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lunes, 21 de abril de 2025

Georgias del Sur: Intervención de las fuerzas especiales británicas

Fuerza de operaciones especiales británica en el conflicto anglo-argentino (1982)




 


La primera escaramuza por el Atlántico Sur: El preludio del conflicto de 1982

En el vasto e indómito Atlántico Sur, un grupo de islas aparentemente insignificantes fue, durante siglos, motivo de disputas, pretensiones y tensiones internacionales. Las Islas Malvinas —o Falkland Islands, como las conocen los británicos— emergieron en la historia moderna no por su tamaño o población, sino por el simbolismo geopolítico y nacionalista que terminaría por desatar una guerra relámpago en 1982.

Un reclamo británico sobreactuado

La sesgada historia oficial británica remonta descaradamente su primer desembarco en el archipiélago a 1690. Aquel gesto, aparentemente menor en una época de exploraciones imperiales, marcaría el inicio de una ocupación que se consolidaría con fuerza más de un siglo después. Después de1833, la administración británica ya ejercía control pleno sobre las islas, luego de expulsar a la población argentina establecida incluyendo un gobernador designado. Las islas se incorporaron de facto a su red de territorios de ultramar.

Durante décadas, el enclave fue poco más que un remoto puesto en medio del océano. En 1982, la población apenas alcanzaba los 2.000 habitantes, todos hablantes del inglés, con una pronunciación marcada por el aislamiento geográfico y el viento atlántico. Sus costumbres eran, en esencia, de población implantada británica: se bebía cerveza ale, se conducía por la izquierda y se celebraban festividades al estilo de la metrópoli, a pesar de que Londres quedaba a más de 13.000 kilómetros de distancia. Para los isleños, no había duda: eran súbditos del Reino Unido aunque desde la metrópolis les acuñaron el despectivo nombre de kelpers (cachiyuyo).

Las reivindicaciones argentinas: El fantasma del reclamo histórico

Pero en la ribera opuesta del continente sudamericano, las cosas eran vistas de otro modo. Argentina mantenía una reclamación histórica sobre el archipiélago porque básicamente lo había heredado del Imperio Español y, de hecho, había establecido población local para la cría de ganada vacuno y hasta un gobernador. "Las islas Malvinas", como son denominadas, para los argentinos, eran y son un territorio usurpado, una deuda pendiente del legado colonial.

Esa tensión latente encontró su primer punto de ebullición en marzo de 1982. Fue un hecho pequeño en apariencia, pero cargado de simbolismo: el desembarco de un grupo de ciudadanos argentinos en la isla Georgia del Sur, bajo la misión comercial de recolectar chatarra. Aunque esta isla se halla a cientos de kilómetros al sureste del núcleo del archipiélago principal, era administrativamente considerada parte de las Malvinas por las autoridades británicas.

La ocupación de Georgia del Sur: La chispa del conflicto

El 19 de marzo de 1982, los argentinos llegaron a bordo del buque ARA Bahía Buen Suceso, siendo una operación como una iniciativa comercial. Sin embargo, una vez en tierra, su accionar fue inequívoco: tomaron el control de la abandonada estación ballenera de Leith, izaron la bandera argentina y no establecieron contacto ni diálogo con el pequeño grupo de investigadores británicos que se encontraban en la isla. No tenían por qué de todos modos.

La escena fue capturada por dos camarógrafos presentes, quienes serían testigos de un momento que pronto escalaría en tensión. El gobierno británico, sorprendido por la recuperación y la falta de comunicación, consideró el acto como una provocación directa a su presencia imperial.

Este hecho aparentemente aislado se convertiría en el primer acto concreto de un conflicto armado que estallaría pocos días después. Lo que comenzó como una disputa diplomática terminaría convirtiéndose en uno de los enfrentamientos bélicos más notorios del siglo XX entre dos naciones democráticas.



Buque oceanográfico británico "Endurance"

Operación Rosario: La descolonización que quiso ser

Para la Argentina, las Islas Malvinas representaban más que un grupo de tierras frías y ventosas en el Atlántico Sur. Eran una herida abierta, un símbolo de la interrupción colonial que nunca fue del todo reparada. El reclamo argentino no era un capricho moderno, sino una causa que atravesaba generaciones, alimentada por la memoria histórica, el sentimiento nacional y el deseo de corregir lo que se entendía como una injusticia imperial.

La respuesta militar británica: El Endurance y la presión disuasiva

El 31 de marzo de 1982, las tensiones alcanzaron un nuevo umbral. El Reino Unido envió un escuadrón de veintidós infantes de marina reales a bordo del buque HMS Endurance hacia la isla Georgia del Sur. Su misión era clara: reestablecer una presencia militar frente a la incursión argentina, proteger a los técnicos británicos allí presentes y demostrar que Londres no estaba dispuesto a ceder terreno fácilmente.

Esta decisión no fue menor. Significaba que el Reino Unido ya contemplaba un posible escenario bélico. Pero desde el punto de vista argentino, aquella maniobra confirmaba la postura colonialista de una potencia que seguía aferrada a su dominio ultramarino, sin importar los reclamos históricos ni el derecho internacional que condena el colonialismo en todas sus formas.

Preparativos de defensa: La tensión en la Isla Soledad

Mientras tanto, al noroeste, en la Isla Soledad —la más grande del archipiélago— se respiraba tensión. Una pequeña guarnición británica, compuesta por apenas cuarenta efectivos, fue puesta en alerta máxima. Su comandante, el mayor Mike Norman, era consciente de la realidad: si llegaba una fuerza argentina significativa, su contingente no podría ofrecer una resistencia prolongada.

No obstante, desplegó a sus hombres en posiciones estratégicas dentro de la zona conocida como las Tierras Populares Orientales. Su intención era clara: resistir lo necesario para cumplir con el deber, pero sin incurrir en una catástrofe humana innecesaria. Incluso los isleños comprendían que una intervención argentina era inminente.

2 de Abril: El día que quiso cambiar la Historia

En la madrugada del 2 de abril de 1982, Argentina puso en marcha la que sería una de las operaciones militares más simbólicas de su historia reciente. El desembarco, bautizado como Operación Rosario, se presentó como una acción quirúrgica y nacionalista. Su objetivo no era una invasión con fines de ocupación, sino el retorno de la soberanía a un territorio considerado legítimamente propio.

La operación fue nombrada en honor a la Virgen del Rosario, protectora espiritual de las fuerzas armadas argentinas. La fuerza de desembarco era abrumadora en comparación con la pequeña guarnición británica. A pesar de ello, los defensores resistieron durante unas tres intensas horas. Fue una confrontación breve, pero que dejó claro el mensaje: los británicos no entregarían el territorio sin oponer resistencia.

A las 8:30 de la mañana, el entonces gobernador británico de las islas, Rex Hunt, tomó una decisión pragmática. Para evitar un baño de sangre innecesario, especialmente entre los marines y los civiles que se habían sumado a la defensa, ordenó cesar la resistencia. Así, las fuerzas argentinas tomaron el control del archipiélago, sin registrar pérdidas humanas significativas.

Fue un momento de euforia para muchos en Argentina. Por primera vez en más de un siglo, la bandera celeste y blanca ondeaba en Puerto Argentino (anteriormente Puerto Stanley). Se sentía —al menos por unas horas— que el país había corregido una injusticia histórica.




El eco del imperio: La respuesta británica toma forma

El júbilo que envolvía a Argentina tras la recuperación de las Malvinas contrastaba con la creciente preocupación en Londres. La maquinaria militar británica, dormida durante años por la aparente estabilidad de su imperio colonial residual, comenzaba a reactivarse. Lo que para Argentina era un acto de soberanía, para el Reino Unido se convirtió en un desafío directo que no estaba dispuesto a dejar pasar.

SAS en marcha: Preparativos de guerra desde el Viejo Mundo

La respuesta británica no tardó en organizarse. Apenas llegaron los informes de la Fuerza Aérea que confirmaban la toma de las islas por parte de Argentina, el comando de élite del Reino Unido, el Regimiento de Servicios Aéreos Especiales (SAS), entró en acción. El teniente coronel Michael Rose, al frente del 22º regimiento del SAS, activó la alerta máxima para el escuadrón D.

Era un viernes como cualquier otro, con la mayoría del personal en descanso de fin de semana, pero la realidad los sacudió con fuerza. Al mediodía del sábado, la logística militar británica ya había hecho su parte: el escuadrón tenía en su poder ropa de abrigo, armamento especializado, munición y equipos técnicos provenientes de los depósitos del Reino Unido. Nadie dudaba de que el escenario sería hostil.

El domingo por la mañana, todo el personal asignado se reunió en el Regimiento de Preparación Militar (RPM), recibió instrucciones precisas, y el grupo de avanzada despegó con rumbo a la isla Ascensión, un punto clave a mitad de camino entre Europa y el Atlántico Sur, cerca del ecuador. Al día siguiente, los refuerzos y especialistas de otros escuadrones completaron el dispositivo. El Imperio, aunque venido a menos, se preparaba para responder con todo su poderío militar.

La caída en Georgias del Sur: Furia y fuego en el Fin del Mundo

Mientras los británicos movilizaban tropas desde el otro hemisferio, en el confín del planeta, el conflicto se encendía con crudeza. El 3 de abril, un día después de la Operación Rosario, tropas argentinas desembarcaron en Georgia del Sur con la misión de asegurar ese territorio también bajo disputa.

