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sábado, 19 de octubre de 2024

Argentina: Sobre cómo la Revolución Libertadora moldeó el pensamiento militar

Bajo la égida de Aries


Por Esteban McLaren



Durante la Segunda Guerra Mundial, al igual que en la Primera Guerra Mundial, Argentina mantuvo una postura oficial de neutralidad durante gran parte del conflicto. Sin embargo, en el interior de las fuerzas armadas, especialmente en el Ejército, se desarrollaron tensiones entre distintas facciones que debatían cuál debería ser la verdadera posición del país en la contienda. Una de estas facciones se articuló en torno al Grupo de Oficiales Unidos (GOU), un sector que simpatizaba con el régimen nazi y que, hasta 1943, promovía la entrada de Argentina en la guerra... ¡del lado del Eje! Tras el exitoso golpe de Estado de ese mismo año, esta facción tomó el control del gobierno y preparó el terreno para que su candidato, Juan Domingo Perón, asumiera la presidencia en las elecciones de 1946.

Perón, hijo de inmigrantes italianos, asumió la presidencia inicialmente como un mandatario constitucional. No obstante, pronto comenzó a implementar una serie de reformas destinadas a silenciar a la oposición y consolidar su permanencia en el poder. Aprovechó los fondos acumulados durante la favorable balanza comercial de la guerra para ganar apoyos mediante sobornos, subsidios y otros mecanismos corruptos que le permitieron manipular las instituciones a su favor. El uso indebido de fondos públicos fue notorio: individuos sin recursos se convirtieron en millonarios, medios de comunicación opositores fueron cerrados o comprados, y las voces disidentes fueron sistemáticamente perseguidas y, en algunos casos, torturadas.

En este contexto, la facción de las fuerzas armadas que había sido marginada tras el golpe de 1943, simpatizante de los Aliados, comenzó a reorganizarse lentamente. El objetivo de este trabajo es analizar los patrones recurrentes en las fuerzas antiperonistas o constitucionalistas que influyeron en la actividad político-militar interna de Argentina, especialmente durante el periodo de 1955 a 1988, cuando estas fuerzas jugaron un rol clave en la política del país.

La facción pro-Aliada

Las primeras manifestaciones de esta facción del ejército probablemente se hicieron evidentes en el fallido intento de golpe de Estado de 1951. Lo que caracterizó a este grupo dentro de las fuerzas armadas fue su enfoque en la acción. Eran hombres formados en la profesión militar, y como tales, tendían a interpretar los problemas bajo la lógica de la dicotomía amigo-enemigo. Su respuesta ante cualquier desafío fue siempre de naturaleza militar: una vez identificada la amenaza, se delimitaba al enemigo concreto y se actuaba militarmente para atacarlo, perseguirlo y, si era posible, destruirlo.

Un ejemplo temprano de esta conducta lo representa el almirante Benjamín Gargiulo, fundador de la Infantería de Marina de la Armada de la República Argentina (IMARA), quien incorporó el espíritu de los marines estadounidenses en la preparación y alistamiento de sus tropas. Durante el fallido golpe del 16 de junio de 1955, y tras ver frustrados sus esfuerzos, Gargiulo decidió suicidarse, un acto que sorprendió a muchos. Este tipo de coraje y honor militar se reflejaría 27 años después en la batalla de Monte Tumbledown, donde la infantería de marina demostró un valor excepcional en la defensa de Puerto Argentino durante la Guerra de Malvinas.

Esta conducta contrasta radicalmente con la de Juan Domingo Perón, quien, en medio de la Revolución Libertadora de 1955, dudó en atacar a los insurgentes. Durante ese levantamiento, una minoría rebelde se enfrentó a una mayoría leal y no se rindió. Sólo el 18% de las tropas se rebelan contra Perón. Lonardi, líder de la rebelión, mantenía la firme postura de no ceder ni negociar con Perón. En ese contexto, aunque nunca quedó claro qué pensaba exactamente Perón —ni lo aclaró en entrevistas o memorias—, se puede asumir que creyó que los rebeldes querían negociar con él algún reparto del poder, acostumbrado como estaba de negociar en la política. Esta suposición lo llevó a ordenar la retirada de sus fuerzas o, por lo menos, a no ejecutar un asalto final una vez rodeadas las mismas. La consecuencia de ello fue que permitió a los insurgentes reagruparse y continuar la ofensiva. Apenas reacomodadas sus tropas, la primera medida de Lonardi fue decretar el arresto de Perón, de lo que naturalmente sobrevendría su juzgamiento y, nunca podemos descartar, su ajusticiamiento. Ello puso fin a su gobierno y Perón cayó en la cuenta que estaba frente a militares en serio, no en chantas como él.


La Revolución Libertadora y la formación de oficiales

Esta Revolución Libertadora, que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón en 1955, dejó una huella profunda en la composición de los oficiales del Ejército Argentino. Este proceso comenzó con purgas masivas de oficiales considerados leales al peronismo y la reincorporación de aquellos que se identificaban con las fuerzas antiperonistas. Este movimiento, liderado por la Revolución Libertadora entre 1955 y 1956, tuvo efectos disruptivos en el escalafón del Ejército, alterando de manera significativa su estructura de mando y afectando profundamente la carrera de numerosos oficiales​ (Mazzei, 2013).

La purga de los oficiales peronistas implicó la retirada forzosa de aproximadamente 500 oficiales, muchos de los cuales pertenecían a las promociones 60 a 74 del Colegio Militar. Este proceso incluyó tanto a oficiales de infantería (53%) como de caballería y artillería​. Estas vacantes fueron llenadas por oficiales que, en muchos casos, no estaban tan actualizados o eran menos capacitados, lo que generó un efecto de debilitamiento en los cuadros superiores del Ejército​.

Además, la Revolución Libertadora reincorporó a alrededor de 180 oficiales antiperonistas que habían sido separados previamente, muchos de los cuales alcanzaron altos grados dentro de la estructura militar, incluso llegando a generales​. La restauración de estos oficiales consolidó la influencia de una facción militar con una visión conservadora y antiperonista, que jugaría un rol crucial en los años venideros.


Los "azules" y la consolidación del poder militar

Tras el golpe, la facción conocida como los "azules" emergió como la predominante dentro del Ejército, consolidando su control durante las décadas de 1960 y 1970. Esta facción, bajo el liderazgo de figuras como Alejandro Lanusse y Alcides López Aufranc, impuso una visión militarista y conservadora que influenció tanto la política interna como la participación de Argentina en conflictos territoriales y la guerra antisubversiva. Esta facción logró mantenerse en el poder mediante una red de lealtades internas y a través del control de los ascensos y retiros dentro de la institución militar.

La herencia ideológica y operativa

El impacto de la Revolución Libertadora no solo se limitó a una reconfiguración del escalafón militar, sino que estableció una doctrina que influiría en eventos clave de la historia argentina, como la lucha antisubversiva y el conflicto en las Islas Malvinas en 1982. La obra subraya cómo esta ideología militarista promovía la intervención violenta tanto en conflictos internos como externos, en defensa de la "soberanía nacional" y la estabilidad del orden interno.

Este cambio en la composición y perfil de los oficiales influyó notablemente en las decisiones militares que se tomaron en los años siguientes, particularmente en la manera en que el Ejército enfrentó la guerra antisubversiva y los conflictos territoriales. La formación de estos cuadros durante la Revolución Libertadora y su posterior consolidación en el poder imprimió una marcada agresividad en la toma de decisiones, reflejada en el enfoque duro hacia la lucha antisubversiva durante la dictadura militar, que vio el surgimiento de una estrategia de represión violenta contra cualquier amenaza percibida al orden establecido.

Además, la configuración de un alto mando que favorecía el uso de la fuerza y una perspectiva nacionalista influyó en la decisión de involucrarse en el conflicto por el Canal de Beagle con Chile en los años 70, y más tarde, en la invasión de las Islas Malvinas en 1982. La ideología dominante en estos cuadros militares, forjada en la Revolución Libertadora y consolidada en las décadas siguientes, promovía una visión del Ejército como defensor de la soberanía nacional frente a enemigos externos y de orden interno frente a las subversiones percibidas​​.

Los militares profesionales formados bajo esta doctrina operaban bajo una única premisa: todos los problemas se resolvían militarmente. Sin ambigüedades. Observaban la situación, identificaban al enemigo, planificaban el ataque y lo ejecutaban sin titubeos, utilizando la fuerza o la amenaza de ésta. El primer gran enemigo de esta corriente fue el némesis de esta filosofía: el dictador Juan Domingo Perón. Después, las pugnas internas entre facciones no tardaron en emerger: Azules contra Colorados, las revueltas y los enfrentamientos militares que se sucedieron durante décadas.


M4 Sherman Firefly del RCT 8 de Magdalena sobre la pista de la Base Aeronaval de Punta Indio en 1965.

La resolución de los conflictos siempre fue llevada al extremo. El intento de golpe de 1951, el bombardeo del 16 de junio de 1955 sobre Plaza de Mayo, el golpe definitivo del 13 de septiembre de 1955, los fusilamientos de León Suárez y los golpes a lo largo de los años 60 no dejaron lugar a dudas sobre el enfoque de esta facción. El 3 de abril de 1965, el Regimiento de Caballería de Tanques n.º 8 de Magdalena atacó con brutalidad la Base Aeronaval de Punta Indio tras ser bombardeado por aviones navales con cohetes y napalm. Este nivel de agresión desenfrenada era la norma. Esta mentalidad, influenciada por un espíritu del blitzkrieg, dominó la escena durante la guerra contra la subversión, los conflictos limítrofes con Chile que llegaron al borde de una guerra total en 1978, y finalmente el desenlace épico de la recuperación de las Islas Malvinas. La planificación de la operación Soberanía y la operación Tronador fueron obras de arte: llenas de creatividad en la estrategia, anticipación cinco pasos la respuesta de las fuerzas chilenas, un compendio de todo lo que la oficialidad había aprendido al pie de la letra en la doctrina más moderna del momento.

