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lunes, 19 de agosto de 2024

Guerra del Paraguay: La desastrosa campaña paraguaya de Corrientes

Guerra del Paraguay: Los errores militares paraguayos en la campaña de Corrientes




 

Introducción

La campaña de Francisco Solano López en la provincia de Corrientes en 1865 es un episodio crucial en la Guerra de la Triple Alianza, un conflicto que enfrentó a Paraguay contra Brasil, Argentina y Uruguay. A lo largo de esta campaña, se cometieron diversos errores estratégicos y tácticos que resultaron en una serie de derrotas devastadoras para el ejército paraguayo. Este análisis se centrará en desentrañar esos errores y sus consecuencias.

1. La división de las fuerzas paraguayas

Francisco Solano López decidió dividir sus fuerzas en dos columnas, una siguiendo el río Paraná y otra siguiendo el río Uruguay. Este movimiento buscaba varios objetivos estratégicos: por un lado, pretendía dispersar a las fuerzas enemigas, obligándolas a dividir sus propias tropas; por otro lado, López esperaba asegurar rutas de suministro y comunicación cruciales para mantener su campaña. Sin embargo, esta decisión resultó ser un error estratégico significativo.

La división de las fuerzas paraguayas en dos columnas dispersó su poder militar en lugar de concentrarlo. Enfrentarse a un enemigo más poderoso y mejor abastecido, como lo eran las fuerzas aliadas de la Triple Alianza, requería una concentración de fuerzas para maximizar el impacto. Al dividir sus tropas, López debilitó su capacidad ofensiva y defensiva, facilitando a los aliados la derrota de las fuerzas paraguayas en sucesivas batallas.



2. Errores tácticos cometidos por los generales paraguayos

Los generales paraguayos cometieron varios errores tácticos durante esta expedición. Entre los más notables se encuentran:

  • Subestimación del enemigo: Los comandantes paraguayos no calcularon correctamente la capacidad de respuesta y la coordinación entre las fuerzas aliadas.
  • Falta de reconocimiento adecuado: Muchas decisiones tácticas se tomaron sin un conocimiento preciso del terreno o de las posiciones enemigas.
  • Comunicación deficiente: La separación de las columnas dificultó la coordinación y la comunicación entre las diferentes unidades paraguayas.

Estos errores se manifestaron en una serie de derrotas que se analizarán a continuación.


Combate de Sao Borja

3. Análisis de batallas clave

3.a) Combate de Paso de Cuevas

En el Combate de Paso de Cuevas, el 12 de agosto de 1865, las fuerzas paraguayas comandadas por el general Wenceslao Robles fueron derrotadas por las tropas argentinas bajo el mando del general Wenceslao Paunero. Este combate se caracterizó por una serie de errores tácticos críticos.

El general Robles subestimó la capacidad de las fuerzas argentinas para organizar una defensa efectiva en terreno favorable. Además, la falta de reconocimiento adecuado del terreno llevó a las fuerzas paraguayas a una emboscada, donde fueron superadas por la artillería argentina y la superioridad numérica enemiga.

Las tropas paraguayas también se vieron afectadas por una logística deficiente, lo que resultó en una falta de municiones y suministros durante el combate. La mala comunicación entre las unidades paraguayas impidió una respuesta coordinada, lo que permitió a los argentinos explotar las debilidades en las líneas paraguayas.

3.b) Combate de Paso de Mercedes

El Combate de Paso de Mercedes, librado el 25 de agosto de 1865, fue otro enfrentamiento desastroso para las fuerzas paraguayas. El general paraguayo, Vicente Barrios, no logró coordinar eficazmente sus fuerzas, lo que permitió a las tropas aliadas, lideradas por el general Venancio Flores, aislar y destruir las unidades paraguayas una por una.

Uno de los errores tácticos más graves fue la elección del lugar de la batalla. El terreno abierto de Paso de Mercedes favoreció la movilidad y la superioridad numérica de las fuerzas aliadas. La falta de cobertura y posiciones defensivas hizo que las tropas paraguayas fueran fácilmente superadas por la caballería y la artillería enemiga.

Además, la falta de preparación y entrenamiento adecuado de las tropas paraguayas se evidenció en su incapacidad para mantener sus posiciones y responder a los ataques coordinados de las fuerzas aliadas. La retirada desordenada de las fuerzas paraguayas resultó en numerosas bajas y en la pérdida de equipo militar esencial.

3.c) Batalla de Pehuajó

La Batalla de Pehuajó, ocurrida el 31 de diciembre de 1865, fue una de las confrontaciones más sangrientas de la campaña. El general paraguayo, Bernardino Caballero, enfrentó una feroz resistencia por parte de las fuerzas aliadas, comandadas por el general brasileño José Luís Mena Barreto.

El principal error táctico de Caballero fue intentar un asalto frontal contra posiciones fuertemente fortificadas sin apoyo adecuado de artillería. Las fuerzas paraguayas se encontraron con una defensa bien organizada y fueron aniquiladas en sucesivas oleadas de ataques mal coordinados.

La falta de reconocimiento y planificación táctica resultó en que las tropas paraguayas quedaran atrapadas en un terreno desfavorable, expuestas al fuego cruzado de la artillería y fusilería aliada. La incapacidad de Caballero para adaptar su estrategia a las condiciones del campo de batalla y la superioridad tecnológica de las fuerzas aliadas llevaron a una derrota catastrófica.



3.d) Batalla del Riachuelo

La Batalla del Riachuelo, librada el 11 de junio de 1865, fue un enfrentamiento naval decisivo que selló el destino de la flota paraguaya. El almirante Ignacio Meza, al mando de la flota paraguaya, cometió varios errores estratégicos y tácticos que resultaron en una derrota total frente a la flota brasileña comandada por el almirante Francisco Manuel Barroso.

Meza subestimó la capacidad y el entrenamiento de la flota brasileña. Además, la falta de inteligencia y reconocimiento adecuados llevó a una mala elección del campo de batalla. El Riachuelo era un lugar estrecho y poco favorable para las maniobras de la flota paraguaya, que se vio atrapada y superada por la artillería de largo alcance de los brasileños.

La coordinación deficiente y la falta de una estrategia clara por parte de Meza resultaron en una serie de errores tácticos. Las embarcaciones paraguayas se encontraron en desventaja, incapaces de maniobrar eficazmente bajo el fuego enemigo. La pérdida de los buques insignia y la alta moral de las fuerzas brasileñas resultaron en una desmoralización y derrota completa de la flota paraguaya.




3.e) Sitio de Uruguayana

El Sitio de Uruguayana, que se desarrolló entre el 5 de agosto y el 18 de septiembre de 1865, fue un esfuerzo paraguayo para capturar una posición estratégica en territorio brasileño. El general Francisco Isidoro Resquín, al mando de las fuerzas paraguayas, cometió varios errores críticos que llevaron al fracaso de esta operación.

El principal error fue la falta de preparación logística. Las fuerzas paraguayas se encontraron rápidamente sin suministros adecuados, lo que debilitó su capacidad de mantener el sitio durante un período prolongado. Además, la subestimación de la capacidad de las fuerzas brasileñas para organizar un contraataque efectivo resultó en una posición insostenible para los paraguayos.

La comunicación deficiente y la falta de coordinación con las fuerzas aliadas en la región resultaron en una incapacidad para recibir refuerzos o apoyo logístico. La rendición de las fuerzas paraguayas en Uruguayana fue un golpe devastador para la moral del ejército paraguayo y resultó en la captura de numerosos soldados y equipos.

3.f) Batalla de Yatay

La Batalla de Yatay, librada el 17 de agosto de 1865, fue otra confrontación crucial en la campaña paraguaya. El general paraguayo, José Díaz, cometió varios errores tácticos significativos que llevaron a una derrota aplastante por parte de las fuerzas aliadas comandadas por el general Venancio Flores.

Uno de los errores más graves fue la elección del terreno. Díaz seleccionó una posición que favorecía las maniobras de la caballería y la artillería aliada. La falta de defensas naturales y la exposición al fuego enemigo resultaron en una alta tasa de bajas entre las tropas paraguayas.

La coordinación deficiente y la falta de un plan táctico claro también jugaron un papel crucial en la derrota. Las unidades paraguayas fueron superadas en número y equipamiento, y la incapacidad de Díaz para adaptar su estrategia a las condiciones cambiantes del campo de batalla resultó en una retirada desordenada y una derrota decisiva.

Contabilidad aproximada de las bajas paraguayas por batalla

La campaña de invasión a la provincia de Corrientes y las batallas que siguieron resultaron en numerosas bajas para las fuerzas paraguayas. A continuación, se presenta una contabilidad aproximada de las bajas paraguayas en cada una de las batallas clave mencionadas anteriormente.

3.a) Combate de Paso de Cuevas

En el Combate de Paso de Cuevas, las fuerzas paraguayas sufrieron aproximadamente 500 bajas entre muertos, heridos y prisioneros. La emboscada y la falta de suministros contribuyeron significativamente a estas pérdidas.

