El F-16 marca un antes y un después en la Defensa, redefiniendo el poder aéreo argentino
El Ministro Luis Petri (@luispetri) recorrió los hangares de la VI Brigada Aérea en Tandil e inspeccionó el primer F-16B MLU Block 10. Un hito histórico que refuerza las capacidades operativas de nuestras Fuerzas Armadas tras décadas sin una inversión de esta magnitud.
Con su tecnología avanzada, versatilidad en combate y capacidad supersónica, el F-16 se convierte en la columna vertebral del sistema de defensa aérea argentino, para proteger nuestra soberanía frente a las amenazas del siglo XXI. Este es el camino: Fuerzas Armadas equipadas, adiestradas y al servicio de la Nación.
Cuerpo de élite: así se forman los pilotos de caza argentinos que volarán los F-16
Para operar los sistemas de armas de caza que tiene Argentina, la Fuerza Aérea les exige a los pilotos una rigurosa capacitación, tanto intelectual como física. DEF visitó el lugar y pudo ser testigo de cómo viven los efectivos militares esa etapa bisagra para sus carreras
Existe el mito popular –quizá reforzado por la película Top Gun con sus míticos F-16– de que solo los mejores pueden acceder a volar los más costosos y complejos sistemas de armas aéreos que tiene un Estado: las aeronaves de caza.
Para comprobar si eso es cierto, DEF visitó las instalaciones de la Escuela de Caza, en la IVta Brigada Aérea de Mendoza. Desde dentro, pudo ser testigo del riguroso curso de Estandarización de Procedimientos para Aviador de Caza que tienen que aprobar los pilotos de la Fuerza Aérea Argentina para volar sistemas como el Pampa, los A4 y, en un futuro muy cercano, los F-16.
A la izquierda un helicóptero Lama y a la derecha un avión Pampa, ambas unidades de la Fuerza Aérea Argentina. (Foto: Fernando Calzada)
El detalle: sin duda alguna, en este lugar, se respira épica guerrera. Primero, la Brigada está emplazada en la localidad de El Plumerillo, al pie de la cordillera de los Andes. Fue allí donde San Martín preparó a su ejército para protagonizar la histórica proeza americana.
Unos 165 años después de aquella campaña, el destino quiso que, nuevamente, los héroes llevaran el sello de aquel lugar. Esta vez, se trató de un grupo de bravos pilotos que, dispuestos a todo, arriesgaron su vida en defensa de la soberanía argentina en las islas Malvinas.
DEF fue testigo del riguroso curso de Estandarización de Procedimientos para Aviador de Caza que tienen que aprobar los pilotos de la Fuerza Aérea en Mendoza. (Foto: Fernando Calzada)
Cuna de la aviación de caza
En diálogo con el comodoro Ariel Ambrogi, oficial a cargo de la IVta Brigada Aérea, DEF pudo saber que esta unidad cuenta con dos escuadrones: el Pampa (donde se realiza el curso de la Escuela de Caza) y el Lama. Este último es el responsable de los helicópteros (Lama y Bell 407) que llevan adelante la tarea de búsqueda y rescate en la alta montaña.
“Por supuesto, hay más gente que trabaja para esto y que conforma el Grupo Técnico y el Grupo Base. El primero se encarga de sostener esta actividad; el segundo, de la logística”, contó.
Sobre el pasado glorioso de la unidad, Ambrogi fue contundente: “El ejemplo de nuestros ocho héroes caídos del escuadrón A4C y de muchos veteranos de guerra que regresaron cultiva el espíritu de nuestros jóvenes y futuros pilotos de caza”.
La IV Brigada Aérea cuenta con dos escuadrones: el Pampa y el Lama. (Foto: Fernando Calzada)
Además, el oficial no evitó compartir su sentimiento sobre la inminente llegada del sistema F-16. “Lo vivo con orgullo y estoy agradecido de estar en este momento de quiebre con el salto tecnológico que significa la incorporación de este nuevo sistema de armas. Y, al vivirlo desde la cuna de los aviadores de caza, se hace más relevante. La responsabilidad es muy alta porque trabajamos con gente joven que va a ocupar unos lugares determinantes para nuestra querida patria”, confesó.
Por su parte, el comodoro Adrián Gustavo Del Río, jefe del Grupo 4 de Caza, unidad dependiente de la Brigada, explicó que una de las misiones principales es la formación de los futuros pilotos de caza que, tras egresar, son destinados a otras unidades operativas que la Fuerza tiene a lo largo y ancho del país: “El piloto general sale de la Escuela de Aviación Militar y el Comando de Adiestramiento, del que dependen todas las brigadas aéreas, hace su formación específica: piloto de transporte, de helicóptero y de caza”.
Básicamente, esa es la razón por la que la IVta Brigada Aérea tiene la responsabilidad de formar al personal en lo pertinente a aviación de caza.
La IVta Brigada Aérea de Mendoza tiene la responsabilidad de formar al personal en lo pertinente a aviación de caza. (Foto: Fernando Calzada)
Los aviones Pampa
Desde Mendoza, detallaron que el sistema que se vuela en el marco de la Escuela de Caza es el IA 63 Pampa II. Aunque, no descartaron que, en un futuro, comiencen a utilizar los Pampa III.
¿A qué se debería este cambio? Con la incorporación de los F-16, la VIta Brigada Aérea de Tandil podría dejar de operar momentáneamente (en virtud de los trabajos que se deben realizar). En consecuencia, los Pampa III que están ahí serán redistribuidos e irán a Mendoza y a Río Gallegos.
Los Pampa III que están en Tandil serán redistribuidos e irán a Mendoza y a Río Gallegos. (Foto: Fernando Calzada)
Para los efectivos de la Escuela, el IA 63 Pampa II, de producción nacional y fabricado por FADEA, es ideal para la instrucción: “Lo beneficia su capacidad biplaza: en el puesto trasero, se ubica el alumno y, detrás, el instructor. Tiene doble comando. Todo está duplicado para que el instructor pueda mostrar y solucionar cualquier problema. También tiene capacidad para realizar las maniobras necesarias en la formación de un piloto de caza y disponer del armamento requerido en el proceso básico de instrucción”.
Además, este avión cuenta con tecnología y motores más modernos y avanzados que los que poseen los A-4: están optimizados para consumir menos y tener más empuje.
El Pampa III tiene doble comando. (Foto: Fernando Calzada)
El moderno simulador de Pampa fabricado por FADEA
Este año, la Brigada incorporó un moderno simulador de Pampa III fabricado por FADEA, un dispositivo fundamental para la preparación de los futuros pilotos e, incluso, para la habilitación que deben hacer periódicamente.
Esta tecnología permite que el piloto pueda familiarizarse con todo aquello que debe controlar durante un vuelo, como los instrumentos, las velocidades, las ubicaciones, la fuerza-G y las comunicaciones. De hecho, el simulador también permite recrear situaciones de emergencia, escenario que no se puede imitar en un vuelo real.
Según el personal, este equipo es el más moderno que existe en el país. Además, una de las cuestiones más importantes es que ahorra recursos. “Una hora de simulador cuesta mucho menos que una de vuelo”, contaron.
El simulador también permite recrear situaciones de emergencia, escenario que no se puede imitar en un vuelo real. (Foto: Fernando Calzada)
El circuito de un futuro piloto de caza
En diálogo con DEF, el vicecomodoro Germán Esteban Sosa, jefe del Escuadrón I IA63 Pampa II e instructor de la Escuela de Caza, contó que quienes son parte del curso fueron seleccionados tras un riguroso proceso que se inicia en la Escuela de Aviación Militar.
Por eso, quienes quieren ser pilotos de caza primero deben ingresar a ese instituto de formación, ubicado en Córdoba, y cursar una licenciatura de cuatro años. Una vez aprobada, se convierten en oficiales de la Fuerza Aérea Argentina.
Además, allí los cadetes pueden recibir las “alas de aviador militar” que los habilitan a especializarse en aeronaves de transporte, caza o helicóptero.
Quienes quieren ser pilotos de caza primero deben ingresar a ese instituto de formación, ubicado en Córdoba, y cursar una licenciatura de cuatro años. (Foto: Fernando Calzada)
“De acuerdo a sus preferencias y selección, son enviados a realizar el curso de aviador de caza en la IVta Brigada Aérea”, explicó, y agregó: “El curso dura un año e implica 100 horas de vuelo. Inicia a principios de año. Primero tienen una parte teórica, en la que se los introduce en los materiales, los sistemas del avión, los procedimientos normales y de emergencia, y el pilotaje. Ellos ya son aviadores militares, así que se los adapta al Pampa para recibir el curso de caza”.
Con los exámenes de esa etapa aprobados, continúa una nueva, la aérea. “Cada uno tiene que ir cumpliendo distintas exigencias e inspecciones para pasar a la parte de pilotaje, instrumental, formación, combate aire dos vs. uno y uno vs. uno, tiro, bombardeo y navegaciones tácticas”, indicó Sosa. Cabe destacar que las materias que forman parte del curso ponen el foco en aspectos teóricos y en otros relativos al sistema de armas que vuelan.
