacional. Nos guste o no, Astiz fue parte de
ello y de ese capítulo apasionante y controvertido que es la
crisis del Atlántico Sur

La Voz de la Historia
La Argentina es un país donde las cosas se hacen carne y ya nada logra cambiarlas. Donde se hecha a volar una versión y se la toma como la verdad más absoluta, donde se cree lo primero que se escucha y se lo acepta sin el más mínimo análisis.
Así tenemos a los nazis entrando en París con la Marcha de San Lorenzo, a los aliados hablando de la Argentina en Yalta, a Churchill exclamando en el Parlamento que la caída de Perón era el mayor triunfo del imperio británico desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, que los italianos hicieron bien las cosas porque derrotaron a las Brigadas Rojas, que en la Argentina hubo 30.000 desaparecidos, que Hitler llegó en un submarino y murió en Bariloche, que los judíos pusieron las bombas que volaron la embajada de Israel y la AMIA, que a Maldonado lo mataron y un sinfín de otras sandeces que ya son parte del folklore nacional.
Y por más esfuerzo que uno haga por razonar con esta gente, por hacerle entender que está equivocada, diciendo cualquier cosa, que tal creencia es mentira o una simple fábula, continuará repitiendo lo mismo, sin temor al ridículo, muchas veces por estupidez, otras por simple necedad.


Desembarco en las Georgias
La crisis del Atlántico Sur es un capítulo que no hemos resuelto como sociedad, una cuenta pendiente, una herida abierta como la guerra antisubversiva y el período peronista. Un suceso que muchos se niegan a abordar y menos a profundizar (hablamos de nuestro país). Y como nuestra sociedad es simple y evasiva, opina de lo que no sabe o de cosas que apenas conoce.
Sobre Alfredo Astiz y su participación en la guerra se ha mentido a más no poder. Se lo ha difamado, se lo ha rebajado a la categoría de canalla, de ruin, de cobarde, de un pusilánime que se rindió sin combatir y humilló nuestra bandera con su actitud.
Todo falso, versiones sin sustento que se repiten y repiten sin solución de continuidad, como esa otra de que el hundimiento del “Gral. Belgrano” fue un genocidio, un crimen, un acto de piratería.
Pues si los argentinos no queríamos que nos hundieran el buque, no hubiésemos ido a la guerra y asunto arreglado. ¿O acaso nosotros podíamos disparar y ellos no? ¿Qué razonamiento es ese? Vamos, desembarcamos, abrimos fuego, iniciamos un conflicto armado ¿y cuando nos la devuelven son asesinos? Porque, por si alguien no lo sabe todavía, la guerra es eso, disparar y recibir.
También están quienes insisten con esas famosas 200 millas de exclusión marítima, demostrando una carencia absoluta de conocimientos.

Los ingleses establecieron ese espacio para que ningún buque penetrase en él antes de comenzar las acciones, pero cuando estas se inician, la guerra se extiende a donde sea. ¿O acaso nosotros no enviamos un grupo comando a Gibraltar para hundirles un barco? ¿Ahí sí era lícito accionar fuera del Teatro de Operaciones?


Grytviken, capital de las Georgias del Sur. En su extremo oriental, King Edward Point, residen sus autoridades

Así fue como las mentiras comenzaron a tomar cuerpo y se convirtieron en éxito de ventas: los gurkas degollando conscriptos, los “chicos de la guerra” abandonados a su suerte por sus superiores, los británicos trayendo armas nucleares, Galtieri borracho, Nicolás Kasanzew vendiéndole alimento a los soldados, el “Invinsible” hundido... todas falsedades que se difundieron durante el gobierno de Alfonsín con el objeto de desacreditar a los militares y de paso lucrar. Y el hombre común, siempre ávido de sensacionalismo, capitalizó esas historias y ahí se quedó.
De todo se hizo un circo, como de los desaparecidos y los “jóvenes idealistas” y aun hay quienes siguen repitiendo esas cosas pese a que el telón se fue descorriendo y la verdad comenzó a develarse. Lamentablemente, en lo que respecta a Malvinas, conocimos esa verdad gracias al enemigo, a lo que han escrito británicos, estadounidenses o autores provenientes de la OTAN.
Y fue gracias a ellos que supimos del increíble valor de nuestros pilotos, admirados en todo el mundo, tanto los de la Fuerza Aérea como los de la Aviación Naval; de la abnegación y el sacrificio de los conscriptos, luchando cuerpo a cuerpo contra soldados profesionales y mucho mejor entrenados, la determinación de oficiales y suboficiales combatiendo codo a codo con sus subalternos, tal como lo reconoció el general Julian Thompson. Nos maravillamos también del accionar de nuestros comandos, los submarinistas, los prefectos, los gendarmes y hasta esos civiles que integraron el valeroso Escuadrón Fénix para atraer sobre sí el fuego enemigo y posibilitar el paso de los cazas propios.
Fue entonces que el hombre común, o mejor dicho los pocos que se pusieron a indagar, descubrieron nombres increíbles como Pablo Marcos Carballo, Carlos Cachón, Carlos Rincke, Eduardo Carmona, Luciano Guadagnini, Alberto Philippi, Benito ítalo Rotolo, Rodolfo Castro Fox, Esteban Vilgré La Madrid, Aldo Rico, Mohamed Alí Seineldín, Roberto Estevez, Horacio Bicain, Fernando Azcueta, Héctor O. Feldman y tantos más, imposibles de nombrar en su totalidad.
Pero ni las loas llegadas de diferentes partes del mundo como la emotiva carta el as de la Segunda Guerra Mundial Pierre Clostermann, el Corazón Púrpura del veterano de Vietnam Robert F. Pitt, la reseña del corresponsal español José María Carrascal y hasta las palabras de Margaret Thatcher llamando a los nuestros “enemigo casi suicida”1, lograron sacar al argentino de su letargo. Expresiones impensables en décadas anteriores, que deberían haber generado toda una corriente de pensamiento, un reverdecer patriótico, orgullo genuino por nuestra tierra y nuestra gente, cayeron en el más profundo olvido y hoy, salvo honrosas excepciones, son completamente ignoradas
Tampoco las que llegaron después, como las del ex secretario de Marina de la administración Reagan, almirante John F. Lehman o las del analista británico Nigel West, experto en guerra fría y espionaje, revelando al mundo -al igual que otros-, que sin la ayuda de Estados Unidos y la OTAN el Reino Unido perdía la guerra.


Puerto Leith, Georgias del Sur

Ahí están esas expresiones, ahí la admiración que la Argentina ha despertado a nivel internacional (y no supo explotar), y la valorización de nuestros hombres de guerra pero en lo que a nosotros se refiere, seguiremos produciendo películas denigrantes que nos ponen en ridículo ante el mundo, que hacen hincapié en el lloriqueo, el derrotismo, la flojera y la inoperancia; en el frío que pasaron los conscriptos, el hambre, las penurias y el sufrimiento, es decir en situaciones que han experimentado todos los combatientes del mundo en todas las guerras; nos seguiremos enfocando en la crueldad de oficiales y suboficiales, en los soldados estaqueados y llenaremos páginas teorizando sobre la incapacidad de quienes dirigieron nuestra política mientras el enemigo sigue hablando de batallas, de coraje, de los enfrentamientos, de la lucha y el profesionalismo de sus cuadros, una visión más digna, menos lacrimógena, menos latina.
De nada servirá insistir con que los gurkas no tomaron parte en ningún combate ni degollaron a nadie, que los “chicos de la guerra” pelearon como leones, que los oficiales estuvieron junto a ellos, que los británicos no trajeron material nuclear, que el crucero “General Belgrano” fue hundido lícitamente, pues estábamos en guerra (guerra iniciada por nosotros), que Galtieri no era borracho y Nicolás Kasanzew tuvo un comportamiento correcto.
La cobardía la mostraron otros, quienes no pelean de frente pero pasan información por detrás, cuando su enemigo enfrenta a potencias; los oficiales y suboficiales que salen corriendo a ponerse a cubierto no resultaron ser argentinos sino los de un ejército improvisado que por jugar a la guerra envía a la muerte a sus “niños soldados” en medio de una borrasca, en lo alto de un volcán o pilotos que por miedo e impericia confunden el blanco (una casa particular y un edificio vacío) y terminan bombardeando su propio hospital.
Inoperantes son esas fuerzas armadas que aunque bien pertrechadas y apoyadas por naciones poderosas, no pueden contra los carteles de la droga y les masacran en las narices 43 estudiantes de una manera atroz, solo por citar un caso.
Pero nada de eso bastará porque el argentino medio, cada vez más ignorante y resentido, seguirá repitiendo lo mismo. Y lo peor, seguirá renegando de su historia y olvidando a sus héroes.

