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sábado, 30 de julio de 2022

Comando de la Fuerza de Submarinos: Historial operativo en la crisis del Beagle

La Fuerza de Submarinos de la Armada Argentina en la crisis de 1978

Ricardo Burzaco

El 8 de diciembre de 1978 los cuatro submarinos de la Armada Argentina -ARA “Santa Fe” (S-21); ARA “Santiago del Estero” (S-22); ARA “San Luís” (S-32) y ARA “Salta” (S-31)- zarparon de la Base Naval Puerto Belgrano con rumbo sur, tal vez irían a la guerra.

DeySeg


Ya en aguas abiertas los comandantes de cada una de las naves abrieron los sobres secretos con la impartición de las respectivas órdenes de operaciones. Las mismas incluían una zona de patrulla para cada submarino y la orden más incómoda que puede recibir un comandante de submarino: “No disparar sus armas si no es atacado previamente”.

Esta orden es ambigua. Como primera medida un submarino convencional opera al acecho y su éxito reside en atacar antes de ser descubierto. Además, queda a criterio del comandante qué significa ser atacado. Bien podría ser cuando una nave enemiga emite su sonar, con lo cual desde el submarino, si bien se percibe la onda sónica, ningún comandante puede saber si realmente ha sido detectado y será atacado. Otra posibilidad es esperar a que le sean lanzadas armas antisubmarinas por parte del oponente, sin embargo para cualquier submarino, ello es casi suicida. 


Los cuatro submarinos argentinos. ARA “Santa Fe” (S-21); ARA “Santiago del Estero” (S-22); ARA “San Luís” (S-32) y ARA “Salta” (S-31)


Los viejos Guppy al Pacífico 

El submarino “Santa Fe” recibió como orden patrullar la Bahía Cook, al noroeste de Cabo de Hornos. Esta profunda bahía, además de ser el principal acceso occidental del Canal Beagle, permite en sus canales adyacentes disponer en forma discreta las naves y a su vez concentrar a la flota chilena para una rápida salida hacia las aguas abiertas del extremo sur del continente. El “Santiago de Estero” por su parte fue destacado a una zona al sudeste de Bahía Cook en aguas intermedias al Cabo de Hornos y al Falso Cabo de Hornos.

El “Santa Fe”, al igual que el “Santiago del Estero” estaba armado con unos pocos –no más de seis- torpedos Mk-14 de corrida recta diseñados en 1931. El funcionamiento de estos viejos torpedos era con motores de combustión y por lo tanto dejaban en su corrida una nítida y delatora estela. No se los tenía como arma confiable. El armamento se completaba con torpedos buscadores Mk-37 antisubmarinos, con cierta capacidad antisuperficie que tampoco eran del agrado de los submarinistas.

Estación de planos del ARA Santiago del Estero.


Ambos submarinos pertenecían a la clase Guppy. Esta clase fue desarrollada por la US Navy modificando sumergibles “Flota” de la 2da Guerra Mundial, que los convirtieron en submarinos con el agregado del snorkel, mejoras hidrodinámicas y la incorporación de un generoso domo sonar debajo de la proa. Los Guppy, de los que hubo varias versiones, fueron la punta de lanza submarina de la armada de los EEUU durante la primera etapa de la Guerra Fría mientras sus astilleros construían los modernos submarinos nucleares. Cuando la Armada Argentina los incorporó en 1971, estas naves mostraban sin vergüenza las huellas de más de 25 años de prolongadas campañas a través del Atlántico y Pacífico norte. Los Guppy prestaron servicio en muchas armadas occidentales, una vez que la US Navy los pasaba a situación de reserva.

Tripulantes del ARA Santiago del Estero.


Extraña decisión 

Para aquel verano “caliente” del 1978, la Armada Argentina contaba con dos modernísimos submarinos de la clase 209 –incorporados en 1974- armados con torpedos filoguiados SST-4 que se completaban con los MK-37. Sin embargo, el Comandante de la Fuerza de Submarinos, despachó a las zonas de mayor peligro a los viejos Guppy.

El porqué de esta decisión hoy es muy difícil de explicar. Si bien los Guppy tenían aún valor militar residual por su vejez, sus tripulaciones casi triplicaban a la de los 209 (88 contra 36). Así que imaginar el análisis de los altos comandos de la época resulta sumamente complicado.

Cierto es que cuando los submarinos 209 llegaron a Mar del Plata recién incorporados, se produjo una absurda fractura entre oficiales y tripulaciones submarinistas. El “Salta” y el “San Luís” solo podían ser abordados por su propia tripulación, prohibiéndose la visita a los mismos de cualquier otro oficial que no tuviera la “especialidad 209”, tal era su misterio y su secreto. Cuando los oficiales se graduaban como submarinistas su suerte se sellaba de acuerdo al destino que les tocaba. Si este era uno de los 209, se ingresaba a una especie de elite naval de submarinistas de moderna concepción; si en cambio el destino era a uno de los Guppy eran mirados con desdén por sus pares de los revolucionarios submarinos alemanes.


Un torpedo Telefunken SST-4 siendo embarcado en un submarino clase 209.

Además los Guppy variaban con el tiempo su jerarquía como comando, algunos años fueron Comando de 3ra (Capitán de Corbeta) y unos pocos de Comando de segunda (Capitán de Fragata). No sería extraño que estos prejuicios pudieran haber tenido incidencia en aquella decisión estratégica.

A diferencia de lo que ocurriría en 1982 que el submarino “San Luís” zarpó a la batalla con una tripulación recién incorporada y apenas una corta navegación como “equipo”, en 1978 las tripulaciones tenían unos 100 días de navegación y esa experiencia se tradujo en un eficaz desempeño. En realidad, el rechazo unilateral del gobierno de facto argentino al laudo arbitral de la corona británica en mayo de 1977, abría una cierta posibilidad de solucionar la vieja disputa por la vía de la armas. Por ello, a diferencia con el conflicto por las Islas Malvinas, las fuerzas armadas y, en este caso ambas marinas de guerra, tuvieron tiempo de adiestrarse por más de un año.

Antes de continuar, es importante que el lector recuerde que la actividad de un submarino convencional es exasperadamente lenta a ojos de quien no es submarinista. Los sonidos de naves que se detectan por el sonar pasivo, pueden provenir de decenas de kilómetros de distancia o a varias horas de navegación. A su vez el submarino en patrulla se desplaza a 5 o 6 nudos de velocidad (unos 10 km/h). Es lenta la posibilidad de clasificar un blanco; es lenta la posibilidad de interceptarlo y solo la pericia, arrojo e intuición del Comandante puede ubicarlo en una situación favorable para atacar y tener posibilidades de poner a su nave y tripulación a salvo una vez consumado un ataque. Si a ello agregamos que con torpedos de corrida recta como los Mk-14 la distancia de lanzamiento no debería superar los 2000 metros para esperar algún impacto, se puede observar que se trata de una guerra muy distinta a las que se libran con otros sistemas de armas. Por ello, lo que se detalla a continuación son infinitas horas del juego del “gato y el ratón”, donde la adrenalina de cada uno de los tripulantes, se fue derramando en forma permanente y no cedió hasta el regreso a aguas propias una vez enfriada la posibilidad del conflicto armado.

Torpedo MK 14.

Entre 1957 y 1961, las armadas de Argentina, Brasil y Chile, al igual que muchas Armadas de mundo, recibieron, en préstamo y arriendo de la US Navy, sumergibles de la Clase Balao, todos veteranos de la 2da Guerra Mundial. La cesión de estos sumergibles se hacia a través del MAP (Military Aid Program) y era por cinco años renovables, teniendo por objeto mantener tripulaciones aliadas entrenadas de modo tal que en caso de necesidad, poder intervenir conformando una Fuerza Multinacional contra el bloque soviético.

Entre 1971 y 1973, los Balao fueron reemplazados por los Guppy (Greather Underwather Propulsion Program), una versión muy modernizada de los Balao, llevadas a cabo en EEUU, básicamente entre 1948 y 1954 y de los que Brasil y Argentina recibieron varios, mientras que la Armada de Chile se quedó con sus viejos “Thomson” y “Simpson” con solo modificaciones en su vela para mejorar la hidrodinamia en inmersión. (Vale aclarar que para 1978 la ARCh ya contaba con dos submarinos modernos de la Clase Oberón británica). Si bien los sumergibles debían emerger totalmente para cargar su batería, esta maniobra solo se debía realizar de noche por cuestiones de discreción. Esta situación se debía al hecho de que los Clase Balao, no habían recibido el Snorkel.

Durante el conflicto la Armada de Chile tenia en servicio a los submarino Hyatt, O´Brien de la clase Oberón y al Simpson de la clase Balao Modificado.


