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sábado, 21 de septiembre de 2024

Confluencia de intereses Reino Unido-Chile: ¿Cómo afecta a Argentina?

Los intereses geoestratégicos de Chile y el Reino Unido: contexto histórico, la guerra de Malvinas y el futuro




Por Esteban McLaren para FDRA

Proyecciones


Introducción

Los intereses geoestratégicos de Chile, particularmente su alineación con el Reino Unido, han sido moldeados por factores históricos, económicos y políticos. Este ensayo explora la confluencia de intereses chilenos y británicos antes de la Guerra de las Malvinas de 1982, identifica los principales actores involucrados y examina cómo el conflicto influyó en esta dinámica. Además, profundiza en proyecciones futuras sobre el Estrecho de Magallanes, Malvinas, Georgias del Sur y la Antártida, considerando las implicaciones para Argentina y el potencial de un cambio en las alianzas.

Contexto histórico de los intereses geoestratégicos chileno-británicos

Antes de la Guerra de Malvinas, Chile y el Reino Unido compartían varios intereses geoestratégicos arraigados en vínculos históricos y beneficios mutuos. Los principales actores en esta relación incluyeron líderes políticos, funcionarios militares y actores económicos de ambas naciones.

La relación económica entre Chile y el Reino Unido se remonta al siglo XIX, y las inversiones británicas desempeñaron un papel importante en el desarrollo de la infraestructura y las industrias mineras chilenas. El comercio de nitratos fue particularmente crucial, con empresas británicas fuertemente involucradas en la explotación y exportación de nitratos chilenos.

La influencia británica sobre el ejército chileno ha sido profunda. La Armada de Chile, por ejemplo, se inspiró en gran medida en la Royal Navy, con oficiales navales británicos entrenando a sus homólogos chilenos. Esta conexión militar fomentó un sentido de camaradería e intereses estratégicos mutuos.

Durante la Guerra Fría, ambas naciones encontraron puntos en común en su postura anticomunista. El Reino Unido veía a Chile como un aliado estable en una región propensa a la agitación política, mientras que Chile valoraba el apoyo británico contra posibles amenazas regionales.

La guerra de Malvinas y su impacto

La Guerra de las Malvinas de 1982 fue un importante punto de inflexión en la relación entre Chile y el Reino Unido, resaltando sus intereses geoestratégicos alineados y dando forma a futuras interacciones. Durante la guerra, Chile brindó un apoyo crucial al Reino Unido, incluido el intercambio de inteligencia y asistencia logística. Este apoyo fue fundamental para la campaña militar británica y consolidó una alianza estratégica entre las dos naciones.

La guerra alteró el panorama de seguridad en América del Sur. El apoyo de Chile al Reino Unido lo posicionó como un contrapeso a Argentina, influyendo en la dinámica de poder regional y los alineamientos militares. Después del conflicto, el Reino Unido y Chile continuaron fortaleciendo sus vínculos. La guerra demostró el valor de su asociación estratégica, lo que condujo a una cooperación más profunda en cuestiones de defensa y seguridad.

Proyecciones futuras: Estrecho de Magallanes, Malvinas, Georgias del Sur y Antártida

De cara al futuro, los intereses estratégicos de Chile y el Reino Unido en áreas clave como el Estrecho de Magallanes, Malvinas, Georgia del Sur y la Antártida seguirán dando forma a su relación. El Estrecho de Magallanes sigue siendo una ruta marítima vital, y el control de Chile sobre este paso subraya su importancia geoestratégica. El Reino Unido reconoce la importancia de mantener relaciones seguras y amistosas con Chile para garantizar la estabilidad de esta vía fluvial crucial.

Las islas Malvinas y Georgias del Sur son fundamentales para los intereses territoriales británicos en el Atlántico Sur. El apoyo de Chile durante el conflicto de 1982 ha llevado a una cooperación continua en estas áreas, y ambas naciones se benefician de estrategias de defensa e inteligencia compartidas. La Antártida representa una región de creciente interés estratégico, particularmente en términos de investigación científica y potencial de recursos. Tanto Chile como el Reino Unido han establecido reclamos territoriales y estaciones de investigación en el continente, lo que ha llevado a esfuerzos de colaboración en exploración científica y conservación ambiental.



Implicaciones para Argentina

La fuerte alineación geoestratégica entre Chile y el Reino Unido tiene implicaciones significativas para Argentina, particularmente en términos de dinámica de poder regional y disputas territoriales. El antiguo reclamo de Argentina sobre las Islas Malvinas sigue siendo un tema polémico. La estrecha relación entre Chile y el Reino Unido complica los esfuerzos de Argentina por afirmar su soberanía e influye en las interacciones diplomáticas en la región.

La alianza chileno-británica afecta el equilibrio militar en Sudamérica. Argentina debe lidiar con las capacidades de defensa mejoradas y los mecanismos de intercambio de inteligencia entre Chile y el Reino Unido, lo que podría afectar su planificación estratégica y su postura de defensa. Los vínculos económicos entre Chile y el Reino Unido, incluidos el comercio y la inversión, refuerzan aún más su asociación estratégica. Argentina puede enfrentar desafíos al competir por influencia económica y oportunidades de inversión en la región.

Desvincular los intereses chileno-británicos y fomentar la cooperación argentino-chilena

Si bien la alianza chileno-británica es sólida, ciertos factores podrían potencialmente cambiar la dinámica hacia una mayor cooperación argentino-chilena. Iniciativas destinadas a fomentar la integración regional, como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), podrían promover vínculos más estrechos entre Argentina y Chile. Los proyectos colaborativos en infraestructura, comercio y energía podrían crear dependencias mutuas e intereses compartidos.

Los esfuerzos diplomáticos para resolver disputas territoriales y mejorar las relaciones bilaterales podrían allanar el camino para una mejor cooperación argentino-chilena. En este sentido, las medidas de fomento de la confianza, el diálogo y los mecanismos de negociación son esenciales. Fortalecer las asociaciones económicas entre Argentina y Chile, incluidas empresas conjuntas y acuerdos comerciales, podría reducir la dependencia de aliados externos y fomentar una relación regional más equilibrada. Los esfuerzos de colaboración en sectores como la agricultura, la minería y la energía podrían ser mutuamente beneficiosos.

Los cambios en el panorama geopolítico global, incluidos los cambios en las alianzas y las potencias regionales emergentes, podrían influir en el cálculo estratégico tanto de Chile como de Argentina. Adaptarse a estos cambios y alinear sus intereses en consecuencia podría facilitar una cooperación más estrecha.

El papel de la élite chilena

El papel de la elite chilena en el mantenimiento de la confluencia de intereses entre Chile y el Reino Unido es multifacético e involucra dimensiones políticas, económicas y militares. Su influencia es fundamental para mantener y fortalecer esta relación bilateral, dar forma a políticas y fomentar un entorno propicio para beneficios estratégicos mutuos.

Influencia política y toma de decisiones

La élite chilena, compuesta por políticos influyentes, diplomáticos y altos funcionarios gubernamentales, desempeña un papel crucial en la dirección de la política exterior del país hacia el mantenimiento de fuertes vínculos con el Reino Unido. Históricamente, los líderes políticos chilenos han reconocido las ventajas estratégicas de alinearse con una potencia global como Gran Bretaña. Este reconocimiento se ha reflejado en decisiones políticas e iniciativas diplomáticas destinadas a fomentar una relación estable y cooperativa con el Reino Unido.

Por ejemplo, durante la Guerra de las Malvinas de 1982, la decisión de apoyar al Reino Unido estuvo influenciada por figuras políticas clave que vieron los beneficios estratégicos de ayudar a un aliado poderoso. Este apoyo no fue sólo un reflejo de vínculos históricos sino también una medida política calculada para reforzar la posición de Chile en la región y ganarse el favor de una importante potencia occidental.

Intereses económicos y conexiones comerciales

La élite económica de Chile, incluidos destacados líderes empresariales y influyentes formuladores de políticas económicas, se ha beneficiado históricamente de fuertes vínculos económicos con el Reino Unido. Las inversiones británicas en industrias chilenas como la minería, la infraestructura y las finanzas han creado una red de intereses económicos mutuos que la élite chilena desea preservar.

La participación de las empresas británicas en el comercio de nitratos en el siglo XIX y principios del XX sentó las bases de esta relación económica. En la época contemporánea, la élite económica continúa abogando por políticas que atraigan inversiones británicas y faciliten el comercio. Estos líderes empresariales a menudo tienen una influencia significativa sobre las políticas gubernamentales y utilizan su influencia para asegurar que Chile siga siendo un destino atractivo para el capital británico, sosteniendo así la dimensión económica de la relación bilateral.