3.b) Combate de Paso de Mercedes

El Combate de Paso de Mercedes resultó en alrededor de 700 bajas para las tropas paraguayas. La derrota en terreno abierto, sumada a la falta de coordinación, llevó a una alta tasa de bajas.

3.c) Batalla de Pehuajó

La Batalla de Pehuajó fue particularmente sangrienta, con las fuerzas paraguayas sufriendo alrededor de 1,000 bajas. El asalto frontal contra posiciones fortificadas y la falta de apoyo adecuado resultaron en pérdidas significativas.

3.d) Batalla del Riachuelo

La Batalla del Riachuelo fue una derrota naval devastadora para Paraguay, con aproximadamente 800 bajas entre muertos, heridos y prisioneros. La destrucción de varios buques y la captura de otros aumentaron estas cifras.

3.e) Sitio de Uruguayana

El Sitio de Uruguayana culminó con la rendición de las fuerzas paraguayas, resultando en unas 5,500 bajas, en su mayoría prisioneros. La falta de suministros y la presión constante de las fuerzas brasileñas obligaron a la rendición masiva.

3.f) Batalla de Yatay

La Batalla de Yatay fue otra confrontación decisiva con aproximadamente 1,500 bajas paraguayas. La mala elección del terreno y la superioridad numérica y tecnológica de las fuerzas aliadas fueron factores determinantes en estas pérdidas.

Conclusión

La campaña de invasión a la provincia de Corrientes y las batallas subsiguientes resultaron en pérdidas devastadoras para el ejército paraguayo. A continuación se presenta una contabilidad aproximada de las bajas paraguayas totales:

  • Combate de Paso de Cuevas: 500 bajas
  • Combate de Paso de Mercedes: 700 bajas
  • Batalla de Pehuajó: 1,000 bajas
  • Batalla del Riachuelo: 800 bajas
  • Sitio de Uruguayana: 5,500 bajas
  • Batalla de Yatay: 1,500 bajas

Total aproximado de bajas paraguayas: 10,000

Estas pérdidas incluyeron muertos, heridos y prisioneros, debilitando significativamente la capacidad militar de Paraguay y afectando gravemente su capacidad para continuar la guerra. Las consecuencias de estos errores estratégicos y tácticos fueron catastróficas, dejando a Paraguay en una posición extremadamente vulnerable frente a la alianza enemiga.

Conclusión

La campaña de invasión a la provincia de Corrientes en 1865 estuvo marcada por una serie de errores estratégicos y tácticos que llevaron a una serie de derrotas devastadoras para el ejército paraguayo. La decisión de dividir las fuerzas, la subestimación del enemigo, la falta de reconocimiento adecuado, y la deficiente comunicación y coordinación fueron factores clave en estos fracasos.

Las consecuencias de estos errores fueron catastróficas para Paraguay. Las pérdidas de equipos y personal fueron enormes, debilitando significativamente la capacidad militar del país y afectando gravemente su capacidad para continuar la guerra. La campaña de Corrientes se convirtió en un ejemplo clásico de cómo la mala planificación y la ejecución deficiente pueden llevar a resultados desastrosos en una guerra.


lunes, 9 de enero de 2017

Historia argentina: El combate de Costa Brava (1842)


Combate de Costa Brava (1842) 

 

El Combate de Costa Brava fue un enfrentamiento naval librado el 15 y 16 de agosto de 1842 entre la escuadra de la Confederación Argentina al mando de Guillermo Brown y la escuadra riverista al mando del italiano Giuseppe Garibaldi. Se luchó en las cercanías de Esquina, Provincia de Corrientes (Argentina), por dos días en agua y tierra hasta que Garibaldi previendo su derrota hizo volar sus barcos para no entregárselos a Brown y escapó a tierra firme. Los argentinos, al querer perseguirlo para ultimarlo, fueron detenidos por Brown quien exclamó "dejenlo escapar ese gringo es un valiente". Esta es una de las Batallas mas Importantes de Argentina, junto a Batalla de la Vuelta de Obligado y del Quebracho 

El Combate 
El Almirante Brown mandó gente a tierra para que hicieran de sirgadores (remolcar el barco desde la orilla por medio de cuerdas), pues había decidido avanzar a la sirga con cuatro naves que maniobraban ceca de tierra, donde había suficiente profundidad, hacia el enemigo, viendo que era difícil y peligroso atacar a Garibaldi de un modo frontal. A la vez, dispuso que el ala izquierda fondeara al Suroeste del enemigo a distancia de tiro, hostigando y perturbando la reacción enemiga contra el ala derecha con los cañones que pudiera presentar. Por su lado, Garibaldi, que había advertido la maniobra enemiga, mandó su infantería con el Tte. 1º Rodríguez fuera de la estacada para tirotear a los sirgadores y a las tripulaciones. Se dió cuenta Brown y ordenó a Montaña ir a tierra con 100 hombres en tres columnas: una de 20 hombres al mando del Tte Mariano Cordero - del Echagüe- se dirigiría por la ribera; la derecha también de 20 hombres al mando del Tte French y la 3a en el centro con 60 infantes, al mando de Montaña y los Subtenientes Montandón y Castellanos. Montaña no tardó en repeler al enemigo desalojando la orilla de los tiradores emboscados. A partir de ese momento el ala derecha de Brown pudo moverse con mayor libertad y alcanzar la distancia de tiro. 
Veamos ahora a qué distancia media de tiro se hizo el combate. No se ha podido conocer fehacientemente la elevación que podían alcanzar los cañones de Costa Brava. Para esa época en estas latitudes, los cañones a raso podían tirar desde los 350 metros (de a 6) a los 600 metros (de a 4); con una elevación de 8º llegaban hasta los 2.200 metros y con 22º a unos 2.700, con poca diferencia entre un cañon de a 24 y otro de a 12. Por el problema de la puntería, el alcance eficaz quizás era de unos 1.000 metros. Los autores estiman que sin problemas de puntería (no había marejada) el ala izquierda de Brown artillada con cañones de a 12 fondeó al Suroeste a unos 1.500 metros de los orientales para que hubiera efectividad en el hostigamiento. El ala derecha entretanto se acercaba a una distancia similar considerándose que los cuatro buques debían entrar en fuego indefectiblemente con el máximo de cañones. 
Cuando las unidades argentinas entraron a distancia de tiro de las orientales, Garibaldi abrió el fuego soportado estoicamente por el ala derecha, auxiliada a la vez por el ala izquierda que ya debía haber alcanzado la posición asignada. Brown pudo hacer maniobrar a los buques para presentar la banda de babor al enemigo, entrando en combate todos ellos. 

 

1. Buques orientales codados de Este a Oeste: Constitución (al centro), Pereyra y Joven Esteban, con babor al enemigo.
2. Escuadrilla correntina, buque hospital y 4 barquitos.
3. Personal de infantería de Marina oriental en tierra hostigando a los sirgadores argentinos.
4. Buques argentinos: Echagüe, Chacabuco, Americano y 9 de Julio, presentan su babor al enemigo, el 9de Julio abarloado en parte al Americano.
5. Ala izquierda con La Argentina, Republicano y Libertad.
6. Personal de Infantería de Marina argentina limpiando el terreno de tiradores enemigos.
7. Los tres lanchones de Brown que no intervinieron.


Se presentaban así: el Echagüe era el más próximo al enemigo, con su proa sobre la ribera; cerca y al Sur, aprovechando la inclinación de la costa, lo seguía la Chacabuco evitando tener que tirar por arriba de aquél, tercero también cerca y al Sur se colocó el Americano, tomando las mismas precauciones y Brown abarluó a la goleta 9 de Julio y al Americano desde su centro a popa. 
A las 12.00 el fuego se había generalizado, iniciándose el ablandamiento del enemigo con la artillería, sin apresurar abordajes. El combate se frenó cerca de las 16 para que la gente pudiera comer, reanudándose poco después hasta el oscurecer, con ambos bandos tomando disposiciones de seguridad nocturnas y atención de los buques y del personal herido o muerto. 



Giuseppe Garibaldi 



Con la noche vino una pausa que Garibaldi aprovechó para lanzar dos brulotes, uno de los cuales fue interceptado eficazmente y otro mantuvo consecuencias.

También fue inútil un ataque al “Echagüe”, apoyado en la orilla y al amanecer del día 16 se renovó la lucha.

El ardor de las acciones fue motivo de que la escuadrilla Garibaldina consumiera todas sus municiones.

Entonces el líder italiano acoderó los barcos “Constitución” y “Pereyra”, los roció con pólvora y aguardiente y llevó la tripulación a la goleta “Prócida”.

Esto produjo una notable explosión; Garibaldi y su gente se prepararon para huir por tierra. Cuando los tripulantes de la Confederación se disponían a rematar a sus enemigos, un gesto de nobleza de Brown le salvó la vida al italiano. Dijo el Almirante: “Déjenlo que se salve, ese gringo es un valiente”.

