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lunes, 15 de septiembre de 2025

Caza furtivo: Proyecto ATF de Lockheed Skunk Works

Desarrollo del avión ATF en Lockheed Skunk Works

Genezis




Los estudios de diseño del avión ATF comenzaron en Lockheed Skunk Works a principios de la década de 1980. Las configuraciones iniciales eran altamente no convencionales, ya que se basaban en el éxito del F-117A, cuya existencia aún era clasificada en ese momento.


Entre las diversas configuraciones evaluadas, se consideró una variante naval con un motor único, capacidades STOVL (despegue corto y aterrizaje vertical) y alas plegables. Su característica distintiva era que el despegue corto y aterrizaje vertical se lograban mediante un ventilador de sustentación, impulsado por el motor principal a través de un eje de transmisión. Esto refuta directamente la afirmación de que un sistema similar fue desarrollado únicamente en la Unión Soviética por la OKB Yakovlev. En realidad, ambos lados del Telón de Acero llegaron a la misma solución, aunque Yakovlev la perfeccionó y creó el MFI a partir de ella.


Otro aspecto destacado fue una campaña de desinformación, que presentó un diseño con configuración canard-delta, grandes alas delta y toberas traseras, similares a los estudios iniciales del ATF de Northrop. Sin embargo, este diseño no era una propuesta seria, sino un intento de confundir a la inteligencia soviética.

Estabilización del diseño del ATF y alianza industrial

 

 

Para mediados de 1985, el diseño se había consolidado en una configuración relativamente convencional, que no solo cumplía con los requisitos de baja detectabilidad (stealth), sino que también mostraba una maniobrabilidad excepcional en un amplio rango de velocidades, con un arrastre aerodinámico optimizado para el vuelo supersónico sostenido (supercrucero). Ese mismo año, Lockheed decidió unirse a otras compañías. Se concluyó que, si bien Lockheed podía competir en solitario en la primera fase de la competencia ATF, ganar el programa completo requeriría un esfuerzo conjunto.

Después de un año de análisis y negociaciones, Lockheed, Boeing y General Dynamics firmaron un acuerdo de cooperación en junio de 1986, aunque cada una continuó compitiendo con su propio diseño.

 

El 31 de octubre de 1986, se anunciaron los resultados de la competencia. Lockheed y Northrop recibieron cada uno un contrato de 691 millones de dólares para construir y probar dos prototipos. Según el acuerdo, Lockheed asumió el liderazgo del programa, con Sherman Mullin como director general del ATF y Jack Gordon como jefe de proyecto (reemplazado por Micky Blackwell en diciembre de 1987). Randy Kent dirigió el proyecto en General Dynamics (Fort Worth), y Dick Hardy supervisó el desarrollo en Boeing Military Airplanes (Seattle).

A principios de noviembre de 1986, el consorcio finalizó los datos preliminares de diseño, dando inicio al desarrollo conjunto de la configuración definitiva. Sin embargo, esto resultó ser más complicado de lo esperado. Para julio de 1987, el consorcio concluyó que la configuración actual era insostenible, tanto desde un punto de vista técnico como competitivo. Como resultado, el 13 de julio, comenzaron a desarrollar un nuevo diseño, tarea que no se completó hasta enero de 1988.

Desarrollo y pruebas del YF-22A

 

El primer prototipo YF-22A (N22YF), propulsado por motores General Electric YF-120, realizó su primer vuelo el 29 de septiembre de 1990 desde las instalaciones de Lockheed en Palmdale hasta la Base Aérea de Edwards, con el piloto de pruebas Dave Ferguson en los controles. Durante el vuelo, el tren de aterrizaje permaneció extendido, probablemente debido a problemas de software, los cuales impidieron su retracción hasta el quinto vuelo.

El segundo prototipo (N22YX) voló por primera vez el 30 de octubre de 1990, con Tom Morgenfeld, piloto de pruebas de Lockheed, a los mandos. El programa inicial de pruebas de vuelo concluyó tres meses después, el 28 de diciembre de 1990, tras 74 vuelos y 91,6 horas de vuelo acumuladas.

El YF-22A, con su diseño relativamente convencional, incorporó dos características clave para lograr su baja detectabilidad (stealth):

  1. Forma trapezoidal, con todos los bordes y superficies críticas alineados en un ángulo de 48 grados.
  2. Superficies con ángulos constantes, en las que todos los elementos estructurales transicionaban sin interrupciones desde la nariz hasta la cola, evitando protuberancias innecesarias.

Adicionalmente:

  • El compresor del motor estaba protegido por un conducto en forma de S simplificado.
  • El armamento se alojaba en dos compartimientos laterales y una bodega central.
  • Varias cubiertas, incluidas las de tren de aterrizaje, bodegas de armas y toberas de escape, presentaban bordes serrados para reducir la firma de radar.
  • Los motores Pratt & Whitney F-119-100 equilibraban empuje vectorial con baja firma infrarroja.
  • Las emisiones electromagnéticas se reducían mediante un radar Westinghouse LPI y una aviónica totalmente integrada.

Selección final y contratos de producción




El 31 de diciembre de 1990, Lockheed presentó su propuesta final de desarrollo y producción en la Base Aérea Wright-Patterson. Tras tres meses de evaluación, el YF-22A fue declarado ganador de la competencia ATF.


  • El prototipo con motores Pratt & Whitney permaneció en la Base Aérea de Edwards para más pruebas, pero sufrió graves daños en un accidente el 25 de abril de 1992.
  • El segundo prototipo fue trasladado a Marietta, Georgia, donde se utilizó como maqueta a escala real para el desarrollo posterior, la planificación de producción y la integración de sistemas.
  • El consorcio liderado por Lockheed firmó un contrato de 9,55 mil millones de dólares para la construcción de 11 aviones de preproducción y dos células de prueba para ensayos de fatiga y carga estática.

Pruebas y despliegue operativo del F/A-22A Raptor




El primer avión de preproducción (número de serie 4001) voló el 7 de septiembre de 1997, con Paul Metz como piloto de pruebas. Las pruebas continuaron hasta 2002, dando paso a las evaluaciones operativas del AFOTEC (Centro de Pruebas y Evaluación Operacional de la Fuerza Aérea) con el 422° Escuadrón de Pruebas y Desarrollo, 53° Ala, en la Base Aérea de Nellis, Nevada.