Cooperación militar y de defensa

La élite militar de Chile, incluidos oficiales de alto rango y estrategas de defensa, tiene una larga tradición de cooperación con sus homólogos británicos. La Armada de Chile, en particular, ha sido fuertemente influenciada por la Royal Navy, y muchos oficiales chilenos recibieron entrenamiento en el Reino Unido. Esta conexión militar fomenta un sentido de camaradería profesional y objetivos estratégicos compartidos.

Durante la Guerra de Malvinas, el apoyo del ejército chileno al Reino Unido se vio facilitado por estas conexiones profundamente arraigadas. El intercambio de inteligencia y la asistencia logística brindada a las fuerzas británicas fueron coordinados por élites militares que entendieron la importancia estratégica de mantener una alianza fuerte con el Reino Unido. Esta cooperación ha continuado después de la guerra, con ejercicios militares conjuntos, programas de entrenamiento y acuerdos de defensa que refuerzan la dimensión militar de la relación bilateral.

Vínculos culturales y educativos

La élite cultural y educativa de Chile también desempeña un papel en el mantenimiento de la relación del país con el Reino Unido. Los intercambios culturales, las colaboraciones académicas y las asociaciones educativas contribuyen a una comprensión y apreciación más amplia de la cultura y los valores británicos entre la élite chilena. Muchos miembros de la élite chilena han estudiado en universidades británicas, fomentando redes personales y profesionales que unen a los dos países.

Estos vínculos culturales y educativos crean un entorno favorable para la cooperación bilateral, ya que las personas que han experimentado la cultura y la educación británicas a menudo tienen posiciones influyentes en la sociedad chilena. Sus percepciones positivas del Reino Unido y sus valores pueden influir en la opinión pública y las decisiones políticas, consolidando aún más la relación bilateral.

Implicaciones estratégicas para el futuro

La influencia sostenida de la élite chilena en el mantenimiento de fuertes vínculos con el Reino Unido tiene implicaciones significativas para el futuro. A medida que ambos países sigan navegando por complejos paisajes geopolíticos, el papel de la élite en la configuración de la política exterior y las decisiones estratégicas seguirá siendo crucial.

En áreas clave como el Estrecho de Magallanes, Malvinas, Georgia del Sur y la Antártida, la influencia de la élite será fundamental para determinar la dirección de las políticas chilenas. Su capacidad para equilibrar los intereses nacionales con los beneficios de una alianza fuerte con el Reino Unido dará forma al futuro de esta relación bilateral.

Potencial de cambios en las alianzas

Si bien el actual alineamiento entre Chile y el Reino Unido es fuerte, los cambios en la dinámica regional y global podrían alterar el equilibrio de intereses. El papel de la élite chilena será fundamental para navegar estos cambios y explorar el potencial para una cooperación más estrecha con otras potencias regionales, como Argentina.

Los esfuerzos de integración regional, las iniciativas diplomáticas y las asociaciones económicas podrían crear oportunidades para una relación más equilibrada con Argentina. La voluntad de la élite de participar en el diálogo y la negociación, y su capacidad para adaptarse a las realidades geopolíticas cambiantes, serán clave para fomentar esos cambios.



Conclusión

El contexto histórico y el alineamiento estratégico entre Chile y el Reino Unido, particularmente resaltados durante la Guerra de las Malvinas de 1982, han dado forma a una asociación fuerte y duradera. Esta alianza tiene implicaciones significativas para la dinámica regional, particularmente en relación con Argentina. Sin embargo, posibles cambios en los esfuerzos de integración regional, las iniciativas diplomáticas, las asociaciones económicas y los cambios geopolíticos globales podrían allanar el camino para una relación más equilibrada entre Chile y Argentina. A medida que los intereses estratégicos en áreas clave como el Estrecho de Magallanes, Malvinas, Georgia del Sur y la Antártida continúan evolucionando, el futuro de las alianzas y la cooperación regionales dependerá de la capacidad de estas naciones para navegar en paisajes geopolíticos complejos y fomentar el entendimiento y la colaboración mutuos. .

La élite chilena desempeña un papel central en el mantenimiento de la confluencia de intereses entre Chile y el Reino Unido. A través de su influencia en la toma de decisiones políticas, las políticas económicas, la cooperación militar y los intercambios culturales, aseguran la continuidad y fortaleza de esta relación bilateral. A medida que evolucionen las futuras dinámicas geopolíticas y regionales, las opciones estratégicas y la adaptabilidad de la élite determinarán la dirección y la profundidad de las alianzas de Chile, allanando potencialmente el camino para una relación regional más matizada y equilibrada tanto con el Reino Unido como con Argentina.

sábado, 12 de noviembre de 2022

Malvinas: Opción 13, los planes de la RAF de bombardear Buenos Aires


"Opción 13": el plan secreto de los ingleses para bombardear Buenos Aires durante la guerra de Malvinas

La información desclasificada en los archivos británicos revela que existieron planes para lanzar las bombas de los aviones Vulcan sobre la capital. “Ataque a blancos seleccionados en el Continente”, dicen los documentos que detallan las estrategias que se iban perfeccionando o descartando según la evolución del conflicto. La "Opción 13" nunca llegó a materializarse, pero la amenaza jugó un importante papel en la guerra psicológica
Por Alejandro Amendolara || Infobae



El documento secreto del ministerio de Defensa británico con el plan de las operaciones para los aviones Vulcano,, elegidos para bombardear Buenos Aires y otros blancos del continente

Ante la inminencia de una acción militar argentina sobre las islas Malvinas, alertados por los servicios de inteligencia propios y de EE.UU., en una reunión en el Ministerio de Defensa británico en Whitehall, se asumió que nada podía hacerse en el corto plazo para impedirla. En esos momentos, la flota de desembarco argentina aún se encontraba en navegación hacia su objetivo final: la recuperación de las Islas Malvinas.

Eran las 14.00 horas del 31 de marzo de 1982, en la Sala 5301 del edificio del Ministerio de Defensa, cuando se inició el estudio de sanciones y represalias para el supuesto que se concretara la amenaza. En la minuta de esa reunión, se incluyó como posible represalia contra Argentina, que la Real Fuerza Aérea realizara ataques aéreos "sobre ciudades argentinas o a buques en el mar, que tendrían que ser lanzados desde la isla de Ascensión. Sin el apoyo de aviones cisternas, debido a la distancia involucrada en la aproximación, la aeronave tendría que aterrizar para completar la misión en el continente sudamericano, posiblemente Montevideo o Santiago. En consecuencia, en el probable supuesto de negativa en el uso de aeródromos en América del Sur, los ataques sobre blancos argentinos no son factibles".

Para entonces, el ministro de Defensa John Nott ya había ordenado la zarpada de un submarino nuclear hacia el Atlántico Sur, y el alistamiento de dos más. La Marina Real (Royal Navy) desempolvó los planes de contingencia para Malvinas y colocó en alerta a la flota, mientras que la Real Fuerza Aérea (RAF) apresuradamente preparó un plan para bombardear objetivos en Argentina.

La Operación Rosario: 2 de abril de 1982, la Argentina recupera las islas Malvinas

En la reunión de Jefes de Estado Mayor de las fuerzas armadas británicas del 2 de abril a las 15.10 horas de Londres (+3 respecto de Buenos Aires), se discutió la "posibilidad de obtener asistencia de potenciales aliados, particularmente Chile, y en menor medida Brasil", para el empleo de bases aéreas en América del Sur, y se encomendó al Foreign Office para "obtener autorización para el uso de aeródromos en Chile, si se intentara desplegar aviones de la RAF dentro del alcance operacional de las islas Malvinas".

En ese mismo momento, en el Atlántico Sur, se cumplían las etapas finales de la Operación Rosario, que culminarían con la evacuación del Gobernador Rex Hunt y la dotación de Royal Marines de las islas.

A las 9 de la mañana del 3 de abril, se realizó una nueva reunión de Jefes de Estado Mayor para evaluar los acontecimientos ocurridos desde el día anterior. En su transcurso se informó que Chile había recibido una solicitud argentina para que no reabasteciera buques y aeronaves del Reino Unido en ruta hacia las Islas Malvinas, y que Brasil no brindaría instalaciones o asistencia a las fuerzas británicas comprometidas en operaciones contra los argentinos.

No obstante el intenso despliegue diplomático británico, el 4 de abril, el Foreign Office debió informar a los jefes militares que la mayoría de los países sudamericanos habían expresado su apoyo a la Argentina. Pero la embajada británica en Santiago de Chile había comunicado que "existía la posibilidad de apoyo chileno" (Telegrama N° 66 del 3 de abril 82), por lo que se decidió que debían continuar los esfuerzos para determinar la posibilidad de usar aeródromos en ese país.

