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miércoles, 1 de julio de 2015

Guerra del Paraguay: La caída de Asunción (1869)



Entrada de los brasileños en Asunción 
 
El 1º de enero de 1869 entraron los brasileños en Asunción, entregándose enseguida al más desenfrenado saqueo. La ciudad se llenó en pocos días de una enorme y abigarrada población, que hablaba en sus calles todos los idiomas y dialectos. Las casas particulares eran tomadas por asalto y arrendadas por el primer atrevido que se improvisaba propietario, cobrando sufridos alquileres adelantados por trimestre y semestre enteros. Se improvisaron hoteles, posadas, restaurantes, establecimientos de diversiones, bailes públicos, tiendas, almacenes, confiterías que se sostenían con ventajas costeados por 30.000 soldados aliados e innumerables turistas, especuladores y curiosos que afluían febriles a visitar las ruinas de la vencida, pero hasta hace poco poderosa nación. 

Entraban en las casas, desaforados, corriendo para aventajar a sus propios compañeros y asegurarse la parte del botín más suculenta. Es increíble cómo el esfuerzo de decenas y centenares de años puede desaparecer en tan sólo unas pocas horas. 

Conforme avanzaba el día, las calles se poblaron de muebles que eran dejados a la intemperie mientras las casas ardían en llamas. A la tarde, por el río Paraguay aparecen los barcos despachados desde Argentina, que vienen a comprar las mercaderías. Los soldados se apelotonan en los muelles para cambiar el fruto de su saqueo por oro, y hay discusiones y empellones. Los barcos no se retiran, quedan anclados allí, a la espera de más carroña; y los soldados continúan con su fatal tarea. A la noche, los fuegos de los barrios conflagrados se elevan hasta iluminar las densas nubes negras del cielo. Los hombres esconden los botines donde pueden y sus alforjas, sus mantos, el interior de sus botas y cascos están rebosantes de oro, plata y metal. Al día siguiente avanzan hacia otra zona de la ciudad y a la noche también la incendian. Ya han desguazado las dependencias oficiales, las embajadas (1), las casas ricas y también las pobres. Es entonces cuando empiezan a volver los refugiados. 
Son en su mayoría mujeres y muchachas jóvenes, o niños a quienes todos ignoran. Los varones ya han muerto, allá en los campos de la guerra, y en la ciudad sólo quedan los más indefensos. Y las mujeres vuelven porque los vientres de sus hijos claman comida y porque imaginan que quizás puedan encontrar algún refugio. Pero los invasores se abalanzan sobre ellas y las golpean, en plena calle les rasgan las ropas y las manosean. Comienzan a violarlas, una y otra vez, poniéndose en filas de a diez o veinte o treinta para atenderse con una sola muchacha. Los gritos desesperados de las víctimas se escuchan por toda la ciudad y no hay rincón o zaguán de Asunción donde una mujer no esté siendo vejada. Las que intentan una resistencia son degolladas allí mismo. 
No se detienen cuando llega la noche, tampoco lo hacen al llegar el siguiente día. Sólo las dejan en paz cuando ellas, agotada ya su fuerza vital e incapaces de resistir más tiempo, abandonan la vida con una mueca de desprecio en la cara. 

Y entonces se aviva de nuevo la sed del oro y los oficiales miran con avaricia los cementerios de Asunción. Bajo sus órdenes, los soldados desentierran a todos. A los que tienen algún anillo o cadena, se la despojan sin respeto. Al resto, los dejan tirados por doquier; huesos y más huesos apilados en donde sea, muertos sin descanso que se calientan bajo el sol. 

El propio ministro brasileño en Asunción, José da Silva Paranhos, que más tarde recibió el título de Vizconde de Río Branco, se apoderó del inmenso tesoro de los Archivos Nacionales del Paraguay que, después de su muerte, donó a la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, el catálogo de la colección Río Branco, que contiene los archivos públicos del Paraguay tomados al final de la guerra, se compone de mil páginas divididas en dos tomos. La colección consta de cincuenta mil documentos sobre la historia primitiva del Paraguay, la infiltración portuguesa, las cuestiones de los límites y las fechas y los hechos sobre la historia del Río de la Plata. Contendría además el acta de la Fundación de la Ciudad de Asunción en 1537 y todos los archivos de las Misiones Jesuíticas con las primera carta geográfica del Paraguay, establecida antes de 1800 por el célebre geógrafo español Félix de Azara. 

Durante tres días la ciudad fue robada por las huestes imperiales, que no perdonaron los templos, ni las tumbas, en su bárbaro afán de acrecentar su botín. El mismo almirante Delfino de Carvallo –barón del Pasaje- dirigía el pillaje acumulando en las cubiertas de sus naves los pianos y muebles finos que adornaban las viviendas aristocráticas paraguayas. Y cuando ya no hubo nada importante que robar, se llevaron hasta las puertas, ventanas y mármoles del palacio de López (2) y de muchas casas y edificios públicos. En una palabra, Asunción, al decir del general Garmendia, “sufrió la suerte del vencido de lejanos tiempos, entrando en ella a saco el vencedor”. 

Muchos niños fueron arrancados de los brazos de sus madres para terminar, vendidos como esclavos, en las plantaciones del Brasil. Todo el mundo corre por su vida, y la capital paraguaya, otrora populosa, queda desierta. “La urbe causaba lástima verla desprovista por completo de ser humano”, cuenta el coronel brasileño José Luis Da Silva. 