El pequeño destacamento británico, comandado por el teniente Keith Mills, resistió con lo poco que tenía. A pesar de que los argentinos ofrecieron una rendición pacífica, el oficial británico se negó. Las negociaciones no prosperaron, y las tropas argentinas tomaron la iniciativa. En una maniobra envolvente, dos grupos de marines desembarcaron en las afueras de la localidad de Grytviken, utilizando helicópteros para ejecutar la operación desde diferentes flancos.

La superioridad numérica y logística argentina era evidente, pero los británicos no se replegaron sin antes dejar huella. En plena batalla, lograron derribar uno de los helicópteros de transporte con fuego de fusilería, además de alcanzar otro helicóptero de reconocimiento. Cuando una fragata argentina intentó aproximarse a la costa para brindar apoyo, fue recibida con fuego antitanque desde la costa por parte de los marines apostados en King Edward Point. El impacto no fue menor: las ametralladoras causaron una seria inclinación del navío.

Aunque breve, el combate en Georgia del Sur dejó claro que la guerra ya no era una posibilidad: era una realidad. Las primeras bajas, las primeras acciones de combate real, y el primer choque entre dos banderas que reclamaban la soberanía del mismo territorio ya habían tenido lugar. Lo que Argentina había imaginado como una operación rápida de descolonización, comenzaba a transformarse en un conflicto internacional de proporciones imprevisibles.



Puerto de Gritviken en Georgia del Sur

Capitulación en Georgia del Sur: Una retirada honorable

A pesar de la férrea resistencia inicial, los marines británicos destacados en Georgia del Sur comprendieron pronto la realidad: el aislamiento geográfico, la desproporción de fuerzas y la imposibilidad de recibir refuerzos sellaban su destino. Tras cumplir con su deber y agotar las posibilidades de defensa, el teniente Mills y su pequeño destacamento se rindieron. No fue una derrota vergonzosa, sino el cierre inevitable de un capítulo marcado por la valentía y la soledad en los confines del mundo.

La bandera argentina flameaba ahora también sobre Grytviken. Para la Argentina, cada victoria simbolizaba un acto de justicia histórica. Sin embargo, los días de calma serían breves. Muy lejos de allí, el engranaje bélico británico avanzaba a toda marcha.

Grupo de Tareas Paraquet: Preparando el contragolpe pirata

En la estratégica Isla Ascensión, ubicada casi en el ombligo del Atlántico, el Reino Unido armaba su contraofensiva. Allí se conformó un grupo de tarea bajo el mando del mayor Guy Sheridan, del Cuerpo de Marines Reales. Su composición era tan precisa como letal: la compañía M42 de la División de Comandos, la segunda sección del SBS (Special Boat Service), y el escuadrón D del 22º regimiento del SAS, uno de los cuerpos de élite más temidos del mundo.

La operación, con nombre en clave Paraquet, zarpó hacia el sur a bordo de los buques Fort Austin y Tidespring, escoltados por los destructores Antrim y Plymouth. El Antrim, además, servía como cuartel general flotante de toda la misión. En mar abierto, el grupo se encontraría con el buque hidrográfico HMS Endurance —viejo conocido del conflicto— y el submarino nuclear HMS Conqueror, símbolo del poder submarino británico.

El despliegue aéreo estaba compuesto por helicópteros Wessex, Lynx y un Wasp del Endurance, todos destinados a proporcionar apoyo aéreo y logístico en caso de una operación de desembarco en Georgia del Sur.

El infierno blanco del Atlántico Sur

Lo que Londres no consideraba —o subestimaba— era el enemigo más implacable: la naturaleza misma. Georgia del Sur, ubicada en uno de los rincones más inhóspitos del planeta, ofrecía un clima tan severo como el del norte de Islandia. La isla estaba atrapada entre fiordos, acantilados y glaciares, donde apenas se sostenían algunos asentamientos humanos.

Hacia la segunda quincena de abril, los vientos antárticos más crudos comenzaban a azotar la región. El día se reducía a pocas horas de luz tenue, y la temperatura mordía sin piedad. En este contexto, los mandos argentinos, convencidos de que ninguna potencia se atrevería a lanzar una operación en semejantes condiciones, relajaron su vigilancia. A sus ojos, el clima era su mejor aliado.

Una exploración maldita: La trampa del Glaciar Fortuna

Pero los británicos, con su mentalidad militarista de vieja escuela, estaban dispuestos a ignorar lo inhóspito del entorno. El 21 de abril, apenas tres semanas después de la recuperación argentina de las islas, el Reino Unido lanzó un primer movimiento audaz y temerario.

Dieciséis comandos del SAS, entrenados en guerra de montaña, fueron enviados a la costa helada de Georgia del Sur. Su destino: el glaciar Fortuna, un monstruo de hielo azotado por tormentas de nieve y vientos huracanados. La misión parecía salida de una novela de aventuras gélidas.

La distancia desde su base más cercana era de casi 6.000 kilómetros. Los pilotos de helicópteros enfrentaron enormes dificultades para levantar vuelo desde la cubierta de sus buques debido a la nieve acumulada. Aterrizar en el glaciar, en medio de la oscuridad, fue una hazaña que rozaba lo suicida. Vientos penetrantes, visibilidad nula y un terreno irregular y no preparado complicaron aún más la misión.

El resultado fue una pesadilla logística y táctica. La exploración del glaciar terminó en un fracaso técnico. La nieve sepultó el avance, las comunicaciones se vieron afectadas y el avance del SAS se estancó, poniendo en riesgo al grupo entero.

Lo que parecía ser una operación encubierta de reconocimiento se convirtió en una lucha por la supervivencia contra el verdadero dueño de Georgia del Sur: el clima.




Fracaso glacial: La naturaleza como barrera infranqueable

El intento británico de insertar comandos de élite en el corazón de Georgia del Sur pronto se transformó en una odisea helada. A pesar del altísimo nivel de entrenamiento de los soldados del SAS, las condiciones climáticas de la isla superaban incluso la preparación más rigurosa. En cinco agotadoras horas de marcha, apenas lograron avanzar un kilómetro desde el punto de aterrizaje. La tormenta de nieve no era solo un obstáculo: era una trampa mortal.

Cada combatiente cargaba más de 35 kilogramos de equipo sobre su espalda, y a eso se sumaban cuatro trineos cargados con hasta 90 kilogramos cada uno. El hielo mordía, el viento rugía y el horizonte desaparecía entre copos y oscuridad. Con la llegada del amanecer, buscaron refugio. Intentaron montar dos tiendas árticas para protegerse del vendaval, pero el destino no les dio tregua. Una de las carpas fue arrancada por una ráfaga y la otra colapsó tras romperse los postes de sujeción.

El resultado fue devastador. La mayoría del grupo sufrió congelaciones. Sus cuerpos, entrenados para la guerra, no estaban preparados para la furia de un entorno tan hostil. En esas circunstancias, cumplir una misión táctica era una quimera. La prioridad inmediata pasó a ser sobrevivir y evacuar.

Evacuación bajo fuego del clima

La orden de evacuar llegó rápido, pero el clima no daría respiro. En medio de la operación, dos helicópteros británicos se estrellaron debido a las turbulencias y la nula visibilidad. La retirada se convirtió en una operación desesperada en la que cada minuto aumentaba el riesgo de perder hombres sin que se disparara una sola bala.

El mito del dominio absoluto británico comenzaba a resquebrajarse ante un enemigo más antiguo y más implacable que cualquier ejército: la Antártida misma.

Reintento anfibio: El despliegue del SBS

A pesar del desastre anterior, Londres no retrocedía. Al día siguiente, se ordenó una nueva misión de reconocimiento. Esta vez sería ejecutada por la segunda sección del SBS (Special Boat Service), expertos en operaciones anfibias y clandestinas. El blanco: los asentamientos de Leith y la Bahía de Stromness. El método: infiltración sigilosa por mar.

Cinco botes inflables, con tres soldados cada uno, partieron en la madrugada del viernes. A pesar del precalentamiento de los motores, tres de ellos fallaron y no pudieron arrancar. Solo los dos restantes lograron ponerse en marcha, pero debieron remolcar a los tres inactivos. La combinación de oscuridad total y viento cruzado feroz hizo que dos de los botes remolcados se perdieran en el caos marino.

Uno de los equipos logró, por suerte, contactar con un helicóptero de la Marina Real. El otro, más desafortunado, terminó arrastrado hasta un cabo desolado de la isla, donde sus miembros vagaron durante días, ocultándose, sorteando acantilados, y evadiendo patrullas argentinas mientras trataban de reconectarse con su unidad.

El resto de los comandos que sí llegaron a tierra cumplió parcialmente con su objetivo: observar e informar sobre los objetivos planificados. Pero su situación se volvió precaria rápidamente. El intenso frío había congelado por completo los botes, haciéndolos inservibles. No tenían forma de regresar al buque.

El 25 de abril por la mañana, un helicóptero Wessex logró extraerlos. La misión fue técnicamente exitosa en términos de reconocimiento, pero el costo físico, logístico y moral fue elevado.

El avance británico hacia Georgia del Sur estaba lleno de fallas, errores de cálculo y tragedias logísticas. La Argentina observaba. La ilusión británica de una reconquista sencilla se deshacía lentamente bajo la nieve y el viento. Pero la guerra apenas comenzaba.



