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sábado, 8 de febrero de 2025

Guerra Antisubversiva: Las efectivas tácticas que dieron la victoria en el Operativo Independencia

Argentina, radiografía de una técnica contraguerrilla

Ayer noticia

Basado en el trabajo de Alberto Carbone || Defensa.com


El inicio del conflicto

En 1972, el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo, de ideología trotskista-guevarista) estableció un foco de guerrilla rural en Tucumán, a 1.000 km de Buenos Aires. Para erradicarlo, el Ejército Argentino (EA) lanzó el 9 de febrero de 1975 la “Operación Independencia”, la cual duró 21 meses, concluyendo oficialmente el 24 de noviembre de 1976 con la eliminación total de la guerrilla.

Desde una perspectiva militar, la operación no incluyó grandes batallas. El EA adaptó su estrategia a la del enemigo, abandonando la rigidez táctica y empleando pequeñas unidades móviles, pero conservando la ventaja de su estructura regular.

El éxito no solo fue militar, sino también ideológico: al aislar al ERP del apoyo campesino, este quedó vulnerable. Contrario a la estrategia de Mao Tse-tung, que comparaba a la guerrilla con un pez en el agua, el EA logró lo contrario: un pez sin agua no sobrevive.


Guerrilla urbana

A fines de los años 60, surgieron en Argentina diversas organizaciones clandestinas, aprovechando un contexto político y socioeconómico favorable para la lucha armada.

Entre ellas, el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), de línea trotskista, rompió en 1970 con la Cuarta Internacional y creó su brazo armado, el ERP.

Hasta 1972, el ERP actuó en el ámbito urbano, al igual que otras organizaciones clandestinas. Argentina se convirtió en un foco de guerrilla urbana sin precedentes en Sudamérica.

En 1973, se registraron 190 secuestros, generando a los grupos insurgentes ganancias por 38 millones de dólares. En 1974, el ERP obtuvo 14,2 millones de dólares por el rescate del director de Esso Argentina, Víctor Samuelsson.

Sin embargo, el rescate más alto lo lograron los montoneros (peronistas de izquierda), que en julio de 1975 obtuvieron 60 millones de dólares por los hermanos Juan y Jorge Born, empresarios del sector agrícola.

La guerrilla urbana en América Latina tomó experiencia de los Tupamaros en Uruguay y de los grupos radicales brasileños, influidos por Carlos Marighela, autor del primer manual del guerrillero urbano.

Tras el fracaso de la guerrilla rural en Bolivia, Venezuela y Perú, la lucha armada se trasladó a las ciudades, donde la mayor parte de la población se concentraba.

No obstante, el ERP decidió cambiar su estrategia, sumando a la lucha urbana la creación de focos rurales, buscando generar “zonas liberadas”, inspirados en la experiencia maoísta.

Una ceremonia en un campo guerrillero. Frente a la guardia formada, un miembro del ERP, armado con un fusil, se apresta a estrecharle la mano a uno de sus jefes.

El objetivo del foco rural

El plan de establecer un foco rural fue ideado por Roberto Santucho, líder del ERP y secretario general del PRT. Pese a la oposición interna, logró imponerse con el siguiente esquema estratégico:

  • Convertir la guerrilla en un ejército revolucionario popular.
  • Formar cuadros político-militares reclutados en la zona.
  • Obtener reconocimiento y apoyo internacional.
  • Crear un poder paralelo al Estado.

Se eligió el suroeste de Tucumán como la región inicial para desarrollar la estrategia.

Localización de la provincia de Tucumán en el inmenso mapa argentino.

El escenario: Tucumán

La provincia de Tucumán, en el centro-norte de Argentina, tiene 34.000 km² y 800.000 habitantes, cifra que crece en la zafra azucarera (mayo-noviembre) con trabajadores migrantes de Bolivia y Paraguay.





El clima cálido y lluvioso, junto con su geografía, la dividía en dos zonas:

  1. Llanura, con las principales ciudades, industrias y cultivos (especialmente caña de azúcar).
  2. Zona montañosa, con bosques densos y terrenos propicios para la guerrilla.

El ERP consideró que las condiciones socioeconómicas favorecían el reclutamiento local, siguiendo los métodos establecidos por Mao Tse-tung:

  • Terror selectivo.
  • Propaganda ideológica.
  • Jerarquías paralelas.
  • Adoctrinamiento revolucionario.




La producción más importante de la provincia, y particularmente en los dos departamentos seleccionados por Santucho, es la azucarera, con grandes establecimientos (ingenios) para la industrialización de la caña. Existen, asimismo, otras industrias, destacándose en Famaillá una fábrica textil, con 1.800 obreros.
En general, la zona elegida favorece las actividades guerrilleras foquistas, tanto por las características del terreno como por la idiosincrasia de la población. Por otra parte, el ERP consideró que las condiciones socio-económicas le otorgaban un elemento —población— potencialmente proclive para su captación y reclutamiento.
Los métodos para la captación y reclutamiento de la población tienen vigencia universal desde que los codificó Mao Tse-tung.
Un experto español (Andrés Cassinello Pérez, Operaciones de Guerrillas y Contraguerrillas”) enumeró esos métodos así: terror selectivo; exhibición y empleo de fuerzas; propaganda ideológica; establecimiento de jerarquías paralelas; identificación con las aspiraciones populares; crítica y autocrítica de la actuación personal; estudio en grupos de las ideas revolucionarias.

Entrega de un banderín.

El foco guerrillero debe desarrollarse en tres etapas:
• Asentamiento: Un escaso contingente inicial debe comenzar a reconocer el terreno y clima, al par que se va montando el aparato logístico. Esto debe realizarse con el máximo secreto y aislamiento de la población. Esta etapa culmina con la construcción mínima de una zona de operaciones y el comienzo de pequeñas acciones.
• Desarrollo: Formación del foco guerrillero y expansión del mismo a otras áreas; formación y coordinación de guerrillas urbanas; creación del poder dual.
• Ofensiva: Creación del ejército popular revolucionario; generalización de la insurrección de masas; operaciones clásicas contra las fuerzas armadas; toma del poder.

Compañía de Monte RRJ

En 1972, el ERP intentó establecer una base en la zona con un grupo liderado por Ramón Rosa Jiménez, pero fue detectado por la policía y su líder murió en el enfrentamiento.

En 1973, se inició un segundo intento, completando un reconocimiento del terreno y estableciendo una unidad de monte en marzo de 1974 con 20 hombres.

Para mayo de 1974, el ERP consideró completada la primera fase y pasó a la acción abierta, creando la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez (Ca. RRJ), que el 30 de mayo tomó la localidad de Acheral, logrando un éxito propagandístico.

Simultáneamente, el ERP intensificó su actividad urbana, con atentados y ataques contra destacamentos policiales y militares.

El 20 de enero de 1974, un comando de 60-70 guerrilleros atacó el Regimiento Blindado 10 en Azul, matando a su jefe y secuestrando al Tte. Cnel. Igarzábal, quien luego fue asesinado.

Tres hombres del ERP. De das Taconas, a la izquierda,


El desarrollo del foco guerrillero

A lo largo de 1974, el ERP llevó a cabo una serie de atentados y ataques, operando con sus compañías urbanas en Gran Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Estas unidades lograron ejecutar diversas acciones, incluyendo asaltos a destacamentos policiales y cuarteles militares.

