Mostrando las entradas con la etiqueta Monte Dos Hermanas. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Monte Dos Hermanas. Mostrar todas las entradas

sábado, 6 de julio de 2024

Malvinas: Capitán Eduardo Villarruel, comando de la CC 602


El capitán Eduardo Villarruel en Malvinas

“Quería seguir peleando”. La campaña de Eduardo Villarruel, el padre de la vicepresidenta, en Malvinas: combates y misiones de inteligencia


Los 19 días de guerra del padre de Victoria Villarruel en Malvinas: dos combates “cuerpo a cuerpo” con las fuerzas especiales británicas y más de 15 misiones de inteligencia

Eduardo Villarruel aterrizó en Puerto Argentino el 27 de mayo de 1982 a las 19.30 horas. Tenía 35 años, era capitán en el Ejército Argentino y se había formado como Comando. Era un soldado de élite, el segundo jefe de la Compañía de Comandos 602, que dirigía el mayor Aldo Rico.

Durante los 19 días de guerra que vivió en Malvinas, Villarruel participó en dos combates “cuerpo a cuerpo” con las fuerzas especiales británicas y en más de 15 misiones de inteligencia. Fue uno de los últimos argentinos en abandonar las islas, luego de permanecer prisionero de los ingleses, tras la rendición argentina.

Días antes de embarcarse rumbo a Malvinas, su única hija, Victoria Villarruel, actual vicepresidente de la Argentina, había cumplido 7 años.


Eduardo Villarruel en una imagen del álbum personal, tomada en el Aeropuerto de El Palomar el día que se embarcó rumbo a las Islas Malvinas

“Las olas salpicaban en el avión”

El coronel Horacio Lauría (VGM), miembro de la Compañía de Comandos 602, recuerda cómo fue el viaje de los Comandos al archipiélago: " Fuimos todos los comandos en el mismo avión, un Hércules C-130. Volamos a 10 metros del agua para no ser detectados por los radares. Tuve la oportunidad de entrar un segundo a la cabina de mando y me impresioné: las olas salpicaban en el avión”.


Eduardo Villarruel con su hija bebé, Victoria

En el aeropuerto, al llegar a la plataforma asignada, la tropa descendió por las escaleras. Rico y sus hombres fueron alojados en un gimnasio que los comandos de la Compañía 601 bautizaron “la halconera”. Procuraron descansar, pero sin mucho éxito. Esa misma noche, cuando todos dormían, una fuerte explosión sacudió al edificio. Hubo pedazos de cielo raso que cayeron sobre ellos mientras los incesantes estallidos iluminaban las paredes.

Los Comandos se incorporaron velozmente y se prepararon para combatir. Pero sus compañeros de la Compañía 601 los contuvieron. “¡Tranquilos, no pasa nada, permanezca todo el mundo en su lugar! Es fuego de desgaste, de perturbación”, dijo un jefe de sección. Todos intentaron recuperar la calma. El lugar estaba repleto de armas y municiones, era tremendamente inflamable. Algunos hombres matizaron el momento haciendo bromas.

-Hay dos cosas que me molestan en esta vida: los mosquitos y el cañoneo naval inglés, dijo el teniente primero Luis Brun.

El chiste fue festejado por sus compañeros de arma. Unas horas después, los disparos cesaron y los efectivos se dispusieron a dormir un poco más. Fue el primer contacto que Villarruel y sus colegas tuvieron en Malvinas.

Los comandos, una fuerza capacitada para todo

Los Comandos son el cuerpo de combate élite del Ejército Argentino. “Son soldados profesionales de operaciones especiales capacitados para conducir y ejecutar tareas de alta complejidad, en cualquier ambiente geográfico y bajo cualquier condición meteorológica, integrando fracciones reducidas que operaran normalmente aisladas”, dice el historiador Isidoro Ruiz Moreno, que recopiló todas las misiones de las Compañías 601 y 602 en el libro “Comandos en acción”.


Eduardo Villarruel en "la halconera", recibiendo la visita del teniente coronel Mohamed Alí Seineldín

Sus integrantes reciben la instrucción más rigurosa y exigente. Durante meses son llevados física y mentalmente al límite de sus posibilidades. Aprenden a orientarse en los entornos más extremos, donde la ayuda pocas veces llega, donde solo ellos pueden salvarse a sí mismos. Son soldados, pero con un grado de autonomía mayor al de un combatiente regular.

En la Guerra de Malvinas, las Compañías 601 y 602 de los Comandos tuvieron un rol destacado. Fueron los únicos que tomaron prisioneros y le arrebataron una bandera al enemigo. Siempre combatieron a las SAS (el grupo Special Air Service), su equivalente en el ejército británico.

El comienzo de la guerra fue duro para el capitán Villarruel: dos días después de su llegada, en su primera misión, perdió a dos compañeros.

Cuenta el Coronel Lauría: “El 29 de mayo, por la tarde, los Comandos salieron en helicópteros hacia el monte Kent”.

-¿Cuál era su misión?

-Teníamos que ir y enterrar nuestros suministros para luego infiltrarnos en territorio ocupado por los ingleses y realizar acciones como emboscadas, tomar prisioneros, recoger información sobre el enemigo. La noche del 29 salió mi patrulla, la 3ra Sección de Asalto, de la cual yo era el segundo jefe. En otro grupo salió Villarruel con la misma misión. Los helicópteros nos dejaron al pie del monte Kent. A Villarruel lo habrán dejado a unos 500 metros. Yo fui con dos hombres a hacer una exploración nocturna. Cuando estábamos a 40 metros de la cima del monte, nos abrieron fuego desde tres posiciones distintas con ametralladoras. Pensé que quizás era Villarruel que nos confundió, porque nuestros uniformes eran muy parecidos a los de los ingleses, hasta que los escuché hablar en inglés. “Nos mandaron a la boca del lobo”, pensé. Era una emboscada.


Eduardo Villarruel con su hija bebé, Victoria

-¿Tuvieron bajas?

-Ese día tuvimos un herido: el sargento Viltes, a quien le dispararon en un talón. El grupo de Villarruel tuvo dos muertos, Rubén Márquez y Oscar Humberto Blas. Estuvimos combatiendo durante más de 14 horas: yo, en un lugar, con 12 hombres, y Villarruel, a 500 metros, probablemente con un grupo de no más de 10 hombres.

A Villarruel le pasó lo mismo que a nosotros, los estaban esperando. Sufrió esa emboscada... En situaciones así, no te queda otra que replegarte. Villarruel decidió replegarse a otra posición en monte Estancia con su gente. Al día siguiente llegué a donde estaba Villarruel, nos dimos las novedades, y él dijo que había que avisarle a Rico que no viniera porque también iba a caer en la emboscada.

Combate en el Monte Dos Hermanas

La noche del 9 de junio, con las últimas horas de luz, la Compañía 602 partió hacia el monte Dos Hermanas. Minutos más tarde se desataría una de las batallas más intensas de la guerra de Malvinas. A continuación, el recuerdo de Lauría:

“Ahí no esperábamos que el comando superior nos diera inteligencia, porque la primera que nos dieron nos hizo pelota, con la emboscada en el monte Kent. Así que nos basamos en información conseguida por nosotros en las tareas de infiltraciones que habíamos hecho previamente. Llegamos a la conclusión de que lo conveniente era tenderles a los ingleses una emboscada en el monte Dos Hermanas.

Salimos de Puerto Argentino a eso de las 7 de la tarde y llegamos al monte a las 9 de la noche. Nos organizamos de la siguiente forma: un escalón de asalto, cuya finalidad de encerrar y maniobrar a los ingleses; un escalón apoyo, en el cual estaba yo; y luego el escalón de recepción, cuya misión era recibir a cualquier herido, más allá de apoyar con el fuego y combatir. En ese estaba Villarruel.

En un momento dado, somos sorprendidos por una pequeña fracción inglesa que ataca a los argentinos que estaban a cargo de la ametralladora: Jorge Vizoso y Mario Cisnero. Abren fuego sobre ellos, matan a Cisnero y hieren a Vizoso. Y se desata la pelea... Fue un combate violento, con mucho intercambio de fuego, en medio de la oscuridad y el frío”.



Victoria Villarruel bebé, abrazada por su padre Eduardo

En un testimonio que dio para el libro Comandos en Acción, de Isidoro Ruiz Moreno, Villarruel supo decir: “Noté la superioridad del intenso fuego de los ingleses: las balas pasaron por encima de mi cabeza y prácticamente no me podía levantar; entonces, por un momento, pensé que íbamos a ser sobrepasados”.

Pero resistieron. Los argentinos, cada uno desde sus posiciones, y con la desventaja de contar con un muerto y un herido, se sobrepusieron rápidamente. “Abrimos fuego y les pegamos una paliza muy grande”, asegura Lauría.

“Diría que les ganamos. Aprecio que esa noche tienen que haber muerto muchos ingleses porque el fuego de nuestra artillería era tremendo”, escribió, años atrás, Hugo Ranieri, también miembro de la Compañía 602.

