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miércoles, 8 de mayo de 2024

SGM: El desempeño de los batallones de tanques del US Army

Operaciones de combate del batallón de tanques independiente del ejército de EE. UU.

Parte I || Parte II
Weapons and Warfare

 



El cambio organizacional y la definición doctrinal no prepararon adecuadamente a los batallones de tanques independientes para las condiciones reales de combate. El primer encuentro con las fuerzas alemanas ocurrió en diciembre de 1942 durante un combate en Túnez. Una compañía del 70.º Batallón de Tanques fue maltratada y sufrió grandes pérdidas. La eficacia de los batallones de tanques independientes tendía a mejorar con el tiempo, pero no siempre podían asegurar sus propios requisitos de material y personal. Los reemplazos y las piezas resultaron difíciles de obtener ya que los batallones de tanques independientes no pertenecían a ninguna división. Como adjuntos, sus necesidades a menudo recibieron una baja prioridad por parte de los comandantes superiores más preocupados por las organizaciones asignadas de forma permanente.

Los batallones de tanques independientes también ganaron una reputación de ineficacia. En consecuencia, las divisiones de infantería prefirieron buscar el apoyo blindado de las divisiones blindadas cuyos batallones de tanques consideraban mejor dirigidos y dignos de combate. En algunos casos, los comandantes de infantería solicitaron el apoyo de divisiones blindadas, ignorando deliberadamente la presencia de unidades de tanques separadas ya asignadas. La evitación de los batallones de tanques independientes reflejó el perfil más alto de las divisiones blindadas y la atención prestada a estas formaciones. El estatus de segunda fila otorgado a los batallones de tanques independientes por la Fuerza Armada hizo poco para garantizar que recibieran el mejor personal.

En el norte de África e Italia, la 1ª División Blindada intentó mejorar el liderazgo y la eficacia de varios batallones de tanques independientes. Lo hizo reemplazando a los comandantes de batallón con oficiales de sus propias filas. Más tarde, preparándose para salir de la cabeza de playa de Anzio, la 1ª División Blindada agrupó a todos los batallones de tanques independientes bajo su supervisión. Luego, la formación asumió la responsabilidad de cumplir con todos los requisitos de capacitación, suministro y mantenimiento.

A pesar de estas mejoras, las operaciones de combate en 1944 continuaron reflejando dificultades en la coordinación tanque-infantería. Las operaciones combinadas de tanques y fuerzas desmontadas recibieron un énfasis insuficiente en los programas de entrenamiento en los Estados Unidos. Las soluciones propuestas incluyeron emparejar un batallón de tanques y una división de infantería para un entrenamiento combinado y emplearlos en combate como un equipo. Los comandantes de campo recomendaron una alineación más permanente de las unidades de tanques y las formaciones de infantería, estimulados por su propia experiencia de combate y la encarnación de este concepto por parte del ejército alemán en sus divisiones de granaderos panzer.

Los batallones de tanques estaban destinados a la unión temporal a las divisiones de infantería. La efectividad de su apoyo aumentó con la duración del apego. Las asignaciones más largas mejoraron el trabajo en equipo y la cohesión. Por lo tanto, en la medida de lo posible, los cuarteles generales del cuerpo y del ejército en el teatro de operaciones europeo intentaron mantener juntos los mismos batallones de tanques y divisiones de infantería. La vinculación regular a la misma formación de infantería ayudó a eliminar la percepción entre los comandantes de infantería de que los batallones de tanques no formaban parte del equipo de división.

Los archivos adjuntos de rutina entre batallones de tanques específicos y divisiones de infantería nunca se volvieron universales. Si bien los agregados semipermanentes predominaron en el Tercer Ejército, algunas unidades de tanques experimentaron un reingreso casi continuo, lo que impidió el establecimiento de una cohesión táctica. En Italia, por ejemplo, un batallón de tanques pasó por once reinserciones diferentes en un período de treinta y un días. Se planearon cuatro reasignaciones adicionales, pero posteriormente se cancelaron. La misma unidad ya había registrado seiscientas millas durante los meses de mayo y junio de 1944 solamente. Este kilometraje reflejó operaciones continuas que generaron problemas de mantenimiento de vehículos y fatiga de la tripulación. Desafortunadamente, el estado de combate real de los vehículos permaneció en gran parte invisible. Designado un activo del cuerpo, la unidad permaneció en estado de espera hasta que una división subordinada solicitó el apoyo de un tanque. Se envió el batallón de tanques, se llevó a cabo la operación y el batallón quedó disponible para una nueva asignación. Cada nueva división asumió que la unidad de tanques estaba nueva y la empleó en consecuencia. En consecuencia, la unidad pasó de una misión a la siguiente hasta que se evaporó su eficacia de combate.