El 23 de octubre de 2002, la USAF recibió su primer F/A-22A Raptor de producción (número de serie 99-4010).

Desarrollo posterior y legado



No pasó mucho tiempo antes de que el primer Raptor fuera desechado tras un accidente.

El diseño base del F/A-22 Raptor también fue adaptado para el programa Interim Bomber, sirviendo como base para el desarrollo del bombardero furtivo F/B-22.


martes, 24 de junio de 2025

Caza naval embarcado: Emerge el furtivo J-35

El caza furtivo naval chino J-35, visto como nunca antes


Una nueva foto ofrece nuestra mejor vista hasta la fecha del
Shenyang J-35, el caza embarcado de nueva generación de China. Forma parte de una oleada de imágenes que muestran algunos de los aviones militares más recientes de China con un detalle inusual. En marcado contraste con las fotos borrosas o muy editadas que nos son familiares en el pasado, estas diversas imágenes de alta calidad ofrecen una fascinante instantánea de la amplitud de los avances que se están produciendo actualmente en el sector aeroespacial militar de China.


La foto del J-35 que encabeza esta noticia empezó a circular recientemente en redes sociales y, al tratarse de un estudio aire-aire, es casi seguro que proviene del Ejército Popular de Liberación (EPL) o de otra fuente oficial del estado chino. En ella, vemos dos prototipos del J-35 en formación cerrada. De estos, el de serie 3501 está equipado con un tubo de Pitot para pruebas de vuelo, mientras que el de serie 3506 parece estar más cerca de un estándar de producción, con su radomo probablemente albergando un radar.

Como ya hemos mencionado, el acabado exterior general del J-35 es notablemente liso, acorde con sus requisitos de baja observabilidad. Sin embargo, ambos aviones incorporan una lente Luneburg (reflector de radar) ventral atornillada. Esto es habitual en los cazas furtivos cuando no se requiere baja observabilidad, cuando puede suponer un reto para volar en espacio aéreo denso o cuando se oculta la verdadera firma del avión a la inteligencia extranjera.

Mientras tanto, otro par de fotos del número de serie 3506, de calidad algo inferior, resultan muy interesantes. Vistas desde atrás, ofrecen una mejor visión de los motores, que se cree son turbofán WS-13E de fabricación local, con distintivas toberas dentadas. Basándose en esta misma imagen, se ha especulado que podría mostrar un puerto para cañones, sobre la toma de aire izquierda. De ser cierto, sería el primer indicio de que el J-35 cuenta con un cañón interno, una característica que ha sido especialmente problemática en el F-35 , del que la prensa generalista suele describir al avión chino como una copia.


Por supuesto, en esta vista no son evidentes los diversos sensores y armas avanzados que se espera que incorpore el J-35, incluido un radar de matriz escaneada electrónicamente activa (AESA).

Una variante navalizada del FC-31 terrestre , el primer prototipo del J-35 en vuelo , al menos que sepamos, realizó su primer vuelo en octubre de 2021, luciendo una imprimación azul verdosa y con el número de serie 3501. El segundo prototipo del J-35 en vuelo conocido, con el número de serie 3503, fue avistado posteriormente en julio de 2022 con un esquema de pintura táctica gris de baja visibilidad. Se especuló con la posibilidad de fotografiar un tercero en vuelo en septiembre de 2023, aunque, como señalamos entonces , la calidad de las imágenes dificultó determinar si se trataba de un J-35 navalizado o de una variante terrestre del FC-31.


Otro prototipo del derivado navalizado del J-35, número de serie 3503. 
Internet chino

Desde entonces, hemos tenido indicios crecientes de que el J-35 podría eventualmente operar desde los dos portaaviones en servicio de la Armada del Ejército Popular de Liberación (PLAN), el Tipo 001 Liaoning y el Tipo 002 Shandong, así como desde futuros portaaviones equipados con catapultas y mecanismos de detención, incluido el Tipo 003 Fujian, que ahora está siendo sometido a pruebas previas al servicio.

A finales del año pasado, China presentó públicamente el J-35A, una versión de caza furtivo terrestre del FC-31/J-35 que ha estado en desarrollo durante algún tiempo y sobre el que puedes leer con más detalle aquí.


La primera foto oficial del J-35A con base en tierra se publicó en noviembre de 2024
a través de internet chino.

También crece la especulación de que Pakistán se convertirá en el primer receptor de exportación del J-35 (probablemente bajo la designación FC-31). A principios de 2024, el jefe de la Fuerza Aérea de Pakistán (PAF), el mariscal jefe del aire Zaheer Sidhu, declaró que la fuerza planeaba comprar los cazas furtivos, como comentamos en su momento . A principios de este mes, el gobierno de Pakistán declaró en X que el país había recibido 40 aviones furtivos Shenyang J-35 de quinta generación, sistemas de alerta temprana y control aéreo Shaanxi KJ-500 (AEW&C) y sistemas de defensa aérea HQ-19 de China, según una traducción en línea.

Además de las nuevas fotos del J-35, recientemente se han publicado varias imágenes que muestran otra aeronave que será un componente crucial de las futuras alas aéreas de portaaviones de China. Se trata del avión de alerta temprana y control aéreo (AEW&C) embarcado KJ-600, un modelo que también hemos analizado en profundidad en el pasado.

Nuevas fotografías del KJ-600 en el aire también nos brindan la mejor visión de esta aeronave, incluida su gran similitud con el E-2 Hawkeye, que cumple la misma función a bordo de los portaaviones de la Marina de los EE. UU.


