Mostrando las entradas con la etiqueta UK. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta UK. Mostrar todas las entradas

miércoles, 7 de mayo de 2025

Royal Navy: ¿Necesita realmente dos portaaviones?

¿Necesita Inglaterra dos portaaviones?





El gobierno del Reino Unido ha reafirmado la relevancia estratégica de los portaaviones para la defensa nacional, pero los próximos recortes presupuestarios, derivados de las medidas de ahorro impuestas por el Tesoro, podrían poner en entredicho el futuro operativo del HMS Queen Elizabeth y el HMS Prince of Wales.

Aunque se señala que la economía británica crece a un ritmo superior al de otros miembros del G7 (una afirmación discutida por diversos analistas), la narrativa oficial del nuevo gobierno laborista insiste en la existencia de un “agujero negro” fiscal de 22.000 millones de libras (equivalente a unos 28.500 millones de dólares). Este déficit, unido a un clima de pesimismo respecto a las perspectivas económicas, podría provocar recortes significativos en el presupuesto de defensa.

Si estos ajustes se concretan, todas las ramas de las Fuerzas Armadas buscarán recortar costos donde sea viable, lo que afectaría también a la Marina Real. La posibilidad de suspender o aplazar adquisiciones está sobre la mesa, y la flota no sería la excepción. La baja actividad operativa reciente de ambos portaaviones, junto con los problemas mecánicos que han experimentado y que requieren costosas reparaciones, aumentan la probabilidad de que uno de ellos sea relegado a un estado de “alta preparación”, lo que en la práctica equivaldría a dejarlo fuera de servicio bajo un término más diplomático.

Consultado por la oposición conservadora sobre el posible impacto de la Revisión Estratégica de Defensa en la operatividad de los portaaviones, Luke Pollard, Secretario de las Fuerzas Armadas, declaró el 24 de octubre de 2024 que “las capacidades de los portaaviones son fundamentales para la defensa nacional”. Sin embargo, también enfatizó “la importancia del poder naval en un sentido más amplio”, destacando el desempeño de la Marina Real durante la crisis de los ataques hutíes a buques mercantes en el Mar Rojo antes de 2024.

En esa operación, la Marina Real se basó principalmente en sus destructores Tipo 45, que lograron un desempeño destacado con la neutralización de múltiples drones y misiles antibuque disparados contra embarcaciones civiles. La ausencia operativa de un portaaviones de la clase Queen Elizabeth en ese contexto, pese a su cercanía geográfica y su teórica capacidad de proporcionar cobertura aérea, no pasó desapercibida.

Para 2025, el HMS Prince of Wales está programado como buque insignia del próximo despliegue del Grupo de Ataque de Portaaviones (CSG), cuyo destino es la región del Indo-Pacífico. Esta operación, aún sujeta a la confirmación de suficientes buques escolta y unidades de apoyo, se llevará consigo la mayoría de los cazas F-35B disponibles en el Reino Unido, dejando al HMS Queen Elizabeth en una situación de vulnerabilidad estratégica. Sin un ala aérea embarcada, un portaaviones se convierte básicamente en un blanco flotante de gran tamaño.

La rotación de dos buques en ciclos de desmantelamiento parcial no sería una práctica nueva para la Marina Real. La clase Albion, compuesta por el HMS Albion y el HMS Bulwark, sigue este esquema desde 2010: cada buque pasa varios años fuera de servicio, siendo reactivado gradualmente cuando llega su turno para operar. Este modelo reduce costes operativos y permite redistribuir la tripulación, un aspecto crítico dada la presión de personal que enfrenta la Marina.

En enero de 2024 se informó que el número de nuevos marineros de reemplazo había caído un 22,1% en el año hasta marzo de 2023, reflejando problemas estructurales de reclutamiento y carga laboral. Con una dotación aproximada de 700 efectivos por portaaviones, la clase Queen Elizabeth representa una parte significativa del personal naval británico. En enero de 2024, la Marina Real y los Royal Marines sumaban apenas 31.910 efectivos, cifra considerablemente menor a los niveles de hace una década.

El primer despliegue operativo del CSG británico tuvo lugar en 2021, y habrá un intervalo de cuatro años antes del siguiente despliegue previsto en 2025. Esto sugiere que uno de los portaaviones podría pasar períodos prolongados en estado de preparación reducida, alternando entre operaciones limitadas en Europa y entrenamientos bajo la OTAN.

Ante un eventual requerimiento de proyección aérea, el Reino Unido puede recurrir a sus bases soberanas en Chipre o a instalaciones aliadas en Omán y Emiratos Árabes Unidos, opciones viables para operaciones en Oriente Medio y el norte de África.

La falta de un portaaviones británico para cubrir la retirada del USS Gerald R. Ford y su grupo de ataque del Mediterráneo en 2024, tras la escalada bélica entre Israel y Hamás en octubre de 2023, refuerza la percepción de que el gobierno británico opta por soluciones de bajo perfil. Esto pese a que uno de los principales argumentos para construir estos portaaviones fue precisamente su capacidad de integrarse en operaciones conjuntas con la Marina estadounidense.

Ambos buques de la clase Queen Elizabeth han enfrentado continuos problemas desde su entrada en servicio. En 2020, el HMS Prince of Wales sufrió graves inundaciones debido a una rotura en el sistema contra incendios, lo que causó daños importantes en los cuadros eléctricos. En 2022, durante una travesía hacia la costa este de EE.UU., se detectó un fallo crítico en la hélice de estribor, lo que obligó al buque a regresar para reparaciones, proceso que duró meses.

En mayo de 2023, se reveló que de los 1.251 días desde su puesta en servicio, el HMS Prince of Wales había estado solo 267 días en el mar, un rendimiento operativo muy bajo (apenas un 21,3% de su tiempo activo). En 2024, el HMS Queen Elizabeth también presentó problemas mecánicos, obligándolo a retirarse de un importante ejercicio de la OTAN.

Todo indica que se está preparando el terreno para justificar el desmantelamiento o la reducción operativa de uno de estos portaaviones. Este debate ya se planteó durante la fase de construcción, cuando se barajó cancelar la construcción del HMS Prince of Wales o convertirlo en un portahelicópteros para sustituir al HMS Ocean. Qué sucederá en 2025 está por verse.

Una modernización en profundidad podría dar una nueva vida al HMS Queen Elizabeth, pero los costes estimados son elevados, y parece poco probable que se destine una gran inversión a un buque cuya viabilidad a medio plazo está en entredicho.

Basado en el artículo de Nikolai Yevtushenko || Revista Militar

sábado, 3 de mayo de 2025

Malvinas: El controvertido hundimiento del ARA Gral Belgrano

El hundimiento del General Belgrano: un capítulo polémico en la historia naval


El 2 de mayo de 1982, el submarino británico HMS Conqueror hundió al crucero argentino ARA General Belgrano. Se trata de uno de los incidentes más controvertidos de la historia naval.

El suceso, que provocó la pérdida de más de 300 vidas, desató acalorados debates sobre la legalidad y proporcionalidad del ataque.


Las Malvinas

La Guerra de las Malvinas estalló en 1982 cuando Argentina, bajo la junta militar encabezada por el general Leopoldo Galtieri, invadió las Islas Malvinas, un territorio británico de ultramar. El conflicto se desarrolló en un contexto de disputas históricas y ambiciones políticas. Argentina había reclamado durante mucho tiempo la soberanía sobre las Malvinas, basándose en precedentes históricos y la proximidad geográfica. Los británicos, por otro lado, mantuvieron su soberanía sobre las islas y han estado presentes allí desde el siglo XIX.

ARA General Belgrano.

Históricamente, las Islas Malvinas han sido objeto de reclamos territoriales en pugna entre Argentina y el Reino Unido. Las islas están ubicadas en el Océano Atlántico Sur, aproximadamente a 300 millas (480 kilómetros) de la costa de América del Sur. Constan de dos islas principales, Malvina Oriental y Malvina Occidental, junto con numerosas islas más pequeñas.