La campaña de los Guppy 

A varios años de aquella peligrosa campaña, las anécdotas superan a los relatos operativos, sin embargo se pueden ejemplificar algunos detalles para ilustrar:

Las turbulentas aguas del Cabo de Hornos dificultaban tremendamente la recarga de baterías mediante el empleo nocturno del snorkel. En efecto, este artefacto que asoma algo más de un metro sobre la superficie, admite el ingreso de aire fresco del exterior y con él, además de ventilar el interior de la nave permite la puesta en funcionamiento de los motores diesel que recargan las baterías. Es snorkel posee una válvula que se cierra automáticamente si una ola lo supera, de manera de evitar el ingreso de agua dentro de la nave. Si ello ocurre, se produce en el interior del submarino una enorme presión negativa debido a la voracidad de los motores diesel –que se detienen- con un muy desagradable efecto sobre los oídos de la tripulación. Por ello, las baterías se recargaban a veces en forma muy limitada y la renovación de la atmósfera interior era muy pobre. Con seguridad la TIS (tasa de indiscreción en superficie) debe haber sido forzosamente baja.

Palancas de inmersión del Santa Fe.


Cada vez que se detectaba un rumor hidrofónico en las proximidades, más allá de la clasificación del oído de los sonaristas, el comandante ordenaba pasar a profundidad de periscopio a fin de investigar a la nave de superficie detectada. No obstante, esta maniobra podía complicarse mucho ya que el fuerte oleaje podía hacer aflorar al submarino sobre la superficie y por ende dificultar el paso a plano profundo con el riesgo de ser detectado.

En los prolongados tiempos donde se ordenaba “silencio de combate”, los tripulantes que no cubrían roles debían acostarse para disminuir el consumo de oxígeno. Además se apagaban los sistemas de aire acondicionado con la finalidad de ahorrar la preciosa electricidad acumulada en la batería y a los pocos minutos el interior del frío casco resistente comenzaba a gotear en forma persistente por efecto de la condensación de la actividad biológica y de la temperatura emanada por los equipos en funcionamiento. El interior de la nave solo se iluminaba por unas pocas y tenues luces rojas de bajo consumo. El agua potable se racionó a menos de un litro por día por tripulante y las posibilidades de baño se limitaban, cuando se podía, a hacerlo con agua salada. Las barbas comenzaban a crecer.


Navegando en patrulla de combate.

Las furiosas corrientes, producidas por el encuentro de ambos océanos en el Drake, a veces hacían rolar a los submarinos a 50 metros de profundidad tal como si estuvieran en superficie hasta unos 30º. En cierta oportunidad el comandante del “Santiago del Estero” ordenó subir a plano de periscopio para “dar un vistazo” y con mezcla de desesperación y sorpresa observó una inesperada montaña a escasa distancia de su nave. En otro momento se encontraron a 10 millas náuticas de la isla Diego Ramírez, muy al Sur de donde calculaban estar. Ciertamente, si se pudiera observar hoy esa carta de navegación, se encontrarían en ella curiosos “saltos”.

El primitivo sistema de posicionamiento satelital, denominado Magnavox, era útil únicamente si coincidía el paso del satélite cuando el submarino asomaba su antena. Por otra parte no se contaban con computadoras que graban las “firmas” de naves, esto es los rumores emitidos de las hélices, que a modo de huella digital es única de cada barco. Solo se contaba con la pericia y buena memoria de los sonaristas.

Un tripulante del submarino “Santa Fe” enfermó de apendicitis durante la campaña. La enfermedad fue agravándose con el correr de los días y no había posibilidad alguna de evacuar al paciente. Su estado de salud llegó al tal punto que el enfermero de la nave pidió autorización para operarlo de urgencia. El Comandante no autorizó la intervención quirúrgica. Sin embargo, la medicación administrada hizo efecto y el tripulante mejoró lo suficiente como para llegar en aceptable estado de salud al fin de la campaña.


Áreas de patrulla asignadas a los submarinos argentinos.


Al borde de la Guerra

Sin poder precisar las fechas ambos Guppys estuvieron muy cerca de comenzar la guerra, al interpretar, afortunadamente, sus órdenes en buen criterio. Avanzado el mes de diciembre el submarino “Santa Fe” patrullaba la boca de Bahía Cook navegando a 50 metros de profundidad. Los sonaristas advirtieron ruidos de hélices de naves de guerra en aproximación. El Comandante del S-21 tocó alarma de combate, la tripulación ocupó sus puestos y se alistaron todos los tubos lanzatorpedos. Los rumores de los blancos se fueron sumando hasta convertirse en “una flota”. La escuadra chilena se abría a aguas abiertas del Pacífico sur pasando justo por arriba del “S-21”.

Tres, cuatro, seis..., 13 fueron las naves contabilizadas por los sonaristas. Algunas de hélices “pesadas”, crucero por ejemplo, y la mayoría de hélices “livianas” como destructores.

Sin embargo, la flota chilena navegaba “sin emitir”, esto es sin actividad de los sonares activos de los buques de escolta. La decisión de un Comandante de Escuadra de navegar sin emitir puede tener varios razonamientos, como por ejemplo no estar buscando ningún blanco submarino; que prefiera ser más discreto, ya que las emisiones de sonar se propagan a gran distancia y son detectadas por los equipos de contramedidas de los submarinos, advirtiendo su rumbo o derrota, etc.

No es difícil imaginar los momentos de gran tensión vividos por la tripulación del “Santa Fe”. Prácticamente suspendidos en silencio a decenas de metros bajo el Pacífico, esperando la actitud del contrincante, con las armas listas para ser lanzadas si llegado el caso alcanzaran una posición táctica adecuada para atacar.

No obstante, la flota chilena se internó en aguas abiertas alejándose del “S-21”. De acuerdo a sus órdenes, el Comandante no consideró actitud hostil de la Escuadra, máxime en momentos que no había declaración de guerra formal.


Escuadra trasandina.

El “Santa Fe” navegó en alejamiento hasta un lugar apropiado, buscó profundidad de periscopio y asomando su antena de comunicaciones, rompió su silencio de radio para trasmitir a sus superiores la actividad, el número de barcos y el rumbo de los mismos al momento de haberlos detectado.

En esta campaña por primara vez en la historia de la Fuerza se utilizaron “claves especiales” para submarinos y se embarcaron en las cuatro unidades – con apenas preparación y adiestramiento de los operadores – sendos equipos criptográficos de última generación. Este nuevo conjunto de criptosistemas fue la base de la implementación – también por primera vez – del novedoso sistema de comunicaciones de submarinos. Este sistema con los necesarios cambios tecnológicos se mantiene aun en vigor dado la performance alcanzada en esa campaña y las sucesivas muestras de su eficiencia en los años futuros.

Días después recibió la orden de destacarse a Isla de los Estados con la finalidad de encontrarse con su buque madre, el buque pesquero “Aracena” (se trataba de un barco factoría civil requisado al efecto), en las tranquilas aguas de alguna de las caletas de la isla de caprichosa geografía, al que le dejó un incómodo recuerdo al momento de su arribo. Amadrinado al pesquero se encontraba el submarino “San Luís”. La tripulación del “Santa Fe” pudo al fin distenderse, bañarse y reaprovisionar la nave de víveres y agua fresca. La Navidad y el Año Nuevo se festejarían aún en inmersión.

El comandante del ARA Santa Fe , Capitán Manfrino, observando por el periscopio.


El “Santiago del Estero” y un peligroso encuentro

El Comandante del “S-22” recibió la orden de patrullar un sector comprendido entre el Cabo de Hornos y el Falso Cabo de Hornos. El tránsito por el Atlántico sirvió para realizar ejercitaciones y preparar la nave para una prolongada campaña en inmersión.

En proximidades de Isla de los Estados el “Santiago del Estero” pasó en inmersión y se dirigió a su zona de patrulla. Los días pasaron en silencio de combate, reconociendo por periscopio algunos contactos o intentando observar su propia posición, ya que las corrientes movían al submarino con rapidez.

En cierta oportunidad el sonarista detecta rumor de hélices livianas. El Comandante ordena pasar a plano de periscopio y observa a lo lejos a un submarino navegando a luz del día en superficie.


Cuarto del sonar del Santiago del Estero.


El “Santiago de Estero” maniobró en aproximación mientras el Comandante tocaba “cubrir puestos de combate” y ordenaba el alistamiento de dos torpedos Mk-37. Con el contacto más cerca, el Comandante volvió a izar el periscopio y pudo reconocer a la nave como uno de los sumergibles tipo “Thomson” que empleaba la Armada de Chile.

Mientras continuaba con su aproximación táctica, el Comandante del “S-22” sabía que si le lanzaba los torpedos ello era una lisa y llana declaración de guerra. No obstante, si el sumergible enemigo pasaba rápidamente a inmersión, sería una clara señal que el “S-22” había sido detectado y su Comandante no hubiera tenido alternativa.

Cuando vuelve a sacar el periscopio con la finalidad de actualizar los datos de tiro, el Comandante del “Santiago del Estero” puede observar que el sumergible chileno tiene abiertas algunas tapas de la cubierta en el sector de las tuberías de inducción y que en esas condiciones era totalmente imposible que pudiera pasar a inmersión de inmediato. Era muy probable que se encontraran en superficie para solucionar algún tipo de avería.

