Soldados argentinos rechazan el desembargo inglés en Comodoro Rivadavia
Malvinas secreto: el día que Inglaterra invadió la Patagonia
A más de cuatro décadas del conflicto, el olvido oficial sobre los combatientes que defendieron objetivos en el continente refleja una deuda histórica que persiste
Por Cynthia Castro || Infobae
El 21 de mayo de 1982, comandos británicos pisaron suelo argentino, no en Malvinas, sino en el continente. La Base Aérea Militar (BAM) de Comodoro Rivadavia, pieza clave en la logística de defensa argentina, fue el objetivo de una incursión enemiga que quedó sellada como “secreto de Estado”. Esa noche, la amenaza de un ataque británico sobre el territorio patagónico fue real, y el alerta roja encendió la posibilidad de un conflicto aún más amplio.
Según el testimonio del excombatiente Antonio González, “pretendían atacar la BAM (Base Aérea Militar) comodorense que funcionaba en ese momento como base de operaciones militares, como búnker de la Fuerza Aérea Argentina... ese episodio provocó que se disparara una alerta roja que afectó a toda la ciudad de Comodoro Rivadavia, en Chubut.”
A lo largo de la costa patagónica, desde Puerto Madryn hasta Ushuaia, las Fuerzas Armadas argentinas desplegaron a miles de soldados para garantizar la defensa del territorio continental. Eran jóvenes, la mayoría con escasa preparación militar y sin experiencia en condiciones extremas. Sin embargo, su misión era clara: proteger la soberanía del país ante cualquier intento de invasión. Y la amenaza británica era tangible.
Las incursiones británicas en el continente no son una teoría conspirativa ni un rumor infundado. Excombatientes, historiadores e incluso exmilitares británicos han reconocido que hubo múltiples ataques en el continente. Edward Denmark, integrante de la Task Force británica, lo admitió en una carta enviada al exmiembro de la Fuerza Aérea Sur, Julio Herrera Vidal.
Herrera
Vidal, quien participó en la defensa del continente, respaldó esa
afirmación con su propio testimonio: “Se está desclasificando todo y
gracias a Dios se va a hacer justicia. Hubo muchos ataques en el
continente. De hecho, el 23 de mayo de 1982 a las 19:00 entramos en
combate aéreo con un avión que no se identificó. Fue en la base aérea militar Santa Cruz, ubicada al sur de (Puerto) San Julián”, sostuvo en declaraciones a Noticias Argentinas.
El
reconocimiento de estos hechos por parte de un exmilitar británico y el
testimonio directo de un excombatiente argentino ponen sobre la mesa un
hecho incómodo para la Argentina: mientras el Reino Unido desclasifica
información y admite la magnitud de su intervención en el continente,
nuestro país sigue negando a sus propios soldados.
No todo pasó en Malvinas
El 2 de abril de 1982 se crea el Teatro de Operaciones Malvinas (TOM) como comando estratégico operacional para la recuperación de las Islas.
El
7 de abril las operaciones del comando TOM se extiende a todos los
espacios aéreos y marítimos del litoral atlántico argentino, creando el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS),
con unidades militares en la Patagonia Austral , en el sur del paralelo
42º, donde se cumplían tareas de logística, comunicaciones,
inteligencia, protección de la población civil y costera, transporte de
víveres y se protegía la seguridad de las bases desde las que partían
las aeronaves.
De las 649 argentinos que murieron en el conflicto bélico,
el 9% fueron argentinos caídos con órdenes de operaciones en bases
aéreas y costas patagónicas en defensa de la Patagonia Austral. Estos
son, 39 pilotos de combate y tripulación abatidos en el aire en misión
de combate que habían partido de las Bases Aéreas Militares (BAM) y 17
caídos con órdenes de operaciones en las costas patagónicas.
Un
ejemplo de ello fue cuando, el día 30 de abril de 1982 en la zona entre
Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia, en una misión de combate en el
continente, un helicóptero argentino fue en búsqueda de un grupo comando
británico que habría desembarcado cerca de Caleta Olivia, refugiándose
en una estancia. El helicóptero fue interceptado y murieron 10
argentinos. El 1º de mayo de 1982, se descubre ese grupo comando
británico, dos submarinos ingleses detectados en las cercanías de las
costas patagónicas, en las cercanías a Caleta Olivia, con rumbo a Puerto
Argentino.
Da
cuenta de las invasiones a la Patagonia en el Libro Histórico y el
Diario de Guerra del Liceo Militar General Roca de Comodoro Rivadavia
que contiene documentación archivada por el Coronel Fabian Brown, jefe
del Servicio Histórico del Ejercito.
La batalla por el reconocimiento
Aquellos
soldados que protegieron el continente bajo órdenes de combate,
agrupados en lo que se conoce como el Teatro de Operaciones del
Atlántico Sur (TOAS), enfrentaron no solo la amenaza británica, sino
también el desprecio de su propio país. Más de cuatro décadas después, siguen
luchando para que se les reconozca lo que la historia y la ley les
concedieron: la condición de excombatientes de Malvinas.
Desde
la inmediata posguerra, la cuestión del reconocimiento a los veteranos
de Malvinas estuvo envuelta en arbitrariedades y omisiones. Las primeras
normativas, como la Ley 22.674/82 y la Ley 23.118/84, incluyeron a los
soldados del TOAS entre los excombatientes. Sin embargo, en 1988, un
decreto presidencial modificó ese criterio y los excluyó sin más.
Esa
decisión no solo contradijo las leyes vigentes, sino que violó la
propia Constitución Nacional, que prohíbe al Poder Ejecutivo derogar
leyes mediante decretos. No obstante, la omisión persiste hasta el día
de hoy: los soldados del TOAS siguen fuera del reconocimiento oficial,
mientras que Gran Bretaña ya ha comenzado a desclasificar archivos sobre
los ataques continentales durante la guerra.
El
argumento oficial para negar el reconocimiento a los soldados del TOAS
es que no participaron directamente en el combate en las islas. Sin
embargo, este criterio resulta arbitrario e inconsistente con la propia
normativa nacional e internacional. La Ley 23.379 define como
combatiente a todo aquel que contribuye militarmente a un mismo
objetivo, ya sea en funciones de combate o defensivas. Los soldados del
TOAS cumplían órdenes de guerra en bases militares estratégicas,
protegían la retaguardia y garantizaban la operatividad de las Fuerzas
Armadas en el conflicto.
