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viernes, 7 de julio de 2017

Ases: Alexei Maresyev, otro as sin piernas

El increíble destino del As soviético, Alexei Maresyev - Héroe sin pies

Nikola Budanovic - WHO


Izquierda - Alexei Mareseyev; Derecha - Un I-16 derribado es investigado por soldados alemanes


Alexei Maresyev fue un célebre piloto soviético y un héroe de la Unión Soviética, que se hizo famoso por su determinación de continuar la lucha, incluso después de que sus dos piernas fueron amputadas debido a heridas y congelaciones. Nacido en 1916, en una familia de cuatro hijos, fue considerado el más débil, ya que había experimentado dolor en sus articulaciones desde una edad muy temprana. Pasó su infancia en un remoto pueblo que estaba a cuatro kilómetros de su escuela. Debido a su enfermedad, su hermano a veces casi tuvo que llevarlo a casa.

Nacido en 1916, en una familia de cuatro hijos, fue considerado el más débil, ya que había experimentado dolor en sus articulaciones desde una edad muy temprana. Pasó su infancia en un remoto pueblo, que estaba a cuatro kilómetros de su escuela. Debido a su enfermedad, su hermano a veces casi tuvo que llevarlo a casa.

Sus problemas de salud le hacían difícil cumplir sus sueños de convertirse en piloto. Se unió a la organización juvenil política de la Unión Soviética, Komsomol, en su adolescencia. Como miembro de Komsomol, fue enviado como trabajador a participar en la construcción de Komsomolsk-en-Amur, una ciudad en el Extremo Oriente ruso, que fue fundada en 1932.

A pesar de que el joven Maresyev no le gustaba la idea de ser enviado tan lejos de casa, el evento resultó ser un cambio de juego. Su salud comenzó a mejorar y se unió a un club aéreo. Más tarde, se unió al Ejército y sirvió en la Fuerza Aérea Soviética como técnico. Este fue el momento decisivo en su vida, logró inscribirse en una universidad para pilotos profesionales. Tan pronto como terminó su educación, tuvo la oportunidad de probarse en el campo, cuando los alemanes invadieron la Unión Soviética en 1941 y penetraron rápidamente en el territorio ruso.

Fue enviado al frente como piloto de combate y, a principios de 1942, tuvo cuatro victorias confirmadas. Durante los primeros años de la guerra, los alemanes tenían una tecnología de aviones muy superior y dominaron el cielo por encima de Rusia. En 1938, la Unión Soviética tenía la fuerza aérea más grande del mundo, pero los diseños aeronáuticos soviéticos claramente se quedaron atrás de los avances tecnológicos occidentales.

En lugar de desarrollar combatientes tácticos, antes de la guerra, los soviéticos se centraron en la construcción de bombarderos de larga distancia que se establecieron para los vuelos de registro. Además, produjeron aviones especializados en maniobras de acrobacias. Todo fue un esfuerzo de propaganda desde que la antigua Unión Soviética quiso demostrar que era una Meca del progreso tecnológico, en nombre del progreso de la humanidad.

Sin embargo, la serie de Polikarpov I demostró estar entre los combatientes superiores durante los años 30. Vieron combate en la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Sino-Japonesa. Desafortunadamente, la década de 1940 trajo la nueva generación de aviones de combate, usualmente inferiores. Cuando los alemanes invadieron, era obvio que la Fuerza Aérea Soviética no era rival para la combinación de la Luftwaffe de planificación estratégica y tecnología avanzada.


El Polikarpov ruso I-16 Ishak (pequeño burro) era el primer avión del monoplano con una carlinga completamente incluida y un tren de aterrizaje retráctil. Un I-16 capturado se muestra aquí con marcas finlandesas típicas.

Durante el primer año de la guerra, los pilotos soviéticos cayeron como moscas. Maresyev voló un monoplano I-16, apodado el "burro" por los pilotos porque era pequeño, pero durable. El 4 de abril, fue derribado y se estrelló en un bosque. Sus piernas estaban gravemente heridas y se arrastró durante dieciocho días y noches para llegar a las líneas soviéticas del frente. Se dice que los aldeanos de la zona ocupada lo ayudaron a llegar a algunas unidades amigas.

