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sábado, 6 de abril de 2024

Granaderos: Lavalle en Riobamba

Juan Galo de Lavalle, guerrero de la Independencia.

Ilustración: Lucas Cejas

Lavalle, Riobamba y los granaderos de San Martín

Rogelio Alaniz || El Litoral

El 21 de abril de 1822 Juan Lavalle, entonces un soldado de veinticinco años, se ganó el apodo de “León de Riobamba”, una distinción que de alguna manera se hizo extensiva a los noventa y seis granaderos que cargaron contra más de cuatrocientos españoles obligándolos, en una primera instancia, a retroceder. Cuando repuestos de la sorpresa, o el susto, la caballería y la infantería española se lanzaron en la persecución de los granaderos que regresaban a su base trotando como si estuvieran paseando, se produjo un segundo encuentro, en el que otra vez los españoles fueron derrotados.

La batalla de Riobamba se libra en Ecuador y de alguna manera prepara las condiciones para la posterior victoria de las tropas americanas en Pichincha. Los granaderos de San Martín se habían incorporado al ejército dirigido por el mariscal Antonio Sucre y, a juzgar por los resultados, adquirir en “préstamo” a los granaderos fue una de sus mejores ocurrencias.

Según las crónicas, el 22 de abril fue un día lluvioso. El barro dificultaba el desplazamiento de los soldados y obligaba a tomar precauciones especiales a la hora de decidir la batalla con el enemigo. Sucre le ordenó a Lavalle que inspeccionara el terreno. Nada más que eso; una inspección para obtener algunos datos indispensables para el futuro combate. Lavalle avanzó con sus hombres y de pronto se encontró con tres batallones españoles que lo triplicaban en hombres y armamentos. Lo prudente en ese caso hubiera sido retroceder, pero Lavalle nunca fue prudente, mucho menos en esas circunstancias.

Los españoles no podían creer lo que veían sus ojos. Un grupo de hombres avanzaba sobre ellos al grito de “¡a degüello!”. El aspecto de los soldados criollos debe de haber sido temible porque luego de una breve resistencia los que retrocedieron fueron los españoles. Lavalle los persiguió, ordenándoles a sus hombres que se detuvieran cuando advirtió que la caballería española había llegado hasta donde estaba apostada la infantería. Entonces dio orden de retroceder. Lo hicieron despacio, como si estuvieran paseando, “al trote”, dice el informe oficial. Los españoles, tal vez avergonzados por haber sido corridos por noventa soldados, decidieron perseguirlos.

El informe posterior que Sucre le envió a San Martín es elocuente: “Lo mandé a un reconocimiento a poca distancia del valle y el escuadrón se halló frente a toda la caballería enemiga y su jefe tuvo la elegante osadía de cargarlos y dispersarlos con una intrepidez de la que habrá raros ejemplos”. Sucre concluye su informe a San Martín diciendo de Lavalle: “Su comandante ha conducido su cuerpo al combate con una moral heroica y con una serenidad admirable”.

Conviene subrayar una de las frases de Sucre: “La elegante osadía...”. La decisión de Lavalle fue improvisada, no cumplió ninguna orden, no se atuvo a ninguna instrucción, por el contrario lo suyo fue una improvisación o, para ser más precisos, una inspiración, una genial inspiración. El informe que el propio Lavalle hizo por su lado parece coincidir con esta hipótesis. En un primer párrafo describe el momento en que retrocede después de la primera carga y cómo luego observan que la caballería española regresa al galope. Son muchos, están bien armados y se trata de soldados expertos en guerrear, pero... “ el coraje brillaba en el semblante de los bravos granaderos y era preciso ser insensible a la gloria para no haber dado una segunda carga”, ataque que en ese caso contó con el auxilio de los Dragones de Colombia, quienes estando a las órdenes de Sucre se involucraron en el combate .

O sea que la batalla de Riobamba se libró en dos tiempos, y en ambos las tropas americanas salieron airosas. El balance de pérdidas en vidas y armamentos permite asegurar que hubo ganadores y perdedores. Los españoles dejaron en el campo de batalla alrededor de cincuenta muertos y un número similar de heridos, mientras que los criollos sólo tuvieron que lamentar dos bajas.