El
olvido no es solo una cuestión burocrática. Es una herida abierta en la
historia argentina. Negar el reconocimiento a estos soldados implica
desconocer su sacrificio y despojarles del honor de haber servido a la
Patria en tiempos de guerra.
Una deuda con la historia
Negar
el reconocimiento a los miembros del TOAS es una traición a la memoria
nacional. Sin ellos, la Patagonia pudo haber caído bajo el control
británico. Sin ellos, las bases militares en el continente, esenciales
para el desarrollo de la guerra, no habrían resistido.
El Estado argentino todavía tiene una deuda con los hombres que defendieron su soberanía.
La sociedad, que durante años les dio la espalda a los combatientes,
tiene el deber moral de exigir justicia. No puede haber reclamo de
soberanía sobre Malvinas si la Argentina no es capaz de honrar primero a
todos aquellos que la defendieron.
El
reconocimiento de los soldados del TOAS no es solo una cuestión de
derechos adquiridos. Es una cuestión de justicia histórica. Y en esa
batalla, el olvido no puede ser la última palabra.
Imagen referencial. Un Sea King HC.4 de 825 Escuadrón Aéreo Naval despega después de trasladar, desde San Carlos a Darwin, a comandos de la compañía 42 de los Royal Marines (Photo by Paul Haley/ Crown Copyright. Imperial War Museums via Getty Images)IWM/Getty Images - Imperial War Museums
Operación Plum Duff. El aviador chileno que rescató a los comandos británicos que planeaban atacar la base aérea de Río Grande
Jorge Freyggang Campaña, ex oficial de la Fuerza Aérea de Chile, se hizo famoso por ser el primer piloto comercial en llegar a la Antártica; sin embargo, pocos –ni siquiera sus más cercanos- conocían su rol en la guerra de Malvinas
Daniel Avendaño y Mauricio Palma
Son casi las 11 de la noche y caen las primeras gotas sobre Gotemburgo. Solo dos chilenas, que promedian los 70 años, esperan frente al Stora Teatern, el centenario recinto del puerto sueco. Hace poco más de una hora que terminó el concierto de los Inti Illimani, y esperan tomarse una fotografía con los músicos.
Finalmente, aparecen los fundadores de la banda, Horacio Salinas y José Seves, que ya superan los 70 años y que no dudan en posar junto a sus compatriotas.
Es 21 de septiembre de 2023 y nos acercamos a Seves: le contamos que estamos escribiendo un artículo sobre el piloto Jorge Freyggang, hermano mayor de Renato, un saxofonista que estuvo en la banda durante diez años mientras estaban exiliados en Italia.
“Fuimos muy cercanos con Renato”, aclara el dueño del vozarrón emblemático del grupo.
También le señalamos que diversos documentos sindican a este excapitán de la Fuerza Aérea de Chile como uno de los represores de la dictadura chilena. Esta vez, José Seves -con cara contrariada- señala que jamás supo de esta historia. Nos dirá que es un episodio desconocido al interior de los Inti, como se le conoce a esta agrupación fundada en 1967 y que fuese una férrea promotora del gobierno socialista de Salvador Allende.
Dos semanas más tarde, el lunes 2 de octubre de 2023, y minutos antes de que el conjunto Amankay, integrado por holandeses y chilenos, se presente por primera vez en el teatro de la Universidad de Santiago, nos acercamos a Renato Freyggang y le preguntamos por su hermano Jorge y su rol en las sesiones de tortura en la base aérea de Temuco en 1973. El ex Inti Illimani, con semblante sereno, nos dice: “No tenía idea”, y luego agrega que le gustaría cooperar, saber si hay más antecedentes, y que no tendría problemas en reconocer que Jorge estuvo en eso. “En realidad, no me extraña, hubo muchos involucrados”.
La historia le daría la razón.
El aviador trasandino Jorge Freyggang
La pandilla salvaje
Hijo de un suboficial de la FACh que por mérito ascendió a oficial, Jorge Humberto Freyggang Campaña nació el 1 de abril de 1947. Eran cuatro hermanos, tres varones y una niña, y vivieron toda su infancia en Santiago.
A los 18 años ingresó a la Escuela de Aviación y a fines de 1969 egresó con el grado de subteniente, ocupando la antigüedad número 25. Difícilmente llegaría al generalato. Poco después fue destinado a Punta Arenas, en el extremo sur de Chile. Allí conoció a Susana López González, hija de comerciantes locales; se casaron con separación total de bienes.
En mayo de 1973, el teniente Freyggang fue enviado a la Base Aérea Maquehue de Temuco, la que había iniciado sus operaciones a fines de los años 20 y en la que, varias décadas más tarde, el Papa Francisco ofrecería una misa teñida de polémica: subió al altar acompañado por un obispo silente y encubridor de un sacerdote pedófilo.
Es en este lugar, que en los 60 albergaba a la escuela de helicópteros de la FACh, donde Freyggang escribió su historia más brutal a partir del golpe militar del 11 de septiembre de 1973.
Uno de los que padeció aquella infamia fue Jorge Silhi Zarzar. Hasta su casa ubicada en el centro de Temuco, llegaron tres miembros de la FACh y un enfermero civil. Allí encañonaron a su madre y lo sacaron violentamente desde su hogar. Lo trasladaron hasta la Base Maquehue, ubicada a seis kilómetros al suroeste del centro de la ciudad. En aquel recinto, al entonces liceano lo recibiría “La pandilla salvaje”, un grupo compuesto por oficiales y suboficiales, dirigida por Freyggang Campaña.
“Aquí comienza un calvario que yo no me imaginaba que resultaría posible entre seres humanos: interrogatorios reiterados con golpes, con palos, con electricidad y lo peor de todo, el submarino seco, que es la bolsa de nylon que te ponen en la cabeza hasta que tú abras la mano y decidas que quieres hablar. Si lo hacías para aliviarte y no contestaban lo que ellos querían, volvía el submarino seco”, cuenta el hoy abogado Silhi, desde su casa en la capital de la Región de la Araucanía.
En esos días, Jorge Silhi tenía 19 años recién cumplidos. Era un conocido dirigente estudiantil y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Por lo mismo, recibió instrucción militar, pero sin alcanzar a pertenecer a las estructuras claves de su partido. En los interrogatorios insistirá que su perfil era intrascendente.
“Jorge Freyggang estuvo en mis interrogatorios y era uno de los que me golpeaba, pero los que más golpeaban eran los suboficiales”. En una de las sesiones de tormento, Silhi -quien siempre estuvo vendado- logró sacarse la bolsa plástica que lo asfixiaba y ahí Freyggang le tomó las manos y las ató con un cinturón.