Comodoro Adrián Gustavo Del Río, jefe del Grupo 4 de Caza. (Foto: Fernando Calzada)
“La idea es que todos los días puedan volar hasta alcanzar las 100 horas. Para eso, buscamos despegar a las 8 de la mañana, así que dos horas antes nos reunimos para hacer el briefing. Terminamos las actividades a las seis de la tarde aproximadamente”, dijo Sosa. Para poder cumplir con los objetivos, hay un grupo de siete instructores para orientar a cada alumno: “No deja de ser un equipo. En caso de conflicto, nos debemos la vida a otro. En cualquier situación compleja o de emergencia, el que te va a salvar es quien está volando con vos”.
¿Cómo es el nivel de competitividad? “Alto pero sano”, resumieron desde la Brigada.
El comodoro Ariel Ambrogi es el oficial a cargo de la IVta Brigada Aérea. (Foto: Fernando Calzada)
El instructor de vuelo, una variable indiscutible
Para Sosa, un oficial que ya tiene 25 años en la Fuerza Aérea, el poder llegar a ser instructor es una manera de devolver a la institución y al país la formación que recibió: “El sueño de poder ser piloto de caza lo tengo desde chico y poder transmitir los conocimientos que adquirí en este tiempo a las distintas generaciones es un orgullo muy grande”.
Por su parte, Del Río considera que los instructores tienen un papel fundamental: “Son la variable indiscutible”. Según el oficial, ellos transmiten los conocimientos, el entusiasmo y la pasión. “El instructor tiene que estar con el alumno al menos cuatro horas: en el briefing, durante el vuelo y en el debriefing posterior. En el 95 % de los vuelos, los cursantes están acompañados por el instructor”, comentó.
Los emblemáticos pañuelos distintivos de cada sistema de arma de la Fuerza Aérea Argentina. (Foto: Fernando Calzada)
Además, gracias a la tecnología, todo lo realizado en el vuelo queda registrado en la aeronave. Tras un vuelo o un tiro, esa información se descarga y es analizada en tierra, tanto por el instructor como por el cursante.
¿Qué es lo más difícil para el cursante? “Uno va al avión a poner en práctica lo que aprendió en tierra. Tiene muchas exigencias intelectuales, pero también físicas. Incluso, al soportar la fuerza-G, hasta puede sentirse mal y descomponerse. Por eso, si bien el equipo ayuda, tienen que saber cuáles son las maniobras de resistencia. Básicamente, en esos casos, la sangre desciende hacia los pies. Al piloto se le nubla la vista y está próximo a desmayarse. Hay que anticiparse”, respondieron.
La IV Brigada Aérea participó activamente y de forma heroica en la guerra de las Malvinas. (Foto: Fernando Calzada)
La palabra de un futuro piloto de F-16: “Las expectativas están al máximo”
El alférez Marcos Verón tiene 25 años, es oriundo de la localidad bonaerense de Necochea y es uno de los oficiales que en este momento realiza el curso de aviador de caza. “Fue a raíz de los héroes de Malvinas, la verdad es que me siento identificado con ellos y es un gran honor y respeto estar desarrollando mis actividades acá, donde se formaron”, confesó.
Sobre los duros filtros que tuvo que atravesar para llegar a esta instancia, Verón contó que, de un grupo de 13 aviadores militares de su promoción, solo seis pudieron ir a Mendoza para hacer el curso de caza.
“Es un curso muy exigente. Demanda tiempo, esfuerzo y sacrificios. Las expectativas están al máximo”, relató, y fue concluyente: “Ahora que se dio la compra de los F-16, es un desafío para todos nosotros. Los esperamos con ansias”.
“La Fuerza Aérea es literalmente mi hogar. Vivo acá, como acá y vuelo acá. Todo lo que me ha formado me va a quedar para el resto de mi vida”, resumió. Pilotos de caza, ¿qué pasa después del egreso?
“De acá, salen los pilotos que pueden volar Pampa III, los futuros F-16 y los otros sistemas que podemos tener en las unidades de caza”, explicó Del Río, jefe del Grupo 4 de Caza, no sin antes detallar que la Escuela no solo cuenta con instructores nacionales y extranjeros (de Estados Unidos, por ejemplo), sino que también recibe cursantes de otras fuerzas, como la Armada, y de otros países, como el caso de Uruguay.
Ya en las unidades de caza, los pilotos recibirán otras misiones. “Están en condiciones para actuar en caso de conflicto”, contó.
Fachada de la entrada de la IV Brigada Aérea de Caza de la Fuerza Aérea Argentina. (Foto: Fernando Calzada)
“No todos van a poder egresar de acá, los que quedan son los mejores en el sentido que tiene que ver con nuestro lema, enfocado en cumplir con la misión de la mejor manera: ‘Ser más’. La aviación de caza es la esencia de una fuerza aérea, pues es la que va a combatir. Para eso estamos: nos preparamos para algo que no queremos que ocurra pero, si mañana sucede, estamos listos. Entonces, acá nos dedicamos a la formación del piloto. Luego, si tenemos un F-16, Pucará, Tucano, Pampa III o A4, exprimiremos al máximo esa capacidad tecnológica”, indicó el jefe del Grupo 4.
Una vez que finalizan esta etapa, los oficiales se subespecializan: están quienes se dedican a lanzar bombas con los cazabombarderos (la guerra contra un objetivo terrestre o naval) y aquellos que operan las aeronaves interceptoras, básicamente para el combate en el aire, un avión contra otro.
¿Qué pasa si a uno de los cursantes le va mal? “Queda separado del curso, pero sigue siendo piloto. Normalmente, se lo deriva para que haga las otras especialidades”, respondió Del Río.
"Si tenemos un F-16, Pucará, Tucano, Pampa III o A4, exprimiremos al máximo esa capacidad tecnológica”, indicó a DEF el jefe del Grupo 4. (Foto: Fernando Calzada)
Equipos anti-G
“El equipamiento que usamos está pensado para soportar las exigencias físicas del vuelo y una eventual eyección ante una emergencia y sobrevivir en el terreno el tiempo suficiente para poder ser rescatados”, adelantó Sosa.
En ese sentido, contó que visten borceguíes y botas de vuelo con punteras de acero para “soportar cualquier golpe e, inclusive, la caída en paracaídas tras una eyección”.
Por su parte, el buzo de vuelo es antiflama para aguantar las altas temperaturas como consecuencia de una situación de emergencia dentro del avión.
“El pantalón anti-G posee una manguera que se conecta a la aeronave y se infla a medida que uno realiza maniobras con gravedad elevada. Eso permite que la sangre no vaya a los pies y mantener el estado de conciencia de los pilotos”, aclaró y añadió: “Después, tenemos el chaleco de supervivencia, que cuenta con un salvavidas por si uno cae en el agua y elementos como comida, agua y una radio”.
Un avión Pampa II de la Fuerza Aérea Argentina en pleno vuelo. (Foto: archivo DEF)
Parches, pañuelos e indicativos de vuelo
Alrededor del cuello de Del Río, se luce un pañuelo de color celeste. “Es el que representa al Pampa II. Cada sistema de armas tiene su pañuelo. Eso se remonta a la Primera Guerra Mundial, momento en el que se usaban aviones con cabina abierta y se sufría el viento y la temperatura. Entonces, en principio, era un abrigo”, cuenta el oficial. Además, explicó que el primer pañuelo fue de color blanco, ya que era una tradición, entre enemigos que combatían en el aire, sacarlo en caso de rendición.
“Cada sistema de armas tiene también sus escudos”, agregó Del Río. En ese sentido, desde Mendoza, contaron que todos portan el escudo representativo de cada escuadrón y del sistema de armas que vuelan.
Además, todos los pilotos son llamados por su indicativo de vuelo. ¿De qué se trata? “El indicativo se elige en la Escuela de Aviación. Tiene que cumplir ciertas cuestiones: dos sílabas (para que sea entendible por frecuencia en las comunicaciones) y mística”, respondió Del Río.
Análisis de perspectivas de resultado en combate aéreo de ambas fuerzas
Por Esteban McLaren para FDRA
"Los cazas son unas criaturas extrañas. En el aire, reabastecido, armado y comandado por un buen piloto, es la encarnación del poder y de la capacidad de lucha que lleva miedo a los blindados y navíos en el mar. Pero esta misma aeronave, tan poderosa en el aire, es un objeto frágil en el suelo. No solo es indefenso, sino también no tienen la mínima capacidad de defensa. Parado en la pista, desafectado y postrado, permanece a la merced de cualquier enemigo. No sólo está vulnerable a ataques aéreos (que tornan a las bases aéreas un activo muy atractivo durante la guerra), sino lo mismo que un simple mortero, bien usado, puede convertirlo en pedacitos. Cuesta una fortuna, puede decidir una guerra, y todavía así, permanece inofensivo como un bebé." Ezer Weizmann, Comandante de la Fuerza Aérea de Israel durante la guerra de 1967.
“Los aficionados discuten tácticas: los profesionales discuten sobre logística”. Napoleón Bonaparte.
“No le resultará difícil demostrar que las batallas, las campañas e incluso las guerras se han ganado o perdido principalmente por motivos logísticos”. Dwight D. Eisenhower.
Parte 1
Introducción
El 23 de diciembre de 1978, conocido como el Día D, se habrían
iniciado de manera coordinada a lo largo de las fronteras con Chile
diversas acciones militares dentro del marco de la operación Soberanía.