El golpe más impactante ocurrió el 20 de enero de 1974, cuando un comando de 60 a 70 guerrilleros atacó el Regimiento Blindado 10 en Azul, a 350 km al sur de Buenos Aires. Durante el asalto, los insurgentes asesinaron al jefe del regimiento, a su esposa y a un soldado. Además, secuestraron al Tte. Cnel. Roberto Igarzábal, jefe de un grupo de artillería blindada, quien posteriormente fue ejecutado por sus captores.

Sin embargo, pese a la intensificación de su actividad urbana, la dirigencia del ERP, liderada por Santucho, decidió priorizar la consolidación del foco guerrillero rural en Tucumán. Con este objetivo, concentraron sus recursos en la reorganización y mantenimiento de la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez (Ca. RRJ), lo que debilitó progresivamente sus estructuras urbanas.

Este traslado de esfuerzos provocó una pérdida sostenida de personal y recursos en las células urbanas, un factor clave que contribuyó a la derrota final del ERP.

Foco en Catamarca

El 11 de agosto de 1974, el ERP lanzó una serie de ataques coordinados. En Tucumán, un grupo de guerrilleros se desplazó hacia el este con la intención de tomar el Regimiento de Infantería Aerotransportado 17, ubicado en la provincia vecina de Catamarca. Simultáneamente, una compañía urbana del ERP, que operaba en Córdoba, atacó un polvorín en Villa María.

Ambos intentos fracasaron. En Catamarca, los insurgentes fueron detectados por la policía antes de llegar al cuartel, lo que frustró su plan.

Al día siguiente, tropas del Ejército Argentino, que perseguían al grupo que intentó tomar el Regimiento 17, lograron emboscarlos y derrotarlos en el combate de Piedra Blanca, a 12 km al noreste de la ciudad de Catamarca.

Estos enfrentamientos resultaron en graves pérdidas para el ERP, tanto en efectivos como en armamento y pertrechos, debilitando aún más su capacidad operativa.

Cadáver de un guerrillero muerto en combate en campo abierto. El ERP estuvo, durante algún tiempo, seguro de su triunfo.

Santucho, en persona, se trasladó al foco guerrillero con el objetivo de reorganizar la unidad de monte. La nueva compañía, compuesta por 60 a 80 combatientes, fue estructurada en tres sectoresNorte, Centro y Sur— que operarían de manera semiindependiente.

Tras un breve período de asentamiento y adaptación, el ERP comenzó a actuar abiertamente, tomando pequeñas localidades y eliminando a los pocos efectivos policiales presentes en la zona.

Esta estrategia se intensificó a finales de 1974 y principios de 1975, cuando parte de los efectivos de la unidad de monte fueron trasladados a Tucumán, con el fin de reforzar la guerrilla urbana en la capital provincial.




El aumento de la actividad guerrillera llevó al ERP a ejercer un control casi total sobre la zona. Como parte de su estrategia para establecer un poder paralelo, la guerrilla implementó una serie de medidas simbólicas y operativas, incluyendo:

  • Distribución de tierras.
  • Cobro de impuestos y peajes a vehículos de pasajeros.
  • Adoctrinamiento de la población mediante sesiones propagandísticas.
  • Desfiles y ceremonias en los pueblos, donde izaban sus propias banderas.
  • "Juicios revolucionarios" para condenar y ejecutar a policías y pobladores que se les oponían.

Una crisis política y un país al borde del colapso

En paralelo, Argentina vivía un contexto de profunda inestabilidad. El 1° de julio de 1974, tras la muerte de Juan Domingo Perón, el poder pasó a manos de su esposa y vicepresidenta, Isabel Perón. Su ineficaz conducción aceleró un proceso general de descomposición.

La inflación alcanzó el 400% anual, con devaluaciones de la moneda hasta dos veces por semana. Mientras tanto, la actividad de los grupos terroristas se intensificó, provocando una escalada de violencia en todo el país.

A la acción de la extrema izquierda, se sumó la aparición del terrorismo de extrema derecha, representado principalmente por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina).

El país quedó sumido en un clima de violencia permanente, con secuestros, atentados con explosivos, asesinatos, huelgas y copamientos de localidades, transformándose en una crisis sin precedentes.

Jefes del ERP, con el rostro enmascarado, en el curso de una rueda de prensa dada en el propio Buenos Aires desvergonzadamente con la imagen de San Martín detrás.

El contexto general del país favorecía el crecimiento sin obstáculos de la guerrilla rural. El gobierno, por razones políticas, subestimó el conflicto en Tucumán, tratando los ataques y atentados del ERP como simples asuntos policiales.

En consecuencia, la responsabilidad de combatir a la guerrilla recayó en la policía, cuyo accionar indiscriminado y descoordinado terminó generando un efecto opuesto al esperado.

Lejos de debilitar al ERP, la situación hizo que muchos pobladores rurales se sintieran más seguros en las zonas bajo control guerrillero que en aquellas donde operaban las fuerzas policiales.



Operación Independencia

Con el país en crisis tras la muerte de Perón el 1° de julio de 1974, la violencia se incrementó. El gobierno de Isabel Perón, inicialmente, trató el conflicto como un problema policial, pero la situación se volvió insostenible.

El Ejército Argentino exigió intervenir, iniciando la Operación Independencia el 9 de febrero de 1975.

El plan contemplaba:

  1. Aislar la zona guerrillera: La guerrilla vive de la población civil de la zona afectada. De esta población, que la protege por simpatía o por temor, se abastece, se informa y se sirve para ocultarse. Conclusión: es preciso arrebatarle el apoyo de la población civil.
  2. Cortar los suministros y refuerzos: La guerrilla opera en combate condicionando sus acciones a las del ejército regular, en acecho de sus fallos, debilidades, descuidos o rigideces, para golpear con sus fuerzas en puntos vulnerables. Conclusión: es preciso volverse irregular, apartarse de la rutina, aligerar el equipo, condicionar la propia acción a la del enemigo, y todo esto conservando las ventajas de las unidades regulares.
  3. Hostigar hasta su aniquilación: La guerrilla no es una razón, sino una resultante. Luego hay que descubrir su causa y hacerla desaparecer.


Soldado del 10 Regimiento de Caballería Motorizada, montando guardia tras un ataque del ERP, en el que resultó muerto un coronel y heridos varios soldados.

Tres Frentes de la Operación Independencia

La Operación Independencia se desarrolló en tres frentes simultáneos:

  1. Acción psicológica sobre la población.
  2. Acción cívica para consolidar el control territorial.
  3. Operaciones militares directas contra la guerrilla.

La acción psicológica se basó en el uso de propaganda para influir en emociones, opiniones y actitudes de diversos sectores —tanto favorables como neutrales o enemigos— con el objetivo de generar apoyo a la estrategia nacional. Según la doctrina de la Escuela de Guerra Especial del Ejército de EE.UU., el blanco de estas operaciones era el individuo.

El Ejército Argentino centró su discurso en un eje ideológico claro: presentar a la guerrilla como una fuerza extranjera, que intentaba imponer violentamente una ideología ajena a la identidad nacional.

Este mensaje apelaba al nacionalismo, reforzándolo con el fuerte sentimiento religioso de la población tucumana, lo que ayudó a desvincular a la comunidad del ERP y debilitar su influencia.