El intento fluvial de Rivera fracasó, Brown regresó a Buenos Aires, donde como dice Piccirilli se le tributaron encendidos homenajes. Garibaldi, en otra aventura más, regresó a Montevideo donde lo aguardarían nuevos e importantes sucesos. En tanto, el complemento terrestre del triunfo en Costa Brava fue la batalla de Arroyo Grande, ganada por Oribe al mismo Rivera, el 6 de diciembre de ese año de 1842 (zona próxima a la actual ciudad de Concordia).



Wikipedia
Congreso Nacional de Historia

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Guerra del Paraguay: La entrada de Argentina al conflicto

Ataque paraguayo a Corrientes


Mariscal Francisco Solano López (1826-1870)

En 1857 se preparó la alianza contra el Paraguay, entre la Confederación Argentina y el Imperio del Brasil. La suscripción del “Protocolo” entre José María Paranhos y los representantes de la Confederación, Derqui y López, le valieron a Urquiza el beneficio de un empréstito efectuado por el Banco Mauá, de 300.000 patacones. Pero el Barón, obtendría también sus ventajas por el acuerdo, ya que el mismo día, Justo José de Urquiza, lo autorizaría a crear la sucursal Rosario del banco brasileño.

En el “Protocolo”, se establecía el derecho de paso, que la Confederación debía dar al Brasil, en caso de producirse el ataque al Paraguay.

Al efectuarse la misión Paranhos al Río de la Plata, el diplomático brasileño le entregó al canciller argentino el original de dicho protocolo, luego de copiarlo cuidadosamente, tomó nota de la concesión que otorgaba dicho protocolo. El 3 de junio de 1868, Rufino de Elizalde en el Congreso recordaría, aunque en forma vaga e imprecisa, la existencia de un Protocolo que otorgaba dicho derecho de paso a los brasileños. La vaguedad respondía a la necesidad de ocultar la fecha del protocolo, que había sido, por otra parte, duramente atacado por el mitrismo en su oportunidad y que además no había sido ratificado por el Congreso, con lo cual el gobierno de Mitre se hubiera visto en la necesidad de reconocer que el derecho de paso otorgado a los brasileños, no estaba fundado en ninguna norma legal válida.

De cualquier manera, el Paraguay sabía perfectamente que el gobierno de Mitre, que ya había autorizado la concentración de las tropas imperiales frente a Corrientes, iba a otorgar a los brasileños el derecho de paso.

¿Qué fue lo que determinó la invasión de Francisco Solano López al suelo argentino? Autores como Carlos Pereyra, aún reconociendo que López confiaba en el pronunciamiento de Urquiza, le censuran haber dado ese paso, que lo hacía aparecer como un invasor en tren de conquista. Desde ya, toda la planificación del ataque contra el Paraguay fue muy anterior a este hecho, y la seguridad política del primer estado moderno americano, había peligrado desde que Venancio Flores invadiera la República Oriental del Uruguay. Pero un estadista militar brillante como Francisco Solano López, debió prever los efectos morales y no simplemente militares de su ataque. Había algo más que eso. Algo más, también, que el hipotético y dudoso apoyo de Urquiza, era lo que motivaba la posición asumida por López:

Pelham Horton Box, entrevió con claridad la cuestión. “Puede haber poca duda –dice el autor norteamericano- acerca de la múltiple inteligencia de López con poderosos caudillos argentinos, pues hemos visto, que no se atenía a un “solo disidente”, y hacia febrero de 1865 había abandonado sus esperanzas en Urquiza (…) Pero como invadió Río Grande por vía Misiones, nos encontramos ante el problema de por qué exigió el pasaje a través de Corrientes.

“Todavía esperamos la publicación de los documentos que iluminen sus relaciones con los elementos reaccionarios de la Argentina. Pero un examen de las pruebas existentes, sugiere que la exigencia del derecho de tránsito por Corrientes, iba encaminada a servir de réplica a la supuesta colaboración de Mitre con el Brasil, y a ofrecer una oportunidad para que se alzaran los enemigos de Buenos Aires, en el caso de una negativa”.

Si bien Fermín Chávez, ha demostrado la forma en que se ocultó la declaración de guerra previa, enviada por López, es indudable que no se trata de un planteamiento jurídico en el orden del derecho internacional. El pedido de paso, fue formulado con el objeto de recibir una negativa, y permitir así el pronunciamiento de los elementos reaccionarios adictos de que disponía el Paraguay en la Argentina. es decir, que López contaba con que los federales de Corrientes, y los demás elementos vinculados a ellos, se pronunciaran a su favor. En cuanto al apoyo de Urquiza, según Elizalde, el entrerriano le había ofrecido al mandatario paraguayo el paso por nuestro territorio, y asimismo, la cesión de inmensos territorios para someter a Buenos Aires. Al respecto, en carta del 26 de febrero de 1865, López recuerda que Urquiza le había manifestado que en caso que Mitre se negara a darle paso, él se pondría al lado del Paraguay, “para cuyo fin ha pedido la copia de la solicitud de tránsito y su contestación en caso negativo”.

Por otra parte, en “Memorandum” de 22 de octubre de 1864, Francisco Solano López había sugerido que se designara como comisionado a Sagastume, Virasoro o López Jordán. Recordemos que el pronunciamiento de Virasoro, era esperado ya, desde la época de los levantamientos del Chacho. La “conjuración del Litiral”, como la llama Cárcano, existió, y fue la razón esencial, a raíz de la cual López aceleraría el proceso, pidiendo el paso por Corrientes.

Desde Tucumán, el 29 de noviembre de 1864, Emilio Salvigni le advertiría a Wenceslao Paunero: “ (…) Las noticias que corren aquí del litoral son alarmantes y producen una angustia general. Mientras V. me dice: “Que mandaremos sobre Paraguai (…) cosacos correntinos” López Jordán va a Corrientes y se entiende con aquel Gobierno y el del Paraguai para marchar contra el Brasil y Flores y por consiguiente contra Buenos Aires, secundado con la milicia de Entre Ríos. Dicen que el Paraguai tiene buques con los que pasará un ejército a este lado del río –que Mitre no tiene ejército y que por consiguiente la reacción está hecha, sublevando algunas provincias apoyadas por el ejército de Urquiza (…)”.

Pero el apoyo falló, con lo cual el jefe paraguayo se vio obligado a invadir, por razones militares, a través de Misiones.

Este hecho, unido al retardo en la publicación de la declaración de guerra efectuada por Francisco Solano López, hicieron que Mitre tratara de dar un carácter defensivo nacional, a la guerra. Pero las clases oprimidas no se equivocaban: la verdadera guerra nacional consistió en enfrentar a Mitre, al Brasil y al Imperio Británico, a favor de la Unidad Americana.



Captura de los barcos argentinos “25 de Mayo” y “Gualeguay”

Es muy interesante, porque es el relato por parte del capitan argentino del "25 de Mayo" de la captura y degüello de parte de la tripulación por parte de los paraguayos.

"Lo que sigue es parte de las memorias del Capitán de Fragata Constantino, publicadas en folleto en 1906, ya que el autor dispuso que si las creían de alguna importancia las publicasen después de su muerte. Falleció el 22 de Agosto de 1905.

El 1ro de Abril salimos de Buenos Aires, a bordo del vapor nacional “25 de Mayo” con destino a Corrientes. Llegamos a ese puerto el día 11 donde se encontraba también el vapor “Gualeguay”. El día 13 del mismo mes (Jueves Santo) a las 6 de la mañana encontrándome sobre cubierta pues estaba de guardia, avisté cinco vapores que venían en dirección a nosotros. Tomé el anteojo para ver mejor y por este medio dime cuenta de que eran vapores paraguayos armados a guerra y tripulados por 3000 hombres más o menos, vestidos de colorado y bien armados. Se dirigían al puerto de Corrientes.

Al llegar frente al vapor “25 de Mayo”, el jefe de la escuadra paraguaya hizo señal de cambiar la línea y prepararse a combate. Esto lo comprendí porque el libro de señales de ellos era igual que el nuestro. Al ver esta evolución avisé inmediatamente al 2do Comandante, capitán Domingo Olivieri, que me ordenó hiciera cargar la batería a bala y metralla y tuviera la infantería lista, preparando también una mecha en la Santa-Bárbara por si el enemigo venía al abordaje y no nos diera tiempo a defendernos.

Sin embargo, a pesar de la maniobra que habíamos visto, saludamos con la bandera al enemigo, pero éste no contestó a nuestro saludo, lo que nos convenció de las intenciones hostiles con que se presentaba, y de la verdad de los díceres que corrían, de que así iba a suceder.

Sin esperar más, mandamos enseguida a llamar al comandante de nuestro buque, D. Carlos Mazzin, que se hallaba en tierra, viniendo éste inmediatamente a bordo, pues casualmente venía cuando le avisaron. Una vez a bordo, nos ordenó que nos desarmáramos pues el no tenía ninguna instrucción respecto a este incidente, y nos dijo también que el señor Gobernador Lagraña le había manifestado que no tuviese cuidado con la escuadra paraguaya, puesto que ésta no tenía nada que ver con nosotros. Pero cuando se le dio cuenta de las maniobras que habíamos visto hacer comprendió que habíamos sido traicionados y que nosotros seríamos la carnada, y así sucedió!.