Una de las nuevas fotografías del avión AEW&C embarcado KJ-600.
vía X






El KJ-600 inició sus pruebas de vuelo en otoño de 2020 y está siendo desarrollado por Xi'an Aircraft Company. Una vez integrado a bordo del
Fujian (y probablemente de otros portaaviones de la PLAN que lo seguirán), el avión radar aportará importantes beneficios a la PLAN en general, como ya describimos:

En cuanto al papel que desempeñará el KJ-600 en el ala aérea que la PLAN parece estar ensamblando para su nuevo portaaviones de Fujian, se encargará de ampliar drásticamente el alcance del radar del portaaviones, especialmente para detectar objetos a baja altura o incluso contactos en la superficie, de forma similar a como opera el E-2. Esto se suma a su función como gestor del espacio de batalla. Los controladores a bordo guiarán las aeronaves según sea necesario y funcionarán como elementos centrales de mando y control, así como de conocimiento del espacio de batalla, para misiones altamente coordinadas. La imagen de radar del KJ-600 y los datos de otros sistemas de sensores pasivos se vincularán al grupo del portaaviones y a otras aeronaves tácticas para su explotación en tiempo real. Funcionar como nodo central de fusión y retransmisión de datos también es una buena posibilidad.

Hay otro nuevo tipo chino que hemos podido ver mejor hasta ahora, también una plataforma AEW&C, en este caso, el KJ-3000 con base en tierra.


Una nueva vista del avión pesado AEW&C KJ-3000.
vía X


Las primeras fotos de baja calidad del KJ-3000 comenzaron a aparecer en diciembre pasado,
como informamos en su momento . Basado en el  avión de carga Y-20 de cuatro reactores , el KJ-3000 forma parte de una flota de aviones AEW&C chinos en rápida expansión y diversificación, que también incluye múltiples iteraciones basadas en la serie de aviones de transporte Y-9 de cuatro turbohélices. El KJ-3000 entra en la categoría de "peso pesado" y se espera que complemente, y eventualmente reemplace por completo, al KJ-2000 Mainring, que es, hasta la fecha, el avión AEW&C dedicado más grande de China. Puede leer sobre él y los desarrollos AEW&C más amplios de China en este artículo detallado anterior.

Finalmente, también hay nuevas imágenes impresionantes de algunos aviones militares chinos más consolidados. Las fotos incluidas en el tuit a continuación ofrecen excelentes vistas del caza furtivo J-20, el caza embarcado J-15T, el portamisiles H-6N y el avión de guerra antisubmarina Y-9FQ.



Es dudoso que la aparición de estas fotos indique un nuevo grado de apertura en China. Por otro lado, Pekín claramente desea dar a conocer los recientes logros militares, al menos cuando se considera apropiado o ventajoso. En cualquier caso, las imágenes sin duda subrayan el drástico progreso que se está logrando en la aviación militar china.

jueves, 19 de junio de 2025

Caza no tripulado (colaborativo) Baykar Kizilelma

El 'as en la manga' que Ucrania guarda contra Rusia empezará a fabricarse este año

La compañía Baykar ha confirmado que este año fabricará 12 unidades de su nuevo caza de combate autónomo utilizando motores a reacción ucranianos



Foto: El espectacular Kizilelma es un caza autónomo con perfil de radar reducido que puede convertirse en el terror de los rusos en Ucrania


Por Jesús Díaz || El Confidencial


La empresa turca Baykar va a fabricar 12 unidades de su nuevo caza ‘invisible’ de combate Kizilelma este año, según afirma la publicación de defensa turca Savunma Sanayi. Este caza sin piloto usará motores a reacción AI-322F y AI-25TLT fabricados en Ucrania por la empresa pública de defensa Ivchenko-Progress.

El fabricante del Bayraktar TB2 —el dron barato equipado con motor de hélice que se convirtió en la pesadilla del ejército ruso durante la invasión de Ucrania y fue clave para parar el avance de las tropas de Putin junto con las baterías de misiles Himars y los cohetes antitanque Javelin— comenzó a probar el Kizilelma el año pasado.

La compañía ha continuado impresionando a los analistas con cada prueba de este avión de combate autónomo. En un principio, la armada turca quiere estas máquinas sin piloto para equipar su buque anfibio TCG Anadolu L-400, un pequeño portaaviones y carguero de unidades de desembarco y asalto.

Sin embargo, dada la especial relación que el gobierno de Kiev tiene con Baykar —cuyo fundador y diseñador jefe ha declarado muchas veces que se mantienen hombro con hombro con Ucrania para batir al dictador ruso— y el origen de sus motores, es muy posible que veamos al Kizilelma realizando ataques en alguno de los frentes ucranianos. Según la compañía turca, este caza de combate furtivo tendrá tanta potencia de fuego como el MQ-9 Reaper de los EEUU pero tendrá un perfil de radar mucho más reducido y volará mucho más rápido: podrá llegar hasta una velocidad de crucero supersónica gracias a los motores a reacción proporcionados por sus aliados.


El Kizilelma sobre la cubierta del TCG Anadolu detrás de un Bayraktar TB2. (Reuters)

La primera unidad del Kizilelma —que comenzó su desarrollo hace ya casi una década— realizó sus primeras pruebas en tierra en las pistas del centro de pruebas de vuelo y entrenamiento de Akinci, en el noroeste turco, a finales del año 2022. Después de este primer éxito, la compañía turca tiene ya planeado el primer vuelo. Aunque todavía no ha anunciado fecha concreta, Selçuk Bayraktar —presidente y arquitecto principal de este y los otros drones de Baykar— parece muy optimista. No nos extrañaría verlo en el aire antes de fin de año, en preparación a su fabricación en serie y despliegue anunciado para el año que viene.

La conexión entre Baykar y el Gobierno ucraniano es clara. No solo los segundos comparten su tecnología de propulsión con los primeros, sino que, además, comparten una profunda aversión al Gobierno totalitario de Vladímir Putin. Según dijo el CEO de Baykar a la BBC, "nuestra amistad y cooperación con Ucrania ha continuado durante muchos años. Por lo tanto, no importa cuánto dinero se nos ofrezca, francamente (...). Todo nuestro apoyo está completamente del lado de Ucrania, porque tenemos una conexión muy fuerte, y Ucrania está experimentando ataques muy injustos, agresivos e infundados. Nada eclipsará nuestra cooperación con Ucrania, independientemente de la cantidad ofrecida, nuestra posición sobre este asunto es clara".


Vídeo de las primeras pruebas del caza de combate autónomo Kizilelma.