La acción psicológica fue reforzada con una serie de medidas destinadas a consolidar el control sobre la población, entre ellas:

  • Identificación y documentación obligatoria.
  • Puestos de control en caminos y carreteras.
  • Registros domiciliarios.
  • Creación de una red de informantes dentro de la población civil.

Estas acciones tenían un objetivo claro: quebrar el dominio del ERP y reducir el temor de la población hacia la guerrilla.

Según un oficial del Ejército Argentino, estas estrategias fueron determinantes para fomentar la colaboración de la población:

"La presencia del Ejército marcó un cambio. Cuando la gente vio que imponíamos el orden y alejábamos la presión de la guerrilla, comenzó a denunciarlos voluntariamente."

Uno de los resultados clave de esta táctica fue la creación de una red de informantes espontáneos, con un rol fundamental desempeñado por las mujeres:

"Las madres, esposas y novias fueron el principal objetivo de la acción psicológica. En los hospitales, al hablar con los médicos o incluso en consultas con dentistas, muchas de ellas proporcionaban información clave para sorprender a los guerrilleros."

Posteriormente, los hombres también comenzaron a colaborar, consolidando la estrategia de inteligencia militar contra la insurgencia.


La acción cívica se basó en una serie de principios fundamentales, orientados a fortalecer el sentido comunitario y fomentar la autogestión local. Entre sus ejes principales se encontraban:

  • Apoyo a proyectos impulsados por la propia población.
  • Implementación de planes adaptados a las necesidades locales.
  • Promoción del trabajo comunitario en el campo y las aldeas.

Esta estrategia buscaba atacar las causas subyacentes que facilitaban el reclutamiento guerrillero.

A diferencia del ERP, que intentaba captar apoyo mediante obsequios y asistencialismo, el Ejército Argentino optó por una política de autosuficiencia, enseñando a la población a asumir sus propias responsabilidades y a mejorar sus condiciones de vida sin depender de actores externos.


Fin del ERP y muerte de Santucho

El 10 de octubre de 1975, en el combate de San Gabriel del Acheral, el foco guerrillero colapsó. En noviembre, la lucha antisubversiva se extendió a todo el país.

El 23 de diciembre de 1975, el ERP intentó asaltar el Batallón de Arsenales 601 en Monte Chingolo, pero fracasó, sufriendo más de 100 bajas.

El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas tomaron el poder. El ERP, debilitado, perdió su última estructura en 1976, con la muerte de Santucho el 19 de julio en un enfrentamiento con el Ejército en Buenos Aires.

El 24 de noviembre de 1976, la Operación Independencia finalizó oficialmente, marcando el fin del ERP en Argentina.




El 10 de octubre de 1975, el combate del arroyo San Gabriel del Acheral marcó el desenlace de las operaciones iniciadas dos días antes y fue el punto de quiebre del enfrentamiento militar. A partir de esta batalla, el foco rural del ERP comenzó a desintegrarse.

La zona de combate se ubicaba al este de la Ruta Nacional 38, la principal vía de comunicación que conecta la capital tucumana con Córdoba. Este sector había sido el núcleo de operaciones del ERP, con bases establecidas en el cordón del Aconquija, desde donde descendían hacia la ruta para llevar a cabo sus incursiones.

La localidad de Acheral, situada junto a la carretera, era un punto estratégico en la región. A unos 4 km al este, se encontraba el ingenio Santa Lucía, un enclave donde trabajaban y residían alrededor de 4.000 personas, entre obreros agrícolas y sus familias.


El asesino Roberto Santucho, a la izquierda, uno de los jefes y teóricos  principales de la guerrilla hasta su muerte.

El 8 de octubre de 1975, a unos 2 kilómetros del ingenio Santa Lucía, en una quinta naranjera del paraje Las Mesadas, el Ejército Argentino (EA) abatió en combate a Jorge Carlos Molina, uno de los jefes del ERP.

Al día siguiente, en la misma zona, el EA emboscó y eliminó a Asdrúbal Santucho, hermano del líder guerrillero Roberto Santucho, junto con el jefe y segundo jefe de la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez (Ca. RRJ). En la misma acción también cayó el técnico de comunicaciones del ERP.

Finalmente, el 10 de octubre, con su estructura de mando prácticamente desmantelada, la unidad de monte del ERP fue atrapada en una encerrona en un cañaveral cercano al arroyo San Gabriel del Acheral. El enfrentamiento y el posterior rastrillaje causaron un elevado número de bajas entre los guerrilleros.

El 24 de octubre, el EA informó que desde el inicio de la Operación Independencia habían sido abatidos 104 combatientes del ERP.

Para noviembre de 1975, el panorama para el ERP se tornó aún más crítico. La lucha antisubversiva se extendió a nivel nacional con la participación activa de todas las Fuerzas Armadas.

Ante esta situación, Roberto Santucho decidió lanzar una ofensiva en el Gran Buenos Aires, con el objetivo de recuperar prestigio y obtener un importante botín de armas y material bélico mediante el asalto a una unidad del EA en el conurbano bonaerense.



Para ejecutar esta operación, el ERP adoptó una estrategia contraria a la habitual, trasladando gran parte de la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez (Ca. RRJ) desde Tucumán hacia la zona urbana del Gran Buenos Aires.

El 23 de diciembre de 1975, el ERP lanzó un ataque masivo contra el Batallón Depósito de Arsenales 601 "Domingo Viejobueno", en Monte Chingolo. Sin embargo, la guardia resistió el asalto hasta la llegada de refuerzos de varias unidades militares, lo que convirtió la operación en una emboscada letal para los insurgentes, quienes sufrieron más de 100 bajas.

Posteriormente, la propia publicación del ERP, El Combatiente, reveló que el Ejército Argentino (EA) conocía de antemano los detalles del ataque, gracias a la infiltración de un espía dentro de la organización. Si bien la infiltración era una táctica común tanto en la guerrilla como en la contraguerrilla, el fracaso en Monte Chingolo marcó el inicio del colapso definitivo del ERP y aceleró la desintegración de la Ca. RRJ.

El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas derrocaron a la presidenta Isabel Perón y asumieron el poder. Para entonces, la Compañía de Monte ya estaba severamente debilitada, perdiendo estructura y cohesión.

El incremento de las deserciones obligó a sus miembros a dispersarse, operando en pequeños grupos de dos o tres personas. En lugar de llevar a cabo acciones armadas, comenzaron a infiltrarse en organizaciones laborales y movimientos de masas. No obstante, con el tiempo, estos células reducidas fueron detectadas y eliminadas.

Finalmente, el Ejército Argentino dio por concluida la Operación Independencia el 24 de noviembre de 1976. Para ese entonces, el líder del ERP, Roberto Santucho, ya había muerto junto a varios de sus compañeros, el 19 de julio de 1976, en un enfrentamiento con el Ejército en un suburbio del norte de Buenos Aires.



Los adversarios

La Operación Independencia estuvo bajo la responsabilidad del III Cuerpo de Ejército del Ejército Argentino (EA), con sede en Córdoba, mientras que la unidad operativa principal fue la Quinta Brigada, con base en Tucumán.

En la campaña participaron fracciones de casi todas las unidades del III Cuerpo, aunque en su momento de mayor despliegue, el EA solo contó con un máximo de 1.500 a 2.000 soldados en la zona de operaciones.