Para cualquier maniobra de nuestra parte, era ya tarde; puesto que acto contínuo cargaron sobre nosotros dos vapores paraguayos, el Legoré y otro cuyo nombre he olvidado, uno a babor y otro a estribor. Los demás hicieron fuego a tierra y al vapor argentino “Gualeguay” que estaba atracado a la costa con planchada a tierra, por lo que pudieron salvarse los oficiales y tripulantes de este buque, abandonándolo por completo. La autoridad Provincial también abandonó la ciudad quedando por consiguiente sólo nosotros en poder de la escuadra pirata.

Como dije antes, vinieron al abordaje de nuestro buque, vapor “25 de Mayo”, dos vapores paraguayos, el Legoré con 300 hombres y el otro con 200, y sin darnos tiempo a nada, que aunque lo hubiéramos tenido nada hubiéramos podido hacer, pues sólo éramos 80 hombres desarmados.

Subieron a bordo y lo primero que hicieron fue ultrajar el pabellón argentino, lo arriaron y pisotearon, gritando viva López “mueran los porteños” y así tomaron posesión del vapor, matando a todos los que se encontraban por delante o que quisieran hacer resistencia.

Enseguida bajaron a la cámara y sacaron de allí a palos a los tenientes Calvo y Leitón y los subieron sobre cubierta.

Al ver esto nuestra tripulación, una parte de ella y tres oficiales se tiraron al agua y allí perecieron todos, los unos ahogados y los otros fusilados en el agua misma.

En vista de este triste espectáculo, en que se mataban a hombres indefensos, pedí al comandante del Legoré, Avelino Cabral, que contuviera a su gente e hiciera respetar la vida de los pocos que aún quedábamos, contestándome que no podía contenerlos. Lo único que hizo, que tal vez haya sido mucho en esos momentos, fue agarrarnos entre él y sus oficiales y echarnos al vapor Legoré, salvando de este modo nuestras vidas del furor de esos salvajes o fieras sedientas de sangre. Allí nos pusieron incomunicados, siguiendo viaje la escuadra enemiga a Itapirú, llevando la presa humana como también los dos vapores argentinos, el nuestro y el Gualeguay, éste sin gente.

El Capitán Constantino permaneció prisionero de las fuerzas paraguayas durante 4 años, 4 meses y cinco días.

El 1ro de Abril salimos de Buenos Aires, a bordo del vapor nacional “25 de Mayo” con destino a Corrientes. Llegamos a ese puerto el día 11 donde se encontraba también el vapor “Gualeguay”. El día 13 del mismo mes (Jueves Santo) a las 6 de la mañana encontrándome sobre cubierta pues estaba de guardia, avisté cinco vapores que venían en dirección a nosotros. Tomé el anteojo para ver mejor y por este medio dime cuenta de que eran vapores paraguayos armados a guerra y tripulados por 3000 hombres más o menos, vestidos de colorado y bien armados. Se dirigían al puerto de Corrientes.
Al llegar frente al vapor “25 de Mayo”, el jefe de la escuadra paraguaya hizo señal de cambiar la línea y prepararse a combate. Esto lo comprendí porque el libro de señales de ellos era igual que el nuestro. Al ver esta evolución avisé inmediatamente al 2do Comandante, capitán Domingo Olivieri, que me ordenó hiciera cargar la batería a bala y metralla y tuviera la infantería lista, preparando también una mecha en la Santa-Bárbara por si el enemigo venía al abordaje y no nos diera tiempo a defendernos.
Sin embargo, a pesar de la maniobra que habíamos visto, saludamos con la bandera al enemigo, pero éste no contestó a nuestro saludo, lo que nos convenció de las intenciones hostiles con que se presentaba, y de la verdad de los díceres que corrían, de que así iba a suceder.
Sin esperar más, mandamos enseguida a llamar al comandante de nuestro buque, D. Carlos Mazzin, que se hallaba en tierra, viniendo éste inmediatamente a bordo, pues casualmente venía cuando le avisaron. Una vez a bordo, nos ordenó que nos desarmáramos pues el no tenía ninguna instrucción respecto a este incidente, y nos dijo también que el señor Gobernador Lagraña le había manifestado que no tuviese cuidado con la escuadra paraguaya, puesto que ésta no tenía nada que ver con nosotros. Pero cuando se le dio cuenta de las maniobras que habíamos visto hacer comprendió que habíamos sido traicionados y que nosotros seríamos la carnada, y así sucedió!.
Para cualquier maniobra de nuestra parte, era ya tarde; puesto que acto contínuo cargaron sobre nosotros dos vapores paraguayos, el Legoré y otro cuyo nombre he olvidado, uno a babor y otro a estribor. Los demás hicieron fuego a tierra y al vapor argentino “Gualeguay” que estaba atracado a la costa con planchada a tierra, por lo que pudieron salvarse los oficiales y tripulantes de este buque, abandonándolo por completo. La autoridad Provincial también abandonó la ciudad quedando por consiguiente sólo nosotros en poder de la escuadra pirata.
Como dije antes, vinieron al abordaje de nuestro buque, vapor “25 de Mayo”, dos vapores paraguayos, el Legoré con 300 hombres y el otro con 200, y sin darnos tiempo a nada, que aunque lo hubiéramos tenido nada hubiéramos podido hacer, pues sólo éramos 80 hombres desarmados.
Subieron a bordo y lo primero que hicieron fue ultrajar el pabellón argentino, lo arriaron y pisotearon, gritando viva López “mueran los porteños” y así tomaron posesión del vapor, matando a todos los que se encontraban por delante o que quisieran hacer resistencia.
Enseguida bajaron a la cámara y sacaron de allí a palos a los tenientes Calvo y Leitón y los subieron sobre cubierta.
Al ver esto nuestra tripulación, una parte de ella y tres oficiales se tiraron al agua y allí perecieron todos, los unos ahogados y los otros fusilados en el agua misma.
En vista de este triste espectáculo, en que se mataban a hombres indefensos, pedí al comandante del Legoré, Avelino Cabral, que contuviera a su gente e hiciera respetar la vida de los pocos que aún quedábamos, contestándome que no podía contenerlos. Lo único que hizo, que tal vez haya sido mucho en esos momentos, fue agarrarnos entre él y sus oficiales y echarnos al vapor Legoré, salvando de este modo nuestras vidas del furor de esos salvajes o fieras sedientas de sangre. Allí nos pusieron incomunicados, siguiendo viaje la escuadra enemiga a Itapirú, llevando la presa humana como también los dos vapores argentinos, el nuestro y el Gualeguay, éste sin gente.
El Capitán Constantino permaneció prisionero de las fuerzas paraguayas durante 4 años, 4 meses y cinco días.


El Comodoro argentino D. José Muratore y su plana mayor en la cubierta del " 25 de Mayo" en aguas uruguayas, en diciembre 1864.- 



Tripulación de "25 de Mayo" en territorio uruguayo, 1864.


Foto probable del vapor "25 de Mayo" tomada durante el asedio de Paysandú, 4 meses antes de la captura por parte de fuerzas paraguayas


Fuente

  1. Cárcano, Ramón J. – Guerra del Paraguay, Buenos Aires (1941).
  2. Chávez, Fermín – Vida y Muerte de López Jordán – Ed. Theoria – Buenos Aires (1957).
  3. Peña, R. O. y Duhalde, E. – Felipe Varela – Schapire editor – Buenos Aires (1975). 
  4. Asociación Argentina de Descendientes de Guerreros del Paraguay - AADGP
  5. www.revisionistas.com.ar
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sábado, 25 de julio de 2015

Guerra del Paraguay - Los orígenes

La Guerra del Paraguay
Una guerra bien declarada

Parte I



Orígenes
Aunque muchos historiadores remontan comúnmente el inicio de la guerra a 1862, algunas raíces de este conflicto estaban presentes desde el período colonial. Portugal y España habían disputado la región del Plata (Uruguay, noreste de la Argentina actual y sur del Brasil) dado que la animosidad de las dos metrópolis emergió en Europa en el siglo XVII. Cuando los países coloniales conquistaron su independencia en el principio del siglo XIX, heredaron los conflictos del límite de esas dos naciones.


La lucha para la hegemonía implicó primero a gobierno de Buenos Aires (capital de Argentina) y del imperio brasileño. Después de muchas escaramuzas de límite, ambos fueron a la guerra sobre el disputado Uruguay. En 1827, una fuerza combinada de Argentina-Uruguay derrotó al ejército imperial en la batalla de Passo do Rosário o como la llaman en Argentina, Ituzaingó. Sin embargo, en el mar la armada imperial impuso su predominio sobre los enemigos. Gracias a este dilema, y a la falta de recursos de los territorios del Plata para seguir la guerra, Uruguay obtuvo la independencia en 1828.