Diez años antes, con sólo quince años de edad, Lavalle había ingresado al cuerpo de Granaderos a Caballo creado por el entonces teniente coronel José de San Martín. Aún no le había terminado de crecer la barba y ya estaba enredado en combates y batallas. Después de haber guerreado una temporada en la Banda Oriental fue trasladado a Mendoza donde se incorporó al proyecto del Ejército de los Andes. Desde ese momento puede decirse sin exagerar que estuvo en todas y en todas se lució y ganó honores y ascensos. Desde Chacabuco, donde fue ascendido a capitán, hasta Ituzaingó donde le otorgaron el grado de general en el mismo campo de batalla después de haber improvisado una carga de caballería que se hizo célebre y que para más de un observador militar decidió la batalla, Lavalle trazó un itinerario de combatiente que le permitió ganar con justicia el título de guerrero de la Independencia.

El héroe de Riobamba nunca renunció a su condición de granadero y soldado de San Martín. Después de Riobamba siempre lució con orgullo la distinción que le otorgó San Martín, distinción que muchos años después, cuando ya estaba embarrado en las guerras civiles, sacó a relucir para refutar a sus enemigos que lo acusaban de traidor a la patria. “El Perú a los vencedores de Riobamba”, decía el brazalete entregado por San Martín a su granadero.

Los méritos de Lavalle son también los méritos del cuerpo de granaderos, ese regimiento que recibió su bautismo en San Lorenzo y luego recorrió medio continente, siempre combatiendo contra los enemigos de la Independencia. Los granaderos regresaron a Buenos Aires catorce años después de haber sido creados. Llegaban cargados de glorias y cicatrices. No eran muchos. De los mil hombres que marcharon a Mendoza sobrevivieron 120.

Desde Buenos Aires a Colombia hay miles de kilómetros. Estos bravos soldados los recorrieron peleando sin tregua. Estuvieron en Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia. En todos lados recibieron reconocimientos y elogios. Ganaron y perdieron batallas, mataron y murieron, combatieron en la montaña, en la llanura y en el mar, y siempre defendieron los principios que en su momento les inculcara San Martín, normas de disciplina tan austeras y exigentes que hasta sancionaban al soldado que golpease a una mujer “aunque hubiera sido insultado por ella”.

La suerte de los granaderos estuvo ligada a la de su jefe. Cuando San Martín dejó Perú, ellos iniciaron el retorno a Buenos Aires. El viaje fue largo y cargado de acechanzas. Hubo rebeliones, naufragios y acciones heroicas. El 19 de febrero de 1826, setenta y ocho granaderos a las órdenes del coronel Félix Bogado entraron a la ciudad de Buenos Aires que los recibió como héroes. De los setenta y ocho, había seis que realizaron toda la campaña, desde San Lorenzo a Junín. Importa recordar sus nombres porque lo merecen: Paulino Rojas, Francisco Olmos, Segundo Patricio Gómez, Dámaso Rosales, Francisco Vargas y Miguel Chepaya.

El 23 de abril de ese año, y en homenaje a la batalla de Riobamba, don Bernardino Rivadavia decidió incorporarlos a su escolta, honor que mantienen hasta el día de la fecha. Para 1826 San Martín ya estaba en el exilio, pero cuando se enteró de la noticia no disimuló su satisfacción. Los granaderos habían sido su creación, su primera criatura, la niña de sus ojos, como se decía entonces. San Martín siempre consideró a los granaderos como un regimiento ejemplar, como un modelo de profesionalismo militar. Parco y medido como era en los elogios, dijo de ellos una de las frases más ponderativas que salieron de la boca de ese hombre enemigo de las palabras fáciles y la retórica liviana: “De lo que mis granaderos son capaces, sólo yo lo sé. Habrá quien los iguale, quien los supere, no”.