Sigue Lauría: “Luego Rico me ordena que junte a la gente y la repliegue, porque creía que los ingleses, para cubrir el repliegue de ellos, iban a abrir fuego de artillería contra nosotros. Villarruel recibe a Vizoso mientras combatía c. Es más, él no quería replegarse cuando Rico lo ordenó.

-¿Qué le dijo?

-Se quería quedar combatiendo... y de hecho lo hizo durante un rato, hasta el momento en que los ingleses empezaron a tirar con artillería. Recuerdo que pasé por su posición y le dije: “Vamos”. Y él respondió: “Sigan, yo después voy”. Lo que hizo Villarruel fue clave para que todos pudieran retirarse tranquilos”.


La Compañía de Comandos 602 antes de subir al Hércules que los trasladaría a Malvinas

“Era duro, estricto en el mejor sentido de la palabra”

El General Mauricio Fernández Funes (VGM), que también formó parte de la Compañía 602, conoció a Eduardo Villarruel siete años antes de la guerra de Malvinas, en 1975.

“Fue mi instructor en el curso de Comandos. Él era 3 años más antiguo que yo: Villarruel era de la promoción 99 y yo de la 102. El recuerdo que tengo es el de un hombre muy duro, muy estricto, en el mejor sentido de la palabra. Una persona a la que uno miraba como un muy buen profesional. Después, bueno, el entrenamiento era tan duro que queríamos que pasara rápido (ríe). Pasábamos días y noches sin dormir, con el agua a la cintura en medio de pantanos y ciénagas. El campo de entrenamiento era durísimo. Era en una isla en el delta. Le llamaban ‘El paraíso’, irónicamente.”, dice a LA NACION.



Recién llegados: los comandos reunidos en su cuartel, un gimnasio requisado a los kelpers que bautizaron como La Halconera

-¿Qué les enseñaba Villarruel?

-Él estaba a cargo de dos materias: navegación terrestre y acción psicológica. La primera consistía en saber orientarse solo, con la ayuda de las estrellas, la naturaleza y cálculos geométricos. No había GPS. El curso en sí duraba unos 3 meses. Pero en esa materia, pasamos entre 10 y 15 días con el agua a la cintura; vivíamos y dormíamos en las ciénagas.

-Al año siguiente, tuvo la oportunidad de ser instructor usted mismo y, entiendo, compartir con él la oportunidad de enseñar juntos. ¿Qué impresiones le dio entonces?

-Ya trabajando con él, encontré a un hombre que me dio su afecto y su confianza. Lo reconozco por el rigor con el que preparaba los ejercicios, un hombre con un culto al detalle, muy exigente y riguroso.

Quien recuerda muy bien la segunda materia es Lauría, quien también había tenido como instructor a Villarruel.: “Hice el curso de Comandos en 1976. La exigencia más dura es la psicológica, y él era precisamente el instructor de acción psicológica. Villarruel se transformaba en algo insoportable (ríe), en el buen sentido de la palabra. Realmente era un fenómeno, brillante, brillante. Pero había que soportarlo (ríe). Gracias a él, y a lo exigente que era, yo, en la guerra de Malvinas, pude sobrellevar las situaciones difíciles salvando mi vida y la de mis compañeros”, dice Lauría.


La Compañía de Comandos 602: Villarruel es el más alto, al fondo, a la izquierda

Malvinas: “Los comandos nunca nos rendimos”


El 13 de junio de 1982, un día antes de la rendición, los Comandos recibieron la orden de darle seguridad a la casa del gobernador. “Rico estaba enojado, no era una tarea que debieran hacer los Comandos, pero cumplimos con las órdenes”, dice Lauría.

Combatieron hasta el último minuto. “En la mañana del 14, nos estaban tirando con todo. Nos atacaban con artillería para que sus tropas de pie se pudieran acercar con cobertura. Eso habrá durado 5 minutos, hasta que los ingleses que venían hacia nosotros pararon el avance. Nosotros estábamos listos para sacudirlos. Pero se ve que ahí hubo negociaciones del alto al fuego. A los 10 minutos recibimos la orden de replegarnos 100 metros atrás. Estuvimos 4 horas esperando. Luego nos mandaron a una casa en Puerto Argentino. Al día siguiente, nos tocó la puerta un soldado inglés y nos dio la noticia. Nos dieron la orden de marchar hacia el aeropuerto. Allá estaba uno de los campos de prisioneros. Villarruel estuvo en el centro de prisioneros de San Carlos. No nos pusieron a todos en el mismo lugar. Estábamos calientes, todavía con la adrenalina alta, con ganas de seguir luchando. Pero no se podía hacer nada. Quizás suene como una fanfarronada, pero quiero destacar que nosotros no nos rendimos nunca, simplemente seguimos órdenes”.


Eduardo Villarruel

Tras la guerra, el accionar de los Comandos fue reconocido y destacado por los ingleses: “Cuando combatíamos contra unidades de conscriptos el asunto era relativamente fácil, pero cuando enfrentábamos soldados profesionales el asunto era difícil, y nos causaron serios problemas”, expresó tiempo después John Jeremy Moore, el comandante de las fuerzas terrestres británicas durante la guerra de Malvinas.

Sobre el final de la charla con LA NACION, el coronel Lauría vuelve sobre su compañero de armas Eduardo Villarruel: “Creo que su hija, la vicepresidenta, está muy orgullosa por lo que él demostró en la guerra, así como él también estaría orgulloso de verla en el lugar en el que está ahora”, arriesga.



sábado, 10 de julio de 2021

Malvinas: Juan Nazer enfrenta a la muerte saliendo del cerro Dos Hermanas

El joven oficial Juan "Grillo" Nazer se lanza a avisar a un camarada que la unidad se está replegando y tiene tres encuentros cercanos con la muerte en apenas media hora. Primero, una ráfaga le quema la espalda, luego una granada le destroza la pierna derecha y finalmente los ingleses se aprestan a fusilarlo. En una entrevista otorgada al corresponsal de guerra Nicolás Kasanzew, el entonces subteniente relata el intenso combate.

sábado, 15 de mayo de 2021

Malvinas: La campaña terrestre (2/2)

Los últimos fuegos de un sol poniéndose sobre el Imperio

Parte 1 || Parte 2

L'autre côté de la colline (original en francés)


La campaña terrestre de las Malvinas

Finales de mayo de 1982. Con la cabeza de puente de la bahía de San Carlos asegurada y la primera posición argentina de Goose Green tomada, las tropas británicas se dirigen hacia la capital, Puerto Stanley. En su mayoría a pie y cargados, los Royal Marines y los paracaidistas se sumergen en un paisaje turbio bañado por el invierno austral. Los argentinos tuvieron mucho tiempo para preparar posiciones defensivas bien equipadas, y muchos oficiales están ansiosos por demostrar su valía para ser notados por la junta gobernante ...

(Este artículo sigue al relativo al desembarco británico en las Malvinas)

Por Jérôme Percheron


¡Dirección Port Stanley! (fuente: http://www.militariarg.com/task-force.html)



El dispositivo argentino y el acercamiento de la 3a Brigada de Comando



Situación al 30 de mayo de 1982 (fuente: el autor)

Como muestra el mapa, los medios argentinos están restringidos alrededor de Port Stanley en varias líneas de defensa, apoyados en los pequeños montes y colinas escalonadas al oeste de la capital:

  • Se está evacuando una primera línea de puestos de avanzada, que dependen del monte Kent (el punto más alto de la isla a 333 m) y del monte Challenger. De hecho, perforadas en beneficio de los refuerzos sumergidos en Goose Green, estas posiciones son demasiado débiles y los restos del 2º Regimiento de Infantería que las ocupaba refuerzan las líneas principales.
  • Dos líneas principales de defensa que descansan en las montañas Two Sisters y Harriet para la primera, así como las montañas Longdon, y William para la segunda. Están provistos principalmente por el 4º y 7º Regimientos de Infantería, apoyados por parte del 5º Batallón de Infantería de Marina, así como por algunas unidades de fuerzas especiales.
  • Finalmente, una línea final de alturas, apoyada por Mount Tumbledown y las colinas de Wireless Ridge y Sapper Hill, está firmemente sostenida por la mayoría del 5º Batallón de Infantería de Marina y mantiene el acceso directo a Port Stanley.

Las posiciones están respaldadas por una red de fuertes y búnkeres en la ladera de la montaña, construidos con turba y piedra, revestidos con ametralladoras de 12,7 mm, morteros de 81 y 120 mm y 106 cañones sin retroceso. Los accesos están muy minados [1]. Recientemente se adquirieron lanzadores de misiles antiaéreos portátiles SA-7 soviéticos ... Para protegerse de los ataques nocturnos, supuestamente la especialidad de los soldados ingleses, se instalaron algunos radares de vigilancia de campo de batalla RASIT [2] y se distribuyeron sistemas de visión nocturna individuales.