Mientras ello ocurría el sonarista advierte un rumor hidrofónico de hélices livianas en aproximación, posiblemente para acercarse al viejo sumergible, ya que este navegaba con rumbo Sur. Tal vez al “Simpson” (luego se determinaría que se trataba de esta nave) se le haya tomado uno foto a través del periscopio para luego el “S-22” retirarse del lugar.

Poco después en la central de comunicaciones del “Santiago del Estero” se recibe la orden de dirigirse a la Isla de los Estados. La mediación del Vaticano en la mañana del 22 de diciembre de 1978, había puesto fin al peligro de una guerra inminente.


Momento de descanso en navegación.

Tripulantes en el ARA Santiago del Estero.


Los IKL 209

Con algo más de tres años de incorporados a la Armada Argentina, los 209 eran los submarinos convencionales más modernos del mundo. Estaban equipados con una computadora de control tiro VM8/24, para el lanzamiento y guiado de torpedos filoguiados que de acuerdo a la posición de los blancos, podría atacar a tres naves en forma simultánea. Su arma principal era el torpedo filoguiado SST-4 con unos 25 kilómetros de alcance. Contaban además con sonar activo, sonar pasivo, sonar interceptor DUUG, telémetro acústico pasivo DUUX, analizador espectral, analizador de energía electromagnética, detector de cavitación y dos periscopios. Sus líneas habían sido diseñadas para navegar en inmersión y podía alcanzar en esta condición una velocidad de 20 nudos por breves períodos. Sin embargo en superficie, la forma de su casco lo hace muy poco marinero. Aún conservando el espíritu submarinista de los alemanes, los 209 tienen una escasa habitabilidad. Solo el comandante posee un pequeño camarote propio y ni siquiera dispone de literas ni asientos para sus 36 tripulantes. Los dos submarinos 209 habían realizado en 1975 una exitosa campaña en inmersión de 50 días como prueba de aptitud de la nave.

Algunas horas más tarde a su zarpada el 8 de diciembre, ambos 209, el “Salta” y el “San Luís” pasaron a inmersión una vez que la sonda indicó una profundidad de unos 60 metros y en esa condición navegaron hacia el Sur.

El submarino “San Luís” había sufrido una seria avería en uno de sus motores diesel a pocos meses de su incorporación. La reparación requería el cambio o una reparación mayor del motor en cuestión, que hubiera hecho necesario el corte de su casco resistente y en la Argentina no estaba disponible aún la tecnología para el corte y soldado del acero aleado HY-80, metal especial constitutivo de dicho casco. Con ello, el “S-32” tenía una merma del 25% de rendimiento al momento de recargar su batería.

Mientras el “San Luís” se encontraba en tránsito en al Atlántico hacia la zona de patrulla ordenada, otro de sus motores diesel sufre una avería. Sus tripulantes maquinistas ponen todo su empeño para repararlo, sin embargo, se necesitaban repuestos que no se poseían y trabajar en puerto. El Comandante informa a sus superiores del percance y recibe como respuesta un cambio de su área de patrulla a un lugar menos riesgoso ubicado en una zona próxima a la boca del Estrecho de Magallanes. La falta del 50% de la capacidad de recarga de la batería incrementaba al menos en un 100% la Tasa de Indiscreción para tal operación.

En esta condición, el “S-32” transcurrió sus días en patrulla hasta que el Comando de la Fuerza le ordena trasladarse a Isla de los Estados para encontrarse con el “Aracena”.


El “Salta” y una incógnita

Pocos días después de su zarpada, el “Salta” tuvo su primer sobresalto mientras recargaba su batería con el snorkel, al Este de Isla de los Estados, en tránsito hacia el área de patrulla asignada. En esa época del año y en esas latitudes, la penumbra domina largas horas del atardecer y amanecer, dejando un breve lapso entre ellas a la oscuridad de la noche. De pronto, el mástil del submarino fue localizado por un avión S-2 Tracker de la propia Armada perteneciente a la Escuadrilla Naval Antisubmarina, el cual de inmediato bajó su altitud y sembró sonoboyas en el área con la finalidad de localizarlo, mientras que el S-31, alertado por su antena de contramedidas, pasaba rápidamente a plano profundo.

Es interesante saber que los pilotos de la Escuadrilla Naval Antisubmarina sólo conocían las áreas de patrulla de los submarinos propios, no así su ruta o derrota de tránsito. Además tenían orden de atacar a cualquier submarino no identificado en aguas jurisdiccionales. Con estas aclaraciones podemos afirmar que el ágil 209 se ocultó rápidamente entre las capas batitérmicas y escapó a tiempo para no ser detectado y atacado con cargas antisubmarinas o un torpedo buscador lanzado por sus propios camaradas.


S-2 Tracker


El “Salta” alcanzó su área de patrulla en la zona de Cabo de Hornos y a partir de allí comenzó su lenta navegación en inmersión dentro de su área de responsabilidad, con similares alternativas en cuanto a las corrientes submarinas y las dificultades para cargar la batería por el oleaje imperante en la zona. A ello se sumaba la actividad de un radar chileno en tierra cuya emisión era detectada por la antena de contramedidas. Si bien las olas incrementan la discreción de los mástiles escasamente asomados sobre la superficie, dentro de submarino la señal electromagnética detectada era toda una molestia.

Los días transcurrieron hasta la llegada del día “D” -1. El día “D” era la flecha clave del Operativo Soberanía en el cual, entre otras operaciones militares, una fuerza de tareas de la Infantería de Marina Argentina procedería a desembarcar sobre las islas Lenox, Picton y Nueva por ser los puntos clave del conflicto del Beagle, lugares donde seguramente encontrarían atrincheradas a las tropas chilenas.

El “Salta” navegó expectante a esta situación. En una de las maniobras de carga de batería, momento en que además del snorkel el submarino aprovecha para izar las antenas de comunicaciones, de contramedidas y el periscopio, llega un extenso mensaje cifrado a la central de comunicaciones del submarino. El mismo, además de su extensión, no se había recibido muy claro debido, posiblemente, a una mala propagación a causa del clima y se tornaba dificultoso descifrarlo.

Casi de forma simultánea, un oficial con sus ojos puestos en el periscopio, observa un submarino en superficie. Sobre la cubierta del mismo se alcanzan a divisar a dos tripulantes por delante de la vela, sin embargo no se distingue el característico domo sonar sobre la proa que caracteriza a los submarinos de la clase “Oberon”.

Informado el Comandante, este ordena de inmediato “¡Finalizar snorkel en emergencia! ¡Cubrir puestos de combate! ¡ Preparar tubos Mk-37!”. Mientras el submarino recarga su batería, el ruido ocasionado por los cuatro motores diesel funcionado, aunque disminuido por los silenciadores, impide al sonarista recibir los rumores acústicos del exterior. Posiblemente por ese motivo la nave chilena no haya sido detectada con anterioridad. Sin embargo, ni bien el “Salta” pasa a plano profundo y sin el molesto ruido de los motores atmosféricos, el sonarista advierte el característico rumor de los venteos de los tanques de lastre que indican sin dudas que el submarino chileno pasa a inmersión. Ello evidencia que la nave argentina podría haber sido detectada.

Mientras el “S-31” cobra profundidad se arma la mesa de ploteo por sonido para detectar y predecir las maniobras mutuas. Momentos más tarde el 2do Comandante habla con el Comandante por el intercomunicador y le indica: “Señor, estamos en solución, sugiero lanzar.” Con interminable silencio de por medio el 2do Comandante reitera su apreciación: “Estamos en solución, sugiero lanzar”. El Comandante responde y no autoriza el lanzamiento de los torpedos Mk-37, él de alguna manera estaba interpretando sus órdenes. En esos momentos no estaban en aguas jurisdiccionales argentinas.

Con tiempos intermedios de gran tensión imposibles de precisar, de pronto el sonarista advierte: “¡Alarma de torpedo!”. En estos submarinos solo el sonarista tenía contacto con la realidad que interpretaban sus oídos acerca los rumores acústicos. El “Salta” maniobra en evasión, pero a continuación el rumor de las hélices de un torpedo en corrida se desvanece. Con el transcurrir de los minutos la calma de la tripulación se recupera.


Buque Pesquero Aracena.

Desaparecido el peligro, el oficial de comunicaciones tiene por fin tiempo para descifrar el mensaje que le había quedado pendiente. Entre otros conceptos el mismo ordenaba el repliegue de la unidad hacia Isla de los Estados a causa de la aceptación de la mediación papal. Varias horas después el “Salta” emergía dentro de una caleta protegida para encontrarse con el BP “Aracena” y el “Santiago del Estero”. Allí celebrarían la nochebuena y podrían relajarse luego de tantos días de patrulla de guerra.

