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miércoles, 16 de septiembre de 2015

Guerra del Paraguay: La entrada de Argentina al conflicto

Ataque paraguayo a Corrientes


Mariscal Francisco Solano López (1826-1870)

En 1857 se preparó la alianza contra el Paraguay, entre la Confederación Argentina y el Imperio del Brasil. La suscripción del “Protocolo” entre José María Paranhos y los representantes de la Confederación, Derqui y López, le valieron a Urquiza el beneficio de un empréstito efectuado por el Banco Mauá, de 300.000 patacones. Pero el Barón, obtendría también sus ventajas por el acuerdo, ya que el mismo día, Justo José de Urquiza, lo autorizaría a crear la sucursal Rosario del banco brasileño.

En el “Protocolo”, se establecía el derecho de paso, que la Confederación debía dar al Brasil, en caso de producirse el ataque al Paraguay.

Al efectuarse la misión Paranhos al Río de la Plata, el diplomático brasileño le entregó al canciller argentino el original de dicho protocolo, luego de copiarlo cuidadosamente, tomó nota de la concesión que otorgaba dicho protocolo. El 3 de junio de 1868, Rufino de Elizalde en el Congreso recordaría, aunque en forma vaga e imprecisa, la existencia de un Protocolo que otorgaba dicho derecho de paso a los brasileños. La vaguedad respondía a la necesidad de ocultar la fecha del protocolo, que había sido, por otra parte, duramente atacado por el mitrismo en su oportunidad y que además no había sido ratificado por el Congreso, con lo cual el gobierno de Mitre se hubiera visto en la necesidad de reconocer que el derecho de paso otorgado a los brasileños, no estaba fundado en ninguna norma legal válida.

De cualquier manera, el Paraguay sabía perfectamente que el gobierno de Mitre, que ya había autorizado la concentración de las tropas imperiales frente a Corrientes, iba a otorgar a los brasileños el derecho de paso.

¿Qué fue lo que determinó la invasión de Francisco Solano López al suelo argentino? Autores como Carlos Pereyra, aún reconociendo que López confiaba en el pronunciamiento de Urquiza, le censuran haber dado ese paso, que lo hacía aparecer como un invasor en tren de conquista. Desde ya, toda la planificación del ataque contra el Paraguay fue muy anterior a este hecho, y la seguridad política del primer estado moderno americano, había peligrado desde que Venancio Flores invadiera la República Oriental del Uruguay. Pero un estadista militar brillante como Francisco Solano López, debió prever los efectos morales y no simplemente militares de su ataque. Había algo más que eso. Algo más, también, que el hipotético y dudoso apoyo de Urquiza, era lo que motivaba la posición asumida por López:

Pelham Horton Box, entrevió con claridad la cuestión. “Puede haber poca duda –dice el autor norteamericano- acerca de la múltiple inteligencia de López con poderosos caudillos argentinos, pues hemos visto, que no se atenía a un “solo disidente”, y hacia febrero de 1865 había abandonado sus esperanzas en Urquiza (…) Pero como invadió Río Grande por vía Misiones, nos encontramos ante el problema de por qué exigió el pasaje a través de Corrientes.

“Todavía esperamos la publicación de los documentos que iluminen sus relaciones con los elementos reaccionarios de la Argentina. Pero un examen de las pruebas existentes, sugiere que la exigencia del derecho de tránsito por Corrientes, iba encaminada a servir de réplica a la supuesta colaboración de Mitre con el Brasil, y a ofrecer una oportunidad para que se alzaran los enemigos de Buenos Aires, en el caso de una negativa”.

Si bien Fermín Chávez, ha demostrado la forma en que se ocultó la declaración de guerra previa, enviada por López, es indudable que no se trata de un planteamiento jurídico en el orden del derecho internacional. El pedido de paso, fue formulado con el objeto de recibir una negativa, y permitir así el pronunciamiento de los elementos reaccionarios adictos de que disponía el Paraguay en la Argentina. es decir, que López contaba con que los federales de Corrientes, y los demás elementos vinculados a ellos, se pronunciaran a su favor. En cuanto al apoyo de Urquiza, según Elizalde, el entrerriano le había ofrecido al mandatario paraguayo el paso por nuestro territorio, y asimismo, la cesión de inmensos territorios para someter a Buenos Aires. Al respecto, en carta del 26 de febrero de 1865, López recuerda que Urquiza le había manifestado que en caso que Mitre se negara a darle paso, él se pondría al lado del Paraguay, “para cuyo fin ha pedido la copia de la solicitud de tránsito y su contestación en caso negativo”.

