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sábado, 4 de octubre de 2025

Crisis del Beagle: ¿Y si...? Conjeturas sobre la guerra del fin del Mundo

Soldados argentinos ocupan Puerto Natales en 1978.

Y si hubiésemos ido a la guerra: El conflicto no desatado entre Argentina y Chile en 1978 y sus consecuencias



Por EMcL - FDRA


Hubo mapas, hubo planes, hubo órdenes escritas. Hubo tropas listas para cruzar la frontera, armamento cargado, y miras puestas en el canal Beagle. En diciembre de 1978, Argentina y Chile estuvieron a horas —quizás minutos— de iniciar una guerra de consecuencias imprevisibles. Y, sin embargo, no ocurrió.

Este artículo se sumerge en ese conflicto no desatado, en ese capítulo borrado de la historia por la intervención de último momento del papa Juan Pablo II. Pero la pregunta persiste: ¿qué habría pasado si no mediaba nadie? ¿Quién tenía más chances de ganar? ¿Qué papel habrían jugado Perú, Bolivia o Brasil? ¿Y si Chile se rendía? ¿Y si resistía con éxito?

"Y si hubiésemos ido a la guerra"
no es solo un ejercicio de historia contrafactual. Es una reconstrucción detallada y argumentada de escenarios reales que estuvieron a punto de concretarse. Con base en fuentes documentales, estudios militares y análisis geopolíticos, proponemos una línea de tiempo crítica y múltiples hipótesis sobre el desenlace de una guerra que no fue, pero pudo ser.

Lo invitamos a recorrer uno de los mayores “¿y si?” estratégicos del Cono Sur. Lo que sigue no es ficción: es el pasado que casi fue historia.


0. El Beagle como epicentro: contexto, cronología y escenario hipotético

Línea del tiempo esencial

  • 1881 – Se firma el Tratado de Límites entre Argentina y Chile, que fija el canal de Beagle como frontera, pero no delimita con precisión la jurisdicción de las islas al sur del canal. (Wikipedia)

  • 1958 – Incidente del islote Snipe: enfrentamiento menor entre fuerzas argentinas y chilenas en el canal. (Wikipedia)

  • 1971 – Argentina y Chile acuerdan someter el diferendo del Beagle a arbitraje internacional. (Wikipedia)

  • 2 de mayo de 1977 – Se publica el laudo arbitral favorable a Chile sobre las islas de Picton, Lennox y Nueva, y derechos marítimos adyacentes. Siniver (2024)

  • Enero de 1978 – Argentina declara “nulo e írrito” ese laudo. Secretaría de Estado

  • 20 de febrero de 1978 – Acuerdo de Puerto Montt (Chile y Argentina acuerdan seguir negociando). (ONU)

  • 12 de diciembre de 1978 – Reunión de ministros exteriores prevista en medio de fuerte tensión. (CIA)

  • 22 de diciembre de 1978 – Argentina lanza la Operación Soberanía, una acción militar planeada para invadir las islas en disputa y medir la reacción chilena. La operación es abortada pocas horas después. (Wikipedia)

  • 9 de enero de 1979 – Acta de Montevideo: los dos países aceptan la mediación papal. (ONU)

  • 1982 – Guerra de Malvinas: Chile respalda diplomáticamente a Reino Unido, lo que influye en las relaciones regionales. (Wikipedia)

  • 29 de noviembre de 1984 – Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Argentina: acepta el laudo arbitral y fija fronteras marítimas y derechos de navegación. (Fuente)

Esta cronología refleja cómo, en los hechos, la guerra fue evitada. Pero al imaginar que el conflicto realmente se hubiera desatado, abrimos múltiples líneas hipotéticas.




1. ¿Quién tenía más probabilidades de ganar?

En la literatura especializada encontramos un consenso matizado. Argentina partía con ventajas cuantitativas: mayor número de tropas, armamento más abundante y capacidad de movilización en varios frentes. Según estudios estratégicos contemporáneos de esa época, su Ejército patagónico ya estaba preparado para operaciones ofensivas sobre las islas en disputa. (CIA)

Por otro lado, Chile contaba con dos factores defensivos cruciales: la difícil geografía (cordillera y zonas inhóspitas) que dificultaba el avance argentino, y una línea logística relativamente corta dentro de territorio nacional, lo que favorecía su capacidad de resistencia. Además, la cohesión militar chilena bajo Pinochet resultaba más estable que la de la junta argentina, inmersa en divisiones internas. Siniver (2024)

Algunos análisis de teoría de crisis (“brinkmanship”) aplicados al caso del Beagle concluyen que una guerra rápida y relámpago podría favorecer a Argentina en los primeros movimientos; pero que una guerra prolongada revertiría esa ventaja inicial. En esos modelos se considera que el desgaste logístico, el costo humano y la presión internacional tienden a favorecer al defensor cuando el terreno favorece esa estrategia. Corbacho (2003)

Por lo tanto, en un escenario ideal (ofensiva rápida bien coordinada, sorpresa y falta de reacción efectiva chilena), Argentina podría haber conquistado las islas y algunas zonas del sur chileno. Pero la probabilidad de una victoria estratégica total era baja. En una guerra extendida, Chile tenía mayores chances de revertir posiciones. Estos temas los hemos investigado a lo largo de diversos posteos en este blog.



2. Intervención de Perú o Bolivia: ¿posible cerco andino?

Una de las grandes incógnitas de este conflicto hipotético es el rol que hubiesen desempeñado los vecinos del altiplano. Perú, por entonces bajo el gobierno militar de Francisco Morales Bermúdez, mantenía una relación ambigua con Chile, marcada por las secuelas de la Guerra del Pacífico. Bolivia, aún con heridas abiertas por la pérdida de su litoral en ese mismo conflicto, tenía un interés histórico en recuperar acceso soberano al mar.

Existen documentos y declaraciones posteriores que indican que Argentina sondeó informalmente a ambos países sobre una eventual alianza. Algunos sectores del Ejército boliviano veían en el conflicto una oportunidad para presionar a Chile. En el caso de Perú, las relaciones eran frías con Chile, pero no lo suficiente como para justificar una entrada automática en la guerra.

La situación hubiese sido difícil para Chile. En 1978, Argentina sumaba un contingente de +132.000 hombres; Perú disponía de 89.000 y Bolivia de 22.500. Distribuir los 85.000 hombres con que contaba Chile para tal número de enemigos, parece altamente difícil. Hubo, además, una serie de escándalos de espionaje que involucraron a Chile en el Perú, y algunas decisiones de los países del entorno revelaban que todos estaban tomando posiciones, de alguna manera, ante la proximidad de la crisis.

La mayoría de los estudios coinciden en que una intervención directa de Perú o Bolivia era improbable al inicio del conflicto. Sin embargo, si Argentina lograba avanzar con éxito sobre el sur chileno, una victoria parcial podría haber incentivado una ofensiva coordinada desde el norte. No por alianzas explícitas, sino por intereses convergentes. Esta posibilidad, aunque baja, no era descartable. El cerco andino pudo haber sido una realidad si el conflicto se prolongaba.

Sin haberse decidido jamás por un compromiso concreto con Buenos Aires, y viendo milagrosamente como zafaba el país de la debacle en la Patagonia sobre el extremo sur de Chile, Lima no tuvo más remedio que quedar expectante. En editorial del diario peruano "El Correo" del 2 de abril de 2005, el director del medio, Aldo Mariátegui, recordaría:
    

"Si la guerra estallaba, era casi seguro que nuestro país se hubiera visto arrastrado a ella junto a Bolivia, mientras que los chilenos hubieran movido a sus aliados ecuatorianos".
    

"Por ello, la intervención papal evitó una muy probable guerra generalizada en Sudamérica, un horror insano que nos ahorró Juan Pablo II y que debemos agradecerle para siempre".


De este modo, al posponerse el problema del Beagle con esta oferta de mediación papal, la más calurosa hoguera de hacer justicia peruana frente al robo de territorio por parte de Chile comenzó a extinguirse a partir de ese año de 1979, aún cuando las tensiones persistían. 

Las relaciones históricas entre Chile, Perú y Bolivia aportan pistas interesantes. Bolivia, aún resentida por la pérdida de su costa en la Guerra del Pacífico, y Perú, que históricamente ha tenido tensiones con Chile, podrían haber visto en el conflicto una oportunidad regional.

Sin embargo, los estudios que revisan ese escenario coinciden en que la intervención abierta de Perú o Bolivia al inicio del conflicto habría sido muy improbable. Los costos políticos, militares y diplomáticos eran enormes. Además, ambos países enfrentaban limitaciones internas y no contaban con fuerzas desplegables de largo alcance para sostener una guerra en el extremo austral.

Dicho esto, si Argentina hubiese tenido éxito en sus primeras operaciones (por ejemplo, ocupando las islas o parte del sur chileno), un apoyo táctico desde el norte podría haber emergido. Un “cerco andino” podría haber sido viable en fases posteriores, no al comienzo. La ayuda probable habría sido logística, apoyo diplomático, incluso presiones sobre Chile desde el frente altiplánico, más que envíos masivos de tropas.




3. ¿Intervención de Brasil, EE. UU., Reino Unido u organismos multilaterales?