Tras ocho días detenido en la Base Maquehue, donde lo interrogaron dos o tres veces al día y después de sufrir “una de las peores pateaduras”, Silhi fue dejado en libertad gracias a contactos familiares. “Cuando soy liberado, el que me va a dejar a mi hogar era Freyggang”, recuerda el abogado temuquense, que reconoció la voz de quien daba las órdenes de las golpizas que padeció.
A fines del 73, Jorge Silhi salió del país con destino a Argentina, donde permaneció un año. Volvería a Chile a estudiar Derecho, ya completamente descolgado de una militancia política. Recién a mediados de los 80 defendería a algunos perseguidos políticos de la dictadura de Pinochet.
Jorge Silhi en su casa en Temuco
El apellido Freyggang es repetido en varios procesos judiciales que se sustanciaron por los crímenes cometidos en Maquehue. En ellos, exoficiales y suboficiales sindicaron al entonces teniente como integrante e incluso jefe de la unidad de inteligencia que operó en aquel recinto militar. Varios de los integrantes de la denominada pandilla salvaje fueron condenados y hoy cumplen condena en prisión. Un reconocimiento inusual
En la hoja de vida militar de Jorge Freyggang Campaña, un documento de 56 carillas manuscritas y entregada por la propia FACh, se consigna que dos semanas antes del golpe militar –y con la edad de 26 años- pasó a ser jefe del Departamento de Inteligencia del Grupo 3 Maquehue de Temuco, donde “tuvo una destacada actuación antes, durante y después de los sucesos del 11 de septiembre de 1973″.
El texto agrega: “Cumplió con valentía y decisión su actuación frente a elementos marxistas, practicando interrogatorios, detenciones, allanamientos y otras misiones”.
Hoja de vida militar de Jorge Freyggang
Como pocas veces, la propia FACh acreditó la participación de uno de sus oficiales en detenciones extrajudiciales. Aún más: Freyggang obtuvo las mejores calificaciones mientras estuvo destinado en Temuco.
El 12 de septiembre de 1975, dejó su rol en inteligencia y asumió distintas labores administrativas; incluso sería el director del jardín infantil del regimiento.
Seis meses después, en la Laguna del Laja, sufrió su primer accidente aéreo cuando estrelló el helicóptero Dell UH-1H que conducía. La institución lo felicitó por su maniobra y concluyó que se debió a una “falla de material”.
A mediados de 1977, solicitó ser dado de baja de la institución “por motivos particulares”. A fines de agosto dejó las filas de la FACh con el grado de capitán, cerrando su hoja militar llena con múltiples loas; “se le puede confiar cualquier misión”, apuntaron sus superiores.
En los días siguientes, regresó a la Patagonia para iniciar su añorado negocio: tener su propia línea aérea. Para ello, se asoció con su suegro Sergio López, quien era dueño de una librería en Punta Arenas. Ambos se endeudaron y en diciembre del mismo año compraron la línea aérea Tama a Luciano Julio, que solo contaba con una aeronave, un maltrecho CC-CAK.
A pesar de lo precario de la firma, Freyggang le dio un nuevo impulso a la empresa: él piloteaba, su suegro era ejecutivo y su mujer atendía el público. Con el viejo avión aumentó la periodicidad de los vuelos entre Punta Arenas, Cerro Sombrero, Porvenir y Puerto Williams.
Pero la gran apuesta de Freyggang fue en 1980: viajó a Estados Unidos para adquirir tres aviones. Tama se ponía pantalones largos y, cada tanto, ponían avisos publicitarios en los diarios locales. Pero sabía que necesitaba algo más grande para remecer el débil mercado aeronáutico de la zona, hasta que ideó su gran golpe de marketing: el domingo 22 de marzo de 1981, su rostro apareció en la prensa local bajo el titular: “Hazaña histórica de empresa magallánica. Abierta ruta comercial a la Antártica. Jorge Freyggang, piloto civil, fue el primero en llegar a la Antártida con un avión comercial.”
El 22 de marzo de de 1981 el diario El Magallanes da cuenta de la hazaña de Jorge Freyggang, primer piloto civil en unir en vuelo América con la Antártida
El viaje hasta la base Teniente Marsh en la Antártida fue su particular homenaje a la institución que lo formó como piloto, el mismo día del aniversario de la FACh, celebrando el aterrizaje de esta hazaña aeronáutica entre los vítores de sus ex camaradas del aire, a quienes les llevó varias sandías.
¿Un espía de los ingleses?
El otoño de 1982 fue durísimo para los habitantes del extremo sur del continente. Argentina estaba en guerra con Gran Bretaña por la soberanía de las islas Malvinas. Fue una conflagración corta pero sangrienta.
A muy poco andar del conflicto, el alto mando de la Real Fuerza Aérea Británica (RAF) envió a Chile a uno de sus hombres para que consiguiese el apoyo local bajo el más estricto sigilo. El elegido fue Sidney Albert Edwards, un oficial que a sus 48 años hablaba perfecto español y era experto en inteligencia militar. En Londres sabían que estaban dando inicio a una relación quid pro quo, en la que la ayuda sería recíproca: tras la guerra, Chile recibiría seis Hawker Hunter, un radar de larga distancia, misiles antiaéreos y tres cazabombarderos Canberra de reconocimiento fotogramétrico de gran altura. Mientras que los aviadores británicos usarían el espacio aéreo chileno para labores de espionaje, instalando en Punta Arenas un radar que les permitió detectar los movimientos de los cazas argentinos, y varias pistas en las que aterrizaban aeronaves inglesas camufladas como máquinas chilenas.
Pero la ayuda subrepticia hacia los británicos no estuvo exenta de incidentes.
Sea King con las aspas plegadas a bordo de la cubierta de vuelo del HMS Intrepid. Atrás asoma el portaaviones ligero HMS Hermes.
El mapa con la operación frustrada que publicó el periódico inglés Daily Mail en 2014
El 17 de mayo de 1982, el helicóptero Sea King HC-4VC, bajo el mando del teniente Richard Hutching, despegó desde el portaviones HMS Invencible. En el interior iban además ocho hombres del S.A.S., las fuerzas especiales del ejército británico. Era una misión arriesgada y casi suicida. La operación secreta, denominada Plum Duff, tenía como objetivo infiltrar la base aeronaval argentina de Río Grande, destruir los aviones Super Étendard, asesinar a sus pilotos, pero por sobre todo, destruir los 3 misiles AM-39 Exocet que aún mantenía la Fuerza Aérea Argentina, el principal dolor de cabeza para Margaret Thatcher, luego que semanas antes, el 4 de mayo, dos de estos misiles habían hundido al destructor británico HMS Sheffield.
