Malvinas, exclusivo: el "Operativo Buzón" para frenar el avance inglés que Galtieri rechazó y la trama secreta de la rendición
Por Adrián Pignatelli || InfobaeA principios de junio, el destino de la guerra en el Atlántico Sur ya se había escrito. La superioridad aérea de los ingleses y el dominio que poseían del mar solo indicaban que la derrota argentina en tierra era cuestión de tiempo.
Así lo pensaba el gobernador militar de las islas, General Mario Benjamín Menéndez, quien no entendía por qué, en el continente, la Junta Militar estaba haciendo una lectura equivocada de la guerra
Menéndez
no salía de su asombro sobre lo que difundían desde Buenos Aires los
medios periodísticos, como cuando éstos informaban que la cabeza de
playa que los ingleses habían establecido en San Carlos estaba rodeada
por fuerzas argentinas, y que se esperaba de un momento a otro el ataque final que arrojase al mar a los británicos.
Operativo Buzón
Cuando ocurrió el desembarco inglés en San Carlos, el Jefe de Estado Mayor del Comando Malvinas General Américo Daher y dos de sus oficiales, los coroneles Isidro Cáceres, de Operaciones y Francisco Cervo, de Inteligencia, le presentaron un plan a Menéndez.
Ellos aseguraron que se daban las condiciones mínimas para el empleo previsto de paracaidistas sobre la base de San Carlos.
El general Julio Fernández Torres, comandante de la IV Brigada de Infantería, dijo que estaba dispuesto a llevar adelante esa operación a partir del día 12, siempre y cuando tuviera cobertura aérea. "Apoyo aéreo necesario y continuo", fue lo que entonces reclamó. Ellos estaban en Comodoro Rivadavia.
El general Osvaldo García, comandante del Teatro de Operaciones, evaluó que la operación era muy riesgosa, ya que la Fuerza Aérea se encontrara al límite de su capacidad operativa.
Quedaba una última carta. Que fuera el propio Leopoldo Galtieri quien aprobase dicho plan, al que habían bautizado como "Operativo Buzón", y que Infobae adelanta en exclusiva. Para ello contactó al único protagonista sobreviviente, el coronel retirado Francisco Cervo.
En la Casa Rosada
Menéndez había dado el visto bueno para establecer un contacto cara a cara con Galtieri y presentarle esta operación. El gobernador militar no quiso viajar a Buenos Aires porque intuía que el ataque inglés a Puerto Argentino sería inminente. Así fue que comisionó al general Daher, su segundo al mando, quien fue acompañado por los coroneles Cervo y Cáceres.
Cuando se lo consultó telefónicamente, Galtieri estuvo de acuerdo con el viaje.
Los tres oficiales partieron el 9 de junio por la noche en un avión de la Armada, burlando los sistemas de vigilancia británicos, justo cuando se desataba sobre Puerto Argentino un violento bombardeo. Volando a baja altura arribaron a Río Grande, allí abordaron una nave más pequeña que los llevó a Comodoro Rivadavia, donde expusieron el plan en el TOAS (Teatro de Operaciones del Atlántico Sur).
Francisco Cervo recuerda la enigmática opinión brindada por el representante de la Fuerza Aérea: "Era posible la ocurrencia de hechos significativos y nuevos desafíos en el panorama estratégico general, que imponían la preservación de los medios en capacidad de operar".
A las 11 de la mañana del día siguiente, le expusieron el plan a Galtieri en su oficina en Casa Rosada. Daher se refirió a la situación estratégica en el archipiélago y su probable evolución. A su vez, Cáceres detalló la disposición de las tropas en el terreno, haciendo hincapié en el desgaste sufrido y limitaciones de abastecimiento, subrayando que, pese a todo, la moral era alta. Por último, Cervo detalló lo que se conocía sobre la situación y capacidades del enemigo, describiendo sus fortalezas y debilidades.
Los oficiales coincidían en que debía hacerse algo distinto para intentar cambiar el curso de la guerra, en un momento en que los ataques aéreos se habían incrementado, los bombardeos navales y de artillería de campaña eran cada vez más seguidos y el avance inglés registraba más de un frente.
-Yo conozco las dificultades que tienen, ¡pero hay que aguantar! Los veo muy pegados al terreno, tienen que tener más movilidad y agresividad -contestó Galtieri.
-Esas son expresiones de deseos, pero la realidad es otra -le respondieron.