La mala planificación y coordinación solo agravó el problema de la reincorporación continua. Cada asignación de apoyo requería el cambio de equipos de enlace blindados, la obtención de nueva información sobre los planes de las fuerzas amigas y el desarrollo de un nuevo análisis situacional para guiar la forma en que los tanques entrarían en combate. Estas acciones requerían un tiempo que muchas veces no estaba disponible y simplemente no se llevaron a cabo. Los comandantes de batallones de tanques en Italia a menudo entraban en combate con poca conciencia de la situación aparte de la que podían observar ellos mismos. Para superar este problema, crearon sus propios oficiales de enlace para coordinar las operaciones con las divisiones, regimientos y batallones de infantería. Incluso esta solución fue anulada por la recepción, con demasiada frecuencia, de órdenes imprecisas de última hora. Los aviones de enlace, cuando estaban disponibles, ofrecían mejores resultados.

Incluso los archivos adjuntos estabilizados no aseguraron la armonía entre el batallón de tanques y la infantería apoyada. Debido a que las unidades de infantería no entrenaban rutinariamente con tanques, los oficiales de infantería a menudo tenían poco conocimiento de las capacidades o requisitos de los tanques. En consecuencia, emplearon el apoyo de tanques sin tener en cuenta sus necesidades especiales y requisitos de planificación.

Los oficiales de infantería en los niveles de personal de batallón, regimiento y división requerían una mejor educación en las operaciones de tanques. Los comandantes de batallones de tanques intentaron improvisar sus propias soluciones. El Batallón de Tanques 743d, por ejemplo, dividió su personal en tres secciones y asignó cada una a un regimiento de infantería en la división apoyada. Estas secciones proporcionaron información y asesoramiento sobre operaciones blindadas. Se obtuvieron resultados aún mejores cuando una formación de infantería se entrenaba con unidades de tanques. Algunas formaciones establecieron sus propios carriles de entrenamiento y trabajaron en ejercicios tácticos con unidades de tanques adjuntas. De esta manera, la 29 División de Infantería logró una cohesión considerable con el 747 Batallón de Tanques.

De manera similar, los equipos de tanques e infantería en el teatro de operaciones de Asia y el Pacífico no siempre trabajaron bien juntos, lo que resultó en pérdidas por separación y combate. El Sexto Ejército tuvo varios casos de unidades de tanques que avanzaban y tomaban un objetivo solo para retirarse debido a la ausencia de infantería de apoyo para asegurar la posición. El apoyo ineficaz de los ingenieros resultó en la inmovilización de un número significativo de tanques durante los cruces de arroyos o su destrucción por las minas. Con demasiada frecuencia, los tanques se encontraban aislados sin ningún apoyo desmontado. Rápidamente se convirtieron en el objetivo de las tácticas japonesas de asalto cuerpo a cuerpo.

Aunque los tanques y los cazacarros demostraron ser efectivos para reducir los puntos fuertes y las posiciones fortificadas, los comandantes de infantería desconfiaban del arma, como en el caso del cazacarros, o no sabían cuál era la mejor manera de emplearla. En Okinawa, la falta de confianza expresada por los comandantes de infantería hacia los blindados de apoyo socavó la cooperación efectiva. Los esfuerzos para microgestionar el uso de tanques sin tener en cuenta las recomendaciones del personal blindado generaron fricción y redujeron la efectividad del combate. A medida que continuaba la batalla en la isla, comenzó a surgir una mayor cohesión y se otorgó más libertad a los comandantes de tanques en la conducción de las operaciones asignadas. El trabajo en equipo comenzó a caracterizar la acción de tanques e infantería. Los tanques volaron cuevas y crestas inmediatamente antes del avance de los fusileros.

Independientemente del nivel de trabajo en equipo, los equipos de tanques e infantería sufrían de malas comunicaciones en el campo de batalla. Este problema se agudizó especialmente durante las operaciones en el bocage de Normandía en junio y julio de 1944. Durante seis semanas, las fuerzas aliadas atravesaron varios cientos de kilómetros cuadrados de campos bordeados por espesos setos hundidos en altos terraplenes. Estos setos impedían el movimiento tanto de infantería como de vehículos, lo que requería que las fuerzas terrestres desarrollaran técnicas ad hoc para romperlos. Los alemanes se volvieron expertos en organizar defensas integradas en estos setos que transformaron las tierras de cultivo cerradas en campos de exterminio para las fuerzas aliadas.

Los setos de Normandía limitaron el empleo de tanques a elementos de sección y pelotón. Los tanques brindaron apoyo de fuego cercano a la infantería que avanzaba, pero las radios de los tanques no funcionaban en la misma frecuencia que los teléfonos utilizados por la infantería. Con demasiada frecuencia, los ataques planeados se desintegraron bajo el fuego enemigo. La infantería quedó atrapada mientras los tanques se alejaban sin darse cuenta de la difícil situación de los fusileros. La incapacidad de la infantería para comunicarse con los blindados por radio resultó en intentos desesperados por retirar los tanques. La infantería se subió a los tanques y golpeó las escotillas, arrojó piedras a los vehículos e incluso disparó ráfagas cortas de ametralladora contra las torretas. Ninguna de estas medidas produjo el resultado deseado, particularmente en el terreno cerrado y complejo de los setos, donde era más probable que los cautelosos petroleros consideraran toda esa actividad hostil.