La base Aérea de Río Grande, en 1982, objetivo de los comandos que participaron en la operación Plum Duff
Pero algo falló, y debido a las condiciones climáticas, el teniente Hutching abortó la misión pues había sido detectado por un radar hostil: el copiloto pudo observar una bengala en las cercanías. Decidieron dejar a los comandos SAS en un punto cercano al río Silva. Luego prosiguieron rumbo a Punta Arenas y ya en territorio chileno, el Sea King fue abandonado y destruido por sus propios ocupantes.
El incendio del helicóptero no sólo fue advertido por los lugareños sino que rápidamente se convirtió en noticia internacional. Los tres tripulantes del Sea King decidieron esconderse, hasta recibir nuevas órdenes. Fueron siete largos días en que el incidente pasó a ser un inesperado y casi insalvable conflicto diplomático, hasta que –según rezaba el protocolo- Hutching tomó su teléfono satelital y llamó a Sidney Edwards:
“Entréguense a las autoridades chilenas y yo me ocuparé de que lleguen a Santiago”, fue la instrucción que recibió el piloto. Y así lo hicieron. En los días siguientes abandonaron el territorio chileno rumbo a Londres.
La Prensa Austral publico la noticia del rescate de los tres pilotos del Sea King. Si bien la crónica habla de "misterio", jamás menciona a los 8 comando británicos que iban en el helicóptero
La tripulación del Sea King británico tuvo una salida "oficial". Los tres pilotos dieron una conferencia de prensa al llegar a Santiago, pero negaron la existencia de comandos británicos en el continente
Mientras, los 8 hombres de la SAS seguían escondidos en el sur de Chile, específicamente en la ciudad de Porvenir. Pero no aguantarían mucho tiempo.
Se hacía urgente sacarlos del país, por lo que los oficiales de enlace chilenos contactaron al ex camarada de la FACh, Jorge Freyggang. Los ingleses pagaron una alta cifra con el propósito de resguardar las identidades de sus pasajeros que, de paso, mejoraron las alicaídas arcas de aerolíneas Tama.
Aprovechando la tranquilidad del domingo 30 de mayo, los ocho comandos británicos fueron trasladados desde Porvenir hasta Punta Arenas a bordo de un monomotor. En la capital de Magallanes, los esperaba el Beecheraft Queen Air BE-80 piloteado por Freyggang. Hizo escala en Puerto Montt para cargar combustible y al llegar a Santiago, fueron recibidos por una columna de vehículos que los llevó a una casa de seguridad. Jorge Freyggang respiró tranquilo. La misión secreta había resultado exitosa y la paga generosa. Estuvo 6 días en la capital, reunió a su familia y el sábado emprendió el vuelo de regreso a Punta Arenas.
Sería el último de su vida.
Vecinos de Punta Arenas aún conservan, como souvenirs, pedazos del Sea King que los comandos británicos abandonaron y prendieron fuego tras abortar el ataque a la base de Río Grande
Aquel 5 de junio de 1982 había sido pronosticado con mal tiempo. No era un buen día para volar. Los 1308 kilómetros que separan Puerto Montt con la austral Punta Arenas se encontraban con cielos completamente nublados. Es una geografía compleja y un clima inestable, con vientos bravos. Pero Freyggang se tenía confianza. Había despegado aquella mañana desde Santiago en su Beecheraft Queen Air BE-80. Hizo una escala en el aeropuerto El Tepual de Puerto Montt. Lo acompañaba su esposa Susana López, sus hijos Jorge (9), Patricio (7), Susana (2) y la asesora del hogar, Brunilda Navarro. Despegaron cerca de las 10 de la mañana para volver a su amado Magallanes.
A las 18:10 horas, Jorge Freyggang se contactó con el operador de la torre de control del aeródromo de Chile Chico. Tenía una emergencia:
“Solo veo mar a mi alrededor; también veo la luna. No observo tierra. Me queda combustible para unos 20 minutos, así que trataré de amarar. Búsquenme. No me olviden”.
Fue su último contacto radial.
“Perdido avión de Tama”, tituló al día siguiente diario El Magallanes. La noticia caló hondo en Punta Arenas. Freyggang era un hombre conocido en la austral ciudad y había consolidado cierto prestigio entre los aviadores. Su bigote le otorgaba más años que los 35 que tenía al momento del accidente.
Los archivos oficiales de la Operación Plum Duff fueron desclasificados hace 10 años. Sin embargo, las imágenes del helicóptero británico incendiado en el sur de Chile trascendieron en 1982
“Era un tipo extrovertido, simpático, alegre y ameno. Muy sincero y transparente”, lo recuerda hasta estos días desde su oficina en Punta Arenas, Luis Utman, quien lo conoció cuando ingresaron como cadetes a la Escuela de Aviación en 1965. El destino los volvió a unir a principios de los 80, cuando Luis comenzó a pilotear para la empresa Tama. Por eso le dolió tanto su partida, pues a pesar de la experiencia de Freyggang, poco pudo hacer aquel infausto atardecer de junio de 1982. Los fuertes vientos y escaso combustible lo sentenciaron. Técnicamente se cree que el avión pudo caer entre Punta Arenas y el Mar de Drake. Utman participó directamente en la búsqueda del avión siniestrado, la que se prolongó por dos semanas.
Durante años se especuló que el chileno había sido un espía trabajando para los ingleses y que incluso volaba de manera permanente a Puerto Argentino, en las Islas Malvinas. Incluso se levantó la versión de que su accidente habría sido un atentado de la inteligencia argentina, o que habría fingido su propia muerte y la de su familia, siendo visto años más tarde en Inglaterra, Australia u otro país, que sólo la imaginación popular pudo inventar.
Los rastros de Freyggang Campaña y su familia nunca fueron encontrados. Daniel Avendaño y Mauricio Palm
La Operación Playa Vaca se gestó en las sombras de un tiempo turbulento, un capítulo épico en la historia de la Armada Argentina, donde se conjugaron la determinación y el sigilo para enfrentar un desafío latente desde hacía más de un siglo. Corría el año 1966, y la Argentina, gobernada por una junta militar tras derrocar al presidente Arturo Illia, veía cómo su paciencia ante los reclamos diplomáticos por la soberanía de las Islas Malvinas se agotaba. La sombra de una incursión británica, que se había extendido sobre las islas desde 1833, pesaba sobre las mentes de los estrategas navales.
