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viernes, 28 de noviembre de 2025

Crisis del Beagle: El submarino Simpson solo tenía piedras para tirar

La Fuerza de Submarinos de la Armada de Chile en el conflicto de 1978

El Snorkel




Al mando del "Simpson", el capitán de navío (r) Rubén Scheihing tuvo en 1978 la misión más difícil de su carrera: impedir por las armas la invasión argentina.


Estaba autorizado para romper las hostilidades

Al mando del "Simpson", el capitán de navío (r) Rubén Scheihing tuvo en 1978 la misión más difícil de su carrera: impedir por las armas la invasión argentina.
Para ello debió enfrentar múltiples desventajas y el peso de una tarea en la que no tenía margen de error.
Hace exactamente 30 años, 81 chilenos aguardaban el inicio de la guerra metidos en un viejo tubo de hierro.
La tripulación del submarino "Simpson" tenía una orden perentoria del almirante José Toribio Merino: impedir por las armas cualquier intento de desembarco argentino en las islas del Beagle.
De máximo riesgo, la misión encerraba además dos problemas que la hacían casi suicida: el "Simpson" era un sumergible veterano de la II Guerra Mundial que difícilmente escaparía del contraataque enemigo; y tendría que enfrentar la hora "H", el inicio del ataque trasandino, en solitario. Este adverso escenario convirtió la extenuante patrulla de guerra del "Simpson" -duró casi 70 días- en uno de los capítulos más desconocidos de la tensión que a fines de 1978 estuvo a punto de enfrentar a Chile y Argentina. Treinta años después, el comandante de esa nave, el capitán de navío (r) Rubén Scheihing, revela los secretos de una misión en la que, reconoce, "envejecí algunos años".

Solo y sin snorkel

A comienzos de 1978, la Armada tenía cuatro submarinos, pero sólo tres disponibles. El "Thomson", gemelo del "Simpson", estaba desguazado, y los recién llegados "Hyatt" y "O'Brien" eran de los más modernos de la región.
La Flota de Mar (Flomar) de Argentina también tenía cuatro submarinos, pero todos operativos: dos estadounidenses de la II Guerra Mundial ("Santa Fe" y "Santiago del Estero") y dos 209 alemanes ("San Luis" y "Salta") recién comprados.
A fines de año, la ventaja argentina pasó de leve a mayúscula. El "O'Brien" entró a dique para mantención y al "Hyatt" le falló un motor. Tuvo que regresar a Talcahuano.
La noticia caló hondo en el "Simpson". Durante todo el año, y a medida que las negociaciones diplomáticas con Argentina se empantanaban, la tripulación había entrenado intensamente para repeler una eventual invasión. Ahora tendrían que hacerlo solos.
Y ése no era el único factor en contra. Por su antigüedad, la nave carecía de snorkel, una especie de tubo de escape retráctil que le permite navegar a 20 metros bajo la superficie usando sus motores diésel. Éstos, a su vez, recargan las baterías eléctricas, que son las que pueden llevarlo a silenciosos descensos de hasta 600 pies de profundidad.
Sin snorkel, el "Simpson" estaba obligado a emerger por períodos de hasta ocho horas para recargar baterías, haciéndose detectable para los radares o aviones enemigos.
En la práctica, el buque no podía sumergirse más de 24 horas, y a escasos cinco nudos por hora. Si había que evadir un ataque, las baterías se agotarían antes.
Scheihing recuerda que otra desventaja era el armamento. La "Enmienda Kennedy" había dejado a los submarinos chilenos con antiguos torpedos a vapor MK 14 y MK 27. Los argentinos tenían eléctricos MK 37, de más alcance y confiabilidad. "No había otra cosa. Si había que tirarles piedras, se les tiraban", explica.
Por eso, cuando recibió la orden de Merino, tomó el sistema de comunicación interna, leyó el mensaje a sus hombres y los arengó: "¡Esto significa que estamos viviendo, a partir de este instante, una situación de guerra con Argentina. Como todos sabemos, es posible que nos hundan, pero me comprometo con ustedes a que antes que eso suceda, a lo menos, nos llevaremos a dos de ellos!". Tras un momento de silencio, detalla el comandante, "se escuchó como un rugido en todo el submarino: '¡Viva Chile, m...!'". Más rotos, más patriotas.
Pero si atacaba por error, este oficial dejaría a Chile como país agresor y en una compleja perspectiva de cara a una negociación de paz.

"Fue una situación de guerra (...) Yo estaba autorizado para romper las hostilidades. ¡Imagínese! Era el primer contacto. La responsabilidad era tremenda. Primero, porque rompería las hostilidades, y segundo, porque pondría en jaque la seguridad del submarino, que es lo de menos cuando se trata de hundir al resto", explica.

¿Disparó el "Simpson"?

Ricardo Burzaco, experto argentino en el tema, publicó recientemente una investigación sobre las operaciones submarinas transandinas de 1978 en la revista Defensa y Seguridad.
Allí sostiene que el "Simpson" fue descubierto dos veces por sumergibles argentinos. Primero por el "Santiago del Estero", que lo encontró cargando baterías en la superficie, y luego por el "Salta", justo antes de la hora "H", que también lo divisó a nivel del mar. La máxima tensión reinante llevó a que el capitán argentino ordenara preparar torpedos.
Como no estaban en aguas argentinas, agrega Burzaco, el comandante argentino dudó en atacar. En ese momento el oficial sonarista lanzó una alarma de torpedo enemigo, por lo que ordenó una maniobra evasiva. Luego, el rumor de un supuesto proyectil chileno se desvaneció.
Tajante, Scheihing niega esta versión y asegura que el "Simpson" nunca tuvo contacto con adversarios. "No hubo lanzamiento. Nunca disparamos nada. Estábamos listos, pero le garantizo que no (disparamos)", sostiene.
Hacia el final de la patrulla, la tripulación del "Simpson" ya sentía el rigor de la tensión bélica. Los víveres eran escasos, no quedaban alimentos frescos y el aire dentro del submarino era pesado, mezcla de aceite y gases. Sólo podían bañarse -si limpiarse el cuerpo con una esponja mojada puede considerarse un baño- cada tres días. Sólo querían que el conflicto se zanjara de una vez, por las armas o por la paz.
La providencial conjunción de una tormenta con olas de hasta 15 metros, que retrasó la operación "Soberanía", y la mediación del Papa Juan Pablo II, sin embargo, terminarían por impedir el enfrentamiento. El "Simpson" pudo volver a su base.


El temporal que dilató la "Operación Soberanía"

"Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan 'Soberanía', esto no se habría podido parar", concluye el vicealmirante (r) Hernán Rivera.
El "Prat", primer objetivo argentino
Si el "Simpson" abría fuego contra una invasión argentina, enseguida sería el turno del crucero "Prat", buque insignia de la Escuadra que debía disparar su artillería contra la flota de desembarco adversaria.
A bordo estaba el ahora vicealmirante (r) Hernán Rivera, por entonces jefe del estado mayor de la Escuadra.
Por su naturaleza, el "Prat" probablemente habría sido el primer objetivo de los ataques argentinos, tanto aéreos como marítimos y submarinos. En el buque insignia lo sabían, pero nadie, dice Rivera, manifestó temor. "En la gente nuestra no había ninguna duda. El espíritu era ir cuanto antes a la guerra y definir esta cuestión", sostiene.
La gran ventaja de la flota argentina, explica, era el portaaviones "25 de Mayo", que le daba supremacía aérea y hacía vulnerables a los buques chilenos.
La Escuadra chilena, agrega, tenía a su favor la cohesión alcanzada por las tripulaciones tras un año de intenso entrenamiento, la eficiencia de la aviación naval -informaba cada cuatro horas la posición de los buques argentinos- y el refugio natural que ofrecían los fondeaderos en los canales.
"Ellos sabían que estábamos en el sur, pero no sabían dónde (...) Los fondeaderos de guerra son lugares absolutamente camuflados donde es imposible ver los buques, ni siquiera sobrevolando", asegura Rivera.
Así, las naves chilenas lograban disimular falencias como la escasez de pertrechos, debido al embargo de Estados Unidos, y el hecho que la iniciativa estaba en manos de los argentinos.
Con todo, admite el retirado oficial, "el 'Prat' habría sufrido daños importantes como consecuencia del ataque de los aviones del '25 de Mayo'. Por eso nos colocamos en una disposición de combate en la que primero estaban los buques misileros, que en el fondo eran los que iban a decidir esta cuestión en el combate de superficie".
Rivera recuerda como el momento más crítico el 20 de diciembre de 1978, cuando recibieron la orden de salir al paso de la flota argentina. El vicealmirante Raúl López Silva, comandante en jefe de la Escuadra, reunió a los capitanes de todos los buques y les advirtió: "Señores, vamos a definir esta situación de una vez por todas. Se acabaron los ejercicios. La próxima vez que toque un zafarrancho de combate significa que estamos enfrentados a los argentinos".
Pocas horas después, cuando la Escuadra aún salía hacia el teatro de operaciones, sonó el citado zafarrancho. "Le prometo que nunca vi tanta rapidez para cubrir los puestos de combate", recuerda Rivera. La alarma, eso sí, resultó falsa. El "contacto" del sonar resultó ser una sonda estadounidense que recolectaba datos atmosféricos.
Así fue que ambas fuerzas llegaron a estar a unas 10 horas de poder atacarse con sus misiles, lo que fue impedido por la mediación papal. Rivera asegura que la Divina Providencia también hizo lo suyo, desatando un temporal que dilató la "Operación Soberanía", que debía comenzar tres días antes de la "Hora H" con la toma de unas pequeñas islas al sur del Beagle.

"Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan 'Soberanía', esto no se habría podido parar", concluye.



Autor:Iván Martinic
http://diario.elmercurio.cl/

sábado, 22 de noviembre de 2025

ARA: La defensa antiaérea del portaaviones "25 de Mayo"


La defensa antiaérea del portaaviones V2 ARA "25 de Mayo"

Mariano Sciaroni





El portaaviones ARA 25 de Mayo, durante la guerra de las Malvinas, contaba con una capacidad antiaérea limitada, apoyándose en el armamento de sus escoltas (principalmente los misiles Sea Dart de los destructores Tipo 42) y sus propios cazas A-4Q Skyhawk. Pero veamos su artillería antiaérea.



Cuando el 25 de Mayo se incorporó a la Armada Argentina (1969) contaba con 10 cañones Bofors 40mm L70, guiados por un radar de seguimiento Signaal DA-02. Los Bofors eran sistemas operados manualmente. A medida que el buque fue reacondicionado, algunos de los cañones se perdieron o se trasladaron para optimizar el uso del espacio.



En el conflicto de 1982, tenía 8 (¿o 9?) cañones, lo que le dio una cantidad apreciable de fuego contra cualquier asaltante que quisiera lanzar bombas (no serían útiles contra misiles) y habrían abrumado a sus propios cazas y al área de empleo de misiles Sea Dart de las escoltas



El Bofors era un arma excelente, fiable y con un gran volumen de fuego. Durante el conflicto, derribó aviones con un perfil de ataque similar al de un Sea Harrier. Aquí está el Bofors 40/L60 del HMS Intrepid que derribó el Skyhawk de Mariano Velazco en San Carlos.



Aunque esta arma nunca fue utilizada, los marineros del ARA 25 de Mayo sin duda contaban, como último recurso, con un cañón probado y fiable. ¡Mucho mejor que colocar ametralladoras medianas en los costados del buque como se hizo, por ejemplo, en el HMS Invincible!

FIN

miércoles, 12 de noviembre de 2025

Crisis del Beagle: Cargas de profundidad contra el submarino Hyatt chileno

Testimonios - Conflicto del Beagle 1978: "Atacar al Submarino Enemigo"





"En el 78, yo era Cabo Furriel Segundo de la Armada Argentina. Y estaba destinado en el buque de desembarco ARA Cabo San Antonio. Cuando fue el Conflicto del Beagle, transportábamos tropas de Infantería de Marina, y pertrechos hacia el Sur.
Al comienzo, cuando zarpamos, nos dijeron que íbamos navegando sin comunicación radial con los mandos superiores; para que los chilenos no interceptaran las llamadas.
Un día al atardecer, supuestamente habíamos detectado un submarino chileno, debajo de nuestro buque (que habría pasado aguas jurisdiccionales argentinas). Pasado el tiempo, y ver que seguía ahí; se decidió atacarlo.
No se si fue decisión de la superioridad (por que había silencio de radio), o por orden del Comandante del buque.
Se tiraron bombas de profundidad; temiendo que éste submarino nos atacara; y con esta defensiva se alejara del lugar.
Al otro día al amanecer se divisan manchas en el agua, como si fueran de aceite; y pedazos de latas, o algo así. Nunca supimos que era..
Cumplimos con la patria, y volveríamos a hacerlo."

 (Gonzalez, Juan Carlos - veterano argentino Canal de Beagle)

sábado, 11 de octubre de 2025

Argentina y Perú en el conflicto del Beagle

¿Hubo un pacto ofensivo Perú–Argentina (1978–1980)?


Notas y ediciones especiales de Qué Pasa (1993), columnas de opinión (Aldo Mariátegui, 2005) y en Rodríguez Elizondo han sido usadas como supuestas pruebas de un pacto entre Argentina y Perú durante la década de los 1970s. Es decir: periodismo de trinchera y memorias interesadas, no archivo diplomático ni series estadísticas robustas. La regla básica del oficio: con cherry picking de fuentes puedes “probar” cualquier cosa. Falta contraste con estudios académicos, documentos desclasificados y bases de datos independientes (p. ej., SIPRI para gastos y transferencias de armas).

Según el palabrerío chileno...“El Perú inventó el armamentismo”… salvo que antes hubo varias carreras y Chile fue protagonista
Presentar 1948–70 como “origen” del armamentismo ignora que el Cono Sur ya vivió dos grandes ciclos previos:

  • La carrera naval chileno-argentina de fines del XIX y su desenlace en los Pactos de Mayo de 1902. Chile no era un espectador: encargó buques capitales y consolidó superioridad naval antes de los pactos (Scheina, 1987; Burr, 1965).

  • La “dreadnought race” sudamericana (Brasil-Argentina-Chile) previa a la I Guerra Mundial; Chile encargó el Almirante Latorre y otro acorazado (luego HMS Eagle) antes de que la guerra reordenara todo (Scheina, 1987).

O sea, el “pecado original” no nació en Lima en 1948. La región cicla en espirales de seguridad desde el siglo XIX.

La memoria de 1879 no es “revanchismo irracional”; es política de amenazas percibidas
Para Perú y Bolivia, la Guerra del Pacífico significó pérdidas territoriales enormes (Tarapacá; el litoral boliviano completo). El plebiscito de Tacna-Arica prometido en 1883 nunca se realizó y la “chilenización” de esas provincias fue conflictiva; el arreglo recién llegó en 1929, con Tacna devuelta al Perú y Arica a Chile (Sater, 2007; Farcau, 2000).
Llamar a todo esto “revanchismo” es cómodo; reconocerlo como grievances no resueltas explica mejor percepciones de amenaza que alimentaron presupuestos militares en todos los vecinos, no solo en uno.

La militarización chilena (y su financiación) desaparece del relato general. Es extraño que se insista en un Perú “armado hasta los dientes” y se omita que Chile, bajo la Ley Reservada del Cobre (Ley 13.196), destinó por décadas un 10% de las ventas brutas de Codelco al reequipamiento militar, facilitando compras mayores en los 70-80 (Bruneau & Matei, 2013). Entre otras, modernización naval y adquisición de submarinos alemanes Tipo 209, cazas F-5E/F, misiles antibuque, etc. (SIPRI Yearbooks; Scheina, 1987).
Ah, y las decenas de miles de minas antipersonales colocadas por Chile en los 70-80 en las fronteras norte y austral —que el propio texto menciona como “recuerdo” y luego elogia su remoción— ¿no cuentan como “armamentismo”? (Croll, 1998).

En el caso del acuerdo de Charaña (1975), el culpar a Perú omitiendo el Tratado de 1929 es… conveniente. Las negociaciones Chile-Bolivia para un corredor al norte de Arica requerían consentimiento previo del Perú según el Tratado de 1929. Perú propuso formulas alternativas (régimen compartido/condominio en el puerto) que Chile rechazó; Bolivia rompió con Chile en 1978. Dictaminar que “Perú saboteó” salta por encima de la regla jurídica vigente y del hecho político central: Chile hizo una oferta que sabía estaba condicionada a un tercero con intereses propios (Klein, 2011; Mesa Gisbert, 2003). ¿Diplomacia seria o jugada para endosar el costo del “no” a Lima? Saque usted su conclusión.

La versión de un “Perú soviético” es real… y selectivo. Sí, es cierto que Perú compró T-55, Su-22 y lotes significativos en los 70. También es cierto que Argentina vivió su propio pico de gasto por el Beagle (TR-1700, Type 42, Exocet), y que Chile inició un ciclo de modernización sostenido por el cobre. La base de datos de transferencias de SIPRI no respalda la imagen de un Perú como único “outlier” regional: fue un pico simultáneo y mutuamente reactivo.