Por otra parte, en “Memorandum” de 22 de octubre de 1864, Francisco Solano López había sugerido que se designara como comisionado a Sagastume, Virasoro o López Jordán. Recordemos que el pronunciamiento de Virasoro, era esperado ya, desde la época de los levantamientos del Chacho. La “conjuración del Litiral”, como la llama Cárcano, existió, y fue la razón esencial, a raíz de la cual López aceleraría el proceso, pidiendo el paso por Corrientes.

Desde Tucumán, el 29 de noviembre de 1864, Emilio Salvigni le advertiría a Wenceslao Paunero: “ (…) Las noticias que corren aquí del litoral son alarmantes y producen una angustia general. Mientras V. me dice: “Que mandaremos sobre Paraguai (…) cosacos correntinos” López Jordán va a Corrientes y se entiende con aquel Gobierno y el del Paraguai para marchar contra el Brasil y Flores y por consiguiente contra Buenos Aires, secundado con la milicia de Entre Ríos. Dicen que el Paraguai tiene buques con los que pasará un ejército a este lado del río –que Mitre no tiene ejército y que por consiguiente la reacción está hecha, sublevando algunas provincias apoyadas por el ejército de Urquiza (…)”.

Pero el apoyo falló, con lo cual el jefe paraguayo se vio obligado a invadir, por razones militares, a través de Misiones.

Este hecho, unido al retardo en la publicación de la declaración de guerra efectuada por Francisco Solano López, hicieron que Mitre tratara de dar un carácter defensivo nacional, a la guerra. Pero las clases oprimidas no se equivocaban: la verdadera guerra nacional consistió en enfrentar a Mitre, al Brasil y al Imperio Británico, a favor de la Unidad Americana.



Captura de los barcos argentinos “25 de Mayo” y “Gualeguay”

Es muy interesante, porque es el relato por parte del capitan argentino del "25 de Mayo" de la captura y degüello de parte de la tripulación por parte de los paraguayos.

"Lo que sigue es parte de las memorias del Capitán de Fragata Constantino, publicadas en folleto en 1906, ya que el autor dispuso que si las creían de alguna importancia las publicasen después de su muerte. Falleció el 22 de Agosto de 1905.

El 1ro de Abril salimos de Buenos Aires, a bordo del vapor nacional “25 de Mayo” con destino a Corrientes. Llegamos a ese puerto el día 11 donde se encontraba también el vapor “Gualeguay”. El día 13 del mismo mes (Jueves Santo) a las 6 de la mañana encontrándome sobre cubierta pues estaba de guardia, avisté cinco vapores que venían en dirección a nosotros. Tomé el anteojo para ver mejor y por este medio dime cuenta de que eran vapores paraguayos armados a guerra y tripulados por 3000 hombres más o menos, vestidos de colorado y bien armados. Se dirigían al puerto de Corrientes.

Al llegar frente al vapor “25 de Mayo”, el jefe de la escuadra paraguaya hizo señal de cambiar la línea y prepararse a combate. Esto lo comprendí porque el libro de señales de ellos era igual que el nuestro. Al ver esta evolución avisé inmediatamente al 2do Comandante, capitán Domingo Olivieri, que me ordenó hiciera cargar la batería a bala y metralla y tuviera la infantería lista, preparando también una mecha en la Santa-Bárbara por si el enemigo venía al abordaje y no nos diera tiempo a defendernos.

Sin embargo, a pesar de la maniobra que habíamos visto, saludamos con la bandera al enemigo, pero éste no contestó a nuestro saludo, lo que nos convenció de las intenciones hostiles con que se presentaba, y de la verdad de los díceres que corrían, de que así iba a suceder.

Sin esperar más, mandamos enseguida a llamar al comandante de nuestro buque, D. Carlos Mazzin, que se hallaba en tierra, viniendo éste inmediatamente a bordo, pues casualmente venía cuando le avisaron. Una vez a bordo, nos ordenó que nos desarmáramos pues el no tenía ninguna instrucción respecto a este incidente, y nos dijo también que el señor Gobernador Lagraña le había manifestado que no tuviese cuidado con la escuadra paraguaya, puesto que ésta no tenía nada que ver con nosotros. Pero cuando se le dio cuenta de las maniobras que habíamos visto hacer comprendió que habíamos sido traicionados y que nosotros seríamos la carnada, y así sucedió!.