En las mismas afueras de Port Stanley, se concentra la mayor parte de la artillería de los regimientos desplegados en las montañas: 32 cañones de 105 mm y 4 de 155 mm, este último destinado a compensar el déficit de alcance de los 105 mm argentinos frente a sus homólogos. Británico. 3 regimientos están apostados en reserva alrededor de la capital: el 3º y 6º Regimientos de Infantería Mecanizada, así como una unidad de élite: el 25º Regimiento de Infantería Mecanizado Independiente, que custodia el aeropuerto. 12 Los vehículos blindados ligeros Panhard AML, de fabricación francesa, armados con un potente cañón de 90 mm, están destinados a ser transportados rápidamente a cualquier "punto caliente" ...

Una fuerza laboral de alrededor de 9000 hombres, incluidos 5000 combatientes [3] en la línea del frente, comandados por el general Jofre (subordinado del general Menéndez) se está preparando para recibir el impacto de unos 3700 hombres de la 3.a Brigada de Comando, que se aproxima en pinza. , con el fin de sortear las líneas opuestas del sur y el norte, mientras un batallón de Royal Marines permanecía custodiando la bahía de San Carlos, ante una posible ofensiva de retorno de las tropas argentinas que permanecían en la isla de West Malouine (alrededor de 1700 hombres [4]). La pinza sur está formada por el 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas, que acaba de obtener la victoria de Goose Green. La pinza norte, 2 batallones de Royal Marines y el 3er batallón de paracaidistas, acompañados por 8 tanques ligeros Scorpion y Scimitar [5], ya ha pasado la aldea de Teal Ilnet, desde la que se ven las estribaciones del monte Kent.


Blindado ligero Scimitar (primer plano) sobrevolada por un helicóptero Sea King cerca de San Carlos (fuente: http://www.thinkdefence.co.uk/2014/06/story-fres-eighties/)

La marcha de aproximación británica se realizó en condiciones muy difíciles, con viento, lluvia y frío. El suelo de turba es inestable, lo que provoca tensiones frecuentes. Por la noche, los soldados duermen bajo las estrellas en sacos de dormir mojados, intentando lo mejor que pueden protegerse del viento. El calzado reglamentario resultó ser totalmente inadecuado, manteniendo la humedad en el interior desde el desembarco, y provocando así muchos "pies de trinchera [6]".

Las débiles defensas del monte Kent, despojadas a favor de Goose Green, no se ha escapado del SAS. El general Thomson planea su captura como una prioridad, con el fin de instalar una batería de artillería que amenace a Port Stanley. Después de haber limpiado los alrededores de la presencia de fuerzas especiales argentinas [7], los primeros elementos del Comando 42 son transportados en helicóptero por 3 Sea Kings en la montaña durante la noche del 30 al 31 de mayo, el Chinook superviviente del Atlantic Conveyor (ver primera parte) llevando un cañón de 105 mm bajo eslingas en cada rotación. En la madrugada del 31 de mayo, la cumbre, evacuada por los argentinos, fue ocupada por 200 Royal Marines y 3 x 105 cañones cuyo fuego logró llegar a las afueras de la capital a 18 km. La posición, débilmente defendida y dependiente de helicópteros para su abastecimiento, queda a merced de una contraofensiva argentina, que no llegará.


Las diferentes alturas sobre las que se asientan las líneas de defensa argentinas, vistas desde la bahía de Puerto Argentino/Stanley (fuente: http://www.raf.mod.uk/history/Actions,lossesandmovementsonlandandsea.cfm)

Misión Invincible

Los argentinos cuentan con el último misil Exocet en su versión Air-Mer (AM39). Obsesionados con la destrucción de portaaviones enemigos, deciden una vez más intentar hundir uno de ellos. Se planea una incursión de 2 Super-Etendards para el 30 de mayo. Uno está equipado con el misil, el otro proporciona soporte de radar para la detección de objetivos. La FAA [8], que no quiere dejar que la Armada (de la que dependen los Super-Etendards) se cubra solo de gloria, exige que 4 SkyHawks sigan al misil para completar el trabajo utilizando bombas convencionales ... Habiendo permitido la propaganda argentina Para zanjar la idea de que el otro portaaviones, el Hermes, había sido alcanzado el 25 de mayo, el Invencible es, por tanto, el objetivo de la nueva incursión [9]. Los Super-Etendards logran pasar por alto la pantalla de los barcos antiaéreos que protegen la flota. Sin embargo, se detectó la actividad de los radares de los dos aviones, que inmediatamente giraron tras lanzar el misil, y la flota se puso en orden de defensa, lanzando señuelos. Los siguientes 4 SkyHawks pagarán el precio: dos de ellos serán pulverizados por los misiles Sea Dart del destructor HMS Exeter. Los otros dos, rodeados por el fuego de la fragata HMS Avenger, estrellan bombas sobre lo que creen que es el Invencible, se ahogan en un denso humo y logran escapar.

Este es uno de los episodios más controvertidos del conflicto hasta el día de hoy. El testimonio de los dos pilotos argentinos sobrevivientes indica que siguieron el rastro del Exocet en el Invencible, que, emitiendo mucho humo, pareció impactado. Afirman haber arrojado sus bombas y haber golpeado el portaaviones una vez más. Ningún otro testimonio viene a corroborar estas afirmaciones, pero varias pistas parecen confirmarlas: en los días que siguen, la actividad de la aviación británica disminuirá notablemente. Además, el Invincible no regresó a Gran Bretaña hasta 3 meses después del final de la guerra, con reparaciones visibles en el islote (pintura nueva) [10]. Por su parte, los británicos indican que el portaaviones nunca fue atacado, porque estaba ubicado a 30 millas del lugar del combate, y que fueron los destructores Exeter y la fragata Avenger solos los que se enfrentaron a los SkyHawks argentinos, y llegaron. fuera ileso. No se sabe qué pasó con el Exocet, posiblemente derribado por el fuego del Avenger, como afirma su capitán. Sin embargo, si el Invencible hubiera sido alcanzado, sabiendo que tiene una tripulación de más de 1,000 marineros, parece muy poco probable que alguno de ellos haya tenido la tentación de hablar desde entonces, aunque solo sea para vender libros ...

La llegada de la Quinta Brigada y el golpe de fuerza de la II Para

El 1 de junio desembarcó en San Carlos la 5ª Brigada, parte del Reino Unido el 12 de mayo. La precede el general Jeremy Moore, que toma el mando de todas las tropas terrestres allí y, por lo tanto, supervisará las dos brigadas. La nueva unidad está formada por batallones de guardias (1º de la Guardia Galesa, 2º de la Guardia Escocesa y los Rifles Gurkha), unidades de élite del ejército, más acostumbradas en los últimos años a los desfiles que al duro entrenamiento de tropas de la intervención exterior como los Royal Marines. y paracaidistas. Inmediatamente es enviado para reforzar la pinza sur, y debe unirse al 2º Batallón de Paracaidistas lo más rápido posible, avanzando hacia Fitzroy. Los guardias galeses fueron los primeros en irse, tomando la ruta Goose Green utilizada unos días antes por sus compañeros paracaidistas. Pero su resistencia física no es la misma y, a medio camino, agotados después de 12 horas de caminata con su pesada mochila, renuncian a seguir adelante. Por tanto, el eje sur de la ofensiva se retrasa preocupantemente ...


Los Gurkhas de la 5ta Brigada desembarcan en San Carlos (fuente: http://edition.cnn.com/2013/06/14/world/asia/nepal-gurkha-malklands-war/)

El mismo día, un buque portacontenedores, el Atlantic Causeway, finalmente trajo los elementos de un aeródromo de campaña para reemplazar los que yacían en el fondo del mar después del desastre del Atlantic Conveyor el 25 de mayo (ver parte 1). En una semana, se desarrolló un campo en San Carlos, lo que permitió a los Harriers aterrizar allí con regularidad para repostar, aumentando el tiempo de patrulla en tres [11].

Mientras tanto, el 2do Para llega a Swan Inlet House vacío de argentinos y, simplemente usando una línea telefónica civil sobrante, se entera de los residentes de Fitzroy que los argentinos también han evacuado esa localidad. El general Wilson, comandante de la 5ta Brigada a la que estaba adscrito el batallón de paracaidistas, de inmediato aprovechó la oportunidad: requisó el helicóptero Chinook para llevar munición para transportar en pocas rotaciones 2 compañías de paracaidistas y el puesto de mando del batallón hasta Fitzroy, lo que le permitió Evite 5 días de caminata. El general Moore no aprecia para nada esta iniciativa tomada sin que él haya sido advertido, porque expone tropas muy por delante, sin apoyo de artillería, ni defensa antiaérea, ni vínculo directo con el resto de la brigada que no sea aérea. Además, el retraso del cuerpo principal de la 5ª Brigada en el 2º Para, que ya era preocupante, ahora se vuelve imposible de llenar por tierra en un tiempo razonable ...