Una de las hipótesis de escalamiento del conflicto del Beagle recae muchas veces en la intervención de actores del tercer nivel. Analistas, sobre todo trasandinos, confiaban en que si el conflicto se prolongaba sería aprovechada por terceros actores para intervenir, siempre sospechando en ayuda de Chile. El primer corazoncito se depositaba en Brasil. Así como Perú y Bolivia aprovecharían la guerra para recuperar el territorio indignamente robado por Chile un siglo antes, Brasil podría cobrárselo con Argentina. Del mismo modo, el Reino Unido anticiparía que el conflicto se extendería a Malvinas e intervendría contra Argentina. Estados Unidos también tal vez podría intervenir para desalentar el conflicto entre dos socios regionales, como lo hace muchas veces para desactivar otros conflictos entre socios, como el caso de Turquía y Grecia. Finalmente, otra opción sería la intervención activa de la ONU al final como en el caso de la guerra de Corea.

Brasil

Brasil observaba el conflicto con preocupación. En plena dictadura militar y aliado de Estados Unidos en la Guerra Fría, el régimen brasileño tenía razones para evitar una alteración del equilibrio regional. Aunque públicamente neutral, Brasil mantenía mejores relaciones con Chile que con Argentina y tenía acuerdos tácitos de cooperación con las Fuerzas Armadas chilenas.

Una intervención brasileña directa era improbable, pero no imposible. Lo más probable es que, frente a una ocupación prolongada del sur chileno o una guerra abierta en todo el territorio andino, Brasil hubiese presionado diplomáticamente a favor de una solución rápida. En el escenario más extremo, podría haber desplegado tropas en su frontera para contener cualquier desborde, aunque sin cruzar a territorio enemigo.

Brasil, en 1978 bajo régimen militar, observaba el deterioro del equilibrio regional con preocupación. Mantenía relaciones más fluidas con Chile que con Argentina, lo que lo inclinaba a actuar como mediador o contenedor antes que como agresor directo. Una intervención militar brasileña sobre territorio chileno era extremadamente poco plausible. Lo más probable era una presión diplomática fuerte o despliegues en su frontera para evitar contagios o flujos de refugiados. Asimismo, sería probable que, si pudiese, Brasil proveería de armas a Chile si es que pudiese lograr una ruta logística segura. Asimismo, debe destacarse que para el momento de la crisis Brasil carecía de diferendos limítrofes con Argentina, es decir, no tendría excusa válida para iniciar una conflicto.

Estados Unidos

En plena Guerra Fría, EE. UU. jugaba un rol central en América Latina. Su prioridad habría sido evitar que un conflicto local escalara en una crisis mayor que afectase sus intereses estratégicos. Como muchas fuentes diplomáticas señalan, EE. UU. probablemente hubiese emitido condenas a la agresión, impuesto sanciones o bloqueos diplomáticos al agresor, y presionado por negociaciones y ceses del fuego. En el mejor de los casos, podría haber ofrecido mediación bajo auspicios de la OEA o la ONU. No hay indicios claros de que hubiese enviado tropas, salvo en escenarios extremos o bajo mandato internacional. Del mismo modo de controlar que se eviten conflicto entre sus socios políticos, la intervención cumpliría un rol apaciguador.

Estados Unidos habría jugado un rol determinante, aunque complejo. Washington mantenía canales con ambos regímenes militares y habría buscado evitar un conflicto que desestabilizara su "patio trasero" durante la Guerra Fría. Lo más probable habría sido una presión fuerte, quizás en el marco de la OEA, junto con sanciones diplomáticas o comerciales.

Reino Unido

El Reino Unido tenía un vínculo indirecto con el conflicto, principalmente vía su relación con Argentina (sobre todo por el tema de las Malvinas) y el reconocimiento del laudo arbitral. Es improbable que hubiese intervenido con fuerza militar en América del Sur en ese momento, salvo como apoyo simbólico diplomático o a través de presiones internacionales. El gobierno de ese momento todavía era laborista en el país, es probable que una intervención militar directa no hubiese ocurrido pero sí una movilización precautoria de la Royal Navy (con su grupo de portaaviones) a las islas Malvinas para prevenir cualquier aventura militar de nuestro país. 

El Reino Unido mantenía una relación distante en lo diplomático con Argentina pero cercana en lo militar: la proveía de armas navales (sus mejores destructores Tipo 42 y bombarderos Canberra), especialmente en temas de soberanía (como las Malvinas), y hubiese evitado tomar partido. 

ONU / organismos multilaterales

La ONU podría haber adoptado resoluciones para condenar la agresión, imponer sanciones o desplegar fuerzas de observación o paz en un escenario extremo. Pero en 1978 no existía un mecanismo automático para enviar fuerzas de intervención en conflictos interestatales sin acuerdos amplios. En un conflicto prolongado y sangriento, la presión para un cese del fuego y supervisión externa habría sido intensa.

En suma, la intervención extranjera directa en combate era poco probable salvo escalaciones dramáticas. La intervención diplomática activa y la mediación internacional eran mucho más probables.

La ONU, si bien podría haber condenado el conflicto, difícilmente habría actuado militarmente. No obstante, una guerra prolongada y sangrienta podría haber motivado la creación de una fuerza de paz para supervisar un cese al fuego.

4. Si Chile se hubiese rendido: ¿Que exigencias máximas podía solicitar Argentina?

¿Quién tenía mayores probabilidades de ganar una guerra entre Argentina y Chile en 1978?

La literatura especializada, tanto argentina como internacional, ha analizado largamente los escenarios potenciales del conflicto. En términos estrictamente numéricos, Argentina contaba con una ventaja considerable en tropas, blindados, aviación y recursos logísticos. Su Ejército era el más grande del Cono Sur y se encontraba desplegado en varias zonas del país con capacidad de rápida movilización. Además, la Armada argentina era, al menos en cantidad, superior a la chilena, mientras que la Fuerza Aérea contaba con más unidades operativas en ese momento.

Sin embargo, la superioridad numérica no garantiza la victoria. Chile, aunque más limitado en recursos humanos y materiales, tenía ventajas defensivas clave. Primero, su geografía: la Cordillera de los Andes es una formidable barrera natural. Segundo, una doctrina militar orientada a la defensa territorial con líneas logísticas más cortas y eficientes en su propio territorio. Tercero, el factor de cohesión interna: mientras que Argentina tenía fricciones entre sus distintas ramas militares y una dictadura inestable, Chile, bajo el mando férreo de Pinochet, mostraba una cadena de mando más cohesionada.

Los estudios de estrategia militar concluyen que en caso de una guerra corta, con ofensivas rápidas, Argentina podría haber ocupado territorios chilenos en el sur —especialmente el área de Punta Arenas— e incluso capturar las islas disputadas. Pero en una guerra prolongada, las limitaciones logísticas argentinas, la geografía hostil y una probable reacción internacional habrían revertido esa ventaja inicial. La victoria rápida era improbable. La victoria total, inverosímil. 

¿Qué hubiese ganado Argentina si Chile se rendía?

Si se hubiese producido una rendición chilena —escenario extremo aunque no improbable— Argentina habría impuesto condiciones territoriales y geopolíticas. El objetivo inmediato habría sido asegurar la soberanía de las islas del Canal Beagle (Picton, Lennox y Nueva), además de zonas estratégicas en el sur patagónico. Algunas proyecciones incluso mencionan la ocupación del Estrecho de Magallanes, dándole a Argentina control completo sobre la navegación entre el Atlántico y el Pacífico.

Además del territorio, se habrían exigido concesiones diplomáticas y comerciales: control de rutas marítimas, tratados favorables para la navegación y quizás acuerdos sobre explotación pesquera y recursos marítimos. En un escenario más ambicioso, Argentina podría haber intentado establecer una zona desmilitarizada en el sur chileno o imponer restricciones al rearme chileno.

Sin embargo, la ocupación prolongada del territorio chileno habría sido inviable en términos políticos y logísticos. La resistencia local, la presión internacional y los costos humanos y económicos habrían transformado una victoria táctica en un problema estratégico.

Aún obteniendo estas conquistas, debe tenerse en cuenta que como ha sido tradición en la cultura chilena, no perderían un segundo hasta fin de los tiempos de realizar reclamos diplomáticos de cualquier tipo, marca y color. Los reclamos infundados (Lago del Desierto) o mágicamente creados (Hielos Continentales) han sido una constante en el patrón cultural chileno. 

Finalmente, viendo a más largo plazo, la mejor victoria que hubiese podido tener Argentina hubiese sido la cesión de la Antártida chilena (nombrada Antártica en Santiago). Eso hubiese dejado el tratado Antártico con la región en disputa sólo por dos naciones, el Reino Unido y Argentina. La liberación del sur del canal de Beagle del yugo chileno hubiese dado un paso natural desde el sector continental Atlántico hacia las bases del continente blanco y hubiésemos ahorrado tener que jugar la actual farsa de un país jugando pequeños juegos de mezquindades como ya nos tiene acostumbrado el país lateral. Bien valía la pena ir a la guerra por sólo este objetivo de largo plazo.

