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domingo, 6 de abril de 2025

Malvinas: La foto que es un símbolo de la Historia de la Guerra


La increíble aventura del fotógrafo que retrató la rendición de los ingleses

Rafael Wollmann estaba en Malvinas cuando desembarcaron los marinos argentinos. Sus fotos del 2 de abril son un símbolo en la historia de la guerra

Por Fernando Soriano || Infobae




¿Y cuánto dura un instante? ¿Qué cosas se pueden hacer en una 125 parte de un segundo? A Rafael Wollmann le bastó para gatillar su cámara de fotos y le sobró para quedar en la historia, y eternizar su trabajo. En ese breve impulso de su dedo índice derecho, la luz de una mañana helada de abril de 1982 en las Islas Malvinas se filtró por el obturador de su cámara y reflejó y selló en la memoria colectiva los rostros y las siluetas de la humillación de tres soldados ingleses.

Era el instante preciso en el que, brazos en alto, todavía con sus armas y las caras engrasadas, los británicos se rendían ante los anfibios argentinos que acababan de desembarcar en Puerto Argentino con intenciones de que fuera para siempre.



Rafael Wollmann, en acción durante el desembarco argentino en Malvinas

Wollmann tenía 24 años recién cumplidos cuando se encontró en el lugar justo y en el momento indicado. Había llegado a las islas el día de su cumpleaños, el 23 de marzo, para hacer un fotos "geográficas" encargadas por una agencia francesa y de repente se encontró con sus cámaras cargadas el 2 de abril en el corazón de un conflicto inesperado: el prólogo de la guerra.


Wollmann sigue de cerca a los jefes militares, que sonríen tras la breve recuperación de las islas, el 2 de abril de 1982

Rafael, de rulos crecidos y bigote negro, llevaba dos semanas en las Islas y había entrevistado a su gobernador, Sir Rex Hunt, dos veces cuando la tarde del 1° de abril escuchó salir su voz de los parlantes de la radio del pub del hotel. Un silencio estruendoso invadió el lugar. La radio era el medio por el que se comunicaban los isleños: avisos clasificados, mensajes entre amigos, noticias, era lo común. Por eso, al oir a Hunt, que hablaba desde su residencia, todos apoyaron sus vasos de cerveza sobre la mesa y prestaron atención al tono grave.

"Tenemos evidencias aparentemente sólidas de que militares argentinos podrían aproximarse a Port Stanley en la madrugada de mañana", reveló a la población, respetando las exactas palabras de un telegrama que había recibido ese día, a las tres y media de la tarde, desde la Foreing Office de Londres. El fotógrafo recuerda que el movimiento siguiente de la gente del pub fue mirarlo a él, el único argentino del lugar.

Rex Hunt dio órdenes precisas. Se suspendían las clases y nadie saldría de sus casas. Y los malvinenses se lo tomaron en serio. Le creyeron. Wollmann no tanto. Intuyó que el gobernador podría haber malinterpretado alguna noticia, ya que unos días antes se había desatado un conflicto en las Islas Georgias del Sur con unos argentinos que desarmaron una ballenera allí sin permiso. Además, Rafael estaba convencido de que Argentina no podía invadir ni recuperar nada.

Pero Hunt tenía razón.


El fotógrafo, de frente, en el momento que registra el desarme de los marines ingleses

El propio gobernador se acercó a Wollmann y a otros colegas ingleses -que habían llegado un día antes por lo de las Georgias del Sur- y les dijo que se tenían que ir del hotel, que los alojarían en la casa de su chofer y que no salieran de allí porque los marines tenían órdenes de disparar a matar.

Esa noche nadie durmió. La radio local, que usualmente cortaba la transmisión a las 21, se mantuvo en línea toda la madrugada. Hunt se quedó escondido debajo de su escritorio y sacó a su familia de la residencia de Gobierno. Por la onda corta llegaba información confusa desde la BBC en Londres. "Está pasando algo en Malvinas pero no sabemos qué", decía el locutor británico.


Wollmann registra al comandante Carlos Büsser al bajar de un tanque anfibio en Malvinas

Wolmann y todos los que estaban en Puerto Argentino sí sabían qué. A metros de la ventana de la casa del chofer resonaban los gritos en inglés, y los disparos, y los estruendos de las granadas y, con el correr de las horas, la presencia de voces en castellano se hacía cada vez más clara.

Los anfibios argentinos desembarcaron a la medianoche, los buzos tácticos tomaron una base en la playa y luego comenzaron a avanzar. La noche fue larga. Con las primeras luces del día, Wollmann se asomó por una ventana y vio aparecer al vicecomodoro argentino Héctor Gilobert con una bandera blanca, que iba hacia la casa de Hunt a pedirle la rendición. Primero disparó su cámara. Y casi simultáneamente un soldado argentino o inglés le disparó a él.

La bala que podría haber decretado el fin de esta historia reventó uno de los cuatro vidrios de la ventana desde donde fotografió Rafael. Su vida no se terminó en ese instante por centímetros. "Confundieron la lente con algún arma, seguramente. Me asusté mucho y bajé arrastrándome, pero lo gracioso es que en la planta baja de la casa estaba el chofer preparándonos el desayuno, huevos revueltos, todo, como si afuera no pasara nada", ríe ahora el fotógrafo argentino.


Wollmann, de espaldas, retrata el momento donde se rinden marines ingleses, la mañana del 2 de abril

Pero el aire helado de las Malvinas era una masa cargada de cientos de años de tensión que podía rebanarse con un cuchillo desafilado. Hunt insultó a Gilobert y a los "malditos argentinos" y luego se rindió. Se puso su traje de gala y salió de su casa con destino a Montevideo, a bordo de un avión de la Fuerza Aérea. El 5 de abril ya estaba en Gran Bretaña, aportando información a las tropas que horas después partieron desde Portsmouth a la guerra en el Atlántico Sur.