martes, 14 de noviembre de 2023

Guerra de la Independencia: Los tres sargentos

Los sargentos de Tambo Nuevo



Fue en esas circuns­tancias cuando tuvo lugar la acción audaz conocida por la acción de los tres sargentos de Tambo Nuevo.
El 1º de octubre de 1813. Tras el repliegue, Belgrano reorganiza sus tropas, enviando una partida de caballería para reconocer y ubicar a los realistas. Su comandante es el futuro Gral. Gregorio Lamadrid con tres soldados y el indio baqueano Reynaga. El 25 de octubre, se encuentran con una guardia de infantería enemiga, que vigilaba el camino. Los patriotas después de haber divisado a los realistas, organizan un plan de ataque al "Puesto Tambo Nuevo" donde se hallaba la guardia al acecho. Sorprendieron al centinela, los intimaron a rendirse y los llevaron prisioneros ante Belgrano.
La comisión
El teniente Aráoz de Lamadrid había comisionado a tres dragones de su grupo para que reconocieran el terreno. Los tres soldados tropezaron con una guardia de infantería durante la noche en un rancho; se componía de un sargento, dos cabos y ocho soldados.
En lugar de retirarse ante la superioridad de los realistas, resolvieron los tres dragones atacar por sorpresa a esa guardia-, con tan buen resultado que todos fueron desarmados y maniatados; de los once prisioneros, se escapó el sargento dejándose caer en la oscuridad por un derrumbadero; dos de los prisioneros habían jurado en Salta no volver a tomar las armas contra la patria y fueron fusilados por la espalda. Los tres soldados fueron promovidos a sargentos en premio a la hazaña realizada y pasaron a la historia como los tres sargentos de Tambo Nuevo, designación del lugar de la acción.
Consecuencias
La incursión tuvo el efecto inesperado de obligar a los realistas a levantar su asedio a Potosí. Castro, convencido de que su escuadrón estaba siendo acechado por una fuerza combinada de 200 soldados, decidió retirarse a Condo, cuartel general de Pezuela. Su retirada permitió a las tropas del general Díaz Vélez reunirse con el ejército de Belgrano en Macha.
La caballería de Lamadrid, una vez despejado el camino de enemigos, alcanzó el sitio donde había tenido lugar la Batalla de Vilcapugio, donde halló los cuerpos sin vida de varios camaradas, a los que dio cristiana sepultura. En ese lugar erigió dos picas, donde clavó las cabezas de los realistas ejecutados por Belgrano. Un cartel fue colocado en las picas con la leyenda por perjuro

domingo, 1 de octubre de 2023

EA: Granaderos en la Torre Eiffel en 1903


Regimiento de Granaderos a Caballo "San Martín" en París, en la torre Eiffel, en el año 1903. Observados por un soldado del ejército francés, escriben cartas para sus familias. Este evento es posterior a la inauguración del monumento al Gral. San Martín en la ciudad de Boulogne-sur-Mer.

jueves, 17 de agosto de 2023

EA: Granaderos a caballo en 1903

Granaderos a caballo en 1903





Foto de un grupo de Oficiales de la Plana Mayor del Regimiento de Granaderos a Caballo "General San Martín" posando con uniforme de gala frente al edificio de la Mayoría, unidad ubicada en Liniers, Buenos Aires - Año: 1903.
(Créditos a quien corresponda)

El 29 de mayo de 1903 el Señor Presidente de la Nación Teniente General Julio Argentino Roca firmó el decreto que determinó la recreación del “Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín” sobre la base del mejor regimiento de caballería de línea, usando como uniforme de parada el histórico que diseñara San Martín; cuatro años más tarde el Señor Presidente de la Nación Dr José Figueroa Alcorta lo designó Escolta Presidencial.

Fuente: Historia Argentina (Instagram)

viernes, 23 de septiembre de 2022

Argentina: Granaderos a caballo retornan al regimiento

Luego de la gala montada del dia 17 de agosto con motivo de un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad del General San Martin donde el Regimiento participó de la ceremonia central, compartimos este video muy especial del ingreso de los efectivos que participaron

sábado, 19 de enero de 2019

San Martín: El genio táctico al cruzar la cordillera

El genio de San Martín para enfrentar la cordillera

Revista Cumbres
Colaboración especial: Esteban Ocampo



En el bicentenario del impresionante cruce de los Andes liderado por el gran estratega americano, un repaso por la planificación y logística ideada para superar el gran obstáculo.

La inmensidad de la cordillera fue el escollo a vencer.

En febrero pasado se cumplieron 200 años del Cruce de los Andes que en 1817 condujo el General José de San Martín de Mendoza a Chile con el Ejército Libertador, a fin de dar batalla a los realistas en la búsqueda de la independencia continental como parte de su Plan Estratégico.

La campaña ha sido destacada en numerosas oportunidades como una de las hazañas más intrépidas, audaces y estratégicamente brillante de todos los tiempos.

Fuera del aspecto estrictamente militar y de sus connotaciones políticas de la época, es dable resaltar aspectos logísticos y de planificación, estrategias que San Martín ideó para dar batalla primeramente a la inmensa cordillera en las condiciones reales de hace 2 siglos.

“Se hace mucho hincapié en el cruce y la finalización con la batalla de Chacabuco, pero hay que hablar del cruce como campaña militar, algo específicamente preparado cuya consecuencia fue la liberación de Chile. Sólo así puede contemplarse el genio de un tal José de San Martín” explica el historiador Esteban Ocampo, uno de los integrantes de la campaña que este año recreó el cruce respetando fielmente las condiciones de la época. (Ver aparte)

Seis columnas

San Martín diseñó la campaña dividiendo al Ejército en seis columnas en un frente de 800 kms desde el Sur de La Rioja al Sur de Mendoza, por donde cruzó el grupo más austral.