La RAF echaría mano a los viejos bombarderos Avro Vulcan, cuyo retiro gradual del servicio se encontraba a medio completar cuando estalló la crisis. A pesar de tantos años asignados a operaciones para ataques con cargas nucleares a baja altura dentro de la OTAN, con su gran alcance y capacidad para llevar una importante carga de bombas convencionales, resultaba ideal para la tarea.

Desde comienzos de la década del 70, no habían ejercitado su capacidad de bombardeo convencional ni el reabastecimiento en vuelo, por lo que resultaba indispensable el entrenamiento de las tripulaciones y capacidades de las aeronaves, previo a su despliegue a la Isla de Ascensión.

Las distancias hacia objetivos en Argentina eran más de lo que podía lograr el avión, por lo que –además de sucesivos reabastecimientos en vuelo-, resultaba vital obtener permisos de sobrevuelo y eventual aterrizaje en países sudamericanos para que el bombardeo sea efectivo.

Avión Avro Vulcan B.2 utilizado por la Real Fuerza Aérea para cumplir operaciones en el Atlántico Sur. Esta aeronave, matrícula XM597, cumplió misiones sobre Malvinas con misiles antirradar “Shrike” norteamericanos

Se encomendó al Foreign Office obtener esos permisos para sobrevolar Brasil, Perú, Bolivia, Paraguay y Uruguay, y así asegurar la aproximación aérea para incursionar sobre territorio argentino. Las Cancillerías de estos países negaron en forma inmediata los permisos a los británicos.

Quedaba aún abierta la opción de operar desde Chile. Las horas pasaban y la planificación comenzó a contemplar el envío de aviones Vulcan para operar desde bases trasandinas, para lo cual tendrían que trazar una ruta de vuelo desde su base en Gran Bretaña hasta Santiago/Punta Arenas. Ante las negativas de sobrevuelo sobre América del Sur, se debió delinear una ruta que implicaba cruzar el Atlántico Norte, sobrevolar Estados Unidos, y llegar a Chile desde el Pacífico.

Con estas premisas, el 8 de abril se emitió el primer borrador titulado "Operaciones de Vulcan contra Argentina desde Ascensión", para utilizar estos bombarderos contra blancos en Argentina. El concepto de la operación sería el siguiente:

1. Los Vulcan a gran altura, particularmente de día, serían extremadamente vulnerables a las fuerzas de defensa conocidas. Se recomienda que las operaciones deberían ser contempladas solo de noche y a baja altura. El bombardeo sería realizado por radar, y en consecuencia, los blancos deberían ser de área más que de naturaleza puntual; poblados, aeródromos e instalaciones portuarias serían esa mejor opción.

2. La distancia extrema desde Ascensión, aún a Buenos Aires con regreso a Ascensión, requeriría el apoyo de 7 aviones cisterna Víctor para un único Vulcan cargando solo 7 bombas de 1.000 libras. Las misiones desde Ascensión hacia blancos en o alrededor de Buenos Aires y la recuperación a la base más cercana con capacidad para Vulcan en Chile, que es Santiago, sería de todos modos considerablemente más efectiva en costo. El requerimiento de cisternas sería de xx Víctor para cada Vulcan; el último reabastecimiento sería realizado apenas antes de las últimas luces a gran altura con una penetración del espacio aéreo argentino realizado en la oscuridad y a bajo nivel.

3. Una vez en Santiago, los Vulcan proveerán un blanco muy vulnerable para misiones ofensivas de apoyo. De todos modos, desde esta base podrían realizarse ataques convencionales a bajo nivel, y sin recurso de AAR (Reabastecimiento en Vuelo). Sin embargo, se requeriría un sustancial soporte terrestre en términos de hombres y equipamiento para apoyar operaciones sostenidas.

El informe concluía que "Un despliegue hacia Ascensión y una operación única por cada avión desde Ascensión, es una propuesta factible. La capacidad máxima de 56 bombas de 1.000 libras es, sin embargo, de escasa significación real, pero el rápido y despliegue abierto de los Vulcan a Ascensión con sondas de reabastecimiento visibles, Víctor cisterna aparcados a lo largo y anunciando que cada Vulcan es capaz de cargar 21 bombas de 1.000 libras, debe imponer una amenaza real y significativa a Argentina –si ellos creen que tenemos la voluntad de emplearlos".

Primer borrador del 8 de abril de 1982. “Operaciones de Vulcan contra Argentina desde Ascensión”

Una consulta informal entre oficiales aeronáuticos de Gran Bretaña y Chile, dio como resultado que John Heath, embajador británico en Santiago de Chile informara, por Telegrama Secreto N°89 del 9 de abril, que "el General López, Jefe de Operaciones de la Fuerza Aérea de Chile (FACH), ha pasado el mensaje vía Griffin para expresar que la FACH se encuentra ansiosa por ayudarnos y expectante de tener que recibir aeronaves británicas en emergencia, por ejemplo, dañadas en combate".

Pero, previendo una represalia argentina sobre los aeródromos chilenos, la ayuda tendría sus condiciones, por lo que el mensaje proseguía: "En razón de la debilidad de la defensa aérea en los aeródromos del sur, especialmente Punta Arenas y Balmaceda, la FACH necesita urgentemente lo siguiente, en anticipación de un posible ataque argentino: a) 4 ó 5 unidades antiaéreas móviles Bofors 40/70 (usadas); b) 2 unidades de Bloodhound".

La urgencia resultaba ser tal, que Heath aclaró en el telegrama que "la FACH estaría lista para comprarlos inmediatamente por contrato comercial y a precio normal, y enviar mañana un C-130 al Reino Unido si fuera necesario para recogerlos. Como no tienen experiencia en unidades Bloodhound en particular, la FACH estaría lista para recibir expertos británicos vestidos sin insignias para operar las unidades, lo que será normal para contratos comerciales similares para armamento nuevo".

El diplomático británico solicitó respuesta inmediata sobre estas posibilidades y requerimientos para poder contar con información para la reunión del 12 de abril, a la que lo había convocado el Comandante en Jefe de la FACH, general del aire Fernando Matthei Aubel, en la cual "seguramente se levantará el tema".

El mensaje era música para los oídos de los oficiales aeronáuticos británicos. Contarían con una base a pocos cientos de kilómetros de las bases argentinas, y la factibilidad de la opción de bombardear Buenos Aires comenzaba a tomar forma.

Pero el general Augusto Pinochet dejó en claro a sus Jefes de Estado Mayor, que no autorizaría que los británicos iniciaran operaciones militares contra Argentina desde territorio chileno, por temor a provocar a "un vecino inestable". A pesar de ello, no habría problemas en recibir en aeródromos chilenos aeronaves británicas "en emergencia".

Telegrama Secreto N°89 del 9 de abril de 1982 del embajador británico en Santiago de Chile. “La FACH se encuentra ansiosa por ayudarnos y expectante de tener que recibir aeronaves británicas en emergencia, por ejemplo, dañadas en combate”

El Jefe del Estado Mayor de la Defensa, almirante Terence Lewin, encomendó la preparación de un documento de trabajo estableciendo las opciones para la Operación Corporate. Siguiendo sus instrucciones, y tras la consulta a cada una de las fuerzas armadas, al ministerio de Defensa, y al Foreign Office, se confeccionó un listado de opciones, que se dividía entre aquellas que se encontraban en curso y las que quedarían disponibles para su futura consideración. Se pretendió formular una graduación en orden ascendente de acuerdo al impacto político-militar de cada una, en base a apreciaciones eminentemente subjetivas, que se revisarían y eventualmente se modificarían a medida que evolucionara la situación.

Entre las opciones futuras, bajo el título "Ataque a blancos seleccionados en Argentina Continental" se encontraba la "Opción 13", bajo la cual se fijaba el objetivo y las circunstancias que se consideraban operarían a favor y en contra de la iniciativa.

Entre los primeras, se señalaban la obtención de la sorpresa; la reducción de la efectividad de la Fuerza Aérea Argentina; la posibilidad de aferrar la defensa aérea argentina en forma remota al área del conflicto. Las desventajas serían las repercusiones internacionales; el cuestionamiento de la legalidad de los ataques; la justificación directa para aplicar represalias contra expatriados británicos en Argentina, entre otras.

Contando con nuevos datos y estimaciones, el 10 de abril se introdujeron modificaciones a la planificación. Se concluyó en el informe que "un despliegue hacia Ascensión, y un solo vuelo saliendo de Ascensión por cada uno de los ocho Vulcan a fin de atacar blancos en los alrededores de Buenos Aires, es una proposición factible. La capacidad de 168 bombas de 1.000 libras es significativa, a pesar de la limitada precisión de los Vulcan operando de noche en misión convencional".