Wollmann salió al patio y se encontró con la escena de su vida. Varios de los 80 marines que había en la Isla, y que estaban escondidos en la zona, fueron obligados rendirse. "Estaban marchando hacia el patio de la casa del gobernador donde hacían la entrega de armas. Luego pasaron al jardín y los sentaron. Ya eran prisioneros de guerra", relata Rafael, que tuvo plena conciencia del lugar que ocupaba y de los riesgos que corría por estar en la línea de fuego.

Por eso apenas usó dos rollos de película fotográfica. "Tuve mucha precaución, y no quería que me metieran preso o me sacaran la cámara, así que disparaba una foto y me iba de la escena, sin saber qué me iba a encontrar al momento de revelar", explica Wolmann, que andaba con dos cámaras, una con rollo color y otra, con blanco y negro.

Con el correr de las horas la tensión se dispersó. La tarde del 2 de abril los anfibios desaparecieron y algunos militares que quedaron tomaron la radio y les hablaron al pueblo malvinense. "Pero lo hacían en español y yo les decía, 'al menos háblenles en inglés para que les entiendan'. Era parte de las escenas surrealistas que vi ese día", comenta, como cuando notó que los argentinos tomaban los vehículos militares ingleses con el volante a derecha y manejaban de contramano permanentemente.


Wollmann, hoy, a los 59, junto a su célebre foto de hace 35 años

Ese día Wollmann tomó dimensión de su aventura. "Me di cuenta que tenía grandes fotos, y a la vez no. No sé si era del todo consciente del lugar privilegiado en el que había estado". Eso ocurrió con el paso del tiempo. Años después el Museo de Houston, Estados Unidos, la eligió como una de las 25 fotos más importantes en la historia universal de la guerra, en una exposición con más de 400 imágenes históricas. Y la periodista francesa Marie-Monique Robin la seleccionó para su libro sobre las 100 fotos del siglo XX.

El 3 de abril Wollmann se coló en un avión de la Fuerza Aérea que regresaba al continente con un maletín en el que llevaba sus tesoros sin revelar. Recién el 8 volvería un fotógrafo oficial a las islas. Cuando aterrizó en Comodoro Rivadavia, contó a los colegas que ya estaban allí lo que había vivido y las fotos que tenía y todas las agencias de noticias del mundo pujaron por comprar sus imágenes, aun sin verlas.

Editorial Atlántida, que lo había despedido cuatro meses antes, en diciembre del '81, le puso un jet privado a disposición, abrió su laboratorio, reveló sus fotos color y blanco y negro, y le dio los originales a la agencia francesa Gamma, que había contratado a Wollmann para el cándido trabajo de retratar la vida en Malvinas.

En Francia las revistas VSD y Paris Match se enfrentaron en una compulsa por ver cuál ponía más dinero para publicarla. Ganó VSD. Y al poco tiempo lo invitó al fotógrafo a su redacción para brindar. "Nunca habían pagado tanto por una foto", cuenta Rafael.


El 3 de abril Wollmann regresó a Buenos Aires en un avión privado de Editorial Atlántida

VSD tituló "Inglaterra humillada" y L'Espresso, de Italia, "Manos arriba, Inglaterra!". Algunas hipótesis incluso sostienen que esas imágenes impulsaron a Margaret Thatcher a enviar tropas al Atlántico Sur. Con los años, él lo pensó muchas veces. "Para los ingleses las fotos fueron terribles, muchos lloraron, fueron fuertes", reconoce 35 años después Wollmann.



La foto de la rendición fue un giro en el guión de la vida de Wollmann. Nunca dejó de publicarse. Y él quedó enganchado con la cuestión Malvinas: "No me obsesioné pero quise mantenerme cerca". Entonces en 1992 recorrió el país para la revista Noticias y retrató a los héroes olvidados.

En 2002 y 2012 finalmente volvió a las islas. Se reencontró con el chofer del gobernador, con la señora del hotel, con algunos isleños con los que había entablado una relación cordial y respetuosa porque nunca violó el precepto impuesto allá en el sur. Y fotografió a las mismas personas, en los mismos lugares, 20 y 30 años más tarde: "Antes de la guerra se podía ir todas las semanas a Malvinas. Por eso había un cartel en el aeropuerto que decía que éramos bienvenidos pero que no habláramos de soberanía. Y yo cumplí siempre".


El fotógrafo durante su primera visita de posguerra a las Malvinas, en 2002


Su última visita fue en 2012; quiere volver en 2022 junto a sus dos hijos

En una de sus célebres reflexiones, el pensador británico John Berger escribió que "cada fotografía es, en realidad, un medio de comprobación, de confirmación y de construcción de una visión total de la realidad".  El año pasado Rafael, que vive en Pinamar, presenció en Buenos Aires "Campo minado", la obra de Lola Arias donde actúa Lou Armour, el marine protagonista de la foto de la rendición, que se encarna a sí mismo.


Escena de la obra “Campo minado” donde se recrea la rendición

En la pieza teatral la directora recrea el momento de la foto, con el comando anfibio argentino Jacinto Batista apuntando a Armour, y un actor hace de Wollmann en el momento de la foto. A Rafael lo estremeció verse desde afuera, cuando él siempre ve todo desde adentro. Malvinas es una experiencia tan íntima para los que estuvieron allí que el golpe de observarse se siente como una desnudez emocional.