Dos de esos pasos fueron principales por donde circuló el grueso del Ejército de 2.500 hombres. Los otros pasos fueron auxiliares con columnas no muy numerosas y con intención de distraer y dispersar a las fuerzas enemigas en misiones específicas -ya en Chile- para que no dispusieran de todo el poderío en la batalla de Chacabuco.

Una columna principal avanzó por la ruta de Uspallata bajo las órdenes del coronel Gregorio de Las Heras junto a la artillería al mando de Fray Luis Beltrán. El paso, accesible y bajo, era muy usado para el comercio en la época.

La otra columna importante fue por San Juan, la ruta de Los Patos por Valle Hermoso que se dividió en Ojo de Agua y Paso de Ortiz, donde pasó parte de la avanzada, y paso de Yaretas, por donde cruzó efectivamente San Martín.

Las rutas secundarias fueron la de Comecaballos en La Rioja con el Tte. Cnel. Zelada; Guana, al Norte de San Juan bajo órdenes del Tte. Cnel. Cabot; Portillo-Piuquenes, por el valle del Tunuyán desde el Fuerte de San Carlos a la orden del Capitán Lemos; y Planchón, al Sur de Mendoza por la zona del volcán Peteroa a cargo del Tte. Cnel. Freyre.

Uno de los tantos cauces que debieron vadear en la campaña andina.

Indumentaria

Los uniformes tradicionales eran de paño de algodón muy particular, un tipo de género lo suficientemente térmico para no ser muy caluroso en verano pero de buen abrigo en invierno. Por debajo de la casaca utilizaban una camisa de cuello alto y los oficiales además un chaleco.

En el caso del Regimiento de Granaderos recibieron unas chaquetas rojas cortas con piel de oveja llamadas “pellizas” que colocaban como abrigo por arriba de la casaca. También pantalones de paño negro de abrigo con refuerzo de cuero. La mayoría de los soldados llevaban ponchos cuyanos y capotes de paño con abrigado forro interior.

Los pantalones tenían un refuerzo de cuero para evitar el desgaste por el roce de la montura en el caso de los jinetes y en la botamanga para proteger la ropa de daño con los estribos.

Para mantener la temperatura de los pies cada soldado usaba “tamangos”, especie de cobertores de piel de cordero que se colocaban sobre los zapatos, comunes de cuero con hebillas, y en el caso de Infantería le llamaban botín a una polaina corta, de media caña o incluso por arriba de las rodillas, que iban sobre los zapatos.

Para sus manos llevaban guantes de paño, para sus cabezas con pañuelos cubrían la nuca y orejas, y por encima el “cubre cabeza”, gorra o sombrero, especie de boina que portaban en época de instrucción en el cuartel. En otras unidades eran birretes con manga que caía hacia uno de los hombros.

Los regimientos vestían tres uniformes: el de cuartel, el de campaña o combate, y el de desfile o de gala, este último el más vistoso. El que se usó para el cruce fue el de combate.

Por las noches se armaban carpas de paño reforzadas muy sencillas en menos de 3 minutos. Tenían cuatro parantes y dos vientos, uno adelante y otro atrás. En cada carpa entraban de 2 a 3 soldados y como camas usaban las monturas individuales, pellones y mantas, e incluso la silla servía de almohada. Se cubrían con el mismo abrigo de cada uno.

 
El primer gran desafío de San Martín fue vencer a la naturaleza.

Alimentación

Como alimento principal para afrontar el cruce de las altas cumbres, cada soldado llevaba un trozo de charqui que molían y cocinaban rápidamente en una especie de caldo valdiviano con mucha cebolla y ajo para el mal de altura. Eran comidas al estilo carbonada o guiso suculento que aportaban proteínas en cantidad importante con la simpleza de prepararla en pocos minutos para recuperar fuerzas inmediatamente.

El Ejército llevó además 700 reses en pie que faenaban conforme avanzaban las columnas. Así se dispuso de carne fresca a modo de asado o guiso.

Pan, galletas de harina, verduras, frutos secos y una ración diaria de aguardiente completaban la dieta para evitar los efectos de la altura y el frío, pues de eso se trataba el plan alimentario de la campaña, que además resultaba en comida sencilla y rápida de elaborar.

Logística

Cada columna en su itinerario de marcha tenía minuciosamente detallada cada jornada: los puntos que debían unir, extensión en leguas, disponibilidad de agua, pasto y leña, tipo de terreno y monte. Estos datos fueron útiles para que los baqueanos regularan la marcha y así llegaran a los puntos planificados.