Así, es más que razonable pensar que el bautismo de fuego del Kizilelma será muy probablemente contra las fuerzas armadas rusas. Si la guerra dura lo suficiente, claro, algo que, lamentablemente, parece que será así.


Un dron turco con corazón ucraniano

Kizilelma significa ‘manzana roja’ en turco, quizá por ser una fruta prohibida que hasta ahora estaba reservada a potencias de primer nivel como los Estados Unidos. Su diseño y especificaciones son impresionantes.


Vista del Kizilelma durante sus pruebas de rodaje en pista. (Baykar)

Según la compañía turca, el Kizilelma tiene tanta potencia de fuego como el MQ-9 Reaper de los EEUU, pero cuenta con un motor a reacción que le permite volar a casi la velocidad del sonido en su primera versión. El plan es que la siguiente actualización ofrezca capacidad supersónica.

Los motores son precisamente uno de los aspectos más significativos del Kizilelma: la primera versión utiliza un motor turbofán Ivchenko-Progress AI-25TLT. Este motor ucraniano no tiene modo afterburner y no alcanza velocidad supersónica, pero la compañía turca afirma que las siguientes versiones estarán equipadas con un AI-322F que sí tiene afterburner y previsiblemente hará que este caza supere el Mach 1.


Vista del Kizilelma durante sus pruebas de rodaje en pista. (Baykar)

Aún sin el segundo motor, esta máquina es más rápida que el mejor y más potente de los drones actuales, el General Atomics MQ-20 Avenger de los EEUU. En su contra: no puede llevar tanto armamento como el Avenger —1.500 kilogramos de misiles y bombas contra 2.900 kilogramos— ni volar tan alto —con un techo de 12.000 metros contra los 15.240 metros del americano—. Esto no tiene importancia porque sus misiones serán diferentes. La ventaja del Kizilelma estará en su velocidad y en su bajo perfil de radar (aunque no entraría dentro de la categoría de avión invisible).

Compite directamente con tecnología de los EEUU

Sin embargo, es una máquina mucho más sofisticada que el Avenger o el Predator de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. El caza turco es capaz de despegar y aterrizar de forma 100% autónoma, asegura Baykar, con la capacidad añadida de que puede despegar y aterrizar en pistas tan cortas que es apto para utilizarse desde pequeños portaaeronaves, incluso sin sistema de catapultas integrado, como el Juan Carlos I de la Marina española. La máquina, según el fabricante, también ha sido diseñada para ser furtiva, con un perfil de radar bajo y bahías de armas internas.


Vista del Kizilelma durante sus pruebas de rodaje en pista. (Baykar)

El Kizilelma también es un caza autónomo sorprendentemente sofisticado cuando lo comparas con máquinas norteamericanas de nueva generación como el Murciélago Fantasma —MQ-28 Ghost Bat, fabricado por Boeing—, el Kratos XQ-58 Valquiria y el Espada Oscura china —bajo estas líneas—, cuyo diseño es muy similar al caza turco.


El caza de combate chino no tripulado Dark Sword.

La otra cuestión clave para los conflictos militares del futuro, donde los cazas autónomos volarán en grandes números en una guerra de desgaste donde ganará el que tenga la inteligencia artificial más avanzada y el mayor número de unidades, será el precio. Aún no se conoce, pero es previsible que sea más barato que sus rivales norteamericanos. 


Desde este blog ya propusimos que FAdeA invierta en desarrollar o producir bajo licencia cazas no tripulados colaborativos que operan en conjunto con los F-16 que arribarán en Diciembre. 

Scaled Composites Vanguard: Un proyecto para cambiar FAdeA y traerla al Siglo 21



miércoles, 23 de abril de 2025

Proyección de poder aéreo: China puede atacar desde el espacio con cazas cohetes

Avión cohete chino ataca prácticamente desde el espacio: es muy posible

Roman Skomorokhov || Revista Militar





El 26 de diciembre de 2024, China sorprendió al mundo al lanzar al aire no uno, sino dos nuevos prototipos de cazas que encarnan su visión de los sistemas aéreos de próxima generación: el Chengdu J-36 y el Shenyang J-XX/J-50.

 

A través de una cadena de filtraciones cuidadosamente dosificadas —porque, seamos sinceros, si alguien sabe guardar secretos militares, es el Imperio Celestial—, China ha dejado entrever una jugada que nadie vio venir. Dos aeronaves, completamente nuevas, salieron a la luz: un enorme avión sin cola y con ala en forma de diamante, identificado como J-36 (fuselaje número 36011), fabricado por Chengdu, y otro de menor tamaño —aunque igualmente imponente— de ala lambda, desarrollado por Shenyang, conocido de forma extraoficial como J-XX o J-50.

Que China estuviera trabajando en su propia visión de un sistema de combate aéreo de sexta generación era un secreto a voces. Pero nadie esperaba que dieran este paso tan pronto. Y mucho menos, que lo hicieran con semejante contundencia.

Primero, porque todos asumían que Estados Unidos marcaría el rumbo en este terreno. Su programa NGAD (Next Generation Air Dominance) había dominado el discurso sobre los cazas del futuro, y parecía cuestión de tiempo hasta que los norteamericanos se llevaran el primer aplauso. Pero China se adelantó.

Segundo, porque no se trató de una única plataforma experimental. China reveló dos programas distintos, desarrollados por dos fabricantes competidores, que avanzan en paralelo en investigación, desarrollo y producción. Chengdu y Shenyang, ambos trabajando al unísono, pero por caminos separados, hacia una misma meta: redefinir el dominio aéreo.

Y así, de un momento a otro, China no solo presentó su primer caza de sexta generación. Presentó también el segundo. Con apenas unas horas de diferencia.

No hay otra forma de decirlo: 2025 arrancó con China en el centro del escenario de la aviación militar global. Mientras otros hablaban del futuro, ellos lo pusieron a rodar por la pista.

Hoy, todas las miradas están puestas en una sola silueta: la del Chengdu J-36. No porque sepamos exactamente qué es —todo lo contrario—, sino porque lo que rodea a esta máquina está envuelto en una neblina de misterio, lo que, en tiempos como estos, es casi una invitación a imaginar. Diseño, capacidades, propósito… el J-36, creación inesperada de Chengdu Aerospace Corporation (CAC), nos deja espacio para especular, y eso lo hace aún más fascinante.

