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martes, 20 de mayo de 2025

PGM: La ofensiva Brusilov

La ofensiva Brusilov




Esteban McLaren

La ofensiva Brusilov, llevada a cabo durante la Primera Guerra Mundial, es considerada una de las operaciones militares más exitosas y devastadoras de la contienda, pese a sus enormes costos humanos. Este ataque, llevado a cabo por el Ejército Imperial Ruso contra las fuerzas de las Potencias Centrales en el frente oriental, no solo influyó significativamente en el curso de la guerra, sino que también dejó un legado perdurable en la historia militar.

Contexto histórico y preludio

La ofensiva Brusilov fue nombrada en honor a su arquitecto, el general Alexéi Brusílov, un oficial experimentado del Ejército Imperial Ruso. En 1916, la guerra en el frente oriental se encontraba en un punto muerto. Tras las derrotas sufridas por los rusos en 1915, la moral del ejército estaba en declive, la infraestructura logística se encontraba en desorden, y el mando supremo ruso estaba sumido en una crisis de confianza. La incapacidad de los aliados rusos, Francia y Reino Unido, de aliviar la presión sobre el frente oriental, sumado a los éxitos de las Potencias Centrales, especialmente del Imperio Austrohúngaro y Alemania, había dejado a Rusia en una posición precaria.

A principios de 1916, los Aliados acordaron lanzar ofensivas simultáneas en varios frentes para debilitar las Potencias Centrales. Mientras los franceses planificaban la Batalla del Somme y los italianos preparaban ofensivas contra Austria-Hungría, se pidió a Rusia que lanzara un ataque en el frente oriental para aliviar la presión sobre sus aliados. Inicialmente, el alto mando ruso, incluido el comandante en jefe, el gran duque Nikolái Nikoláyevich, dudaba de la viabilidad de una gran ofensiva. Sin embargo, Brusílov convenció al alto mando ruso de que su plan era factible.





Planificación y estrategia

El plan de Brusílov era audaz e innovador para su época. A diferencia de las ofensivas tradicionales, que solían concentrarse en un único punto del frente, Brusílov propuso un ataque en un frente amplio de aproximadamente 400 kilómetros, desde el río Prípiat hasta los Cárpatos. El objetivo era abrumar las defensas enemigas, que se extenderían demasiado y no podrían resistir un ataque coordinado en varios puntos.

Una característica distintiva del plan de Brusílov fue su enfoque en la sorpresa táctica. En lugar de concentrar sus fuerzas en un sector estrecho, como era habitual, Brusílov dispersó a sus tropas en todo el frente, lo que dificultó que el enemigo predijera el punto exacto del ataque principal. Además, Brusílov ordenó la construcción de trincheras y túneles avanzados cerca de las líneas enemigas, lo que permitió a las tropas rusas acercarse sigilosamente a las posiciones austriacas.

Otro aspecto innovador fue el uso masivo de la artillería. Aunque los rusos no contaban con una superioridad numérica abrumadora en artillería, Brusílov planeó un bombardeo intensivo pero breve y preciso, diseñado para destruir las defensas enemigas y desmoralizar a las tropas austrohúngaras, en lugar de los prolongados bombardeos que eran comunes en el frente occidental.

Despliegue y ejecución

La ofensiva comenzó el 4 de junio de 1916, y desde el principio, las fuerzas rusas lograron un éxito significativo. En cuestión de días, las líneas austrohúngaras fueron penetradas en múltiples puntos. Las fuerzas rusas, mejor entrenadas y equipadas que en ofensivas anteriores, avanzaron rápidamente, capturando decenas de miles de prisioneros y enormes cantidades de equipo.

El avance ruso fue particularmente devastador para el Imperio Austrohúngaro. La moral entre las tropas austrohúngaras, compuestas por un conglomerado de diferentes grupos étnicos, ya estaba baja, y la ofensiva de Brusílov la destrozó aún más. Unidades completas se rindieron sin luchar, y en muchos casos, las tropas austrohúngaras simplemente se retiraron en desorden. Brusílov demostró una maestría en la guerra de movimiento, superando las expectativas del alto mando ruso.