El camino de la respuesta militar no se detuvo ahí. Las rebeliones carapintadas y la brutal recuperación del Regimiento de Infantería Mecanizada n° 3 en La Tablada marcaron el epílogo de una generación de militares que había nacido para la guerra y que, muchas veces incapaz de resolver cualquier cuestión de otra manera, optó siempre por el empleo de la fuerza militar como su principal respuesta.

Los efectos negativos de esta manera de resolver los conflictos fueron evidentes en la condena social hacia los métodos utilizados durante la guerra antisubversiva. La derrota en Malvinas fue el golpe final para este enfoque. No solo se lamentó la pérdida de vidas, sino también la herida profunda al orgullo nacional.

Desde una perspectiva positiva, los militares argentinos ejercían su profesión como el eje rector de su toma de decisiones, con una coherencia implacable. A pesar de los errores, indecisiones y excesos, e incluso de las brutalidades cometidas, sus acciones se alineaban con una estricta planificación militar. Hubo también momentos de gran destreza, como la Operación Rosario, un asalto anfibio ejecutado con brillantez sobre una guarnición enemiga, cumpliendo el objetivo estricto de no causar bajas al adversario. Asimismo, Argentina fue el primer país en erradicar dos movimientos terroristas, uno urbano y otro rural, en una sola operación: un ataque simultáneo, descentralizado y audaz que involucró a todas las unidades policiales y militares en la neutralización de los escondites insurgentes. Sin embargo, esta guerra fue posteriormente juzgada por la justicia civil argentina mediante un proceso plagado de irregularidades, incluyendo la aplicación retroactiva de leyes, juzgamiento irregular que aún permanece impune. El único error de este método fue deshacerse del cuerpo de los terroristas y no entregarlos a su familia aparentemente.

Y aquí agrego una reflexión personal. Uno espera de los militares una respuesta militar, sino no se los convoca. Cuando emerge un problema, llamar a la milicia es llamar a que ese problema se resuelve obviamente manu militari. Y ahí va el asalto frontal, el flanqueo, el fuego de precisión, la saturación de las defensas y búsqueda de la rendición del enemigo. Esta generación de Aries, regida por el Dios romano de la guerra, respondió así, con enormes errores pero coherentes a cómo los había formado la Nación. Personalmente detesto, y con una profundidad muy grande, cuando un militar analiza, "opina", planifica e implementa una acción política sobre un problema real. Cuando un táctico opina geopolíticamente sobre por qué no tomar una colina ordena por su superioridad, es un claro ejemplo de falta de profesionalidad. Los ha habido, los hay y los habrá: cuando el buque oceanográfico HMS Shackleton afrentó la soberanía argentina navegando por aguas del Mar Argentino, fue interceptado por el buque ARA Rosales la cual pidió instrucciones al edificio Libertad sobre cómo proceder. La orden fue clara: "¡húndalo!"; sin embargo, el oficial naval decidió ir a tomar un café un gesto que no solo deshonra su uniforme, autoimponiéndose funciones del estado mayor. 

En 1982, el gobernador militar argentino, General Luciano Benjamín Menéndez, fue responsable de diseñar el plan defensivo de las Islas Malvinas ante una posible re-invasión británica. Lo que presentó no fue más que un dispositivo defensivo estático, completamente falto de imaginación y estrategia. Era como si el plan hubiera sido ideado por un general chileno por su falta de creatividad, más preocupado por mantener buenas relaciones con los kelpers —la población británica implantada— que por defender el territorio. Cuando finalmente se detectó el desembarco enemigo en San Carlos, las decisiones de Menéndez fueron lamentablemente reactivas, si es que siquiera llegaron a ese nivel. Desde ese momento, todo fue un descenso en espiral, con un comandante incapaz de adaptarse a las circunstancias cambiantes del avance británico. No se diseñaron emboscadas, no hubo maniobras de reagrupamiento ni intentos de envolvimiento o flanqueo. El general simplemente dejó que cada comandante en las posiciones decidiera qué hacer, sin ofrecer una coordinación centralizada desde la gobernación. Lo que se vio fue a un general con poco cerebro y menos coraje, atrapado en su mediocridad, esperando el final sin intentar, siquiera, sacar lo mejor de los recursos disponibles, fueran pocos o muchos. En lugar de liderar, Menéndez se rindió a la pasividad, demostrando una falta absoluta de visión estratégica y liderazgo. Ese fue el costo de pagarle con nepotismo a una familia que había provisto de oficiales asociados a la Revolución Libertadora y Guerra Antisubversiva. Un general obnubilado por la geopolítica de llevarse bien con gente que lo despreciaba y no con sus tropas a las que debía cuidar diseñando el mejor plan militar posible.

Dentro del trágico contexto latinoamericano, esta generación de Aries también dejó una lección de patriotismo que trasciende las generaciones. Los bochornosos ejemplos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, donde los altos mandos militares, carentes de ética, moral y disciplina, entregaron sus naciones a dictadores de poca monta, son testimonio de lo que pudo haber sido Argentina. Pero aquí, en nuestra tierra, se formó una camada de oficiales patriotas. Cuando un dictador como Perón intentó perpetuarse en el poder, fue ese 18% de tropas valientes las que se rebelaron y lo derrocaron. Aquí no estamos en el maldito Caribe, estamos en Argentina. Y en Argentina, los militares —cuando actúan con honor— no entregan su Patria a tiranos.

En resumen, la Revolución Libertadora no solo reestructuró el Ejército Argentino y a todas las fuerzas armadas en términos de su composición, sino que también estableció las bases ideológicas y operativas para las decisiones que marcarían la historia militar del país en las décadas siguientes. De ese ejemplo surgen lecciones positivas y aprendizajes de errores. Somos la generación que debe tomar ambos a conformar la doctrina que nos lleve a ser el poder militar que siempre fuimos.

domingo, 15 de septiembre de 2024

Argentina: Los cadetes del capitán Perón en el golpe de 1930

Los subordinados de Perón en el golpe de 1930

Los inocentes subordinados del Capitán Perón en el golpe de estado del 6 de septiembre de 1930


Sean Eternos Los Laureles


 
"Si ellos siguen repitiendo sus mentiras, nosotros tenemos que seguir repitiendo la verdad.", rezaba Ludwig von Mises, y no se equivoca.

En esta fotografía tomada en el diario “Crítica” el 7 de septiembre de 1930 donde aparece a la derecha junto a sus compañeros, el cadete del Colegio Militar, Álvaro Alsogaray. El día anterior todos ellos, bajo las órdenes del Capitán Juan Domingo Perón (quien era voluntaria parte del Estado Mayor de la conspiración golpista, encargado de inteligencia y reclutar adeptos a la causa), habían participado con entusiasmo juvenil, en el derrocamiento del gobierno constitucional argentino.
Increíblemente "El Relato" coloca hoy al voluntario autor de la conspiración que alteró el rumbo de la República y el constitucionalismo argentino, al golpista Juan Domingo Perón (quien volvió a reincidir en 1942 y 1943), como un "demócrata", mientras a su víctima, Alvaro Alsogaray, quien años después sólo respondió políticamente al abuso, totalitarismo, inconstitucionalismo y golpismo peronista, como un "oligarca" y "golpista". Por eso hoy Argentina es el único país del mundo donde los árboles mean a los perros.

1: 6/9/30 Los jóvenes cadetes del Colegio Militar fueron los que llevaron a cabo el golpe; en el extremo derecho apreciamos al santafesino Cadete Álvaro Alsogaray. Para los jóvenes que no lo conocen este hombre nacido en Esperanza, el 22 de junio de 1913 y fallecido en Buenos Aires, 1 de abril de 2005, fue un político, militar y economista argentino que impulsó los principios del liberalismo en la Argentina de la segunda mitad del siglo XX, recordado por muchos como el Ministro de Economía del Presidente José María Guido y luego Arturo Frondizi por su famosa frase "hay que pasar el invierno", consecuencia del verdadero desastre económico heredado de las dos primeras presidencias peronistas, pero que comparado con el holocausto socioeconómico y político que padece Argentina hoy, y comenzó hace 37 años, realmente ha de quedar en el olvido las razones por las cuales a este economista tan injustamente se lo lapidó.

2: El entonces Capitán Juan Domingo Perón estaba al comando de la columna golpista de cadetes del Colegio Militar de la Nación. Voluntario miembro del Estado Mayor golpista, subordinado directo del Coronel Deslcalzo y el General Uriburu, el propio Uriburu lo designó como jefe de inteligencia de la conspiración, y el encargado de reclutar adeptos a la causa golpista. Era Perón un uriburista convencido, y para quienes creen la versión que el golpe fue "pro-inglés y oligarca", algo reapecto a lo cual existen más que serias dudas, desde ya, no deberían negar esa tendencia de Perón; aunque lo curioso es que quienes abrazan esa fábula, son quienes sostienen el supuesto "nacionalismo" de Perón...

3: 6/9/1930 Cadetes desfilando rumbo a la Casa Rosada entre la algarabía de los civiles, que se veían extrañamente desencantados con el gobierno radical que, tras ganar las elecciones de 1928 con 60% de votos, la Caída de la Bolsa de New York en 1929 repercutió en Argentina, y generó perder las elecciones legislativas en marzo de 1930 al radicalismo, pero que de ningún modo se esperaba algo semejante a un golpe de Estado.


