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sábado, 1 de mayo de 2021

Inteligencia: Cómo Argentina se hizo de los códigos del Exocet para atacar a la flota

Los Exocet, el arma más temida por los británicos en Malvinas y el francés despechado que los hizo funcionar a último momento

En el libro “La Guerra Invisible” se revelan las operaciones de espionaje de los agentes de inteligencia de la Marina argentina y sus pares británicos del MI6 en torno a los misiles. El embargo a la Argentina y las gestiones en el mercado negro de armas. El doble rol que jugó Francia y la aparición fortuita de un hombre que brindó la “tabla de coeficientes” que faltaba para poder usarlos

Por Marcelo Larraquy || Infobae
Un Super Etendard de la aviación naval con su carga de misiles Exocet, el arma más temida por los británicos en el guerra de Malvinas

A partir de desembarco argentino en Malvinas del 2 de abril de 1982, dos miembros de la Subcomisión de Compras de la Armada Argentina asentados en París, el capitán Carlos Corti y el capitán Julio Ítalo Lavezzo, iniciaron un desesperado raid entre traficantes de armas e intermediarios para la compra en el mercado negro de misiles Éxocet, el arma más temida por Gran Bretaña. Francia, adherida al embargo de la Comunidad Europea, había suspendido el envío a la Argentina, y tampoco entregó la tabla de coeficientes que permitían que los misiles pudieran ser lanzados desde los aviones Super Étendard. Lo que sigue es un extracto del libro “La Guerra Invisible”, de Marcelo Larraquy, en el que se relata la guerra de espías británicos y argentinos en Europa en torno a los Éxocet y de cómo Argentina obtuvo finalmente los coeficientes que posibilitaron que los misiles luego impactaran sobre la flota británica.

(…) La entrega de los primeros cinco aviones y cinco misiles se cumplió en las condiciones programadas, aunque no sin sospechas. La compra había activado a la contrainteligencia británica, que se informó sobre las características del Super Étendard y el adiestramiento de los pilotos argentinos. El Servicio Secreto de Inteligencia (SIS), la agencia de ultramar de la inteligencia británica, más conocido como MI6 (Inteligencia Militar Sección 6), recibía informes de sus espías en el exterior y de servicios como la Agencia Central de Inteligencia (CIA) o la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), y de otros países aliados, amigos o con los que compartían intereses puntuales. Un cuerpo de criptógrafos que descifraban mensajes, expertos en radiofrecuencias, programadores, operadores de escuchas y agentes encubiertos en distintos territorios, en su rutina de trabajo, enviaban materiales que distintos equipos del SIS procesaban, analizaban y valoraban política y estratégicamente, valoración que llegaba al Comité de Inteligencia Conjunto (Joint Intelligence Committee), el centro de la inteligencia británica. Para el caso de los Super Étendard y los pilotos argentinos, el SIS tenía la autorización de sus pares de la Seguridad Exterior francesa para el espionaje sobre las actividades de la Subcomisión Naval de Compras en París. Francia, que consideraba aliados a los británicos y amigos a los argentinos, fue leal hasta donde pudo con las partes en conflicto. Asistió a Gran Bretaña en sus indagaciones sobre el reequipamiento militar argentino y también le informó al embajador argentino Gerardo Schamis que tanto Corti como Lavezzo, y él mismo, estaban siendo escuchados por el SIS.

El traslado a la Argentina de los aviones SUE y los misiles Exocet se realizó bajo extremos recaudos de seguridad. Los materiales, embalados por partes, fueron custodiados por la Gendarmería Francesa hasta su llegada al puerto de Saint-Nazaire. Un grupo de comandos anfibios viajó desde Mar del Plata para verificar que el buque de la Armada ARA Cabo de Hornos, que transportaría el material, no tuviese explosivos.

Al misil Exocet se lo denomina "Fire and forget" (Tire y olvídese) ya que se trata de un arma con capacidad de autonomía para redireccionarse en vuelo y buscar el centro de gravitación del blanco.

Los cinco aviones y cinco misiles zarparon hacia Puerto Belgrano, Bahía Blanca, a principios de noviembre de 1981. El resto de la entrega de la compra quedaría postergado para abril de 1982. Según Francia, la demora se debía al cambio del sistema inercial y a la prioridad del contrato de Aérospatiale con Irak.

La entrega, para un objetivo bélico, hasta ese momento era inocua: Francia no había proporcionado a la Argentina la información de los coeficientes de la computadora central —el coeficiente de armamento (CDA)—, que permitía establecer el “diálogo electrónico” del Super Étendard con el Exocet. Los aviones podían volar, pero los misiles no podían lanzarse.

El 8 de diciembre la primera remesa de los SUE fue recibida por el jefe del Ejército, general Leopoldo Galtieri, en un acto oficial en la Base Naval de Puerto Belgrano. Los Super Étendard volaron sobre Bahía Blanca y luego comenzaron a utilizarse para las ejercitaciones en el Mar Argentino. Era una rutina que se realizaba cuatro o cinco veces al año desde la Base Espora. Los pilotos todavía no habían sido capacitados para despegar desde el portaviones 25 de Mayo. Esta instancia estaba programada para 1983.

