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sábado, 27 de abril de 2019

Malvinas: Al ataque al ARA Sobral desde adentro

Guerra de Malvinas: los escalofriantes testimonios de dos sobrevivientes del ataque al Aviso Alférez Sobral

El buque iba a rescatar a dos pilotos que se habían eyectado muy cerca de la flota británica. Dos ataques con misiles convirtieron a la nave en un infierno sobre el mar. Los dramáticos relatos de los oficiales Eduardo Fondevila y Sergio Bazán describen esas las trágicas horas, el horror de la guerra y el recuerdo a los compañeros caídos
Por Adrián Pignatelli | Infobae


 
EL ARA Aviso Alférez Sobral sufrió dos ataques cuando iba a rescatar a dos pilotos que se habían eyectado muy cerca de la flota británica

"Estaba como oficial de guardia en el Aviso Alférez Sobral, y nos ordenan zarpar. Un compañero mío me lleva al camarote, para hablarme en reserva. Me dice: 'Vamos a tomar las Malvinas'.

–¿¿¿Qué???
–Vamos tomar las Malvinas.

Quedé petrificado. Lo primero que se me ocurrió fue llamar a mi familia porque dije 'no los veo más'. Hablé con mi madre y con mi novia, mi actual esposa. Con un nudo en la garganta, no sabía cómo aguantarme. 'Es una navegación normal, son sólo unos días, no se hagan problema…', y no pude decir nada más. Eso fue el 27 de marzo".

Con el testimonio del actual vicealmirante VGM Eduardo Alberto Fondevila Sancet -actual subjefe del Estado Mayor General de la Armada– comienza un relato por momentos electrizante, por otros dramático, del ataque al Aviso Alférez Sobral, ocurrido el 2 de mayo de 1982. Junto al capitán de navío (R) VGM Sergio Bazán, por entonces teniente de navío y segundo comandante de la nave, reconstruyeron para Infobae un relato único de una situación límite que vivieron durante la guerra de Malvinas.

Así fue la historia.

En la navegación hacia el sur, el comandante de la nave, el capitán de corbeta Sergio Gómez Roca informó a la tripulación sobre la recuperación de las islas y de la misión asignada al Sobral: situarse en un punto entre el continente y las islas y estar preparados para misiones de búsqueda y rescate.

Construido en 1944 en Estados Unidos, esta nave de 43,6 metros de eslora y 10,3 de manga, había participado en tareas auxiliares en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial bajo el nombre de USS Salish. En 1972, fue entregado a la Armada Argentina. Lleva el nombre del Alférez José María Sobral, un destacado explorador militar y geólogo, de importante trayectoria en la Antártida.

La primera misión en la guerra de Malvinas para este buque no demoraría en llegar.

"Fue un momento muy fuerte"

A la noche de ese día, había sido derribado el Canberra MK-62, número 110 por un misil supersónico Sidewinder que impactó en su turbina derecha. Los pilotos, teniente Eduardo de Ibáñez y el primer teniente Mario González debieron eyectarse.

El Alférez Sobral recibió la orden de ir a su rescate, a un punto situado a 180 km al norte del Estrecho de San Carlos.

 
El mapa que muestra el lugar del ataque

Fondevila Sancet, por entonces un joven guardiamarina, recibido en diciembre del año anterior y que el Sobral era su primer destino, acota que "cuando llega la orden de ir a buscar a los dos pilotos, el comandante reúne a todos los oficiales en la cámara. Y mirando una carta donde estaba ploteada toda la flota inglesa, señala un punto 90 millas al norte de Malvinas. Era el lugar donde debíamos dirigirnos. Estaríamos al lado de la flota inglesa. Hubo un silencio total. No me olvido las miradas de cada uno entre nosotros. Nadie dijo nada. Fue un momento muy fuerte".

Luego de un reabastecimiento en Puerto Deseado, el buque llegó al lugar asignado casi a la medianoche del 2 de mayo.
Sentía que me estaba quemando. Atiné a ponerme el casco sobre la cara, porque pensé que todo lo que estaba a mi alrededor se estaba quemando. Había alaridos, gritos

Al llegar, el Sobral fue sobrevolado por un helicóptero británico Sea King que luego se alejó.