El gobierno británico, a 12.800 kilómetros de distancia, bajo el mando de la primera ministra Margaret Thatcher, respondió rápidamente a la invasión argentina. Se envió una fuerza de tareas militares, compuesta por buques de guerra, tropas y apoyo aéreo, para recuperar las islas. El conflicto marcó el primer enfrentamiento militar importante entre dos potencias modernas desde la Segunda Guerra Mundial.

El contexto histórico y político que rodeó la Guerra de las Malvinas proporciona un marco para comprender las circunstancias que llevaron al hundimiento del Belgrano.

El General Belgrano

La Armada Argentina jugó un papel importante en la Guerra de las Malvinas, siendo el crucero General Belgrano uno de sus activos clave. El Belgrano, originalmente un buque de la Armada de los Estados Unidos llamado USS Phoenix, fue adquirido por Argentina en 1951 y sirvió como un orgulloso símbolo del poder naval del país.


El USS Phoenix en Pearl Harbor, 1941.

Como buque de guerra de la Segunda Guerra Mundial, el General Belgrano poseía una considerable potencia de fuego y capacidades. Era un crucero armado con quince cañones de 6 pulgadas, torpedos y defensas antiaéreas. El barco tenía una larga y distinguida historia, incluida su participación en la Batalla del Río de la Plata durante la Segunda Guerra Mundial.

El hundimiento del Belgrano

A fines de abril, la fuerza de tareas británica llegó a las Islas Malvinas e implementó una Zona de Exclusión Total (TEZ). En virtud de esta medida, la Marina Real designó un área que abarca 200 millas náuticas (230 millas, 370 km) desde el centro de las Malvinas como parte de la zona de conflicto activo. Se comunicó un mensaje claro a todos los barcos y aeronaves, independientemente de su nacionalidad, de que ingresar a la TEZ implicaba el riesgo de ser atacado sin previo aviso.

Un mapa de las Malvinas, que muestra la Zona de Exclusión Total.

En la tarde del 2 de mayo de 1982, el submarino británico HMS Conqueror, bajo el mando del capitán Christopher Wreford-Brown, había estado siguiendo al crucero argentino durante algún tiempo, monitoreando sus movimientos y evaluando las posibles amenazas a las fuerzas navales británicas. El Belgrano estaba acompañado por dos destructores. Los tres buques estaban fuera de la ZTE y se dirigían hacia el oeste, alejándose de las Malvinas.

Alrededor de las 15:00 horas, el HMS Conqueror disparó tres torpedos Mark VIII hacia el crucero argentino. Dos de los torpedos impactaron con éxito al Belgrano, causándole graves daños.

El HMS Conqueror regresa de las Malvinas.

Como consecuencia de los impactos de los torpedos, el Belgrano comenzó a hacer agua rápidamente. Los esfuerzos por controlar la inundación y estabilizar el buque se vieron obstaculizados por la magnitud de los daños sufridos. El crucero se inclinó hacia babor y a las 16:24 horas, el capitán del Belgrano dio la orden de abandonar el buque.

Los dos barcos que estaban con el Belgrano no supieron qué había pasado con el buque y continuaron su rumbo hacia el oeste.


Durante los dos días siguientes se realizó un esfuerzo de rescate para salvar a los sobrevivientes: barcos argentinos y chilenos sacaron del mar a 772 hombres.

El número exacto de víctimas del naufragio del Belgrano es tema de debate. Las cifras oficiales indican que 323 marinos argentinos perdieron la vida en el incidente.

Controversia

El hundimiento del General Belgrano ha sido objeto de mucho debate y controversia, incluidas discusiones sobre la legalidad y la clasificación del ataque como crimen de guerra.

Desde la perspectiva británica, el hundimiento del Belgrano se consideró una acción militar legal. El gobierno británico justificó el ataque basándose en la amenaza potencial que el crucero representaba para sus fuerzas navales. Argumentaron que el Belgrano era un objetivo militar legítimo y que su hundimiento era una respuesta proporcionada para garantizar la seguridad de sus propias fuerzas.

Por otra parte, los críticos de la acción británica sostienen que el hundimiento del General Belgrano constituyó un crimen de guerra. Sostienen que el ataque violó el principio de proporcionalidad, ya que la pérdida de vidas resultante del hundimiento superó la amenaza potencial que representaba el crucero en el momento del ataque. Argumentan que el barco se estaba alejando de la zona de conflicto y, por lo tanto, no representaba una amenaza inmediata para las fuerzas británicas.

La clasificación de un acto como crimen de guerra suele quedar dentro del ámbito de aplicación de los marcos jurídicos internacionales, como las Convenciones de Ginebra y el derecho internacional consuetudinario. Estos marcos establecen directrices y principios para la conducción de los conflictos armados y definen los crímenes de guerra como violaciones graves de esas normas.

El ARA General Belgrano se hunde tras el ataque.

En el caso específico del hundimiento del Belgrano, ningún tribunal internacional se ha pronunciado formalmente sobre si constituyó un crimen de guerra. Por lo tanto, la cuestión de si el hundimiento puede considerarse un crimen de guerra sigue siendo objeto de interpretación y debate jurídicos.

Es esencial reconocer que existen diferentes perspectivas e interpretaciones sobre la legalidad y la moralidad del ataque. Estos debates ponen de relieve las complejidades que rodean la aplicación del derecho internacional humanitario en los conflictos armados y los desafíos que plantea determinar la legalidad de las acciones militares, especialmente en situaciones dinámicas y de alta presión como las de guerra.


Conclusión

El conflicto de las Malvinas finalizó oficialmente el 14 de junio de 1982, con la rendición de las fuerzas argentinas. El conflicto duró un total de 74 días, del 2 de abril al 14 de junio de 1982. Después de una serie de enfrentamientos militares, que incluyeron batallas terrestres, enfrentamientos navales y ataques aéreos, las fuerzas británicas recuperaron con éxito las Islas Malvinas, poniendo fin de manera efectiva a las hostilidades. La junta militar argentina, al mando del general Leopoldo Galtieri, anunció la decisión de rendirse y las fuerzas británicas tomaron el control de las islas.

En el contexto de la historia naval, el hundimiento del General Belgrano es un triste testimonio del poder destructivo de la guerra moderna y del profundo costo humano que puede generar. Su legado perdura en forma de debates actuales sobre la ética militar, las reglas de enfrentamiento y el camino hacia la resolución de conflictos.

lunes, 28 de abril de 2025

SSN/SSBN: Comparación internacional

¿Quién es el más genial ahí abajo?


Román Skomorokhov || Revista Militar




Nuestro estimado amigo Peter Suciu ha vuelto a deleitarnos con su conocimiento sobre submarinos armados con misiles de crucero. En su reciente artículo, presenta un top 5 de estas unidades, basándose —según parece— en nuestra propia clasificación de SSGN (submarinos nucleares con misiles de crucero), una categoría algo forzada, aunque no de nuestra invención.

Dado que todavía formamos parte de este mundo —y que algunos de nuestros propios buques figuran en su lista— nos tomaremos la libertad de discrepar en ciertos puntos y hacer algunos comentarios al respecto.

Quizás convenga comenzar señalando que Peter ha mezclado en su ranking dos tipos de submarinos: los verdaderos portadores de misiles de crucero y los submarinos de ataque nuclear, cuyas misiones son, en realidad, bastante distintas.

"Los 5 mejores submarinos de ataque que dominan las armadas modernas"

La confusión surge porque algunos submarinos de ataque están equipados con misiles de crucero, aumentando su capacidad de atacar objetivos terrestres. Además, tanto en la Armada soviética como en la rusa se utilizó el término "submarinos multipropósito", lo cual no ayudó a esclarecer la diferencia.

Pero no hay que perder de vista algo esencial: los submarinos nucleares cuyo armamento principal (recalcamos: principal) son los misiles de crucero, están concebidos como plataformas submarinas de ataque de alta precisión, capaces de apoyar a fuerzas terrestres a cientos de kilómetros del frente de batalla. De forma similar a cómo nuestros buques lanzamisiles de la Flotilla del Caspio apoyaron operaciones en Siria —aunque, en este caso, desde las profundidades del océano.