Las instrucciones comenzaban con el siguiente texto: “Usted va a avanzar según la prudencia, su experiencia e inteligencia que dispone para dar cumplimiento a estas órdenes”.

Las comunicaciones a través de chasquis fueron también muy importantes. Se sabe que San Martín enviaba constantes mensajes a Las Heras para que apure o retenga la marcha en función de las tácticas. En el diario de Bernardo O’Higgins, vanguardia de ruta de Los Patos, constan esas comunicaciones que le va enviando a San Martín en la retaguardia.

El concepto central del plan para cruzar los Andes consistía en minimizar cualquier problema, error o imponderable al enfrentarse con la montaña. En 1816 el Gran General le confiesa por carta a Tomás Guido que lo que no lo deja dormir no es la oposición, lo que el enemigo pueda estar preparando al otro lado, sino poder pasar esta cordillera con 5.000 hombres, y después dar la batalla.

La llegada exacta y coordinada de las columnas el 8 de febrero de 1817 a Santa Rosa de los Andes fue fruto de la precisión en las comunicaciones y la eficacia en la planificación. Eso posibilitó el logro y derivó en el triunfo militar de Chacabuco. Cruzar la cordillera habiendo cumplido con los objetivos diseñados fue la mitad de la batalla ganada.

El grupo que ideó y concretó una recreación histórica del cruce sanmartiniano.

Una recreación fiel

Un grupo de personas que conforman el Escuadrón de Caballería Histórica cruzó en febrero pasado la Cordillera de los Andes emulando y homenajeando la gesta libertadora y exactamente en las mismas condiciones como lo hizo hace 200 años el Ejército que formó y condujo el General José de San Martín en 1817.

Sin ningún auxilio tecnológico, vestidos con igual indumentaria y durmiendo en carpas de época, el 3 de febrero de 2017 (vaya fecha) seis “recreadores”, un camarógrafo, tres baqueanos que transitaron por el lado argentino dieron el paso inicial desde la localidad sanjuanina de Tamberías para concretar un sueño y una hazaña que vienen planificando desde finales de 2015.

La preparación incluyó mucho entrenamiento personal, chequeos médicos constantes, práctica de cabalgatas, todo para poder afrontar de ocho a diez horas de marcha montada todos los días en alturas superiores a los 3.500 metros.

Utilizaron ropas confeccionadas con las mismas telas que usaron en el Ejército sanmartiniano, iguales carpas, mantas, utensilios como faroles, velas, sables, todo derivado de una profunda investigación histórica para reproducir la gesta de manera fiel.

Las monturas hicieron las veces de camas por las noches, y el mismo poncho de abrigo fue manta para intentar dormir en medio del implacable frío de la cordillera.

Pablo Zamprogno, Esteban Ocampo y su hijo Martín (10), Javier Madariaga, Guadalupe Strada y Daniel Gwaszdac son los integrantes de la Agrupación Recreadores del Escuadrón de Caballería Histórica. El itinerario fue aproximadamente el que realizó la columna liderada por el Tte. Cnel. Juan Manuel Cabot en 1817, por el Norte de la provincia de San Juan conocido como paso Guana. Tras seis días de travesía pasando por La Vega Grande, Los Azules, Los Esteros de la Mula y La Cuesta, llegaron al “Paso del Gordito” donde autoridades chilenas de Monte Patria y Ovalle los recibieron para cruzar la frontera. Luego vinieron Las Ramadas, Tulahuen, Huana, Monte Patria, Ovalle, Barraza y finalmente Coquimbo y La Serena, objetivo final de la gran empresa, siempre recibidos por los pueblos con gran algarabía y emocionado reconocimiento.

El objetivo de la iniciativa consistió en vivir el cruce de los Andes tal como lo vivieron los soldados de San Martín hace 200 años. El resultado, en la evaluación hecha por sus protagonistas, fue altamente satisfactorio y un motivo de mayor admiración por aquellos hombres que en 1817 acompañaron al Libertador.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Anecdotario histórico argentino: Lavalle y Bolívar

