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sábado, 6 de abril de 2024

Granaderos: Lavalle en Riobamba

Juan Galo de Lavalle, guerrero de la Independencia.

Ilustración: Lucas Cejas

Lavalle, Riobamba y los granaderos de San Martín

Rogelio Alaniz || El Litoral

El 21 de abril de 1822 Juan Lavalle, entonces un soldado de veinticinco años, se ganó el apodo de “León de Riobamba”, una distinción que de alguna manera se hizo extensiva a los noventa y seis granaderos que cargaron contra más de cuatrocientos españoles obligándolos, en una primera instancia, a retroceder. Cuando repuestos de la sorpresa, o el susto, la caballería y la infantería española se lanzaron en la persecución de los granaderos que regresaban a su base trotando como si estuvieran paseando, se produjo un segundo encuentro, en el que otra vez los españoles fueron derrotados.

La batalla de Riobamba se libra en Ecuador y de alguna manera prepara las condiciones para la posterior victoria de las tropas americanas en Pichincha. Los granaderos de San Martín se habían incorporado al ejército dirigido por el mariscal Antonio Sucre y, a juzgar por los resultados, adquirir en “préstamo” a los granaderos fue una de sus mejores ocurrencias.

Según las crónicas, el 22 de abril fue un día lluvioso. El barro dificultaba el desplazamiento de los soldados y obligaba a tomar precauciones especiales a la hora de decidir la batalla con el enemigo. Sucre le ordenó a Lavalle que inspeccionara el terreno. Nada más que eso; una inspección para obtener algunos datos indispensables para el futuro combate. Lavalle avanzó con sus hombres y de pronto se encontró con tres batallones españoles que lo triplicaban en hombres y armamentos. Lo prudente en ese caso hubiera sido retroceder, pero Lavalle nunca fue prudente, mucho menos en esas circunstancias.

Los españoles no podían creer lo que veían sus ojos. Un grupo de hombres avanzaba sobre ellos al grito de “¡a degüello!”. El aspecto de los soldados criollos debe de haber sido temible porque luego de una breve resistencia los que retrocedieron fueron los españoles. Lavalle los persiguió, ordenándoles a sus hombres que se detuvieran cuando advirtió que la caballería española había llegado hasta donde estaba apostada la infantería. Entonces dio orden de retroceder. Lo hicieron despacio, como si estuvieran paseando, “al trote”, dice el informe oficial. Los españoles, tal vez avergonzados por haber sido corridos por noventa soldados, decidieron perseguirlos.

El informe posterior que Sucre le envió a San Martín es elocuente: “Lo mandé a un reconocimiento a poca distancia del valle y el escuadrón se halló frente a toda la caballería enemiga y su jefe tuvo la elegante osadía de cargarlos y dispersarlos con una intrepidez de la que habrá raros ejemplos”. Sucre concluye su informe a San Martín diciendo de Lavalle: “Su comandante ha conducido su cuerpo al combate con una moral heroica y con una serenidad admirable”.

Conviene subrayar una de las frases de Sucre: “La elegante osadía...”. La decisión de Lavalle fue improvisada, no cumplió ninguna orden, no se atuvo a ninguna instrucción, por el contrario lo suyo fue una improvisación o, para ser más precisos, una inspiración, una genial inspiración. El informe que el propio Lavalle hizo por su lado parece coincidir con esta hipótesis. En un primer párrafo describe el momento en que retrocede después de la primera carga y cómo luego observan que la caballería española regresa al galope. Son muchos, están bien armados y se trata de soldados expertos en guerrear, pero... “ el coraje brillaba en el semblante de los bravos granaderos y era preciso ser insensible a la gloria para no haber dado una segunda carga”, ataque que en ese caso contó con el auxilio de los Dragones de Colombia, quienes estando a las órdenes de Sucre se involucraron en el combate .

O sea que la batalla de Riobamba se libró en dos tiempos, y en ambos las tropas americanas salieron airosas. El balance de pérdidas en vidas y armamentos permite asegurar que hubo ganadores y perdedores. Los españoles dejaron en el campo de batalla alrededor de cincuenta muertos y un número similar de heridos, mientras que los criollos sólo tuvieron que lamentar dos bajas.