El Archivo Nacional del Paraguay, con siglos de historia adentro, arde en llamas. “El Paraguayo” de Asunción, en su edición del 10 de octubre de 1945, recordaba de esta manera la quema y el saqueo de tan vitales documentaciones. “Los archivos del Paraguay fueron saqueados por los invasores durante la Guerra de la Triple Alianza. Muchos documentos nos faltan, inclusive para reconstruir nuestra historia, y podemos afirmar que al despojarse nuestro Archivo se seleccionaron todos aquellos documentos que podían comprometer la versión histórica que se fraguaba para quitarnos toda esperanza de reivindicación”. 

Al igual que la sede del Archivo, las casas y edificios públicos también son saqueados, uno por uno, con esmero y sin apuro. “Los oficiales se sirvieron de las casas y de las cosas” apunta el mencionado coronel brasileño. 

El ejército argentino acampó a cinco kilómetros de la ciudad, en Trinidad. Y para ser digno de su aliado, convirtió en caballeriza el templo de aquel pueblo, armando un establo sobre la misma tumba de Carlos Antonio López. Pronto la lápida desapareció bajo la bosta de los briosos corceles de la oficialidad, sustituyendo el ruido de los relinchos a las voces del órgano y a las oraciones de los creyentes. 

Tal como “en los lejanos tiempos” en que Asia extendió su barbarie, como sangrienta mortaja, sobre la Europa agonizante. Entrar a saco y convertir las iglesias cristianas en estercolero era el gran placer de los hombres del Norte. Y no otro era el deleite de aquellos terribles guerreros, a cuyo paso se estremecía la tierra, acaudillados por el Azote de Dios. 

La historia se repite. El hombre está dentro de los hombres. La humanidad avanza, pero aún no ha acabado de salir de la caverna. La ferocidad bulle en las profundidades del instinto, y hay momentos en que salta a la superficie la fiera que hace siglos se agazapa, dominada, pero no vencida. 
 

Es así como pueblos que se decían cristianos y hombres que invocaban sentimientos altruistas de humanidad, cayeron en el crimen, reproduciendo, por un movimiento ancestral de la ingénita barbarie, actos que repugnan a nuestra conciencia y que parecían ya alejados de la historia. Y todo aquello no era nada todavía. La guerra recién iba a entrar en un período realmente salvaje. 

Entre tanto, el mariscal López se disponía a reanudar la resistencia. Cuando volvió a ocupar su antiguo campamento de Cerro León, después de la última derrota, no disponía de más fuerza que la de su voluntad omnipotente. Todo el poder defensivo paraguayo se reconcentraba en su persona, fortaleza moral más temible que los muros artillados de Humaitá. Inútilmente el duque de Caxías dio por terminada la guerra. 

Los veinte mil soldados victoriosos, atrincherados en Asunción, sabían muy bien que mientras se mantuviese en pie el presidente paraguayo la lucha no estaba terminada. 

Cuando el conde D’Eu, que vino a reemplazar al duque de Caixas, llegó a Asunción se encontró con una gran desmoralización de las tropas aliadas. El solemne Te Deum mandado cantar por Caixas, festejando la terminación de la guerra, había caído en un inmenso ridículo. El desaliento era general. 

Palacio de Benigno López (Asunción, 1869). Fuente


 

 

Ningún jefe brasileño había querido tomar sobre sí la responsabilidad de una sola iniciativa. Y, entre tanto, López crecía a la distancia. De un momento a otro se esperaba una sorpresa, creyéndosele capaz de sacar recursos de la nada. Y Allí Juan Bautista Alberdi tuvo tiempo de decir en Europa que en aquellos momentos el Paraguay tenía su “segundo y más poderoso ejército en lo que se llaman sus montañas. Son los Andes –agregaba- del nuevo Chacabuco y del nuevo San Martín, contra los nuevos Borbones de América”. 
En la batalla de las Lomas Valentinas habían peleado los inválidos y los niños, cargando los cañones con pedazos de piedra y hasta con tierra. Tres meses después de esa derrota Paraguay volvía a tener un ejército de trece mil hombres, relativamente bien armados y equipados. 

Los heridos de la última batalla se lanzaron por centenares al inmenso estero de Ypecuá, cruzándolo, con el agua al cuello, durante tres días, sin comer, e incorporándose a Solano López en Cerro León. Y todos los que aún podían andar o cargar un fusil, acudieron, presurosos, desde los últimos confines de la república, para rodear al héroe desgraciado que sostenía la bandera paraguaya. 

Se recogen armas abandonadas en los campos de batalla, se monta otro arsenal, se funde hierro, se taladran cañones, se fabrica pólvora y papel, se edita un periódico, vuelven a funcionar las escuelas, rige la ley de enseñanza primaria obligatoria, los niños soldados asisten a clases. Y la fundición de Ybycuí y el arsenal de Caacupé trabajaron sin descanso para armar a aquel extraño ejército, aprovechando la escandalosa indecisión del más que prudente vencedor. Pese a haber caído Asunción, la guerra aún no había terminado. 

Referencias 

(1) El 22 de febrero de 1869, a las 16hs Francisco Solano López emite un bando ordenando la evacuación de Asunción, fue entonces que todas las familias asunceñas que aún poseían algunas alhajas y dinero metálico, corrieron a depositarlas en la legación de los Estados Unidos de Norte América, a cargo del ministro Carlos A. Washburn así como en los consulados de Francia e Italia. 