Lavalle y Bolívar 


Juan Lavalle
Fué Lavalle uno de los campeones de nuestra maravillosa epopeya. Vulcano épico de mirada azul y de barba rojiza, tuvo por yunque los campos de Maipú, Chacabuco, Paseo y Río Bamba, y, por martillo su luciente corvo granadero. Luchador incansable de la Libertad desde muy niño, peregrínó por medio continente cosechando a su paso admiración y respeto.
Orgulloso y altivo, aun en la adversidad, no toleró jamás una ligereza, ni aún de los jefes de mayor rango, olvidando a veces los principios fundamentales de la disciplina.
Después de la victoria de Pichincha la ciudad de Quito se ha vertido de gala para homenajear a los vencedores. Una larga mesa llena de manjares y bebidas está rodeada por la brillante oficialidad patriota. El vino y la Gloria del día afiebraba las mentes. Bolívar amante de los brindis y de los discursos levanta su copa y dice:

¡No tardará mucho el día en que pasearé el pabellón triunfan de Colombia hasta el suelo Argentino! 
Un ambiente tenso sigue a las palabras del Libertador de Colombia que, probablemente las haya pronunciado sin medir el alcance de las mismas. Pero de cualquier manera el guante es recogido por el sargento mayor Lavalle que levantando su copa brinda con tono enérgico:
La Argentina se halla independiente y libre de toda dominación española, y lo ha estado desde el día en que declaró su emancipación el 25 de Mayo de 1810. En todas las tentativas para reconquistar territorio, los realistas han sido derrotados. Nuestro Himno consagra triunfos. ¡Brindo por la Independencia de América! 
En otra ocasión en que Bolívar pasaba revista a los granaderos cuyo jefe a la sazón era Lavalle, se molestó por una oportuna respuesta
de éste y le dijo amenazador:

¡Teniente coronel Lavalle! ¡Estoy acostumbrado a fusilar generales insubordinados! 
A lo que le contestó enérgico el bizarro oficial de San Martín llevando la diestra a la empuñadura de su corvo:
¡Esos generales no tendrían una espada como ésta...!


Simón Bolìvar, enano fascista

lunes, 13 de febrero de 2017

Biografías: Manuel Isidoro Suárez (Argentina)

Coronel Manuel Isidoro Suárez 


 

Manuel Isidoro Suárez (nacido en Buenos Aires, 1799 - fallecido en Montevideo, 1846), coronel del Ejército Argentino, que luchó en las guerras de independencia hispanoamericana, dirigiendo la caballería peruana y colombiana en la batalla de Junín. Posteriormente participó en las guerras civiles argentinas. 

Sus inicios 
Se enroló muy joven en el Regimiento de Granaderos a Caballo, y cruzó los Andes con el Ejército de los Andes, del general José de San Martín; luchó en Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. También participó en las últimas campañas del sur de Chile. 
Hizo la campaña del Perú y luchó en Nazca, Cerro de Pasco y el sitio de El Callao. A órdenes de William Miller hizo la campaña de Arequipa y luchó en la batalla de Mirave, victoria que le valió el ascenso a teniente coronel. 

La batalla de Junín 
El 6 de agosto de 1824 en la Pampa de Junín se enfrentaron los ejércitos independentista y realista. Los patriotas estaban en peor terreno y la caballería realista estaba en mejores condiciones. En la tarde, a las cuatro, se produjo un choque terrible. En el primer choque de ambas caballerías “con sables y espadas”, la del general Miller fue avasallada. Esa impresión obligó a Simón Bolívar a abandonar el campo y reunirse con su infantería que se encontraba a retaguardia. Una vez reunidos sus hombres, apuró el paso y esperó nuevamente a la caballería realista al mando de José Canterac. 
Parte de la caballería de Miller, los Húsares del Perú, al mando de Manuel Isidoro Suárez, quedó emboscada en un recodo del camino, en uno de los flancos de las fuerzas principales de Miller. Allí se mantuvo Suárez, en espera. No salió inmediatamente a auxiliar al resto de la caballería de Miller, al observar que la caballería realista de Canterac, venía a todo galope en persecución . Isidoro Suárez la dejó pasar y luego ordenó el ataque; de improviso la caballería realista se vio atacada por su flanco descuidado y se desconcertó. Al darse cuenta de este hecho los de la caballería del ejército unido libertador que se encontraba en fuga, empezaron a reagruparse y volver al ataque. Los realistas no pudieron aguantar tan inesperada reacción y empezaron el desbande, perseguidos por los Húsares del Perú, Granaderos de Colombia, Regimiento de Granaderos a Caballo y Húsares de Colombia. 
Por sus meritos fue ascendido a coronel y el nombre de su escuadrón fue cambiado por Bolivar a Húsares de Junín, actualmente la escolta presidencial del Perú, a cuya cabeza volvió a combatir en la batalla de Ayacucho. 
Acusado de intentar derrocar a Bolívar, junto con otros muchos oficiales argentinos, fue arrestado y expulsado del Perú. Durante algún tiempo residió en Chile. 