Hasta el día de hoy no se ha podido comprobar si realmente en submarino “Simpson” lanzó un torpedo Mk-37 contra el “Salta”. La incógnita solo se resolverá si alguna vez las autoridades navales o algún jerarquizado protagonista del submarino chileno lo revelaran.

El sonarista de “S-31” era un experimentado suboficial. Ello hace poco probable, aunque no imposible, que pueda haber confundido un rumor tan característico como las hélices de un torpedo en plena corrida. Por otra parte también se sabe que el Mk-37, al menos las partidas llegadas a este lado del continente, no era un arma demasiado confiable. Dentro de las posibilidades de un lanzamiento fallido, estas podrían ser: que el torpedo se hayan trabado en el tubo –el MK-37 es del tipo que se lanza por su propia propulsión (swim out)- aunque ya hubiera activado sus hélices; que el torpedo se hubiera desactivado luego de la corrida inerte de seguridad (unos 400mts.); o que al ser el Mk-37 un torpedo de corrida en espiral con cabeza buscadora, el torpedo debe ser previamente graduado para “buscar” entre, por ejemplo 60 y 80 mts de profundidad. Aquí podría haber habido un error en la graduación y el torpedo al no encontrar un blanco, finalmente inactivo, va a para al fondo del mar.


El submarino ARA Salta se amadrina al pesquero Aracena.

El ARA Santiago del Estero se acerca al Aracena para ser reabastecido en una caleta de Isla de los Estados.

Festejo de la nochebuena abordo del submarino Salta.

Año nuevo en inmersión.


El más viejo contra todos

El libro “La Escuadra en Acción” (Edit. Grijalbo, Chile, 2005) de los historiadores chilenos Patricia Aranciabia Clavel y Francisco Bulnes Serrano, relata la actividad militar y política del conflicto centrándose en la Armada de Chile. Si bien el trabajo es poco técnico en cuanto a los medios empleados, es muy interesante entre otras cosas, en cuanto a la actividad general de la Escuadra al Sur de Chile.

De este importante testimonio se desprende que, la Fuerza de Submarinos chilena estaba compuesta por el sumergible de la clase Balao “Simpson” (SS-21) y los modernos para la época submarinos de la clase británica Oberón denominados “Hyatt” (SS-23) y “O´Brien” (SS-22).

Según esta fuente el “O´Brien” se encontraba “en dique” al momento del conflicto y el “Hyatt” debió interrumpir el tránsito hacia el Sur y retornar a su base de Talcahuano por “avería mecánica”. El otro sumergible de la clase Balao, el “Thomson” (SS-20), ni siquiera se lo menciona. Posiblemente ya estuviera radiado, habida cuenta de su vejez. De hecho, las armadas de Brasil como de la Argentina los habían retirado de servicio al comenzar la década del los ´70 al recibir los Guppy.

Sin lugar a dudas el “Simpson” no estaba tecnológicamente a la altura de las circunstancias, sin embargo se las ingenió para cumplir su trabajo. El viejo sumergible debía salir a la superficie para cargar sus baterías exponiéndose peligrosamente a los radares y periscopios argentinos y, por el desgaste lógico de los años, no sería extraño que esa actividad la debiera realizar con una frecuencia mayor a la normal. El “Simpson” fue detectado en dos ocasiones en esa situación por otros tantos submarinos argentinos que no le lanzaron sus torpedos. Sin embargo, es posible que el Comandante del “Simpson” Rubén Scheihing, haya intentado atacar, aún sabiéndose en inferioridad de condiciones. Además, el comandante chileno debió cargar sobre sus espaldas con la responsabilidad y el prestigio de la Fuerza de Submarinos de su país.

El submarino Simpson junto al Piloto Pardo.


Conclusiones

Han transcurrido mas de 40 años de una guerra que no fue. Imaginar cualquier “juego de guerra” para intentar resolver un posible resultado es un absurdo, ya que ni la Argentina ni Chile estaban en condiciones de llevar una campaña militar que pudiera superar la definición de “enfrentamiento armado limitado”, por más vidas que hubiera costado.

Con cierto doble sentido el Dictador Perón había alguna vez sentenciado: “prefiero dinamitar esos islotes que entrar en guerra con Chile”. Si bien de alguna manera se arrogaba la autoridad para dinamitarlos, era claro que prefería mantener la hermandad que imaginar algún tipo de conflicto.

Afortunadamente no podemos pensar el costo en vidas y material que hubiera acarreado semejante conflicto, sin embargo es casi seguro que ambos países hubieran salido perdedores.

No obstante esta sintética apreciación, cierto es que las fuerzas armadas de Argentina y de Chile se movilizaron mientras se llevaban a cabo las gestiones diplomáticas. Oficiales, suboficiales y soldados de las tres armas vivieron días de gran tensión, dependiendo su lugar de despliegue.

En definitiva, ellos estaban allí para pelear y seguramente lo hubieran hecho. Por tal motivo, esperamos que esta nota sirva como reconocimiento, en este caso a los submarinistas de ambos países, que supieron navegar al borde de una guerra.

Arribo del ARA Santiago del Estero S-22 a la Base Naval Mar del Plata.

El Salta llegando a Mar del Plata.

Dotación del Santiago del Estero.


Síntesis de la campaña. Comandante de la Fuerza de Submarinos CN Raúl Marino



Agradecimientos al señor Carlos Alberto Damelio


miércoles, 28 de febrero de 2018

SSK: Hacia un futuro con submarinos robóticos

Los submarinos del futuro serán robóticos

Las armadas solo tienen que resolver el problema de las comunicaciones

Robert Farley | War is Boring



Imagine un futuro en el que los submarinos de ataque nuclear (SSN) puedan desplegar drones submarinos (UUV) para cazar, y posiblemente hundir, submarinos enemigos. La Armada  de los EE. UU., al menos, está tomando medidas para que esto sea una realidad. ¿Qué impacto podría tener esto?

Por un lado, los UUV podrían sacudir la guerra antisubmarina moderna hasta su núcleo, haciendo que las plataformas existentes sean vulnerables u obsoletas. Por otro lado, el desarrollo de UUV podría reforzar las jerarquías existentes. En contraste con la comprensión popular, las organizaciones establecidas a menudo son las mejores en adaptarse a innovaciones militares disruptivas.

El futuro de la Marina de los Estados Unidos depende en gran medida de cuál de estos se convierta en realidad.


Los marineros trabajan en un UUV desplegado a bordo del barco de apoyo noruego 'Skandi Patagonia' en 2017. Foto de la Marina de los EE. UU.

Historia

En cierto sentido, los drones lanzados desde submarinos existen desde hace bastante tiempo; incluso en la Segunda Guerra Mundial, las armadas utilizaron seguimiento de patrones o localización acústica para encontrar sus objetivos. Los torpedos guiados por cable se introdujeron en la década de 1960, lo que permite al submarino una medida de control sobre cómo el arma se acercó a su objetivo. Estos torpedos son aviones no tripulados suicidas en el mismo sentido que los misiles de crucero; armas que pueden ser lanzadas, luego dirigidas a su objetivo ya sea a través de mecanismos autónomos o por interfaz de usuario.


Tanto los Estados Unidos como las naciones competidoras han perseguido ansiosamente el potencial de los UUV. Los UUV pueden contribuir tanto a la caza como a la muerte de ASW, aunque hasta el momento los únicos planes firmes implican usarlos en el primero.

Tales drones ofrecen mejores oportunidades para rastrear y destruir submarinos diesel-eléctricos, incluso aquellos que usan tecnología de propulsión independiente del aire (AIP). Estos buques pueden operar más silenciosamente que los submarinos tripulados, y permanecer sumergidos durante un período de tiempo mayor. En lugar de cazar submarinos enemigos, simplemente pueden esperar hasta que la presa les llegue.

Según los informes, China experimentó con drones "planeadores", capaces de permanecer a profundidades específicas sin la necesidad de propulsión. Estados Unidos ha usado esos drones durante años, y aunque en este momento carecen de mucha aplicabilidad práctica en tiempos de guerra, sí ofrecen una forma de monitorear y evaluar el ambiente submarino.

China también está trabajando en la integración de los UUV en su red de sensores submarinos, creando una "Gran Muralla Subacuática" capaz de detectar y disuadir a los submarinos de EE. UU. Los Estados Unidos también han trabajado en buques autónomos de superficie que podrían realizar la caza, y potencialmente la muerte, de submarinos enemigos. Un buque prototipo se unió a la Marina de los EE. UU. en enero.


El submarino de ataque 'clase Virginia' USS 'Carolina del Norte'. Marina de los EE. UU.

Naves nodriza

El pensamiento más nuevo combina drones con torpedos.

La Marina de los Estados Unidos espera usar pequeños UUV, capaces de ser lanzados desde un tubo de torpedo, para crear el mismo tipo de imagen del espacio submarino que los satélites, radares y UAV pueden crear del espacio aéreo. Usando sonares pasivos y activos, los UUV podrían desplegarse desde un SSN y explorar el área, intentando detectar cualquier amenaza a su nave nodriza.