Se insistía con el aspecto psicológico que la maniobra pudiera causar entre los argentinos: "el despliegue rápido y abierto de los Vulcan a Ascensión, con sondas de reabastecimiento visibles, y los Víctor cisterna aparcados a su lado, constituirá una amenaza real y significativa a Argentina –si están convencidos que tenemos la voluntad de emplearlos".

En paralelo se confeccionó un informe con los posibles blancos de carácter económico en territorio argentino, apuntando principalmente a campos y refinerías petrolíferas; yacimientos y sistemas de gasoductos, sobre nudos de las redes ferroviarias, y el sistema de carreteras, y de sus efectos para el esfuerzo militar y sobre la población.

En la reunión del Gabinete de Guerra del mediodía del viernes 16 de abril, presidida por Margaret Thatcher, se discutió la filtración a la prensa sobre el reacondicionamiento de los aviones Vulcan y su capacidad para llegar a blancos sobre territorio continental argentino

La isla de Ascensión se encontraba en medio del Océano Atlántico, y lejos de los ojos argentinos. Había que difundir los preparativos de las misiones de bombardeo, y que los mandos militares y opinión pública argentina tomaran conocimiento de ellos. Pero ¿cómo se lograría?

Cumpliendo directivas del Gabinete británico, el 11 de abril de 1982 se constituyó el Grupo de Proyectos Especiales, bajo la dirección del Coronel T.S. Sneyd, en el ámbito del Ministerio de Defensa, para la preparación y promulgación de las operaciones de decepción y propaganda. Sus planes serían implementados por el Servicio Secreto de Inteligencia y por el Foreign Office.

El arte del engaño o decepción, es tan antiguo como la guerra misma. En las operaciones militares convencionales, los comandantes no solo deben motivar a sus tropas, sino también buscar afectar la del enemigo. La propaganda, como elemento crucial de las acciones psicológicas, debe basarse en información que resulte creíble para el enemigo.

Apenas dos días después de los desembarcos argentinos en Malvinas, el 4 de abril, el periodista Jon Connell, del Sunday Times, realizó un análisis sobre las distintas opciones militares para "recapturar las Falklands", expresando que "una posibilidad, por supuesto, sería no atacar las Islas Falklands sino Argentina misma –sus bases militares y navales costeras".

Los cuadros comparativos de las fuerzas de ambos países mostraban un claro desbalance a favor de Argentina en el número de medios aéreos. La opinión pública británica comenzaba a preocuparse sobre el éxito de la fuerza de tareas.

En la reunión del Gabinete de Guerra del mediodía del viernes 16 de abril, presidida por Margaret Thatcher, se discutió la filtración a la prensa sobre el reacondicionamiento de los aviones Vulcan y su capacidad para llegar a blancos sobre territorio continental argentino.

La noticia sería publicada el próximo domingo en el Sunday Express en primera plana. A pesar que el acta de la reunión refleja la lamentación por no haber logrado detener la filtración, los asistentes concluyeron que "si bien en realidad no hay intención de atacar el continente argentino, podría existir alguna ventaja militar si los argentinos lo temieran".

Ese mismo domingo 18 de abril, la portada del Sunday Express titulaba "Los Vulcan listos para golpear Argentina". La nota, firmada por Michael Toner, relataba con detalle el alistamiento de los bombarderos y de su despliegue al Atlántico Sur, y que si bien no estarían equipados con bombas nucleares, "tendrán la capacidad para destruir cada aeródromo y puerto naval argentino", y que "si los Vulcan eran empleados adecuadamente, toda la estructura militar argentina podría ser destruida".

El periodista reconocía en su nota que la decisión de utilizar los Vulcan contra Argentina "puede ser un resultado del trabajo de 'operaciones psicológicas'" dentro del Ministerio de Defensa. "Un poco conocido grupo de expertos ha estado trabajando horas extras para desalentar y desestabilizar la opinión militar en Argentina". Tal vez, al decirlo, Toner reconocía implícitamente su participación en la acción de propaganda. Su nota contenía detalles similares a la planificación del 10 de abril, y que el Gabinete ahora había considerado oportuno que llegara a oídos argentinos.

Toner concluyó describiendo la amenaza en términos inequívocos: "No hay duda que la mera amenaza de operaciones de Vulcan aterrorizará a cualquier experto en Argentina que conozca lo que pueden hacer estos aviones. Pueden destruir cualquier blanco virtualmente a voluntad. Solo con ese hecho, se le podría prácticamente garantizar inmunidad a la flota británica en el Atlántico Sur contra ataques aéreos argentinos".

La acción psicológica ya había dado su puntapié inicial. La noticia, tomada por las agencias internacionales, fue replicada profusamente en los medios británicos y argentinos durante los días siguientes. La "diplomacia de cañoneras" hacía una nueva demostración de lo que estaba en condiciones de hacer.

“Por qué deberíamos bombardear Argentina”, declaraciones de Winston Churchill (nieto), en el periódico The Sun,  el 23 de abril de 1982

Fue el vocero del Partido Conservador, el parlamentario Winston Churchill, nieto del famoso primer ministro británico, quien, en una nota publicada por el periódico The Sun el 23 de abril, bajo el título "Por qué deberíamos bombardear Argentina", justificaba las acciones sobre el continente ante la amenaza de la aviación argentina operando desde sus bases en el litoral Atlántico contra la fuerza de tareas británica.

Expresaba Churchill: "Un factor adicional evidente, que hasta ahora podría haber sido pasado por alto por la Junta, es la capacidad de la fuerza de bombarderos Vulcan de la RAF para eliminar –si fuera necesario-, todas las bases aéreas argentinas clave en el continente con un único ataque sincronizado al estilo israelí. Desde bases en el Atlántico Sur los Vulcan tienen el alcance y la capacidad para hacer cráteres en las pistas con bombas convencionales y destruir en tierra la mayor parte de la Fuerza Aérea Argentina con bombas de racimo… Eliminar a la Fuerza Aérea Argentina con un golpe rápido y devastador, garantizaría la victoria para la Fuerza de Tareas, y aseguraría un mínimo de bajas británicas".

Si bien las fuerzas argentinas estaban tomando las medidas adecuadas para la defensa del territorio argentino, de sus bases aéreas y de las instalaciones estratégicas en el territorio nacional, también comenzaron a actuar las organizaciones de Defensa Civil y las delegaciones locales de la Cruz Roja Argentina.

Pero la reacción más pintoresca fue la del Semanario Tal Cual, en su edición del 23 de abril, que esbozó una serie de interrogantes y respuestas ante "estos momentos de tensión e incertidumbre que vive el país", con recomendaciones prácticas ante un bombardeo de la ciudad de Buenos Aires.

* Si [la guerra] llega al continente ¿llegará a Buenos Aires? – Si es una guerra abierta entre los dos países, puede ser bombardeada tanto Buenos Aires como Londres o cualquier ciudad.

* Si llega a Buenos Aires ¿se construirán refugios? – Seguramente, ya que no serán suficientes los refugios naturales (sótanos especiales, subterráneos, etc.)

* ¿Hay que evacuar la ciudad? – Esta posibilidad se atenderá únicamente si existiese un ataque con invasión a Buenos Aires.

* En caso de bombardeo, ¿qué hay que hacer? – Los miembros de la Defensa Civil instruirán a la población a su debido tiempo, por todos los medios de información que están a su alcance (radio, TV, etc.).

* ¿Cuáles son los refugios para bombardeo? – Los naturales, las construcciones de hormigón armado que estén bajo la superficie. Subterráneos, garajes subterráneos, sótanos de grandes edificios (el Barolo en Avenida de Mayo al 1300, tiene sótano anti-bombardeo).

 
El 4 de mayo de 1982, el destructor HMS Sheffield fue alcanzado por uno de los dos misiles Exocet lanzado por los Super Etendard. La opción de bombardear Buenos Aires se diluía y los ingleses se concentraron en las Bases Aéreas

En Buenos Aires la guerra todavía parecía muy lejana, y se confiaba en una solución pacífica del conflicto. No había necesidad de buscar refugio o prestar atención a las prevenciones. En cambio, en las principales ciudades del sur argentino, en donde eran incesantes los movimientos de tropas y armamentos, las autoridades y la población habían tomado completa conciencia de la eventualidad de un ataque, realizando ejercicios de oscurecimiento y simulacros de evacuación a refugios y medidas de protección ante bombardeos.

En el atardecer del 30 de abril, llegó a los comandantes argentinos el aviso del despegue de aviones Vulcan y Víctor cisternas desde la Isla de Ascensión, apreciándose que tendrían como destino el litoral continental.