Tropas brasileñas en su camino a Uruguay a principios del siglo XIX. Retrato de Jean Baptiste Debret
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miércoles, 26 de febrero de 2014

Revolución Libertadora: Las acciones en Curuzú Cuatiá

Curuzú Cuatiá




En la madrugada de aquel agitado 16 de septiembre, un camión militar se aproximó lentamente al aeródromo de Gualeguay con sus luces apagadas. Junto a la pista de aterrizaje esperaba expectante un grupo de oficiales revolucionarios.
El vehículo, conducido por el coronel Eduardo Arias Duval, se detuvo y varias personas descendieron de él. Se trataba del general Pedro Eugenio Aramburu, el coronel Eduardo Señorans, el subteniente Carlos B. Chasseing y el propio Arias Duval, sin contar a los soldados fuertemente armados, que viajaban en la parte posterior.
Quienes esperaban junto a la pista se aproximaron a los recién llegados y después de intercambiar unas pocas palabras, se encaminaron hacia el monomotor Piper que al comando del teniente primero Enrique Méndez, aguardaba con los motores encendidos en la cabecera, listo para despegar.
Los individuos cargaron el equipaje y el armamento e inmediatamente después abordaron la máquina, tomando ubicación en su interior.
Ni bien encendió el motor, Méndez se dio cuenta que había sobrepeso y por eso ordenó descargar todo aquello que fuera prescindible. Los tripulantes bajaron varios bultos que apilaron junto a la pista y enseguida volvieron a abordar, comprobando con desazón que la máquina seguía sobrecargada y, por consiguiente, sin posibilidades de despegar. Así se lo explicó Méndez al general Aramburu y este le dijo que en su condición de piloto, fuese él el encargado de decidir.
Señorans, que escuchaba la conversación se volvió hacia el Dr. Eduardo Bergalli, dirigente radical y único civil a bordo y le pidió que bajara. El hombre intentó oponerse pero, debido a su condición, se le exigió descender rápidamente porque llevaban retraso y no querían demorar más la partida.
Muy a su pesar, el dirigente abandonó la aeronave y junto a él hizo lo mismo él el teniente primero Catani, por ser el oficial más joven.
Una vez libre de la sobrecarga, el avión cerró sus compuertas y dando máxima potencia a su motor, comenzó a rodar por la pista, justo en el momento en que la policía de la provincia de Entre Ríos, llegaba a gran velocidad con el objeto de impedir su partida.
El avión ganaba velocidad cuando los agentes descendieron de sus móviles y abrieron fuego alcanzando el fuselaje e hiriendo en la pierna al capitán de fragata Aldo Molinari.
El monomotor se elevó sin problemas y cuando en el horizonte comenzaba a clarear, su piloto puso rumbo a la vecina provincia de Corrientes, más precisamente a Curuzú Cuatiá, una de las dos ciudades fundadas por el general Belgrano durante su expedición al Paraguay.
Molinari se tomaba la pierna cuando advirtió a sus acompañantes que estaba sangrando. Arias Duval, que viajaba en el asiento del copiloto, se incorporó y se ubicó a su lado para hacerle un torniquete con dos pañuelos y de esa manera detuvo momentáneamente la hemorragia.
A las 08.05 el avión se estabilizó y casi enseguida, el teniente Méndez, notó que frente a ellos se formaba un frente de tormenta con unas amenazantes nubes obscuras, razón por la cual, encendió la radio para escuchar el parte meteorológico.
En esos momentos, la voz del locutor transmitía un mensaje oficial que daba cuenta del levantamiento militar en la provincia de Córdoba, que el mismo comenzaba a ser controlado por las fuerzas leales y que reinaba la calma en el reino del país. Los tripulantes se miraron sorprendidos justo cuando Méndez iniciaba un rodeo para evitar la tormenta virando un tanto a la izquierda, maniobra que les permitió distinguir a lo lejos, la localidad de Rosario del Tala.
Sobrevolaban el curso del río Mocoretá, cuando el coronel Señorans explicó a los pasajeros que de acuerdo a lo acordado al planificarse la operación, la señal que confirmaría que el lugar se hallaba en manos rebeldes era una ambulancia estacionada junto a la pista de aterrizaje.
Veinte minutos después, el monomotor comenzó a descender aunque con muy poca visibilidad debido a la densa capa de nubes que cubría el sector y casi enseguida divisaron el aeródromo, notando una extraña quietud y lo que era peor, ninguna ambulancia detenida su lado.
El aparato comenzó a volar en círculo mientras sus ocupantes discutían la situación. Aramburu, que viajaba sentado en la parte posterior se había mantenido en silencio durante todo el viaje y recién habló cuando sus camaradas se percataron de la situación, preguntándole a Molinari cual era su parecer. El marino respondió que a su entender, lo más acertado era aterrizar y seguir adelante con los planes. Después de escucharlo, el general meditó un momento y después de unos segundos de meditación, ordenó el aterrizaje.



En tierra firme, el decidido mayor Juan José Montiel Forzano tenía todo listo para iniciar la sublevación a la hora convenida. Se había estado moviendo aceleradamente desde el día 14 poniendo al tanto de los planes a los oficiales y civiles sublevados, entre ellos el mayor de Zapadores Constantino Passoli, los capitanes Eduardo Rezzonico, Claudio Mas, José Eduardo Montes, Joaquín Vallejos y Francisco Balestra, Pedro E. Ramírez (hijo del ex presidente de la Nación Pedro Pablo Ramírez), Julio César y José Rafael Cáceres Monié (hermanos del militar), Mario de León, Juan Labarthe y Enrique Arballo.
A las 0 horas del 16 de septiembre, procedió a capturar los cuarteles del Destacamento de Exploración Blindado de la localidad y a detener a sus principales autoridades, encabezadas por los tenientes coroneles Carlos Frazer, Julio César Uncal y Carvajal y los mayores Tomás Rodolfo Orsi, Nadal, Hogan, Rodríguez e Idelbo Eleodoro Voda junto a varios capitanes y tenientes. Acto seguido, reunió a los 180 suboficiales de la unidad en el patio principal del Destacamento de Exploración, y los invitó a plegarse al alzamiento, cosa que la mayoría, rechazó. Ante tal situación, ordenó su detención desarmándolos y encerrándolos en el depósito de materiales frente a los cuales dispuso montar una fuerte custodia para asumir la comandancia inmediatamente después, distribuyendo cargos entre sus seguidores.
Todo estaba bajo control cuando el avión en el que viajaba el general Aramburu tocó tierra, a excepción de la Agrupación Blindada, su Escuela y sus talleres, con sus dotación de 50 tanques y vehículos semioruga, ubicada en uno de los extremos de la población, con el arroyo Curuzú Cuatiá de por medio.
Montiel Forzano despachó hacia allí al mayor Eduardo Samyn al frente de un grupo de oficiales mientras los comandos civiles ocupaban la Municipalidad, la comisaría, el Correo, la estación del ferrocarril, el Banco y la oficina de teléfonos, sin hallar oposición.
La Escuela y la Agrupación Blindada cayeron sin derramamiento de sangre y de esa manera, toda una División, con sus cañones, morteros y tanques, quedó en poder de las fuerzas rebeldes. Poco después el teniente coronel Jorge Orfila, jefe del Distrito Militar, se subordinó a Montiel Forzano, poniendo a sus órdenes a la policía y los comandos civiles.
Sin pérdida de tiempo, se despachó hacia el aeródromo a una sección al mando del teniente José Luis Picciuolo, con instrucciones de recibir al general Bengoa y llevarlo inmediatamente al Destacamento. El alto oficial debía ponerse al frente de las fuerzas sublevadas, abordar los trenes y encaminarse hacia Paraná primero y Rosario después, para reunir a las tropas que a las órdenes del general Lonardi, marcharían desde Córdoba hacia a la Capital Federal, pero una vez más el alto oficial nunca apareció.
A las 10.00 horas se hizo presente en la estación aérea el coronel Héctor Solanas Pacheco, que venía de la estancia “El Carmen” para interiorizarse de lo que acontecía, a y después de escuchar que nada se sabía de Bengoa, emprendió el regreso.