Submarino argentino "Santa Fe"

Submarino “Santa Fe” y la última defensa naval argentina en el confín del Atlántico

Mientras los británicos luchaban contra el clima y sus propias limitaciones logísticas, un nuevo actor entraba en escena en las aguas congeladas del Atlántico Sur: el submarino argentino ARA Santa Fe. Su sola presencia alteró por completo los planes enemigos y otorgó, aunque brevemente, una ventaja estratégica a la defensa argentina de Georgia del Sur.

Este veterano submarino de propulsión diésel-eléctrica, con años de servicio a sus espaldas, patrullaba la región como un símbolo de la voluntad argentina de mantener su soberanía sobre el territorio recién recuperado. Su aparición en la zona no fue planificada como una confrontación directa, sino como una misión de patrullaje y disuasión. Pero el destino lo empujaría al centro de un episodio dramático.

Fue avistado en la superficie por un helicóptero Wessex británico, que evacuaba a uno de los equipos del SBS. El piloto, al detectar la silueta del submarino, decidió atacar sin demora, lanzando cargas de profundidad. Los daños iniciales obligaron al Santa Fe a buscar refugio y navegar en superficie hacia Grytviken, ya sin capacidad de inmersión.

La cacería no terminó allí. Al llamado del Wessex acudieron helicópteros Lynx y Wasp, que atacaron con misiles y ráfagas de ametralladoras. A pesar de su valentía y la experiencia de su tripulación, el Santa Fe no pudo resistir. Gravemente dañado, convertido en presa fácil en medio de la inmensidad oceánica, se vio forzado a retirarse, marcando el fin simbólico de la capacidad naval argentina en esa zona del conflicto.

Desembarco forzado: Una iniciativa a contrarreloj

Para los británicos, el daño al Santa Fe representó una oportunidad que no podían desperdiciar. La presencia del submarino había obligado a suspender los intentos de desembarco, pero ahora, con su retirada, Londres optó por no esperar a que llegaran refuerzos de los marines reales. El tiempo jugaba en contra, y las condiciones climáticas podían empeorar. Se optó por una operación de asalto urgente.

El grupo de ataque, conformado por lo poco disponible en ese momento —elementos del SAS, del SBS y de los marines británicos— apenas sumaba unas setenta personas. Frente a ellos se encontraba una guarnición argentina que, al menos en número, duplicaba a los atacantes.

La doctrina militar es clara: para que una fuerza atacante tenga posibilidades reales de éxito, debe superar al menos por tres veces al defensor. Pero en este caso, los británicos ignoraron esa regla básica. Apostaron por la sorpresa, la agresividad táctica y el uso del factor psicológico para desestabilizar a la defensa.

La caída de Georgias del Sur: Fin del primer capítulo

Bajo el amparo de la artillería naval, los primeros comandos del SAS desembarcaron desde los buques Plymouth y Antrim, encontrando un terreno desnudo y expuesto a unos dos kilómetros de Grytviken. Desde allí se atrincheraron y esperaron la llegada del resto del contingente, transportado en helicópteros que sorteaban con dificultad los vientos gélidos de la zona.

Una vez reagrupados en una cresta elevada, comenzaron a observar el pueblo. Era claro que la resistencia argentina no era homogénea ni tenía una línea de mando firme tras los ataques al Santa Fe. Aun así, uno de los equipos del SAS fue enviado en exploración hacia Grytviken.

Lo que encontraron fue una escena inesperada: sábanas blancas colgando de las ventanas, señal de rendición, y soldados argentinos que esperaban poner fin al enfrentamiento sin más derramamiento de sangre. La defensa se desmoronó sin combate, erosionada por el aislamiento, el desgaste moral y la falta de apoyo aéreo o marítimo.

La bandera argentina fue retirada del asta. En su lugar, los británicos izaron nuevamente la Union Jack, restaurando simbólicamente el control colonial sobre Georgia del Sur. Para la Argentina, la pérdida no era solo militar: era un golpe a la moral y al esfuerzo de recuperación soberana que había comenzado con determinación el 2 de abril.

Sin embargo, esta era apenas una de las muchas batallas por venir. Lo que se había encendido en el Atlántico Sur no se apagaría con una sola victoria táctica.




La caída final: Leith y el fin de la breve esperanza en Georgias del Sur

La última pieza del dominio argentino en Georgia del Sur cayó el día después de la rendición en Grytviken. Con la moral británica en alza y el impulso táctico de su lado, dos equipos del SAS y uno del SBS fueron transportados en helicóptero hasta el asentamiento del puerto de Leith, un antiguo puerto ballenero donde aún quedaban fuerzas argentinas destacadas.

Lo que hallaron allí fue más resignación que resistencia. Un escuadrón argentino compuesto por dieciséis hombres, aislados y conscientes de la situación general, no ofreció resistencia significativa. La suerte ya estaba echada, y combatir en esas condiciones habría sido suicida.

El grupo de desembarco británico tomó control sin derramamiento de sangre, capturando a 156 soldados y oficiales argentinos, junto con 38 civiles que se encontraban en la zona. Con esta operación concluyó oficialmente el efímero pero simbólico control argentino sobre la isla. Habían pasado apenas 23 días desde el desembarco inicial, pero esos días representaron un punto de inflexión para la Argentina: un acto de soberanía que encendió pasiones, esperanzas y un conflicto que cambiaría para siempre el equilibrio diplomático del Atlántico Sur.

Para los británicos, fue la primera victoria tangible en el estallido de la Guerra de las Malvinas. Una reconquista relámpago que les permitió consolidar posiciones estratégicas y fortalecer su narrativa internacional de “respuesta legítima”. Pero para Argentina, fue una derrota que no apagaba la convicción de que las Malvinas eran, son y seguirán siendo una causa nacional.

Rumbo a las Malvinas: El conflicto se expande

Tras asegurar Georgia del Sur, el Escuadrón D del SAS no tuvo descanso. Fue reembarcado casi de inmediato hacia el este, rumbo al corazón del conflicto: las Islas Malvinas. Allí, la situación prometía ser mucho más compleja, más prolongada y más sangrienta.

En la misma dirección se movían otras unidades de élite británicas: el Escuadrón S, el Escuadrón G, y el propio cuartel general del 22º Regimiento SAS, bajo el mando del teniente coronel Michael Rose. La maquinaria de guerra británica se expandía ahora con determinación, confiando en que la combinación de tecnología, entrenamiento y presión política doblegaría la resistencia argentina.

Pero lo que esperaba en Malvinas no era una isla deshabitada ni una guarnición desorganizada. Era un territorio recuperado con orgullo, con una guarnición firme y una sociedad argentina que, pese a la distancia, sentía que el retorno había sido justo. La historia de la guerra apenas comenzaba, y Georgia del Sur sería solo su prólogo.


Basado en el artículo de Serguéi Kozlov || Revista Militar

sábado, 21 de septiembre de 2024

Confluencia de intereses Reino Unido-Chile: ¿Cómo afecta a Argentina?

Los intereses geoestratégicos de Chile y el Reino Unido: contexto histórico, la guerra de Malvinas y el futuro




Por Esteban McLaren para FDRA

Proyecciones


Introducción

Los intereses geoestratégicos de Chile, particularmente su alineación con el Reino Unido, han sido moldeados por factores históricos, económicos y políticos. Este ensayo explora la confluencia de intereses chilenos y británicos antes de la Guerra de las Malvinas de 1982, identifica los principales actores involucrados y examina cómo el conflicto influyó en esta dinámica. Además, profundiza en proyecciones futuras sobre el Estrecho de Magallanes, Malvinas, Georgias del Sur y la Antártida, considerando las implicaciones para Argentina y el potencial de un cambio en las alianzas.

Contexto histórico de los intereses geoestratégicos chileno-británicos

Antes de la Guerra de Malvinas, Chile y el Reino Unido compartían varios intereses geoestratégicos arraigados en vínculos históricos y beneficios mutuos. Los principales actores en esta relación incluyeron líderes políticos, funcionarios militares y actores económicos de ambas naciones.

La relación económica entre Chile y el Reino Unido se remonta al siglo XIX, y las inversiones británicas desempeñaron un papel importante en el desarrollo de la infraestructura y las industrias mineras chilenas. El comercio de nitratos fue particularmente crucial, con empresas británicas fuertemente involucradas en la explotación y exportación de nitratos chilenos.

La influencia británica sobre el ejército chileno ha sido profunda. La Armada de Chile, por ejemplo, se inspiró en gran medida en la Royal Navy, con oficiales navales británicos entrenando a sus homólogos chilenos. Esta conexión militar fomentó un sentido de camaradería e intereses estratégicos mutuos.

Durante la Guerra Fría, ambas naciones encontraron puntos en común en su postura anticomunista. El Reino Unido veía a Chile como un aliado estable en una región propensa a la agitación política, mientras que Chile valoraba el apoyo británico contra posibles amenazas regionales.

La guerra de Malvinas y su impacto

La Guerra de las Malvinas de 1982 fue un importante punto de inflexión en la relación entre Chile y el Reino Unido, resaltando sus intereses geoestratégicos alineados y dando forma a futuras interacciones. Durante la guerra, Chile brindó un apoyo crucial al Reino Unido, incluido el intercambio de inteligencia y asistencia logística. Este apoyo fue fundamental para la campaña militar británica y consolidó una alianza estratégica entre las dos naciones.