En el caso de confundiro “Espionaje = intención de agresión” es muy básico. El texto usa el caso Vargas Garayar (y otros) como prueba de un plan ofensivo. Espionaje en crisis es bidireccional y estructural en la competencia interestatal; no prueba casus belli por sí solo. Si esa vara valiera, tocaría listar también operaciones chilenas y argentinas de inteligencia de la época (y no acabaríamos nunca).

La versión también afecta a la percepción de otros eventos de ese momento: Uno fundamental fue el Beagle de 1978 donde Chile emerge en los relatos como una paloma. La narrativa se aferra a que la “intervención papal” detuvo una guerra en la que Chile solo se defendía. Pero la crisis no fue un accidente natural: ambas partes escalaron posturas y movilizaciones. Por cierto, al tiempo que se ensalza la prudencia chilena se pasa por alto la participación del régimen en la Operación Cóndor —difícil sostener credenciales pacificadoras externas cuando internamente se articulaba represión transnacional (McSherry, 2005).

El presidente Velasco mostrado como un villano único. Es forzar la Historia a martillazos. Usualmente se ha ridiculizado la enfermedad de Velasco para explicar “por qué no invadió” y deducir de ahí su voluntad agresiva es una anécdota convertida en causalidad. La literatura sobre el gobierno revolucionario peruano es bastante más compleja (McClintock & Lowenthal, 1983; Blasier, 1983). Pero claro: es más sencillo un cuento de buenos y malos.

El cierre “edificante” (minas fuera, todo bien) no resuelve la hipoteca histórica. Los últimso agregados al relato chileno celebra que Chile retire minas “apuestando” a que no se repetirá. La pregunta que el texto evita: ¿qué ha hecho Chile —además de desminar— para procesar las memorias de 1879 (Tacna/Arica), el enclaustramiento boliviano y los contenciosos marítimos? En 2014 la CIJ ya recordó a ambos que el Derecho también cuenta (caso Chile–Perú). La estabilidad no se decreta: se construye reconociendo la historia completa.


En síntesis 

Sí, el Perú de Velasco se armó fuerte. También lo hicieron Chile y Argentina en sus propios ciclos. Pretender que Lima “desencadenó” la militarización regional mientras Santiago apenas “reaccionaba” es historiografía de vitrina: brilla de lejos, se astilla al tocarla. Y lo más importante: ni Perú, ni Bolivia, ni Argentina olvidaron la Guerra del Pacífico porque sus efectos nunca fueron del todo reparados. Llamarlo “revanchismo” no resuelve la cuestión; solo la enmascara.


Referencias 

  • Burr, R. N. (1965). By Reason or Force: Chile and the Balancing of Power in South America, 1830–1905.

  • Scheina, R. L. (1987). Latin America: A Naval History, 1810–1987.

  • Sater, W. F. (2007). Andean Tragedy: Fighting the War of the Pacific, 1879–1884.

  • Farcau, B. W. (2000). The Ten Cents War: Chile, Peru, and Bolivia in the War of the Pacific, 1879–1884.

  • McClintock, C. & Lowenthal, A. (eds.) (1983). The Peruvian Experiment Reconsidered.

  • Blasier, C. (1983). The Giant’s Rival: The USSR and Latin America.

  • McSherry, J. P. (2005). Predatory States: Operation Condor and Covert War in Latin America.

  • SIPRI Yearbooks (varios años, 1970s–1980s): datos de transferencias y gasto militar.

  • Ley 13.196 (Chile), “Ley Reservada del Cobre”: 10% de ventas de Codelco a FF.AA. (vigente durante la época).

  • Klein, H. S. (2011). A Concise History of Bolivia (sobre el enclaustramiento y Charaña).

  • Mesa Gisbert, C. D. (2003). Historia de Bolivia (cap. relaciones con Chile y Charaña).

  • Croll, M. (1998). The History of Landmines (uso y remoción en la región).


sábado, 4 de octubre de 2025

Crisis del Beagle: ¿Y si...? Conjeturas sobre la guerra del fin del Mundo

Soldados argentinos ocupan Puerto Natales en 1978.

Y si hubiésemos ido a la guerra: El conflicto no desatado entre Argentina y Chile en 1978 y sus consecuencias



Por EMcL - FDRA


Hubo mapas, hubo planes, hubo órdenes escritas. Hubo tropas listas para cruzar la frontera, armamento cargado, y miras puestas en el canal Beagle. En diciembre de 1978, Argentina y Chile estuvieron a horas —quizás minutos— de iniciar una guerra de consecuencias imprevisibles. Y, sin embargo, no ocurrió.

Este artículo se sumerge en ese conflicto no desatado, en ese capítulo borrado de la historia por la intervención de último momento del papa Juan Pablo II. Pero la pregunta persiste: ¿qué habría pasado si no mediaba nadie? ¿Quién tenía más chances de ganar? ¿Qué papel habrían jugado Perú, Bolivia o Brasil? ¿Y si Chile se rendía? ¿Y si resistía con éxito?

"Y si hubiésemos ido a la guerra"
no es solo un ejercicio de historia contrafactual. Es una reconstrucción detallada y argumentada de escenarios reales que estuvieron a punto de concretarse. Con base en fuentes documentales, estudios militares y análisis geopolíticos, proponemos una línea de tiempo crítica y múltiples hipótesis sobre el desenlace de una guerra que no fue, pero pudo ser.

Lo invitamos a recorrer uno de los mayores “¿y si?” estratégicos del Cono Sur. Lo que sigue no es ficción: es el pasado que casi fue historia.


0. El Beagle como epicentro: contexto, cronología y escenario hipotético

Línea del tiempo esencial

  • 1881 – Se firma el Tratado de Límites entre Argentina y Chile, que fija el canal de Beagle como frontera, pero no delimita con precisión la jurisdicción de las islas al sur del canal. (Wikipedia)

  • 1958 – Incidente del islote Snipe: enfrentamiento menor entre fuerzas argentinas y chilenas en el canal. (Wikipedia)

  • 1971 – Argentina y Chile acuerdan someter el diferendo del Beagle a arbitraje internacional. (Wikipedia)

  • 2 de mayo de 1977 – Se publica el laudo arbitral favorable a Chile sobre las islas de Picton, Lennox y Nueva, y derechos marítimos adyacentes. Siniver (2024)

  • Enero de 1978 – Argentina declara “nulo e írrito” ese laudo. Secretaría de Estado

  • 20 de febrero de 1978 – Acuerdo de Puerto Montt (Chile y Argentina acuerdan seguir negociando). (ONU)

  • 12 de diciembre de 1978 – Reunión de ministros exteriores prevista en medio de fuerte tensión. (CIA)

  • 22 de diciembre de 1978 – Argentina lanza la Operación Soberanía, una acción militar planeada para invadir las islas en disputa y medir la reacción chilena. La operación es abortada pocas horas después. (Wikipedia)

  • 9 de enero de 1979 – Acta de Montevideo: los dos países aceptan la mediación papal. (ONU)

  • 1982 – Guerra de Malvinas: Chile respalda diplomáticamente a Reino Unido, lo que influye en las relaciones regionales. (Wikipedia)

  • 29 de noviembre de 1984 – Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Argentina: acepta el laudo arbitral y fija fronteras marítimas y derechos de navegación. (Fuente)

Esta cronología refleja cómo, en los hechos, la guerra fue evitada. Pero al imaginar que el conflicto realmente se hubiera desatado, abrimos múltiples líneas hipotéticas.




1. ¿Quién tenía más probabilidades de ganar?

En la literatura especializada encontramos un consenso matizado. Argentina partía con ventajas cuantitativas: mayor número de tropas, armamento más abundante y capacidad de movilización en varios frentes. Según estudios estratégicos contemporáneos de esa época, su Ejército patagónico ya estaba preparado para operaciones ofensivas sobre las islas en disputa. (CIA)

Por otro lado, Chile contaba con dos factores defensivos cruciales: la difícil geografía (cordillera y zonas inhóspitas) que dificultaba el avance argentino, y una línea logística relativamente corta dentro de territorio nacional, lo que favorecía su capacidad de resistencia. Además, la cohesión militar chilena bajo Pinochet resultaba más estable que la de la junta argentina, inmersa en divisiones internas. Siniver (2024)

Algunos análisis de teoría de crisis (“brinkmanship”) aplicados al caso del Beagle concluyen que una guerra rápida y relámpago podría favorecer a Argentina en los primeros movimientos; pero que una guerra prolongada revertiría esa ventaja inicial. En esos modelos se considera que el desgaste logístico, el costo humano y la presión internacional tienden a favorecer al defensor cuando el terreno favorece esa estrategia. Corbacho (2003)

Por lo tanto, en un escenario ideal (ofensiva rápida bien coordinada, sorpresa y falta de reacción efectiva chilena), Argentina podría haber conquistado las islas y algunas zonas del sur chileno. Pero la probabilidad de una victoria estratégica total era baja. En una guerra extendida, Chile tenía mayores chances de revertir posiciones. Estos temas los hemos investigado a lo largo de diversos posteos en este blog.