El general Galtieri se aprestaba a asumir el poder y también tenía en mente la recuperación de las islas Malvinas. (…)

En ese tiempo intermedio, el jefe de la Armada activó la operación. Puso en funciones al nuevo comandante de Operaciones Navales, el vicealmirante Juan José Lombardo. Su primera tarea, le dijo, debía ser la presentación de un “plan actualizado para capturar las Malvinas”. Como parte de ese plan, debía traer al país el resto de los aviones y misiles comprados a Francia para que llegaran antes del 1o de junio de 1982. Lombardo entendió que el plan no se ejecutaría antes de esa fecha y tampoco después del 3 de enero de 1983, cuando se cumplieran los ciento cincuenta años de la ocupación británica. (…)

El desembarco argentino fue retrasado por un temporal, pero en la madrugada del viernes 2 de abril de 1982 ochocientos soldados del Segundo Batallón de Infantería comenzaron a tomar posiciones. Los marinos británicos en servicio, que no eran más de treinta, no opusieron resistencia. Solo hubo una escaramuza, en la que murió el capitán Pedro Giachino y otros soldados resultaron heridos. A las 9:30 de la mañana el gobernador británico Rex Hunt se rindió en la residencia oficial de Puerto Stanley. A partir de ese momento, la capital de las islas se denominaría Puerto Argentino. Al día siguiente, tras dos horas de combate, Argentina tomaría el control de las islas Georgias. (…)

La Guerra Invisible, el último libro de Marcelo Larraquy

El 6 de abril, Francia se plegó al embargo resuelto por la Comunidad Europea y Estados Unidos: se ordenaba el bloqueo de la relación comercial con la Argentina, incluido el envío de armas, por cuarenta y cinco días; cumplido ese plazo se renovaría. La continuidad del contrato de aviones y misiles entre Francia y Argentina quedó suspendida. En la práctica, hasta ese momento, la Armada contaba con cinco aviones Super Étendard, pero su sistema de armas, el misil Exocet AM-39, no estaba en condiciones operativas. La Subcomisión Naval de Compras intentó romper el bloqueo y conseguir los misiles al precio que fuera, asumiendo cualquier riesgo. Contaba con la autorización del almirante Anaya. Tenía libertad de acción. La Subcomisión estaba instalada en el 58 de Avenue Marceau. Un piso más arriba estaba Ofema (Office français d’exportation de matériel aéronautique) (…) Durante casi dos años el capitán Corti había mantenido con ellos un trato constante y amable, hasta que la suspensión del contrato enfrió la relación. Ahora no era solo el servicio británico, sino también distintas agencias de inteligencia francesas las que grababan sus conversaciones en su oficina y en su casa.

Los integrantes de la Subcomisión Naval eran hombres controlados.

Corti continuó sus acciones con normalidad, como si nada sucediera. En las comunicaciones telefónicas, transmitía un falso optimismo. Comentaba que los coeficientes ya habían sido enviados a la Argentina pero que desconfiaba de la capacidad de los técnicos para integrarlos al sistema de armas. Era cuestión de tiempo. Trataba de desinformar, de confundir, sobre todo de fastidiar a los espías. El funcionamiento del sistema de armas era la clave del enigma, el misterio que trataban de descifrar las agencias de inteligencia.

Super Etendard en 1982 Guerra de Malvinas

El Super Étendard era el único medio de combate actualizado a la altura de las patrullas aéreas de combate británicas. El resto de las unidades de la Aviación Naval y la Fuerza Aérea Argentina estaban una generación atrasada. Los Mirage no podían reabastecerse en vuelo y los Skyhawk, en sus distintas versiones —A-4B, A-4C y A-4Q—, operaban con bombas convencionales. La única amenaza real era el Super Étendard, si contaba con el misil en condiciones de ser disparado. Y, para ello, era imprescindible la introducción de los coeficientes en la computadora del avión. Sin los coeficientes, el Exocet perdía utilidad. El misil podía lanzarse a una distancia de 40 kilómetros del blanco. Desde que se oprimía el botón de la alidada con la empuñadura que maneja al radar Agave hasta el impacto, podían mediar no más de tres minutos. El Exocet volaba a una velocidad de 1200 kilómetros por hora. (…) En 1982, el único sistema de contramedida frente al Exocet era el chaff, una nube de láminas metálicas que se lanzaba al aire con la intención de crear ecos falsos para “seducir” al misil e intentar confundirlo, a fin de que desviara su recorrido. Sin embargo, la más eficaz protección de los portaviones británicos, el Hermes y el Invincible, eran los buques destructores tipo 42 que los rodeaban. Tenían la función de protegerlos con sus defensas antisubmarinas y antiaéreas.