Es muy difícil determinar con certeza cuál de todas las acciones
planificadas hubiera iniciado propiamente la guerra, pero está claro que
habría sido un asalto simultáneo en, al menos, cuatro frentes. El
principal habría sido la batalla naval y el desembarco en el canal de
Beagle, donde la Infantería de Marina de la Armada de la República
Argentina (IMARA) intentaría desembarcar parte de sus tropas en las
islas Lennox, Nueva (ya ocupada por tropas del Cuerpo de Infantería de
Marina chileno, CIM) y Picton, mientras otras tropas buscarían ocupar el
resto de las islas. El desembarco, por la disposición de recursos,
sería una asalto vertical helitransportado. Este frente será objeto de
análisis futuro. Sincronizadamente, habría un avance terrestre en el
frente central partiendo desde Mendoza (con una posible segunda línea de
avance desde el sur por el paso Puyehue, hoy Cardenal Samoré) con el
objetivo final de llegar a la capital nacional, Santiago.
El
propósito original de este artículo era explorar un escenario de historia
alternativa centrado únicamente en el frente de la guerra aérea en el Sur de la Patagonia. La guerra nunca ocurrió, pero ¿cómo habría sido si
Argentina no hubiera aceptado la mediación papal? Ese era nuestro punto de divergencia
con la historia real. Apelemos a la racionalidad y la prospectiva en un
ejercicio que siempre será incompleto y cuyo resultado final pertenece a
otro espacio-tiempo.
El objetivo inicial de este artículo era simple: identificar las operaciones aéreas plausibles en el Teatro de Operaciones Austral (TOA) y delinear el desarrollo de una posible guerra aérea en esa hermosa región de nuestra Patagonia. La falta de enfrentamientos reales en dicho escenario sugería un ejercicio teórico: extrapolar el desempeño de diversas aeronaves en otros conflictos para, a través de paralelismos, anticipar su rendimiento en un entorno patagónico. Sin embargo, esta idea, aparentemente prometedora, empezó a trastabillar tras una revisión bibliográfica básica. De todos modos, dicho ejercicio intelectual está realizado someramente en la segunda parte de este articulo más abajo.
Sin embargo, al desempolvar un artículo de Zamora y Carreras (2008), que llevaba años olvidado en un disco rígido en forma de documento, la narrativa cambió radicalmente. Aquella pieza, ignorada durante mucho tiempo por cuestiones laborales, transformó la dirección del análisis. No habría guerra aérea en la Patagonia Austral; simplemente, no había rivalidad equiparable. Argentina habría desmantelado lo que algún iluso podría haber denominado “poder aéreo chileno” en esa región.
El testimonio del General del Aire Fernando Matthei, entonces jefe de la Fuerza Aérea de Chile (FACh) durante la crisis del Beagle, dejó claro el estado precario de sus propias fuerzas. No parecía necesario perder tiempo en elaborar hipótesis de un enfrentamiento aéreo cuando la disparidad era obscenamente abrumadora. La FACh, que para ese momento se asemejaba a un grupo improvisado de uniformados, no tenía esperanza alguna frente a la maquinaria profesional y organizada de la Fuerza Aérea Argentina y la Aviación Naval.
Esta presentación se mantendrá en los límites del rigor, pero los hechos hablarán por sí solos. Al final de la misma, como ya se expresó, el ejercicio de comparar aeronaves en otros teatros de guerra se desarrolló de todos modos. Sin embargo, la situación de la FACh durante aquel período será presentada de manera evidente, sin necesidad de adjetivos. La brecha entre las capacidades operativas de ambas naciones no requería más análisis especulativo: en el TOA, la supremacía aérea argentina no era una hipótesis, sino una certeza irrefutable.
Disposición de las bases aéreas
La disposición de las bases aéreas (incluyendo al portaaviones V-2 ARA "25 de Mayo" como aeródromo móvil) que enfrentaban a los activos aéreos chilenos basados en la base aérea Chabunco, cercana a Punta Arenas se aprecia en el mapa debajo. Se podría contar también a las bases aéreas de la BAM San Julián (a 483 km. de la BA Chabunco) y un aeródromo en Puerto Williams (Aeropuerto Zañartu), donde despegaban los C-212 Aviocar para misiones de exploración y reconocimiento de la flota (Castro Fox, 2002).
Rodeada: la base aérea Chabunco estaba rodeada por al menos tres BAM argentinas.
El panorama operacional de la Fuerza Aérea de Chile (FACh) en el Teatro de Operaciones Austral (TOA) era sombrío, rozando lo desesperado. Frente a un adversario con superioridad técnica y numérica, la FACh enfrentaba una encrucijada estratégica: actuar con rapidez y agresividad o resignarse a su vulnerabilidad manifiesta. Sin embargo, cualquier intento de maniobra resultaba, en última instancia, un ejercicio condenado al fracaso.
El propio ex Comandante en Jefe de la FACh, Fernando Matthei, dejó pocas dudas al respecto en declaraciones posteriores. En 1978, en plena crisis del Beagle, reconoció sin ambages que Chile no estaba preparado para una guerra aérea contra Argentina. Esto, a pesar de los aprestos militares de 1974 ante la amenaza peruana y la reciente incorporación de los modernos F-5. El problema no era solo de equipos nuevos, sino de capacidades estructurales que no existían. Matthei reveló que la FACh carecía de radares funcionales, defensas antiaéreas efectivas como cañones y misiles, y que el embargo británico había reducido drásticamente su flota de Hawker Hunters: de treinta unidades disponibles, apenas una docena se encontraba en condiciones de vuelo.
Suboficiales
mecánicos de la FACh, posando con un Hawker Hunter del Grupo de
Aviación No. 9. La mayor parte de los Hunters estaban estacionados en el
norte del país.
En el TOA, esta carencia se hacía más patente. Se sospechaba que de esos doce cazas Hunter, mucho menos serían realmente desplegados en la base de Chabunco, cerca de Punta Arenas, el punto clave más austral. La mayor parte de los activos permanecía concentrada al norte, en la base aérea de Cerro Moreno, en Antofagasta, demasiado lejos para influir en un enfrentamiento directo en el sur.
Pero el golpe final lo daba la propia base de Punta Arenas, que Matthei describió como un epicentro de improvisaciones. La falta de planificación estratégica y logística la condenaba a operar en condiciones precarias, incapaz de sostener operaciones a gran escala contra un enemigo organizado y profesional. No había preparación que disimulara la realidad: la FACh estaba mal equipada, mal posicionada y, lo más importante, mal preparada para cualquier enfrentamiento serio en ese escenario crítico. Frente a la maquinaria bélica argentina, su posición era poco más que simbólica, un reflejo de esfuerzo frente a una guerra que nunca podría ganar.
Entre 1974 y 1976, las adquisiciones urgentes de material aéreo por
parte de la Fuerza Aérea de Chile (FACh) respondían al apremio de
enfrentar una posible agresión peruana, pero esas decisiones nacieron
marcadas por la improvisación y la ausencia de una planificación
estratégica a largo plazo. Esta falta de visión no solo limitó las
capacidades de la fuerza, sino que también sembró una serie de problemas
operativos que se agravarían en los años posteriores.
La
Enmienda Kennedy, impuesta por Estados Unidos, restringió severamente el
acceso a suministros y tecnología estadounidense, empujando a la FACh a
buscar soluciones alternativas en un entorno hostil. Obligados por las
circunstancias, los oficiales chilenos desplegaron un ingenio inaudito
para mantener en el aire su flota de combate. Repuestos y manuales
técnicos fueron adquiridos a través de redes informales de contactos,
mientras instructores y asesores extranjeros fueron contratados para
suplir las carencias en entrenamiento y mantenimiento.
Una
escena en la base aérea de Cerro Moreno en Antofagasta a principios de
los 1970s. Al menos cinco Hawker Hunters pueden verse, así como un
DC-6B, un DH Vampire correteando en la plataforma y en el filo de ésta,
un Grumman HU-16B Albatross y un venerable Douglas A-26 Invader. A
juzgar por las manchas de aceite en la pista, la actividad era intensa.
Esta combinación de ingenio y precariedad definió los años críticos de 1977 y 1978, durante los cuales el personal de la FACh enfrentó una serie de desafíos clave: desde la adquisición de componentes esenciales a precios exorbitantes hasta la capacitación improvisada de pilotos y técnicos. A pesar de los esfuerzos heroicos de su personal, estas medidas no lograron compensar la falta de recursos y la debilidad estructural de la institución.
El resultado fue una fuerza aérea sostenida a duras penas, funcionando como un mosaico de piezas de diferentes orígenes y con una operatividad limitada. Este modelo de supervivencia operativa reflejaba tanto la creatividad como la fragilidad de una institución que luchaba contra sus propias limitaciones para mantenerse a flote en un contexto de tensiones geopolíticas crecientes.
Unos
pocos Hawker Hunter de la FACh recibieron un camuflaje en dos tonos
grises, más adaptado a la región magallánica. En el mejor escenario, menos de 9 ejemplares
defendían todo Chile. Es indeterminado el número de operativos en Chabunco.