2. Intervención de Perú o Bolivia: ¿posible cerco andino?

Una de las grandes incógnitas de este conflicto hipotético es el rol que hubiesen desempeñado los vecinos del altiplano. Perú, por entonces bajo el gobierno militar de Francisco Morales Bermúdez, mantenía una relación ambigua con Chile, marcada por las secuelas de la Guerra del Pacífico. Bolivia, aún con heridas abiertas por la pérdida de su litoral en ese mismo conflicto, tenía un interés histórico en recuperar acceso soberano al mar.

Existen documentos y declaraciones posteriores que indican que Argentina sondeó informalmente a ambos países sobre una eventual alianza. Algunos sectores del Ejército boliviano veían en el conflicto una oportunidad para presionar a Chile. En el caso de Perú, las relaciones eran frías con Chile, pero no lo suficiente como para justificar una entrada automática en la guerra.

La situación hubiese sido difícil para Chile. En 1978, Argentina sumaba un contingente de +132.000 hombres; Perú disponía de 89.000 y Bolivia de 22.500. Distribuir los 85.000 hombres con que contaba Chile para tal número de enemigos, parece altamente difícil. Hubo, además, una serie de escándalos de espionaje que involucraron a Chile en el Perú, y algunas decisiones de los países del entorno revelaban que todos estaban tomando posiciones, de alguna manera, ante la proximidad de la crisis.

La mayoría de los estudios coinciden en que una intervención directa de Perú o Bolivia era improbable al inicio del conflicto. Sin embargo, si Argentina lograba avanzar con éxito sobre el sur chileno, una victoria parcial podría haber incentivado una ofensiva coordinada desde el norte. No por alianzas explícitas, sino por intereses convergentes. Esta posibilidad, aunque baja, no era descartable. El cerco andino pudo haber sido una realidad si el conflicto se prolongaba.

Sin haberse decidido jamás por un compromiso concreto con Buenos Aires, y viendo milagrosamente como zafaba el país de la debacle en la Patagonia sobre el extremo sur de Chile, Lima no tuvo más remedio que quedar expectante. En editorial del diario peruano "El Correo" del 2 de abril de 2005, el director del medio, Aldo Mariátegui, recordaría:
    

"Si la guerra estallaba, era casi seguro que nuestro país se hubiera visto arrastrado a ella junto a Bolivia, mientras que los chilenos hubieran movido a sus aliados ecuatorianos".
    

"Por ello, la intervención papal evitó una muy probable guerra generalizada en Sudamérica, un horror insano que nos ahorró Juan Pablo II y que debemos agradecerle para siempre".


De este modo, al posponerse el problema del Beagle con esta oferta de mediación papal, la más calurosa hoguera de hacer justicia peruana frente al robo de territorio por parte de Chile comenzó a extinguirse a partir de ese año de 1979, aún cuando las tensiones persistían. 

Las relaciones históricas entre Chile, Perú y Bolivia aportan pistas interesantes. Bolivia, aún resentida por la pérdida de su costa en la Guerra del Pacífico, y Perú, que históricamente ha tenido tensiones con Chile, podrían haber visto en el conflicto una oportunidad regional.

Sin embargo, los estudios que revisan ese escenario coinciden en que la intervención abierta de Perú o Bolivia al inicio del conflicto habría sido muy improbable. Los costos políticos, militares y diplomáticos eran enormes. Además, ambos países enfrentaban limitaciones internas y no contaban con fuerzas desplegables de largo alcance para sostener una guerra en el extremo austral.

Dicho esto, si Argentina hubiese tenido éxito en sus primeras operaciones (por ejemplo, ocupando las islas o parte del sur chileno), un apoyo táctico desde el norte podría haber emergido. Un “cerco andino” podría haber sido viable en fases posteriores, no al comienzo. La ayuda probable habría sido logística, apoyo diplomático, incluso presiones sobre Chile desde el frente altiplánico, más que envíos masivos de tropas.




3. ¿Intervención de Brasil, EE. UU., Reino Unido u organismos multilaterales?

Una de las hipótesis de escalamiento del conflicto del Beagle recae muchas veces en la intervención de actores del tercer nivel. Analistas, sobre todo trasandinos, confiaban en que si el conflicto se prolongaba sería aprovechada por terceros actores para intervenir, siempre sospechando en ayuda de Chile. El primer corazoncito se depositaba en Brasil. Así como Perú y Bolivia aprovecharían la guerra para recuperar el territorio indignamente robado por Chile un siglo antes, Brasil podría cobrárselo con Argentina. Del mismo modo, el Reino Unido anticiparía que el conflicto se extendería a Malvinas e intervendría contra Argentina. Estados Unidos también tal vez podría intervenir para desalentar el conflicto entre dos socios regionales, como lo hace muchas veces para desactivar otros conflictos entre socios, como el caso de Turquía y Grecia. Finalmente, otra opción sería la intervención activa de la ONU al final como en el caso de la guerra de Corea.

Brasil

Brasil observaba el conflicto con preocupación. En plena dictadura militar y aliado de Estados Unidos en la Guerra Fría, el régimen brasileño tenía razones para evitar una alteración del equilibrio regional. Aunque públicamente neutral, Brasil mantenía mejores relaciones con Chile que con Argentina y tenía acuerdos tácitos de cooperación con las Fuerzas Armadas chilenas.

Una intervención brasileña directa era improbable, pero no imposible. Lo más probable es que, frente a una ocupación prolongada del sur chileno o una guerra abierta en todo el territorio andino, Brasil hubiese presionado diplomáticamente a favor de una solución rápida. En el escenario más extremo, podría haber desplegado tropas en su frontera para contener cualquier desborde, aunque sin cruzar a territorio enemigo.

Brasil, en 1978 bajo régimen militar, observaba el deterioro del equilibrio regional con preocupación. Mantenía relaciones más fluidas con Chile que con Argentina, lo que lo inclinaba a actuar como mediador o contenedor antes que como agresor directo. Una intervención militar brasileña sobre territorio chileno era extremadamente poco plausible. Lo más probable era una presión diplomática fuerte o despliegues en su frontera para evitar contagios o flujos de refugiados. Asimismo, sería probable que, si pudiese, Brasil proveería de armas a Chile si es que pudiese lograr una ruta logística segura. Asimismo, debe destacarse que para el momento de la crisis Brasil carecía de diferendos limítrofes con Argentina, es decir, no tendría excusa válida para iniciar una conflicto.

Estados Unidos

En plena Guerra Fría, EE. UU. jugaba un rol central en América Latina. Su prioridad habría sido evitar que un conflicto local escalara en una crisis mayor que afectase sus intereses estratégicos. Como muchas fuentes diplomáticas señalan, EE. UU. probablemente hubiese emitido condenas a la agresión, impuesto sanciones o bloqueos diplomáticos al agresor, y presionado por negociaciones y ceses del fuego. En el mejor de los casos, podría haber ofrecido mediación bajo auspicios de la OEA o la ONU. No hay indicios claros de que hubiese enviado tropas, salvo en escenarios extremos o bajo mandato internacional. Del mismo modo de controlar que se eviten conflicto entre sus socios políticos, la intervención cumpliría un rol apaciguador.

Estados Unidos habría jugado un rol determinante, aunque complejo. Washington mantenía canales con ambos regímenes militares y habría buscado evitar un conflicto que desestabilizara su "patio trasero" durante la Guerra Fría. Lo más probable habría sido una presión fuerte, quizás en el marco de la OEA, junto con sanciones diplomáticas o comerciales.

Reino Unido

El Reino Unido tenía un vínculo indirecto con el conflicto, principalmente vía su relación con Argentina (sobre todo por el tema de las Malvinas) y el reconocimiento del laudo arbitral. Es improbable que hubiese intervenido con fuerza militar en América del Sur en ese momento, salvo como apoyo simbólico diplomático o a través de presiones internacionales. El gobierno de ese momento todavía era laborista en el país, es probable que una intervención militar directa no hubiese ocurrido pero sí una movilización precautoria de la Royal Navy (con su grupo de portaaviones) a las islas Malvinas para prevenir cualquier aventura militar de nuestro país. 