Lo que sí se ha filtrado —en fotos y videos cuidadosamente controlados— revela un avión con diseño de ala en diamante, sin superficies de cola. Un auténtico “ala volante” futurista. En sus primeras apariciones, el J-36 estaba propulsado por dos motores turbofán, pero luego surgieron imágenes que mostraban un tercer motor, algo que abrió una cascada de preguntas.

En cuanto a su tamaño, el J-36 es considerablemente más grande que el ya imponente J-20, también desarrollado por Chengdu. Algunos analistas estiman una longitud de 23 metros y una envergadura de 19,2 metros, lo que lo ubica por encima del J-20, que mide 20,3 m de largo con una envergadura de 12,88 m. A partir de eso, se proyecta un peso máximo al despegue (MTOW) de entre 50 y 60 toneladas.

¿Y qué clase de caza necesita ese tonelaje? Para ponerlo en contexto, el Su-34 ruso, que es más un bombardero táctico que un caza puro, tiene un peso bruto al despegue de 45 toneladas. Y aquí estamos hablando de un supuesto caza de superioridad aérea, con una masa comparable —o incluso superior— a la de un bombardero pesado.

Y no olvidemos los tres motores. Una decisión que ha generado tanto desconcierto como teorías. Algunos apuntan a la falta de empuje suficiente de los propulsores chinos más avanzados, como los WS-15, que, según datos disponibles, generan unos 16.000 kgf de empuje cada uno. En comparación, los motores del Su-34 —AL-31F-M1— entregan alrededor de 13.000 kgf. Sobre el papel, los WS-15 superan esa cifra. Pero claro, está el eterno talón de Aquiles de la ingeniería china: la fiabilidad.

Si el J-36 necesitara realmente tres motores para alcanzar su rendimiento esperado, algo no cuadra con la idea de un caza ágil y maniobrable. Con dos WS-15 debería poder despegar… pero no necesariamente combatir con la agilidad que exige el dogfight moderno. Y sin maniobrabilidad, ¿sigue siendo un caza? O estamos, tal vez, ante un nuevo tipo de plataforma, más cercana a un bombardero sigiloso, un lanzador de armas hipersónicas, o incluso un nodo aéreo de guerra electrónica o control de enjambres.

Lo cierto es que, por ahora, el J-36 no despeja las dudas. Las multiplica.
Y eso lo hace aún más intrigante.


La elección de tres motores en el diseño del J-36 no es un simple capricho de ingeniería. Es, en muchos sentidos, una anomalía en el mundo de la aviación de combate moderna, donde la eficiencia, la maniobrabilidad y la reducción de peso mandan. Pero China, una vez más, parece estar jugando con sus propias reglas.

Una posibilidad es que Chengdu esté apostando al desarrollo definitivo del WS-15, el motor de quinta generación chino que promete empuje suficiente para mantener vuelo supersónico sostenido y mejorar radicalmente la relación empuje-peso. Pero lo interesante aquí no es solo el empuje. La adición de un tercer motor podría tener objetivos mucho más ambiciosos.

Más allá de mover una estructura pesada, tres motores significan también una enorme generación de energía eléctrica. Y eso podría ser la clave. Porque un caza de sexta generación no solo debe volar: debe ver más, procesar más, comunicarse más y defenderse más. Sistemas de guerra electrónica avanzados, sensores multifrecuencia, radares AESA, enlaces de datos de alta capacidad, e incluso armamento defensivo de nueva generación —como láseres de alta energía (HEL) o microondas de alta potencia (HPM)— requieren una cantidad colosal de energía y refrigeración.

Visto así, la configuración del J-36 parece mucho menos una rareza y mucho más una pieza central del concepto chino de guerra aérea del futuro. Un sistema de combate aéreo en red, donde el J-36 no es solo un avión de combate, sino el cerebro aéreo que coordina enjambres de UAVs, guía misiles inteligentes, y opera de forma autónoma junto a otras aeronaves, tripuladas o no.

Incluso si su rol se limitara únicamente a actuar como nodo de mando y control, el J-36 necesitaría una capacidad de procesamiento de datos y transmisión en tiempo real sin precedentes. Eso implica potencia bruta, capacidad de enfriamiento, redundancia, y arquitectura electrónica avanzada. Porque controlar un enjambre aéreo no es simplemente cuestión de presionar botones: es gestionar inteligencia, amenazas, objetivos, y trayectorias múltiples en fracciones de segundo.

Por eso, uno o dos motores quizá serían suficientes para una plataforma especializada en tareas limitadas, como el despliegue de drones. Pero China parece querer más: que cada J-36 sea un centro de mando volador, un sistema multirole de largo alcance, capaz de operar por sí solo o en conjunto, y hacer todo eso con autonomía operativa y sostenida.

Y en ese camino, no se descarta que futuras versiones del J-36 estén propulsadas por motores de ciclo variable (VCE), una tecnología emergente que permite que las turbinas operen a velocidades distintas según la necesidad. Esto no solo mejora la eficiencia del combustible, sino que permite gestionar de forma más inteligente el flujo de energía a los distintos subsistemas electrónicos del avión.

Con un peso estimado al despegue de entre 50 y 60 toneladas, el J-36 se sitúa en un terreno poco habitual para un caza. Esa envergadura se traduce en una enorme capacidad interna de combustible y espacios generosos para armamento, lo que le da alcance estratégico y capacidad de carga pesada.

Pero aquí surge la pregunta inevitable: ¿sigue siendo esto un caza? Porque todo en el J-36 —su tamaño, sus motores, su misión, sus sistemas— apunta más bien a una nueva categoría híbrida, algo entre caza, bombardero, centro de mando y lanzador estratégico.

Tal vez no estamos viendo el futuro de los cazas…
Sino el nacimiento de otra cosa completamente distinta.

Por ahora, todo lo que sabemos sobre el alcance y la capacidad de carga del J-36 está cubierto por una neblina de especulación. Pero, incluso en ausencia de cifras oficiales, hay pistas suficientes para armar el rompecabezas.