El presidente francés François Mitterrand se comprometió con el embargo. Le aseguró a Gran Bretaña que no habría más aviones ni misiles para la Argentina y confirmó que el sistema de armas no estaba integrado. Faltaban los coeficientes. Y no habría posibilidad de “fuga de misiles” desde Aérospatiale. Tenía la palabra de su hermano, el general Jacques Mitterrand, aviador retirado y titular de la empresa estatal. Francia estaba dispuesta a cooperar: entregó a Gran Bretaña los contratos de compra firmados con la Argentina, cedió aviones para que conocieran sus prestaciones y también pudieran realizar pruebas de detección y contramedidas con el radar Agave. El servicio de inteligencia francés también monitoreó la búsqueda de misiles de la Subcomisión Naval en el mercado negro. Las transcripciones de las conversaciones del capitán Corti fueron enviadas al SIS.


Corti intentó obtener misiles adquiridos por otros países, aun cuando hubieran firmado el “certificado de usuario final” que impedía la venta posterior a un tercero. También gestionó la compra con traficantes de armas. Uno de ellos era el franco-libanés Anthony Tannoury, apodado “El Magnífico Tony”, que llegaba a las reuniones en un Rolls-Royce y decía ser el primo de Kadhafi. Tannoury prometió interceder ante Libia, Paquistán e Irak para obtener los misiles. Corti tenía esperanzas de que los libios lograran liberar algunos de los misiles que poseía Irak, pero Bagdad se negó a ceder parte de su compra. Ellos también estaban en guerra. Enterado de las gestiones, el general Jacques Mitterrand recomendó al embajador Schamis, a través del general Roland Glavany, director de Ofema, que ofició de mensajero, que no se vincularan más con traficantes, empresas, intermediarios ni agentes secretos de ningún país. Sería una pérdida de tiempo y de dinero. Francia tenía controlado el “parque logístico” y no permitiría ninguna transacción. “Nadie les venderá nada y les van a robar el dinero”, le explicó. (…)

Las necesidades para el combate aéreo continuaron enfocadas en los misiles Exocet. Corti tenía muchas acciones en progreso, pero le resultaba complicado el manejo técnico de las operaciones financieras y, además, por el boicot a la Argentina, Gran Bretaña intentaba inmovilizarle el dinero. Todos los días aparecían supuestos vendedores de misiles en busca de un contrato, con promesas más o menos serias o extravagantes, con cartas de recomendación de agregados navales, militares o embajadores, con los que se reunía junto al capitán Lavezzo. Si la propuesta no le resultaba convincente, los enviaba a Buenos Aires para que prosiguieran las negociaciones en el Edificio Libertad. En una oportunidad el embajador Gerardo Schamis conectó a la Subcomisión Naval con un grupo de franceses que prometieron entregar diez misiles por un valor de nueve millones de dólares. Pero, luego de una reserva inicial, el material no se entregó, el dinero fue bloqueado y solo se recuperaría tras arduas gestiones financieras.

El armado del Exocet en el avión Súper Etendard

Otra de las tratativas de Conti fue con un traficante norteamericano, Marcus S. Stone, que le ofreció cuatro misiles a un costo de 6.300.000 dólares. La operación triplicaba el precio del contrato con Aérospatiale —el costo era 450 mil dólares por unidad—, pero la Armada le había dado carta blanca. Stone, que operaba desde Los Ángeles, le dio a Corti las instrucciones para el pago. El depósito debía hacerse en la cuenta bancaria de su socio en Holanda. Corti hizo los chequeos previos y realizó el pago, pero los misiles nunca se entregaron.

El SIS también distraía a Corti con operaciones de contrainteligencia: le plantaban traficantes. Querían ilusionarlo, hacerle creer que estaba a punto de comprar los misiles y luego le hacían caer la operación. El SIS tenía informantes que los ponían al corriente de las negociaciones en curso, y la Secretaría de Defensa les había autorizado a mejorar cualquier oferta argentina en el mercado negro para bloquear la compra.

John Dutcher fue uno de los traficantes puestos por el SIS en el camino de Corti. Era un ex infante de marina norteamericano con experiencia en contratos con Libia. Contactó a Corti en París, le presentó las cartas de su empresa en Milán, mostró sus antecedentes y le ofreció ayudarlo a buscar misiles en el mercado negro. Corti aceptó. Dutcher empezó a reunirlo con supuestos vendedores de distintos países, todos ellos informantes del SIS. El paso siguiente fue la presentación de una oferta con origen en Bagdad, un jeque iraquí y un general que le ofrecían veinte misiles AM-39 a un millón de dólares cada uno. Mantuvieron varios días a Corti a la expectativa, detrás de esa operación, pero luego Dutcher súbitamente la dio por caída.

La búsqueda continuó por intermedio de Perú, que había comprado doce Exocet y, cuando comenzó la guerra, reclamó la entrega inmediata. A fin de acelerar el trámite, Perú ofreció el traslado de un barco para retirarlos del puerto. Demandó al menos ocho misiles. La documentación de pago dejaba ver a la logia italiana Propaganda Due (P2) mezclada en la operación. Era una carta de crédito emitida por el Banco Central de Lima respaldado por el Banco Andino, propiedad del Banco Ambrosiano, que a su vez estaba asociado a la banca vaticana, el Instituto para las Obras Religiosas (IOR). La entidad solía utilizarse como red de lavado de dinero.