La guerra alteró el panorama de seguridad en América del Sur. El apoyo de Chile al Reino Unido lo posicionó como un contrapeso a Argentina, influyendo en la dinámica de poder regional y los alineamientos militares. Después del conflicto, el Reino Unido y Chile continuaron fortaleciendo sus vínculos. La guerra demostró el valor de su asociación estratégica, lo que condujo a una cooperación más profunda en cuestiones de defensa y seguridad.

Proyecciones futuras: Estrecho de Magallanes, Malvinas, Georgias del Sur y Antártida

De cara al futuro, los intereses estratégicos de Chile y el Reino Unido en áreas clave como el Estrecho de Magallanes, Malvinas, Georgia del Sur y la Antártida seguirán dando forma a su relación. El Estrecho de Magallanes sigue siendo una ruta marítima vital, y el control de Chile sobre este paso subraya su importancia geoestratégica. El Reino Unido reconoce la importancia de mantener relaciones seguras y amistosas con Chile para garantizar la estabilidad de esta vía fluvial crucial.

Las islas Malvinas y Georgias del Sur son fundamentales para los intereses territoriales británicos en el Atlántico Sur. El apoyo de Chile durante el conflicto de 1982 ha llevado a una cooperación continua en estas áreas, y ambas naciones se benefician de estrategias de defensa e inteligencia compartidas. La Antártida representa una región de creciente interés estratégico, particularmente en términos de investigación científica y potencial de recursos. Tanto Chile como el Reino Unido han establecido reclamos territoriales y estaciones de investigación en el continente, lo que ha llevado a esfuerzos de colaboración en exploración científica y conservación ambiental.



Implicaciones para Argentina

La fuerte alineación geoestratégica entre Chile y el Reino Unido tiene implicaciones significativas para Argentina, particularmente en términos de dinámica de poder regional y disputas territoriales. El antiguo reclamo de Argentina sobre las Islas Malvinas sigue siendo un tema polémico. La estrecha relación entre Chile y el Reino Unido complica los esfuerzos de Argentina por afirmar su soberanía e influye en las interacciones diplomáticas en la región.

La alianza chileno-británica afecta el equilibrio militar en Sudamérica. Argentina debe lidiar con las capacidades de defensa mejoradas y los mecanismos de intercambio de inteligencia entre Chile y el Reino Unido, lo que podría afectar su planificación estratégica y su postura de defensa. Los vínculos económicos entre Chile y el Reino Unido, incluidos el comercio y la inversión, refuerzan aún más su asociación estratégica. Argentina puede enfrentar desafíos al competir por influencia económica y oportunidades de inversión en la región.

Desvincular los intereses chileno-británicos y fomentar la cooperación argentino-chilena

Si bien la alianza chileno-británica es sólida, ciertos factores podrían potencialmente cambiar la dinámica hacia una mayor cooperación argentino-chilena. Iniciativas destinadas a fomentar la integración regional, como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), podrían promover vínculos más estrechos entre Argentina y Chile. Los proyectos colaborativos en infraestructura, comercio y energía podrían crear dependencias mutuas e intereses compartidos.

Los esfuerzos diplomáticos para resolver disputas territoriales y mejorar las relaciones bilaterales podrían allanar el camino para una mejor cooperación argentino-chilena. En este sentido, las medidas de fomento de la confianza, el diálogo y los mecanismos de negociación son esenciales. Fortalecer las asociaciones económicas entre Argentina y Chile, incluidas empresas conjuntas y acuerdos comerciales, podría reducir la dependencia de aliados externos y fomentar una relación regional más equilibrada. Los esfuerzos de colaboración en sectores como la agricultura, la minería y la energía podrían ser mutuamente beneficiosos.

Los cambios en el panorama geopolítico global, incluidos los cambios en las alianzas y las potencias regionales emergentes, podrían influir en el cálculo estratégico tanto de Chile como de Argentina. Adaptarse a estos cambios y alinear sus intereses en consecuencia podría facilitar una cooperación más estrecha.

El papel de la élite chilena

El papel de la elite chilena en el mantenimiento de la confluencia de intereses entre Chile y el Reino Unido es multifacético e involucra dimensiones políticas, económicas y militares. Su influencia es fundamental para mantener y fortalecer esta relación bilateral, dar forma a políticas y fomentar un entorno propicio para beneficios estratégicos mutuos.

Influencia política y toma de decisiones

La élite chilena, compuesta por políticos influyentes, diplomáticos y altos funcionarios gubernamentales, desempeña un papel crucial en la dirección de la política exterior del país hacia el mantenimiento de fuertes vínculos con el Reino Unido. Históricamente, los líderes políticos chilenos han reconocido las ventajas estratégicas de alinearse con una potencia global como Gran Bretaña. Este reconocimiento se ha reflejado en decisiones políticas e iniciativas diplomáticas destinadas a fomentar una relación estable y cooperativa con el Reino Unido.

Por ejemplo, durante la Guerra de las Malvinas de 1982, la decisión de apoyar al Reino Unido estuvo influenciada por figuras políticas clave que vieron los beneficios estratégicos de ayudar a un aliado poderoso. Este apoyo no fue sólo un reflejo de vínculos históricos sino también una medida política calculada para reforzar la posición de Chile en la región y ganarse el favor de una importante potencia occidental.

Intereses económicos y conexiones comerciales

La élite económica de Chile, incluidos destacados líderes empresariales y influyentes formuladores de políticas económicas, se ha beneficiado históricamente de fuertes vínculos económicos con el Reino Unido. Las inversiones británicas en industrias chilenas como la minería, la infraestructura y las finanzas han creado una red de intereses económicos mutuos que la élite chilena desea preservar.

La participación de las empresas británicas en el comercio de nitratos en el siglo XIX y principios del XX sentó las bases de esta relación económica. En la época contemporánea, la élite económica continúa abogando por políticas que atraigan inversiones británicas y faciliten el comercio. Estos líderes empresariales a menudo tienen una influencia significativa sobre las políticas gubernamentales y utilizan su influencia para asegurar que Chile siga siendo un destino atractivo para el capital británico, sosteniendo así la dimensión económica de la relación bilateral.

Cooperación militar y de defensa

La élite militar de Chile, incluidos oficiales de alto rango y estrategas de defensa, tiene una larga tradición de cooperación con sus homólogos británicos. La Armada de Chile, en particular, ha sido fuertemente influenciada por la Royal Navy, y muchos oficiales chilenos recibieron entrenamiento en el Reino Unido. Esta conexión militar fomenta un sentido de camaradería profesional y objetivos estratégicos compartidos.

Durante la Guerra de Malvinas, el apoyo del ejército chileno al Reino Unido se vio facilitado por estas conexiones profundamente arraigadas. El intercambio de inteligencia y la asistencia logística brindada a las fuerzas británicas fueron coordinados por élites militares que entendieron la importancia estratégica de mantener una alianza fuerte con el Reino Unido. Esta cooperación ha continuado después de la guerra, con ejercicios militares conjuntos, programas de entrenamiento y acuerdos de defensa que refuerzan la dimensión militar de la relación bilateral.

Vínculos culturales y educativos

La élite cultural y educativa de Chile también desempeña un papel en el mantenimiento de la relación del país con el Reino Unido. Los intercambios culturales, las colaboraciones académicas y las asociaciones educativas contribuyen a una comprensión y apreciación más amplia de la cultura y los valores británicos entre la élite chilena. Muchos miembros de la élite chilena han estudiado en universidades británicas, fomentando redes personales y profesionales que unen a los dos países.

Estos vínculos culturales y educativos crean un entorno favorable para la cooperación bilateral, ya que las personas que han experimentado la cultura y la educación británicas a menudo tienen posiciones influyentes en la sociedad chilena. Sus percepciones positivas del Reino Unido y sus valores pueden influir en la opinión pública y las decisiones políticas, consolidando aún más la relación bilateral.

Implicaciones estratégicas para el futuro

La influencia sostenida de la élite chilena en el mantenimiento de fuertes vínculos con el Reino Unido tiene implicaciones significativas para el futuro. A medida que ambos países sigan navegando por complejos paisajes geopolíticos, el papel de la élite en la configuración de la política exterior y las decisiones estratégicas seguirá siendo crucial.

En áreas clave como el Estrecho de Magallanes, Malvinas, Georgia del Sur y la Antártida, la influencia de la élite será fundamental para determinar la dirección de las políticas chilenas. Su capacidad para equilibrar los intereses nacionales con los beneficios de una alianza fuerte con el Reino Unido dará forma al futuro de esta relación bilateral.

Potencial de cambios en las alianzas

Si bien el actual alineamiento entre Chile y el Reino Unido es fuerte, los cambios en la dinámica regional y global podrían alterar el equilibrio de intereses. El papel de la élite chilena será fundamental para navegar estos cambios y explorar el potencial para una cooperación más estrecha con otras potencias regionales, como Argentina.

Los esfuerzos de integración regional, las iniciativas diplomáticas y las asociaciones económicas podrían crear oportunidades para una relación más equilibrada con Argentina. La voluntad de la élite de participar en el diálogo y la negociación, y su capacidad para adaptarse a las realidades geopolíticas cambiantes, serán clave para fomentar esos cambios.