El objetivo estratégico parece claro: cubrir la primera cadena de islas —Japón, Taiwán, Filipinas e Indonesia— sin depender del reabastecimiento en vuelo. Para ello, el J-36 debería contar con un alcance significativo, lo bastante amplio como para entrar y salir del espacio aéreo hostil con autonomía plena. Y si se incorpora armamento de largo alcance, como misiles de crucero o armas aire-superficie de precisión, el radio de acción se extendería hasta la segunda cadena de islas, abarcando buena parte del sudeste asiático.

En cuanto a su carga útil, se espera que el J-36 esté equipado con una bahía interna de grandes dimensiones, capaz de alojar una variada gama de municiones. Entre ellas, destacan los nuevos misiles aire-aire de ultra largo alcance, como el PL-17, con un alcance estimado de más de 300 kilómetros, además de bombas guiadas por precisión y misiles de crucero lanzados desde el aire.

Pero insistimos: el J-36 no debe entenderse como un caza convencional. Su papel está diseñado para ser el centro de gravedad de un ecosistema aéreo mucho más amplio, que incluiría enjambres de drones, algunos quizás del tamaño de pequeños cazas tripulados, integrados y controlados en tiempo real desde esta plataforma.

Y aquí es donde empiezan a surgir las teorías sobre su enigmático tercer motor.
Tres versiones. Tres formas de intentar entender el propósito de esa decisión poco ortodoxa.

Versión 1: el motor adicional es necesario para mover al gigante.
Con un peso estimado cercano a 60 toneladas, el J-36 requeriría un empuje considerable solo para maniobrar como lo haría un Su-35, uno de los cazas más ágiles de gran tamaño. Pero incluso así, la física es inflexible: la maniobrabilidad del J-36 es, como mínimo, cuestionable. Su tamaño, su masa y su configuración aerodinámica no apuntan a una plataforma diseñada para el combate cercano. Velocidad y alcance, tal vez. ¿Agilidad? Difícil.

Versión 2: el tercer motor es una fuente de energía, no de velocidad.
Más allá de la propulsión, este motor adicional podría estar diseñado para alimentar sistemas de alta demanda energética: radares de largo alcance, sensores múltiples, enlaces de datos de gran ancho de banda, sistemas de guerra electrónica, e incluso armas de energía dirigida como láseres o microondas, necesarias para defensa activa o control de drones en enjambre.

Esta hipótesis tiene lógica. El avión se convierte así en una plataforma de comando, un servidor aéreo en red con capacidades ofensivas y defensivas que trascienden el combate tradicional. Pero incluso esta versión tiene puntos débiles: la complejidad, la fiabilidad, el mantenimiento en combate… todo eso se multiplica con un motor adicional.

Y luego está la versión 3. La más atrevida. La más difícil de comprobar, pero imposible de descartar del todo: el tercer motor no es lo que parece.

Tal vez no sea un motor en el sentido clásico. Tal vez sea una cubierta para otro sistema, un contenedor modular, una bahía adicional camuflada, un emisor de energía, o incluso una plataforma de lanzamiento para drones miniaturizados o sistemas hipersónicos. En un avión diseñado para engañar radares y desinformar al enemigo, nada puede descartarse por completo.

Porque si algo queda claro con el J-36, es que no se trata simplemente de un caza más. Es una declaración estratégica envuelta en incógnitas técnicas. Un enigma de tres motores, dos alas y una función que, quizás, aún no entendemos del todo.

Y es en este punto donde todos se acomodan en sus asientos, tal vez con palomitas en mano, y la película realmente comienza. Porque sí: el tercer motor es un motor… pero no en el sentido tradicional. O al menos, no con la función que todos estamos esperando. Lo que estamos viendo hoy, esa estructura con tres salidas y líneas futuristas, podría no ser más que una ilusión funcional.

Vale la pena recordar que lo que se ha mostrado hasta ahora no es el modelo final. Es un prototipo, un banco de pruebas, un laboratorio volador. Una plataforma pensada para ensayar ideas, validar sistemas, jugar con límites. Lo que salga al otro lado del túnel de desarrollo podría parecerse… o podría ser algo radicalmente distinto.

Y luego está ese detalle que ha empezado a circular en algunos medios especializados: una tercera toma de aire supersónica, ubicada en la parte superior del fuselaje. Un elemento que no encaja del todo con la lógica de un diseño convencional, y que abre nuevas preguntas sobre lo que realmente alimenta ese supuesto tercer motor.

¿Qué es, entonces?
¿Una fuente de energía secundaria?
¿Una entrada para un sistema oculto de propulsión o refrigeración?
¿O simplemente un señuelo, una pieza colocada adrede para confundir a los observadores y analistas occidentales?

Nada puede descartarse. Porque si hay algo que China ha demostrado con el J-36, es que no está jugando bajo las reglas conocidas. Está diseñando algo más. Tal vez una nave polivalente. Tal vez una plataforma modular con funciones intercambiables. Tal vez un caza que no quiere parecerse a ningún caza.

Y ese supuesto tercer motor puede ser la clave o la cortina de humo.
Pero lo más intrigante es esto: el misterio, por ahora, parece completamente intencional.

Le planteé esta hipótesis a un veterano de VASO —un hombre con más de 32 años de experiencia en construcción aeronáutica— y su respuesta fue inmediata: “Es una idea más que interesante.” Según él, lo primero que llama la atención en el diseño del J-36 es el enorme espacio interno disponible. Los chinos, al parecer, tomaron la decisión desde el principio: construir una aeronave con volumen sobrado. Pero lo curioso no es eso. Lo curioso es cómo eligieron usarlo.

En teoría, si se tratara simplemente de alimentar un tercer motor convencional, habría sido mucho más sencillo rediseñar las dos tomas de aire principales, recalcular sus secciones transversales y desviar parte del flujo hacia el tercer motor. Fácil de calcular. Más simple de construir. Menos complicado en el taller.

Pero no. Los ingenieros chinos decidieron hacerlo a su manera. Y ahí es donde aparece la posibilidad más audaz de todas: ¿y si ese tercer motor no es un turborreactor, sino un motor cohete de propulsante líquido?