Dice Borges de su bisabuelo el Coronel Isidoro Suárez :
Se llamaba Manuel Isidoro Suárez… Yo tenía unos 18 años cuando falleció mi abuela, que nos contaba las historias de él. Era hijo de Nicolás Suárez y Pérez y de Leonor Merlo y Rubio, nació en la esquina de San Martín y Cangallo, a tres cuadras de la Plaza de Mayo. A los catorce años se enroló como cadete en el Regimiento de Granaderos a Caballo y al año lo nombraron portaestandarte del tercer escuadrón, luego lo hicieron alférez y hacía parte del Ejército de los Andes de San Martín cuando la batalla de Maipú y en la batalla de Junín comandó los Húsares de Perú, un regimiento de caballería peruana y colombiana donde había pocos argentinos, ya San Martín se había ido, estaba a las órdenes de Bolívar y él comandó una carga de caballería que decidió la batalla. La batalla de Junín sería militarmente una escaramuza, sólo duró tres cuartos de hora y no se disparó un solo tiro, fue una batalla entre la caballería patriota y la caballería española y toda la batalla fue entre sable y lanza, y allí mi bisabuelo atravesó con su lanza a un español que había tomado prisionero al Coronel José Valentín de Olavaria, que era un amigo suyo, entonces él vio eso, fue al galope, y lo atravesó al godo, como se decía entonces, y le dio la libertad a su amigo, que era uno de los hombres más valientes del ejército de la independencia, pero, como Carlos XII, había una cosa a la que él le tenía mucho miedo, la oscuridad, no podía dormir en lo oscuro; Carlos XII de Suecia, para mí uno de los hombres más valientes que registra la historia, tenía miedo a la oscuridad también, Olavarría igualmente… Yo he dedicado demasiados poemas a mi bisabuelo, deben ser en verdad borradores… Sucre en las cartas que escribió a Bolívar hizo repetidos elogios de él… Era primo segundo de Rosas pero prefirió el destierro y la pobreza en Montevideo a vivir bajo su dictadura, le confiscaron los bienes y a uno de sus hermanos lo ejecutaron…

La Guerra del Brasil 

Regresó a Buenos Aires en 1827, y por orden del presidente Bernardino Rivadavia fue puesto al mando de un regimiento de lanceros, con el que puso sitio a Colonia, aún en manos brasileñas. Participó también a la campaña de Río Grande, luchando en el combate de Padre Filiberto. 
A su regreso a Buenos Aires, prestó servicios en la frontera contra los indígenas. 

La revolución de Lavalle 
Apoyó la revolución del 1 de diciembre de 1828, dirigida por Juan Lavalle contra el gobernador Manuel Dorrego. Combatió en la batalla de Navarro y participó en la campaña contra las montoneras federales del norte de la provincia de Buenos Aires. 
En febrero de 1829 derrotó al mayor Manuel Mesa y al caudillo Molina en Las Palmitas; en su honor, el gobernador delegado Guillermo Brown llamó al cercano Fuerte Federación con el nombre de Junín, hoy una ciudad importante. 
Después de la caída de Lavalle se exilió en Montevideo. Tuvo una estancia en Mercedes. 
Apoyó las revoluciones de Fructuoso Rivera contra el presidente Manuel Oribe, pero no llegó a combatir en ninguna batalla. 
Después de la batalla de Arroyo Grande, a principios de 1843, comandó una división de dispersos reunidos en Mercedes para intentar impedir el avance de Oribe sobre Montevideo. Fue obligado a refugiarse en la ciudad, donde participó en la defensa contra el sitio que le impuso Oribe. 
Falleció en febrero de 1846 en Montevideo. Curiosamente, sus cenizas fueron mezcladas con la de su amigo, el coronel José Valentín de Olavarría. 
Estuvo casado con Jacinta Haedo. 

Homenajes 
Además del nombre de la ciudad de Junín, también la ciudad de Coronel Suárez — de 30.000 hab — honra la memoria del heroico coronel, como así el partido de Coronel Suárez, división administrativa de la provincia de Buenos Aires. 



Monumento al Cnel. Suarez en el pueblo homónimo (Pcia de Buenos Aires)

Fue bisabuelo de Jorge Luis Borges, quien lo recordó en varios de sus poemas: 
Inscripción sepulcral, poema de Fervor de Buenos Aires, 
Página para recordar al coronel Suárez, vencedor en Junín (El otro, el mismo) 
Coronel Suárez (La moneda de hierro), 
La Recoleta (Atlas). 