Si Chile se hubiese rendido: exigencias máximas de Argentina

En el escenario más favorable para Argentina—una rendición chilena—las condiciones de paz que Buenos Aires podría haber exigido hubiesen sido ambiciosas:

  1. Soberanía plena sobre las islas del Canal Beagle — Picton, Lennox y Nueva, con definición clara del canal como frontera.

  2. Control parcial o total del Estrecho de Magallanes, para asegurar la soberanía sobre rutas marítimas interoceánicas de extremo sur.

  3. Zonas costeras del sur chileno (por ejemplo en toda la isla de Tierra del Fuego) con bases navales argentinas o zonas bajo administración argentina.

  4. Derechos de navegación asegurados para buques argentinos en aguas del Pacífico adyacentes, con tratados favorables de libre paso.

  5. Compensaciones económicas: reparaciones por daños de guerra, indemnizaciones, acceso preferencial a recursos marítimos (pesca, potenciales hidrocarburos).

  6. Limitaciones militares para Chile, como restricciones al rearmamento en el sur o creación de zonas desmilitarizadas, supervisadas internacionalmente.

  7. Cláusulas diplomáticas y de reconocimiento que obligaran a Chile a reconocer formalmente la victoria argentina, declarar vacíos ciertos tratados y aceptar una redefinición de fronteras marítimas favorables a Argentina. Cesión de todo el espacio antártico chileno a Argentina.

     

No obstante, mantener una ocupación extensa del territorio chileno hubiese sido extremadamente costoso y políticamente inviable en lo más mínimo a mediano plazo, por la resistencia interna, la presión internacional y el desgaste logístico humano y militar.

5. ¿Qué hubiese ganado Chile si rechazaba el ataque argentino?

En caso de un contraataque exitoso chileno, o al menos una defensa que frustrara el avance argentino, Chile habría obtenido no sólo la legitimidad internacional sobre su soberanía en el Beagle, sino un fortalecimiento simbólico y político de gran calibre. El mejor resultado posible sería la consolidación de sus derechos sobre las islas en disputa, acompañado de un reforzamiento militar y diplomático en la región.

En un escenario de victoria parcial o total, Chile podría haber presionado por concesiones argentinas en áreas fronterizas donde aún existían ambigüedades, además de reforzar alianzas regionales. Incluso es plausible imaginar que Chile hubiese solicitado compensaciones económicas o logísticas por los daños sufridos, o promovido una condena regional a la agresión argentina.

Políticamente, una victoria chilena habría reforzado al régimen de Pinochet, dándole mayor margen interno y externo. Por contraste, una derrota argentina habría debilitado aún más a una Junta ya dividida, acelerando el desgaste del régimen militar y probablemente alterando el curso que llevaría a la guerra de Malvinas cuatro años después.

Si Chile rechazaba el ataque: ganancias máximas para Chile

En el escenario de una defensa exitosa con contraataques efectivos, Chile podría reclamar condiciones ventajosas al final del conflicto:

  1. Confirmación y reforzamiento de su soberanía sobre Picton, Lennox y Nueva — el reconocimiento internacional de su propiedad sobre las islas disputadas.

  2. Concesiones territoriales menores en zonas limítrofes donde hubiese disputas poco claras o franjas terrestres limítrofes que pudieran ser negociadas.

  3. Compensaciones económicas por daños de la agresión argentina, indemnizaciones por destrucción de infraestructura, pérdidas civiles o militares.

  4. Obligación argentina de reconocer tratados de navegación favorables a Chile o cesión de derechos en algunas rutas marítimas limítrofes.

  5. Garantías de no agresión y limitaciones militares argentinas en el sur, tal vez supervisión internacional en ciertas zonas.

  6. Reparaciones políticas: apoyo chileno en foros internacionales, condenas de agresión argentina y un reforzamiento de la posición diplomática de Chile.


Además, políticamente sería una victoria simbólica de gran magnitud, fortaleciendo el régimen de Pinochet y debilitando la legitimidad de la junta argentina. Una derrota argentina —pese a sus recursos— habría acelerado el desgaste de su gobierno militar.

 

6. Finalizando

En diciembre de 1978, el Cono Sur estuvo a un suspiro de presenciar un enfrentamiento bélico que pudo haber cambiado el rostro geopolítico de Sudamérica. La tensión entre Argentina y Chile por la soberanía de las islas del Canal Beagle alcanzó un punto álgido, al borde de la guerra abierta. La intervención diplomática del papa Juan Pablo II evitó el estallido final. Pero, ¿qué habría pasado si esa mediación no hubiese llegado a tiempo? ¿Qué escenarios se habrían desplegado si el primer disparo hubiese sido respondido? Eso hemos estado intentar responder en este blog en diversos posteos.

Este conflicto no desatado sigue siendo uno de los mayores "y si" de la historia sudamericana reciente. Las condiciones estaban dadas, las tropas movilizadas, y las órdenes redactadas. Sólo una inesperada mediación papal evitó que el fuego se abriera en la Patagonia. El análisis de sus posibles consecuencias nos recuerda cuán delgada es, a veces, la línea entre la paz y la guerra.

¿Quién habría ganado? Es posible que nadie. Es posible que Argentina. Es imposible que Chile.

sábado, 9 de agosto de 2025

Ucronías Argentinas: ¿Y si los planes de adquisiciones pre-Malvinas se hubiesen mantenido en democracia?


¿Los Mirage 2000 hubiesen reemplazado a los Mirage III/Dagger/Finger?

¿Y si Argentina no hubiera frenado su rearme? Un análisis contrafáctico sobre las Fuerzas Armadas 1983–2025


Cuando el 14 de junio de 1982 el general Mario Benjamín Menéndez firmó la rendición argentina en Puerto Argentino, culminaba no solo la Guerra de Malvinas sino una etapa entera en la historia militar del país. Para muchos, esa derrota marcó un punto de inflexión definitivo. Lo que siguió fue la desarticulación de una política de defensa ambiciosa, un retroceso estratégico y la progresiva pérdida de capacidades militares. Pero ¿qué habría pasado si Argentina hubiese seguido el rumbo que venía trazando hasta ese momento? ¿Cómo serían hoy sus Fuerzas Armadas si la política de adquisiciones militares de los años setenta y principios de los ochenta no se hubiese interrumpido? 

Una ucronía es una narración o hipótesis histórica alternativa que imagina cómo habría sido la historia si un hecho real hubiese ocurrido de manera distinta o no hubiese ocurrido. Si digo "ucronías argentinas", lo primero que viene a la cabeza son escenarios ficticios de historia alternativa en los que algún hecho clave de la historia argentina ocurre de otra manera y cambia el curso de los acontecimientos. Ya hemos trabajado en este blog muchos escenarios ucrónicos, sobre todo asociados a la crisis del Beagle (haga clic en 12345... entre otros). Quedan muchos más por analizar pero hoy nos enfocaremos en añadir racionalidad a un período larguísimo de la historia argentina reciente que no la tuvo.

Este ejercicio contrafáctico propone una hipótesis alternativa: un país que, tras la recuperación democrática, opta por continuar y profundizar su proceso de modernización militar, no como instrumento de agresión, sino como pilar de disuasión regional, soberanía tecnológica y autonomía estratégica. Para explorar esa posibilidad, es necesario retroceder al momento previo a la guerra y comprender qué tipo de arquitectura militar estaba gestándose.

 

La Argentina que se armaba: visión y planificación hasta 1982

Durante la década de 1970 y los primeros años de la siguiente, la Argentina trazó un proyecto de modernización militar que combinaba adquisiciones de tecnología extranjera de punta con un incipiente desarrollo nacional. Se trataba de una política que, aunque encuadrada dentro de un régimen autoritario, respondía a una visión geopolítica más amplia, compartida por diversas líneas internas de las Fuerzas Armadas y parte del espectro político. En el contexto de la Guerra Fría, y bajo la doctrina de defensa nacional autónoma, el país aspiraba a convertirse en una potencia militar regional con proyección atlántica. 


Daggers argentinos, el núcleo de la defensa aérea por 30 años

En la Fuerza Aérea, se adquirieron cazas Mirage III y Dagger, se diseñó el IA-63 Pampa como entrenador jet y plataforma liviana de ataque, y se contemplaba la compra del Mirage 2000, un avión de cuarta generación que habría convertido a la aviación argentina en una de las más modernas del hemisferio sur.

En la Armada, el eje era la incorporación de destructores MEKO 360 y corbetas MEKO 140 —ambos de origen alemán—, junto con un ambicioso plan submarino. Este preveía la construcción de seis submarinos TR-1700, dos en Alemania y cuatro en el astillero Domecq García de Buenos Aires, con la intención de desarrollar posteriormente una versión nuclear. La existencia del portaaviones ARA 25 de Mayo completaba una doctrina de proyección naval oceánica, inédita en la región.

El Ejército, por su parte, modernizaba su parque blindado con el Tanque Argentino Mediano (TAM), desarrollado junto a Alemania y fabricado en la planta TAMSE, acompañado de sus vehículos complementarios: el VCTP, el VCA 155 de artillería autopropulsada y unidades logísticas blindadas. El objetivo era construir una fuerza mecanizada versátil, equipada cada vez con más componentes nacionales.