Habiendo comprobado la existencia de amenazas, los UUV podrían iluminar al objetivo con un sonar activo (permitiendo que el SSN apunte y lo destruya con torpedos), comunicar datos pasivamente a la nave nodriza o potencialmente realizar un ataque "suicida" contra el objetivo sí mismos.

En efecto, los UUV tienen el potencial de expandir el alcance letal de un barco de ataque, así como también de ocuparse de las amenazas en su propia área.


Los marineros pilotean un UUV de caza de mar de Seabotix en agosto de 2017. Marina de los EE. UU.

Problemas

El éxito de los UUV de combate depende, al menos hasta cierto punto, del desarrollo de las tecnologías de comunicación que pueden permitir a los operadores humanos permanecer en contacto con los drones, y para que los propios drones transmitan una imagen precisa de su espacio.

La naturaleza del agua hace que esto sea más difícil en el mar que en el aire, pero DARPA, y presumiblemente sus contrapartes de China y Rusia, ha comenzado a trabajar para mejorar la conectividad y la transparencia submarinas. Sin embargo, incluso el esfuerzo por comunicar los datos a la nave nodriza podría revelar la ubicación de este último. Aún más problemático, un dron que usa un sonar activo podría encender accidentalmente la nave nodriza, dejándola abierta para atacar.

La idea de los UUV suicidas también tiene sus problemas.

Aunque las armadas se han sentido cómodas con la idea de torpedos de retorno que pueden cerrarse con un objetivo propio, los drones más avanzados que operan a mayores distancias de la nave nodriza podrían requerir parámetros de toma de decisiones más complejos. Esto tiene las mismas complicaciones que sufren las máquinas de combate autónomas en tierra y en el aire, con las dificultades de comunicación adicionales que plantea el entorno submarino.


Los cursos de dos UUV desplegados desde el USNS 'Maury' durante un experimento de recolección oceanográfica en mayo de 2017. Gráfico de la marina de EE. UU.

Conclusión

En la Flota fantasma de Peter Singer y August Cole, la Armada de EE.UU. recurre a los drones para matar submarinos chinos después de que pierde la mayor parte de su flota de SSN. La desesperación ofrece una fuerte motivación para la innovación.

Con los avances en las comunicaciones y la inteligencia artificial, no es imposible imaginar escenarios en los que la nave nodriza SSN despliega una fuerza letal de torpedos asesinos, capaz de permanecer en la estación durante días o más mientras espera a una víctima. Esto requiere una cierta tolerancia al riesgo, por supuesto; incluso en las mejores condiciones los operadores a veces pierden el control de sus drones.

Pero también ofrece una forma en la que los submarinos de ataque nuclear grandes y poderosos de la Marina de los EE. UU. pueden reclamar la ventaja de que pueden estar perdiendo contra los pequeños y silenciosos barcos AIP utilizados cada vez más por las marinas del mundo.

jueves, 18 de enero de 2018

Defensa aérea submarina: Introducción


Defensa antiaérea submarina

¿Una revolución en la guerra marítima?

Fuerza Naval

Imagine que es piloto de uno de los helicópteros SH-60B de nuestra Armada. Se encuentra, en un futuro no muy lejano, escoltando a las unidades de proyección y a los más de mil infantes de marina que transportan frente a la amenaza submarina enemiga. La fuerza a la que protege, incluida la fragata desde la que ha despegado, se encuentra a una distancia considerable, lejos de donde creen que la amenaza submarina enemiga puede estar esperándonos.

Confían en usted. Dirige a bordo a un equipo de tres hombres perfectamente adiestrado. Su aparato lleva una impresionante variedad de sensores, desde un complejo procesador para las 25 sonoboyas que puede lanzar hasta un detector de anomalías magnéticas, pasando por una potente cámara infrarroja, un sensor de detección de emisiones electromagnéticas y un radar que aprovecha la altura de vuelo para ganar cualquier contacto en el horizonte. De cada lateral cuelga un torpedo Mk-46, suficientemente veloz y preciso como para eliminar cualquier submarino enemigo. Se desplaza casi diez veces más rápido que los buques de superficie para investigar cualquier posible contacto. Acústicamente, es indetectable para un enemigo que confía principalmente en su sonar para saber lo que le rodea. Pero además, aporta una ventaja vital frente a las fragatas que protegen a la fuerza: es invulnerable. O al menos lo ha sido hasta ahora.


Helicóptero SH-60B

Para no alertar al submarino vuela con el radar apagado. Su cámara infrarroja busca metódicamente sobre la superficie para detectar cualquier mástil. Es posible que el submarino quiera confirmar, a través de sus periscopios o de sus sensores de guerra electrónica, la presencia de nuestra fuerza naval. Y quizás eso le obligue a ser indiscreto.

Al final, después de muchos vuelos que han requerido un gran esfuerzo y concentración de las distintas dotaciones de los SH-60 que protegen a la fuerza, hay suerte. Parece que la cámara infrarroja ha detectado algo: un punto de calor minúsculo sobre la superficie de las frías aguas del Atlántico. Pone rumbo hacia el punto de calor para seguir investigando. Puede que se trate de un barril a la deriva. Quizás sólo sea una gaviota que ha amerizado para descansar. Inmediatamente, se informa por radio a la fuerza. Están casi a cuarenta millas, pero los torpedos modernos tienen un gran alcance y ante la posibilidad de que hayamos detectado a un submarino, no conviene correr riesgos. Inmediatamente, los buques que transportan a los infantes de marina ponen rumbo de evasión mientras los escoltas adoptan una postura más agresiva y ponen sus sónares a transmitir.

Nuestro helicóptero sigue acercándose. La imagen de la cámara infrarroja no es todavía muy precisa. Podría tratarse de dos mástiles, posiblemente el sensor de emisiones electromagnéticas, que busca los radares de nuestros barcos, y un periscopio para vigilancia. Lo más probable es que si el submarino nos ve acercarnos arríe sus periscopios e intente evadirse. Si da tiempo a identificar sin lugar a dudas los mástiles, el helicóptero lanzará un torpedo. Si no, quizás sea necesario lanzar algunas sonoboyas y confirmar que se trata de un submarino antes de gastar una de nuestras valiosas armas.


Helicóptero SH-60F, con sonar calable. España no dispone de esta versión.

El helicóptero está ahora a apenas dos millas y no parece haber ninguna duda de que se trata de los mástiles de un submarino. Están perdidos. Casi sin esperarlo, oirán un torpedo entrar en el agua y empezar a transmitir tan cerca que no tendrán tiempo a evadirse. El oficial de guardia en el periscopio ni siquiera habrá visto llegar al helicóptero en acercamiento. El copiloto prepara el lanzamiento del arma. Pero algo inusual ocurre. De repente, la superficie del agua se quiebra. Un objeto acaba de llegar a superficie, y en su parte inferior se aprecia, acto seguido, la ignición de un motor cohete.

En los pocos segundos que preceden al derribo de nuestro helicóptero, la primera impresión es que estamos ante el lanzamiento de un misil antisuperficie, probablemente un Sub-Harpoon. Sin embargo, el misil vira rápidamente hacia la aeronave. Tenemos tan poco tiempo de reacción que las bengalas que intentan captar la atención del misil no sirven de nada. Horas después, otro helicóptero de nuestra Armada encuentra los restos de la aeronave flotando sobre la superficie. No ha habido supervivientes.



¿Qué ha ocurrido? Veamos las cosas desde la óptica del comandante del submarino enemigo.

Su misión es acercarse, sin ser detectado, a la fuerza naval española. Y a la distancia óptima de lanzamiento de sus torpedos, atacar las unidades más valiosas: aquellas que transportan los contingentes de infantería de marina o los suministros vitales para mantener el esfuerzo de guerra. Bajo su mando tiene una obra maestra de la ingeniería alemana. Un submarino tipo 214 dotado de propulsión independiente de la atmósfera, lo que le permite ser muy discreto. Sabe que su mayor amenaza son los medios aéreos. Los escoltas no le preocupan demasiado, tiene una gran ventaja acústica sobre ellos y si se acercan demasiado, siempre puede poner un torpedo en el agua para ahuyentarles de sus esfuerzos por darle caza.

Los operadores sonar le han informado de la presencia de una serie de contactos que acústicamente parecen buques de guerra españoles. Quiere confirmarlo antes de abandonar su zona de espera para interceptar a los barcos del enemigo. Sube a cota periscópica e iza el mástil de exploración electromagnética. Efectivamente, en esa misma dirección hay transmisiones radar similares a las que podrían esperarse de los buques españoles. Mientras los operadores de guerra electrónica analizan la información, él vigila el horizonte por si se acercase alguna aeronave. Tradicionalmente han sido la principal amenaza para las fuerzas submarinas, y siguen siendo un enemigo temible. Pero ahora tiene otras opciones si apareciera un helicóptero o un avión de patrulla marítima.