Y no hablamos de una capacidad menor: un ejemplo contundente es el Ohio reconvertido, que en lugar de portar 24 misiles balísticos intercontinentales Trident II, ahora alberga 150 misiles de crucero Tomahawk. Eso, señores, es un "Salvo" con mayúscula.

Recordemos: los objetivos principales de un SSGN están, y siempre han estado, en tierra.


En cuanto a los submarinos de ataque nuclear, sus principales objetivos son precisamente bajo el agua y en el agua. Los principales son precisamente los submarinos de misiles estratégicos (SSBN) y los SSGN ya mencionados. Precisamente para la destrucción de estos buques se crearon los submarinos de ataque con sus armas principales: sonares de largo alcance y torpedos guiados.

Sí, el desarrollo de la tecnología ha llevado al hecho de que ahora es fácil cargar un misil antibuque de crucero en un tubo de torpedos y enviar saludos a un portaaviones desde debajo del agua. Pero esto sigue siendo un arma secundaria.

Teniendo en cuenta que el señor Suciu simplemente tomó y mezcló representantes de ambas clases, ¿qué se puede esperar de ellos? De los estadounidenses con base en tierra, no van a flot.ru ni llevan gorras de marinero, así que perdonaremos y corregiremos.

Así pues, submarinos nucleares con misiles de crucero .

En la actualidad, solo hay cuatro clases de portamisiles de crucero "limpios" en el mundo. Es difícil organizar una competencia entre ellos simplemente porque hay barcos, y hay... barcos que son peores.

Submarino de la clase Ohio


Sin duda, se trata del más peligroso de todos los submarinos de su clase. Y el más grande. Tiene 170 metros de largo y 18 toneladas de desplazamiento.

Naturalmente, se trata de cuatro submarinos del proyecto, que pasaron de ser submarinos estratégicos a ser portadores de misiles de crucero. No es el más rápido de los submarinos nucleares existentes, ni por encima ni por debajo del agua, pero el Ohio lleva una carga de munición aterradora, lo que le permite resolver una amplia variedad de tareas de combate, pues 154 misiles de crucero Tomahawk, colocados en los antiguos silos de lanzamiento de misiles balísticos intercontinentales Trident, es mucho.



Pero 22 de los 24 tubos se utilizan para los Tomahawks. Los dos restantes se utilizan como esclusas de aire para expulsar a los nadadores submarinos o a los vehículos especiales.

Los barcos no son nuevos. Los barcos convertidos en SSGN tienen entre 40 y 45 años, lo que ciertamente no es poco, pero con el cuidado y el mantenimiento adecuados, los barcos siguen siendo un arma muy peligrosa.

Al menos hasta que los submarinos de la clase Columbia ocupen su lugar.

Submarinos del proyecto 885 Ash


El propio estadounidense Peter reconoce que el submarino Yasen es uno de los mejores y más peligrosos del mundo. Señala que el proyecto tardó mucho en desarrollarse, pero que, por alguna razón, el submarino Yasen-M, que contaba con un equipo y un armamento más modernos, se puso en servicio inmediatamente en lugar del Yasen. Y a los estadounidenses no les gusta mucho la diferencia entre el Severodvinsk y el Kazan.

A diferencia de los submarinos más antiguos construidos a finales del período soviético, los submarinos de la clase Yasen-M fueron diseñados como buques multifunción que podían llevar una variedad de armas, incluido el último misil de crucero hipersónico de largo alcance, el Tsirkon. Están equipados con diez tubos lanzatorpedos y ocho tubos de lanzamiento verticales para misiles de crucero, y también pueden equiparse con misiles de crucero Kalibr-PL (40) u Oniks (32) como armamento principal de ataque.

El Kazan también está equipado con un sistema de lanzamiento vertical UKSK (3P-14B), compuesto por 8 módulos SM-346, lo que abre nuevas perspectivas para nuevos tipos de armas.

Por supuesto, el Yasen es mucho más rápido y silencioso que el Ohio, que se desarrolló en los años 60 y 70 del siglo pasado. Y aunque el Yasen tiene menos silos de misiles, la cuestión aquí es qué se carga en ellos. Y en este aspecto contamos con desarrollos más modernos de nuestro lado, lo que nos da cierta ventaja.

Submarinos del proyecto 949A "Antey"



Por un lado, los barcos no son menos viejos que el Ohio, por otro lado, la mitad de los Antey restantes están siendo modernizados en el marco del Proyecto 946AM. Como parte de esta modernización, los monstruos supersónicos antibuque P-700 Granit de siete toneladas (24 piezas) pueden ser reemplazados por 72 misiles Onyx o Zircon.

El P-700, un misil veterano que lleva en servicio más de 40 años, es sin duda un arma problemática para el enemigo, a pesar de que ahora es más fácil de detectar e interceptar. Pero aquí, como en el caso del Kh-22 Burya: si vuela, ya está. Eche el ancla, como dicen.

Los barcos modernizados también recibirán sistemas mejorados de información y control de combate Omnibus-M y sistemas de navegación Symphony-3.2, así como un nuevo sistema de control de tiro, equipos de comunicación, equipos hidroacústicos, de radar y electrónicos. La idea detrás de esta modernización global es poner a los Anteis al mismo nivel tecnológico que los submarinos de la clase Yasen, y es muy posible que esto suceda.

Submarinos de la clase Virginia


El más reciente representante de la clase SSGN, el submarino más moderno de la Armada de los Estados Unidos, combina un armamento equilibrado con una colección impresionante de innovaciones tecnológicas: sensores y cámaras reemplazando los tradicionales periscopios, eliminación de la hélice convencional a favor de chorros de agua, entre otras mejoras. Se trata, sin duda, de un buque sumamente avanzado.

En cuanto al armamento, la situación también es destacable: cuenta con cuatro tubos lanzatorpedos, fácilmente adaptables para misiles antibuque Harpoon, además de 12 tubos de lanzamiento vertical para misiles Tomahawk. Y, con la introducción de la modificación Block V, se incorporará un nuevo sistema de lanzamiento VPM en la sección media del submarino, permitiendo albergar otros 28 Tomahawks. Esto, sumado a los lanzadores VPT ya existentes, elevará el total a una impresionante capacidad de 40 misiles listos para el ataque.

En conjunto, el diseño ofrece una impresión de gran éxito. Sin embargo, si lo comparamos con sus contrapartes rusas, resulta inferior en poder de fuego. A pesar de ello, los estadounidenses producen submarinos clase Virginia a un ritmo envidiable, algo que, lamentablemente, no podemos decir de nuestros astilleros: en 24 años, la Armada de EE. UU. ha incorporado 24 submarinos Virginia, acumulando así una potencia de fuego que nuestros submarinos apenas podrían soñar.

Y considerando que una versión mejorada de la clase Virginia está prevista para aparecer hacia 2030 —o poco después—, no cabe duda de que este modelo tiene un futuro prometedor.

De hecho, estos son los cuatro verdaderos representantes actuales de la clase SSGN en el mundo. ¿Cómo, entonces, se arma un Top 5? Pues como hizo nuestro amigo Peter: añadiendo buques que poco o nada tienen que ver con los SSGN.
¿Quién es el mejor dentro de esta clase? Basta con mirar las cifras para sacar conclusiones por uno mismo.


NombreDesplazamiento, en superficie / sumergido, tVelocidad, superficie / sumergido, nudosProfundidad operativa / máxima, mTripulación, personasArmamento TAMisilesFabricados, unidades
"Ohio" (EE. UU.)16,764 / 18,75012 / 25240 / 5001654x533 mm154 misiles de crucero "Tomahawk"4
"Virginia" (EE. UU.)7,900 / 10,20014 / 25250 / 5001354x533 mm12 misiles de crucero "Tomahawk"24 (10 en construcción)
885 "Yasen-M" (Rusia)8,600 / 13,80020 / 35500 / 6506410x533 mm32 misiles "Oniks" o 40 "Kalibr"5 (4 en construcción)
949A "Antei" (Rusia)12,500 / 14,70015 / 32500 / 6001074x533 mm, 2x650 mm24 misiles "Granit" o 72 "Oniks"8 (2 en reserva)


De las cifras se desprende claramente que, en cuanto a mecanización y automatización, así como en cuanto a características de rendimiento, el Yasen está a la cabeza. El barco es más rápido que sus competidores y se sumerge a mayor profundidad. La cuestión del bajo nivel de ruido está abierta, pero no es la más importante de los métodos de detección modernos, aunque hay motivos para discutir al respecto.