El capitán Corti, como muchos oficiales de la Marina argentina, era miembro de la P2 y estaba casado en segundas nupcias con una sobrina de Licio Gelli, el jefe de la logia masónica. La contrainteligencia británica solicitó a sus pares italianos que le informaran si Gelli estaba ayudando a Perú en la compra de misiles que, no dudaban, serían trasladados a la Argentina. (En ese momento el jefe masón se encontraba prófugo, luego de escapar de un allanamiento de su residencia de Arezzo, Italia, en el que se reveló la identidad de los miembros de la P2. Roberto Calvi, apodado “el banquero de Dios” por su vínculo con la banca vaticana, había sido condenado y liberado luego del derrumbe del banco Ambrosiano. Aparecería colgado de un puente de la city de Londres tres días después del final de la guerra).

Perú continuó presionando a Francia por la entrega de ocho misiles. Debían embarcarse el 10 de mayo en el puerto de Le Havre, en la región de Normandía. Era un reclamo de gobierno a gobierno. Perú no tenía ningún tipo de embargo y se estaba incumpliendo el contrato, pero Francia argumentó que una supuesta huelga en el puerto imposibilitaba la carga del material para el traslado. El general Jacques Mitterrand, que había viajado a Londres esa misma semana, le aseguró a Thatcher que no los entregaría.

Mientras continuaba el trato con intermediarios que además del Exocet ofrecían toda clase de misiles, cañones y municiones, con operaciones directas o trianguladas a través de Irak, Pakistán o Sudáfrica, Corti conseguiría, de manera inesperada, la información clave para que el sistema de armas del Super Étendard funcionara y los cinco misiles que poseía la Argentina en la Base Espora pudieran ser lanzados. (…)

Un técnico apresta el Exocet mientras el capitán de corbeta Francisco pone en marcha el avión en Río Grande

El 31 de marzo, el capitán Colombo, comandante de la escuadrilla (de los Super Étendard), había recibido la directiva de preparar a los pilotos con una técnica de ataque nueva, que no tenía antecedentes en la historia de la aeronáutica, para la eventualidad de una guerra. Colombo los reunió a todos en la base. “A partir de ahora”, les dijo, “el hangar será como un portaviones. Pasarán día y noche acá adentro. Les conviene despedirse de sus familias. Las luces del hangar no se apagarán hasta lograr el diálogo electrónico”. Quería que el misil pudiera ser lanzado. “Si se lanza en condiciones adecuadas”, explicó, “con la velocidad que corresponde, a la altura que corresponde y sobre el objetivo que corresponde, se hace blanco. O se debería hacer blanco. Porque la certeza absoluta en materia de tiro no existe. A lo mejor usted tira, todo está bien, y no acierta. Es lo que Carl von Clausewitz llama ‘la niebla de la guerra’. En la guerra reina la confusión, la incertidumbre. La guerra es la actividad más compleja del hombre”. No eran palabras suyas, dijo. Eran de Charles de Gaulle. “No hay ninguna certeza de que lo que se prevea vaya a suceder”.

Los ingenieros y técnicos del taller de misiles de la Base Espora estaban familiarizados con el Exocet mar-mar 38 (MM-38) que podía impactar de buque a buque. La Armada había adquirido veinticuatro unidades. Pero con los Exocet aire-mar (AM-39) no había experiencia. Acababan de llegar y no podían utilizarse. La implementación del “diálogo electrónico” había sido anunciada para el 8 de abril, cuando arribara desde Francia de la comisión técnica de Aérospatiale, la fábrica que había diseñado y construido el misil, que introduciría los coeficientes en la computadora y realizarían las pruebas para asegurar el funcionamiento del sistema de armas. Con la ocupación de las islas, y el posterior embargo al que adhirió Francia, la llegada de la comisión se canceló.

El desembarco argentino también abrió un margen de incertidumbre con los técnicos franceses ya instalados en la Base Espora. Un ingeniero hidráulico y un técnico de motores de Dassault, otro técnico de Snecma, y dos técnicos más: uno de Sagem, especialista en electrónica para la central inercial, y el otro de Thompson-CSF. Habían llegado en diciembre de 1981, después del arribo de los cinco Super Étendard. Residían en Bahía Blanca. Durante el verano convivieron con los técnicos de la base, trabajaban de 7 a 14. Los capacitaban, realizaban inspecciones, participaban de las prácticas, pero no estaba entre sus aptitudes la resolución del “diálogo electrónico”. Una vez iniciada la guerra el capitán Colombo les recomendó que se fueran por un tiempo, que tomaran vacaciones. Pero Hervé Colín, jefe de la delegación francesa, dijo que preferían quedarse para cumplir con la letra del contrato. La delegación permaneció en la base intentando colaborar junto a los mecánicos armeros en las pruebas de validación del Exocet con los aviones, aunque no conocían el procedimiento.