Parece ciencia ficción, pero no lo es.

El clásico par oxígeno-queroseno ha sido utilizado durante décadas en cohetes como la Soyuz-2 o el Falcon 9. Es un sistema probado, eficiente y relativamente seguro. El oxígeno líquido, aunque frío y volátil, es mucho menos peligroso que oxidantes como el flúor o el amilo. Además, este tipo de motor ofrece un impulso específico altísimo, del orden de los 3.500 m/s, algo que ningún turborreactor podría soñar alcanzar.

Claro que hay obstáculos. Para encender un motor cohete de estas características, se necesita un sistema de ignición externo que sincronice perfectamente el suministro de oxígeno y queroseno a la cámara de combustión. En los cohetes espaciales, se usan arrancadores eléctricos o químicos desechables. Pero en aviación, ya se está empezando a trabajar con encendidos por plasma, sistemas más complejos pero reutilizables, capaces de funcionar a cualquier altitud.

Y aquí entra en juego esa extraña toma de aire superior que tanto ha dado que hablar. Si no está diseñada para alimentar un turborreactor, podría servir como sistema auxiliar para iniciar la ignición del motor cohete, o incluso como parte del sistema de enfriamiento y ventilación interna para el almacenamiento de oxígeno líquido.

Las grandes dimensiones del J-36 no solo lo hacen ideal para transportar más combustible o armamento: también permiten instalar tanques criogénicos de oxígeno líquido dentro del fuselaje, sin comprometer el centro de gravedad ni la distribución estructural. Y como en los motores cohete el oxígeno se bombea hacia la cámara de combustión, no se necesitan tanques de presión excesiva ni paredes ultra reforzadas.

¿El resultado? Un avión con dos motores turborreactores y uno cohete. Una bestia híbrida capaz de funcionar como una aeronave convencional… hasta que necesite un impulso brutal en altitud, velocidad o energía, y entonces active su carta oculta.

Es una idea radical. Pero el J-36, desde el principio, no ha seguido ninguna regla convencional.
Y si la especulación acierta, podríamos estar ante el primer caza-cohete táctico del siglo XXI.


Cualquier persona normal se preguntaría: ¿para qué necesita una cabra un acordeón si ya está alegre? Y para alegrarla aún más.


Los propios desarrolladores chinos no han sido tímidos al describir el J-36: lo han presentado como un prototipo capaz de atravesar cualquier defensa y golpear donde más duele. Una afirmación audaz. Pero que, inevitablemente, lleva a una pregunta fundamental:
¿Cómo se atraviesa una defensa aérea moderna?

La respuesta, en realidad, no ofrece muchas opciones. Y cada una de ellas tiene sus propios límites —teóricos, prácticos o simplemente físicos.

La primera posibilidad es la más popular en la doctrina moderna: la invisibilidad ante el radar. El santo grial de la guerra aérea del siglo XXI. Utilizando diseño furtivo, materiales absorbentes, formas anguladas. El problema es que, con cada año que pasa, la eficacia de esta teoría es más discutida. Porque, a fin de cuentas, la baja observabilidad no significa invisibilidad, y lo que antes era tecnología de vanguardia, hoy empieza a enfrentarse a radares de banda múltiple, algoritmos adaptativos y sensores pasivos. ¿Funciona? A veces. ¿Garantiza atravesar "cualquier defensa"? Muy dudoso.

La segunda opción es más atrevida y, en ciertos contextos, muy efectiva: volar por debajo del radar. Literalmente. Rozando el terreno, aprovechando pliegues del paisaje y obstáculos naturales para esconderse del haz del radar. Lo vemos hoy en Ucrania, con drones y misiles de crucero deslizándose entre colinas y bosques. Pero esto, llevado a un avión del tamaño y peso del J-36 —un ala de 15 toneladas danzando a 50 metros sobre el suelo— es otra historia.
Aquí la física se impone: la inercia, el volumen, el margen de error. Tarde o temprano, un giro mal calculado termina en impacto. Y un sistema tan complejo no puede arriesgarse a un simple bache en el terreno.

Entonces queda una tercera opción. La menos explorada. La más radical:
no esquivar la defensa aérea, sino sobrevolarla completamente.
Romper el tablero y jugar desde otro plano.

Estamos hablando de operar a altitudes estratosféricas, 50, 60 kilómetros, quizás más. Por encima de todos los “paraguas” conocidos de defensa aérea. Y aquí, los números hablan por sí solos.

Tomemos el S-400 ruso, uno de los sistemas de defensa más avanzados del planeta. Su misil más potente, el 40N6E, tiene un techo de interceptación de 30 kilómetros.
El sistema Patriot estadounidense, tan temido como extendido, no supera los 20 kilómetros.
Y aunque Estados Unidos dispone de sistemas navales como el Standard Missile, incluso su versión avanzada, el SM-6, se queda en 33 km de altitud máxima.

Solo una excepción sobresale en este mapa de cifras: el SM-3, un interceptor diseñado no para el combate aéreo convencional, sino para interceptar misiles balísticos en la estratósfera. Un misil cinético, más cercano a un proyectil espacial que a una defensa aérea tradicional.

¿Y si el J-36, con su motor adicional y diseño masivo, no está pensado para evadir… sino para volar más alto que nadie?

Una plataforma que se eleva por encima del alcance de los radares, de los misiles, del ruido del combate.
Un atacante desde las alturas, descendiendo como un cometa en el momento preciso.
Un avión que, literalmente, vuela por fuera de las reglas.

En resumen, estamos hablando de un misil capaz de volar a muy grandes altitudes y velocidades extremas. El SM-3, misil interceptor de tres etapas, puede alcanzar hasta 250 km de altitud y guía su trayectoria mediante un buscador infrarrojo, lo que lo convierte en una plataforma de intercepción extremadamente sofisticada. Pero también tiene sus límites.

Porque el SM-3 fue diseñado con una misión muy concreta: destruir objetos que no maniobran, como la ojiva de un misil balístico o incluso un satélite en órbita baja. Objetivos que siguen una trayectoria perfectamente predecible. Y aquí está el problema: nadie sabe cómo respondería este misil frente a un objetivo que maniobra activamente. Las pruebas necesarias para comprobarlo simplemente no se han realizado.