Para cualquier maniobra de nuestra parte, era ya tarde; puesto que acto contínuo cargaron sobre nosotros dos vapores paraguayos, el Legoré y otro cuyo nombre he olvidado, uno a babor y otro a estribor. Los demás hicieron fuego a tierra y al vapor argentino “Gualeguay” que estaba atracado a la costa con planchada a tierra, por lo que pudieron salvarse los oficiales y tripulantes de este buque, abandonándolo por completo. La autoridad Provincial también abandonó la ciudad quedando por consiguiente sólo nosotros en poder de la escuadra pirata.

Como dije antes, vinieron al abordaje de nuestro buque, vapor “25 de Mayo”, dos vapores paraguayos, el Legoré con 300 hombres y el otro con 200, y sin darnos tiempo a nada, que aunque lo hubiéramos tenido nada hubiéramos podido hacer, pues sólo éramos 80 hombres desarmados.

Subieron a bordo y lo primero que hicieron fue ultrajar el pabellón argentino, lo arriaron y pisotearon, gritando viva López “mueran los porteños” y así tomaron posesión del vapor, matando a todos los que se encontraban por delante o que quisieran hacer resistencia.

Enseguida bajaron a la cámara y sacaron de allí a palos a los tenientes Calvo y Leitón y los subieron sobre cubierta.

Al ver esto nuestra tripulación, una parte de ella y tres oficiales se tiraron al agua y allí perecieron todos, los unos ahogados y los otros fusilados en el agua misma.

En vista de este triste espectáculo, en que se mataban a hombres indefensos, pedí al comandante del Legoré, Avelino Cabral, que contuviera a su gente e hiciera respetar la vida de los pocos que aún quedábamos, contestándome que no podía contenerlos. Lo único que hizo, que tal vez haya sido mucho en esos momentos, fue agarrarnos entre él y sus oficiales y echarnos al vapor Legoré, salvando de este modo nuestras vidas del furor de esos salvajes o fieras sedientas de sangre. Allí nos pusieron incomunicados, siguiendo viaje la escuadra enemiga a Itapirú, llevando la presa humana como también los dos vapores argentinos, el nuestro y el Gualeguay, éste sin gente.

El Capitán Constantino permaneció prisionero de las fuerzas paraguayas durante 4 años, 4 meses y cinco días.