Los soviéticos habían desplegado un buque "científico" para que navegara en proximidades de la isla, por lo que presumiblemente fue quien dio el alerta ante semejante movimiento de aviones. Sin embargo, el rumbo tomado por los atacantes sería Malvinas.

A las 4.40 de la madrugada del 1° de mayo se efectivizaba la amenaza del Vulcan, lanzando sobre la pista del aeropuerto la cantidad de 21 bombas de 1.000 libras, de las cuales solo una impactó en forma efectiva, rápidamente reparándose los daños. Se iniciaban así las misiones denominadas "Black Buck" por los británicos.

Con el desarrollo de las operaciones militares, y el acceso a mayor información de inteligencia, la "Opción 13" continuó reformulándose. El 4 de mayo de 1982, el destructor HMS Sheffield fue alcanzado por uno de los dos misiles Exocet lanzado por un par de aviones Super Etendard que operaban desde la Base Aeronaval de Río Grande, en Tierra del Fuego.

La opción de bombardear Buenos Aires se diluía de las planificaciones, que ahora se concentraron principalmente sobre las Bases Aéreas Militares en el sur del continente. En cada oportunidad en que la flota británica recibía un golpe certero de la aviación argentina, se ajustaban las planificaciones ante la presión parlamentaria y de la opinión pública.

No obstante, la idea de bombardear Buenos Aires, que había surgido aún antes del 2 de abril y descartada a medida que evolucionaban las operaciones, recobró vigencia el 13 de mayo, pero para una nueva acción psicológica.

Recorte del periódico “Daily Express” del 19 de abril de 1982, con la especulación de los posibles blancos en territorio continental argentino.

Previo a los desembarcos británicos en San Carlos, en la isla Soledad, la aviación argentina basada en tierra era considerada como la principal amenaza para el establecimiento de una cabeza de playa segura.

El Grupo de Proyectos Especiales realizó una propuesta para "pasar el rumor por medios discretos no atribuibles que se están planificando ataques diurnos con bombarderos Vulcan contra blancos al norte en el continente, previos a cualquier desembarco principal en las Islas Malvinas". Con ello se intentaría reducir la cantidad de aviones atacantes en el área de operaciones de Malvinas, replegando algunos elementos hacia los aeródromos en el norte.

De todos modos, para que fuera efectivo, el rumor debía resultar creíble y atractivo para los mandos argentinos, el Grupo consideró que "si se difundiera que los ataques están siendo cambiados a horas diurnas, ello podría motivar a la Fuerza Aérea Argentina a buscar activamente el enfrentamiento a fin de lograr una victoria prestigiosa derribando un Vulcan. Indicando que los ataques serán realizados contra una instalación grande de combustible cerca de Buenos Aires, una opción creíble, se espera que atraiga algunos cazas al norte".

El Coronel T.S. Sneyd, finaliza su informe expresando: "Se recomienda que se otorgue autorización para emplear medios discretos y no atribuibles para informar a las autoridades argentinas que aviones Vulcan van a atacar instalaciones de combustible en el área de Buenos Aires a la luz del día en el futuro cercano. Se destacará que el cambio a bombardeo en horas diurnas es a fin de lograr mayor precisión y así reducir bajas civiles".

Las consecuencias políticas de una acción británica sobre el continente condicionaron cualquier ataque de estas características. Argentina encontraba apoyo en el ámbito de la Organización de Estados Americanos, y siempre quedaba latente la posibilidad de regionalizar el conflicto. Era un riesgo que Gran Bretaña no pretendía asumir. Había justificado su reacción militar en el principio de legítima defensa del Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas y en la Resolución 502 del Consejo de Seguridad, por lo que un ataque abierto sobre el continente parecía innecesario, y ello pondría en peligro la legalidad de sus acciones.

Siempre existió la posibilidad de que Gran Bretaña pudiera fracasar en su objetivo militar primario en las Islas Malvinas, y que la Fuerza de Tareas fuera humillada. Fue así que, hasta el final del conflicto nunca se descartó la idea de estos ataques sobre el continente, ni se suspendieron las planificaciones.

La opción quedaría reservada para cuando las necesidades operativas militares así lo requirieran, siempre que justificara el medio empleado, y se soportara la condena internacional. La "Opción 13", de "Ataques a blancos seleccionados en Argentina Continental", siempre estuvo sobre la mesa de planificación, a la espera de obtener luz verde en el Gabinete de Guerra.

El bombardeo de la ciudad de Buenos Aires permaneció vigente en la mente de los planificadores británicos como también en el diseño de las acciones de guerra psicológica.

Cumplidos 37 años de que Charly García compusiera la canción "No bombardeen Buenos Aires", ahora sabemos que su plegaria no fue ficción.


domingo, 25 de septiembre de 2022

Argentina: Despliegan (no es chiste) Pampa III y Fightinghawk por amenaza chilena

Defensa desplegó aviones Pampa III al sur por operación de vigilancia


Los aviones militares junto con el Ejército harán control de los espacios aéreos, terrestres y marítimos.
Ushuaia24

 



El Comando Conjunto Aeroespacial desplegó aeronaves IA-63 Pampa III y medios de búsqueda y rescate de la Fuerza Aérea y del Ejército en el sur argentino, en el marco de una operación de vigilancia y control de los espacios aéreos, terrestres y marítimos, ordenado y planificado por el Comando Operacional del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, según indicó el Ministerio de Defensa.

Los medios operaron desde la Base Aérea Militar (BAM) Río Gallegos, bajo el control del Centro de Operaciones Aeroespaciales Merlo, como sitio neurálgico que concentra la cobertura obtenida de los sensores ubicados en la provincia de Santa Cruz y Tierra del Fuego.


A-4AR Fighthinghawk fotografiado el 23/9/22 en San Julián armado con un (1) AIM-9M Sidewinder

"Asimismo, la experiencia adquirida en este tipo de despliegues operando en un ambiente diferente, permite conocer las particularidades de la zona e incrementar las capacidades en los distintos niveles de participación dentro de la operación, resultando sumamente exitoso", indicaron desde Defensa.

Desde fines de mayo, funciona un radar de Vigilancia y Control Aéreo RPA-170M en Río Grande, con el objeto de potenciar la capacidad de vigilancia y control del aeroespacio en el Atlántico Sur.

"El trabajo conjunto realizado por el personal de las Fuerzas Armadas en pos del cumplimiento de la misión, refleja de este modo el alto grado de interoperabilidad alcanzado por el Instrumento Militar", explicaron.

En tanto, el Ministerio precisó que "la misión del Comando Conjunto Aeroespacial es conducir la defensa en forma permanente del aeroespacio de jurisdicción nacional, las 24 horas los 365 días del año. Este organismo contribuye con sus acciones a preservar la soberanía, la independencia, la capacidad de autodeterminación, la integridad territorial, la vida y la libertad de sus habitantes".


jueves, 4 de agosto de 2022

Tierra del Fuego: Chile viola el espacio aéreo argentino

Cinco aeronaves procedentes de Chile con rumbo a Malvinas violaron el espacio aéreo argentino en las últimas horas

Las incursiones se produjeron entre el 27 y el 30 de julio y fueron detectadas por el Comando Conjunto Aeroespacial dependiente del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas
Por Fernando Morales || Infobae


A fines de mayo, el Gobierno puso en funcionamiento un radar de vigilancia y control aéreo modelo RPA -170M diseñado y construido íntegramente en la Argentina

Las alarmas de “intrusión aérea” se activaron al menos en cinco oportunidades en el cuarto de control de la Dirección de Vigilancia y Control del Aeroespacio, ubicado en la localidad bonaerense de Merlo.

En efecto, entre la mañana del 27 de julio pasado y las primeras horas de la noche del sábado 30, cinco aeronaves de distinta envergadura ingresaron al espacio aéreo nacional desde la frontera sur oeste del país, siendo detectadas ni bien quedaron en la mira del recientemente inaugurado radar de vigilancia aérea RPA -170M, que está ubicado en el estratégico emplazamiento de “Cabo Domingo” (Río Grande, Tierra del Fuego).

Fuentes militares consultadas por Infobae ratificaron los hechos y explicaron que la función primaria del Comando Conjunto Aeroespacial es proveer apoyo logístico a las autoridades de la aviación civil.

“En cada una de las cinco intrusiones cumplimos con el protocolo de información a las autoridades correspondientes y pusimos en conocimiento a la EANA (Empresa Argentina de Navegación Aérea) el resultado de nuestras detecciones, para que ese organismo, en su carácter de autoridad regulatoria de los vuelos aerocomerciales y civiles, constate si las aeronaves detectadas presentaron plan de vuelo y solicitaron el correspondiente permiso de sobrevuelo del espacio aéreo nacional”, sostuvo uno de los responsables del sistema.