La cuestión de su aplicación en términos de ataque a objetivos terrestres también es bastante interesante.



  • 4 misiles Ohio dispararán un total de 616 misiles.
  • 24 Virginias dispararán 288 misiles.
  • 5 "Yasens" dispararán 160 "Onyxes" o 200 "Calibers".
  • 8 Atlanteans 949AM modernizados lanzarán 576 Onyxes.

¿Qué es más serio, 904 Tomahawks o 736 Onyxes? El Topor es un buen misil, pero es subsónico y, por lo tanto, fácil de detectar e interceptar. A diferencia del Onyx, que, como ha demostrado la práctica ucraniana, no es interceptado en absoluto por los modernos sistemas de defensa aérea de la OTAN. Por ahora, al menos. Entonces, en este sentido, la ventaja numérica de los submarinos estadounidenses no es tan notable como parece.

Por lo tanto, en términos de eficiencia de uso, los barcos rusos parecen algo más ventajosos. Por supuesto, los estadounidenses tienen sus ventajas, como sonares más avanzados. Sin embargo, la tarea principal de los SSGN es ponerse en posición y destruir todo lo necesario en tierra (o agua).

Depende de usted decidir quién es mejor.


Ahora pasemos a la segunda parte, en la que Peter Suciu decidió colocar los SSGN, ya que los submarinos de ataque también pueden lanzar misiles de crucero.

¿Qué es un submarino de ataque nuclear?




En primer lugar, se trata de un arma para contrarrestar a los SSBN con misiles balísticos y a los SSGN con misiles de crucero. Además, no es menos eficaz que un buque antisubmarino con helicópteros, y en algunos aspectos incluso superior a los buques de superficie. Un submarino nuclear puede permanecer en una zona de patrulla durante semanas sin delatarse. Y si un submarino enemigo acaba en el alcance del sonar y los torpedos del submarino, su tripulación tendrá grandes problemas.


Por supuesto, los torpedos y misiles de los submarinos de ataque nuclear se pueden utilizar contra buques de superficie, pero hay que saber perfectamente qué tipo de objetivos deben ser. Al menos a nivel de un crucero pesado o un portaaviones. Aunque también se pueden utilizar contra un destructor.

Hoy en día, más de dos docenas de países utilizan submarinos de ataque, pero no todos los construyen ellos mismos. Últimamente se ha puesto de moda alquilarlos, si no comprarlos. Pero veamos qué sale al mar hoy en día y lo bonitos y perfectos que son estos barcos.

Proyecto 945A "Cóndor"


Los submarinos más caros y de mayor profundidad de la Armada Soviética y después de la Armada Rusa. Estos submarinos fueron diseñados especialmente para buscar y destruir submarinos nucleares estadounidenses con misiles balísticos.

Los submarinos eran únicos debido a sus ligeros y duraderos cascos de titanio con una distancia decente entre los cascos ligeros y duraderos. Esto les permitió sumergirse a mayores profundidades, y también redujo el nivel de ruido emitido y aumentó la resistencia a los ataques con torpedos.

En el momento de su desarrollo, los Condor eran un orden de magnitud más fuertes que sus oponentes estadounidenses, los superaban en velocidad y profundidad de inmersión, y habrían representado una seria amenaza en caso de combate. El único inconveniente del proyecto es su pequeño número: solo se construyeron cuatro submarinos, dos siguen en servicio y dos están en reserva. Nada mal para los barcos producidos en los años 80.

Proyecto 971 submarinos Shchuka-B


Es curioso, pero lo que nosotros llamamos "Pike" en la OTAN se llama "Shark". Por cierto, el nombre occidental sería más preciso, porque el barco resultó estar lejos de ser común.

Esta serie de submarinos nucleares multipropósito de tercera generación puede considerarse parientes de pleno derecho de los submarinos 945 Barracuda, pero con un casco de acero. Construidos entre 1983 y 2001, los Shchuka-B se convirtieron en el principal tipo de submarinos nucleares multipropósito de la flota rusa durante mucho tiempo, casi hasta la década de 2020, cuando apareció el Yasen.

En comparación con los submarinos de tercera generación, el Shchuka-B supera a todos los proyectos similares tanto en sigilo como en armamento. Algunos expertos comparan el Shchuka-B no con su competidor directo, el submarino estadounidense Los Ángeles, sino con los proyectos mucho más avanzados Seawolf y Virginia. Y hoy, en términos de sigilo, el Shchuka-B no es en absoluto inferior a los submarinos más modernos.

Submarinos de la clase Astute


Los submarinos, se mire por donde se mire, son los más modernos tanto en antigüedad (están en servicio desde 2010) como en equipamiento. Están repletos de multitud de innovaciones tecnológicas, entre ellas un sistema de vídeo de alta tecnología en lugar de un periscopio óptico, que permite a la tripulación ver el horizonte y obtener una visión de 360 ​​grados.

Además, a diferencia de otros submarinos nucleares, los submarinos de la clase Astute utilizan el blindaje antirruido más avanzado (según los expertos de la OTAN). Cada casco está cubierto con 39 placas acústicas que enmascaran las emisiones del sonar del buque y permiten a los submarinos moverse casi en silencio. Además,

cuentan con el complejo EW más moderno con nuevos señuelos de BAE Systems y armamento compuesto por torpedos pesados ​​Spearfish y los últimos misiles de crucero Block IV Tomahawk, que son capaces de alcanzar objetivos a una distancia de hasta 1 km.

El motivo de especial orgullo para los ingenieros británicos es el sonar de nueva generación, que ha demostrado su eficacia en los combates de entrenamiento con submarinos estadounidenses de la clase Virginia, obteniendo victorias convincentes en los entrenamientos.

Un barco potente y moderno que es un arma eficaz.

Hablemos ahora de aquellos que definitivamente no entrarán en la lista de los mejores. Algunos aún no lo han logrado y otros nunca lo lograrán.

Submarino Tipo 093 (China)



Por supuesto, considerar a los submarinos chinos al mismo nivel que los británicos o los rusos es un gran cumplido. Sin embargo, los submarinos Tipo 093 ya se están convirtiendo en buques bastante preparados para el combate, ya que, además de reactores nucleares, también tienen revestimiento antirruido, amortiguación antivibración y un sistema de propulsión por chorro de agua, lo que aumenta ligeramente la longitud total del submarino, pero reduce el nivel de ruido.

En Estados Unidos, el Tipo 093 está clasificado como submarino con misiles de crucero (SSGN), pero muchos expertos cuestionan la posibilidad de sistemas de lanzamiento vertical, lo que se explica por el casco muy corto del submarino en comparación con sus análogos.

Pero en general, los submarinos chinos pueden, en el mejor de los casos, competir con los submarinos soviéticos de los años 80.

Submarinos clase Suffren (Francia)



Los submarinos nucleares más nuevos, cuya construcción comenzó en 2007, y el primero se puso en funcionamiento en 2020. Los barcos son prometedores e interesantes, pero aún se encuentran en pruebas, por lo que no hay nada en lo que basarse más allá de los datos tabulares. En general, es demasiado pronto para sacar conclusiones.

Submarinos de la clase Seawolf


Los submarinos de la clase Seawolf, diseñados para contrarrestar los submarinos soviéticos con misiles balísticos y reemplazar a los envejecidos submarinos de la clase Los Ángeles, se consideran los mejores de los mejores barcos jamás construidos para ese propósito.

Los barcos tenían un diseño modular que permitía futuras actualizaciones, incluidas nuevas armas y sistemas de sonar más sofisticados, y por lo tanto el proyecto era "a prueba de futuro". Los barcos eran muy silenciosos, con una velocidad silenciosa de unos 20 nudos, lo que es impresionante incluso hoy, y más aún en 1997.