"Cubrimos los puestos de combate, esperando un ataque inglés. Luego de unos cuantos minutos, apareció un segundo helicóptero, un Sea Lynx y abrimos fuego con el cañón de 40 mm y las ametralladoras de 20 mm, provocando que se alejara. Era un armamento elemental, porque un aviso no era un buque estrictamente de combate", explicó Bazán.

 
El comandante del buque, Sergio Gómez Roca

Fondevila, que estaba descansando luego de haber hecho la guardia de 16 a 20 horas, saltó de la cama al oír la alarma de combate. Le preguntó al teniente Alemán qué ocurría: "Nos divisó un helicóptero inglés". Mientras tanto, Bazán estaba en la radio enviando un mensaje al comando de tierra.

La pregunta surge natural: ¿Por qué abrir fuego si el Sobral estaba en una misión de búsqueda y rescate? "El nuestro no era un buque de la Cruz Roja y no estaba exento de la acción del enemigo. En ese momento éramos dos unidades enemigas enfrentadas. Gómez Roca cumplió con su deber como comandante de un buque de guerra con las órdenes que tenía de abrir fuego ante la presencia del enemigo, ante la amenaza de que si no lo hacía, el buque podría ser abordado por los ingleses", explicaron los marinos.

"Ahora entramos en la realidad"

Bazán recuerda que "había mar gruesa, el buque navegaba lentamente. Había que prepararse para repeler el ataque. Pasan unos cuantos minutos, vemos una luces en un sector, creemos que son las bengalas que arrojaron los pilotos a rescatar. Pero eran misiles".

En el primer ataque, un misil Sea Skua destrozó la lancha que el buque llevaba, y se hundió parcialmente el baño del personal. Hubo heridos. Bazán fue alcanzado por una esquirla en su pierna y la onda expansiva lo arrojó hacia el centro del comando. Sólo sentía ruidos y veía mucho humo. Mientras tanto, Fondevila Sancet pensaba "Ahora entramos en la realidad". Era el bautismo de fuego de un guardiamarina recién egresado de la Escuela Naval.

 

“En el segundo ataque un misil impactó de lleno en el puente de comando que, junto al puesto de radio ubicado debajo, quedaron destruidos. Mató a toda la gente que estaba allí menos a un cabo, que quedó herido”, recordó Bazán

"Como no sabíamos dónde había pegado –relata el entonces guardiamarina- me ordenan verificar el sector de proa. Cada puerta que abría, el corazón dejaba de latir, porque no sabía con lo que me iba a encontrar, si se estaba incendiando o qué. Afortunadamente, no encontré nada y ahí se produce el segundo ataque".

Años después, Bazán se enteraría de fuentes inglesas que los helicópteros provenían de los destructores Coventry y Glasgow. En el trayecto hacia el Sobral, uno de ellos acusó una avería y regresó a la nave. El otro siguió y es el que llevó adelante el primer ataque. Y cuando regresó a su barco, despegó el helicóptero que había tenido la avería. "Ellos siempre creyeron que habían atacado a dos barcos", comentó Bazán.
Fondevila vio caer en llamas al cabo Enríquez, que se desplomó por la escala. Bazán lo cubrió con una manta y lo corrieron hacia un costado

"En el segundo ataque un misil impactó de lleno en el puente de comando que, junto al puesto de radio ubicado debajo, quedaron destruidos. Mató a toda la gente que estaba allí menos a un cabo, que quedó herido. No hubo más víctimas gracias al comandante Gómez Roca que, luego del primer ataque, había ordenado que permaneciera en el puente de mando sólo la dotación indispensable; el resto quedó bajo cubierta", relató Bazán que, desde ese momento, se convertía en el comandante de la nave. "La decisión de Gómez Roca salvó muchas vidas".

Se desató un gran incendio, que pudo ser controlado.

Fondevila, que al momento del ataque estaba recorriendo el pasillo de oficiales viendo cómo estaban los heridos alojados en los camarotes, salió impulsado hacia atrás. "Sentía que me estaba quemando. Atiné a ponerme el casco sobre la cara, porque pensé que todo lo que estaba a mi alrededor se estaba quemando. Había alaridos, gritos".