El incidente del Vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas, secuestrado por un grupo de extremistas que lo desvió hacia el archipiélago, había agitado las aguas ya turbulentas. Era un recordatorio claro de que la situación en las Malvinas podría escalar sin aviso, y que la Argentina necesitaba estar preparada para un escenario de confrontación. Así, en los despachos oscuros de Buenos Aires, se trazó un plan que involucraría uno de los submarinos más veteranos de la flota, el ARA "Santiago del Estero", un ex-USS Lamprey de la Segunda Guerra Mundial, reconvertido en el custodio de una misión secreta.
El
Vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas secuestrado por extremistas
argentinos el 28 de septiembre de 1966 y desviado a Malvinas, donde bien
mansitos se entregaron a las autoridades coloniales británicas.
El 28 de octubre de 1966, con sus motores diésel rugiendo bajo las olas, el ARA "Santiago del Estero" navegó en silencio por las gélidas aguas del Atlántico Sur. Bajo el mando del Capitán de Fragata Horacio González Llanos y del Capitán de Corbeta Juan José Lombardo, el submarino se acercó sigilosamente a la costa de la Isla Soledad, a tan solo 40 kilómetros de Puerto Stanley, la capital de la colonia británica. A bordo, doce hombres de la Armada, entre ellos el Teniente de Corbeta Oscar Héctor García Rabini, esperaban con tensión el momento de la acción.
Diagrama
de la navegación realizada por el submarino S-12 ARA "Santiago del
Estero" de la Armada Argentina durante la Operación "Playa Vaca" a
finales de octubre de 1966.
Bahía Vaca, Isla Soledad (República Argentina)
El plan era claro: debían desembarcar en una playa remota, a pocos kilómetros al norte de la posición británica, para recolectar información vital para futuros desembarcos. La playa debía ser estudiada a fondo: su gradiente, los posibles obstáculos bajo el agua, las rutas de aproximación, todo debía ser cartografiado sin dejar rastro. En la penumbra de la noche, los hombres armaron sus kayaks sobre la cubierta del submarino apenas emergido, y el silencio se rompió solo por el suave golpeteo de las olas.
Dotación y plana mayor del submarino S-12 ARA "Santiago del Estero" de la Armada Argentina. Llegada a la Base Naval Mar del Plata del S-12 ARA "Santiago del Estero" (SS-372 USS "Lamprey") desde Estados Unidos, año 1960 (Foto de Enrique Mario Palacio)
Los dos submarinos Clase "Balao", S-11 ARA "Santa Fe" y S-12 ARA "Santiago del Estero", que sirvieron en la Armada Argentina entre 1960 y 1971, no deben confundirse con los submarinos de la misma clase modernizados al estándar GUPPY IA, S-21 y S-22, que los reemplazaron a partir de 1971 y llevaban los mismos nombres. En esta imagen, se puede ver a los veteranos S-11 y S-12 al final de su vida útil en la Base Naval Mar del Plata, mientras que el nuevo S-22 ARA "Santiago del Estero", su reemplazo, se encuentra al fondo, preparado para asumir las tareas que sus predecesores dejaron atrás. El S-12 ARA "Santiago del Estero" se retira después de una década de servicio, habiendo sido protagonista de importantes misiones como la Operación "Playa Vaca", que quedó inscrita en la historia de la Armada Argentina. El S-12 ARA "Santiago del Estero" de la Armada Argentina amarrado en el muelle de su apostadero en la Base Naval Mar del Plata.
La primera incursión fue un éxito. Los hombres desembarcaron y exploraron la costa, mapeando cada detalle. Sin embargo, la segunda noche trajo un giro inesperado. En la penumbra, García Rabini divisó a un kelper, un colono de las islas, observándolos desde la cima de un risco. Sabían que ser descubiertos podría desatar una crisis diplomática sin precedentes. Rápidamente, capturaron al isleño y lo maniataron mientras debatían qué hacer con él. Matarlo no era una opción; la misión era de inteligencia, no de combate. Pero tampoco podían arriesgarse a que el hombre alertara a las autoridades británicas.
Entonces, surgió una idea tan audaz como insólita: algunos tripulantes regresaron al submarino para buscar una botella de whisky del camarote del capitán. Regresaron al risco y obligaron al kelper a beber hasta dejarlo semiinconsciente, abandonándolo en el mismo lugar donde lo encontraron. Con la misión abortada para evitar mayores complicaciones, el grupo regresó al submarino, llevando consigo la valiosa información que habían recopilado.
El Vicealmirante Juan José Lombardo, nacido el 19 de marzo de 1927 en Salto, provincia de Buenos Aires, fue un protagonista clave en la historia de la Armada Argentina. Siendo Teniente de Corbeta, ocupaba el puesto de Segundo Oficial al mando del submarino S-12 ARA "Santiago del Estero" durante la exitosa Operación "Playa Vaca" en las Islas Malvinas, el 28 de octubre de 1966, una misión que quedó marcada como un hito en las operaciones de inteligencia argentina en el Atlántico Sur. El 15 de diciembre de 1981, ya con el rango de Vicealmirante, fue convocado por el entonces Jefe de Estado Mayor de la Armada, Almirante Jorge Isaac Anaya, a su despacho para recibir una misión que cambiaría el curso de la historia argentina: Malvinas.
La travesía de regreso a Mar del Plata fue tan sigilosa como su ida. A su llegada, se les ordenó un silencio absoluto sobre los eventos ocurridos. Ninguno de los participantes, ni siquiera a sus familias, debía contar lo que había sucedido en esas aguas gélidas del Atlántico Sur. La misión, a pesar de sus imprevistos, había sido un éxito. Los datos recabados quedaron en manos del Estado Mayor de la Armada, una herramienta estratégica que podría haberse convertido en clave si las negociaciones diplomáticas hubieran fracasado.
Los dos submarinos Clase "Balao", S-11 ARA "Santa Fe" y S-12 ARA "Santiago del Estero", que prestaron servicio en la Armada Argentina entre 1960 y 1971, no deben confundirse con los submarinos de la misma clase, modernizados al estándar GUPPY IA, S-21 y S-22, que los reemplazaron a partir de 1971 y portaban los mismos nombres. En esta imagen, se observa a uno de los primeros en plena navegación tras su llegada a Argentina, ya sin la pieza de artillería de proa que había sido desmontada como parte de su proceso de adaptación y modernización para las nuevas misiones en el Atlántico Sur.