Era una política de defensa integrada, sostenida por una incipiente base industrial y tecnológica, con empresas como CITEFA, INVAP, Astilleros Río Santiago, Domecq García y Fábrica Militar de Aviones. Malvinas interrumpió este proceso. Pero si no lo hubiese hecho, ¿cuál sería el resultado?

 

1983–1990: Consolidación democrática y rearme progresivo

Imaginemos un escenario donde el gobierno de Raúl Alfonsín decide no desmontar el aparato de defensa, sino someterlo a control civil democrático y convertirlo en una herramienta de soberanía moderna. Se reconfigura la doctrina militar hacia un enfoque defensivo, se castiga la represión ilegal, pero se mantiene el plan de reequipamiento.

Los submarinos TR-1700 se terminan según el cronograma original: dos llegan desde Alemania (como en la realidad), y los otros cuatro son completados en el astillero nacional entre 1987 y 1992. Esto convierte a la Armada en la única de América Latina con una flota oceánica moderna y capacidad disuasiva submarina extendida.

Paralelamente, se concreta la adquisición de 36 Mirage 2000, que comienzan a llegar en 1987, reemplazando progresivamente a los Mirage III y Dagger. La Fábrica Militar de Aviones inicia una línea de producción mejorada del IA-63 Pampa, con aviónica modernizada y versiones artilladas para apoyo cercano. 


Imaginando un IA-63 Pampa NG, armado con radar y lanzamisiles en las alas

El Ejército continúa fabricando el TAM y sus derivados, completando más de 500 unidades hacia 1990. Se inician además procesos de mejora electrónica, sensores nocturnos y enlace digital. La doctrina de brigadas blindadas se actualiza bajo normas OTAN, con ejercicios binacionales regulares junto a Chile y Brasil.

 

1990–2001: Profesionalización y liderazgo regional

Durante la década de los noventa, en este escenario contrafáctico, la Argentina adopta una política de profesionalización militar sin renunciar a su capacidad operativa. El gobierno de Carlos Menem, en lugar de reducir el presupuesto de defensa, lo racionaliza. Se introduce una carrera militar universitaria y se vinculan institutos de investigación militar con universidades nacionales. 

Para los años 90s debido a la experiencia de Malvinas se haría clara la necesidad de contar con un avión AWACS tanto para la FAA como para las operaciones del COAN. La necesidad ya se había presentado en 1985 cuando hubo sugerencias de intercambiar los dos DDG Tipo 42 de la ARA (ARA Santísima Trinidad y ARA Hércules) por un avión AWACS E-4 de Arabia Saudita. Obviamente el trueque nunca hubiese sido autorizado por el Congreso de Estados Unidos pero si presentaba la primera evidencia que era necesaria esa plataforma para nuestras fuerzas armadas. En los 90s, cambiado el escenario internacional, con las relaciones carnales de la administración Menem y el estado de socio extra-OTAN, esta necesidad, ahora sí, podría haberse negociado con el mismo país en la forma de los E-2C Hawkeye. Aviones altamente versátiles que podrían haber cumplido inicialmente de manera más que aceptable ese rol en el contexto de nuestro país.



La industria de defensa comienza a exportar: el TAM y el VCTP se podría haber vendido a países de África y Asia, el Pampa pudo tranquilamente haber encontrado mercados en Centroamérica, y piezas electrónicas desarrolladas por INVAP se integran a sistemas de vigilancia aérea y misiles de países socios. Esto permite sostener la inversión sin depender exclusivamente del presupuesto nacional. TAMSE inicia también la modernización y generación de capacidades largamente esperadas como los vehículos de defensa aérea (SPAAG), MRLS y obuses autopropulsados (TAM VCA) todos basados en la célula TAM, para gestionar distintas capacidades de ataque y defensa de los regimientos de caballería de tanques. También se modificarían los excedentes de M113 como SPAAG al estilo de los actuales Korkut turcos (foto abajo) así como la estandarización de la torreta blindada de 20mm (Torblin).



En paralelo, se mantienen las inversiones estratégicas: se inicia el desarrollo del primer reactor nuclear naval argentino, pensado como etapa previa al primer submarino nuclear. Se modernizan los MEKO 360 con sistemas AEGIS ligeros y misiles de crucero de medio alcance.

La Fuerza Aérea comienza a evaluar reemplazos para el Mirage 2000 con miras a 2010. Un camino que se analiza es adquirir el AMD Rafale debido a la gran confianza en los sistemas franceses, aunque las limitaciones presupuestarias post-1998 hacen más viable una asociación regional con Brasil para desarrollar un avión de combate sudamericano (posiblemente derivado del Gripen sueco).

 

2001–2010: Crisis y resistencia estratégica

La crisis económica de 2001 golpea duramente al país. Sin embargo, en esta línea contrafáctica, el Estado Mayor Conjunto cuenta con una reserva estratégica para continuidad de programas esenciales, sostenida por exportaciones y cooperación internacional.

La construcción del primer submarino nuclear argentino continúa a ritmo lento pero constante, y se logra botar en 2009 el ARA Santa Fe, equipado con propulsión nuclear luego de haber estudiado instalar la propulsión híbrida AIP de origen sueco. La Armada, aunque con operaciones reducidas, mantiene presencia efectiva en el Atlántico Sur.

De la Meko 360, que por problemas de motorización británica, podían ser reemplazados en los 1990/2000 por la clase Meko 200 con motorización norteamericana para luego poder llegar a modelos más modernos como la FREMM para los 2020s.

La Fuerza Aérea moderniza la flota de Mirage 2000 y produce localmente una versión del Pampa con radar multimodo y capacidad aire-aire. Se inician proyectos con Israel para incorporar drones de ataque ligeros y misiles BVR, en una estrategia que privilegia calidad por sobre cantidad.

El Ejército implementa el programa TAM 2C, con blindaje reactivo, sensores térmicos y mando digitalizado. Las brigadas de montaña y selva se modernizan con apoyo logístico aéreo propio, incluyendo helicópteros ligeros de fabricación nacional.

 

2010–2025: Soberanía tecnológica y reafirmación del poder disuasivo

En el período reciente, esta Argentina contrafáctica afianza su autonomía estratégica. La cooperación con Brasil y Suecia da lugar a la producción conjunta de 24 cazas Gripen NG adaptados a los requisitos argentinos, con transferencia de tecnología completa. Esto permite retirar finalmente los Mirage 2000 y mantener una flota mixta de Gripen y Pampa III+.

¿Gripens argentinos sobre Buenos Aires?
 

La Armada recibe en 2015 el segundo submarino nuclear, ARA Santiago del Estero con reactor compacto CAREM, con capacidad de lanzar misiles de crucero. Tal vez misiles franceses SCALP comprados y adaptados gracias a un contrato. Se evalúa la reactivación de la capacidad portaaviones mediante la adquisición de un buque ligero STOVL de segunda mano modernizado en Tandanor, adaptado para operar drones y aviones de despegue corto.

ARA Santiago del Estero, un Tipo TR-1700 ampliado con un reactor CAREM, morro más hidrodinámico y sistemas mejorados

La industria nacional lanza el satélite SARA-D para comunicaciones militares cifradas, y se establece una red C4ISR nacional que integra a las tres fuerzas. INVAP provee radares 3D para todo el país y el sistema de defensa aérea ya cubre el 85% del espacio nacional con misiles de corto y medio alcance.

La política exterior argentina se reposiciona: participa activamente en misiones de paz bajo mandato de la ONU, exporta sistemas de defensa livianos a África y mantiene una relación estratégica con países como India, Egipto e Indonesia.

 

Un escenario subversivo pero, por lo menos, con entrega de material

¿Qué habría pasado si, a pesar del ascenso de gobiernos de izquierda —como efectivamente ocurrió—, se hubieran concretado finalmente las repetidas promesas o intentos de adquirir material militar no occidental? Esto en un contexto político marcado por una fuerte desconfianza hacia las Fuerzas Armadas.

Durante el gobierno peronista se evaluaron diversas alternativas: los Mirage F1 españoles, el IAI Kfir Block 60 israelí, el KAI F/A-50 Golden Eagle surcoreano, y finalmente el CAIC JF-17 Thunder de origen chino-pakistaní. De todos ellos, el que estuvo más cerca de concretarse fue el último.

Pilotos argentinos llegaron a volar el JF-17 en Pakistán, y de haberse adquirido, las unidades habrían operado desde la Base Aérea Militar de Tandil. Sin embargo, la cantidad prevista nunca superó los 12 aviones más 2 adicionales, por lo que habrían conformado el único escuadrón de combate real del país, junto a un puñado de entrenadores Pampa III —estos últimos con capacidad de combate extremadamente limitada.


De haberse optado por este camino, lo más probable es que se hubieran adquirido vehículos blindados 6x6 Guaraní de la empresa brasileña IVECO, y quizás una cantidad limitada de VN-1 8x8 para equipar unidades de despliegue rápido. Pero no mucho más que eso.

En cuanto a la Armada, no se preveían incorporaciones significativas, salvo quizás algunos viejos avisos de origen ruso. Todas las naves de clase Meko se hundirían del puro óxido.