Hasta el 10 de abril, cuando la Fuerza de Tareas navegaba rumbo a las islas, no se había logrado la comunicación entre el avión y el misil, pese al trabajo diurno y nocturno de los oficiales, suboficiales y cabos de la escuadrilla, los ingenieros y técnicos del Arsenal Aeronaval y los especialistas en el sistema de armas en la Base Espora. Se buscaba la compatibilidad de todos los sistemas para que funcionasen integrados y pudiera lanzarse el misil. Pero no lo lograban. Probaban coeficientes de manera simulada, se generaban blancos supuestos en la pantalla de radar, hacían cuentas matemáticas para cargar los valores en la computadora, y tampoco resultaba. Solo quedaba la esperanza de que la Subcomisión Naval de Compras en Francia obtuviera los datos faltantes, pero esa ilusión era lejana. Aun sin contar con el sistema de armas en condiciones operativas, la escuadrilla comenzó a diseñar tácticas de ataque. (…)

La escuadrilla hizo su propia experiencia para crear un perfil de vuelo sobre la ría del Puerto Belgrano, próxima a la Base Espora. Los favoreció que el principal buque de defensa antiaérea de la flota enemiga fuera el HMS Sheffield, el primero de la serie tipo D42 (destructor 42). La Armada argentina contaba con los destructores ARA Santísima Trinidad y su gemelo ARA Hércules, que se habían construido junto al Sheffield y tenían el mismo radar, tipo 965. (…)

Hundimiento del Sheffield Guerra de Malvinas 4 de mayo 1982

Mientras se producían las prácticas, un hombre de mediana edad se presentó en la oficina de la Subcomisión Naval de Compras en París para conversar con Corti y Lavezzo. Dijo que durante muchos años había trabajado en Aérospatiale y que había sido despedido de un modo injusto. Quería vengarse. Y la venganza ahora estaba en su attaché. De allí extrajo una carpeta y les mostró unos papeles que estaban dentro. Eran los coeficientes para introducir en la computadora del Super Étendard, situada a la derecha de la pierna del piloto, para activar la comunicación electrónica con el misil Exocet, ubicado debajo del ala derecha. Los coeficientes del “diálogo electrónico”. Estaban allí, sobre la mesa. Corti y Lavezzo revisaron el material y lo creyeron auténtico. Lo remitirían a Buenos Aires.

El problema era cómo enviar información tan sensible con todas las agencias de espionaje detrás. ¿Debía llevar la carpeta uno de ellos? ¿Iría por valija diplomática, con la gestión del embajador Schamis? Quizás el material quedaría muy expuesto. Alguien recordó a un piloto naval retirado, en ese momento comandante de Aerolíneas Argentinas, que volaba con regularidad a Francia: Walter Oppen. Lo contactaron ni bien tocó el aeropuerto con un Jumbo 747. Le hablaron del secreto, de las prevenciones, de los espías, del valor que tenía para el país que esa carpeta llegara a destino. Oppen lo entendió. Apenas aterrizó la aeronave en el aeropuerto de Ezeiza un auto de la Armada lo esperó en la pista y lo condujo al Edificio Libertad.

Los coeficientes llegaron el 15 de abril a la Base Aeronaval Comandante Espora. Los tomaron el capitán Curilovic, jefe de Logística, y el teniente Rodríguez Mariani, jefe de Armamento. Todos los técnicos electrónicos del taller de misiles empezaron a trabajar. También convocaron al capitán de fragata e ingeniero electrónico Julio Pérez, especialista en control y guiado de misiles. En las pruebas del hangar, se simulaba el vuelo del Super Étendard. Hasta que Curilovic pronunció ante Colombo la frase sagrada, “tenemos el Top Misil”. Se produjo el “diálogo electrónico”. El avión ya podía comunicar su blanco al misil. El 17 de abril Bedacarratz y Mayora realizaron un simulacro de ataque, con reabastecimiento aéreo a 300 millas náuticas de la Base Espora, contra el destructor Santísima Trinidad, situado a 530. La posición fue dada por un avión explorador Tracker S-2E, quince minutos antes del lanzamiento.

Al día siguiente la Segunda Escuadrilla de Caza y Ataque preparó el traslado para la base de Río Grande. Eran diez pilotos, ochenta y seis suboficiales de distintas especialidades y cuatro soldados conscriptos. Tenían a disposición cinco Super Étendard —aunque uno sería “canibalizado” para usarse como repuesto— y cinco misiles Exocet. La delegación de técnicos franceses se ofreció para viajar con ellos, pero Colombo les agradeció el gesto. Se quedarían en la Base Espora.

La Argentina ahora contaba con su arma de guerra más poderosa. Solo faltaba saber si funcionaba.

El 4 de mayo, con el impacto del Exocet sobre el destructor Sheffield, comprobarían que sí.


sábado, 10 de abril de 2021

Malvinas: Capitán Julio Pérez, la ITB y un relato de pura admiración rusa

Historias marinas. Cómo hundir un barco moderno de estilo ruso

Autor: Roman Skomorokhov
Revista Militar
(original en ruso)





Esta historia está algo fuera del esquema general, ya que se trata de asuntos no tan lejanos como la Segunda Guerra Mundial, pero, sin embargo, la historia es más que asombrosa. Y es asombroso cómo se puede sacar mucho provecho de la nada, teniendo la cabeza y el deseo.