Los guardias galeses en la confusión

La única forma de permitir que la 5.ª Brigada llegue rápidamente a Fitzroy es transportarla por mar utilizando los porta-helicópteros de aterrizaje (LSD [12]) HMS Fearless e Intrepid. Pero los SAS infiltrados detectaron la instalación cerca de Puerto Stanley de una batería terrestre improvisada para disparar misiles MM38 Exocet (versión de mar a mar), tomados de un barco de la flota argentina. Por tanto, será necesario mantener los dos preciosos edificios fuera del alcance de este peligro mortal y hacer el resto del viaje en barcaza, de noche. El traslado de los guardias escoceses y galeses se inició la noche del 5 de junio, con vientos de 70 nudos que sacudieron violentamente las barcazas que tardaron 5 horas en llegar a la costa. La noche siguiente, la operación continuó, y en la mañana del 7 de junio solo quedaba por enviar la mitad de los guardias galeses. Fue en este punto que el Estado Mayor de Londres, apoyado por el contralmirante Woodward, ordenó que ya no se arriesgara el precioso LSD al este de San Carlos. En cambio, aconseja utilizar los barcos logísticos Sir Galahad y Sir Tristam, del Auxiliar de la Flota Real, por lo tanto con tripulación civil, pero más lentos y mucho menos defendidos que los LSD.

La operación tiene lugar el 8 de junio. Sir Tristam desembarca equipo pesado y suministros, mientras que Sir Galahad llega durante la noche para desembarcar a los 470 guardias galeses restantes. Pero las operaciones toman mucho tiempo y amanece un día soleado con los barcos aún anclados, con los soldados adentro. Prefieren esperar para desembarcar directamente en Bluff Cove, ahora asumido por los ingleses, para evitar un viaje de 25 km a pie, mientras que la precaución es evacuar los barcos lo más rápido posible ante el riesgo de un accidente. ataque aéreo ... Para empeorar las cosas, ese día, la cobertura aérea se redujo al mínimo: el aeródromo de campo fue dañado por un Harrier en el despegue, por lo que no estuvo disponible para el día, y el portaaviones Hermes se alejó para realizar el mantenimiento de sus calderas [13].

Los dos barcos anclados fueron avistados por los argentinos en el monte Harriet. Se lanza un ataque aéreo: Mirage III atrae a los Harriers, lo que permite que Daggers y SkyHawks bombardeen los barcos. Tres bombas impactaron de frente a Sir Galahad. Su explosión enciende el tanque de combustible y la sentina. Sir Tristam fue alcanzado a su vez, provocando un incendio que, por suerte, no alcanzó ningún órgano vital y pudo controlarse. El barco aún tendrá que ser remolcado a Gran Bretaña para su reparación, ya que sus superestructuras se han derretido. Los aviones argentinos, dañados por el fuego de armas pequeñas, todos regresaron a sus bases. Una segunda oleada de SkyHawks completa la obra, pero esta vez los Rapiers y los Sea Harriers los esperan, y solo regresará un avión argentino, no sin haber hundido la barcaza que transportaba los equipos de transmisión del personal de la brigada ...


Evacuación de Sir Galahad, en llamas al fondo (fuente: http://www.iwm.org.uk/collections/item/object/205064262)

A bordo del Sir Galahad en llamas, el horror está en su apogeo: los guardias galeses, hacinados en los camarotes, tienen todas las molestias para llegar a la cubierta en el horno y el humo acre, en medio de las explosiones en las cadenas que continúan sacudiendo el barco ... Muchos no lo harán. Una vez que se complete la evacuación, o hay 48 muertos (incluidos 7 civiles en la tripulación) y más de 150 heridos, la mayoría de ellos con quemaduras graves. Al final, 2 compañías de guardias galeses están fuera de acción. Los argentinos creen que todo el batallón galés está aniquilado y, por lo tanto, creen que la ofensiva británica desde el sur se pospondrá, si no se cancelará. El personal de Londres decide entonces no comunicar por el momento sobre la realidad de las pérdidas, para mantenerlos en esta idea. De hecho, este revés, aunque amargo, no es probable que retrase la ofensiva por más de 2 días, hasta que dos compañías del Comando 40 que hacen guardia en San Carlos sean transportadas en helicóptero para reemplazar a las tropas perdidas. Al mismo tiempo, el último batallón de la 5ª Brigada (Gurkhas), comienza a ser transportado en helicóptero en pequeños bultos, y se mantiene en reserva para el ataque final.

Mientras tanto, en el ámbito diplomático, los estados de América del Sur apoyan cada vez menos la intervención de una potencia europea en su región: el 29 de mayo, la Organización de Estados Americanos, con excepción de Chile, Colombia y Trinidad y Tobago, condena la Intervención británica y pide a Estados Unidos que ponga fin a su apoyo. El 10 de junio, Perú cede oficialmente 10 Mirage III a Argentina. Para el gabinete de guerra en Londres, el mensaje es claro: tendremos que poner fin a esta campaña lo antes posible.

Asalto a la principal línea de defensa

El general Moore prevé el ataque simultáneo de las dos principales líneas de defensa de Argentina desde el norte y el sur: las montañas Two Sisters, Longdon (North clamp) y Harriet (South clamp) serán atacadas la noche del 11 de junio. Una vez ocupadas las cumbres, las dos pinzas se unirán para forzar las últimas defensas y conducir a la capital.


En la cima del monte Longdon, al amanecer del 12 de junio (vista del artista, fuente: http://4chanarchive.net//threads/k/Falklands-War/21535189)

Atacar el monte Longdon no es una hazaña pequeña: protegido en el sur por las posiciones del monte Tumbledown y vastos campos de minas, no se puede girar desde el este porque el pasaje está bajo el fuego de los argentinos instalados en Wireless Ridge. Como el acceso norte es empinado y poco práctico, la única solución que queda es un asalto frontal desde el oeste, donde las defensas son más densas. En un intento por reducir las pérdidas, el 3er Pará planea un silencioso avance nocturno de dos compañías de asalto por pasillos desminados, hasta llegar a las posiciones argentinas. Entonces éstos, con el apoyo de 6 cañones de 105 y el cañón de 114 de la fragata HMS Avenger, se precipitarán al interior ... Los paracaidistas efectivamente llegan cerca de las defensas argentinas sin ser detectados. Pero uno de ellos salta sobre una mina y se dispara la alerta. Por tanto, los ingleses se están preparando para el combate cuerpo a cuerpo. Los soldados argentinos escuchan entonces con angustia el chasquido de cientos de bayonetas disparadas simultáneamente a pocos metros de ellos, pero rápidamente se recuperan: un fuerte fuego de morteros y ametralladoras procedente de los fuertes clava a los sorprendidos ingleses en el suelo, bloqueado abajo. Se reorganizan y mueven los dos pelotones menos expuestos, que, aprovechando la atención argentina centrada en sus desafortunados compañeros, determinan un nuevo eje de ataque y alcanzan rápidamente la parte noreste de la loma. Uno a uno, eliminan los atrincheramientos enemigos con bayonetas y granadas. Los paracaidistas varados, víctimas además de francotiradores equipados con sistemas de visión nocturna, pueden reanudar su avance y, beneficiándose de un fuego de artillería muy preciso, repeler a sus oponentes. Estos últimos siguen sin querer soltarse de la cumbre e incluso lanzar un contraataque de infantería, en vano. Amanece después de 10 horas de intensos combates y las posiciones ahora en manos británicas son tomadas bajo fuego de artillería enemiga, guiados por observadores estacionados en el Monte Tumbledown. Fue la batalla más costosa de la guerra para los británicos: 23 muertos y 65 heridos de su lado, 31 muertos, 50 heridos y 420 prisioneros entre los argentinos [14], de los cuales casi la misma cantidad lograron retirarse.

En la misma noche, poco después del inicio del ataque al Monte Longdon, el asalto a las montañas Two Sisters y Harriet fue lanzado, respectivamente, por los Batallones de Comando 45 y 42 de los Royal Marines, todavía de acuerdo con las tácticas del acercamiento de la noche. . Los misiles de Milán se utilizan ampliamente para silenciar los fuertes [15], guiándose por los puntos de partida de las balas trazadoras enemigas. Las posiciones del monte Harriet se tomaron al revés después de una atrevida aproximación de derivación realizada cerca de las líneas enemigas. Con el apoyo preciso de su artillería (incluida la naval), los británicos eliminaron las últimas posiciones con granadas de fósforo y bayonetas. Al amanecer, se limpian, como en Mount Longdon, el fuego de la artillería argentina, pero siguen siendo dueños de estas alturas. La conquista de este último costó 6 muertos y 28 heridos a los ingleses, que hicieron más de 340 prisioneros.