A diferencia de otros conflictos, las unidades no fueron rotadas desde todo el país. Solo oficiales y suboficiales de diversas guarniciones argentinas fueron enviados temporalmente al área, con el objetivo de adquirir experiencia en combate y luego transmitirla a sus subordinados en sus respectivas unidades.




Los combatientes

El Ejército Argentino (EA) basó su fuerza en soldados conscriptos, la mayoría provenientes de la misma región norteña donde operaba la guerrilla. En los primeros meses, la lucha fue particularmente difícil, ya que la guerra contraguerrillera hasta entonces solo había sido un tema teórico de estudio para los mandos militares.

Con el tiempo, la experiencia adquirida transformó la estrategia del EA. Un alto oficial reconoció que la insurgencia "nos dio nuestra razón de ser a los militares argentinos, que hacía un siglo que no peleábamos una guerra".

Por su parte, la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez (Ca. RRJ) del ERP osciló entre 60 y 80 combatientes, siendo reabastecida con nuevos reclutas tras cada enfrentamiento.

Sus filas estaban compuestas por universitarios, pequeños burgueses de clase media urbana y algunos habitantes de la zona, además de extranjeros, entre ellos chilenos, cubanos, bolivianos y paraguayos. Mientras que algunos combatían por convicción ideológica, otros habían sido atraídos por el espíritu de aventura.

"Cuando estaban bien adoctrinados, se defendían con todo", admitió un oficial que los enfrentó en Tucumán.

Sin embargo, a medida que el ERP se debilitaba y perdía apoyo entre la población, surgieron problemas de disciplina. Uno de los líderes guerrilleros, el "capitán Santiago", adoptó una postura distante e impopular, lo que generó tensiones en la unidad hasta su muerte en combate.

El Ejército Argentino capturó correspondencia en la que Santucho criticaba duramente su desempeño y le exigía mayor compromiso con la estrategia general.

Armamento y logística

El ERP obtenía su armamento de ataques a cuarteles y compras en el extranjero. Su arsenal incluía:

  • Morteros y fusiles FAL.
  • Gran cantidad de municiones y armas cortas.
  • Trampas cazabobos, granadas y lanza-granadas de fusil.

Para las comunicaciones, el ERP utilizaba radios de fabricación casera, consideradas de buena calidad técnica, y sus combatientes poseían un gran conocimiento del terreno, lo que les otorgaba una ventaja en la lucha en la selva tucumana.



A diferencia del ERP, el Ejército Argentino (EA) nunca subestimó a su enemigo en el monte tucumano. Siempre consideró a esta guerrilla la más coherente políticamente, lo que la convertía en el grupo más peligroso militarmente entre todas las organizaciones insurgentes que operaban en Argentina.

Por esta razón, la eliminación del foco rural —y con ello, la desarticulación total del ERP— se convirtió en la máxima prioridad del Ejército Argentino.

Cuando la lucha contra la subversión dejó de ser una tarea policial para convertirse en una operación militar a nivel nacional, el EA enfocó sus esfuerzos en aniquilar la estructura rural del ERP, asegurando así su colapso definitivo.


sábado, 11 de enero de 2025

Malvinas: La operación secreta global en Gibraltar

Operación Algeciras





En el oscuro escenario de la Guerra de Malvinas, se tejió una trama que podría haber salido de una novela de espionaje, un episodio olvidado pero cargado de intriga y tensión. A principios de 1982, mientras el gobierno militar argentino lidiaba con una crisis interna que amenazaba con desmoronar el régimen, sus líderes decidieron lanzar un golpe audaz contra el Reino Unido, no en las islas disputadas en el Atlántico Sur, sino en Europa, en el corazón de la base naval británica en Gibraltar. Una operación global al estilo Mossad, ni más ni menos.

El protagonista de esta misión secreta, denominada Operación Algeciras, fue Máximo Nicoletti, un hombre con un pasado turbulento. Nicoletti no era un soldado ordinario; había sido miembro de los Montoneros, una guerrilla peronista que había surgido en los años 70. Ganó su apodo, "el buzo experto", por su participación en un acto de sabotaje en 1974, cuando colocó explosivos bajo la línea de flotación de un destructor argentino en el puerto de Puerto Belgrano. Este acto de terrorismo le ganó una reputación temible y, según él mismo, un linaje de sangre, pues afirmaba ser hijo de uno de los comandos submarinos de Mussolini que hundieron el HMS Valiant y el HMS Queen Elizabeth en el puerto de Alejandría en 1941. Si esta historia era cierta o no, era algo que Nicoletti repetía con frecuencia, quizás para mantener viva su imagen de guerrillero implacable.

El 2 de abril de 1982, cuando Argentina invadió las Islas Malvinas, el gobierno militar buscaba no solo una victoria territorial, sino también un medio para distraer a la población de los problemas internos que amenazaban con desbordar al régimen. La ocupación de las islas unió a los argentinos en un fervor patriótico que, momentáneamente, silenció las protestas contra la brutal represión y las penurias económicas. Sin embargo, la invasión no se desarrolló como esperaban. Lejos de ceder, Gran Bretaña, bajo el liderazgo de Margaret Thatcher, reaccionó con fuerza. Organizó la mayor operación militar desde la Segunda Guerra Mundial, enviando una armada imponente para recuperar las islas.



En Buenos Aires, mientras las primeras escaramuzas se sucedían en el Atlántico Sur, el director del Servicio de Inteligencia Naval argentino, el almirante Eduardo Morris Gerling, comenzó a considerar formas alternativas de golpear a los británicos. Fue entonces cuando decidió convocar a Nicoletti. Capturado por los militares en 1977, Nicoletti, junto a su camarada Nelson Latorre, había cambiado de bando justo antes de enfrentar las torturas que la dictadura reservaba para sus enemigos. Esta conversión no solo fue una traición a sus antiguos compañeros, sino también un acto de desesperación y supervivencia. De guerrillero peronista, Nicoletti pasó a ser un ferviente colaborador del régimen militar, dispuesto a servir en cualquier misión que se le asignara.

Operación Algeciras se presentó como una oportunidad perfecta para Nicoletti de aplicar sus habilidades como buzo y saboteador. El plan era simple en teoría: infiltrarse en la base naval de Gibraltar y hundir un buque de guerra británico. La operación, aunque arriesgada, tenía un precedente en la mente de Nicoletti: su exitoso ataque en Puerto Belgrano. Pero esta vez, el objetivo era mucho más ambicioso y, sin duda, más peligroso.

 

El grupo encargado de ejecutar la misión estaba compuesto por Nicoletti, Latorre, y un tercer hombre, conocido solo por su apodo, "el marciano". Los tres habían sido Montoneros y ahora, ironías del destino, servían al mismo régimen que había intentado eliminarlos. Su viaje comenzó el 22 de abril de 1982, cuando partieron hacia París, escoltados por el capitán de navío Héctor Rosales, quien actuaba como enlace con los altos mandos militares y encargado de supervisar la misión. Desde París, los tres exguerrilleros cruzaron la frontera hacia España y se dirigieron a Málaga en dos autos alquilados. Rosales, mientras tanto, se trasladó a la embajada argentina en Madrid para recoger una maleta muy especial: en su interior, dos minas italianas cargadas con 25 kilogramos de explosivos, diseñadas para adherirse al casco de un buque y provocar una devastadora explosión.