El 19 de junio de 1978, el Comando de Combate de la Fuerza Aérea de Chile (FACh) lanzó una advertencia crucial al Comandante en Jefe: la distribución del Personal del Cuadro Permanente (PCP) presentaba fallos graves que comprometían la operatividad de la institución en un momento crítico. Técnicos altamente capacitados en el extranjero para operar y mantener aeronaves estratégicas como los F-5 y los C-130 no fueron asignados a las unidades donde más se necesitaban.
Un
piloto de caza de F-5E de la FACh (izquierda). Un avión Northrop F-5E
Tiger II de la FACh volando sobre la cordillera (derecha). Para
diciembre de 1978, sólo 3 con menos de 10 misiles AA se encontraban en
servicio en todo el territorio chileno.
En lugar de fortalecer las bases clave, estos especialistas permanecían en Santiago, lejos de los talleres y hangares que requerían su experiencia. El impacto de esta descoordinación fue devastador: en Antofagasta, el taller de mantenimiento de estructuras del Grupo 1, fundamental para la operatividad de la flota, quedó completamente inoperante. La ausencia de personal capacitado no solo paralizó las capacidades técnicas de esta unidad, sino que también dejó a la FACh expuesta a riesgos significativos en caso de un conflicto inminente.
Este error administrativo reflejaba una desconexión alarmante entre las necesidades operativas de la fuerza y la gestión del recurso humano, subrayando las debilidades estructurales que atravesaban la organización en uno de los momentos más tensos de su historia. La guerra de la logística aeronáutca, como reza al inicio de este artículo, Chile la había perdido antes de empezar.
Un Hawker Hunter FGA Mk.71 serial J-725 del Grupo de Aviación No. 9 "Panteras Negras" armada con cohetes SURA P-3 suizos.
En agosto de 1978, la Fuerza Aérea Chilena (FACh) enfrentaba una grave baja operativa en sus principales unidades de combate, complicando su preparación ante una posible guerra con Argentina. De los 84 aviones de combate (A-37B, DH.115, Hunter Mk.71/71A y F-5E/F), solo 37 estaban en condiciones de vuelo, un 44% de la flota total. La situación era especialmente crítica para los cazabombarderos Hawker Hunter, de los cuales solo nueve de los 26 estaban operativos, debido a problemas técnicos y logísticos. En cuanto a los modernos F-5E/F Tiger II, la operatividad fue aún menor, con apenas tresaviones en vuelo a finales de agosto. Muchos F-5 estaban fuera de servicio por mantenimiento imprevisto, falta de repuestos y problemas técnicos acumulados. Recalco que esa información no era para el TOA sino para toda la geografía chilena: Solo se poseían en condiciones operativas 12 cazabombarderos. Es una manera de poner blanco sobre negro para entender que los cazabombarderos operativos de toda la Fuerza Aérea de Chile apenas podía sobrepasar levemente el poder de fuego del portaaviones argentino V-2 ARA "25 de Mayo". No resulta peyorativo decir que para la fecha del Día D, la Fuerza Aérea de Chile era una fuerza aérea de tamaño y preparación similar a una nación centroamericana en poder de fuego y proyección estratégica.
Pilotos
de caza del Northrop F-5E/F del Grupo de Aviación No. 7 durante el
conflicto del Beagle en 1978. Para finales de ese año sólo 3 de esos
aparatos volaban. La foto que vemos es más infantería que pilotos
reales.
La operatividad de los Cessna A-37B quedó marcada por una serie de limitaciones críticas que pusieron en evidencia las carencias técnicas y logísticas de la Fuerza Aérea de Chile (FACh) durante 1978. La falta de manuales técnicos y entrenamiento especializado en el manejo de estos aviones de ataque ligero derivó en incidentes alarmantes. Entre ellos, se registraron eyecciones accidentales de cohetes y tanques auxiliares de combustible, daños recurrentes en los trenes de aterrizaje, y la pérdida de una aeronave en maniobras nocturnas durante mayo de ese mismo año. Estos hechos no solo evidenciaron la precariedad operativa, sino que también aumentaron los riesgos para las tripulaciones en un período de alta tensión geopolítica.
Un
Cessna A-37B Dragonfly en un segmento de ruta que conectaba Puerto
Montt con aeropuerto El Tepual, en el sur de Chile, el 28 de diciembre
de 1978. Este aeródromo hubiese sido también blanco de ataques contra-aéreos de
la FAA.
A pesar de las adversidades, la FACh implementó medidas correctivas que, junto con la llegada de repuestos críticos, permitieron una leve mejora en la capacidad operativa de estos aviones hacia el final del período. Sin embargo, estos avances estuvieron lejos de garantizar una solución definitiva. Los problemas de mantenimiento y logística persistieron como una sombra constante sobre la fuerza, limitando su capacidad de respuesta en caso de un conflicto inminente y dejando al descubierto las fragilidades de una organización que operaba al borde de sus capacidades.
A pesar de las restricciones impuestas por Estados Unidos y Reino Unido, la Fuerza Aérea Chilena (FACh) logró acceder a repuestos para mantener sus aeronaves en operación, aunque el flujo y los canales de aprovisionamiento se vieron obstaculizados. Esto llevó a Chile a recurrir a triangulaciones y otros medios informales para transportar repuestos, incrementando costos y reduciendo el volumen de suministros. En junio de 1978, se embargó una partida de motores Avon 203 y 207 en Inglaterra, cruciales para los Hawker Hunter. A raíz de protestas diplomáticas chilenas y una sesión parlamentaria en el Reino Unido, el gobierno británico, liderado por el Primer Ministro Callaghan, promovió la devolución de estos motores. Chile también estableció un acuerdo con Hindustan Aeronautics Ltd (HAL) en India para el mantenimiento de componentes clave de los motores Avon, enviando 30 unidades a ese país.
Pilotos
de caza de la FACh posan con un par de Hawker Hunter en el aeropuerto
El Tepual, Puerto Montt, diciembre de 1978. Aniquilado Chabunco, El
Tepual junto con todos los aeródromos de la FACh recibirían la visita de cazabombarderos argentinos.
El aprovisionamiento de armas y munición también enfrentó problemas similares. La FACh había adquirido 100 misiles AIM-9J para los F-5, similares en características operativas al Magic 1 francés, pero estos no estaban operativos debido a la entrega por separado de sus componentes. Ante esta situación, se planificó armar los misiles usando partes de AIM-9B prestados por la USAF para entrenamiento. En operaciones estándar, es común que un porcentaje de los misiles adquiridos sea designado como misiles de entrenamiento inertes. En este caso eran misiles más antiguos, no el mismo modelo inerte. Aunque esto puede variar según las necesidades del cliente y los acuerdos del contrato, un estándar típico es que entre el 10% y el 20% de los misiles adquiridos se destinen al entrenamiento. Esto significa que, en el caso de una compra de 100 misiles aire-aire para equipar una docena de cazas, se podrían asignar aproximadamente entre 10 y 20 misiles como inertes (o un modelo más antiguo, como este caso) de entrenamiento. En cuanto al armamento aire-tierra, la FACh contaba con más de 4.000
cohetes SNEB para los Hawker Hunter y munición de 30 mm suficiente para
los aviones en operación. (Manfredi, 2017).
AIM-9J Sidewinder
¿Cuál era el estado de la Fuerza Aérea Argentina en ese momento?
Bueno, podríamos empezar por nuevamente mencionar a Matthei quien afirmaba apesadumbrado que nuestro país ya había adquirido "100 Daggers" (Mirage 5M producido sin licencia en Israel). A eso, añadiremos que la compra venía con 220 misiles aire-aire Shafrir 2 junto con otros equipamientos. Bueno, para 1978 no había arribado todo el lote de Daggers y misiles, por lo que conviene ponerle números más concretos. La composición de la fuerza se puede apreciar en la tabla a continuación.
ORBAT de la Fuerza Aérea Argentina
Base
Unidad
Escuadrón
N.º
Aeronaves
El Palomar
I Br.Ae
2º Esc
2+5
C-130E/H Hercules
5º+1 Esc
5+1
F-28 Mk.1000C / Boeing 707
4º Esc
6+2
IA-50 Guaraní II / F-27 Mk.400M
Paraná
II Br.Ae
1º Esc
8+2
Canberra B-Mk.62 / T-Mk.64
2º Esc
12
C-47
4º+2 Esc
4+2
IA-50B Guaraní II / Lj-35A
Reconquista
III Br.Ae
1º Esc
18
IA-58A Pucará
El Plumerillo
IV Br.Ae
1º Esc
12
A-4C Skyhawk
2º Esc
16
F-86F-30 Sabre
3º Esc
20
MS-760 Paris
4º Esc
4
AS-315B Lama
Villa Reynolds
V Br.Ae
1º Esc
35
A-4B Skyhawk
2º Esc
12
A-4B Skyhawk
Río IV
1º Esc
11
IAI Dagger
Morón
VIII Br.Ae
1º Esc
8+3
Bell 212 / UH-1H Huey
2º Esc
6+4
CH-47C / CH-3 / S-61N
3º Esc
12+16
H-369 / H-500
Mariano Moreno
1º Esc
9+2
Mirage IIIEA/DA
Comodoro Rivadavia
IX Br.Ae
7º Esc
6
DHC-6-200 Twin Otter
Córdoba
E.A.M
12
MS-760 Paris
40
T-34A Mentor
Está combinados aviones de todo tipo, sumando casi 300 unidades. De ellas, los aviones de combate en sí mismo (incluyen los deltas, A-4 Skyhawk, Sabre, Canberras y Pucará) llegan a 125 unidades operativas. Del mismo modo, la fuerza no presentaba problemas logísticas significativos en ninguna de las necesidades operativas. Los proveedores franceses, norteamericanos, israelíes y británicos (Canberra) mantuvieron sus despachos de material y servicios profesionales durante 1978.