La cartera que comanda el asesino terrorista Jorge Taiana y la Fuerza Aérea Argentina, durante la inauguración del nuevo radar que opera desde Río Grande. (Foto: Fernando Calzada)

Las fuentes consultadas reconocieron a este medio que no se ha podido precisar si se trataba de aeronaves civiles o militares, pero dado el rumbo desde que entraron al radio de detección del radar hasta que salieron del mismo (aproximadamente a 350 kilómetros mar adentro), los análisis efectuados tornan verosímil que el destino hubiera sido Malvinas.

De la mano de la constatación fehaciente de la clandestinidad de los vuelos, el Ministerio de Defensa giró el correspondiente informe a la Cancillería con el objetivo que la inicie las gestiones ante el gobierno trasandino para lograr que se aclare el motivo de estos vuelos. “Juzgamos a priori el tema como de una gravedad importante”, sostienen los expertos consultados.

Todo lo relacionado con las investigaciones en curso, en lo atinente a la intervención del Comando Conjunto Aeroespacial, ha sido sellado bajo el rótulo de “Secreto Militar”, según indicaron desde el Comando.

El Radar de Cabo Domingo

El pasado 30 de mayo, el Ministro de Defensa Jorge Taiana, junto al Jefe del Estado Mayor Conjunto, Teniente General Martín Paleo, y los jefes de las 3 fuerzas armadas, puso en servicio un potente radar totalmente construido en el país por el INVAP.

“Estamos recuperando capacidades de la Defensa Nacional y, en este caso concreto, fortaleciendo las tareas de vigilancia y control en el extremo sur del país”, sostuvo Taiana durante la ceremonia inaugural.

El RPA-170M es un radar táctico de defensa aérea 3D de mediano alcance y de última generación. Es un sistema diseñado y fabricado íntegramente en San Carlos de Bariloche. Se trata de un sistema transportable, diseñado para el despliegue rápido (movilización y puesta en funcionamiento en menos de 30 minutos) con mínima dotación de personal, que además posee un excelente desempeño en una amplia gama de escenarios operacionales, aún en las condiciones más adversas.

Las detecciones obtenidas a muy pocas semanas de su puesta en servicio nos permiten afirmar que las razones estratégicas y tácticas en las que se basó la elección de este emplazamiento han sido correctas”, se ufanó un funcionario del área de Defensa.

El Comando Conjunto Aeroespacial

En octubre de 2004, el PEN dispuso la creación del Sistema Nacional de Vigilancia y Control Aeroespacial (SINVICA). Si bien el grueso de los efectivos y medios utilizados para el cumplimiento de sus objetivos pertenecen a la Fuerza Aérea Argentina, su carácter conjunto permite dotarlo de efectivos y medios que aportan tanto el Ejército como la Armada Argentina.

Con una red de radares en plena ampliación, el control aeroespacial aún no ha alcanzado el 100% de efectividad, pero desde su creación viene incrementado su efectivad en forma constante.




sábado, 23 de abril de 2022

Malvinas: Operación Mikado y su seguimiento desde Tierra del Fuego

Malvinas: el día que los británicos aterrizaron en Tierra del Fuego para destruir aviones y matar a los pilotos

El periodista y escritor Marcelo Larraquy revela una operación de la patrulla del Special Air Service (SAS). Decidida como un “sacrificio humano”, su objetivo eran los aviones Super Étendard y a sus pilotos. El libro “La Guerra Invisible” cuenta cómo un grupo de comandos descendió cerca de la base de Río Grande el 18 de mayo de 1982
Por Marcelo Larraquy || Infobae






Los pilotos argentinos de los Super Étendard eran el blanco del comando británico

Después del ataque con misiles Éxocet al destructor Sheffield el 4 de mayo de 1982, el brigadier Peter De la Billière aseguró al gobierno británico que podría proteger a la flota de nuevos de nuevos lanzamientos. Ahora que la guerra había cambiado el centro de gravedad y el continente representaba la mayor amenaza del enemigo, el jefe del SAS quiso intervenir en el corazón del conflicto: propuso la destrucción de la escuadrilla aérea de Super Étendard, con sus misiles y pilotos, alojados en la base aeronaval de Río Grande, Tierra del Fuego.

El 8 de mayo, durante una reunión con su gabinete de guerra en la residencia oficial de Chequers, la premier Margaret Thatcher avaló la proposición, que rompía con los límites de la “zona de exclusión”. Con la invasión británica al continente se abría un escenario bélico de mayor magnitud.

De la Billière organizó la maniobra en dos etapas: una patrulla que se aproximaría a la base de Río Grande y recogería información -la operación Plum Duff- y luego, con los resultados de la inteligencia previa, dos aviones Hércules despegarían de la isla de Ascensión con 60 hombres y aterrizarían en la base para destruirla. Se denominaba Operación Mikado. Después, De la Billière modificó la maniobra y encomendó al capitán Andrew Legg, jefe de la operación Plum Duff, el ataque directo a la base, mientras los aviones Hércules se mantenían a la espera de la orden de despegue hacia el continente.

En el libro “La Guerra Invisible”, Marcelo Larraquy revela la operación de la patrulla del Special Air Service (SAS) que aún se mantiene clasificada como secreto de guerra por los ministerios de Defensa de Gran Bretaña y de Argentina

En este extracto del libro La Guerra Invisible. El último secreto de Malvinas, se publican por primera vez los detalles secretos de esta operación británica.

Estos son algunos de los párrafos más salientes:


(…)

“La Operación Mikado entró en estado de incertidumbre. Pero se avanzó con la misión que la antecedía, la Operación Plum Duff, que era la que debía realizar la inteligencia sobre la base aeronaval. De la Billière confió la conducción al capitán Andy Legg. Era el hombre elegido. Acababa de cumplir 28 años. Después de enrolarse en el Ejército, Legg había realizado un máster en Matemática aplicada en la Universidad de Reading, aunque su propósito siempre era integrarse al Regimiento de Paracaidistas, como paso previo a su ingreso al SAS. En 1980, dos años más tarde de lo que había proyectado, superó las pruebas de selección y se integró al Escuadrón B del Regimiento 22.

Ya había servido en una operación en Omán, en las montañas de Dhofar, y también en la selva de Belice, colonia británica en América Central, y se disponía a viajar a Canadá cuando le encomendaron la jefatura de un comando que debía infiltrarse en el continente argentino con la guerra iniciada. Legg había recibido la siguiente instrucción: “Esto será difícil, hágalo con firmeza, muévase lentamente y efectúe una buena observación de los alrededores antes de hacer algo. Realice la inteligencia a medida que avanza”, le recomendó su superior inmediato.

El capitán Andy Legg

El capitán Legg pensaba que un acceso por Chile, con una exploración lenta hacia el objetivo, podría dar mejores resultados para elaborar un mapa de inteligencia que el ingreso por la costa a una distancia reducida del blanco. Además, desde Chile tendrían menores posibilidades de ser detectados. Pero su inquietud no encontró la atmósfera adecuada ni se abrieron posibilidades de discutir la viabilidad de la misión, como solía suceder. No había tiempo ni voluntad para generar cambios radicales en el diseño de la Operación Plum Duff.

El Escuadrón B del Regimiento 22 dirigido por Legg continuó su preparación. Era el único escuadrón que todavía no había sido enviado al Atlántico Sur. Primero entrenaron en Gales con tiros de rifles, emboscadas nocturnas y marchas forzadas. Luego se desplazaron a Wick, en el extremo norte de Escocia, para ensayar aterrizajes con el Hércules desde baja altura, a poca distancia del mar.

Cuando regresaron a Hereford, el 14 de mayo, De la Billière los reunió con las novedades: las dos patrullas de exploración se fusionaban y, si se daban las posibilidades, también deberían atacar la base de Río Grande en una operación de acción directa. Por esta nueva planificación, debían llevar explosivos y detonadores por tiempo y resignar ropa y comida en su mochila. La base de Río Gallegos se había descartado como blanco. El capitán Legg conduciría una patrulla única de siete hombres que llegaría a Río Grande y exploraría y destruiría la base. Ese era el nuevo objetivo. Todavía no existía una planificación final, se iría conociendo con el correr de los días. Podrían desembarcar desde una fragata, un submarino o un helicóptero. Esta última opción era la más probable. Lo único cierto era que debían volar hacia Ascensión al día siguiente para iniciar la maniobra.