(2) El Palacio de los López es la sede del gobierno de la República del Paraguay, ya que ahí se encuentra el despacho oficial del presidente de la República. Es uno de los edificios más hermosos y emblemáticos de la capital paraguaya, Asunción. Su ubicación es en la calle Paraguayo Independiente, entre Ayolas (antes del Paraná) y O’Leary (antes Paso de Patria). Ubicado en el centro de Asunción, mirando a la bahía, este edificio fue construido por orden del presidente Carlos Antonio López, para que sirva de residencia para su hijo, el General Francisco Solano López, de ahí el hecho de que el nombre del edificio sea “Palacio de los López”. Sus obras empezaron en 1857 bajo la dirección del arquitecto inglés Alonso Taylor. 
En la primera mitad del siglo XIX, Lázaro Rojas regaló a su ahijado de bautismo Francisco López el predio donde está asentado el palacio. Tras lsus célebres viajes de por Europa, Francisco Solano se trajo consigo varios arquitectos e ingenieros, que ayudaron a desarrollar obras de progreso en el país. Por orden de Carlos Antonio López, presidente de la República desde 1842, una de dichas obras era la residencia de su hijo. La construcción, planificada por el húngaro Francisco Wisner, se inició dirigida por el arquitecto inglés Alonso Taylor en 1857. 

Los materiales para la construcción del palacio venían de varios lugares del interior del país, piedras de las canteras de Emboscada y Altos, maderas y obrajes de Ñeembucú y Yaguarón, ladrillos de Tacumbú, piezas de hierro fundidas en Ybycuí, etc. 
Diversos artistas europeos vinieron al Paraguay para encargarse de la decoración del edificio. Artistas como el ingeniero inglés Owen Mognihan que se encargó de esculpir las figuras necesarias para crear un ambiente palaciego, el italiano Andrés Antonini que llegó al Paraguay exclusivamente para diseñar y establecer la escalera de mármol del Palacio que comunica a la segunda planta, el pintor Julio Monet, francés, que pintó el cielo raso con decoraciones florales y figuras. 
Para 1867, época de la Guerra de la Triple Alianza, el Palacio de los López estaba casi terminado, aunque faltaban detalles de acabado para su conclusión. La ornamentación era de estatuillas de bronce y muebles importados de París, y grandes y decorados espejos para los salones del Palacio. Durante los siete años que los brasileños ocuparon Asunción, el Palacio sirvió como cuartel de sus fuerzas. Después de que éstas lo abandonaron, el edificio quedó en estado de abandono. Fue durante el gobierno de Juan Alberto González que se iniciaron las grandes obras de restauración del Palacio, que duraron solamente dos años. El edificio terminó recuperando su antigua gloria. 

Fuente 

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado 

Estragó, Margarita Durán – Homenaje al pueblo de Patiño, en el centenario de su fundación (1909- 2009) 

O’Leary,Juan E. – El mariscal Solano López 

Rivarola Matto, J. Bautista – Diagonal de sangre: la historia y sus alternativas en la Guerra del Paraguay. 

www.revisionistas.com.ar 

domingo, 1 de febrero de 2015

Guerra del Paraguay: La ocupación militar y vida civil de la posguerra (1/2)

La ocupación militar del Paraguay de la posguerra
Por Alfredo Viola - Portal Guaraní

La historia del Paraguay - ABC Color (Fascículo Nº 20 - Capítulo Nº 12)
Asunción – Paraguay

Luego de que la inoperante escuadra brasileña hubiera pasado, finalmente, las líneas de Humaitá el 19 de febrero del 868, el mariscal Francisco Solano López ordenó que Asunción fuera evacuada inmediatamente. El 22 siguiente y por medio de un bando, el vicepresidente Francisco Sánchez estableció un término de 48 horas para el cumplimiento de la medida. El documento disponía que: "Toda persona que se encontrare robando en las casas desocupadas o en las calles, será inmediatamente fusilada. También "...sufrirá la pena de muerte cualquier persona que se pusiera en comunicación con el enemigo".


Casa de Francisco Solano López


La caída de Asunción

El 1° de enero de 1869, luego de destruido el ejército paraguayo en las batallas de Ytororó, Avay e Itá Ybaté y tras la capitulación del reducto de Angostura, en el mes de diciembre del año anterior, los ejércitos aliados ingresaron a la capital paraguaya. Habían transcurrido ya 10 meses desde que fuera abandonada. Las calles y casas se encontraban desiertas y llenas de malezas.

El ejército argentino se estableció en la vecindad de Asunción y fueron las tropas brasileñas las que arrasaron con todo lo que encontraban a mano. Casas, muebles, todo tipo de bienes. Ni los templos ni las sepulturas fueron respetados.

El cuartel general brasileño se instaló en la mansión que fuera del Gral. Vicente Barrios y su esposa Inocencia López de Barrios, calle Villa Rica (actual Pdte. Franco) esquina Independencia Nacional. Mientras que el hospital argentino se instaló en el viejo Club Nacional, Palma entre 25 de Diciembre (actual Chile) y Atajo (Alberdi). El cuartel de la tropa brasileña y la caballería riograndense ocupó el palacio de López, hoy Palacio de Gobierno. El Gral. Manoel Luis Osorio, vizconde y marqués de Herval, se alojó en la casa de Francisco Solano López, Nuestra Sra. de la Asunción esquina Palma; y el Gral. José Auto Guimaraes, Barón de Yaguarón, en los altos de la Estación San Francisco, frente a la Plaza Uruguaya. Los demás jefes y organismos del ejército invasor ocuparon otros edificios importantes de Asunción.

El 16 de enero de 1869 aparece en "La Tribuna" de Buenos Aires un artículo de su corresponsal en Asunción. Citado por Héctor E. Decoud, en el escrito puede leerse lo siguiente: "En Asunción no hemos encontrado a nadie. La ciudad es importante, tiene majestuosos edificios, el palacio de López no tiene rival en estas repúblicas. La estación del ferrocarril es espléndida (...) Hoy se encuentran la mayor parte de las casas abiertas, mesas, espejos partidos, y el contenido de las cómodas y armarios, por los suelos de las casas. Dos días después de la ocupación de la Asunción por los ejércitos aliados, primeramente los vapores, luego los buques a vela y finalmente las chatas comenzaron a salir aguas abajo, cargados de frutos, maquinarias, muebles y objetos de valor".