4: 6/9/1930 6/9/1930 Efectivos del Ejército Argentino apostados con un fusil ametrallador Madsen en la terraza de la Casa Rosada una vez tomado el poder del gobierno.

•5: 6/9/1930 Mujeres expresan su apoyo a los cadetes que desfilan rumbo a la Casa Rosada.


•6: 6/9/1930 Civiles saludan desde un balcón el paso de las tropas golpistas.


7: 6/9/1930 Un coche cargado de cadetes avanza rumbo a la Casa Rosada entre civiles que los vitorean.


8: 6/9/1930 Tiroteos en el Congreso Nacional, en un vano intento de oponerse al golpe, por parte de militantes radicales.

9: 6/9/1930 Tras los enfrentamientos que hubo en el Congreso, la Aviación de Ejército se movilizó para exhibiendo su poder, y dejando en claro que las Fuerzas Armadas ya se habían plegado al grupúsculo de golpistas, que contraviniendo al 60% de votantes que en 1930 le habían otorgado el poder a Hipólito Yrigoyen (otro golpista, aunque infructuoso), habían alterado el órden constitucional en Argentina.



10: El Teniente General José Félix Benito Uriburu, un militar de origen salteño y brillante trayectoria en el Ejército Argentino, sus motivos para el golpe de 1930 aún hoy son motivo de controversia. Lo que no deja lugar a dudas son las derivaciones de ese golpe en la vida institucional argentina, y por sobre todas las cosas en que en el uriburismo golpista está el germen, el origen del peronismo, de corte evidentemente fascista (en la ascepción política del término, no en la tergiversación del mismo, que hoy mal se utiliza con tanta ridícula e intolerante soltura).

11: 8/9/19 Homenaje en Plaza de Mayo a los caídos durante el golpe de estado del 6 de septiembre de 1930.


miércoles, 27 de diciembre de 2023

Argentina: Adradas obtiene la primera victoria aérea de la FAA el 16 de junio de 1955


ARGENTINA

Intento de golpe de Estado argentino junio de 1955


NOMBRE VICTORIAS UNIDAD FUERZA AÉREA

Adradas, Ernesto Jorge 1 Brigada Aérea VII Fuerza Aérea Argentina



Gloster Meteor F.Mk.4, I-063, Fuerza Aérea Argentina

Pilotado por el oficial J. Adras, el 16 de junio de 1955, el FAA Meteor F.Mk.4 'I-063' derribó el AT-6A pilotado por un piloto rebelde, consiguiendo así la primera victoria aire-aire de la historia. Fuerza aérea argentina.


Victorias aire-aire

Fecha Unidad Aeronave Piloto Víctima e/a Piloto País
16 de
junio
de 1955
Brigada
Aérea
VII
Meteoro Gloster F.4
(I-063)
EJ Adradas AT-6A
(0340,
3-A-9)
A.Román rebelde


Fuentes y literatura

 

  1. Cicalesi, Juan Carlos - Rivas, Santiago: Argentina's Meteors, Latin America's first jet fighter, International Air Power Review, Volume 7, Airtime Publishing, winter 2002.
  2. Cicalesi, Juan Carlos - Del Gaizo, Cesar - Rivas, Santiago: Into the Jet Age: The Gloster Meteor in Argentina, Air Enthusiast, Key Publishing Ltd. Stamford, Lincolnshire England, No.104, March/April 2003.
  3. Hagedorn, Dan: Latin American Air Wars 1912-1969, Hikoki Publications / Specialty Press, 1st edition, November 30, 2006. ISBN: ISBN-13: 978-1902109442
  4. Hagedorn, Dan: Letecké války a letadla v Latinské Americe 1921-1969, Naše vojsko, Praha 2011. ISBN: 978-80-206-1233-5
  5. Marino, Atilio: Gloster Meteor en Argentina, Jorge Nunez, Argentina 1998.
  6. Rivas, Santiago: Blue on Blue, The GLoster Meteor & the 1955 revolution in Argentina, in The Aviation Historian, Issue Number 19, April 2017.
  7. Жирохов, Михаил Александрович: Танго над пропастью, Аргентина, 1955-1965 гг., in Крылья Родины, № 7, 2014.
  8. ACIG Team: Central & South American Air-to-Air Victories, List of confirmed, claimed, and probable air-to-air victories scored by the Central and South American pilots during various conflicts since 1945, http://www.acig.info/CMS/index.php?....
  9. Bombardeo da Praza de Maio, Wikipedia, A enciclopedia libre, http://gl.wikipedia.org/wiki/Bombardeo_da_Praza_de_Maio.
  10. Cooper, Tom: Argentina, 1955-1965, http://www.acig.info/CMS/index.php?....
  11. Gleize, Jean-Paul: Aces, http://www.igleize.fr/aces/homeaces.htm.
  12. Gloster Meteor, SpeedyLook encyclopedia, http://www.myetymology.com/encyclopedia/Gloster_Meteor.html.
  13. Magnus, Allan: Air Aces Home Page, http://users.accesscomm.ca/magnusfamily/airaces1.htm.




sábado, 16 de septiembre de 2023

Revolución Libertadora: Los nuevos enfrentamientos terrestres y aéreos en Córdoba


Nuevos enfrentamientos en Córdoba




Aviones de exploración y ataque Fiat G.59 (Ilustración: Cap. Exequiel Martínez)



El sábado 17 de septiembre amaneció con las tropas del II Ejército, el Regimiento 14 de Infantería, las III y V División de Caballería y la Escuela de Mecánica del Ejército confluyendo sobre la provincia de Córdoba mientras la I y II División de Ejército y la Agrupación de Montaña Neuquén, hacían lo propio sobre Puerto Belgrano y Bahía Blanca, en apoyo del Regimiento 5 de Infantería, que había resistido los embates del día anterior.
Para entonces, las fuerzas militares de todo el país habían sido puestas en alerta; en el norte la V División de Salta junto al Regimiento 5 de Caballería y el Regimiento 5 de Artillería; en Tucumán el Batallón de Comunicaciones 5 y el Regimiento 19 de Infantería; en Catamarca el Regimiento 17 de Infantería; el Regimiento 15 de Infantería en La Rioja y el Regimiento 18 de Infantería en Santiago del Estero. Todos ellos fueron movilizados y los que componían la V División de Ejército embarcados en ferrocarril para dirigirse a Córdoba en apoyo de las fuerzas del general Morello estacionadas en Alta Gracia.
Morello aguardaba expectante el arribo del Regimiento 12 de Infantería, procedente de Santa Fe y al Grupo de Artillería Antiaérea Liviano que venía desde Guadalupe, ambos al mando del general Miguel Ángel Iñíguez así como las tropas del II Ejército  que desde el sur avanzaba al mando del general José María Sosa Molina.
La tensión era tal, que numerosas legaciones extranjeras, entre ellas la de Chile, suspendieron actos y ceremonias en espera del desarrollo de los acontecimientos. Mientras tanto, en la ciudad de Córdoba la tensión se hizo más notoria cuando obreros armados ocuparon nuevamente el edificio de la CGT, abandonado por el Ejército el día anterior. Para contrarrestar esa presencia y recuperar el edificio volvió a ser comisionado el subteniente Gómez Pueyrredón, quien partió al frente de sus efectivos, reforzados por elementos civiles.
Al llegar al sector, ordenó a su gente que lo siguiera y así se introdujo en una clínica cercana desde cuyos techos pasó al edificio sindical. Fue entonces que se desató un nutrido intercambio de disparos en el que el joven oficial cayó gravemente herido sobre las terrazas de la CGT. Al verlo tirado, con el rostro ensangrentado, sus hombres parecieron cobrar vigor y arremetieron disparando con furia contra los sindicalistas, logrando su rendición a los pocos minutos. Los sindicalistas abandonaron la sede con las manos en alto y a empellones fueron conducidos hasta unos los camiones que los llevarían a prisión.
Durante la noche del 16 al 17 de septiembre, elementos infiltrados por el comando rebelde informaron al general Morello que las tropas revolucionarias preparaban un vigoroso ataque a sus posiciones y eso decidió a su comando a volver a movilizarse dejando los vehículos de su agrupación en Alta Gracia a efectos de simular que las tropas aún permanecían allí, las tropas se retiraron hacia Anizacate, donde el Río Primero le serviría de obstáculo y en ese punto se dispusieron a dar batalla.
A tal efecto, antes de partir, Morello ordenó a los jefes del Regimiento 14 de Río Cuarto que trajeran hasta el lugar el armamento automático del Arsenal Holmberg y solicitó al general Juan José Valle en Buenos Aires, el envío de una columna de refuerzo con sus servicios de retaguardia completos, es decir, el hospital de campo, elementos sanitarios, las cocinas rodantes, víveres y aguateros motorizados, petición a la que se le dio curso de inmediato.
Cuando Morello llegó a Anizacate se encontró al Batallón 4 de Comunicaciones y las posiciones de la Fuerza Aérea en Parque Sarmiento que habían sido duramente hostigadas por los cazas rebeldes el día anterior y al Grupo de Artillería Antiaérea Liviano al mando del coronel Benito Eduardo Trucco, procedente de San Luis como avanzada del II Ejército.
Acababa de mantener comunicación con el general Francisco Imaz, que le informó que ya habían sido despachados en su apoyo los refuerzos de la Escuela de Mecánica del Ejército con sus blindados (al mando del coronel Ercolano) y sabía que desde San Juan continuaban su avance el Destacamento de Montaña 3 (unos 1200 efectivos), el Batallón I procedente de El Marquesado y el Batallón II de Calingasta, fuerzas que harían su arribo a Mendoza a las 17.00 horas. El día anterior, el general Iñíguez se había reunido con el general Sosa Molina para recibir las instrucciones emitidas por el Comando de Represión en Buenos Aires. Se había decidido reunir a todas las fuerzas disponibles, aún a costa de una demora de dos o tres días para llevar a cabo un ataque frontal sobre Córdoba, tanto desde Cuyo como desde el litoral.
Movilizada desde el mediodía del 16, la Agrupación de Montaña Cuyo penetró en la provincia de San Luis en la madrugada del 17, con el general Héctor Raviolo Audisio a su frente. Cuando Sosa Molina volaba hacia Córdoba para reunirse con Morello en Anizacate y transmitirle las órdenes emanadas desde Buenos Aires.
Ausente Sosa Molina de San Luis, se produjo la sublevación del II Ejército a las órdenes del general Eugenio Arandía cuyo segundo en el mando era el teniente coronel Mario Fonseca, ello tras un violento intercambio de disparos en el sector de la Comandancia y sus inmediaciones, de resultas del cual, cayó herido en una pierna el capitán Farmache, leal al gobierno.
A efectos de neutralizar su accionar, el Comando de Represión ordenó la movilización del Regimiento 11 de Infantería de Rosario que al mando del teniente coronel Enrique Guillermo Podestá, hacía maniobras en San Nicolás de los Arroyos.