El único inconveniente de la clase Seawolf era su precio prohibitivo, lo que llevó a que 26 de los 29 barcos planificados fueran desechados. 3.500 millones de dólares era demasiado.

NombreDesplazamiento, en superficie / sumergido, tVelocidad, superficie / sumergido, nudosProfundidad operativa / máxima, mTripulación, personasArmamento TAMisilesEn servicio, unidades
Proyecto 945A "Kondor" (Rusia)7,600 / 9,10010 / 32520 / 600726x533 mmMisiles de crucero S-10 "Granit" y torpedos-cohete RPK-6 "Vodopad"2 + 2 en reserva
Proyecto 971 "Shchuka-B" (Rusia)8,140 / 12,70012 / 33480 / 600624x533 mm, 2x650 mmMisiles de crucero "Kalibr-PL" lanzados desde tubos de 533 mm4 + 6 en reparación
"Astute" (Reino Unido)6,500 / 7,80012 / 30300 / 350986x533 mmMisiles "Tomahawk" Bloque IV en lugar de torpedos5 + 2 en construcción
"Suffren" (Francia)4,750 / 5,30014 / 25300 / 350604x533 mmMisiles de crucero MdCN, Exocet SM-39 Bloque 21 + 5 en construcción
"Seawolf" (EE. UU.)8,600 / 9,20020 / 35300 / 4901408x650 mmMisiles "Tomahawk" y misiles antibuque "Harpoon"3


Es bastante lógico no tener en cuenta los submarinos estadounidenses Los Angeles, que están siendo desmantelados, y aunque quedan 24 de estos submarinos de 62, su desmantelamiento completo no está lejos. Además, las modificaciones II y III de estos submarinos ya estaban equipadas con un lanzador de 12 tubos para Tomahawks, que convirtió inmediatamente al submarino en un SSGN.

Tampoco vale la pena perder el tiempo con el "Trafalgar" británico, que se encuentra en orgullosa soledad y también a la espera de su desmantelamiento.

Y los submarinos rusos (heredados) de los proyectos 671/RT/RTMK, de los que quedan 2 de 48, pueden dejarse en paz.

Y deseo a los camaradas chinos éxito en una tarea tan compleja y emocionante como la de "alcanzar y adelantar" a los creadores de tendencias de la construcción de submarinos. Creo que lo lograrán.

Entonces, ¿dónde nos encontramos con la pregunta "¿Quién es el mejor"?



Si hablamos de submarinos con misiles de crucero (SSGN), entonces en la lista de cuatro SSGN, el ruso Yasen-M está claramente a la cabeza.



El submarino ruso es mucho más reciente que el Ohio, que entró en servicio hace más de 40 años, y, en cuanto al Virginia, todavía se encuentra en proceso de construcción, por lo que resulta difícil determinar cuál de los dos es superior.

En varios aspectos, el Yasen supera claramente al Virginia; en otros, los estadounidenses mantienen la ventaja, especialmente en el campo de los torpedos, donde históricamente han liderado. Respecto al nivel de ruido, ambas partes han mostrado cortesía mutua: elogian discretamente las capacidades de los submarinos del "potencial adversario" y se mantienen en silencio cuando la conversación se adentra en los avances más recientes en tecnología sonar.

Hoy en día, es extremadamente complicado establecer con certeza qué sistema es superior: nuestro complejo Irtysh-Amphora o los conjuntos de sonar OSA de los Estados Unidos.

Así, el Yasen-M y el Virginia podrían situarse perfectamente en el mismo escalón del podio. Sin embargo, si nos centramos en la misión principal de un SSGN —apoyar operaciones terrestres mediante ataques de misiles de crucero—, entonces la balanza se inclina a favor de los misiles de fabricación rusa, que superan claramente a los Tomahawk en prestaciones.

Por tanto, si hablamos de la mejor plataforma para lanzar una salva masiva de misiles de crucero hacia el enemigo y causar el mayor daño posible en el punto de impacto, el título se lo lleva el Yasen-M.



En cuanto a los submarinos nucleares multipropósito de ataque, cuyo principal objetivo es buscar y destruir SSBN y SSGN, en este caso, lamentablemente, ni los submarinos del Proyecto 971 ni los del Proyecto 945, incluso con todos los esfuerzos para modernizarlos, están completamente seguros de poder competir. Al fin y al cabo, los submarinos son de los años 80 y 90 del siglo pasado, con todo lo que ello conlleva.


Las modernizaciones se están llevando a cabo, pero lentamente. El mismo K-461 "Volk", construido en 1991, fue puesto en reparación en 2014, y se espera que la reparación y modernización finalicen en 2028.

Al mismo tiempo, las capacidades de los submarinos británicos y franceses más nuevos, especialmente el Astute, sobre el que hay más o menos datos disponibles, suscitan inquietudes. El Suffren todavía tendrá que no solo completar todo el ciclo de pruebas, sino también servir durante algún tiempo.

El Astute ya ha demostrado sus capacidades, aunque a los aliados estadounidenses, acostumbrados a ser los primeros en todo y en todas partes, no les haya gustado lo que se ha mostrado, pero lo cierto es que el barco resultó ser un éxito y prometedor. Y, en general, es bueno que los británicos no construyan barcos en cantidades comparables a las de los estadounidenses.


El submarino francés todavía tiene que demostrar sus virtudes y corregir sus defectos, que (a juzgar por el Charles de Gaulle) serán suficientes.

Al mismo tiempo, los submarinos rusos aún tienen un largo camino que recorrer desde el tablero de diseño hasta la botadura. Hoy por hoy, lo único que la flota rusa puede ofrecer en la caza de portamisiles estadounidenses son viejos submarinos soviéticos, algunos modernizados, pero todos con más de 30 años de servicio.

No obstante, el éxito en la creación del Yasen y su evolución hacia el Yasen-M, así como el desarrollo del SSBN Borei, permiten mantener la confianza en que, tarde o temprano, un nuevo submarino ruso saldrá al encuentro de los buques estadounidenses. Por supuesto, cuanto antes suceda, mejor. Está claro que no es tarea de un año ni de unos pocos trabajadores, pero como solían decir nuestros vecinos, un viaje de mil li comienza con un solo paso.

Así es como vemos las cosas. Quizá nuestra perspectiva no se parezca mucho a la de Peter Suciu, pero ¿qué le vamos a hacer? Al menos, nosotros no mezclamos todo en el mismo saco, como suelen hacer los estadounidenses. Los submarinos son asuntos muy delicados: no se los puede tratar como si fueran latas de guiso texano. Hay que saber respetarlos.


lunes, 21 de abril de 2025

Georgias del Sur: Intervención de las fuerzas especiales británicas

Fuerza de operaciones especiales británica en el conflicto anglo-argentino (1982)




 


La primera escaramuza por el Atlántico Sur: El preludio del conflicto de 1982

En el vasto e indómito Atlántico Sur, un grupo de islas aparentemente insignificantes fue, durante siglos, motivo de disputas, pretensiones y tensiones internacionales. Las Islas Malvinas —o Falkland Islands, como las conocen los británicos— emergieron en la historia moderna no por su tamaño o población, sino por el simbolismo geopolítico y nacionalista que terminaría por desatar una guerra relámpago en 1982.

Un reclamo británico sobreactuado

La sesgada historia oficial británica remonta descaradamente su primer desembarco en el archipiélago a 1690. Aquel gesto, aparentemente menor en una época de exploraciones imperiales, marcaría el inicio de una ocupación que se consolidaría con fuerza más de un siglo después. Después de1833, la administración británica ya ejercía control pleno sobre las islas, luego de expulsar a la población argentina establecida incluyendo un gobernador designado. Las islas se incorporaron de facto a su red de territorios de ultramar.