A través de la cámara infrarroja del periscopio observa algo que le llama la atención. Un punto de calor que vuela nivelado, lo que descarta que sea un pájaro. Ha sido descuidado. Los mástiles han estado expuestos demasiado tiempo, y ahora un helicóptero les ha detectado. No transmitía con el radar, así que no ha habido alerta previa. No hay duda de que se dirige hacia ellos, y en cuanto tengan claro que se trata de un submarino, lanzarán uno de sus torpedos justo sobre su vertical, lo que les hará muy difícil escapar. Si en sus tubos no llevase cuatro ejemplares de su nueva arma, sólo le quedaría arriar todo, bajar a la cota de evasión e intentar escapar. Pero ahora tiene otra opción.


Misil IDAS

Decide permanecer en cota periscópica. Ya le han detectado, y tendrá que intentar acercarse a la fuerza naval española en otra ocasión. Pero ahora, evadirse no es su única opción. Puede pasar datos precisos sobre la posición del helicóptero aprovechando que lo tiene en el periscopio. El oficial de armas introduce los datos en una consola y da la orden de fuego. A los pocos segundos, uno de los cuatro misiles IDAS alojados en uno de sus ocho tubos lanzatorpedos sale hacia la superficie, arrancando su motor cohete. La cámara infrarroja de la parte delantera del misil envía imágenes a través de un cable de fibra óptica conectado con la consola de armas del submarino. El oficial de armas distingue claramente que se trata de un SH-60B y durante la fase de aproximación, da órdenes al misil para evitar las bengalas que intentan distraer su atención. ¡Impacto!. El helicóptero se precipita al mar envuelto en llamas y el comandante del submarino empieza una evasión que puede llevarle días hasta encontrar una nueva posición de lanzamiento. Ha perdido la oportunidad de atacar, pero ha escrito una nueva página en la historia de la guerra submarina.

Defensa activa frente a defensa pasiva.

Hasta ese momento, y desde la aparición del submarino en los escenarios de guerra marítima del S.XX, las aeronaves han sido el adversario por excelencia de los submarinos. Durante la II Guerra Mundial, la presión de los aviones de patrulla marítima basados en tierra y en portaaviones salvó el sistema de convoyes indispensable para el sostenimiento de Gran Bretaña y forzó el desarrollo del snorkel, convirtiendo a los sumergibles en verdaderos submarinos al aumentar exponencialmente el porcentaje de tiempo en inmersión, ya que les permitía cargar baterías sin estar en superficie. El snorkel permitió enfrentar la amenaza aérea con tácticas pasivas. La evasión se convirtió en la principal defensa, relegando al pasado las piezas de artillería antiaérea que poblaban la cubierta de los U-Boat. El desarrollo de la propulsión nuclear, que permite a los submarinos permanecer en inmersión profunda –esto es, alejados de los peligros de la cota periscópica- durante meses si es necesario, no hizo más que convencer a la comunidad submarinista que la mejor defensa frente a las aeronaves era evitar la detección a toda costa. Sin embargo, mientras los submarinos confiaban su defensa a sus posibilidades de evasión en cota profunda, los medios aéreos antisubmarinos evolucionaban en completísimas plataformas de armas guiadas y sensores que aportaban, frente a los buques de superficie, dos principales ventajas: la velocidad y, sobretodo, la invulnerabilidad.


Las aeronaves son la mayor amenaza para los submarinos desde la II Guerra Mundial.

Durante la Guerra Fría, sólo existieron tímidos intentos en proporcionar verdaderas opciones de defensa activa frente a las aeronaves antisubmarinas. Soviéticos y británicos elaboraron complejos sistemas para lanzar misiles de corto alcance desde versiones instaladas en mástiles similares a los periscopios. No es hasta finales de los años ochenta que surge el concepto SUBSAM (Submarine Surface-to-Air Missile), un proyecto de la Agencia de Investigaciones Avanzadas de la Defensa (DARPA, en sus siglas inglesas) que surge para contrarrestar los estudios de la Unión Soviética dirigidos a conseguir la capacidad de lanzar desde cota periscópica versiones de los misiles SA-7 y SA-14 frente a los P-3, SH-3 y SH-60 americanos. El fracaso del diseño ruso basado en el misil de guía infrarroja SA-14 Strela (dadas las condiciones de humedad reinantes en el ambiente marítimo) dirige a los americanos hacia un desarrollo basado en el misil de guía radárica AMRAAM alojado en el cuerpo de la versión de lanzamiento submarino del misil Tomahawk. Esta configuración permitiría aprovechar la autonomía del Tomahawk, haciendo posible al misil orbitar alrededor de una hora sobre la posición del submarino y sirviendo como elemento disuasorio de cualquier aeronave en aproximación. La idea original era conseguir que el AMRAAM se desprendiese del cuerpo del Tomahawk en caso de una detección, utilizando su velocidad de Mach 4 para alcanzar el blanco, eliminando cualquier amenaza para el submarino. La imposibilidad de que el operador pudiese discriminar si el misil atacaba a una unidad enemiga o a una aeronave amiga o neutral acabó con el programa.


Los británicos intentaron instalar, sin mucho éxito, un lanzador de misiles BlowPipe en un mástil para sus submarinos.

En 1992 las empresas Aerospatiale y DASA, comienzan el desarrollo del programa Polyphem. Inicialmente se trataba de un misil con capacidades exclusivamente antibuque, pero en 1996 se añade la posibilidad de dotar al misil de capacidad antiaérea. Surge el proyecto Tritón. A diferencia del proyecto americano basado en el AMRAAM, el Tritón incorporaría guiado mediante un cable de fibra óptica, de forma que el operador podría controlar todas las fases de vuelo del misil. Además, incluía una guía infrarroja para guiado autónomo.

El proyecto fue cancelado en 2007, pero aportó innovaciones que serían aprovechadas para otras iniciativas de defensa activa ante aeronaves antisubmarinas. Disponía de un modo de búsqueda en trayectoria helicoidal, explorando todo el horizonte, lo que permitía atacar aeronaves enemigas aún sin tener datos precisos del blanco (lo que normalmente ocurre si el submarino no tiene ningún mástil izado). Además, utilizaba los contenedores de lanzamiento ya existentes para la versión submarina del misil Exocet, lo que le proporcionaba la ventaja adicional de romper la superficie a media milla de la posición del submarino, evitando revelar su posición exacta.

En 2006 los americanos dan un nuevo impulso al proyecto SUBSAM, esta vez con una versión del popular misil Sidewinder, también conocido como ASRAAM. El desarrollo incorporaba innovaciones importantes: resolvía los problemas derivados de lanzar desde una posición estática un misil diseñado para ser lanzado a las altas velocidades de un avión de combate y permitía su utilización desde los tubos de lanzamiento vertical de los misiles Tomahawk mediante unas cápsulas desechables denominadas SACS, diseñadas para adaptar cualquier tipo de misil a su utilización desde submarinos.

Desarrollos actuales.

Lamentablemente, todos los proyectos anteriores apenas consiguieron pasar de simples prototipos. Pero muchas de estas enseñanzas han sido aplicadas en el desarrollo de la primera promesa de revolución en la guerra submarina: el misil alemán IDAS.

Se trata de un desarrollo conjunto de las compañías alemanas HDW y Dhiel, y de la noruega Kongsberg, basado en el misil aire-aire Iris-T y sus nada desdeñables prestaciones: un alcance de 20 km, un techo de 20.000 metros y una velocidad de Mach 3. El IDAS es el sucesor natural de las investigaciones del proyecto Tritón, y hereda muchas de sus innovaciones. Dispone de un cableado redundante de fibra óptica que permite al operador recibir señal de vídeo normal y de cámara infrarroja, lo que además le permite atacar buques de pequeño porte y objetivos en tierra. Utiliza su trayectoria helicoidal para explorar todo el horizonte si no existen datos precisos del blanco. Y es capaz de navegar en inmersión antes de romper la superficie, evitando delatar la posición exacta del submarino.

Presenta, adicionalmente, otras mejoras. No necesita ser encapsulado, sino que alcanza la superficie por sus propios medios. Los misiles se almacenan en grupos de cuatro en contenedores de tamaño similar a un DM2A4, lo que permite disponer de cuatro misiles ocupando un único tubo de diámetro estándar. Algunas fuentes mencionan también la posibilidad de alojar el arma en un mástil multifunción de la compañía alemana Gabler, tal y como ocurría en los frustrados desarrollos de la Guerra Fría. Además, el sistema ofrece al operador el control de todas las fases del vuelo, permitiéndole seleccionar el blanco más amenazante de entre todos los detectados, destruir el misil en vuelo o incluso elegir el punto de impacto idóneo, si estamos atacando una unidad de superficie.

El sistema ha sido probado desde submarinos alemanes en 2008 y 2011. Noruega y Turquía también han demostrado recientemente su interés por dotar a sus submarinos de este misil.