El Reino Unido mantenía una relación distante en lo diplomático con Argentina pero cercana en lo militar: la proveía de armas navales (sus mejores destructores Tipo 42 y bombarderos Canberra), especialmente en temas de soberanía (como las Malvinas), y hubiese evitado tomar partido. 

ONU / organismos multilaterales

La ONU podría haber adoptado resoluciones para condenar la agresión, imponer sanciones o desplegar fuerzas de observación o paz en un escenario extremo. Pero en 1978 no existía un mecanismo automático para enviar fuerzas de intervención en conflictos interestatales sin acuerdos amplios. En un conflicto prolongado y sangriento, la presión para un cese del fuego y supervisión externa habría sido intensa.

En suma, la intervención extranjera directa en combate era poco probable salvo escalaciones dramáticas. La intervención diplomática activa y la mediación internacional eran mucho más probables.

La ONU, si bien podría haber condenado el conflicto, difícilmente habría actuado militarmente. No obstante, una guerra prolongada y sangrienta podría haber motivado la creación de una fuerza de paz para supervisar un cese al fuego.

4. Si Chile se hubiese rendido: ¿Que exigencias máximas podía solicitar Argentina?

¿Quién tenía mayores probabilidades de ganar una guerra entre Argentina y Chile en 1978?

La literatura especializada, tanto argentina como internacional, ha analizado largamente los escenarios potenciales del conflicto. En términos estrictamente numéricos, Argentina contaba con una ventaja considerable en tropas, blindados, aviación y recursos logísticos. Su Ejército era el más grande del Cono Sur y se encontraba desplegado en varias zonas del país con capacidad de rápida movilización. Además, la Armada argentina era, al menos en cantidad, superior a la chilena, mientras que la Fuerza Aérea contaba con más unidades operativas en ese momento.

Sin embargo, la superioridad numérica no garantiza la victoria. Chile, aunque más limitado en recursos humanos y materiales, tenía ventajas defensivas clave. Primero, su geografía: la Cordillera de los Andes es una formidable barrera natural. Segundo, una doctrina militar orientada a la defensa territorial con líneas logísticas más cortas y eficientes en su propio territorio. Tercero, el factor de cohesión interna: mientras que Argentina tenía fricciones entre sus distintas ramas militares y una dictadura inestable, Chile, bajo el mando férreo de Pinochet, mostraba una cadena de mando más cohesionada.

Los estudios de estrategia militar concluyen que en caso de una guerra corta, con ofensivas rápidas, Argentina podría haber ocupado territorios chilenos en el sur —especialmente el área de Punta Arenas— e incluso capturar las islas disputadas. Pero en una guerra prolongada, las limitaciones logísticas argentinas, la geografía hostil y una probable reacción internacional habrían revertido esa ventaja inicial. La victoria rápida era improbable. La victoria total, inverosímil. 

¿Qué hubiese ganado Argentina si Chile se rendía?

Si se hubiese producido una rendición chilena —escenario extremo aunque no improbable— Argentina habría impuesto condiciones territoriales y geopolíticas. El objetivo inmediato habría sido asegurar la soberanía de las islas del Canal Beagle (Picton, Lennox y Nueva), además de zonas estratégicas en el sur patagónico. Algunas proyecciones incluso mencionan la ocupación del Estrecho de Magallanes, dándole a Argentina control completo sobre la navegación entre el Atlántico y el Pacífico.

Además del territorio, se habrían exigido concesiones diplomáticas y comerciales: control de rutas marítimas, tratados favorables para la navegación y quizás acuerdos sobre explotación pesquera y recursos marítimos. En un escenario más ambicioso, Argentina podría haber intentado establecer una zona desmilitarizada en el sur chileno o imponer restricciones al rearme chileno.

Sin embargo, la ocupación prolongada del territorio chileno habría sido inviable en términos políticos y logísticos. La resistencia local, la presión internacional y los costos humanos y económicos habrían transformado una victoria táctica en un problema estratégico.

Aún obteniendo estas conquistas, debe tenerse en cuenta que como ha sido tradición en la cultura chilena, no perderían un segundo hasta fin de los tiempos de realizar reclamos diplomáticos de cualquier tipo, marca y color. Los reclamos infundados (Lago del Desierto) o mágicamente creados (Hielos Continentales) han sido una constante en el patrón cultural chileno. 

Finalmente, viendo a más largo plazo, la mejor victoria que hubiese podido tener Argentina hubiese sido la cesión de la Antártida chilena (nombrada Antártica en Santiago). Eso hubiese dejado el tratado Antártico con la región en disputa sólo por dos naciones, el Reino Unido y Argentina. La liberación del sur del canal de Beagle del yugo chileno hubiese dado un paso natural desde el sector continental Atlántico hacia las bases del continente blanco y hubiésemos ahorrado tener que jugar la actual farsa de un país jugando pequeños juegos de mezquindades como ya nos tiene acostumbrado el país lateral. Bien valía la pena ir a la guerra por sólo este objetivo de largo plazo.

Si Chile se hubiese rendido: exigencias máximas de Argentina

En el escenario más favorable para Argentina—una rendición chilena—las condiciones de paz que Buenos Aires podría haber exigido hubiesen sido ambiciosas:

  1. Soberanía plena sobre las islas del Canal Beagle — Picton, Lennox y Nueva, con definición clara del canal como frontera.

  2. Control parcial o total del Estrecho de Magallanes, para asegurar la soberanía sobre rutas marítimas interoceánicas de extremo sur.

  3. Zonas costeras del sur chileno (por ejemplo en toda la isla de Tierra del Fuego) con bases navales argentinas o zonas bajo administración argentina.

  4. Derechos de navegación asegurados para buques argentinos en aguas del Pacífico adyacentes, con tratados favorables de libre paso.

  5. Compensaciones económicas: reparaciones por daños de guerra, indemnizaciones, acceso preferencial a recursos marítimos (pesca, potenciales hidrocarburos).

  6. Limitaciones militares para Chile, como restricciones al rearmamento en el sur o creación de zonas desmilitarizadas, supervisadas internacionalmente.

  7. Cláusulas diplomáticas y de reconocimiento que obligaran a Chile a reconocer formalmente la victoria argentina, declarar vacíos ciertos tratados y aceptar una redefinición de fronteras marítimas favorables a Argentina. Cesión de todo el espacio antártico chileno a Argentina.

     

No obstante, mantener una ocupación extensa del territorio chileno hubiese sido extremadamente costoso y políticamente inviable en lo más mínimo a mediano plazo, por la resistencia interna, la presión internacional y el desgaste logístico humano y militar.

5. ¿Qué hubiese ganado Chile si rechazaba el ataque argentino?

En caso de un contraataque exitoso chileno, o al menos una defensa que frustrara el avance argentino, Chile habría obtenido no sólo la legitimidad internacional sobre su soberanía en el Beagle, sino un fortalecimiento simbólico y político de gran calibre. El mejor resultado posible sería la consolidación de sus derechos sobre las islas en disputa, acompañado de un reforzamiento militar y diplomático en la región.

En un escenario de victoria parcial o total, Chile podría haber presionado por concesiones argentinas en áreas fronterizas donde aún existían ambigüedades, además de reforzar alianzas regionales. Incluso es plausible imaginar que Chile hubiese solicitado compensaciones económicas o logísticas por los daños sufridos, o promovido una condena regional a la agresión argentina.

Políticamente, una victoria chilena habría reforzado al régimen de Pinochet, dándole mayor margen interno y externo. Por contraste, una derrota argentina habría debilitado aún más a una Junta ya dividida, acelerando el desgaste del régimen militar y probablemente alterando el curso que llevaría a la guerra de Malvinas cuatro años después.

Si Chile rechazaba el ataque: ganancias máximas para Chile

En el escenario de una defensa exitosa con contraataques efectivos, Chile podría reclamar condiciones ventajosas al final del conflicto:

  1. Confirmación y reforzamiento de su soberanía sobre Picton, Lennox y Nueva — el reconocimiento internacional de su propiedad sobre las islas disputadas.

  2. Concesiones territoriales menores en zonas limítrofes donde hubiese disputas poco claras o franjas terrestres limítrofes que pudieran ser negociadas.

  3. Compensaciones económicas por daños de la agresión argentina, indemnizaciones por destrucción de infraestructura, pérdidas civiles o militares.

  4. Obligación argentina de reconocer tratados de navegación favorables a Chile o cesión de derechos en algunas rutas marítimas limítrofes.