La entrega de teléfonos de infantería a los comandantes de tanques resultó más efectivo, pero los fusileros poseían solo un número limitado de tales radios. Los prestados a los petroleros tendían a sufrir altas tasas de pérdida. Por lo tanto, algunas unidades montadas en la parte trasera de los teléfonos de campo de los tanques se conectaban a los sistemas de intercomunicación de los vehículos. Esta configuración permitió que la compañía de infantería o el comandante del pelotón hablaran directamente con el líder blindado. La solución simple funcionó en combate y se convirtió en una marca registrada de los tanques estadounidenses en los años de la posguerra. Aunque era común en el Primer y Noveno Ejército, esta solución para las comunicaciones en el campo de batalla nunca llegó a ser universal y los problemas de coordinación entre tanques e infantería plagaron al Ejército hasta el final de la guerra. Incluso cuando los teléfonos de campaña estaban disponibles, el personal de infantería no siempre estaba capacitado para usarlos. Las tripulaciones de los tanques también descubrieron que el uso de teléfonos de campaña aumentaba la tasa de desgaste de los radiotubos y agotaba las baterías del vehículo. También redujo el volumen del sistema de comunicación interna del tanque, un problema potencialmente grave en combate. En el Pacific Theatre, los soldados que usaban el teléfono de campo se convirtieron en objetivos de francotiradores.




La efectividad del combate del batallón de tanques también dependía del mantenimiento del vehículo. Estas unidades incluían solo activos de mantenimiento limitados. Generalmente, el mantenimiento sufría de deficiencias en repuestos y transportadores de tanques y mucho personal carecía de capacitación en habilidades de mantenimiento de tanques. El estado transitorio de los batallones de tanques a menudo resultó en un apoyo mínimo de las compañías de artillería pesada asignadas a los cuerpos principales y formaciones de división. La reconexión continua impidió el establecimiento de una fuente constante de repuestos y soporte de mantenimiento. En consecuencia, los batallones de tanques enfrentaron un creciente problema de mantenimiento durante el curso de la actividad de combate sostenida.

El Batallón de Tanques 746 permaneció en operaciones continuas desde junio hasta noviembre de 1944, durante un período en el que no se realizó un mantenimiento extenso. El estado de los vehículos sufrió en consecuencia. Incluso cuando se obtuvieron suficientes repuestos, el batallón no tenía transporte suficiente para ellos. En combate, sus vehículos de recuperación resultaron menos que útiles. Cuando avanzaban para extraer tanques noqueados o inhabilitados, su apariencia única atrajo rápidamente el fuego enemigo. En consecuencia, el batallón recurrió al uso de tanques para remolcar tanques. Esta práctica salvó los vehículos de recuperación pero aumentó el desgaste automotriz de los vehículos de combate.

Muchos de estos problemas de mantenimiento pudieron y fueron superados cuando un cuartel general de división o cuerpo buscó deliberadamente aliviarlos. En el XX Cuerpo, se designó una compañía de artillería para servir a todos los batallones de tanques adjuntos. Este arreglo resultó en un excelente soporte de mantenimiento. De hecho, el nivel de apoyo fue considerado el mejor en el teatro europeo. En Italia, la 1ª División Blindada hizo disposiciones similares para mantener batallones de tanques separados con resultados igualmente positivos. Algunos comandantes buscaron una solución más simple tratando de obtener tanques con motores Ford, que se creía que requerían menos mantenimiento.

Los problemas asociados con los batallones de tanques separados llevaron a recomendaciones para su eliminación en la era de la posguerra. En lugar de un grupo de batallones para agregar, la experiencia de la guerra alentó el deseo de hacer que los batallones de tanques fueran orgánicos para la división de infantería. Los líderes de infantería y blindados creían que tal arreglo eliminaría los problemas de cohesión, coordinación y unión experimentados durante las operaciones de combate. Otras recomendaciones incluyeron la eliminación de las compañías de tanques ligeros y morteros y la adición de una compañía de artillería debidamente equipada y capacitada.

Estas propuestas tenían como objetivo mejorar la coordinación tanque-infantería dentro de la división de infantería en lugar de eliminar el apoyo del tanque. Al final de la guerra, los batallones de tanques independientes se habían convertido en activos importantes. Habían demostrado su valía en setos, bosques y terrenos urbanos, áreas que anteriormente se consideraban fuera del alcance de los tanques. Las principales dificultades en tiempos de guerra incluyeron la falta de entrenamiento con armas combinadas, comunicaciones ineficaces y una doctrina que reflejaba las nociones anteriores a la guerra sobre la concentración de tanques en lugar de las necesidades reales de las formaciones de infantería. Una vez que los batallones de tanques independientes superaron estas dificultades, su efectividad aumentó.