"Primero muevo los brazos y las piernas para cerciorarme de que los tenía. Alumbro. Lo primero que veo es al conscripto Roberto D'Errico totalmente bañado en sangre, agonizando. Había sido herido en el primer ataque y una esquirla lo había atravesado en el segundo. Al momento de la explosión, estaba a un metro delante mío. Las esquirlas habían perforado el cielo y el piso. ¿Por qué no me tocó a mi? Preguntale al de arriba".

Todo pasaba en cuestión de segundos. Fondevila vio caer en llamas al cabo Enríquez, que se desplomó por la escala. Bazán lo cubrió con una manta y lo corrieron hacia un costado.

  El cuarto de la radio destrozado: “Transmití en morse, en radiotelegrafía y en radiotelefonía. “Mayday, Mayday”, sin decir quiénes éramos, y S.O.S. en morse. Estuve 15 minutos transmitiendo”, recuerda Fondevila

"Yo estaba totalmente aturdido y shockeado", explica Fondevila. "No sabíamos si nos estábamos hundiendo. Bajo a máquinas, estaban funcionando, no había inundación. Me senté en la línea de eje en el cojinete para ordenar mi cabeza. Me venían los flashes de lo que había visto. Luego, me levanté y salí. Bazán me ordenó conseguir la radio de emergencia, guardada en el cuarto de radio, que se estaba incendiando. Agarrado a la escala, subí; me encuentro con el cuerpo del cabo Tonina, que estaba colgando porque el piso del puente se había perforado. Me empecé ahogar y bajé. Me acordé de lo aprendido en la Escuela Naval, donde nos hiperoxigenábamos antes para aguantar la respiración, y volví subir. Corrí los restos del cabo Alancay, totalmente destrozado, y encontré la radio. Transmití en morse, en radiotelegrafía y en radiotelefonía. "Mayday, Mayday", sin decir quiénes éramos, y S.O.S. en morse. Estuve 15 minutos transmitiendo".

Segundos antes del segundo ataque, Bazán se disponía a subir al puente. "Me crucé con el médico, que me preguntó por mi herida de la pierna. Y ahí se produce el impacto en el puente. Si el médico no me hubiera parado, hubiese estado en el lugar de la explosión. Voy al puente, no veo a nadie con vida, asumí que había muerto el comandante –sus restos los encontraríamos después- y nos abocamos a apagar los incendios, mientras esperábamos un nuevo ataque", recuerda con precisión Bazán.

"Hubo que detener las máquinas por un problema en el timón. Una hora después, el jefe de máquinas solucionó el problema y volvimos a navegar. No se produjo un nuevo ataque; los ingleses veían las llamas", dijo.

¿Hacia dónde ir?

La disyuntiva fue hacia dónde ir: a Malvinas o hacia el continente. Primó la segunda opción, ya que la explosión había destruido todas las cartas náuticas y los sistemas de navegación. Ir hacia las islas suponía estar a merced de otro ataque inglés o desviarse y tal vez terminar en la Antártida. Sólo contaban con un vigía en cubierta y con una brújula terrestre que se confundía con los hierros de la nave. De algo estaban seguros: que las olas venían del norte y hacia allá se dirigieron.


   
El Sobral tardó tres días en regresar al continente, sabían que si se desataba una tormenta el buque no aguantaría

La navegación fue trabajosa. Hubo reiterados incendios, y se debió cortar cables para evitar nuevos porque los matafuegos ya estaban descargados. Así transcurrieron los días 3, 4 y 5, sin avistar la costa. Para Bazán, "esos tres días no fueron nada fáciles. No sabíamos si se podía desatar una tormenta, y el buque no aguantaría. Teníamos ocho heridos, uno muy grave, los muertos, las medicinas estaban escaseando. Era una situación muy precaria. Esa dotación fue extraordinaria, nadie flaqueó".

"Llegamos al continente sin que nadie nos ubicara. Porque nos estaban buscando un poco más al norte de donde realmente estábamos. Luego de varias horas de haber avistado la costa, hizo contacto un helicóptero de la Fuerza Aérea. Esto fue al sur de Puerto Deseado", explicó Fondevila Sancet.

"Hemos recibido su mensaje"

"Hubo un momento un poco emocionante", remarcó. "Empezamos a transmitir por la red de emergencia. 'para todas las estaciones que nos escuchan', cada cinco minutos. Un cabo, en su Spika escucha que un locutor dice 'para el señor Gómez Roca, hemos recibido su mensaje'. Sabían que estábamos. De pronto, el teniente de corbeta Casal cayó en la cuenta de que no teníamos bandera, que se había perdido con el mástil en el ataque. Pidió autorización para izar la bandera de guerra, que se ató a la pluma del buque".