Diez años antes, con sólo quince años de edad, Lavalle había ingresado al cuerpo de Granaderos a Caballo creado por el entonces teniente coronel José de San Martín. Aún no le había terminado de crecer la barba y ya estaba enredado en combates y batallas. Después de haber guerreado una temporada en la Banda Oriental fue trasladado a Mendoza donde se incorporó al proyecto del Ejército de los Andes. Desde ese momento puede decirse sin exagerar que estuvo en todas y en todas se lució y ganó honores y ascensos. Desde Chacabuco, donde fue ascendido a capitán, hasta Ituzaingó donde le otorgaron el grado de general en el mismo campo de batalla después de haber improvisado una carga de caballería que se hizo célebre y que para más de un observador militar decidió la batalla, Lavalle trazó un itinerario de combatiente que le permitió ganar con justicia el título de guerrero de la Independencia.

El héroe de Riobamba nunca renunció a su condición de granadero y soldado de San Martín. Después de Riobamba siempre lució con orgullo la distinción que le otorgó San Martín, distinción que muchos años después, cuando ya estaba embarrado en las guerras civiles, sacó a relucir para refutar a sus enemigos que lo acusaban de traidor a la patria. “El Perú a los vencedores de Riobamba”, decía el brazalete entregado por San Martín a su granadero.

Los méritos de Lavalle son también los méritos del cuerpo de granaderos, ese regimiento que recibió su bautismo en San Lorenzo y luego recorrió medio continente, siempre combatiendo contra los enemigos de la Independencia. Los granaderos regresaron a Buenos Aires catorce años después de haber sido creados. Llegaban cargados de glorias y cicatrices. No eran muchos. De los mil hombres que marcharon a Mendoza sobrevivieron 120.

Desde Buenos Aires a Colombia hay miles de kilómetros. Estos bravos soldados los recorrieron peleando sin tregua. Estuvieron en Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia. En todos lados recibieron reconocimientos y elogios. Ganaron y perdieron batallas, mataron y murieron, combatieron en la montaña, en la llanura y en el mar, y siempre defendieron los principios que en su momento les inculcara San Martín, normas de disciplina tan austeras y exigentes que hasta sancionaban al soldado que golpease a una mujer “aunque hubiera sido insultado por ella”.

La suerte de los granaderos estuvo ligada a la de su jefe. Cuando San Martín dejó Perú, ellos iniciaron el retorno a Buenos Aires. El viaje fue largo y cargado de acechanzas. Hubo rebeliones, naufragios y acciones heroicas. El 19 de febrero de 1826, setenta y ocho granaderos a las órdenes del coronel Félix Bogado entraron a la ciudad de Buenos Aires que los recibió como héroes. De los setenta y ocho, había seis que realizaron toda la campaña, desde San Lorenzo a Junín. Importa recordar sus nombres porque lo merecen: Paulino Rojas, Francisco Olmos, Segundo Patricio Gómez, Dámaso Rosales, Francisco Vargas y Miguel Chepaya.

El 23 de abril de ese año, y en homenaje a la batalla de Riobamba, don Bernardino Rivadavia decidió incorporarlos a su escolta, honor que mantienen hasta el día de la fecha. Para 1826 San Martín ya estaba en el exilio, pero cuando se enteró de la noticia no disimuló su satisfacción. Los granaderos habían sido su creación, su primera criatura, la niña de sus ojos, como se decía entonces. San Martín siempre consideró a los granaderos como un regimiento ejemplar, como un modelo de profesionalismo militar. Parco y medido como era en los elogios, dijo de ellos una de las frases más ponderativas que salieron de la boca de ese hombre enemigo de las palabras fáciles y la retórica liviana: “De lo que mis granaderos son capaces, sólo yo lo sé. Habrá quien los iguale, quien los supere, no”.



lunes, 22 de enero de 2024

Guerra de la independencia: ¿Quién fue María Remedios del Valle?

Quién fue María Remedios del Valle, la heroína que estará en los billetes de $10 mil


Los soldados la llamaban “la madre de la Patria”
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La Brújula 24
 




María Remedios del Valle estará en el billete de $10 mil que comenzará a comenzar a circular en junio, junto con Manuel Belgrano, en un reconocimiento al rol que jugó durante la independencia del país.

El historiador Oscar Larrosa relató en el programa Nunca es Tarde los hechos claves de la vida de esta mujer, a quien en su tiempo se le llamó “La Madre de la Patria”, por su rol esencial para la emancipación de Argentina.

María Remedios del Valle, de tez morena y esposa de un militar, no solo desempeñó un papel destacado en las luchas independentistas, sino que se convirtió en una figura central en el ejército del norte. A pesar de la pérdida de su esposo e hijos en la Batalla de Huaqui, María Remedios continuó sirviendo, atendiendo a los heridos y cumpliendo múltiples roles cruciales.