Lo ocultaron y le dieron de inmediato atención médica a sus heridas. Cuando finalmente regresó a la frontera soviética, sus dos piernas estaban muy heladas y los médicos debían amputarlas. Es un verdadero milagro cómo sobrevivió, pero la historia de su regreso al campo de batalla es aún más milagrosa.

Las prótesis se hicieron y él comenzó el entrenamiento extenso para dominar el uso de sus piernas artificiales. En primer lugar, fue el vals para recuperar las habilidades motoras básicas y después de eso, dominó volando de nuevo. En 1943, regresó al frente como un as de combate y fue una inspiración para sus compañeros de tropas. Se convirtió en un líder de escuadrón y en una sola misión derribó tres aviones alemanes. Ese mismo año, el 24 de agosto, fue galardonado con la medalla del Héroe de la Unión Soviética. En total, Maresyev voló 86 misiones de combate, con 11 derribos confirmadas.


Alexei Maresyev en su deber parlamentario, 1968. Foto: archivo RIA Novosti, imagen # 706650

Después de la guerra, su historia se convirtió en un libro llamado "El cuento de un hombre real", por el escritor soviético, Boris Polevoi. El libro se convirtió en una película y una ópera escrita por el aclamado compositor soviético Sergei Prokofiev. Alexei Maresyev, que era humilde por su naturaleza, se negó a tomar tanto crédito por sus acciones.

A menudo daba declaraciones como: "Soy un hombre, no un héroe", o "No hay nada extraordinario en lo que hice. El hecho de que me he convertido en una leyenda me irrita.

Más tarde se convirtió en miembro del Soviet Supremo del parlamento soviético, abogando por los derechos de los discapacitados y los veteranos de guerra. Maresyev era una figura amada y un gran tributo de teatro se organizó en 2001, pocos días antes de su 85 cumpleaños. Murió ese día, 20 minutos antes del comienzo de la obra. A los escolares de toda la Unión Soviética se les enseñó sus actos heroicos y sigue siendo un excelente ejemplo de determinación y valentía humanas.

viernes, 24 de febrero de 2017

Biografías: Douglas Bader (UK)

