
Imaginando un F-5F iraní portando dos MP-1000 Martín Pescador bajo sus alas en la Primera Guerra del Golfo
Mercados perdidos de armas argentinas: El caso del MP-1000 Martín Pescador
Esteban McLaren
El MP-1000 Martín Pescador, un misil aire-tierra (ASM) argentino guiado por radio comando, tuvo un ciclo de vida operativo desde mediados de los 70 hasta 1990. Sin embargo, a pesar de su potencial como exportación militar, Argentina no logró insertarlo en el mercado internacional de armas. ¿Por qué pudo ser valorado en el mercado internacional? Unas primeras razones se pueden asociar al hecho que era un misil de baja tecnología, el cual permitía a un avión atacar a la distancia (10-15km) blancos ligeros, sin ser afectado por la artillería antiaérea. No era ningún producto de tecnología compleja y sus capacidades eran aproximadas a las del AGM-12 Bullpup americano. De todos modos, era un arma que podría haber jugado un rol importante en conflictos de baja intensidad.
Tengamos en cuenta siempre que la venta de armas es una venta política. Muchas variables se combinan para que un arma no sea un bien transable cualquiera. Los efectos de proveer y adquirir armas tienen implicaciones más allá de cambiar dinero por cosas. Alteran las capacidades de proyección de fuerza de los participantes en la transacción y esa alteración extienden el efecto de la transacción a otras dimensiones más allá de las comerciales. Este tema será ampliado más adelante.
Para evaluar los mercados potenciales perdidos y las oportunidades que podría haber capitalizado Argentina, es esencial considerar los conflictos en curso durante ese período, los competidores y los posibles compradores interesados en un misil de estas características.
Las primeras evaluaciones se llevaron a cabo en 1975 disparándose alrededor de 60 misiles de prueba en el lapso de dos años. La Fuerza Aérea Argentina se bajó del proyecto, aduciendo absurdamente como lo demostraría la Guerra de Malvinas, que no estaba para "hundir barcos", y la Armada lo ralentizó, aunque hay fotos que muestran que fueron desplegados en el Conflicto del Beagle de 1978, al menos una docena, sobre todo para utilizar desde los Aermacchi de la Aviación Naval. No obstante, no fueron utilizados en la Guerra de las Malvinas, aduciendo entre otras cosas, la naturaleza de las defensas antiaéreas británicas. ¡Qué interesante hubiese sido que Owen Crippa hubiese podido atacar un par de barcos con MP-1000 sobre el estrecho de San Carlos! Finalmente, fueron homologados tras realizarse disparos desde aviones T-28P Fennec, y el primer disparo relacionado fue realizado por el capitán Rodolfo Castro Fox (primero desde la derecha en la foto debajo) de la Armada Argentina.
¿Qué escenarios/mercados existían en en los 1970s y 80s para intentar vender este producto? Repasemos someramente a quienes se podría haber enfocado la venta de este producto.
Aproximadamente así era disparar y guiar un MP-1000 viendo cómo se lo hacía con un AGM-12 Bullpup. La cabeza de guerra del misil norteamericana era de 110 kg comparado con los 40kg del modelo argentino.
Otro ejemplo de un Bullpup disparado desde un A-4 Skyhawk en Vietnam
Contexto geopolítico y mercados potenciales
Entre 1975 y 1990, el mundo experimentó una serie de conflictos y tensiones geopolíticas que generaron demanda de armamento aire-tierra. Entre ellos se destacan:
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Guerra Irán-Irak (1980-1988): Ambos países buscaron constantemente mejorar sus capacidades militares. Irak, en particular, adquirió misiles aire-tierra de diversas fuentes, incluyendo Francia (AS-30) y la Unión Soviética (Kh-25). Irán, por su parte, tenía un acceso limitado a tecnología occidental debido al embargo, por lo que podría haber sido un cliente potencial del MP-1000 si Argentina hubiera ofrecido acuerdos favorables. Si Chile con Cardoen proveyó a Irak con bombas cluster, ¿por qué no pudimos venderles ASM?
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Conflictos en América Latina: Durante los 80, países como Perú y Ecuador estaban en procesos de modernización militar debido a sus disputas fronterizas. Perú, que ya había adquirido armamento argentino, podría haber sido un comprador natural.