La guerra de Malvinas

Efectuado este introito, pasemos al tema que nos ocupa.
Hemos dicho al comienzo que sobre la participación de Astiz en la guerra se ha mentido descaradamente y vamos a demostrar por qué.
La gente, en su mayoría, cree que el conflicto comenzó el 2 de abril de 1982 y finalizó el 14 de junio del mismo año. Esa es otra falsedad. La crisis comenzó en las islas Georgias el 18 de marzo de ese año, con el desembarco de los 39 chatarreros en Puerto Leith, y finalizó en las Sandwich del Sur, con el desalojo de la Estación Científica Corbeta Uruguay, entre el 20 y el 21 de junio del mismo año.
El grupo de operarios llegó a bordo del ARA “Bahía Buen Suceso” (B-6), transporte de la Armada Argentina de 5000 toneladas de desplazamiento, a cuyo mando se encontraba el capitán de ultramar Osvaldo Marcelino Niella, que en la Marina ostentaba el grado de teniente de corbeta2.
Venían contratados por el empresario Constantino Davidoff para desmontar una antigua factoría ballenera propiedad de la compañía escocesa Christian Salvensen, cuyas oficinas centrales se hallaban en Edimburgo
El buque ingresó lentamente en la Bahía Stromness y atracó junto al muelle de la población, la segunda en importancia de la isla San Pedro, por entonces completamente abandonada.


Los chatarreros de Davidoff desembarcan en Puerto Leith

Ni bien los motores se detuvieron y la nave quedó amarrada, los operarios comenzaron a descender precedidos por Roberto Caccace, técnico en desarmado de 39 años de edad y los hermanos Carlos y Antonio Patané, técnicos industriales y directores de obra.
Inmediatamente después bajó a tierra el Dr. Rubén Pereira, médico de la expedición y detrás suyo una sección de infantes de Marina luciendo uniformes de camouflage, a quienes encabezaba un joven apuesto, de buen porte, contextura robusta y cabellos rubios.
Eran los lagartos, grupo comando naval, quienes junto a su comandante, el teniente de corbeta Alfredo Astiz, conformaban el Grupo Alfa, avanzada argentina en la invasión a los archipiélagos australes.
Una vez en tierra, civiles y militares -incluyendo la tripulación del buque- se dirigieron al oxidado mástil que se erguía junto al edificio principal y formados en hilera procedieron a izar la bandera, la cual venía prolijamente plegada en un baúl que portaba Antonio Patané3.
Era un cuadro realmente de ficción. Aquel conjunto de hombres bajo ese cielo plomizo, rodeados por un paisaje tenebroso, enfundados en gruesos gabanes, gorros de lana, guantes de cuero y botas de goma, luciendo casi todos barba y bigotes, parecía salido de una novela de aventuras, de aquellas historias de Julio Verne, Jack London o Herman Melville que hicieron las delicias de nuestra juventud. Ni que hablar de la tropa, cuyo aspecto e indumentaria recordaban las viejas películas bélicas ambientadas en el ártico.
La enseña patria se agitaba con fuerza sacudida por los vientos helados, mientras se entonaba el Himno Nacional, los comandos en posición de firme y haciendo la venia. Ignoraban que eran observados desde los riscos por personal del British Antartic Survey (BAS) , quienes seguían atentamente sus movimientos a través de binoculares4.
Finalizada la ceremonia, los argentinos lanzaron vivas a la patria e inmediatamente después procedieron a reconocer el área, ubicando previamente sus pertenencias en los edificios. Poco después comenzaron a escucharse disparos aislados y eso decidió a los del BAS a abordar el jeep en el que habían llegado y partir presurosamente hacia Grytviken, para informar sobre la invasión5.



Grupo Alfa de la Infantería de Marina, avanzada de la invasión argentina a los archipiélagos australes. Astiz de pie junto a sus lagartos quienes enfrentaran solos el desembarco británico en Puerto Leith, 15 hombres contra un destructor, dos fragatas, un buque de apoyo, al menos dos helicópteros más una sección de la Compañía M del Comando 45 de Royal Marines
Constatada la presencia, el oficial Steve Martin, comandante del destacamento asignado al archipiélago, dio curso de la novedad a Londres y de esa manera se desató el incidente que desembocó en guerra. El plan que la Armada elaboró en base al contrato firmado por Constantino Davidoff con la compañía Salvensen había dado resultados.
Por vía diplomática, el gobierno británico solicitó a Buenos Aires el paso de los trabajadores por la aduana de Grytviken a efectos de regularizar su situación, así como el retiro del destacamento militar y la bandera que flameaba en Puerto Leith.
Ninguno de los reclamos fue atendido y la crisis siguió su curso hasta la noche del 1 de abril, cuando dio comienzo el desembarco en Malvinas.
El día 3, las fuerzas argentinas se presentaron en las Georgias y luego de un intenso combate cuyo saldo fue de tres efectivos propios abatidos y un británico gravemente herido (terminó perdiendo su brazo derecho), redujeron a la guarnición local.
Los 22 royal marines fueron hechos prisioneros, los heridos evacuados y la población ocupada, quedando a su frente el capitán de corbeta Luis Lagos junto a su segundo, el teniente de fragata Guillermo Luna, comandante y subcomandante respectivamente, de las tropas apostadas en el archipiélago.
En este punto, comienza la campaña de negación contra la figura de Astiz.
Aclaramos que no nos mueve ningún interés y mucho menos ideales políticos sino el respeto a la verdad, único fin al que debe apuntar la Historia como ciencia. Si este señor cometió algún crimen deberá pagarlo y asumir las consecuencias pero que eso no lleve a sus detractores a mentir y manipular los hechos.
Tal actitud nos recuerda a esos pobres de espíritu que se desviven por minimizar la figura del Che Guevara argumentando que no era medico (falso, pues lo era de mucho antes de ser famoso), que era sucio, que no existen pruebas de que haya matado a alguien en combate (más falso aun)6, que era resentido, un mediocre, un incapaz y cosas por el estilo.
El Che fue un asesino, un psicópata homófobo, soberbio, posiblemente racista y extremadamente violento pero nadie puede poner en duda sus capacidades, su valentía y temeridad. Prueba de ello es su final en esa selva desierta, rodeado de montañas en medio de un paraje hostil, a donde había ido a combatir con apenas un puñado de hombres y unas pocas carabinas, enfrentándose a dos divisiones del ejército boliviano, a su aeronáutica, sus fuerzas de seguridad, la CIA, los asesores del Pentágono y el apoyo material enviado desde la Argentina. Un hombre que lo tuvo todo, que ocupó los sitiales más elevados, que reunió en su persona un poder ilimitado, número dos de la revolución cubana, un jerarca que pudo terminar sus días viviendo como un rey pero no dudó en meterse primero en las selvas del Congo para morir posteriormente en el rincón más recóndito de América.
Nosotros no pretendemos equiparar el accionar de Astiz con la temeridad suicida de Guevara pero en honor a la verdad, tampoco fue el pusilánime que nos han querido vender.