Lou Armour, el marine inglés, con Wollmann y la foto histórica, firmada por ambos, en 2016

Lo que vio en el teatro ya no se trataba de la secuencia propiamente dicha, la 125 parte de un segundo. Era una imagen perpetuada, no sólo por su carga simbólica, sino porque además estaba Lou, la humanización posible de su experiencia. Wollmann temía que Armour al verlo lo insultara, le transmitiera su dolor por la imagen de la humillación. Rafael sonríe con un gesto de alivio cuando lo recuerda: "Temí todo eso pero no. Nos dimos un abrazo, nos reímos, y nos emocionamos".

sábado, 25 de mayo de 2024

Georgias del Sur: El accionar heroico del Tte. Astiz

Alfredo Astiz, héroe de las Georgias

Lo nuestro no es la apología de Alfredo Astiz sino difundir 
la verdad, una verdad que ha sido ocultada incluso hasta
por sus mismos camaradas, temerosos de represalias. En 
las Georgias se luchó, se defendió la bandera y se mantuvo
en alto el honor nacional. Nos guste o no, Astiz fue parte de
ello y de ese capítulo apasionante y controvertido que es la
crisis del Atlántico Sur

La Voz de la Historia
La Argentina es un país donde las cosas se hacen carne y ya nada logra cambiarlas. Donde se hecha a volar una versión y se la toma como la verdad más absoluta, donde se cree lo primero que se escucha y se lo acepta sin el más mínimo análisis.
Así tenemos a los nazis entrando en París con la Marcha de San Lorenzo, a los aliados hablando de la Argentina en Yalta, a Churchill exclamando en el Parlamento que la caída de Perón era el mayor triunfo del imperio británico desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, que los italianos hicieron bien las cosas porque derrotaron a las Brigadas Rojas, que en la Argentina hubo 30.000 desaparecidos, que Hitler llegó en un submarino y murió en Bariloche, que los judíos pusieron las bombas que volaron la embajada de Israel y la AMIA, que a Maldonado lo mataron y un sinfín de otras sandeces que ya son parte del folklore nacional.
Y por más esfuerzo que uno haga por razonar con esta gente, por hacerle entender que está equivocada, diciendo cualquier cosa, que tal creencia es mentira o una simple fábula, continuará repitiendo lo mismo, sin temor al ridículo, muchas veces por estupidez, otras por simple necedad.


Desembarco en las Georgias
La crisis del Atlántico Sur es un capítulo que no hemos resuelto como sociedad, una cuenta pendiente, una herida abierta como la guerra antisubversiva y el período peronista. Un suceso que muchos se niegan a abordar y menos a profundizar (hablamos de nuestro país). Y como nuestra sociedad es simple y evasiva, opina de lo que no sabe o de cosas que apenas conoce.
Sobre Alfredo Astiz y su participación en la guerra se ha mentido a más no poder. Se lo ha difamado, se lo ha rebajado a la categoría de canalla, de ruin, de cobarde, de un pusilánime que se rindió sin combatir y humilló nuestra bandera con su actitud.
Todo falso, versiones sin sustento que se repiten y repiten sin solución de continuidad, como esa otra de que el hundimiento del “Gral. Belgrano” fue un genocidio, un crimen, un acto de piratería.
Pues si los argentinos no queríamos que nos hundieran el buque, no hubiésemos ido a la guerra y asunto arreglado. ¿O acaso nosotros podíamos disparar y ellos no? ¿Qué razonamiento es ese? Vamos, desembarcamos, abrimos fuego, iniciamos un conflicto armado ¿y cuando nos la devuelven son asesinos? Porque, por si alguien no lo sabe todavía, la guerra es eso, disparar y recibir.
También están quienes insisten con esas famosas 200 millas de exclusión marítima, demostrando una carencia absoluta de conocimientos.

Los ingleses establecieron ese espacio para que ningún buque penetrase en él antes de comenzar las acciones, pero cuando estas se inician, la guerra se extiende a donde sea. ¿O acaso nosotros no enviamos un grupo comando a Gibraltar para hundirles un barco? ¿Ahí sí era lícito accionar fuera del Teatro de Operaciones?


Grytviken, capital de las Georgias del Sur. En su extremo oriental, King Edward Point, residen sus autoridades

Así fue como las mentiras comenzaron a tomar cuerpo y se convirtieron en éxito de ventas: los gurkas degollando conscriptos, los “chicos de la guerra” abandonados a su suerte por sus superiores, los británicos trayendo armas nucleares, Galtieri borracho, Nicolás Kasanzew vendiéndole alimento a los soldados, el “Invinsible” hundido... todas falsedades que se difundieron durante el gobierno de Alfonsín con el objeto de desacreditar a los militares y de paso lucrar. Y el hombre común, siempre ávido de sensacionalismo, capitalizó esas historias y ahí se quedó.
De todo se hizo un circo, como de los desaparecidos y los “jóvenes idealistas” y aun hay quienes siguen repitiendo esas cosas pese a que el telón se fue descorriendo y la verdad comenzó a develarse. Lamentablemente, en lo que respecta a Malvinas, conocimos esa verdad gracias al enemigo, a lo que han escrito británicos, estadounidenses o autores provenientes de la OTAN.
Y fue gracias a ellos que supimos del increíble valor de nuestros pilotos, admirados en todo el mundo, tanto los de la Fuerza Aérea como los de la Aviación Naval; de la abnegación y el sacrificio de los conscriptos, luchando cuerpo a cuerpo contra soldados profesionales y mucho mejor entrenados, la determinación de oficiales y suboficiales combatiendo codo a codo con sus subalternos, tal como lo reconoció el general Julian Thompson. Nos maravillamos también del accionar de nuestros comandos, los submarinistas, los prefectos, los gendarmes y hasta esos civiles que integraron el valeroso Escuadrón Fénix para atraer sobre sí el fuego enemigo y posibilitar el paso de los cazas propios.
Fue entonces que el hombre común, o mejor dicho los pocos que se pusieron a indagar, descubrieron nombres increíbles como Pablo Marcos Carballo, Carlos Cachón, Carlos Rincke, Eduardo Carmona, Luciano Guadagnini, Alberto Philippi, Benito ítalo Rotolo, Rodolfo Castro Fox, Esteban Vilgré La Madrid, Aldo Rico, Mohamed Alí Seineldín, Roberto Estevez, Horacio Bicain, Fernando Azcueta, Héctor O. Feldman y tantos más, imposibles de nombrar en su totalidad.
Pero ni las loas llegadas de diferentes partes del mundo como la emotiva carta el as de la Segunda Guerra Mundial Pierre Clostermann, el Corazón Púrpura del veterano de Vietnam Robert F. Pitt, la reseña del corresponsal español José María Carrascal y hasta las palabras de Margaret Thatcher llamando a los nuestros “enemigo casi suicida”1, lograron sacar al argentino de su letargo. Expresiones impensables en décadas anteriores, que deberían haber generado toda una corriente de pensamiento, un reverdecer patriótico, orgullo genuino por nuestra tierra y nuestra gente, cayeron en el más profundo olvido y hoy, salvo honrosas excepciones, son completamente ignoradas
Tampoco las que llegaron después, como las del ex secretario de Marina de la administración Reagan, almirante John F. Lehman o las del analista británico Nigel West, experto en guerra fría y espionaje, revelando al mundo -al igual que otros-, que sin la ayuda de Estados Unidos y la OTAN el Reino Unido perdía la guerra.