Enlaces externos 
Información sobre el coronel argentino 
Wikipedia
Fuente 3

viernes, 29 de julio de 2016

Anecdotario histórico argentino: Un capitán impetuoso

Lavalle y Bolívar 



Juan Lavalle


Fué Lavalle uno de los campeones de nuestra maravillosa epopeya. Vulcano épico de mirada azul y de barba rojiza, tuvo por yunque los campos de Maipú, Chacabuco, Paseo y Río Bamba, y, por martillo su luciente corvo granadero. Luchador incansable de la Libertad desde muy niño, peregrínó por medio continente cosechando a su paso admiración y respeto.
Orgulloso y altivo, aun en la adversidad, no toleró jamás una ligereza, ni aún de los jefes de mayor rango, olvidando a veces los principios fundamentales de la disciplina.
Después de la victoria de Pichincha la ciudad de Quito se ha vertido de gala para homenajear a los vencedores. Una larga mesa llena de manjares y bebidas está rodeada por la brillante oficialidad patriota. El vino y la Gloria del día afiebraba las mentes. Bolívar amante de los brindis y de los discursos levanta su copa y dice:

¡No tardará mucho el día en que pasearé el pabellón triunfan de Colombia hasta el suelo Argentino! 
Un ambiente tenso sigue a las palabras del Libertador de Colombia que, probablemente las haya pronunciado sin medir el alcance de las mismas. Pero de cualquier manera el guante es recogido por el sargento mayor Lavalle que levantando su copa brinda con tono enérgico:
La Argentina se halla independiente y libre de toda dominación española, y lo ha estado desde el día en que declaró su emancipación el 25 de Mayo de 1810. En todas las tentativas para reconquistar territorio, los realistas han sido derrotados. Nuestro Himno consagra triunfos. ¡Brindo por la Independencia de América! 
En otra ocasión en que Bolívar pasaba revista a los granaderos cuyo jefe a la sazón era Lavalle, se molestó por una oportuna respuesta
de éste y le dijo amenazador:

¡Teniente coronel Lavalle! ¡Estoy acostumbrado a fusilar generales insubordinados! 
A lo que le contestó enérgico el bizarro oficial de San Martín llevando la diestra a la empuñadura de su corvo:
¡Esos generales no tendrían una espada como ésta...!




Simón Bolìvar

lunes, 20 de junio de 2016

Anecdotario histórico argentino: Pringles y el mar




Pringles en la caleta de pescadores

Era el teniente Juan Pascual Pringles un puntano de elevada estatura, ojos centelleantes y fuerza hercúlea, como toda aquella brillante pléyade de jóvenes que se enrolaron en el regimiento que creara pare victoria el Padre de la Patria. Vestía con elegancia su ajustado unifoi de granadero, casaca azul larga con vivos encarnados, calzón del mismo color y alta bota negra.
El 27 de noviembre de 1820 marchaba con 17 hombres con la misión de acompañar a un emisario del general San Martín que debia tomar contacto con el comandante Tomás Heres, jefe del Batallón real. Numancia, el cual, desde su jefe hasta el último soldado, estaba formado totalmente por americanos.
Al llegar a la Caleta de Pescadores cerca de Chancay ordenó pie en tierra, para esperar al emisario que se había adelantado a cumplir su cometido, cuando sobre una lomada aparecieron dos escuadrones de Dragones del Perú, el batallón Numancia y dos pieza de artillería mando del coronel D. Gerónimo Valdez. Se adelantaron los jinetes realistas y, cuando estuvieron a una distancia prudencial, intimaron rendición a los granaderos.

La respuesta fué inmediata. El teniente Pringles ordenó formar su pelotón en una fila detrás suyo y al toque de “a degüello”, cargó contra el centro de los escuadrones del rey.
Dable es imaginar lo que fué aquella acción. El sable y la lanza herían sin piedad y al fogoso valor de los patriotas lo apagó la abrumadora superioridad numérica de los adversarios.
Bien pronto tres granaderos habían caído para no levantarse otros once estaban heridos, encontrándose entre ellos el propio Pringles.
Este valiente, con los restos de su pequeña fuerza decidió, ante rendirse, sumergirse en el mar y a media rienda, seguido de los hombres que le quedaban, se echó al agua decidido al último sacrificio.
Emocionado el coronel Valdez por el heroísmo del joven patriota le envió un oficial para garantizarle su vida y la de sus hombres.
Sólo así se decidió Pringles a entregarse prisionero y, ya entre ocasionales enemigos, recibió de ellos las mil muestras de simpatía y admiración que reciben los valientes, aún de sus propios adversario.