Sin embargo, el éxito inicial de la ofensiva comenzó a ralentizarse por varias razones. Primero, a medida que los rusos avanzaban, sus líneas de suministro se alargaron, y la logística, ya frágil, comenzó a fallar. Además, los refuerzos alemanes llegaron para apoyar a las maltrechas tropas austrohúngaras. El alto mando alemán, consciente del peligro que representaba la ofensiva Brusílov, trasladó tropas desde el frente occidental y otros sectores para estabilizar la situación en el este. Esta intervención, aunque costosa para los alemanes, ayudó a frenar el avance ruso.

Otra limitación significativa fue la falta de coordinación con otras ofensivas aliadas. La Batalla del Somme, por ejemplo, no comenzó hasta julio de 1916, un mes después de que Brusílov hubiera lanzado su ataque. Esta falta de sincronización permitió a las Potencias Centrales trasladar tropas entre frentes y evitar un colapso total.

El plan de Brusílov durante la ofensiva de 1916 es un ejemplo de innovación táctica en la guerra. A diferencia de las estrategias tradicionales de la época, que solían concentrar las fuerzas en un único punto del frente, Brusílov optó por dispersar sus tropas a lo largo de un frente extenso de aproximadamente 400 kilómetros. Esta dispersión tenía el objetivo de evitar que el enemigo predijera el punto exacto del ataque principal, generando confusión y maximizando la efectividad del asalto.

La sorpresa táctica fue un componente crucial en su estrategia. Brusílov no solo dispersó sus tropas, sino que también preparó el terreno de manera que las fuerzas rusas pudieran acercarse sigilosamente a las posiciones enemigas. Ordenó la construcción de trincheras avanzadas y túneles cerca de las líneas austrohúngaras, permitiendo a sus tropas una posición ventajosa desde el inicio del ataque.

Otro aspecto innovador fue el uso de la artillería. En lugar de los bombardeos prolongados típicos de la época, que a menudo alertaban al enemigo de un inminente ataque, Brusílov planeó un bombardeo intensivo pero breve y preciso. Este bombardeo estaba diseñado para destruir las defensas enemigas de manera efectiva y rápida, desmoralizando a las tropas austrohúngaras antes de que pudieran organizar una defensa coherente.

Esta combinación de sorpresa táctica, dispersión de fuerzas y bombardeos precisos resultó en una de las ofensivas más exitosas y devastadoras de la Primera Guerra Mundial, demostrando la capacidad del ejército ruso para llevar a cabo operaciones complejas y exitosas a pesar de las dificultades logísticas y estratégicas.




Consecuencias y resultados

A pesar de estas limitaciones, la ofensiva Brusilov fue una de las más exitosas de la Primera Guerra Mundial en términos de resultados estratégicos. Las pérdidas para el Imperio Austrohúngaro fueron catastróficas. Se estima que el Imperio perdió alrededor de 1,5 millones de hombres entre muertos, heridos y prisioneros, debilitando gravemente su capacidad de continuar la guerra sin la ayuda alemana. Además, la ofensiva contribuyó significativamente a la crisis interna dentro de Austria-Hungría, exacerbando las tensiones étnicas y políticas que eventualmente llevarían a la desintegración del imperio.

Para el Imperio Ruso, la ofensiva Brusilov representó su último gran éxito militar en la Primera Guerra Mundial. Aunque las bajas rusas también fueron altas, estimadas en más de 500,000, el ataque demostró que el ejército ruso aún era capaz de realizar operaciones ofensivas exitosas. Sin embargo, el costo humano y material debilitó aún más a Rusia, que ya estaba al borde de una crisis social y política. La victoria táctica no se tradujo en una ventaja estratégica duradera, y menos de un año después, Rusia estaría sumida en la Revolución de Febrero de 1917, que eventualmente llevaría al colapso del régimen zarista y la retirada de Rusia de la guerra.