Puerto Leith, Georgias del Sur

Ahí están esas expresiones, ahí la admiración que la Argentina ha despertado a nivel internacional (y no supo explotar), y la valorización de nuestros hombres de guerra pero en lo que a nosotros se refiere, seguiremos produciendo películas denigrantes que nos ponen en ridículo ante el mundo, que hacen hincapié en el lloriqueo, el derrotismo, la flojera y la inoperancia; en el frío que pasaron los conscriptos, el hambre, las penurias y el sufrimiento, es decir en situaciones que han experimentado todos los combatientes del mundo en todas las guerras; nos seguiremos enfocando en la crueldad de oficiales y suboficiales, en los soldados estaqueados y llenaremos páginas teorizando sobre la incapacidad de quienes dirigieron nuestra política mientras el enemigo sigue hablando de batallas, de coraje, de los enfrentamientos, de la lucha y el profesionalismo de sus cuadros, una visión más digna, menos lacrimógena, menos latina.
De nada servirá insistir con que los gurkas no tomaron parte en ningún combate ni degollaron a nadie, que los “chicos de la guerra” pelearon como leones, que los oficiales estuvieron junto a ellos, que los británicos no trajeron material nuclear, que el crucero “General Belgrano” fue hundido lícitamente, pues estábamos en guerra (guerra iniciada por nosotros), que Galtieri no era borracho y Nicolás Kasanzew tuvo un comportamiento correcto.
La cobardía la mostraron otros, quienes no pelean de frente pero pasan información por detrás, cuando su enemigo enfrenta a potencias; los oficiales y suboficiales que salen corriendo a ponerse a cubierto no resultaron ser argentinos sino los de un ejército improvisado que por jugar a la guerra envía a la muerte a sus “niños soldados” en medio de una borrasca, en lo alto de un volcán o pilotos que por miedo e impericia confunden el blanco (una casa particular y un edificio vacío) y terminan bombardeando su propio hospital.
Inoperantes son esas fuerzas armadas que aunque bien pertrechadas y apoyadas por naciones poderosas, no pueden contra los carteles de la droga y les masacran en las narices 43 estudiantes de una manera atroz, solo por citar un caso.
Pero nada de eso bastará porque el argentino medio, cada vez más ignorante y resentido, seguirá repitiendo lo mismo. Y lo peor, seguirá renegando de su historia y olvidando a sus héroes.

La guerra de Malvinas

Efectuado este introito, pasemos al tema que nos ocupa.
Hemos dicho al comienzo que sobre la participación de Astiz en la guerra se ha mentido descaradamente y vamos a demostrar por qué.
La gente, en su mayoría, cree que el conflicto comenzó el 2 de abril de 1982 y finalizó el 14 de junio del mismo año. Esa es otra falsedad. La crisis comenzó en las islas Georgias el 18 de marzo de ese año, con el desembarco de los 39 chatarreros en Puerto Leith, y finalizó en las Sandwich del Sur, con el desalojo de la Estación Científica Corbeta Uruguay, entre el 20 y el 21 de junio del mismo año.
El grupo de operarios llegó a bordo del ARA “Bahía Buen Suceso” (B-6), transporte de la Armada Argentina de 5000 toneladas de desplazamiento, a cuyo mando se encontraba el capitán de ultramar Osvaldo Marcelino Niella, que en la Marina ostentaba el grado de teniente de corbeta2.
Venían contratados por el empresario Constantino Davidoff para desmontar una antigua factoría ballenera propiedad de la compañía escocesa Christian Salvensen, cuyas oficinas centrales se hallaban en Edimburgo
El buque ingresó lentamente en la Bahía Stromness y atracó junto al muelle de la población, la segunda en importancia de la isla San Pedro, por entonces completamente abandonada.


Los chatarreros de Davidoff desembarcan en Puerto Leith

Ni bien los motores se detuvieron y la nave quedó amarrada, los operarios comenzaron a descender precedidos por Roberto Caccace, técnico en desarmado de 39 años de edad y los hermanos Carlos y Antonio Patané, técnicos industriales y directores de obra.
Inmediatamente después bajó a tierra el Dr. Rubén Pereira, médico de la expedición y detrás suyo una sección de infantes de Marina luciendo uniformes de camouflage, a quienes encabezaba un joven apuesto, de buen porte, contextura robusta y cabellos rubios.
Eran los lagartos, grupo comando naval, quienes junto a su comandante, el teniente de corbeta Alfredo Astiz, conformaban el Grupo Alfa, avanzada argentina en la invasión a los archipiélagos australes.
Una vez en tierra, civiles y militares -incluyendo la tripulación del buque- se dirigieron al oxidado mástil que se erguía junto al edificio principal y formados en hilera procedieron a izar la bandera, la cual venía prolijamente plegada en un baúl que portaba Antonio Patané3.
Era un cuadro realmente de ficción. Aquel conjunto de hombres bajo ese cielo plomizo, rodeados por un paisaje tenebroso, enfundados en gruesos gabanes, gorros de lana, guantes de cuero y botas de goma, luciendo casi todos barba y bigotes, parecía salido de una novela de aventuras, de aquellas historias de Julio Verne, Jack London o Herman Melville que hicieron las delicias de nuestra juventud. Ni que hablar de la tropa, cuyo aspecto e indumentaria recordaban las viejas películas bélicas ambientadas en el ártico.
La enseña patria se agitaba con fuerza sacudida por los vientos helados, mientras se entonaba el Himno Nacional, los comandos en posición de firme y haciendo la venia. Ignoraban que eran observados desde los riscos por personal del British Antartic Survey (BAS) , quienes seguían atentamente sus movimientos a través de binoculares4.
Finalizada la ceremonia, los argentinos lanzaron vivas a la patria e inmediatamente después procedieron a reconocer el área, ubicando previamente sus pertenencias en los edificios. Poco después comenzaron a escucharse disparos aislados y eso decidió a los del BAS a abordar el jeep en el que habían llegado y partir presurosamente hacia Grytviken, para informar sobre la invasión5.