General José María Sosa Molina

La misión que se le encomendó fue regresar lo más rápido posible y alistarse en su guarnición para dirigirse desde allí a Villa María, por la Ruta Nº 9, hasta Villa María y una vez en ese punto seguir hasta Río Cuarto a efectos de comprobar si por ese sector habían pasado tropas rebeldes en dirección a Berrotarán, localidad situada en el camino de Alta Gracia. En ese punto, el teniente coronel Podestá se subordinaría al general José Alejandro Falconier y procedería a interceptar cualquier avance del enemigo replegándose hacia el norte ante cualquier ataque, a los efectos de cubrir la retaguardia de las tropas que, atacarían la ciudad de Córdoba procedentes del sur.
Mientras tenían lugar estos movimientos, las fuerzas rebeldes transmitían sus propios comunicados desde la estación de radio LV2 de la localidad de Ferreyra, con el propósito de contrarrestar la propaganda gubernista que daba por derrotado al movimiento.
“La Voz de la Libertad”, comenzó a emitir a primera hora, poniendo especial énfasis en la política dictatorial de Perón, en los abusos del régimen y en la quema de la enseña patria.
Temerosos de que las fuerzas peronistas intentasen recapturar el “bastión”, los rebeldes instalaron ametralladoras, una en los techos y dos en tierra, a ambos lados del edificio, protegidas ambas por puestos de vigilancia organizados con cadetes de Aeronáutica y comandos civiles.
Las medidas no fueron desacertadas ya que grupos de militantes peronistas, casi todos miembros de la CGT, intentaron aproximarse al sector. Varios de ellos cayeron muertos y otros resultaron heridos, al ser repelidos por la metralla.


Temeroso de verse rodeado por las fuerzas enemigas, el general Lonardi dispuso abandonar la Escuela de Artillería y desplazar a todos sus efectivos hacia su par de Aviación Militar, dada la creciente concentración enemiga en torno a ellos. De ese modo colocaba a sus tropas en mejor posición y, de paso, aseguraba las pistas de aterrizaje, dando tiempo a los generales Lagos y Aramburu para iniciar su marcha y alentar el alzamiento de otras guarniciones en el interior.
Se formó entonces, una extensa columna de camiones y ómnibus que, alrededor de las 11.00, comenzó a evacuar las instalaciones. Casi al mismo tiempo despegó a bordo de un Percival, el capitán Luis Ernesto Lonardi, con la misión de reconocer las posiciones del general Morello y prevenir cualquier ataque sus fuerzas.
Ese día, la actividad aérea comenzó temprano cuando las 01.45 un segundo Percival despegó en pos del enemigo. Tras detectarlo al noroeste de la Escuela de Aviación Militar regresó, aterrizando a las 03.15. A las 05.00 un AT-11 lanzó bengalas con el objeto de observar el desplazamiento de las tropas gubernamentales. Una hora y media después, un avión Fiat efectuó exploración entre la Escuela de Aviación Militar y Río Tercero, detectando una columna de 25 camiones militares y piezas de artillería que avanzaba a la altura de Anizacate, en dirección a Alta Gracia. A las 07.00 otro AT-11 realizó observación entre la mencionada escuela y la fábrica Kaiser, bombardeando con napalm al Regimiento 13 que se aproximaban amenazadoramente a la Escuela de Artillería, En ese mismo momento, un Fiat sobrevolaba el área comprendida entre Jesús María y Piquillín en busca de las avanzadas enemigas.
El Regimiento 13 recibió un nuevo ataque con napalm a las 07.20 y diez minutos después, un monomotor Fiat detectó movimiento de tropas por el camino de Dean Funes, siendo repelido por fuego antiaéreo cuando efectuó una pasada rasante para arrojar panfletos.
A las 07.50 el mismo AT-11 que había bombardeado al Regimiento 13, hizo reconocimiento entre Anizacate y Alta Gracia y a las 08.00 uno de los cinco Avro Lincoln al comando del capitán Ricardo Rossi despegó llevando a bordo a un teniente como observador, para bombardear esas fuerzas. Cuando la máquina enfilaba hacia las tropas gubernamentales fue recibida por intenso fuego antiaéreo, resultando alcanzada por un proyectil de 40 mm a la altura del radar.
El aparato se elevó hasta los 4000 metros de altura para esquivar los disparos y al ver la imposibilidad de bombardear al enemigo, se retiró hacia el aeropuerto de Pajas Blancas, donde hizo un aterrizaje de emergencia.
La batalla se fue intensificando a medida que pasaban las horas.
A las 08.10 un Percival despegó desde la Escuela de Aviación Militar para efectuar reconocimiento. De regreso, el mismo oficial que piloteaba la nave abordó un DL-22 y en vuelo rasante ametralló vehículos y tropas leales a la altura de Malagueño. Casi al mismo tiempo, un nuevo Fiat piloteado por un primer teniente y tripulado por un joven oficial del Ejército, efectuó reglaje de tiro de artillería (08.15) en tanto media hora después, otro Percival hizo observación a baja altura (08.50).
Eran las 09.15 cuando un Fiat piloteado por el veterano piloto de pruebas de la Fábrica Militar de Aviones Rogelio Balado sobrevoló el sector de Alta Córdoba para observar los alrededores de la estación ferroviaria; a las 09.50 otro Percival exploró las tierras que se extendían al oeste de la Escuela de Aviación Militar y a las 10.00 despegó de la misma un DL-22 para ametrallar tropas que se aproximaban por el oeste.
Veinte minutos después un nuevo Fiat pasó entre Malagueño y Alta Gracia, en dirección a Anizacate donde detectó una columna de diez camiones, sobre la que arrojó panfletos antes de ser repelido por el fuego de cuatro piezas de artillería antiaérea. La columna fue atacada a las 10.40 y sobrevolada nuevamente por un AT-11, que también le arrojó panfletos, seguido a las 11.10 por otro Fiat que exploraba el aérea entre Córdoba y Ojo de Agua.
Cerca del mediodía, un DL-22 que patrullaba el área recibió numerosos impactos de piezas antiaéreas que le provocaron daños de consideración, entre ellos, la rotura de su hélice, la perforación del colector de escape y un cilindro, la destrucción del sistema eléctrico y daños en la rueda trasera. El aparato debió regresar y hacer un aterrizaje de emergencia con sus tripulantes ilesos.
Al recibir la información de que un tren con tropas gubernamentales se aproximaba desde el norte para reforzar a las tropas del general Morello, el comando rebelde decidió volar con trotyl las vías férreas al norte de Jesús María, despachando para ello un avión Percival con dos oficiales a bordo, que debían llevar a cabo la misión.
El aparato voló hasta el lugar y después de aterrizar en un camino de tierra los comandos echaron pie a tierra y procedieron a colocar las cargas para hacerlas detonar. Sin embargo, al intentar decolar, la máquina sufrió un desperfecto en su motor y eso le impidió despegar. La tripulación decidió abandonarla en medio del campo y regresar por sus propios medios, pero cayeron prisioneros a poco de andar.
Para entonces y a lo largo de toda aquella jornada, numerosos aviones civiles, muchos de ellos de carga, se fueron incorporando a las filas rebeldes, entre ellos un DC-3 y un avión de pasajeros de Aerolíneas Argentinas, que fueron puestos al mando del comandante Alfredo Barragán, piloto civil de la mencionada empresa e integrante de un comando revolucionario. Según relata Isidoro Ruiz Moreno, este aviador hizo traer desde Chile un Convair, transporte de envergadura que vino de perillas a las fuerzas rebeldes, por sus múltiples capacidades. Tan importantes resultaron esos aparatos, que el comodoro Krausse estableció una guardia especial para evitar su sustracción o algún acto de sabotaje por parte de elementos leales.
Promediando la tarde, Krausse dispuso enviar a todos sus bombarderos pesados hacia otras bases porque en Córdoba, no se les podía brindar el mantenimiento que necesitaban. Las aeronaves debían trasladarse hacia sus nuevos destinos y a su regreso, traer los repuestos y municiones que la aviación de Lonardi necesitaba y por ese motivo mandó alistar a los capitanes Cappelini y Rossi para que volasen hacia Espora. Los pilotos debieron esperar antes de partir porque en esos momentos, al Lincoln B-016 del primero debían quitarle sus cañones para los de un Gloster Meteor que se habían dañado. El Lincoln había quedado prácticamente inutilizado al ser perforado su tanque de combustible durante la incursión de bombardeo al aeródromo de Coronel Olmedo.
Antes de partir, Cappelini quiso conocer cual era la situación que imperaba en esos momentos y por esa razón se dirigió a una de las dependencias de la Escuela en la que el recién llegado mayor Juan Francisco Guevara estudiaba un mapa de la región.
Una vez en el edificio, Cappellini solicitó autorización para entrar y después de las salutaciones e rigor, le pidió al mayor un detalle de lo que estaba ocurriendo. La respuesta que recibió lo dejó sumamente preocupado ya que, según el oficial del Ejército, las fuerzas sublevadas en esos momentos, era extremadamente dificil.
Cappelini y Rossi volaron hacia Comandante Espora mientras un Avro Lincoln al mando del recientemente llegado primer teniente Manuel H. Turrado Juárez, hizo lo propio hacia Villa Reynols, para cargar bombas. En esos momentos, la base puntana se hallaba en manos rebeldes (al mando del mayor Celestino Argumedo), dado que el Comando de Represión había retirado de allí a sus pilotos y aviones para concentrarlos en Morón.
El avión de Turrado Juárez partió con su dotación completa, integrada por el primer teniente Dardo José Lafalce, los tenientes Miguel Eduardo Aciar, Guillermo Rodolfo Alaggia y Domingo Aldo Patrignani, el alférez Aldo Luis Santi y los suboficiales Néstor Leoncio Martín, Pedro Boris Timorín (mecánico aviador), Martín Antonio Rivadera, Ramón Elía Quinteros y Augusto Lecchi. Una hora después de su partida, cuando sobrevolaba la ciudad de Río Cuarto en dirección a San Luis el gigantesco bombardero comenzó a presentar fallas mecánicas y se precipitó a tierra, pereciendo sus diez tripulantes. De ese modo, la Fuerza Aérea Argentina sumaba nuevos mártires en acciones de guerra.