Serge Briez y parte de su equipo junto a Astiz y sus lagartos

La batalla de Grytviken
Los sucesos de las Georgias han sido detallados en nuestro trabajo Malvinas, Guerra en el Atlántico Sur7, por lo que pasaremos por alto las incidencias y nos concentraremos en lo que sucedió en Puerto Leith.
La ocupación argentina duró hasta el 25 de abril, cuando una fracción de la Fuerza de Tareas británica se desprendió de su grueso y puso proa a Grytviken.
La noche anterior, el submarino “Santa Fe” emergió en aguas abiertas e ingresó en la Bahía Cumberland, bordeando lentamente los acantilados de Caleta Vago en busca de la estación del BAS, donde debía desembarcar refuerzos y suministros para la guarnición local.
Después de establecer contacto con el capitán Lagos, jefe de la guarnición argentina en las islas, el comandante del sumergible, capitán Horacio Bicain, ordenó enfilar hacia King Edward Point desde donde se aproximaba una lancha requisada al BAS a la cual debían transferir el equipo, los hombres y un cañón sin retroceso destinado al dispositivo de defensa, maniobra que se extendería por espacio de cinco horas.
Alrededor de las 4.15 a.m. las naves se separaron y el “Santa Fe” viró hacia el noreste, buscando aguas abiertas.
Salir de la caleta le llevó 50 minutos y fue entonces que impedido de sumergirse por la escasa profundidad, fue sorprendido por un Wessex HAS Mk.3 de la dotación del “Antrim”, que después de dar aviso al puente de mando, le arrojó dos bombas de profundidad, las cuales estallaron cerca de la proa, cortando las comunicaciones.
Inmediatamente detrás llegaron dos Wasp Mk.1 del HMS “Plymouth” y el HMS “Endurance”, listos para apoyar la acción.
Buscando desesperadamente el amparo de la caleta, el submarino inició un nuevo viraje en tanto personal de su dotación, encabezado por el cabo Héctor O. Feldman, corría hacia la vela para repeler la agresión.
El “Santa Fe” comenzó a navegar en zigzag tratando de eludir los proyectiles en tanto Feldman y su gente accionaban frenéticamente sus fusiles FAL y su ametralladora GARANT, manteniendo a raya a los helicópteros. Eso les negó (a los británicos) el ángulo de tiro y permitió esquivar dos nuevos torpedos que pasaron por la izquierda, a escasos metros del casco. Sin embargo, no pudieron evitar que un tercer Wasp aparecido de la nada, atravesase la cobertura de fibra de vidrio con un misil SS.11 y le arrancase la pierna derecha al cabo Alberto Macías, camarero de la dotación, quien en esos momentos disparaba desde el tren de amunicionamiento a la vela (por fortuna el proyectil no estalló).
A los Wasp y los Wessex se les sumaron los Lynx del HMS “Brilliant” que llegaron disparando sus Sea Cua aunque siempre a la distancia debido al fuego sostenido de la gente de Feldman.



Un Westland Wasp Mk.1 dispara un misil contra el submarino "Santa Fe" mientras recibe fuego de armas automáticas

De ese modo, en esas condiciones, el veterano Guppy alcanzó King Edward Point y guiándose por el periscopio logró atracar junto al muelle para dejar en tierra a sus hombres.

Impartida la orden de desembarco, la dotación saltó fuera cargando armas y municiones al tiempo que arrastraban entre varios al malherido Macías.
La tripulación cubrió a la carrera los 400 metros que la separaban de Grytviken en tanto los hombres de Lagos disparaban frenéticamente, intentando brindarle cobertura. Incluso lanzaron misiles antitanque Bantam que forzaron a los helicópteros a mantenerse a distancia.
Dos horas después, los británicos llevaron a cabo un helidesembarco en Hestesletten, cerca del fiordo Moraine, depositando efectivos del SAS y el SBS, los cuales, sin perder tiempo, se pusieron en marcha hacia la capital insular8.
A las 16.15, el HMS “Antrim” comenzó a accionar sus cañones de 4,5 pulgadas y diez minutos después hicieron lo propio el “Plymouth” y el “Brilliant”.
Con un destructor y dos fragatas bombardeando las posiciones, apoyados por dos buques logísticos, helicópteros y tropas de asalto, a los argentinos no les quedó mas remedio que cesar toda resistencia y deponer las armas. Habían cumplido su misión desviando una parte de la fuerza expedicionaria hacia ellos y ofrecido una resistencia que superaba sus posibilidades.
Antes de hacerlo, Lagos se comunicó con Astiz y lo puso al tanto de la situación. El comando naval y sus lagartos, así como los 39 chatarreros de Davidoff quedaban librados a su suerte, aislados y prácticamente sin contacto con el continente.
Al día siguiente, cuando el “Santa Fe” era trasladado hacia el muelle de Grytviken, un soldado británico ametralló al suboficial Félix Oscar Artuso, creyendo que intentaba sabotear la nave. Fue la única baja fatal del enfrentamiento9.


Bajo fuego en Bahía Stromness
La mañana del 26, todo era incertidumbre en Puerto Leith. El día anterior, civiles y militares habían escuchado el fragor del combate y esperaban la llegada del enemigo de un momento a otro.
En vista de ello, Astiz adoptó todas las precauciones con el objeto de poner a resguardo a los chatarreros y defender la posición. El oficial se dirigió a los hermanos Patané y en tono grave les ordenó llevar a su gente hasta el asentamiento de Stromness, un caserío ubicado más al sur, a mitad de camino entre Leith y el pueblo de Husvik, y mientras lo hacía les extendió un equipo de radio al tiempo que les indicaba mantenerse en alerta y no moverse del lugar, pasase lo que pasase.
Los comandos estaban tensos, muy concentrados, con sus rostros cubiertos de betún y su escaso armamento listo, colocando minas en torno a las posiciones.
Cumpliendo las directivas, los trabajadores se alejaron en grupos, caminando en paralelo a la orilla hasta desaparecer detrás de unos peñascos.


Uno de los dos Wessex británicos que se estrellaron en el glaciar Fortuna durante las acciones

Así llegó la noche y para sorpresa de todos, lo hizo en medio de un clima bastante benévolo, con vientos leves y cielo despejado. Mientras tanto, en la Argentina se generaba toda una fábula en torno a los lagartos y su cinematográfica resistencia, destacando entre sus principales mentores a la desvergonzada revista “Gente” y el noticiero “60 Minutos” que dirigía el presentador oficialista José Gómez Fuentes.
El amanecer sorprendió a los argentinos preparados para la acción. Las comunicaciones con Grytviken estaban cortadas y no se recibían señales del continente. Aun así, permanecieron en sus puestos, esperando al enemigo, que apareció en el horizonte pasado el mediodía. Se trataba del HMS “Antrim” (D18), destructor clase County dotado de cañones de 4,5 libras y cuatro lanzaderas de misiles Exocet más un Westland Wessex HAS.Mk3, el mismo que se había utilizado para rescatar a los 16 efectivos del SAS accidentados en el glaciar Fortuna cuando ensayaban un desembarco el día anterior.
Los argentinos lo vieron en el horizonte, notando como su silueta se iba agrandando a medida que se aproximaba. Detrás apareció una fragata e inmediatamente después otra, seguida por al menos un buque de mayor calado.
Con la tranquilidad que le daba saber a los chatarreros a resguardo, Astiz miró su reloj y se dirigió a sus hombres, ordenándoles tener el armamento listo.
Para ese momento se tenían indicios de que los royal marines habían desembarcado y avanzaban sobre la posición, razón por la cual, el oficial desplegó a sus hombres dentro del perímetro defensivo y les indicó mantenerse en alerta.
Su decisión no estaba errada. Tropas de la Compañía M del Comando 42 avanzaban hacia ellos al mando del mayor Guy Sheridan, decididas a estrechar el cerco y cortar las vías de escape.
La idea de Astiz era atraerlos hacia el campo minado y acribillarlos cuando lo estuviesen atravesando. Y en ese sentido, ordenó batir el único sector por donde se presumía podían aparecer. Fue el primero en disparar, accionando con determinación su FN FAL 50-64, seguido inmediatamente después por el resto de la fracción.
Como los ingleses no se dejaron ver ordenó detener el fuego para observar con sus binoculares. En ese preciso momento, llegó a través de la radio la orden de rendición en perfecto idioma español.
Eran cerca de las 17 y comenzaba a caer una fina llovizna.
Comprendiendo su situación, viéndose amenazado por una fuerza inmensamente superior, el oficial naval decidió enviar aquel celebre radiomensaje y destruir el equipo de radio:

-La fragata está cerca. Se está poniendo obscuro. Está un poco lejos. Aparentemente son muchos. Creo que desembarcaron detrás de la loma y vienen caminando. Terreno preparado. Los civiles se destacaron. Van para Stromness. La fragata apunta hacia acá. Empezó el fuego. Rompo la radio y reviento los pacos (se refería a las claves). Julito, un abrazo y un beso grande para todos. Viva la Patria. 17.10

Sin dar curso al pedido de rendición, Astiz procedió a destruir el equipo junto con las claves y luego ordenó batir nuevamente el sector donde habían desembarcado los marines, en espera de respuesta.
En lugar de ello, un estampido rebotó contra las laderas cercanas haciendo temblar la tierra y casi enseguida una columna de fuego, humo y pedregullo se alzó fuera de Puerto Leith.



Los lagartos abren fuego sobre las avenidas de aproximación del enemigo. Astiz es el primero en accional su FN FAL 50-64 (foto alusiva)

En ese mismo momento, el suboficial enfermero R. Ramos y el cabo principal Zamudio creyeron percibir movimientos a la izquierda y sobre ese punto concentraron todos el fuego, sin que nadie les respondiese.
Quienes sí lo hicieron fueron los buques, cuya artillería comenzó a batir la posición con mayor fuerza y precisión.
Desde el caserío Stomness, Patané y los suyos seguían las incidencias, escuchando a través de la radio las intimaciones que hacían los británicos.

-Yo escuché los bombazos porque entraron dos corbetas a la bahía y tiraban contra la factoría –relataría veinticinco años después Carlos Patané en el programa Telenoche de Santo Biasatti (Canal 13), desmintiendo lo que se venía diciendo hasta ese momento.

Su hermano Antonio refirió en la misma edición que uno de los comandos le narró las incidencias del ataque, explicando que al recibir proyectiles de todas partes, lo único que podían hacer era permanecer tirados en el piso, viendo como pasaban sobre sus cabezas.
Los lagartos permanecieron agazapados, sin moverse, aguardando la llegada de los británicos, conscientes de que el fuego naval reducía notablemente sus capacidades.
Fue en ese momento que los royal marines abrieron fuego, disparando desde la loma es decir, el mismo punto batido por los argentinos. Acribillaron instalaciones, edificios y defensas mientras los proyectiles navales detonaban aquí y allá.
Al cabo de un tiempo el fuego cesó y fue entonces que llegó el segundo mensaje, siempre en lengua española:

-¡Astiz, ríndase. No queremos bajas!

Tampoco en esa ocasión el marino respondió. Estaba determinado a resistir y en ese sentido intentó un cambio de posiciones pero el reinicio del cañoneo se lo impidió, forzándolo a mantenerse aferrado al terreno.
Eran el “Antrim”, la “”Brilliant” y el “Plymouth” batiendo la costa con el apoyo del “Tidespring” y las tropas que desde tierra reglaban el fuego. Y por segunda vez, una andanada de proyectiles estremeció la comarca como un terremoto, impidiendo a los lagartos responder.
El joven oficial comprendió que todo estaba perdido y que seguir resistiendo era inútil, razón por la cual, a la tercera intimación, aceptó parlamentar.
Los argentinos han gastado chorros de tinta detallando la toma de las Georgias y su recaptura por las fuerzas británicas, hablando de nuestros muertos, nuestros heridos, de los helicópteros averiados, de la inoperante corbeta “Guerrico” recibiendo impactos desde todos los ángulos, pero liquidan en dos renglones estas acciones, la del submarino “Santa Fe”, la de Grytviken y lo acontecido en Puerto Leith, cediéndole al enemigo el detalle de lo ocurrido.
Otro típico ejemplo de derrotismo latino que todo lo ve desde el punto de vista negativo.


Unidades navales británicas abren fuego sobre las posiciones de Astiz

Durante el parlamento que se entabló entre ambas partes, Astiz indicó la presencia de los civiles en Stromness, recalcando que de acuerdo a la Convención de Ginebra, se los debía asistir y evacuar. Luego se encaminó hasta el refugio y les ordenó (a los chatarreros) dirigirse a Leith con una bandera blanca delante y otra detrás.
Los trabajadores tomaron el camino de los renos, subiendo primero una loma para dejar a un lado el cerro, pasar junto a una pequeña laguna y descender la pendiente hasta donde se encontraban las fuerzas británicas. La Operación Paraquat había finalizado.
Este ha sido, a grandes rasgos, el combate de Puerto Leith. Como se podrá apreciar, nadie se rindió sin pelear, Astiz y sus hombres accionaron sus armas, estuvieron en dos ocasiones bajo intenso fuego naval y recién se entregaron cuando el enemigo hizo sentir el peso de su poder.
Tanto él como el capitán Lagos, tenían órdenes expresas del vicealmirante Juan José Lombardo, comandante del Teatro de Operaciones Atlántico Sur, de ofrecer resistencia solo a grupos reducidos que intentasen desembarcos aislados. Pero debían evitar el derramamiento de sangre frente a fuerzas inmensamente superiores como las que enfrentaron.
Astiz fue conducido al HMS “Plymouth” y una vez allí firmó el acta donde rendía la pequeña fracción a su mando.
La célebre fotografía en la que se lo ve frente al capitán David Pentreath y su estado mayor, la misma que dio la vuelta al mundo, no fue la capitulación de las Georgias como siempre se ha dicho sino la de sus 14 hombres. La guarnición argentina había depuesto las armas el día anterior, una vez finalizada la batalla de Grytviken.
Los prisioneros fueron llevados a los buques y de ahí a la isla Ascención, donde serían repatriados el 1 de junio junto a los sobrevivientes del “Narwal”.
Astiz permaneció detenido en calidad de prisionero de guerra. Francia y Suecia reclamaron su extradición para juzgarlo por secuestro y asesinato pero las autoridades británicas se negaron a entregarlo, invocando la Convención de Ginebra. Recién lo devolvieron el 11 de junio, vía Río de Janeiro.


El submarino "Santa Fe" semihundido en Grytviken


Epílogo

Estos fueron los hechos y esta es la verdad. Los paladines de las "causas justas" se rasgarán las vestiduras al leer estas líneas y el pueblo argentino emitirá sus típicos juicios, repitiendo como autómata cosas que no comprende y escucha al pasar. Poco nos importa, por no decir nada, mucho menos viniendo de una sociedad como la nuestra, traicionera, acomodaticia, negadora e indiferente, esa que aun teniendo a su gente muriendo en el sur prefirió desviar la vista y sumirse en cosas vanas10.
Un pueblo así, que por abulia no se desasna y le hace el juego a sus políticos delincuentes, que denigra a sus fuerzas armadas y lo peor, reniega de su historia y su tradición, no inspira el menor respeto ni la más mínima consideración.