El desbalance numérico era muy sesgado hacia el lado argentino con una información cualitativa adicional, la misma que se carece del lado trasandino desde hace siglos: en 1982 esos mismos pilotos y aeronaves demostraron ser altamente efectivos operando al límite de su alcance y bajo superioridad aérea enemiga en Malvinas. No solo en número sino en calidad de pilotos el desequilibrio era enormemente favorable a nuestro país.
Un caza Dassault Mirage IIIEA de la FAA, armado con un misil aire-aire Matra R.530 en la línea central.
Un Dassault Mirage 5M (renombrado IAI Dagger en Israel) mostrado cargado de bombas antes de una misión de entrenamiento.
Un Douglas A-4B Skyhawk
Un Douglas A-4C Skyhawk
Dos FMA IA-58 Pucará volando sobre el área de El Chaltén en la provincia de Santa Cruz.
Para
1978, la FAA todavía tenía en servicio unos 13 cazas North American
F-86F Sabre, los cuáles serían dados de baja en 1986. Estos aviones
estarían destinados a enfrentar a los Hawker Hunter gracias a las
experiencias de las guerras indo-pakistaníes.
Los
jets de entrenamiento avanzado/ataque ligero Morane-Saulnier M.S.760
Paris tendrían una muy larga carrera en la FAA. Adquiridos en 1958 solo
serían dados de baja en 2006.
La Fuerza Aérea tenía siete Lockheed C-130E/H Hercules para 1978.
Para finales de los 1970s, la FAA tenía 11 Fokker F-27s en servicio que cubrían las rutas de LADE aparte de otras tareas
El
venerable Douglas C-47 estaba todavía en servicio en la FAA en 1978.
Catorce ejemplares permanecían en servicio hasta que fueron dados de
baja en 1990.
El fin
Vamos a adelantar el final de la Base Aérea Chabunco basado en las declaraciones de su propio comandante en jefe, el general Matthei:
“El general Matthei reconocería años más tarde que la Fuerza Aérea chilena no estaba preparada para la guerra, con los pocos efectivos disponibles concentrados en el norte, ante la perspectiva de la guerra con Perú. 'La situación en la base de Punta Arenas era una verdadera pesadilla (…) Los aviones estaban a la intemperie y sin protección de ninguna especie, de manera que cualquier aparato argentino podía verlos y ametrallarlos. Pero esto no quiere decir que el resultado de la guerra estaba decidido'".(Nueva Tribuna)
El 23 de Diciembre de 1978, entre las 4 AM y las 6 AM esa base aérea sería atacada, volando a bajo nivel para evadir los radares, por IAI Dagger y A-4 Skyhawk que despegarían desde la BAM Río Gallegos, a menos de 200km al NE de Chabunco. Los pilotos argentinos, con la compra de los aviones israelíes habían recibido entrenamiento actualizado en combate aéreo y ataque a tierra. Los pilotos israelíes habían compartido sus experiencias en el Sinaí. Se iba a aplicar la experiencia en la operación Moked de la Guerra de los Seis Días para destruir a la FACh en tierra ¿Cuántos serían? Mas de 24 y probablemente menos de 36 aviones seguramente, temprano al amanecer bombardeando y ametrallando aviones desparramados al aire libre en la pista. Existe información que se sumarían aviones de diversas Brigadas Aéreas de refuerzo que participarían en el ataque partiendo de la base de Tandil en vuelo directo. Es decir, existía un flujo aéreo de aviones de combate donde Río Gallegos operando como un hub de convergencia donde se reabastecerían y despegarían en conjunto directamente para ejecutar el ataque a Chabunco.
Sea cual fuese el resultado, lo observado en el ataque sería notificado a la Base Aeronaval de Río Grande (BAN Río Grande) y a la pista de dispersión de la Estancia "La Sara" en Tierra del Fuego (ver mapa arriba). Allí aguardaban aviones de entrenamiento y ataque ligero North American T-28P Fennec, Aermacchi MB 326 y T-34C Turbo Mentor, todos de la Escuela de Aviación Naval, quienes se venían entrenando desde el mes de Julio. Estos activos aéreos despegarían para ametrallar y lanzar cohetes sobre todo lo que quedara en pie. En absoluto es exagerado afirmar que para el finalizar del día 23 de diciembre la FACh hubiese dejado de existir como fuerza operativa en el TOA.
Por eso es un ejercicio inútil imaginar combates entre Hunter y Mirage, entre Hunter y A-4, Hunters y Sabres, etc. La probabilidad de que ello ocurriera es de eso es infinitesimal. La FACh no iba a lograr despegar y lo que pudiese despegar no tenía misiles, con suerte tenían municiones en los cañones y, lo peor, los pilotos estaban pobrísimamente entrenados y hasta carentes de manuales para el mantenimiento. Asimismo, por las prioridades asignadas a los frentes, no se conoce con certeza el número de Hunter y A-37 efectivamente operativos pero podemos recordar que el núcleo duro estaba asentado en el otro lado del país, en Antofagasta. Aún así, ese núcleo no podía ser más que 9 Hunter y 3 Tiger, mas un par de decenas de A-37. La FACh en 1978 se parecía más a un fuerza aérea africana que a un oponente serio de la Fuerza Aérea Argentina.
Podemos resumir los graves y gravísimos errores cometidos por el personal muy poco profesional del arma aérea chilena. Un listado incompleto de las debilidades de la Fuerza Aérea Chilena (FACh) para Diciembre de 1978, mencionadas en el texto citado anteriormente:
Falta de alistamiento general para una guerra con Argentina: La FACh no estaba completamente preparada para un conflicto armado con Argentina, a pesar de los esfuerzos previos para contrarrestar la amenaza peruana y la adquisición de nuevos aviones F-5. La disponibilidad era baja pero peor aún era el nivel de preparación de los pilotos.
Deficiencia en radares y misiles antiaéreos: Existía una falta notable de radares, cañones y misiles antiaéreos, lo que reducía la capacidad de la FACh para defenderse efectivamente. De hecho carecía completamente de SAM.
Baja disponibilidad de aviones: Solo el 44% de los 84 aviones de combate de la FACh estaban operativos en agosto de 1978. La flota Hawker Hunter solo contaba con nueve de 26 unidades en condiciones de vuelo, y la flota F-5 estaba aún más comprometida con solo tres aviones operativos al final del mes.
Dificultades de aprovisionamiento y logística: Aunque se disponía de repuestos, estos llegaban con retraso y en cantidades limitadas, lo que obligó a la FACh a recurrir a proveedores informales y triangulaciones, encareciendo los costos.
Embargo de motores Hawker Hunter: En 1978, un embargo en el Reino Unido impidió el retorno de motores Avon de Hawker Hunter enviados a reparación, dejando a la FACh sin los cuatro motores necesarios para mantener aviones operativos.
Dependencia en canales de abastecimiento alternativos: Ante restricciones en las ventas de armamento, Chile debió firmar un acuerdo con Hindustan Aeronautics Ltd. en India para el mantenimiento de motores, una solución costosa y de logística complicada.
Falta de personal capacitado y distribución inadecuada: Algunos técnicos capacitados en el extranjero no fueron asignados a las unidades que necesitaban sus conocimientos, resultando en personal entrenado para aviones F-5 en otras áreas en la base El Bosque, en Santiago, dejando el taller de estructuras en Antofagasta inoperante.
Carencia de manuales y entrenamiento técnico: La falta de documentación y manuales técnicos adecuados afectó la operatividad de las aeronaves, especialmente en el mantenimiento de estructuras y sistemas de los aviones F-5 y A-37. La falta de manuales y entrenamiento produjo diversas bajas en los aviones por mal uso de los mismos. Efectivamente, los pilotos no sabían que funciones cumplían algunas palancas o botones lo que les hizo provocar accidentes que inutilizaron varias aeronaves y ello aparece listado como mantenimiento imprevisto.
Problemas con misiles aire-aire AIM-9J: Los 100 misiles AIM-9J adquiridos para los F-5 no estaban operativos debido a entregas incompletas. La FACh planificó su ensamblaje improvisado usando componentes prestados de misiles AIM-9B de la USAF. Esos misiles AIM-9B eran de entrenamiento, por lo tanto el número total de misiles aire-aire no superaría la decena.Todo Chile dependía de tres (3) F-5 equipados con una decena de misiles Frankenstein armados entre piezas combinadas de AIM-9B y AIM-9J, si es que aunque sea uno de esos misiles alguna se logró armar y funcionó.