General Miguel Ángel Iñíguez

Anochecía y nada se sabía de esta tragedia cuando el capitán Jorge Lisandro Suárez ordenó al primer teniente Hellmuth Conrado Weber atacar al Regimiento 12 de Infantería y al Tercer Grupo de Artillería Liviano de Guadalupe, que al mando del general Miguel Ángel Iñíguez, avanzaba hacia la capital provincial procedente de Santa Fe.
Aprovechando las últimas luces del día, Weber despegó a bordo de un Gloster Meteor, enfilando directamente hacia las posiciones enemigas. Al cabo de unos minutos estableció contacto con sus tropas y se abalanzó sobre ellas efectuando una pasada rasante que las tomó completamente desprevenidas. Mientras disparaba sus cañones de 20 mm, pudo ver a los soldados arrojarse a ambos lados del camino para ponerse a cubierto.
El piloto rebelde inició un pronunciado giro y enfiló en sentido inverso, volando a baja altura y disparando intermitentemente. Esta vez el enemigo lo esperaba y devolvió el fuego con sus piezas antiaéreas. Weber no olvidaría más aquella escenas, con los proyectiles pasando a escasos centímetros de su aparato, como si se tratara de fuegos artificiales. Agotó todos sus cargadores y se retiró ileso rumbo a la Fábrica Militar de Aviones dispuesto a reportar los pormenores de su incursión. Era su primera experiencia de guerra y por esa razón, cuando se presentó a sus superiores, se hallaba tremendamente excitado.
Detrás de él partió el primer teniente Rogelio Balado1 con igual misión. Sin embargo, en esta oportunidad, las tropas peronistas estaban alerta y lo recibieron con nutrido fuego de artillería cuyos resplandores se vieron en el anochecer, desde la Escuela y la Fábrica de Aviación. El veterano piloto de pruebas regresó con una veintena de impactos, pero aterrizó sin inconvenientes.

Quien se hallaba notablemente contrariado por las deserciones de los Avro Lincoln era el brigadier Juan Fabri, comandante de la Base Aérea de Morón. La actitud de los pilotos rebeldes lo había enfurecido notablemente y deseaba castigarlos “como se merecían”, enviando hacia Córdoba a una formación de cazas para derribarlos. Cuando le comentó la novedad a su segundo, el mayor Daniel Pedro Aubone, este se manifestó de acuerdo, observando únicamente que debido a la ininterrumpida sucesión de misiones de aquel día, los pilotos leales estaban extenuados. Fabri le dio la razón y cuando le preguntó si se animaba a encabezar el ataque, este le respondió que sí.

-¡Por supuesto que me animo. Toda mi vida me preparé para este momento!

Fabri le ordenó entonces elegir sus pilotos y las designaciones recayeron en el capitán Amauri Domínguez y el comandante Eduardo Catalá, quienes de inmediato iniciaron los aprestos para iniciar el vuelo mientras el personal de tierra proveía a los aviones de tanques suplementarios para extender su radio de acción y los dotaban de municiones perforantes, incendiarias, trazantes y de 20 mm.
De acuerdo a la explicación previa en la sala de prevuelo, los pilotos debían volar en un aparato de carga hasta el aeródromo de Las Higueras, próximo a Río Cuarto, para apoderarse de los Gloster Meteor rebeldes que allí se alistaban, privando al enemigo de un arma formidable. Ninguno de los tres aviadores tenía experiencia de combate aunque en 1948 habían realizado numerosas prácticas de tiro en Tandil, y recibido instrucción del general del aire Adolf Galland, uno de los ases alemanes de la Segunda Guerra Mundial contratados por Perón para organizar la Fuerza Aérea Argentina. Galland había escrito un manual de adiestramiento en uno de cuyos capítulos, detallaba como debía llevarse a cabo el ataque a un aeródromo.
Anochecía cuando los pilotos abordaron un transporte C-47 y despegaron hacia Córdoba, acompañados por los armeros y mecánicos que integrarían su personal de tierra. Lo que los tres ignoraban era que minutos antes el capitán Fernando González Bosque los había “traicionado”, partiendo hacia Córdoba en otro Avro Lincoln, con la intención de sumarse a la revolución.
González Bosque voló en plena noche y al llegar a destino, informó sobre la misión que el Comando de Represión había planificado sobre el aeródromo de La Higuera. El comodoro Krausse y su plana mayor comprendieron el peligro que ello significaba y organizaron de inmediato un ataque para inutilizar los cazas que había allí estacionados.
El C-47 tocó tierra en La Higuera en la media noche del 16 y después de cargar el avión con los pertrechos necesarios, la tripulación se fue a dormir al casino de oficiales, sabiendo que al día siguiente les esperaba mucha acción.
Por causa de la tensión, fue poco lo que Aubone durmió; se levantó a la mañana siguiente, muy temprano y al igual que sus compañeros procedió a revisar minuciosamente su avión, poniendo especial atención en las turbinas, el armamento y la mira.
Los mecánicos terminaban de alistar a los otros dos aparatos montaba una bomba voladora PAT-1 de fabricación nacional2 en el Avro Lancaster matrícula B-037 que piloteaba el capitán Eduardo Di Pardo, con la que el Comando de Represión pensaba atacar las posiciones del general Lonardi, disparándola desde una distancia de 30 kilómetros.


Bomba teledirigida PAT-1

El oficial trepó a la cabina de su Gloster con cierta dificultad, debido a una vieja lesión que había sufrido el año anterior y una vez en el interior, comenzó a sujetar sus correajes. En esos momentos había mucho movimiento en la base, con los mecánicos y los técnicos yendo y viniendo de aquí para allá, revisando los aviones, haciendo los últimos ajustes y conectando las baterías a los motores para poner en marcha a los cazas.
Cuando Aubone controlaba su tablero y los mecánicos se disponían a enchufar y alistar los sistemas de encendido, apareció repentinamente el Avro Lincoln del capitán Orlando Cappellini dispuesto a atacar. Con él volaban un cadete de Aviación de 4º año que portaba una ametralladora de mano para disparar desde la ventanilla y un artillero que tenía a cargo la ametralladora de cola.
A vuelo rasante, Cappellini pasó sobre la pista y luego se elevó, dando tiempo al personal del aeródromo de ponerse a cubierto. Aubone comprendió que había quedado completamente solo y que era blanco fácil del atacante y por esa razón, cuando el bombardero efectuó su segunda pasada, pensó que aquella era su última hora.
Una bomba impactó de lleno en el Avro Lancaster B-037 y otra pegó a un metro y medio de su ala izquierda, sin explotar (fue la única que no lo hizo), hecho providencial que lo salvó por milagro.
El Lancaster y su bomba de 1000 kilogramos se convirtieron en una bola de fuego mientras el personal de tierra intentaba ponerse a cubierto no solo de las balas enemigas sino de los restos del aparato que volaban en todas direcciones.
Tras descargar sus proyectiles, Cappellini comenzó a volar en círculos para batir la zona con la ametralladora portátil que manipulaba el cadete de 4º año y con los cañones de 20 mm de cola. Aubone, cubriéndose instintivamente la cabeza con las manos, sintió los impactos repiqueteando a su alrededor, sin que ninguno lo tocase.
En ese preciso instante apareció a gran velocidad un automóvil conducido por el ingeniero asimilado Gauna Krueger, quien corrió hasta el avión y en medio de las balas, ayudó al piloto a descender. Acto seguido, corrieron ambos hacia el rodado y una vez dentro, se alejaron rápidamente en dirección a un grupo de trincheras junto a las cuales, el conductor frenó. A toda prisa descendieron y se arrojaron en su interior encontrando allí a Domínguez y Catalá observando el último ataque de Cappellini.
Aunque muchos años después el piloto rebelde intentaría justificar su accionar asegurando que no había sido su intención impactar a los Gloster, la realidad es que su puntería falló debido a su falta de experiencia en bombardeos a baja altura. Su misión era destruir a los cazas y para eso había ido hasta Las Higueras.
El ataque duró aproximadamente media hora y dejó como saldo el Avro Lancaster incendiado y otro aparato averiado por las esquirlas.
Cuando la alarma cesó, los mecánicos y el personal de tierra reaparecieron y presas de la exitación exigieron a los gritos el derribo del atacante. Habían vivido momentos de extrema tensión y angustia ya que en los barrios inmediatos, tenían sus casas y sus familias.