Eduardo Bazán y Sergio Bazán en Infobae. Los dos sobrevivientes de los ataques británicos al Sobral relataron sus escalofriantes vivencias durante la guerra de Malvinas (Santiago Saferstein)

"Llegamos justo. Cuando el helicóptero se aproxima, lanzamos dos bengalas. La nave pensó que le estábamos abriendo fuego y se alejó, para aproximarse muy lentamente. Bajaron una camilla por los heridos. Luego un avión, con pasadas rasantes, nos indicó hacia dónde dirigirnos. Pasamos junto al buque Cabo San Antonio. Formamos en puesto de honores, demostrando que estábamos en un buque que seguía navegando", relata Fondevila Sancet.

"Tuvimos ocho muertos, comenzando con el capitán de corbeta Sergio Gómez Roca, que con su ejemplo impulsó a toda esa dotación. Su decisión de ir a una zona de extremo peligro pero con la intención de tratar de rescatar a los pilotos –la premisa de todo marino es de no dejar a nadie en el mar- eso se transmitió a toda la dotación", remarcó Bazán.

 
El día 5 de mayo de 1982, cuando se encontró el ARA Sobral

Los otros caídos fueron el guardiamarina Claudio Olivieri; el cabo principal Mario Alancay; el cabo segundo Sergio Medina; el cabo segundo Elvio Tonina; el cabo segundo Ernesto Del Monte; el marinero de 1ª Héctor Dufrechou y el conscripto Roberto D'Errico.

"Otro punto emocionante fue cuando volvimos", recuerda Fondevila. "Repararon el buque, se improvisó un nuevo puente y nos dirigimos a Puerto Belgrano. A los tres meses volvimos a zarpar hacia Ushuaia. Y ahí a fin de año los conscriptos se iban de baja. Despedirnos de ellos fue tremendo".

Homenaje inglés

Pasaron los años. En una oportunidad en que el Alferez Sobral estaba anclado en Ushuaia, y era posible visitarlo, un inglés subió a bordo. Antes de descender, dejó escrito en el libro de visitas: "Me complació visitar esta hermosa nave con un espíritu de amistad y como señal de respeto a los valientes hombres que tan bien sirvieron a su país en el ARA Alférez Sobral en 1982".

  Paul Hoddinott, el comandante de la HMS Glasgow rindió homenaje al buque cuando lo visitó en Ushuaia: “Mi respeto a los valientes hombres que tan bien sirvieron a su país en el ARA Alférez Sobral en 1982”, escribió

El visitante era el almirante, ya retirado, Paul Hoddinott, quien en la guerra de Malvinas era el comandante del destructor Glasgow, de donde despegaron los helicópteros que habían protagonizado el ataque.

El puente original del Sobral se exhibe en el Museo Naval de Tigre y el barco, luego de tantos años de servicio, fue reclamado por la provincia de Santa Fe para que sea museo, como un merecido homenaje de su participación en la guerra de Malvinas y a aquella tripulación que también hizo historia en el Atlántico sur.

jueves, 3 de mayo de 2012

Malvinas: El ARA Sobral sobrevive a los Skua

… Y no pudieron hundirlo


por Rubén Durán

Este 3 de mayo se cumplen 30 años del ataque de naves de la Royal Navy contra una pequeña embarcación argentina, que pese a haber sido impactada por devastadores misiles y haber perdido a su comandante, pudo mantenerse a flote y navegar de regreso al continente, en contra de todos los pronósticos.




El aviso ARA “Alférez Sobral” es un pequeño buque destinado a misiones de apoyo a la flota de la Armada Argentina que durante los comienzos de la Guerra de Malvinas se encontraba en la zona de operaciones realizando misiones de patrulla, rescate y salvamento al noroeste del archipiélago.

En esa zona lo sorprendió el inicio de las hostilidades del 1 de mayo de 1982, cuando la aviación y la armada británicas atacaron a las tropas argentinas acantonadas en Puerto Argentino y provocaron la reacción de la Fuerza Aérea Argentina (FAA), que lanzó varias incursiones contra el enemigo, algunas de ellas exitosas, pero al costo de varias pérdidas.