El camino hacia la cima del monte Longdon estaba pavimentado con víctimas (fuente: http://1982militariaforum.forumcommunity.net/?t=47987414)

El destructor HMS Glamoran, que se había acercado durante la noche para apoyar el ataque en Mount Two Sisters, fue alcanzado por un Exocet disparado desde la batería terrestre improvisada cerca de Port Stanley. El misil golpea el hangar de helicópteros, encendiendo combustible, haciendo volar el helicóptero y los hombres cercanos. El fuego se extendió a la cocina y la sala de turbinas de gas, pero finalmente se controló antes del amanecer. Este ataque costó la vida a 13 marineros e hirió a otros 14, pero el barco finalmente no estuvo disponible durante 36 horas.

Durante esta "noche más larga" de la campaña terrestre, los soldados de la 3a Brigada de Comando demostraron su superioridad sobre los argentinos: capaces de mostrar iniciativa ante el fuego enemigo para adaptarse a los vaivenes de la batalla, sabiendo manejar el apoyo del fuego terrestre. así como desde los barcos, no dudaron en tomar las posiciones de cuerpo a cuerpo argentinas cuando fue necesario. Sus adversarios, capaces de resistir seriamente en posiciones bien preparadas, resultaron indefensos cuando tuvieron que maniobrar.

Las alturas de la última oportunidad

Una última línea de crestas controla el acceso a Port Stanley: Tumbledown y William Mountains, y Wireless Ridge Hill, cuyos defensores recibieron los restos de las unidades derrotadas la noche anterior como refuerzos. La Quinta Brigada, que ahora inclina las fuerzas a favor de los británicos, finalmente participará directamente en los combates: la Guardia Escocesa debe tomar el Monte Tumbledown desde el sur, ocupado por la sólida infantería de marina argentina, y abrir el camino para la Gurkhas que tendrán que explotar tomando el monte William con calma. El segundo para, el de la batalla de Goose Green, debe conquistar Wireless Ridge desde el norte. Se abrirá así el camino a la capital. El ataque está programado para la noche del 13 de junio. El general Jofre, no ajeno a que el próximo ataque también tendrá lugar de noche, pretende aguantar hasta el amanecer para utilizar su numerosa artillería en ese momento, más fácil de coordinar durante el día, y así obligar a los británicos a retirarse.


Asalto a Wireless Ridge. En primer plano, lanzadores de misiles de Milán (vista del artista, fuente: http://www.naval-history.net/FxDBMissiles.htm)

En el lado británico se están utilizando todos los medios para aplastar literalmente estos últimos puntos de resistencia con un mínimo de pérdidas. Los 24105 obuses disponibles y la artillería de la flota disparan continuamente frente a la infantería. Los pocos vehículos blindados ligeros Scorpion y Scimitar apoyan a la infantería lo más cerca posible, con sus cañones de 76 y 30 mm, respectivamente, así como sus sistemas de visión nocturna, comportándose finalmente muy bien en el suelo inestable de las Malvinas, aunque en su mayoría están inmovilizados. por campos de minas. Los misiles Milán, los lanzacohetes y los cañones ligeros Karl Gustav sin retroceso debían utilizarse ampliamente. A pesar de esto, los argentinos mantendrán sus posiciones e incluso intentarán contraataques rápidos de infantería con grandes pérdidas. Las cumbres no serán conquistadas por completo hasta el amanecer en cuerpo a cuerpo y granada, luego de 11 horas de combate, a costa de 10 muertos y unos cincuenta heridos del lado inglés, y más de 50 argentinos muertos y 200 heridos. La explotación hasta Mount William ya no es posible durante el día. Pero no será necesario, porque, en esta mañana del 14 de junio, filas de soldados argentinos desmoralizados abandonan sus posiciones y descienden hacia Port Stanley ...

Rendición - balance

Tres regimientos argentinos en su totalidad, estacionados en las afueras de Puerto Argentino/Stanley, aún no se han comprometido, pero no pueden maniobrar en la avalancha de soldados que se retiran hacia la capital. Algunos de los oficiales argentinos no se oponen a esta derrota, al ver que ya no sirve sacrificar nuevas vidas. El aeropuerto está ahora bajo constante fuego de artillería británica y, por lo tanto, no es posible ninguna conexión con el continente.


Soldados argentinos bajo fuego de de bombarderos británicos cerca del aeropuerto (fuente: http://www.mirror.co.uk/news/world-news/falkland-war-30-years-on-886626)

Los paracaidistas británicos se acercan a las primeras casas en Port Stanley y se les ordena que se detengan. De hecho, al darse cuenta del avanzado estado de descomposición del dispositivo argentino, el general Moore esperaba una rendición, en lugar de participar en costosas peleas callejeras, que no dejarían de causar nuevas víctimas civiles (3 civiles ya han sido asesinados por un misil británico). Las conversaciones están en marcha. El general Menéndez tiene grandes dificultades para lograr el acuerdo del general Galtieri, el líder de la junta argentina, para aceptar la rendición, este último no parece darse cuenta de que la situación es desesperada. Para empeorar las cosas, Londres está ansioso por ver aparecer las palabras "rendición incondicional" en el acto final, una humillación que los argentinos habrían prescindido. El documento fue finalmente firmado fuera de las cámaras a las 21:15 horas, con Menéndez tachando la palabra "incondicional" [16], con el acuerdo tácito del general Moore.
Rápidamente se hicieron los arreglos para repatriar a los prisioneros argentinos, con quienes los británicos no sabían qué hacer: su logística ya estaba tensa al extremo y los pocos recursos de las islas no permitían que fueran atendidos. Sufriendo la vergüenza de la opinión pública en su país, los argentinos regresarán discretamente y quedarán despreciados, excluidos de la sociedad, cuando la mayoría, simples reclutas, no habían pedido nada. El general Galteri dimitió en los días siguientes, lo que permitió el advenimiento de la democracia en este país. Sin embargo, la suerte de los veteranos no mejorará. Mientras tanto, la Primera Ministra Margaret Thatcher está saboreando su victoria ... y pronto su reelección.
El número de pérdidas es muy elevado durante dos meses y medio de guerra. 225 muertos (incluidos 3 civiles) y 777 heridos entre los británicos, 655 muertos y más de 1.500 heridos del lado argentino. A esto hay que añadir que, como ya sabemos, los veteranos ya no pueden soportar los trastornos psicológicos debidos al estrés postraumático derivado de luchas de una ferocidad rara, y que se suicidarán en los años siguientes: 264 en Inglaterra (más de pérdidas en combate) y 454 en Argentina [17]. Qué desperdicio de vida humana por unos pocos arpetos de tierra pelada ... especialmente porque eso no solucionó nada. A pesar de una reanudación gradual de las relaciones diplomáticas en la década de 1990, Argentina continúa reclamando el archipiélago y los británicos han establecido una base militar allí para prohibir cualquier invasión sorpresa adicional.


El 2nd Para ingresa a Puerto Argentino/Stanley (fuente: http://www.nam.ac.uk/exhibitions/online-exhibitions/falklands-war-1982)

Análisis

Las lecciones relativas a la parte aerotransportada naval y anfibia ya se han mencionado en la primera parte, también los otros aspectos de este conflicto muy específico, donde dos ejércitos convencionales equipados con equipos muy similares, o incluso idénticos en algunos casos (rifles FAL por ejemplo) , chocan principalmente en una isla (Malouine Est) casi deshabitada y aislada de los principales problemas territoriales internacionales. Los británicos aún no habían planeado ninguna fuerza expedicionaria de esta magnitud desde Suez en 1956, y los argentinos simplemente no tenían referencia en el asunto, su ejército estaba preparado para conflictos fronterizos o contrainsurgencia. La determinación de los líderes de los dos beligerantes, que han permanecido sordos a todos los intentos diplomáticos de mediación o solución amistosa, solo podría conducir inevitablemente a la derrota final de uno de ellos.

Dejando de lado los pocos armamentos más recientes, como los misiles antitanques de Milán, los sistemas de visión nocturna y el uso extensivo de helicópteros en las maniobras y los asaltos, los enfrentamientos terrestres, que parecen de otra época, muy bien podrían haber tenido lugar durante el Mundial. La Segunda Guerra, si no la primera. La infantería es la punta de lanza de las ofensivas, y se encuentra masivamente en contacto, siendo muy limitados los medios de apoyo y movilidad. Las pérdidas son cuantiosas y, sobre todo, asumidas, lo que parece impensable estos días. De hecho, las dificultades logísticas y la lejanía del teatro de operaciones, las difíciles condiciones climáticas y la inestabilidad del terreno restringen los medios desplegados para ambos campamentos, dejando más espacio al factor humano que en un conflicto convencional convencional. Aquí es donde los británicos marcan la diferencia. Aquí, no hay grandes atracciones mecanizadas, ni batallas masivas aire-tierra para las que se prepararon dentro de la OTAN contra los soviéticos, sino enfrentamientos cuerpo a cuerpo, dirigidos por guerreros profesionales bien entrenados y perfectamente supervisados ​​por oficiales capaces de adaptarse al curso. de la batalla, e incluso para repensar completamente sus tácticas bajo el fuego enemigo (caso de Mount Longdon). Los argentinos demostraron una gran tenacidad en la defensa, pero los conscriptos, que constituían el grueso de la tropa, no estaban preparados para enfrentarse a combates tan intensos y, como su estado mayor, no tenían la flexibilidad para adaptarse a los caprichos de la batalla. Una vez fuera de sus posiciones preparadas, demostraron ser incapaces de llevar a cabo contraataques efectivos. Sus oficiales prefirieron enviarlos a una muerte segura, atrapados entre el miedo a decepcionar a la dictadura y la obediencia ciega a su mando superior, salvo, para una parte de ellos, tras la caída de la última línea de cordilleras, al ver que no había forma de hacerlo. afuera.