El principal problema de seguir esta vía habría sido el alejamiento total de la esfera de influencia de la OTAN, lo que implicaría una colisión directa con Estados Unidos. Un factor estratégico a considerar es que abrir esa puerta habría llevado con alta probabilidad a que Washington refuerce militarmente a Chile, en un intento de equilibrar la presencia de equipamiento chino en la región.


El acuerdo surcoreano

Otro escenario puede haber sido la cooperación con Corea del Sur. Un emergente productor de aviones de combate luego de haber ganado experiencia muy valiosa en la producción bajo licencia de los KF-16 en las instalaciones de KAI. El país ofrece los flamantes entrenadores avanzados y de ataque ligero F/A-50 Golden Eagle. Equipados con una pieza del legendario motor F404 de los F/A-18 Hornet, Argentina decide que es una buena opción para reemplazar a los todavía omnipresentes aviones A-4AR Fightinghawk. 

Aviones F/A-50 Golden Eagle argentinos volando sobre Santa Rosa, La Pampa.
 

Coproducidos en la FAdeA reestatizada, los aparatos tendrían su propio centro de mantenimiento en el Área Material Río Cuarto, teniendo estos aviones las capacidades de entrenar tripulaciones y plena capacidad de combate ligero. Con una extensión de este acuerdo, la KAI (ávida por extender sus operaciones en los cuatro puntos cardinales) ofrecería participar en el desarrollo del caza KF-21, un bimotor de altas prestaciones bimotor con dos motores F-404. Con unos pocos cientos de millones de dólares de co-financiamiento y el envío de un gran equipo de técnicos argentinos para la participación del diseño y adaptación de la aeronave a las necesidades de las fuerzas armadas argentinas. Basta con ver los esfuerzos enormes que ha hecho Corea del Sur para obtener el contrato de cazas peruanos donde llegó a oferta 24 F/A-50 y 24 KF-21 por menos de 4 mil millones USD.

El KF-21 sería rebautizado en Argentina como Proyecto SAIA-20, una adaptación del viejo SAIA-90 que ya preveía que la FAA debía contar un caza pesado de altas prestaciones bimotor, precisamente, equipados con los dos motores que portaba el F/A-18. El sueño podría haber vuelto a ser realidad. El modelo nacional estaría equipado con bombas Dardo III, radar AESA diseñado por INVAP y diversa aviónica desarrollada en conjunto con KAI y Elbit. El avión producido y adaptado para las fuerzas armadas argentinas podría haberse denominado IA-81 Shotel, que significa Flecha en el lenguaje de los legendarios Patagones. Si, ya va siendo hora al fin de sacar toda la nomenclatura de los araucanos (ahora autodenominados mapuches) los nombres de los productos militares argentinos. 


Un KF-21 Boramae coproducido en Argentina e imaginado localmente con el nombre IA-81 Shotel ("Flecha" en lenguaje Aonikenk) volando sobre la ciudad de Jujuy. 

Finalmente, el mismo acuerdo podría extenderse a tecnología de guerra terrestre, como los tanques K2 Black Panther como complemento de los TAMs. En términos de la Armada, diversos sistemas navales se analizarían para su adquisición, entre ellos USV y UUV así como sistemas de sonar. Corea del Sur es, sin dudas, de las industrias más productivas en términos militares del Mundo.

La Argentina militar de 2025: balance final del escenario contrafáctico

En este presente alternativo, Argentina contaría con una fuerza militar moderna, profesional y plenamente subordinada al poder civil. No se trataría de un país militarizado, sino de una nación que supo construir poder disuasivo inteligente y base industrial nacional.

Su aviación de combate empezaría a integrar tecnologías de quinta generación en drones y sensores, lanzaría desde sus propios vectores sus satélites y micro-satélites militares, su flota submarina aseguraría la soberanía atlántica, y su Ejército dispondría de una capacidad de maniobra mecanizada, artillada y digitalizada inédita en América Latina. Todo esto sostenido por una industria de defensa competitiva, con exportaciones anuales por encima de los 500 millones de dólares.

Además, el país ha fortalecido su posición geopolítica: no dependería de alianzas militares con potencias externas, mantendría la iniciativa en la cuestión Malvinas en foros internacionales, y sería visto como garante de estabilidad regional.

 

Reflexión final: entre el “pudo haber sido” y las lecciones para el futuro

Este ejercicio contrafáctico no busca idealizar una carrera armamentista, ni ignorar los desafíos éticos, económicos y políticos que implica sostener un complejo militar moderno. Pero sí propone repensar el abandono sistemático de capacidades estratégicas que Argentina sufrió durante décadas, muchas veces no por necesidad, sino por desidia, desconfianza o inercia política.

Argentina debió seguir con los planes de inversión y encarar el abastecimiento de la industria militar mundial. ¿Qué diferencia había en el complejo militar argentino de finales de los 1980s con el complejo militar turco actual? ¿Por qué el KAAN turco de hoy no pudo haber sido en SAIA-90 en 1990s? La democracia argentina ha sido el aprendizaje durísimo de 40 sufrir el país la administración de un banda organizada de delincuentes e incompetentes que no lograron casi ningún objetivo socialmente deseable: ¡no mejoró la educación, ni la vivienda, ni la justicia ni tampoco creció la economía! Los únicos que mejoraron su vida fueron los propios políticos.


¿Esta era la línea de sucesión para la FAA si no hubiese la democracia desmantelado todo el complejo militar argentino?


Sin dudas el sector más castigado fue la defensa con el desmantelamiento casi completo de toda la infraestructura de producción militar. De haber seguido mínimamente un nivel de gasto militar acorde, los Mirage III hubiesen sido suplantados por los Mirage 2000 y luego complementados con F-16s reemplazando los A-4 y, mas cercano en nuestros tiempos, el salto final hacia el Rafale, el Gripen (sin tecnología británica) y, por que no, el KF-21 o los F-16 Block 70. De lado de las fuerzas terrestres, la modernización del TAM ya debió haber llegado a finales de los 90s, con la incorporación de Leopard 2 en los 2000s con modernizaciones hasta el día de hoy. De lado de las fuerzas navales, las Meko se debieron vender en los 90s por la motorización británica y su reemplazo por Meko 200 primero con motorización americana para llegar a los 2020s con FREMM francesas o italianas. Ello junto a incorporar algún LPH, LST ó LPD, tal vez usado de Francia o Italia. 

Hoy debiéramos tener una fuerza respetable, pequeña, altamente móviles y profesionales, sin necesidad de tener tanto poder de proyección como en los 80s pero si con capacidad de disuasión frente a la Royal Navy en las Malvinas: esa es nuestra hipótesis de conflicto permanente y el desafío más importante en el futuro. La Argentina de 2025 podría haber sido muy diferente. Con voluntad, planificación y control democrático, el país pudo haber mantenido su autonomía tecnológica y su capacidad de defensa sin recurrir al militarismo ni a aventuras geopolíticas irresponsables. Demás está añadir, ninguno de estos escenarios (ni ningún escenario de crecimiento económico) es factible bajo un gobierno populista, sea del partido o alianza de partidos que sea.

Hoy, en un mundo cada vez más incierto, donde la disuasión sigue siendo parte del lenguaje internacional, mirar atrás no es solo nostalgia: es una advertencia. Lo que se pierde una vez, cuesta generaciones recuperarlo. Y en defensa, como en historia, las decisiones no tomadas también escriben el destino.


Por Esteban McLaren (con colaboración de Warbook2023 y OpenIA )

viernes, 25 de julio de 2025

Libro: La Guerra Tibia, por Peter J. Bush


La Guerra Tibia

Un libro de Peter J. Bush

 

Conflictos y desencuentros entre Argentina y Chile desde 1776 hasta nuestros días

 

 ‘La Guerra Tibia’ es un relato novelado de crónicas y hechos comprobados que en su gran mayoría sucedieron en la larga historia de desavenencias entre Argentina y Chile que hoy, gracias a Dios, parecen haberse sosegado.

 ‘La Guerra Tibia’ es un relato novelado de crónicas y hechos comprobados que sucedieron en la larga historia de desavenencias entre Argentina y Chile que hoy, gracias a Dios, parecen haberse sosegado.

El Autor basó los hechos aquí narrados y novelizados en entrevistas a personas que vivieron las historias, crónicas, libros de texto e información online.

Este es el quinto libro publicado por Peter J. Bush, luego de haber publicado las novelas ‘Hermano contra Hermano’, año 2014, ‘Regreso a Malvinas’, año 2015, ‘Tango Rojo’, año 2016, ‘Comando Poeta’ en enero de 2017 y posteriormente a esta obra, ‘Sur en Llamas’ en 2019; como ‘e-books’ en ‘Amazon’.

Peter también ha escrito y publicado como e-books en ‘Amazon’; dos libros como ‘Lautaro Capri’; estos son: ‘28 Cuentos Cortos para Volar’ -tambien existe version impresa de este- y ’28 Poemas de Amores, Amoríos y Cruces’.