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Sudáfrica y conflictos en África: Sudáfrica estaba en conflicto con Angola y necesitaba armamento sofisticado debido a su aislamiento internacional. La Fuerza Aérea Sudafricana podría haber estado interesada en un misil aire-tierra como el MP-1000.
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India y Pakistán: Ambos países estaban en una constante carrera armamentista. India, con una relación positiva con Argentina en ciertos ámbitos militares, podría haber considerado el MP-1000 como una opción si el precio era competitivo.
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Países del Pacto de Varsovia: A pesar de la predominancia de los sistemas soviéticos, algunos países del bloque socialista buscaron diversificar su armamento en los años 80. Argentina podría haber intentado vender su misil a países como Yugoslavia, que tenía una industria militar independiente.
Factores de competencia y precio
Uno de los problemas más serios que enfrentó el MP-1000 fue su alto costo unitario, estimado en 2,5 millones de dólares por unidad (la fuente de este dato es Wikipedia), lo que lo hacía significativamente más caro que alternativas como el AS-30 francés (aproximadamente 500.000 dólares por misil) o el Kh-25 soviético (entre 100.000 y 200.000 dólares por unidad). Para ser competitivo, Argentina habría necesitado subsidiar el costo del MP-1000 o buscar acuerdos de financiamiento militar con compradores potenciales. Los competidores era técnicamente buenos y competitivos en precios, mucho trabajo debía enfocarse en esas dimensiones del producto.
AS-25K
El
AS-25K fue la reconversión de los MP-1000 Martín Pescador devueltos por
el COAN a CITEFA para su overhauling. Reconvertidos, se les agregó
cabezas buscadoras de guiado por radiocomando, láser, infrarrojo o televisión con un alcance
de 25 kilómetros. El Bullpup se convirtió en un Penguin. Ese cambio de
capacidades les permitió nuevos horizontes, que ni siquiera fueron
adoptados por los aviadores navales nacionales debido a la
desmalvinización de las fuerzas armadas por parte de los gobiernos del
período. Otro caballo de carreras muerto.
Posibles estrategias de reducción de costos
Para mejorar la competitividad del MP-1000, Argentina podría haber aplicado varias estrategias:
- Producción en serie: Un ejemplo directo para reducir el costo unitario de producción es el aumentar la escala de producción. Algo que puede favorecer el aumento de la producción es ampliar la base de plataformas capaces de operar el misil. En el caso inicial, podría haber sido adaptado para ser empleado por la mayor cantidad de tipos posibles de aviones en servicio en las fuerzas armadas argentinas. Para la época, las plataformas que podían o podrían haber portado el misil en Argentina eran:
- Aermacchi MB326/339 (en servicio ya para la crisis del Beagle)
- North American T-28P Fennec (en servicio para la crisis del Beagle)
- FMA IA-58 Pucará (probado para la guerra de Malvinas)
- Toda la línea Mirage (Mirage 3, 5/Finger, IAI Nesher/Dagger) (factible).
- Toda la línea de A-4 Skyhawk (B,C y P así como Q) (factible).
- Morane-Saulnier MS-760 Paris (factible)
- Aviones de transporte (C-130 Hercules, DC-3, entre otros) y MPA (Lockheed L-188 Electra) para uso COIN o ataque a embarcaciones ilegales: Factible.
- Helicópteros ligeros/medianos en servicio (UH-1H Huey, SA330 Puma, SH-3 Sea King): Adaptable.
- Acuerdos de coproducción: Ofrecer licencias de fabricación a países interesados como Irak, Irán, Perú o Egipto. Otra excelente opción para apalancar los costos de producción. Asimismo, dentro del plano nacional, la producción debiera hacerse licenciado a empresas locales o emprendimiento híbridos privado-estatal, con mayor experiencia ingenieril en producción en masa, para producir y montar las armas en instalaciones sin uso. De hecho, Argentina proveyó con diversos productos de producción nacional (TAM, ATGM CIBEL 2K y Mathogo, entre otros) a Irán pero por diversas razones nunca se concretó ninguna operación.
- Venta con financiamiento flexible: Similar a lo que hacía Francia con sus misiles aire-tierra. Aquí debieran aparecer tasas subsidiadas o extensión de períodos de repago.