Pruebas de lanzamiento del misil IDAS

Por su parte, las compañías DCNS y MDBA han presentado un proyecto, también derivado del Tritón. El sistema puede ser utilizado desde un lanzador integrado en un mástil (mediante una adaptación del misil tierra-aire Mistral) o utilizando las cápsulas de lanzamiento que usa la versión submarina del Exocet para lanzar una modificación del misil aire-aire Mica. Se trata de adaptar al entorno submarino misiles ya existentes, por lo que el riesgo del proyecto se estima bajo.

Existen además otras alternativas en estudio, que incluyen, por ejemplo, la integración en un mástil de un sistema de láser de alta energía como el embarcado en el USS Ponce para hacer frente a la amenaza de drones y pequeñas embarcaciones. El principal inconveniente de este sistema es su alto consumo de energía, que sin embargo no supone un excesivo problema para los submarinos con propulsión nuclear. El ya mencionado mástil Triple-M de la empresa alemana Gabler ofrece otra interesante alternativa: la instalación de un cañón Rheinmetall de 30mm que, alojado en un mástil estanco, permite enfrentar aeronaves antisubmarinas a corta distancia.

Un cambio en las reglas del juego en la guerra naval.

Hoy en día, las aeronaves antisubmarinas pueden permitirse investigar, clasificar y atacar un contacto submarino sin sentir su seguridad amenazada ni preocuparse de conceptos como la Stand-off Distance (distancia máxima de acercamiento según el alcance de las armas antiaéreas del enemigo). Aprovechan, además de esta invulnerabilidad, las ventajas inherentes a sus plataformas: velocidad muy superior a la de los buques escolta, sistemas de combate que integran una amplia variedad de armas y sensores o la capacidad de barrer grandes áreas en poco tiempo.


P-3 Orion, durante años, el avión antisubmarino por excelencia.

Las armas antiaéreas submarinas están llamadas a igualar este desequilibrio. Obviamente, la discreción es la principal virtud de un submarino, así que es poco probable que existan enfrentamientos directos o provocados entre las aeronaves submarinas y sus objetivos. La evasión seguirá siendo la primera opción. Pero si un submarino tiene la certeza de haber sido detectado, si aprecia en su sonar las transmisiones activas de sonoboyas o sónares calables que suelen preceder a un ataque, podrá defenderse. Sin embargo, la principal ventaja que aportan estos sistemas es otra: conseguir ejercer cierta disuasión, acabar frente a la tranquila invulnerabilidad de las aeronaves de patrulla marítima que las ha convertido en el arma más eficaz contra la amenaza submarina.

Estos sistemas son especialmente necesarios en submarinos de propulsión no nuclear, dado que su dependencia, en mayor o menor medida, de realizar snorkel en cota periscópica periódicamente y su menor velocidad de evasión les convierte en presas más fáciles. Tal es el caso del S-80, el futuro submarino español, una plataforma que será uno de los pilares estratégicos de la defensa española de las próximas décadas y que podría incorporar opciones antiaéreas como el misil IDAS -que además utiliza contenedores de similares características al torpedo alemán DM2A4, arma que ya está previsto utilizar a bordo de la nueva serie de submarinos- para aumentar exponencialmente sus posibilidades de supervivencia ante una acción antisubmarina enemiga.


Misil IDAS

Por otro lado, el progresivo desplazamiento de la guerra naval hacia el litoral, donde las sondas son, por regla general, menores y por tanto se hace más difícil evadirse utilizando medidas pasivas (como la variación de cota), hace patente la necesidad de dotar a los submarinos de un sistema de defensa antiaérea como los que se han expuesto en los últimos párrafos de este artículo.

Por supuesto, la guerra es un juego de evolución, de supervivencia de los más adaptados. Ante la emergencia de amenazas a la invulnerabilidad de las aeronaves antisubmarinas surgen desarrollos como el P-8 Poseidón americano, actualmente en servicio en los Estados Unidos y la India, y que probablemente reemplazará a la flota estadounidense de aviones P-3 Orión. Esta aeronave es capaz de lanzar sonoboyas guiadas por GPS en alturas superiores al techo operativo de los misiles en desarrollo. Incluso se están desarrollando pequeños planeadores no tripulados para transportar torpedos desde grandes alturas de lanzamiento hasta la vertical del submarino amenaza, evitando así que la aeronave de patrulla marítima tenga que entrar en la Stand-off Distance.


El HAASW, destinado a acercar los torpedos lanzados desde 20.000 pies a la superficie del mar.

Pero abierto el camino para dotar a los submarinos de misiles antiaéreos, los nuevos retos presentados por la amenaza aérea –como en el caso del P-8 Poseidón- no tardarán en encontrar desarrollos de armas más capaces que intentarán desestabilizar el equilibrio que pronto existirá entre aeronaves y submarinos.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Malvinas: El San Luis opera contra el enemigo (2/2)

Uno contra todos (parte II)




La historia secreta de la Argentina submarino ARA San Luis en la Guerra de las Malvinas 
Parte 2
Viene de Parte 1
Por Jorge R. Bóveda 

Como se mencionó al final de la primera parte, el 17 de abril de 1982, ARA San Luis llegó a salvo en su "santuario fijo" o zona de espera, designado con el nombre código de "Enriqueta", ubicado a unas 130 millas al norte de la zona de exclusión establecida por los británicos alrededor de las islas. Dos días más tarde, mientras permanecía en esa estación, se produjo una avería en el ordenador de control de tiro VM8-24. A pesar de los esfuerzos de la tripulación, no hubo manera de reparar el equipo con los recursos disponibles a bordo. 
La tripulación de la nave incluía dos cabos especializada en control de tiro, que también tenía el deber de reparar el sistema en caso de fallo. Esta función fue ocupado previamente por suboficiales experimentados, pero en abril de 1982 fue sólo el personal disponible muy joven, sin el entrenamiento para reparar el sistema y solo para volver a colocar placas de circuito impreso. 
La consecuencia inmediata de esta limitación severa en el uso del sistema de arma fue que a partir de entonces, el disparo de torpedos se haría con cálculos manuales, con el submarino siendo capaz de controlar solamente un torpedo a la vez, en lugar de tres que el sistema permite cuando funciona normalmente. 
Con el ordenador sin funcionar, el submarino operado en modo "emergencia", que sólo servía doctrinariamente para auto-defensa, dada la baja probabilidad de los impactos que generan. 
Paralelamente a los esfuerzos llevados a cabo a bordo para tratar de restaurar el sistema, las autoridades navales en el continente mantenían consultas con el Jefe del Arsenal en el Río de la Plata (CF Edgardo P. Meric), para solicitar asesoría técnica. Pero eso requeriría que el ARA San Luis enviara mensajes largos por la radio que el sistema tenía, por lo que los técnicos sobre el terreno podría diagnosticar el problema. 
La mera posibilidad de que el submarino pudiese revelar su presencia en la zona de operaciones a través de estos mensajes hizo que la idea fuese rechazada de inmediato. 
Dada la imposibilidad de arreglar la computadora, el comandante Azcueta envió un mensaje urgente a COFUERSUB, poniendo el alto mando de la situación y pidiendo instrucciones. 
Contra todos los pronósticos predecibles, se ordenó que el San Luis debe quedarse donde estaba hasta nuevo aviso, porque pensaban [erróneamente] que el enemigo podía ver a su ausencia en el teatro donde se reparaba el buque. 
Al final del conflicto, muchos submarinistas consultados expresaron que el daño podría haber sido reparado en Puerto Madryn, con la simple transferencia del personal técnico a bordo y las piezas necesarias. 
En retrospectiva, esta idea parece haber tenido buenas perspectivas de éxito en ese momento [Abril 19], ya que sólo un pequeño número de submarinos nucleares operaban al oeste de las unidades de las Malvinas y la superficie todavía no habían llegado a la zona de operaciones [llegaron el 22 de abril ], de modo que las capacidades anti-submarinas del enemigo en el área focal de Puerto Madryn era inocuas. 
Mientras que el San Luis continuó su ruta hacia el sur, extendiendo su área de operaciones, los remolcadores Tehuelche y Querandí, bajo el mando del Teniente Navío Araujo (en ese entonces de inmediato aviso ARA Irigoyen) fueron enviados a Puerto Belgrano, con el fin de acompañar a la submarino ARA Santiago del Estero (foto abajo), un IA Guppy que había sido desactivada en 1981, en el tránsito de vuelta a puerto, con la intención deliberada de engañar al enemigo sobre su estado real. 