  5. Garantías de no agresión y limitaciones militares argentinas en el sur, tal vez supervisión internacional en ciertas zonas.

  6. Reparaciones políticas: apoyo chileno en foros internacionales, condenas de agresión argentina y un reforzamiento de la posición diplomática de Chile.


Además, políticamente sería una victoria simbólica de gran magnitud, fortaleciendo el régimen de Pinochet y debilitando la legitimidad de la junta argentina. Una derrota argentina —pese a sus recursos— habría acelerado el desgaste de su gobierno militar.

 

6. Finalizando

En diciembre de 1978, el Cono Sur estuvo a un suspiro de presenciar un enfrentamiento bélico que pudo haber cambiado el rostro geopolítico de Sudamérica. La tensión entre Argentina y Chile por la soberanía de las islas del Canal Beagle alcanzó un punto álgido, al borde de la guerra abierta. La intervención diplomática del papa Juan Pablo II evitó el estallido final. Pero, ¿qué habría pasado si esa mediación no hubiese llegado a tiempo? ¿Qué escenarios se habrían desplegado si el primer disparo hubiese sido respondido? Eso hemos estado intentar responder en este blog en diversos posteos.

Este conflicto no desatado sigue siendo uno de los mayores "y si" de la historia sudamericana reciente. Las condiciones estaban dadas, las tropas movilizadas, y las órdenes redactadas. Sólo una inesperada mediación papal evitó que el fuego se abriera en la Patagonia. El análisis de sus posibles consecuencias nos recuerda cuán delgada es, a veces, la línea entre la paz y la guerra.

¿Quién habría ganado? Es posible que nadie. Es posible que Argentina. Es imposible que Chile.

SSK: Clase Oberon

Submarinos de la clase Oberon (1959)


Reino Unido (1958-68) – HMS Oberon Odin Orpheus, Olympus, Osiris, Onslaught, Otter, Oracle, Ocelot, Otus, Opossum, Opportune, Onyx, Onyx (1960-1995).

Naval Encyclopedia


La clase Oberon estuvo compuesta por 27 submarinos de diseño británico, también exportados a cinco armadas. Fueron diseñados como sucesores de la clase Porpoise, muy similares, pero con una construcción más robusta, mejor silenciamiento y mejoras generales. Como arma principal de la Marina Real Británica durante la Guerra Fría, se encargaron de la vigilancia, el seguimiento y el seguimiento de buques soviéticos y la monitorización de otros submarinos, así como de operaciones especiales, entregándolos y recuperándolos en misiones que aún hoy se consideran clasificadas. Posteriormente, sirvieron como barcos de entrenamiento y objetivos para el entrenamiento antisubmarino, con un servicio excepcionalmente prolongado hasta el año 2000. Muchos historiadores los elogian y reconocen hoy como la mejor clase de submarino convencional de su época, conocidos por su notable silencio hasta que el Tipo 212 alemán lo superó. También constituyeron, hasta su reciente reemplazo, la mayor parte de la fuerza de submarinos de las Armadas de Australia y Canadá.

Desarrollo

Para cuando se construyó el último de estos (el Hyatt chileno, comisionado en septiembre de 1976), la USN se había inclinado por un nuevo diseño de SSN en "lágrima" e intentó lograr niveles de silencio sin precedentes. Sin embargo, los Oberon seguían siendo relevantes en ese aspecto, especialmente en comparación con sus homólogos soviéticos. Mientras tanto, Gran Bretaña se quedó con el diseño Porpoise, tras la estimación de que el sigilo bajo el agua era más importante que la velocidad pura. Después de todo, eran barcos versátiles, no cazadores asesinos. Pero se hicieron más grandes que el Portpoise, con 295,2 pies (90 m), y debían sumergirse a mayor profundidad, con un casco mejorado cuya resistencia no se hizo con el acero UXW, sino con el nuevo acero QT28, más fácil de fabricar y más fuerte. La carcasa estaba hecha de plástico reforzado con fibra de vidrio para hacerla más ligera y mejorar la estabilidad, y también más fácil de reparar.

Los sistemas electrónicos, de sonar y de radar también se actualizaron a los estándares más recientes. Se construyeron en numerosos astilleros (véase más abajo). Los seis submarinos australianos y dos chilenos fueron construidos por Scotts Shipbuilding and Engineering Co. tras su fusión con Scott Lithgow, los tres brasileños por Vickers-Armstrongs y los tres canadienses en Chatham.

Se construyeron entre 1957 y 1978 en cuatro astilleros:

  • Cammell Laird (4),
  • Chatham Dockyard (6),
  • Scotts Shipbuilding and Engineering Company (11) y
  • Vickers-Armstrongs (6).

Trece fueron operados por la Marina Real Británica (RAB), seis por la Marina Real Australiana (RAA), tres por la Armada Brasileña (BRA), tres por la Marina Real Canadiense (RAC), posteriormente rebautizada como Comando Marítimo de las Fuerzas Canadienses (CFA). Esta última también operó dos lanchas de la Royal Navy (RA) para suboficiales. Dos más fueron adquiridos por la Armada de Chile (véase más adelante).

Diseño de la clase

Casco y diseño general



Aunque su casco y diseño general eran muy similares a los de la clase Porpoise anterior, tanto en la forma general del casco como en la aleta, divergían en muchos detalles y terminaban siendo más largos. Desplazaban 2030 t (2000 toneladas largas) en superficie por 2410 t (2370 toneladas largas) sumergidos, frente a 2080 toneladas en superficie/2450 toneladas sumergidos. Una paradoja, ya que eran más largos (90 m) que los 88 m de la clase Porpoise, pero con la misma manga de 8,1 m y un calado de 5,5 m. Para más detalles, véase la clase Porpoise. Sin embargo, el sistema de propulsión era significativamente diferente. A diferencia del Porpoise, en ningún momento se les concedió la intención de llevar un cañón de cubierta.


Un submarino camuflado de la clase Oberón, el HMS Otis (S-18), regresaba a Portsmouth a principios de abril de 1991 tras la Operación Tormenta del Desierto. El submarino y el HMS Opossum (S-19) fueron desplegados en el Golfo para desplegar fuerzas especiales en misiones a Irak y Kuwait. Para poder operar en alta mar, ambos submarinos fueron pintados con camuflaje, lo que confundía la línea de visión mediante contrastes de luces y sombras, principalmente para actividades submarinas en alta mar al amanecer o de noche, con arrecifes y olas en la distancia. (Reddit)

Aparte de su casco mucho más resistente para inmersiones más profundas de hasta 650 pies (200 m), probablemente alrededor de 600 pies para los Porpoises, tenían una cúpula de sonar más generosa en la proa, pero por lo demás eran una repetición del diseño anterior, que mejoró la suspensión para incluso aumentar su reducción de ruido. Esta era su mejor defensa. Aun así, también llevaban el mismo conjunto electrónico con pequeñas diferencias, un mejor control de fuego y operación de control central, estaban mejor provistos de aire acondicionado y tenían espacio adicional para una tripulación comparable. Sin embargo, no fueron populares ya que algunas modificaciones llevaron a retirar las literas de tres camas. Para protección activa llevaban como los Boats anteriores un par de torpedos defensivos de autoguiado Mark 20S cortos de popa (ver abajo), y por primera vez un MEL Manta UAL o más tarde el sistema de alerta de radar UA4, elevado en la aleta. Su conjunto hidroacústico también fue mejorado en comparación con la clase anterior. En resumen, mientras que los Porpoise anteriores eran una preserie, los Oberon se convirtieron en el modelo de producción, con 27 unidades construidas en lugar de solo 8. De estos, 13 sirvieron en la Marina Real y el resto se exportó a Australia, Canadá, Brasil y Chile (véase más adelante). La venta a Egipto de submarinos de segunda mano dados de baja fracasó.

Planta motriz



Compartimento del motor del HMS Otus en el Museo de Sassnitz, dos motores diésel V16

Los Oberons eran SSK típicos con propulsión diésel-eléctrica. Cuando los diésel estaban en superficie, los generadores recargaban las baterías de plomo-ácido, proporcionando propulsión submarina.
El núcleo estaba formado por dos motores diésel V-16 ASR1 16VMS, modelo Admiralty, que impulsaban cada uno un generador de 1280 kW y 880 V. Contaban con embragues para alimentar directamente dos motores eléctricos de 3000 bhp (2200 kW), conectados a cada hélice, o bien, para cargar las baterías. Los diésel solo podían operar con ventilación externa en superficie o bajo el Snorkel, sumergido. Cada snorkel estaba dividido en un tubo que introducía el aire y otro que expulsaba los gases de escape. También contaba con un sistema de ventilación interna que distribuía aire fresco a través del casco presurizado. Sin embargo, el uso del Snorkel nunca proporcionó suficiente aire para un funcionamiento a plena capacidad. Esto solo permitía una operación limitada o crucero, si el clima lo permitía. De hecho, cuando el tiempo era severo, la detección de agua obligaba a cerrar un grifo para evitar la entrada, lo que privaba de aire a los motores y bloqueaba los gases de escape que quedaban dentro. No era la mejor situación.