Grupo Alfa de la Infantería de Marina, avanzada de la invasión argentina a los archipiélagos australes. Astiz de pie junto a sus lagartos quienes enfrentaran solos el desembarco británico en Puerto Leith, 15 hombres contra un destructor, dos fragatas, un buque de apoyo, al menos dos helicópteros más una sección de la Compañía M del Comando 45 de Royal Marines
Constatada la presencia, el oficial Steve Martin, comandante del destacamento asignado al archipiélago, dio curso de la novedad a Londres y de esa manera se desató el incidente que desembocó en guerra. El plan que la Armada elaboró en base al contrato firmado por Constantino Davidoff con la compañía Salvensen había dado resultados.
Por vía diplomática, el gobierno británico solicitó a Buenos Aires el paso de los trabajadores por la aduana de Grytviken a efectos de regularizar su situación, así como el retiro del destacamento militar y la bandera que flameaba en Puerto Leith.
Ninguno de los reclamos fue atendido y la crisis siguió su curso hasta la noche del 1 de abril, cuando dio comienzo el desembarco en Malvinas.
El día 3, las fuerzas argentinas se presentaron en las Georgias y luego de un intenso combate cuyo saldo fue de tres efectivos propios abatidos y un británico gravemente herido (terminó perdiendo su brazo derecho), redujeron a la guarnición local.
Los 22 royal marines fueron hechos prisioneros, los heridos evacuados y la población ocupada, quedando a su frente el capitán de corbeta Luis Lagos junto a su segundo, el teniente de fragata Guillermo Luna, comandante y subcomandante respectivamente, de las tropas apostadas en el archipiélago.
En este punto, comienza la campaña de negación contra la figura de Astiz.
Aclaramos que no nos mueve ningún interés y mucho menos ideales políticos sino el respeto a la verdad, único fin al que debe apuntar la Historia como ciencia. Si este señor cometió algún crimen deberá pagarlo y asumir las consecuencias pero que eso no lleve a sus detractores a mentir y manipular los hechos.
Tal actitud nos recuerda a esos pobres de espíritu que se desviven por minimizar la figura del Che Guevara argumentando que no era medico (falso, pues lo era de mucho antes de ser famoso), que era sucio, que no existen pruebas de que haya matado a alguien en combate (más falso aun)6, que era resentido, un mediocre, un incapaz y cosas por el estilo.
El Che fue un asesino, un psicópata homófobo, soberbio, posiblemente racista y extremadamente violento pero nadie puede poner en duda sus capacidades, su valentía y temeridad. Prueba de ello es su final en esa selva desierta, rodeado de montañas en medio de un paraje hostil, a donde había ido a combatir con apenas un puñado de hombres y unas pocas carabinas, enfrentándose a dos divisiones del ejército boliviano, a su aeronáutica, sus fuerzas de seguridad, la CIA, los asesores del Pentágono y el apoyo material enviado desde la Argentina. Un hombre que lo tuvo todo, que ocupó los sitiales más elevados, que reunió en su persona un poder ilimitado, número dos de la revolución cubana, un jerarca que pudo terminar sus días viviendo como un rey pero no dudó en meterse primero en las selvas del Congo para morir posteriormente en el rincón más recóndito de América.
Nosotros no pretendemos equiparar el accionar de Astiz con la temeridad suicida de Guevara pero en honor a la verdad, tampoco fue el pusilánime que nos han querido vender.



Serge Briez y parte de su equipo junto a Astiz y sus lagartos

La batalla de Grytviken
Los sucesos de las Georgias han sido detallados en nuestro trabajo Malvinas, Guerra en el Atlántico Sur7, por lo que pasaremos por alto las incidencias y nos concentraremos en lo que sucedió en Puerto Leith.
La ocupación argentina duró hasta el 25 de abril, cuando una fracción de la Fuerza de Tareas británica se desprendió de su grueso y puso proa a Grytviken.
La noche anterior, el submarino “Santa Fe” emergió en aguas abiertas e ingresó en la Bahía Cumberland, bordeando lentamente los acantilados de Caleta Vago en busca de la estación del BAS, donde debía desembarcar refuerzos y suministros para la guarnición local.
Después de establecer contacto con el capitán Lagos, jefe de la guarnición argentina en las islas, el comandante del sumergible, capitán Horacio Bicain, ordenó enfilar hacia King Edward Point desde donde se aproximaba una lancha requisada al BAS a la cual debían transferir el equipo, los hombres y un cañón sin retroceso destinado al dispositivo de defensa, maniobra que se extendería por espacio de cinco horas.
Alrededor de las 4.15 a.m. las naves se separaron y el “Santa Fe” viró hacia el noreste, buscando aguas abiertas.
Salir de la caleta le llevó 50 minutos y fue entonces que impedido de sumergirse por la escasa profundidad, fue sorprendido por un Wessex HAS Mk.3 de la dotación del “Antrim”, que después de dar aviso al puente de mando, le arrojó dos bombas de profundidad, las cuales estallaron cerca de la proa, cortando las comunicaciones.
Inmediatamente detrás llegaron dos Wasp Mk.1 del HMS “Plymouth” y el HMS “Endurance”, listos para apoyar la acción.
Buscando desesperadamente el amparo de la caleta, el submarino inició un nuevo viraje en tanto personal de su dotación, encabezado por el cabo Héctor O. Feldman, corría hacia la vela para repeler la agresión.
El “Santa Fe” comenzó a navegar en zigzag tratando de eludir los proyectiles en tanto Feldman y su gente accionaban frenéticamente sus fusiles FAL y su ametralladora GARANT, manteniendo a raya a los helicópteros. Eso les negó (a los británicos) el ángulo de tiro y permitió esquivar dos nuevos torpedos que pasaron por la izquierda, a escasos metros del casco. Sin embargo, no pudieron evitar que un tercer Wasp aparecido de la nada, atravesase la cobertura de fibra de vidrio con un misil SS.11 y le arrancase la pierna derecha al cabo Alberto Macías, camarero de la dotación, quien en esos momentos disparaba desde el tren de amunicionamiento a la vela (por fortuna el proyectil no estalló).
A los Wasp y los Wessex se les sumaron los Lynx del HMS “Brilliant” que llegaron disparando sus Sea Cua aunque siempre a la distancia debido al fuego sostenido de la gente de Feldman.