Luego de varias semanas de la ocupación de Asunción, el periódico "Estrella" publicó una referencia sobre la guerra, manifestando: "Vamos a ver si con haber llegado a la Asunción pueden salir con la suya, es decir si las profecías de la Alianza se cumplen". Y agregaba: "Y desde luego: ¿cuál fue el primer grito que dieron al moverse sobre nosotros? ¡Dentro de dos meses en Asunción! Y los negros, esos borrones que manchan el orbe y representan las tinieblas que ofuscan la humanidad, calaron cien mil bayonetas y creyeron realizar su plan de destrucción. ¡El golpe no puede errar! gritaron todos, en pos de los oráculos de la maldad, que profetizaron con el aplomo del cinismo la conquista del Paraguay conforme a las dogmáticas sanciones del tratado del 1° de mayo".


Palacio de Benigno López


Iglesia de Trinidad (Campamento brasilero post guerra del 70)


Vivanderos y prostitutas

Detrás de las tropas extranjeras de ocupación iban llegando a Asunción los emigrados paraguayos. Y entre ellos, aquellos que habían formado parte de la "Asociación" y la "Legión" paraguayas. También arribaban los prisioneros de guerra además de la población civil desde los lugares ocupados por el enemigo. Se sumaron a estos contingentes las mujeres -extranjeras- de dudosa moralidad, que habían acompañado a las tropas aliadas en campaña. En medio de la miseria y el hambre reinantes en Asunción se instalaron los innumerables vivanderos, agentes y proveedores del ejército aliado, que se habían enriquecido extraordinariamente con la provisión de víveres, ganado vacuno, caballos y forraje a las tropas de la Alianza. A manera de ejemplo sobre el volumen de la compra de alfalfa para la caballería brasileña, señalemos que "...el intendente del ejército recibió orden para tener en depósito una reserva de alfalfa suficiente para la alimentación de 8.000 caballos, superando de ese modo cualquier falta de parte de los proveedores".

Muchos fueron los traficantes foráneos que se establecieron en la época. En compañía de una minoría de paraguayos, los extranjeros radicaron diversos negocios almacenes, carnicerías, bares, billares, salones de baile, reñideros de gallos, etc.

El vizconde de Taunay en su "Diario do Exército" señala que "...casi todos los paraguayos cogidos con las armas en las manos son dejados bajo palabra en tierra de la República, se portan bien y se dedican casi exclusivamente a diversos empleos o a sus negocios particulares... " . Sin embargo y a medida que transcurrían los meses, muchos vivanderos que habían seguido al ejército brasileño, en procura de López y los restos de su ejército por las Cordilleras, hicieron decaer, temporalmente, la actividad comercial en la recientemente ocupada capital.

Pero fuera de este eventual decaimiento, no dejaban de animarse los diversos barrios de Asunción, mediante fiestas no muy "recomendables", de acuerdo a la queja expresada en "La Regeneración". El diario reclamaba a la Policía que prohibiera "...los bochinches que se arman todas las noches en más de veinte partes de la ciudad; dentro de poco no se podrá vivir en este bendito país". Y seguidamente se preguntaba: "Qué motivos inducen a la Policía para permitir que todas las noches se baile en esos asquerosos lupanares?". Y categóricamente afirmaba que se les debía "... principiar a inspirarle el trabajo como el único correctivo contra el vicio".

Con relación a lo mismo, se condenaba a las prostitutas "...que en vez de trabajar cada vez más se corrompen prostituyéndose en los lupanares más inmundos; son las que el Gobierno debía proteger y obligar también a que trabajen y se dediquen a la agricultura, fuente de las más notables riquezas de este fertilísimo país".

A la "inmoralidad" reinante se le agregaba -según datos leídos en el mismo periódico- el aspecto deplorable que presentaba Asunción.


Cirilo Antonio Rivarola


Juan Bautista Gill


Bernardino Caballero


Patricio Escobar


Emilio Aceval

Huérfanos y mendigos

Mientras que mujeres y niños famélicos mendigaban la caridad pública, la capital paraguaya empezaba a adquirir un cierto movimiento comercial. "Unas doscientas personas, la mayor parte niños y mujeres de 10 a 12 años, se agrupaban en las puertas de la proveeduría del Sr. Lamas, harapientos y desnudos, pidiendo a gritos una limosna o que comer".

Meses después, con la firma de un tal Hassan "La Regeneración" publicaba una serie de artículos en los cuales denunciaba la patética situación general, manifestando: "Aquí mismo en esta ciudad pululan centenares de mendigos harapientos y miserables, sin asilo y sin alimento, que pasan la noche -gran parte de ellos- en los corredores de las casas, en tanto que otros mueren en las calles, no como seres humanos sino como bestias indignas de conmiseración y humanidad".

Y el mismo articulista continuaba diciendo que la mayoría de los que habían fallecido podían haberse salvado si hubieran sido atendidos a tiempo. Consignaba además que las mujeres constituían la mayor cantidad de víctimas.

Otro periódico denunciaba en una misma edición y en sendos artículos la existencia de vagabundos y mendigos. Referente a los primeros afirmó: "La Policía debe tomar enérgicas medidas contra los vagabundos que pululan por nuestras calles". También señalaba que se observaba gran cantidad de muchachos que estaban criándose en la ociosidad.