Improvisación recurrente en defensa y mantenimiento: Debido a la falta de planificación a largo plazo y a políticas de desinversión en la FACh, evento que provenía ya del anterior gobierno socialista de Allende, la fuerza debió improvisar constantemente en operaciones y mantenimiento, una situación incompatible con la preparación efectiva en defensa. La reparación y mantenimiento de las pistas de las bases aéreas era un falla constante en la operatividad de las mismas.
Parte 2. Análisis de resultados potenciales
Dados estos factores, el resultado de un combate aéreo podría favorecer a la aeronave con:
Mejor maniobrabilidad y velocidad si el enfrentamiento se reduce a un combate aéreo a corta distancia.
Los sistemas de armas más avanzados y las capacidades de guerra electrónica pueden inclinar la balanza en cualquier tipo de enfrentamiento.
La habilidad del piloto a menudo se convierte en el factor decisivo, especialmente en aeronaves de igual nivel. Sobre este último aspecto no podríamos evaluar dado que no tenemos información de la preparación comparativas de ambos camadas de pilotos aunque es claro que en Argentina se disponía de mejor abastecimiento de repuestos y elementos de entrenamiento.
En resumen, sin detalles específicos sobre la aeronave que se compara, el resultado probable dependerá de cuál de estos factores favorezca más a un bando sobre el otro. En el combate aéreo moderno, los enfrentamientos a menudo ni siquiera llegan a la etapa de combate aéreo, y los enfrentamientos BVR se resuelven mediante ataques con misiles mucho antes del contacto visual. En el caso del conflicto del Beagle, no existían capacidad de BVR en ninguno de los bandos.
Evaluación de potencial combate aéreo entre un A-4 Skyhawk y un Hawker Hunter
Evaluar
un hipotético combate aéreo entre el A-4 Skyhawk (operado por
Argentina) y el Hawker Hunter (operado por Chile) sobre el Canal Beagle
durante la Crisis del Beagle implica un análisis detallado de las
características de la aeronave, la experiencia de los pilotos y el
entorno táctico. A continuación, se incluye un desglose:
1. Características de la aeronave
A-4 Skyhawk (Argentina)
Función: Diseñado principalmente como avión de ataque, pero también capaz de combate aire-aire.
Maniobrabilidad:
El A-4 es muy maniobrable, conocido por su pequeño tamaño y agilidad,
lo que lo hace eficaz en combates aéreos, especialmente a bajas
altitudes.
Velocidad: Velocidad máxima de aproximadamente Mach 0,9, más lento que el Hunter.
Armas: Normalmente está armado con dos cañones de 20 mm y podría llevar misiles Sidewinder y Shafrir 2 para combate aire-aire.
Radar y aviónica: El A-4 carecía de capacidades de radar avanzadas en comparación con los cazas, y dependía más de la orientación visual.
Estos tipos de avión se hubiesen enfrentado en la Patagonia Austral: Dos Hawker Hunters y un A-4 Skyhawk.
Hawker Hunter (Chile)
Función:
Diseñado como un caza a reacción transónico, el Hunter fue uno de los
aviones de combate más exitosos y ampliamente utilizados de los años
1950 y 1960.
Maniobrabilidad: El Hunter era conocido por
su excelente manejo y estabilidad, particularmente a altas velocidades y
bajas altitudes, pero era ligeramente menos ágil que el A-4 a
velocidades más bajas.
Velocidad: Velocidad máxima de aproximadamente Mach 0,94, lo que le daba una ligera ventaja en velocidad.
Armamento:
Normalmente estaba armado con cuatro cañones ADEN de 30 mm y era capaz
de llevar misiles Sidewinder, que eran superiores en alcance y precisión
en comparación con los cañones más antiguos.
Radar y aviónica: El Hunter no tenía un radar y una aviónica básica, mejores que el A-4, pero no de vanguardia según los estándares de la época.
2. Experiencia de los pilotos
Durante
la Crisis del Beagle, tanto Argentina como Chile contaban con pilotos
altamente entrenados y con experiencia de combate en diversos
conflictos. La competencia de los pilotos jugaría un papel crítico en
cualquier enfrentamiento, particularmente en la maniobra y explotación
de las fortalezas de sus respectivas aeronaves.
3. Tácticas y entorno
Geografía del canal Beagle:
El canal Beagle es una región angosta y montañosa con patrones
climáticos complejos, que podrían influir en el enfrentamiento. Ambas
aeronaves necesitarían usar el terreno a su favor, lo que podría
favorecer al A-4, más maniobrable, en combate cercano.
Alcance del enfrentamiento: La
geografía angosta y montañosa podría limitar la efectividad de las
tácticas BVR (más allá del alcance visual), empujando el enfrentamiento a
un alcance más cercano donde las habilidades de combate aéreo y la
maniobrabilidad serían cruciales.
Altitud: El Hunter
podría tener una ventaja a mayores altitudes debido a su mayor
velocidad, pero a altitudes más bajas, donde es probable que se produzca
un combate a corta distancia, la maniobrabilidad del A-4 podría ser
decisiva.
Pilotos chilenos de Cessna A-37B Dragonfly del Grupo de Aviación No. 12 durante la crisis del Beagle
4. Resultado hipotético de un combate aéreo
Combate inicial:
si el combate comienza a una altitud media o alta, la velocidad y la
estabilidad del Hunter podrían darle una ventaja inicial. Podría
intentar atacar al A-4 con sus cañones o misiles Sidewinder antes de que
el A-4 cierre la distancia.
Combate evolucionante: si el
A-4 puede cerrar la distancia o atacar a altitudes más bajas, su
maniobrabilidad superior podría permitirle superar al Hunter y ponerse
en posición de disparar sus propias armas de manera efectiva.
Ventaja del terreno:
el terreno complejo del Canal Beagle probablemente jugaría un papel
importante. El A-4 podría usar el terreno para evadir los ataques del
Hunter o para emboscarlo.
Armas y tecnología: los cañones
más poderosos del Hunter y la aviónica ligeramente mejor podrían
resultar decisivos en un combate cuerpo a cuerpo, particularmente si el
A-4 no puede cerrar el rango de manera efectiva.
Evaluación final
Ventaja para el Hawker Hunter:
la velocidad, la potencia de fuego y el radar del Hunter le dan una
ligera ventaja, especialmente en un enfrentamiento frontal o a gran
altitud.
Ventaja para el A-4 Skyhawk: el A-4 podría
obtener la ventaja en un combate aéreo a corta distancia y baja altitud,
donde su maniobrabilidad y la capacidad del piloto para aprovechar el
terreno podrían permitirle superar en maniobrabilidad al Hunter.
Pilotos
jóvenes posando frente a aviones de entrenamiento primario/ataque
ligero camuflados Beechcraft T-34B Mentor. Pocos hubiesen sobrevivido a
un ataque aéreo de la FAA.
Pilotos
de De Havilland DH-115 Vampire del Grupo de Aviación No. 8 (FACh) Los
Vampire eran auténticos ataúdes voladores con nunca capacidad de combate
aéreo.
Conclusión: el resultado
probablemente dependería de las condiciones iniciales del
enfrentamiento. Si el Hunter pudiera mantener un combate rápido a gran
altitud, podría asegurar una victoria. Sin embargo, si el Skyhawk
pudiera forzar el combate a una altitud menor o usar el terreno a su
favor, podría dar vuelta la situación. Dada la importancia equivalente
de la habilidad del piloto y la ejecución táctica, este combate aéreo
hipotético podría ir de cualquier manera, con un ligero favoritismo
hacia el Hawker Hunter debido a sus ventajas tecnológicas y de
velocidad.
Evaluación de potencial combate aéreo entre un F-86 Sabre y un Hawker Hunter
En
un enfrentamiento hipotético entre el F-86-F Sabre (operado por
Argentina) y el Hawker Hunter (operado por Chile) sobre el Canal Beagle
durante la Crisis del Beagle, el resultado dependería de varios
factores, incluidas las características de la aeronave, la experiencia
del piloto, las tácticas y el entorno operativo. A continuación se
presenta una evaluación detallada:
1. Características de la aeronave
F-86 Sabre (Argentina)
Función:
El F-86 era un caza a reacción transónico, ampliamente considerado como
uno de los mejores aviones de la era temprana de los reactores,
particularmente famoso por su papel en la Guerra de Corea.
Maniobrabilidad:
El Sabre era conocido por su excelente maniobrabilidad, particularmente
a altitudes más altas y en un escenario de combate aéreo. Tenía
reputación de ser ágil y receptivo, lo que lo hacía efectivo en combate
cuerpo a cuerpo.
Velocidad: Velocidad máxima de aproximadamente 687 mph (Mach 0,92), ligeramente más lento que el Hunter.
Armas:
Por lo general, estaba armado con seis ametralladoras M3 de calibre .50
o, a veces, con cañones, según la variante. Algunos modelos posteriores
podían llevar misiles Sidewinder, aunque esto era menos común en el
servicio argentino.
Radar y aviónica: La aviónica del
Sabre era relativamente básica en comparación con los jets posteriores,
centrándose más en enfrentamientos visuales y combates aéreos.
2. Experiencia del piloto
Tanto
Argentina como Chile contaban con pilotos experimentados durante la
Crisis del Beagle, muchos de los cuales se habían entrenado en
condiciones similares y estaban familiarizados con las capacidades de
sus aeronaves. La competencia de estos pilotos sería un factor crítico
en el enfrentamiento, en particular para aprovechar las fortalezas de
sus respectivas aeronaves.