Ilustraciones y video


Otra imagen del equipo de Serge Briez donde se ve en primer lugar a los operarios de Davidoff y algo mas allá a los cineastas franceses y un efectivo de Infantería de Marina


La corbeta "Guerrico" ingresa lentamente en la bahía de Cumberland
(Centro Naval)
Un Wessex británico arroja bombas de profundidad sobre el
ARA "Santa Fe" interrumpiendo sus comunicaciones
 

Los royal marines desembarcan en Hestesletten, cerca del fiordo Moraine e inician el avance sobre Grytviken


Un Wasp Mk.1 sobrevuela al semihundido "Santa Fe" frente a la capital de las islas


Royal marines montan guardia junto a la vela del "Santa Fe"



Astiz en la publicación Men-At-Arms Seriesy Soldados del Mundo (https://soldadosyuniformes.wordpress.com/2009/04/06/soldados-guerra-islas-malvinas/#comment-29143)


Finalizadas las acciones Astiz es conducido al HMS "Plymouth" y de allí a la isla Ascención


Durante años se dijo -y se lo sigue haciendo- que en esta foto Astiz rendía la guarnición argentina de las Georgias, una falsedad como esa otra de que se entregó sin pelear. En la imagen se lo ve deponiendo las armas de la pequeña fracción a su cargo, 14 hombres armados con rifles livianos contra dos fragatas, un destructor, un buque de apoyo y una sección del Comando 45 de Royal Marines helitransportada. Sometida su posición a fuego naval, se negó en dos ocasiones a rendirse


Esta es la rendición de las fuerzas argentinas en las islas Georgias. El capitán Luis Lagos y el comandante del submarino "Santa Fe", Horacio Bicain capitulan luego de varias horas de lucha contra fuerzas inmensamente superiores


Suboficial primero Félix Oscar Artuso. Le dispararon por la espalda mientras manipulaba los controles del "Santa Fe". El guardia británico creyó que intentaba sabotear la nave y abrió fuego con su ametralladora



Ceremonial inglés durante las exequias de Artuso en el cementerio de Grytviken. A la izquierda el sacerdote oficiante. En el mismo sitio se halla enterrado el gran navegante irlandés Lord Shackleton


Esta publicación indigna fue la que hizo circular la versión de Astiz, los lagartos y su cinematográfica resistencia. Por si fuera poco le puso palabras que aquel jamás pronunció: "Estamos volviendo locos a los ingleses". A varios años de la guerra habla de la rendición y se escandaliza por ver al marino veraneando en su ciudad de nacimiento


La corbeta "Guerrico" en la bahía Stromness
(Imagen: Centro Naval)

Alfredo Astiz durante los juicios a las juntas

Royals marines frente a Puerto Leith


Notas
1 John “Sandy” Woodward, Los 100 Días, Editorial Sudamericana, Bs. As., 1992, “Prólogo”.
2 Llevaba como primer oficial al capitán Rodolfo Simian.
3 El Dr. Pereira llevó a cabo el izado luego de comprobar que el hilo del mástil circulaba sin inconvenientes.
4 Por fortuna, para bien de la posteridad, un equipo de cineastas franceses llegó en esos días a las islas para realizar un documental sobre la Antártida. Lo hicieron a bordo del velero particular “Cinq Gars Pour” encabezados por el director Serge Briez, a quien debemos imágenes inéditas de los hechos.
5 Los argentinos procedieron a cazar algunos ciervos, actividad vedada por las autoridades locales.
6 En los combates de Arroyo del Infierno y El Hombrito, acaecidos el 22 de enero de 1957 y el 28 de agosto de 1958 respectivamente, el Che Guevara abatió a dos soldados cubanos. Durante el ataque al cuartel de La Plata librado el 17 de enero de 1957, hirió de gravedad a un tercero.
7 https://guerraaltlanticosur.blogspot.com/
8 En otros intentos de desembarco efectuados en horas de la mañana, los ingleses perdieron dos helicópteros Wessex en el glaciar Fortuna además de varios gomones con gente a bordo, los cuales fueron rescatados luego de innumerables peripecias.
9 Artuso fue enterrado con los honores del ceremonial inglés. Su cuerpo yace en el cementerio de Grytviken, cerca de los de Lord Shackleton.
10 El 13 de junio de 1982, mientras nuestros soldados se enfrentaban al enemigo en las batallas más sangrientas de la guerra, sufriendo decenas de muertos, heridos y mutilados, el pueblo argentino se concentraba en la inauguración del mundial de fútbol que se disputaba en España. El lunes 15 de junio de 2009, History Channel estrenó el extraordinario documental Malvinas. La guerra desde el aire, del realizador bahiense César A. Turturro. Ese día, la ciudadanía sintonizó masivamente la final de Gran Cuñado, otra “perla” de nuestra televisión, creación de Marcelo Tinelli.



martes, 24 de abril de 2018

Malvinas: La defensa de los Royal Marines de Grytviken

Francotirador de los Royal Marine vs. Buque de guerra: Francotirador gana

por Martin K.A. Morgan - American Rifleman




En 1982, Argentina y el Reino Unido lucharon entre sí en el Atlántico Sur en una guerra que empujó brevemente el destino político de las Islas Malvinas al centro de atención internacional. Este conflicto de 74 días de duración es mejor recordado por su dramática campaña aérea, marítima y terrestre, para Harriers, misiles Exocet, naves de guerra hundidas y el último asalto terrestre a la ciudad portuaria de Stanley. Lo que en gran parte se ha olvidado es que un segundo teatro de operaciones fue una parte importante de la Guerra de las Malvinas. Este teatro se encontraba a 900 millas al este de Stanley en la isla de Georgia del Sur, y fue el escenario de una batalla que enfrentó a 22 Marines Reales contra un destacamento naval argentino. Esta batalla se libró en la antigua estación ballenera de Grytviken, y se destaca como un episodio único en la historia militar, en el que un francotirador se enfrentó a un buque de guerra.


Mapa que muestra la ubicación de Georgia del Sur en relación con las Islas Malvinas.

Después de su descubrimiento por el comerciante británico Anthony de la Roché en 1675, Inglaterra finalmente declaró a Georgia del Sur como un puesto avanzado de su vasto imperio oceánico en 1775. Durante las dos primeras décadas del siglo XX, se establecieron seis estaciones balleneras en la costa norte de Georgia del Sur. calas y bahías que proporcionan protección contra el clima antártico implacable que recorre la costa sur. La isla pronto se convirtió en el centro de caza de ballenas más grande del mundo y su población humana se expandió dramáticamente. Pero Argentina considera que Georgia del Sur es parte de su territorio de ultramar, negándose a reconocer la soberanía de Gran Bretaña sobre la isla. En 1927 Buenos Aires comenzó a reclamarla oficialmente con el nombre de Isla San Pedro y las Islas Malvinas bajo el nombre de Islas Malvinas, pero no surgió ningún enfrentamiento directo sobre el asunto durante más de tres décadas. El tema de la propiedad comenzó a ser cada vez más controversial después de que la actividad ballenera en Georgia del Sur terminara de una vez por todas en 1982. En 1982, las seis estaciones balleneras de Georgia del Sur se desmoronaban como pueblos fantasmas que recordaban la era moderna de una época en la que uno de los productos más valorados en el mundo.


Mapa de Georgia del Sur que muestra las ubicaciones de los antiguos pueblos balleneros de Leith y Grytviken.

Fue en este clima de metal oxidado y reclamos territoriales competitivos que un partido de salvamento argentino aterrizó en Georgia del Sur el 19 de marzo de 1982, en la antigua estación ballenera de Leith. Los trabajadores de la chatarra fueron llevados a Georgia del Sur a bordo del barco Bahía Buen Suceso, un transporte naval argentino fletado por un empresario llamado Constantino Davidoff. Aunque Davidoff había obtenido permiso para desechar los edificios y el equipo en Leith, ese permiso requería que la expedición se registrara con las autoridades británicas en el puerto de entrada oficial en Georgia del Sur: la aldea de Grytviken.


Mapa de Georgia del Sur que muestra las ubicaciones de los antiguos pueblos balleneros de Leith y Grytviken.

Allí, el British Antarctic Survey mantuvo una base de operaciones modesta en King Edward Point, cerca de las ruinas de otra de las estaciones balleneras abandonadas de la isla. Esta instalación estaba bajo la dirección de un comandante de base, que también funcionaba como el magistrado de la isla, y por lo tanto, fue designado por la corona para emitir permisos de aterrizaje a los buques que visitaban. Pero cuando Bahía Buen Suceso llegó a Georgia del Sur el 19 de marzo, se dirigió directamente a Leith sin detenerse en Grytviken para registrarse. Una vez allí, un detalle de trabajo desembarcó y comenzó a desmantelar la estación ballenera, pero no estaban solos. El destacamento del barco de 50 marines argentinos uniformados también desembarcó, izó una bandera argentina y comenzó una pequeña práctica de tiro con sus rifles. Incluso dispararon a uno de los renos de la isla, lo vistieron y comenzaron a asar carnes a la parrilla.