-¡Mátelos, señor - le pidieron a Aubone - liquídenlos a todos!

Sin perder un instante, Aubone trepó a su avión y minutos después partió decidido en busca del bombardero. No lo encontró pero su vuelo sirvió para corroborar la excelente performance de los Gloster Meteor y demostrar a los rebeldes que había aparatos leales dispuestos a repeler su acción.


De regreso en la base, le informaron que se hallaba al teléfono el comodoro Casanova, subsecretario de la Fuerza Aérea, solicitando la inmediata destrucción de la aviación rebelde.

-¡Esos aviones pueden atacar Buenos Aires aún de noche y van a causar mucho daño en la ciudad. Hay que destruirlos inmediatamente!

Era evidente que el alto funcionario se hallaba impresionado por la noticia del ataque y las consecuencias que podría acarrear el hecho de que las fuerzas sublevadas dispusieran de semejante fuerza.
Aubone y sus numerales se abocaron a la tarea de planificar un ataque al aeródromo de Pajas Blancas, para neutralizar a los bombarderos pesados enemigos porquea esa altura se sabía que la Escuela de Aviación Militar carecía de capacidad suficiente para albergarlos y que la extensión de la pista era insuficiente.
La escuadrilla despegó a las 17.00 horas, volando a 700 kilómetros por hora, en dirección al valle de Calamuchita en absoluto silencio de radio. De acuerdo al plan de vuelo elaborado antes de decolar, enfilarían hacia el valle de Punilla, a través del lago San Roque desde donde se elevarían antes de caer sobre el blanco.
A efectos de causar la menor mortandad posible, se desplazarían en hilera, contrariando las enseñanzas de Galland, aún a riesgo de que el avión que volaba detrás dañara a sus propios compañeros al abrir fuego.
Los aparatos sobrevolaron el lago y cruzaron Cosquín, tomando altura sobre el Pan de Azúcar para caer sobre Pajas Blancas desde ese punto. Mientras lo hacían, detectaron bastante movimiento en torno a tres bombarderos ubicados al costado de la pista, uno de los cuales, tenía su carga de bombas a pleno y recibía combustible. Era el Avro Lincoln de Cappellini y Rossi, recién llegado de Comandante Espora con el enlace naval Carlos García Favre a bordo.
Los Gloster se lanzaron sobre el objetivo, separados por una distancia de 1000 metros entre uno y otro, encabezados por el mayor Catalá, quien abrió fuego en primer lugar alcanzando a los aviones mientras el personal de tierra corría en todas direcciones busca ponerse a cubierto. Cuando el guía se elevó, llegó disparando Aubone, impactando a dos de los tres Avro Lincoln detenidos en plataforma, uno de los cuales se tumbó hacia un costado con su rueda perforada. Le siguió el capitán Domínguez disparando con sus cañones e inmediatamente después ganaron altura para iniciar maniobras de evasión.



(Imagen: Blog de las Fuerzas de Defensa de la República Argentina)

Mientras efectuaban el ataque, los pilotos leales escuchaban a través de sus radios las alarmas de la base y una interminable seguidilla de órdenes provenientes de la torre de control, solicitando la salida de aviones para interceptarlos.
En momentos en que los tres cazas ganaban altura y emprendían la retirada a 900 kilómetros por hora, los disparos del numeral Domínguez alcanzaron levemente al avión del mayor Aubone y al averiado Avro Lincoln del capitán Rossi que se hallaba posado en tierra, dañado por las baterías antiaéreas durante el ataque al aeródromo de Coronel Olmedo. Dejaban atrás un mar de confusión, dos de los tres Avro Lincoln destruidos y un piloto rebelde herido.
Los Gloster Meteor sobrevolaron la ciudad de Córdoba y aterrizaron en Las Higueras, donde el personal de tierra los aguardaba expectante. Rodando lentamente por la carpeta asfáltica dejaron a un lado la pista y con los motores encendidos introdujeron los aviones en uno de los hangares especialmente acondicionado para ellos. Al descender, los tres pilotos y sus mecánicos observaron con asombro la cola del Gloster de Aubone completamente perforada por los proyectiles de Domínguez y lo cerca que estuvo de ser abatido. Evidentemente, Galland tenía razón.
Sin darles demasiado tiempo, el comodoro Daniel Cerri, jefe de los talleres de la  base, mandó alistar a los tres aparatos puesto que era previsible un ataque rebelde y en momentos en que impartía esa orden, volvió a llamar desde Buenos Aires el subsecretario de la fuerza, comodoro Casanova, para informar que una columna rebelde del II Ejército, estaba pronta a llegar a Córdoba procedente de San Luis y que el aeródromo de La Higuera iba a ser uno de los primeros puntos en ser ocupados. Casanova sabía que el Regimiento 11 de Infantería no llegaría a tiempo para detener el avance y por esa razón, ordenó a los tres pilotos retornar inmediatamente a Buenos Aires y al comodoro Cerri inutilizar los aviones.
Se decidió que Aubone, Catalá y Domínguez volarían de regreso en un Beechcraft AT-11 sanitario que se hallaba estacionado en el mismo hangar en el que habían guardado los Gloster, y a él treparon inmediatamente, seguidos por el grupo de suboficiales que los había acompañado desde Morón. Aubone ocupó el asiento del piloto y Catalá el del copiloto y después de encender los motores, ganaron el exterior y comenzaron a rodar hacia la cabecera de la pista.
En ese preciso instante un Calquin rebelde llegó volando a baja altura para arrojar una bomba que, aunque pegó cerca del Beechcraft, no impidió que siguiera su marcha.
El avión levantó vuelo en dirección a Río Cuarto, justo cuando el Calquin pasaba a su lado y le disparaba. Aubone se pegó al suelo y de ese modo evitó que el avión rebelde volviese a ametrallarlo y se lanzase tras él.
Era de noche cuando dejaron atrás la provincia y se internasen en Santa Fe volando siempre a baja altura y prácticamente a ciegas porque el radiogoniómetro no funcionaba. Ya en territorio bonaerense, encontraron nubes bajas y recién al ver las luces de Chivilcoy lograron orientarse y continuar hacia Morón.
La base aérea se hallaba  a obscuras y nadie respondía los llamados en previsión de posibles ataques por parte de la cada vez más numerosa aviación rebelde. En vista de ello, el capitán Catalá tomó el micrófono y después de darse a conocer informó que si no recibía respuesta en el acto, se retirarían al Uruguay. Ni bien terminó de decir eso, las luces de la pista se encendieron y así pudieron aterrizar.
Una vez en tierra, los aviadores fueron recibidos por el comodoro Fabri, que se encontraba sumamente entusiasmado por el éxito de la incursión. El oficial estaba resuelto a lanzar sobre Córdoba un ataque de mayor envergadura, utilizando bombarderos Avro Lincoln y Avro Lancaster, misión que se estaba programando para el día siguiente. Los mandos leales estaban convencidos de que las fuerzas rebeldes carecían de capacidad para contrarrestar esos ataques porque los pocos Gloster Meteor de los que disponían carecían de repuestos y por consiguiente, no estaban en condiciones de volar.

En la tarde del 17 de septiembre se completó el traslado de las fuerzas rebeldes desde la Escuela de Artillería a las de Aviación Militar y Suboficiales de Aeronáutica. El general Lonardi se instaló en la primera junto a su plana mayor y en la segunda, separada de aquella por la ruta que unía a Córdoba con Villa Carlos Paz, lo hizo el comodoro Krausse con los integrantes de su comando.
En las últimas horas, las fuerzas revolucionarias habían reforzado el perímetro defensivo de la guarnición, envolviendo dentro del mismo a edificios, hangares, talleres, pistas de aterrizaje y terrenos anexos, todo ello dentro de un radio de 360º. El mismo quedó al mando del general Lonardi, secundado por su hijo y ayudante, el capitán Luis Ernesto Lonardi y su igual en el mando, Ramón Eduardo Molina. El capitán Daniel Correa fue designado oficial de Informaciones, el teniente primero Miguel A. Mallea Gil, jefe de Comunicaciones, el teniente primero Julio Fernández Torres encargado de la seguridad del Comando, el coronel Arturo Ossorio Arana comandante del Grupo de Artillería, el mayor Melitón Quijano jefe de su plana mayor y el mayor Enrique Rottjer, encargado de Logística.
A lo largo de aquella segunda, jornada se fueron incorporando elementos civiles a quienes se fue proveyendo de armamento y se los destinó a reforzar pelotones al mando de oficiales, lo mismo militares retirados o fugados de las filas leales, entre quienes destacaban el teniente coronel (R) Juan Carlos Cuaranta, su igual en rango Carlos Godoy, el coronel Francisco Zerda, el capitán Alfredo Matteri, el mayor Enrique Rauch, el teniente de navío Raúl Ziegler, el mayor Lisandro Segura Lavalle y el teniente primero Carlos Goñi.
Mientras en Córdoba se desarrollaban esas acciones, las tropas leales continuaban su avance. Ello y la falta de noticias respecto a la situación en el resto del país, preocupaban sobremanera al general Lonardi y sus hombres especialmente después de saber que en las primeras horas de la noche las columnas de la V División de Ejército, al mando del general Aquiles Moschini, habían llegado por tren a Dean Funes y que estaban dispuestas a entrar en acción. Integraban la misma el Regimiento 15 de Infantería procedente de La Rioja, el Regimiento 18 de Santiago del Estero, el 17 de Catamarca y el 19 de Tucumán, conjuntamente con el Regimiento 5 de Artillería reforzado, procedente de Salta, sede del Comando de la División; el Regimiento 5 de Caballería de la misma provincia y el Batallón 5 de Comunicaciones de Tucumán.
Integraban el alto mando del general Moschini su jefe de Estado Mayor, el coronel Julián Trucco; su cuartel maestre, teniente coronel Carlos Augusto Caro y el mayor  Isola, a cargo de la División de Operaciones. Siguiendo sus indicativas, elementos motorizados del Regimiento 18 procedieron a reconocer el lugar y efectuar exploración en la zona de Jesús María con el objeto de detectar unidades rebeldes.
Casi al mismo tiempo, las tropas del general Miguel Ángel Iñíguez llegaban a Monte Cristo, donde dispuso alojar a la tropa para que pasar allí la noche, previa dispersión de su armamento y equipo en prevención de ataques aéreos. Cerca de la medianoche, esas tropas recibieron dos cañones Krupp 7.5 mm pertenecientes a la sección de Artillería del Regimiento 12 y tres ambulancias enviadas por el Ministerio de Salud Pública de la provincia de Santa Fe ya que, para el día siguiente, se esperaban duros enfrentamientos.