 

Diseño de tapa: Damián Hadji damianhadyi@yahoo.com

 


1. A modo de prólogo y entre hermanos

El hecho fundamental y casi indiscutible de que naciones como Argentina y Chile, compartieron, comparten y van a compartir una raíz común que abarca el idioma y cultura española, parentesco familiar en muchos casos en ambos países, un origen independentista común y por sobre todo, una religión común: La Católica Apostólica Romana; además del judeo-cristianismo como base, cultural e histórica; ha funcionado como una póliza de seguro o un freno capaz de retardar y hasta frenar un pico de conflicto, tal como en el caso del año 1978. De haber sucedido este conflicto u otras hipótesis de conflicto históricos, sin duda el precio en sangre y el daño al espíritu nacional de ambos países; hubiese sido casi irreparable.

Más allá de estos hechos relatados arriba, nunca en la historia de la humanidad dos naciones vecinas tan armadas y listas para ir a la guerra; vencieron la enemistad; saltando por encima a los gobernantes de la época del 1978; gobiernos militares de cada país; que como se sabe, son cuadros entrenados para la guerra. Es de mi consideración personal, que este no ir a la guerra en 1978, fue un milagro divino, de un Dios bueno, padre y activo. En este sentido, les pido encarecidamente perdón a los paganos, eclécticos y otros tipos de espiritualidades, si esta afirmación ofendió de algún modo al lector.

No es difícil ir más allá de la evidencia con nuestra imaginación; cuando las fotos de época mostraban a militares de ambos bandos rezando el rosario o celebrando misa. Esos hechos, ciertamente aunaron de una manera invisible y sobrenatural a las fuerzas militares de ambas partes; que, en su gran mayoría, tenían el solo objetivo de defender la soberanía nacional y los intereses que ellos racionalmente comprendían sobre la misma.


También sería demasiado inocente el negar que la Argentina perdiera en su historia más territorios de los que ganó; la razón de esto se podría observar claramente en la falta de población y por sobre todo de unidad interna capaz de enhebrar la territorialidad de manera eficiente. Caso contrario; Chile siempre tuvo más unidad nacional; y su territorio se ha expandido desde su original mapa. Hoy en día, gran parte de la riqueza económica de Chile se basa en la minería del cobre; que es extraído directamente de territorio conquistado por Chile a Bolivia durante la sangrienta ‘Guerra del Pacífico’ (1879-1883).

Finalmente, es necesario destacar que durante la crisis del 78 Argentina poseía una abrumadora superioridad militar y económica por sobre Chile, y el hecho de que la guerra no se haya desatado, entre dos países gobernados por gobiernos militares, da claros indicios de una hermandad superadora de las diferencias entre dos países no solo ‘limítrofes’. Lo que quedará para la imaginación, es preguntarse: ¿qué hubiese sucedido si Chile hubiese poseído tal abrumadora superioridad, y no Argentina, durante la crisis del 78? Esto lo dejo en manos del lector que en páginas venideras explorará una historia pegajosa y extremadamente vecinal.

 

Capítulo 4. Bagüales [1] por armas, el negocio chileno

El plan del Poder Ejecutivo es contra el desierto para poblarlo, y no contra los indios para destruirlos [2].

Párrafo tomado de una carta firmada por el Presidente Mitre y su Ministro de Guerra Alsina al Congreso Nacional el 25 de agosto de 1875.

Ganado por pólvora

Los pobladores originales de la cuenca del Río de la Plata, eran grupos de indios nómades y recolectores, que se trasladaban de un lado a otro a pie y siempre siguiendo los cursos de agua. Los estudiosos dicen que un indio podría llegar a caminar hasta unas 30 leguas diarias y que muchos al internarse tierra adentro sobrevivían hasta encontrar fuentes de agua, succionando la humedad de tubérculos y raíces. Claro está, esto último era una excepción.

Mayoritariamente, el oeste y sudoeste de la provincia de Buenos Aires, era un territorio inhabitado e intransitable. Esta característica permaneció de ese modo hasta tiempo después de que llegaron los primeros españoles. Las crónicas históricas indican que Pedro de Mendoza arribó al Plata en 1536 con su expedición, acompañado de setenta y dos caballos. El caballo, de modo consensuado según los historiadores, provocó un cambio total en cuanto a la accesibilidad del terreno y la movilidad de los habitantes de aquellos parajes inexplorados.

En corto tiempo, tanto caballos como indios, aumentaron exponencialmente en número. Los aborígenes locales descubrieron en el caballo un medio de transporte y combate que como consecuencia igualó casi en poder militar en cuanto a movilidad entre indios y colonizadores. Esto sucedió hasta la llegada del fusil a repetición ‘Remington’ utilizado por las tropas de Roca durante la ‘Segunda Campaña del Desierto’ que volvió el balance militar favorable a los blancos o también llamado ‘cristianos’ por los indios.

La entrada de los equinos en el ‘Plata’, cambió para siempre no solo la vida del europeo sino particularmente la del indio, que pronto convirtió al caballo en su socio fundamental durante el dominio indígena del territorio hasta el fin la ‘Segunda Campaña del Desierto’, en 1885. La explosión de caballos en la región fue tal que el mismo jesuita inglés y explorador de la región, Thomas Falkner, casi murió atropellado por una estampida de caballos salvajes cuando tomaba agua en un arroyo allá por el año 1744.

La región también se vio modificada y cambiada en su desarrollo con el ingreso del ganado bovino y ovino que se incorporó a la zona de modo paralelo con los caballos. Las grandes estancias que rodeaban Buenos Aires comenzaron a generar cantidades inconmensurables de ganado bovino y ovino producto de su suelo fértil, pasturas abundantes y precipitaciones bastante estables.

Como resultado hasta casi ‘natural’ y ‘esperado’, los indios que habían sido impulsados por la civilización lejos de la costa y otras tribus que vivían en el oeste y sudoeste de Buenos Aires y del otro lado de la cordillera, comenzaron a encontrar comida y ‘bien de comercio’ en el ganado abundante y fácil de capturar en las inicialmente desprotegidas estancias de Buenos Aires. Como consecuencia y del mismo modo se vieron atraídas un sinnúmero de tribus que pronto escucharon da bonanza de la región. Vale la pena aclarar que los indios chilenos igualmente sufrieron la presión de la civilización, en este caso chilena, que los empujó hasta el sur de dicho país, empujando también a los aborígenes a cruzar los Andes hacia territorio argentino.

El número de indígenas en el área aumentó de manera tal que en una misiva desde el ‘Fuerte Argentino’ (fuerte creado en 1828 por Estomba) y futura ciudad de Bahía Blanca, se advirtió al Ministro de Guerra:

‘…la gran cantidad de indios que están viniendo de Chile a establecerse crea una situación alarmante para la Provincia de Buenos Aires, que quizás más que nunca ha tenido una reunión igual de indiada…’ [3].

Con este cruce, no solo se comenzó el robo de ganado, sino que las tribus de origen chileno comenzaron a dominar a las tribus argentinas y la razón principal para ello fue superioridad numérica de los indios que cruzaron desde Chile hacia el actual territorio argentino.

El asunto del indio y del robo de ganado, además de horrendos actos como el rapto de niños y mujeres, pronto llevó a la reacción del gobierno de Buenos Aires y luego de la República Argentina que se materializó en la ‘Primera Campaña al Desierto’ dirigida por Juan Manuel de Rosas entre 1833 y 1834 y de resultados no definitivos. Esta fue luego seguida por la estrategia de Alsina de establecer una defensa pasiva de las estancias por medio de un entramado de zanjas y fortines para terminar con la definitiva ‘Segunda Campaña del Desierto’ iniciada en 1878 y concluida de modo determinante, para la soberanía argentina, por Julio Argentino Roca en 1885.

La ida y venida de tribus de indios provenientes desde Chile con el propósito de robar ganado y realizar estragos comenzó incluso antes de 1820, sucediendo el grueso de la inmigración ladina y foránea por los años 1860. Las crónicas del explorador Basilio Villarino, quien recorriera el Río Negro allá por 1782, cuentan que al descubrir la isla fluvial denominada Choele-Choel, encontró está llena de aborígenes además de unas 8.000 cabezas de ganado con marcas y señales de Buenos Aires dirigiéndose hacia Chile.

Sin duda alguna, existió connivencia entre Chile y la compra de ganado argentino robado. Los transandinos otorgaban armas, bebidas y otros enseres, mientras compraban grandes cantidades de ganado robado por los indios, en su mayoría de origen chileno. El General Julio Argentino Roca da prueba interesante que refleja la clara relación comercial entre el indio y los chilenos:

‘Hay que interceptar y cortar para siempre el comercio ilícito que desde tiempo inmemorial hacen con las haciendas robadas por los indios, las provincias del Sur de Chile: Talca, Maule, Linares, Ñuble, Concepción, Arauco y Valdivia’ [4].

Prueba que casi no merece ‘contraprueba’ fue dada por el Diputado Puelma, representante del departamento de San Carlos, provincia chilena de Maule en sesión del congreso chileno del 18 de agosto de 1870, quien aseveró:

En cuanto al comercio, vemos que el de animales, que es el que más se hace con los araucanos, proviene de animales robados de la República Argentina. Es sabido que últimamente se han robado 40.000 animales más o menos y que son llevados por tierra, y nosotros, sabiendo que son robados, los compramos sin escrúpulo alguno, luego decimos que los ladrones son los indios. ¿Nosotros qué seremos?’ [5].