La operación parecía destinada al éxito, pero desde el principio se vio afectada por una serie de improvisaciones y errores que, en retrospectiva, parecían inevitables. Al llegar a España, el grupo se instaló en una casa alquilada en Estepona, una tranquila localidad costera a unos 18 kilómetros de Gibraltar. Sin embargo, a pesar de la gravedad de su misión, los argentinos cometieron errores de principiante. Carecían de planos actualizados de la base naval y se vieron obligados a comprar mapas turísticos de Gibraltar en una tienda de El Corte Inglés. Además, tuvieron que adquirir un bote de goma para acercarse al puerto, lo que incrementó la posibilidad de ser descubiertos.



Durante días, los tres hombres actuaron como si fueran turistas comunes, aunque sus actividades resultaban cada vez más sospechosas. Paseaban por la costa, observando el puerto militar británico con binoculares en lugar de dedicarse a la pesca, como afirmaban. Su comportamiento no pasó desapercibido para las autoridades locales, especialmente en un tiempo de guerra donde cualquier actividad inusual podría ser interpretada como un acto de espionaje.

Finalmente, después de días de vigilancia, el grupo identificó su objetivo: la fragata británica HMS Ariadne, que entraba y salía del puerto en intervalos irregulares. Nicoletti, ansioso por cumplir la misión, solicitó permiso para atacar un viejo remolcador que parecía más accesible, pero desde Buenos Aires le ordenaron que tuviera paciencia. El 3 de mayo, recibieron la orden de pasar a la acción, fijando el 16 de mayo como la fecha para ejecutar la Operación Algeciras.

Sin embargo, el destino tenía otros planes. El 15 de mayo, un día antes del ataque, todo se desmoronó. El capitán Rosales fue a renovar el alquiler de los autos en previsión de una fuga apresurada, pero su comportamiento levantó sospechas. El empleado de la oficina de alquiler de autos, al notar algo extraño, lo hizo esperar mientras avisaba a la policía. Cuando los oficiales llegaron, Rosales no tuvo más remedio que revelar su verdadera identidad. "Soy el capitán Fernández de la Armada Argentina y estoy en una misión secreta. Desde este momento me considero su prisionero, no diré una palabra más", declaró, poniendo fin a la operación.

Resumen de las Biografías: Operación Algeciras

La Operación Algeciras fue una misión encubierta llevada a cabo por la Armada Argentina durante la Guerra de las Malvinas en 1982, con el objetivo de sabotear un buque británico en la Base Naval de Gibraltar. La operación, que nunca se concretó, tenía la intención de alterar la disposición de la flota británica en el conflicto y de presionar a las fuerzas europeas para que retiraran sus buques del Atlántico Sur.

Máximo Nicoletti fue el principal ejecutor de la misión. Exintegrante de la organización Montoneros, Nicoletti había adquirido experiencia en sabotajes al participar en la voladura de la fragata ARA Santísima Trinidad en 1975. Esta experiencia lo hizo útil para la Armada, que lo contactó en 1978 durante las tensiones con Chile por el Canal de Beagle. Aunque ese conflicto fue evitado por la mediación papal, la capacidad de Nicoletti quedó registrada, lo que llevó a la Armada a recurrir nuevamente a él durante la Guerra de las Malvinas.

Máximo Nicoletti

En 1982, cuando estalló el conflicto, Nicoletti estaba en Miami. La Armada lo reclutó para liderar la Operación Algeciras, cuyo propósito era hundir un buque británico en Gibraltar utilizando minas submarinas. Esta acción sería un mensaje a Europa sobre los riesgos de mantener sus fuerzas navales tan lejos de sus costas.

El comandante de la operación fue el almirante Jorge Isaac Anaya, un miembro de la Junta Militar argentina y uno de los arquitectos de la recuperación de las Malvinas. Anaya, convencido de la necesidad de una acción en Europa, convocó al almirante Eduardo Morris Girling, jefe del Servicio de Inteligencia Naval, para planear la misión. Girling formó un equipo con Nicoletti y otros dos exmontoneros, quienes serían los encargados de ejecutar la operación.

Alte Jorge Anaya

Los exmontoneros tenían la ventaja de no estar formalmente vinculados a la Armada, lo que permitía a las autoridades argentinas negar cualquier conexión oficial con la operación en caso de fracaso. Además, estos exguerrilleros contaban con formación militar y experiencia en operaciones clandestinas, lo que los hacía idóneos para la misión.

El plan consistía en que Nicoletti y su equipo viajaran a Gibraltar, se sumergieran en el puerto utilizando equipo de buceo y colocaran minas submarinas en un buque británico. Sin embargo, desde el principio enfrentaron dificultades. Tras llegar a París, los servicios de inteligencia franceses sospecharon de ellos debido a la mala calidad de los pasaportes falsos proporcionados por Víctor Basterra, un exmontonero conocido por sus habilidades como falsificador. Aunque los argentinos lograron continuar su viaje, siempre quedó la sospecha de que los franceses alertaron a las autoridades británicas y españolas sobre su presencia.

Ya en España, el equipo se estableció en Algeciras, desde donde llevaron a cabo misiones de reconocimiento en la costa. Observaron que las medidas de seguridad en la base de Gibraltar eran mínimas, lo que hacía factible la operación. Sin embargo, las condiciones climáticas y la presencia de un blanco adecuado fueron obstáculos continuos. Nicoletti, impaciente por actuar, propuso varios objetivos, como un buque minador y un supertanque de bandera liberiana, pero ambos fueron rechazados por Anaya, quien consideró que los objetivos eran inapropiados o que las consecuencias de atacarlos serían desastrosas.

Finalmente, según Nicoletti, cuando por fin se dieron las condiciones perfectas para realizar la operación, Buenos Aires ordenó suspenderla debido a las negociaciones diplomáticas en curso para poner fin a la guerra. Estas negociaciones, lideradas por el canciller argentino Nicanor Costa Méndez y el secretario de Estado estadounidense Alexander Haig, eran cruciales para el futuro del conflicto.

La Operación Algeciras, aunque nunca se concretó, representa un capítulo poco conocido de la Guerra de las Malvinas, en el que un pequeño grupo de exguerrilleros, dirigidos por la Armada Argentina, estuvo a punto de llevar a cabo una acción que podría haber tenido repercusiones internacionales significativas. La operación demuestra la desesperación y la audacia de Argentina en un conflicto que, desde el principio, parecía estar en su contra.



La policía se trasladó rápidamente a la casa de Estepona, donde arrestaron al resto del grupo. En los primeros interrogatorios, los argentinos se mantuvieron en silencio sobre el propósito de los explosivos que encontraron en la casa. Pero, una vez en la comisaría de Málaga, confesaron sus identidades y el objetivo de su presencia en España. La Operación Algeciras había fracasado antes de siquiera comenzar.

Para el gobierno español, la captura de este comando argentino fue una situación incómoda. La guerra en Malvinas había exacerbado el sentimiento nacionalista en ciertos sectores de la sociedad española, que veían en las Malvinas y Gibraltar símbolos similares de la política colonial británica. No querían involucrarse en un conflicto que podría poner en riesgo las relaciones diplomáticas con el Reino Unido. Por orden del presidente Leopoldo Calvo Sotelo, los prisioneros argentinos fueron subidos a un avión y llevados a Madrid, y desde allí, enviados de vuelta a Buenos Aires en un vuelo sin escalas, bajo la custodia del servicio secreto español. El incidente fue sepultado en silencio.