Una de esas bajas fue un bombardero Canberra MK 62 que fue derribado por los Se Harriers de la Royal Navy y cuya tripulación fue vista eyectándose de su avión en llamas sobre la Zona de Exclusión británica.

Suponiendo que esos aviadores se hallaban con vida en medio de las heladas aguas del Atlántico, el aviso “Alférez Sobral” recibió la orden de dirigirse a la zona de la caída para intentar un rescate.

Al mando de esa unidad se encontraba el Capitán de Corbeta Daniel Gómez Roca, un salteño de 39 años que de inmediato puso proa hacia el sector indicado, a pesar de saber que en el mismo podría estar parte o el grueso de la Task Force despachada por Londres para volver a invadir las Malvinas.

Las probabilidades de supervivencia de la nave no eran las mejores, ya que se trataba de un buque construido en 1944, armado con un cañón de 40 mm y dos de 20 mm y sin la electrónica necesaria para afrontar un combate con alguna unidad naval o aérea moderna.

El ARA Alférez Sobral llegó a la zona asignada recién a la noche del 2 de mayo, cuando ya se conocía lo sucedido con el crucero ARA General Belgrano, otro venerable recuerdo de la II Guerra Mundial que servía bajo la bandera argentina.

Aunque presentían que podían estar cerca de la flota británica, Gómez Roca y su tripulación ignoraban que el radar del destructor HMS Coventry ya los había detectado y había dado la alerta al portaviones HMS Hermes, buque insignia de la Task Force, que despachó un helicóptero de transporte Sea King para verificar la presencia del intruso.

En medio de la oscuridad austral los tripulantes del Sobral oyeron la aproximación de la aeronave y Gómez Roca ordenó de inmediato que todos ocupen sus puestos de combate, mientras disponía el cambio de rumbo para abandonar la zona de peligro.

El Sea King no representaba en sí una amenaza seria para la nave argentina, pero su sobrevuelo de reconocimiento anticipaba una reacción armada por parte de los ingleses. 

Efectivamente, un par de helicópteros de ataque Sea Linx, armados con los aún experimentales misiles Sea Skua,  partieron de los destructores HMS Coventry y Glasgow para dar caza al Sobral.

Helicóptero Sea Linx HAS.2 con misil Sea Skua. Malvinas 1982 (Imperial War Museum)


A bordo del aviso argentino todos y cada uno de sus tripulantes se hallaban en sus puestos, esperando el próximo paso del enemigo. Lamentablemente, la ausencia de un moderno sistema de detección los obligaba a asumir el combate casi a ciegas.

El primer golpe llegó a eso de las 2 de la mañana, cuando por estribor se divisaron unas luces similares a unas bengalas: eran los primeros Sea Skua que disparaba la Royal Navy en combate.

Uno de los proyectiles impactó contra una de las lanchas de salvamento, destruyéndola y proyectando una lluvia de esquirlas que hirieron a parte de la tripulación y dañaron el sistema de comunicaciones de la nave. Otro misil pasó a pocos metros del puente, provocando que el encargado de uno de los cañones de 20 mm disparara contra el mismo, creyendo que se trataba de un avión.

En el breve instante de calma que sobrevino, Gómez Roca le ordenó a su segundo, el Teniente de Navío Sergio Bazán, que bajara hasta el puesto de radio para que informara sobre el ataque, mientras disponía la inversión del rumbo para estabilizar la nave y ofrecer un mejor campo de tiro para sus pocas armas.

Capitán de Corbeta Sergio Gómez Roca y Capitán de Navío Sergio Bazán, comandante y segundo oficial, respectivamente, del ARA Sobral.

La maniobra y el oleaje imperante en la zona confundieron a los radares ingleses que vieron desaparecer al buque de sus pantallas, por lo que asumieron que lo habían hundido. Sin embargo, los helicópteros siguieron en la zona, ante la posible presencia de otra nave.
Los sensores de los Sea Linx volvieron a detectar al Sobral unos minutos después y abrieron fuego nuevamente.

No se sabe si el comandante Gómez Roca o alguno de los que se hallaba en el puente pudieron ver la aproximación del misil, ese es un dato que se llevaron a la eternidad.