Sin embargo, juzgaremos al final de nuestra historia, pero me parece que Daniel Guillermo Gionko, quien fue el primero en presentar esta historia, incluso subestimó un poco los méritos de su (y nuestro) héroe.

Familiaricémonos. Julio Marcelo Pérez. Ingeniero electrónico. Nuestro primer héroe.



No se sabe mucho sobre Pérez. Hay más Pérez en Argentina que Smirnov en Rusia en términos porcentuales y, lo más importante, el Capitán Pérez, quien murió como almirante, era una persona a la que no le gustaba la atención a su persona.

El segundo héroe, más precisamente, los héroes, son ingenieros y diseñadores franceses de la famosa empresa Aerospatiale, que en el lejano 1974 crearon lo que resultó ser un misil crucero Exocet (pez volador) muy exitoso.



El misil era de alcance medio, muy maniobrable y podía volar muy bajo sobre el agua. En general, un pez volador como es. Y el hecho de que Exocet siga siendo relevante y esté en servicio con muchos países (modelos modernos, por supuesto), sugiere que el misil resultó ser bastante.

Y si miras cuántos barcos hundieron los "Exocets" durante las guerras Irán-Irak ... Más de cien.

En general, habiendo comenzado a producir su "pez volador", sin siquiera tuvieron tiempo suficiente para probar, los franceses comenzaron a "cortar el balacao". Y no solo la venta del MM-38 ("barco a barco") comenzó en 1978, sino que al año siguiente Aerospatial también lanzó al mercado el misil aire-barco AM-39 lanzado desde el aire. Y también en un estado a medias, y aun así modestamente ofreciendo comprar cohetes con vehículos de lanzamiento en carga.

Era algo nuevo en el mundo ofrecer aviones y misiles de crucero completos. Pero lo que fue, lo fue. Se ofreció en la carga el Dassault-Breguet "Super Еtendard", un avión de ataque supersónico que era embarcado. Todo es normal para nosotros, el mundo entero, por supuesto, se volvió loco con tanto descaro.



Pero también hubo quienes gustaron de tal oferta. Por ejemplo, Argentina, que lentamente pero con mucha confianza representó un conflicto, y no con nadie, sino con Gran Bretaña por las Islas Malvinas.

Los argentinos lograron abastecerse bien de MM-38 “Exocets” e incluso ordenaron 15 aviones de ataque con misiles AM-39. Pero recibieron sólo 5 series de 15. Los británicos lanzaron una gran rabieta diplomática a los franceses y frustraron el trato. Además, al mismo tiempo, se frustró un acuerdo para Perú, que también quería adquirir aviones con Exocets.

En general, es lógico, ¿y si los peruanos compartieran con los argentinos? Quién sabe, estos sudamericanos, así son ...

Bueno, para compensar las pérdidas de Francia, los británicos compraron Exocets (en general, no particularmente necesario) en su totalidad: 300 unidades. Como dicen, los franceses tenían un negocio y nada personal. ¿Quieres que nuestros misiles no estén cerca de tus enemigos? No hay duda, consígalo.

En Argentina estaban realmente preocupados. Se dieron cuenta de que las cosas del otro lado del mundo estaban arregladas por Gran Bretaña para que Argentina comenzara a tener problemas con los suministros. Y mientras los diplomáticos se peleaban y discutían, llegó a Aerospatiale toda una delegación de Argentina.

La delegación, digamos, no solo no fue impresionante, provocó risas entre los franceses. Los avanzados (45) años para su rango son el Capitán Julio Pérez y dos guardiamarinas (tenientes subalternos) Antonio Schucht y Luis Torelli.





En general, los delegados del tercer mundo en la principal firma francesa no despertaron respeto y admiración. Sí, se les permitió deambular sin hacer nada por la empresa, comunicarse con el personal e incluso responder preguntas. ¿Por qué no contestar, bueno, qué entienden estos pastores argentinos sobre tecnologías finas?

Cierto, el Capitán Pérez tenía un doctorado en ingeniería, y dos guardiamarinas eran sus ex alumnos de posgrado y aprendices ... Y si en la base Pérez se graduó de la Universidad de Buenos Aires con el título de ingeniero electrónico, entonces defendió su doctorado en ingeniería aeroespacial en la Universidad de Roma. Pero Pérez prefirió no hablar de eso.

Entre otras cosas, Pérez trabajó en el departamento de investigación y desarrollo de cohetes de CITEFA, diseñó y montó el Exocet MM-38 en varios barcos de la Armada Argentina y recibió misiles AM-39 junto con aviones.

En general, los argentinos eran tontos, miraban, escuchaban con respeto y se agitaban el bigote. Más precisamente, en el bigote de Pérez. Y cuando regresaron, comenzaron a relajarse.