Oficialmente, la captura del comando argentino se atribuyó a un golpe de suerte. Según la versión oficial, la policía española estaba tras la pista de un grupo de estafadores uruguayos y los argentinos, que se movían con grandes cantidades de dólares en efectivo, llamaron la atención. Sin embargo, hay quienes creen que esta historia fue una cortina de humo para encubrir la intervención de la inteligencia británica, que habría detectado a los argentinos desde que presentaron sus pasaportes falsos en París. Estos documentos, confeccionados por un prisionero de la Escuela de Mecánica de la Armada en Buenos Aires, eran buenos, pero no lo suficiente como para engañar a los agentes franceses. Esta teoría parece más plausible para explicar cómo la Operación Algeciras fue frustrada justo un día antes de que el grupo pudiera ejecutar su ataque.

¿Qué hubiera pasado si la Operación Algeciras hubiera tenido éxito? Un buque de guerra británico hundido en aguas europeas por un grupo de exguerrilleros que, apenas unos años antes, se habían enfrentado entre sí en la violencia interna de Argentina. El ataque habría sido un golpe devastador para la moral británica y habría añadido una dimensión completamente nueva al conflicto de Malvinas. Sin embargo, en lugar de convertirse en héroes o villanos de una operación de alto riesgo, Nicoletti y su equipo fueron devueltos a Argentina en silencio, sus nombres perdidos en las sombras de la historia.

Así, la Operación Algeciras se convierte en un recordatorio de los extremos a los que llegó la el gobierno argentino en su esfuerzo por ganar la guerra y cómo el destino, la suerte y quizás la incompetencia conspiraron para evitar que este capítulo se convirtiera en un incidente internacional. Esta historia, casi olvidada, es un fascinante testimonio de cómo la Guerra de Malvinas no solo se libró en el Atlántico Sur, sino que sus ecos resonaron en rincones inesperados de Europa, dejando tras de sí un rastro de lo que pudo ser, pero nunca fue. Ello también muestra que los militares argentinos pensaban llevar la guerra al corazón enemigo, con una audacia inusitada para el escenario iberoamericano y, de hecho, como todo militar de ley debe planear cuando enfrenta a un enemigo tan poderoso como la segunda potencia de la OTAN.



sábado, 12 de agosto de 2023

Malvinas: La geoestrategia de la operación Algeciras

¿Cómo planeó Argentina ganar la guerra de las Islas Malvinas: una incursión de los “doce del patíbulo” en Gibraltar?

Un capítulo olvidado en la guerra por las Islas Malvinas.

por Ed Nash || The National Interest

Cuando Argentina invadió las remotas Islas Malvinas y Georgias del Sur en abril de 1982, apoderándose de Gran Bretaña junto con sus 1.800 habitantes, la junta militar que gobernaba el país pensó que tenían un hecho consumado y que los británicos no podían hacer nada para responder. punto de vista que sostenían muchos, incluidos los Estados Unidos.

La actitud resultó miope. Los británicos formaron un grupo de trabajo naval y lanzaron la "Operación Corporate", una expedición para recuperar las islas y reafirmar la soberanía británica. La confianza inicial del ejército argentino de que la misión estaba más allá de las capacidades de la Royal Navy y las Fuerzas Terrestres Británicas comenzó a convertirse en alarma cuando se hizo evidente que una fuerza sustancial se dirigía al Atlántico Sur para enfrentarlos.

El jefe de la Armada Argentina, y miembro de la junta militar que dirigía el país, así como el arquitecto principal del plan para apoderarse de las islas en disputa, fue el almirante Jorge Anaya. Mientras desarrollaba los planes de defensa de su armada, concibió la audaz idea de atacar a la Royal Navy donde menos lo esperaba: en uno de sus puertos de origen. 

Dado que la fuerza británica dependía de una enorme cola logística para apoyar la operación, el razonamiento fue que, al demostrar la debilidad de sus defensas, los británicos se verían obligados a retirar recursos críticamente escasos para proteger sus instalaciones y lanzar toda la contrainvasión. en duda.

Con esta idea en mente, los argentinos comenzaron a buscar por dónde golpear. Se consideró que la seguridad en Gran Bretaña era demasiado estricta, por lo que se formó otro plan: utilizando buzos armados con minas lapa, los argentinos hundirían o dañarían un buque de guerra de la Marina Real en Gibraltar. Y tenían justo al hombre en mente.

En 1974, una mina lapa mató al jefe de la Policía Federal Argentina mientras se encontraba en su yate. Menos de un año después, el nuevo destructor Tipo 42, el Santisima Trinidad , que aún estaba en construcción, fue saboteado cuando una carga detonó debajo de su casco mientras se estaba equipando. El daño retrasó la finalización del barco durante un año.

Los ataques fueron perpetrados por un grupo terrorista conocido como Los Montoneros, un grupo de izquierda que se oponía al gobierno militar. El buzo que dirigió los ataques fue Máximo Nicoletti, un hábil instructor de buceo cuyo padre había servido en los famosos comandos navales italianos durante la Segunda Guerra Mundial. 

En algún momento después de estos ataques, Nicoletti fue capturada por los militares y obligada a trabajar para sus antiguos enemigos. Como resultado, ayudó en varias operaciones encubiertas antes de encargarse de liderar el ataque propuesto. 

Al más puro estilo "Dirty Dozen" o Los 12 del Patíbulo, su equipo estaba compuesto por otros dos exMontoneros que habían ayudado en los ataques terroristas anteriores y, como Nicoletti, cambiaron de bando una vez capturados. La intención de los argentinos era que, en caso de que el equipo fuera capturado, podrían cancelarlo y explicarle al mundo que eran simplemente patriotas en su propia misión. El comandante general era un agente argentino y ex oficial naval, Héctor Rosales, que no participaría en el ataque y era el enlace con el ejército argentino.

El comando voló a España el 24 de abril de 1982. Las minas lapa, modelo italiano, fueron enviadas a Madrid en valijas diplomáticas y entregadas por el agregado naval argentino. Luego, el equipo usó diferentes vehículos para trasladarlos a ellos y su equipo, que incluía respiradores y 75 kg de minas, a la ciudad costera de Algeciras, al otro lado de la bahía de Gibraltar.

El viaje fue tenso. España era la anfitriona de la Copa Mundial de Fútbol de ese año y, sufriendo su propia situación terrorista en la forma del grupo vasco ETA, la seguridad era estricta. Había retenes policiales en muchas carreteras y el equipo argentino tuvo que vigilar mientras transportaban los explosivos por el país. 

Al llegar a Algeciras, el equipo compró un bote de goma y aparejos de pesca. Usando esto como su coartada, procedieron a reconocer la bahía y trazar su plan mientras esperaban órdenes para atacar.

El alto mando argentino no estaba listo para dar el permiso en un principio, aún con la esperanza de que se pudiera llegar a una solución diplomática. Pero el 2 de mayo, el submarino británico Conqueror hundió al crucero ligero argentino General Belgrano, provocando la muerte de 323 marineros argentinos.

Con esta acción, era evidente que el conflicto era inevitable y el 3 de mayo se dio permiso para que los comandos atacaran el primer objetivo viable. Este llegó el 10 de mayo en la forma de la fragata clase Leander, la HMS Ariadne.