Años después, el Capitán de Fragata García Rabini recordaría aquellos días con un orgullo sereno, consciente de la importancia de su misión. Aunque el informe de la Operación Playa Vaca no se utilizó directamente en la recuperación de las islas en 1982, quedó como testimonio del compromiso y la audacia de aquellos marinos, que desafiaron a la historia para mantener viva la llama de la soberanía argentina.
La historia de la Operación Playa Vaca permanece, entremezclada con la leyenda y la realidad, un episodio oculto en la vasta lucha por las Malvinas, donde un puñado de hombres se enfrentó al mar, a la oscuridad y a las sombras de una guerra que, aunque aún no había comenzado, resonaba con la fuerza de lo inevitable. Es un recordatorio de que la lucha por la soberanía no solo se libra en los campos de batalla, sino también en los silencios, las olas y el susurro del viento en una playa solitaria del Atlántico Sur.
El Capitán de Fragata retirado Oscar Héctor García Rabini, hoy con 83 años, es el marino argentino que, en 1966 y con el grado de Teniente de Corbeta, lideró una de las misiones más audaces de la Armada Argentina. Al frente de una incursión de Fuerzas Especiales, desembarcó en las costas de la Isla Soledad el 28 de octubre de aquel año, durante la secreta Operación "Playa Vaca". Desde las profundidades del océano, el submarino S-12 ARA "Santiago del Estero" los lanzó en una misión envuelta en el silencio y la penumbra, con el objetivo de recabar información vital para la defensa de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas.
Plata Vaca, extremo Sur, imagen tomada desde el ARA "Santiago del Estero" por Miguel Salvatierra el 28/10/1966
El submarino Clase "Balao" ex-US Navy SS-372 USS "Lamprey", que había servido a la Marina de los Estados Unidos desde 1944 hasta 1960, fue transferido ese año a la Armada Argentina, donde tomó el nombre de S-12 ARA "Santiago del Estero". En la imagen, se le ve zarpando de la Base Naval Mar del Plata, sede de la Fuerza de Submarinos de la Armada Argentina, donde operó hasta su reemplazo en 1971 por el S-22 ARA "Santiago del Estero", un submarino de la misma clase pero actualizado al estándar GUPPY IA. La llegada de esta nueva unidad marcó el fin de una era para el veterano submarino, que había sido parte de operaciones tan destacadas como la Operación "Playa Vaca", demostrando el compromiso de la Armada en la defensa de la soberanía nacional.
La fragata antisubmarina P-36 ARA "Piedrabuena" en la mira a través del periscopio del submarino ARA "Santiago del Estero" en unas maniobras de combate.
Traspasando carga entre el submarino ARA "Santiago del Estero" y el destructor D-10 ARA "San Luis" El
S-12 ARA "Santiago del Estero" navegando en superficie rumbo a su
objetivo. Puesto a que era un Clase "Balao" que no había recibido la
modificación GUPPY IA, carecía de snorkel y baterías de alta
resistencia, y por lo tanto era un submarino que aún debía operar como
los de la Segunda Guerra Mundial, mayoritariamente en superficie, por lo
menos en horas de la noche y zonas fuera de peligro
Efecto mortal, balas envenenadas para pistolas de la Segunda Guerra Mundial
El agente probablemente llevaba una práctica pistola automática Mauser Modelo 1934.
Por Michael Heidler || Small Arms Review
El Instituto Forense de la Policía de Seguridad ( Kriminaltechnisches Institut der Sicherheitspolizei /KTI) era un departamento de la Oficina Principal de Seguridad del Reich ( Reichssicherheitshauptamt /RSHA). La Oficina de Seguridad era una organización subordinada a Heinrich Himmler en su doble calidad de Jefe de la Policía alemana (Chef der Deutschen Polizei ) y Reichsführer -SS. El deber declarado de la organización era luchar contra todos los enemigos del Reich dentro y fuera de las fronteras de Alemania. En 1944, el KTI empezó a ocuparse, entre otras cosas, de balas tóxicas para armas pequeñas. La chispa inicial fue la detención de un agente ruso en la zona del Heeresgruppe Mitte en enero de ese año.
Un SS- Untersturmführer con su Mauser modelo 1934 en el campo de tiro.
En el momento de su detención se le aseguraron numerosos objetos, entre ellos una pistola Mauser calibre 7,65 mm, seis cartuchos asociados y dos bombas pequeñas, una incendiaria y otra explosiva. El uso de una pistola de este tipo no es inusual, porque en aquella época el calibre pequeño era muy común entre las pistolas automáticas utilizadas en el Reich alemán y hubiera dificultado sacar conclusiones sobre el autor de un intento de asesinato. El número de serie 557 453 y las circunstancias indican que el arma pudo haber sido una Mauser modelo 1934.
Sin embargo, las fuerzas de seguridad tuvieron conocimiento de la existencia de municiones. Los casquillos estándar de latón con el sello " Geco D 7.65" fueron fabricados en Alemania por la empresa Gustav Genschow & Co. Las balas, sin embargo, no seguían ningún patrón común: balas de punta hueca con capuchón de acero y arma de cuatro piezas. abrigo. Por supuesto, estas municiones sospechosas debían examinarse más de cerca, por lo que los objetos incautados fueron entregados al "Centro de Investigación Química" del Heeresgruppe . Mitte los días 13 y 15 de enero. Allí se observó por primera vez que cada una de las balas contenía 0,04 gramos de una sustancia desconocida que no era uno de los venenos o explosivos comúnmente utilizados. No podría ser más preciso, porque el equipamiento existente en el laboratorio de campo no era suficiente para un análisis preciso de todas las sustancias químicas.
El sello de una caja de cartucho similar que muestra al fabricante “ Geco ” (Gustav Genschow & Co.).
Los dos calibres más comunes en el Reich alemán: Luger de 9x19 mm (izquierda) y Browning de 7,65x17 mm (derecha).
Por lo tanto, el comandante de la policía de seguridad de Minsk decidió llevar al prisionero y todos los objetos a la Oficina Central de Seguridad del Reich en Berlín. Allí, el agente fue nuevamente interrogado el 26 de enero y empezó a hablar. Al final resultó que, el hombre debería haber cometido un intento de asesinato del SS- Gruppenführer Curt Gustav Friedrich Walther von Gottberg . Recibió todo su equipo por mensajería desde Moscú. Las balas estaban llenas de veneno y serían mortales incluso con la más mínima herida. Había recibido tres cartuchos, pero le quedaban tres más de su misión anterior. En consecuencia, los rusos probablemente habían utilizado este tipo de munición con mayor frecuencia en los asesinatos.