3. Tácticas y entorno
Geografía del canal Beagle: El
terreno angosto y montañoso del canal Beagle probablemente obligaría a
que los enfrentamientos se produjeran a altitudes más bajas, donde el
entorno podría utilizarse en beneficio de una aeronave. El terreno
podría beneficiar al F-86, más maniobrable, permitiéndole participar en
combates aéreos a corta distancia.
Alcance de combate: La
naturaleza cercana del canal Beagle podría limitar los enfrentamientos
en BVR, llevando la lucha al rango visual, donde la destreza en combate
aéreo de la aeronave sería primordial.
Altitud y velocidad: si
bien el Hunter tenía una ventaja de velocidad, el entorno angosto y de
baja altitud podría anularla, lo que hace que la maniobrabilidad y la
habilidad del piloto sean más críticas.
4. Resultado hipotético de un combate aéreo
Combate inicial:
si el combate comienza a mayor altitud, la ventaja de velocidad del
Hunter podría permitirle iniciar el combate en sus propios términos. Sin
embargo, la maniobrabilidad del Sabre podría permitirle evadir e
intentar cerrar la distancia para un combate más favorable.
Combate evolucionante:
en un combate aéreo a baja altitud, la maniobrabilidad superior del
F-86 Sabre podría darle una ventaja, especialmente si la lucha se
convierte en una batalla de giros donde la agilidad del Sabre entra en
juego.
Comparación de armas: los cañones ADEN de 30 mm
del Hunter son significativamente más poderosos que las ametralladoras
calibre .50 del Sabre, lo que significa que si el Hunter puede asestar
impactos, probablemente causaría más daño. Sin embargo, la agilidad del
Sabre podría dificultarle al Hunter acertar esos tiros en un combate
aéreo cerrado.
Durante la Guerra Indo-Pakistaní de 1965, los
Hawker Hunter y los F-86 Sabre protagonizaron varios enfrentamientos
aéreos destacados:
4 de septiembre de 1965: Una
formación de tres F-86 Sabre pakistaníes, liderados por el Líder de
Escuadrón Muhammad Mahmood Alam, se encontró con cuatro Hawker Hunter de
la Fuerza Aérea India a baja altitud. En el combate que siguió, Alam
afirmó haber derribado dos Hunters, aunque fuentes indias reconocen la
pérdida de solo un avión.
4 de septiembre de 1965: En
otro enfrentamiento, tres F-86 Sabre pakistaníes combatieron contra dos
Hawker Hunter indios cerca de la Base Aérea de Halwara de la Fuerza
Aérea India. Después de que el Líder de Escuadrón Sarfaraz Ahmed Rafiqui
derribara un Hunter, llegaron cuatro Hunters indios más. En el combate
aéreo a baja altitud que siguió, los pakistaníes reclamaron haber
destruido cuatro Hunters, pero también perdieron dos Sabre, incluido el
de Rafiqui, quien eyectó demasiado bajo y falleció.
7 de septiembre de 1965: El
Líder de Escuadrón Muhammad Mahmood Alam, volando un F-86F Sabre,
afirmó haber derribado cinco Hawker Hunter indios en una sola misión,
con cuatro de estas bajas supuestamente ocurriendo en 30 segundos. Esta
afirmación ha sido objeto de debate, ya que las fuentes indias disputan
la cantidad de aviones perdidos.
Estos enfrentamientos
reflejan la intensidad de los combates aéreos entre estos dos tipos de
aeronaves durante el conflicto, con éxitos y pérdidas en ambos bandos.
Evaluación final
Ventaja para el Hawker Hunter: la
velocidad, la estabilidad y la mayor potencia de fuego del Hunter le
dan una ventaja en un enfrentamiento directo, especialmente si puede
mantener una mayor altitud o ventaja de velocidad.
Ventaja para el F-86 Sabre:el
Sabre podría obtener la ventaja en un combate aéreo a corta distancia y
baja altitud, donde su agilidad y maniobrabilidad le permitirían
superar en maniobras al Hunter, lo que podría compensar su armamento más
ligero.
Conclusión: el
resultado dependería en gran medida de las condiciones iniciales del
enfrentamiento. Si el Hunter pudiera aprovechar su velocidad y potencia
de fuego de manera efectiva, probablemente tendría la ventaja. Sin
embargo, si el enfrentamiento se convirtiera en un combate aéreo a corta
distancia en el complejo terreno del Canal Beagle, el F-86 Sabre podría
aprovechar su maniobrabilidad para cambiar el rumbo. En general, el
Hunter puede ser ligeramente favorito debido a su velocidad y potencia
de fuego, pero las capacidades de combate aéreo del Sabre podrían
convertirlo en una competencia reñida.
Evaluación de potencial combate aéreo entre un Mirage III y un Hawker Hunter
En
un enfrentamiento hipotético entre el Mirage III (operado por
Argentina) y el Hawker Hunter (operado por Chile) sobre el Canal Beagle
durante la Crisis del Beagle, el resultado dependería de varios factores
clave, incluidas las características de la aeronave, la experiencia del
piloto, las tácticas y el entorno operativo. A continuación, se
presenta un análisis de cómo podría desarrollarse dicho enfrentamiento:
1. Características de la aeronave
Mirage III / IAI Dagger (Argentina)
Función:
El Mirage III es un avión de combate supersónico multifunción, capaz
tanto de interceptar como de atacar a tierra. Fue uno de los cazas más
avanzados de su tiempo y tuvo un papel destacado en muchas fuerzas
aéreas de todo el mundo.
Maniobrabilidad: El Mirage III
es conocido por su diseño de ala delta, que proporciona maniobrabilidad a
alta velocidad y una rápida tasa de ascenso. Sin embargo, su ala delta
también lo hace menos ágil a bajas velocidades y en giros cerrados en
comparación con los diseños más convencionales.
Velocidad:
El Mirage III tiene una velocidad máxima de alrededor de Mach 2,2, lo que lo hace significativamente más rápido que el Hawker
Hunter. Esto le da una ventaja considerable en términos de velocidad y
altitud.
Armamento: Normalmente está armado con dos
cañones DEFA de 30 mm y es capaz de transportar misiles aire-aire como
el Matra R530 o el más avanzado Matra R550 Magic. Estos misiles
proporcionaron al Mirage III una ventaja significativa en el combate
aire-aire.
Radar y aviónica: El Mirage III estaba
equipado con un radar Cyrano (no así el Dagger), que, aunque no tan avanzado como los
sistemas modernos, seguía siendo superior a la aviónica del Hunter,
especialmente en términos de alcance y capacidades de combate.
Hawker Hunter (Chile)
Función: Como
se mencionó anteriormente, el Hunter es un caza a reacción transónico
subsónico con fuertes características de rendimiento en los años 1950 y
1960. Maniobrabilidad: El Hunter es estable y confiable tanto a gran
como a baja altitud, pero carece de la maniobrabilidad a alta velocidad
de los jets supersónicos como el Mirage III. Sin embargo, sigue siendo
un caza de combate capaz, especialmente a bajas velocidades.
Velocidad: Velocidad máxima de aproximadamente Mach 0,94 (715 mph), significativamente más lenta que la del Mirage III.
Armamento: Armado
con cuatro cañones ADEN de 30 mm y capaz de llevar misiles Sidewinder,
el Hunter tiene un gran poder, pero su velocidad subsónica limita su
capacidad de atacar o desatacar a voluntad.
Radar y aviónica: La aviónica del Hunter es relativamente básica en comparación con el Mirage III, con menos alcance y capacidad.
Sabres derrotan a Hunters in la Segunda Guerra Indo-Pakistaní de 1965.
2. Experiencia del piloto
Tanto
Argentina como Chile tenían pilotos bien entrenados durante la Crisis
del Beagle. La habilidad de los pilotos jugaría un papel crucial,
especialmente en maximizar las fortalezas de sus respectivas aeronaves.
3. Tácticas y entorno
Geografía del canal Beagle:
El terreno complejo y montañoso del canal Beagle probablemente
obligaría a los enfrentamientos a altitudes más bajas, donde la
estabilidad del Hunter podría entrar en juego. Sin embargo, la velocidad
superior y las capacidades de radar del Mirage III le permitirían
dictar los términos del enfrentamiento.
Alcance del enfrentamiento: La
capacidad del Mirage III de enfrentarse en BVR utilizando misiles
guiados por radar podría ser decisiva. Si los pilotos del Mirage III
pueden usar su velocidad superior y su radar para enfrentarse al Hunter
antes de acercarse al alcance visual, tendrían una ventaja
significativa.
Altitud y velocidad: La velocidad superior
del Mirage III y su rendimiento a gran altitud le permitirían
enfrentarse y desengancharse a voluntad, un factor importante en
cualquier escenario de combate aéreo.
4. Resultado hipotético de un combate aéreo
Enfrentamiento inicial: El
Mirage III, con su velocidad y sus misiles guiados por radar,
probablemente intentaría enfrentarse al Hunter desde la distancia,
aprovechando sus capacidades BVR. El Hunter, por otro lado, necesitaría
acortar la distancia para poner en juego sus cañones o misiles de corto
alcance.