Los 12 vehículos blindados ligeros Panhard ni siquiera se utilizaron, el terreno esponjoso para nada apto para el uso de vehículos blindados de ruedas, a diferencia de los vehículos blindados ingleses, cuya distribución de peso es mucho más uniforme gracias a las orugas. Por otro lado, probablemente no habrían podido resistir mucho tiempo contra los misiles antitanques de Milán ... Los británicos han demostrado que su reputación de combate nocturno, heredada de la Segunda Guerra Mundial, no estaba sobrevalorada. Incluso lograron coordinar el fuego de su artillería terrestre, muy móvil gracias a los helicópteros, y navales sobre objetivos ubicados casi en contacto con su infantería, en medio de la noche. Esto resultó totalmente fuera del alcance de los argentinos: estaban esperando el amanecer para disparar sus armas. En última instancia, para estos últimos, una doctrina y una organización inadecuadas, al servicio de un mando superior ciego a las realidades sobre el terreno, resultó en un desperdicio innecesario de vidas humanas.


Vehículos blindados Panhard AML-90 abandonados por los argentinos en Puerto Argentino (fuente: http://www.nam.ac.uk/exhibitions/online-exhibitions/falklands-war-1982)

Este conflicto ha demostrado que una potencia media, con intereses esparcidos por el mundo, puede ser conducida a desplegar una importante fuerza de intervención aeronaval y aeromóvil (equivalente aquí a 2 brigadas reforzadas) muy lejos de sus bases, en muy poco tiempo. hora. Por lo tanto, esta enseñanza no es ajena a la constitución de fuerzas de despliegue rápido en los años siguientes, como por ejemplo la Fuerza de Acción Rápida francesa (FAR) 1983. En términos generales, durante estos años, todos los países occidentales reunirán fuerzas aeromóviles proyectables en el proceso de profesionalización en lo que se puede llamar “puntas de lanza”. Esto demostrará su utilidad durante la Guerra del Golfo de 1991. Sin embargo, queda una constante, reafirmada durante este conflicto y posteriormente: la infantería, la única capaz de ocupar el terreno y entrar en contacto, sigue allí. batallas ".


Bibliografía

Martin Middlebrook, La lucha por las Malvinas, Londres, Viking, 1989
Julian Thompson, Tercera Brigada de Comando en las Malvinas, No Picnic, Pen & Sword Military, Barnsley, 2008

(contiene una descripción y mapas detallados de las batallas de Longdon, Two Sisters, Harriet, Tumbledown y Wireless Ridge)
Douglas N. Hime, The 1982 Falklands-Malvinas Case Study, The United States Naval War College, Newport, Rhode Island
Gordon Smith, Atlas de batalla de la guerra de las Malvinas, Ian Allan, 1989, rev. 2006 por Naval-History.Net.

(de libre acceso en pdf en el sitio http://www.radarmalvinas.com.ar/informes/libro%20g%20smith%20ct.pdf)
Coronel Richard D. Hooker Jr., La ira de Aquiles, Ensayos al mando en la batalla, Prensa del instituto de estudios de combate, Centro de armas combinadas del Ejército de los Estados Unidos, Fort Leavenworth, Kansas.
William Flower, Batalla por las Malvinas: Fuerzas terrestres, Hombres de armas Serie 133, Londres, Osprey, 1983, 2005
Nicholas VAN DER BIJL, fuerzas argentinas en las Malvinas, Londres, Águila pescadora, 1992
Henri Masse, Una guerra por las Malvinas, tesis doctoral en historia, Universidad de Metz

(accesible en pdf en esta dirección: ftp://ftp.scd.univ-metz.fr/pub/Theses/1997/Masse.Henri.LMZ9710.pdf)

Notas al final

  1. [1] Todavía lo encontramos regularmente hoy
  2. [2] Radar RASIT: desarrollado en Francia por Thomson-CSF, puede detectar y diferenciar personal, vehículos y helicópteros con un alcance de 20 km. En última instancia, los argentinos no lo usarán por temor a ser detectados y atacados por fuego de contrabatería ...
  3. [3] Martin Middlebrook, The fight for the Malvinas, London, Viking, 1989, p.216
  4. [4] Selon http://www.naval-history.net/F26-Falklands-%201982_Argentine_Defences.htm
  5. [5] Scorpions et Scimitar : vehículos blindados ligeros de reconocimiento de orugas, que comparten el mismo chasis y el mismo tren de rodaje, principalmente diferenciados por su armamento: un cañón de 76 mm para el primero, un disparo rápido de 30 mm para el segundo (90 disparos / minuto)
  6. [6] Pie de trinchera: Infección necrótica ulcerativa de los pies, resultante de la exposición prolongada a la humedad, las condiciones insalubres y el frío. Los casos más graves pueden requerir una amputación.
  7. [7] Para más detalles, vea el compromiso de Top Malo House en Henri Masse, Une guerre pour les Malouines, p. 386 (enlace a pdf en la biografía)
  8. [8] Fuerza Aérea Argentina : Force Aérienne Argentine
  9. [9] Expuesto por Rodney A. Burden et al., Falklands, the air war, British association research group, London, 1986, p.36
  10. [10] Middlebrook, The fight for the Malvinas, London, Viking, 1989, p.273-279
  11. [11] 3. Ethel et Price, Air War South Atlantic, London, Sidgwick and Jackson, 1983, p. 185.
  12. [12] Landing Ship Dock
  13. [13] Southby Tailyour,Reasons in Writing, London, Leo Cooper, 1993, p. 300
  14. [14] Douglas N. Hime, The 1982 Falklands-Malvinas Case Study, The United States Naval war College, Newport, Rhode Island, p. 45.
  15. [15] Gordon Smith, Battles of the Falklands, Shepperton,Ian Allan, 1989, p.103
  16. [16] Henri Masse, Une guerre pour les Malouines, Thèse de doctorat en histoire, Université de Metz, p. 427 
  17. [17] Chiffres de 2002 : Raphaël Schneider, La guerre des Malouines, in : Champs de Bataille n°33, Avril-Mai 2010, p.

sábado, 9 de mayo de 2020

Malvinas: La emboscada de la CC 601 contra el SAS

Una bala, un rosario y un milagro: la historia de un tucumano en la Guerra de Malvinas

El teniente Jorge Vizoso Posse fue víctima de una emboscada inglesa junto a su compañero, el sargento Mario Antonio Cisnero que terminó muerto tras el impacto de un cohete en su pecho. “Yo no me rendí ante los ingleses”, asegura el mayor que fue condecorado con la Cruz al Heroico Valor en Combate.

El Tucumano



Vizoso Posse (arriba, a la izquierda) y sus camaradas del CC601. Foto Infobae.-


No todos conocen las historias de guerra que los soldados argentinos pasaron entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, tiempo que duró el conflicto de Malvinas entre Argentina e Inglaterra.

Uno de los grandes protagonistas de esos relatos fue el teniente del Ejército Argentino, Jorge Vizoso Posse -soldado de elite, paracaidista, montañista y buzo- un tucumano que el 24 de mayo, en medio del conflicto bélico, pisó las islas para sumarse a la Compañía de Comandos 602 (CC602), liderada por el mayor Aldo Rico y creada especialmente para repeler, mediante operaciones especiales minuciosamente planificadas, distintos núcleos en la avanzada británica.


El teniente del Ejército Argentino Jorge Vizoso Posse.-

Según relata la periodista Loreley Gaffoglio para Infobae, la compañía, golpeada por numerosas bajas, planificaba el montaje de una emboscada cerca del río Murrell, entre los montes Kent y Dos Hermanas.

Durante dicha tiempo, Vizoso Posse entabló una relación de amistad con el sargento catamarqueño Mario Antonio Cisnero. Apodado El Perro,por la lealtad a su principios y camaradas, era querido y respetado como uno de los cuadros más sobresalientes dentro de la fuerza. Pero también se le encomiaba su conducta moral y solidaria.

Un 10 de junio, bajo el mando de Rico, la patrulla de 18 comandos se dividieron en cuatro grupos estratégicos: apoyo, de asalto, de seguridad y de recibimiento.

