En abril de 1861, cuando once Estados de la Unión norteamericana se declararon independientes y conformaron los "Estados Confederados de América", el gobierno de los Estados Unidos impuso un bloqueo naval en los puertos sureños a efecto de cortar sus líneas de abastecimientos. Al producirse este hecho, el flamante Secretario de Marina del gobierno confederado, Stephen Mallory, un hombre muy competente y con gran visión, reconoció las limitaciones industriales de la Confederación y concluyó que la guerra que se avecindaba iba a ser "un conflicto de larga duración en el cual el poderío naval iba a jugar un papel crucial".
En ese sentido el Secretario Mallory manifestó al Presidente Jefferson Davis que,
"Estados Unidos ya tiene una marina. Nosotros demos crear una, pero no podemos competir con el número de sus barcos, por lo cual la sabiduría y la política nos dicen que debemos construir nuestras naves en relación con las del enemigo y que en su construcción debemos compensar la diferencia numérica con un mayor poder defensivo y ofensivo. Confidencialmente creemos que esto se logrará con la construcción de blindados".
Como Mallory era consciente que los astilleros en poder de la Confederación no tenían la suficiente capacidad para construir esa clase de naves, sugirió que un porcentaje fuese construido en astilleros europeos, principalmente británicos y franceses, países que por razones geopolíticas simpatizaban veladamente con la causa confederada. La orden se hizo extensiva no sólo para el diseño y construcción de blindados sino también para corbetas de madera. El 8 de mayo de 1861 Mallory nombró a un marino mercante y ex oficial de la armada de los Estados Unidos, James Dunwoody Bulloch, como funcionario de enlace de la Confederación en Europa con la responsabilidad de supervisar la construcción de un total de 24 naves en los astilleros del viejo continente. Bulloch, quien se desempeñaba como capitán del barco de pasajeros Bienville, ejecutaría sus funciones con gran dedicación e inagotable energía.
Sus operaciones fueron realizadas a través de intermediarios en el más absoluto secreto para no violar las leyes de neutralidad de los países europeos. Con el propósito de ocultar la verdadera identidad y destino de las naves, la Confederación les asignó nombres código en las fases de construcción y los presentó falsamente como "embarcaciones comerciales". Los códigos subsistían en las etapas de viaje hacia los puertos norteamericanos. Con el transcurso del tiempo los confederados debieron actuar con mucha astucia, pues los agentes diplomático de los Estados Unidos en Francia y Gran Bretaña, enterados de estas argucias, comenzaron a mostrar una gran efectividad en bloquear los esfuerzos de la Confederación por construir naves en esos países o impedir la entrega de las que ya estaban terminadas.