Además, Estados Unidos no tiene muchos misiles de este tipo. Son caros —muy caros—: cada unidad cuesta entre 18 y 24 millones de dólares, según su variante. Y por eso se emplean con cuenta gotas, solo en escenarios de máxima prioridad estratégica.

Así que si el escenario es un avión que opera a 50 o 60 kilómetros de altitud, justo donde la atmósfera aún permite cierto uso aerodinámico, pero muy por encima del alcance de casi todas las defensas, las posibilidades de interceptarlo son mínimas. Si además lleva un motor cohete, y no depende de oxígeno ambiental, puede alcanzar esa altitud con relativa facilidad.

Y no hablamos de un ataque a territorio continental. Porque China no necesita ni pretende atacar el territorio estadounidense. Lo que le preocupa está más cerca.
Hablamos del Océano Pacífico. De Taiwán. Y de los grupos de ataque de portaaviones (AUG) estadounidenses que se aproximan para defenderlo.

Ahí es donde este tipo de aeronave —una plataforma estratosférica armada, rápida y precisa— entra en juego.

Porque lanzar un misil balístico contra un AUG es una solución limitada. Sí, su ojiva es veloz, difícil de interceptar, pero poco precisa. Por diseño, su guiado final es tosco, y cualquier corrección de trayectoria es difícil debido a la alta velocidad de descenso y la resistencia atmosférica. La física pone sus reglas, y la precisión (CEP) se resiente seriamente.

En cambio, un avión de gran altitud puede detectar, rastrear y elegir su objetivo en tiempo real. Puede lanzar bombas guiadas o cohetes desde 50 km de altitud, sin entrar jamás en el alcance efectivo de los sistemas de defensa aérea de los buques.

Pensemos en eso: una bomba guiada, con bajo perfil radar, lanzada desde el borde de la estratósfera. Su caída sería limpia, rápida, difícil de interceptar, con un perfil térmico reducido. No es un proyectil que desciende como un meteorito desde el espacio, sino algo más controlado, más inteligente. Y si hablamos de municiones pequeñas y sigilosas, el radar del AUG tendrá problemas para verlas llegar… y más aún para detenerlas.

¿Imposible? Tal vez no tanto.
Basta recordar al mayor Bernhard Jope, que el 9 de septiembre de 1943, a bordo de un bombardero alemán, lanzó dos bombas guiadas Fritz X sobre el acorazado Roma de la marina italiana. Dos impactos. Un buque insignia hundido. Una lección temprana de lo que puede hacer un ataque guiado, preciso y desde arriba.

Hoy, casi un siglo después, la historia podría repetirse. Solo que esta vez, a 50 kilómetros de altitud, y con una tecnología que ni siquiera soñaban en 1943.

Un avión cohete estratosférico, armado con bombas guiadas o cohetes precisos, no es ciencia ficción. Es una respuesta táctica elegante y brutal para un problema real: cómo romper un grupo de combate naval sin entrar en su alcance.
Y si el J-36 apunta en esa dirección, no es solo un caza más.
Es un cambio de paradigma.

Dos bombas con un peso de 1.570 kg enviaron al fondo el nuevo acorazado con un desplazamiento de 46 toneladas.



No es difícil predecir lo que dos bombas de este tipo harán a un barco moderno, que prácticamente no tiene blindaje en comparación con los barcos de la Segunda Guerra Mundial.


Un avión cohete como el J-36 tiene una ventaja que cambia las reglas del juego: es reutilizable.
A diferencia de un misil balístico o de crucero, que es por definición un sistema de un solo uso —un billete de ida sin retorno—, un avión puede adaptarse. Puede cambiar de objetivo sobre la marcha, puede retirarse si la situación cambia, puede esperar el momento adecuado para atacar. Y si es pilotado —ya sea por un humano o por una IA autónoma avanzada—, tomará decisiones mucho más complejas que las de cualquier computadora a bordo de un proyectil.

Un misil, por su parte, solo tiene una opción: ser disparado y seguir su trayectoria. Sin corrección. Sin repliegue. Sin margen de maniobra táctica. Solo avanzar… o autodestruirse.

Y cuando hablamos de costos, el panorama es revelador.
Un misil balístico Bulava cuesta alrededor de 10 millones de dólares.
Un Iskander, unos 3 millones.
Incluso un misil de crucero Kalibr ronda el medio millón.
En cambio, una bomba guiada por láser o por satélite, lanzada desde gran altura y con precisión quirúrgica, cuesta una fracción de eso. Y en condiciones ideales, puede ser igual o más efectiva, sobre todo cuando el blanco es móvil y las circunstancias cambian en segundos.

Pero eso no es todo. Las bodegas del J-36 podrían no estar llenas de bombas o misiles. Podrían estar cargadas de drones asesinos. Vehículos autónomos de ataque, lanzables desde la estratósfera, capaces de dispersarse en formación, saturar sensores enemigos, confundir defensas y golpear desde múltiples ángulos. Y si hay un país con los medios para hacerlo, es China. El desarrollo de drones en enjambre, algoritmos de control distribuido y miniaturización armada está muy avanzado en sus laboratorios.

¿Controversial? Tal vez.
¿Audaz? Sin duda.
Pero todo concepto revolucionario comienza con una idea que desafía lo conocido.

El J-36 no es todavía una realidad consolidada. Es un prototipo, una visión, una pieza de ingeniería especulativa que apunta hacia lo que China imagina como el avión de ataque del futuro. Y como dice el proverbio chino:
“El viaje de mil millas comienza con el primer paso.”
Este podría ser ese paso.

La teoría puede parecer atrevida, pero no por eso carece de fundamento.
Y como ocurre siempre con los nuevos desarrollos militares chinos de alto perfil, las imágenes y los vídeos aumentarán. Veremos al J-36 rodar, despegar, maniobrar, tal vez entrenar. Poco a poco, el rompecabezas irá tomando forma, y con él, las respuestas a muchas de las preguntas que hoy solo podemos plantear.

Pero una cosa ya es clara:
China no está imitando el pasado. Está diseñando su propia versión del futuro.