Residencia del General Vicente Barrios


Respuesta del gobierno a los problemas sociales

Casi un año después, ya constituido el primer gobierno constitucional, el presidente Cirilo Antonio Rivarola dictó un decreto en cuyos considerandos señalaba como una de las causas del atraso de nuestra campaña, "... a la apatía e indolencia de muchos de sus habitantes que, olvidando su dignidad y sus deberes de hombres y ciudadanos, viven en la más estéril holganza, obligando a sus esposas, hermanas y parientes a trabajar en labores impropias de su sexo, corrompiendo así las costumbres públicas y aprovechando con el mayor cinismo el sudor de esas débiles mujeres para satisfacer sus vicios, hijos de tan perniciosa ociosidad". Basado en esas consideraciones, Rivarola decretó que "... los jefes políticos de cada vecindario ordenasen a todos los individuos de sus respectivos distritos el cultivo del tabaco, según sus aptitudes físicas y los recursos de que pudieran disponer...".

A pesar de la falta de recursos fiscales y municipales como consecuencia de la pobreza generalizada, la Municipalidad tomó una serie de medidas en defensa de la salud. De acuerdo con la Memoria de dicha institución, publicada en el mes de mayo de 1870, se consigna que se combatió la prostitución, se quemaron y arrasaron grandes focos de inmundicias "... que corrompidas por los calores alteraban la atmósfera (...). Los cadáveres que diariamente se enterraban en los patios de las casas o estaban tirados en las orillas de los caminos hoy se entierran en lugar sagrado y según la prescripción de la higiene". Además se habían rellenado los grandes pantanos y se empedraron algunas calles de la ciudad. Se nombró a "... un doctor en medicina con su botica para curar gratis". Se generalizó la aplicación de la vacuna antivariólica también en forma gratuita.

La mencionada Memoria, que era acompañada con la nomenclatura de las calles públicas, prometía atender las plazas públicas en fecha cercana, el próximo establecimiento del mercado y el servicio de los carros fúnebres.

Se anunciaba también el establecimiento del alumbrado público a partir del 1° de enero de 1871. Igualmente se condenaba el juego de la lotería y se establecía que la compostura de las calles, normalmente a cargo de los propietarios, quedaría por cuenta de la Municipalidad debido a la pobreza de aquellos.

Pero confrontado al documento municipal publicado, "La Regeneración" informaba unas semanas después que "... por las calles quedan insepultos los cadáveres de infelices que han sido víctimas del hambre y de la miseria, (...) Las calles están en un estado pésimo, tanto para el tránsito como porque a cada paso se hallan focos inmensos de infección". Estos y otros males eran debido, según manifestaba el citado órgano de prensa, porque desde que el Sr. Bedoya se posesionara del Ministerio de Hacienda se le ha ido despojando de recursos a la Municipalidad. Pasados varios años, la mortalidad de las criaturas recién nacidas era excesiva, siendo enterradas sin las formalidades de la ley y sin siquiera averiguarse el origen de su muerte.


Estación del Ferrocarril (Usada como residencia del General José Auto Guimaraes)


Juegos diversos en medio de la pobreza

En los primeros tiempos de su ocupación, Asunción tuvo varios jefes de plaza surgidos del ejército brasileño. Así, de acuerdo al "Diario do Exército, editado por el Vizconde de Taunay, ocuparon ese cargo el coronel Hermes da Fonseca, luego el coronel Paranhos, quien a su vez fue sustituido por el brigadier Salustiano jerónimo dos Reis.

En medio de la miseria e indigencia de la mayoría de los pobladores de la capital, y de las frecuentes extorsiones y abusos de parte de las tropas de ocupación, las que no respetaban no solo a los paraguayos sino que tampoco a los extranjeros residentes, se llevaban a cabo diversiones varias.

Entre algunos de los excesos y tropelías cometidos por los militares aliados, el súbdito francés León Caron denunciaba "... hechos de violencia, extorsiones practicadas por la Policía brasileña de aquella ciudad (Asunción) y desapropiación de casas..." y solicitaba "... se haga una rigurosa investigación para castigar a los culpables o en tal caso se adquieran datos para refutar semejantes alegaciones".


Niños cautivos, niños "regalos"

La caza de niños por las tropas aliadas era un hecho frecuente. Ocurrieron decenas y tal vez centenares de casos. Así como después de la batalla de Yataí y de la capitulación de Uruguayana, los jefes y oficiales aliados se distribuían prisioneros paraguayos como si fueran bienes personales para destinarlos a sus fazendas o estancias, especialmente los de piel morena. Lo mismo realizaron en nuestro territorio con los niños, fueran estos huérfanos o no. Los infantes sorprendidos en las calles eran tomados en muchos casos para enviarlos "... como presentes a familiares o amigos en calidad de sirvientes o esclavos, o poniendo elevados precios por el rescate de estas infelices criaturas".

Según testimonio de Bartolomé Yegros dado en el año 1919, él había sido una de las víctimas. Al igual que muchos otros niños, había llegado a Asunción desde la campaña, luego de la finalización de la contienda. Tenía entonces nueve años de edad. Pero ya en vista del secuestro de niños verificado en la capital, los que podían huían hacia los pueblos circunvecinos, buscando el amparo de algunas personas humanitarias. Don Bartolomé encontró refugio en Capiatá, en el seno de la familia Mongelós. Allí vivió "... hasta que una única hermana mía regresó de Cerro Corá y hubo de recogerme consigo en la capital. Mis hermanos varones sucumbieron todos. El hecho que dejo relatado no puede considerarse como caso aislado, porque lo realizaban sistemáticamente, pues los mismos soldados salían a recorrer las calles en busca de pequeños errantes, o de lo hijos de los mismos vecinos... ".