El 15 de mayo, el Escuadrón B ya estaba en la isla, ubicada a 4200 millas náuticas de Gran Bretaña y 3800 de las islas Malvinas. Era un dominio británico de 88 kilómetros cuadrados, aunque su base aérea de Wideawake permanecía bajo control de Estados Unidos desde 1962 por contrato de arriendo. Gran Bretaña volvió a utilizarla como soporte logístico, de inteligencia y escuchas satelitales para la guerra con Argentina. La base también tenía un polígono de tiro para el misil Sidewinder de los aviones Harrier para entrenamientos militares.

Los C-130-Hercules ingleses despegarían del aeropuerto Wideawake de la RAF en la Isla Ascensión (Think Defense)

La Operación Plum Duff seguía con luz verde. Ya había despachado a sus soldados. El Escuadrón B lo vivía como un viaje de ida, una misión sin retorno. El lema del SAS era “el que se atreve gana”, pero también se necesitaba planificación e información confiable. No existía inteligencia previa sobre las fuerzas enemigas, no se conocía la exacta posición geográfica del objetivo, ni siquiera sabían si los pilotos del Super Étendard a los que debían matar dormían en la base. Solo contaban con fotos satelitales de precario valor para el reconocimiento y dos mapas del pueblo de Río Grande. Uno era un Atlas escolar de 1930 y otro, fechado en 1942, había sido creado por el Instituto Geográfico Militar argentino. Lo habían encontrado en la Universidad de Cambridge. Estaba archivado en una biblioteca desde 1947. Pero en ninguno estaba determinada la posición de la base.

Ese era todo el material reunido para aproximarse al blanco, explorarlo, detectar la ubicación de los aviones, los misiles y producir el ataque. Pero, si esta acción que debían ejecutar en soledad no resultaba posible, debían señalizar la pista con balizas para facilitar el aterrizaje de los dos aviones Hércules para la Operación Mikado. El plan de retirada era aún más incierto. Solo tenían la orden de escapar hacia Chile.

En Ascensión les dieron la mochila de 36 kilos, una pistola Browning de 9 milímetros, explosivos, un fusil, proyectiles y raciones de comida a cada uno para cuatro días. Esa misma noche abordarían un avión Hércules C-130. La operación avanzaba. El gabinete de guerra, por el convencimiento que había demostrado De la Billière, la había aprobado. La Secretaría de Defensa había recomendado seguir adelante y Thatcher también. La falta de información y las dudas quedaban para el comando del SAS. Todavía no se sabía cómo llegarían a la base ni cómo saldrían de ella. Los detalles técnicos y tácticos se irían decidiendo de camino al objetivo.

En Ascensión, antes de cruzar el hemisferio, Legg sostuvo una comunicación satelital con De la Billière. El brigadier le dio algunos detalles del lanzamiento al océano y le informó que probablemente volarían al continente con un Sea King. La posibilidad de que la operación se cancelara y que a él lo reasignaran para unirse al resto del Escuadrón del SAS con la Fuerza de Tareas se acababa en ese momento, pensó Legg. Sintió que ya no había forma de escapar. Hubiera preferido un submarino o una lancha rápida para llegar a la costa, en todo caso. El ruido del Sea King representaría un seguro boleto de ida.

Le preguntó a De la Billière qué sucedería con el helicóptero después de que los dejara en tierra. Temía que, si quedaba visible, se intensificara la búsqueda de su patrulla. “Tenemos activos que eliminarán la evidencia. No es un tema de su incumbencia”, fue la respuesta exasperada del brigadier. No hubo más preguntas. Antes de cerrar la transmisión De la Billière les deseó suerte. Esperaba verlos en su regreso a Londres, le dijo.

El brigadier Sir Peter de la Billiére, el director del SAS y cerebro de la Operación Mikado y Dum Pluff (National Potrait Gallery)

El 16 de mayo, siete horas después del despegue, a 17 mil pies de altura, el Hércules fue acoplado por la sonda de otro Hércules y tras dos intentos fallidos logró cargar combustible. Faltaba la mitad del viaje. El piloto les anticipó que había un poco de brisa desde el oeste. Nada de qué preocuparse. El tiempo era bueno. Seis horas después se colocaron su paracaídas y sus salvavidas y los ocho hombres saltaron desde 370 metros junto a sus armas y las mochilas. Desde el avión después les tiraron las cajas con pertrechos de guerra, que recuperaron en el mar. La Operación Plum Duff cruzaba al hemisferio sur por primera vez. Estaban dispersados por las olas, a 60 millas al norte de Puerto Argentino, pero todavía lejos del continente.

El rescate se demoró. Esperaron más de media hora la llegada del buque de auxilio Fort Austin para levantarlos del agua congelada. Legg lamentó no haber pedido trajes de neoprene para su grupo.

Desde el Fort Austin volaron en helicóptero hasta el Hermes. En el portaviones se conformaría la tripulación que los trasladaría al continente. Se les ofreció a los pilotos del Sea King postularse como voluntarios. Algunos acababan de regresar de la isla Borbón y mantenían el entusiasmo por el éxito de la operación. Pero, si para esa misión habían vuelto al Hermes, la misión Pluff Duff no tenía la posibilidad de llegar al continente y regresar. Era lo más parecido a un sacrificio humano. Y también material.

El almirante Woodward ordenó que utilizaran el modelo más antiguo del Sea King. El piloto de mayor graduación del escuadrón de transporte aéreo, Bill Pollock, lo convenció de que les permitiera utilizar la versión más moderna, el Sea King 4. Legg entendía que en el vuelo al continente se sacrificaría a tres pilotos, al Escuadrón B, además del helicóptero. Pero la superioridad creía que este sacrificio no representaba un costo alto frente a la posibilidad de poner en riesgo el resultado de la batalla. Aunque el éxito de la misión fuera mínimo, el sacrificio debía realizarse.

La ruta de la Operacion Mikado y los puntos acordados para que desembarcaran los SAS , primero en Argentina y como opción secundaria en Chile (Plano extraído del libro Special Forces Pilot)

Uno de los postulantes fue el teniente Richard Hutchings. Se había formado como marino y había entrenado con el SAS. Pollock creía que tendría mayores habilidades que el resto para sobrevivir en el continente. Le pidió que eligiera a otros dos pilotos para completar la tripulación. Hutchings eligió al teniente “Wiggy” Alan Bennet, de 21 años, al que percibía como el más capaz para operar el TANS (Tactical Air Navigation System), y a Michael “Dock” Love, de 22. Ya había realizado siete salidas operacionales. Pollock dijo que Love estaba asignado para otra misión. (Love moriría dos días después, en la caída de un Sea King, junto a otros veinte miembros del SAS). Pollock sugirió al suboficial Peter Blaim Imrie, que se había ofrecido porque era joven, soltero y tenía menos que perder que los otros pilotos, según le dijo. Hutchings lo aceptó. La tripulación ya estaba lista. Trasladaría al Escuadrón B del Regimiento 22 a un territorio desconocido. Cuando le presentaron al jefe del comando le resultó familiar. Había compartido con Legg un curso de entrenamiento militar el año anterior. El capitán del SAS estaba preocupado por el funcionamiento del equipo de comunicación satelital con el que debía tomar contacto con la base de Hereford desde el continente. Se había mojado en el océano y ya no habría tiempo para que se secara. Esa misma noche debían despegar. Esa era la instrucción. Legg se enteraba en ese momento. El Hermes navegaba rumbo al punto de despegue, previsto a 33 millas de la isla Soledad.

La tripulación del Sea King y el Escuadrón B se reunieron en una sala del portaviones para ajustar los detalles. Legg había traído imágenes satelitales que habían sido generadas por Estados Unidos sobre el sector chileno de la isla de Tierra del Fuego. No podía llevarlas al continente porque, si caían —y todo hacía presumir que caerían—, dejaría en evidencia la colaboración norteamericana. Dibujó en un papel los detalles que consideraba relevantes y lo guardó. El vuelo del Sea King sería en línea recta desde el sur de la isla Soledad hasta Río Grande. Hutchings, al principio, calculó que podría dejar al grupo a 19 millas terrestres al norte de la base, cerca de la laguna Miranda, en una estancia. La estancia Las Violetas podría ser el punto alternativo. El piloto aprovechó para proponerle a Pollock otra opción para salvar el helicóptero. Como el combustible le alcanzaba para llegar a Río Grande y regresar hasta mitad de camino, podría descender sobre una fragata o un submarino, recargar combustible suficiente y volver al portaviones. Pollock desestimó su idea: sería muy peligrosa para la tripulación.