Los generadores se refrigeraban mediante un ventilador interno situado cerca del eje, que impulsaba aire a través de un filtro, y un intercambiador de calor refrigerado por agua, ubicado dentro de la carcasa. Se añadió un manómetro para la compensación de presión interna y externa. Cada generador, potencialmente ruidoso, estaba montado sobre un pedestal con cojinetes alimentado con aceite del sistema de lubricación del motor diésel para amortiguar las vibraciones. Además, contaba con un calentador interno para evitar la condensación.
Dos baterías completaban este grupo motopropulsor, cada una compuesta por 224 celdas de 2 V, tipo D7420, para una salida nominal de 440 V. Una se ubicaba debajo del compartimento de alojamiento de la tripulación y la otra debajo del compartimento de control. Ambas contaban con un circuito de conmutación para dividir su uso en dos grupos de 112 celdas si era necesario. Podían proporcionar 7420 Ah en menos de cinco horas hasta su descarga completa. El caucho protege el metal de las emisiones ácidas y ofrece un aislamiento eléctrico adicional. También se utilizó madera, con entramado de madera encerada y accesos de acceso, por su resistencia al ácido. El compartimento de la batería cuenta con un sumidero en la parte posterior para recoger cualquier líquido derramado, ya sea agua de mar o ácido. Cada celda pesaba 510 kg (1120 lb) por sí sola, llena de 72 litros (18,5 galones) de electrolito. Se sujetaban con cuñas de madera, lo que facilitaba su mantenimiento y reemplazo. Cada celda estaba conectada mediante cuatro pernos de conexión, cada uno con un electrodo y un tubo agitador que bombeaba aire a través de la celda para mezclar el electrolito constantemente. El agua de refrigeración llegaba a los conectores de los electrodos mediante tuberías para evitar su sobrecalentamiento. La temperatura de toda la batería también se controlaba en todo momento.

El funcionamiento normal implicaba que cada batería se cargaba hasta 560 V, antes de otra hora de carga, hasta 5 horas después de ese umbral para asegurar la carga máxima. Cada dos meses se daba una carga de ecualización durante ocho horas para verificar las celdas. La gravedad del electrolito estaba comprendida entre 1.080 y 1.280. La corriente de carga inicial estaba clasificada para 1650 amperios y caía a 280 amperios cuando se realizaba la carga completa. Sin embargo, a 538 V comenzaron a emitir gas hidrógeno explosivo, por lo que se ajustó la potencia para evitar alcanzar ese nivel de carga. En emergencia, esto podía subir hasta 2000 A. Las baterías debían descargarse completamente cada 4 meses durante cinco horas y luego recargarse. Sus compartimentos estaban sellados para evitar la salida de gases o la entrada de agua salada. Había ventiladores presentes para extraer hidrógeno en todo momento, además de convertidores catalíticos para eliminar el hidrógeno del aire, recombinándolo con oxígeno, después de lo cual se recogía y reciclaba el exceso de agua.

Las baterías proporcionaban corriente continua (CC) variable, con una tensión nominal de 390 a 650 V. Suministraban las bombas de lastre, así como los compresores de agua y aire, los sistemas de ventilación y refrigeración, e incluso todo el sistema hidráulico. Sin embargo, esto se aplicaba a algunos equipos, más sensibles, alimentados por dos conjuntos de generadores de motor auxiliares. Podrían acoplarse a las baterías si fuera necesario para producir una salida estable. Había un suministro de 220 V CC desde estos dos generadores de 100 kW (130 hp), uno de cada batería y dos alternadores trifásicos de 15 kW (20 hp) y 60 Hz para alimentar equipos de 115 o 230 V CA, así como dos generadores más de 15 kW y 400 Hz para 205 V CA. Este último era utilizado por equipos sensibles como el radar, el sonar, el control de tiro y los sistemas de comunicaciones. Por último, había dos generadores de 4 kW (5,4 hp) y una batería de respaldo adicional con una tensión nominal de 24 V CC. Esto proporcionó amplias opciones y copias de seguridad para reiniciar el barco incluso en caso de una pérdida importante de energía.


Panel de control del motor de la hélice: El panel telegráfico (arriba y a la izquierda) mostraba instrucciones emitidas desde la posición del telégrafo del motor junto al puesto del timón en la sala de control, que debían llevarse a cabo.

Las dos hélices estaban conectadas cada una a un motor eléctrico de CC de 3000 bhp, diseñado con dos armaduras separadas pero formando la misma unidad. Estas también estaban amortiguadas mediante bastidores suspendidos. La velocidad podía ajustarse con precisión utilizando las baterías y los motores en diferentes combinaciones en serie y en paralelo. Cuando las baterías se conectaban en paralelo a 440 V, había 110 V en cada eje para velocidad lenta. Cuando se aplicaba a los dos motores en paralelo en configuración de "grupo descendente", se proporcionaban 220 V a cada eje. Cuando ambas baterías se aplicaban en paralelo a través de las cuatro armaduras, alcanzaban el máximo de 440 V cada una, o podían disponerse en serie para 880 V, las cuatro armaduras en paralelo a un máximo de 35 A y una velocidad máxima submarina de 17 nudos, regulada.
Ambos motores eléctricos tenían un cárter de aceite sellado para lubricar los cojinetes. La refrigeración contaba con ventiladores que succionaban aire de la sala de máquinas a través del motor, devolviendo el escape caliente a través de un intercambiador de calor refrigerado por agua. Esto evitó daños por fugas en el enfriador. Un calentador también los mantenía calientes en silencio, evitando la condensación interna.


Controla el timón a bordo de una nave clase Oberon.

Armamento



Tubos de torpedos delanteros del HMS Ocelot.

Los Oberons se planificaron con ocho tubos de torpedos de 21 pulgadas (533,4 mm), seis en la proa y dos más cortos en la popa. No redistribuibles, estaban destinados a la defensa antisubmarina (ASW). La carga normal era de 20 torpedos, todos para los tubos delanteros. Los tipos difirieron con el tiempo, pero pronto se convirtieron en el pilar principal el Mark 24 Tigerfish , completado por los torpedos Mark 8. Dos torpedos Mark 20S precargados se encontraban en los tubos de popa. Podían transportar 50 minas navales en lugar de torpedos, del Mark 5 Stonefish de 533 mm o 21 pulgadas de diámetro o del Mark 6 Sea Urchin. Se podían cargar varias dentro de cada tubo y luego lanzarlas por turnos.

Los tubos lanzatorpedos delanteros se construyeron a partir de dos secciones atornilladas entre sí a través del mamparo. Estaban compuestos por una sección interior de 116 pulgadas de 2,90 m de largo hecha de acero laminado de 0,5 pulgadas (1,3 cm). Estos estaban equipados con bridas soldadas y soportes para mayor resistencia. La sección exterior estaba compuesta por tubos de 175 pulgadas (440 cm) de largo, pero la sección reforzada de 1,125 pulgadas de espesor (2,86 cm) permaneció detrás del mamparo principal. Las bisagras internas de la puerta se colocaron en el casco interior con dos mecanismos de bloqueo resistentes y duraderos, un perno giratorio opuesto a la bisagra y un anillo de bloqueo giratorio unido a los tubos, presionando diez orejetas salientes alrededor de la puerta para mayor seguridad. El extremo exterior estaba completamente sellado con una tapa de proa abovedada. Además, se cerraron obturadores de proa a través de las tapas de proa para preservar la aerodinámica cuando se cerraban al ras.


La sección de proa conservada del HMAS Oxley muestra la cúpula del sonar modificada y una maqueta del conjunto del sonar de proa.