Ese mismo día, la RSHA entregó los objetos al Instituto de Ciencias Forenses. El análisis de las sustancias fue difícil. No fue hasta el 21 de marzo que se terminó el informe final. El veneno era la extremadamente tóxica Aconitina , que se puede obtener, por ejemplo, de la planta del acónito. Se considera una de las toxinas vegetales más fuertes que existen. La dosis letal para un adulto es de 4 mg. El informe llega así a la conclusión de que las balas con un contenido de 20 mg a 30 mg de aconitina deben ser absolutamente mortales, porque “ con un disparo siempre se dañan varios vasos sanguíneos para que el veneno pueda entrar en el cuerpo. "
Dibujo de la bala envenenada rusa del informe del KTI.
Maquillaje de la bala
El dibujo seccional del informe KTI muestra la estructura interna de la bala venenosa:1. Punta de bala hecha de hierro2. Cubrir con 4 incisiones3. Núcleo de plomo compuesto por 4 segmentos4. Cable de retención (soldado a 1)5. Aconitina (soluble en agua) 6. Soldadura, se utiliza para fijar el alambre de retención7. Tapón de plomo, entre el veneno y el plomo hay un trozo de papel.
De hecho, el funcionamiento de la bala está muy bien pensado. Su pelaje presenta cuatro cortes alargados a modo de puntos de rotura predeterminados. En el momento del impacto, la punta de acero redondeada separa la bala de cuatro piezas a lo largo de los puntos de rotura predeterminados. La punta hueca y las partes afiladas de la bala que se rompe aumentan la formación de heridas. El veneno penetra en la herida y en el torrente sanguíneo incluso si el disparo no está bien dirigido.
En una solicitud al KTI de abril de 1944, el general de la Nebeltruppe (artillería de cohetes) señaló el problema de este tipo de balas, porque “ el uso de veneno o armas envenenadas está prohibido según el artículo 23a de la Convención sobre las leyes y Costumbres de la guerra terrestre' del 18 de octubre de 1907. Esto incluye intoxicación alimentaria y de pozos, flechas y balas envenenadas. Sin embargo, la respuesta no dio más detalles sobre esto, sino que simplemente enfatizó que se trataba de munición especial del servicio secreto ruso soviético y no munición capturada del ejército.
La aconitina de la planta del acónito se utilizaba antiguamente para fabricar flechas envenenadas. A continuación, el 26 de enero de 1944, la RSHA entregó todas las municiones al KTI para una mayor investigación.
El diseño de la pequeña bala con su contenido extremadamente efectivo pareció haber impresionado profundamente al KTI. Se consideró tan importante que enviaron un informe al SS- Sturmbannführer Otto Skorzeny , quien inmediatamente expresó su interés en él. Mientras tanto, la Oficina de Armamento del Ejército ( Heereswaffenamt ) también se enteró del asunto y, en junio de 1944, solicitó una copia del dibujo seccional al KTI.
Incluso el Reichsführer de las SS Heinrich Himmler recibió personalmente en agosto información detallada, incluidos dibujos y fotografías.
de Skorzeny al KTI de más información sobre las balas tóxicas.
Este tipo de munición especial encajaría bien en la artillería de las Waffen-SS y de las unidades de policía de las SS. Por lo tanto, en el otoño de 1944, un grupo bajo la dirección del Dr. Joachim Mrugowsky (jefe de higiene y jefe del Estado Mayor III del Reich, médico de las SS y de la policía) comenzó a experimentar con humanos. Se seleccionó el campo de concentración de Sachsenhausen porque, desde 1941, el KTI mantenía un taller para la producción por parte de los prisioneros de productos tóxicos, como por ejemplo ampollas de cianhídrico. Para los siguientes experimentos se llenaron balas de 7,65 mm con 38 mg de nitrato de acónito en forma cristalina. El 11 de septiembre, el grupo de médicos (entre ellos el doctor Albert Widmann ) seleccionó a cinco prisioneros rusos que habían sido condenados a muerte; estas balas fueron disparadas en la parte superior del muslo izquierdo. En dos casos, la bala atravesó el lugar y no se observó ningún efecto del veneno. Los otros tres sufrieron durante unas dos horas hasta que murieron. El informe conservado describe en detalle el desarrollo de los reflejos, las pupilas, la salivación con espuma y los intentos fallidos de vomitar: “ La inquietud motriz aumentó tanto que las personas se arrojaban hacia arriba y hacia abajo, ponía los ojos en blanco y hacía movimientos inútiles con las manos. y brazos. […] La muerte se produjo 121, 123 y 129 minutos después del ingreso del proyectil. A pesar de las heridas insignificantes, el veneno desplegó así su efecto mortal.
En septiembre de 1944, el Dr. Widmann recibió un pedido de 200 balas venenosas de calibre 7,65 mm. El cliente era un buen amigo de Otto Skorzeny : SS- Obersturmführer Adrian Freiherr von Foelkersam de las SS- Jagdverband Oeste . No se sabe si estas balas fueron realmente lanzadas. En general, hasta el momento no se han encontrado pruebas del uso de balas tóxicas por parte alemana. Von Gottberg se suicidó el 31 de mayo de 1945 bajo custodia británica y el Dr. Mrugowsky fue ahorcado en 1948 en la prisión criminal de guerra de Landsberg .
Este artículo apareció por primera vez en Small Arms Review V24N4 (abril de 2020)
¿Cómo planeó Argentina ganar la guerra de las Islas Malvinas: una incursión de los “doce del patíbulo” en Gibraltar?
Un capítulo olvidado en la guerra por las Islas Malvinas.
por Ed Nash || The National Interest
Cuando Argentina invadió las remotas Islas Malvinas y Georgias del Sur
en abril de 1982, apoderándose de Gran Bretaña junto con sus 1.800
habitantes, la junta militar que gobernaba el país pensó que tenían un
hecho consumado y que los británicos no podían hacer nada para
responder. punto de vista que sostenían muchos, incluidos los Estados Unidos.
La actitud resultó miope. Los británicos formaron un grupo de trabajo naval y lanzaron la "Operación Corporate", una expedición para recuperar las islas y reafirmar la soberanía británica. La
confianza inicial del ejército argentino de que la misión estaba más
allá de las capacidades de la Royal Navy y las Fuerzas Terrestres
Británicas comenzó a convertirse en alarma cuando se hizo evidente que
una fuerza sustancial se dirigía al Atlántico Sur para enfrentarlos.