Una violenta explosión estremeció al aviso y destruyó la totalidad del puente, provocando la muerte instantánea del capitán y de otros siete tripulantes. Bazán se salvó porque el médico lo había detenido en el camino para revisarle la herida sufrida durante el primer ataque.

De esta forma, el Capitán de Corbeta Sergio Gómez Roca se convirtió en el primer comandante de nacionalidad argentina de la Armada en morir en combate.

El cuarto de radio también había sido afectado por el impacto del Sea Skua, y sólo se pudo rescatar a un sobreviviente, el cabo Enríquez, gravemente herido.

Objetivo: Salvar el buque y regresar a casa


Bazán logró subir hasta el puente y descubrió una imagen desoladora:

“No había nadie. Todo estaba destruido. En un sector vi fuego, sólo fuego. Entonces me di cuenta que todos los que estaban en ese lugar estaban muertos”.

 Las muertes no eran el único problema del buque, ya que el mismo se había quedado sin gobierno y el incendio generado por el incendio amenazaba con expandirse por toda la superestructura.

No hubo tiempo para echarse a llorar por los caídos, Bazán asumió el mando de ese despojo flotante  y los equipos de control de daños entablaron un duro combate contra las llamas, mientras el personal de máquinas logró restablecer precariamente un sistema de gobierno.

Una vez que el fuego pareció estar dominado surgió un nuevo problema: La explosión había destruido todo el instrumental de navegación, tan vital para orientarse en alta mar y tan necesaria para regresar al continente.

Los sobrevivientes se las tuvieron que ingeniar para resolver ese problema recurriendo a los conocimientos básicos de la marinería, tomando en cuenta la dirección de las olas, que antes del segundo ataque venían del norte. Para calcular la velocidad, los maquinistas se basaban en las vueltas que daba el eje de la hélice.

Precisamente hacia el norte se dirigió el Sobral con sus 52 tripulantes vivos, que esperaban la llegada del golpe final de los británicos que nunca llegó. Después de navegar durante un día con ese rumbo, Bazán ordenó desviarse hacia el oeste, en dirección al continente.

De entre los restos del puente se pudo rescatar la rosa del compás magnético, inexplicablemente intacta, que fue colocada en la proa entre las dos cadenas de las anclas y que junto a dos brújulas de infantería de marina se convirtió en el improvisado instrumental que los guiaría a su destino.

En ese momento tan difícil y en medio de constantes rebrotes de los incendios a bordo, el Teniente Juan Carlos Casal y tres tripulantes solicitaron permiso para izar la bandera de guerra. Como el palo mayor había sido derribado por el ataque, los marinos la izaron en la pluma y formaron frente a ella, rindiendo honores a los caídos y a la insignia nacional, en un gesto que muchos asumieron como un acto de despedida.

La Fuerza Aérea al rescate

De esta forma, el barco comenzó a aproximarse a la Argentina continental, sin saber que desde la misma se había organizado una operación de búsqueda y rescate que involucraba a aeronaves de la Armada y la Fuerza Aérea, además de embarcaciones civiles.

El 4 de mayo, el Primer Teniente de la Fuerza Aérea  Miguel Lucero, a los mandos de un helicóptero Bell 212, partió de una base en Comodoro Rivadavia para participar en las tareas de búsqueda del aviso ARA Alférez Sobral, que había sido declarado como desaparecido por la Armada, en la creencia de que el mismo sólo tenía fallas en su sistema de comunicación.

Aviones de ala fija, con mayor autonomía que el helicóptero, extendían su área de exploración en busca del Sobral, pero con resultados negativos, debido a las condiciones climáticas adversas. Por ese motivo se les ordenó regresar a base.

Mientras tanto, a bordo del aviso herido las cosas no parecían ir mejor, ya que comenzaron a surgir dudas sobre la exactitud de la navegación, temiendo que el barco se encuentre en una posición muy diferente de la calculada. Para colmo, se generaron nuevos incendios entre las ruinas del puente, obligando a los agotados tripulantes a seguir luchando para que las llamas no terminen de devastar la frágil embarcación.

El 5 de mayo, Lucero y su equipo despegaron de Puerto Deseado a las 08:30 de la mañana y se dirigieron hacia el sur. Después de una hora se cruzaron con el buque Cabo San Antonio de la Armada Argentina y con algunos pesqueros.