Rechazo de la doctrina del batallón de tanques independiente

Imbuidos de la doctrina de la masa, los batallones de tanques independientes se desplegaron en los teatros de operaciones. Sin embargo, la noción de emplear tanques en concentraciones de batallón o multibatallón no sobrevivió al contacto con los comandantes de división de infantería. Una vez adscritos a una división, los tanques medianos se dividían en incrementos de compañía y pelotón y se les daban misiones de apoyo con diferentes batallones de infantería. La distribución más común era un pelotón de tanques medianos por batallón de infantería, pero no se aplicaba un estándar universal. Dentro del 12º Grupo de Ejércitos, por ejemplo, a veces se asignaban tanques para apoyar a la infantería sobre la base de una compañía por regimiento. Independientemente de la asignación, la misión de los tanques siguió siendo la misma: apoyar el esfuerzo principal según lo indicado por el comandante de división, regimiento o batallón de infantería.

La división de facto de los batallones de tanques en paquetes de pelotones anuló la lógica detrás de la organización autónoma del batallón. Las compañías de tanques medianos constituían la principal potencia de combate del batallón. Dispersos entre diferentes regimientos y batallones de infantería, el remanente del batallón de tanques poseía poco valor intrínseco como unidad de combate. También se dividió entre diferentes funciones. La compañía de tanques ligeros encontró empleo realizando operaciones especiales para la división apoyada o proporcionando un activo de reconocimiento adicional. Alternativamente, algunas divisiones utilizaron pelotones de tanques ligeros para reforzar las compañías de tanques medianos. Sin embargo, la armadura y el armamento débiles de los tanques ligeros limitaron su uso en esta capacidad. El pelotón de morteros del batallón no se empleó o reforzó los morteros de la división de infantería. El pelotón de reconocimiento realizó funciones de reconocimiento o enlace de ruta y vivac. El pelotón de cañones de asalto a menudo se organizaba en tres secciones, cada una asignada a una compañía de tanques medianos para potencia de fuego adicional.

Sin una unidad al mando, el cuartel general del batallón perdió gran parte de su propósito. El comandante del batallón se desempeñó como asesor blindado del comandante de la división, mientras que el personal del batallón continuó brindando apoyo administrativo a las unidades de tanques dispersas. Las funciones de mantenimiento y suministro se volvieron problemáticas porque no existía un conducto directo entre el cuartel general del batallón y los tanques. Podría decirse que el uso más efectivo del personal del batallón radica en el papel de los oficiales de enlace. En esta capacidad, podrían al menos participar, aunque indirectamente, en el empleo de combate de las compañías y pelotones de tanques.

La asignación del único observador avanzado de artillería del batallón constituía otro problema. La mayoría de las compañías de tanques no tenían un observador avanzado designado. En cambio, confiaron en los líderes de los pelotones de tanques para solicitar misiones de fuego. Sin embargo, estos comandantes carecían de entrenamiento en esta tarea y su efectividad variaba. Pronto surgieron recomendaciones para entrenar en forma cruzada a los oficiales de tanques y de artillería de campaña. En cualquier caso, no se podía garantizar la disponibilidad de apoyo de artillería, incluso cuando estaba presente un observador entrenado. En el Noveno Ejército, por ejemplo, el apoyo de artillería se convirtió en una rareza después de que un observador adjunto casi muriera en dos ocasiones diferentes.

La dispersión de los activos de tanques redujo el nivel de apoyo blindado de un batallón completo a compañías y pelotones. Contra posiciones fortificadas, en entornos urbanos y en los setos de Normandía, las secciones de tanques constituyeron la principal forma de apoyo de tanques. Liderar asaltos, brindar apoyo con fuego y destrucción de búnkeres y, en ocasiones, actuar como artillería de refuerzo eran misiones comunes. Los tanques generalmente se movían con la infantería y atacaban objetivos que amenazaban u obstruían a esta última. Contra las fortificaciones proporcionaron fuego de supresión que permitió a los ingenieros cerrar y destruir las obras defensivas. A la defensiva, a los tanques a menudo se les asignaba un sector para apoyar y los líderes de los pelotones de tanques preparaban planes de contingencia para un contraataque. Como presagio de la experiencia de la Guerra de Corea, los tanques a veces se usaban como fortines estáticos.