Conclusión

El contexto histórico y el alineamiento estratégico entre Chile y el Reino Unido, particularmente resaltados durante la Guerra de las Malvinas de 1982, han dado forma a una asociación fuerte y duradera. Esta alianza tiene implicaciones significativas para la dinámica regional, particularmente en relación con Argentina. Sin embargo, posibles cambios en los esfuerzos de integración regional, las iniciativas diplomáticas, las asociaciones económicas y los cambios geopolíticos globales podrían allanar el camino para una relación más equilibrada entre Chile y Argentina. A medida que los intereses estratégicos en áreas clave como el Estrecho de Magallanes, Malvinas, Georgia del Sur y la Antártida continúan evolucionando, el futuro de las alianzas y la cooperación regionales dependerá de la capacidad de estas naciones para navegar en paisajes geopolíticos complejos y fomentar el entendimiento y la colaboración mutuos. .

La élite chilena desempeña un papel central en el mantenimiento de la confluencia de intereses entre Chile y el Reino Unido. A través de su influencia en la toma de decisiones políticas, las políticas económicas, la cooperación militar y los intercambios culturales, aseguran la continuidad y fortaleza de esta relación bilateral. A medida que evolucionen las futuras dinámicas geopolíticas y regionales, las opciones estratégicas y la adaptabilidad de la élite determinarán la dirección y la profundidad de las alianzas de Chile, allanando potencialmente el camino para una relación regional más matizada y equilibrada tanto con el Reino Unido como con Argentina.

sábado, 25 de mayo de 2024

Georgias del Sur: El accionar heroico del Tte. Astiz

Alfredo Astiz, héroe de las Georgias

Lo nuestro no es la apología de Alfredo Astiz sino difundir 
la verdad, una verdad que ha sido ocultada incluso hasta
por sus mismos camaradas, temerosos de represalias. En 
las Georgias se luchó, se defendió la bandera y se mantuvo
en alto el honor nacional. Nos guste o no, Astiz fue parte de
ello y de ese capítulo apasionante y controvertido que es la
crisis del Atlántico Sur

La Voz de la Historia
La Argentina es un país donde las cosas se hacen carne y ya nada logra cambiarlas. Donde se hecha a volar una versión y se la toma como la verdad más absoluta, donde se cree lo primero que se escucha y se lo acepta sin el más mínimo análisis.
Así tenemos a los nazis entrando en París con la Marcha de San Lorenzo, a los aliados hablando de la Argentina en Yalta, a Churchill exclamando en el Parlamento que la caída de Perón era el mayor triunfo del imperio británico desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, que los italianos hicieron bien las cosas porque derrotaron a las Brigadas Rojas, que en la Argentina hubo 30.000 desaparecidos, que Hitler llegó en un submarino y murió en Bariloche, que los judíos pusieron las bombas que volaron la embajada de Israel y la AMIA, que a Maldonado lo mataron y un sinfín de otras sandeces que ya son parte del folklore nacional.
Y por más esfuerzo que uno haga por razonar con esta gente, por hacerle entender que está equivocada, diciendo cualquier cosa, que tal creencia es mentira o una simple fábula, continuará repitiendo lo mismo, sin temor al ridículo, muchas veces por estupidez, otras por simple necedad.


Desembarco en las Georgias
La crisis del Atlántico Sur es un capítulo que no hemos resuelto como sociedad, una cuenta pendiente, una herida abierta como la guerra antisubversiva y el período peronista. Un suceso que muchos se niegan a abordar y menos a profundizar (hablamos de nuestro país). Y como nuestra sociedad es simple y evasiva, opina de lo que no sabe o de cosas que apenas conoce.
Sobre Alfredo Astiz y su participación en la guerra se ha mentido a más no poder. Se lo ha difamado, se lo ha rebajado a la categoría de canalla, de ruin, de cobarde, de un pusilánime que se rindió sin combatir y humilló nuestra bandera con su actitud.
Todo falso, versiones sin sustento que se repiten y repiten sin solución de continuidad, como esa otra de que el hundimiento del “Gral. Belgrano” fue un genocidio, un crimen, un acto de piratería.
Pues si los argentinos no queríamos que nos hundieran el buque, no hubiésemos ido a la guerra y asunto arreglado. ¿O acaso nosotros podíamos disparar y ellos no? ¿Qué razonamiento es ese? Vamos, desembarcamos, abrimos fuego, iniciamos un conflicto armado ¿y cuando nos la devuelven son asesinos? Porque, por si alguien no lo sabe todavía, la guerra es eso, disparar y recibir.
También están quienes insisten con esas famosas 200 millas de exclusión marítima, demostrando una carencia absoluta de conocimientos.

Los ingleses establecieron ese espacio para que ningún buque penetrase en él antes de comenzar las acciones, pero cuando estas se inician, la guerra se extiende a donde sea. ¿O acaso nosotros no enviamos un grupo comando a Gibraltar para hundirles un barco? ¿Ahí sí era lícito accionar fuera del Teatro de Operaciones?


Grytviken, capital de las Georgias del Sur. En su extremo oriental, King Edward Point, residen sus autoridades

Así fue como las mentiras comenzaron a tomar cuerpo y se convirtieron en éxito de ventas: los gurkas degollando conscriptos, los “chicos de la guerra” abandonados a su suerte por sus superiores, los británicos trayendo armas nucleares, Galtieri borracho, Nicolás Kasanzew vendiéndole alimento a los soldados, el “Invinsible” hundido... todas falsedades que se difundieron durante el gobierno de Alfonsín con el objeto de desacreditar a los militares y de paso lucrar. Y el hombre común, siempre ávido de sensacionalismo, capitalizó esas historias y ahí se quedó.
De todo se hizo un circo, como de los desaparecidos y los “jóvenes idealistas” y aun hay quienes siguen repitiendo esas cosas pese a que el telón se fue descorriendo y la verdad comenzó a develarse. Lamentablemente, en lo que respecta a Malvinas, conocimos esa verdad gracias al enemigo, a lo que han escrito británicos, estadounidenses o autores provenientes de la OTAN.
Y fue gracias a ellos que supimos del increíble valor de nuestros pilotos, admirados en todo el mundo, tanto los de la Fuerza Aérea como los de la Aviación Naval; de la abnegación y el sacrificio de los conscriptos, luchando cuerpo a cuerpo contra soldados profesionales y mucho mejor entrenados, la determinación de oficiales y suboficiales combatiendo codo a codo con sus subalternos, tal como lo reconoció el general Julian Thompson. Nos maravillamos también del accionar de nuestros comandos, los submarinistas, los prefectos, los gendarmes y hasta esos civiles que integraron el valeroso Escuadrón Fénix para atraer sobre sí el fuego enemigo y posibilitar el paso de los cazas propios.
Fue entonces que el hombre común, o mejor dicho los pocos que se pusieron a indagar, descubrieron nombres increíbles como Pablo Marcos Carballo, Carlos Cachón, Carlos Rincke, Eduardo Carmona, Luciano Guadagnini, Alberto Philippi, Benito ítalo Rotolo, Rodolfo Castro Fox, Esteban Vilgré La Madrid, Aldo Rico, Mohamed Alí Seineldín, Roberto Estevez, Horacio Bicain, Fernando Azcueta, Héctor O. Feldman y tantos más, imposibles de nombrar en su totalidad.
Pero ni las loas llegadas de diferentes partes del mundo como la emotiva carta el as de la Segunda Guerra Mundial Pierre Clostermann, el Corazón Púrpura del veterano de Vietnam Robert F. Pitt, la reseña del corresponsal español José María Carrascal y hasta las palabras de Margaret Thatcher llamando a los nuestros “enemigo casi suicida”1, lograron sacar al argentino de su letargo. Expresiones impensables en décadas anteriores, que deberían haber generado toda una corriente de pensamiento, un reverdecer patriótico, orgullo genuino por nuestra tierra y nuestra gente, cayeron en el más profundo olvido y hoy, salvo honrosas excepciones, son completamente ignoradas
Tampoco las que llegaron después, como las del ex secretario de Marina de la administración Reagan, almirante John F. Lehman o las del analista británico Nigel West, experto en guerra fría y espionaje, revelando al mundo -al igual que otros-, que sin la ayuda de Estados Unidos y la OTAN el Reino Unido perdía la guerra.


Puerto Leith, Georgias del Sur

Ahí están esas expresiones, ahí la admiración que la Argentina ha despertado a nivel internacional (y no supo explotar), y la valorización de nuestros hombres de guerra pero en lo que a nosotros se refiere, seguiremos produciendo películas denigrantes que nos ponen en ridículo ante el mundo, que hacen hincapié en el lloriqueo, el derrotismo, la flojera y la inoperancia; en el frío que pasaron los conscriptos, el hambre, las penurias y el sufrimiento, es decir en situaciones que han experimentado todos los combatientes del mundo en todas las guerras; nos seguiremos enfocando en la crueldad de oficiales y suboficiales, en los soldados estaqueados y llenaremos páginas teorizando sobre la incapacidad de quienes dirigieron nuestra política mientras el enemigo sigue hablando de batallas, de coraje, de los enfrentamientos, de la lucha y el profesionalismo de sus cuadros, una visión más digna, menos lacrimógena, menos latina.
De nada servirá insistir con que los gurkas no tomaron parte en ningún combate ni degollaron a nadie, que los “chicos de la guerra” pelearon como leones, que los oficiales estuvieron junto a ellos, que los británicos no trajeron material nuclear, que el crucero “General Belgrano” fue hundido lícitamente, pues estábamos en guerra (guerra iniciada por nosotros), que Galtieri no era borracho y Nicolás Kasanzew tuvo un comportamiento correcto.
La cobardía la mostraron otros, quienes no pelean de frente pero pasan información por detrás, cuando su enemigo enfrenta a potencias; los oficiales y suboficiales que salen corriendo a ponerse a cubierto no resultaron ser argentinos sino los de un ejército improvisado que por jugar a la guerra envía a la muerte a sus “niños soldados” en medio de una borrasca, en lo alto de un volcán o pilotos que por miedo e impericia confunden el blanco (una casa particular y un edificio vacío) y terminan bombardeando su propio hospital.
Inoperantes son esas fuerzas armadas que aunque bien pertrechadas y apoyadas por naciones poderosas, no pueden contra los carteles de la droga y les masacran en las narices 43 estudiantes de una manera atroz, solo por citar un caso.
Pero nada de eso bastará porque el argentino medio, cada vez más ignorante y resentido, seguirá repitiendo lo mismo. Y lo peor, seguirá renegando de su historia y olvidando a sus héroes.