El ruido de los disparos atrajo rápidamente la atención de un pequeño grupo de investigadores de la estación British Antarctic Survey que, justamente, estaba trasladando suministros a Leith ese mismo día en preparación para el próximo invierno. Informaron rápidamente los aterrizajes argentinos en Leith Harbor al gobernador de Stanley en las Malvinas, que luego transmitieron el informe a Londres. Dentro de las 16 horas, el Magistrado de Grytviken había recibido un mensaje para presentar al comandante argentino:

"Ha desembarcado ilegalmente en Leith sin obtener la autorización adecuada. Usted y su grupo deben regresar a bordo del Bahia Buen Suceso de inmediato e informar al Comandante de la Base en Grytviken para recibir más instrucciones. Debe eliminar la bandera argentina de Leith. No se permite que personal militar desembarque en Georgia del Sur. No se deben llevar armas de fuego a tierra ".


El antiguo pueblo ballenero de Grytviken, Georgia del Sur, tal como apareció en 2008.

Aunque el capitán de Bahía Buen Suceso finalmente derribó la bandera argentina, no se dirigió a Grytviken como se le ordenó, y los intrusos mantuvieron su trabajo de salvamento en Leith. Cuando el incumplimiento del buque se informó a Londres, el gobierno británico presentó inmediatamente una protesta oficial ante el gobierno de Buenos Aires. Para la junta militar argentina encabezada por el general Leopoldo Galtieri, la propiedad de Georgia del Sur era igual en peso a la propiedad de las Islas Malvinas, por lo que las dos reclamaciones pronto se fusionaron en una causa célébre imparable. En ese momento, la realidad interna de Argentina estaba profundamente perturbada, y la disputa territorial con Inglaterra ofrecía una oportunidad para distraer a la gente de su desesperación política y económica. Galtieri y la junta no se perdieron el ritmo e inmediatamente comenzaron a provocar cierto irredentismo pasado de moda.

El tono cada vez más estridente de la retórica argentina fue motivo suficiente de preocupación, ya que Londres tomó la precaución de enviar un barco a Georgia del Sur, el rompehielos HMS Endurance. El único buque de la Royal Navy en el Atlántico Sur en ese momento, el HMS Endurance, salió de las Malvinas el 21 de marzo con un destacamento de 22 Royal Marines a bordo. Estaban bajo el mando del teniente Keith Paul Mills, un oficial subalterno de 22 años con cuatro años de servicio y un período de servicio en Irlanda del Norte.


Estos son los Royal Marines que pelearon la batalla de Grytviken el sábado 3 de abril de 1982, y se posan en el muelle de la estación British Antarctic Survey en King Edward Point. El teniente Keith P. Mills está de pie, segundo desde la izquierda y el sargento de comando mayor Peter J. Leach está de pie, cuarto desde la derecha.

Cuando el barco llegó a Georgia del Sur el 25 de marzo, descubrieron que Bahía Buen Suceso ya no estaba allí; había partido el 21 de marzo. Sin embargo, en su lugar estaba el buque de exploración antártica de la Armada argentina Bahía Paraíso. Los Royal Marines colocaron a Leith Harbour bajo vigilancia encubierta el tiempo suficiente para confirmar que los miembros militares uniformados permanecían en tierra allí. Con eso, Endurance se dirigió a Grytviken y aterrizó al teniente Mills y sus hombres en la estación British Antarctic Survey. Cuando Endurance zarpó, los Royal Marines se trasladaron al dormitorio de la estación, Shackleton House, y de inmediato comenzaron a preparar posiciones de combate en la mata de hierba en una estrecha meseta que domina al rey Edward Point. También colocaron minas terrestres en la playa.

En los días que siguieron, mientras la confrontación se extendía sobre el Atlántico Sur, el entusiasmo del público argentino por algún tipo de movimiento agresivo alcanzó su punto más alto. El general Galtieri aprovechó la oportunidad ofrecida por esta ola de apoyo popular y puso en marcha un plan para apoderarse de las Islas Malvinas y Georgia del Sur. Este plan entró en acción unos días más tarde durante las horas previas al amanecer del viernes 2 de abril de 1982, cuando un destacamento naval argentino realizó desembarcos anfibios que rápidamente capturaron la ciudad portuaria de Stanley. Esto marcó el comienzo de una ocupación argentina del archipiélago de las Malvinas que continuaría durante las próximas 10 semanas. Pero el plan de la junta también exigía un ataque simultáneo contra Georgia del Sur. En apoyo de esto, la corbeta tipo A69 de fabricación francesa Guerrico fue enviada con un pelotón de marines argentinos embarcados a bordo. A su llegada a Leith, Guerrico transferiría el pelotón de los marines a Bahía Paraíso para que pudieran ser transportados por los helicópteros de ese barco a Grytviken, donde luego capturarían la estación británica Antarctic Survey al mismo tiempo que el ataque a Stanley en las Malvinas. Pero una violenta tormenta frenó el paso de Guerrico y el barco no llegó a Georgia del Sur a tiempo, llegando en cambio en la tarde del 2 de abril después de que las Malvinas ya habían sido capturadas. Sin embargo, el ataque fue reprogramado para el día siguiente, sábado, 3 de abril de 1982.


La corbeta Guerrico de la Armada Argentina: la nave que jugaría un papel central en la Batalla de Grytviken el sábado 3 de abril de 1982.

A las 9:00 a.m. el clima finalmente se había aclarado lo suficiente como para que los 40 infantes de marina a bordo de Guerrico se trasladaran a Bahía Paraíso. Poco después de esto, el helicóptero más pequeño del barco, un Aérospatiale Alouette III, despegó para el King Edward Point llevando al teniente Guillermo Jorge Luna y seis de sus marines. El teniente Mills y su Royal Marines eran plenamente conscientes de que las Malvinas habían caído el día anterior y, en consecuencia, esperaban problemas de las fuerzas argentinas que aún ocupaban Lieth. Por precaución, ocuparon las posiciones alrededor de Shackleton House que habían sido preparadas durante la semana anterior. Luego, a las 11:40 a.m., el Alouette se detuvo sobre el muelle en la estación British Antarctic Survey. Mientras giraba para aterrizar, el marine Robert Ashton, de 23 años, gritó que tenía el helicóptero en la mira. Estaba listo para abrir fuego con su ametralladora liviana L4A4 BREN de 7,62 mm, pero Marine John Stonestreet gritó: "¡No disparen!" Ashton supuso que la orden había venido del teniente Mills, por lo que mantuvo el fuego mientras el teniente Luna y sus hombres aterrizaron desde el helicóptero y rápidamente se dispersaron entre los edificios en el punto. Unos minutos más tarde, uno de los marines argentinos disparó, comenzando el combate.