En ese momento, Galtieri abandonó la oficina para atender otros asuntos y regresó una hora después. Según le relató a Infobae el coronel Cervo, Galtieri les respondió que agradecía sobremanera la exposición porque pudo interiorizarse con mas profundidad y vivencias sobre la verdadera situación y el sacrificio de las tropas en el terreno.
Los oficiales coincidían en que debía hacerse algo distinto para intentar cambiar el curso de la guerra, en un momento en que los ataques aéreos se habían incrementado, los bombardeos navales y de artillería de campaña eran cada vez más seguidos y el avance inglés registraba más de un frente, pero Galtieri no los escuchó
El jefe de la Junta sostuvo que la dura epopeya que se vivía marcaba un antes y un después en la gestiones y negociaciones por los derechos argentinos y que era un verdadero jalón en la historia que ningún dirigente político en el futuro podría ignorar.
En el mismo sentido, entendía la desigualdad de poder militar, pero lo ya demostrado por nuestras tropas en la emergencia estaba a la altura de las tradiciones y honor militar y que solo esperaba el último sacrificio, al máximo, con las energías disponibles.
Galtieri -siempre según Cervo- manifestó su orgullo por los éxitos casi inigualables de la Fuerza Aérea y su aporte al desarrollo de la batalla y aclaró que conocía que los británicos tenían ciertas limitaciones logísticas para el combate, particularmente luego del hundimiento del Atlantic Conveyor.
Consideraba que si se lograba detenerlos en las alturas antes de Puerto Argentino y ocasionarles sensibles bajas, se podría llegar a una situación favorable para reiniciar una negociación por un cese de hostilidades que dejara a salvo su amor propio y fuera conveniente para nuestros intereses.
Advirtió que no era descabellado pensar que en cualquier momento que juzgaran favorable, los vecinos chilenos -cuyo apoyo y simpatía por la causa británica eran evidentes- podrían invadir el país en busca de reivindicaciones históricas. Era su obligación no ignorar esa amenaza y en todo caso estar preparados para enfrentarla. Agradecía emocionado el gesto de los hermanos peruanos que habían advertido que no permanecerían impasibles ante dicha probable agresión.
Galtieri dejó para lo último su opinión sobre el "Operativo Buzón".
Lo consideró un desafío audaz, en principio factible y de consecuencias estratégicas indudables, pero que atento a sus responsabilidades de conducción e implicancias futuras, no podía autorizarlo.
Dijo que significaría un esfuerzo de proporciones para la Fuerza Aérea que en ese momento se encontraba al límite de su capacidad operativa. En las operaciones en las islas era poco lo que podía hacerse en ese momento para influir en el desarrollo de los acontecimientos. Todo estaba sujeto a la capacidad de los esforzados defensores.
Reiteró que era absoluta prioridad la posibilidad de intervención chilena, por lo que tanto la IV Brigada como la capacidad remanente del poder aéreo, eran elementos insustituibles para ser empleados en esa emergencia.
El "Operativo Buzón" quedaba rechazado.
Daher y los dos oficiales, que tenían previsto regresar a las islas el 13, no pudieron hacerlo. Menéndez no se enteraría de los detalles de la reunión sino hasta mucho tiempo después. Intuyó que no había llegado a buen puerto porque cuando habló telefónicamente con Galtieri, le preguntó si se había reunido con Daher.
– Ah, si, si, hablamos.. -se limitó a responder Galtieri, sin hacer comentarios.
Una vez finalizada la guerra, se lo escuchó a Galtieri quejarse que Daher "lo único que vino a pedirme fueron diez mil calzoncillos".
En su fuero íntimo, Menéndez esperaba que la conducción política militar aceptase la "Operación Buzón", para que una maniobra estratégica pudiera revertir la situación táctica en el escenario aeronaval.
Cuando comprendió que no tendría ayuda, decidió no sacrificar más vidas inútilmente. La rendición era la salida más lógica.
La rendición
La mañana del 14 de junio, cuando tuvo en claro que tenía la guerra ganada, el comandante briánico Jeremy Moore le pidió a un capitán inglés que hablaba español, Rod Bell, que se contactase con los argentinos.
El día anterior, cerca del mediodía, Moore había salvado su vida de milagro cuando una escuadrilla de A-4B Skyhawk había atacado su campamento, al noroeste de Monte Dos Hermanas.