Otros niños eran capturados se les exigía a sus familiares elevadas sumas de dinero por sus rescates. Tal es el caso del niño Manuel Domecq García, cuya tía, doña Concepción Domecq de Decoud tuvo que abonar 8 libras esterlinas a unos soldados brasileños para recuperarlo.


Cayo Miltos


El Marsical López seguía presente en Asunción

En medio de las manifestaciones violentas de los enemigos del Mcal. López en Asunción no faltaron quienes arrostrando graves peligros se manifestaron abiertamente partidarios del Mariscal Presidente. Recuerda en su "Diario... "el Vizconde de Taunay que el representante del Gobierno de los Estados Unidos de América ante el gobierno paraguayo, el general Martin McMahon, cometió varias tropelías, como la de no querer pagar el alquiler de la casa que ocupaba, por decir que era la casa del paraguayo Jara, quien lo acompañaba, "...como consintiendo que ese hombre ande hablando a favor de López en el sentido de persuadir a la gente".

Constituido el triunvirato integrado por Cirilo Antonio Rivalora, Carlos Loizaga y José Díaz de Bedoya, uno de sus primeros decretos fue declarar al "desnaturalizado paraguayo Francisco Solano López (...) fuera de la ley, y para siempre arrojado del suelo paraguayo como asesino de su patria y enemigo del género humano". Este decreto fue fechado el 17 de agosto de 1869.

La noticia de la muerte del mariscal López llegó a Asunción cuatro días después de su muerte, el 5 de marzo de 1870. El parte de guerra de José Antonio Correa da Cámara al conde D'Eu señalaba al respecto que "... no queriendo entregarse (el Mcal. López) fue muerto al instante (...) Le intimé la orden de rendirse cuando ya estaba completamente derrotado y gravemente herido, y no queriendo, fue muerto".

Los adversarios de López, integrantes de las tropas enemigas, los vivanderos extranjeros y los legionarios paraguayos "celebraron" esta muerte. Pero más ignominioso fue el baile oficial ofrecido por el gobierno provisorio del Paraguay para "festejar" la muerte del Mariscal.

La comisión encargada de organizar dicha fiesta estuvo integrada por los señores Facundo Machaín, Mariano Gutiérrez, José segundo Decoud, Sinforiano Alcorta Bernardo Recalde, Salvador Jovellanos y Juan Silvano Godoy. La invitación fue dirigida a "lo más selecto" de la sociedad asuncena y a la oficialidad del ejército aliado". Pero el recuerdo del mariscal López permanecía firme entre los sobrevivientes de las filas de su ejército. Algunos permanecían callados por temor. En cambio otros se manifestaban abiertamente.

En una de esas ocasiones, "La Regeneración" daba cuenta del festejo del aniversario del nacimiento del mariscal Francisco Solano López con el título de "Qué cinismo". La conmemoración molestó a los redactores del mencionado periódico, que publicó cuanto sigue:

"Los días de orgía y de servilismo en que pasaron cuando el tirano los encadenaba a sus plantas, aún lo recuerdan con entusiasmo, porque sus corazones corrompidos solo anhelan la esclavitud y la abyección, digna de ellos, que odian la civilización y el progreso". Continuaba la crónica que si una imprenta "...ha tenido el cinismo de festejarlo, que reciba del pueblo paraguayo el digno desprecio a que se ha hecho acreedor por tan vergonzoso proceder".

En el mismo número del citado periódico y en otro suelto referido al natalicio del Mcal. López, comentaba: "Y sin embargo, cosa increíble, nos dicen que ese día fue festejado en las inmediaciones de San Roque por algunos a aquel que no tuvo compasión de su misma madre y hermanos" . En medio de las pasiones que enfrentaban a "lopiztas" y "antilopiztas" a partidarios del "Club del Pueblo" y del "Gran Club del Pueblo", se iban formando otros grupos que rivalizaban en diversiones y fiestas.


José Segundo Decoud


Diversiones populares

En el ejército brasileño, especialmente entre la oficialidad, solían realizarse juegos de sortijas, los que atraían a una gran cantidad de espectadores. El Vizconde de Taunay relata que en una ocasión el conde D'Eu asistió a las mismas "... al juego de la argollita a la que los españoles llaman sortijas y que varios oficiales organizan en la plaza grande del mercado en señal de regocijo (...) Gran multitud concurrió a esta diversión y toda ella daba muestra de perfecta alegría".

A la noche, como culminación de esa jornada festiva, "... las señoras paraguayas de las familias más distinguidas salvadas en el departamento de la Cordillera se dirigieron al cuartel general, en donde por intermedio del ciudadano Decoud (hijo) felicitaron al príncipe por los últimos triunfos de las armas aliadas". También se realizaban regularmente las riñas de gallos por lo que los reñideros se hallaban dispersos en varios barrios de la ciudad.

"La Regeneración", por ejemplo, daba cuenta de la próxima apertura de un reñidero de gallos en Trinidad, "...para todos los que deseen tener un rato de entretenimiento". El mismo medio anunciaba que para "... el sábado 9 y domingo 10 (del mes de junio de 1870) se iniciarán las riñas de gallos en la casa de la calle de la Encarnación esquina Oliva". En la ocasión, 5 gallos "de peso de tres libras doce onzas o catorce" debían reñir pidiendo a los aficionados presentar sus gallos.

El promotor de estos espectáculos ofrecía la venta de "asientos y entradas por el primer mes, a razón de diez pesos fuertes cada uno y con opción a pagar por todo el presente año la mitad del valor de los asientos y entradas que se vendan a los demás".