El 1ro de Abril salimos de Buenos Aires, a bordo del vapor nacional “25 de Mayo” con destino a Corrientes. Llegamos a ese puerto el día 11 donde se encontraba también el vapor “Gualeguay”. El día 13 del mismo mes (Jueves Santo) a las 6 de la mañana encontrándome sobre cubierta pues estaba de guardia, avisté cinco vapores que venían en dirección a nosotros. Tomé el anteojo para ver mejor y por este medio dime cuenta de que eran vapores paraguayos armados a guerra y tripulados por 3000 hombres más o menos, vestidos de colorado y bien armados. Se dirigían al puerto de Corrientes.
Al llegar frente al vapor “25 de Mayo”, el jefe de la escuadra paraguaya hizo señal de cambiar la línea y prepararse a combate. Esto lo comprendí porque el libro de señales de ellos era igual que el nuestro. Al ver esta evolución avisé inmediatamente al 2do Comandante, capitán Domingo Olivieri, que me ordenó hiciera cargar la batería a bala y metralla y tuviera la infantería lista, preparando también una mecha en la Santa-Bárbara por si el enemigo venía al abordaje y no nos diera tiempo a defendernos.
Sin embargo, a pesar de la maniobra que habíamos visto, saludamos con la bandera al enemigo, pero éste no contestó a nuestro saludo, lo que nos convenció de las intenciones hostiles con que se presentaba, y de la verdad de los díceres que corrían, de que así iba a suceder.
Sin esperar más, mandamos enseguida a llamar al comandante de nuestro buque, D. Carlos Mazzin, que se hallaba en tierra, viniendo éste inmediatamente a bordo, pues casualmente venía cuando le avisaron. Una vez a bordo, nos ordenó que nos desarmáramos pues el no tenía ninguna instrucción respecto a este incidente, y nos dijo también que el señor Gobernador Lagraña le había manifestado que no tuviese cuidado con la escuadra paraguaya, puesto que ésta no tenía nada que ver con nosotros. Pero cuando se le dio cuenta de las maniobras que habíamos visto hacer comprendió que habíamos sido traicionados y que nosotros seríamos la carnada, y así sucedió!.
Para cualquier maniobra de nuestra parte, era ya tarde; puesto que acto contínuo cargaron sobre nosotros dos vapores paraguayos, el Legoré y otro cuyo nombre he olvidado, uno a babor y otro a estribor. Los demás hicieron fuego a tierra y al vapor argentino “Gualeguay” que estaba atracado a la costa con planchada a tierra, por lo que pudieron salvarse los oficiales y tripulantes de este buque, abandonándolo por completo. La autoridad Provincial también abandonó la ciudad quedando por consiguiente sólo nosotros en poder de la escuadra pirata.
Como dije antes, vinieron al abordaje de nuestro buque, vapor “25 de Mayo”, dos vapores paraguayos, el Legoré con 300 hombres y el otro con 200, y sin darnos tiempo a nada, que aunque lo hubiéramos tenido nada hubiéramos podido hacer, pues sólo éramos 80 hombres desarmados.
Subieron a bordo y lo primero que hicieron fue ultrajar el pabellón argentino, lo arriaron y pisotearon, gritando viva López “mueran los porteños” y así tomaron posesión del vapor, matando a todos los que se encontraban por delante o que quisieran hacer resistencia.
Enseguida bajaron a la cámara y sacaron de allí a palos a los tenientes Calvo y Leitón y los subieron sobre cubierta.
Al ver esto nuestra tripulación, una parte de ella y tres oficiales se tiraron al agua y allí perecieron todos, los unos ahogados y los otros fusilados en el agua misma.
En vista de este triste espectáculo, en que se mataban a hombres indefensos, pedí al comandante del Legoré, Avelino Cabral, que contuviera a su gente e hiciera respetar la vida de los pocos que aún quedábamos, contestándome que no podía contenerlos. Lo único que hizo, que tal vez haya sido mucho en esos momentos, fue agarrarnos entre él y sus oficiales y echarnos al vapor Legoré, salvando de este modo nuestras vidas del furor de esos salvajes o fieras sedientas de sangre. Allí nos pusieron incomunicados, siguiendo viaje la escuadra enemiga a Itapirú, llevando la presa humana como también los dos vapores argentinos, el nuestro y el Gualeguay, éste sin gente.
El Capitán Constantino permaneció prisionero de las fuerzas paraguayas durante 4 años, 4 meses y cinco días.


El Comodoro argentino D. José Muratore y su plana mayor en la cubierta del " 25 de Mayo" en aguas uruguayas, en diciembre 1864.- 



Tripulación de "25 de Mayo" en territorio uruguayo, 1864.


Foto probable del vapor "25 de Mayo" tomada durante el asedio de Paysandú, 4 meses antes de la captura por parte de fuerzas paraguayas


Fuente

  1. Cárcano, Ramón J. – Guerra del Paraguay, Buenos Aires (1941).
  2. Chávez, Fermín – Vida y Muerte de López Jordán – Ed. Theoria – Buenos Aires (1957).
  3. Peña, R. O. y Duhalde, E. – Felipe Varela – Schapire editor – Buenos Aires (1975). 
  4. Asociación Argentina de Descendientes de Guerreros del Paraguay - AADGP
  5. www.revisionistas.com.ar
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sábado, 25 de julio de 2015

Guerra del Paraguay - Los orígenes

La Guerra del Paraguay
Una guerra bien declarada

Parte I



Orígenes
Aunque muchos historiadores remontan comúnmente el inicio de la guerra a 1862, algunas raíces de este conflicto estaban presentes desde el período colonial. Portugal y España habían disputado la región del Plata (Uruguay, noreste de la Argentina actual y sur del Brasil) dado que la animosidad de las dos metrópolis emergió en Europa en el siglo XVII. Cuando los países coloniales conquistaron su independencia en el principio del siglo XIX, heredaron los conflictos del límite de esas dos naciones.


La lucha para la hegemonía implicó primero a gobierno de Buenos Aires (capital de Argentina) y del imperio brasileño. Después de muchas escaramuzas de límite, ambos fueron a la guerra sobre el disputado Uruguay. En 1827, una fuerza combinada de Argentina-Uruguay derrotó al ejército imperial en la batalla de Passo do Rosário o como la llaman en Argentina, Ituzaingó. Sin embargo, en el mar la armada imperial impuso su predominio sobre los enemigos. Gracias a este dilema, y a la falta de recursos de los territorios del Plata para seguir la guerra, Uruguay obtuvo la independencia en 1828.



Tropas brasileñas en su camino a Uruguay a principios del siglo XIX. Retrato de Jean Baptiste Debret
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