Su valentía la llevó a ser nombrada capitana del ejército por Manuel Belgrano después de su destacada participación en la Batalla de Salta.

“Todos escuchamos hablar de las Niñas de Ayohuma. Pues bueno, María Remedios del Valle y dos adolescentes morenas eran esas niñas. Ellas estuvieron toda la batalla, llevándole agua en unas tinajas a los soldados y curando a los heridos. En el medio del combate en medio de los cañonazos y los tiros”, precisó Larrosa.

El historiador señaló que la mujer fue herida de bala y cayó prisionera con algunos oficiales, entre ellos Ramón Estomba, el fundador de Bahía Blanca. Allí ayuda a los oficiales a escapar y los realistas la castigan con azotes en público por nueve días.

“En cuanto tuvo la oportunidad y hubo un descuido, se fugó y se volvió a incorporar al Ejército del Norte y retrocedió con el ejército hasta Salta. Y así se puso a las órdenes del general Martín Miguel de Güemes. Una mujer que en ese momento tendría 40 años”, explicó Larrosa.

Los últimos días de María Remedios del Valle estuvieron marcados primero por la pobreza y luego por el reconocimiento de su labor. “Ella retorna a Buenos Aires de donde era originaria y vive en un estado de miseria. Vendía pastelitos en la plaza mayor, lo que es ahora la plaza de Mayo”.

Después de décadas viviendo en la pobreza finalmente recibió reconocimiento cuando el general Juan José Viamonte la identificó como “La Madre de la Patria” y la nombra sargento mayor del ejército con una pensión de 216 pesos por mes.



martes, 14 de noviembre de 2023

Guerra de la Independencia: Los tres sargentos

Los sargentos de Tambo Nuevo



Fue en esas circuns­tancias cuando tuvo lugar la acción audaz conocida por la acción de los tres sargentos de Tambo Nuevo.
El 1º de octubre de 1813. Tras el repliegue, Belgrano reorganiza sus tropas, enviando una partida de caballería para reconocer y ubicar a los realistas. Su comandante es el futuro Gral. Gregorio Lamadrid con tres soldados y el indio baqueano Reynaga. El 25 de octubre, se encuentran con una guardia de infantería enemiga, que vigilaba el camino. Los patriotas después de haber divisado a los realistas, organizan un plan de ataque al "Puesto Tambo Nuevo" donde se hallaba la guardia al acecho. Sorprendieron al centinela, los intimaron a rendirse y los llevaron prisioneros ante Belgrano.
La comisión
El teniente Aráoz de Lamadrid había comisionado a tres dragones de su grupo para que reconocieran el terreno. Los tres soldados tropezaron con una guardia de infantería durante la noche en un rancho; se componía de un sargento, dos cabos y ocho soldados.
En lugar de retirarse ante la superioridad de los realistas, resolvieron los tres dragones atacar por sorpresa a esa guardia-, con tan buen resultado que todos fueron desarmados y maniatados; de los once prisioneros, se escapó el sargento dejándose caer en la oscuridad por un derrumbadero; dos de los prisioneros habían jurado en Salta no volver a tomar las armas contra la patria y fueron fusilados por la espalda. Los tres soldados fueron promovidos a sargentos en premio a la hazaña realizada y pasaron a la historia como los tres sargentos de Tambo Nuevo, designación del lugar de la acción.
Consecuencias
La incursión tuvo el efecto inesperado de obligar a los realistas a levantar su asedio a Potosí. Castro, convencido de que su escuadrón estaba siendo acechado por una fuerza combinada de 200 soldados, decidió retirarse a Condo, cuartel general de Pezuela. Su retirada permitió a las tropas del general Díaz Vélez reunirse con el ejército de Belgrano en Macha.
La caballería de Lamadrid, una vez despejado el camino de enemigos, alcanzó el sitio donde había tenido lugar la Batalla de Vilcapugio, donde halló los cuerpos sin vida de varios camaradas, a los que dio cristiana sepultura. En ese lugar erigió dos picas, donde clavó las cabezas de los realistas ejecutados por Belgrano. Un cartel fue colocado en las picas con la leyenda por perjuro

miércoles, 7 de diciembre de 2022

Biografía: Manuel Barbarin, el angoleño del ejército nacional


Manuel Barbarin, un angoleño olvidado





Entre los muchos hombres de color que pasaron por nuestro país destaca Manuel Macedonio Barbarin, cuyo nombre rescató Marcos de Estrada hace cuatro décadas. Nació en un pueblo de África, según este autor llamado Kalibali, en Angol,a en 1781, y a fines del siglo XVIII llegó a nuestras costas como esclavo.