Por la misma época, una importante riña de gallos "internacional" fue la anunciada por "La Patria", señalando que llenará "... de bote en bote el circo de San Leopoldo, según los depósitos realizados. Competirán el ‘Mariscal López’ versus el gallo negro porteño denominado 'General San Martín' Negado recientemente de Buenos Aires a estas playas". Añadía el mencionado periódico que el público podrá divertirse "...presenciando los golpes y puñaladas que mutuamente se darán ambos muy afamados contendores".


Rufino Taboada

La Semana Santa

Durante la ocupación de Asunción, las conmemoraciones de la pasión y muerte de Jesús siguieron como en épocas anteriores. Añejas disposiciones relativas al mantenimiento del respeto a esos días de duelo religioso, que databan desde los tiempos de la colonia aunque dictadas con distintos términos, se volvían a poner en vigencia. En efecto, el jefe político de la capital estableció que en los días jueves y viernes santos "...se prohíbe andar a caballo y transitar toda clase de vehículos desde las ocho de la mañana del jueves hasta el canto de Gloria del sábado". El incumplimiento de este edicto implicaría la aplicación de una sanción consistente en el pago de 5 pesos o de 5 días de arresto. Se exceptuaron de esta obligación a los militares y médicos que estaban en servicio.

No faltaban vecinos que organizaban "quemas de judas". Una gacetilla del periódico "La Reforma" señalaba "... los que ardieron con más coraje fueron los que se quemaron en casa de los Sres. Azuaga y en la casa de doña Tomasa Almirón. En la casa de esta última se hizo un auto de fe".


Bailes

El dramático momento que se estaba viviendo en aquella época no impidió que se celebrara el carnaval con intensidad y entusiasmo, de acuerdo con las noticias del periódico "La Regeneración". El mismo informaba que "...próximamente se iniciarán los bailes de máscaras en el teatro Nacional, y que uno de ellos sería a beneficio de los pobres". El citado órgano de prensa anunciaba que no aparecería por unos días debido al carnaval, "...pues estos días de locura y diversión quieren aprovecharse también por los operarios que tenemos. Son tres días imposibles de trabajar". En la siguiente edición se hacía eco de las fiestas señalándose que "...numerosos y concurridos han sido los bailes con que se han celebrado los tres días de carnaval, habiendo abundado las mascaritas y dominós". Los bailes continuaron realizándose por diversos motivos, ya con el exclusivo fin de obtener lucro o con intenciones de conmemorar, u olvidar, algún acontecimiento político. Con fines exclusivamente sociales o a veces también para acompañar una celebración religiosa.

El diario "El Pueblo" daba cabida a una invitación del Sr. Gorgonio Franco, dirigida a los paraguayos y extranjeros para asistir a una función religiosa a realizarse en la Recoleta el 11 de febrero de 1872 en honor a San Blas, patrón del Paraguay.

Luego de cumplidos los actos religiosos se realizarían juegos de sortijas, un almuerzo cuya base sería "... carne con cuero y un rico ambigú". Para la noche estaba programado "...un espléndido baile". El Sr. Franco prometía, además, carnear "...tres reses para repartir a los pobres".

El periódico "La Libertad" anunciaba la realización de un baile con motivo de un aniversario más de la independencia nacional y con intenciones "...de hacer olvidar los malos ratos que felizmente acabamos de pasar".

Debe recordarse que en enero de 1874 estalló un levantamiento político encabezado por Bernardino Caballero, Patricio Escobar, José Dolores Molas y otros. Triunfante el mismo "... se pidió al ex ministro Ferreira, a última hora, que organizara un amago de defensa de la capital, con el pretexto de celebrar un pacto con los revolucionarios, sobre la permanencia de Jovellanos en la primera magistratura hasta la expiración próxima de su mandato". Eran "los malos ratos" a los que se refería "La Libertad".

En su edición del 15 de mayo informaba sobre los festejos realizados en la víspera y que en celebración de tan magna fecha "... hubo tedeum, parada de tropas, corrida de sortija y salvas. Por la noche el gran baile. Todas las clases sociales participaron del regocijo público".

Los bailes estaban a la orden del día y el periódico "La Libertad", que propiciaba la candidatura presidencial de Juan B. Gill, afirmaba con optimismo que la felicidad y la alegría estaban nuevamente presentes en la sociedad "... nacidas de la tranquilidad y confianza". Y a la vez -señalaba- que una gran cantidad de bailes se realizó en la noche de San Juan.


Residencia de Venancio López


Bandas de músicos militares

Los músicos actuaban en diversos lugares y ocasiones: en las plazas, en la plazoleta del puerto y en otros sitios. Informaba "La Libertad" que para celebrar el aniversario de la independencia de Bahía, los músicos del 10° de infantería y del 2° de Artillería "... iban a ofrecer un gran concierto en el salón de música del 10°". Entre las piezas musicales elegidas para su ejecución figuraba "... la ópera Guaraní, del maestro brasileño Gómez".

El Himno Nacional, restaurado por el maestro italiano Luis Cavedagni, llegado al país en el año 1874, fue ejecutado "...en ocasión de la ascensión (a la presidencia) de Juan Bautista Gill. El estreno lo realizaron las cuatro bandas del ejército brasileño de ocupación, bajo la dirección del maestro Francisco Antonio de Nascimiento". Este auspicioso acontecimiento, como es de imaginarse, llenó de optimismo a la población paraguaya. Se volvía a contar con uno de los símbolos nacionales, así como el escaso ejército nacional existente volvía a contar con bandas de músicos.