Durante décadas, el enclave fue poco más que un remoto puesto en medio del océano. En 1982, la población apenas alcanzaba los 2.000 habitantes, todos hablantes del inglés, con una pronunciación marcada por el aislamiento geográfico y el viento atlántico. Sus costumbres eran, en esencia, de población implantada británica: se bebía cerveza ale, se conducía por la izquierda y se celebraban festividades al estilo de la metrópoli, a pesar de que Londres quedaba a más de 13.000 kilómetros de distancia. Para los isleños, no había duda: eran súbditos del Reino Unido aunque desde la metrópolis les acuñaron el despectivo nombre de kelpers (cachiyuyo).

Las reivindicaciones argentinas: El fantasma del reclamo histórico

Pero en la ribera opuesta del continente sudamericano, las cosas eran vistas de otro modo. Argentina mantenía una reclamación histórica sobre el archipiélago porque básicamente lo había heredado del Imperio Español y, de hecho, había establecido población local para la cría de ganada vacuno y hasta un gobernador. "Las islas Malvinas", como son denominadas, para los argentinos, eran y son un territorio usurpado, una deuda pendiente del legado colonial.

Esa tensión latente encontró su primer punto de ebullición en marzo de 1982. Fue un hecho pequeño en apariencia, pero cargado de simbolismo: el desembarco de un grupo de ciudadanos argentinos en la isla Georgia del Sur, bajo la misión comercial de recolectar chatarra. Aunque esta isla se halla a cientos de kilómetros al sureste del núcleo del archipiélago principal, era administrativamente considerada parte de las Malvinas por las autoridades británicas.

La ocupación de Georgia del Sur: La chispa del conflicto

El 19 de marzo de 1982, los argentinos llegaron a bordo del buque ARA Bahía Buen Suceso, siendo una operación como una iniciativa comercial. Sin embargo, una vez en tierra, su accionar fue inequívoco: tomaron el control de la abandonada estación ballenera de Leith, izaron la bandera argentina y no establecieron contacto ni diálogo con el pequeño grupo de investigadores británicos que se encontraban en la isla. No tenían por qué de todos modos.

La escena fue capturada por dos camarógrafos presentes, quienes serían testigos de un momento que pronto escalaría en tensión. El gobierno británico, sorprendido por la recuperación y la falta de comunicación, consideró el acto como una provocación directa a su presencia imperial.

Este hecho aparentemente aislado se convertiría en el primer acto concreto de un conflicto armado que estallaría pocos días después. Lo que comenzó como una disputa diplomática terminaría convirtiéndose en uno de los enfrentamientos bélicos más notorios del siglo XX entre dos naciones democráticas.



Buque oceanográfico británico "Endurance"

Operación Rosario: La descolonización que quiso ser

Para la Argentina, las Islas Malvinas representaban más que un grupo de tierras frías y ventosas en el Atlántico Sur. Eran una herida abierta, un símbolo de la interrupción colonial que nunca fue del todo reparada. El reclamo argentino no era un capricho moderno, sino una causa que atravesaba generaciones, alimentada por la memoria histórica, el sentimiento nacional y el deseo de corregir lo que se entendía como una injusticia imperial.

La respuesta militar británica: El Endurance y la presión disuasiva

El 31 de marzo de 1982, las tensiones alcanzaron un nuevo umbral. El Reino Unido envió un escuadrón de veintidós infantes de marina reales a bordo del buque HMS Endurance hacia la isla Georgia del Sur. Su misión era clara: reestablecer una presencia militar frente a la incursión argentina, proteger a los técnicos británicos allí presentes y demostrar que Londres no estaba dispuesto a ceder terreno fácilmente.

Esta decisión no fue menor. Significaba que el Reino Unido ya contemplaba un posible escenario bélico. Pero desde el punto de vista argentino, aquella maniobra confirmaba la postura colonialista de una potencia que seguía aferrada a su dominio ultramarino, sin importar los reclamos históricos ni el derecho internacional que condena el colonialismo en todas sus formas.

Preparativos de defensa: La tensión en la Isla Soledad

Mientras tanto, al noroeste, en la Isla Soledad —la más grande del archipiélago— se respiraba tensión. Una pequeña guarnición británica, compuesta por apenas cuarenta efectivos, fue puesta en alerta máxima. Su comandante, el mayor Mike Norman, era consciente de la realidad: si llegaba una fuerza argentina significativa, su contingente no podría ofrecer una resistencia prolongada.

No obstante, desplegó a sus hombres en posiciones estratégicas dentro de la zona conocida como las Tierras Populares Orientales. Su intención era clara: resistir lo necesario para cumplir con el deber, pero sin incurrir en una catástrofe humana innecesaria. Incluso los isleños comprendían que una intervención argentina era inminente.

2 de Abril: El día que quiso cambiar la Historia

En la madrugada del 2 de abril de 1982, Argentina puso en marcha la que sería una de las operaciones militares más simbólicas de su historia reciente. El desembarco, bautizado como Operación Rosario, se presentó como una acción quirúrgica y nacionalista. Su objetivo no era una invasión con fines de ocupación, sino el retorno de la soberanía a un territorio considerado legítimamente propio.

La operación fue nombrada en honor a la Virgen del Rosario, protectora espiritual de las fuerzas armadas argentinas. La fuerza de desembarco era abrumadora en comparación con la pequeña guarnición británica. A pesar de ello, los defensores resistieron durante unas tres intensas horas. Fue una confrontación breve, pero que dejó claro el mensaje: los británicos no entregarían el territorio sin oponer resistencia.

A las 8:30 de la mañana, el entonces gobernador británico de las islas, Rex Hunt, tomó una decisión pragmática. Para evitar un baño de sangre innecesario, especialmente entre los marines y los civiles que se habían sumado a la defensa, ordenó cesar la resistencia. Así, las fuerzas argentinas tomaron el control del archipiélago, sin registrar pérdidas humanas significativas.

Fue un momento de euforia para muchos en Argentina. Por primera vez en más de un siglo, la bandera celeste y blanca ondeaba en Puerto Argentino (anteriormente Puerto Stanley). Se sentía —al menos por unas horas— que el país había corregido una injusticia histórica.




El eco del imperio: La respuesta británica toma forma

El júbilo que envolvía a Argentina tras la recuperación de las Malvinas contrastaba con la creciente preocupación en Londres. La maquinaria militar británica, dormida durante años por la aparente estabilidad de su imperio colonial residual, comenzaba a reactivarse. Lo que para Argentina era un acto de soberanía, para el Reino Unido se convirtió en un desafío directo que no estaba dispuesto a dejar pasar.

SAS en marcha: Preparativos de guerra desde el Viejo Mundo

La respuesta británica no tardó en organizarse. Apenas llegaron los informes de la Fuerza Aérea que confirmaban la toma de las islas por parte de Argentina, el comando de élite del Reino Unido, el Regimiento de Servicios Aéreos Especiales (SAS), entró en acción. El teniente coronel Michael Rose, al frente del 22º regimiento del SAS, activó la alerta máxima para el escuadrón D.

Era un viernes como cualquier otro, con la mayoría del personal en descanso de fin de semana, pero la realidad los sacudió con fuerza. Al mediodía del sábado, la logística militar británica ya había hecho su parte: el escuadrón tenía en su poder ropa de abrigo, armamento especializado, munición y equipos técnicos provenientes de los depósitos del Reino Unido. Nadie dudaba de que el escenario sería hostil.

El domingo por la mañana, todo el personal asignado se reunió en el Regimiento de Preparación Militar (RPM), recibió instrucciones precisas, y el grupo de avanzada despegó con rumbo a la isla Ascensión, un punto clave a mitad de camino entre Europa y el Atlántico Sur, cerca del ecuador. Al día siguiente, los refuerzos y especialistas de otros escuadrones completaron el dispositivo. El Imperio, aunque venido a menos, se preparaba para responder con todo su poderío militar.

La caída en Georgias del Sur: Furia y fuego en el Fin del Mundo

Mientras los británicos movilizaban tropas desde el otro hemisferio, en el confín del planeta, el conflicto se encendía con crudeza. El 3 de abril, un día después de la Operación Rosario, tropas argentinas desembarcaron en Georgia del Sur con la misión de asegurar ese territorio también bajo disputa.