Mientras tanto, en 1982, Argentina no estaba bien en la guerra. Sí, con la ayuda del AM-39 lograron enviar al fondo al destructor de misiles Sheffield y hundir el portacontenedores Atlantic Conveyor, lo que resultó en la pérdida de una gran cantidad de equipo militar para los británicos.

Pero todo lo bueno llega a su fin, y se acaban los "Exocets" AM-39. Por supuesto, no había ningún lugar para llevar a los nuevos. Los británicos, completamente brutalizados por las pérdidas, comenzaron a organizar bombardeos de posiciones argentinas día y noche.

Y aquí es donde el capitán Pérez y sus alumnos fueron útiles. Su comunicación informal (bueno, sí, borracheras) con especialistas franceses resultó en la creación de un lanzador tipo "tú-sabes-qué y palos".

En principio, se utilizó todo lo que estaba a mano. Lo principal es que el soldador es sobrio y serio. Esto sucede incluso en Argentina, y por eso sucedió algo. Algo era completamente feo, pesado, voluminoso e incómodo.



Sí, se veía espeluznante. Sin embargo, este monstruo podría haber disparado un cohete MM-38 "allá". Considerando que había mucho más MM-38 en los almacenes, la iniciativa fue recibida con aplausos y pulque.

Las computadoras que controlaban a los Exocets permanecieron en los barcos, que no fueron particularmente desgarrados por los golpes del escuadrón británico y los submarinos. El ejemplo del crucero perdido General Belgrano apagó rápidamente el fervor bélico de los marineros argentinos. Pero desmantelar una computadora que está conectada a todas las redes de trabajo de la nave es muy difícil. Por lo tanto, Pérez se las arregló de forma menos costosa, pero no menos eficiente. Con martillo, palanca y argentino ...

Como resultado, obtuvo un monstruo que de ninguna manera es inferior a los robots transformadores del futuro cercano. Dos contenedores de lanzamiento con misiles, una plataforma inercial sobre estabilizadores giroscópicos, un sistema de guiado y un generador para alimentar todo esto con electricidad. Barato y de buen gusto.

El sistema de guía funcionó en ... ¡tubos de radio! Sí, llevar la instalación a un estado de combate tomó una eternidad según los estándares de los semiconductores para lámparas. Sin embargo, los argentinos no tenían prisa y, por tanto, la velocidad no era tan importante. Lo principal es hacerlo funcionar. Curiosamente, ¡este monstruo funcionó!

Es cierto que, a toda prisa, no tuvieron tiempo de realizar una orientación horizontal adecuada de toda la instalación. Por lo tanto, decidieron simplemente dirigir los contenedores de lanzamiento a un sector determinado y simplemente esperar a que ingresara algún barco británico. Por ejemplo, otro destructor que decidió disparar en Port Stanley.

Pérez resolvió el problema del desplazamiento del mouse de una manera muy original. Hubo un problema muy grave con el software y la conversión de datos del radar: para encontrar el objetivo utilizaron un radar Doppler de pulso de la empresa Westinghouse, y su formato era muy diferente al con el que trabajaba el inteligente Exocet. Esculpir "de lo que es" no siempre es cómodo y fácil.

Además, el propio cohete requirió mucha manipulación para llevarlo a donde se necesitaba.

Para ello, Pérez, junto a sus asistentes Luis Torelli y Antonio Shugt, hicieron un trabajo muy decente. Para empezar, cortaron todos los cables y, con la ayuda de baterías y un tester, determinaron qué señales y en qué secuencia intercambiaban la computadora y la unidad de control de misiles.

Como resultado, Pérez reunió suficiente información para reprogramar manualmente el sistema de control.

Simplemente hubo que engañar al cohete para hacerle creer que las señales que recibe en sus receptores provienen de su propio radar. Y Peres y sus compañeros han modelado y construido un sistema que imita las señales de control eléctrico que una computadora real de a bordo envía al cohete en su ensamblaje original.

El protocolo de lanzamiento se ha convertido en una obra maestra de la improvisación. Cómo se veía en el original: la computadora de a bordo a bordo del barco envió dos veces pequeños paquetes de datos al cohete (solo 64 bits) y esperó a que devolviera la señal en la misma forma. Sin esto, Exocet no se activó. Solo entonces se envió la información de trabajo: distancia, altura de elevación, cuadrante para la búsqueda de objetivos y otros parámetros.

Había un radar, pero no el mismo. No había computadora en absoluto, permaneció en la nave. Pero el cohete tuvo que ser activado y guiado, porque Peres lo hizo simplemente: actualizó el protocolo de lanzamiento para adaptarse a sus condiciones, es decir, simplemente cosió un gran paquete con datos sobre todos los parámetros de búsqueda en la bolsa de activación. Y sin sufrir especialmente, se envió un paquete grande al cohete tres veces.