En el Teatro de Operaciones de Asia-Pacífico, los batallones de tanques enfrentaron un tipo diferente de amenaza. El ejército japonés no poseía una fuerza de tanques fuerte; sus tanques generalmente se usaban en pequeñas cantidades para apoyar las acciones de infantería. Sin embargo, la infantería japonesa empleó una variedad de técnicas para destruir o inmovilizar los tanques estadounidenses. Las minas se utilizaron ampliamente a lo largo de los senderos utilizados por los tanques; la infantería atacaba con frecuencia a los tanques, utilizando el terreno selvático circundante para acercarse a los vehículos; Las emboscadas organizadas cerca de vehículos noqueados tenían como objetivo a los equipos de recuperación. En enfrentamientos defensivos con las fuerzas estadounidenses, los soldados japoneses emplearon amplias fortificaciones y obstáculos naturales del terreno, lo que obligó a los atacantes a gastar tiempo y bajas para eliminarlos.

Por lo tanto, los batallones de tanques estadounidenses se vieron empleados en compañías y pelotones contra objetivos locales no muy diferentes a sus contrapartes en Europa. Encabezaron los ataques de infantería, brindaron apoyo de fuego y usaron sus armas para reprimir o eliminar posiciones específicas. También sirvieron en un papel de artillería, brindando apoyo de fuego dirigido por un observador. Para frustrar los ataques nocturnos japoneses, se utilizaron focos de tanques para resaltar los objetivos para apoyar a la infantería para atacar. La movilidad de los tanques demostró ser suficiente para mantener el ritmo de la infantería, pero el terreno accidentado en las selvas y en algunas de las islas del Pacífico a menudo resultó en tanques atascados.

sábado, 18 de febrero de 2023

Confederación Argentina: Los Regimientos y Batallones de Juan Manuel de Rosas (1829-1852)

Regimientos y Batallones de la Santa Federación (1829-1852)

Revisionistas

Admito que mi curiosidad por este tema comenzó allá por el año 2010, cuando tuve la oportunidad de preparar una conferencia sobre la actuación del Regimiento de Infantería I “Patricios” en la época de Rosas que, dada en el Salón “Los Caudillos” del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” de Buenos Aires, derivó, finalmente, en la realización de un libro que publiqué recién en noviembre de 2016. (1)

Al respecto, fui comprobando la carencia que existe sobre la temática, pues, no solamente que no existían datos suficientes para verificar cómo había guerreado el Uno Grande en el período 1829-1852, sino que, lo más lamentable, fue comprobar la casi ignorancia que se tiene de la composición de los demás regimientos y batallones que defendieron las fronteras argentinas en aquellos años tan convulsionados.

De forma embrionaria, querría esbozar algunos nombres de esos cuerpos armados olvidados para que sea el disparador de futuras indagaciones en la materia, haciendo resaltar, dicho sea de paso, que en los años señalados hubieron tres guerras en las que nuestra Argentina participó: la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana (1837-1839); la Guerra del Paraná (1845-1846); y, la Guerra contra el Brasil (1851-1852). (2)

De modo que, si los historiadores –cualquiera sea su filiación historiográfica- omitieran investigar profunda y profusamente el aspecto militar de la Santa Federación, estarían incurriendo en un olvido trascendental y vergonzante, pues esos oficiales, suboficiales, soldados y milicianos son quienes han defendido, con su vida, la soberanía territorial, y, también, porque los primeros que iban a la línea de fuego eran nuestros arquetipos, los gauchos, seguidos de los morenos y, en no pocas ocasiones, por los indios.(3)

Dicho esto, ¡a lo desconocido!

Los cuerpos armados de Pablo Aleman

Fue el oriental y coronel Pablo Alemán, de extracción federal y tres veces gobernador de la Provincia de Jujuy (4), quien creó el 22 de agosto de 1836 los siguientes regimientos y batallones con motivo de los preparativos de la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana. Fueron los siguientes:

– Regimiento Nº 1 “Federales Decididos”: Estaba conformado por milicias de Perico, Monterrico y Palpalá, y mandados por el coronel Domingo Arenas.

– Regimiento Nº 2 “General López”: Este cuerpo lo completaban tropas de la Banda de Río Grande, y eran comandadas por el coronel Manuel Castellanos.

– Regimiento Nº 3 “General Belgrano”: Sus hombres provenían de Tilcara, Valle Grande y Humahuaca, siendo su jefe el coronel Francisco Pastor.

– Regimiento Nº 4 “General Heredia”: Se desconoce su jefe, si bien la tropa era oriunda de San Pedro, San Lorenzo y Río Negro.

– Regimiento Nº 5 “General Rosas”: Lo componían vecinos de Cochinoca y Yavi bajo el mando del coronel Mariano Boedo.

– Batallón “General Dorrego”: Con hombres de Santa Catalina y Rinconada.

– Batallón “Cazadores”: Posiblemente se trataba de un cuerpo de elite, dado que en él revistaron milicianos de Jujuy capital y aledaños, todos bajo la jefatura del teniente coronel Rufino Valle.

– Batallón “Lanceros de la Guardia”: Actuaba como una fuerza de retaguardia, y su composición estaba dada por cívicos y vecinos de la capital jujeña, al mando del capitán Pedro Castañeda.