El pequeño destacamento británico, comandado por el teniente Keith Mills, resistió con lo poco que tenía. A pesar de que los argentinos ofrecieron una rendición pacífica, el oficial británico se negó. Las negociaciones no prosperaron, y las tropas argentinas tomaron la iniciativa. En una maniobra envolvente, dos grupos de marines desembarcaron en las afueras de la localidad de Grytviken, utilizando helicópteros para ejecutar la operación desde diferentes flancos.

La superioridad numérica y logística argentina era evidente, pero los británicos no se replegaron sin antes dejar huella. En plena batalla, lograron derribar uno de los helicópteros de transporte con fuego de fusilería, además de alcanzar otro helicóptero de reconocimiento. Cuando una fragata argentina intentó aproximarse a la costa para brindar apoyo, fue recibida con fuego antitanque desde la costa por parte de los marines apostados en King Edward Point. El impacto no fue menor: las ametralladoras causaron una seria inclinación del navío.

Aunque breve, el combate en Georgia del Sur dejó claro que la guerra ya no era una posibilidad: era una realidad. Las primeras bajas, las primeras acciones de combate real, y el primer choque entre dos banderas que reclamaban la soberanía del mismo territorio ya habían tenido lugar. Lo que Argentina había imaginado como una operación rápida de descolonización, comenzaba a transformarse en un conflicto internacional de proporciones imprevisibles.



Puerto de Gritviken en Georgia del Sur

Capitulación en Georgia del Sur: Una retirada honorable

A pesar de la férrea resistencia inicial, los marines británicos destacados en Georgia del Sur comprendieron pronto la realidad: el aislamiento geográfico, la desproporción de fuerzas y la imposibilidad de recibir refuerzos sellaban su destino. Tras cumplir con su deber y agotar las posibilidades de defensa, el teniente Mills y su pequeño destacamento se rindieron. No fue una derrota vergonzosa, sino el cierre inevitable de un capítulo marcado por la valentía y la soledad en los confines del mundo.

La bandera argentina flameaba ahora también sobre Grytviken. Para la Argentina, cada victoria simbolizaba un acto de justicia histórica. Sin embargo, los días de calma serían breves. Muy lejos de allí, el engranaje bélico británico avanzaba a toda marcha.

Grupo de Tareas Paraquet: Preparando el contragolpe pirata

En la estratégica Isla Ascensión, ubicada casi en el ombligo del Atlántico, el Reino Unido armaba su contraofensiva. Allí se conformó un grupo de tarea bajo el mando del mayor Guy Sheridan, del Cuerpo de Marines Reales. Su composición era tan precisa como letal: la compañía M42 de la División de Comandos, la segunda sección del SBS (Special Boat Service), y el escuadrón D del 22º regimiento del SAS, uno de los cuerpos de élite más temidos del mundo.

La operación, con nombre en clave Paraquet, zarpó hacia el sur a bordo de los buques Fort Austin y Tidespring, escoltados por los destructores Antrim y Plymouth. El Antrim, además, servía como cuartel general flotante de toda la misión. En mar abierto, el grupo se encontraría con el buque hidrográfico HMS Endurance —viejo conocido del conflicto— y el submarino nuclear HMS Conqueror, símbolo del poder submarino británico.

El despliegue aéreo estaba compuesto por helicópteros Wessex, Lynx y un Wasp del Endurance, todos destinados a proporcionar apoyo aéreo y logístico en caso de una operación de desembarco en Georgia del Sur.

El infierno blanco del Atlántico Sur

Lo que Londres no consideraba —o subestimaba— era el enemigo más implacable: la naturaleza misma. Georgia del Sur, ubicada en uno de los rincones más inhóspitos del planeta, ofrecía un clima tan severo como el del norte de Islandia. La isla estaba atrapada entre fiordos, acantilados y glaciares, donde apenas se sostenían algunos asentamientos humanos.

Hacia la segunda quincena de abril, los vientos antárticos más crudos comenzaban a azotar la región. El día se reducía a pocas horas de luz tenue, y la temperatura mordía sin piedad. En este contexto, los mandos argentinos, convencidos de que ninguna potencia se atrevería a lanzar una operación en semejantes condiciones, relajaron su vigilancia. A sus ojos, el clima era su mejor aliado.

Una exploración maldita: La trampa del Glaciar Fortuna

Pero los británicos, con su mentalidad militarista de vieja escuela, estaban dispuestos a ignorar lo inhóspito del entorno. El 21 de abril, apenas tres semanas después de la recuperación argentina de las islas, el Reino Unido lanzó un primer movimiento audaz y temerario.

Dieciséis comandos del SAS, entrenados en guerra de montaña, fueron enviados a la costa helada de Georgia del Sur. Su destino: el glaciar Fortuna, un monstruo de hielo azotado por tormentas de nieve y vientos huracanados. La misión parecía salida de una novela de aventuras gélidas.

La distancia desde su base más cercana era de casi 6.000 kilómetros. Los pilotos de helicópteros enfrentaron enormes dificultades para levantar vuelo desde la cubierta de sus buques debido a la nieve acumulada. Aterrizar en el glaciar, en medio de la oscuridad, fue una hazaña que rozaba lo suicida. Vientos penetrantes, visibilidad nula y un terreno irregular y no preparado complicaron aún más la misión.

El resultado fue una pesadilla logística y táctica. La exploración del glaciar terminó en un fracaso técnico. La nieve sepultó el avance, las comunicaciones se vieron afectadas y el avance del SAS se estancó, poniendo en riesgo al grupo entero.

Lo que parecía ser una operación encubierta de reconocimiento se convirtió en una lucha por la supervivencia contra el verdadero dueño de Georgia del Sur: el clima.




Fracaso glacial: La naturaleza como barrera infranqueable

El intento británico de insertar comandos de élite en el corazón de Georgia del Sur pronto se transformó en una odisea helada. A pesar del altísimo nivel de entrenamiento de los soldados del SAS, las condiciones climáticas de la isla superaban incluso la preparación más rigurosa. En cinco agotadoras horas de marcha, apenas lograron avanzar un kilómetro desde el punto de aterrizaje. La tormenta de nieve no era solo un obstáculo: era una trampa mortal.

Cada combatiente cargaba más de 35 kilogramos de equipo sobre su espalda, y a eso se sumaban cuatro trineos cargados con hasta 90 kilogramos cada uno. El hielo mordía, el viento rugía y el horizonte desaparecía entre copos y oscuridad. Con la llegada del amanecer, buscaron refugio. Intentaron montar dos tiendas árticas para protegerse del vendaval, pero el destino no les dio tregua. Una de las carpas fue arrancada por una ráfaga y la otra colapsó tras romperse los postes de sujeción.

El resultado fue devastador. La mayoría del grupo sufrió congelaciones. Sus cuerpos, entrenados para la guerra, no estaban preparados para la furia de un entorno tan hostil. En esas circunstancias, cumplir una misión táctica era una quimera. La prioridad inmediata pasó a ser sobrevivir y evacuar.

Evacuación bajo fuego del clima

La orden de evacuar llegó rápido, pero el clima no daría respiro. En medio de la operación, dos helicópteros británicos se estrellaron debido a las turbulencias y la nula visibilidad. La retirada se convirtió en una operación desesperada en la que cada minuto aumentaba el riesgo de perder hombres sin que se disparara una sola bala.

El mito del dominio absoluto británico comenzaba a resquebrajarse ante un enemigo más antiguo y más implacable que cualquier ejército: la Antártida misma.

Reintento anfibio: El despliegue del SBS

A pesar del desastre anterior, Londres no retrocedía. Al día siguiente, se ordenó una nueva misión de reconocimiento. Esta vez sería ejecutada por la segunda sección del SBS (Special Boat Service), expertos en operaciones anfibias y clandestinas. El blanco: los asentamientos de Leith y la Bahía de Stromness. El método: infiltración sigilosa por mar.

Cinco botes inflables, con tres soldados cada uno, partieron en la madrugada del viernes. A pesar del precalentamiento de los motores, tres de ellos fallaron y no pudieron arrancar. Solo los dos restantes lograron ponerse en marcha, pero debieron remolcar a los tres inactivos. La combinación de oscuridad total y viento cruzado feroz hizo que dos de los botes remolcados se perdieran en el caos marino.