Quien quedó vivamente sorprendido por lo que acontecía en la Agrupación Blindada Escuela de Curuzú Cuatiá fue su comandante, el coronel Ernesto Sánchez Reinafé cuando a poco de llegar a Buenos Aires, supo por boca del general Francisco Antonio Imaz, que su guarnición se había sublevado.
Se le ordenó regresar de inmediato y junto al general Carlos Salinas y el coronel José Eduardo Tabanera, comandantes de la División Blindada y de Artillería del Cuerpo Mecanizado respectivamente, hacerse cargo de la situación. De ese modo, sin pérdida de tiempo, se dirigieron al Aeroparque Metropolitano y una vez allí abordaron un avión civil LV bimotor y partieron rumbo a Corrientes.
Sánchez Reinafé había sido víctima de una maniobra de distracción de Montiel Forzano, quien le había hecho llegar un mensaje en el que se le ordenaba presentarse urgentemente en Buenos Aires para una reunión en el Ministerio de Ejército.
El avión que conducía a Salinas y Sánchez Reinafé despegó de la capital cerca de las 12.00 y una hora después, sobrevolaba Curuzú Cuatiá arrojando panfletos del gobierno, que anunciaban el fracaso del alzamiento. Eso y los comunicados oficiales emitidos por las radios, dando cuenta de que las fuerzas leales se estaban imponiendo, hicieron cundir el desconcierto en la guarnición blindada, hasta tal punto que varios oficiales, entre ellos el capitán Nicolás Granada y los tenientes Alberto Rueda, Shefferd y Juan Rocamora, rebeldes hasta ese momento, abandonaron la conjura y se apresuraron a liberar a los 180 suboficiales que custodiaban.
Lo que hasta el momento había sido un movimiento pacífico se transformó en un baño de sangre. Los suboficiales, enajenados, abandonaron los talleres en los que habían estado encerrados y profiriendo insultos y vivas a Perón corrieron a los arsenales para proveerse de armamento, reduciendo previamente a los oficiales Rubén Molli y Carlos Zone, que en esos momentos montaban guardia. Desde ese punto se encaminaron hacia los portones de acceso, apoderándose de la entrada principal, controlando con ello los accesos a la unidad.
Al ver eso, el mayor Samyn corrió hasta el pueblo donde se hallaban reunidos los altos mandos rebeldes y los puso al tanto de lo que estaba ocurriendo1.
Sumamente agitado, Samyn informó que la guarnición había vuelto a manos leales y que el caos y la confusión dominaban la Agrupación, por lo que Detang le aconsejó a Solanas no esperar más y hacerse cargo inmediatamente de la situación mientras Montiel Forzano partía presurosamente para ponerse al frente de sus tropas.
Las circunstancias eran en extremo complejas ya que era el general Aramburu y no Bengoa quien se había presentado para tomar el mando en Corrientes y eso tornaba más confusa la situación.
Haciendo caso omiso y siguiendo adelante con lo que se había planificado, Montiel Forzano se puso al frente de una columna de siete vehículos semioruga, cuatro cañones, personal de Zapadores y del Destacamento de Exploración y al frente de ella atravesó la población para alcanzar el extremo opuesto, cuando las tropas leales, al otro lado del arroyo, efectuaban aprestos.
Dos de los blindados se dirigieron hacia el sector, uno al mando del teniente primero Jorge Cisternas y el otro al del subteniente Juan Carlos González, al tiempo que un camión leal conducido por el teniente Juan Rocamora, partía a toda velocidad desde la vecina Escuela, embistiendo violentamente la baranda divisoria lateral para bloquear el puente. Ambas fuerzas abrieron fuego y se trabaron en duro combate con los suboficiales, apostados en los talleres, disparando contra los tanques. Uno de ellos subió corriendo al blindado del subteniente González y dese la torreta disparó a quemarropa. La bala impactó en una saliente del interior y eso salvó milagrosamente al oficial. El teniente Villamayor, abatió al agresor desde su blindado cuando el efectivo leal estaba a punto de efectuar un segundo disparo. El sujeto cayó pesadamente a tierra en el preciso momento en que los tanques abrían fuego con sus cañones y ametralladoras pesadas de 7,65 mm. Uno de ellos disparó contra el carrier de Villamayor en momentos en que Montiel Forzano trepaba por él. Los rebeldes devolvieron el fuego y obligaron a sus adversarios a replegarse mientras la lucha crecía en intensidad llegando, incluso, al combate cuerpo a cuerpo.

La gran cantidad de bajas que se produjeron, obligó a las partes a efectuar un repliegue táctico con el objeto de reagruparse y evaluar la situación. Fue en ese preciso instante, que Montiel Forzano se trasladó hasta una casilla cercana y se comunicó con el Grupo de Artillería para ordenarle que atacase la Escuela disparando por encima de la población.
La orden no llegó a cumplirse porque en esos momentos el coronel Arias Duval se hizo presente con el objeto de solicitar un parlamento. No soportaba la idea de que se estuvieran matando entre amigos y compañeros de armas y por esa razón, pidió dialogar. Montiel le explicó que había solicitado el bombardeo a la Escuela y que le resultaría sumamente difícil detenerlo pero a los pocos minutos, logró establecer un nuevo enlace telefónico y contuvo a tiempo la acción.
Arias Duval, ex subdirector de la Agrupación, tenía muchas amistades entre los suboficiales y por esa razón intentó entablar diálogo. Seguido por el capitán José Eduardo Montes, salió al exterior enarbolando una bandera blanca, pero al verlos avanzar, los suboficiales les dispararon, obligándolos a buscar cobertura detrás de un árbol. Desde esa posición hicieron señales agitando la bandera y el fuego cesó.
Arias Duval y Montes cruzaron el puente y después de ser recibidos por las avanzadas del enemigo, se encaminaron hacia su puesto de mando escoltados por hombres fuertemente armados. Inmediatamente después, ingresaban en la Escuela donde los esperaban el jefe de la Compañía de Tiradores, capitán Nicolás Granada y el teniente Mario Benjamín Menéndez2 y entablaron conversaciones en tono cordial pero firme en las que quedó claro que los jefes leales nada querían saber con la revolución y exigían la inmediata liberación del coronel Frazer, detenido en la cercana comisaría.
Arias Duval accedió y mandó buscar al oficial quien, al cabo de unos instantes (que se hicieron extremadamente largos), se hizo presente para incorporarse a las tratativas. Se acordó que tanto la Escuela como los talleres se mantendrían al margen de la contienda y que los prisioneros de ambos bandos serían liberados.


En horas de la tarde, el mando leal se hallaba reunido en el casino de oficiales de la VI División de Caballería, organizando la represión.
Lo constituían el general Astolfo Giorello y los coroneles Sánchez Reinafé y José Bernardo Tabanera, quienes decidieron movilizar al Regimiento 9 de Caballería y a un grupo de artillería de apoyo infiltrando previamente entre la población y los cuadros rebeldes, a varios suboficiales vestidos de civil, para obtener información. Estos últimos fueron eficientes a la hora de cumplir su cometido y una vez de regreso, dieron cuenta que las fuerzas amotinadas aún no habían sido desplegadas y que tenían algunas dificultades para organizarse.
Eso era, precisamente, lo que los jefes leales deseaban escuchar y lo que los decidió a ponerse en marcha sobre Curuzú Cuatiá.
Una larga columna de vehículos, integrada por dieciocho camiones, diez ómnibus y al menos cinco automóviles particulares, se puso en movimiento  desde los cuarteles que fue detectada por un avión de reconocimiento cuando se desplazaba a la altura de la localidad de Justino Solari3.
Ni bien el piloto transmitió la información, el general Aramburu solicitó al teniente Méndez que la confirmase, orden que el joven oficial se apresuró a cumplir sobrevolando minutos después la larga hilera de vehículos, e incluso a elementos de Artillería avanzaban en tren desde Paso de los Libres.
La noticia produjo confusión entre los mandos rebeldes que, sumamente preocupados, dudaban entre aguardar el ataque en posiciones defensivas o salir al encuentro de esas fuerzas para sorprenderlas en el camino. Finalmente, se optó por esta última alternativa, alistando para ello a catorce vehículos semioruga, siete piezas de artillería y varios camiones para transportar la tropa4.
Cuando todo estuvo listo, el general Aramburu ordenó al coronel Solanas Pacheco que permaneciese en los cuarteles a cargo de la guarnición y poco después abordó uno de los camiones con el que partió a enfrentar a las fuerzas leales.
Eran más de las 18.00 y el cielo se hallaba cubierto por espesas nubes cuando Solanas Pacheco y Roger Detang, vieron a la larga hilera de vehículos alejándose en dirección a la ruta. Cuando la misma desapreció de vista, el primero procedió a efectuar una recorrida por las instalaciones, visitando en primer lugar al capitán Molinari, que se reponía de sus heridas satisfactoriamente en el hospital local (aunque con bastante dolor), e inmediatamente después regresó al cuartel.
Recién entonces se percató que tenía a su cargo una heterogénea tropa de soldados y suboficiales y que cundía la confusión en sus filas por lo que, según refiere Ruiz Moreno, le comentó a Detang el hecho, solicitando su consejo en base a su experiencia como combatiente de la Segunda Guerra Mundial.

-Esto para vos debe ser algo normal pero no para mí – le dijo al francés- Considero la situación extremadamente difícil.
-Te confieso que es la situación más jodida de mi vida – le respondió aquel - En la guerra conocíamos al enemigo, pero estos que nos rodean nos pueden disparar en cualquier momento.

Mientras tenía lugar esa conversación, las fuerzas revolucionarias seguían su avance encabezadas por el blindado de Montiel Forzano y el mayor Néstor Vitón, jefe del Grupo de Artillería. De acuerdo al plan, la columna se introdujo en una arboleda que se extendía a un lado del camino y tomó posiciones para emboscar en ese punto a las tropas del general Giorello que llegaban desde Mercedes. Allí quedaron Aramburu y su estado mayor mientras Montiel Forzano se adelantó para explorar.
El bravo oficial llegó hasta las líneas del enemigo que al ver su carrier, se replegaron a gran velocidad. En ese preciso momento llegó a su lado un jeep conducido por el capitán José Eduardo Montes que traía una orden de Aramburu según la cual, debía regresar a la mayor brevedad posible.
Montiel obedeció y una vez en presencia de su superior, supo que los vehículos comenzaban a quedarse sin combustible y que como estaba obscureciendo, la situación se tornaba desventajosa.
-Considero conveniente regresar al cuartel – dijo Aramburu.