Pérez soldó a mano los cables cortados durante el estudio, con la ayuda de sus hijos. Como resultado, en la noche del 31 de mayo de 1982, el mutante con raíces francesas estaba listo. Es decir, el tubo pribluda generó las señales necesarias para que el cohete se pusiera en marcha y vuele a alguna parte. Los misiles estaban en contenedores en el lanzador y estaban esperando en las alas.

Dicen que entonces Peres se santiguó según la tradición católica y dijo con un suspiro: "¡Además, la voluntad de Dios, signora!"

La instalación se denominó "ITB" (Instalación de Tiro Berreta), es decir, "Instalación para tiro "Beretta". Con un toque de sencillez, fiabilidad y algo más. (nota del administrador: los autores rusos no terminaron de entender el slang argentino: berreta quiere decir algo cutre, barato, de poca calidad).



Entonces quedó claro lo que quería decir.

Al principio, con la ayuda de Dios, no fue muy bueno. El primer lanzamiento de un barco británico que entró en el cuadrante requerido no salió en absoluto. El cohete se comió el paquete de instalación, pero se negó a volar. El motor nunca arrancó.

Luego comenzaron a preparar el segundo cohete, pero el barco ya se había ido, la trayectoria del nuevo vuelo se calculó sin éxito y el cohete no alcanzó el objetivo.

Los misiles se agotaron, solo había dos de ellos. Tuve que esperar otro viaje.

Entonces el asunto no había avanzado mucho. Una nave enemiga entró casi de inmediato en el cuadrante correcto. Sin embargo, por una razón que no quedó clara, el motor del primer cohete no quiso encenderse. Comenzaron a preparar el segundo, pero a toda prisa calcularon mal la trayectoria y hubo escasez.

En general, el lunes en todo su esplendor. Los misiles se entregaron solo el 5 de junio. Cargaron contra el complejo, comprobaron todo lo posible y empezaron a vigilar a los británicos.

¡Y dejaron de entrar a la zona!

Mientras tanto, el lanzador se desmanteló todas las mañanas para que el reconocimiento aéreo británico no detectara el complejo, ¡y por la noche se volvió a montar!

Esa es la paciencia que debes tener, ¿no?

El ejército argentino llegó a intentar atraer a los británicos al sector de lanzamiento. Resultó, por cierto, casi literalmente. Varias personas de las provincias del norte realizaron sus rituales, donde los indios guaraní y quechua aún provocan lluvia a través de bailes y sacrificios. Entonces lo intentaron.

¡Y realmente ayudó!

El 12 de junio, a las 2:30, los argentinos realizaron sus bailes con panderetas, ya las 3.15 el radar gritó que ¡había un objetivo!

Así es como no creer en los dioses indios ...

El objetivo era el destructor británico Glamorgan con un desplazamiento de 5.440 toneladas, navegando a unos 30 km de la costa, rumbo a Puerto Argentino.



Lanzaron un cohete a la oscuridad, probablemente pidiendo ayuda a todos. Y - ¡he aquí! - ¡Funcionó! Destello, trueno y resplandor blanco: ¡golpe!






En general, los británicos tuvieron suerte, de lo contrario se ahogarían. El oficial de guardia vio milagrosamente el cohete en la pantalla del radar y logró girar la popa del barco hacia él. El Exocet voló hacia la popa del destructor, incendiando un helicóptero en el hangar, matando a 13 personas e hiriendo a 22. Todos los componentes electrónicos a bordo estaban desactivados. Naturalmente, comenzó el fuego.



Pero si el Exocet hubiera volado hacia el centro del casco como estaba planeado, entonces el Glamorgan podría haber enfrentado el destino de Sheffield.

Hay que decir que dos días después la guerra terminó con la derrota de Argentina. Lo cual no fue sorprendente, perder con un país, un miembro de la OTAN, y que también es apoyado por Estados Unidos, esto es normal, todo fue así. ¿Qué podrían hacer cinco aviones de ataque modernos con cinco misiles modernos?

Sin embargo, el caso del Capitán Pérez no se extinguió, sino que, por el contrario, se desarrolló aún más. Y este proceso comenzó ... ¡los británicos!

Sí, en el desarrollo posterior de su sistema de defensa costera Excalibur, los británicos utilizaron la experiencia obtenida de los argentinos.

Y, en general, la participación en ese conflicto enseñó mucho a los británicos. Incluido el hecho de que no se debe subestimar al enemigo.

Y nuestro héroe el Capitán Julio Pérez se retiró como Contralmirante y se dedicó a la docencia. Murió en 2008, dejando atrás varios libros de texto sobre matemáticas superiores.

Cuando se le pedía que comentara esta historia en numerosas entrevistas, Pérez siempre respondía: "Solo estaba haciendo mi trabajo".


Almirante Anaya entrega a Julio Pérez la Medalla de Esfuerzo y Dedicación

El caso en el que la razón, la improvisación y una montaña de material innecesario, sometida a un ardiente deseo de lograr la meta, pueden hacer lo imposible.

Resulta que no solo los rusos pueden realizar milagros de ingenio. Aunque en nuestra historia, quizás, hubo más casos de este tipo. Pero sobre todo a su debido tiempo.