Combate evolucionante: si el Hunter logra
acortar la distancia, su maniobrabilidad a velocidades más bajas podría
convertirlo en un oponente peligroso, particularmente en un combate
aéreo. Sin embargo, las capacidades de alta velocidad del Mirage III y
el potencial armamento de misiles aún le proporcionarían importantes
opciones defensivas.
Ventaja del terreno: si bien el
Hunter podría intentar usar el terreno a su favor, la velocidad y el
radar del Mirage III probablemente le permitirían mantener la ventaja,
eligiendo cuándo y dónde atacar.
Evaluación final
Ventaja para el Mirage III:
la velocidad, la altitud y las capacidades BVR superiores del Mirage
III le dan una clara ventaja en la mayoría de los escenarios de
enfrentamiento. Podría atacar al Hunter a distancia con misiles antes de
que este pudiera ponerse en posición de usar sus cañones o misiles de
corto alcance. Incluso en un combate aéreo, la velocidad del Mirage III
podría permitirle retirarse si la lucha se volviera en su contra.
Ventaja del Hawker Hunter: los
puntos fuertes del Hunter residen en el combate aéreo a corta distancia
a bajas velocidades, donde es muy maniobrable y sus cañones son
letales. Sin embargo, ponerse en esta posición contra el Mirage III, más
rápido y mejor equipado, sería un desafío.
Conclusión:
En un enfrentamiento hipotético sobre el Canal Beagle, el Mirage III
probablemente dominaría debido a su velocidad, radar y capacidades de
misiles. La capacidad de atacar desde la distancia y dictar los términos
del enfrentamiento dejaría al Hunter en una desventaja significativa.
Si bien el Hunter aún podría representar una amenaza si lograra acortar
la distancia, el equilibrio general de poder favorecería al Mirage III,
lo que lo convertiría en el vencedor más probable en un encuentro de ese
tipo.
Enfrentamientos entre Mirage III/5 o IAI Nesher vs. Hawker Hunter
Guerra de los Seis Días (1967):
Durante
este conflicto, los Mirage III israelíes se enfrentaron a varios Hawker
Hunters operados por fuerzas árabes, particularmente de Jordania y
Siria.
Resultado: Los Mirage III, con una ventaja en
velocidad y capacidad de misiles aire-aire, lograron derribar a varios
Hawker Hunters durante estos enfrentamientos, marcando una clara ventaja
tecnológica.
Guerra de Yom Kippur (1973):
En
este conflicto, los Mirage 5 y los IAI Nesher (derivado del Mirage 5)
de la Fuerza Aérea Israelí también se enfrentaron a cazas Hawker Hunter
sirios.
Resultado: Los Mirage y Neshers israelíes
tuvieron un desempeño superior, derribando varios Hawker Hunters,
demostrando nuevamente su superioridad en combate aéreo.
Enfrentamientos entre Mirage III/5 o IAI Nesher vs. Northrop F-5A/F-5E:
Guerra Irán-Irak (1980-1988):
En
este conflicto, ambos bandos utilizaron cazas Mirage y Northrop F-5. La
Fuerza Aérea Iraquí volaba Mirage F-1 y Mirage 5, mientras que Irán
operaba F-5A y F-5E.
Resultado: Hubo enfrentamientos
entre estos cazas, aunque los registros indican que las fuerzas iraquíes
con Mirage tuvieron una ligera ventaja debido a la mayor capacidad de
los Mirage 5 para portar armamento pesado y misiles avanzados, logrando
varios derribos de F-5 iraníes.
Estos ejemplos
destacan que en la mayoría de los enfrentamientos, los Mirage III/5 y
sus variantes tuvieron la ventaja tecnológica y táctica, especialmente
debido a sus mejores capacidades de misiles aire-aire y rendimiento en
combate a gran altitud. Los F-5, aunque ágiles y más económicos, no
lograron imponerse en enfrentamientos a larga distancia contra los
Mirage.
Enfrentamientos entre Northrop F-5A/F-5E vs. MDD A-4 Skyhawk
Solo ocurrieron de manera simulada en los programas Top Gun y
Entrenamientos de Combate Aéreo Disimilar (DACT)
Propósito: El
DACT implica entrenar a los pilotos en combates aéreos contra aviones
diferentes de los que ellos operan, simulando adversarios potenciales
para mejorar la preparación de combate.
Rol del F-5E Tiger II: El
F-5E, con su agilidad y rendimiento, ha sido utilizado por los
escuadrones adversarios de la Marina y la Fuerza Aérea de los Estados
Unidos para emular cazas enemigos, notablemente al MiG-21. Su tamaño
reducido y maniobrabilidad lo convierten en una plataforma eficaz para
este rol.
Rol del A-4 Skyhawk: El A-4 Skyhawk
también ha sido empleado como adversario en ejercicios, simulando
diversas amenazas aéreas en los entrenamientos. Su diseño compacto y
agilidad le permiten imitar eficazmente las características de vuelo de
ciertos aviones enemigos.
Enfrentamientos de Entrenamiento
En
los ejercicios DACT, los F-5E Tiger II y los A-4 Skyhawk se han
enfrentado para brindar a los pilotos experiencia contra diferentes
perfiles de aeronaves. Estos enfrentamientos están diseñados para probar
y mejorar las habilidades de combate aéreo, las tácticas y la capacidad
de adaptación de los pilotos.
Resultados: Los
resultados de estos enfrentamientos varían según la habilidad del
piloto, las tácticas empleadas y los objetivos específicos del
entrenamiento. El objetivo principal no es determinar un "ganador"
definitivo, sino mejorar la destreza en combate.
Resumen
Aunque
el F-5E Tiger II y el A-4 Skyhawk no se han encontrado en combate real,
sus enfrentamientos simulados en entornos de entrenamiento han sido
fundamentales para preparar a los pilotos para escenarios de combate
aéreo reales. Ambos cazas son ampliamente maniobrables pero el F-5E Tiger tiene una envolvente combate superior.
Anexo técnico
Componentes principales de la envolvente de combate
Velocidad (Eje horizontal)
Representa la velocidad del caza, generalmente medida en nudos, Mach o kilómetros por hora.
Carga G (Eje vertical)
Indica la cantidad de fuerza gravitacional (G) que el avión puede soportar en maniobras. Los cazas modernos pueden alcanzar hasta 9 G o más, dependiendo de su diseño.
Límites estructurales
La envolvente incluye las capacidades máximas y mínimas que el avión puede soportar sin comprometer su estructura:
Carga G positiva: Máximo que puede tolerar antes de sufrir daños estructurales.
Carga G negativa: Límite inferior, ya que los aviones suelen tolerar menos G negativos.
Régimen de giro sostenido y máximo
Régimen de giro sostenido: La cantidad de grados por segundo que el avión puede girar sin perder energía (velocidad).
Régimen de giro máximo: Giro momentáneo que puede lograr, aunque puede causar pérdida de energía o velocidad rápidamente.
Altitud
La envolvente de combate puede cambiar según la altitud, ya que la densidad del aire afecta el rendimiento aerodinámico y la potencia del motor.
Zona de pérdida y maniobrabilidad restringida
La envolvente incluye las zonas donde el avión pierde sustentación o tiene maniobrabilidad limitada debido a baja velocidad o ángulos de ataque extremos.
Usos tácticos
Permite a los pilotos comprender las condiciones óptimas para maniobras defensivas, ofensivas o de escape.
Ayuda a identificar ventajas y desventajas en enfrentamientos contra otros cazas (comparando envolventes de combate).
Es crucial para planificar tácticas de combate aéreo, ya que determina las maniobras que el avión puede realizar en condiciones extremas.
Factores que influyen en la envolvente
Carga útil: Armamento y combustible afectan el peso y, por ende, el rendimiento.
Condiciones ambientales: Altitud, temperatura y presión del aire.
Estado del avión: Mantenimiento y desgaste estructural.
La envolvente de combate es un concepto dinámico, ya que puede variar según el modelo del avión, el equipamiento y las condiciones operativas.
Combate aéreos sobre la región magallánica
Reconocimiento
Debo agradecer las declaraciones siempre honestas y sincericidas del Gral Matthei que, al contrario de sus contrapartes del ECH y ACH, fue dejando a lo largo del tiempo diversos aportes que brindaron claridad al estado de su fuerza al mando durante este litigio y, posteriormente, durante la guerra de las Malvinas. Sin dudas, un ejemplo.
Fuentes
Castro Fox, Rodolfo (2002). Yo fui aviador naval. ISBN 978-987-20557-0-7.
Sapienza Fracchia, Antonio Luis (2017), The Beagle Conflict: Argentina and Chile on the Brink of War, Volume 2. 1978-1984. Latin America@War
Siminic, Ivan (2022), ROJO 1, la Fuerza Aérea de Chile en la crisis
del Beagle de 1978, Academia de Guerra Aérea, Santiago de Chile. ISBN
9560971409
Zamora, Raúl y Javier Carrera, “La Fuerza Aérea de Chile en la Crisis del Beagle”, Revista Enfoque Estratégico, Santiago, 22 de febrero de 2008. Link original
Zamora, Raúl, "1978: La Fuerza Aérea de Chile en la Crisis del Beagle"