En el presupuesto nacional, que debía entrar en vigencia en el año 1874, se previó el mantenimiento de la "Banda de Música" del Primer Batallón, integrada por veintiocho músicos; el del Segundo Batallón que contaba con 10 músicos y el del Primer Regimiento de Caballería, que tenía en sus filas a veintiséis músicos. Estos, al igual que sus pares brasileños, ofrecían retretas y amenizaban, en ocasiones, diversas fiestas populares.


Internos del Colegio Nacional

Otros entretenimientos

Las carreras de caballos, de larga tradición en el Paraguay, continuaron realizándose desde los primeros tiempos del repoblamiento de Asunción, luego de la finalización de la guerra. Se restablecieron varias "canchas de carrera" en diversos lugares. Una de ellas era la de San Blas.

Un anuncio publicado por el periódico "La Patria" avisa que "...por ser los días más cortos, las carreras se iniciaron a las 2:30 PM.", a la vez que se suplicaba "...también a los que tengan perros, tengan la bondad de no llevarlos a la cancha para así evitar grandes desgracias". El mismo periódico anunciaba carreras "...en la cancha de Morales". Por aquellos días algo singular llamaba la atención de los vecinos de Asunción. Una carrera hecha en la calle De la justicia (actual Mcal. Estigarribia) entre un jinete y un hombre que compitió "... resultando vencedor el que corría a pie".

Y haciendo una digresión en el relato de los hechos acaecidos en Asunción durante la posguerra, es preciso señalar que desde el comienzo de la colonización del Paraguay abundaron los canes en todo el país, y en no menor grado en la capital. Y así como los gobernadores reiteraron disposiciones para limitar el número de estos animales a lo largo de la colonia, lo mismo ocurrió en la época independiente.

En un informe del Departamento General de Policía que abarcaba el período correspondiente entre el 31 de octubre de 1874 al 31 de marzo de 1875, entre las diversas actividades registradas, señala la "... matanza de perros durante los seis meses". La cifra de canes sacrificados entonces era de 208.

Pero no solamente perros inquietaban al vecindario asunceno. Unos meses antes de iniciarse esta matanza y tal vez impelido por el hambre, apareció un tigre por los suburbios de Asunción. "Algunos vecinos de las calles Ypané y Loreto (Fulgencio R. Moreno y México), se vieron obligados a algunos disparos de fusil con lo que consiguieron ahuyentarlo", escribía un cronista, y con picardía agregaba: "¡A tigres! ¡Tigres! No tenemos suficientes con los de adentro que se nos vienen los de afuera".

La aparición de estos felinos era frecuente. Ya anteriormente se había informado sobre la aparición de otros "... que se han venido hasta la proximidad de San Roque". Por su parte, "El Pueblo" publicaba la trágica noticia del hallazgo de "...una canilla y la parte del cráneo de una persona". Los restos fueron encontrados en "...los senderos que faldean el cerro Lambaré" y el periódico le atribuía a la existencia de tigres en la zona.

El juego de las bolitas y de los "cobres" estaba muy difundido por lo que "La Libertad" se permitía llamar la atención "...a quien corresponda, por los juego citados en las inmediaciones del Hospital Potrero". De acuerdo a la columna "Boletín del Día", de un periódico de ese tiempo, tampoco faltaban "vagos y mal entretenidos". La columna daba cuenta de que fueros detenidos varios vagos y remitidos al Departamento Central de Policía "...serán destinados al trabajo público de arreglar calles y plazas". Sugería "La Patria" que la Policía echara una ojeada por Trinidad que también "...estaba poblada de vagos".

El citado órgano de prensa señalaba además que le Policía hizo "...una recogida de una porción de pilluelos de esos tantos que andan por nuestras calles sin ninguna ocupación y aprendiendo el vicio". En la edición del mismo día, "La Patria" pide que los comisarios "...impidan que los muchachos anden jugando a las chapas en medio de las veredas y hasta en los zaguanes de varias casas...", pues el ruido no dejaba descansar a nadie.

El juego de naipes estaba muy arraigado desde la época colonial. Por un lado se combatía el vicio, pero también existía, desde fines de la colonia, una pequeña prensa de imprimir naipes y además se había creado el Real Estanco de Tabaco y Naipes. Multas aplicadas a quienes jugaban por dinero no eran raras, especialmente durante los gobiernos del Dr. José G. Rodríguez de Francia y de don Carlos A. López. Sin embargo, desde 1869 aumentó la afición a los juegos de naipes en el Paraguay. En sendos artículos, el periódico "La Patria" informaba que "...fueron sorprendidos unos jugadores de naipes en las inmediaciones de la estación del ferrocarril y remitidos al Departamento Central de Policía". Y que en ese mismo día, 5 de agosto de 1875, "...otra partida de jugadores de naipes sorprendida en el Hospital Potrero fue llevada a la Policía Central".

"La Patria" insistía un mes después a los "comisarios de sección" para que controlasen el proceder de los vigilantes, "...pues estos, en vez de apresar a los jugadores de naipes, se ponen a jugar con ellos".

Entretanto, los niños se entretenían remontando pandorgas, creando cierto riesgo por la costumbre que tenían de adosar a ellas elementos cortantes; por eso sugería "La Patria" que las autoridades prohibieran ese juego "...que consideraban peligroso". Igualmente, las actividades cinegéticas se difundían en los alrededores de la ciudad y especialmente en "... el lugar llamado Banco, que no sería raro que ocurra alguna desgracia".

Allí, "a espaldas del Cabildo" se dirigían en gran número los cazadores. A esa información agregaba un mes después "La Patria", que "El último domingo muchísimas personas, aprovechando el lindo día, han salido a cacería a los alrededores de nuestra población. Igual cosa se ha hecho ayer".