Soldados del Ejército de Oribe en el sitio a Montevideo

En sus períodos como gobernador, también hubieron de formarse las siguientes unidades:

Regimiento “Coraceros de la Confederación Argentina
Regimiento “Lanceros de Salta
Regimiento de Caballería “Coraceros de la Guardia
Regimiento de Caballería “Dragones de Jujuy
Regimiento de Caballería “Restaurador de Aguilar
Regimiento de Milicias de Infantería 1º de Jujuy
Regimiento de Milicias de Infantería 2º de Jujuy

Del arma de artillería, reconocemos al:

Regimiento “Coraceros de la Muerte
Regimiento de Rifles
Regimiento “Coraceros Argentinos
Regimiento “Granaderos de Santa Bárbara

Y del arma de infantería, a los batallones aquí enlistados:

Batallón de Infantería “Defensores”
Batallón de Infantería “Voltígeros”

Consta que estas unidades militares de la Confederación Argentina trabaron lucha en la época de la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, situación que dio lugar a la formación de cuerpos armados de efímera pero trascendental existencia para sostener los pilares máximos de la argentinidad en el noroeste.

Fuerzas de San Luis en tiempos de Lucero

El gobernador federal de San Luis, don Pablo Lucero (1800-1856), tendría como uno de sus logros administrativos el haber reorganizado “las milicias federales” de su provincia, punto el más importante dada la enorme cantidad de malones que castigaban sus fronteras. Encontramos, así, al Regimiento 5º “Dragones de la Unión” y al Regimiento “Auxiliares Puntanos”.

Es oportuno referir, que el Regimiento 5º “Dragones de la Unión” fue fundado por el gobernador Lucero y sirvió, entre otras funciones, para la defensa del Fuerte o Villa de San José de El Morro, una de las primitivas poblaciones asentadas en antiguos dominios de los indios Comechingones. A su vez, uno de sus escuadrones tomó parte activa en la Campaña al Desierto de 1833/34, al colocarse bajo el dispositivo de la División del Centro que comandaba el general José Ruiz Huidobro. (5) El escuadrón del Regimiento 5º “Dragones de la Unión” tuvo por misión darle captura al cacique Yanquetruz.

Estandarte del Regimiento Escolta Libertad, cuyo origen se remonta a 1837.

Hacia mediados de 1848, fue jefe del Regimiento Nº5 “Dragones de la Unión” el comandante Domingo Meriles, quien con fecha 5 de julio de ese mismo año logró sofocar una revuelta que sacó, momentáneamente de la gobernación de San Luis a Pablo Lucero. El escarmiento fue terrible para los cabecillas: se mandó fusilar al coronel Patricios Chávez y al capitán José Antonio Chávez, a la sazón, su primogénito.

Cuerpos armados de Buenos Aires

Desprendimiento del Batallón de Cazadores Nº 1 de Línea –posterior Regimiento ‘Patricios’- fue el Batallón de Cazadores Nº 2 “Guardia Argentina”, del arma de infantería, y creado inmediatamente después de finalizada la Guerra del Brasil, por decreto de octubre de 1829. Reconocido más por Batallón “Guardia Argentina”, a partir de 1832 tuvo por jefe al general Mariano Benito Rolón, investidura que conservó hasta su fallecimiento en 1849.

Al hacerse cargo el general Rolón –uno de los principales fogoneros de la Revolución de los Restauradores de 1833-, el Batallón “Guardia Argentina” se componía de “720 plazas en 6 compañías de 120 hombres cada una”. Uno de sus vistosos uniformes, el de oficial, de pechera blanca con botones dorados y cintillo punzó, doble sardineta en el cuello, morrión azul y amarillo con pluma blanca y roja, más un chapón también dorado conteniendo el Escudo Nacional, y pantalones azules con un vivo rojo a los costados, fue diseñado por León Cámara a pedido de Rolón. El “Guardia Argentina” desapareció como unidad luego de la Batalla de Caseros en 1852.



Oficial del Batallón “Guardia Argentina”, cuerpo armado de la Santa Federación existente desde 1830 hasta 1852.

El Batallón “Defensores de la Independencia” debe su origen a un pedido expreso que Rosas le hizo al entonces teniente coronel Jerónimo Costa el 3 de enero de 1839. Costa, quien vivió prácticamente toda la época federal en incesantes batallas, ejercía, por entonces, la jefatura del Regimiento ‘Patricios’ de Buenos Aires. Una versión más detallada acerca de la composición de este cuerpo, indica que el mismo se formó con algunos veteranos que habrían sido, precisamente, de los “Patricios“.

Dentro de la estructura militar de la Santa Federación, el Batallón “Defensores de la Independencia”, como también el Batallón “Defensores de la Libertad”, ambos de infantería, operaron en el Ejército Unido de Vanguardia de la Confederación Argentina que mandaba el brigadier general Manuel Oribe.