- Subsidios estatales: Reducir el precio de venta para facilitar la exportación, absorbiendo costos a través de otras partidas del presupuesto militar.
Si Argentina hubiera subsidiado el MP-1000 para alinearlo con el costo de sus competidores, el precio objetivo habría estado entre 500.000 y 1.000.000 de dólares por unidad. A este precio, habría sido más atractivo para países con presupuestos militares limitados, sujetos tal vez a sanciones o restricciones de los principales productores la cual podía saltearse de manera legal o vía mercado negro.
Estimación de ventas perdidas
Dado el número de conflictos activos y la demanda de misiles aire-tierra en la época, se puede hacer una estimación conservadora de ventas perdidas. Supongamos que Argentina hubiese logrado captar una porción mínima del mercado, con ventas aproximadas a los siguientes países:
País | Potencial de compra (misiles) | Precio ajustado por subsidio (USD) | Ingreso potencial (USD) |
---|---|---|---|
Irak | 50 | 750,000 | 37,5 millones |
Irán | 30 | 750,000 | 22,5 millones |
Perú | 20 | 600,000 | 12 millones |
Sudáfrica | 20 | 800,000 | 16 millones |
India/Pakistán | 50 | 700,000 | 35 millones |
Otros (Egipto, Yugoslavia, Ecuador, etc.) | 30 | 750,000 | 22,5 millones |
Total estimado: 200 misiles vendidos, con un ingreso de aproximadamente 145 millones de dólares.
Es fundamental considerar que esos ingresos representarían una fuente directa de financiamiento para las Fuerzas Armadas, permitiéndoles continuar con proyectos de investigación, desarrollo y perfeccionamiento de los sistemas ya diseñados. A partir de este punto, inevitablemente surgirán una infinidad de factores condicionantes —desde la dinámica de la geopolítica internacional hasta las particularidades de la política interna pasando también por la meramente anecdótica— que ayudarán a explicar, en parte, los vaivenes y limitaciones del desempeño argentino en el mercado global de armamento.

Conclusión preliminar
El MP-1000 tenía el potencial de convertirse en un producto de exportación viable, pero su elevado costo y la falta de una estrategia comercial agresiva, pudieron ser las principales causas de condenar su destino al fracaso. No iba a ser un camino fácil pero si nunca se da el primer paso, el camino se hace imposible. Argentina, lejos de diseñar un plan para posicionar su industria de defensa en el mercado internacional, se limitó a producir armamento con un enfoque autárquico, basado en los preceptos de Savio, sin contemplar que la ampliación de la escala productiva, sustentada en exportaciones, habría reducido costos y permitido mayor competitividad. Si el país hubiera adoptado un modelo similar al de naciones con tradición exportadora en materia de defensa, como Francia, podría haber subsidiado el MP-1000 inicialmente y luego ajustado su precio según la demanda y las circunstancias del comprador. En términos prácticos, esto habría significado atraer clientes con un precio accesible en tiempos de paz y luego elevarlo en situaciones de conflicto o sanciones, como ha sido la práctica habitual de las potencias exportadoras de armas. Pregunten a la FACH cuánto pagó por sus primeros Mirage 50 en épocas de plena sanciones políticas o también a cuánto cotizaba el misil Exocet antes y después de la Guerra de Malvinas.Sin embargo, la industria militar argentina siempre ha carecido de una verdadera visión comercial. Una actitud que comenzó a mostrar sus exponenciales desatinos cuando una industria aeronáutica rezagada como brasileña entró al mercado con una clara visión comercial y desbarrancó en muy pocos años los acervos de producción de la empresa estatal argentina. En general, las empresas de armamento, lejos de operar con una lógica de mercado, han sido administradas como organismos burocráticos o depósitos de favores políticos. En lugar de contar con gestores que comprendieran la dinámica del comercio internacional de armas, muchas veces han estado dirigidas por militares retirados sin formación en negocios o políticos con una visión pacifista ingenua, incapaces de entender que vender armas no es un acto ideológico sino una cuestión estratégica y económica. La falta de una política de exportación consistente ha hecho que Argentina sea un gran comprador de armas extranjeras, pero un pésimo vendedor de su propia producción.