Se enroló entre quienes con arrojo defendieron la ciudad en ocasión de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, en 1806 y 1807. La generosidad del Cabildo, de algunos cuerpos militares y de los particulares reunió unos cuantos pesos, Santiago de Liniers organizó el sorteo en beneficio de las viudas de los esclavos muertos o inválidos en la acción y para dar la libertad a algunos de ellos. En ese sorteo de “las suertes”, como se decía a la papeleta, la suerte estuvo al lado de Manuel, que obtuvo su libertad y decidió seguir la carrera de las armas.

Se casó con una esclava liberada que había sido de Martín de Sarratea, exsuegro de Liniers, de nombre Simona y que llevaba el apellido de su antiguo amo. Padre de familia, “trabajó invariablemente por la felicidad de su esposa y de sus hijos, mostrándoles en todo momento el camino de la virtud y dándoles ejemplo de una ética cristiana”.

Después de la revolución alcanzó el grado de capitán de milicias y en la campaña a la Banda Oriental comandó el ataque al Arroyo de la China contra el capitán español Juan Ángel Michelena. Según la crónica, “allí se hallaba Barbarín, con su compañía que mantenía a su costa, y defendió el pueblo con tanto valor que se atrajo las miradas de todos los partidarios de la Revolución”. Hasta 1821, por una década, revistó en el Ejército.

Volvió brevemente con Juan Lavalle y se unió a Juan Manuel de Rosas, quien en 1831 lo nombró sargento mayor de línea. En el cuartel establecido en San Telmo, en el viejo Hospital de los Padres Betlemitas, revistó en el batallón “Restauradores de las Leyes” integrado por gente de color.

Falleció en Buenos Aires el 3 de marzo de 1836 y al día siguiente, después de una misa en la iglesia de San Francisco, su esposa, sus siete hijos y numerosos amigos acompañaron sus restos al cementerio de la Recoleta. Los diarios de la época recogieron en vida comentarios sobre su buen “juicio y honradez”, además de calificarlo como uno “de los buenos servidores de la Patria”.

En La Gaceta Mercantil del 14 de marzo de 1836, a diez días de su muerte, se publicó una “Canción fúnebre a la sensible muerte del benemérito teniente coronel D. Manuel Barbarín” en la que uno de sus versos hablaba de un “militar valiente y memorable”.

Justamente en el día nacional de Angola recordamos brevemente a este nativo de esas tierras que honró a esta patria adoptiva haciendo memoria en un periódico que es continuador de aquel que lo honrara largamente a poco de su muerte exaltando “el valor, y la gloria ya adquirida”.

martes, 22 de noviembre de 2022

Argentina: El negro Muleta contó 121 años de la historia argentina

El negro Muleta





Te voy a contar una historia que jamas es contada ni en las aulas ni en los libros de nuestra Historia. Pero no debe morir. Es nuestro deber recordarla a las próximas generaciones para que perdure y contagie el amor por la Patria.
Es la historia de "EL NEGRO MULETA". Un Argentino que nunca estará en ningún billete por amar a su Patria y ser decente.
Don Antonio Rosa, conocido como “El Negro Muleta”, quién falleció a los 121 años, es uno de los argentinos que más vivió en este país; nació en 1795 en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires y era hijo de padres esclavos africanos. Vivió todos los procesos de la creación de nuestra Nación.
En 1827 se enroló en el Ejercito Argentino, participando en alrededor de 30 batallas. La mayoría de ellas fueron en la Guerra con el Paraguay, donde obtuvo dos medallas mérito al valor militar. Habiendo permanecido en el Ejercito durante 63 años, se retira con el cargo de Sargento Primero. Solía mostrar más de 15 heridas de las distintas batallas que había participado.
Tuvo 2 esposas, dejando 19 hijos. Fue muy amigo de Leandro N. Alem, participando con casi 100 años de todas las revoluciones que realizara el radicalismo para conseguir el voto universal, secreto y obligatorio.
Llegó a votar en 1916 para que Hipólito Yrigoyen sea consagrado presidente de la República. Era una persona muy activa, que caminaba mucho, e incluso lo hacía habiendo pasado el siglo de vida.
Este viejo servidor de la Patria, hasta el último día de vida, comió su carne asada, tomó su trago de vino y fumó su toscanito.
La revista “Caras y Caretas” sacó esta foto del “Negro Muleta” en diciembre de 1916 en su casa de Colombres 1765 de la ciudad de Buenos Aires con 121 años de vida.
"Sirvió a nuestra Patria con entrega y esmero". "Recibió múltiples heridas por ella, luchó por el crecimiento del país como lo conocemos hoy en día", y... algo que es digno de destacar:
"Jamas pidió un subsidio o arreglo de dinero a su favor por lo que hizo por la Nación".
No lo olvidemos. Por más argentinos como don Antonio Rosa.
Fuente: Malvinas 1982