La guerra de Malvinas

Efectuado este introito, pasemos al tema que nos ocupa.
Hemos dicho al comienzo que sobre la participación de Astiz en la guerra se ha mentido descaradamente y vamos a demostrar por qué.
La gente, en su mayoría, cree que el conflicto comenzó el 2 de abril de 1982 y finalizó el 14 de junio del mismo año. Esa es otra falsedad. La crisis comenzó en las islas Georgias el 18 de marzo de ese año, con el desembarco de los 39 chatarreros en Puerto Leith, y finalizó en las Sandwich del Sur, con el desalojo de la Estación Científica Corbeta Uruguay, entre el 20 y el 21 de junio del mismo año.
El grupo de operarios llegó a bordo del ARA “Bahía Buen Suceso” (B-6), transporte de la Armada Argentina de 5000 toneladas de desplazamiento, a cuyo mando se encontraba el capitán de ultramar Osvaldo Marcelino Niella, que en la Marina ostentaba el grado de teniente de corbeta2.
Venían contratados por el empresario Constantino Davidoff para desmontar una antigua factoría ballenera propiedad de la compañía escocesa Christian Salvensen, cuyas oficinas centrales se hallaban en Edimburgo
El buque ingresó lentamente en la Bahía Stromness y atracó junto al muelle de la población, la segunda en importancia de la isla San Pedro, por entonces completamente abandonada.


Los chatarreros de Davidoff desembarcan en Puerto Leith

Ni bien los motores se detuvieron y la nave quedó amarrada, los operarios comenzaron a descender precedidos por Roberto Caccace, técnico en desarmado de 39 años de edad y los hermanos Carlos y Antonio Patané, técnicos industriales y directores de obra.
Inmediatamente después bajó a tierra el Dr. Rubén Pereira, médico de la expedición y detrás suyo una sección de infantes de Marina luciendo uniformes de camouflage, a quienes encabezaba un joven apuesto, de buen porte, contextura robusta y cabellos rubios.
Eran los lagartos, grupo comando naval, quienes junto a su comandante, el teniente de corbeta Alfredo Astiz, conformaban el Grupo Alfa, avanzada argentina en la invasión a los archipiélagos australes.
Una vez en tierra, civiles y militares -incluyendo la tripulación del buque- se dirigieron al oxidado mástil que se erguía junto al edificio principal y formados en hilera procedieron a izar la bandera, la cual venía prolijamente plegada en un baúl que portaba Antonio Patané3.
Era un cuadro realmente de ficción. Aquel conjunto de hombres bajo ese cielo plomizo, rodeados por un paisaje tenebroso, enfundados en gruesos gabanes, gorros de lana, guantes de cuero y botas de goma, luciendo casi todos barba y bigotes, parecía salido de una novela de aventuras, de aquellas historias de Julio Verne, Jack London o Herman Melville que hicieron las delicias de nuestra juventud. Ni que hablar de la tropa, cuyo aspecto e indumentaria recordaban las viejas películas bélicas ambientadas en el ártico.
La enseña patria se agitaba con fuerza sacudida por los vientos helados, mientras se entonaba el Himno Nacional, los comandos en posición de firme y haciendo la venia. Ignoraban que eran observados desde los riscos por personal del British Antartic Survey (BAS) , quienes seguían atentamente sus movimientos a través de binoculares4.
Finalizada la ceremonia, los argentinos lanzaron vivas a la patria e inmediatamente después procedieron a reconocer el área, ubicando previamente sus pertenencias en los edificios. Poco después comenzaron a escucharse disparos aislados y eso decidió a los del BAS a abordar el jeep en el que habían llegado y partir presurosamente hacia Grytviken, para informar sobre la invasión5.



Grupo Alfa de la Infantería de Marina, avanzada de la invasión argentina a los archipiélagos australes. Astiz de pie junto a sus lagartos quienes enfrentaran solos el desembarco británico en Puerto Leith, 15 hombres contra un destructor, dos fragatas, un buque de apoyo, al menos dos helicópteros más una sección de la Compañía M del Comando 45 de Royal Marines
Constatada la presencia, el oficial Steve Martin, comandante del destacamento asignado al archipiélago, dio curso de la novedad a Londres y de esa manera se desató el incidente que desembocó en guerra. El plan que la Armada elaboró en base al contrato firmado por Constantino Davidoff con la compañía Salvensen había dado resultados.
Por vía diplomática, el gobierno británico solicitó a Buenos Aires el paso de los trabajadores por la aduana de Grytviken a efectos de regularizar su situación, así como el retiro del destacamento militar y la bandera que flameaba en Puerto Leith.
Ninguno de los reclamos fue atendido y la crisis siguió su curso hasta la noche del 1 de abril, cuando dio comienzo el desembarco en Malvinas.
El día 3, las fuerzas argentinas se presentaron en las Georgias y luego de un intenso combate cuyo saldo fue de tres efectivos propios abatidos y un británico gravemente herido (terminó perdiendo su brazo derecho), redujeron a la guarnición local.
Los 22 royal marines fueron hechos prisioneros, los heridos evacuados y la población ocupada, quedando a su frente el capitán de corbeta Luis Lagos junto a su segundo, el teniente de fragata Guillermo Luna, comandante y subcomandante respectivamente, de las tropas apostadas en el archipiélago.
En este punto, comienza la campaña de negación contra la figura de Astiz.
Aclaramos que no nos mueve ningún interés y mucho menos ideales políticos sino el respeto a la verdad, único fin al que debe apuntar la Historia como ciencia. Si este señor cometió algún crimen deberá pagarlo y asumir las consecuencias pero que eso no lleve a sus detractores a mentir y manipular los hechos.
Tal actitud nos recuerda a esos pobres de espíritu que se desviven por minimizar la figura del Che Guevara argumentando que no era medico (falso, pues lo era de mucho antes de ser famoso), que era sucio, que no existen pruebas de que haya matado a alguien en combate (más falso aun)6, que era resentido, un mediocre, un incapaz y cosas por el estilo.
El Che fue un asesino, un psicópata homófobo, soberbio, posiblemente racista y extremadamente violento pero nadie puede poner en duda sus capacidades, su valentía y temeridad. Prueba de ello es su final en esa selva desierta, rodeado de montañas en medio de un paraje hostil, a donde había ido a combatir con apenas un puñado de hombres y unas pocas carabinas, enfrentándose a dos divisiones del ejército boliviano, a su aeronáutica, sus fuerzas de seguridad, la CIA, los asesores del Pentágono y el apoyo material enviado desde la Argentina. Un hombre que lo tuvo todo, que ocupó los sitiales más elevados, que reunió en su persona un poder ilimitado, número dos de la revolución cubana, un jerarca que pudo terminar sus días viviendo como un rey pero no dudó en meterse primero en las selvas del Congo para morir posteriormente en el rincón más recóndito de América.
Nosotros no pretendemos equiparar el accionar de Astiz con la temeridad suicida de Guevara pero en honor a la verdad, tampoco fue el pusilánime que nos han querido vender.