Respecto al Batallón “Defensores de la Libertad”, el mismo actuó en el centro y noroeste, persiguiendo de muerte a, entre otros, Marco Avellaneda, Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza, Mariano Acha, Lamadrid, Lavalle y, ya en territorio de la Banda Oriental, al general Fructuoso “Pardejón” Rivera. Fue muy temida su jefatura, la que estuvo a cargo del coronel Mariano Maza. El asiento militar del “Defensores de la Libertad” fue, durante la primera gobernación del Restaurador, la Comandancia y Cuarteles de los Santos Lugares de Rosas.

El riquísimo acervo histórico-militar de estas unidades surgidas durante la Federación para defender la patria, quedó sepultado para siempre al concretarse el Tratado de El Pantanoso el 8 de octubre de 1851, por el cual Manuel Oribe capitulaba y entregaba sus fuerzas al general Justo José de Urquiza. Una cláusula de ese Tratado, decía que los suboficiales y soldados de los batallones y regimientos federales que se batieron en suelo uruguayo desde 1843 a la fecha tenían que, sí o sí, servir en el dispositivo del llamado “Ejército Grande” que triunfó en Caseros. De lo contrario, la negativa se redimía ante un pelotón de fusilamiento. Únicamente se les dio a elegir de qué lado se ponían a los jefes y oficiales de dichas unidades militares.

Dejamos, por aquí, el nombre de otros batallones desaparecidos, esta vez, tras la caída de Rosas en 1852:

Batallón de Voluntarios Rebajados: Se formó en 1840 con aquellos “licenciados de la campaña al desierto y otras acciones” pero que, no obstante, fueron nuevamente llamados al servicio de las armas. Lo mandaba el coronel edecán Joaquín María Ramiro, y tenía tres tipos de compañías: de cazadores, granaderos y artilleros.

Batallón de Libres Voluntarios de Buenos Aires: Su tropa se componía de 480 hombres, incluyendo a los integrantes de su banda de música. La jefatura la ejercía el edecán de Rosas, coronel Pedro Ramos, y debe su creación al año 1841.

Batallón Provisional: Contaba con 350 milicianos pasivos, y en su uniforme se incluían el poncho, botas fuertes y “chaquetas de paño grana con vivos blancos”. Llegó a tener bandera de Guerra propia, y su origen data de 1849/50.

Batallón de Artillería de Buenos Aires: Originado en 1830, en el primer gobierno de Rosas, estaba compuesto “de seis compañías, la primera y segunda de Artillería a Caballo o Volante, y las restantes tercera a sexta eran de a pie” (6). Al despuntar el segundo gobierno rosista (1835), las plazas del cuerpo disminuyeron, por lo que empezó a denominarse Compañía de Artillería de Buenos Aires.

En Buenos Aires y su campiña, el cuerpo de caballería más afamado que hubo fue el Regimiento Escolta Libertad, creado por 1837 y puesto bajo el mando del coronel Narciso del Valle, primero, y del coronel Nicolás Granada, más tarde. En la Batalla de Rodeo del Medio (24 de septiembre de 1841), a este regimiento lo mandó el teniente coronel Ramón Bustos, hijo del recordado gobernador federal Juan Bautista.

Soldado del Batallón de Artillería de Buenos Aires, 1850

Nos ilustra Julio Luqui-Lagleyze que esta unidad tuvo, al menos, “dos compañías, una en la campaña –Santos Lugares- y otra en la Ciudad –Palermo posiblemente-”. La investigadora Andrea Reguera, por su parte, da en señalar que el Regimiento Escolta Libertad había tenido un antecedente en 1831, al crearse una compañía de caballería que funcionó como Escolta de Gobierno, mientras que el general Juan José Hernández (7), al año siguiente, creó con la misma finalidad un escuadrón de caballería de línea que terminó disolviéndose en 1834.

Aunque los Blandengues ya existían desde la década de 1740, en la época de Rosas hubo dos Regimientos de Blandengues de Nueva Frontera que se crearon en 1832. Uno de ellos se acantonó bajo las órdenes del teniente coronel Martiniano Rodríguez en el Fuerte Independencia (actual Bahía Blanca). Es posible que haya estado bajo las órdenes del general Prudencio Ortiz de Rozas, quien era comandante del Ejército del Sur de la Confederación Argentina.

Seis años más tarde (1838), el Regimiento de Blandengues organizado por Rodríguez tomó el nombre de Regimiento de Dragones de Nueva Frontera, que a punto estuvo de entrar en combate en la Batalla de Chascomús realizada el 7 de noviembre de 1839.