El plan era que el equipo remara hacia la bahía alrededor de las 6 p. m. de la noche siguiente como si estuviera pescando, nadando hasta la fragata y plantando las minas a la medianoche, y luego regresando a las 5 a. m. de la mañana siguiente. Las minas serían programadas para detonar después de esto.

Con el plan en orden, el equipo se dispuso a asegurarse de que su ruta de escape estuviera lista y dos de ellos regresaron a la compañía de alquiler de autos que estaban usando y pagaron en efectivo para renovar su contrato, como lo habían hecho en ocasiones anteriores. Aunque es probable que nunca se confirme con certeza, fue esta acción la que se atribuye al fracaso de la misión. 

Un banco local había sido asaltado recientemente por una pandilla compuesta por argentinos y uruguayos, y la policía había pedido a los negocios locales que estuvieran atentos a los culpables. El propietario del coche de alquiler, que sospechaba del equipo, llamó a la policía. El equipo fue arrestado de inmediato. (Cabe señalar que otras fuentes indican que la inteligencia británica estaba monitoreando las comunicaciones de los argentinos y avisó a la policía española. La verdad del asunto probablemente siempre será discutible). Esto, a su vez, condujo al rápido arresto de Nicoletti y el otro miembro del equipo, quienes estaban durmiendo en su hotel preparándose para el largo nado que esperaban emprender.

Nicoletti informó rápidamente a las autoridades españolas sobre sus identidades y misión, presentándoles un verdadero dilema. Como miembro recién incorporado a la OTAN, España era ahora un aliado británico. Sin embargo, no queriendo enemistarse con los argentinos, los españoles decidieron que la discreción era lo mejor y rápidamente deportaron al equipo sin comentarios.

Nunca se sabrá realmente si la operación, de haber tenido éxito, habría marcado alguna diferencia en el resultado final del conflicto. El 21 de mayo los británicos desembarcaron sus tropas en las Malvinas y el 14 de junio se rindió la guarnición argentina. 

Pero lo que es, sin duda, es que toda la operación británica se llevó a cabo con muy poco dinero. La pérdida de otro barco por parte de la Royal Navy, solo una semana después del hundimiento del HMS Sheffield y tan cerca de casa, sin duda habría sido un gran impacto.

La Operación Algeciras puede haber fracasado, pero sigue siendo un gran caso de estudio para el pensamiento innovador en operaciones especiales, así como un ejemplo de cómo las cosas más simples pueden hacer que un plan fracase.

sábado, 4 de febrero de 2023

Argentina: El imprescriptible terrorismo peronista

“El poder político brota de la boca de un fusil”: la brutal confesión de Firmenich luego de reunirse con Perón

El 3 septiembre de 1973, un mes y medio antes de asumir el gobierno, Perón definió a los guerrilleros: “Delincuentes que hay que hacerlos tomar por la policía”. Tres días después, el ERP intentó copar el Comando de Sanidad y mató a un coronel. El 8, el futuro mandatario se reunió con la Juventud Peronista. Pero no pudo torcer la violencia que vivía el país
Por Juan Bautista Tata Yofre || Infobae



Juan Domingo Perón y Mario Firmenich

Si Oscar Conde, el maestro del lunfardo, tuviera que definir a la distancia el mes de septiembre de 1973 simplemente nos diría: “un balurdo”. Es decir, desorden, confusión, escasa armonía entre la gente. La Argentina, como en otras ocasiones, estaba envuelta en un gran balurdo del que le costaba salir. Héctor J. Cámpora, el presidente constitucional que había asumido el 25 de mayo de 1973, ya no estaba. Su gestión había durado apenas 49 días signados por el caos al que Juan Domingo Perón puso término con un “golpe palaciego”. Tras encontrar una solución de último momento, lo sucedió momentáneamente Raúl Lastiri, el presidente de la Cámara de Diputados. En agosto el Frente Justicialista de Liberación proclamaba la fórmula Perón-Perón para la contienda presidencial del 23 de septiembre y, para dar una imagen de ficticia unidad, el 31 todo el peronismo lo homenajeó con un desfile de varias horas. Frente a su persona pasaron la juventud que proclamaba la patria socialista y el sindicalismo ortodoxo, más conservador. En esas mismas horas, en Argel, la Argentina se incorporaría como miembro activo al Movimiento de Países No Alineados y Jorge Raúl Carcagno, el jefe del Ejército, viajaría a Caracas con un discurso “progresista” antiamericano que poco tenía que ver con lo que Perón pensaba en la intimidad. Claro, en diciembre el jefe militar era desplazado. Como si todo congeniara con el momento que se vivía, faltaban apenas once días para el martes 11 de septiembre, jornada en que medio Chile, con sus Fuerzas Armadas, terminaba con la gestión socialista-comunista de Salvador Allende Gossens y éste se pegara un tiro dentro del Palacio de la Moneda.

José López Rega, Perón e Isabel saludan a los que desfilan frente a la CGT

En medio de sus actividades de campaña, Perón se dio tiempo para asistir el lunes 3 de septiembre al Ministerio de Economía para escuchar una larga exposición de José Gelbard y una veintena de funcionarios. Todo consistió en un triste inventario de fracasos anteriores y esperanzados objetivos que serian incumplibles. Por la noche fue entrevistado en su residencia de Gaspar Campos durante una larga hora, por los periodistas Sergio Villarruel (comentarista político de Canal 13), Roberto Maidana (división noticias de PROARTEL) y el director del diario La Opinión Jacobo Timerman. Durante el largo diálogo se le preguntó:

-Nace en el país un fenómeno nuevo: el de la resistencia armada en una u otra forma, que poco a poco va derivando a lo que es hoy la guerrilla. ¿Cuál será la estrategia de su gobierno frente a este fenómeno?

-Las fuerzas de izquierda, de cualquier naturaleza que sean, si actúan dentro de la ley, para nosotros son respetables como cualquier otra, pero dentro de la ley. La gente que quiere emplear la metralleta para hacerse rico – porque la emplean también para eso – o para imponer también una voluntad que no es la que fija la ley, eso es una sola cosa: es un delincuente que hay que hacerlo tomar con la policía, para eso está la policía.

Pocas horas más Perón se daría cuenta que con la policía no alcanzaba y se volcaría hacia soluciones más drásticas. También afirmo que a “la juventud hay que tenerla aparte y no contaminarla. A los muchachos no hay que cortarles las alas hay que dejárselas, ya el tiempo se encargará de írselas cortando. Los muchachos se han exacerbado un poco. Por eso dice Chou En-lai: ‘la juventud es maravillosa pero no hay que decírselo’. Dios me libre si se los decimos todos los días”.