Serge Briez y parte de su equipo junto a Astiz y sus lagartos

La batalla de Grytviken
Los sucesos de las Georgias han sido detallados en nuestro trabajo Malvinas, Guerra en el Atlántico Sur7, por lo que pasaremos por alto las incidencias y nos concentraremos en lo que sucedió en Puerto Leith.
La ocupación argentina duró hasta el 25 de abril, cuando una fracción de la Fuerza de Tareas británica se desprendió de su grueso y puso proa a Grytviken.
La noche anterior, el submarino “Santa Fe” emergió en aguas abiertas e ingresó en la Bahía Cumberland, bordeando lentamente los acantilados de Caleta Vago en busca de la estación del BAS, donde debía desembarcar refuerzos y suministros para la guarnición local.
Después de establecer contacto con el capitán Lagos, jefe de la guarnición argentina en las islas, el comandante del sumergible, capitán Horacio Bicain, ordenó enfilar hacia King Edward Point desde donde se aproximaba una lancha requisada al BAS a la cual debían transferir el equipo, los hombres y un cañón sin retroceso destinado al dispositivo de defensa, maniobra que se extendería por espacio de cinco horas.
Alrededor de las 4.15 a.m. las naves se separaron y el “Santa Fe” viró hacia el noreste, buscando aguas abiertas.
Salir de la caleta le llevó 50 minutos y fue entonces que impedido de sumergirse por la escasa profundidad, fue sorprendido por un Wessex HAS Mk.3 de la dotación del “Antrim”, que después de dar aviso al puente de mando, le arrojó dos bombas de profundidad, las cuales estallaron cerca de la proa, cortando las comunicaciones.
Inmediatamente detrás llegaron dos Wasp Mk.1 del HMS “Plymouth” y el HMS “Endurance”, listos para apoyar la acción.
Buscando desesperadamente el amparo de la caleta, el submarino inició un nuevo viraje en tanto personal de su dotación, encabezado por el cabo Héctor O. Feldman, corría hacia la vela para repeler la agresión.
El “Santa Fe” comenzó a navegar en zigzag tratando de eludir los proyectiles en tanto Feldman y su gente accionaban frenéticamente sus fusiles FAL y su ametralladora GARANT, manteniendo a raya a los helicópteros. Eso les negó (a los británicos) el ángulo de tiro y permitió esquivar dos nuevos torpedos que pasaron por la izquierda, a escasos metros del casco. Sin embargo, no pudieron evitar que un tercer Wasp aparecido de la nada, atravesase la cobertura de fibra de vidrio con un misil SS.11 y le arrancase la pierna derecha al cabo Alberto Macías, camarero de la dotación, quien en esos momentos disparaba desde el tren de amunicionamiento a la vela (por fortuna el proyectil no estalló).
A los Wasp y los Wessex se les sumaron los Lynx del HMS “Brilliant” que llegaron disparando sus Sea Cua aunque siempre a la distancia debido al fuego sostenido de la gente de Feldman.



Un Westland Wasp Mk.1 dispara un misil contra el submarino "Santa Fe" mientras recibe fuego de armas automáticas

De ese modo, en esas condiciones, el veterano Guppy alcanzó King Edward Point y guiándose por el periscopio logró atracar junto al muelle para dejar en tierra a sus hombres.

Impartida la orden de desembarco, la dotación saltó fuera cargando armas y municiones al tiempo que arrastraban entre varios al malherido Macías.
La tripulación cubrió a la carrera los 400 metros que la separaban de Grytviken en tanto los hombres de Lagos disparaban frenéticamente, intentando brindarle cobertura. Incluso lanzaron misiles antitanque Bantam que forzaron a los helicópteros a mantenerse a distancia.
Dos horas después, los británicos llevaron a cabo un helidesembarco en Hestesletten, cerca del fiordo Moraine, depositando efectivos del SAS y el SBS, los cuales, sin perder tiempo, se pusieron en marcha hacia la capital insular8.
A las 16.15, el HMS “Antrim” comenzó a accionar sus cañones de 4,5 pulgadas y diez minutos después hicieron lo propio el “Plymouth” y el “Brilliant”.
Con un destructor y dos fragatas bombardeando las posiciones, apoyados por dos buques logísticos, helicópteros y tropas de asalto, a los argentinos no les quedó mas remedio que cesar toda resistencia y deponer las armas. Habían cumplido su misión desviando una parte de la fuerza expedicionaria hacia ellos y ofrecido una resistencia que superaba sus posibilidades.
Antes de hacerlo, Lagos se comunicó con Astiz y lo puso al tanto de la situación. El comando naval y sus lagartos, así como los 39 chatarreros de Davidoff quedaban librados a su suerte, aislados y prácticamente sin contacto con el continente.
Al día siguiente, cuando el “Santa Fe” era trasladado hacia el muelle de Grytviken, un soldado británico ametralló al suboficial Félix Oscar Artuso, creyendo que intentaba sabotear la nave. Fue la única baja fatal del enfrentamiento9.


Bajo fuego en Bahía Stromness
La mañana del 26, todo era incertidumbre en Puerto Leith. El día anterior, civiles y militares habían escuchado el fragor del combate y esperaban la llegada del enemigo de un momento a otro.
En vista de ello, Astiz adoptó todas las precauciones con el objeto de poner a resguardo a los chatarreros y defender la posición. El oficial se dirigió a los hermanos Patané y en tono grave les ordenó llevar a su gente hasta el asentamiento de Stromness, un caserío ubicado más al sur, a mitad de camino entre Leith y el pueblo de Husvik, y mientras lo hacía les extendió un equipo de radio al tiempo que les indicaba mantenerse en alerta y no moverse del lugar, pasase lo que pasase.
Los comandos estaban tensos, muy concentrados, con sus rostros cubiertos de betún y su escaso armamento listo, colocando minas en torno a las posiciones.
Cumpliendo las directivas, los trabajadores se alejaron en grupos, caminando en paralelo a la orilla hasta desaparecer detrás de unos peñascos.


Uno de los dos Wessex británicos que se estrellaron en el glaciar Fortuna durante las acciones

Así llegó la noche y para sorpresa de todos, lo hizo en medio de un clima bastante benévolo, con vientos leves y cielo despejado. Mientras tanto, en la Argentina se generaba toda una fábula en torno a los lagartos y su cinematográfica resistencia, destacando entre sus principales mentores a la desvergonzada revista “Gente” y el noticiero “60 Minutos” que dirigía el presentador oficialista José Gómez Fuentes.
El amanecer sorprendió a los argentinos preparados para la acción. Las comunicaciones con Grytviken estaban cortadas y no se recibían señales del continente. Aun así, permanecieron en sus puestos, esperando al enemigo, que apareció en el horizonte pasado el mediodía. Se trataba del HMS “Antrim” (D18), destructor clase County dotado de cañones de 4,5 libras y cuatro lanzaderas de misiles Exocet más un Westland Wessex HAS.Mk3, el mismo que se había utilizado para rescatar a los 16 efectivos del SAS accidentados en el glaciar Fortuna cuando ensayaban un desembarco el día anterior.
Los argentinos lo vieron en el horizonte, notando como su silueta se iba agrandando a medida que se aproximaba. Detrás apareció una fragata e inmediatamente después otra, seguida por al menos un buque de mayor calado.
Con la tranquilidad que le daba saber a los chatarreros a resguardo, Astiz miró su reloj y se dirigió a sus hombres, ordenándoles tener el armamento listo.
Para ese momento se tenían indicios de que los royal marines habían desembarcado y avanzaban sobre la posición, razón por la cual, el oficial desplegó a sus hombres dentro del perímetro defensivo y les indicó mantenerse en alerta.
Su decisión no estaba errada. Tropas de la Compañía M del Comando 42 avanzaban hacia ellos al mando del mayor Guy Sheridan, decididas a estrechar el cerco y cortar las vías de escape.
La idea de Astiz era atraerlos hacia el campo minado y acribillarlos cuando lo estuviesen atravesando. Y en ese sentido, ordenó batir el único sector por donde se presumía podían aparecer. Fue el primero en disparar, accionando con determinación su FN FAL 50-64, seguido inmediatamente después por el resto de la fracción.
Como los ingleses no se dejaron ver ordenó detener el fuego para observar con sus binoculares. En ese preciso momento, llegó a través de la radio la orden de rendición en perfecto idioma español.
Eran cerca de las 17 y comenzaba a caer una fina llovizna.
Comprendiendo su situación, viéndose amenazado por una fuerza inmensamente superior, el oficial naval decidió enviar aquel celebre radiomensaje y destruir el equipo de radio:

-La fragata está cerca. Se está poniendo obscuro. Está un poco lejos. Aparentemente son muchos. Creo que desembarcaron detrás de la loma y vienen caminando. Terreno preparado. Los civiles se destacaron. Van para Stromness. La fragata apunta hacia acá. Empezó el fuego. Rompo la radio y reviento los pacos (se refería a las claves). Julito, un abrazo y un beso grande para todos. Viva la Patria. 17.10

Sin dar curso al pedido de rendición, Astiz procedió a destruir el equipo junto con las claves y luego ordenó batir nuevamente el sector donde habían desembarcado los marines, en espera de respuesta.
En lugar de ello, un estampido rebotó contra las laderas cercanas haciendo temblar la tierra y casi enseguida una columna de fuego, humo y pedregullo se alzó fuera de Puerto Leith.



Los lagartos abren fuego sobre las avenidas de aproximación del enemigo. Astiz es el primero en accional su FN FAL 50-64 (foto alusiva)

En ese mismo momento, el suboficial enfermero R. Ramos y el cabo principal Zamudio creyeron percibir movimientos a la izquierda y sobre ese punto concentraron todos el fuego, sin que nadie les respondiese.
Quienes sí lo hicieron fueron los buques, cuya artillería comenzó a batir la posición con mayor fuerza y precisión.
Desde el caserío Stomness, Patané y los suyos seguían las incidencias, escuchando a través de la radio las intimaciones que hacían los británicos.

-Yo escuché los bombazos porque entraron dos corbetas a la bahía y tiraban contra la factoría –relataría veinticinco años después Carlos Patané en el programa Telenoche de Santo Biasatti (Canal 13), desmintiendo lo que se venía diciendo hasta ese momento.

Su hermano Antonio refirió en la misma edición que uno de los comandos le narró las incidencias del ataque, explicando que al recibir proyectiles de todas partes, lo único que podían hacer era permanecer tirados en el piso, viendo como pasaban sobre sus cabezas.
Los lagartos permanecieron agazapados, sin moverse, aguardando la llegada de los británicos, conscientes de que el fuego naval reducía notablemente sus capacidades.
Fue en ese momento que los royal marines abrieron fuego, disparando desde la loma es decir, el mismo punto batido por los argentinos. Acribillaron instalaciones, edificios y defensas mientras los proyectiles navales detonaban aquí y allá.
Al cabo de un tiempo el fuego cesó y fue entonces que llegó el segundo mensaje, siempre en lengua española:

-¡Astiz, ríndase. No queremos bajas!