El
jefe de la Armada Argentina, y miembro de la junta militar que dirigía
el país, así como el arquitecto principal del plan para apoderarse de
las islas en disputa, fue el almirante Jorge Anaya. Mientras
desarrollaba los planes de defensa de su armada, concibió la audaz idea
de atacar a la Royal Navy donde menos lo esperaba: en uno de sus
puertos de origen.
Dado
que la fuerza británica dependía de una enorme cola logística para
apoyar la operación, el razonamiento fue que, al demostrar la debilidad
de sus defensas, los británicos se verían obligados a retirar recursos
críticamente escasos para proteger sus instalaciones y lanzar toda la
contrainvasión. en duda.
Con esta idea en mente, los argentinos comenzaron a buscar por dónde golpear. Se
consideró que la seguridad en Gran Bretaña era demasiado estricta, por
lo que se formó otro plan: utilizando buzos armados con minas lapa, los
argentinos hundirían o dañarían un buque de guerra de la Marina Real en
Gibraltar. Y tenían justo al hombre en mente.
En 1974, una mina lapa mató al jefe de la Policía Federal Argentina mientras se encontraba en su yate. Menos de un año después, el nuevo destructor Tipo 42, el Santisima Trinidad , que aún estaba en construcción, fue saboteado cuando una carga detonó debajo de su casco mientras se estaba equipando. El daño retrasó la finalización del barco durante un año.
Los
ataques fueron perpetrados por un grupo terrorista conocido como Los
Montoneros, un grupo de izquierda que se oponía al gobierno militar. El
buzo que dirigió los ataques fue Máximo Nicoletti, un hábil instructor
de buceo cuyo padre había servido en los famosos comandos navales
italianos durante la Segunda Guerra Mundial.
En
algún momento después de estos ataques, Nicoletti fue capturada por los
militares y obligada a trabajar para sus antiguos enemigos. Como resultado, ayudó en varias operaciones encubiertas antes de encargarse de liderar el ataque propuesto.
Al
más puro estilo "Dirty Dozen" o Los 12 del Patíbulo, su equipo estaba compuesto por otros dos
exMontoneros que habían ayudado en los ataques terroristas anteriores
y, como Nicoletti, cambiaron de bando una vez capturados. La
intención de los argentinos era que, en caso de que el equipo fuera
capturado, podrían cancelarlo y explicarle al mundo que eran simplemente
patriotas en su propia misión. El
comandante general era un agente argentino y ex oficial naval, Héctor
Rosales, que no participaría en el ataque y era el enlace con el
ejército argentino.
El
comando voló a España el 24 de abril de 1982. Las minas lapa, modelo
italiano, fueron enviadas a Madrid en valijas diplomáticas y entregadas
por el agregado naval argentino. Luego,
el equipo usó diferentes vehículos para trasladarlos a ellos y su
equipo, que incluía respiradores y 75 kg de minas, a la ciudad costera de
Algeciras, al otro lado de la bahía de Gibraltar.
El viaje fue tenso. España
era la anfitriona de la Copa Mundial de Fútbol de ese año y, sufriendo
su propia situación terrorista en la forma del grupo vasco ETA, la
seguridad era estricta. Había
retenes policiales en muchas carreteras y el equipo argentino tuvo que
vigilar mientras transportaban los explosivos por el país.
Al llegar a Algeciras, el equipo compró un bote de goma y aparejos de pesca. Usando esto como su coartada, procedieron a reconocer la bahía y trazar su plan mientras esperaban órdenes para atacar.
El
alto mando argentino no estaba listo para dar el permiso en un
principio, aún con la esperanza de que se pudiera llegar a una solución
diplomática. Pero el 2 de mayo, el submarino británico Conqueror hundió al crucero ligero argentino General Belgrano, provocando la muerte de 323 marineros argentinos.
Con
esta acción, era evidente que el conflicto era inevitable y el 3 de
mayo se dio permiso para que los comandos atacaran el primer objetivo
viable. Este llegó el 10 de mayo en la forma de la fragata clase Leander, la HMS Ariadne.
El
plan era que el equipo remara hacia la bahía alrededor de las 6 p. m.
de la noche siguiente como si estuviera pescando, nadando hasta la
fragata y plantando las minas a la medianoche, y luego regresando a las 5
a. m. de la mañana siguiente. Las minas serían programadas para detonar después de esto.
Con
el plan en orden, el equipo se dispuso a asegurarse de que su ruta de
escape estuviera lista y dos de ellos regresaron a la compañía de
alquiler de autos que estaban usando y pagaron en efectivo para renovar
su contrato, como lo habían hecho en ocasiones anteriores. Aunque es probable que nunca se confirme con certeza, fue esta acción la que se atribuye al fracaso de la misión.
Un
banco local había sido asaltado recientemente por una pandilla
compuesta por argentinos y uruguayos, y la policía había pedido a los
negocios locales que estuvieran atentos a los culpables. El propietario del coche de alquiler, que sospechaba del equipo, llamó a la policía. El equipo fue arrestado de inmediato. (Cabe
señalar que otras fuentes indican que la inteligencia británica estaba
monitoreando las comunicaciones de los argentinos y avisó a la policía
española. La verdad del asunto probablemente siempre será discutible). Esto,
a su vez, condujo al rápido arresto de Nicoletti y el otro miembro del
equipo, quienes estaban durmiendo en su hotel preparándose para el largo
nado que esperaban emprender.
Nicoletti informó rápidamente a las autoridades españolas sobre sus identidades y misión, presentándoles un verdadero dilema. Como miembro recién incorporado a la OTAN, España era ahora un aliado británico. Sin
embargo, no queriendo enemistarse con los argentinos, los españoles
decidieron que la discreción era lo mejor y rápidamente deportaron al
equipo sin comentarios.
Nunca
se sabrá realmente si la operación, de haber tenido éxito, habría
marcado alguna diferencia en el resultado final del conflicto. El 21 de mayo los británicos desembarcaron sus tropas en las Malvinas y el 14 de junio se rindió la guarnición argentina.
Pero lo que es, sin duda, es que toda la operación británica se llevó a cabo con muy poco dinero. La pérdida de otro barco por parte de la Royal Navy, solo una semana después del hundimiento del HMS Sheffield y tan cerca de casa, sin duda habría sido un gran impacto.
La
Operación Algeciras puede haber fracasado, pero sigue siendo un gran
caso de estudio para el pensamiento innovador en operaciones especiales,
así como un ejemplo de cómo las cosas más simples pueden hacer que un
plan fracase.