Entre otros, rodean a los novios Vicky y Joaquín, Santiago Costantini, César “Banana” Pueyrredón, su hermano Daniel, Juan José Guiraldes, “Tano” Ruzzi y Santiago Berhongaray

En particular, cuando el candidato hablaba de la juventud se refería a los “muchachos” que más se hacían ver en los diarios por sus rebeldes y criminales actitudes. Existían otros que se preparaban para transitar otros caminos y en muchos casos serian exitosos. El miércoles 5 de septiembre, bendecidos por el Obispo de San Isidro Jorge Casaretto, se casaron Joaquín Alonso con “Vicky” Correa Ávila. La fiesta se realizó en el club sirio-libanés de Ayacucho y Melo y hasta allí concurrieron a saludar al escribano Joaquín Alonso, director del Banco de la Provincia de Buenos Aires, y los novios, parte de la flor y nata del peronismo en el poder. Entre varios, el ministro del Interior, Benito Llambí y su señora Beatriz Haedo, el senador Ítalo Luder, Antonio Cafiero (Caja Nacional de Ahorro y Seguro), Ricardo Guardo, el ministro Jorge Taiana, Ildefonso Recalde (presidente de la CGE), Juan José “Cadete” Güiraldes y el periodista Bernardo Neustadt. Entre las jóvenes sobresalían Myette Ferrecio, “Guagua” Alonso y Patricia la hermana de la novia. Pasada la medianoche -el novio recuerda hoy—”los mayores”, como respondiendo a una señal convenida, se fueron retirando con caras de preocupación. “Algo estaba pasando y no lo decían”: en esas horas del jueves 6 de septiembre, la “Compañía José Luís Castrogiovanni” del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) atacaba el Comando de Sanidad ubicado en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires, con la intención de robar armas, municiones y equipos médicos. La incursión terrorista fue posibilitada por el entregador soldado dragoneante Hernán Invernizzi, encargado de los relevos de la guardia, que ordenó abrir las puertas del Puesto 2 del instituto militar para dejar entrar un camión Ford 350 que, supuestamente, traía vituallas.

Título de tapa de Clarín del 7 de septiembre de 1973

Así fueron sorprendidos el teniente primero Eduardo Rusch y el soldado dragoneante Osvaldo Degdeg heridos con varios disparos. El operativo fracasó porque dos soldados lograron evadirse y se presentaron a la comisaría 28a, cercana a tres cuadras, y puso sobre aviso al Comando Radioeléctrico que rodeó la guarnición. Cuando tomaron conciencia de que estaban cercados, los asaltantes discutieron si debían rendirse o resistir el ataque. El primer paso fue la entrega de los heridos Rusch y Degdeg --llevaban horas sin ser atendidos—dejados en la vereda de la Unidad. Por los fondos entró un grupo de militares al mando del teniente coronel Raúl Juan Duarte Ardoy. Cuando los terroristas se vieron atacados por su retaguardia –pese a haberse rendido e izado una sábana como bandera blanca- abrieron fuego y la metralla mató a Duarte Ardoy, segundo Jefe del Regimiento Patricios. También fueron heridos otros oficiales y soldados, como es el caso del teniente Néstor Castro Vellaz, herido en el hígado cuando acompañaba a su jefe. Luego de arduas negociaciones, vía telefónica, los guerrilleros –que reclamaban la presencia de un juez, periodistas y legisladores—se rindieron.

Coronel Raúl Duarte Ardoy

Además del propio soldado entregador, figuraban como miembros del comando asaltante Alberto Clodomiro Elizalde Leal, Miguel López, Ramón Gómes, Martín Ricardo Marcó y Carlos Ponce de León amnistiados el 25 de mayo de 1973. En el caso de Ponce de León había sido condenado por la Cámara Federal Penal de la Nación, previo a su amnistía, por el secuestro y asesinato del presidente de la FIAT, Oberdan Sallustro, en abril de 1972. Otro, Alejandro “Lucas” Ferreyra Beltrán, había participado en la fuga de los presos del penal de Rawson hacia Chile y posteriormente a Cuba en agosto de 1972. La Prensa agregó otros nombres: Eduardo Anguita, Rubén Oscar Juárez, Rodolfo Rodríguez, Oscar Mathews, Arturo Vivanco y Gabriel Di Benedetti, hermano del “Tordo” Osvaldo Sigfrido Di Benedetti, sindicado como responsable y partícipe de numerosos hechos terroristas. Apenas unos días más tarde, el Poder Ejecutivo Nacional emitió el Decreto Nº 1453/73 por el que se declaró ilegal la actividad del autodenominado Ejército Revolucionario del Pueblo.

Carlos Ponce de León

El ataque del PRT-ERP tenía una explicación: la conducción ya estaba pensando en la formación de la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez que aparecería en Tucumán algunos meses más tarde y los 150 fusiles FAL y municiones que estaban en la Sala de Armas les eran imprescindibles.

El ataque fue el primero de la guerrilla marxista -- del PRT-ERP-- desde la asunción de las autoridades constitucionales el 25 de mayo del 1973 ( Cámpora – Lima ) y marcaba la tendencia de este grupo subversivo a focalizar su táctica de combatir a las Fuerzas Armadas y de Seguridad, sumado a los secuestros extorsivos.

Los atacantes una vez terminados los combates dentro del Comando de Sanidad

El sábado 8, Juan Domingo Perón se reunió con representantes de la juventud peronista por espacio de dos horas en una casa vecina de Gaspar Campos 1065. La cumbre fue el resultado de conversaciones previas con varios grupos y en especial, unos días antes, cuando Roberto Quieto y Firmenich se entrevistaron con Perón. En esta ocasión concurrieron representantes de otros sectores, como la Concentración Nacional Universitaria (CNU), Juventud Sindical Peronista (JSP), Guardia de Hierro, Fuerzas Armadas Peronistas “17 de Octubre” (FAP-17). Por la Tendencia Revolucionaria asistieron, entre otros, Juan Carlos Dante Gullo, Jorge Obeid, Miguel Mosse, Guillermo Amarilla, Ismael Salame, Pablo Ventura, que representaban a distintos estamentos con relación directa a Montoneros. Por Montoneros concurrió el propio Firmenich junto a Alberto Molina. Por FAR lo hicieron Roberto Quieto y José Lewinger. Durante la reunión se habló de la futura organización de la juventud, algo que no se concretaría desde el momento en que la denominada Juventud Peronista iba tomando distancia del líder y al año siguiente—tras la muerte de Perón—Montoneros pasaría a la clandestinidad. Lo más relevante no se dijo adentro de la reunión sino afuera. Lo afirmó Firmenich, tras una pregunta de la propia revista El Descamisado del 11 de septiembre, es decir era un diálogo preparado de antemano:

-¿Hasta ahora las organizaciones político militares FAR y Montoneros se han caracterizado por expresarse militarmente a través de la guerrilla urbana, esta gestión de ustedes implica un cambio de método en el accionar político de estas organizaciones?

-La guerrilla es sólo una de las formas de desarrollar la lucha armada; es sin duda el más alto nivel de lucha política. Este método se desarrolla cuando los objetivos políticos no pueden ser alcanzados a través de las formas no armadas de la lucha política.

-¿Esto quiere decir que ustedes abandonan las armas?

-De ninguna manera: el poder político brota de la boca de un fusil. Si hemos llegado hasta aquí ha sido en gran medida porque tuvimos fusiles y los usamos; si abandonáramos las armas retrocederíamos en las posiciones políticas. En la guerra (existen) momentos de enfrentamientos, como los que hemos pasado, y momentos de tregua en los que cada fuerza se prepara para el próximo enfrentamiento. En tanto no haya sido destruido el poder del imperialismo y la oligarquía debemos prepararnos para soportar y afrontar el próximo enfrentamiento…”

Para no ser menos, el 25 de septiembre de 1973 asesinaron a José Ignacio Rucci, el secretario general de la CGT.