Otra aeronave la Fuerza Aérea, un Fokker F-27, había detectado una embarcación que no respondía a los mensajes radiales, por lo que comunicó la novedad al continente.

El helicóptero de Lucero se dirigió hacia el lugar indicado por el F-27, que se encontraba como a una hora y media de vuelo. Pasado ese tiempo, el aviador pudo ver medio de la bruma un pequeño punto perdido en el mar que navegaba a la deriva.

Era cerca del mediodía cuando los cansados ojos de los sobrevivientes del Sobral vieron aparecer a lo lejos un helicóptero que se aproximaba a ellos.

De inmediato partieron dos bengalas  que fueron avistadas por Lucero, que aceleró en dirección al buque.
El ARA Alférez Sobral visto desde el aire (Revista Gente Nº 878)

A medida que el helicóptero se acercaba, sus tripulantes pudieron ver la cubierta superior arrasada del aviso, y recién tomaron conciencia de lo que había sucedido.

“Desde arriba pude observar la alegría de la tripulación. Empezaron a revolear las mantas, a saludarnos y a abrazarse entre ellos”, recordaba el suboficial auxiliar Horacio Raúl Deseta, un paracaidista de rescate de la FAA que participó de ese encuentro.

Precisamente fue Deseta el primero descender sobre el Sobral, suspendido del cable de la grúa del helicóptero que permanecía en vuelo estacionario a doce o quince metros de altura.
La operación no era nada sencilla, ya que había muchos cables y antenas esparcidas por la cubierta del barco. Deseta hizo señas a sus compañeros para que lo depositaran en una pequeña área sobre la popa.

Cuando el rescatista fue depositado en ese lugar, los marinos se acercaron para ayudarlo a sacarse el arnés y abrazarlo con lágrimas en los ojos. Pero no había tiempo que perder, Deseta le preguntó a Bazán por los heridos, y éste le señaló que el más grave era el cabo primero Enríquez, por lo que debía ser rescatado en primer lugar.


Suboficial Auxiliar de la Fuerza Aérea Horacio Deseta (Revista Gente Nº 878)

El suboficial aeronáutico pidió al helicóptero que le envíen una camilla para la evacuación, pero surgió otro problema: fuertes ráfagas de viento azotaban la cubierta y hacían imposible el ascenso del herido. Valiéndose de unas cuerdas, Deseta improvisó un arnés de izado para la camilla, donde ya se había colocado a Enríquez.

De esta forma se lo pudo subir al helicóptero, y luego se hizo lo mismo con otros dos lesionados, siendo todos trasladados al hospital de Puerto Deseado. Deseta se quedaría con los heridos menos graves, los muertos y el resto de la tripulación del Sobral.

Más tarde se completaría el traslado de los lesionados y los cadáveres al ARA Cabo San Antonio, un buque de desembarco de tanques de la Armada que se encontraba en la zona y que también remolcaría al Sobral hasta Puerto Deseado, donde llegaría durante la tarde de ese día, con toda su tripulación formada sobre la cubierta y con la bandera ondeando desafiante en su improvisado mástil.

 La Guerra de Malvinas no significaría el final de la carrera del ARA Alférez Sobral, ya que el mismo sería reconstruido en las instalaciones de la Armada en Puerto Belgrano y volvería a prestar servicios en el Atlántico Sur. Posteriormente, en 2010 recibiría como nuevo destino el apostadero de  la Base Naval Mar del Plata.

El  ARA Alférez Sobral se despide de Ushuaia para dirigirse a Mar del Plata, en febrero de 2010 (Gaceta Marinera Digital)

Fuentes:

. Historia de la Fuerza Aérea Argentina- Tomo VI- Vol. 1- Dirección de Estudios Históricos- 1998.-
. La Guerra de las Malvinas- Versión Argentina- Ed. Fernández Reguera- 1987.
. La Batalla por las Malvinas- M. Hastings y S. Jenkins- Ed. Emecé Editores- 1984.
. Revista Gente Nº 878- 1982- Ed. Atlántida.
. Biografía del Capitán de Fragata Sergio Gómez Roca- Lic. Benicio Oscar Ahumada- Departamento de Estudios Históricos Navales de la Armada Argentina.