En la primera de ella se encontraban Vizoso Posse y Cisnero. Cerca de la 1 de la madrugada, el sargento vio que una patrulla, de unos 8 marines ingleses, había logrado penetrar la zona vigilada por el grupo de apoyo, por lo que abrieron fuego sin dudarlo. La respuesta fue un cohete Law de 66mm que pegó de lleno tórax a Cisnero. La onda expansiva revoleó por el aire a Vizoso Posse y que cayó sobre las rocas a metros de él.

Herido y aturdido, el tucumano logró cerciorarse de que su compañero había muerto. Sin pensarlo se acomodó al lado del cadáver fingiendo estar su muerte ante la inminente llegada de sus agresores extranjeros.

Al llegar al lugar de la explosión, los hombres que servían a la Reina decidieron comprobar que sus enemigos habían muerto rematando los cuerpos. Los disparos en automático de las armas inglesas acribillaron al teniente.

Contrariando la estrategia militar, en vez de continuar a la vanguardia, los enemigos descendieron por el mismo lugar por donde habían venido algo que fue aprovechado por el soldado tucumano que milagrosamente aún respiraba. Aturdido, con alguna dificultad para respirar e incrédulo por estar vivo, Vizoso Posse buscó su fusil y agotó un primer cargador hacia sus verdugos en retirada. Extrajo otro más del chaleco de su compañero caído y también lo vació con furia. Recién en ese instante un hilo de sangre le advirtió que estaba herido.

La contraofensiva permaneció acallada desde aquel sector. Si bien no pudo corroborar con sus ojos la efectividad de sus disparos, por la ausencia de fuego pensó que había acabado, o al menos magullado, a algunos de ellos.

Sin cobertura, aferrado a su Fal, El Yanqui, como le decían sus compañeros, trotó hasta donde estaba su jefe. Le comunicó que su sargento dilecto yacía muerto, que él estaba herido y que debía cambiar de posición.

Tras constatar que sus heridas eran grandes pero no letales, Vizoso Posee volvió al combate, que se extendió unos 30 minutos hasta que cesó la resistencia enemiga. Del pelotón argentino, además del Perro, sucumbió el sargento Ramón Gumersindo Acosta y una esquirla lesionó al gendarme Pablo Daniel Parada, del grupo Alacrán.

La herida y el milagro

Tras caminar seis horas, ya en el hospital de campaña de Puerto Argentino, el médico al desvestirlo halló, enredado entre sus ropas, el rosario que portaba, desprendido de su nuca. Ninguno reparó en ese momento que le faltaba una cuenta.

Al revisarlo, el médico, sin otro instrumental que su mano, le extrajo cerca de la clavícula un proyectil de 2cm de largo. Como la munición era trazante al ingresar por el omóplato derecho fue cauterizando la carne en un recorrido ascendente y oblicuo hasta quedar alojada a la altura del cuello, del lado izquierdo. Fue ahí, cuando al observar el proyectil, el médico habló, literalmente, de un milagro.


La munición había impactado primero en una de las cuentas plásticas del rosario y se mantenía todavía fundida y adosada al acero. Ese obstáculo, a corta distancia, no solo amortiguó el impacto; también ralentizó y desvió el recorrido. El rosario—aseguraron los médicos—le salvó la vida o, al menos, de quedar cuadripléjico.

Vizoso Posse fue evacuado de Malvinas hacia el continente en el último Hércules el 13 de junio, un día antes de la caída de Puerto Argentino. Por eso asegura que él nunca se rindió ante los ingleses.

sábado, 3 de agosto de 2019

Malvinas: La muerte del Perro Cisnero y el milagro de Vizoso Posse

La muerte del legendario "Perro" Cisnero y el milagro que le salvó la vida a su camarada y héroe de Malvinas 

“Yo no me rendí ante los ingleses”, le dijo a Infobae el mayor (RE) Jorge Vizoso Posse al narrar la cruenta emboscada de la Compañía de Comandos 602 donde cayó su compañero. La misma en la que él logró preservar su vida y por la que fue condecorado con la Medalla al Heroico Valor en Combate. Este es su testimonio
Por Loreley Gaffoglio || Infobae


  En la Casa histórica de San Miguel de Tucumán, el teniente del Ejército Argentino, Jorge Vizoso Posse, fue designado abanderado un 9 de julio de 1975. Años después se convertiría en un destacado comando y combatiría en la Guerra de Malvinas

Vestido de combate, su fusil al hombro y con su rosario al cuello abordó un vuelo comercial de Aerolíneas Argentinas. Iba de Neuquén a Buenos Aires. Los pasajeros lo observaban con una mezcla de conmiseración y perplejidad. Era el 24 de mayo y el estrépito de la guerra se atizaba en cada escondrijo del archipiélago austral.

El teniente hacía un año que le rezaba a la Virgen en un ámbito lleno de misticismo. Trepaba al trote hasta la cima del Cerro Negro y allí le ofrendaba el esfuerzo de su adiestramiento en su curso de comando. Quería honrarla y que le concediera una petición: deseaba ser reconocido por su valentía en combate cuando todavía no se había precipitado la conflagración. No lo había logrado durante los tres años (1975-1977) que peleó contra la subversión en la selva tucumana y cargaba con esa frustración.

A Jorge Vizoso Posse sus camaradas de entrada lo apodaron Sun Tzu por su estudio minucioso de la estrategia militar que aún pasados los años continuaba releyendo en El arte de la guerra. Más tarde lo llamaban irónicamente El Yanqui por su enemistad con los norteamericanos y sus insalvables dificultades con el inglés.

  24 de mayo de 1982, la CC 602 antes de subir al Hércules que los trasladaría a Malvinas

Rezagada su presencia en el conflicto, el teniente se sumaba, finalmente, a una nueva compañía de comandos: la 602 (CC602), creada especialmente en Malvinas y liderada por el mayor Aldo Rico. El conjunto debía repeler, mediante operaciones especiales minuciosamente planificadas, distintos núcleos en la avanzada británica.

Ni bien aterrizó en las islas, apenas pudo acomodarse en "la Halconera"—un gimnasio requisado a los kelpers en Puerto Argentino—, cuando se sucedieron con vértigo las misiones comando. El conjunto se movía entre las estribaciones de los montes Wall, Kent y Dos Hermanas.

  Mayo de 1982: los comandos reunidos en la Halconera, como bautizaron al gimnasio de Puerto Argentino requisado a los kelpers y convertido en el cuartel de los comandos del 601

Las penetraciones en el terreno, casi siempre nocturnas, a través de patrullas de observación formaban parte de la faena diaria. Salvo por una noche de descanso y fastidio en la que se sintió degradado al tener que custodiar la casa del gobernador. Esa no era tarea para un comando táctico, se irritaba. Nada debía hacer allí un soldado de elite, paracaidista, montañista y buzo. Pero el tedio de aquella noche obtuvo su recompensa: una barrita de chocolate Águila, entregada en la cocina de la gobernación, que El Yanqui guardó como un tesoro.

Ahora el CC602, golpeado por numerosas bajas, planificaba el montaje de una emboscada cerca del río Murrell, entre los montes Kent y Dos Hermanas.

Los ingleses habían sido divisados: pasaban camuflados, apoyados por su tecnología, frecuentemente por allí en sus incursiones. Cumplían el propósito de exterminar de forma metódica y veloz a los observadores argentinos, para así ahorrarse el derramamiento de sangre británica.

Al Yanqui le habían asignado la ametralladora MAG como apuntador y a un catamarqueño brioso, con fama de eximio solado, como abastecedor de la munición. Vizoso Posse conoció allí al sargento Mario Antonio Cisnero. Apodado El Perro, por la lealtad a su principios y camaradas, era querido y respetado como uno de los cuadros más sobresalientes dentro de la fuerza. Pero también se le encomiaba su conducta moral y solidaria.

Se lo conocía, además, por su frase de cabecera que alguna vez transcribió en su libreta: "No sé rendirme, después de muerto hablaremos".

El sargento compartía con el oficial la devoción católica y los orígenes. También coincidían en un mismo sentir: no existía afrenta más grave —repetían— que la ocupación de un territorio soberano por parte de un país extranjero. Ambos estaban dispuestos a morir para expeler al invasor. Pero ambos también aspiraban a morir con gloria.

  El legendario sargento y comando Mario Antonio Cisnero

Las buenas migas entre ambos enfrentaron de golpe una fisura. Solapada. Contenida. Indescifrable. Mientras El Yanqui limpiaba en silencio la MAG, sentía la mirada "irritante y distante" del sargento. Al notarlo, el teniente desvió con mansedumbre su vista, en un intento por diluir la fricción, hasta que el sargento no pudo contener sus ansias y le propuso algo inusual a su superior.

—Mi teniente, hasta ahora tuve a mi cargo la ametralladora. La conozco bien y soy buen tirador. ¿Por qué no me permite que siga siendo el apuntador?

El oficial respondió con evasivas hasta que la insistencia del Perro por tercera vez lo convenció. Después de todo—se dijo—, no dejaba de ser un punto a favor la familiaridad del subordinado con el arma, la novia del soldado.