Ese 14 de junio a las 9 de la mañana, los ingleses le hicieron llegar a los argentinos el siguiente mensaje: "No vale la pena seguir combatiendo. El honor argentino ha sido comprobado. Es hora de terminar con la lucha y evitar más bajas. Les ofrecemos iniciar conversaciones de rendición".
Los británicos aguardarían una respuesta para antes de las 13 hs. De lo contrario, reiniciarían las hostilidades.
Con el visto bueno de Menéndez, quien antes lo había consultado con el general Oscar Jofré, comenzaron las negociaciones. A las cuatro de la tarde, los jefes ingleses bajaron de un helicóptero Sea King, con cinta adherente blanca en su panza, que aterrizó cerca de la casa del gobernador.
Un despacho de United Press International que citaba como fuente a Radio Rivadavia, informaba que ese día a las 15:30 hs el general Mario Menéndez había sido autorizado a encontrarse con el comandante de campo británico, Jeremy Moore. "Fuentes militares en Londres aseguran que la resistencia argentina parece estar desmoronándose y que el fin de la guerra salvaje de diez semanas por el control de las islas puede estar cerca".
Moore, acompañado de siete oficiales de su estado mayor, fue a la reunión en el despacho de Menéndez con un documento preparado de antemano. Los argentinos lograron que quitasen de las condiciones el término de "rendición incondicional"; también exigieron que no hubiera una ceremonia pública de rendición, que los regimientos conservasen sus banderas y que los oficiales fueran autorizados a portar su arma reglamentaria. Sin embargo, los ingleses no le permitieron a Menéndez permanecer con sus tropas hasta que hubieran abandonado Malvinas.
A los argentinos les llamó la atención que los británicos accediesen a todo. Ellos ignoraban que dos cuestiones preocupaban especialmente a Moore: el poder de la aviación argentina y el hecho de que sus propias tropas estaban muy escasas de municiones.
Mediante una comunicación el brigadier Ernesto Crespo, que estaba en Comodoro Rivadavia, dio su palabra de honor que los aviones no harían más ataques, pero se negó a rubricar la rendición, ya que su nombre figuraba en el acta de capitulación.
A las 23:59 de ese largo 14 de junio comenzaron a regir los términos de la capitulación.
En la puerta de la casa de gobierno, Moore agitó el acta de rendición ante la presencia de los isleños que lo estaban esperando. Hasta lo llevaron en andas. Hubo festejos hasta bien entrada la noche.
Aún cuando en Puerto Argentino se había estipulado un alto el fuego y se habían iniciado las negociaciones de rendición, hubo argentinos que continuaron peleando. Fue el caso del Batallón de Infantería de Marina 5, al mando del entonces capitán de fragata Carlos Robacio quien, junto a efectivos dispersos del Ejército, frenó a los Guardias Escoceses, que eran tropa de elite.
En libros escritos por ingleses se lee que "…se podía oír a los argentinos gritar e incluso cantar mientras luchaban".
Robacio, con cerca de 150 hombres, efectuó un feroz contraataque contra un millar de ingleses. Tuvo que resignarse a replegarse no por inferioridad numérica, sino porque se había quedado sin municiones. Así y todo, entró a Puerto Argentino en perfecta formación con su armamento, ante la admiración de los propios británicos.
El 15, UPI informaba que "las tropas argentinas de ocupación, bombardeadas y de espaldas al agua, formalmente se rindieron para terminar con 74 días de guerra y regresar el desolado archipiélago al dominio británico".
En Londres, Margaret Thatcher se sumó a un grupo de gente que cantaba "Rule Britannia", una canción patriótica, frente a su casa.
En Buenos Aires, el humor era muy distinto. En la noche del 14, Galtieri les propuso a sus generales que estudiasen diversas hipótesis, que iban desde continuar la guerra hasta negociar con los ingleses.
Volver a las islas
El general Mario Benjamín Menéndez falleció en Buenos Aires el 18 de septiembre de 2015. El 7 de noviembre del año siguiente moriría su hijo, que se llamaba igual, quien combatió en Malvinas como subteniente del Regimiento 5. En viajes que veteranos de guerra hicieron a Malvinas, en forma reservada llevaron las cenizas de ambos a las islas. De esta manera el entonces gobernador, a quien los ingleses no le permitieron acompañar a sus tropas hasta que abandonasen las islas, está de regreso con ellos, ocupando el lugar que deseó en aquel trágico y lejano 1982.