Un Westland Wasp Mk.1 dispara un misil contra el submarino "Santa Fe" mientras recibe fuego de armas automáticas

De ese modo, en esas condiciones, el veterano Guppy alcanzó King Edward Point y guiándose por el periscopio logró atracar junto al muelle para dejar en tierra a sus hombres.

Impartida la orden de desembarco, la dotación saltó fuera cargando armas y municiones al tiempo que arrastraban entre varios al malherido Macías.
La tripulación cubrió a la carrera los 400 metros que la separaban de Grytviken en tanto los hombres de Lagos disparaban frenéticamente, intentando brindarle cobertura. Incluso lanzaron misiles antitanque Bantam que forzaron a los helicópteros a mantenerse a distancia.
Dos horas después, los británicos llevaron a cabo un helidesembarco en Hestesletten, cerca del fiordo Moraine, depositando efectivos del SAS y el SBS, los cuales, sin perder tiempo, se pusieron en marcha hacia la capital insular8.
A las 16.15, el HMS “Antrim” comenzó a accionar sus cañones de 4,5 pulgadas y diez minutos después hicieron lo propio el “Plymouth” y el “Brilliant”.
Con un destructor y dos fragatas bombardeando las posiciones, apoyados por dos buques logísticos, helicópteros y tropas de asalto, a los argentinos no les quedó mas remedio que cesar toda resistencia y deponer las armas. Habían cumplido su misión desviando una parte de la fuerza expedicionaria hacia ellos y ofrecido una resistencia que superaba sus posibilidades.
Antes de hacerlo, Lagos se comunicó con Astiz y lo puso al tanto de la situación. El comando naval y sus lagartos, así como los 39 chatarreros de Davidoff quedaban librados a su suerte, aislados y prácticamente sin contacto con el continente.
Al día siguiente, cuando el “Santa Fe” era trasladado hacia el muelle de Grytviken, un soldado británico ametralló al suboficial Félix Oscar Artuso, creyendo que intentaba sabotear la nave. Fue la única baja fatal del enfrentamiento9.


Bajo fuego en Bahía Stromness
La mañana del 26, todo era incertidumbre en Puerto Leith. El día anterior, civiles y militares habían escuchado el fragor del combate y esperaban la llegada del enemigo de un momento a otro.
En vista de ello, Astiz adoptó todas las precauciones con el objeto de poner a resguardo a los chatarreros y defender la posición. El oficial se dirigió a los hermanos Patané y en tono grave les ordenó llevar a su gente hasta el asentamiento de Stromness, un caserío ubicado más al sur, a mitad de camino entre Leith y el pueblo de Husvik, y mientras lo hacía les extendió un equipo de radio al tiempo que les indicaba mantenerse en alerta y no moverse del lugar, pasase lo que pasase.
Los comandos estaban tensos, muy concentrados, con sus rostros cubiertos de betún y su escaso armamento listo, colocando minas en torno a las posiciones.
Cumpliendo las directivas, los trabajadores se alejaron en grupos, caminando en paralelo a la orilla hasta desaparecer detrás de unos peñascos.


Uno de los dos Wessex británicos que se estrellaron en el glaciar Fortuna durante las acciones

Así llegó la noche y para sorpresa de todos, lo hizo en medio de un clima bastante benévolo, con vientos leves y cielo despejado. Mientras tanto, en la Argentina se generaba toda una fábula en torno a los lagartos y su cinematográfica resistencia, destacando entre sus principales mentores a la desvergonzada revista “Gente” y el noticiero “60 Minutos” que dirigía el presentador oficialista José Gómez Fuentes.
El amanecer sorprendió a los argentinos preparados para la acción. Las comunicaciones con Grytviken estaban cortadas y no se recibían señales del continente. Aun así, permanecieron en sus puestos, esperando al enemigo, que apareció en el horizonte pasado el mediodía. Se trataba del HMS “Antrim” (D18), destructor clase County dotado de cañones de 4,5 libras y cuatro lanzaderas de misiles Exocet más un Westland Wessex HAS.Mk3, el mismo que se había utilizado para rescatar a los 16 efectivos del SAS accidentados en el glaciar Fortuna cuando ensayaban un desembarco el día anterior.
Los argentinos lo vieron en el horizonte, notando como su silueta se iba agrandando a medida que se aproximaba. Detrás apareció una fragata e inmediatamente después otra, seguida por al menos un buque de mayor calado.
Con la tranquilidad que le daba saber a los chatarreros a resguardo, Astiz miró su reloj y se dirigió a sus hombres, ordenándoles tener el armamento listo.
Para ese momento se tenían indicios de que los royal marines habían desembarcado y avanzaban sobre la posición, razón por la cual, el oficial desplegó a sus hombres dentro del perímetro defensivo y les indicó mantenerse en alerta.
Su decisión no estaba errada. Tropas de la Compañía M del Comando 42 avanzaban hacia ellos al mando del mayor Guy Sheridan, decididas a estrechar el cerco y cortar las vías de escape.
La idea de Astiz era atraerlos hacia el campo minado y acribillarlos cuando lo estuviesen atravesando. Y en ese sentido, ordenó batir el único sector por donde se presumía podían aparecer. Fue el primero en disparar, accionando con determinación su FN FAL 50-64, seguido inmediatamente después por el resto de la fracción.
Como los ingleses no se dejaron ver ordenó detener el fuego para observar con sus binoculares. En ese preciso momento, llegó a través de la radio la orden de rendición en perfecto idioma español.
Eran cerca de las 17 y comenzaba a caer una fina llovizna.
Comprendiendo su situación, viéndose amenazado por una fuerza inmensamente superior, el oficial naval decidió enviar aquel celebre radiomensaje y destruir el equipo de radio:

-La fragata está cerca. Se está poniendo obscuro. Está un poco lejos. Aparentemente son muchos. Creo que desembarcaron detrás de la loma y vienen caminando. Terreno preparado. Los civiles se destacaron. Van para Stromness. La fragata apunta hacia acá. Empezó el fuego. Rompo la radio y reviento los pacos (se refería a las claves). Julito, un abrazo y un beso grande para todos. Viva la Patria. 17.10

Sin dar curso al pedido de rendición, Astiz procedió a destruir el equipo junto con las claves y luego ordenó batir nuevamente el sector donde habían desembarcado los marines, en espera de respuesta.
En lugar de ello, un estampido rebotó contra las laderas cercanas haciendo temblar la tierra y casi enseguida una columna de fuego, humo y pedregullo se alzó fuera de Puerto Leith.



Los lagartos abren fuego sobre las avenidas de aproximación del enemigo. Astiz es el primero en accional su FN FAL 50-64 (foto alusiva)

En ese mismo momento, el suboficial enfermero R. Ramos y el cabo principal Zamudio creyeron percibir movimientos a la izquierda y sobre ese punto concentraron todos el fuego, sin que nadie les respondiese.
Quienes sí lo hicieron fueron los buques, cuya artillería comenzó a batir la posición con mayor fuerza y precisión.
Desde el caserío Stomness, Patané y los suyos seguían las incidencias, escuchando a través de la radio las intimaciones que hacían los británicos.

-Yo escuché los bombazos porque entraron dos corbetas a la bahía y tiraban contra la factoría –relataría veinticinco años después Carlos Patané en el programa Telenoche de Santo Biasatti (Canal 13), desmintiendo lo que se venía diciendo hasta ese momento.

Su hermano Antonio refirió en la misma edición que uno de los comandos le narró las incidencias del ataque, explicando que al recibir proyectiles de todas partes, lo único que podían hacer era permanecer tirados en el piso, viendo como pasaban sobre sus cabezas.
Los lagartos permanecieron agazapados, sin moverse, aguardando la llegada de los británicos, conscientes de que el fuego naval reducía notablemente sus capacidades.
Fue en ese momento que los royal marines abrieron fuego, disparando desde la loma es decir, el mismo punto batido por los argentinos. Acribillaron instalaciones, edificios y defensas mientras los proyectiles navales detonaban aquí y allá.
Al cabo de un tiempo el fuego cesó y fue entonces que llegó el segundo mensaje, siempre en lengua española:

-¡Astiz, ríndase. No queremos bajas!

Tampoco en esa ocasión el marino respondió. Estaba determinado a resistir y en ese sentido intentó un cambio de posiciones pero el reinicio del cañoneo se lo impidió, forzándolo a mantenerse aferrado al terreno.
Eran el “Antrim”, la “”Brilliant” y el “Plymouth” batiendo la costa con el apoyo del “Tidespring” y las tropas que desde tierra reglaban el fuego. Y por segunda vez, una andanada de proyectiles estremeció la comarca como un terremoto, impidiendo a los lagartos responder.
El joven oficial comprendió que todo estaba perdido y que seguir resistiendo era inútil, razón por la cual, a la tercera intimación, aceptó parlamentar.
Los argentinos han gastado chorros de tinta detallando la toma de las Georgias y su recaptura por las fuerzas británicas, hablando de nuestros muertos, nuestros heridos, de los helicópteros averiados, de la inoperante corbeta “Guerrico” recibiendo impactos desde todos los ángulos, pero liquidan en dos renglones estas acciones, la del submarino “Santa Fe”, la de Grytviken y lo acontecido en Puerto Leith, cediéndole al enemigo el detalle de lo ocurrido.
Otro típico ejemplo de derrotismo latino que todo lo ve desde el punto de vista negativo.


Unidades navales británicas abren fuego sobre las posiciones de Astiz

Durante el parlamento que se entabló entre ambas partes, Astiz indicó la presencia de los civiles en Stromness, recalcando que de acuerdo a la Convención de Ginebra, se los debía asistir y evacuar. Luego se encaminó hasta el refugio y les ordenó (a los chatarreros) dirigirse a Leith con una bandera blanca delante y otra detrás.
Los trabajadores tomaron el camino de los renos, subiendo primero una loma para dejar a un lado el cerro, pasar junto a una pequeña laguna y descender la pendiente hasta donde se encontraban las fuerzas británicas. La Operación Paraquat había finalizado.
Este ha sido, a grandes rasgos, el combate de Puerto Leith. Como se podrá apreciar, nadie se rindió sin pelear, Astiz y sus hombres accionaron sus armas, estuvieron en dos ocasiones bajo intenso fuego naval y recién se entregaron cuando el enemigo hizo sentir el peso de su poder.
Tanto él como el capitán Lagos, tenían órdenes expresas del vicealmirante Juan José Lombardo, comandante del Teatro de Operaciones Atlántico Sur, de ofrecer resistencia solo a grupos reducidos que intentasen desembarcos aislados. Pero debían evitar el derramamiento de sangre frente a fuerzas inmensamente superiores como las que enfrentaron.
Astiz fue conducido al HMS “Plymouth” y una vez allí firmó el acta donde rendía la pequeña fracción a su mando.
La célebre fotografía en la que se lo ve frente al capitán David Pentreath y su estado mayor, la misma que dio la vuelta al mundo, no fue la capitulación de las Georgias como siempre se ha dicho sino la de sus 14 hombres. La guarnición argentina había depuesto las armas el día anterior, una vez finalizada la batalla de Grytviken.
Los prisioneros fueron llevados a los buques y de ahí a la isla Ascención, donde serían repatriados el 1 de junio junto a los sobrevivientes del “Narwal”.
Astiz permaneció detenido en calidad de prisionero de guerra. Francia y Suecia reclamaron su extradición para juzgarlo por secuestro y asesinato pero las autoridades británicas se negaron a entregarlo, invocando la Convención de Ginebra. Recién lo devolvieron el 11 de junio, vía Río de Janeiro.