Uno de los equipos logró, por suerte, contactar con un helicóptero de la Marina Real. El otro, más desafortunado, terminó arrastrado hasta un cabo desolado de la isla, donde sus miembros vagaron durante días, ocultándose, sorteando acantilados, y evadiendo patrullas argentinas mientras trataban de reconectarse con su unidad.

El resto de los comandos que sí llegaron a tierra cumplió parcialmente con su objetivo: observar e informar sobre los objetivos planificados. Pero su situación se volvió precaria rápidamente. El intenso frío había congelado por completo los botes, haciéndolos inservibles. No tenían forma de regresar al buque.

El 25 de abril por la mañana, un helicóptero Wessex logró extraerlos. La misión fue técnicamente exitosa en términos de reconocimiento, pero el costo físico, logístico y moral fue elevado.

El avance británico hacia Georgia del Sur estaba lleno de fallas, errores de cálculo y tragedias logísticas. La Argentina observaba. La ilusión británica de una reconquista sencilla se deshacía lentamente bajo la nieve y el viento. Pero la guerra apenas comenzaba.



Submarino argentino "Santa Fe"

Submarino “Santa Fe” y la última defensa naval argentina en el confín del Atlántico

Mientras los británicos luchaban contra el clima y sus propias limitaciones logísticas, un nuevo actor entraba en escena en las aguas congeladas del Atlántico Sur: el submarino argentino ARA Santa Fe. Su sola presencia alteró por completo los planes enemigos y otorgó, aunque brevemente, una ventaja estratégica a la defensa argentina de Georgia del Sur.

Este veterano submarino de propulsión diésel-eléctrica, con años de servicio a sus espaldas, patrullaba la región como un símbolo de la voluntad argentina de mantener su soberanía sobre el territorio recién recuperado. Su aparición en la zona no fue planificada como una confrontación directa, sino como una misión de patrullaje y disuasión. Pero el destino lo empujaría al centro de un episodio dramático.

Fue avistado en la superficie por un helicóptero Wessex británico, que evacuaba a uno de los equipos del SBS. El piloto, al detectar la silueta del submarino, decidió atacar sin demora, lanzando cargas de profundidad. Los daños iniciales obligaron al Santa Fe a buscar refugio y navegar en superficie hacia Grytviken, ya sin capacidad de inmersión.

La cacería no terminó allí. Al llamado del Wessex acudieron helicópteros Lynx y Wasp, que atacaron con misiles y ráfagas de ametralladoras. A pesar de su valentía y la experiencia de su tripulación, el Santa Fe no pudo resistir. Gravemente dañado, convertido en presa fácil en medio de la inmensidad oceánica, se vio forzado a retirarse, marcando el fin simbólico de la capacidad naval argentina en esa zona del conflicto.

Desembarco forzado: Una iniciativa a contrarreloj

Para los británicos, el daño al Santa Fe representó una oportunidad que no podían desperdiciar. La presencia del submarino había obligado a suspender los intentos de desembarco, pero ahora, con su retirada, Londres optó por no esperar a que llegaran refuerzos de los marines reales. El tiempo jugaba en contra, y las condiciones climáticas podían empeorar. Se optó por una operación de asalto urgente.

El grupo de ataque, conformado por lo poco disponible en ese momento —elementos del SAS, del SBS y de los marines británicos— apenas sumaba unas setenta personas. Frente a ellos se encontraba una guarnición argentina que, al menos en número, duplicaba a los atacantes.

La doctrina militar es clara: para que una fuerza atacante tenga posibilidades reales de éxito, debe superar al menos por tres veces al defensor. Pero en este caso, los británicos ignoraron esa regla básica. Apostaron por la sorpresa, la agresividad táctica y el uso del factor psicológico para desestabilizar a la defensa.

La caída de Georgias del Sur: Fin del primer capítulo

Bajo el amparo de la artillería naval, los primeros comandos del SAS desembarcaron desde los buques Plymouth y Antrim, encontrando un terreno desnudo y expuesto a unos dos kilómetros de Grytviken. Desde allí se atrincheraron y esperaron la llegada del resto del contingente, transportado en helicópteros que sorteaban con dificultad los vientos gélidos de la zona.

Una vez reagrupados en una cresta elevada, comenzaron a observar el pueblo. Era claro que la resistencia argentina no era homogénea ni tenía una línea de mando firme tras los ataques al Santa Fe. Aun así, uno de los equipos del SAS fue enviado en exploración hacia Grytviken.

Lo que encontraron fue una escena inesperada: sábanas blancas colgando de las ventanas, señal de rendición, y soldados argentinos que esperaban poner fin al enfrentamiento sin más derramamiento de sangre. La defensa se desmoronó sin combate, erosionada por el aislamiento, el desgaste moral y la falta de apoyo aéreo o marítimo.

La bandera argentina fue retirada del asta. En su lugar, los británicos izaron nuevamente la Union Jack, restaurando simbólicamente el control colonial sobre Georgia del Sur. Para la Argentina, la pérdida no era solo militar: era un golpe a la moral y al esfuerzo de recuperación soberana que había comenzado con determinación el 2 de abril.

Sin embargo, esta era apenas una de las muchas batallas por venir. Lo que se había encendido en el Atlántico Sur no se apagaría con una sola victoria táctica.




La caída final: Leith y el fin de la breve esperanza en Georgias del Sur

La última pieza del dominio argentino en Georgia del Sur cayó el día después de la rendición en Grytviken. Con la moral británica en alza y el impulso táctico de su lado, dos equipos del SAS y uno del SBS fueron transportados en helicóptero hasta el asentamiento del puerto de Leith, un antiguo puerto ballenero donde aún quedaban fuerzas argentinas destacadas.

Lo que hallaron allí fue más resignación que resistencia. Un escuadrón argentino compuesto por dieciséis hombres, aislados y conscientes de la situación general, no ofreció resistencia significativa. La suerte ya estaba echada, y combatir en esas condiciones habría sido suicida.

El grupo de desembarco británico tomó control sin derramamiento de sangre, capturando a 156 soldados y oficiales argentinos, junto con 38 civiles que se encontraban en la zona. Con esta operación concluyó oficialmente el efímero pero simbólico control argentino sobre la isla. Habían pasado apenas 23 días desde el desembarco inicial, pero esos días representaron un punto de inflexión para la Argentina: un acto de soberanía que encendió pasiones, esperanzas y un conflicto que cambiaría para siempre el equilibrio diplomático del Atlántico Sur.

Para los británicos, fue la primera victoria tangible en el estallido de la Guerra de las Malvinas. Una reconquista relámpago que les permitió consolidar posiciones estratégicas y fortalecer su narrativa internacional de “respuesta legítima”. Pero para Argentina, fue una derrota que no apagaba la convicción de que las Malvinas eran, son y seguirán siendo una causa nacional.

Rumbo a las Malvinas: El conflicto se expande

Tras asegurar Georgia del Sur, el Escuadrón D del SAS no tuvo descanso. Fue reembarcado casi de inmediato hacia el este, rumbo al corazón del conflicto: las Islas Malvinas. Allí, la situación prometía ser mucho más compleja, más prolongada y más sangrienta.

En la misma dirección se movían otras unidades de élite británicas: el Escuadrón S, el Escuadrón G, y el propio cuartel general del 22º Regimiento SAS, bajo el mando del teniente coronel Michael Rose. La maquinaria de guerra británica se expandía ahora con determinación, confiando en que la combinación de tecnología, entrenamiento y presión política doblegaría la resistencia argentina.

Pero lo que esperaba en Malvinas no era una isla deshabitada ni una guarnición desorganizada. Era un territorio recuperado con orgullo, con una guarnición firme y una sociedad argentina que, pese a la distancia, sentía que el retorno había sido justo. La historia de la guerra apenas comenzaba, y Georgia del Sur sería solo su prólogo.


Basado en el artículo de Serguéi Kozlov || Revista Militar