El meteorólogo anticipó que habría niebla en el continente cuarenta y ocho horas más tarde y les sugirió que despegaran en ese momento. Pero los soldados del SAS no ocultaban su cansancio: caían de sueño. Habían dormido muy poco en los últimos tres días. Pollock consideró, además, que no podrían irse con la ropa mojada. Le propuso a Woodward suspender la operación por un día. El jefe naval aceptó. Legg se alegró porque tendría tiempo para secar su radio satelital, y Hutchings para escribirle una carta de despedida a su esposa. Le dijo que, si él moría, no se torturara guardándole lealtad. “Si llega el hombre correcto, debes aprovechar la oportunidad para ser feliz y disfrutar tu vida al máximo. Espero haber sido un buen recuerdo y un buen ejemplo para nuestros hijos”.

(..)

Al día siguiente, el 17 de mayo, el capitán Legg y la tripulación del Sea King se enteraron de un cambio de planes. El Hermes no podía permanecer más tiempo cercano a la costa de las Malvinas porque corría el riesgo de ser impactado por un Exocet. Se decidió que la misión despegara desde el Invincible, que estaba ubicado cerca de la isla Beauchene, 30 millas al sur de la isla Soledad.

En el portaviones los recibió el capitán Jeremy Black. Hutchings le pidió un diccionario inglés español y un oficial lo solicitó por altavoces. Hutchings entendió que la misión al continente dejaba de ser secreta. También consiguieron un hacha, cintas adhesivas y les dieron una sala para continuar con el análisis de la operación. Legg repartió billetes en dólares, libras esterlinas y pesos argentinos y chilenos a sus hombres y a la tripulación. Black les hizo completar una planilla que sirvió de recibo. Después prosiguieron con el repaso de alternativas. Hutchings planeó un probable descenso más cerca de la costa, en la estancia Las Violetas, a 14 millas terrestres de la base. Estaba marcada en la carta náutica. Chile sería la opción para un aterrizaje de emergencia si un radar llegaba a detectar el vuelo. Legg prefería que ese segundo punto de desembarco fuese cerca de la frontera, como se había pensado en Hereford: una aproximación a la base desde el oeste. Sería la mejor opción para evitar la captura y completar la misión. ¿Qué harían con el helicóptero luego de que dejara en tierra al Escuadrón B? Lo hundirían bajo tierra o en el agua, eliminarían toda evidencia y después, con la ayuda del agente Edwards, la tripulación partiría hacia Santiago de Chile.

(El portaaviones británico HMS Invincible fotografiado por un avión TU-95RTs de la Aviación Naval de la Unión Soviética cuando se encontraba regresando de Malvinas)

No había más que decir. Los miembros del Escuadrón B fueron ubicándose en silencio en el Sea King, al que se le habían quitado los asientos para agregarle tanques suplementarios de combustible. Había pasado la medianoche. Eran las 0:15 del 18 de mayo de 1982. Se iniciaba la misión hacia el continente. Debían volar 350 millas. Hutchings calculó que les tomaría un poco más de cuatro horas. Las hélices comenzaron a girar y esperaron que el Invincible, en completa oscuridad y bajo silencio de radio, alcanzara su velocidad máxima para facilitar que el Sea King se elevara. La patrulla del SAS partió sin entusiasmo. Les habían dado trajes de inmersión naranjas fluorescentes por si se accidentaban en el despegue. Después, el portaviones y sus fragatas escoltas Brilliant y Coventry abandonaron la posición y comenzaron a navegar hacia el noreste para unirse a la Fuerza de Tareas.

Las primeras horas del vuelo las hicieron a 15 metros por encima del mar para evitar el radar de Malvinas. Después subieron a 60 metros. La atmósfera interna era tensa, todos estaban ganados por la incertidumbre. Solo se escuchaba el ruido de los motores. Legg se había unido al Regimiento para vivir un poco de aventura y ahora la tenía en exceso; la situación había salido de su control. “¿Cómo mierda terminé acá?”, se preguntaba. Sentía que los movían como peones, pero no era el primer soldado que tenía la misma sensación. Ni sería el último. Estaba perturbado. Necesitaba tener un sentido de perspectiva. Decidió concentrarse en tiempos más felices. Pensó en su infancia en la granja con su familia. En sus amigos, cuando jugaba al rugby. Recordó cuando pasaba un rato tomando cerveza con ellos después de los partidos. Pensó en sus viejas novias, en los buenos momentos que había vivido en el Regimiento. Entraba y salía del sueño, adormecido por el zumbido del helicóptero. Se sentía cansado.

Hutchings volaba con la radio y los aparatos electrónicos desactivados. Solo si observaba al 25 de Mayo debía romper el silencio y alertar sobre su posición. Tenían orden de atacarlo aun fuera de la zona de exclusión para eliminar su amenaza. (…)

A la cuarta hora de vuelo divisaron la costa del continente. Hutchings, con sus visores nocturnos, pudo observar un resplandor. Mientras se acercaba, lo sorprendió una llama de gas incandescente de una torre que emergía del mar. Se veían las luces rojas que destellaban en la niebla. Supusieron que era una plataforma petrolera marina. Hutchings lamentó que el detalle no estuviera marcado en el informe de inteligencia ni en las imágenes satelitales de Estados Unidos, que solo alcanzaban hasta las aguas costeras de Río Grande. Viró hacia el sur para evitar la plataforma petrolera y advirtió edificaciones sobre la costa que tampoco estaban en la cartografía. Una densa niebla los cubrió. Estaban entrando al continente.

Libro Vigilancia y Control Aéreo en Argentina: la imagen muestra las trazas de los casi cinco minutos que estuvo el Sea King ZA290 en la pantalla del radar. La primera traza ocurre a las 4:28 AM cuando, según la tripulación, tocó tierra para desembarcar al equipo del SAS

El destructor Bouchard los detectó en su radar de aire por sonido e imagen. Había otra intrusión del enemigo, como había sucedido treinta y cuatro horas antes. No se trataba de tres elementos que avanzaban en V; se podía ver su desplazamiento hacia el oeste. A las 4:26 el helicóptero traspasaba la costa. Se informó al Piedrabuena del hallazgo y a la base de Río Grande para consultar si era una aeronave amiga, pero luego de una demora en la comunicación desde la base lo negaron. Veinte minutos después había perdido el eco y supusieron que la aeronave había descendido a tierra cerca de la Ruta 3.

Las luces de la base de Río Grande se apagaron. Alerta roja. Sobre la bahía San Sebastián había un depósito de combustible que suministraba nafta especializada para los aviones de la base. Podría ser objetivo de la intrusión. Las patrullas terrestres de infantes de Marina salieron hacia la zona norte para rastrillar las estancias. Los helicópteros se lanzaron a la búsqueda. La artillería antiaérea esperó un ataque desde el mar. Había confusión. Cuando se observaba la luz de un auto en una zona apenas elevada de la Ruta 3, pensaban que podría ser el helicóptero. No tenían claridad de lo estaba sucediendo, pero estaban seguros de que el enemigo había entrado al continente.

Cuatro millas tierra adentro, el piloto del Sea King estaba perdiendo referencias visuales y sintió que en cualquier momento podría perder el control de la aeronave. Ya no veía el suelo. Decidió aterrizar en el pastizal. Afuera el aire estaba espeso por la niebla y adentro se advertía la tensión del grupo. El jefe del Escuadrón B se acercó a la cabina de la tripulación y se colocó entre los asientos. Le pidió a Alan Bennet que le mostrara las coordenadas del TANS. Según el sistema de navegación estaban a 19 millas terrestres de la base, cinco más arriba del plan original. Legg lo contrastó con el mapa que había dibujado. No confiaba en la posición del TANS. Suponía que estaban más al norte todavía. Desde que habían entrado al continente por la bahía San Sebastián, a 60 millas, no podrían haber cubierto semejante distancia volando en forma lenta y en tan poco tiempo. Bennet verificó el TANS y aseguró que estaban a 30 millas terrestres de la base. Era el área de la estancia La Sara, propiedad de la familia Braun Menéndez. No estaba marcada en la carta náutica, pero Legg la tenía en su mapa como vía de escape.

Si esto era cierto, la patrulla debía caminar 50 kilómetros. La marcha sería mucho más comprometida, sobre todo porque Legg percibía que habían sido detectados. Creyó ver unas luces a 200 o 300 metros, que, supuso, podrían ser de un auto. Sin embargo en el mapa que le mostraba Hutchings no había ningún camino cercano. También vio un resplandor; podría ser una bengala iluminada en la niebla. Estaba convencido de que la operación había perdido sorpresa y podrían ser emboscados. A cada segundo sentía la inminencia de un ataque. No convenía estar más tiempo en el lugar. El suelo estaba cubierto de escarcha, el viento helado atravesaba el aire y la oscuridad era total. Un miembro de la patrulla que había saltado a tierra pudo corroborarlo. (…)”

* Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA). Es autor del libro “La Guerra Invisible. El último secreto de Malvinas”. Ed. Sudamericana.