Tampoco en esa ocasión el marino respondió. Estaba determinado a resistir y en ese sentido intentó un cambio de posiciones pero el reinicio del cañoneo se lo impidió, forzándolo a mantenerse aferrado al terreno.
Eran el “Antrim”, la “”Brilliant” y el “Plymouth” batiendo la costa con el apoyo del “Tidespring” y las tropas que desde tierra reglaban el fuego. Y por segunda vez, una andanada de proyectiles estremeció la comarca como un terremoto, impidiendo a los lagartos responder.
El joven oficial comprendió que todo estaba perdido y que seguir resistiendo era inútil, razón por la cual, a la tercera intimación, aceptó parlamentar.
Los argentinos han gastado chorros de tinta detallando la toma de las Georgias y su recaptura por las fuerzas británicas, hablando de nuestros muertos, nuestros heridos, de los helicópteros averiados, de la inoperante corbeta “Guerrico” recibiendo impactos desde todos los ángulos, pero liquidan en dos renglones estas acciones, la del submarino “Santa Fe”, la de Grytviken y lo acontecido en Puerto Leith, cediéndole al enemigo el detalle de lo ocurrido.
Otro típico ejemplo de derrotismo latino que todo lo ve desde el punto de vista negativo.


Unidades navales británicas abren fuego sobre las posiciones de Astiz

Durante el parlamento que se entabló entre ambas partes, Astiz indicó la presencia de los civiles en Stromness, recalcando que de acuerdo a la Convención de Ginebra, se los debía asistir y evacuar. Luego se encaminó hasta el refugio y les ordenó (a los chatarreros) dirigirse a Leith con una bandera blanca delante y otra detrás.
Los trabajadores tomaron el camino de los renos, subiendo primero una loma para dejar a un lado el cerro, pasar junto a una pequeña laguna y descender la pendiente hasta donde se encontraban las fuerzas británicas. La Operación Paraquat había finalizado.
Este ha sido, a grandes rasgos, el combate de Puerto Leith. Como se podrá apreciar, nadie se rindió sin pelear, Astiz y sus hombres accionaron sus armas, estuvieron en dos ocasiones bajo intenso fuego naval y recién se entregaron cuando el enemigo hizo sentir el peso de su poder.
Tanto él como el capitán Lagos, tenían órdenes expresas del vicealmirante Juan José Lombardo, comandante del Teatro de Operaciones Atlántico Sur, de ofrecer resistencia solo a grupos reducidos que intentasen desembarcos aislados. Pero debían evitar el derramamiento de sangre frente a fuerzas inmensamente superiores como las que enfrentaron.
Astiz fue conducido al HMS “Plymouth” y una vez allí firmó el acta donde rendía la pequeña fracción a su mando.
La célebre fotografía en la que se lo ve frente al capitán David Pentreath y su estado mayor, la misma que dio la vuelta al mundo, no fue la capitulación de las Georgias como siempre se ha dicho sino la de sus 14 hombres. La guarnición argentina había depuesto las armas el día anterior, una vez finalizada la batalla de Grytviken.
Los prisioneros fueron llevados a los buques y de ahí a la isla Ascención, donde serían repatriados el 1 de junio junto a los sobrevivientes del “Narwal”.
Astiz permaneció detenido en calidad de prisionero de guerra. Francia y Suecia reclamaron su extradición para juzgarlo por secuestro y asesinato pero las autoridades británicas se negaron a entregarlo, invocando la Convención de Ginebra. Recién lo devolvieron el 11 de junio, vía Río de Janeiro.


El submarino "Santa Fe" semihundido en Grytviken


Epílogo

Estos fueron los hechos y esta es la verdad. Los paladines de las "causas justas" se rasgarán las vestiduras al leer estas líneas y el pueblo argentino emitirá sus típicos juicios, repitiendo como autómata cosas que no comprende y escucha al pasar. Poco nos importa, por no decir nada, mucho menos viniendo de una sociedad como la nuestra, traicionera, acomodaticia, negadora e indiferente, esa que aun teniendo a su gente muriendo en el sur prefirió desviar la vista y sumirse en cosas vanas10.
Un pueblo así, que por abulia no se desasna y le hace el juego a sus políticos delincuentes, que denigra a sus fuerzas armadas y lo peor, reniega de su historia y su tradición, no inspira el menor respeto ni la más mínima consideración.

Ilustraciones y video


Otra imagen del equipo de Serge Briez donde se ve en primer lugar a los operarios de Davidoff y algo mas allá a los cineastas franceses y un efectivo de Infantería de Marina


La corbeta "Guerrico" ingresa lentamente en la bahía de Cumberland
(Centro Naval)
Un Wessex británico arroja bombas de profundidad sobre el
ARA "Santa Fe" interrumpiendo sus comunicaciones
 

Los royal marines desembarcan en Hestesletten, cerca del fiordo Moraine e inician el avance sobre Grytviken


Un Wasp Mk.1 sobrevuela al semihundido "Santa Fe" frente a la capital de las islas


Royal marines montan guardia junto a la vela del "Santa Fe"



Astiz en la publicación Men-At-Arms Seriesy Soldados del Mundo (https://soldadosyuniformes.wordpress.com/2009/04/06/soldados-guerra-islas-malvinas/#comment-29143)


Finalizadas las acciones Astiz es conducido al HMS "Plymouth" y de allí a la isla Ascención


Durante años se dijo -y se lo sigue haciendo- que en esta foto Astiz rendía la guarnición argentina de las Georgias, una falsedad como esa otra de que se entregó sin pelear. En la imagen se lo ve deponiendo las armas de la pequeña fracción a su cargo, 14 hombres armados con rifles livianos contra dos fragatas, un destructor, un buque de apoyo y una sección del Comando 45 de Royal Marines helitransportada. Sometida su posición a fuego naval, se negó en dos ocasiones a rendirse


Esta es la rendición de las fuerzas argentinas en las islas Georgias. El capitán Luis Lagos y el comandante del submarino "Santa Fe", Horacio Bicain capitulan luego de varias horas de lucha contra fuerzas inmensamente superiores


Suboficial primero Félix Oscar Artuso. Le dispararon por la espalda mientras manipulaba los controles del "Santa Fe". El guardia británico creyó que intentaba sabotear la nave y abrió fuego con su ametralladora



Ceremonial inglés durante las exequias de Artuso en el cementerio de Grytviken. A la izquierda el sacerdote oficiante. En el mismo sitio se halla enterrado el gran navegante irlandés Lord Shackleton


Esta publicación indigna fue la que hizo circular la versión de Astiz, los lagartos y su cinematográfica resistencia. Por si fuera poco le puso palabras que aquel jamás pronunció: "Estamos volviendo locos a los ingleses". A varios años de la guerra habla de la rendición y se escandaliza por ver al marino veraneando en su ciudad de nacimiento


La corbeta "Guerrico" en la bahía Stromness
(Imagen: Centro Naval)

Alfredo Astiz durante los juicios a las juntas

Royals marines frente a Puerto Leith


Notas
1 John “Sandy” Woodward, Los 100 Días, Editorial Sudamericana, Bs. As., 1992, “Prólogo”.
2 Llevaba como primer oficial al capitán Rodolfo Simian.
3 El Dr. Pereira llevó a cabo el izado luego de comprobar que el hilo del mástil circulaba sin inconvenientes.
4 Por fortuna, para bien de la posteridad, un equipo de cineastas franceses llegó en esos días a las islas para realizar un documental sobre la Antártida. Lo hicieron a bordo del velero particular “Cinq Gars Pour” encabezados por el director Serge Briez, a quien debemos imágenes inéditas de los hechos.
5 Los argentinos procedieron a cazar algunos ciervos, actividad vedada por las autoridades locales.
6 En los combates de Arroyo del Infierno y El Hombrito, acaecidos el 22 de enero de 1957 y el 28 de agosto de 1958 respectivamente, el Che Guevara abatió a dos soldados cubanos. Durante el ataque al cuartel de La Plata librado el 17 de enero de 1957, hirió de gravedad a un tercero.
7 https://guerraaltlanticosur.blogspot.com/
8 En otros intentos de desembarco efectuados en horas de la mañana, los ingleses perdieron dos helicópteros Wessex en el glaciar Fortuna además de varios gomones con gente a bordo, los cuales fueron rescatados luego de innumerables peripecias.
9 Artuso fue enterrado con los honores del ceremonial inglés. Su cuerpo yace en el cementerio de Grytviken, cerca de los de Lord Shackleton.
10 El 13 de junio de 1982, mientras nuestros soldados se enfrentaban al enemigo en las batallas más sangrientas de la guerra, sufriendo decenas de muertos, heridos y mutilados, el pueblo argentino se concentraba en la inauguración del mundial de fútbol que se disputaba en España. El lunes 15 de junio de 2009, History Channel estrenó el extraordinario documental Malvinas. La guerra desde el aire, del realizador bahiense César A. Turturro. Ese día, la ciudadanía sintonizó masivamente la final de Gran Cuñado, otra “perla” de nuestra televisión, creación de Marcelo Tinelli.