El submarino "Santa Fe" semihundido en Grytviken


Epílogo

Estos fueron los hechos y esta es la verdad. Los paladines de las "causas justas" se rasgarán las vestiduras al leer estas líneas y el pueblo argentino emitirá sus típicos juicios, repitiendo como autómata cosas que no comprende y escucha al pasar. Poco nos importa, por no decir nada, mucho menos viniendo de una sociedad como la nuestra, traicionera, acomodaticia, negadora e indiferente, esa que aun teniendo a su gente muriendo en el sur prefirió desviar la vista y sumirse en cosas vanas10.
Un pueblo así, que por abulia no se desasna y le hace el juego a sus políticos delincuentes, que denigra a sus fuerzas armadas y lo peor, reniega de su historia y su tradición, no inspira el menor respeto ni la más mínima consideración.

Ilustraciones y video


Otra imagen del equipo de Serge Briez donde se ve en primer lugar a los operarios de Davidoff y algo mas allá a los cineastas franceses y un efectivo de Infantería de Marina


La corbeta "Guerrico" ingresa lentamente en la bahía de Cumberland
(Centro Naval)
Un Wessex británico arroja bombas de profundidad sobre el
ARA "Santa Fe" interrumpiendo sus comunicaciones
 

Los royal marines desembarcan en Hestesletten, cerca del fiordo Moraine e inician el avance sobre Grytviken


Un Wasp Mk.1 sobrevuela al semihundido "Santa Fe" frente a la capital de las islas


Royal marines montan guardia junto a la vela del "Santa Fe"



Astiz en la publicación Men-At-Arms Seriesy Soldados del Mundo (https://soldadosyuniformes.wordpress.com/2009/04/06/soldados-guerra-islas-malvinas/#comment-29143)


Finalizadas las acciones Astiz es conducido al HMS "Plymouth" y de allí a la isla Ascención


Durante años se dijo -y se lo sigue haciendo- que en esta foto Astiz rendía la guarnición argentina de las Georgias, una falsedad como esa otra de que se entregó sin pelear. En la imagen se lo ve deponiendo las armas de la pequeña fracción a su cargo, 14 hombres armados con rifles livianos contra dos fragatas, un destructor, un buque de apoyo y una sección del Comando 45 de Royal Marines helitransportada. Sometida su posición a fuego naval, se negó en dos ocasiones a rendirse


Esta es la rendición de las fuerzas argentinas en las islas Georgias. El capitán Luis Lagos y el comandante del submarino "Santa Fe", Horacio Bicain capitulan luego de varias horas de lucha contra fuerzas inmensamente superiores


Suboficial primero Félix Oscar Artuso. Le dispararon por la espalda mientras manipulaba los controles del "Santa Fe". El guardia británico creyó que intentaba sabotear la nave y abrió fuego con su ametralladora



Ceremonial inglés durante las exequias de Artuso en el cementerio de Grytviken. A la izquierda el sacerdote oficiante. En el mismo sitio se halla enterrado el gran navegante irlandés Lord Shackleton


Esta publicación indigna fue la que hizo circular la versión de Astiz, los lagartos y su cinematográfica resistencia. Por si fuera poco le puso palabras que aquel jamás pronunció: "Estamos volviendo locos a los ingleses". A varios años de la guerra habla de la rendición y se escandaliza por ver al marino veraneando en su ciudad de nacimiento


La corbeta "Guerrico" en la bahía Stromness
(Imagen: Centro Naval)

Alfredo Astiz durante los juicios a las juntas

Royals marines frente a Puerto Leith


Notas
1 John “Sandy” Woodward, Los 100 Días, Editorial Sudamericana, Bs. As., 1992, “Prólogo”.
2 Llevaba como primer oficial al capitán Rodolfo Simian.
3 El Dr. Pereira llevó a cabo el izado luego de comprobar que el hilo del mástil circulaba sin inconvenientes.
4 Por fortuna, para bien de la posteridad, un equipo de cineastas franceses llegó en esos días a las islas para realizar un documental sobre la Antártida. Lo hicieron a bordo del velero particular “Cinq Gars Pour” encabezados por el director Serge Briez, a quien debemos imágenes inéditas de los hechos.
5 Los argentinos procedieron a cazar algunos ciervos, actividad vedada por las autoridades locales.
6 En los combates de Arroyo del Infierno y El Hombrito, acaecidos el 22 de enero de 1957 y el 28 de agosto de 1958 respectivamente, el Che Guevara abatió a dos soldados cubanos. Durante el ataque al cuartel de La Plata librado el 17 de enero de 1957, hirió de gravedad a un tercero.
7 https://guerraaltlanticosur.blogspot.com/
8 En otros intentos de desembarco efectuados en horas de la mañana, los ingleses perdieron dos helicópteros Wessex en el glaciar Fortuna además de varios gomones con gente a bordo, los cuales fueron rescatados luego de innumerables peripecias.
9 Artuso fue enterrado con los honores del ceremonial inglés. Su cuerpo yace en el cementerio de Grytviken, cerca de los de Lord Shackleton.
10 El 13 de junio de 1982, mientras nuestros soldados se enfrentaban al enemigo en las batallas más sangrientas de la guerra, sufriendo decenas de muertos, heridos y mutilados, el pueblo argentino se concentraba en la inauguración del mundial de fútbol que se disputaba en España. El lunes 15 de junio de 2009, History Channel estrenó el extraordinario documental Malvinas. La guerra desde el aire, del realizador bahiense César A. Turturro. Ese día, la ciudadanía sintonizó masivamente la final de Gran Cuñado, otra “perla” de nuestra televisión, creación de Marcelo Tinelli.