Las acciones del día 17 en Córdoba se reflejan claramente en los escritos de un combatiente, publicados en la revista “Cielo” bajo el título “…del diario de un Cadete”,. Dice el mismo:

“17 de septiembre (sábado). Finalmente tomamos una posición provisoria para protegernos de algún posible ataque enemigo. En realidad vivimos en un constante estado de alerta. Se presume que viene avanzando el 14 de Río IVº y por esa causa nos pasamos la mañana esperando.  A eso de las 11:00 hs. Se inicia el ataque…es el primer combate real en que actuamos y quien mas quien menos, todos pensamos en que puede ser nuestra última acción en este mundo. Es de admirar la rapidez con que cavamos la posición…en 30’ la terminé…y bastante honda por cierto.
   “La infantería viene avanzando bajo un nutrido fuego de obús y soportando el hostigamiento incesante de nuestros aviones. Esto decide el combate.
   “Rendido el 14, se me ordenó plegarme con el grupo a la sección del Alf. C…para ir a copar un grupo de unos 80 suboficiales y civiles que estaban perturbando por detrás de los polvorines. Tampoco esta vez tuvimos suerte, pues no encontramos más que animales……Seguramente se repliegan al enterarse que íbamos a combatirlos. Nos quedamos casi dos horas en un rancho vacío. Todas las casas de los alrededores han sido abandonadas…los animales están rabiosos de sed…hago lo imposible por procurarles agua. Vamos morir una yegua que tiene un proyectil en los íjares. Probablemente del 12,7.
   “Utilizando el teléfono portátil se comunica al comando que no hay novedad por esta zona. El 1er. Ten. F…, Jefe de nuestra Ca., ordena el repliegue hasta los polvorines, donde embarcamos en camiones que nos llevan a la Escuela de Suboficiales. Llegados allí, vemos que, como en nuestra Escuela, hay gran cantidad de civiles armados con gran variedad de armas y vestidos en forma muy particular: un ‘cocktail’ de ropa civil, militar y policial.
   “Algunos lucen orgullosos sus ‘trofeos’: gorras, sables, pistoleras y otros elementos tomados a la policía.
   “Bajamos a comer algo…nos dieron un sopón que podía cortarse con cuchillo, pero el hambre era mucho y eso salva el éxito del almuerzo. Mientras aguardamos nuestro regreso, conversamos con los aspirantes y civiles que por allí encontramos. Por ellos nos enteramos que las emisoras cordobesas, en nuestro poder desde ayer, hicieron un llamado pidiendo voluntarios y la mayoría de los hombres en condiciones de armarse han sabido responder a él. Nos relatan alternativas del combate que sostuvieron ayer junto con los cadetes, aspirantes y soldados en la Jefatura de Policía. Cuenta que con ellos se encontraban algunas mujeres, que arma en mano, daban muestras de un valor que ennoblece a la mujer argentina. Uno de los sectores donde la lucha fue más intensa fue por Barrio Pueyrredón donde la Policía opuso una tenaz resistencia. Afortunadamente no hubo que lamentar la muerte de ningún cadete…los aspirantes no tuvieron igual fortuna, pues dos o tres de ellos perdieron la vida en la acción; sin embargo, el mayor número de bajas lo tuvieron los civiles, que pagaron con la vida su fervor patriótico. La población vitoreaba a nuestros muchachos y prestaba toda su colaboración reafirmando así su identificación con los principios revolucionarios.
   “Luego de cambiar otras impresiones sobre lo ocurrido en la ciudad, llegó la hora de nuestro regreso a la E.A.M. y nos despedimos de ellos en un clima de profunda cordialidad…aunque pensando en la dureza de nuestro pozo y en las emociones que ellos vivieran, con un dejo de envidia por su suerte.
   “En la Escuela recibimos órdenes de hacer bañar a la tropa y equiparla convenientemente. Con la eficaz colaboración de algunos aspirantes, logramos hacerlo rápidamente y luego, otra vez a los camiones. Ibamos viajando en dirección a la línea, cuando supimos de la alarma antiaérea. Se presumía la aproximación de Gloster Meteor leales. Se ordenó tomar cubierta completa a la tropa…En el desbande, muchos camiones quedaron dificultando el tránsito y tuve que colaborar para despejar el camino. Con el ‘Tano’, aprovechamos para hacer una ‘requisa’ a la Sala de Armas y retirar munición que nos será de utilidad más adelante.
   “Pasada la alarma, sin que se produzcan novedades (luego nos enteramos que el ataque aéreo se había realizado en Pajas Blancas), aprovechamos el ‘impase’ para bañarnos y cambiarnos de ropa. Nuevamente tomo mi grupo y lo conduzco al lugar donde se me comunicó se extenderían nuestras líneas. Ya es de noche. Sobre el costado sur de la Escuela a la altura de la cabecera de la pista nueva, comenzamos a cavar las posiciones…esto de construir la posición en la obscuridad no es nada agradable: no se ve lo que se hace y el trabajo resulta doblemente penoso y poco eficiente.
   Cuando doy por terminado mi trabajo me doy cuenta que se ha levantado una sudestada de esas que llegan a los huesos…y mi grupo no tiene mantas. Entonces decido detener un camión que en ese momento pasa en forma providencial por allí y con el permiso del Jefe de la Ca. me voy al Escuadrón de Tropas.
   “El soldado no quiere conducir, pues dice que no ve nada, y aquí estoy yo, con toda mi inexperiencia de motorista, conduciendo un camión sin luces entre calles (?) llenas de obstáculos. Pero no tuve ningún inconveniente y pude llegar. La suerte me favoreció también en el regreso, pues, aún no se como, me fui a detener justo en el puesto ocupado por el Jefe de la Ca., y de allí fue un juego de niños llegar a mi posición. Mis soldaditos ya estaban medio duros de frío. La noche se hace bastante ‘perra’ pues las posiciones son malas y el viento sopla muy fuerte…por fortuna acallamos el estómago con un buen plato de locro caliente. El amanecer ansiosamente esperado por fin llega aunque sin el ansiado sol…El día es nublado y frío”.
En esas condiciones llegó la tercera jornada de lucha.


Notas


  1. Pese a tratarse de uno de los más reconocidos pilotos de prueba de la Fábrica Militar de Aviones, Rogelio Balado se volcó decididamente a la revolución. Experimentado piloto de caza de la Fuerza Aérea Argentina, comenzó su carrera en Córdoba, en 1952 después de la trágica muerte de Otto Behrens, veterano de la Luftwaffe y piloto de prueba del equipo de Kurt Tank, voló los prototipos Pulqui I y Pulqui II, el planeador IA-37 y el gigantesco transporte IA-38 Naranjero, antecedente nacional de los poderosos Hércules.
  2. El Proyectil Aéreo Teledirigido 1 era una bomba radioguiada aire-superficie de elaboración nacional fabricada por la Sección Armas Especiales de la Dirección General de Fabricaciones Militares dependiente del Ejército. En 1950, un equipo de técnicos alemanes y argentinos comenzó a trabajar en su diseño bajo la dirección de los hermanos Henrici, ingenieros aeronáuticos alemanes, con la asistencia en el diseño de los hermanos Mandel, todos ellos técnicos de la Alemania nazi captados por el régimen justicialista. Se trataba de un proyectil de 500 kilogramos y 30 kilómetros de alcance que constaba de dos cuerpos, el mayor de 3,54 metros en el que e alojaba el sistema de guiado, la cámara de combustión y la tobera de escape y el menor, de 2,52 metros, que llevaba los carburantes (oxigeno y metanol). Perón en persona supervisó los trabajos en 1952, año en que comenzaron las pruebas. El 20 de octubre de 1953, durante una de ellas, el Avro Lancaster B-036 piloteado por Werner Baumbach, otro veterano de la aviación alemana, se precipitó a aguas del Río e la Plata, pereciendo su piloto, uno de los hermanos Henrici y el radioperador argentino Viola. Otros tres tripulantes lograron ser rescatados.


viernes, 16 de junio de 2023

Argentina: Los antecedentes al bombardeo para matar a Perón

Los antecedentes del bombardeo para matar a Perón

@OldArg1810

Un 16 de junio de 1955 (haga clic aquí para revisar ese evento) tuvieron lugar los bombardeos a Plaza de Mayo que llevo a cabo la Marina de Guerra con el objetivo de asesinar al presidente Juan Domingo Perón.

Pero, ¿Por qué pasó? ¿Cuáles fueron los factores que desencadenaron el hecho?