Otros cuerpos del Interior

Don Felipe Heredia, hermano del malogrado ex Gobernador de Tucumán, Alejandro “El Indio” Heredia, llegó a comandar distintos escuadrones del Regimiento Restauradores a Caballo” y del Regimiento Cristinos de la Guardia”, las cuales combatieron en Humahuaca durante la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana.
En la Provincia de Córdoba funcionó, bajo el mando del coronel Francisco Reinafé, uno de los instigadores del asesinato de Facundo Quiroga en Barranca Yaco, el Regimiento “Dragones Confederados”, que en marzo de 1833 estuvieron prestos para marchar junto a las demás fuerzas de la División del Centro cuando la ya mencionada Campaña al Desierto.

Soldado de caballería de San Luis, Auxiliar de los Andes

Por los pagos de Cuyo, toma alto relieve el Regimiento “Auxiliares de los Andes”, el cual Juan Facundo Quiroga, para 1829, decide formarlo con auxiliares de La Rioja, San Luis, Catamarca y Mendoza, todas provincias adictas a su figura, como se sabe. Dicho regimiento, como el de la mayoría de los que operaron en Cuyo y el noroeste, quedaba establecido por “labradores, gauchos llaneros, viñateros, carreteros, campesinos todos”, como sostiene De Paoli (8).

Los efectivos del Regimiento “Auxiliares de los Andes” no eran, por ende, una tropa regular y profesionalizada, de allí que, al momento de empuñar las armas, se juntaran apenas unas horas antes del comienzo de las acciones, o cuando la voz del caudillo así lo requería ante un problema grave e inminente.

Para ir concluyendo con el presente trabajo, que no aspira, ni mucho menos, a acabar esta temática por demás interesante, afirmamos que incluso se le llamó “Auxiliares de los Andes” al contingente de doscientos hombres de caballería del ejército de la provincia de Buenos Aires que, por decreto del 4 de julio de 1834, la Sala de Representaciones autorizó enviar a Cuyo “en protección de las fronteras”.

Por eso, y para completar esta curiosidad, el 22 de julio de ese año el Gobernador Juan José Viamonte le escribió al coronel José Gregorio Calderón que:

A las diez de esta mañana ha marchado el Regimiento de Auxiliares de los Andes con destino a esa provincia [de San Luis], provisto cumplidamente de armamento, municiones, vestuario y caballos, al mando del coronel don Pantaleón Argañaraz…” (9)

El asesinato de Quiroga, el “León de los Llanos” (10), el 16 de febrero de 1835, evidenció un lento declinar del Regimiento “Auxiliares de los Andes” cuya composición, pese a todo, sobrevivió algunos años más.

Por Gabriel O. Turone

Referencias

  1. Los Patricios en los tiempos de Rosas”, Editorial Revisionistas, 2016.
  2. El último de los conflictos también recibió el nombre de “Guerra Platina”.
  3. No por nada, afirma con acierto Pedro de Paoli, los “héroes no eran solamente los que se distinguían en los principales puestos del escalafón; lo eran también los más modestos, los de menos jerarquía y hasta los simples soldados (…). La masa anónima de oficiales inferiores, de sargentos y cabos y hasta los soldados, ¿quién se atreverá a decir que no fue heroica? Allí están los partes oficiales de las batallas que lo atestiguan”. (Facundo, Editorial Plus Ultra, 1973, página 223)
  4. Gobernó de 1836 a 1837, luego de 1837 a 1838, y, finalmente, desde el 2 de enero al 6 de enero de 1841.
  5. Mandaba a los “Dragones de la Unión” el coronel Prudencio Torres (1799-1843), quien, tras apoyar en principios a los federales, terminó en las filas del unitarismo y muriendo en combate contra las fuerzas de Oribe en la defensa de Montevideo.
  6. Roux, Guillermo. “Uniformes Militares Históricos”, página 10.
  7. Tío del poeta José Hernández, autor del Martín Fierro.
  8. De Paoli, Pedro. “Facundo”, página 231.
  9. Calderón asumió como Gobernador de San Luis el 26 de diciembre de 1833.
  10. Este mote era, en verdad, el que le pusieron los federales a Facundo Quiroga, en contestación al más fomentado “Tigre de los Llanos” surgido del unitarismo.

Bibliografía

  • De Paoli, Pedro. “Facundo”, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1974.
  • Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
  • Historia de la Nación Argentina”, Volumen X, Academia Nacional de la Historia, Librería “El Ateneo” Editorial, Buenos Aires, 1962.
  • Luqui-Lagleyze, Julio Mario. “Los Cuerpos Militares en la Historia Argentina 1550-1950”, Instituto Nacional Sanmartiniano, Buenos Aires, 1995.
  • Portal www.revisionistas.com.ar
  • Reguera, A. (2017): “Los edecanes de Juan Manuel de Rosas. La confianza en la delegación y representación personal del poder” [en línea], en Scientific Electronic Library Online 
  • Roux, Guillermo. “Uniformes Militares Históricos”, Círculo Militar, Buenos Aires, 1994.