Aérospatiale Alouette III volando sobre Grytviken

Cuando los Royal Marines respondieron al fuego, el teniente Luna se comunicó por radio con Bahía Paraíso, informando que estaba en contacto con la oposición y solicitando el apoyo del equipo de mortero que estaba esperando. Apenas habían pasado cinco minutos desde que la primera ola aterrizó cuando el equipo de morteros despegó a bordo del Alouette, y una fuerza de 15 marines despegó con un helicóptero Aérospatiale SA-330 Puma más grande para reforzar al equipo de Luna. El teniente Alejandro Villagra condujo al Puma hacia la estación de la Antártida Británica, pero debido a que el avión estaba equipado con patines, necesitaría un pedazo plano de tierra para aterrizar, por lo que no podría posarse cerca del muelle donde el Alouette había aterrizado al teniente Luna y sus hombres ocho minutos antes. En cambio, Villagra trajo el gran avión sobre la playa minada en un acercamiento para instalarse en el helipuerto de la estación. El Puma entró rápido y estaba frenando con la nariz levantada cuando Robert Ashton gritó: "¿Qué mierda quieres que hagamos ahora?" A las 11:48 a.m., cuando el helicóptero todavía estaba a unos 20 pies del suelo, el teniente Mills gritó "¡FUEGO!" De repente, el sonido de una docena de rifles L1A1 de carga automática, un par L7A2 GPMGs, y un par de BREN las armas resonaron en King Edward Cove. Uno de los Royal Marines incluso disparó un cohete de 66 mm contra el helicóptero desde un arma antitanque ligera M72 fabricada en los Estados Unidos, pero falló. Robert Ashton no tenía ninguna posibilidad de disparar contra el piloto o el copiloto, por lo que dirigió su fuego hacia el motor de babor y el rotor. En cuestión de segundos, aproximadamente 500 balas de 7.62 mm golpearon al Puma, dañándolo fuertemente. Con el fluido hidráulico rociando todo el avión, el teniente Villagra reaccionó rápidamente y se dirigió hacia el sur a través de la ensenada hacia la meseta justo al otro lado del cementerio de la estación ballenera. A pesar de que su sistema hidráulico estaba empezando a fallar, logró llegar al otro lado y poner al Puma de manera segura. Seis de los infantes de marina a bordo resultaron heridos por los disparos, dos tan graves que más tarde murieron.


La corbeta argentina Guerrico se ve aquí cuando ingresa a Stromness Bay, Georgia del Sur, en la mañana del sábado 3 de abril de 1982. Dentro de unas pocas horas, el barco estará en combate con los Royal Marines en King Edward Point.

Con el Puma abajo, era obvio para el Teniente Luna que el Rey Edward Point era en realidad un LZ "caliente" y que se necesitaría fuego de apoyo para presionar a casa el asalto. Por consiguiente, colocó una llamada de radio solicitando que Guerrico se moviera para unirse a la batalla. El comandante del buque, el capitán Carlos Luís Alfonso, respondió rápidamente, guiando a Guerrico a la cala y preparándose para enfrentarse a los Royal Marines, pero tuvo que operar a baja velocidad debido a la presencia de gruesas parcelas de algas cerca del punto. Sin embargo, el Capitán Alfonso se colocó en posición y su tripulación preparó sus armas: cañones de 20 mm montados en los lados de babor y estribor del barco, una montura doble de 40 mm justo detrás del puente, y el armamento primario de la nave, una torreta montada con un cañón de 100 mm en la cubierta delantera. A las 11:55 a.m., el cañón de 20 mm de estribor abrió fuego contra el King Edward Point, pero solo se disparó dos veces antes de funcionar mal. Un minuto después, la montura gemela de 40 mm abrió fuego, pero no se manejó mucho mejor: el cañón izquierdo falló después de solo cuatro disparos, y el extractor del cañón derecho falló después de solo cinco. Luego, a las 11:59 a.m., cuando el barco estaba a aproximadamente 550 metros del punto, los Royal Marines abrieron fuego. El fuego de la ametralladora comenzó a golpear a Guerrico, produciendo un sonido "ping" que podía escucharse fácilmente en tierra. Las balas destrozaron la ventana de estribor del puente y penetraron en la cabina de la radio del barco. Cuando los artilleros de los 40 mm gemelos intentaron despejar sus obstáculos, Marine Steve Parsons tuvo una clara oportunidad con su arma L4A4 BREN. Dirigió la masa central contra uno de los tripulantes y disparó una ráfaga de apertura, pero se quedó corto. Al ver el chapoteo de las rondas, Parsons elevó su punto de mira, y disparó de nuevo con ráfagas cortas y controladas. Las balas de su BREN golpearon al monte, hiriendo a dos y matando al suboficial Patricio Guanca.


La cubierta de popa de la corbeta argentina Guerrico muestra el montaje gemelo de 40 mm del barco y los lanzadores de misiles antibuque Exocet.

Al mismo tiempo, el cañón principal de 100 mm disparó una vez, pero luego experimentó una falla en su mecanismo de carga como resultado de los depósitos de sal acumulados que no habían tenido tiempo de limpiar después de la travesía aproximada del barco a Georgia del Sur. Mientras que la tripulación del arma luchó para que el mecanismo de carga funcionara nuevamente, uno de los Royal Marines disparó otro cohete LAW que se inclinó hacia el barco a 475 pies por segundo. Cuando golpeó, el cohete explotó e inutilizó el mecanismo de elevación de la torreta. Luego, el marine real Dave S. Combes disparó un arma antitanque del escuadrón: el rifle sin retroceso L14A1 de 84 mm Carl Gustav. El proyectil se dirigió hacia su objetivo a 800 pies por segundo, saltó una vez en la superficie del agua, rebotó en el casco del barco y explotó con un ruido sordo.


Mapa que muestra la estación British Antarctic Survey en King Edward Point y las posiciones de combate que los Royal Marines ocuparon durante la batalla del 3 de abril de 1982.

Cuando Guerrico pasó detrás de los edificios de la estación británica Antarctic Survey, el barco ya no estaba en el campo de fuego de los Royal Marines. Con eso, el teniente Mills y sus hombres soltaron un grito y un grito de alegría por lo que acababan de hacer. En cuestión de segundos, habían disparado más de 1.000 proyectiles que infligían bajas, y dañaron seriamente una nave de guerra que alguna vez fue intimidante. Pero su celebración fue prematura. Las balas que pasaban a través de la hierba maleza les recordaron que aún había infantes de marina argentinos en la estación que eran perfectamente capaces de dirigir disparos precisos contra Shackleton House. Todavía le preocupaba la pequeña cuestión del buque de guerra herido. Los bajíos a ambos lados del estrecho canal que Guerrico usó para acercarse al Rey Edward Point impidieron que la nave maniobrara, y esto significó que el Capitán Alfonso se comprometió irreversiblemente a entrar en la ensenada. No pudo dar la vuelta al barco hasta avanzar hacia la amplia cuenca de giro en el paseo marítimo de Grytviken, por lo que siguió adelante con un enorme agujero en el costado de estribor debido al golpe de Carl Gustav. Allí, el barco se detuvo por completo cuando las partes de control de daños se pusieron a trabajar y los médicos comenzaron a tratar a los heridos. Desde una distancia de aproximadamente 750 metros, los Royal Marines observaron al inmóvil Guerrico y se preguntaron si intentaría escapar. Las cosas no habían ido bien para el Capitán Alfonso en el primer asalto, pero era un oficial naval lo suficientemente astuto como para saber que estaba atrapado, y que pasar de nuevo al Rey Edward Point era su única salida. Graduado de la clase de la Academia Naval Argentina de 1958, había servido anteriormente a bordo del crucero Belgrano, el dragaminas Chaco y los destructores Buenos Aires y Rosales, por lo que no era inexperto ni imprudente. Su decisión fue un cálculo medido. Creyendo que era el mejor curso de acción, el Capitán Alfonso despejó el puente y dio la orden de correr el guante una vez más.


Sargento mayor de comando Peter J. Leach: el francotirador que tomó un buque de guerra.

Los hombres en el punto observaron a Guerrico con cautela y, cuando una columna de humo finalmente salió de su embudo después de unos pocos minutos, se dieron cuenta de que la segunda ronda estaba por comenzar. El sonido de los brazos siendo recargados resonó en la hierba cuando el barco se hundió, pero mientras casi todos los Marines Reales se preparaban, el sargento mayor de 37 años, el comandante Peter J. Leach, dejó su posición y se encontró con Shackleton House.


King Edward Point y los edificios de la estación British Antarctic Survey en Georgia del Sur. El Sargento Mayor de Comando Peter J. Leach usó Shackleton House, el edificio de dos pisos en el extremo derecho, como su posición de disparo durante la batalla del 3 de abril de 1982. La Diligencia Auxiliar de la Flota Real está a la izquierda y la estación ballenera abandonada de Grytviken se puede ver a lo lejos en el centro de la fotografía.