Montiel Forzano se sintió bastante decepcionado al escuchar esas palabras porque había venido a luchar y estaba dispuesto a hacerlo.

-Mi general, le pido autorización para organizar un ataque sobre las posiciones enemigas con cinco semiorugas. Sé donde está el enemigo.
-No sé si eso es conveniente. Se me ha informado que la columna leal se detuvo en la localidad de Baibiene y que están posicionando sus cañones y ametralladoras junto al camino.
-Es posible, pero creo que saldrán huyendo cuando sientan nuestros disparos sobre sus cabezas.

Aramburu titubeó unos segundos y al final concedió.

-De acuerdo. Proceda5.

Montiel Forzano partió decidido a cumplir su misión. Tenía pensado abandonar el camino principal y flanquear las posiciones del enemigo a través del campo y atacarlo por detrás y para ello ordenó cargar combustible y colocar cuatro ametralladoras en cada blindado.
Cuando los soldados se hallaban abocados a esas tareas, se le acercó un sargento para informarle que el general Aramburu requería nuevamente su presencia. Sumamente contrariado el oficial se dirigió al puesto de mando para escuchar una vez más, por boca de su superior, que la incursión debía abortarse.

-Hemos analizado su plan y creemos que es irrealizable. Se ha resuelto suspender el ataque.

Montiel Forzano quedó desconcertado pero como buen militar que era, acató la orden. Para eso había un general allí y por algo adoptaba esa decisión. Incluso se produjo un hecho que pareció darle la razón a Aramburu que antes de salir de los cuarteles, los vehículos que componían la columna habían cargado combustible pero en esos momentos, sus tanques se hallaban prácticamente vacíos, prueba fehaciente de que habían sido saboteados y de que se debían adoptar medidas urgentes para evitar un descalabro.
Cumpliendo las órdenes de Aramburu, la columna dio media vuelta y en plena noche emprendió el regreso.
Una vez en los cuarteles, los rebeldes hallaron nuevas pruebas del sabotaje. Los suboficiales habían derramado el combustible de los depósitos y no había una sola gota de nafta y para peor, Rolando Hume, que había sido enviado por el Dr. José Rafael Cáceres Monié a la localidad de Justino Solari para requisar todo el gas oil del lugar, había caído prisionero de las avanzadas leales y no se tenían noticias de él. En vista de ello, Aramburu decidió despachar a Solanas Pacheco para que intentase volcar al general Giorello a la revolución, pues había indicios de que era proclive a ello.
Acompañado por Detang y Carlos Passeron, Solanas subió a un automóvil particular y se dirigió hacia Baibiene para cambiar allí sus uniformes por ropas de civil y seguir viaje en medio de la noche.
El automóvil se encontraba a solo 30 kilómetros del cuartel de Curuzú Cuatiá cuando ráfagas de ametralladoras lo obligaron a detenerse. Al ver que se les acercaban varios soldados apuntándoles con sus armas, Detang descendió con las manos en alto, gritando con su típico acento francés que eran tres hacendados en viaje de negocios.
Los soldados rodeaban el automóvil en momentos en que un suboficial abría la puerta trasera del rodado e iluminada su interior con una linterna. Al reconocer a Solanas, llamó al coronel Juan José Arnaldi, director de la Escuela de Caballería a cargo del operativo, quien al llegar al lugar ordenó a los ocupantes del rodado, descender inmediatamente.

-¡Quedan los tres detenidos! – dijo.

Desarmados y bajo rigurosa vigilancia, Solanas Pacheco, Detang y Passeron fueron conducidos hasta tres vehículos militares en los que iban a ser trasladados a la localidad de Mercedes en calidad de detenidos. La guerra para ellos, había finalizado.


Mientras tanto, en Curuzú Cuatiá Montiel Forzano, siguiendo órdenes directas del general Aramburu, organizaba a toda prisa el ataque a las tropas leales apostadas en Paso de los Libres.
El oficial rebelde se hallaba planificando la ofensiva en el Destacamento de Exploración de Caballería, cuando alrededor de las 23.00 se hicieron presentes dos suboficiales para informar que elementos del Grupo de Artillería y del Batallón de Zapadores habían desertado para plegarse a las fuerzas gubernamentales que acababan de liberar a todos los prisioneros y que al frente de ellos avanzaban hacia el lugar, fuertemente armados.
Montiel Forzano y sus compañeros ignoraban que en ese preciso instante, los suboficiales leales rodeaban el Casino y se preparaban para abrir fuego y sin perder tiempo le pidió a un mensajero que se dirigiese inmediatamente hasta el puesto de mando del general Aramburu para decirle que debía retroceder hasta el Destacamento de Exploración y prepararse para resistir la embestida gubernamental. Al saber la novedad, el general reunió a sus oficiales y los puso al tanto de la situación, a saberse: las tropas leales habían quedado inmovilizada, no había combustible y fuerzas procedentes de Paso de los Libres, Mercedes y Monte Caseros convergían sobre el sector.

-Todo ha terminado. Quedan en libertad de acción. Quien desee dirigirse a Córdoba, puede hacerlo.

Para evitar quedar rodeado, el comando rebelde se desconcentró apresuradamente mientras afuera comenzaban a escucharse disparos.
Aramburu abordó un jeep junto al teniente coronel Carlos Ayala y los capitanes Claudio Mas y José Eduardo Montes y partió hacia Paso de los Libres sin decir cuales serían sus siguientes pasos. El coronel Señorans se dirigió hacia el aeródromo, acompañado por el piloto Enrique Méndez y los tenientes Hernández Otaño y Castelli, para abordar el avión que los había traído desde Buenos Aires y volar hacia Córdoba, pero lo encontraron rodeado por tropas gubernistas y por esa razón, ganaron el campo y se alejaron rumbo a la estancia de Eduardo Cazes Irigoyen.
Quien decidió permanecer en su puesto fue el coronel Arias Duval, en su carácter de ex subdirector de la Escuela Blindada. Sabía que iba a caer prisionero y que sufriría las consecuencias pero no estaba deseaba e entregar el mando a los suboficiales sino que lo haría personalmente con un oficial competente.
Así lo hizo y cuando el mayor Nadal, jefe de los talleres de la agrupación, se hizo presente, Arias Duval procedió a traspasarle el control de la unidad militar y se puso a su disposición. Nadal, que era su amigo, no dispuso su arresto sino que, por el contrario, lo obligó a subir a un jeep y él mismo en persona, lo condujo hasta los límites de la guarnición.
Arias Duval escapó en la noche, a campo traviesa y se escondió en un rancho cercano a la ruta que conducía a Monte Caseros, donde permaneció oculto hasta el 18 de septiembre cuando abordó un tren con destino a Paraná decidido firmemente a llegar a Córdoba para sumarse a la lucha.
Montiel Forzano, que hasta último momento mantuvo la esperanza de llevar a cabo un ataque sobre las fuerzas enemigas, desistió de su plan y abordó otro jeep para encaminarse a Goya en compañía de varios oficiales, sabiendo que el capitán Francisco Balestra los esperaba con un avión particular listo para partir en cuanto llegasen.
Cuenta Ruiz Moreno que a causa del agotamiento, Montiel Forzano se quedó dormido ni bien el jeep se puso en marcha y que recién se despertó sobre el puente del arroyo Santa Lucía cuando un pelotón peronista detuvo su marcha y lo hizo prisionero junto al conductor y sus acompañantes.
Las fuerzas de Perón ganaron la batalla de Curuzú Cuatiá, el coronel Frazer se hizo cargo de la Agrupación Blindada y su Escuela y de ese modo, la población y su guarnición volvieron a manos del gobierno. A las 02.00 del día siguiente le entregó el mando al coronel Sánchez Reinafé, cuya primera medida fue el envío de un telegrama urgente a la capital, notificando con satisfacción, que la unidad militar se hallaba nuevamente en manos leales.