No al azar y siguiendo el muestreo de evidencia casuística de esta realidad geográfica, invasiva, comercial y quimérica, vale la pena recordar que para el explorador y publicista chileno, Don Guillermo Cox, la Patagonia fue y quizás es en algunos reductos, denominada como ‘Chile Oriental’ [6].

Otro documento, en este caso una carta de Alsina al Cacique Namuncurá, es también un indicio claro de la presencia de indios chilenos. De la misiva se lee lo siguiente:

Señor Cacique General don Manuel Namuncurá, esto es lo que el gobierno le ofrece. Si Ud. acepta, necesito saber cuáles son las garantías que Ud. me da de que su tribu no invadirá, ni dejará invadir a los chilenos, ni a Catriel [7]…’.

Vale la pena aclarar que Namuncurá, era hijo de Calfulcurá, Gran Cacique Chileno, aborigen con más influencia en la época de los malones. De un mismo modo, su padre Calfulcurá recomendó enfáticamente a Namuncurá que nunca dejase las fértiles tierras de ‘Carhué’ [8]; y tal es así; que cuando Roca emprendió la ‘Segunda Campaña del Desierto’, reconoció y ofreció estos territorios a Namuncurá quien prefirió pelear a muerte con el Ejército Argentino. La historia demuestra que la campaña distó de ser una ‘Campaña de eliminación’, sino de ‘asimilación’ del indio, incluso del chileno, al cual se le ofrecieron reiteradas veces tierras que ellos ya ocupaban como en el caso del Cacique Namuncurá.

El dueño de las Pampas

La máxima expresión del problema con el indio relacionada con Chile se enmarcó de modo terriblemente ejemplar en la cabeza del Cacique Calfulcurá o ‘Piedra Azul’ en español. Dicho líder, natural de Llona, Chile, cruzó hacia la Argentina alrededor del año 1830. El indio chileno era hijo del cacique Huentecurá, que habría ayudado al General San Martín en el cruce de los Andes.

Con su grupo inicial de 200 jinetes, Calfulcurá atacó inicialmente a la tribu ‘Voronga’ cuyos jefes principales pasó a degüello. Luego se asentó en la región pampeana de ‘Salinas Grandes’ y desde allí comenzó a expandir su dominio que pronto llegó a llamarse ‘La Confederación Indígena’.

El Cacique Calfulcurá llegó a tener hasta un ‘sello real’ y siempre que se presentaba y se comunicaba con otras autoridades hablaba de que el actuaba por ‘voluntad de Dios’. Su ejército llegó a tener hasta 2.000 lanceros con tres a cuatro caballos de recambio para cada combatiente. El gran cacique tuvo asimismo a un lenguaraz o ‘secretario letrado’, un chileno educado llamado Manuel Acosta, quien lo aconsejaba en diplomacia además de escribir sus cartas a otras autoridades. Su alcance fue también internacional, puesto que visto en apuros solicitó ayuda a más tribus en Chile. Como consecuencia, desde Chile cruzó el Cacique Reuque Curá con unos 1.500 jinetes quienes se sumaron al líder de las pampas.

El poder de este Cacique Chileno se vio demostrado con el hecho de que en 1855, el ejército araucano comandado por Calfucurá, infligió dos duras derrotas al ejército porteño. La primera a Bartolomé Mitre en la batalla de ‘Sierra Chica’, y luego en ‘San Jacinto’ al general Hornos.

Calfulcurá terminó su reinado, el 4 de Junio de 1873, cuando murió con los suyos en su enclave de Salinas Grandes.

El Nerón chileno

Luego del mediodía, la caballada ya parecía nerviosa e indicando un malón próximo. El personal del fortín ya en el inconsciente supo bien lo que se venía. Avanzada aquella tarde calurosa de enero, desde el mangrullo el Cabo Préndez fue el primero en ver la nube de polvo. Abriendo más los ojos, volvió a ver a través del catalejo a los efectos de confirmar lo que había visto pero aún no definido como un peligro seguro. En segundos gritó a un compañero que daba de beber agua a su caballo:

‘Che, avisale al Comandante, se viene el Malón [9] nomás’.

El Capitán Severo Baldrich, se hallaba justo en la matera hecha de adobe y con techo de paja en un montecito de acacias que filtraban un poco el ardiente sol. Dentro del recinto, el aire era fresco y reconfortante, afuera los teros daban la música en la llanura que se extendía hasta más allá del horizonte. Baldrich, quien mateaba tranquilamente, al recibir la noticia, ordenó toque de trompeta que en segundos causó un revuelo descomunal en los 42 soldados que se hallaban desparramados por el caserío circundante y el monte. Desde el casco de la estancia ‘San José’, se vio en apuro y con demasiado griterío llegar en carretas y a caballo unos cuatro hombres, 6 mujeres, 10 niños e incontables perros.

Con ya toda la guarnición y los civiles dentro del fortín, el ruido de vacunos y ovejas más el sonido incomparable de los indios se comenzó a sentir con toda claridad. El Capitán Baldrich, quien había subido al mangrullo, observó y analizó junto con Préndez la masa humana y de animales que se aproximaba:

‘Deben ser 500 esos indios. Al ganado no lo puedo contar, pero calculo más de 10.000 cabezas. Deben estar de pasada, acá no hay mucho ganado y ellos lo saben. ¡Préndez, bloquee la entrada con un carro. Quiero 20 hombres montados, el resto y los civiles todos armados y distribuidos. Dele armas a las mujeres también. Los niños en el centro del fuerte. Entre a los caballos también!’.

Fue la orden Baldrich a su subalterno, mientras este bajó del mangrullo para impartir las directivas y poner y tratar de poner un poco de calma a tal revuelo.

No pasó ni un rato cuando los primeros indios comenzaron a rodear galopando y gritando el fortín. Del enclave cristiano comenzaron a salir algunos disparos. En minutos los aborígenes habían prendido fuego ranchos y taperas y el humo comenzó a cubrirlo todo. En medio del pandemonio, un jinete indio en caballo blanco e inmaculado, el gran Cacique Calfulcurá, junto a un europeo, el chileno Manuel Acosta, observaron minuciosamente el ataque mientras que el Cacique daba órdenes a sus lugartenientes.

A la media hora el carrusel de indios que rodeaban el fortín comenzó a hacerse más y más espeso; en un abrir y cerrar de ojos, el carro que bloqueaba la entrada al fortín fue prendido fuego y acto seguido movido por una veintena de indios. La masacre fue total.

Los indios penetraron la precaria fortaleza, y ya dentro prendieron fuego lo poco restante además de eliminar a casi todos los cristianos a fuerza de lanzazos, boleadoras y facón. Hacia el final de la carnicería, un hombre alcanzó a montar un caballo con su mujer y un niño, y saltando el zanjón de dispusieron a huir a toda velocidad del malón. Todo fue en vano, como transportados por caballos con alas; tres indios alcanzaron a los que huían que inicialmente parecieron tener clara ventaja en cuanto a distancia y velocidad. Boleando al tordillo que cayó con peso y carga al suelo. Lo que siguió fue algo más de lo que ya había sucedido, los tres ‘huincas’ [10] fueron degollados sin piedad ni remordimiento alguno.

Ya silenciado el entorno, luego de que el malón se retirara hacia el horizonte, los teros volvieron a gritar y los perros a ladrar y ahora con el humo y el ruido de las brasas de la empalizada todavía humeante, un hombre resucitó de la zanja maloliente de barro y aguas verdes llena de cadáveres que circundaba defensivamente al fortín.

El Capitán Severo Baldrich fue el único sobreviviente de aquella matanza. Golpeado por una maza, cayó al zanjón ya lleno de muertos donde permaneció inconsciente por un buen rato. Los indios por suerte lo confundieron con un cadáver y ahí lo dejaron. Levantándose se dirigió trastabillando hasta la salida del fortín; allí vio a un peludo [11] tratando de comer el cadáver de un niño. A las patadas y mal decires expulsó al animal oportunista y carroñero que ni siquiera espero a que los cuerpos se enfriaran.

Baldrich, en la soledad, se sentó a ver el horizonte con un rosario en la mano; horizonte que ahora era carmesí y sin polvaredas amenazantes. Como signo de piedad de la providencia, un perro se acercó y le dio afecto al valiente soldado argentino que antes de perder el conocimiento había matado a más de 12 indios con fusil y espada.

Algunos historiadores calculan que el malón tomó más de mil colonos cautivos y robó un millón de cabezas de ganado, siendo este el saldo de las incursiones indígenas entre 1868 y 1874.

 

 Capítulo 11. ¿Invasión?

La espina dorsal de la sorpresa está en fusionar la velocidad con el secreto.

Carl Von Clausewitz

Amigos alemanes

En enero de una tarde calurosa de Buenos Aires, en 1930, a las apuradas, a eso de las cinco de la tarde un delegado diplomático pidió entregar una misiva del Presidente alemán al Presidente argentino. El mismo presidente de Alemania, el Mariscal Hindenburg, hizo llegar un cable secreto a su contraparte argentina, el Presidente Irigoyen; como parte del seguimiento de una relación excelente que aún sostenía la Argentina con Alemania desde que Argentina había apoyado significativamente a los teutones durante la Primera Gran Guerra.