—Gracias, mi teniente, le prometo que nunca olvidará este gesto—cerró, mucho más extrovertido, y con una amplia sonrisa que le ensanchaba el bigote.

Esas palabras, así proferidas, de alguna manera intranquilizaron al Yanqui.

La patrulla de 18 comandos encabezada por Rico se escindió aquel 10 de junio en cuatro grupos estratégicos. Los había de apoyo, de asalto, de seguridad y de recibimiento. Los grupos se desplegaron con sigilo en diferentes alturas dispersas en un radio amplio de la turba. Solo el equipo de seguridad contaba con los visores nocturnos. Pero eso se transformaba en una desventaja al momento del tiro por la gran luminosidad en una noche diáfana.

La luna llena resplandecía y salvo por las piedras en las elevaciones, proyectando sus sombras, el campo aparecía despejado como una mesa de billar. El frío seco, punzante, corroía los huesos y en el tedio de la espera para emboscar al enemigo, los cuerpos ateridos bregaban por calor.

La dupla de apoyo integrada por El Yanqui y Cisnero se ocultaba en otra loma al amparo de un filón de piedra. Se acomodaron espalda contra espalda persiguiendo el calor. El teniente sacó su barrita de chocolate; la partió equitativamente por la mitad y se la extendió al Perro. Ambos escudriñaban cada uno su flanco, anticipando la irrupción enemiga.

  Los comandos con sus emblemáticas boinas en el regreso de día tras una de sus incursiones nocturnas en Malvinas

Monótona, la espera se estiró un par de horas. El Perro aferrado a la MAG y el teniente a su Fal. Ambos inmóviles, como petrificados. Cada uno con una visión de 180° que se complementaba con los centinelas de las otras posiciones de observación.

De improviso, cerca de la 1 de la madrugada, el Yanqui sintió un estremecimiento; la contracción violenta del cuerpo del Perro. Su espalda enhiesta, súbitamente tensa como un tablón, anunció la alerta.

Una patrulla, de unos 8 marines, había logrado penetrar por la derecha de la roca mientras que el resto del pelotón enemigo esperaba el resultado de la exploración.

Al ver a los ingleses, Cisnero disparó inmediatamente una ráfaga de fuego. La respuesta fue un cohete Law de 66mm que le pegó de lleno, abriéndole un buraco en el medio del tórax. La onda expansiva revoleó por el aire a Vizoso Posse y cayó sobre las rocas a metros de él.

—¿Cómo estás, hermano? —inquirió. Lo tomó con ambas manos, giró el cuerpo con impotencia y comprobó que el Perro estaba muerto. Los ojos abiertos, la cara perfecta, sin ningún rasguño; el torso musculoso, ultrajado por la pólvora y el acero.

Aturdido, El Yanqui se arrastró en posición larvada y buscó la MAG. Pero la pieza más grande era apenas un retazo de la culata. El cohete también había destripado el arma.

A través del murmullo nervioso que se aproximaba hacia él, cuyas palabras no lograba comprender, tomó conciencia de la situación en la que se hallaba.

—Este es el final—pensó—, pero rendirme, jamás. Antes prefiero estar muerto.


  Un soldado argentino, el capitan de IMARA Dante Camiletti, cae prisionero de los ingleses

En un segundo de lucidez, se dejó caer sobre la piedra y se acomodó de costado, acercando su nariz al cuerpo todavía tibio del Perro. En esa posición extraña, simuló estar muerto. La sangre de su camarada le humedecía el rostro. Pero no podía olerla siquiera. La potencia de la explosión, con su constelación de pólvora, le había anulado tanto el gusto como el olfato.

Lentamente y de forma agazapada, los agresores —seis ú ocho— se aproximaban. Pero el trauma acústico le impedía escuchar o medir sus pasos.

El mundo se había detenido en ese instante. Aunque en el campo de combate arreciaba una tempestad de gritos y fuego cruzado. La patrulla inglesa había logrado penetrar en lo que en la guerra se conoce como "la zona de muerte".

Al llegar a la elevación donde se hallaban, "uno de los ingleses se paró frente al Perro, mientras su compañero se ubicó detrás de mí. Sin emitir palabra, sin siquiera inspeccionar el estado en que se encontraba Cisnero, el primero aligeró su munición, descargándole una innecesaria ráfaga con su fusil. El cuerpo del Perro, otra vez mancillado, se sacudió como electrificado por la potencia de los impactos".

El otro inglés esperó su turno de disparo. Y en un claro afán por rematar al enemigo, en automático acribilló a quemarropa al teniente. Luego volteó con una violenta patada la anatomía del comando. Buscó cerciorarse de que su presa ya no respiraba. Emulando la última imagen del Perro, el oficial contuvo la respiración y mantuvo —sin parpadear— los ojos abiertos.

Las esquirlas de las piedras le habían lacerado el rostro. Pero Vizoso Posse, milagrosamente, aún respiraba. Los ingleses ya habían roto la emboscada. Aunque, contrariando la estrategia militar, en vez de continuar a la vanguardia, descendieron por el mismo lugar por donde habían venido. Buscaban socorrer a su tropa, que combatía con denuedo contra los comandos de Rico.

  Vizoso Posse (arriba, a la izquierda) y sus camaradas del CC601, con una de las motos de enduro Kawasaki con las que se movilizaban en las operaciones especiales

Aturdido, con alguna dificultad para respirar e incrédulo por estar vivo, Vizoso Posse buscó su fusil y agotó un primer cargador hacia sus verdugos en retirada. Extrajo otro más del chaleco del caído y también lo vació con furia. Recién en ese instante un hilo de sangre le advirtió que estaba herido.

La contraofensiva permaneció acallada desde aquel sector. Si bien no pudo corroborar con sus ojos la efectividad de sus disparos, por la ausencia de fuego pensó que había acabado, o al menos magullado, a algunos de ellos.

Sin cobertura, aferrado a su Fal, El Yanqui trotó hasta donde estaba su jefe. Le comunicó que su sargento dilecto yacía muerto, que él estaba herido y que debía cambiar de posición.

Necesitaba que el médico de los comandos, el mayor Hugo Ranieri, frenara la hemorragia con un apósito.

Su desplazamiento atrajo como un imán más fuego británico. El paredón de piedra con el que se cubría el médico, no alcanzaba para resguardar a los dos hombres.

—Eh, me trajiste el fuego para acá—se quejó espontáneamente Ranieri.

—¡Estoy herido! —lo atajó.

Ranieri le tanteó con su mano la espalda.

—Tenés una herida grande, pero si llegaste hasta acá, estás bien. Podés seguí combatiendo—lo tranquilizó.

El Yanqui volvió a asomar su cabeza y ahora a distancia de tiro observó dos siluetas británicas. Bajó uno y después al otro. Esta vez las muertes enemigas las atestiguaron su camarada y el resto de los comandos.

El combate se extendió unos 30 minutos hasta que cesó la resistencia enemiga. Del pelotón argentino, además del Perro, sucumbió el sargento Ramón Gumersindo Acosta y una esquirla lesionó al gendarme Pablo Daniel Parada, del grupo Alacrán.

  El sargento Ramón Gumersindo Acosta, comando de la Gendarmeria Nacional, caído en acción el 10 de junio de 1982

El ministro de defensa británico reconoció oficialmente 4 bajas británicas y tres heridos. Aunque la versión argentina arriesga que fueron más.

La herida

El Yanqui solo entregó su fusil tras alcanzar la primera línea argentina. Allí le practicaron las primeras curaciones.

Durante seis horas de caminata, sentía acrecentársele el dolor punzante en la espalda. En el hospital de campaña de Puerto Argentino, el médico al desvestirlo halló, enredado entre sus ropas, el rosario que portaba, desprendido de su nuca. Ninguno reparó en ese momento que le faltaba una cuenta.

  El rosario hallado entre sus ropas

Al revisarlo, el médico, sin otro instrumental que su mano, le extrajo cerca de la clavícula un proyectil de 2cm de largo. Como la munición era trazante al ingresar por el omóplato derecho fue cauterizando la carne en un recorrido ascendente y oblicuo hasta quedar alojada a la altura del cuello, del lado izquierdo. Fue ahí, cuando al observar el proyectil, el médico habló, literalmente, de un milagro.

La munición había impactado primero en una de las cuentas plásticas del rosario y se mantenía todavía fundida y adosada al acero. Ese obstáculo, a corta distancia, no solo amortiguó el impacto; también ralentizó y desvió el recorrido. El rosario—aseguraron los médicos—le salvó la vida o, al menos, de quedar cuadripléjico.

  El proyectil con la cuenta de plástico fundida al acero

Vizoso Posse fue evacuado de Malvinas hacia el continente en el último Hércules el 13 de junio, un día antes de la caída de Puerto Argentino. Por eso asegura que él nunca se rindió ante los ingleses.

  “Yo no me rendí ante los ingleses” dice a Infobae el mayor (RE) Jorge Vizoso Posse