Para garantizar la operación en su conjunto, se decidió que los remolcadores debían tomar el puerto de Mar del Plata después de las 19h, el 22 de abril, debiendo navegar de nuevo en 72 horas. No hubo necesidad de esperar tanto tiempo. 
A sólo cinco horas más tarde, exactamente a las 00h20, el submarino ARA Santiago del Estero en superficie comenzó a navegar hacia Puerto Belgrano, con sus propios motores, pero incapaz de bucear. 
La operación de transferencia a la principal base naval en la Argentina se llevó a cabo sin problemas y con toda prisa, para aprovechar las condiciones favorables del tiempo. 
El submarino llegó a su destino sano y salvo al día siguiente por la noche, que estaba escondido cuidadosamente entre dos grandes buques mercantes para abastecerse de combustible, convenientemente oculto a la vista por los satélites o aviones. 
El ardid tuvo éxito, a juzgar por las entrevistas dadas por el personal enemigos capturados en las Georgias del Sur, los británicos estaban muy preocupados de saber el paradero del gemelo ARA Santa Fe

En la zona de operaciones 
Faltando pocos kilómetros para entrar en la patrulla, un ruido fuerte de golpeteo se escuchó en el "espacio libre de circulación", es decir, el espacio entre la cubierta y la resistencia del casco, que se inundó por completo bajo el agua. El comandante Azcueta decidió entonces emerger rápidamente antes del atardecer, para investigar la fuente del ruido, ya que aumentan la indiscreción de la nave. 
El misterio se reveló muy pronto: una pistola de soldar que algunos trabajadores desprevenidos había olvidado en la preparación rápida de la nave. El movimiento del submarino hacia que la herramienta se batiese continuamente contra el casco, dando la impresión de que se trataba de algo mucho más serio. 
Se detectó también que había liberado una cubierta de acceso a una válvula, que se reparó con prontitud. Todas las operaciones no tardaron más de 15 minutos, a continuación, se volvió a navegación segura. 
Al final del 28 de abril a las 8, el ARA San Luis arribó a su zona de patrulla, nombre en código "María", al norte de la Isla Soledad, muy cerca de la costa. Al día siguiente, como consecuencia directa de la incursión de la británica Grytviken, Georgia del Sur, que levantó las restricciones sobre el uso de armas. 

 

Si el comandante Azcueta tenía alguna duda sobre la existencia o ausencia de actividad enemiga en la zona, esta se disipó alrededor de las 9:40 pm del 1 de mayo, cuando su sonar detectó un ruido inmediatamente clasificado como un "escolta Tipo 21 o 22" "en función de su tasa de presentación de las hélices y el tipo de sonar 184." 
El objetivo operaba con helicópteros y navegó 18 nudos. Azcueta ordenó a las estaciones de batalla y el aumento de la velocidad máxima para acortar la distancia del objetivo: 13.000, 12.000, 11.000, 10.000, izó el periscopio brevemente, pero una espesa niebla le impidió ver algo. 
Cuando el objetivo se encontraba a una distancia inferior a 9.500 metros, Azcueta ordenó la liberación de los primeros SST-4, el primer torpedo lanzado por primera vez por la Armada Argentina en tiempo de guerra, deteniendo la maquina en el último momento para facilitar la orientación manual del torpedo. Eran las 10:15. dos minutos después de la liberación se recibió la señal de "cable cortado" y no hubo evidencia de que el objetivo hubiese sido alcanzado. Casi de inmediato, el submarino comenzó a maniobras evasivas, en previsión de un contraataque enemigo posible, pero nunca sucedió. Al parecer, los británicos nunca supieron de su presencia. 
Para ahorrar combustible y evitar ser detectados por los helicópteros anti-submarinos operaban en esta zona, el San Luis aterrizó en el lecho marino alrededor de 16:25 y se quedó allí en los próximos cinco horas. Casi todos los días se vieron obligados a jugar al gato y al ratón con los buques de superficie y los helicópteros anti-submarinos británicos que se desplazaban por la zona, teniendo que parar varias veces bruscamente para recargar las baterías, ya que los contactos hidrofônicos que se mantenían con el enemigo eran constantes. 

 

Más Problemas 
El 4 de mayo, que opera un nuevo revés golpeó el San Luis, uno de los dos convertidores de 400 Hz, fue inesperadamente disponible.Sin uno de sus convertidores, el submarino fue aún más limitado, no puede operar plenamente su equipo más esencial, como el sonar, transmisores de radar, girar, y el sistema de armas muy.Con más de este tema, entre otros defectos, el equipo tuvo que reparar el mal, con poca información disponible a bordo del submarino, se convirtió en la operación mucho más arriesgada, a pesar de la moral de la tripulación y la voluntad de seguir luchando contra el comandante no a disminuir en nada. 
Ese mismo día, dos super aviones Etendard pertenecientes a la escuadra de Segunda Naval de Caza y se ataque vetorados por un viejo bimotor P-2H NEPTUNE, hasta que un grupo de blancos que navegaban 100 kilómetros al sur de Puerto Argentino, en una misión de "piquete- radar ". 
Alrededor de las 11:05, el avión argentino disparó misiles Exocet AM39 al mismo tiempo para alcanzar al destructor Tipo 42 HMS Sheffield, de 3660 toneladas. 
Al principio, los británicos creyeron que habían sufrido un ataque con torpedos, pero un vuelo de reconocimiento que se hizo diez minutos después del ataque reveló un gran agujero de 3 metros de diámetro por encima de la línea de flotación en el lado de estribor de la nave, que sólo podría haber llegado por un misil aire-superficie. 
No sólo demostró que el grupo de batalla británico era vulnerable a la aviación argentina, que causó pánico en el alto mando militar británico, para mostrar la posibilidad de perder uno de sus dos valiosos portaaviones, que hasta entonces se consideraba impensable. 
El submarino ARA San Luis recibió un informe sobre el HMS Sheffield a 21h14 [Argentina] y se le ordenó ir a toda velocidad a la última posición conocida de la nave enemiga, para confirmar y obtener los objetivos de hundimiento de oportunidad. Inexplicablemente esta orden fue revocada en unas pocas horas que quedan en la zona de San Luis de las operaciones. 

Nuevos objetivos 
Cuatro días más tarde, los sensores acústicos recogieron otro objetivos, esta vez en la zona de popa del submarino, con todas las características de un contacto inteligente y por lo tanto hostil. 
Un miembro de la tripulación informó: "Nos sentimos muy cerca del casco por encima de la popa, aunque no puedo garantizar que no era un torpedo." De todas formas, el capitán ordenó inmediatamente las maniobras evasivas y lanzamiento de señuelos para evitar una amenaza inminente. 
El 8 de mayo, a las 21h42, el objetivo se detectó a una distancia corta y el comandante Azcueta decidió lanzar un torpedo MK.37 a una distancia inferior a 2500 metros. La explosión ocurrió 16 minutos después del lanzamiento, pero no fue posible determinar el resultado. 
Esta acción despertó después de la guerra, las críticas injustificadas de los que fueron responsables de la evaluación de las acciones de combate, sin tener en cuenta la experiencia de mínimo disponible de la "Fuerza de Submarinos" en la clasificación de los objetivos como en la gran mayoría de los casos, los buques modernos de Armada no se aprovecharon para la formación de los submarinos, dejándolos sólo con el entrenamiento para el combate el submarino contra submarinos. 
La tercera oportunidad para atacar llegó en la madrugada del 11 de mayo, cuando se produjo un nuevo contacto hidrofônico de dos blancos de superficie que navegaban cerca de la desembocadura del Estrecho de San Carlos. El destino había puesto de San Luis entre las dos naves enemigas en una gran posición para un ataque con torpedos.En total oscuridad reinó la superficie, evitando la visualización de los barcos a través del periscopio. El comandante Azcueta decidió en primer lugar atacar al objetivo situada más al sur, ya que había menos probabilidad de error en la estimación de la dirección y distancia. 
Alrededor de 1:40 am, a una distancia de 8.000 m, ordenó la liberación del tubo Nº 1, pero con la falla de éste, tuvo que poner en marcha con tubo Nº8, con la distancia del blanco reducida a 5.200 metros. Después de 3 minutos de funcionamiento de los torpedos, a la luz de la señal "cortar el cable" fue recibido en la consola de control de tiro. 
El San Luis a continuación, se ofreció de inmediato para atacar el segundo objetivo, que se encontraba un poco más al norte, pero esta vez el blanco abandonó el lugar a alta velocidad y Azcueta decidió abortar el lanzamiento. 
Poco después de la operación, el comandante envió un mensaje a COFUERSUB darse cuenta de su frustrado ataque y el comportamiento errático de los últimos torpedo. A pesar de tener información de un objetivo excelente y una posición para hacer el tiro, llegó a la conclusión de que "el sistema de armas no era confiable." 
Este mensaje, finalmente convenció al Alto Mando Naval argentino de que el San Luis tenía que volver a casa. 
Para evitar la interferencia con otras unidades que operaban en aguas cercanas a la costa de Argentina, hubo una ruta directa hacia el extremo sureste del área de formación de submarinos frente a Mar del Plata y desde allí, tomamos una ruta costera para la canal de acceso de la Base Naval de Puerto Belgrano. 
En la noche del 19 de mayo, el ARA San Luis regresaba a la base después de 39 días de patrulla y 864 horas de inmersión. Después de unas pocas horas después de desembarcar, su segundo convertidor de 400 Hz, también estaba totalmente fuera de servicio. 

Poder Naval