Innovaciones y legado militar

Desde una perspectiva militar, la ofensiva Brusilov es estudiada como un ejemplo de innovación táctica y operativa. El uso de un frente amplio, la sorpresa táctica, y la integración efectiva de la artillería en la ofensiva, influyeron en las doctrinas militares posteriores. De hecho, muchas de las tácticas empleadas por Brusílov fueron precursoras de las utilizadas en la Blitzkrieg alemana durante la Segunda Guerra Mundial.

El legado de la ofensiva Brusilov también se refleja en su impacto psicológico en las Potencias Centrales. El éxito ruso en esta operación exacerbó las tensiones entre Alemania y Austria-Hungría, poniendo de relieve la dependencia del segundo imperio respecto a la potencia germana. Además, la desmoralización causada por la ofensiva tuvo repercusiones en el frente interno de las Potencias Centrales, especialmente en Austria-Hungría, donde las tensiones étnicas y políticas se intensificaron.

Conclusión

La ofensiva Brusilov de 1916 fue una de las operaciones militares más significativas de la Primera Guerra Mundial. A pesar de su éxito, las enormes pérdidas sufridas por ambos bandos subrayaron la brutalidad de la guerra moderna y la dificultad de lograr una victoria decisiva. Para Rusia, fue el último gran éxito antes de ser consumida por la revolución, mientras que para Austria-Hungría, marcó el comienzo del fin como una potencia militar significativa. Desde un punto de vista militar, la ofensiva Brusilov sigue siendo un estudio clave en la estrategia y la táctica de guerra, demostrando cómo la innovación y la audacia pueden, al menos temporalmente, superar las desventajas numéricas y logísticas.


miércoles, 18 de mayo de 2022

Malvinas: La resistencia hasta agotar munición de la sección del Subteniente Aliaga

La sección de Aliaga en Boca House





Esta es una imagen muy conocida, distribuída profusamente por la BBC en su momento, y mostrada cientos de veces por los medios de nuestro país. Sin la historia que conforma el contexto, es la imágen de la derrota y el hundimiento moral, la viva imagen de la desolación que inspira pena y lástima por un pobre soldado sin preparación que fue obligado a ir a una guerra. Esa no es la verdad, y detrás de esa imagen hay un relato de valor, lealtad, sacrificio y amor a la Patria que les quiero contar.

El soldado argentino retratado se llama Guillermo Ricardo Aliaga, y en 1982 era cadete de 4to año del Colegio Militar de la Nación, destinado como subteniente "en comisión" en el Regimiento de Infantería Mecanizado 8 como consecuencia del conflicto. El 23 de abril el RI Mec 8 fue enviado a Malvinas y tomó posiciones en Bahía Fox, en la Isla Gran Malvina, salvo la sección del subteniente Aliaga, que con sus 26 suboficiales y soldados fue enviada a reforzar el istmo de Darwin. Se le asignó la misión de defender Boca House, una pequeña ensenada en la costa oeste, ya que se preveía un desembarco en ese punto. La tarea no era fácil, no sólo por sus escasos recursos humanos, sino porque la sección quedaría aislada del resto del dispositivo defensivo.



La llamada de la gloria para el subteniente Aliaga y su gente llego el 28 de mayo, cuando el bisoño oficial junto a sus 5 suboficiales y 21 soldados enfrentó a los paracaidistas de la Compañia D al mando del mayor Keeble, a los que pronto se sumaron los efectivos de la compañía B, ambas del Second Battalion Parachute Regiment (2 PARA). Durante doce horas, los 27 soldados argentinos frenaron la embestida británica, hasta que ya sin munición y con casi la mitad del personal herido, incluyéndo a él mismo con un impacto en el cuello, el subteniente Aliaga debió rendir la posición. Fue retratado inmediatamente después, con la herida mal vendada, agotado y debilitado por la pérdida de sangre. No se trata de un joven asustado y abatido; es la imagen de un soldado valiente que dió todo en el combate.
Guillermo Ricardo Aliaga (VGM) se retiró del Ejército Argentino con el grado de teniente; cursó estudios en la Universidad de Derecho, obteniendo el título de abogado.

NOTA AL PIE: Pese a la violencia de los combates y a los muchos heridos, la sección del subteniente Aliaga no perdió a ninguno de sus integrantes.