Una vez dentro, subió las escaleras hasta el segundo piso y corrió por el pasillo hasta el final del edificio frente a Grytviken. Luego, usando la culata de su rifle, Leach rompió el cristal de una ventana de la esquina y arrastró una mesa al centro de la habitación. En 1982, había estado en servicio durante 19 años y era un veterano de las giras de combate en Borneo, Irlanda del Norte y Chipre. En épocas anteriores de su carrera, se había desempeñado como observador aéreo, instructor de fotografía aérea y operador de un pequeño barco. Pero, lo más importante, Leach era un francotirador calificado. De hecho, según los informes, era capaz de hacer un agujero en el centro de la frente de un hombre a 1.000 metros. Leach fue armado ese día con el arma adecuada para ese trabajo: el rifle L42A1. Una conversión de Lee-Enfield No. 4, Mk. 1 (T), el L42A1 tenía cámaras para el cartucho OTAN de 7.62x51 mm y montaba el telescopio 3.5X Nº 32.

El Sargento Mayor de Comando Peter J. Leach usó un rifle de francotirador L42A1 en 7.62x51mm contra la corbeta Guerrico de la Armada Argentina durante la batalla del 3 de abril de 1982.

Acostado sobre la mesa en el segundo piso, el sargento mayor colocó el poste de su retícula sobre el puente de la nave que se acercaba. Para entonces, Guerrico estaba una vez más frente al canal y se estaba acercando al King Edward Point. Un momento después, mientras los otros Royal Marines comenzaban a golpear la nave por segunda vez, Sgt. El mayor Leach comenzó a disparar con cuidado a la nave. Dirigió sus rondas de apertura a las cinco ventanas del frente del puente. En este punto, solo el Capitán Alfonso, el timonel y el intendente estaban manejando esa estación cuando el vidrio comenzó a romperse. Los tres hombres se vieron obligados a agacharse detrás de las estructuras del barco para evitar ser golpeados por la rápida sucesión de disparos precisos procedentes del rifle de francotirador de Leach.


Mapa que muestra el recorrido seguido por la corbeta de la Armada Argentina Guerrico durante la batalla de Grytviken, Georgia del Sur el 3 de abril de 1982.

Hubo una pausa en los disparos de la Royal Marine cuando Guerrico se movió detrás de la cubierta de los edificios de la estación British Antarctic Survey, pero no duró mucho. El sargento mayor Leach, que ya no tenía un disparo, aprovechó esa oportunidad para moverse a otra posición. Abrió otra ventana y luego volvió a disparar, esta vez a las tres ventanas en el lado del babor del puente de la nave. El sonido del cristal al romperse se escuchó una vez más cuando Leach arrojó más francotiradores bien dirigidos contra el intendente, el timonel y el Capitán Alfonso. Luego Guerrico salió de detrás de los edificios de la estación de British Antarctic Survey y el resto de los Royal Marines se abrió de nuevo. Ellos arrastraron la nave de proa a popa con otra descarga de armas automáticas, y Dave Combes lanzó una segunda ronda de 84 mm del Carl Gustav. Esa ronda se estrelló contra el lanzador de misiles antibuque Exocet de Guerrico, lo que lo dejó fuera de servicio. Durante los últimos momentos, cuando el barco se retiró del campo de armas pequeñas, el sargento. El mayor Leach se trasladó a una tercera ventana en el segundo piso de Shackleton House, y lanzó algunos disparos de despedida a Guerrico mientras pasaba junto al rey Edward Point. La nave había sobrevivido corriendo el guantelete, pero para entonces estaba listando a estribor, y parecía un colador. Cuando Guerrico se acercó a King Edward Cove, era un buque de guerra bien armado y peligroso. Ni siquiera 15 minutos después, el barco era poco más que un naufragio flotante que necesitaba urgentemente reparaciones.



Esta fotografía muestra al Rey Edward Point y los edificios de la estación British Antarctic Survey tal como aparecieron en noviembre de 2008. Shackleton House una vez estuvo en la estrecha meseta directamente más allá de los tejados rojos a la derecha.

Aunque el teniente Mills y su Royal Marines habían logrado expulsar a un poderoso buque de guerra con solo armas ligeras de infantería, su situación era tenue. Durante el enfrentamiento con Guerrico, el Alouette continuó transportando marines argentinos adicionales a la zona cercana al cementerio, a 1.100 metros de ancho a través de la ensenada. Podrían oírse gritando esporádicamente, e incluso estaban empezando a disparar ametralladoras hacia Shackleton House. Además de eso, la fuerza de Infantes de Marina del Teniente Luna aún se mantenía entre los edificios de la Estación de Topografía Antártica. De hecho, fue uno de los hombres de Luna quien hirió a Royal Marine Nigel Peters en los momentos finales del tiroteo con la nave. Peters había tomado dos rondas por la parte superior del brazo y estaba en estado crítico. Pasaron los minutos mientras el equipo de Guerrico trabajaba para reparar la detención en el sistema de alimentación automática del cañón de 100 mm. Resolvieron ese problema lo suficientemente rápido, pero la torreta permaneció atascada en una posición como resultado del lanzamiento del cohete M72 LAW. El Capitán Alfonso estaba decidido a hacer que la nave volviera a la lucha y lo hizo utilizando sus motores para apuntar la torreta inamovible. A las 12:25 p.m., el cañón de 100 mm comenzó a disparar contra King Edward Point. Cuando las municiones comenzaron a caer, sargento. El mayor Leach salió de Shackleton House gritando por cubrir el fuego, y corrió hacia el teniente Mills para discutir el siguiente movimiento. Sabiendo que no podrían aguantar mucho más tiempo contra la oposición argentina, y que solo la intervención médica de emergencia podría salvar a Peters, el teniente Mills tomó la decisión de rendirse. Con eso, la Batalla de Grytviken llegó a su fin. Mills y sus hombres fueron transportados a Río Grande, Argentina a bordo de Bahía Paraíso y luego finalmente volaron a Montevideo, Uruguay, para su repatriación. Regresaron a Gran Bretaña el 20 de abril e informaron que habían sido bien tratados por sus captores argentinos. Georgia del Sur fue recapturada por las fuerzas del Reino Unido el 25 de abril durante la Operación Paraquet, y la guerra fue más de 50 días después de eso.


Los restos del helicóptero Aérospatiale SA-330 Puma que piloteó el teniente Alejandro Villagra durante la Batalla de Grytviken aún descansa donde aterrizó de manera forzada a tres kilómetros al sur de King Edward Point el 3 de abril de 1982.

Hoy, Grytviken se ve casi igual que durante la guerra: la antigua estación de caza de ballenas todavía está allí y los restos del Puma de Alejandro Villagra todavía se encuentran donde se estrelló en 1982, pero la Shackleton House fue derribada en 2001. A pesar de que todo eso pasó todavía se pueden encontrar envolturas de municiones en la maleza donde estuvo el edificio. Después de la batalla, la Guerrico fue reparado rápidamente y vuelta al servicio, pero parte del daño infligido por los Royal Marines no pudo ser borrado. Con los agujeros de bala aún marcándolo, el barco permanece en servicio hasta el día de hoy. El ex capitán de Guerrico, Carlos Luís Alfonso, se retiró de la Armada Argentina como vicealmirante y luego recordó que "los eventos en Gryviken le dieron a cada individuo la oportunidad de apreciar nuestra capacidad para enfrentar la adversidad". Falleció en Buenos Aires el pasado 1 de noviembre de 2014. Su antiguo antagonista, Peter James Leach, por otro lado, está vivo y bien y vive en Liverpool. Fue galardonado con la Medalla al Servicio Distinguido por su papel en la Batalla de Grytviken, una acción única en la que un francotirador solitario cambió la marea de la batalla contra un buque de guerra.