viernes, 11 de noviembre de 2022

Guerra de la Independencia: La hazaña de los tres sargentos

La hazaña de los tres sargentos en la "Acción de Tambo Nuevo"






El 24 de octubre de 1813 se produce la "Acción de Tambo Nuevo". La Sorpresa de Tambo Nuevo, conocida como "Hazaña de los Tres Sargentos" fue una exitosa acción de caballería llevada a cabo por una partida de Dragones del Ejército del Norte entre el 23 y el 25 de octubre de 1813, en el curso de la Segunda expedición auxiliadora al Alto Perú durante la guerra de la Independencia Argentina. Los jinetes incursionaron en primer lugar el cuartel general del coronel realista Saturnino Castro en Yocalla, para luego atacar el puesto avanzado de Tambo Nuevo. Mientras reorganizaba sus fuerzas en Macha, Belgrano ordenó a sus mejores oficiales diversas tareas de reconocimiento del campamento realista. En la noche del 23 al 24, La Madrid y sus hombres escalaron una cuesta detrás de la posta de Tambo Nuevo. A la cabeza iban tres soldados como exploración avanzada. Ellos fueron los primeros en llegar a la posición realista. Allí se toparon con un rancho de adobe donde pastaban 50 caballos, mientras que otro rancho estaba custodiado por un centinela. Entre los tres dominaron al custodio y penetraron en el edificio, donde sorprendieron a otros diez hombres durmiendo. Los once fueron tomados prisioneros, aunque más tarde uno de ellos -un sargento- logró escabullirse y dar la alarma. El resto de la sorprendida compañía, pensando que estaban siendo atacados por fuerzas superiores, permanecieron dentro de su refugio, a la vez que intercambiaban disparos con los atacantes. Al amanecer, La Madrid inició el regreso a Macha con los 10 prisioneros y las armas capturadas. Los tres soldados fueron ascendidos a sargentos por Belgrano, con el título honorífico de Sargentos de Tambo Nuevo. Como consecuencia de esta acción, los soldados Gómez, Albarracín y Salazar fueron ascendidos a sargentos, conociéndoselos en adelante como “los sargentos de Tambo Nuevo”. También el general Belgrano les obsequió con los mejores caballos que tenía, especialmente a Gómez, a quien le regaló un hermosísimo caballo blanco.

Poco tiempo después, el sargento Mariano Gómez ofreció al general Belgrano, “traerle los mejores caballos o mulas del ejército enemigo”. La Madrid relata también este episodio en sus Memorias: “La noche los favoreció porque se puso muy nebulosa, pues al rayar el siguiente día se presentó Gómez al general con sus dos compañeros (los sargentos de Tambo Nuevo, Albarracín y Salazar) y le entregó once hermosas mulas de jefes y oficiales que logró sacar del campamento enemigo, cortando con sus cuchillos los lazos en que estaban amarradas a las estacas de las tiendas, mientras sus compañeros velaban montados y teniéndole su caballo; para comprobante de esa verdad traían atadas todas ellas al pescuezo pedazos de lazos. Al salir con ellas fueron sentidos por un centinela y perseguidos, sufriendo una descarga al pasar descendiendo la cuesta por cerca de la guardia, y cuyos tiros se sintieron en nuestro campo; pero ellos se salvaron con su presa y el general les regaló once onzas de oro”. El Sargento Gómez, tucumano, murió fusilado por los realistas en Humahuaca en 1814; el Sargento Salazar murió en combate ese mismo año y el Sargento Albarracín murió en 1840, con el grado de Comandante de milicias, ambos eran cordobeses . Una calle de Buenos Aires los recuerda con el nombre de Tres Sargentos.