La falta de apoyo del Estado ha sido otro factor determinante en la imposibilidad de insertar productos como el MP-1000 en el mercado internacional. Ni los gobiernos militares, que supuestamente debieron haber impulsado la industria bélica como una prioridad estratégica, ni los gobiernos democráticos posteriores promovieron activamente la exportación de armamento argentino. En el caso de los regímenes militares, su aislamiento internacional y la falta de visión comercial impidieron la construcción de alianzas sólidas para colocar productos en el exterior. Pero el golpe de gracia lo dio la democracia con decisiones que rozan lo absurdo. El mejor ejemplo de esta miopía lo protagonizó Raúl Alfonsín, quien, en su afán de debilitar a las Fuerzas Armadas, declaró con orgullo que "Argentina no vende armas a zonas calientes", como si una farmacéutica decidiera no vender medicamentos a personas enfermas. Esa postura, más ligada a un discurso ideológico que a una política de Estado pragmática, condenó aún más a la industria militar local al ostracismo comercial.
Por si fuera poco, la Cancillería argentina nunca tuvo una estrategia proactiva para insertar la producción de defensa en mercados internacionales. Mientras otros países han sabido mover sus piezas diplomáticas para colocar su industria militar en conflictos ajenos, Argentina se ha destacado por hacer exactamente lo contrario. Se ha mostrado sumamente activa en la compra de material extranjero, incluso en condiciones desventajosas, como demuestra la adquisición de los tanques SK-105 ex-chilenos, pero prácticamente ausente en términos de éxitos de ventas a la hora de promover sus propios desarrollos. Cuando se han dado intentos de venta de material bélico argentino, la reacción de ciertos sectores políticos y mediáticos ha sido de rechazo inmediato, como si la exportación de armas fuera un pecado capital que conllevara una sanción moral internacional.
Un problema de fondo es que la producción militar en Argentina ha estado siempre dirigida por personas ajenas al mercado. Primero, han sido en muchos casos militares retirados que vieron la administración de empresas estatales como un premio de jubilación, sin interés en la expansión comercial, reducir costos o ampliar la oferta de productos atentos únicamente a los requisitos de fuerzas nacionales y no de clientes extranjeros. En segundo lugar, hemos sufrido de políticos empapados en una moral pacifista culposa, temerosos de que vender armas genere reacciones adversas en la izquierda local o represalias de organismos internacionales. En tercer lugar, la misma cultura desmalvinizadora hizo que desmantelara todo el sistema de producción de armas en el país haciendo fracasar potenciales negocios como la venta del TAM VC a Ecuador o de los TR-1700 a Taiwán. Esta falta de pragmatismo ha condenado a la industria militar argentina a la irrelevancia en el comercio global de armamento, perpetuando la paradoja de un país que ha desarrollado tecnología bélica sofisticada pero que nunca ha sabido —o querido— venderla.
Entonces, por ejemplo, ¿cuál debería ser el camino lógico para la bomba inteligente FAS-850 Dardo 3? Una vez superadas las pruebas que validen sus especificaciones técnicas, su comercialización debería activarse de inmediato. Se necesita un paquete de presentación profesional, con dossier técnico, videos promocionales y plataformas digitales dedicadas, listo para ser distribuido a clientes potenciales. Cada embajada, consulado y agregado militar argentino debe convertirse en un punto de contacto clave para su promoción, generando interés antes incluso de su adopción oficial por la Fuerza Aérea Argentina.
Para consolidar su valor en el mercado, la Dardo 3 debe demostrar su capacidad en combate real. Mediante canales oficiales o acuerdos estratégicos discretos (mercado negro), una cantidad limitada de unidades debería ser utilizada en un conflicto activo—como el de Ucrania, Yemen o cualquier otro escenario donde la demanda por armamento de precisión esté en auge. La etiqueta "Combat Proven" no solo multiplica el atractivo del producto ante compradores internacionales, sino que fija un precio premium que eleva su rentabilidad y posiciona a la industria de defensa argentina en un nuevo nivel de competitividad global. ¿O vamos a seguir en la mediocridad medieval de ver con desdén a quiénes tienen éxito en los negocios y pensando que las armas se producen por un amor sanmartiano desinteresado a la Patria?
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