Cuatro años antes, en 1951, se inició el nuevo año con una gran huelga ferroviaria en reclamo de aumentos salariales y en contra de las autoridades de la Unión Ferroviaria. La huelga continuó aunque el presidente Perón la había declarado ilegal.




Esta terminó siendo reprimida brutalmente por el Ejército con los trabajadores ferroviarios siendo despedidos de sus empleos y detenidos por la policía por violar la Ley de Seguridad del Estado.




La participación de las Fuerzas Armadas en aspectos de la seguridad interior estaba permitida desde agosto de 1948, cuando la Cámara de Diputados aprobó en el lapso de unos pocos minutos, sin despacho de comisión ni debate previo,



la Ley de Organización de la Nación para Tiempos de Guerra, que legitimaba e institucionalizaba la participación de las Fuerzas Armadas en la represión interna.




Ante la interpretación de un “peligro inminente”, el presidente de la Nación podía asumir funciones judiciales y someter a los civiles a la justicia militar.



Esta ley fue aplicada por primera vez a los obreros ferroviarios en la huelga de 1951, cuya responsabilidad fue adjudicada por el gobierno a elementos socialistas y comunistas.




Esto se sumaba a que desde el año 1947 el gobierno había comenzado a atacar con dureza a la oposición, siendo detenidos muchos dirigentes opositores por el crimen de “desacato” o por violar el edito policial sobre reuniones públicas.




En mayo de 1951 se siguió en esa línea con el secuestro y tortura por parte de la policía del estudiante universitario y militante comunista, Ernesto Bravo, quien había sido detenido ilegalmente en su domicilio del barrio de La Paternal.





Hubo una intensa movilización estudiantil y de los partidos opositores exigiendo la reaparición de Bravo y la Federación Universitaria de Buenos Aires, presidida por David Viñas, decretó un paro de dos días en el mismo sentido.




El 12 de junio de 1951 el rector de la UBA, que era un funcionario nombrado por el Poder Ejecutivo, negaba la versión estudiantil de los hechos y la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia afirmaba que a Bravo lo mantenían oculto los mismos comunistas.




La CGT, los medios de prensa oficialistas y la bancada del Congreso del Partido Peronista denunciaron "las absurdas mentiras" de los comunistas, y que todo el llamado caso Bravo era una conspiración comunista para tomar el poder.



El gobierno intervino la Federación Universitaria de Buenos Aires, deteniendo a sus miembros, y clausurando los Centros de Estudiantes, debido al paro que realizaron exigiendo la aparición de Bravo con vida.



Bravo fue encontrada con vida, y declaró que había sido llevado a una comisaria, donde fue torturado reiteradamente con picana eléctrica, golpes de cachiporra y duchas de agua helada, permaneciendo inconsciente por mucho tiempo.

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Por las torturas a Bravo fueron acusados los comisarios Cipriano Lombilla y José Faustino Amoresano pero en agosto del mismo año la Cámara de Apelaciones revocó la medida arguyendo que no había evidencias de torturas.



El médico que contrastó las lesiones de Bravo, el doctor Alberto J. Caride, y el juez que dispuso la libertad de Bravo tuvieron que exiliarse en el Uruguay debido a las amenazas que comenzaron a recibir.




En noviembre de 1949, un hecho similar había ocurrido en Tucumán, cuando diez sindicalistas de la capital de la provincia fueron detenidos por planear un paro general de solidaridad con la huelga de obreros de los ingenios azucareros.



Uno de ellos, Carlos Antonio Aguirre, dirigente del sindicato de mozos e integrante del comité provincial del Partido Comunista de Tucumán, fue secuestrado, torturado y asesinado por la policía; al parecer, en el subsuelo de la Casa de Gobierno.



A posteriori se hizo desaparecer el cuerpo, mientras fuentes policiales y gubernamentales, y desde la propia CGT oficialista, promovían la hipótesis del auto secuestro y se responsabilizaba a los comunistas, lo que generó nuevos allanamientos en casas de militantes comunistas.




Empero, la investigación judicial permitió hallar su cuerpo dos semanas después en la provincia de Santiago del Estero. A contragusto de la CGT, el 20 de diciembre de 1949 hubo una huelga general en la ciudad de Tucumán de repudio al asesinato, que se extendió a los



ingenios azucareros de Santa Lucia y La Florida. Los policías que tuvieron una responsabilidad directa contaron con penas de prisión en suspenso y quedaron en libertad.



En esos tiempos, algunos científicos como Bernardo Houssay eran perseguidos y fueron apartados de sus cátedras en las distintas universidades del país debido a sus críticas al gobierno nacional.




El Premio Nobel de Medicina que le fue galardonado en 1947, fue ignorado en el país. El gobierno, a través de la Subsecretaria de Prensa y Difusión, dio la orden de no darle difusión al acontecimiento, por lo tanto muchos no se enteraron de tal distinción hasta tiempo después.



En 1951 también se produjo la expropiación del diario La Prensa, principal medio opositor al gobierno peronista junto al diario La Nación (que tuvo problemas con el acceso al papel de diario). Alberto Gainza Paz, director del diario, se exilio en los Estados Unidos.



En los años anteriores se habían prohibido la circulación, y por lo tanto clausurado, distintos diarios opositores como La Vanguardia, órgano del Partido Socialista, El Intransigente de Salta, propiedad del dirigente radical David Michel Torino.






Otros diarios que sufrieron la clausura incluyen las publicaciones comunistas La Hora y Orientación, La Nueva Provincia de Bahía Blanca, La Capital de Rosario, Los Andes de Mendoza, El Liberal de Santiago del Estero, Democracia de Junín, y otros.




Con exepción de La Nación, que operaba con reducida capacidad, y de los diarios que circulaban clandestinamente, el gobierno había montando un exclusivo y gigantesco aparato propagandístico que incluía diarios, radios, revistas y noticieros oficialistas.




También se clausuraron las oficinas de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, organización de derechos humanos que denunciaba los secuestros y torturas, distintas radiodifusoras del país, y se secuestraban libros.




El encargado de ordenar todas estas acciones era el diputado peronista José Emilio Visca, antiguo hombre de Manuel Fresco en la provincia de Buenos Aires, que mediante la llamada "Comisión Visca", formada en 1949 y que estaba formada por diputados y senadores peronistas,



se encargaba de cerrar publicaciones opositoras con las excusas más insignificantes o esgrimiendo "razones de seguridad, higiene y moralidad".


En noviembre de 1951 se celebraron las elecciones presidenciales que decidirán al sucesor de Perón. De acuerdo a la nueva Constitución Nacional, sancionada en 1949, Perón podría buscar la reelección.



Perón anunció su candidatura a la presidencia, y como acompañante de su fórmula los sindicatos y el Partido Peronista Femenino reclamaban a Eva Perón, quien en un dramático discurso terminaría rechazando el ofrecimiento.




Mientras eso sucedía dentro del ejército se preparaban movimientos golpistas que buscaba terminar con el gobierno de Perón, uno encabezado por el general (R) Benjamín Menéndez y otro por el general Eduardo Lonardi.





Menéndez y Lonardi no pudieron ponerse de acuerdo en una estrategia en común y el segundo terminó retirándose del plan, siendo Menéndez el ejecutor. La revolución tuvo lugar el 28 de septiembre de 1951 con muy poca preparación.




Firmaron la proclama revolucionaria dirigentes del Partido Demócrata (Reynaldo Pastor, Felipe Yofre, y Héctor González Iramain), de la Unión Cívica Radical (Arturo Frondizi, Eduardo Laurencena, Mauricio Yadarola),




del Partido Demócrata Progresista (Julio A. Noble y Horacio Thedy), y del Partido Socialista (Américo Ghioldi). La proclama que difundieron los rebeldes, mediante panfletos lanzados desde aviones, decía lo siguiente:





Debido a esto el golpe fallo y fue contenido por las autoridades peronistas. Los militares golpistas fueron detenidos y también políticos opositores por conspirar con ellos como Arturo Frondizi, Reynaldo Pastor, Américo Ghioldi, etc.




Algunos de los jóvenes militares que integraron el golpe incluían a Julio Alsogaray, Alejandro Agustín Lanusse, y Francisco Manrique, futuros protagonistas de la política argentina, quienes estuvieron detenidos entre 1951 y 1955 bajo duras condiciones en el sur del país.



Esto provocó la declaración del estado de guerra interno por parte de Perón, que terminó extendiéndose por lo que seguiría de su mandato hasta 1955. Bajo esas circunstancias se desarrollaron las elecciones presidenciales de 1951.




La campaña electoral, que estuvo marcada por el intento de golpe encabezado por el general Menéndez, fue difícil para la oposición ya que no les era permitido el acceso a las radioemisoras, y los diarios se manifestaban abiertamente partidarios de los candidatos peronistas.




Sólo por medio de reuniones al aire libre la oposición podía exponer sus programas, y aún para ello dependían de las autoridades policiales para obtener autorización para el lugar y la fecha que tendrían que llevarse a cabo.




Aún cuando las reuniones eran permitidas por la policía, estos opositores eran blanco de ataques físicos, como ocurrió con el candidato comunista Rodolfo Ghioldi, que fue baleado por la espalda en un acto electoral de su partido en Paraná.




Otra desventaja que tuvieron fue que una gran parte de los candidatos opositores estaban detenidos al momento de la campaña electoral y de la elección. Por ejemplo los candidatos del Partido Socialista a la presidencia y vicepresidencia, Alfredo Palacios y Américo Ghioldi,




así como la mayoría de los nominados para integrar el Congreso, estaban en presión o permanecían ocultos de la policía. Reynaldo Pastor, candidato a presidente por el Partido Demócrata, también estaba detenido, al igual que otros dirigentes conservadores y también radicales.