Clásicos
Piloto sin piernas

por Horacio Rodríguez

El 14 de diciembre de 1932 Douglas Bader despegó en un biplano Bristol Bulldog desde el aeródromo de Woodley y describió un giro pronunciado con la intención de hacer una pasada rasante sobre la pista. Se había negado dos veces a demostrar sus habilidades acrobáticas porque no quería “pavonearse”, pero justo antes de despegar alguien observó cínicamente que estaba “un poco ventoso”. Bader tomó esas palabras como un desafío.
El Bulldog saltó rugiendo el cerco del campo y comenzó un lento tonel hacia la derecha. Con sólo 22 años, Bader se había revelado como un aviador intrépido, gozaba de cierta fama dentro y fuera de la Royal Air Force, y hacía unos pocos días se había lucido en la exhibición de acrobacia de Hendon. Su talento en el aire y su temperamento rebosante de vitalidad, lo habían convertido en el líder natural de sus pares. Sin embargo, sus superiores habían advertido que Bader se acercaba peligrosamente a esa etapa de confianza excesiva por la que atraviesan los jóvenes pilotos después de uno o dos años de vuelos continuos.
A pocos metros del suelo, el Bulldog ya giraba sobre su eje a más de 250 km/h. Bader controlaba el aparato con precisión: leve presión en el timón para mantener la nariz alta, progresiva potencia para que el motor no se detenga. Entonces un ala toca el suelo y el biplano se estrella de lleno sobre el campo deshaciéndose en un instante.
Milagrosamente Bader sobrevive. Para salvarlo deben amputarle una pierna por arriba de la rodilla y la otra por debajo. Todos los que lo conocen piensan que en esas condiciones la muerte es lo mejor que Bader puede esperar.
Nueve años después, el 9 de Agosto de 1941, un Spitfire solitario se abalanza a 700 km/h sobre seis Messerschmitt 109. El primero al que dispara se enciende como un fósforo y cae. De inmediato el caza inglés coloca a otro alemán en el colimador: los proyectiles arrancan grandes trozos de fuselaje del 109 que lanza enormes volutas de humo blanco al tiempo que entra en un tirabuzón descontrolado. El Spitfire gira violentamente a la derecha evitando las ráfagas de dos 109 que ya tiene en la cola. Los otros dos cazas alemanes están ahora enfrente suyo y el piloto inglés decide no desviarse y pasar entre ambos. Entonces algo lo alcanza: un impacto violento lo aturde, el Spitfire cabecea y parece detenerse en seco apuntando derecho hacia abajo. El piloto tira la palanca hacia atrás y la siente caer laxa sobre su estómago, no tiene comandos. Mira hacia atrás y descubre que su avión termina justo detrás de la cabina: fuselaje, cola, plano de deriva, todo ha desaparecido. Sin duda uno de los 109 chocó con él rebanándole el fuselaje con la hélice.
Todavía aturdido, el piloto ve caer rápidamente la aguja del altímetro desde 6.000 metros de altura. Sabe que está cayendo a velocidad increíble pero no reacciona. Entonces, un borbotón de pánico y una sola idea: hay que salir de ahí. Se desprende los correajes, abre el techo de la cabina y un viento furioso lo golpea. Forcejea para sacar la cabeza por encima del parabrisas y de pronto es tragado por un huracán que lo expulsa hacia afuera, pero un pie queda enganchado en la cabina y lo retiene al caza destrozado que cae enloquecidamente a tierra. El viento azota al piloto desamparado y lo golpea frenéticamente contra lo que queda del fuselaje. El pie atascado lo arrastra indefectiblemente a una muerte segura, pero entonces la pierna se desprende del cuerpo y piloto y avión se separan. El paracaídas se abre. El hombre queda suspendido en el aire con una sola pierna inerte.
Douglas Bader cayó en el norte de Francia, fue tomado prisionero y llevado a un hospital. Sus piernas artificiales fueron acondicionadas por los alemanes y pocos días después fue visitado por el Oberstleunant Adolf Galland, as de la Luftwaffe que contaba con más de 70 victorias. Galland quería conocer a ese hombre que no sólo había vuelto a volar, sino que durante la batalla de Inglaterra se había convertido en uno de los ases británicos derribando 22 aviones en muy poco tiempo. La caballerosidad de otros tiempos impregnó el encuentro entre los dos guerreros del aire, y Galland invitó a Bader a conocer un Messerschmitt 109. El piloto inglés pudo sentarse en la cabina del eterno rival del Spitfire y Galland le fue señalando los diversos dispositivos del avión. Bader seguía las explicaciones entre fascinado y ausente: evaluaba la posibilidad de encender el contacto y acelerar para un despegue temerario. Después de la desazón de la captura un nuevo desafío se imponía: escapar.



En Piloto Sin Piernas Paul Brickhill relata apasionadamente la historia de Douglas Bader, y más que un libro de aviación, es un conmovedor testimonio de lo que puede la fuerza de voluntad de un hombre. Bader nunca se compadeció de sí mismo y jamás se lamentó de aquel día en que se accidentó. Sobrellevó animoso su suerte y tomó su “discapacidad” como un desafío constante: con sus nuevas piernas metálicas cruzar la calle se convirtió en una especie de aventura, más tarde aprendería a manejar un auto, después a jugar al golf y al tenis. Por fin un día volvió a subirse a un avión.




Por su valor y destreza al pelear en el aire contra el enemigo, Douglas Bader recibió de la RAF la Cruz de Vuelo Distinguido y la Orden de Servicio Distinguido. También fue honrado por la Francia Libre con la Cruz de Guerra y la medalla de La Legión de Honor. Después de la guerra, Bader visitó cientos de hospitales de veteranos dándoles a los lisiados algo que ni el más sabio de los médicos podía darles. Recién en 1976 la reina Elizabeth lo condecoró por sus servicios a los inválidos: su ejemplo beneficiaba al Hombre mucho más que sus hazañas en combate. Fue una forma de reconocimiento a su incesante lucha cotidiana que con entereza y determinación mostró a la humanidad nuevos horizontes de coraje.

Revista Aeroespacio 541 May/Jun 2001