Las tapas y obturadores de proa estaban conectados mecánicamente a la varilla de accionamiento hidráulica dentro del compartimento de torpedos. La tapa de proa externa se abría primero detrás del obturador y se plegaba hacia atrás para crear un tubo de salida liso con enclavamientos que impedían que las puertas de ambos extremos se abrieran simultáneamente (una lección difícil aprendida en el pasado). La puerta interior, además, contaba con una llave de prueba para comprobar si estaba llena antes de abrirse, permaneciendo casi cerrada por el cerrojo giratorio tras soltarse. Otra ventaja era que la cuba interior encamisada no era estrictamente de 21 cm o 540 mm, sino de 22,5 pulgadas o 571 mm, mucho más ancha que el torpedo, para un ajuste más holgado en el interior. Esto proporcionaba espacio adicional para aumentar posteriormente los torpedos o añadir piezas adicionales a sus cuerpos. En cualquier caso, estos torpedos podían dispararse eléctricamente o con aire comprimido.
Los tubos de popa estaban ubicados dentro del tanque de lastre trasero, en el casco exterior. Había una sección saliente de 79 cm (31 pulgadas) a través del mamparo para un torpedo de 3,7 m (12 pies) de largo y 640 mm (25 pulgadas) de diámetro, lo cual era considerable. Es posible que parte de ella contuviera un modelo guiado por cable y, por lo tanto, el cable plegado alrededor del torpedo. Sin embargo, los torpedos Mark 20S se desecharon en la década de 1980 y las bocinas se desmantelaron, pero aún se utilizaban para almacenar cerveza, ya que eran accesibles desde el casco presurizado.

Torpedo Mark 8

El clásico torpedo de ciclo quemador, que entró en servicio en 1927. Fue un recurso habitual en operaciones submarinas durante la Segunda Guerra Mundial y continuó en servicio con grandes reservas después de la guerra. Sin embargo, tenía un rumbo recto con configuraciones clásicas, nada revolucionario, pero estaba disponible en grandes cantidades y podía utilizarse contra objetivos menos importantes durante las patrullas. El Mod 4 fue una evolución de la Segunda Guerra Mundial. Este fue uno de los torpedos operados por el HMS Conqueror y hundió al crucero argentino General Belgrano .

Especificaciones Mark VIII mod 4

Peso 3.452 libras (1.566 kg)
Dimensiones 259 pulgadas (6,579 m)
Propulsión Ciclo del quemador
Ajuste de rango/velocidad 5.000 yardas (4.570 m)/45,5 nudos o 7.000 yardas (6.400 m)/41 nudos
Cabeza armada 805 libras (365 kg) Torpex
Guía Ajuste inicial recto


Es posible que probaran el torpedo Mark 12 (Ferry) de 21″ (53,3 cm) de HPT de 1952, pero se consideraron peligrosos y finalmente no se adoptaron. El submarino de clase "S" de la Segunda Guerra Mundial, el HMS Sidon, cargó dos torpedos Mark 12 el 16 de junio de 1955 para un disparo de prueba, y uno de ellos explotó en su tubo n.° 3, causando la muerte de 13 personas. El submarino quedó inutilizado, al igual que este modelo.

Torpedo Mark 20S

Este fue el primer torpedo británico de reconocimiento pasivo. El modelo adoptado fue el Mark 20S, que entró en servicio en 1955. Por lo tanto, ya se utilizaban con las conversiones T y A. La versión de superficie se abandonó debido a la poca fiabilidad de su sistema de datos de ataque preestablecido, quedando únicamente variantes sublarinas. El Mark 20C fue su sucesor, desarrollado a principios de la década de 1960 y reemplazado por el Tigerfish en la década de 1980.
Estos se instalaron en los tubos traseros del Oberon y se desecharon a partir de 1986.

Especificaciones torpedo Mark 20S

Peso 1.810 libras (821 kg)
Dimensiones 254,5 pulgadas (6,464 m)
Propulsión Batería
Ajuste de rango/velocidad 20S 12.000 yardas (11.000 m)/20 nudos
Ajuste de rango/velocidad 20 °C 7.000 yardas (6.600 m)/23 nudos
Cabeza armada 196 libras (89 kg)
Profundidad máxima Desconocido
Guía guiado activo/pasivo


A pesar de sus numerosos problemas, el Mk 24 Tigerfish entró en servicio en 1970, seguido en la década de 1990 por el nuevo y pesado Spearfish. Este fue el torpedo más avanzado jamás diseñado para submarinos en el Reino Unido.
Contaban con guía por cable, lo que anulaba cualquier contramedida posible. Posteriormente, el cable se cortaba a cierta distancia y un sonar pasivo, seguido de un sistema de búsqueda terminal, lo conducía al objetivo. Era imparable en un radio de 40 km a baja velocidad. Desarrollado a partir de 1965, los primeros prototipos se probaron en 1967 y, sin embargo, no entró en servicio hasta 1979. Se inició un nuevo proyecto que seguía el mismo requisito, pero lo superó con creces, convirtiéndose en el torpedo Spearfish, que reemplazó al Tigerfish a partir de 1988. El Tigerfish fue retirado de la Armada Real en 2004, pero aún es operado por Turquía, Chile, Brasil, Colombia e Indonesia, con una producción de 2184 Mk. 24. Se desarrolló como torpedo básico Mod 0, Mark 24, Mod 1 y 2, de peso pesado, de doble propósito, antisubmarina y antisubmarina. El mejor armamento de los Oberon, aunque su coste es mucho mayor que el del Mark 8.

Especificaciones Mark 24 Tigerfish

Peso 1.550 kg (3.417 libras)
Dimensiones 6,5 m (21 pies) x 533 mm (21 pulgadas)
Propulsión Baterías de cloruro de óxido de plata y zinc
Ajuste de rango/velocidad 39 km (43 000 yd) a baja velocidad, 13 km (14 000 yd) a 35 nudos
Cabeza armada Torpex de 134 a 340 kg (295 a 750 lb)
Profundidad máxima Desconocido
Guía Sonar de adquisición pasiva por sonar/localización terminal guiado por cable hasta el punto


Minas Stonefish

Desarrollado en el Reino Unido, pero cumpliendo una especificación de la RAN para su propia clase de submarinos Oberon, la clase Oxley. Tenía 533 mm (21 pulgadas) de diámetro, pero la mitad de la longitud de un torpedo estándar, y utilizaba una ojiva en PBX aluminizado. Fueron diseñados para aeronaves de ala fija, helicópteros, buques de superficie y submarinos. Utilizaban un microprocesador de explosión computarizado con sensores de detección de objetivos acústicos, magnéticos y de desplazamiento por presión del agua. También fueron operados por el SSK de la clase Collins.

Sensores


Estaban equipados con un radar de búsqueda y navegación de superficie tipo 1002, un sonar de ataque activo-pasivo tipo 187 y un sonar pasivo de largo alcance tipo 2007.

  • Radar tipo 1002: opera en banda X, alerta y medición de distancia superficie+aire. Antenas tipo AKU(3) o AKS(2) para modo de 360° o sectorial. Visualizaciones en un osciloscopio PPI y un osciloscopio A para medición de distancia. FRQ 9650 MHz ± 50 MHz (banda X), frecuencia de repetición de pulsos (PRF): 400 a 500 Hz o 2000 a 2500 Hz, ancho de pulso 1 µs o 0,2 µs, potencia pico 30 kW.
  • Sonar Tipo 187: modelo de 1953, para ataque activo-pasivo. Utilizaba una carcasa de domo en la proa.
  • Sónar Tipo 2007: Sónar pasivo de largo alcance montado en el casco, mejorado a partir de la clase Oberon.
  • Sónar Tipo 2009: Sistema de reconocimiento acústico subacuático.
  • Conjunto de ECM UAH: Diseñado por L3Harris (no hay más datos).



Consola de control de fuego


Periscopio de ataque



El HMS Oberon como el HMS Otus terminado en 1991 con su camuflaje de la Guerra del Golfo y operaciones especiales.

Especificaciones de la clase Oberon.

Desplazamiento En superficie 2.030 t, sumergido 2.410 t
Dimensiones 295,2 x 26,5 x 18 pies (90 x 8,1 x 5,5 m)
Propulsión 2 ejes diésel Admiralty V16 de 1.840 hp, 2 generadores de 1.280 kW, 2 EM de 3.000 hp
Velocidad 12 nudos (22 km/h; 14 mph) en superficie, 17 nudos (31 km/h; 20 mph) sumergido
Rango 10.350 millas náuticas (19.170 km; 11.910 mi) en superficie a 10 nudos
Armamento 6 tubos de proa de 21 pulgadas, 20 torpedos, 2 tubos de popa cortos de 21 pulgadas. 50 minas.
Profundidad de la prueba 650 pies (200 m)
Sensores Radar Tipo 1002, sonar de ataque AP Tipo 187, sonar LRP Tipo 2007, Manta, radar de alerta UA4
Multitud 7 oficiales + 62 marineros