La comunicación alemana informó que el servicio de inteligencia alemán había obtenido pruebas casi contundentes de un plan de sorpresa de ataque a la Patagonia que sería llevado a cabo por la República de Chile.


El supuesto ataque se llevaría a cabo sobre Zapala para luego avanzar por Neuquén con objetivo final en Bahía Blanca. El informe también hablaba de otro frente cuyo objetivo sería Comodoro Rivadavia. En aquel entonces, ese territorio argentino aun carecía de suficientes fuerzas con capacidad de repeler tamaña invasión. Además, el plan incluía atacar la flota naval argentina en Puerto Belgrano, comprometiendo de ese modo la movilidad militar argentina en un grado casi definitivo.

El plan era, teóricamente, perfecto.

Vuelo de reconocimiento

Inmediatamente, el presidente argentino convocó al Inspector General del Ejército, General Severo Toranzo, quien debió regresar a las apuradas desde la localidad de Miramar, donde gozaba de sus vacaciones. La primera decisión fue la de ejecutar una serie de reconocimientos aéreos por sobre los pasos fronterizos de los Andes, además, de algún sobrevuelo sobre bases chilenas en el Pacífico. A tal efecto, dos hidroaviones tipo ‘Fairey’, con base en Puerto Belgrano, fueron movilizados el 30 de enero a Río Negro, donde acuatizaron en el Lago Nahuel Huapí, que funcionaría como base de operaciones a fin de cumplir con el objetivo asignado. Ambas aeronaves, fueron camufladas bajo una arboleda lacustre que como consecuencia escondió a los aviones de reconocimiento argentinos de ojos demasiados curiosos.

Los pilotos involucrados en los vuelos de reconocimiento sobre suelo chileno tenían conocimiento de que los dormitorios de los pilotos chilenos de las escuadrillas aéreas de la zona, en la base de Puerto Montt, se encontraban bastante lejos de pista, además de que los vuelos serían realizados durante un domingo, día de descanso lo cual daría tiempo suficiente a los pilotos de los lentos hidroaviones a volver a cruzar la cordillera rumbo este y a esconderse en su escondite bien camuflado en Nahuel Huapí.

Los sucesivos vuelos fueron una sorpresa, puesto que los aviones caza y de reconocimiento chilenos buscaron sin suerte a los aviones espías argentinos que habían sobrevolado impunemente territorio chileno soberano. El fotógrafo Jaime Mut, completo una serie de fotografías que claramente indicaron una concentración de fuerzas chilenas en la zona.

La República Argentina, movilizó en real apuro una fuerza aproximada de 20.000 hombres, además de su poderosa flota hacia la potencial zona de conflicto. Con estos actos, el factor sorpresa chileno desapareció, y las intenciones de ocupación también.

La Patagonia siguió siendo argentina, y el sueño de ocupación chileno hacia el ‘Chile Oriental’ se desvaneció una vez más ante el viento que sopla lamiendo los Andes como queriendo marcar un límite eterno.

 

Capítulo 19. In fraganti

Si alguna vez fuera capturado, no quiero ninguna negociación y si debo solicitar una negociación del cautiverio deben considerar eso un signo de coacción.

Henry Kissinger

Entrenando a Mr. Bond

En los tiempos en que sucedió el presente relato, la información no fluía por internet ni por otros medios tan rápido como en nuestros días. En aquel entonces, las prácticas de espionaje utilizando recursos humanos eran todavía indispensables. Argentina y Chile aún mantenían un conflicto latente y las fuerzas armadas de ambos países estaban sedientas de información sobre sus vecinos.

Carlos Lobo era un hombre entrenado y preparado por la FACh con el claro objetivo de recolectar información sobre la FAA en el área de ‘El Plumerillo’, base área militar en Mendoza, donde la FAA entrena a sus pilotos.

Primeramente, Lobo fue capacitado por la FACh durante 6 meses en el aeropuerto de La Serena donde el oficial Mauricio Ibáñez adoctrinó a Lobo en como observar los movimientos de una base aérea. El entrenamiento incluyó vuelos en avioneta e incluso visitas a otras bases de la FACh. El objetivo de la misión sería el de averiguar cantidad operativa de pilotos de capacidad avanzada de la FAA y por supuesto equipos, tácticas y técnicas utilizados por la FAA.

Finalizado el proceso de capacitación como oficial de inteligencia de Lobo, el ‘Bond’ chileno ingresó a la Argentina por la provincia de Tucumán donde consiguió la ciudanía albiceleste gracias a un policía corrupto de dicha provincia. Un mes después, Lobo se instaló en Mendoza donde trabajó como vendedor de autos en una concesionaria céntrica.

Operativo

El espía Lobo se instaló en el barrio de Dorrego, Mendoza, donde alquiló una pequeña casa en una esquina. Para Carlos Lobo, Mendoza paso a ser su hogar, el clima, el acento y la idiosincrasia de la provincia argentina, no despertó muchas diferencias ni nostalgia de su patria. Lobo, en menos de dos meses, desarrolló una red de amigos con los cuales iba a ver todos los domingos fútbol como hincha de Independiente de Rivadavia, uno de los equipos locales más populares.



Su trabajo de 6 horas en la concesionaria, a 3 cuadras de su domicilio, permitió al oficial de inteligencia chileno a moverse con libertad por Mendoza, e iniciar sus actividades en las cercanías de la base del ‘Plumerillo’ donde operaba la IV Brigada Aérea de la FAA que empezó a visitar frecuentemente.

Lobo intercalaba visitas durante la semana y/o los fines de semana a la base, ya sea durante la mañana o la tarde. Sigilosamente, se dirigía hacia la base misma por distintas rutas y estacionaba el auto en alguna alameda, desde donde observaba con binoculares los movimientos aéreos o escuchaba las emisiones radiales de la base argentina. Normalmente, el espía manejaba tranquilamente su vehículo los casi 10 kilómetros de distancia que lo separaban de la base, dirigiéndose por la Avenida Mitre hacia el norte para luego doblar por Almirante Brown a la izquierda y tomar la autopista número 40 hacia el norte.

Con las manos en la masa

Hacia fin de año, Lobo recibió la orden de viajar a Chile para votar como ciudadano en el proceso de ‘Consulta Nacional’ llevada a cabo por el gobierno de Pinochet. Lobo dejó a cargo de su casa a un buen vecino y también amigo. Durante el primer fin de semana de ausencia, su casa fue robada por ladrones y a resultas de los hechos, la policía mendocina ingresó a su domicilio descubriendo equipo sofisticado de comunicación y documentos; cuestión que inmediatamente fue comunicada de manera encubierta a la SIDE [12]. Dicha agencia, inmediatamente analizó la información y equipo encontrado pero dejando todo en su lugar. De esta manera inició un proceso de seguimiento del presunto espía chileno.

Avisado Carlos Lobo de lo sucedido, inmediatamente inició su regreso al país, no sin antes pedirle a su vecino que retuviera una valija con elementos de valor que se encontraba debajo de su cama.

El contenido de dicha valija, incluía un equipo de comunicación sofisticado, importado y hecho en Gran Bretaña, además de documentos y fotografías que eran claros indicativos de la actividad de Lobo como oficial de inteligencia chileno.

72 horas después de que Lobo regresó a su vida oculta en Mendoza; en un operativo sorpresa llevado a cabo por la Policía Federal, policía local y la SIDE, el oficial de inteligencia chileno fue capturado a fin de ser interrogado por cargos de espionaje y su equipo e información incautados.

El gobierno chileno negó toda conexión con el procesado y el caso ‘Lobo’ prosiguió su rumbo judicial hasta que finalmente fue liberado 4 años después.



[1] Término indígena para denominar a los caballos salvajes.

[2] Campañas Militares Argentinas, Tomo 5, Isidoro J. Ruiz Moreno.

[3] ‘Historia Argentina’ de Diego Abad de Santillán, Editorial TEA, BsAs, 1965.

[4] Campañas Militares Argentinas, Tomo 5, Isidoro J. Ruiz Moreno.

[5] El Indio del Desierto, por Dionisio Schoo Lastra.

[6] Campañas Militares Argentinas, Tomo 5, Isidoro J. Ruiz Moreno.

[7] Otro Cacique indio que azotó Las Pampas.

[8] En lenguaje mapuche significa ‘tierra verde’.

[9] Nombre indígena que significa el conjunto de indios y sus presas, ya sea ganado, caballos o prisioneros que se movilizan ya sea huyendo luego de cometer desmanes o en pos de atacar las estancias y fortines.

[10] Así llamaban a los blancos los indios. En realidad significaba ‘cristiano’.

[11] Armadillo.

[12] Agencia federal de análisis de información y espionaje de la República Argentina.


Libro La Guerra Tibia

Formato: ebook.
Autor: Peter J. Bush
‘La Guerra Tibia’ es un relato novelado de crónicas y hechos comprobados que en su gran mayoría sucedieron en la larga historia de desavenencias entre Argentina y Chile que hoy, gracias a Dios, parecen haberse sosegado.
El Autor basó los hechos aquí narrados y novelizados en entrevistas a personas que vivieron las historias, crónicas, libros de texto e información online.



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