Notas


  1. Entre los presentes se encontraban el coronel Solanas Pacheco, el mayor Montiel Forzano y el veterano francés de la Segunda Guerra Mundial, Robert Detang, quienes en esos momentos intercambiaban información con el recién llegado general Aramburu.
  2. Sobrino nieto del general alzado en 1951 e hijo del eminente médico y catedrático de Chañar Ladeado, de igual nombre y apellido, se haría célebre, veintisiete años después, por su poco convincente desempeño como gobernador del archipiélago de Malvinas durante la guerra del Atlántico Sur.
  3. La localidad lleva el nombre de Mariano I. Loza. El piloto que tripulaba el avión de reconocimiento era Julio Delage, instructor civil del aeroclub de Curuzú Cuatiá.
  4. De acuerdo a lo pactado con la Agrupación Blindada, los tanques no serían utilizados.
  5. Isidoro Ruiz Moreno, op. cit, pp. 145-146.


domingo, 2 de febrero de 2014

Cine militar: Cándido López, los campos de batalla (2005)

Cándido López, los campos de batalla (2005)

Un documental financiado por el INCAA sobre las pinturas de Cándido López y como ellos reflejaron los verdaderos campos de batalla de la Guerra del Paraguay. Extenso, pero lo MEJOR de lo MEJOR que se puede ver sobre la Guerra del Paraguay. Con filmaciones en todos los campos de batalla (Boquerón, Estero Bellaco, Cerro Corá, la fundición de Ibicuy...) A los interesados en la historia Argentina y especialmente en la Guerra del Paraguay no se lo pierdan. Muchos testimonios desde todos los ángulos, desde quienes vieron en la guerra una conspiración del imperialismo hasta quienes, como yo, observamos la guerra como una serie de unipersonalismos que derivaron en una guerra absurda en un ambiente político complejo de la región. Todos tienen su grano de arena en este excelente documental. No se lo pierdan. ¿Qué otra cosa mejor tienen que hacer un domingo?



Cándido López, los campos de batalla (Documental)
Ficha técnica
"Cándido López, los campos de batalla", Argentina / Paraguay, 2005.
Dirección: José Luis García.
Guión: José Luis García en colaboración con Darío Schvarzstein y Roberto Barandalla.
Fotografía: Marcelo Iaccarino.
Montaje: Marie Joseph Nenert, Fernando Cricenti, Miguel Colombo, Miguel Schverdfinder y José Luis García.
Música original: Tony Apuril y César Cataldo.
Mezcla de sonido: Martín Porta.
Elenco: Odina Leguizamón.
Productor: Fabiana Pucci.
Productor ejecutivo: Ana Aizemberg, Luis Sartor y Renate Costa.
Duración original: 102 minutos.

lunes, 12 de agosto de 2013

Guerra del Paraguay: Paso de Cuevas y Puente de la Batería (1865)

Acción Naval de Paso de Cuevas y Combate del Puente de la Batería

El paso de Cuevas se encuentra cercano a Bellavista (Corrientes). El paso citado se encontraba fuertemente artillado por fuerzas paraguayas, y fue forzado por la escuadra brasileña y nuestro buque “Guardia Nacional” el 12 de Agosto de 1865. A nuestro barco, que comandaba el Teniente Coronel Luis Py y en el que enarbolaba su insignia de Comodoro el Coronel de Marina José Murature, le cupo una valiente y gloriosa actuación, pasando a marcha lenta y por ser el que mayor se acercó a la costa. Con el tiro de sus cañones silenció algunas baterías enemigas. Sufrió 15 bajas en su tripulación, muriendo entre otros un hijo del Comandante Py.


Combate del paso de Cuevas
Tras la batalla del Riachuelo del 11 de junio de 1865 y reparar lentamente sus averías al sur de esa posición, la escuadra aliada bajo mando brasileño mantuvo al igual que durante toda la guerra una actitud en extremo cautelosa y en vez de avanzar por el río Paraguay cortando las comunicaciones del ejército expedicionario paraguayo a las órdenes del general Wenceslao Robles, al tomar conocimiento de que las fuerzas paraguayas al mando de José María Bruguez armaban nuevas baterías río abajo, prefirió replegarse.
En la mañana del 18 de junio la escuadra hasta ese momento compuesta sólo por buques brasileros y comandada por Francisco Manuel Barroso da Silva sufriento escasas pérdidas forzó la angostura a la altura de Mercedes en cuya barranca Bruguez había montado 36 cañones ocultos entre la espesura apoyados por 3000 infantes.
Mientras Barroso anclaba en el Chimbolar, Bruguez se movió con rapidez al sur de la posición brasilera montando sus cañones y sus 3000 hombres (parte del 2° regimiento de artillería y los batallones de infantería 20, 21 y 23) sobre las barrancas de Cuevas, cercano a Bellavista (Corrientes), punto donde el canal del río se aproxima a la costa correntina. En una línea de media legua, ocultó sus piezas escalonadas a diferentes alturas dejando una batería de sólo cuatro cañones sobre la misma playa para atraer a sus adversarios y batir con tiro rasante a la altura de la línea de flotacion de los buques. Bruguez contaba en total con 22 cañones de 4 a 18 libras agrupados en cuatro baterías y entre 8 y 10 coheteras a la Congrève.
Barroso tuvo noticias de que Bruguez había superado su posición por lo que resolvió correrse nuevamente al sur con su división, a la que se había incorporado el vapor de 11 cañones Guardia Nacional al mando directo de Luis Py y llevando la insignia del coronel José Murature.
A las 10 de la mañana del 12 de agosto, navegando a toda máquina, los 13 buques de la división aliada portando 60 cañones, con la cañonera Ivahy a vanguardia alcanzó la posición de Bruguez, quien ordenó hacer fuego ordenado sólo con la batería de la playa. Cuando toda la flota aliada entró en los sectores de fuego de sus baterías, estas iniciaron fuego a discreción infligiendo a los buques daños considerables.
Seguía al Ivahy, la Iguatemy, la corbeta Beberibe y la fragata Amazonas (Teotonio de Brito), insignia de Barroso. Cada barco demoró en pasar a toda máquina alrededor de media hora recibiendo un promedio de 20 impactos cada uno de ellos, excepto el Amazonas que recibiò 40 impactos teniendo sòlo un contuso y averìas menores en su palo mayor y trinquete. La situación del Guardia Nacional fue sin embargo diferente. El único buque argentino iba en la quinta posición de la línea aliada, inmediatamente después del Amazonas. Murature, para demostrar el valor de sus hombres, ordenó poner las máquinas a un cuarto de poder demorando el paso y durante tres cuartos de hora se cañoneó con las baterías paraguayas. En la proa a cargo de una coliza de bronce de a 16 se encontraba el subteniente Eliseo Correa. En el alcázar el teniente Jorge Hobson Lowry dirigía una pieza de hierro de a 32 y dos de a 18 y en la popa el teniente Erasmo Obligado dirigía dos cañones de hierro de a 18. La andanadda total del Guardia Nacional sumaba sólo 120 libras. El comandante de las baterías de estribor Clodomiro Urtubey pero sus baterías no tomarían parte de la acción. Tras efectuar 38 disparos y conseguir silenciar momentáneamente la batería de la playa, prosiguió su camino.

Rincón de Soto (desaparecido actualmente)

Valor o bravata, el Guardia Nacional recibió el más sostenido y violento fuego de cañón, cohetería y fusil, saliendo con varios impactos en la línea de flotación, 5 muertos, incluyendo a los guardiamarinas Enrique Py, hijo del comandante del buque, y José Ferré, ayudante de Murature e hijo del gobernador de Corrientes Pedro Ferré, y 9 heridos entre ellos Clodomiro Urtubey.
Tras el Guardia Nacional encararon el paso a toda máquina la Araguary, la corbeta Parnahiba, el transporte Apa con dos naves menores a su costado, las cañoneras Magé, Itapahy, Mearim, la corbeta Belmonte y cerrando la marcha la cañonera Ipiranga. Las bajas totales de las fuerzas aliadas sumaron 59 hombres, 21 muertos y 38 heridos, pese a que durante el paso sólo los artilleros permanecieron en cubierta.
Pese a las pérdidas el paso fue forzado con éxito. La división de Barroso ancló en el Rincón de Soto, cerca de Goya. Allí, el parte de Barroso hizo específica mención a la actuación del Guardia Nacional:
Este vapor pasó con toda bizarría, sin dejar de hacer fuego con toda su artillería, contestando así al que recibía, con lo cual me dejó muy satisfecho. Nuestros buques pasaron todos contestando el fuego hecho desde las baterías, cumpliendo en tal forma con su deber.
Francisco Manuel Barroso, Comando de la 1° División de la Escuadra del Brasil en el Río de la Plata. A bordo del vapor Amazonas, Rincón del Soto, 13 de agosto de 1865
En Rincón del Soto la escuadra imperial permaneció estacionada esperando el avance del ejército. La justificación era, nuevamente, no arriesgarse a ser cortada de sus bases. Esa larga inactividad, que contribuyó en gran medida a prolongar la sangrienta guerra, fue criticada incluso por los mismos brasileros, y en parte obedecía a una concepción de la armada no como una fuerza ofensiva sino como simple auxiliar de las operaciones terrestres. Probablemente, la experiencia de la campaña en el río Uruguay durante la guerra del Brasil con la Argentina que culminó en la desastrosa Batalla de Juncal también pesara en la obsesión de los mandos brasileros ante "El peligro de convertirse de bloqueadora en bloqueada". 



            El 25 de Mayo de 1865 tomó el Puente de la Batería el General Wenceslao Paunero. El Puente de la Batería estaba ubicado unas mil yardas al Este de la Ciudad de Corrientes, y era de piedra.

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